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EL DESTRUCTOR ES DESENCADENADO

APOLIÓN

TlMLAHAYE
JERRY B. Jenkins

EDITORIAL
UNILIT
Publicado por
Editorial Unilit
Miami,Fl. 33172
Derechos reservados

Primera edición 1999

© 1999 por Tim LaHaye y Jerry B. Jenkins


Todos los derechos reservados
Originalmente publicado en inglés con el título:
Apollyon por Tyndale House Publishers, Inc.
Wheaton, Illinois

Traducido al español por: Nellyda Pablovsky

Citas bíblicas tomadas de: La Biblia de las Américas"


© 1986 The Lockman Foundation
Usada con permiso

Citas bíblicas tomadas de la Santa Biblia, revisión 1960


© Sociedades Bíblicas Unidas
Usada con permiso.

Producto 495095
ISBN 0-7899-0655-4
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
A Norman Robrer
B.
Amigo y mentor
PROLOGO

De la conclusión de cosecha de almas

Raimundo creía que la única manera de exonerar a Aman-


da era si decodificaba sus archivos pero también estaba
consciente del riesgo. Tendría que enfrentarse a lo que reve-
laran. ¿Quería la verdad a todo costo? Mientras más oraba por
eso, más se convencía de que no debía temer la verdad.
Lo que supiera afectaría su funcionamiento por el resto
de la tribulación. Si la mujer que había compartido su vida lo
había engañado, ¿en quién podría confiar? Si era tan mal juez
del carácter, ¿de qué le servía a la causa? Las dudas enloque-
cedoras lo llenaban pero estaba obsesionado por saber. El
teníaque saber de todas maneras —amante o mentirosa,
esposa o bruja.
Raimundo se acercó a Carpatia, yendo a su oficina en la
mañana anterior al comienzo de la reunión masiva más co-
mentada del mundo. Empezó tragándose todo vestigio de
orgullo:
—Su Excelencia, supongo que mañana, usted necesitará
a Max y a mí para que lo llevemos a Israel.
APOLION

—Capitán Steele, hábleme de esto. Ellos se reúnen con-


trariando mis deseos así que había planeado no sancionarlo
con mi presencia.
—Pero su promesa de protección...
—Ah, eso le llegó, ¿no?
—Usted sabe muy bien cuál es mi posición.
—Y usted también sabe que yo soy el que le digo dónde
va a volar, no al revés. ¿No piensa que si quisiera estar mañana
en Israel se lo hubiera dicho antes?
—Entonces, aquellos que preguntan usted se si tiene
miedo sabio
del que...
— ¡Miedo!
—Se enfrentó en
le y de
la Internetun lo trató falso ante
público internacional...
—Capitán usted de hacerme
Steele, carnada
trata tragar la
— un dijo sonriente Carpatia.
—Francamente creo que usted sabe que en Israel será
sacado del centro de la escena por los dos testigos y el doctor
Ben-Judá.
—¿Los dos no terminan
testigos? Si ellos magia su negra,
la sequía y tendrán que responderme a mí.
la sangre,

—Dicen que usted no puede dañar hasta que


los llegue el
tiempo fijado.
—Yo cuál
decidirétiempo es el fijado.
—Sin embargo, fue protegido
Israel terremoto y del los
meteoros...
—¿Usted cree que son responsables de eso?
los testigos
—Creo que Dios lo es.
—Capitán dígame, ¿todavía cree que un hombre
Steele,
del que se sabe que resucita muertos podría ser realmente el
anticristo?
Raimundo vaciló deseando que Zión estuviera en la ofi-
cina, y dijo.
—Se sabe que el enemigo imita milagros. Imagine el
público de Israel si usted hiciera algo así. Aquí hay gente de
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

fe que se reúne en pos de inspiración. Si usted es Dios, si usted


fuese el Mesías, ¿no se entusiasmarían de conocerlo?
Carpatia contempló a Raimundo, estudiando sus ojos
evidentemente.Raimundo creía en y a Dios. Tenía fe en que,
independientemente de su poder e intenciones, Nicolás sería
impotente ante cualquiera de los 144.000 testigos que lleva-
ban en sus frentes el sello del Dios Todopoderoso.
Carpatia dijo cuidadosamente.

Puede que tenga la razón si sugiere que solamente sería
lógico que el Potentado de la Comunidad Global concediera
a esos invitados una bienvenida digna de un monarca y sin
precedentes.
Raimundo no había dicho nada de eso pero Carpatia
escuchó lo que quería oír. Raimundo le dijo.
—Gracias.
Capitán Steele, programe ese vuelo.
UNO

Raimundo Steele estaba preocupado por el silencio de


Max McCullum en la Comunidad
cabina de pilotaje del
Global Uno durante el Nueva Babilonia a Tel
corto vuelo de
Aviv. — ¿Tenemos que hablar después? —
dijo Raimundo
quedamente. Max se llevó un dedo a los labios asintiendo con
la cabeza.
Raimundo terminó de hablar con el control de tráfico
Nueva Babilonia, luego buscó debajo
aéreo en los predios de
de su asiento el oculto botón invertido del intercomunicador.
Le permitiría oír las conversaciones que sostenían Nicolás
Carpatia, el Potentado de la Comunidad Global, León Fortu-
nato, elComandante Supremo, y Pedro Mathews, el Pontífice
Máximo, cabeza de la Única Fe Mundial Enigma Babilonia,
en la cabina de pasajeros del Cóndor 2 6. Pero justo antes que
1

apretara ese botón, Raimundo sintió la mano de Max en su


brazo, y vio que éste meneaba la cabeza diciendo no.
Raimundo se estremeció y moviendo la boca preguntó:
—¿Saben?
— No lo arriesgues hasta que hablemos —
Max susurró.
Raimundo recibió el tratamiento que había esperado para
descenso a Tel Aviv. La torre del aeropuerto Ben
iniciar el
Gurión sacó a los otros aviones de la zona, aun aquellos que

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APOLION

habían empezado sus secuencias de aterrizaje. Raimundo


escuchó la ira en las voces de otros pilotos cuando los dirigían
a patrones de sostenimiento, a kilómetros de distancia del
Cóndor. Por protocolo ninguna otra nave aérea tenía que estar
cerca del Cóndor a pesar del extraordinario tráfico aéreo que
se esperaba hubiera en Israel para la Reunión de los Testigos.
—Encárgate del aterrizaje, Max —dijo Raimundo.
Max le dio una mirada perpleja pero obedeció. Raimundo
estaba impresionado con la manera en que la Tierra Santa
había sido salvada de los daños del terremoto de la ira del
Cordero. Otras calamidades le habían caído a la tierra y a la
nación pero, para Raimundo, Israel era el único lugar que
lucía normal desde el aire, desde el terremoto y los juicios
subsecuentes.
El aeropuerto Ben Gurión estaba vivo con el tráfico que
tenía.Los grandes aviones tenían que aterrizar ahí mientras
que de menor tamaño podían bajar cerca de Jerusalén.
los
Aunque preocupado por las dudas de Max, no pudo suprimir
una sonrisa. Carpatia había sido obligado no sólo a permitir
esta reunión de creyentes sino también a prometer su protec-
ción personal para ellos. Por supuesto que era el extremo
opuesto de un hombre que cumple su palabra, pero estaba
atrapado esta vez por haber dado sus garantías en público.
Tendrían que proteger hasta al rabino Zión Ben-Judá, la
cabeza espiritual del Comando Tribulación.
No hacía mucho tiempo, el doctor Ben-Judá se había visto
obligado a huir de su patria, resguardado por la noche, exis-
tiendo una recompensa universal por su cabeza. Ahora estaba
de vuelta en calidad de enemigo jurado de Carpatia, y líder
de los 144.000 testigos y sus convertidos. Carpatia había
usado los resultados de los juicios de las trompetas recién
ocurridos para postergar dos veces la conferencia en Israel
pero ahora no había forma de impedirla de nuevo.
Justo antes de tocar tierra, cuando todos los de a bordo
debieran haber estado en sus asientos con el cinturón de

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

seguridad bien puesto, Raimundo fue sorprendido por un


golpe en la puerta de la cabina.
—León, estamos por aterrizar — dijo, volviéndose.
— —
¡Protocolo, capitán! ladró Fortunato.
—¿Qué quiere?
—Además de que me trate de Comandante Supremo, Su
Excelencia pide que usted se quede en la cabina después del
aterrizaje para darle órdenes.
—¿No vamos a Jerusalén? — Raimundo. Max miraba
dijo
directo al frente.
—Precisamente — Fortunato— Por más que sabe-
dijo .

mos que usted quiere estar ahí.


Raimundo estaba seguro de que la gente de Carpatia
trataría de seguirlo para agarrar al resto del Comando Tribu-
lación.
Fortunato salió cerrando la puerta y Raimundo dijo: —
Max, yo me encargo.
Max cambió el control del avión y Raimundo exageró de
inmediato el ángulo del descenso mientras apretaba el botón
de inversión del intercomunicador. Oyó a Carpatia y Mat-
hews que preguntaban por Fortunato, que claramente se había
caído.Una vez detenido el avión en tierra, Fortunato entró
bruscamente en la cabina.
—¿Qué fue eso McCullum?
oficial
— Mis disculpas, Comandante dijo Max — Es algo — .

fuera de mis manos. Con todo respeto, señor, pero usted no


debiera estar fuera de su asiento durante los aterrizajes.
—Escuchen, — Fortunato, arrodillándose
caballeros dijo
— Su Excelencia pide que ustedes queden en
entre ellos . se
Tel Aviv, pues no estamos seguros cuando va a tener que
volver a Nueva Babilonia. Les alquilamos habitaciones cerca
del aeropuerto Ben Gurión. El personal de la CG les dará
transporte.
Camilo estaba en las entrañas del estadio Teddy Kollek
de Jerusalén, con Cloé, su embarazada esposa. El sabía que

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APOLION

ella aún no estaba curada de las lesiones que había sufrido en


el gran terremoto como para justificar el vuelo desde los

Estados Unidos pero no hubo manera de disuadirla. Ahora se


veía extenuada. Sus magulladuras y cicatrices estaban desva-
neciéndose pero Cloé todavía cojeaba mucho y su belleza
había sido convertida en un raro encanto por la forma única
en que se remodeló su mejilla y la órbita ocular.

Camilo, tienes que ayudar a los demás. Ahora, vete. Yo
estaré bien.
—Deseo que vuelvas al complejo habitacional — él le

dijo.

—Estoy bien —ella insistió —


Sólo tengo que sentarme
.

un rato. Me preocupa Patty. Dije que no iba a dejarla a menos


que mejorara o llegara a ser creyente, y no he hecho nada.
Patty Duran, embarazada, había quedado en casa luchan-
do por su vida contra el veneno que había en su cuerpo. El
doctor Carlos Floid la atendía mientras que el resto del
Comando Tribulación, con su miembro nuevo, Ken Ritz, otro
piloto, peregrinaban a Israel.

—Carlos cuidarála bien.


—Lo Ahora déjame
sé. sola un rato.

Raimundo y Max recibieron instrucciones de esperar en el

avión mientras Carpatia, Fortunato y Mathews eran reci-


bidos con entusiasmo en la entrada de la pista de aterrizaje.
Fortunato se quedó obedientemente en el trasfondo cuando
Mathews declinó dar una declaración pública, pero presen-
tó a Carpatia.
—No puedo placer que
decirles el para mí significa estar
de regreso en —decía Carpatia
Israel con una am- sonrisa
— Estoy ansioso por dar bienvenida devotos
plia . la a los del
doctor Ben-Judá y desplegar la apertura de la Comunidad
Global para las opiniones y creencias diversas. Me complace
reafirmar mi garantía de seguridad para el rabino y los miles
de visitantes de todo el mundo. No comentaré nada más

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

suponiendo que seré bien acogido para dirigirme a la hono-


rable asamblea dentro de los próximos días.
Los dignatarios fueron escoltados a un helicóptero para ir
a Jerusalén mientras que su personal respectivos abordaban
un opulento autobús.
Cuando Raimundo y Max terminaron las verificaciones
posteriores al vuelo y desembarcaron finalmente, un jeep de
laComunidad Global los llevó al hotel. Max le hizo señas a
Raimundo para que no dijera nada en el automóvil ni en sus
habitaciones del hotel. En la cafetería Raimundo pidió, final-
mente, saber qué estaba pasando.

Camilo deseaba que Cloé hubiera podido dormir en el vuelo


desde los Estados Unidos. Ken Ritz se había conseguido un
avión Gulfstream, así que este fue el vuelo internacional más
cómodo que Camilo hubiera disfrutado antes, pero los cuatro
— Ken, Camilo, Cloé y Zión —
habían estado demasiado
excitados para descansar. Zión se pasó la mitad del tiempo
trabajando en su computadora, cosas que Ken transmitía a un
satélite, manteniendo al rabino en contacto con su rebaño
mundial de millones.
Una amplia red de iglesias en casas de judíos conversos
había surgido —evidentemente en forma espontánea— los
cuales eran parte de los 144.000 testigos, y que asumían las
posiciones del liderazgo. Ellos enseñaban diariamente a sus
discípulos, basándose en los sermones y lecciones del espacio
cibernético que concebía el prolífico Ben-Judá. Decenas de miles
de esas iglesias caseras clandestinas, cuya misma existencia era
una bofetada en la cara de la Única Fe Mundial Enigma Babilonia
que abarcaba todo, vieron valientes conversos agregados diaria-
mente a la Iglesia.
Zión instaba a las congregaciones locales que enviaran a sus
líderes a la gran Reunión de los Testigos a pesar de las adverten-
cias de la Comunidad Global. Nicolás Carpatia había tratado
nuevamente de cancelar la reunión en el último minuto, citando

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APOLION

las miles de muertes por agua contaminada en un tercio del


el

mundo. Zión respondió públicamente en la Internet, emocio-


nando a los fieles al calificar la falsedad de Carpatia.
Zión había escrito: "Señor Carpatia, estaremos en Jerusa-
lén conforme a lo programado, con o sin su aprobación,
permiso o prometida protección. La gloria del Señor será
nuestra retaguardia".
Camilo iba a necesitar la protección casi tanto como Zión.
Optando por mostrarse y aparecer en público con Ben-Judá,
Camilo sacrificaba su posición como jefe de editorial de
Carpatia y su salario exorbitante. Mostrar su cara cerca de la
del rabino confirmaba la sospecha de Carpatia de que Camilo
se había convertido en un enemigo activo de la Comunidad
Global.
El mismo rabino Ben-Judá había elaborado la estrategia
de confiar sencillamente en Dios. — Quédate justo a mi lado
cuando salgamos del avión — —
dijo sin disfraces, sin deso-
rientar, sin ocultarse. Si Dios puede protegerme, puede pro-
tegerte. Dejemos de jugar los juegos de Carpatia.
Camilo llevaba mucho tiempo transmitiendo en forma
anónima su propia revista del espacio cibernético, La Verdad,
que ahora sería su único puesto para escribir. Irónicamente,
atrajo diez veces más al público lector de lo que él hubiera
hecho antes. Se preocupaba naturalmente por su seguridad
pero más por la de Cloé.

Zión parecía protegido sobrenaturalmente pero después de


esta conferencia, todo el Comando Tribulación, para no mencio-
nar a los 144.000 testigos y sus millones de convertidos, llegarían
a ser enemigos jurados francos del anticristo. Sus vidas iban a
de ministerio y supervivencia a partes iguales. Por todo
consistir
loque habían pasado era como si los siete años de la tribulación
hubieran apenas comenzado. Todavía tenían casi cinco años
más hasta que aconteciera la manifestación gloriosa de Cristo
para establecer su reinado de mil años en la Tierra.

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Lo que las misivas de Zión en la Internet, y la revista


electrónica clandestina de Camilo habían llevado a Israel era
asombroso. Todo Israel estaba repleto con decenas de miles
de testigos judíos convertidos de las doce tribus de todo el
mundo.
Antes que pedirle a Ken Ritz que buscara una pista alejada
de todo, donde el Comando Tribulación pudiera infiltrarse
inadvertidamente en Zión informó su itinerario a su
el país,

público —
por supuesto también a Carpatia y compañía.
Ken había aterrizado en el pequeño aeropuerto Jerusalén,
al norte de la ciudad y los que deseaban dar sus buenos deseos

al rabino pusieron sitio inmediatamente al avión. Un pequeño

escuadrón armado de la Comunidad Global evidentemente —


la idea de Carpatia para la protección de Zión hubiera — ,

tenido que abrir fuego para acercársele. Los testigos interna-


cionales daban vivas y cantaban y se estiraban para tocar a
Zión a medida que el Comando Tribulación iba abriéndose
camino hacia un furgón. El chofer israelí eligió cuidadosa-
mente su camino entre la multitud dirigiéndose al sur por el
camino principal, hacia la Ciudad Santa y el Hotel Rey David.
Ahí descubrieron que el Comandante Supremo León
Fortunato había eliminado ejecutivamente sus reservas, y
varias otras, comandando supremamente que el piso superior
fuera para Nicolás Carpatia y su personal.
— Yo supongo que ustedes han hecho preparativos para
— Zión empleado de conserjería
nuestra alternativa dijo al

después de media hora en


estar la fila.

— Discúlpeme — joven pasándole un sobre a Zión.


dijo el
El rabino dio una mirada a Camilo y lo apartó de la multitud,
para abrir la misiva. Camilo miró para atrás, hacia Ken, que
asintió con la cabeza para asegurarle que traía a remolque a
la frágil Cloé.
El mensaje estaba escrito en hebreo. —Es de Jaime — dijo

Zión y dice:"perdonen a mi confiado amigo Nicolás por esta


insensibilidad vergonzosa. Yo tengo lugar para ti y tus colegas,

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APOLION

e insisto que te quedes conmigo. Llama a Jacobo y él se


encargará de ustedes".
Jacobo era el chofer y sirviente de Jaime Rosenzweig. Él

cargó todo el equipaje de ellos en un furgón Mercedes Benz


y pronto tuvo al Comando Tribulación instalado en habita-
ciones para huéspedes de la mansión amurallada de Jaime,
que estaba tan cerca de la Ciudad Vieja, a la cual se podía ir
caminando. Camilo trató de hacer que Cloé se quedara y
descansara mientras él, Ken y Zión iban al estadio.
— No vine aquí para quedarme tras bambalinas dijo —

ella Sé que estás preocupado por mí pero déjame decidir
.

que puedo hacer.


Camilo se había quedado tan estupefacto como los demás
por lo que se había hecho en el estadio Kollek. Zión tenía
razón. Tenía que haber sido Dios quien usó los ruegos ciber-
néticos del rabino, para juntar a los testigos israelitas y
manejar esta conferencia tan demasiado improbable.
A pesar de, y en medio del caos global, habían comités de
emergencias que habían dispuesto el transporte, el alojamien-
to, la comida, el sonido, la interpretación y la programación.

Camilo podía decir que Zión estaba casi sobrecogido con la


eficiencia uniforme y el programa sin defectos. Le habían
dicho —todo que usted tiene que preocuparse, doctor
lo
Ben-Judá, es estar listo para inspirarnos e informarnos cuando
esté frente al micrófono.
Zión sonrió con tristeza: —
Eso y orar que todos sigamos
bajo el cuidado de nuestro Padre celestial.

Max dijo mientrascomía pan pita untado con salsa: — Ellos


están siguiéndote la pista, Raimundo.
Raimundo meneó la cabeza. —
No he sido misterio para
Carpatia ya hace muchos meses ¿de qué hablas?
—Me has sido asignado.
—Escucho.

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—No tengo más contacto directo con el hombre grande


pero anoche me llamaron para una reunión con León. La
buena noticia es que no están siguiendo mi pista.
— Eso es bueno pero ¿saben del aparato del avión?
— No lo dijo pero no podría haber sido más claro que tú
pasaste a la historia. Si el aparato todavía funciona...
—Funciona.
— ...Entonces lo usaré y te mantendré al día.
—¿Dónde estaré yo?
—En cualquier no aquí, Ray Yo estoy conven-
parte pero .

cido que el chofer estaba escuchando, que el automóvil tiene


que haber estado con micrófonos, la cabina, e incuestionable-
mente nuestras habitaciones.
— Ellos esperan que yo los conduzca a los demás pero
éstos están a la vista en Jerusalén.
—Ellos quieren mantenerte de demás. ¿Por quélejos los
piensas que fuimos asignados Tel Aviv? a
—¿Y me voy?
si

—Yo tengo que de inmediato. Será


avisarles tu final.

— Pero tengo que ver mi a Comando.


familia, al resto del
—No La
aquí. promesa de Carpatia proteger Zión y es a
a No
los otros. a ti.

—¿Realmente piensan que no a Jerusalén? iré

— Esperan que vayas. No debes ir.

Raimundo se sentó y apretó los labios. No extrañaría el


trabajo, por más que lo hubiera acercado mucho a lo que
pasaba en el campo del enemigo. Hacía mucho tiempo que
estaba preguntándose como llegaría el final de esta rara época
de su vida. —¿Tú te encargarás de todo?
Max asintió. —Eso me dicen. Hay más buenas noticias.

A ellos les gusta David y le tienen confianza.


—¿Jasid? ¡Estupendo!
— Ha sido puesto cargo de
a las compras. Además de todo

lo de las computadoras que ha estado haciendo, se ocupa de


efectuar todas las compras grandes, hasta en aviónica.

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APOLION

Raimundo miró de reojo. Max sacó un papel amarillo de


su chaqueta y lo pasó a través de la mesa.

No me digas que él me ha comprado un avión — dijo
Raimundo.
Max resopló. —Debiera haber pensado en eso. ¿Conoces
esos pequeños organizadores electrónicos manuales? David
pidió que le hicieran especialmente una media docena. Ni
siquiera sabe todavía que no te verá más por esos lados.
—No puedo robármelos, ni siquiera a Carpatia.
—No que
tienes robártelos Ray. Son precisamente lo
último de lo último y dicen donde conseguirlos. No son
baratos pero espera hasta que veas lo que pueden hacer esas
cositas. Hombre, se acabaron las computadoras portátiles
para ustedes. Bueno, quizá el rabino siga necesitando un
teclado pero estas cosas son a energía solar, conectadas a los
y tienen chips de localización geográfica. Uno puede
satélites
meterse en la Internet, enviar y recibir, usarlos como teléfo-
nos, lo que quieras.
Raimundo movió la cabeza. —Supongo que él pensó en
los bloqueos de detección.
— Naturalmente.
Raimundo guardó el papel en un bolsillo. Max, ¿qué —
voy a hacer?

Vas sacar tu persona de este hemisferio, ¿qué otra cosa?

Pero tengo que saber de Amanda. Camilo me lo dirá
únicamente cara a cara y él está en Jerusalén.

Max bajó la vista. Sabes cómo va a ser. Yo sería el
último en tratar de hablarle a un hombre de su esposa pero tú
sabes tan bien como yo que todo apunta a lo que no quieres
oír.

—No he aceptado todavía pero tengo que


lo saber.
—¿Camilo supo con toda seguridad?
lo
—Así parece.
—¿Cómo podría seguro?
él estar
—Te de
dije Patty.

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Ah, ah.
— Ella sabe.
—Ray, entonces anda a casa y pregúntaselo tú mismo.
—Como no fueran
si se en mí que a fijar trato de desli-
zarme de aquí mañana en mañana. la

—La CG no puede Usa


detectar todo. el piloto de tu gente,
Ritz, ¿no es eso? ¿Qué tiene que hacer él en los próximos
días?
Raimundo miró con admiración a Max. —Viejo, no eres
tan tonto como pareces.
Max sacó un teléfono de su —¿Sabes número?
bolsillo. el

—¿Tu teléfono arreglado? me detectan hablando


está Si
con Ken Ritz en cualquiera de nuestros teléfonos...
—Tú eres más tonto de que pareces piensas que
lo tú si

me a
arriesgaría Yo conozco
eso. que hace compras,
al tipo las

¿teacuerdas? — Max mostró teléfono


le Raimundo, un
el a
modelo genérico que había sido arreglado por David Jasid.
Raimundo marcó número de Cloé. —
el — ¡Papiro! excla-
mó con
ella —
deleite, aquí? ¿estás

Camilo consideró que era un privilegio orar con el comité


israelí antes que él, Ken y Zión volvieran a buscar a Cloé.

Abrazó a Zión. —
¿Estás tan cansado como yo?
—Exhausto. Sólo tengo la esperanza que el Señor me
permita dormir esta noche. Estoy listo para compartir Su
mensaje con estos amados miembros de la familia y todo lo
que queda antes de eso es conversar con Elias y Moisés. Tú
irás conmigo, ¿no?
—No me perdería por nada.
lo
—yo tampoco — Ken. dijo
Pero que dio Cloé cambió
la noticia planes de Ken. los

Ella susurró.— Mi papá llamó, y que casa


necesita lo lleven a

mañana.
Después de explicar la situación de Raimundo, Ken deci-
dió sacar el Gulfstream del aeropuerto de Jerusalén y llevarlo

19
APOLION

al Ben Gurión esa misma noche. Camilo estaba casi desilu-


sionado pues deseaba hablar personalmente con Raimundo:
—Por lo menos, que escuché la verdad sobre Amanda de
primera mano.
Una hora después Jacobo manejaba cuando fueron a
llevar a Ken al aeropuerto.
—El viernes te veremos de vuelta aquí — dijo Zión,
abrazándolo.
Cloé se quedó dormida en el hombro de Camilo durante

el viaje almonte del Templo después del crepúsculo. Al salir


del automóvil vieron el nuevo templo espectacular que brilla-
ba en el horizonte. —
Ni siquiera deseo ver la nueva estructu-
ra; es una abominación —
dijo Zión.
—Se me hace largo el tiempo hasta conocer a los testigos
— dijo Cloé.
Zión le advirtió: —Puede que no los conozcas en realidad.
Estos son seres celestiales que tienen su propia tabla de
asuntos. Ellos pueden comunicarse con nosotros pero puede
que no. Nos acercamos a ellos con gran cautela.
Camilo sintió el acostumbrado pinchazo en las plantas de
sus pies. —
Querida, conoces las historias.
Cloé asintió. —
No digo que no esté asustada.
Los tres disminuyeron el ritmo al ir acercándose a la
multitud acostumbrada que se juntaba como a diez metros de
la rejade hierro forjado, detrás de la cual estaban los testigos
de sentados o hablando. Habitualmente hablaban. Nadie
pie,
los había visto dormir y nadie se animaba a acercarse más.
Las amenazas a la vida de ambos terminaba con las horribles
muertes de los asesinos en potencia.
El entusiasmo de Camilo enmascaraba su fatiga. Estaba
preocupado por Cloé pero no le iba a negar este privilegio.
En el borde del grupo, de unas cuarenta personas, Camilo
pudo ver más allá de la reja, donde Elias estaba sentado al
estilo indio, con su espalda apoyada contra el muro de piedra
de un edificio pequeño que había más allá de la reja. Su pelo

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

y barba largos se mecían suavemente en la brisa pero él estaba


inmóvil, sin parpadear, su piel correosa y su ropaje como de
lona burda parecían fundirse.
Moisés estaba de pie a medio metro de la reja, silencioso,

inmóvil, mirando fijo a la gente. Ocasionalmente alguno


gritaba: — ¡Hablen! ¡Digan algo! —pero eso hacía que los
demás retrocedieran temerosos evidentemente de las reaccio-
nes violentas que conocían de oídas. Los pies de Moisés
estaban separados, sus brazos colgando sueltos a los lados.
Muy temprano ese día Camilo había escuchado por su com-
putadora un monólogo largo de Moisés. A veces los dos se
turnaban para hablar pero este día eso debía haber sido
responsabilidad de Moisés.
Camilo le susurró a Cloé: —Míralos con todo cuidado. A
veces, secomunican sin abrir la boca. Me encanta que uno
los entienda en su propio idioma.
La conmoción que se armó cerca del frente hizo que varias
personas se retiraran, abriendo una brecha en el grupo. Uno
dijo: — ¡Carpatia!, es el Potentado.
Zión alzó una mano susurrando: —Quedémonos aquí
mismo.
Camilo se quedó clavado en el suelo cuando León Fortu-
nato supervisaba elegantemente a los guardias de la CG que
mantenían alejados de Carpatia a los fanáticos. El Potentado
parecía entretenido, moviéndose osadamente a tres metros de
la reja. Uno gritó: — ¡Salve, Potentado!
Carpatia se dio media un dedo a los
vuelta, llevándose
labios, y Fortunato hizo señas a un guardia que dio un paso
hacia el grupo que se retiró más aun.
Camilo dijo: —
Quédate aquí —
mientras se deslizaba
alejándose.
Cloé le dijo: — ¡Amor, espera! —pero Camilo se iba

desplazando por detrás de la gente y metiéndose en la oscu-

ridad.

