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LA VICTORIA DEL CRISTIANO

(1º Sam. 17)

Dios nos hizo para vivir en victoria. La victoria no es un estado de superioridad sobre los demás,
aunque si la mayoría de las personas viven en derrota, eso sea una consecuencia. Charles Swindoll escribió
un libro llamado “Cómo vivir sobre el nivel de la mediocridad,” y es un muy buen libro, sólo que la
definición de vivir en victoria no es superar el “satus quo.” Cuando definimos éxito o victoria como superar
al adversario, dos cosas ocurren: (1) Primero no hay un rumbo fijo, lo único que se pretende es superarlo y se
hace por envidia o competencia; (2) la otra consecuencia es que no hay satisfacción. Tratar de superar a otros,
no trae satisfacción en sí. Y (3) la tercera consecuencia es que superar a otros no es un estado permanente,
tarde o temprano ellos se esforzarán más y nos superarán. La pregunta sigue siendo, si la victoria no es un
estado de superioridad sobre los demás, entonces ¿qué es la victoria? La respuesta es “cumplir el propósito
para el cuál Dios nos ha creado y existimos en este mundo.”
Dios nos hizo para vivir en victoria. Sin embargo, el pecado ha interferido en el plan de Dios y
representa el máximo estado de derrota y fracaso del hombre porque con él la humanidad no puede cumplir
el propósito de Dios. El pecado es el máximo estado de derrota del hombre porque es la única condición de la
cuál el hombre no puede salir por sí mismo. Así que el primer paso para experimentar la victoria o el éxito es
cuando el hombre, mediante la muerte de Cristo, se libera de la condenación del pecado. La Biblia llama a
este cambio “haber pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). Según este texto, el estado de fracaso es “estar
muerto” espiritualmente y obtener el éxito es “obtener la vida.” Después, los que viven la vida cristiana, es
un estado contrario al estado anterior, que representa una vida en constante victoria. El cristiano debe vivir
constantemente en la victoria porque para eso fue creado.
(textos)… Sin embargo, con frecuencia vivimos en derrota. ¿Por qué?
La siguiente historia de la lucha de David contra el filisteo Goliat es una muestra del estado constante
en que debe vivir el cristiano y representa cada una de las luchas que tenemos en las diferentes áreas de
nuestra vida. Observemos 4 cosas que distinguieron a David para que llegara a ser victorioso:

1. Su celo ……. “¿Quién es este filisteo … para que provoque …?” (26):
Los filisteos y los israelitas estaban frente a frente para pelear. Los filisteos se consideraban
superiores. Salió un filisteo como representante de ellos, un gigante que medía casi tres metros de altura (v.
4), llevaba una armadura como de 55 kg. a desafiar a todos los israelitas para que alguien peleara con él y de
esa manera se definiría la victoria (Vv. 8-11). Todos los del ejército de Israel le tenían miedo y nadie se
atrevía a pelear contra el gigante Goliat. Eso hizo durante 40 días ese filisteo, avergonzando a los judíos y
demostrándoles que él y los filisteos eran superiores a cualquiera de Israel. Los israelitas tenían la moral baja
porque a pesar de ser avergonzados de tal forma, nadie se atrevía a pelear contra Goliat aunque sea por
dignidad. Los soldados que van a la guerra a pelear por su país, están entrenados para dar su vida por el
honor de su país. Aunque el enemigo sea superior, un soldado nunca debe ser avergonzado, porque si tiene
miedo a pelear no es digno de ser un soldado que pelea por su patria. Aquí en Nayarit mismo tenemos dos
ejemplos de gran heroísmo: Uno de ellos fue el heróico batallón de San Blas, soldados que dieron sus vidas
con tal de defender a su patria para pelear en contra de los franceses, aun cuando el enemigo fuera más
fuerte, y el otro ejemplo es uno de los más grandes héroes mexicanos, el Cadete Juan Escutia de sangre
nayarita que dio su vida por defender el castillo de Chapultepec. Sin embargo, en este caso, los israelitas se
estaban dejando humillar por los filisteos.
Entonces David mostró su celo por Dios y por su pueblo. Él no era un hombre de guerra pero era un
hombre de fe, y los guerreros de la fe comprenden que existen en este mundo para vivir en victoria. Entonces
se enojó contra el filisteo que estaba provocando a Israel y al Dios de Israel (Vv. 23-26).
El celo es un fervor dedicado a fomentar una causa o a rendir un servicio. También se puede entender
el celo como una pasión por una cuasa. La Biblia dice que “Jehová es Celoso” de su pueblo. Esto significa
como el esposo que está celoso de su esposa porque la quiere exclusivamente para él, y así es Dios con su
pueblo. Celo puede ser indignación por una injusticia que se está cometiendo contra alguien. Celo es coraje o
firmeza. El coraje y la firmeza vienen de las convicciones. Así es como se dice que hay creyentes que son
celosos de la doctrina o las tradiciones de la iglesia.
El celo de David, como ya se dijo arriba, fue legítimo porque el nombre de Dios estaba siendo
avergonzado y su pueblo también. Estos soldados, que deberían estar dispuestos a dar su vida por la patria, se
dejaban humillar porque no tenían celo. Igualmente nos ocurre a muchos cristianos de este tiempo, que viven
en derrota porque no tienen celo. Y, como ya dijimos también, el celo viene por la convicción y las
convicciones vienen porque uno ha estudiado seriamente la Palabra de Dios. El cristiano que no estudia la
Palabra de Dios, no tiene convicciones, luego no tiene celo y finalmente vive en derrota. Nuestras
convicciones espirituales deben llevarnos a tener un celo por Dios y por su obra.
Muchas veces vemos la iglesia decaída, con poca asistencia, y las células que no crecen, y aún así no
mostramos celo por la obra de Dios. Debería darnos coraje, como David, y ponernos a servir a Dios de una
manera que las cosas cambien. Pero, muchas veces es al contrario, nos conformamos con los pobres
resultados que hemos obtenido hasta ahora aunque el enemigo nos esté ganando la batalla espiritual.

