Sei sulla pagina 1di 3

El Sur.

Jorge Luís Borges

“El Sur” es un relato que habla desde la realidad argentina de principios del siglo XX,
pero también, desde una realidad inmiscuida en los sueños de su protagonista. Es esta
una historia de cambios transcendentales que, sin llegar a producir en el “espectador”
ningún tipo de furor desmedido, si consigue ocasionar ese sabor amargo que aparece
cuando contemplamos la violenta imprevisibilidad del destino. Borges, utiliza un
tratamiento de la realidad con una cierta tendencia hacia lo metafórico, y la intervención
del lector se vuelve decisiva a la hora de hallar los diferentes significados que trasluce el
relato. “El Sur” narra en unas pocas páginas las desventuras de un nieto de emigrantes
europeos que se asentaron en Argentina, el cual trabajaba como secretario en una
biblioteca municipal. Este hombre, llamado Juan Dahlmann, se hizo un corte en la
frente cuando subía la escalera hacia su casa, y ese corte le produjo diversas fiebres que
acabaron llevándole al hospital. A partir de aquí, el relato se vuelve ambiguo y describe
la salida de Juan del hospital y su retorno en tren, donde, por casualidad, debe bajarse en
una estación que no es la suya, y donde acaba enfrentándose, en un duelo a cuchillo, con
un extraño personaje. Pero lo anecdótico de esta historia reside en que no sabemos si lo
ocurrido después de su salida del hospital es real, o solo una especie de divagación del
narrador, que intenta aclarar cómo le hubiera gustado morir a Juan Dahlmann, en lugar
de en aquel siniestro hospital.
En este relato encontramos muchas referencias espacio-temporales que el autor utiliza
para dar una cierta credibilidad a la historia, sobre todo en su primera parte (hasta la
salida del hospital). Como el propio lector comprenderá, todos estos datos sacados de la
realidad no parecen tener otra función que la de crear un contraste casi mágico, como el
desarrollado en la segunda parte, donde todo está descrito bajo una atmósfera onírica.
Entre los ejemplos más claros de la realidad empírica tenemos la referencia explícita a
una ciudad: Buenos Aires. Así como la ubicación del lugar de trabajo del protagonista:
“era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba...” Del mismo modo
nos sitúa en un año concreto, el de 1939. Y más adelante, precisa aún más, y apunta
hasta el mes: “En los últimos días de febrero de 1939…”
Una vez presentados el espacio y el tiempo, y bajo la voz de un narrador omnisciente
que impera en todo el relato, se procede a la presentación de algunas de las
características de Juan Dahlmann. Se nos habla de su preferencia por su antepasado