21
APOLION

Sabía que a los guardias les parecería como alguien que


sencillamente se iba pero cuando estuvo a suficiente distancia
para ser ignorado, volvió atrás por entremedio de las plantas
hasta llegar donde pudiera ver la cara de Carpatia que miraba
fijo a Moisés.
Carpatia pareció sobresaltarse cuando Moisés habló re-
pentinamente en voz alta: — ¡Ay del enemigo del Dios Altí-
simo!
Nicolás demostró recobrarse rápidamente. Sonrió y dijo
suavemente: — Difícilmente soy el enemigo de Dios. Muchos
dicen que yo soy el Dios Altísimo.
Moisés se movió por primera vez, cruzando los brazos
sobre su pecho. Carpatia, con la barbilla en su mano, dobló
lacabeza y contempló a Moisés. El viejo testigo habló sua-
vemente y Camilo supo que solamente él y Carpatia podían
escucharlo.
—Una espada atravesará cabeza y ciertamente mo-
te la

rirás —decía Moisés con un tono monocorde de cantinela


pegajosa.
Camilo se estremeció pero le quedó claro que Carpatia no
se conmovía al decir con los dientes apretados: Déjame que —
te diga algo, a ti y a tu compañero. Ustedes han perseguido
bastante tiempo a Israel con la sequía y el agua hecha sangre.
Van a dejar sus encantamientos o vivirán para lamentarlo.
Elias se paró y cambió lugar con Moisés, acercándose más
a Carpatia. El potentado vaciló y miró para atrás a sus
guardias, que levantaron tentativamente sus armas. Elias
habló con tal volumen que la gente se dispersó y corrió y hasta
Zión y Cloé retrocedieron.

¡No tienes autoridad sobre los candeleros del Dios
Todopoderoso hasta que llegue la hora fijada!
Los guardias bajaron sus armas y pareció que Fortunato
se escondía detrás de ellos. Carpatia mantuvo su sonrisa
burlona pero Camilo se convenció que estaba muy enojado,
al decir: —Veremos quién sale ganando al final.

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Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Elias pareció atravesar a Carpatia con su mirada. Quién —


ganará al final estaba determinado desde antes que comenzara
el tiempo. Mira, el veneno que inyectaste a la Tierra te pudrirá
desde adentro por la eternidad.
Carpatia dio un paso atrás sonriendo todavía. —Les ad-
vierto que se mantengan alejados de la charada de los así
llamados santos. Yo les he garantizado la seguridad a ellos,
no a ustedes.
Elias y Moisés hablaron al unísono. Que escuchen él o —
ella que tuviere oídos. Nosotros no estamos atados por el
tiempo ni el espacio y los que se beneficien de nuestra
presencia y testimonio estarán dentro del alcance de nuestra
proclama.
Camilo se emocionó con el mensaje y miró más allá de la
plaza hacia donde estaba Zión con Cloé. El rabino alzó sus
puños al aire como si hubiera recibido el mensaje y caminó
con Cloé de vuelta al automóvil. Camilo se puso a caminar
agachado entre los arbustos dirigiéndose para el otro lado, y
llegando al estacionamiento segundos más tarde.
—¿Oíste eso? —preguntó Zión.
— —Camilo
¡Increíble! asintió.
— Yo no ¿qué dijeron? — preguntó Cloé.
los oí,
—¿Te pareció como hebreo? Pues hablaron en hebreo —
Zión.
dijo
—Yo enlos oí — inglés dijo ella.
—Yo también — Camilo — Dijeron que escuchen
dijo . él

o que
ella tuviere oídos...
—Yo que no entiendo — Cloé
oí, sólo dijo.

—Esta primera vez que oigo que digan o


es la ellos ella

— Zión— Eso para Cloé.


dijo . era sabían que
ti Ellos estába-
mos aquí. No
tuvimos que acercarnos, no tuvimos que iden-
tificarnos, no tuvimos que enfrentar a Carpatia antes que
estemos listos. Ni siquiera tuvimos que discutir con Elias y
Moisés los planes para que se presenten en el estadio. Ellos

23
APOLION

dijeron que los que se beneficien de su presencia y testimonio


están dentro del alcance de su proclama.
—¿Van a — Cloé.
ir? dijo
—Eso que capté —dijo Zión.
es lo
—¿Cuándo?
—En momento
el preciso.

24
DOS

Raimundo tenía mucho en común con Ken Ritz, al que


encontraba fascinante. Inquieto por su futuro — e ingre-
sos — y temeroso de que pudiera saber de su difunta esposa,
lo
Raimundo disfrutaba de todos modos la compañía de Ken.
Siendo más de diez años mayor que él, Ken era un ex militar,
brusco, directo y brillaba con lo que Zión Ben-Judá llamaba
su "primer amor" de Cristo.
Raimundo y Ken se pasaron las horas del vuelo de regreso
a casa poniéndose al día mutuamente tocante al pasado res-
pectivo y Raimundo agradeció silenciosamente a Dios por el
nuevo amigo. Su relación con Zión era la del estudiante con
el mentor. Con Camilo, era el suegro. ¡Cuánto extrañaba a
Bruno Barnes, su primer amigo y guía espiritual después del
arrebatamiento! Ken parecía un regalo de Dios.
Ritz le aseguró a Raimundo que podría aprender a mane-
jar el Gulfstream en un instante.
— Ustedes que andan en los grandes pueden manejar estos
esquifes como un ciclista profesional que vuelve a andar en
triciclo.

—Desearía que fuera así de fácil pero cuento contigo para


el entrenamiento de pilotaje — dijo Raimundo.

25
APOLION

—Entendido. Y, hombre, con tu sustituto allá, con Car-


patia,¿cómo llama? se
—Max. Max McCullum.
— Él completa
Sí. los tre's pilotos del Comando Tribula-
ción. Ahora tenemos que convencer al "serruchahuesos" que
se salga de ese hospital de la CG antes que lo agarren. Eso
nos dará un médico. Así que, tres pilotos, un médico y un
rabino —esoparece el comienzo de un chiste. El único
miembro una especialidad es tu hija, y ella es lo que yo
sin
considero la voz de la razón. Nadie más razonable que Zión,
naturalmente pero Cloé es la voz de la razón para tipos como
yo que no entendemos todo lo que dice el académico.
Raimundo le habló a Ritz sobre David Jasid. No tengo —
idea cuánto tiempo permanecerá a salvo pero nos da otro par
de ojos y oídos internos. Algún día ambos, él y Max tendrán
que huir. Entonces, mira el alineamiento que tendremos.
Ritz exclamó, aplaudiendo. — ¡Pero qué dices! No me gusta
estar a la defensiva, hombre, vayamos a dársela a ese pillo!

Raimundo nunca había oído que a Nicolás lo trataran de


pillo perogustó la actitud de Ritz. Agotado y preocupado
le

luego de estar tanto tiempo en la órbita de Carpatia, también


ansiaba dejar de jugar y ponerse a combatir.
Ritz pareció ponerse cada vez más incómodo cuando
Raimundo le habló de Amanda, y dijo: "lamento tu pérdida"
cuando el relato de Raimundo culminó con el avión estrellado
en el Tigris, que la había matado.
—¿Así que conocías también? —preguntó Raimun-
el resto

do habiendo dejado acusaciones de


fuera las traición contra ella.

—Sí No llegué a ninguna conclusión pero puedo


señor.
imaginarme cómo hace todo
te sentir eso.
—Pero no por Camilo
supiste que supo por Patty?
lo él

—Ni sabía que


siquiera hubiera hablado. Te digo
ella la

verdad, me sorprendería que aún respirara cuando lleguemos


de vuelta.
—Eso no era lo que quería oír.

26
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo esperaba que al quedarse levantado hasta tarde le


serviría para que el sueño viniera más fácilmente en la nueva
hora, pero su cerebro estaba en la hora de Chicago y ahí
estaba, de espaldas, contemplando el techo. Cloé dormía
profundamente a su lado y él estaba agradecido por eso.
Cuando sintió que Cloé se movía, alboreando la aurora en
Israel, Camilo estaba tan agotado que no podía moverse ni

abrir los ojos. Sintió el roce de sus labios en su mejilla pero


ni siquiera pudo emitir un gruñido.
— Sigue durmiendo muchacho, que hay un tremendo día
por delante — ella susurró.
Cloé se levantó y Camilo olió el desayuno pero se quedó
dormido y no se despertó hasta comienzos de la tarde.

Raimundo se impresionó con la instalación de radio y de tierra


que tenía Ken en el aeropuerto de Palwaukee, cuando la
madrugada empezaba en los suburbios de Chicago, y dijo:
— tú mueves todo esto como si fueras el dueño.
— Sería un buen avión de equipo para el Comando Tribu,
¿no te parece?
El Range Rover de Camilo estaba estacionado, brillando,
detrás de un hangar dañado. Al acercarse apareció un joven
que venía caminando hacia ellos en ángulo.
— Rover bien
El está limpio, ¿no? — dijo con un mechón
de pelo rojo golpeando en su cara.
—Sí, ¿también estuviste limpiando y mirando debajo de
la capota?— dijo Ritz.
—Tienes suerte. Los controles de ajuste estaban todos
alterados.
— yo
Ernie, te lo dije.

—También me dijiste que no ibas a volver por otra


semana. Yo sólo me puse a mirar ese motor porque estaba
aburrido.

27
APOLION

Ritz presentó a Ernie a Raimundo que se quedó callado


hasta que Ritz empujó al joven para que se acercara y dijo:
—¿ves algo?
Ernie dio un paso hacia Raimundo y miró su frente. Ernie
sonrió y echó para atrás su pelo con las dos manos. Raimundo
lo abrazó, diciendo, "hermano".
—Por aquí hay más de nosotros, incluyendo — al jefe dijo
Ritz pero no demasiado que somos cuidadosos.
así
—Ernie aquí presente un fanático de Ben-Judá.
es
—Eso captaste
lo Se me hace largo
bien. tiempo hasta el

lagran reunión. Va a en estar mañana a mediodía


la Internet

—Ernie dijo.

—Nosotros estaremos viéndola — Raimundo, ansio- dijo


so por irse.

Media hora después, él y Ken estacionaban el asombroso


Rover detrás de la casa que le servía de escondite en Mt.
Prospect. —
Tenemos que estar cerca de Ernie. Este vehículo
tieneque estar tan bien preparado para funcionar como cual-
quier avión con que terminemos volando.

¿Ray, viste moverse la cortina del frente cuando nos acer-
camos? Hasta que vio que éramos nosotros probablemente
Carlos estaba preguntándose cómo iba a llevar a Patty al subte-
rráneo.
—¿Qué, hay muchos curiosos?
—Apenas uno. El sector está desierto; los caminos, como
viste, casi intransitables. Hasta ahora ha sido un lugar perfec-
to. ¿Quieres ver la tumba de la esposa de Dany?
Raimundo supo cómo hallaron el lugar Camilo y Zión.

Saludó con la cabeza cuando el doctor Carlos Floid salió de


la casa con la pregunta evidente reflejada en su cara.
—Tratamos de — llamarte dijo Ritz.
—Yo estaba hablando con mi colega del hospital.
—Este Raimundo
es Yo estaba por mostrarle
Steele. la

tumba.

28
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—De la mujer que ninguno de nosotros conoció siquiera


pero supongo que usted sí, capitán.

Raimundo negó con la cabeza. Supe quién era ella. Oye
doctor, somos hermanos, dime Ray.
— Gracias. Dime como quieras, menos Floid.
—¿Cómo está Patty?
—Nada bien. Duerme.
—¿Se va a mejorar?
El doctor movió la cabeza. —
No soy optimista. El respal-
do del CDC de Atlanta es ridículo. Ella y yo tenemos la
intuición que que esté en su cuerpo le fue puesto allá por
lo
la gente de la CG. Si recibieron la muestra que mandé, la

desconocieron o me guiaron mal.


Caminaron a la primitiva tumba y se quedaron ahí en
silencio. —Desearía que pudiéramos poner una especie de
marca, pero de todos modos, sería sólo para nosotros y
sabemos quién fue y dónde está. No tenemos que llamar la
atención a este lugar — dijo Raimundo.
Raimundo sentía profundo agradecimiento porque el Co-
mando Tribulación estuviera centralizado en lo que fue la casa
de esta mujer. No pudo evitar ponerse a catalogar, en su
mente, las muertes habidas en su propio círculo. La lista

creció mucho hasta llegar a Amanda. Él había sufrido tanto


ya que temía sufrir muchas pérdidas más, antes que saliera
sorteado su propio número.
Carlos Floid le dio a Raimundo una rápida vuelta del lugar
mientras se ponían mutuamente al día de sus respectivas
situaciones. Raimundo se impresionó con la casa, especial-

mente con el refugio subterráneo que Dany había diseñado


antes de su propia muerte. Ciertamente llegaría el día en que
todos ellos tuvieran que vivir debajo de la casa más que en
ella. No podía adivinar con qué prontitud ocurriría eso. Ya no
había nada predecible salvo los juicios del cielo, meticulosa-
mente esbozados en los gráficos bíblicos de Zión. Quién

29
APOLION

sobreviviría y por cuánto tiempo era cosa que estaba absolu-


tamente controlada y programada al segundo por Dios.
Raimundo había oído la respiración ronca de la muerte
pero el cuerpo enflaquecido de su ex colaboradora, amiga y
objeto de flirteo le conmovió raramente. Raimundo se quedó
de pie al lado de Patty, compadeciéndola, teniendo esperanza
para ella, orando por ella. Quería saber lo que ella sabía de
Amanda, naturalmente pero no era tan egoísta como para
desear que siguiera viva solamente por el tiempo suficiente
para comunicárselo. Le quitó suavemente las guedejas de su
frente. En la luz mortecina no podía saber si había o no una
marca ahí.

El doctor Floid meneó la cabeza. —Últimamente ha


estado hablando mucho pero aún no ha llegado a decidirse.
Por lo menos no se ha decidido en la manera que lo hicimos
nosotros.
—Cloé pensaba que estaba cerca. El Señor sabe que ella
tiene suficiente información. No sé que se necesitará — dijo
Raimundo.
—Yo continuamente. Es tozuda. Espera algo
le insisto

que no quesé — es médico. dijo el


—Ora que sobreviva — Raimundo— y
otra día dijo des-
piértame vuelve en
si sí.

—¿Quieres tomar algo que ayude a dormir? te

Raimundo arqueó —No me imaginaba que


las cejas.

andas desparramando pildoras.


—Soy cuidadoso. No uso pero entiendo a las los trota-
mundos como tú.

—Nunca he tenido problemas para dormir.


—Bueno para ti.

Raimundo dio se para vueltas


y detuvo. — ¿Y subir se tú,

problemas para dormir?


doctor, tienes
—Ya no tomo
te dije, para dormir.
pildoras
—No eso que pregunté.
es lo te

30
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

El doctor Floid bajó la vista y movió la cabeza. —¿Cómo


adivinaste?
—Lamento que
decirte ves deshecho.
te
Carlos expresión.
asintió sin
—¿Quieres hablar? — Raimundo. dijo
—Estás cansado.
—Oye, manera en que yo veo
doctor, la esto es que
cuando dejes el hospital, te vas a unir a nosotros. Somos como
una familia. Yo me hago tiempo para la familia.
— Es que no esperaba contarle a nadie de esto hasta que
todos volvieran.
Raimundo acercó una de silla—¿Contar qué?
la cocina.
—Raimundo, estoy embarcado en mismo bote que el tú.

—¿Quieres de CG? ¿Te despidieron?


decir libre la

—Tengo un amigo creyente en Estuve hablan-


el hospital.

do por teléfono con él a medianoche, evidentemente cuando


Ken estaba tratando de comunicarse conmigo. Me dijo que
no sabía donde estaba yo y no quería saberlo, pero de amigo
a amigo, me dijo que desaparezca.
Raimundo se estiró para estrecharle la mano. Bienve- —
nido al club ¿Crees que alguien te siguió hasta aquí?
— No. Me aseguré bien de eso. Pero he estado ausente
mucho tiempo del hospital y eso me hizo evidentemente
sospechoso.
— Si no saben donde estás, pues estás seguro y nosotros
también.
El doctor Floid se apoyó contra el refrigerador diciendo.
—La cuestión es que no quiero ser una carga. La CG pagaba
bien y nunca comprometí mis principios. Trabajé mucho para
salvar vidas y mejorar a la gente.
—En otras palabras, ¿te has permitido tener menos pro-
blemas de conciencia que yo por ganarme la vida trabajando
para el enemigo?
— Yo no quise decir nada de eso.

31
APOLION

—Lo Te preocupa
sé. a nosotros capaz de
unirte sin ser
aportar cosas.
—Exactamente.
—Mírame Yo soy uno de
doctor. fundadores y heme los
aquí sin ingresos.
—Quisiera que eso me mejor.
hiciera sentir
—Pienso que podemos proporcionarte cama y comida a
cambio de servicios médicos. Eso te pone bien por delante de
mí. Ahora yo sólo soy un piloto más y no tengo avión.
Raimundo vio la sombra de una sonrisa pero entonces cedie-
—¿Estás bien?
ron las rodillas de Carlos.
—Sólo cansado.
—¿Cuándo fue última vez que dormiste?
la

—Hace mucho pero estoy bien.


— Ken bien como para cuidar un
¿te sientes a Patty? rato
— Raimundo Ritz que subía subterráneo.
dijo a del
—Estoy Tengo
bien. cafeína en mí que, de todos
tanta
modos, despierto todo
estaré el día.

El médico pareció profundamente agradecido. — Voy a


cobrarles la palabra caballeros en esto. Gracias.
Dio unas cuantas instrucciones a Ken y se arrastró arriba.
Ken se sentó al lado de la cama de Patty con su Biblia en
una rodilla y una computadora sobre la otra. Raimundo se
divertía viendo como Ken atisbaba por encima marco de del
sus anteojos para asegurarse que Patty estaba bien. Era una
niñera de piernas muy largas.
A los pocos minutos cuando estaba arriba, estirándose en
la cama, Raimundo oyó que Carlos roncaba en la habitación
vecina.

Camilo, Cloé y Zión se juntaron en el estadio con el comité


local, veinticuatro horas antes de abrirse la sesión vespertina
de la Reunión de los Testigos para darle un repaso final al
programa. Volvieron al furgón para encontrarse con un reca-
do de Jaime dado por medio de Jacobo. El chofer leyó un

32
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

papelito: "El doctor Rosenzweig fue llamado a comparecer a


las oficinas del potentado y ha regresado con un pedido
personal del Comandante Supremo".
— — Camilo.
Adelante que no puedo esperar dijo
—¿Cómo dice señor?
—Eso un dicho. ¿Puede decirnos cuál
es es el pedid..?
—Oh, Solamente
no, señor. me pidió que se de lo lleve
vuelta donde doctor Rosenzweig
el más rápido que pueda.
lo
Camilo acercándose más a Zión. — ¿Qué opinas
se inclinó
de eso? ¿Qué querrá Fortunato?
—Yo debiera esperar que Carpatia quiera reunirse con-
migo, probablemente por razones políticas o por relaciones
públicas.
— ¿Por qué Carpatia no habrá hablado personalmente con
Rosenzweig?
—Camilo, protocolo, tú lo sabes.
—Pero son amigos.
viejos conocen hace mucho.
Ellos se
—¿Camilo, no fue Rosenzweig que presentó a Car- el te

patia?
Camilo — Sin duda que Nicolás goza mantenién-
asintió.
dolo en su lugar.
Volvieron a la mansión de Jaime para encontrar al anciano
que burbujeaba de entusiasmo. —
No estoy loco, Zión. Me
doy cuenta que te has puesto contra mi amigo y has polemi-
zado públicamente con él por medio de la Internet. Pero te
digo que lo entiendes mal. Él es un hombre maravilloso, un
hombre santo, si puedo decirlo así. El hecho que esté solici-
tando humildemente un lugar en el programa muestra su
buena voluntad y...

—¿Un programa? ¡Imposible! El estadio estará


lugar en el

repleto de conversos judíos que están convencidos de que


Nicolás es el anticristo —dijo Cloé.
Jaime le contestó sonriendo. —Oh, querida, ¿Nicolás
Carpatia? Él anda en pos de la paz mundial, del desarme, de
la unidad del planeta.

33
APOLION

—Exactamente lo que quiero decir.


Jaime se volvió a su protegido. —
Zión, seguro que tú sí
entiendes, que lo único expeditivo por hacer es darle cordial-
mente la bienvenida al escenario.

¿Jaime, hablaste con Carpatia?
El anciano ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
— Por supuesto que no. El es un hombre muy ocupado. El
Comandante Supremo Fortunato es su persona de mayor
confianza...
—¿Demasiado ocupado para — ti?Zión ¡Tú eres
dijo — .

un héroe nacional, un icono, el hombre que ayudó a hacer que


Israel sea lo que es hoy! Tu fórmula fue la clave del poder de
Carpatia. ¿Cómo puede olvidarse de eso y negarse a ver a un
viejo amigo como...
— no me negó nada!
¡Zión, él Si yo lo hubiera pedido, él
me hubiera dado una audiencia.
—De todos modos Cloé tiene la razón. Por más que
quisiera humillarlo, eso sería demasiado inconveniente. ¿Qué
clase de recibimiento crees que tendrá de parte de los veinti-
cinco mil testigos que meteremos en el estadio, y de casi cien
mil más en de la ciudad?
otras partes
—Seguramente que por caridad cristiana serán cordiales
con el gobernante del mundo.
Zión movió la cabeza y se inclinó hacia delante, descan-
sando su mano en la rodilla de su ex mentor. Doctor —
Rosenzweig, usted ha sido como un padre para mí. Le amo.
Yo le acogería con los brazos abiertos en el estadio pero Nic...
—Zión, yo no soy creyente que ¿por qué no acoger
así a
otro con la misma apertura?
—Porque más que un simple
él es El incrédulo. es el
enemigo de Dios, de todo lo que defendemos. Aunque usted
aún no sea creyente, no lo consideramos en...

\Aún no sea creyente! — Jaime se echó para atrás
riéndose a carcajadas— Lo dices con tanta confianza.
.

—Yo oro diariamente por usted.

34
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Y yo aprecio eso más de lo que puedo decirte, amigo


mío, pero soy judío de nacimiento y crianza. Aunque no soy
religioso creo que el Mesías aún está por venir. No te hagas
la esperanza que yo me vaya a convertir en uno de tus testigos.
Yo...
— ¡Jaime, Jaime! ¿No oyó las pruebas que di en la noche
en que lo compartí con el mundo?
— ¡Sí! Fascinante, nadie podría alegar que no fue convin-
cente.Mira lo que ha surgido de eso pero con toda seguridad
que no dices que eso sea para todos!
Camilo podía sentir la incredulidad de Zión. Doctor —
Rosenzweig —
dijo el rabino —
yo le agradecería mucho si
,

me permitiera exponer mi caso ante usted. Si yo pudiera


mostrarle personalmente, mis textos y argumentos, creo que
podría demostrarle que Jesucristo es el Mesías y que Nicolás
Carpatia es su enemigo jurado. Tan solo quisiera...
—Amigo mío, algún día te daré ese privilegio —dijo
Rosenzweig — pero no ,
noche anterior a uno de los días
la

más grandes de tu vida. Y debo decirte que primero creería


que Jesús era el Mesías antes que Nicolás sea su enemigo. Ese
no es, sencillamente, el hombre que yo conozco.
—Doctor, esta noche tengo la energía y el entusiasmo.
Por favor.
—Bueno —
dijo Jaime sonriente —
yo no pero haré un
,

trato contigo. Tú le das un lugar a Nicolás en el programa en


la noche de estreno y yo te brindaré toda mi atención tocante
a estos asuntos en una fecha posterior.
Rosenzweig mostrándose complacido con su
se reclinó,
sugerencia. Zión miró a Camilo y luego a Cloé, demostrando
claramente su enojo. Se encogió de hombros al decir: No —
sé. Sencillamente no sé. Doctor, desearía francamente que un

viejo y queridoamigo como usted escuchara incondicional-


mente el corazón de un admirador.
Rosenzweig se puso de pie y fue a la ventana donde atisbo
por una hendidura de las cortinas. —
Nicolás ha provisto los

35
APOLION

guardias armados que aseguran que tú no sufras como tu


familia y que no te echen de tu patria de nuevo. Todo lo que
pido es que trates al hombre más poderoso del mundo con la
deferencia que merece. Si prefieres no hacerlo, me decepcio-
naré, pero cuando llegue el momento, no haré de esto una
condición para dejar que intentes persuadirme de tu postura.
Zión se paró y metió bien las manos en los bolsillos. Le
dio la espalda a Camilo y a los demás susurrando un poco más
audiblemente: —
Bueno, le agradezco eso. Tendré que orar
sobre qué hacer con el pedido de Carpatia.
Camilo no lograba imaginar cómo Carpatia tendría el
coraje de aparecerse en una reunión de esa clase, ni cuál sería
la respuesta que pudiera obtener de los reunidos. ¿Por qué
Carpatia se sometería a algo así?
—Zión — Jaime— noche debo volver donde
dijo , esta el

potentado con una Comprometí mi


respuesta. palabra.
—Jaime, no tendré una respuesta que haya orado hasta al

señor Fortunato
respecto. Si el insiste...

—Zión, no de que
se trata Yo mi él insista. di palabra.
—No tengo una respuesta.
—¿Todo que puedolo que orando por
decirle es estás
ello?
—Exactamente.
—Zión, ¿quién parece que ocupó de seguridad en
te se la

el estadioKollek para ti?

—No sé.

— ¿Crees que mis compatriotas


¡Nicolás! hubieran te la

ofrecido? Te has puesto del lado de esos dos del Muro de los
Lamentos que han maldecido a nuestra patria, tu patria Ellos ¡ !

se han jactado de haber producido la sequía que nos ha


invalidado. Ellos vuelven el agua en sangre, nos traen plagas.
¡Se rumora que ellos mismos se aparecerán en el estadio!
— Sólo puedo esperar eso dijo Zión. —
Los hombres se dieron vuelta para enfrentarse mutuamen-
te, ambos con las manos extendidas: Mi querido Zión —

36
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— dijo Jaime — , que hemos llegado? Si


¿te das cuenta a lo
Nicolás es suficientemente osado para hablar en un estadio
lleno de sus enemigos, se le debe admirar.
—Yo oraré — dijoZión —
Eso es todo lo que puedo decir.
.

Al irse a acostar, Camilo escuchó a Jaime que hablaba por


teléfono con Fortunato, "León, lo lamento..."

Raimundo se despertó, avanzada la tarde de Illinois, al escu-


char pasos en la escalera. La puerta se abrió.
—Ray, ¿estás despierto?
Raimundo se incorporó, mirando fijo, pero achicando los
ojos por la luz.
—¿Debo a buscar ir al médico? Patty se está despertando.
—¿Necesita algo?
—No lo creo.
—Entonces deja que él duerma. ¿Ella se ve bien?
— Está tratando de hablar.
— Dile que bajo.
Raimundo baño tropezando, y se echó agua fría
se fue al
en la cara. Su corazón se aceleró. Se apuró a bajar la escalera
para encontrar que Ken le estaba dando agua a Patty, con toda
amabilidad.
Ellacarraspeó con sus ojos — ¡Capitán abiertos: Steele!
—haciéndole señas que acercara más— ¿Podría
se . discul-
parnos? — preguntó Ken.
le a
Al acercó
alejarse éste, ella se Raimundo. — Nicolás a
quiere matarme. Me envenenó. Puede a cualquier llegar parte.

—¿Cómo sabes Patty? ¿Cómo


lo sabes que envene- él te

nó?
— Yo sabía que lo haría.
Su voz era débil y como un hilo. Le costaba respirar
mientras hablaba. —Él envenenó a tu amigo Bruno Barnes.
Raimundo se echó para atrás. —¿Sabías eso?
—Él se ufanaba de eso. Me que era una cosa de
dijo
liberación prolongada en el tiempo. Bruno se iba a poner más

37
APOLION

y más enfermo y, si todo salía según lo planeado, moriría


después que regresara a los Estados Unidos.
—¿Tienes fuerzas para contarme más cosas? — Patty
asintiócon cabeza— No quiero hacer que
la . empeores. te

—Puedo hablar.
—¿Sabes de Amanda?
Los de
labiostemblaron y dio
ella vuelta la cara.
Él —
repitió: ¿Sabes? — luciendo muy desgra-
ella asintió
ciada— Cuéntamelo.
.

—Raimundo, lamento lo Lo desde


tanto. comien-
sabía el

zo y podría habértelo dicho.


Él apretó los dientes, con sus sienes que le latían doloro-
samente. —¿Decirme qué?
—Yo participé en eso. No fue idea mía pero podría
haberlo detenido.

38
TRES

de Raimundo giraba vertiginosamente. Lo más


La mente
que había permitido que su imaginación
lejos lo llevara
era que Amanda hubiera sido una delatora al comienzo. Patty
podía haberle dicho a Carpatia suficientes cosas de Raimundo
y de su primera esposa como para darle una historia fidedigna
a Amanda tocante a haber conocido a Irene. Sin embargo, si
eso era cierto, con toda seguridad que Amanda no podría
haber fingido su conversión. Él no aceptaría eso.
—¿Carpatia la hizo matar porque ella se convirtió en
creyente?
Patty lo miró fijo —¿qué?
— por
Patty, favor, tengo que saber.
—Me vas a odiar.
—No. Te tengo afecto. Puedo decir que te sientes mal por
tu parte en esto. Cuéntamelo.
Patty estaba jadeando. —Raimundo, todo eso fue un
simulacro, todo falso.
—¿Amanda?
Ella asintió
y de trató pero necesitó
sentarse ayuda de la

Raimundo. — Las correo


cartas del eranelectrónico falsas.

Yo entrenada para
fui Yo hacerlo. lo vi todo.

—¿Las correo electrónico?


cartas del

39
APOLION

—Los anónimos mandados a Bruno. Sabíamos que llega-


ría el momento en que alguien los encontraría. También la
correspondencia electrónica cursada entre Amanda y Nicolás.
Ella ni siquiera sabía que esa correspondencia estaba en el
disco duro de su computadora. Estaban codificadas en clave
y hubiera tenido que ser una experta para siquiera encontrar-
las.