2. Su testimonio “Buscó en su experiencia respaldo para el presente” (34-36):


Después que David tuvo celo por Dios y por Israel, fue informado a Saúl que habían uno que tenía el
coraje como para pelear con el gigante. Saúl al ver que era David un muchacho, trató de disuadirle, pero el
coraje y la fe de David eran mucho más fuertes que la insistencia del rey Saúl.
David echó mano de sus experiencias pasadas, lo que ahora le llamamos “testimonio.” Le dijo a Saúl
que siendo pastor de ovejas, en muchas ocasiones ya había salvado a su rebano de los leones y osos que
venían para comerse los corderos. Dios había estado con David en experiencias pasadas, y él tenía fe que este
filisteo iba a ser como uno de los animales, porque no conocía a Jehová ni tenía su fue puesta en él (vv. 31-
36).
El testimonio del pasado siempre nos sirve de ánimo para ganar la victoria en las experiencias
difíciles del presente. Cuando uno ve hacia atrás y se da cuenta, como David, que Dios ya ha estado con
nosotros en otras ocasiones; con mayor facilidad se inspira para confiar en que Él estará con nosotros y
lograremos la victoria.
La pregunta es ¿cómo está tu testimonio? Si nuestro testimonio ha sido bueno hasta ahora, tendremos
impulso para vencer en el presente, pero si nuestro testimonio es malo o ha venido decayendo cada vez que
pasa el tiempo, seguramente está cercana nuestra derrota. Debemos cuidar nuestro testimonio, porque las
experiencias de hoy siembran un cimiento firme para la victoria del futuro. Dios quiere que crezcamos
espiritualmente, no que nos quedemos enanos. Nuestras vidas tienen que estar en constante movimiento y
cambio hacia la madurez cristiana, para que así podamos vivir en una vida de victoria constante.