1
“romántico” que murió en una batalla, y de su predilección por el sur, y se cierra el
párrafo, que hace las veces de prólogo, con un indicio que nos advierte de algún cambio
en el devenir de los hechos: “En los últimos días de febrero de 1939, algo le
aconteció.”
La siguiente frase, después de este párrafo introductorio, se resalta también como nuevo
indicio de un trágico desenlace: “Ciego a las culpas, el destino puede se despiadado
con las mínimas distracciones”. Siguiendo esta línea de indicios, el relato va
progresando y, como si de una catabais grecolatina se tratase, comienza su particular
descenso a los infiernos: “Dahlmann los oía con una especie de débil estupor y le
maravillaba que no supieran que estaba en el infierno.” Este especie de progresiva
bajada a los mundos de ultratumba abre el enigma del relato, pues, es a partir de la frase
citada anteriormente, cuando empezamos a dudar si el protagonista esta ya muerto y
todo lo narrado sucede en un tiempo post Morten o, si por el contrario, esa alusión al
infierno es solo una forma de representar la enfermedad.
En este mismo párrafo el narrador comienza a reproducir los pensamientos del
personaje al estilo del discurso indirecto regido, ya, que no hay un cambio brusco en la
entonación: “pensó que en una habitación que no fuera la suya podría, al fin, dormir.”
Esta misma formula, también aplicada con el verbum dicendi (dijo), se repetirá a lo
largo del relato pero, en su mayoría, para plasmar pensamientos: “Pensó, mientras
alisaba el negro pelaje…”, “Mañana me despertaré en la estancia, pensaba”, “y se
dijo, rememorando inútiles discusiones con gentes de los partidos del norte…”.
Una de las particularidades en este sentido, es la de que el protagonista nunca habla
directamente y solo se reproducen sus pensamientos, situación esta, que nos traslada,
aún más, hacia una cierta irrealidad, pues haciendo un pequeño análisis comprobamos
que solo hablan directamente los “actores secundarios” y que el protagonista no realiza
ninguna intervención verbal directa, circunstancias esta, que podría indicar que parte del
relato transcurre con el protagonista muerto. Pero esta sospecha se aumenta aún más en
la siguiente frase que describe uno de los sentimientos de Juan mientras regresaba en el
tren: “La soledad era perfecta y tal vez hostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba
al pasado y no sólo al Sur.”
La alusión a varias obras literarias, es otro de los motivos a resaltar, pues bajo los
títulos siempre se esconde un trasfondo que alude al relato, y así, nos encontramos con
algunos títulos ora en forma de indicio: “las Mil y una Noches de Weil”, “Pablo y
Virginia”, ora en forma de referencia histórica: “el hábito de las estrofas de Martín

2
Fierro”. En cuanto a las Mil y una Noches es el título que más se repite, y es el libro
que acompaña siempre a Juan, por lo que podría establecerse una relación, que ya queda
apuntada en el relato (“Viajar con este libro, tan vinculado a la historia de su
desdicha…”), entre las historias para “evitar la muerte” del clásico árabe y la historia
para “cambiar la muerte” del relato de Borges. Algunos críticos han encontrado una
relación de forma indirecta con la querella entre las armas y las letras, otorgando al
Martín Fierro la parte guerrera y romántica, y a las Mil y una Noches la parte más
reflexiva y extática.
En la historia de Juan Dahlmann también hay un constante anhelo que, como el propio
título indica, se enfoca hacia las tierras y gentes del sur que representa, de un cierto
modo, la parte latina del protagonista, que aunque de raíces alemanas, mantienen un
gran apego a la estepa argentina: “gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur.”
La acción narrativa gira en torno a dos puntos concretos que abren el paso a un cambio
radical. El primero, ya citado más arriba, introduce la parte del infierno clínico: “algo le
aconteció”. Y el segundo, anuncia el cambió brusco que origina el ambiguo desenlace:
“El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto,
algo imprevisible ocurrió.” Apoyados sobre estas bases podríamos dilucidar una especie
de “ritmo creciente” que comienza con la susodicha frase (algo le aconteció) y que
continua subiendo, aunque de una manera no muy apreciable, hasta llegar al segundo
punto, donde se produce el último acelerón que acaba con el final del relato. De este
modo se crea una especie de antítesis entre el ritmo del discurso y el contenido
semántico, y, así, mientras el primero realiza una subida progresiva hasta culminar con
el comienzo del duelo, el otro, como bien hemos dicho antes, compone una bajada a los
infiernos. Esta contraposición puede relacionarse con el trasfondo del relato en el que
no sabemos si la vida del protagonista esta sufriendo una acumulación de sucesos que le
hacen “ascender” en vertiginoso ritmo hacia un final caballeresco, o si por el contrario,
lo que se describe es una incursión hacia el averno. Pero todo este proceso no nos
aclara cual es el verdadero sentido del relato, y la ambigüedad se reafirma de forma
definitiva en la última frase, en la que el combate queda irresuelto, además de ese “que
acaso no sabrá manejar” que sirve como guinda para esta multiplicidad de
interpretaciones que componen el cuento borgiano.

Potrebbero piacerti anche