Raimundo apenas sabía qué preguntar. —Pero parecían


tan suyas, estaban escritas en la manera en que ella se expre-
saba. Me asustaron mortalmente.
—Nicolás tiene expertos entrenados en eso. Ellos inter-
ceptaban todas tus cartas electrónicas y usaron el estilo de ella
contra ella misma.
Raimundo se sentía como drenado. Las lágrimas surgían
desde tan hondo que sentía como que se le fueran a reventar
elcorazón y los pulmones. —¿Era ella todo lo que yo creía
que era? —
preguntó.

Raimundo, ella era más que eso. Ella te
Patty asintió.
amaba profundamente, estaba totalmente dedicada a ti. Me
sentí tan despreciable la última vez que la vi, eso fue todo lo
que pude hacer para no contárselo. Yo sabía que lo iba a hacer.
Quería hablarle. Pero lo que yo había hecho era tan horroroso,
tan malo. Ella sólo me había demostrado amor desde el
comienzo. Ella sabía de ti y de mí. No estábamos de acuerdo
en nada importante de la vida, y sin embargo, ella me quería.
No podía dejar que ella supiera que yo había colaborado en
que ella pareciera una traidora.
Raimundo se sentó, moviendo la cabeza, tratando de
entenderlo todo. —Gracias, Patty —
Así que la razón por
dijo.

la cual no había Dios en la frente de Amanda,


visto el sello de
fuera de su grotesca y descolorida máscara de muerte, era que
el avión se había estrellado hundiéndose antes que la marca

apareciera en los creyentes.


La fe de Raimundo en Amanda había quedado restaurada,
y él nunca había dudado de su salvación. Aunque, en primer

40
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

lugar, se había visto obligado a preguntarse cómo había ella


llegado a él, nunca cuestionó la veracidad de su devoción a
Dios.
Raimundo ayudó a Patty a recostarse de nuevo. —Te
traeré algo paracomer — — dijo , y luego vamos a hablar de
ti.

—Ahórrame Raimundo. Tú y tus amigos llevan dos


eso,
años haciéndolo. No
hay nada que puedas decirme que yo no
sepa. Pero sólo te dije lo que hice y hay más cosas aún peores.
—Tú sabes que Dios te perdonará.
Ella asintió. —
Pero ¿tiene que hacerlo? En mi corazón no
me creo eso.
—Por supuesto que no que Ninguno de
tiene hacerlo.
nosotros merece perdón. el

— Pero de todos modos —


tú lo aceptaste — Yo dijo ella .

no puedo hacer Sé bien como Dios que no soy


eso. tan digna.
— Así que decides por
tú Él.

— por Si es mí...

—Y lo es.
—He decidido que soy indigna y no puedo con eso vivir
mucho, mm... ¿cómo llaman? lo
—¿Gracia?
— Bueno, creo que pero que quiero sí quelo decir es la

brecha entre lo que puede ser verdad y lo que debe ser verdad
es demasiado grande.
— Injusticia.
—Eso mismo. Que Dios me salve cuando ambos sabemos
quien soy y qué he hecho —eso es demasiada injusticia.

Faltando un cuarto para las mansión de


cinco de la tarde en la

Jaime Rosenzweig, Zión le pidió a Camilo y Cloé que vinie-


ran a sus habitaciones. Camilo sonrió al ver a la siempre
presente computadora portátil sobre una mesita. Los tres se
arrodillaron al lado de la cama. —
Oraremos con el comité del
estadio —
dijo Zión —
pero en caso que se interponga el
,

41
APOLION

apremio de los detalles, no quiero empezar la reunión sin


buscar al Señor.
—¿Puedo preguntar qué mensaje mandaste señor le al

Fortunato? — Cloé.dijo
—Sencillamente Jaime que no reconocería
le dije a ni
rendiría honores a Nicolás. Tampoco le presentaré ni le pediré
a nadie que lo haga. Si sube a la plataforma, no me interpondré
en su camino —
Zión sonrió agotado — . Como pueden espe-
rar, Jaime discutió con vehemencia advirtiéndome que no

afrente de ese modo al potentado pero, ¿cómo pudiera yo


hacer otra cosa? No diré lo que me gustaría decir ni animaré
a los creyentes para que manifiesten su disgusto por él, ni lo

denunciaré por quién sé que es. Eso es lo mejor que puedo


hacer.
Cloé asintió. —
¿Cuándo esperas a los testigos?
—Debiera pensar que están empezando a llegar ahora
mismo.
—Quiero decir Elias y Moisés.
—¡Oh! Dejé eso al Señor. Dijeron que estarían allí y la
conferencia se extiende por dos días más, con sus noches.
Puedes tener toda la seguridad que les daré la bienvenida con
regocijo cuando opten por aparecer.
Camilo nunca dejaba de sentirse emocionado por las
oraciones de todo corazón del doctor Ben-Judá. Él había visto
al rabino en el punto más bajo de la pena que puede soportar
un hombre, destrozado por la carnicería hecha con su esposa
y sus dos hijos adolescentes. El lo había oído orar en medio
del terror, seguro de ser tomado preso en un vuelo de media-
noche huyendo de Israel. Ahora, cuando Zión esperaba unirse
con decenas de miles de nuevos hermanos y hermanas en
Cristo, procedentes de las doce tribus de Israel y de todo el
mundo, él estaba arrodillado humildemente.
— Dios, Padre nuestro, te agradecemos el privilegio que
estamos por disfrutar. En las líneas del frente de combate
avanzamos con tu denuedo, bajo tu poder y protección. Estos

42
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

santos preciosos tendrán hambre de aprender más de tu Pala-


bra. Danos las palabras a los otros maestros, y a mí. Que
nosotros digamos lo que tú quieres que digamos, y que ellos
escuchen lo que tú quieres que oigan.
Camilo estaba sumido profundamente en su propia ora-
ción cuando un golpe en la puerta los interrumpió. Jaime dijo:
—discúlpame, Zión, pero de CG.
llegó la escolta la
—Pero pensé que Jacobo nos llevaría...

— pero nos dicen que


Sí ellos que inmediata-
tienes salir

mente esperas
si llegar a horario al estadio.
— ¡Pero si es tan cerca!
—No denso ya que
importa. El tráfico está tan sólo la
de
escolta CG puedela que tiempo.
asegurarte llegaras a
—¿Decidiste con nosotros?
venir
—Lo miraré por Le pedí Jacobo que cargue
televisión. a
una caja con botellas de agua para ustedes. Esos dos predica-
dores del Muro de los Lamentos se han atribuido los méritos
de convertir en sangre el agua potable, de nuevo. Aunque se
supone que se ha limpiado desde que empezaron a llegar los
visitantes, uno nunca sabe. De todos modos, los occidentales
no deben arriesgarse a beber nuestra agua potable.
La escolta de la CG estaba compuesta por dos jeep con
luces amarillas intermitentes, llevando cada vehículo cuatro
guardias armados que meramente contemplaban al Comando
Tribulación que subía al furgón Mercedes Benz.
— Otro poquito de demostración de poder de parte de
Carpatia — Cloé.dijo
— fuera
Si nos hubiera dejado abandonados
inteligente, a
nuestra permitiendo que nos atrasáramos —
suerte, Zión. dijo
—No hubieran atrasado — Jacobo con
se dijo su fuerte
acento — de todos modos, yo
, hubiera llevado para
los a allá

tiempo.
Camilo nunca había visto, ni siquiera en Nueva York, un
tráfico como éste. Cada arteria vial que condujera al estadio
estaba repleta de vehículos y peatones. Tampoco había visto

43
,.

APOLIÓN

tantas caras felices desde antes del arrebatamiento. Los pea-


tones de expresión fervorosa y decidida se apresuraban lle-
vando bolsos, cuadernos, botejlas con agua. Muchos se de-
moraban menos que los automóviles, furgones y autobuses.
Debido a la notoria escolta, la multitud reconoció que el
furgón Mercedes Benz llevaba a Zión Ben-Judá y se pusieron
a saludar y golpear alegremente las puertas y ventanillas del
vehículo. El vehículo CG
que lo seguía los dispersó con
advertencias transmitidas por altoparlantes y blandiendo sus
armas automáticas.
—Detesto aparecer que estoy bajo égida de la la Comu-
nidad Global — Zión.dijo
—De todos modos, no conocen —los atajos dijo Jacobo.
—¿Tú conoces un camino más rápido? — dijo Zión —
¡Tómalo!
—¿Puedo?
— Ellos no van a disparar. Tendrán que meterse en medio
de la gente sólo para mantenerse cerca.
Jacobo tiró el volante a la izquierda con toda fuerza, voló
calle abajo y se subió al muro de contención que dividía la
calle, se abrió camino a través de los automóviles que repta-
ban en el otro lado, y se dirigió a campo abierto. Los jeeps de

la CG hicieron sonar las sirenas y rebotaron locamente tras


él. El vehículo que encabezaba la escolta se puso por fin al

lado de ellos y se les adelantó, el conductor señalaba la


ventanilla y le gritaba en hebreo a Jacobo.
—Él dice que nunca vuelvas a hacer eso — dijo Zión —
pero yo, más bien, lo disfruté.
Jacobo frenó a fondo y el jeep que lo seguía, rompió el
césped al detenerse casi encima de ellos. Jacobo abrió la
puerta y se quedó ahí, con su cabeza muy por encima del techo
del jeep. El conductor del primer jeep se dio cuenta, por fin,
que estaba alejándose de Jacobo y se detuvo resbalando.
Esperó primero pero luego retrocedió mientras Jacob gritaba:
— ¡Si no quieres problemas por atrasarnos, mejor me sigues!

44
Y
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Zión miró contento a Cloé. —¿Cómo es el dicho que tanto


le gusta decir a tu papá?
—Guía, sigue o quítate del camino.
Mientras Jacobo guiaba a los enojados conductores de la

CG hacia el estadio, se hizo rápidamente evidente que eran


muchos más que veinticinco mil los que esperaban entrar.
— ¿Tenemos monitores afuera? —
preguntó Zión.
Camilo asintió. —
Se suponía que el excedente de perso-
nas fueran a varias localidades, fuera de este sitio, pero parece
que todos quieren estar aquí.
Los soldados de la CG saltaron de sus vehículos, luego
que Jacobo los dejó en ridículo, insistiendo en escoltar al
grupito para que entrara al estadio. Le hicieron una mueca a
Jacobo que le dijo a Camilo que estaría esperando en el furgón
donde los había dejado.

¿Ves algún monitor? —
preguntó Camilo mirando a su
alrededor.
Jacobo señaló a uno que estaba a unos seis metros: —
puedo escuchar la radio.
—¿Esto te interesa?

— Mucho. Lo encuentro confuso pero hace mucho que


sospecho del potentado, aunque el doctor Rosenzweig lo

admira.Y tu maestro es un hombre tan sabio y amable.


—¿Cuándo lo viste en televisión...?
—Señor, todos lo vimos.
— Entonces, esto no es totalmente nuevo para ti. Habla-
remos después.
Adentro estaba el comité local, en éxtasis. A Camilo le

gustaba oír oraciones en grupo dichas en inglés, español,


hebreo y otros cuantos lenguajes que no podía identificar. Él
"
oía en toda la habitación, "Jesús the Messiah", y "Jesucristo
y "Yeshua Hamashiach".
Camilo estaba arrodillado al lado de Cloé, y sintió su

intenso atractivo. Ella puso su cabeza en su hombro. Oh, —


Camilo, esto es como el cielo.

45
APOLION

—Y ni siquiera hemos empezado — él susurró.


Al irse llenando el estadio, resonaban los gritos y los
cantos.
—¿Qué dicen? — Camilo. dijo
—Aleluya y Alabado sea Señor — el dijo alguien — . Y
están diciendo el nombre de Jesús.
Daniel, el maestro de ceremonias, se dirigió al grupo
cuando el reloj se aceleraba hacia las siete.

—Como ustedes saben, programa es sencillo. Yo les


el

daré una bienvenida breve y luego empezaré a orar. Los


dirigiré para cantar "Sublime Gracia". Entonces, presentaré
al doctor Ben-Judá. Él predicará y enseñará por el tiempo que

se sienta dirigido a hacerlo. Ustedes, los doce traductores,


deben tener su copia de las notas del doctor Ben-Judá y tienen
que saber cuál de los micrófonos que están en la base del
escenario son los que tienen que usar cada uno.
Zión agregó quedamente: —
Recuerden que no puedo
garantizarles que voy a seguir el esquema pero trataré de no
adelantarme a ustedes.
La gente de con solemnidad y muchos
la sala asintió
miraron Camilo escuchó el fuerte zumbido de los
la hora.

cánticos y melopeas de arriba, y se entusiasmó como nunca


antes, diciendo a Cloé: —Toda esta gente son nuestros her-
manos y hermanas.
Tres minutos antes de las siete, cuando Zión se apartó un
poco de los demás, con la cabeza inclinada, entró corriendo
un joven: —¡Las otras avenidas de acceso se vaciaron! Todos
están aquí. ¡Todos tuvieron la misma idea!
— ¿Cuántos? —
preguntó uno.
— Más de cincuenta mil rodean el estadio; afuera hay por
lo menos el doble de los que están dentro, y no todos son
testigos, ni siquiera todos son judíos. La gente tiene curiosi-
dad sencillamente.
Daniel levantó las manos y la sala se acalló. Síganme —
por este corredor, suban por la rampa, y luego por las escaleras

46
,

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

hasta el escenario. Pueden mirar desde los lados, pero los


traductores van primero y se ubican a nivel del suelo, frente
a la plataforma. No quiero a nadie en el escenario sino al

doctor Ben-Judá y yo. En silencio, por favor. Amado Dios


que estás en el cielo, somos tuyos.
Con una mano aún levantada, Daniel y Zión condujeron
al grupo hacia la parte de atrás del escenario. Camilo atisbo
para ver que cada asiento se llenaba y que había gente en los
pasillos y en la cancha. Muchos estaban tomados de la mano.
Otros rodeaban con sus brazos los hombros de sus vecinos y
cantaban meciéndose.
Los intérpretes salieron fuera y subieron la escalera sin
hacer ruido para ubicarse en sus puestos, y la multitud se
tranquilizó. A las siete Daniel se dirigió a un simple podio de
madera diciendo: —
Bienvenidos mis hermanos y hermanas
en el nombre del Señor Dios Todopoderoso...

Hizo una pausa para los intérpretes pero antes que pudie-
ran traducir, toda la gente del estadio se puso de pie estallando
en aplausos y vivas. Daniel se sorprendió y sonrió a los
traductores, como disculpándose. Les dijo: Los voy a es- —
perar a ustedes. Mientras la multitud de miles seguía dando
vivas. Cuando, por fin, se acallaron los aplausos, le hizo una
seña a los intérpretes que repitieron su frase. — ¡No, no! —fue
la respuesta de la gente — , ¡nein! ¡nyetl
1
.

Daniel continuó: — ...hacedor de cielo y tierra...

Nuevamente la multitud estalló. Daniel esperó que los


traductores hicieran su trabajo pero los volvieron a callar.
— ...Y su Hijo, Jesucristo el Mesías.
La multitud se enloqueció y un ayudante se apresuró a
subir al escenario. — ¡Por favor! — lo reprendió Daniel —
nadie en el escenario excepto...

NT: No, en alemán y ruso respectivamente

47
APOLION

El ayudante gritó: —No es necesario traducir. No use los


intérpretes. La multitud
entiende en sus propios idiomas y
le

quieren que usted siga hablando.


Al seguir alabando la exultante multitud, Daniel se dirigió
al frente delescenario y le hizo señas a los traductores para
que se agruparan delante de él, y les dijo sonriendo: No los —
necesitan.
Mientras ellos se dispersaban, sorprendidos pero compla-
cidos, Daniel volvió al micrófono. —Expresemos nuestro
aprecio por los que tuvieron la buena voluntad...
Ovaciones estruendosas rodaron de las filas.
Por último, Daniel levantó sus manos para acallar a la
multitud. Cada frase fue saludada desde entonces con vivas
resonantes.
— ¡No es necesario decirles por qué están aquí. Hace
mucho tiempo que se nosconoce como el pueblo escogido de
Dios pero ¿qué les parece si oramos juntos?
El silencio se hizo rápidamente. Muchos se arrodillaron.
—Padre, agradecemos por haber sido salvados por tu gracia
te

y amor. Indudablemente eres el Dios de los nuevos comienzos


y de las segundas oportunidades. Estamos por escuchar a
nuestro querido rabino y oramos que tú despiertes sobrenatu-
ral mente nuestros corazones y mentes para absorber cada

tilde y punto de lo que le has dado para que diga. Rogamos

esto en el nombre inefable del Rey de reyes y Señor de


señores. Amén.
Un inmenso "¡Amén!" fue el eco de la multitud. Daniel
dirigió a la masiva congregación empezando a cantar tranqui-
lamente: "Sublime gracia, cuan dulce el sonido que salvó a
un infeliz como yo. Yo estuve perdido pero ahora estoy
hallado, estuve ciego pero ahora veo".
Camilo no pudo cantar. "Sublime Gracia" se había con-
vertido en su himno favorito, un cuadro intenso de su fe. Pero
veinticinco mil creyentes cantándolo de todo corazón era algo
que casi lo derribó. La masa de gente que estaba fuera del

48
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

estadio agregó sus voces. Camilo y Cloé se pusieron de pie


llorando por la belleza de todo eso.
"Cuando llevemos diez mil años allá, brillando como el
sol, no tendremos menos días para cantar la alabanza de Dios

que cuando recién empezamos".


Cuando se disiparon los acordes finales, Daniel le pidió a
la gente que se sentara y empezó a decir: La gran mayoría —
de ustedes conoce a nuestro orador de esta noche sólo como
un nombre de la pantalla de la computadora. Me honro en...
Pero los reunidos se habían puesto de pie como si fueran
uno solo, dando vivas, aplaudiendo, gritando, silbando. Da-
niel trató de calmarlos pero, por último, se encogió de hom-
bros y se fue mientras Zión, avergonzado, vacilaba. Fue
sacado del rincón, y la cacofonía ensordeció a Camilo. El y
Cloé también aplaudían, honrando a su pastor y mentor
personal. Nunca se había sentido tan privilegiado Camilo por
ser parte del Comando Tribulación y por conocer a este
hombre.
Zión se paró mansamente en el podio, abriendo su Biblia
y ordenando sus notas. La ruidosa bienvenida continuó hasta
que él alzó los ojos con una sonrisa tímida y dio las gracias,
elevando ambas manos para solicitar silencio. La multitud se
sentó tranquilizándose por fin.

—Mis queridos hermanos y hermanas, acepto su cálido


saludo en el está por encima de todos los nom-
nombre que
bres. Toda honor se deben al Dios trino
gloria y Zión —
levantó rápidamente una mano cuando la muchedumbre co-
menzó a reaccionar otra vez —
Amados, estamos en medio
.

de una experiencia monumental en que todo lo que se diga de


nuestro Dios puede celebrarse justificadamente pero aquí
somos invitados. Tenemos fijado un límite de tiempo y yo
confío que ustedes me perdonen si les pido que suspendamos
las expresiones de alabanza desde ahora hasta el final de la

enseñanza.

49
APOLION

La gente quedó callada tan rápidamente que Zión


se
arqueó sus cejas y miró a su alrededor, diciendo: No los —
ofendí, ¿no?
Una explosión de aplausos le instó a continuar.
— Más tarde será totalmente apropiado si nuestro maestro
de ceremonias da una oportunidad para que nuevamente
les
eleven sus voces alabando a nuestro Dios. La Biblia dice:
"Que ellos alaben el nombre del Señor pues Su solo nombre
es exaltado; Su gloria está por sobre la Tierra y el cielo".
—Damas y caballeros —continuó Zión separando sus
pies y encorvando sus hombros para mirar sus notas —
nunca ,

en mi vida he estado más deseoso de compartir un mensaje


de la Palabra de Dios. Creo que estoy ante ustedes con el
privilegio único de hablar a muchos de los 144.000 testigos
profetizados en las Escrituras. Me cuento como uno de uste-
des y Dios me ha dado la carga de ayudarles a aprender cómo
evangelizar. Naturalmente, la mayoría de ustedes ya lo sabe
y diariamente han estado ganando conversos para el Salvador.
Suman millones en todo el mundo los que ya han llegado a la
fe.

«Pero permitan que repase nuevamente las bases del plan


de salvación de Dios para que podamos irnos pronto de aquí
volviendo al que Él nos ha convocado. Cada uno
trabajo al
de ustedes fue asignado a un lugar al cual ir para recibir
entrenamiento mañana y pasado mañana. Nos volveremos a
encontrar aquí en las dos noches para exhortarnos y tener
comunión y recibir enseñanza».
Zión procedió entonces a esbozar la misma prueba que
había empleado en aquella polémica transmisión por televi-
sión que lo había convertido en fugitivo, demostrando a partir
del Antiguo Testamento que Jesús era el Mesías. Recitó los
múltiples nombres de Dios y terminó con el fuerte mensaje
de Isaías 9:6:

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado,


y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará

50

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

su nombre Admirable Consejero, Dios poderoso, Padre


Eterno, Príncipe de Paz.

La multitud no pudo contenerse y se pararon de un salto.


Zión sonrió y asintió y les hizo señales alentadoras, apuntando
a los cielos. Finalmente dijo: —Sí, sí. Ni siquiera yo sofocaré
su alabanza al Dios Altísimo. El mismo Jesús dijo que si
nosotros no glorificamos a Dios las mismas piedras tendrán
que gritar.
Zión recorrió todo el plan de redención de Dios, desde el
comienzo del tiempo demostrando que Jesús fue enviado
como el cordero inmaculado, el sacrificio que quita los peca-
dos del mundo. Explicó las verdades que se habían vuelto
claras tan recientemente para esos iniciados, que el hombre
nace en pecado y que no puede hacer nada por sí mismo que
le reconcilie con Dios. Únicamente creyendo y confiando en

la obra que Cristo hizo por él en la cruz, puede el hombre

nacer espiritualmente de nuevo a la vida eterna.


— En Juan 14:6 —dijo Zión, levantando la voz por vez
primera — ,el mismo Jesús dijo que era el camino, la verdad

y la vida, y que nadie puede ir al Padre si no es a través de El.


Este es nuestro mensaje para las naciones. Este es nuestro
mensaje para el desesperado, el enfermo, el aterrorizado, el
esclavizado. A estas alturas nadie debiera dudar —
ni siquiera

aquellos que optaron por vivir oponiéndose a Dios —


que El
es real y que uno está con Él o contra El. Nosotros, de toda la
gente, debemos tener el denuedo de Cristo para hablar firme-
mente al mundo de su única esperanza en El.
«Hermanos y hermanas, lo único que cuenta es que fui-
mos llamados como sus testigos divinos —
144.000 fuertes
a través de los cuales Él comenzó una gran cosecha de almas.
Esto resultará en lo que Juan, el de Apocalipsis, llama "una
gran multitud que nadie podía contar". Antes que se duerman
esta noche, lean el capítulo 7 de Apocalipsis y emociónense
conmigo con la descripción de la cosecha que ustedes y yo

fuimos llamados para cortar. Juan dice que está compuesta

51
APOLION

por almas de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Un


día estarán de pie delante de su trono y delante del Cordero,
vestidos con vestiduras blancas y llevando palmas en las
manos.
La multitud del estadio Teddy Kollek se paró espontánea-
mente cuando la voz de Zión se elevó y cayó. Camilo abrazó
fuerte a Cloé y quiso gritar amén cuando Zión continuó con
voz tronante: —
Y clamarán a gran voz, diciendo: La salva-
ción pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y
al Cordero.
«Los ángeles estaban de pie alrededor del trono caerán
sobre sus rostros, y adorarán a Dios, diciendo "¡Amén! La
bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el
honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los
siglos de los Amén.
siglos.
La muchedumbre volvió a rugir y Zión no los calmó.
Simplemente retrocedió y miró al suelo; Camilo tuvo la
impresión que estaba sobrecogido y que agradecía la pausa
para recobrar su compostura. Cuando volvió al micrófono,
los miles que estaban de pie se callaron de nuevo, como si
desesperaran por captar cada palabra.

Uno de los ancianos que estaban delante del trono,
habló preguntándole a Juan: "Estos que están vestidos con
vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?" Y
Juan le respondió: "Señor mío, tú lo sabes. Y el anciano dijo:
"Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado
sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero".
Zión esperó mientras se desenvolvía otra respuesta que
reverberaba y luego continuó diciendo: —
Ya no tendrán
hambre ni sed, ni el sol los abatirá, ni calor alguno, pues el
Cordero en medio del trono los pastoreará, y los guiará a
manantiales de aguas de vida, y lo mejor de todo, mi querida
familia, es que "Dios enjugará toda lágrima de sus ojos".

52
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Zión se quedó en el podio esta vez, cuando la multitud


empezó a reaccionar, levantando una mano y ellos escucha-
ron. —Nosotros estaremos en Israel durante dos días y dos
noches completos, preparándonos para la batalla. ¡Desechen
los temores! ¡Revístanse con denuedo! ¿Se sorprendieron
ustedes cuando todos nosotros, todos y cada uno, fuimos
salvados de los últimos juicios sobre los cuales escribí?
Cuando cayeron desde el cielo la lluvia, el granizo y el fuego,
y cuando los meteoros incineraron un tercio de la vida vegetal
y envenenaron un tercio de las aguas del mundo. ¿Cómo fue
que nosotros escapamos de eso? ¿por suerte? ¿por azar?
— ¡No! — gritó la multitud.
— ¡No! — Zión
se hizo eco —
Las Escrituras dicen que
.

un ángel que asciende desde el Este, con el sello del Dios vivo,
les gritó en voz muy alta a los cuatro ángeles, a los que les
fue otorgado dañar la Tierra y el mar, ¿y qué les dijo? "No
hagáis daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que
hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro
Dios". Juan escribe, "oí el número de los que fueron sellados:
ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los
hijos de Israel".
—Ahora permitan que concluya recordándoles que la

roca de nuestra fe sigue siendo el versículo que nuestros

hermanos y hermanas han atesorado tanto desde el


gentiles
principio. Juan 3:16 dice, y aquí Zión habló tan suave y
tiernamente que tuvo que acercarse mucho al micrófono, y la
gente se inclinaba hacia delante para oír:

Porque de tul manera amó Dios al mundo, que dio a su


unigénito...

Un débil estruendo en el cielo se volvió un tuoc, tuoc, tuoc


persistente que apagó la voz de Zión cuando un refulgente
helicóptero blanco atrajo todas las miradas. La multitud miraba
fijamente mientras el helicóptero, con los blasones de la CG
pintados en un lado, descendía lentamente, con sus tremendas

53
,

APOLION

hélices sacudiendo el pelo y la ropa de Zión hasta que éste se


vio forzado a retroceder alejándose del podio.
El motor tembló y se paró, y la multitud murmuró cuando
León Fortunato saltó del aparato al podio. Saludó con una
seña a Zión, que no devolvió el saludo, luego ajustó el
micrófono a su altura. —
Doctor Ben-Judá, comité organiza-
dor nacional e internacional, invitados aquí reunidos co- —
menzó a decir con mucho entusiasmo, pero miles de personas
se vieron perplejas de inmediato, se miraban unos a otros, se
encogían de hombros y empezaron a charlar entre sí.
— ¡Traductores! — gritó alguien — . ¡Necesitamos intér-
pretes!
Fortunato miró, expectante, a Zión, que siguió mirando
en línea recta. —
Doctor Ben-Judá —
imploró Fortunato —
¿hay alguien que pueda traducir? ¿a quiénes está usted usan-
do?
Zión no lo miró.
—Discúlpenme — dijo Fortunato en elmicrófono pero — ,

se asignaron intérpretes. Si ustedes vienen rápidamente, Su


Excelencia, su potestad, estaría agradecido de sus servicios.
Camilo dio un paso y atisbo hacia una zona de la fila
delantera de la cancha donde estaban sentados los intérpretes.
Ellos miraron a Zión como si fueran una sola persona pero
Fortunato ni siquiera sabía a quienes estaba hablando.
—Por favor, no es justo que solamente los que entienden
inglés puedan disfrutar los comentarios de sus próximos dos
anfitriones.
¿Anfitriones? pensó Camilo y eso hasta le llamó la aten-
ción a Zión que movió su cabeza cuando miró a León que
balbuceó: "por favor", mientras la multitud se ponía más
ruidosa. Zión miró a los traductores que lo contemplaban,
esperando. Él levantó levemente su cabeza como para dar el

visto bueno. Los traductores se apresuraron a ir a sus respec-


tivos micrófonos.