3. Su fe ………. “Jehová que me ha librado … del león …(37):

David tenía su fe puesta completamente en Jehová. La razón de que vivía una vida en constante
victoria era su gran fe puesta en Dios. Esta pelea, más que ser una batalla de guerra, David la hizo una batalla
espiritual. Nosotros podemos hacer que todas las cosas que nos acontezcan sean eventos espirituales porque
los enfrentamos mediante la fe que tenemos en Cristo Jesús. David atribuía la ayuda de Dios a las
experiencias de su pasado. El dijo que Dios lo había librado de las garras del León y del Oso (v. 37), aunque
para muchos esto podría ser una mera cuestión de suerte. David sabía que la suerte no existe, sino que existe
un Dios Todopoderoso cuya voluntad es perfecta, y que no permite que una hoja caiga del árbol ni un cabello
de nuestra cabeza sin que sea Su voluntad.
La fe no es una mera aceptación intelectual de que algo existe, va más allá, es creer que aquellas cosas
que no existen pueden existir por el poder del Dios Todopoderoso. Como dice la carta a los hebreos “Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb. 11:1). La fe es creer que
un día, hace muchos años, no había nada en el universo y dijo dios “sea la luz” y fue hecha la luz. Como lo
dice la carta a los hebreos, primero no se veía nada en el universo, y después Dios había hecho una creación
perfecta y hermosa para que habitara el hombre. Y así como Dios creó el universo perfecto, así ha ido
haciendo todas las cosas. El es el Señor de la historia, porque la historia de la humanidad es producto del
mover de Dios, aunque el hombre trata de sacar a Dios de la escena del mundo, sin darse cuenta que todo lo
que existe es por obra de Él. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros todo lo que tenemos, porque él hace
llover sobre buenos y malos, y porque toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre
de las luces. Todo lo que tenemos nos ha sido dado de Dios, y si tuviéramos fe como un grano de mostaza,
sería mucho más y mejor lo que tuviéramos en nuestra vida.
La fe es un punto de vista positivo de las cosas. Hay muchas personas que ante los problemas se
derrotan inmediatamente y son siempre negativos. Israel tenía un ejército de soldados incrédulos, que veían
las guerras con pesimismo, que por esa razón ni debieron de ser soldados. El punto de vista positivo debe
caracterizar a todo cristiano. Es como el deportista que tiene la esperanza de ganar, el soldado que tiene
espera ganar la guerra, el agricultor que espera tener una gran cosecha, etc… Un cristiano, para que pueda
vivir en victoria, debe ser alguien que ve en cada problema una oportunidad para crecer. Como dijo Caleb,
cuando tenía 80 años, “yo quiero la tierra donde habitan gigantes, porque si Dios está conmigo, los
derrotaré.” Un cristiano lleno de fe es alguien que ve en cada gigante una oportunidad de que el nombre de
Dios sea grandemente glorificado. Entre más grandes son los retos y los problemas, mayor será la victoria
que ganaremos. Démosle gracias a dios por los gigantes que nos envía, porque así tenemos la oportunidad de
crecer espiritualmente.
La fe es orar a Dios y hacerlo partícipe de nuestra vida cotidiana. Él quiere cambiar nuestra realidad,
sólo está esperando que se lo pidamos.

4. Sus Armas. Prefiere usar lo que tiene tal cual es. (38-40):

Saúl trató de ponerle a David toda su armadura de guerrero. Recordemos que Saúl era un hombre muy
grande, y David a penas era un muchacho. El resultado lógico fue que no pudo andar con ella. Entonces, dejó
toda esa pesada armadura y tomó sus instrumentos de pastor: el cayado, la onda, y unas piedras en el saco
pastoril. Toda su armadura de David era muy sencilla, no tenía nada que ver con la guerra, de hecho cuando
Goliat lo vio venir a él, se burló de David y le dijo que no viniera a él como si fuera un perro (con palos y
piedras). Pero David, con esas simples herramientas que traía pudo vencer al gigante, porque la batalla
espiritual no se libra “con espada, lanza y jabalina, sino en el nombre de Jehová de los Ejércitos” (v.45).
Esta historia nos hace recordar que Dios trastorna la lógica humana. La batalla espiritual no se libra
con armamentos humanos, ni con recursos materiales, sino muchas veces con unas cuantas cosas muy
simples para demostrar el poder maravilloso de Dios. Esto nos enseña que Dios usa algunas cuántas cosas
simples, por muy simples que sean, como una moneda en la boca de un pez para pagar sus impuestos, cinco
panes y dos peces para alimentar a cinco mil personas, la quijada de un burro para matar a cientos, y unas
piedrecitas disparadas con una honda, como en este caso. Esto reafirma que la manera de obrar de Dios es
con las armas espirituales, no con recursos humanos.
Aquí David, sus principales armas fueron las tres que ya hemos mencionado (celo, testimonio y fe).
¡Qué mejor armadura pudo tener este gigante de la fe!
Pero la Biblia además nos dice que “no tenemos lucha contra sangre ni carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo…” Por eso debemos “tomar toda la
armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo estar firmes” (Ef. 6). Las
armas del cristiano son la oración, la fe, la Palabra de Dios, y las disciplinas cristianas.
“Las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Cor. 10:4).

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