54
a

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Fortunato dijo: —Muchas gracias doctor Ben-Judá. Usted


es sumamente servicial, y Su Excelencia le agradece esto
también. —Sión lo ignoró.
Fortunato volvió a dirigirse a la gente con la cadencia
melódica necesaria para mantener el ritmo con los traducto-
res. —Como comandante supremo de la Comunidad Global

y como quien se benefició personalmente de su habilidad


sobrenatural para hacer milagros, me
complaceré dentro de
un instante en presentarles a ¡Su Excelencia, el potentado de
la Comunidad Global, Nicolás Carpatia!
Fortunato había terminado con una reverencia como si

esperara vivas y aplausos. Se quedó de pie, sonriente y —


criterio de Camilo —
avergonzado e inquieto cuando nadie
respondió. Nadie se movió. Todos los ojos menos los de Zión
estaban fijos en Fortunato.
León se recobró rápidamente. —Su Excelencia les dará
personalmente la bienvenida pero, primero, quisiera presentar
a la reverenciada cabeza de la nueva Única Fe Mundial
Enigma Babilonia, el pontífice supremo, Pontífice Máximo,
¡Pedro Segundo!
Fortunato volvió a hacer una amplia reverencia, señalan-
do al helicóptero del cual salió la cómica figura del hombre
que Camilo conociera como Pedro Mathews, ex arzobispo de
Cincinnati. Él había sido papa por un breve período, después
que desapareciera el pontífice anterior pero, ahora, era el que
amalgamaba a casi todas las religiones del planeta con la
excepción del judaismo y del cristianismo.
Mathews había salido con cierto estilo del helicóptero a
pesar de estar vestido con el ropaje sacerdotal más complica-
do que Camilo hubiera visto jamás.
—¿Qué cosa del mundo es esa? — dijo Cloé.
Camilo observó estupefacto mientras Pedro Segundo le-
vantaba sus manos hacia la multitud y giraba lentamente en
un círculo, como para abarcarlos a todos en su saludo pom-
poso y beato. Llevaba una gorra elevada y en punta que tenía

55
APOLION

un símbolo de infinito en el frente y una túnica iridiscente de


color amarillo, larga hasta el suelo, con una cola larga y unas
mangas flotantes. Sus vestimentas estaban recubiertas de
enormes piedras de brillantes colores cosidas a la tela, y
bordadas con lentejuelas y mostacillas, cuerdas trenzadas, y
unas aplastadas tiras de terciopelo de color azul brillantes, a
razón de seis por cada manga, como si se hubiera ganado una
especie de doctorado doble de la Universidad de la Discoteca
de la Luz Negra. Camilo se tapó la boca para sofocar una
carcajada. Cuando Mathews se dio vuelta, reveló signos
astrológicos en la cola de su túnica.
Sus manos se movían en círculos como si bendijera a
todos y Camilo se preguntó cómo se sentiría al no escuchar
nada de parte del público. ¿Carpatia se animaría a enfrentar
esta indiferencia, esta hostilidad?
Pedro acercó el micrófono a su boca y habló, teniendo los
brazos abiertos. —Mis bendecidos hermanos y hermanas en
pos de la conciencia superior, me entibia el corazón verlos a
todos aquí, estudiando bajo la erudición bien intencionada de
mi colega y respetado literato, ¡el doctor Zión Ben-Judá!
Era evidente que Mathews esperaba que se produciría un
rugido al anunciar al héroe de la gente como si presentara a
un boxeador de peso pesado pero la gente se quedó en silencio
y sin conmoverse.
— Confiero a esta reunión las bendiciones del padre y
madre universales y de las deidades animales que nos guían
con amor por nuestra senda a la espiritualidad verdadera. En
el espíritu de la armonía y del ecumenismo apelo al doctor

Ben-Judá y a otros líderes de ustedes, para que agreguen su


rico legado e historia y erudición a nuestro manto multicolor.
A la colcha de muchos pedazos que abarca e incluye, afirma
y acepta tan bellamente a las bases principales de todas las
grandes religiones del mundo. Les insto que incluyan la de
ustedes. Tengan toda la seguridad de que yo defenderé el
derecho de ustedes a disentir y oponerse, y a buscar con su

56
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

propia modalidad a nuestra deidad plural de múltiples estra-


tos, hasta que llegue el día en que ustedes acuerden plantar su
bandera bajo la protección de la Única Fe Mundial Enigma
Babilonia.
Mathews se dio vuelta con aires majestuosos y cambió
lugar con Fortunato,ambos pretendiendo claramente que no
se inmutaban por la apatía de la muchedumbre. Fortunato
anunció: —
Y ahora me complazco en presentarles al hombre
que ha unido al mundo en una comunidad global, ¡Su Exce-
lencia y Potestad Nicolás Carpatia! Pónganse de pie al venir
él a saludar.
Nadie se paró.
Carpatia, con una sonrisa congelada dibujada en su cara,
nunca había dejado de cautivar a una multitud, según lo había
experimentado Camilo. Carpatia era el orador más dinámico,
cautivante, encantador que Camilo hubiera oído jamás. Por
supuesto que el mismo Camilo ya había superado la etapa de
dejarse impresionar por Nicolás, pero se preguntaba si el sello
de Dios en de los testigos y sus conversos también
la frente

les protegía la mente contra la maligna manipulación.


—Conciudadanos de la Comunidad Global —empezó
Carpatia esperando a los intérpretes y, según le parecía a
Camilo, esforzándose mucho por conectarse con la muche-
dumbre — Como potestad de ustedes, les doy la bienvenida
.

a Israel y a este gran estadio, que lleva el nombre de un gran


hombre del pasado, un hombre de paz y armonía y todo un
estadista.
Camilo estaba impresionado. Nicolás había tratado de
alinearse inmediatamente con un ex alcalde de la Ciudad
Santa, del cual sabía un gran porcentaje de esta gente. Camilo
empezó a preocuparse de que poder de persuasión de
el

Nicolás pudiera desviar a alguien como Jacobo. Puso una


mano en el hombro de Cloé y susurró, volveré pronto. —
Ella dijo: —
¿Cómo puedes irte de esto? Yo no me perde-
ría este espectáculo por nada del mundo. ¿No crees que el

57
.

APOLION

ropaje de Pedro me quedaría bien, quizá como algo de vestir


para la noche?
—Estaré un minuto con Jacobo.
—Buena idea.
Cuando Camilo comenzó
iba alejándose, el celular a
en su
vibrar —Aquí Camilo.
bolsillo:
—¿Dónde vas?
—¿Quién habla?
—Tú que estaba en
eras el escenario con el ¿Sí? la rubia,
Camilo detuvo. —Tengo que saber quién
se habla.
—Max McCullum. Encantado de conocerte.
— ¡Max! ¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
— ¡Hombre, en Este mejor
el helicóptero! que es el teatro
he visto en mucho tiempo. ¡Todo este despliegue amistoso!
¡Debieras haber visto a esos tipos a bordo! Jurando, maldi-
ciendo a Ben-Judá y a toda la gente. Carpatia me escupió
entero rabiando por los dos testigos.
—No me sorprende. Oye, seguro de que
¿estás co- esta
municación segura?
es
— sólo mi vida depende de
Hijo, eso.
—Supongo que es cierto.
Camilo a Max dónde iba y por qué.
le dijo

— ¡Qué cosa bárbara Nico, ¿no? —


es este Max. dijo
—A Cloé fascina especialmente resplandor de
le el la

vestimenta de Mathews.
— ¡Oye, también a mí! Tengo que irme. No quieres que
tenga que con quién estaba hablando.
decirles
—Sigue en Max.
contacto,
—No preocupes. Pero escucha
te no exhiban bien, se
mucho Yo no
ustedes. nada a
apostaría estos tipos.
—Espera — Camilo, con unadijo en su voz —
sonrisa
¿Quieres decir que no podemos confiar en la palabra de
Carpatia? ¿Él no es un fulano confiable?
—Correcto. Solamente que se cuiden.

58
CUATRO

Raimundo le mandó una carta por correo electrónico a

David Jasid que estaba en el refugio subterráneo, sabien-


do que la jerarquía de la CG estaba lejos de Nueva Babilonia.
"Hermano, quédate donde puedas recibir TX a las seis, hora
de tu tiempo".
A las nueve de la mañana, hora de Chicago, una hora antes
que la Reunión de los Testigos fuera transmitida internacio-
nalmente en vivo por la Internet, Raimundo llamó por teléfo-
no a David.
—¿Dónde estás?
— Afuera —contestó David— Las cosas están muy
. tran-
quilas estando Abbot y
lejos Costello.
Raimundo — Yo hubiera apostado que dema-
se rió. eres
siado joven para ellos.

David —Son mis


dijo. especialmente ahora que
favoritos,
gobiernan mundo. ¿Qué pasa? Estaba por mirar los festejos.
al

Los tienen en la pantalla tamaño pared entera del complejo.



Raimundo lo puso al día con lo último. Lamento decirte
que la próxima vez que te vea pudiera ser porque tengas que
esconderte con nosotros.

59
APOLION

—No me puedo imaginar que escape de aquí pero Max


tiene razón al decir que fue bueno que te escabulleras. Tus
días estaban contados.
—Me sorprende que Nicolás no me matara hace meses.
—También bueno que yerno mantenga un
será tu perfil
muy bajo. Su nombre surge todo el tiempo. Me asignaron para
que localice de dónde se origina su revista de la Internet.
Raimundo, sabes que por más que trabajo en eso y por más
que le dedico tanto tiempo, sencillamente no logro romper los
escudos para encontrarlo.
—No embromes.
—Hago mejor que
lo puedo. Honestamente. Hombre,
molesta mucho cuando uno no puede informar al jefe eso que
le costaría la vida a un hermano ¿sabes qué quiero decir?
—Bueno, David, sigue trabajando en eso y estoy seguro
que al final encontrarás una dirección errónea que les haga
desperdiciar el tiempo.
—Gran idea.
—Escucha, ¿puedes guiarme para conectar mi computa-
dora portátil con un televisor para que podamos ver esta
reunión con más facilidad?
David se rió. —Lo próximo que me dirás es que el control
de tu minidisco está intermitente a las doce, día y noche.
—¿Cómo sabes? lo
—Una suposición afortunada.
—Tú sabes que consideramos miembros Comando
te del
Tribulación — Raimundo— aunque
dijo demás no, los te

conozcan. Tú y Max son ahora nuestra gente allá, y sabemos


muy bien lo peligroso que eso es.
David puso serio.
se —
Gracias. Me encantaría conocerlos
a todos y estar con todos ustedes, pero como bien dices,
cuando eso pase será porque yo estaré huyendo... y del
régimen más tecnológicamente avanzado de la historia. Pue-
de que no los vea sino en el cielo. Hasta entonces, ¿necesitan
un avión o alguna otra cosa?

60
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Aquí vamos a tener que conversar de esto. Si todo es


justo en el amor y la guerra, puede que sea sensato que
nosotros nos apropiemos de equipos del enemigo.
—Ustedes podrían apropiarse de cosas que valgan millo-
nes sin paralizar a CG. Ni la siquiera la rasguñarían.
—¿Cuánto tiempo más en subterráneo?
estarán el

—No por mucho más. El palacio nuevo, vez sí, esta es un


palacio, está casi terminado. Espectacular. Desearía enorgu-
llecerme de trabajar aquí. Sería algo muy bueno.
Después que David lo dejó instalado, Raimundo puso el
televisor donde él, el doctor Floid, Ken Ritz y Patty pudieran
verlo. Patty estaba acostada meciéndose y quejándose. Rehu-
saba comida y medicamentos así que Raimundo solamente la
tapaba. Unos pocos minutos antes de las diez, le pidió a Ken
que despertara a Carlos, que quería mirar eso con ellos.
El doctor expresó alarma cuando vio a Patty. ¿Cuánto —
tiempo lleva así?
—Como una hora, ¿teníamos que haberte despertado?
— preguntó Ken.
El médico se encogió de hombros. —Estoy disparando en
la oscuridad, experimentando con antídotos para un veneno
que no ha sido identificado. Ella se mejora un poco y yo me
animo y, luego, ella vuelve a estar así, como ahora.
Él le dio un remedio y la alimentó, y ella se quedó dormida
tranquilamente.
Raimundo se conmovió hasta las lágrimas con la transmi-
sión desde Israel pero los hombres que se reían de la ropa de
Pedro Mathews despertaron a Patty. Con evidente dolor y
lentitud ella se acomodó sobre sus codos para mirar.
— Nicolás odia apasionadamente a Mathews. Acuérden-
se, un día él lo hará asesinar.
Raimundo la miró dos veces. Ella tenía razón naturalmen-
te pero ¿cómo lo sabía? ¿Eso estaba en los planes tan antici-
padamente que Patty todavía trabajaba para Carpatia? Ella
repitió: — Acuérdense.

61
APOLION

Cuando Nicolás salió del helicóptero reuniéndose a For-


tunato yMathews en el escenario, sonó el teléfono de Rai-
mundo. Era Max.
—Primera ocasión que tengo para llamarte. Primero,
nadie sabe que te fuiste. Bien hecho. Naturalmente yo puedo
hacerme el tonto sólo por un cierto tiempo. Ahora, escúchame
bien, tu yerno y tu hija, ¿es él un chico bien parecido, a
comienzos de los treinta y es ella una rubia encantadora?
—Esos son ellos. ¿Dónde están? Puedo ver el helicóptero
pero no a ellos.
—Están fuera de cámara, a los lados.
—Max, déjame que Patty me
decirte lo dijo de...
—Ray, apenas tengo un segundo Déjame llamar
aquí. a
Camilo. ¿Tendrá consigo su teléfono, ese con el número que
me diste?
—Debiera pero...
—Te llamaré de nuevo.
Al Camilo del estadio, reverberaba la elocuencia de
salir

Carpatia. Cuando Camilo llegó al furgón, vio a Jacobo que


miraba al frente, con las manos en el volante. Parecía estar
escrutando a la multitud mientras oía la radio. Camilo tomó
la manija de la puerta pero Jacobo se había encerrado y se
encogió aterrado con el ruido.

—Oh, usted — abriendo


es dijo la puerta.

—¿A quién esperabas? — Camilo mientras


dijo subía.
—No me en fijé Disculpe.
usted.
—Así ¿qué
pues, parece todo
te esto?
Jacobo extendió su mano con la palma para abajo para
mostrarle a Camilo que estaba temblando.
Camilo le ofreció su botella de agua. ¿De qué tienes —
miedo?
—Dios — dijo Jacobo sonriendo deliberadamente y re-

chazando la botella.
—No tienes que temerle. El te ama.

62
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿No tengo que temerle? El rabino Ben-Judá enseña que


todas esas cosas quehemos pasado son los juicios de Dios.
Parece que hubiera debido temerle hace tiempo pero perdó-
neme deseo escuchar al potentado.
—Sabes que doctor Ben-Judá no amigo de
el es él.

—Claro que Él ha recibido con mucha


no. sido frialdad.
—Eso apropiado, Jacobo. Él enemigo de Dios.
es es
—Pero yo debo escucharlo.
Camilo se sintió tentado a seguir hablando para anular
todo efecto deletéreo que Carpatia pudiera tener sobre Jacobo
pero no quería ser maleducado y quería confiar en que Dios
trabajara en el corazón y la mente del hombre. Se quedó
callado mientras los tonos líquidos de Carpatia llenaban el
ambiente.
—Y así, mis amados amigos, no se exige que su secta se

alinee con la Única Fe Mundial para que ustedes sigan siendo


ciudadanos de la Comunidad Global. Hay espacio para disen-
tir y para enfoques alternativos dentro de los límites razona-

bles, pero por un momento, consideren conmigo las ventajas

y los privilegios y los beneficios que han resultado de unir a


toda nación en una sola aldea planetaria.
Nicolás recitó su letanía de logros que iba desde la recons-
trucción de ciudades, caminos y aeropuertos hasta la casi
milagrosa reconstrucción de Nueva Babilonia en la ciudad
más magnífica jamás edificada. —
Es una obra maestra que
espero que ustedes visiten lo más pronto que puedan.
Mencionó su sistema satelital celular-solar (Cell-Sol) que
daba acceso a todos por teléfono y la Internet sin que impor-
tara la hora ni la localidad. Camilo movió la cabeza. Todo
esto era una mera introducción de la superestructura que
Nicolás necesitaba para gobernar al mundo hasta que llegara
el momento de declararse Dios.
Camilo podía ver que Nicolás estaba logrando cambiar la
mente de Jacobo. El chofer decía: —
cuesta mucho discutir
esto. Él ha obrado maravillas.

63
APOLION

Camilo dijo. —Pero Jacobo, tú has escuchado lo que


enseña doctor Ben-Judá. Seguramente que debes estar
el

convencido de que las Escrituras son veraces, que Jesús es el


Mesías, que las desapariciones fueron el arrebatamiento de la
iglesia de Cristo.
Jacobo miraba fijamente hacia delante, agarrando fuerte-
mente el volante, con sus brazos temblando. Asintió pero
lucía confuso e impactado. Camilo dejó de preocuparse por
la mala educación. Él hablaría de Nicolás, no dejaría que el

enemigo se robara esta alma por medio del habla insidiosa.


—¿Qué piensas de la enseñanza de esta noche?
Jacobo admitió: —
Muy impresionante. Lloré. Me sentí
atraído a él pero principalmente atraído a Dios. Yo
quiero y
respeto al doctor Rosenzweig, y él nunca entendería si yo
llegara a creer en Jesús pero si es verdad ¿qué más puedo
hacer?
Camilo oraba en silencio con desesperación.
—Pero señor Williams, nunca había escuchado el versículo
que el doctor Ben-Judá dijo que era la razón de esta reunión. Y
¿no es cierto?, no terminó el versículo.
lo interrumpieron,

Tienes razón, no lo terminó. Era Juan 3:16 que dice:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio... pero
Camilo no avanzó más que Zión cuando Jacobo levantó una
mano para silenciarlo diciendo: — el potentado está terminan-
do.
Carpatia parecía estar redondeando sus comentarios pero
algo raro había en su voz. Camilo nunca lo había escuchado
esforzarse por hablar pero ahora se estaba enronqueciendo.
Carpatia se alejó del micrófono, se tapó la boca y trató de
aclararse la garganta.
—Perdónenme — dijo con su voz todavía ronca — ,
pero
deseo todo lo mejor y les doy la bienvenida a ustedes y al
rabino aquí presente, hahh, hahh de nuevo, disculpen...
Nicolás se volvió implorante hacia Zión que seguía igno-
rándolo. —¿Alguien tendrá un poco de agua?

64
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Alguien pasó una botella de agua fresca al escenario


donde Nicolás le agradeció por señas. Cuando abrió la botella,
la descompresión fue aumentada por el altoparlante pero

cuando bebió, le dio asco y escupió el agua. Sus labios y su


mentón estaban ensangrentados y él sostenía la botella con su
brazo estirado, contemplándola con horror. Jacobo saltó del
vehículo y se acercó al monitor. Camilo sabía por qué. Aun
a la distancia era evidente que la botella contenía sangre.
Camilo lo siguió mientras oían que Carpatia juraba maldi-
ciendo a Zión y su "¡maligna banda de enemigos de la Comuni-
dad Global!" —¿Ustedes me humillan de esta manera para su
propio beneficio? Yo debiera quitarles mi protección y dejar que
mis hombres los mataran a balazos ahí dónde están.
De en medio de la atónita multitud llegaron las voces al

unísono de Elias y Moisés. Sin necesidad de amplificación


podían oírlos todos los que estaban a una cuadra del lugar. La
multitud se apartó de ellos y ambos quedaron de pie en la luz
fantasmagórica del estadio, hombro con hombro, descalzos y
vestidos de cilicio.
— ¡Ay de ti que amenazas al vaso escogido del Dios
Altísimo!
Carpatia arrojó la botella de agua al suelo del escenario y
por todos lados salpicó agua clara y limpia. Camilo sabía que
los testigos habían convertido en sangre solamente el agua de
Nicolás y que, para empezar, habían hecho que él quisiera
beber. Nicolás señaló a Elias y Moisés y aulló: ¡Se acerca —
su hora! Juro que los mataré o los haré matar antes...
Pero los testigos hablaron más fuerte y Carpatia tuvo que
callarse.
— ¡Ay! — dijeron de nuevo —
¡Ay del impostor que se
.

atreve a amenazar a los elegidos antes del tiempo fijado!


¡Seguidores sellados del Mesías, beban profundamente y sean
refrescados!
La botella que estaba en el bolsillo de Camilo se sintió
fría de repente. Él la sacó y sintió el aguijón del frío en su

65
APOLION

palma. Desenroscó la tapa y bebió profundamente. Un néctar


frío, suave, rico, que sofocaba la sed bajó como una cascada
por su garganta. Gimió por no querer quitar la botella de sus
labios pero tenía que recuperar el aliento. Alrededor de él
escuchó los suspiros de satisfacción de los creyentes que
compartían botellas frías y refrescantes.
— ¡Prueba esto, Jacobo! —
dijo Camilo, enjugando la
botella y pasándosela — . Está muy fría.
Jacobo tomó el agua, —
mí no me parece fría.
a
— ¿Cómo puedes decir eso? Toca mi mano Camilo puso —
su mano en el brazo de Jacobo que se alejó encogiéndose.
— Su mano está helada pero la botella me parece tibia la —
sostuvo contra la luz —
¡Puaj, es sangre!
. y la tiró. La —
botella rebotó a los pies de Camilo y él la tomó antes que se
vaciara. Nuevamente estaba fría en sus manos y no pudo
resistir beber de nuevo.
— ¡No! — dijo Jacobo pero al ver que Camilo disfrutaba
elagua limpia, cayó sobre sus rodillas y manos. ¡Oh, Dios, —
no soy mejor que Carpatia! ¡Yo quiero ser hijo de Dios!
¡Quiero ser uno sellado!
Camilo se agachó a su lado y le puso un brazo alrededor
de sus hombros. —
Dios te quiere como miembro de su
familia.
Jacobo lloró amargamente, luego alzó los ojos al oír el
ruido de las hélices de un helicóptero. Él y Camilo miraron
la pantalla del televisor donde nuevamente Zión estaba solo
en el escenario. Su pelo y su ropa flotaban en el viento
producido por el helicóptero y sus notas fueron arrebatadas
en un embudo de aire antes de ser desparramadas.
Los traductores saltaron al escenario para recuperarlas y
ponerlas de nuevo en el atril del podio. Zión se quedó inmóvil,
mirando fijo, habiendo ignorado todo el episodio de Nicolás
y los dos testigos.
La cámara recorrió todo hasta donde habían aparecido los
testigos pero éstos se habían ido tan rápido como habían

66
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

llegado. La multitud estaba de pie, boquiabiertos, muchos


todavía bebían y se pasaban las botellas de agua. Cuando se
dieron cuenta que Zión estaba de nuevo en el podio, se
tranquilizaron y se sentaron. Como si no hubiera pasado nada
desde que empezó a citar Juan 3:16, Zión continuó:

...a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en


El, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Jacobo, todavía de rodillas, con las manos sobre sus


muslos, parecía pegado a la imagen del televisor.
—¿Qué? —gritó—. ¿Qué?
Y como si hubiera escuchado a Jacobo, Zión repitió el
versículo:

Porque de manera amó Dios al mundo, que dio a su


tal
Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no
se pierda, mas tenga vida eterna.

Jacobo bajó su rostro al pavimento sollozando. ¡Creo, —


creo, Dios, sálvame! ¡No dejes que perezca! ¡Dame vida eterna!
Camilo dijo: — Él te oye. Él no rechazará a uno que busca
de verdad.
Pero Jacobo seguía gimiendo. Otras personas de la mul-
titudhabían caído de rodillas. Zión dijo: Puede que aquí —
haya algunos, dentro o fuera, que quieran recibir a Cristo. Les
insto que oren conmigo: "Amado Dios, sé que soy pecador.
Perdóname por esperar tanto tiempo. Recibo tu amor y salva-
ción y te pido que vivas tu vida a través de mí. Te acepto como
mi Salvador y resuelvo vivir para ti hasta que vengas de
nuevo".
Jacobo repitió la oración en medio de las lágrimas, luego
se levantó para abrazar a Camilo, apretándolo tanto que éste
apenas podía respirar. Camilo se soltó y le puso la botellade
agua en las manos a Jacobo.
— ¡Fría! —exultó Jacobo.
67
APOLION

— ¡Bebe! — dijo Camilo.


Jacobo sostuvo nuevamente la botella contra la luz, son-
riendo. Estaba clara, — ¡y está llena!
Camilo contempló eso, ¡estaba llena! Jacobo se la llevó a
los labios y echó tanto para atrás su cabeza que vaciló y
Camilo tuvo que sujetarlo. Tragó agua pero sin la rapidez
suficiente y el agua limpia y fresca se derramó por su cara y
por su cuello. Jacobo se reía y lloraba y gritaba: ¡Alabado —
sea Dios! ¡Alabado sea Dios! ¡Alabado sea Dios!
—Deja que mire — Camilo,
te dijo riendo.
—¿Me veo diferente?
—Mejor que luzcas diferente.
Tomó cabeza de Jacobo con
la manos y hacia sus la giró

la luz.—Tienes marca en
la tu frente.
Jacobo se soltó
y —quiero en
corrió al vehículo, verla el

espejo.
—No verás — Camilo que seguía— Por alguna
la dijo lo .

razón no podemos ver la marca propia pero debes ver la mía.

Jacobo se dio vuelta y detuvo a Camilo, acercándose


entrecerrando los ojos. —
¡Sí, la veo, una cruz! ¿y yo tengo

una en realidad?
—En realidad.
— ¡Oh, alabado sea Dios!
Subieron de nuevo furgón y Camilo marcó
al número el

de Cloé que —Mejor que


dijo: Camilo. seas tú,

— Soy yo.
—Estaba preocupándome por ti.

—Lo pero tenemos un hermano nuevo.


siento,
—¿Jacobo?
—¿Quieres hablar con él?
—Por supuesto. Y no de amor. Esto
trates un regresar, es
loquero. Yo sacaré de aquí Zión prontoacomo pueda. tan
Camilo pasó
le teléfono
el Jacobo. — señora
a ¡Gracias,
Williams! — — ¡me
dijo éste completamente nuevo,
,
siento

68
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

\soy completamente nuevo! ¡Apúrese y podremos vernos las


marcas los unos a los otros!

En la casa que les servía de escondite era media tarde.


Raimundo estaba mirando la pantalla y moviendo su cabeza.
—¿Crees esto? —
decía una y otra vez — No puedo
. creer que
Nicolás haya perdido de esta manera.
Ken estaba de pie contra la ventana, bloqueando
el paso

del sol. —Yo escuchaba todo que se decía de los dos


lo
testigos, pero hombre, son de otro mundo. Me alegro que
estén de nuestro lado. Lo están, ¿no?
El médico se rió: —
Sabes tan bien como nosotros que sí,
si has estado siguiendo atentamente a Zión en sus clases de

la Internet como dices que lo has hecho.


Mañana esto va a tener la mayor teleaudiencia de la
historia —
dijo Raimundo volviéndose para ver que pensaba
Patty de eso. Ella también miraba la pantalla pero su cara tenía
una palidez de muerte y parecía que trataba de hablar. Su boca
estaba abierta, sus labios temblaban. Ella parecía aterrorizada,
y él preguntó: — Patty, ¿te sientes bien?
Carlos se dio vuelta cuando Patty dio un agudo alarido.
Ella se cayó de espaldas, se agarró el abdomen con las dos
manos y se puso de lado, respirando con dificultad y gimien-
do.
médico tomó su estetoscopio y le pidió a Raimundo y
El
Ken que sujetaran a Patty, que les opuso resistencia pero
pareciendo darse cuenta lo bastante para intentar quedarse
quieta a fin que Carlos pudiera escuchar el latido del corazón
del bebé. Él se veía muy —¿Qué
serio y le preguntó: sentiste?
Ella contestó boqueando: —Nada de movimientos por un
largo rato. Luego un dolor agudo. ¿Se murió? ¿Perdí a mi
bebé?
— Déjame auscultar de nuevo — Patty se quedó quieta —
No puedo decirlo sólo con el estetoscopio y no tengo un
monitor fetal.

69
APOLION

—Sabrías
Patty dijo: si estuviera ahí.
—Pero no puedo estar seguro si no oigo nada.
— ¡Oh, porno, favor, no!
Carlos la hizo callar y volvió a auscultar cuidadosamente.
Palpó todo el abdomen y luego apoyó bien su oído. Se
enderezó rápidamente.
—¿Tensaste músculos abdominales a propósito? —
tus
ellamovió cabeza—
la un dolor como de parto?
. ¿Sentiste
—¿Cómo puedo saberlo?
—¿Calambres? ¿Tensión?
Ella asintió.
— ¡Teléfono! — Carlos y Ken gritó suyo. El le tiró el
médico marcó rápidamente — Jimmy, soy Necesito un
. yo.
ambiente esterilizado y un monitor fetal... ¡no hagas pregun-
tas! ...No, no puedo decirte eso. Suponte que estoy a unos

sesenta a noventa kilómetros de distancia... No, no puedo ir

para allá.

—¿Y qué fuera Hospital Young de Palatine? —


si el su-
surró Ken — Ahí hay un
. creyente.
Raimundo alzó sorprendido.
los ojos,
Carlos tapó —¿A qué
el teléfono. distancia?
—No tan lejos.
—Gracias, Jimmy. Lamento haberte molestado. Encon-
tramos un Te debo un
lugar. favor.
El doctor empezó a órdenes. — Decidan quién va a
gritar
manejar y que me
el otro dos traiga frazadas.
Raimundo miró a Ken que encogió de hombros. — Yo
se
puedo manejar
hacerlo, o...

— para hoy!
¡Caballeros, es
—Tú sabes dónde que manejas —
es, así Raimundo
tú dijo

y subió corriendo. Cuando volvió con las frazadas, el Rover


estaba listo cerca de la puerta y el doctor salía de la casa,
retrocediendo, con Patty en sus brazos. Ella se agitaba, lloraba
y gritaba.

¿Tienes que trasladarla?

70
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—No tengo — Carlos— temo que


alternativa dijo , esté
por abortar espontáneamente.
— ¡No! — — ¡Yo viva por mi bebé!
aulló Patty . sigo sólo
—No digas eso — Raimundo, achicándose para pasar
dijo
y abrir puerta
la del vehículo.
— eso —
Sí, di médico — luchando
intervino el , sigue
como sea. Ray, pon una frazada en el asiento trasero y la otra
sobre ella tan pronto como yo la meta ahí.
Luchó por meter a Patty en el vehículo, con la cabeza
cerca de la puerta de atrás. Cuando Raimundo la tapó con la
otra frazada, Carlos entró y puso los pies de ella en su regazo.
Raimundo saltó al asiento delantero y Carlos dijo: No te —
demores Ken, llévanos allá lo más rápido que puedas.
Evidentemente eso era todo lo que Ken tenía que oír.
Aceleró el motor y retrocedió en la manera en que se había
acercado. Se deslizó hasta una polvorienta señal de alto, luego
pasó por encima de los surcos que había en el destrozado
camino del frente de la casa. Rebotaron y saltaron y casi se
dieron vuelta un par de veces mientras Ken ponía rumbo a
Palatine.
—¿Estoy rebotando mucho?
—No vas hacer más daño. La velocidad importa ahora
a
más que comodidad —
la Carlos — Ray, ayúdame.
dijo .

Raimundo se dio vuelta en el asiento y tomó la muñeca


de Patty mientras el doctor le abrazaba los dos tobillos. Ellos
la sostenían mientras Ken exigía al vehículo el máximo.
Solamente había un corto tramo de camino pavimentado entre
la casa y el hospital. Ken aceleró el Rover a toda potencia en

ese tramo y cuando volvió a la tierra, al terminarse aquel, el


vehículo casi iba en el aire.
Cuando se empezó a divisar el hospital, Carlos le dijo
—Vete a Urgencias.
Ken dijo: —No puedo hacer eso, no sé cómo se llama la
mujer. Sólo vi su marca y ella trabaja al frente cerca de
Recepción, no en Urgencias. Mejor es que estacionemos aquí

71
APOLION

y que me dejen ir corriendo a buscarla. Si ella puede conse-


guirnos un quirófano, lo mejor sería entrar a Patty precisa-
mente por la puerta principal.
Carlos asintió y Ken manejó acercándose al camino late-
ral cercano a la entrada. —
Anda, Ken. Raimundo, ayúdame
con ella.

Raimundo saltó afuera y abrió la puerta cerca de la cabeza


de Patty que estaba inconsciente. —No me gusta esto — dijo
el médico.
—Déjametomarla. Sólo empújala hacia mí, y dirige el
camino y habíale a la mujer si Ken la encuentra dijo —
Raimundo.
—Ray, la tengo.
—¡Hazlo!
—Tienes razón — dijo Carlos y empujó mientras Raimun-
do tiraba y acercaba a Patty a él. Ella parecía tan liviana como
una niñita pese a su embarazo. Él luchó con la frazada y subió
las gradas detrás de Carlos. La mujer que tenía la cruz
marcada en su frente seguía a Ken hacia la puerta, con el terror
pintado en su semblante.
—Hermanos, me van meter en problemas, ¿qué tenemos
a
aquí?
— por
Ella está ¿usted
abortar, para
está calificada trabajar
en quirófano de —
obstetricia? dijo Carlos.
—Hace Me he pasado
años. detrás del escritorio desde...
—No puedo confiar en nadie más. Llévenos un a quiró-
fano de obstetricia.
— Pero...
— ¡Ahora, querida!
La adolescente recepcionista miraba La mujer
los fijo.

dijo: —Dirige esos ojos y mantiene cerrada


a otra parte la

boca, ¿entendiste?
—Yo no nada — vi dijo la niña.
—¿Cómo llama usted? —preguntó Carlos mientras
se la

seguían por un corredor.

72
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Lea.
—Reconozco el riesgo que corre, Lea, lo apreciamos.
Lea atisbo a Patty mientras abría la puerta del quirófano
y señaló la mesa. —Evidentemente no soy su hermana.
Carlos la miró —Entonces dejamos que muera,
fijo. la se
¿no?
—Doctor, no quise ¿Es usted médico? — Él
decir eso.
— Sólo quise que mete en muchos problemas
asintió . decir se

y peligros por alguien que no ya es, sabe...


— de
¿Uno nosotros? — corriendo dijo Tomó
él, a lavarse.
una bata de una que pilay lavamanos —
había, se dirigió al
Cepíllese conmigo. Usted me va ayudar. a
—Doctor, yo...

—Vamos, Lea, ahora.


Ella se puso al lado de él en el lavamanos. Ken estaba
cerca de Patty, todavía inconsciente. Raimundo se sentía
inútil esperando entre la mesa y la sala de los lavamanos.
—¿Estamos contaminando ambiente de aquí? —
el estéril pre-
guntó.
Carlos —Trata de no nada. Estamos rompiendo
dijo: tocar
un montón de reglas.
Lea empezó — Yo no quería
a decir: decir...

— Más rápido — cepillándose más


dijo Carlos, rápida-
mente de que Raimundo podía imaginar— Queremos
lo .

darle a esta niña todas las oportunidades para ser una de


nosotros antes que muera.
—Por supuesto. Lo siento.
—Concentrémonos en la paciente. En cuanto esté lista,
quiero que la unte con antiséptico desde el esternón a los
muslos, y quiero decir que la unte bien. Use un litro si es
necesario. No tiene tiempo para precisión así que no pase nada
por alto. Téngale puesto un monitor fetal cuando yo entre ahí.

Si ese bebé está vivo, quisiera intentar sacarlo con una cesá-
rea. Usted tendrá que manejar la anestesia.
— No tengo experiencia...

73
APOLION

— Yo Lea. ¿Qué
la guiaré, tal de comportarse a la altura

de laocasión?
—Voy a perder mi trabajo.
—Mmm — médico —
dijo el , espero que eso sea lo peor
que le ¿Ve la gente que está aquí? Yo perdí el mío
acontezca.
el otro día. También el capitán Steele. Ken perdió su casa.
— Lo conozco. Él estuvo aquí como paciente...
—¿Realmente? — de él la siguió a la sala cirugía.
—¿Y qué hay de paciente? —preguntó Lea, aplicando
la

rápidamente monitor el fetal.

— también. Todos estamos en mismo


Patty el bote. Pre-
párela.
Ken y Raimundo se acercaron a la puerta. Carlos miró el

monitor fetal y movió la cabeza. Le conectó a Patty varios


monitores más. —
Realmente su respiración no es mala. La
presión sanguínea está baja. El pulso está acelerado. Veamos.
—Doctor, eso es raro.
— fue envenenada.
Ella
—¿Con qué?
—Quisiera saberlo.
—Doctor, ¿usted que llama Patty?
dijo ella se
Él asintió.
— no quien yo creo que ¿no?
Ella es es,

—Me temo que — moviéndose para


sí dijo él situarse en
posición — ¿Oyó alguna vez hablar de
. Patty? otra
—No en su novio sabe
este siglo. ¿Su... este... lo que está

pasando o debemos planear un viaje a un campo de concen-


tración de alguna parte cuando él se entere?

Lea, él le hizo esto a ella. Cuando usted obtuvo esa
marca, se convirtió en su enemiga jurada, así que ahora usted
se encuentra en el frente, eso es todo.
—¿Eso es todo?
Raimundo observaba, orando por Patty mientras Carlos
ubicaba el foco de luz deslumbrante encima de ella. — Dila-
tada. Siete u ocho centímetros.

74
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Entonces no hace falta la incisión — dijo Lea.


—El bebé murió. Necesito una línea intravenosa. Solu-
ción Ringer de lactato, cuarenta unidades de ocitocina por
litro.

—¿Aborto incompleto?
—Lea, ¿se da cuenta lo rápido que se recuerda todo?
Normalmente ella tendría el parto en una o dos horas pero
esto será rápido por lo avanzada que está.
Raimundo estaba impresionado por la rapidez y eficiencia
de Lea.
Patty volvió en — ¡Me estoy muriendo! —gimió.
sí.

— Patty, estás teniendo una pérdida — médico —


dijo el
Lo lamento. Coopera conmigo. Ahora nos preocupamos por
ti.

— Me¡ duele!
—Pronto no sentirás nada pero vas a tener que pujar
cuando te diga.

A los pocos minutos Patty estaba recorrida por fuertes


contracciones. Raimundo se preguntaba, ¿cómo luciría la
prole del anticristo?
El bebé muerto estaba tan poco desarrollado y era tan
pequeño que se deslizó rápidamente fuera del cuerpo de Patty.
Carlos lo envolvió, junto con trozos de la placenta, y le pasó
el paquete a Lea que preguntó: —¿Patología?
Carlos la miró fijo susurrando con firmeza: —No, ¿tienen
incinerador?
—Ahora no puedo hacer eso. No. Tengo que firmar.
—¿Qué
Patty dijo: qué pasa, pasa, lo tuve?
Lea se quedó con el diminuto bulto en sus manos. Carlos
se acercó a la cabeza de la mesa de operaciones. — Patty,
expulsaste un feto muy prematuro, muy deforme...
— ¡No lo trates así! ¿Niño o niña?
— Indefinido.
—¿Puedo verlo?

75
APOLION

— Patty, lo lamento, no parece un bebé. No te lo aconse-


jo...

—Pero yo quiero...
Carlos se sacó los guantes y le acarició la mejilla suave-
mente con su mano. —
Patty, he llegado a quererte mucho. Tú
lo sabes, ¿no? —
Ella asintió, con las lágrimas rodando Te — .

ruego que confíes en mí, como quien te quiere —


ella lo miró
interrogativamente —
por favor
,
dijo él— —
creo como tú que
esto fue concebido como alma viviente pero que no fue viable
y no sobrevivió. No ha crecido normalmente. ¿Me tendrás la
confianza para que disponga de esto?
Patty se mordió el labio y asintió. Carlos miró a Lea que
seguía luciendo indecisa. Él puso el bebé en una bandeja y
examinó cuidadosamente a Patty. Le hizo una seña a Lea.
— Necesito que me ayude con un curetaje uterino para elimi-
nar el resto del tejido placentario y toda la membrana necrop-
sia.

—¿Le preocupa una endometritis?


—Mucho.
Raimundo pudo ver que Lea no iba a botar el feto, por la
mirada en su cara y la manera en que apretó la mandíbula.
Evidentemente Carlos captó eso también y luego de realizar
el procedimiento en Patty, tomó gentilmente el cuerpo en-

vuelto y dijo: —¿Dónde?


—Al final del pasillo. Dos pisos más abajo — susurró Lea.
Él salió y Patty sollozó fuertemente. Raimundo se acercó
y preguntó si podía orar por ella.

Por favor; Raimundo, quiero morirme —
pudo decir
ella.

—No, no lo quieres.
—No tengo motivos para vivir.

— Te amamos.
Patty, los tienes.

76
CINCO

Camilo se puso nervioso esperando a Cloé y Zión en el

furgón. Supuso que ella iba a sacar velozmente del


escenario a Zión; había miles de personas que darían cual-
quier cosa por pasar un momento con él sin siquiera mencio-
nar a los miembros del comité que deseaban decirle algo.
Nadie sabía cómo respondería Carpatia a lo sucedido en el
le echó la culpa a Zión, pero entonces,
escenario. Inicialmente
habían aparecido los testigos.
Camilo pensaba que Nicolás debiera darse cuenta que
Zión carecía de poderes milagrosos. La pelea de Nicolás era
con los dos testigos y, naturalmente, era culpa de él pues no
había sido invitado ni siquiera bien acogido en el escenario,
¡y la osadía de hacerse preceder por Fortunato y el pomposo
Pedro Segundo Camilo movió
! la cabeza ¿qué otra cosa podía
esperarse del anticristo?
Camilo marcó el número de Cloé pero no obtuvo respues-
ta.Hubiera entendido una señal de ocupado pero ¿ninguna
respuesta? Una voz grabada habló en hebreo. —
Jacobo escu-
cha esto, ¿qué dice ella?
Jacobo seguía radiante y estaba mirando por la ventana,
estirando al máximo su cuello para ver las marcas del prójimo.
A menudo señalaba la suya y supo que los creyentes siempre

77
APOLION

sonreían y parecían disfrutar apuntando al cielo. Camilo sabía


que llegaría el día en que la señal de la cruz en la frente sería
todo lo significativo entre los santos de la tribulación pues
hasta apuntar hacia el cielo atraería la atención de las fuerzas
enemigas.
El problema era que también llegaría el día en que el otro
bando tendría su propia marca que sería visible para todos.
Efectivamente, según la Biblia,que no llevaran esta
los
"marca de no podrían comprar ni vender. La gran
la bestia"

red de santos tendría que desarrollar entonces su propio


mercado clandestino para seguir vivos.
Jacobo se llevó el teléfono a la oreja y luego se lo devolvió
a Camilo. —
Si quiere dejar un mensaje, apriete el uno.
Camilo lo hizo diciendo: —
Cloé, llámame tan pronto
como escuches esto. La multitud que hay aquí, fuera, no ha
disminuido en absoluto así que no quiero tener que ir a
buscarte, a ti y Zión, pero lo haré si no me llamas dentro de
diez minutos.
En cuanto terminó el llamado, sonó el teléfono. —Gracias
a Dios — dijo abriendo el teléfono para contestar — mi sí,

amor.
Mucha estática y ruido mecánico y luego oyó: — Torre
Jerusalén, aquí el Helicóptero Uno de la CG.
—¿Diga?
—Entendido, ¿me oyes?
torre,

—Hola, no esta — Camilo— ¿estoy


es la torre dijo ,
reci-

biendo una frecuencia cruzada?


—Entendido, una transmisión
torre, esta es confidencial, así
que estoyusando en
el teléfono de lugarentendido?
la radio,

—Max, ¿eres tú?


—Entendido, torre.

—¿Estás en tú junto con


el helicóptero, allá arriba, tres

más?
—Diez-cuatro. Verifico coordenadas para volver puer- al

to del Rey David, cambio.

78
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿Tratas de decirme algo?


—Afirmativo. ¿No hay viento de
Gracias. nariz?
—¿Se de Zión?
trata
—Parcialmente nublado.
—¿Y Cloé?
—Diez-cuatro.
—¿Corren Max?
peligro,
—Afirmativo.
—¿Los apresaron?
— Torre,no en momento. ETA cinco minutos.
este
1

—¿Están huyendo?
—Afirmativo.
—¿Qué puedo hacer?
— Torre,llegaremos desde el noroeste.

—¿Están fuera del estadio?


—Negativo.
—¿Los voy encontrar en rincón noroeste?
a el
—Afirmativo, eso Agradezco
es seguro. Asistencia, torre.
su ayuda.
—¿Yo también corro peligro?
—Diez-cuatro.
—¿Debiera enviar persona?
a otra
—Afirmativo y inmediatamente en
gracias, torre. Enfilo
esadirección.
— ¡Max! Voy mandar alguien que pueden
a a ellos reco-
nocer y voy a estar esperando en el rincón noroeste que él los

traiga ¿estoy en lo correcto?


—Torre, pronto como podamos. Cambio y
tan fuera.
—Jacobo, corre a buscar a Zión y Cloé y sácalos del
estadio por puerta
la noroeste.
Jacobo tomó manija de
la —¿Arriba o abajo?
la puerta.

Hay una salida a nivel de tierra y otra más abajo.

ETA = estimated time of arrival = hora de llegada calculada.

79
APOLION

—Sácalos por la subterránea y no te detengas por nadie

¿estás armado?
Jacobo buscó debajo del asiento y sacó una subametralla-
dora Uzzi. Se la metió en la cintura tapándola con la camisa.
Camilo pensó que era muy evidente pero en la oscuridad
y con los apretones de la multitud quizá pasara inadvertida.
— Alguien debe haber mandado guardias de la CG para que
detengan a Zión. No lo agarraron aún pero no pasará mucho
tiempo. Sácalos de ahí.
Jacobo entró corriendo al estadio y Camilo se deslizó
detrás del volante. La multitud empezaba, finalmente, a mo-
verse. Parecía que la gente no quería irse pues esperaban
notoriamente darle un vistazo más a Zión. Camilo no entendía
sus conversaciones pero la frase en inglés que captaba oca-
sionalmente le decía que la mayoría estaba comentando la

humillación de Carpatia.
Mientras Camilo maniobraba cuidadosamente el furgón
a través de la multitud, oyó un helicóptero. Temió que trajera
más guardias de la CG pero se sorprendió de que el helicóp-
tero luciera igual que el que se había llevado a Carpatia. Tomó
su teléfono y marcó el botón para devolver la última llamada.
— McCullum.
— ¡Max! aquí Camilo. ¿Qué estás haciendo de vuelta
aquí?
—Diez-cuatro. Seguridad. Vigilaremos cuadrante el su-
deste.
—Yo mandé un hombre rincón al noroeste.
— ¡Afirmativo, Yo
afirmativo! sudeste pero vigilaré el
entonces me mi carga
llevo cambio.
a la base,
—¿Podrían en sudeste ahora?
estar el

— ¡Negativo! yo cubriré el sudeste.

— ¿Qué puedes hacer


Pero... si están allí?
—Entendido, puedo una crear Seguridad, distracción.
pero entonces, nos vamos, ¿entendiste?
—Estoy confundido pero tengo te confianza.

80
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Limítate a mantener a tu gente lejos del sudeste. Segu-


ridad. Yo lo manejaré.
Camilo tiró el teléfono al asiento y torció el espejo externo
para mirar el helicóptero. León Fortunato anunció por los
altoparlantes del helicóptero: — ¡Las fuerzas de seguridad de
tierra de la Comunidad Global nos han pedido que ayudemos
a despejar esta zona! ¡Por favor, traduzcan este mensaje a los
demás si es posible! ¡Apreciamos su cooperación!
La masa no obedeció. Al difundirse la noticia que el
propio helicóptero de Carpatia estaba sobre un rincón del
estadio tratando de despejar la zona, cientos empezaron a
dirigirse para allá, mirando fijo al cielo. Eso despejó el camino
para Camilo que manejó rápidamente al rincón noroeste. El
torrente de gente que se desplazaba fue acercándose al heli-
cóptero que empezó a moverse de inmediato en esa dirección
para ver qué era esa conmoción.
Camilo se detuvo cerca del estadio ignorando a los guar-
dias armados que le hacían señas, abrió la puerta y se dejó
caer al suelo para localizar la salida subterránea. Encontró la
rampa pobremente iluminada donde los camiones habían
entregado equipos el día anterior. De puntillas vio un eje de
luz que aparecía al abrirse la puerta y alguien corría veloz
subiendo la rampa.
Los guardias se acercaron para mirar más de cerca qué
pasaba cuando Camilo se dio cuenta que era Jacobo. ¿De qué
venía huyendo a todo correr? ¿Por qué lo ignoraban? ¿La CG
estaba esperando a Zión? Al pasar Jacobo por el lado de los
guardias, pareció divisar el furgón. A menos de 15 metros
miró derecho a Camilo. Sacó la Uzi de su camisa y roció balas
al cielo mientras giraba a la izquierda.
Los guardias se pusieron a perseguirlo, con las armas con
bala en y cientos de personas se pusieron a gritar
el directo,

y se tiraban en el suelo tratando de guarecerse. Camilo bajó


su cuerpo instintivamente pero ahora vigilaba desde el techo
del furgón, Jacobo se dio vuelta disparando más balas al aire,

81
APOLION

estando a unos treinta metros de distancia. Los guardias


devolvieron el fuego y Jacobo salió corriendo de nuevo.
Camilo no había escuchado que se habían abierto las
sí oyó que se cerraban y Cloé y Zión
puertas del furgón pero
gritaron: —
¡Camilo, arranca! ¡Ponte en marcha! Vamos,
ahora.
Él se dejó caer en el asiento y cerró de un portazo
preguntando: —¿Qué hacemos con Jacobo?
— ¡Vamos, Camilo! — gritó Cloé — él está creando una
distracción.
Camilo se reía mientras aceleraba a fondo y rebotaba
sobre una cuneta. — ¡Así está Max! ¡Qué equipo! ¿Dónde
recogemos a Jacobo?
Zión estaba en el piso del asiento trasero, jadeando. Cloé
estaba tirada en el asiento. —Él dijo que nos veríamos en la
casa de Jaime —pudo Zión.decir
— ¡Le estaban disparando!
—Él que no
dijo fuego de
atraería el ellos hasta que
estuviera fuera de Estaba seguro de
alcance. salir bien.

—Nada fuera alcance de


está del — ellos dijo Camilo
poniendo distancia entre ellos y el estadio.
La mayor parte del tráfico, los vehículos de urgencia y
otros ahora se dirigían hacia el estadio Teddy Kollek en lugar
de alejarse. Los bloqueos de mantenían detenidos a
las rutas
muchos automóviles de civiles mientras los vehículos de la
CG trataban de pasar. Camilo fue prácticamente ignorado al
ir en la otra dirección.

—Zión, si estaban persiguiéndote, no nos atrevemos a


regresar donde Jaime.
—Zión dijo: —No se me ocurre otro lugar más seguro.
Carpatia no me amenazará allí. Tu esposa estuvo brillante. Ella

se dio cuenta de todo antes que sucediera. Vio que los guardias
venían hacia mí pero no le gustó el aspecto que tenían.
—Ellos apretaban mucho sus auriculares contra sus orejas
— Cloé— mientras que sacaban
dijo , el seguro de sus armas.

82
,

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Me figuré que Carpatia o Fortunato les decían que se vengaran


en Zión y que lo hicieran en el medio de la multitud para que
pareciera un accidente. Ellos se acercaron tanto que oí que
uno le decía al Comandante Supremo donde estábamos.

Camilo dijo: —
Aún estoy preocupado por Jacobo.
Cloé dijo: —
Él fue tan hábil; trotó por el túnel, cerca de
nosotros, diciendo, "estoy buscando caras familiares que me
sigan rápidamente a la seguridad". Nosotros salimos de un
cuarto de escobas y...

—Vi de inmediato marca en la — Zión—


su frente dijo
¡bendito sea Señor!
el Tienes que contarnos después qué pasó.
Cloé continuó: — Dijo que furgón a
tú traerías el la salida
subterránea. Él atisbo y vio a los guardias, en la parte de arriba
de la rampa, y entonces dijo que iba a armar una distracción

y que nosotros debíamos seguir a los 20 segundos. Él retro-


cedió y corrió, irrumpiendo por esa puerta.
Camilo dijo: —
Eso funcionó porque hasta me distrajo a
mí. No los vi meterse en el furgón.
—Nadie nos — Cloé.
vio, ¡oh! dijo
-¿Qué?
—Nada — con
dijo ella muy
los dientes apretados.
—Cloé, ¿qué bien?
te pasa, estás

—Sólo que no estoy acostumbrada a correr.

— Yo tampoco y me pararme de
gustaría este piso en
cuanto sea seguro hacerlo.

—No puede dejarla aquí —


Lea a Carlos
dijo Es imposible.— .

Lo siento. Podemos tratar de meterla en una sala, sé que eso


sería mejor para ella, pero si piensa que alguna otra vez va a
necesitar este hospital o mi ayuda, es mejor que la saquemos
de aquí ahora.
—Entonces, déme otro sedante; quiero que esté dormida
antes que salgamos — Carlos contestó.
Patty durmió todo el camino hasta la casa donde estaban
seguros y el médico la acostó cerca del televisor, con el cual

83
APOLION

se pusieron rápidamente al día sobre lo que estaba pasando


en Jerusalén.
—Su Excelencia el Potentado Nicolás Carpatia se dirigirá
al mundo en 20 minutos más —anunciaba el locutor— Como
.

la mayoría de ustedes, que están en el hemisferio oriental, lo


vio directamente por televisión, y muchos por un enlace
Internet que cubrió el resto del planeta, fue frustrado un
intento de envenenar a Su Excelencia. El Potentado está bien
aunque conmovido, y desea asegurar a los ciudadanos de la
Tierra que él está bien. Esperamos que sus comentarios
también traten la clase de retribución que puede brindar a los
que perpetraron este atentado a su vida.

El periodista que había en Camilo deseaba haber estado en el

estadio.Le hubiera encantado ver por cuánto tiempo Max


mantenía en el aire a Carpatia, Fortunato y al payaso Mathews
mientras daba oportunidad de escapar a Zión. Deseaba haber
visto por sí mismo el agua y la sangre en escenario y
el

preguntar a los testigos oculares si alguno vio llegar e irse a


los dos testigos del Muro de los Lamentos.
Había aprendido a no tratar como bebé a Cloé; ella era tan
valiente y fuerte como él, pero también estaba esperando un

hijo y había sufrido una tremenda tragedia en lo físico que la


había dejado malherida. Este trauma no podía haber sido
bueno para ella.
Camilo se sintió aliviado al ver que había guardias israe-
litas en la puerta de la mansión de Jaime en lugar de guardias

de la CG. Era evidente que era esta misma fuerza la que había
estado tras la masacre de la familia de Zión y en su expulsión
desde su patria. Pero ahora él estaba ahí como huésped de
Jaime y éste era poco menos que un ídolo en Israel.
Tan pronto como entraron, un Jaime pálido y tembloroso
vino a saludarlos con abrazos exigiendo saber dónde estaba
Jacobo. Camilo dejó que Zión diera las explicaciones de rigor

84
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

sabiendo que Jaime necesitaba que le aseguraran que sus


protegidos no habían planeado la desgracia de Carpatia.
—Ustedes me aseguraron que permanecerían neutrales.
De no
lo contrario hubiera instado a
le ir.

—¿Usted sabía que a y no me


él iba ir —preguntó lo dijo?
Zión.
—El quería una
darles Seguro que ustedes de-
sorpresa.
ben haberlo esperado.
—Yo esperanza que
tenía la esperara hasta mañana o
él

lapróxima noche. Usted debiera haberme preparado.


—Te veías más que preparado.
Zión agotado. — Jaime,
dijo, hombre interrumpió
el la cita
de la Escritura. Fue como si hubiera planeado su entrada en
el peor momento posible.Yo voy a cobrarle muy pronto la
promesa de oírme. No me siento como para hacerlo esta tarde
pero en su calidad de hombre brillante y razonable, no podrá
refutar las pruebas que tengo de Jesús en cuanto a Mesías y
del mismo Carpatia como el anticristo.

Rosenzweig se sentó en un sillón grande y blando, suspi-


rando con pesadumbre.
—Zión, como un para mí pero
eres hijo lo que acabas de
decir podría causar muerte.
tu
— ¡Lo muy
sé bien!
— Naturalmente, y todavía me duelen las pérdidas que
sufriste y aún tengo el corazón roto por eso pero venir a Israel
a proclamar la deidad de Jesús es tan necio como aquellos del
Muro que andan creando problemas con los trucos que hacen
con el agua y con nuestro clima. Zión, decir que Nicolás es
el anticristo cuando él está de visita en la Ciudad Santa es el

colmo de la arrogancia e insensibilidad. Antes te he dicho que


yo creería primero que Carpatia es el Mesías y uno de esos
así llamados testigos es el anticristo.

Zión seguía sentado moviendo pesadamente su cabeza y


Camilo aprovechó la ocasión para ser disculpados por el resto
de la velada.

85
APOLION

— usted nos
Si disculpara, nosotros...
—Por — Jaime.
supuesto... dijo
—Yo saber cuando llegue Jacobo, a
quisiera la hora que
sea — Camilo.
dijo
—Le agradezco su Le avisaremos —
interés. dijo el ancia-
no.

Raimundo mantenía un ojo en la televisión mientras trataba


de hablar con alguien en Los teléfonos de Camilo y
Israel.

Cloé no eran contestados como tampoco lograba comunicarse


con Max. Dejándose llevar por sus impulsos por un momento,
musitó unas palabrotas. Patty se despertó.
—Este es el Raimundo Steele que conocí una vez — dijo
con su voz airada y débil.
—Oh, lo siento Patty. Yo no soy así. Me preocupa lo que
haya sucedido allá y quiero tener la seguridad de que todos
están bien.
Ella susurró: —Es bueno saber que todavía eres humano
pero nunca fuiste ni jamás serás tan humano como yo.
—¿Qué eso?
significa
—Yo voy a matar a Nicolás.
— lamento mucho
Patty, de bebé pero no sabes
lo tu lo
que dices.
—Raimundo, un poco más?
¿te acercarías
—¿Cómo dices?
—No me tengas miedo. No voy a por mucho seguir
tiempo más por estos lados.
—No digas eso.
—No tengo energía para hablar más
la que, alto así ¿te
acercarías un poco más?
Raimundo se sentía ridículo aunque solamente estaban los
dos en la habitación. Frunció los labios, miró alrededor y
volvió su oído hacia ella.

—Adelante — le dijo.

86
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Raimundo, no estuve con ese hombre el tiempo sufi-


ciente para que me hubiera afectado tanto como lo estoy. Sé
que yo no era mejor ni peor que cualquier muchacha corriente.
Tú sabes eso tan bien como cualquiera.
—Bueno, yo...

—Déjame terminar porque Carlos me


tiene dopada evi-
dentemente y estoy por quedarme dormida. Te digo que
Nicolás Carpatia es maldad personificada.
la
— Dime algo que yo no sepa.
— Oh, sé que ustedes piensan que él es el anticristo.
Bueno, yo sé que él es. No pienso que haya un gramo de
verdad en él. Todo lo que sale de su boca es una mentira. ¿Tú
lo viste actuando como si fuera amigo de Mathews? Lo quiere
muerto, él mismo me lo dijo. Te dije que él envenenó a Bruno.
Él mandó gente para asesinarme después que me envenenaron
sólo para cerciorarse. El veneno tenía que haber matado a mi
bebé. De todos modos, yo lo considero responsable. Él me
hizo hacer cosas que nunca hubiera debido hacer. Y tú sabes
qué, mientras estaba allá, yo lo disfrutaba. Amaba su poder,
su atractivo, su habilidad para convencer. Cuando yo estaba
haciendo que Amanda pareciera una traidora, realmente creía
que hacía lo correcto. Y eso fue lo de menos.
«Raimundo, quiero morirme. Y no quiero ser perdonada
o ir al cielo a estar con Dios ni nada de eso. Pero voy a pelear
contra este veneno. Cooperaré con Carlos. Haré lo que sea
para seguir viva el tiempo suficiente para matar a este hombre.
Tengo que sanarme y de alguna manera tengo que llegar
donde él esté. Probablemente me muera en el proceso con
toda la seguridad que le rodea. No me importa. En la medida
que sea la persona que lo mate.
Raimundo le puso una mano en el hombro. Patty, tienes—
que relajarte. El doctor Floid te dio más sedantes antes de
traerte a casa, para que ni siquiera te acuerdes lo que estás
diciendo aquí. Ahora, por favor, sólo...

87
APOLION

Patty se encogió retirándose de lamano de Raimundo y


sus dedos frágiles le tomaron por la camisa. Ella lo acercó

ferozmente a ella y le susurró en la cara, escupiéndole la


mejilla.
—Raimundo, recordaré cada palabra y no creo que deje
de hacerlo. Haré esto aunque sea lo último que haga, y espero
así sea...
—Bueno, Patty, bueno. No discutiré esto contigo ahora.
—No lo discutas nunca conmigo, Raimundo. Vas a des-
perdiciar tu tiempo.
Carpatia estaría pronto en pantalla y Patty estaba dur-
miéndose rápidamente de nuevo. Raimundo se alegró de que
ella no viera su imagen ni oyera lo que él dijera sobre su
desastre de Israel. Algo helado pasó por el alma de Raimundo.
Ella lo había forzado a enfrentarse a sí mismo.
Raimundo se sentía indeciblemente aliviado por haber
sabido que Amanda era todo lo que él creía que ella fue: una
esposa amante, confiable y leal, pero desde que descubrió lo
que Carpatia le había hecho a Bruno, a Amanda, a Patty, él

se hallaba de nuevo batallando con sus propios deseos. Una


vez había orado pidiendo permiso, el honor, de ser el desig-
nado para asesinar a Carpatia a mediados de la Tribulación.
Ahora, la verdad sea dicha, se hallaba presionando para estar
en el lugar correcto en ese momento.
Él sabía que tenía que convencer a Patty para impedir que
hiciera algo tan loco y estúpido pero también sus propias
inclinaciones asesinas eran la razón por lo que no confiaría
en Max ni Zión, ni siquiera en su hija y yerno, por eso no diría
una palabra a Ken, su nuevo amigo, ni a Carlos. Naturalmente
que ellos querrían demostrarle la necedad de sus ideas pero
él quería albergar esos pensamientos por más tiempo.

Sólo cuando Camilo estuvo a solas con Cloé, en la privacidad


de una de las habitaciones de huéspedes de la casa de Jaime
Rosenzweig, se dio cuenta de la inmensa preocupación que

88
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

tuvo por ella. Temblando, la tomó en sus brazos y la sostuvo


muy cerca de él, con cuidado de no abrazarla muy apretada-

mente debido a sus lesiones.



Cuando no sabía donde estabas empezó todo lo — — ,

que podía pensar era como me sentía después del terremoto.



Pero yo no estaba perdida esta vez, mi amor dijo —
ella —tú sabías donde estaba yo.
,

—No contestabas el teléfono. No sabía si alguien te había


encontrado...
—Lo apagué cuando nos estaban persiguiendo. No quería
que nos delatara. Eso me recuerda que nunca lo volví a encender.
empezó
Ella de —No preocupes ahora por
a alejarse él. te
eso — — No
dijo él que . ¿no? tiene ser ahora,
— Y mi papá de comunicarse? Tú sabes que
si trata él tiene
que mirando
estar la televisión.

— puede llamarme
El a mí.
—¿Dónde está?
— Ay! Lo dejé en
j Voy el furgón. a buscarlo.
Ahora tocó Cloé no
le que a dejar él se fuera, diciendo:
—Voy encender mío. Tampoco quiero apartada de
a el estar
ti de nuevo.
Sus bocas se encontraron y él la siguió abrazando. Se
sentaron en el borde del lecho y se recostaron, la cabeza de

ella reposaba en el hueco del brazo de él. Camilo se imaginó


cuan necios se verían, mirando al techo, con los pies bien
apoyados en el suelo. Si ella estaba tan cansada como él, no
pasaría mucho tiempo sin que se quedara dormida. Probablemente
este no era el momento para tratar un tema delicado pero
Camilo nunca había sido conocido por su sentido de la
oportunidad ni del tacto.

Como ya era costumbre, el Comandante Supremo de la

Comunidad Global, León Fortunato, presentó a Su Excelen-


cia el Potentado Nicolás Carpatia a la teleaudiencia interna-
cional. Raimundo se quedó atónito al oír con cuánta franqueza

89
APOLION

contaba León su propia historia. Zión le había advertido a


Raimundo que las habilidades sobrenaturales de Nicolás se-
rían alabadas y hasta exageradas muy pronto, echando las
bases para el momento en que se declarara Dios durante la
segunda mitad de la Tribulación. Hasta entonces las declara-
ciones difundidas habían sido circunspectas y el mismo Ni-
colás no había hecho personalmente esas proclamas. Pero
Raimundo tenía que preguntarse en este día cómo iba a
contestar Nicolás la halagadora presentación de Fortunato.
También tenía que admitir que ese par había hecho un trabajo
maestro, si es que no sobrenatural, para coreografiar el último
giro de la vergüenza más pública de Nicolás.

90
SEIS

Estoy preocupado por ti —Camilo dijo.

-Estaré bien, me alegro de haber venido y me siento


mejor de lo que pensé que estaría. Sabía que era un poco
prematuro para que yo hiciera tamaño viaje pero ha salido
—contestó Cloé.
bien
—No eso que me
es lo tiene preocupado.
Ella se alejó de él y se puso de lado para mirarlo. —¿En-
tonces, qué?
Alguien golpeó la puerta. —
Disculpen pero ¿querían
mirar la respuesta de Carpatia por televisión? dijo Zión. —
Cloé empezó a pararse pero Camilo la detuvo. —Gracias,
Zión, quizá dentro de un momento. Si nos la perdemos, tú
puedes recapitulárnosla en la mañana.
— Muy bien. Buenas noches mis amados.
— Camilo Williams —
dijo Cloé —
no sé cuando me haya
,

sentido tan especial, tú nunca te has perdido una noticia


importante en tu vida.
—Querida, no que soy demasiado
te creas altruista. No
tengo en qué
revista acuerdas?
escribir, ¿te

—Acuérdate también,
tú tienes la tuya.

91
APOLION


Sí, pero soy el jefe y yo firmo los cheques. No hay
dinero para cheques así que, ¿qué haré, despedirme a mí
mismo?

De todos modos, me' elegiste a mí sobre la última
noticia.
Camilo se dio vuelta hacia ella y la besó de nuevo. De —
todos modos, sé qué va a decir. Hará que Fortunato cante
primero sus alabanzas, luego hará el papel del muy humilde
y avergonzado y atacará a Zión por ponerlo en una situación
embarazosa después de todo lo que él ha hecho por el rabino.

Cloé asintió. —
Entonces, ¿en qué piensas?
—El bebé.
—¿Tú también?
Ella lo miró arqueando sus cejas.
Él asintió. —¿Qué piensas tú?
Ella contestó. —Que no fuimos muy Nuestro
inteligentes.
bebé nunca llegará a cumplir los cinco años y que lo, o la,
criaremos mientras tratamos de seguir vivos.

Peor que eso. Si tan sólo estuviéramos tratando de
sobrevivir podríamos escondernos bien en un lugar seguro.
El bebé pudiera estar relativamente seguro por un tiempo pero
nosotros ya nos pronunciamos; somos enemigos del orden
mundial, y no vamos a quedarnos de brazos cruzados limi-
tándonos a protestar mentalmente.
— Yo tendré que tener mucho cuidado, por supuesto
— dijo ella.
—Sí —bufó — como él lo has tenido hasta ahora.
Ella yacía silenciosa y, por fin, dijo: —Quizá tenga que
ser más cuidadosa, ¿sí?
—Quizá. Sólo me pregunto estamos haciendo bueno
si lo
por pequeñuelo.
el

—Camilo, de todos modos ahora no parece como que


pudiéramos cambiar de ¿qué quieres
idea, así que... decir?
—Sólo que estoy preocupado y que no hay nadie a quien
se lopuedo decir.
—No que
quisiera a más
se lo dijeras gente.

92
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Entonces dime que no me preocupe o dime que te


preocupas junto conmigo, o algo. De lo contrario voy a
ponerme muy paternal contigo y te empezaré a tratar como si
no tuvieras cerebro.
—Camilo, he advertido que lo has estado haciendo muy
bien.
—Sí pero a veces debiera hacerlo más. Alguien tiene que
cuidarte. Me gusta cuando te preocupas de mí un poquito. No
me siento menospreciado por eso. Lo necesito y lo aprecio.
— Hasta cierto punto.
— Cierto.
— Y yo también soy muy buena para eso.
—Y — sutil rodeándola con su
dijo él, brazo.
—Camilo, ¿no crees que en debiéramos mirar a
realidad
Carpatia?
Él encogió de hombros, luego
se — deseamos asintió. Si
tener una oportunidad de contrarrestar algo que él haga.
Se fueron caminando donde se encontraban Zión y Jaime
mirando la televisión. Camilo preguntó: ¿Todavía no se —
sabe nada de Jacobo?
Jaime movió su cabeza. —
Y eso no me gusta para nada.
Camilo dijo: —
Yo sólo le pedí que entrara a buscarlos.
Fue idea suya ponerse a jugar de carnada y disparar. A mí
tampoco me puso muy contento eso.
—¿Eso qué? —
exigió Jaime.

Raimundo se sentía raramente contento a pesar de las amena-


zas de Patty contra Carpatia. Para él eso demostraba un nivel
de salud que ella no había tenido durante semanas, conforme
a la opinión del doctor Floid. Él no se consideraba lunático a
pesar de sus deseos, confesamente irreales, de ser el matón de
Dios. Lo que él anhelaba muy en el fondo suyo era que Patty
se sanara lo suficiente para cambiar de idea tocante a Dios.
Ella sabía la verdad; eso no era problema. Ella era el epítome
de la persona que puede conocer la verdad sin hacer nada al

93
APOLION

respecto. Eso era lo que Bruno Barnes le había dicho a


Raimundo tocante a su propia razón para haber sido dejado
atrás. En cuanto a Raimundo, él no había entendido que nada

que él hiciera por sí mismo podría ganarle el favor de Dios,


pese a los esfuerzos de su primera esposa para explicárselo.
En cuanto a Bruno, él
sabía todo eso. El sabía que la salvación
medio de la fe. Simplemente nunca hizo la
era por gracia por
transacción pensando que podía dejarlo para después. El
después llegó antes y él fue dejado atrás sin su familia.
Ken apareció en lo alto de las escaleras del subterráneo.
—El médico y yo nos estábamos preguntando si ustedes
quisieran mirar eso aquí. El piensa que así Patty descansaría
mejor.
—Seguro — dijo Raimundo parándose rápidamente. Lla-
mó a Cloé y Camilo una vez más sin éxito y dejó el teléfono
en la silla.

Cuando iba saliendo de la habitación, Patty lo llamó.


—¿Quieres eso encendido? —
dejar le dijo.

—¿No quieres dormir?


—Déjalo No me bajito. molestará.

—Mi gente anda averiguando dónde Jacobo — susurró está


Jaime cuando benigna la de León Fortunato agració
sonrisa
— No que haré algo
la pantalla . sé si le sucediera...

—Creo que nada malo puede suceder, Jaime. le ha Él se


vuelto creyente en Mesías y hasta tiene en su frente la marca
el

de un santo sellado de la tribulación, visible para los demás


creyentes.
—¿Dices que puedes ver y yo no?
tú la
—Eso que es lo digo.
—Pamplinas. Qué arrogancia.
—¿Puede ver marcas? — Cloé preguntó.
nuestras
—Pamplinas, ustedes no marcas — Jaime.
tienen dijo

94
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Zión intervino. —
Nosotros nos vemos mutuamente las
marcas. Yo veo la de Camilo y la de Cloé tan claras como el
día.
Jaime les hizo una seña de despedida, como divertido,
como si le estuvieran haciendo una broma. Y Fortunato fue
presentado.
—Mejor que de hablar con papá
trate antes que empiece
Carpatia — Cloé. dijo
Se apresuró a ir al dormitorio y volvió con su teléfono,
mostrándoselo a Camilo. La pantalla de los mensajes decía
que Raimundo había estado llamando desde que ellos estaban
en el dormitorio. Ella marcó el número.

Raimundo pensó que oía su teléfono que sonaba, arriba, pero


decidió que se equivocaba cuando no volvió a sonar. Mirando
alrededor del subterráneo se preguntó como un tipo grande y
corpulento como Ken Ritz podía vivir en un lugar como este,
pequeño, oscuro y húmedo. Ritz estaba ampliándolo lenta-
mente en sus ratos libres pensando en el día en que todo el
Comando Tribulación tuviera que vivir ahí abajo. Raimundo
ni siquiera quería pensar en eso.
¿Era imaginación de Raimundo o Fortunato lucía mucho
mejor? No se había fijado cuando lo miró en el estadio pero
eso tenía que ser un ordenamiento temporario de su compu-
tadora portátil que no era tan clara como esta transmisión en
directo por satélite al televisor de Ken. Habitualmente la
televisión no era halagadora para un hombre de edad media
y robusto como Fortunato pero éste lucía más esbelto, con los
ojos más brillantes, más saludable y mejor vestido que de
costumbre.
—Damas y caballeros de la Comunidad Global —empezó
mirando directamente a la cámara como si el lente fuera los
ojos de su auditorio (como Carpatia lo venía mostrando hacía
tiempo) — , hasta la mejor familia tiene sus diferencias. Como
Su Excelencia el Potentado Carpatia, fue llevado al poder

95
APOLION

hace más de dos años, aunque reacio de su parte, ha hecho


tremendos avances para hacer un solo pueblo de toda la
Tierra.
«Ha logrado que nuestro mundo sea un lugar mejor para
vivir por medio del desarme global, ha hecho grandes cam-
bios políticos en las ex Naciones Unidas, ahora Comunidad
Global. Después de las devastadoras desapariciones él trajo

la paz y la armonía. Los únicos fallos de la pantalla del


progreso fueron resultado de cosas que está fuera de su
control. La guerra produjo plagas y muerte pero Su Excelen-
cia rompió rápidamente la columna vertebral de la resistencia.
Nos han caído desastres atmosféricos, desde los terremotos a
las inundaciones y maremotos, hasta lluvias de meteoros.
Creemos que todo esto se debe a excesos de energía de lo que
produjo las desapariciones.

«Quedan bastiones de resistencia al progreso y al cambio


y uno de los movimientos más significativos en ese sentido
reveló ante los ojos del mundo su naturaleza hace un rato en
estamisma velada. Su Excelencia tiene el poder y el derecho
evidente de devolver con medidas extremas esta afrenta a su
autoridad y a la dignidad de su oficio. Sin embargo, Su
Excelencia tiene una respuesta alternativa, en el espíritu de la
nueva sociedad que él ha edificado, la cual desea compartir
con ustedes en esta tarde.
«Sin embargo, antes que haga eso, yo quisiera contarles
algo personal. Esto no es de segunda mano ni de oídas,
tampoco es una leyenda ni una alegoría. Esto me pasó a mí,
y afirmo la veracidad de cada detalle. La cuento porque tiene
relación con el asunto que el Potentado tratará, la espirituali-
dad y lo sobrenatural.
Fortunato le contó al mundo la historia de su resurrección
por orden de Carpatia, historia que Raimundo había oído
demasiadas veces. Fortunato concluyó: —
Ahora, sin más
demoras, el Potentado de ustedes, y para mí, si me lo permi-
ten, mi deidad, Su Excelencia Nicolás Carpatia.

96
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Cloé había estado hablando quedamente por teléfono mien-


tras Fortunato le presentaba el ramo de flores a Carpatia,
y
colgó cuando León se tropezaba, cosa insólita en él, al abrir
camino a Carpatia y hacerle una gran reverencia.
— perdió
Patty el bebé —
dijo con pena.
—¿Hablaste con tupapá?
— Patty contestó. Ella parecía tan lúcida, considerando
como están todas las cosas.
Cloé se echó a reír repentinamente, haciendo que Camilo
se diera vuelta con brusquedad para mirar el televisor. Fortu-
nato trató de salir de la presencia de Carpatia, caminando para
atrás mientras seguía haciendo reverencias y se tropezó con
un cable de la luz. Fuera de cámaras se había caído rodando
pesadamente, distrayendo hasta el habitualmente inconmovi-
ble Carpatia y haciendo que perdiera contacto visual directo
con el lente de la cámara.
Carpatia se recobró rápidamente y sonrió con magnani-
midad y condescendencia, y empezó: —
Conciudadanos, es-
toy seguro que si ustedes no vieron lo que pasó esta tarde, más
temprano, en el estadio Teddy Kollek de Jerusalén, ahora ya
se enteraron de esto. Permitan que les cuente brevemente, mi
visión de lo que ocurrió y que esbocé mi decisión de qué hacer
al respecto.
«Permitan que retroceda a la época en que acepté, muy

reacio,mi papel de secretario general de las Naciones Unidas.


No fue un cargo que yo buscara. Mi meta siempre fue senci-
llamente servir en cualquier papel en que me hallare. Como
miembro de la cámara baja de Rumania, mi patria, serví
muchos años para mis electores, presentando sus puntos de
vista —y míos
los —
de la paz y el desarme. Mi ascenso a la
presidencia de mi patria fue tan impactante para mí como lo
fue para el mundo que observaba, sólo que menos que mi
ascenso a secretario general, cosa que ha resultado en el
gobierno mundial que ahora disfrutamos.

97
APOLION

«Una de las características más sobresalientes de mi


gobierno es la tolerancia. Solamente podremos ser una ver-
dadera Comunidad Global aceptando la diversidad y convir-
Fue el claro deseo de la mayoría
tiéndola en regla de la tierra:
de nosotros que derribáramos muros y uniéramos a la gente.
Así pues, ahora hay una sola economía caracterizada por una
sola moneda, no se necesitan más los pasaportes, hay un
gobierno, llegará la hora en que habrá un solo idioma, un solo
sistema de pesos y medidas, y una sola religión.
«Esa religión conlleva el bello misterio de ser capaz de
forjarse de lo que, en siglos pasados, parecían ser sistemas de
creencias intrínsecamente contradictorios. Las religiones que
se consideraban como el único camino verdadero a la espiri-

tualidad, aceptan y toleran ahora a otras religiones que se


consideran de igual manera. Es un enigma que ha probado
funcionar de alguna manera, en cuanto cada sistema de creen-
cias pueda ser veraz para sus adherentes. Su camino puede
Bajo la
ser el único para ustedes, y el mío, el único para mí.
unidad de la muy convenientemente llamada Única Fe Mun-
dial Enigma Babilonia, todas las religiones del mundo se han
demostrado capaces de vivir armoniosamente.
«Todas, esto es, salvo una. Ustedes saben cual es. Es la
secta que clama tener raíces en el cristianismo histórico.
Sostiene que las desapariciones ocurridas hace dos años y
medio fueron obra de Dios. Sin duda, dice, que Jesús tocó una
trompeta y se llevó al cielo a todos sus favoritos, dejando al
resto de nosotros, los pecadores perdidos, para que suframos
aquí en la Tierra.
«Yo no creo que eso refleje exactamente la verdad del
cristianismo comoha enseñado durante siglos. Mi conoci-
se
miento de esa maravillosa religión que ama la paz habla de
un Dios de amor y de un hombre que fue un maestro de moral.
El ejemplo de Él tenía que seguirse para que, mediante el
esfuerzo continuo de mejorarse a sí misma, la persona alcan-
zara un día el cielo eterno.

98
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

«Luego de las desapariciones que causaron un caos tan


enorme en nuestro mundo, algunos miraron pasajes figurati-
vos, simbólicos, claramente alegóricos y oscuros de la Biblia
cristiana y se armaron un escenario que incluía la separación
de la verdadera iglesia. Muchos líderes cristianos, ahora
miembros de Enigma Babilonia, dicen que esto nunca se
enseñó antes de las desapariciones, y si lo fue, muy pocos
académicos serios lo aceptaron. Desaparecieron muchos
otros que sostenían otros puntos de vista sobre como Dios
terminaría la vida de sus seguidores en la Tierra.
«Ha surgido una secta de cierta sustancia a partir de un
pequeño grupo de fundamentalistas que creen que se queda-
ron aquí porque no eran suficientemente buenos para ir en la
primera ocasión. Esta secta está formada principalmente por
ex judíos que ahora han decidido que Jesús es el Mesías que
han estado esperando toda su vida, y siguen a un rabino
converso, que se llama Zión Ben-Judá. Como ustedes recor-
daran, el doctor Ben-Judá, una vez fue un respetado sabio que
blasfemó tanto de su propia religión en una transmisión
televisiva internacional, que tuvo que huir de su patria.
«Esta noche llego a ustedes desde el mismo estudio en
que el doctor Ben-Judá profanó su propio legado. Mientras
sigue en el exilio se las ha arreglado para lavar el cerebro de
miles de megalomaníacos, iguales que él, tan desesperados
por tener algo a que se han convertido en
lo cual pertenecer,

su iglesia títere. Usando un enfoque psicológico de la moral


con el estilo del sentirse bien, este doctor Ben-Judá ha usado
la Internet para su propio beneficio, sin duda ordeñando

millones de su rebaño. En el proceso ha inventado una guerra


de nosotros-contra-ellos en la cual, ustedes, mis amados
hermanos y hermanas, son el ellos. El nosotros de esta cha-
rada se dicen verdaderos creyentes, santos, sellados, como
ustedes quieran.
«Durante meses yo he ignorado estos despliegues inofen-
sivos para la armonía del mundo, estos rebeldes a la causa de

99
APOLION

la fe unificada. Aunque mis asesores me instaban a forzar la

mano de ellos, yo creía que la tolerancia era lo que correspon-


día. Aunque el doctor Ben-Judá desafiaba continuamente

todo lo que nosotros defendemos y amamos, yo mantuve la


política de vivir y dejar vivir. Cuando él invitó a decenas de
miles de sus conversos a reunirse en la misma ciudad que lo
deportó, decidí pasar por encima de afrentas personales y
permitirla.
«Con un espíritu de aceptación y diplomacia hasta asegu-
ré públicamente la seguridad del doctor Ben-Judá. Aunque
tenía clara conciencia de que la Comunidad Global, y yo
como su cabeza, éramos los enemigos jurados de esta secta,
creía que lo único correcto y la única cosa apropiada de hacer
era alentar sus reuniones masivas. Confieso que tenía la
esperanza de que al actuar así, estos celotes vieran que había
valor en el compromiso y la tolerancia y que, un día, optarían
por alinearse con Enigma Babilonia. Pero eso tendría que ser
decisión de ellos. Yo no los hubiera forzado.
«¿Cómo fue recompensada mi magnanimidad? ¿Me in-

vitaron a los festejos? ¿Me pidieron que diera la bienvenida


a los delegados? ¿Me permitieron traer un saludo o participar
en algo del espectáculo?
«No. Por medio de canales diplomáticos privados pude
asegurar la promesa de que el doctor Ben-Judá no restringiría
mi presencia ni prohibiría mi asistencia. Viajé a Israel, ami
propia costa, sin siquiera cargar las finanzas de la Comunidad
Global, y vine para decir unas pocas palabras en lo que se ha
llamado La Reunión de los Testigos.
«Mi comandante supremo fue saludado con la rudeza del
silencio extremo aunque, de todos modos, se comportó con
entusiasmo. El muy reverenciado Pontífice Supremo Pedro
Segundo, el papa de los papas, fue recibido de una manera no
menos calladamente hostil a pesar de ser un colega de la
clerecía. Sin duda que ustedes estarán de acuerdo con que esto
ha sido una respuesta masiva bien planeada y ejecutada.

100
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

«Cuando yo mismo hablé a la multitud, aunque aun


obedecían a su líder, que mente, y no respon-
les controla la
dían, sentíque ellos querían reaccionar. Tuve la clara sensa-
ción, y uno que habla en público desarrolla antenas para estas
cosas, que la multitud estaba conmigo, que simpatizaba con-
migo, que se avergonzaban de su líder y querían darme la
bienvenida tan cálidamente como yo los acogía a ellos.
«Aunque el doctor Ben-Judá me ignoraba claramente,
estando a unos pocos metros de distancia, de alguna manera
le dio ordenes a alguien para que soltara cierto agente al aire,

un polvo invisible que me secó instantáneamente la garganta


produciéndome una sed tremenda.
«Yo debí haber sospechado cuando me pasaron inmedia-
tamente una botella de alguien que estaba en la muchedum-
bre. Pero como persona que confía, acostumbrada a ser trata-
da como yo trato a los demás, supuse naturalmente que un
amigo desconocido había salido en mi ayuda.
«¡Qué desengaño haber sido insidiosamente emboscado
por una botella de sangre venenosa! Fue un intento de asesi-
nato en público, tan evidente que, ahí mismo culpé al doctor
Ben-Judá. Como pacifista sin entrenamiento bélico, yo me
entregué en las manos de ellos. Él había ocultado entre la
multitud a los dos ancianos lunáticos del Muro de los Lamen-
tos que han ofendido tanto a los judíos de la Tierra Santa y
que, en realidad, han asesinado a varias personas que inten-
taron armar debate con ellos. Con micrófonos ocultos puestos
a más potencia que el que yo tenía, ellos me gritaron amenazas
y convirtieron en un fracaso rotundo mi humilde acto de
diplomacia.
«Mesacaron para darme atención médica sólo para en-
contrar que si hubiera tragado lo que me dieron, hubiera
muerto instantáneamente. No hace falta decir que este es un
acto de alta traición que se castiga con la muerte. Ahora,
permitan que diga que mi deseo aún es que nos unamos en un
espíritu de paz y armonía. Que se diga que estas palabras de

101
APOLION

las Escrituras fueron primeramente dichas por mí en este


contexto: "Vengan ahora y razonemos juntos".
«No dudo que todo este horrible incidente fue obra de
ingeniería y ejecución del doctor Ben-Judá, pero como hom-
bre de palabra y careciendo de toda prueba física que lo ligara
al intento de asesinato, planeo seguir permitiendo que conti-

núen las reuniones en las dos noches siguientes. Mantendré


mi voto de seguridad y protección.
«Sin embargo, el doctor Ben-Judá volverá a ser deportado
de Israel a las veinticuatro horas del final de la reunión, en la
noche de pasado mañana. Las autoridades israelitas insisten
en esto y yo le insto al doctor Ben-Judá que obedezca, aunque
sólo sea por su propia seguridad.
«En cuanto a los dos que dicen ser Elias y Moisés, que
esto les sirva como notificación pública también. En las
próximas 48 horas se limitarán a la zona cercana al Muro de
los Lamentos, donde se han quedado tanto tiempo. No deben
salir de la zona por ningún propósito en ningún momento.

Cuando terminen las reuniones del estadio, Elias y Moisés


tienen que irse de la zona del Monte del Templo. Si se les ve
en cualquier parte fuera de su zona de cuarentena en las
próximas 48 horas o, después de ese tiempo, en la zona del
Monte del Templo, yo he ordenado que sean fusilados de
inmediato.
«Algunos testigos oculares han atestiguado que los asesi-
natos que han cometido pueden atribuirse, de alguna forma,
a una especie de defensa propia. Yo
rechazo eso y ejerzo mi
autoridad de potentado para negarles juicio. Permitan que sea
claro: Que ellos se presenten en cualquier parte que no sea
cerca del Muro de los Lamentos en las próximas 48 horas, o
que se les vea en público en cualquier parte del mundo
después de eso, será considerado como razón para matar.
Cualquier oficial o ciudadano civil de la Comunidad Global
está autorizado para tirar a matar.

102
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

«Sé que ustedes estarán de acuerdo en que esta es una


respuesta muy generosa a un horrible ataque,
y que permitir
que sigan las reuniones demuestran un espíritu de adaptación.
Gracias, amigos míos y buenas noches desde Israel».

Raimundo Ken Ritz se mecía y se


levantó la vista mientras
golpeaba los muslos, diciendo: —
No sé de ustedes pero yo
tengo algunos arreglos que hacer. Por un lado tengo que ver
como podemos usar algunos de los millones que el rabino ha
estado ordeñando de su rebaño. Como ninguno de nosotros
tiene ingresos, vamos a necesitar algo de dinero contante.
—¿Raimundo, tienes un momento? — dijo Carlos, po-
niéndose de pie.
— Sí, doctor.
Subieron y Carlos se inclinó sobre la dormida Patty por
un momento, diciendo: —
Por ahora parece estar bien pero ¿te
puedes imaginar la depresión posterior al parto encima de lo
que ya le está pasando?

¿Eso se da incluso con un aborto espontáneo?

Tiene más sentido con una pérdida si lo piensas bien.
Raimundo apagó el televisor y siguió a Carlos hasta el
porche. Ambos escrutaron cuidadosamente el horizonte y
escucharon antes de hablar. Raimundo se había acostumbrado
a eso desde su llegada. En la sede central de la Comunidad
Global era cuestión de saber con quién se podía hablar. Aquí
lo importante era saber que uno no estaba siendo espiado.
— Raimundo, tengo un problema pero apenas conozco. te

—Las amistades, conocidos, todo que nece-


los tiene ser
sariamente magnificado en — Raimundo— Tú
estos días dijo .

y yo podríamos vivir juntos el resto de nuestras vidas natura-


les,y eso será menos de cinco años. Si tienes algo que decir,
mejor que empieces a hablar. Si quieres criticarme, empieza.
Yo puedo soportarlo. No hace falta decir que mis prioridades
son diferentes de lo que solían ser.

103
APOLION

—Ay, no, no nada así. Efectivamente me


se trata de
imagino que tú tienes razón para reprenderme un poco des-
pués de hoy.
—¿Por tirarte en mi contra en Oye,
el calor de la batalla?
hice mi cuota de esto. En las situaciones de emergencia
médica, tú eres el que manda. Necesito que sepas que yo sé
eso y que lo respeto. Doctor, ya no queda tiempo para andar
con jerarquías. Ahora, ¿qué tienes en mente?
— Tengo el problema de Patty.
— Todos lo tenemos Carlos. Ella fue una muchacha bri-
llante y atractiva. Bueno, más atractiva que brillante pero
ahora estás viendo lo peor de ella, y pienso que está recupe-
rándose. Puede que la aprecies más dentro de unas pocas
semanas.
—Sólo para que lo sepas,sensación que ella y tú
tengo la

solían trabajar juntos y que, pese a que nunca tuvieron una


aventura...
— No me enorgullezco de eso pero
Sí, está bien. lo admito.
—De todos modos, no de que se trata ella esté en malos
pasos y que sea tan difícil. Me conmueve ver como todos
ustedes demuestran interesarse tanto por ella y quieren que
llegue a ser creyente.
Raimundo suspiró. —Esto de que ella crea pero no quiera
aceptarlo me tiene trastornado. Hasta está a medio camino
lógico de ello. Ella no es una que deba ser convencida de que
no es digna, ¿no?
— convencida que rehusa aceptar
Ella está tan que sabe lo
que es gratis.
—Entonces, ¿cuál problema, doctor? ¿Piensas que
es tu
espiritualmente una causa perdida?
ella es
Carlos movió cabeza. — Quisiera que
la de fuera así
simple. Mi problema no tiene sentido alguno. Tú mismo
dijiste que no hay nada atractivo en esta mujer. Es evidente

que cuando estaba sana era despampanante pero el veneno ha


hecho su obra y la enfermedad se ha cobrado su cuota. Ella

104
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

no es lógica cuando habla y, espiritualmente, está en la


bancarrota.
—Entonces, ¿quieres tirarla a un lado y eso te hace sentir
culpable?
Carlos se paró y dio la espalda a Raimundo. No, señor, —
lo que quiero es amarla. Yo la amo. Quiero abrazarla y besarla
y hablarle — su voz se puso temblorosa —
Me intereso tanto
.

por ella que me he convencido que le puedo devolver la salud


total amándola, física y espiritualmente. Se dio vuelta
y
enfrentó a Raimundo. —
¿Eso no te lo esperabas, ¿verdad?

Estando Camilo y Cloé acostados, él dijo: —¿Podrás dormir


si yo me voy por un rato?

Ella se incorporó. —
¿Vas a salir? No es seguro.
—Carpatia demasiado concentrado en Elias y Moisés
está
para preocuparse por nosotros en este momento. Quiero ver
si puedo encontrar a Jacobo, y quiero ver que harán los

testigos como respondiendo a las amenazas de Nicolás.


— —
Tú sabes lo que harán dijo ella, recostada de nuevo —
Harán lo que quieran hasta que llegue la hora fijada, y ay de
aquellos que traten de hacer méritos con el potentado tratando
de matarlos antes del plazo.
— De todos modos, me gustaría...

—Camilo, hazme un Promete que no te irás de aquí


favor.
hasta que yo esté profundamente dormida. Entonces me
preocuparé solamente cuando tenga que hacerlo, si no estás
aquí cuando yo me despierte en la mañana.
Camilo se vistió y fue a ver si Zión estaba levantado
todavía. No lo estaba pero Rosenzweig estaba hablando por
teléfono.
—León, insisto en conversar con Nicolás... Sí, yo sé todo
de tus malditos títulos y te recuerdo que yo conocía a Nicolás
como amigo antes que fuera Su Excelencia y potentado de
esto y aquello. Por favor, ahora, pásale el teléfono... ¡Bueno,
entonces, tú me dices lo que le pasó a mi chofer!

105
APOLION

Rosenzweig divisó a Camilo, le hizo señas para que se


sentara y apretó el altoparlante del teléfono. León estaba a la
mitad de una amenaza.
—Nuestras fuerzas de inteligencia nos dicen que su hom-
bre se convirtió.
—¿Se en qué? ¿Ya no
convirtió es más judío? ¿No más
israelita? ¿No trabaja más para mí? ¿Qué estás diciendo? Él
lleva años conmigo. Si sabes donde está dímelo y yo iré a
buscarlo.
—Doctor Rosenzweig, con el debido respeto, señor, le

estoy diciendo que su hombre es uno de ellos. Queríamos que


el doctor Ben-Judá tuviera una escolta personal de guardias
de la CG cuando volviera al vehículo de Jacobo, pero él salió
corriendo del estadio disparando con un arma de alto poder
de fuego. ¿Quién puede decir cuántos guardias y civiles
inocentes murieron?
—Yo. Ninguno. Eso hubiera salido en todas las noticias.
Oí la misma historia. Tu gente venía detrás de Ben-Judá para
vengarse por la vergüenza que pasó Nicolás y hubieran podi-
do hacerle quién sabe qué cosas si él no se hubiera desapare-
cido por su propia cuenta.
—Él no estaba solo. Estaba con la esposa de Camilo
Williams, que ha resultado ser una subversiva americana que
escapó de una de nuestras instalaciones en Minnesota, donde
estaba detenida para ser interrogada.
Rosenzweig dio una mirada a Camilo, que estaba sentado,
moviendo su cabeza lentamente como preguntándose donde
habían soñado todas esas cosas. Fortunato prosiguió: —Se
sospechaba que ella se dedicó al pillaje después del terremoto.

León, ¿Jacobo está vivo?
Hubo una pausa. Rosenzweig se enojó. León, te juro, —
que si ha sucedido a ese joven...
algo le


Doctor, no le ha pasado nada. Yo estoy tratando de
entrenarlo a usted para que me trate apropiadamente.

106
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— Oh, por el cielo, León, ¿no hay cosas más importantes


de qué preocuparse ahora? ¡Algo cómo la vida de la gente!
— Doctor Rosenzweig, Comandante Supremo.
— ¡Pamplinero Supremo! — grito Rosenzweig — . ¡Yo
voy a ir a buscar a mi Jacobo, y si tú tienes alguna información
que me sirva, mejor que me la des ahora!
— ¡No tengo que soportar que usted me hable de esa
manera, señor!
Y León colgó el teléfono.

Raimundo puso un brazo en el hombro de Carlos mientras



volvían a la casa, y decía: Yo no soy consejero sentimental,
pero tienes razón cuando dices que esto no tiene sentido. Ella
no es creyente. Tú tienes edad suficiente para conocer la
diferencia entre lástima y amor y entre compasión médica y
amor. Apenas la conoces, y lo que conoces no es bello. No se
necesita ser un científico para ver que esto es otra cosa de lo
que piensas que es. ¿Solitario? ¿Perdiste tu esposa en el
arrebatamiento?
—Uhu-huh.
— Mejor que me hables de ella.

107
SIETE

Antes de salir con Jaime, Camilo miró a Cloé, que parecía


profundamente dormida.
Jaime le preguntó: —
¿Te importa manejar? ha pasado
tanto tiempo desde que me lo permitían.
— ¿Se lo permitían?
Jaime sonrió con cansancio. —
Una vez que en este país
te vuelves, cómo lo diría, una celebridad, especialmente en

esta ciudad, eres tratado como rey. No puedo ir a ninguna


parte sin una escolta. Ni siquiera era famoso cuando hiciste
la primera historia de primera plana sobre mí.

— Sin embargo, se le reverenciaba.


Jaime habló con Jonás, el portero, para saber lo último
sobre Jacobo. —¿Esteban? —
le escuchó Camilo decir. Luego

algo urgente y airado, pero en hebreo.


Jaime dirigió a Camilo al último sitio del garaje y Camilo
se puso al volante de un antiguo sedán. —
No quiero que todos
sepan que soy yo que viene. El Mercedes es muy conocido.
el

Tú sabes manejar con cambio manual, ¿no?


Camilo maniobró el embrague y rápidamente captó las
veleidades de la transmisión manual. Le preocupaba más el
mal estado de las gomas. —
¿Tiene idea hacia dónde vamos?
— Sí, me temo que sí. Jacobo es alcohólico — dijo Jaime.

109
APOLION

Camilo le hizo una pregunta de doble sentido. ¿Usted —


tiene un alcohólico de chofer?
— Él se abstiene. Le dicen recuperación pero en momen-
tos de vuelve a
crisis, él andadas.las
—¿Se cae carro?
le del
—No conozco ese dicho.
—Es un antiguo dicho norteamericano. A comienzos del
siglo veinte había una organización llamada Unión Cristiana
de Sobriedad de Mujeres, que solía entrar con el Carro de
las

la Sobriedad en las ciudades, proclamaban los males del


alcoholismo y pedían a los borrachos que dejaran de beber y
se subieran al carro. Cuando un hombre sobrio volvía a beber,
se decía que se caía del carro.
—Bueno, me temo que eso es lo que pasó aquí dijo —
Jaime, señalando donde Camilo tenía que virar. Al ir entrando
a vecindarios más pequeños con casas y edificios más cerca
unos de otros, Camilo empezó a darse cuenta de cosas que no
había visto cuando manejó desde la casa de Jaime al estadio.
Jerusalén se había puesto sucia. ¡Cuánto le había gustado
ciudad hacía tan sólo unos pocos años! Tenía sus
visitar esta
zonas derruidas pero en general había sido conservada con
orgullo. Desde las desapariciones habían surgido ciertos tipos
de delitos y actividades libertinas que él nunca hubiera espe-
rado ver en público ahí. Los borrachos iban tropezando,
algunos con sus brazos rodeando a las damas de la noche. Al
adentrarse en la ciudad, Camilo vio clubes de "striptease",
lugares donde tatuarse, lugares donde adivinaban la suerte y
establecimientos calificados con triple X, o sea, sólo para
adultos.
—¿Qué ha sucedido a su ciudad?
le

Jaime protestó e hizo señas de no querer hablar de eso.


— Esto es algo de lo cual quisiera hablar con Nicolás. ¡Todo
ese dinero gastado en el nuevo templo y en mover la mezquita
de la Roca a Nueva Babilonia! ¡Ají Este fulano, el Pedro
Segundo, que viste esos ropajes tan ostentosos y acoge bien

110
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

a los judíos ortodoxos en la fe del Enigma Babilonia. Yo ni


siquiera soy religioso y me preocupa
necedad de todo eso.
la
¿Qué quieren decir con eso? Durante siglos los judíos han
sostenido que ellos adoran al único Dios verdadero, y ¿eso
encaja ahora de alguna manera con una religión que acepta a
Dios como hombre y mujer y animal y quién sabe qué más?
Y uno ve el efecto que eso tiene en Jerusalén. ¡Haifa y Tel
Aviv están peores! Los ortodoxos están encerrados en su
nuevo templo que resplandece, carneando animales y vol-
viendo a los sacrificios literales de siglos pasados pero ¿qué
impacto ejercen en esta sociedad? ¡Ninguno! Se supone que
Nicolás sea mi amigo. Si me recibe, le informaré de esto y las
cosas cambiarán.
«Cuando mi Jacobo, a propósito, es un hombre de mara-
villoso espíritu, se cae del carro, como dijiste, termina en la
misma calle, en el mismo bar y en el mismo estado.
— ¿Con cuánta frecuencia ocurre esto?
— No más de dos veces al año. Yo lo reto, lo amenazo y
hasta lo he despedido pero él sabe que le tengo afecto. Él y
Hannelore, su esposa, aún están tristes por dos pequeñuelos
que perdieron en las desapariciones.
Camilo se apenó al darse cuenta que había presionado espiri-

tualmente a Jacobo sin llegar a conocerlo. Él sólo podía abrigar la

esperanza que Jaime estuviera equivocado tocante a Jacobo y que


no lo encontraran donde el anciano esperaba hallarlo.
Jaime dirigió a Camilo a un estacionamiento en medio de
una hilera de vehículos y furgones que tapizaba una calle llena
de gente. Ahora ya era pasada la medianoche y Camilo se
sintió repentinamente abrumado de fatiga.

— ¿El harén? —
dijo, leyendo el cartel con luces de
neón — ,
seguro que
¿está esto es sólo un bar?
—Camilo, estoy seguro que no lo es. No quiero pensar en
que otras cosas pasan ahí dentro. Nunca he entrado. Habitual-
mente espero aquí fuera mientras mi jefe de seguridad entra
y arrastra a Jacobo para fuera.

111
APOLION

—¿Por eso yo estoy aquí?


—No te que
pediría puede que tengas
hicieras eso pero
que ayudarme porque si yo no puedo con él. No me
se resiste,
hará daño, ni siquiera borracho, pero un anciano pequeño no
puede hacer que una pesada muía como este joven vaya a
ninguna parte donde no quiera ir.
Camilo estacionó y se quedó sentado pensando. Espero —
que se equivoque, doctor Rosenzweig. Espero que Jacobo no
esté ahí.
Jaime sonrió. —
¿Crees que porque se hizo creyente no se
emborrachará después que le dispararon? Amigo mío, eres
demasiado ingenuo para ser un periodista internacional. Tu
nueva fe te ha nublado el juicio.
—Espero que no.
—Bueno, ¿ves ese camión grande que ese está allá, viejo
Ford —Camilo
inglés? — Es de Esteban, uno de mi
asintió .

personal de valet. Él vive entre este punto y el estadio Teddy


Kollek, y es el socio de borracheras de Jacobo. Esteban no
sufre como Jacobo. El puede resistir el licor como decimos
aquí. Hoy no se presentó a trabajar, pero si yo fuera hombre
que gusta de apostar, apostaría que Jacobo corrió donde él
cuando huía de los guardias de la Comunidad Global. Natu-
ralmente estremecido y asustado a muerte, no cabe duda que
permitió que Esteban lo trajera a su lugar preferido. No puedo
echarle esto en cara a Jacobo pero lo quiero sano y salvo. No
quiero que haga el ridículo en público, especialmente si es un
prófugo de la CG.
—Doctor Rosenzweig, yo no quiero que él esté aquí.

—Tampoco pero no soy un joven que todavía


yo, cree en
los peces de colores. Se supone que con la edad llegue la

sabiduría. Francamente, yo desearía que llegara menos. He


ganado sabiduría que ahora no puedo recordar. Tengo lo que
llamo ''momentos de madurez" cuando recuerdo detallada-
mente algo que pasó hace sesenta años pero no puedo recordar
que conté la misma cosa inedia hora antes.

112
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Yo no tengo y años, y no


ni treinta tengo
tres obstante,
mi cuota de esos momentos.
Jaime —¿Repíteme, cómo llamas?
sonrió. te
—Vamos a buscar a Jacobo. Yo digo que no él está aquí,
aunque Esteban sí esté.

Jaime — Yo espero que Jacobo aquí porque de


dijo: esté
no ser así, significa que se perdió o lo arrestaron o algo peor.

La historia del doctor Carlos Floid era tan parecida a la de


Raimundo que asustaba. También tuvo una esposa que se
tomaba en serio su fe mientras que él, un profesional respe-
tado, jugaba en las fronteras de la fe.
— ¿Asistías habitualmente a la iglesia? —preguntó Rai-
mundo por experiencia propia — . ¿Sólo que no querías me-
terte tan profundamente como tu esposa?
Carlos dijo: —Exactamente. Ella siempre me decía que mis
buenas obras no me llevarían al cielo y que si Jesús volvía antes
que yo muriera, yo sería dejado atrás —movió la cabeza — ,
yo
escuchaba sin oír, ¿entiendes lo que quiero decir?
—Hermano, me estás contando mi historia, ¿también
perdiste hijos?
—No en el arrebatamiento. Mi esposa perdió uno, y perdi-
mos una niña de cinco años de edad en un accidente de tránsito
en su primer día de clases —y Carlos se quedó callado.
—Lo siento — dijo Raimundo.
Carlos contestó con voz ronca. —Fue espantoso. Gigi y
yo la vimos en la esquina, esa mañana, y LaDonna estaba tan
feliz como era posible. Pensamos que se asustaría o se pondría
tímida, efectivamente como que esperábamos que así fuera
pero a ella se le tiempo de espera para empezar
hacía largo el

la escuela con su nuevo uniforme, su caja del almuerzo, y todo

lo demás. Gigi y yo parecíamos chiflados, nerviosos por ella,


asustados. Yo decía que dejarla en un autobús grande e
impersonal me hacía sentir como que la estaba enviando a
enfrentar a los leones. Gigi decía que no teníamos confianza

113
APOLION

en que Dios la cuidara. Media hora más tarde recibimos la


llamada.
Raimundo movió la cabeza.

—Me amargó. Me alejó más de Dios. Gigi sufrió, sollozó


de todo corazón hasta que casi me mató pero no perdió la fe.

Oraba por LaDonna, pedía a Dios que la cuidara, que le


le

dijera cosas, y todo eso.Fue una prueba enorme para nuestro


matrimonio. Nos separamos por un tiempo, esa fue mi opción,
no la de ella. Yo no toleraba verla con tanto dolor, y no
obstante, seguía jugando a la iglesia. Ella decía que eso no
era un juego y que si yo quería volver a ver a LaDonna, tenía
que ponerme bien con Jesús. Bueno, le hablé bien claro a
Jesús, totalmente claro. Le dije lo que pensaba de lo que Él
había permitido que le pasara a mi niñita. Yo fui muy desgra-
ciado por mucho tiempo.
Se sentaron en la mesa de la cocina, donde Raimundo
podía oír la respiración uniforme y rítmica de Patty.
—¿Sabes que me convenció? — súbitamente dijo Carlos.
Raimundo hizo un —¿Quieres
ruido. fuera decir del
arrebatamiento? pues eso fue que me llamó
lo la atención.

—Yo ya estaba realmente convencido antes de eso sólo


que nunca apreté ¿entiendes?
el gatillo,

Raimundo —Sabías que esposa


asintió. razón
tu tenía la
pero no a Dios.
se lo dijiste
—Exactamente pero que me convenció fue
lo Gigi. Ella
nunca dejó de amarme, a través de todo aquello. Hombre, yo
fui un desgraciado, malo, brusco, egoísta, mal educado, des-
preciativo. Ella sabía que yo vivía el duelo, que sufría mucho.
La luz de mi vida se había apagado. Yo amaba tanto a
LaDonna que fue como si me hubieran arrancado el corazón
pero cuando trataba de tapar el dolor trabajando muchas
horas, y siendo imposible con mis colegas y todos los demás,
Gigi sabía precisamente cuándo llamar o mandar una notita.
Cada vez, cada inmunda vez, Raimundo, ella me recordaba
que me amaba, que se interesaba por mí, que quería que yo

114
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

regresara, y que estaba lista para hacer lo que yo necesitara a


fin de facilitarme la vida.
—Vaya.
—Vaya es lo correcto. Ella estaba tan dolida como yo pero
ella me invitaba a cenar, me traía comidas, se ocupaba de lavar
y planchar mi ropa —
ella también trabajaba de limpiar mi — ,

departamento —
se rió —
me humillaba, eso es lo que hacía.
,


¿Ella te recuperó?
— Seguro que sí. Hastame sacó de mi duelo. Eso llevó
unos cuantos años pero me fui volviendo una persona más
feliz, más productiva. Yo sabía que era Dios en su vida quien
le permitía hacer todo eso. Pero seguía pensando que si había
algo en este asunto del cielo y del infierno, Dios tendría que
considerarme con amabilidad porque yo ayudaba a la gente
todos los días. Hasta tenía la motivación correcta. Oh, me
encantaba la ayudaba a todo el mundo. Hacía
atención pero le

lo mejor que podía si mi paciente era millonario o un indigen-


te. Eso no me importaba en absoluto. Alguien necesitaba

atención médica, pues recibían la mejor de mí.



Eso era bueno para ti.

Sí, bueno para mí pero tú y yo sabemos que me dio eso

cuando Jesús volvió. Fui dejado atrás.


Carlos miró a Patty. Raimundo fue a traer galletitas y

bebidas del refrigerador. —No quiero hablar mal de un viejo


amigo pero te sugiero que pienses en la clase de mujer que
era tu esposa antes de considerar a Patty como reemplazante.
Carlos frunció boca y asintió.
la


No digo que Patty no pudiera llegar a ser esa clase de
persona — agregó Raimundo.

Lo sé pero no hay pruebas de que ella quiera serlo.

¿Sabes que voy a hacer?— dijo Raimundo poniéndose
de pie — voy a llamar a mi hija para decirle que la amo.
,


Carlos miró su reloj. ¿Sabes qué hora es donde ella está?
—No me importa y tampoco a ella le importará.

115
APOLION

Camilo y Jaime fueron mirados fijamente por hombres y


mujeres mientras se acercaban al Harén. El lugar era mucho
más grande por dentro de que parecía por fuera. Varias
lo
habitaciones, cada una llena de gente hombro con hombro,
algunos danzando, otros besándose con pasión, conducían al
bar principal donde las mujeres bailaban y la gente comía y
bebía.
— ¡Ají —
dijo Rosenzweig —
tal como lo pensé.

Amedida que entraban, Camilo buscaba con cuidado a


Jacobo y desviaba la vista cada vez que se encontraba con una
mirada que le decía "qué andas buscando". No todas las
parejas eran de ambos sexos. Este no era el Israel que él
recordaba. El humo era tan espeso que Camilo sabía que se
hubiera dañado menos los pulmones si él fumara.
Camilo no se dio cuenta que Jaime se había parado delante
de él y se tropezó con el anciano.
—¡Oh, Esteban! —
dijo Rosenzweig, y Camilo se dio
vuelta a tiempo para ver a un joven que tenía en su mano un
vaso rebosante de bebida alcohólica. Su pelo negro estaba
húmedo y enredado y se reía histéricamente. Camilo rogó que
estuviera solo.
—¿Está Jacobo contigo? —preguntó Rosenzweig.
Esteban apenas pudo recobrar el aliento pues estaba rién-
dose a carcajadas. Se dobló tosiendo fuerte y derramó parte
de su bebida en los pantalones de Rosenzweig.
— ¡Esteban! ¿Dónde Jacobo?está
—Bueno, ¡no conmigo! — Esteban, enderezándose
gritó

y riéndose más — ¡pero,


aquí mismo!
está
El corazón de Camilo se hundió. Él sabía que Jacobo
había sido sincero en su conversión y Dios lo había probado
con el sello en la frente. ¿Cómo podía Jacobo profanar su

propia salvación de esa manera? ¿Su roce con la CG había


sido más aterrador de lo que Camilo podía imaginar?
—¿Dónde? —preguntó Rosenzweig, claramente disgus-
tado.

116
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— Ahí adentro! —
i dijo Esteban
apuntando con su vaso,
riendo y tosiendo al mismo tiempo —
¡Está arriba de la
.

mesa pasando el mejor tiempo de su vida! ¡Ahora, déjeme


pasar para que no vaya a tener un accidente aquí mismo!
— Siguió adelante, riéndose tan fuerte que las lágrimas
corrían por su cara.
Jaime lucía sobrecogido y tenso al mirar en el salón
de donde "rugía" la música y titilaban
principal, las luces
estroboscópicas. —
¡Oh, no! gimió, retrocediendo hacia Ca-
milo — , completamente borracho. Este joven tímido que
está
apenas se atreve a mirarte a los ojos cuando te saluda, está
haciendo cosas frente a todo el mundo. No puedo soportar
esto. Voy a traer el automóvil. ¿Podrías hacer que sencilla-
mente se baje de esa mesa y arrastrarlo para fuera? Tú eres
más grande y fuerte que él. Por favor.
Camilo no supo qué decir. Nunca había sido un noc-
támbulo y aunque le había gustado la vida nocturna duran-
te un tiempo, nunca le habían agradado los bares ruidosos,
especialmente los que eran como este. El se abrió paso
mientras Jaime se apresuraba a salir del local. Camilo
empujó a través de varios clientes arracimados hasta que
llegó a las docenas que tenían su atención atrapada por el
loco joven israelita que estaba arriba de una mesa. Era
Jacobo, sin ninguna duda.

Raimundo se apuró para llegar al subterráneo y encontró allí


a Ken con el telescopio de Dany Moore en su regazo y el
microscopio en el escritorio. Ken estaba leyendo los diarios
técnicos de Dany.
—El chico era un genio. Estoy aprendiendo una tonelada
de cosas que nos van a puedes pasarle todo esto a
servir. Si

tu otro piloto y tu técnico de allá adentro, ellos pueden


tenernos al tanto cuando se les acabe su disfraz y todos
nosotros estemos tratando solamente de seguir vivos. ¿Qué
puedo hacer por ti?

117
APOLION

—Quiero a ir contigo
Israel el viernes.

—Apenas ¿No
escapaste. amigo Max que
te dijo tu eras
hombre muerto quedabas?
si te

—Yo no soy de que huyen. De todos modos no puedo


los
ocultarme de Carpatia por de mi como
el resto vida, corta sea.
—¿Qué fue que picó Ray?
lo te

—Sólo que hablé con Cloé. Huelo problemas. Nicolás no


los dejará salir vivos de Israel en ninguna forma. Tenemos
que ir a buscarlos.
—Cuenta conmigo. ¿Cómo lo hacemos?

Camilo dejó de disculparse pues, de todos modos, lo insulta-


ban. Finalmente llegó lo bastante cerca como para oír a
Jacobo pero éste hablaba en hebreo y Camilo no entendió
nada. Bueno, casi nada. Jacobo gritaba y gesticulaba y trataba
de mantener la atención de la gente. Ellos se reían de él y
parecía que lo maldecían, silbando y tirándole colillas de
cigarrillos. Dos mujeres lo bañaron con sus tragos.
La cara del muchacho estaba enrojecida y parecía eufóri-
co pero no estaba bebido, no entonces al menos. Camilo
reconoció la palabra Yeshua, hebreo de Jesús; y Hamashiaj,
el hebreo de Mesías.

—¿Qué dice? —preguntó a un hombre que estaba cerca.


El borracho miró como fuera de
lo si —¿Inglés? otro planeta.
— Camilo.
dijo
— ¡Maten —
al hombre — ¡también
inglés! dijo el ,
al

norteamericano!
Camilo volvió a
se —¿Inglés? —preguntó—
otros. ,
¿al-

guien sabe inglés?


Una muchacha del bar que llevaba varios vasos vacíos,
dijo: —Yo hablasé, rápido.
—¿Qué dice?
Ella alzó los ojos a Jacobo. —¿Él? Lo mismo que ha
estado diciendo toda la noche. "Jesús es el Mesías. Lo sé. Él
me salvó". Toda esa necedad. ¿Qué te puedo decir? El jefe lo

118
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

hubiera arrojado fuera de aquí hace mucho rato pero él resulta


divertido.
Jacobo era algo más que divertido. Su motivo podía haber
sido puro pero no estaba haciendo ningún impacto. Camilo
se acercó y le tomó el tobillo. Jacobo miró: ¡Camilo! ¡Mi —
amigo y mi hermano! ¡Este hombre les hablará! ¡Él estaba
allá! ¡Él vio el agua ser convertida en sangre y de nuevo en

agua! Camilo, sube.


— ¡Jacobo, vamos! —
dijo Camilo moviendo la cabeza —
¡No voy a subir ahí! Nadie escucha. Vamos, Rosenzweig
espera.
Jacobo pareció azorado. —
¿Él está aquí? ¿Aquí? ¡Haz
que entre!
— Estuvo dentro. Ahora, vamos.
Jacobo bajó de la mesa y siguió animadamente a Camilo
hacia la calle, aceptando las vivas y las palmadas en la espalda
de parte de los festejantes. Estaban cerca de la puerta principal
cuando Jacobo divisó a Esteban que se dirigía en sentido
contrario.
— Espera Ahí mi amigo Tengo que
¡ !
¡
está que me ! decirle
voy.
— dará cuenta! —
¡Él se Camilo, sacándolo pordijo la

puerta.
En automóvil Rosenzweig fulminó con la mirada a
el

Jacobo que dijo: —


Doctor, no estaba bebiendo. Ni una sola
gota.
—Oh, Jacobo — Rosenzweig mientras Camilo
dijo se
alejaba de cuneta—
la . por entero y yo
El olor te traspasa te

vi arribade mesa.
la

— ¡Huela mi — Jacobo inclinándose.


aliento! dijo
—No quiero oler tu aliento.
— ¡No! vamos. Se demostraré —Jacobo sopló
lo en fuerte la

cara de Rosenzweig y Jaime hizo muecas dando vuelta la cara.


Rosenzweig miró Camilo. — Hoy comió
a pero no ajo
huelo alcohol.

119
APOLION

— ¡Por supuesto que no! — Jacobo


dijo —
yo estaba
,

predicando. Dios me Soy uno de los 144.000


dio la audacia.
testigos como dice el rabino Ben-Judá. Seré un evangelista
de Dios.
Jaime se hundió en el asiento y levantó las dos manos
diciendo. —Ay, desearía que estuvieras ebrio.

Luego de que había pasado tras bambalinas en Israel,


oír lo
Ken aceptó que era probable que Carpatia fabricara "alguna
tragedia fuera de su control", algo que pueda culpar a otra
persona pero la gente que queremos va a morir inde-
pendientemente de cómo uno mire el asunto.
— Ken, no quiero pasar por necio pero no voy a ocultarme
aquí limitándome a esperar que ellos puedan escapar dijo —
Raimundo.
— Yo he estado cabalgando por el cielo a ese yerno tuyo
desde Las desapariciones, y tú tendrías que ponerte aun más
necio que ese muchacho. Vamos a tener que mantenernos en
contacto con tu copiloto de allá. Yo puedo enseñarte mucho
del Gulfstream pero nadie puede aterrizado sin una pista.
— ¿Eso significa?
— Vas a tener que estar fijándote en una forma de reco-
gerlos bien rápida, correcto? ¿Probablemente desde la man-
sión de este Rosen... como se llame?
— Sí. Voy a sugerirle a Zión que anuncie planes para el
sábado, algo que Carpatia crea que él no querrá perderse.

Entonces llegamos allá a la medianoche del viernes y los


sacamos de ahí.
—A menos que ellos se encuentren con nosotros en
alguna parte cerca del aeropuerto, vamos a tener que bajar y
recogerlos. Y eso significa un helicóptero.
— ¿No podemos alquilar uno? Yo podría pedirle a David
Jasid, nuestro hombre en la CG, que tenga uno esperándonos
en Jerusalén o en el Ben Gurión.

120
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins


Magnífico pero vamos a necesitar dos pilotos. No hay
forma en que McCullum pueda salir para ayudarnos.
—¿Qué soy yo, hígado picado finito?
Ken se dio un golpe en la cabeza. —Mira lo que dije, ¡qué
idiota! Entonces, ¿estás entrenado para helicópteros?
—Max me preparó. Aterrizo cerca del complejo y les hago
el transbordo a ti que te quedas en el aeropuerto, ¿correcto?
—Mejor será que te consigas
un plano del lugar antes que
vayamos. Vas a tener muy poco tiempo para aterrizar uno de
esas cosas tan ruidosas en plena zona residencial. Alguien te
ve en su patio y los policías estarán allí antes que puedas
lanzarte nuevamente al aire.

—¿Tu esposa sabe dónde has estado? —preguntó Rosenz-


weig a Jacobo cuando Camilo paró frente al edificio de
departamentos.
—La llamé por saber de qué cosa
teléfono. Ella quiere
locaestoy hablando.
—¿Por qué primero ese
fuiste horroroso? a lugar
—Me escapé casa de Esteban. quería Yo
a la Él ir. pensé,
¿qué mejor para empezar
lugar a predicar?
— Eres un necio — Rosenzweig. dijo
— ¡Sí, lo soy!
Camilo le tiró Jacobo. — Llama
su celular a esposa a tu
para que no la asustes mortalmente cuando entres.
Pero antes que Jacobo marcara, el teléfono sonó, y él dijo:
— ¿Qué es esto? Yo no lo hice.
— Aprieta sena y di "aquí Camilo".
Era Cloé. —Señor Williams, ella tiene que hablarle de
inmediato.
Camilo tomó el teléfono y le dijo a Jacobo. —Espera aquí
hasta que podamos advertir a tu esposa que llegaste.
Cloé le contó a Camilo de la llamada de su padre y su
pedido de un esquema de la propiedad de Rosenzweig. Yo —
lo haré cuando sea apropiado susurró Camilo. —
121
APOLION

Más tarde, cuando finalmente entró por los portones de la


casa de Jaime, no parecía que erael momento apropiado para
hacer el esbozo. Rosenzweig todavía era un simpatizante de
Carpatia y no lo entendería.' Hasta podría delatarlos. Camilo
se quedó en el vehículo mientras Rosenzweig bajaba.
—¿No bajas? te

—¿Me puede un más


prestar automóvil?
rato el

—Llévate Mercedes.
el

—Este me Cloé
sirve bien. Si todavíaestuviera levantada,
dígale que puede llamarme.
—¿Dónde vas?
— no
Prefiero no no
decirlo. Si que mentir
sabes, tienes si

alguien pregunta.
—Esto demasiada estupidez para mí, Camilo. Cuídate
es
y apúrate en regresar, ¿quieres? Tú y tus amigos tienen otro
gran día mañana o ¿debiera decir hoy?
Camilo manejó derecho al Muro de los Lamentos. Como
lo esperaba después del intercambio de palabras de los dos
testigos y Carpatia, y de las amenazas que Nicolás hizo por
la televisión una gran muchedumbre
internacional, había
apretándose cerca de la reja que cercaba el lugar donde Elias
y Moisés moraban. La CG estaba bien representada con
guardias armados que rodeaban a la multitud.
Camilo estacionó lejos del Monte del Templo y se fue
andando como un turista curioso más. Moisés y Elias estaban
espalda con espalda, y Elias enfrentaba a la multitud. Camilo
nunca los había visto en esa posición y se preguntó si Moisés
estaba vigilando de alguna forma. Elias estaba hablando con
su potente y penetrante voz, pero en ese momento, competía
con el jefe del escuadrón de la CG y su altoparlante. El guardia
estaba haciendo un anuncio en varios idiomas, primero en
hebreo, luego español, luego un idioma asiático que Camilo
no pudo identificar. Por último, habló en un inglés fragmen-
tario con un marcado acento hebreo, y Camilo se dio cuenta
que el guardia CG era israelita.

122
Tim LaHaye & Jcrry B. Jenkins

— ¡Damas y caballeros, su atención, por favor! El supre-


mo comandante dela Comunidad Global me ha pedido que

lesrecuerde a los ciudadanos la proclama efectuada por Su


Excelencia el Potentado Nicolás Carpatia... aquí la multi- —
tud prorrumpió en vivas y aplausos —
que los dos hombres
que ven ante ustedes están bajo arresto domiciliario. Están
confinados a esta zona hasta que termine la Reunión de los
Testigos, el viernes por la noche. Si salen de esta zona antes
de eso, cualquier personal CG o ciudadano civil tiene el
derecho de detenerlos por la fuerza, herirlos o exterminarlos.
Además, si son vistos en cualquier parte, repito en cualquier
parte, después de ese momento, serán muertos.
La multitud que estaba cerca de la reja dio vivas locamen-
te de nuevo, riéndose, ridiculizando, apuntando con el dedo,
y escupiendo a los testigos pero, de todos modos, se mante-
nían a unos diez metros de ellos, habiendo sabido de los que
fueron muertos por los testigos, si es que no los habían visto.
Aunque muchos decían que los dos testigos mataban capri-
chosamente a la gente que se les acercaba demasiado, el
mismo Camilo había visto a un soldado mercenario que los
atacaba con un rifle de alta potencia. Este soldado quedó
incinerado por el fuego que salió de la boca de los testigos.
Otro hombre que había saltado hacia ellos, blandiendo un
cuchillo, parecía haber chocado contra una pared invisible y
cayó muerto.
Por supuesto que los testigos parecían no estar afectados
por la proclama o el guardia con el altoparlante. Seguían
inmóviles espalda con espalda, pero había una enorme dife-
rencia entre la manera en que lucían hoy y cómo se veían la
primera vez que Camilo los vio. Debido al increíble interés
que atraían hacia sí por las reuniones televisadas desde el
estadio Kollek, y por haber sido nombrados por León Fortu-
nato y el mismo Carpatia, los periodistas habían convergido
en este lugar.

123
APOLION

Había focos gigantescos iluminando la zona, un foco


refulgente bañaba a los testigos pero ninguno pestañeaba ni
volvía la cara contra la luz. La luz excesiva sólo servía para
destacar sus rasgos únicos: caras fuertes y angulosas, ojos
profundamente metidos en órbitas huesudas bajo cejas muy
pobladas.
Nadie los veía ir o venir; nadie sabía de dónde eran.
Parecían raros y sobrenaturales desde el comienzo, vistiendo
sus burdos ropones de cilicio y andando descalzos. Eran
musculosos y, sin embargo, huesudos, con piel correosa;
caras oscuras de líneas bien marcadas y pelo y barba largos y
enmarañados. Algunos decían que eran reencarnaciones de
Moisés y Elias pero si Camilo tenía que adivinar, hubiera
dicho que eran los dos personajes veterotestamentarios en
persona. Lucían y olían centenariamente viejos, y los seguía
un aroma humoso y polvoriento.
Sus ojos eran como de fuego, sus voces eran sobrenatu-
ralmente fuertes y se oían a kilómetro y medio sin necesidad
de amplificadores.
Un israelita le gritó una pregunta en hebreo y el guardia
de la CG tradujo a todos los idiomas. —
El quiere saber si le
castigarían por matar ahora a estos dos hombres, ahí mismo
donde están.
La multitud volvió a dar vivas al entender cada grupo lo
que se decía. Por último, el guardia CG respondió.
— Si alguien los matara esta misma noche, sería castigado
únicamente si un testigo ocular diera testimonio contra él. Yo
no sé que haya aquí esos testigos oculares en absoluto.
La gente se rió y manifestó estar de acuerdo incluyendo
a los otros guardias. Camilo retrocedió. La CG acababa de
autorizar a cualquiera para que asesinara a los testigos sin
temer represalias. Camilo estuvo tentado de advertir a cual-
quiera que fuera tan necio, que él había visto personalmente
lo que le sucedía a unos asesinos anteriores, pero Elias se le
adelantó.

124
Tim LaHaye & Jcrry B. Jenkins

Moviendo apenas los labios pero hablando tan alto que


parecía gritar a todo pulmón, Elias le habló a la gente:
—Acerqúense y no cuestionen esta advertencia del Señor de
los ejércitos. Elque se atreva a atacar a los siervos del Dios
Altísimo por Él nombrados, ¡sí, a los candeleros del que se
sienta más arriba de los cielos, ese mismo ciertamente morirá!
La multitud y los guardias retrocedieron ante la fuerza de
su voz pero pronto volvieron a acercarse de a poco, insultan-
do. Elias volvió a decir: —No tienten a los elegidos pues ir

contra las voces que claman en el desierto es designar que el


propio cadáver arda ante los ojos de otros chacales. El mismo
Dios consumirá la carne de ustedes y la arrancará de sus
huesos antes que ustedes hayan dejado de respirar.
Un hombre enloquecido, riendo desaforablemente, blan-
día un voluminoso rifle de alta potencia. Camilo contuvo la

respiración mientras el hombre lo esgrimía por encima de la

arma tenía una


multitud, y el resto le gritaba advertencias. El
mira en cañón que la identificaba como rifle de tirador
el

escondido con potencia para matar desde casi mil metros.


Camilo se preguntaba, ¿por qué un hombre que poseía un
arma como esa iba a arriesgarse a ponerse al alcance de los
testigos y de su probado poder para destruir?
El guardia CG se interpuso entre el hombre y la reja de
hierro forjado, tras la cual estaban los testigos. El guardia le
habló en hebreo al hombre pero era evidente que éste no
entendía.
— ¡Inglés! — hombre pero no sonaba norteameri-
gritó el
cano. Camilo no pudo identificar su acento. El guardia em-
pezó diciendo en inglés: — Si usted hace esto como servicio
para la Comunidad Global, debe asumir la plena responsabi-
lidad de las consecuencias.
— ¡Usted que no había
dijo testigos oculares!
—Señor, todo mundo mirando por
el está televisión y la

Internet.
— Entonces un seré ¡Fuera de mi camino!
héroe.

125
APOLION

El guardia no se movió hasta que el hombre le apuntó con


el rifle. Entonces
guardia se perdió en las sombras y el
el

hombre se quedó solo de cara a la reja. Y nada más. Los


testigos no estaban.
—Amenacen quemar mi carne, ¿quieren? espetó el —
enfurecido hombre —
Cobardes, enfrenten primero esta po-
.
¡

tencia de fuego!
El guardia CG volvió a hablar por el altoparlante con
urgencia. — ¡Revisaremos la zona detrás de la reja! Si esos
dos no están ahí, están transgrediendo la orden directa del
mismo Potentado y cualquiera les puede disparar a voluntad
sin temer condena!

126
OCHO

atmósfera era en esa mañana de jueves en


LaMonte Templo aunque
del
festiva
alba apenas comenzaba a
el
el

despuntar. Eran centenares de personas las que se habían


quedado ahí charlando sobre la prosapia de los dos ancianos
para desafiar a Carpatia, y para exponerse ellos mismos al
ataque de cualquier individuo del mundo. Los ancianos eran
presa fácil y, con toda seguridad, iban a estar muertos en
pocos minutos más.
Naturalmente que Camilo sabía cual era la verdad. Había
estado aprendiendo de Bruno Barnes, y luego de Zión Ben-
Judá, y sabía que querían decir los testigos con eso de "la hora
fijada". La profecía bíblica decía que los testigos recibirían
poder de Dios para profetizar durante mil doscientos sesenta
días, vestidos con cilicio. Bruno y Zión sostenían que esos
días se contaban desde el momento en que se firmara un
tratado entre el anticristo e Israel por siete años de paz que—
también coincidían con la tribulación de siete años de dura-
ción. Hacía poco más de dos años que se había firmado ese
tratado, y 1260 días dividido por 365 era igual a tres años y
medio. Camilo calculaba que aún faltaba más de un año para
la hora fijada.

127
APOLION

Súbitamente llegó la prédica de los dos ancianos voceada


al unísono desde las faldas de la colina llamada el Monte de
los Olivos. El gentío comenzó a correr en esa dirección,
gritando muerte a ellos. Los testigos hablaban con un volu-
men de voz que cada palabra era clara a pesar de la
tal

confusión, el ruido y de los guardias armados que corrían


mientras preparaban sus armas para disparar.

¡Escúchennos, siervos del Señor Dios Todopoderoso,
Hacedor del cielo y de la tierra! Miren, nosotros somos los
dos olivos, los dos candeleros que están ante el Dios de la
Tierra. Si cualquier hombre nos hiere, saldrá fuego de nues-
trasbocas y devorará a nuestros enemigos. Si cualquier
hombre intenta hacernos daño, ¡de esa misma manera debe
ser matado! ¡Oigan y dense por notificados!
«Se nos dio el poder de cerrar el cielo para que no llueva
durante la época en que profeticemos. Sí, tenemos el poder
sobre las aguas para convertirlas en sangre y para golpear la

Tierra con todas las plagas tan a menudo como queramos.


«¿Y cuál es nuestra profecía, oh, generación de víboras y
serpientes que hicieron a la santa ciudad de la muerte y
resurrección del Mesías, semejante a Egipto y Sodoma?
Aquel Jesús de Belén, el hijo de María virgen, en el comienzo
era con Dios, y Él era Dios y Él es Dios. ¡Sí, Él cumplió todas
las profecías delMesías venidero, y reinará y gobernará desde
ahora y para siempre, el mundo infinito, amén!
Los gritos iracundos de israelitas y turistas enfurecidos
llenaban el aire. Camilo siguió, con los oídos llenos de su
propio jadeo. Las luces de la prensa no habían llegado a los
testigos, y nada los iluminaba desde el cielo pero ellos brilla-
ban como la luz del día en el umbroso olivar. Era una visión
sobrecogedora y aterradora. Camilo deseó arrodillarse y ado-
rar alDios que era veraz a su palabra.
Camilo alcanzó a la turba en la base de la colina cuando ellos
iban llegando ahí y se resbalaban en el pasto humedecido por el
rocío. —A nosotros nos incumbe traer lluvia —proclamaban los

128
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

testigos, y una catarata de agua helada se derramó desde el


cielo empapando a la multitud, incluso a Camilo. El lugar no
había visto ni una gota de agua en los pasados veinticuatro
meses; la gente estiraba el cuello, apuntaban sus caras al cielo
y abrían la boca. Sin embargo, la lluvia se había detenido en
el instante en que cayó, como si Elias y Moisés hubieran
abierto y cerrado una llave de agua en un solo movimiento.
— i Y cosa nuestra es cerrar el cielo durante la época de
nuestra profecía!
La muchedumbre estaba atónita, se quejaban y rezonga-
ban, volviendo a amenazar. Al dirigirse nuevamente hacia la
pareja iluminada que estaba en la ladera de la colina, a menos
de cien metros de distancia, los profetas los detuvieron con
sus solas voces.
— ¡Quietos y escúchennos, oh malignos de Israel. Uste-
des, que blasfemaron el nombre del Señor Dios, vuestro
Hacedor, sacrificando animales en el templo que dicen haber
edificado en su honor! ¿No sabían que Jesús el Mesías era el
cordero que fue inmolado para quitar los pecados del mundo?
¡Sus sacrificios de sangre animal hieden en la nariz de vuestro
Dios! ¡Devuélvanse de sus malos caminos, oh pecadores!
¡Considérense como los cadáveres que ya son! ¡No vayan en
contra de los elegidos cuyo tiempo todavía no se ha cumplido!
Pero mientras Camilo observaba horrorizado, no faltaron
los dos guardias de la CG que pasaron corriendo por su lado

y salieron delante de la turba, blandiendo sus armas. Sus


uniformes se embarraron y mancharon con el pasto al resba-
larse y rodar por la ladera humedecida. Treparon al estilo
combate, arrastrándose ladera arriba, iluminada por la luz que
irradiaba de los dos testigos.
— Ay de ustedes que
¡ cierran los oídos a las advertencias
de los escogidos! —gritaban los testigos — . ¡Huyan a las

cavernas para salvarse! ¡Su misión está maldita! ¡Sus cuerpos


serán consumidos! ¡Sus almas estarán más allá de la reden-
ción

129
APOLION

Los guardias siguieron adelante. Camilo entrecerró los


ojos anticipando el espanto. La multitud cantaba y levantaba
los puños contra los testigos, instando a los guardias a que
dispararan. Los balazos resonaron con eco ensordecedor, los
cartuchos que explotaban lanzaban llamaradas amarillas y
anaranjadas desde los cañones de las armas.
Los testigos estaban de pie, uno al lado del otro, contem-
plando, impasivos, a sus atacantes, que estaban tirados sobre
sus estómagos a unos treinta metros colina abajo. La muche-
dumbre guardó silencio, asimismo los rifles, todos mirando
fijo preguntándose cómo era posible que los guardias hubie-

ran fallado desde tan cerca. Los guardias rodaron sobre sus
costados, desechando los cargadores vacíos y reemplazándo-
los con ruidosos clics. Volvieron a disparar llenando el valle
con violentas explosiones.
Los testigos no se habían movido. Camilo tenía sus ojos
clavados en ellos cuando una luz blanca cegadora salió de sus
bocas, y pareció que expectoraban un torrente de vapor
fosforescente directamente a los guardias. Los atacantes no
tuvieron tiempo de retirarse cuando se incineraron. Las armas
quedaron sostenidas por los huesos de sus brazos y manos
mientras se evaporaba su carne, y las costillas y la pelvis de
ambos dibujaban siluetas fantasmales contra el pasto.
En pocos segundos el fuego blanco convirtió los rifles en
líquido chirriante que goteaba y sus huesos en cenizas. Los
asesinos en potencia se apilaron uno al lado del otro mientras
la multitud huía presa del pánico, gritando, maldiciendo,
llorando. Casi derribaron a Camilo cuando pasaron por su
lado. Las emociones de éste siempre se contradecían cuando
presenciaba la muerte de seres humanos. Los testigos habían
dicho que cuando murieran los atacantes sus almas se perde-
rían. No se trataba de que no se les hubiera advertido.
Horrorizado ante la pérdida de vida y la condena eterna
contra la cual se habían jugado los guardias, perdiendo,
Camilo sintió que sus rodillas (laqueaban. No podía sacar los

130
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

ojos de los testigos. El resplandor del fuego consumidor


todavía quemaba sus ojos y era como si se hubiera ido la luz
que había brillado en ellos. En la oscuridad y parpadeando
contra los puntos y manchas de luz que aún le quedaban,
Camilo se dio cuenta que los testigos iban descendiendo el
monte, lentamente. Se preguntó por qué no se aparecían
sencillamente donde querían ir, como se habían transfigurado
la noche anterior en el estadio y desde el Monte del Templo
al Monte de los Olivos justamente ahora. Ellos escapaban de

todo intento de entenderlos y retuvo el aliento cuando ellos


se le acercaron. Él los conocía. Había hablado con ellos.
Parecía que ellos conocían al pueblo de Dios. ¿Tendría que
decir algo? ¿Y qué se dice? ¿Gusto de volver a verlos? ¿Cómo
andan las cosas? ¿Bien hecho, con esos guardias?
Él había tenido la protección de la reja de hierro forjado
que estaba entre ellos cuando estuvo cerca de los testigos. Por
supuesto que no había nada que pudiera proteger a nadie de
seres como éstos, que llevaban consigo el poder de fuego del
mismo Dios. Camilo cayó de rodillas cuando ellos pasaron a
tres metros y alzó los ojos al oírlos murmurar.
Moisés decía: — El Señor de los ejércitos ha jurado,
diciendo: "Ciertamente como he pensado, así sucederá; y
lo

como lo he propuesto, así permanecerá".


Camilo cayó de bruces en el pasto, y lloró ante las palabras
de Dios. Los pensamientos de Dios iban a suceder y sus
propósitos iban a permanecer. Nadie podría ir contra los
ungidos de Dios hasta que Dios decidiera que era la hora. Los
testigos seguirían con su ministerio durante el terrible y gran
día del Señor y nada se interpondría en su camino, ni decla-
ración o sentencia o arresto domiciliario.
Si tan sólo esto lo hubiera visto Jaime Rosenzweig, pen-
saba Camilo al regresar al estacionamiento del Monte del
Templo.
Jonás, el portero, saludó a Camilo cuando llegó a la
propiedad de Jaime, mientras le abría la puerta pues nadie más

131
APOLION

estaba despierto. Camilo miró a Cloé. Agradecido por encon-


trarla durmiendo aún. Luego salió a la terraza de su dormitorio
y dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad.
Estaba en el lado de la casa principal, contrario a la entrada
de vehículos donde Jonás servía ahora como portero noctur-
no. Antes lo había visto pasear por la propiedad cada media
hora. Camilo esperó hasta que Jonás pasó de vuelta, y enton-
ces verificó las posibilidades que había justo al otro lado de
la reja del balcón.
A un lado había una cañería metálica para el desagüe,
vieja pero todavía intacta y firme. Al otro lado, un cableado
metido en el estuco con remaches de alambre. Supuso que el
cableado era para el teléfono o la televisión. De todos modos,
no lo aguantaría pero el desagüe tenía costuras remachadas
que sobresalían cada tantos centímetros, lo cual lo hacía
perfecto para trepar; es decir, si el hombre era temerario.
Camilo nunca se había considerado en esa categoría pero
era reacio a despertar las sospechas de Rosenzweig si le

preguntaba si tenía planos de la casa, y si estaba seguro que


nunca había visto una salida al techo. Tenía que saber si un
helicóptero podía posarse ahí, y ésta era la única manera de
saberlo.
Camilo se frotó las manos hasta que estuvieron suficien-
temente secas. Apretó más los cordones de sus zapatillas de
lona y se arremangó los pantalones. Parándose en el borde de
la baranda se impulsó hacia arriba y empezó a trepar por el
desagüe. Cuando estaba a más de tres metros por encima de
pasando por una ventana con vidrio esmerilado que
la terraza,
había en el tercer piso, cometió el error de mirar hacía abajo.
Aún quedaban tres metros por subir para llegar al techo, pero
aunque se cayera desde donde estaba, era probable que la
baranda lo cortara en dos.
No problema pero una oleada de pánico se asomó
se hizo
al umbral de su mente. Aquí no hay donde poner el pie, no

hay lugar ni para que pase un gato, ningún margen de error.

132
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Un resbalón menor, una parte debilitada, el temor que lo


desequilibrara, no le dejarían opciones. Se caería y sólo
podría abrigar la esperanza de aterrizar cerca de la mitad del
balcón para no azotarse contra la baranda. Si se golpeaba contra
el suelo, se mataba. Si se caía en el balcón, probablemente se
mataba.
Entonces, ¿qué hacer, proceder y terminar la misión o
regresar rápidamente a la seguridad? Decidió que tendría la
misma seguridad tres metros más arriba así que siguió subien-
do. A
un metro del techo se sintió en precaria posición pero
también supo que el único peligro que corría ahora era de su
propia responsabilidad. Si se mareaba, si se dejaba caer en el

pánico, o si miraba para abajo, se paralizaría porque él mismo


lo habría hecho. Al levantar la pierna izquierda sobre el borde
del tejado plano, se armó un cuadro mental de sí mismo, como
mosca humana que por propia voluntad se colgaba del borde
del techo de un edificio de tres pisos.
Soy un idiota, decidió pero se sintió mucho mejor con el

firme techo debajo. La noche estaba estrellada, tranquila,


brillante y límpida.Vio cajas de servicios como electricidad,
ventiladores, salidas dehumo, conductos, y ventilaciones por
aquí y por allá. Decidió que Raimundo o quien fuera, iba a
necesitar una zona sin obstáculos bastante grande en la cual
depositar el helicóptero.
Camilo caminó en puntillas por el techo sabiendo que los

pasos "dados arriba solían aumentarse abajo, y encontró he-


rrumbre depositada al otro lado. Efectivamente, para su asom-
bro, ahí había un viejo helipuerto, con las marcas desvaneci-
das, pero hubiera sido lo que fuera este edificio, donado al
héroe nacional, había necesitado una zona de aterrizaje para
helicópteros.Supuso que Rosenzweig lo sabía y que se podría
haber ahorrado esta aventura con toda facilidad.
También dedujo que si alguien usó una vez ese helipuerto,
tenía que haber un acceso fácil desde la casa. Camilo miró
alrededor palpando la zona hasta que halló una pesada puerta

133
APOLION

combada pero no con llave. Sólo


metálica. Estaba oxidada,
podía imaginarse cómo sonaría adentro el gemido crujiente
del metal si no ponía cuidado al forzarla para abrirla.

Camilo jugó varios minutos con la puerta logrando que


cediera un poco cada vez. Cuando le pareció que había
preparado la puerta para un buen empujón, puso el hombro
contra ella y rodeó con sus dedos el borde para impedir que
se moviera con mucha rapidez. Con un gruñido y un paso para
tomar impulso hizo que la puerta se moviera unos veinte
centímetros. Hizo ruido pero no demasiado. Supuso que nadie
había escuchado. Si los guardias venían corriendo o si había
despertado a alguien, bueno, se identificaría rápidamente y
explicaría qué estaba haciendo.
Camilo trató de pasar por la abertura pero necesitaba otros
cinco centímetros más, que logró moviendo la puerta unos
pocos milímetros por vez. Cuando logró pasar, se encontró
en la parte de arriba de una escalera de madera, mohosa y
polvorienta y llena de telarañas. También crujía, como lo supo
al dar el primer paso al rellano. Buscó un interruptor de luz

en la oscuridad densa sin muchas esperanzas. Al no hallar


nada tentó con cautela el borde del escalón superior con el
pie. Se sobresaltó cuando algo le rozó la frente y casi cayó de
espaldas por la escalera pero se sostuvo haciendo presión
contra las paredes de madera envejecida. Tuvo que forzarse
por mantener el equilibrio, con la parte trasera de sus piernas
apretadas contra los escalones.
Tentando en la oscuridad tomó una ampolleta (foco de
luz) que colgaba y que tenía un interruptor en la muesca.
¿Sería posible que todavía funcionara? ¿Cuan afortunado se
podía ser en una noche? Accionó el interruptor y la luz cobró
vida.
Camilo cerró rápidamente los ojos contra la intrusión de
la luz y oyó el típico ruido del filamento que se corta. No

debiera haber esperado menos de un foco de luz que no se


había usado probablemente por años.

134
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Abrió sus ojos para ver un halo amarillento residual del


breve relámpago. Parpadeando trató de reproducir detrás de
sus párpados la imagen que tenía que haber sido proyectada,
transitoriamente y grabarla allí. Mantuvo cerrados los ojos
hasta que su cerebro esbozó un cuadro rudimentario de tres
escalonesmás que bajaban a una puerta grande.
Camilo no sabía que más hacer sino confiar en su visión
de menos de un segundo. Bajó tanteando los escalones y halló
que había tenido razón. Había otro descanso, y tanteó la
puerta. Esta era de madera, grande, pesada y sólida. Encontró
el picaporte y lo hizo girar fácilmente pero la puerta no se
abrió. Se dio cuenta que no estaba trancada sino cerrada con
llave, bien cerrada.Sus dedos encontraron la cerradura enci-
ma de la manilla. No habría manera de abrir esta puerta sin la
llave. Tendría que regresar a su dormitorio por el mismo
camino por el cual había venido.
Camilo se sintió alentado cuando retomó sus pasos. De
alguna forma hallaría esa puerta desde adentro de la casa y
vería con Jaime el asunto de la llave.
Cuando llegó a la cañería del desagüe, tuvo que mirar para
abajo antes de darse impulso para pasar porel borde y seguir

regresando. Eso fue un craso error. Ahora tendría que con-


vencerse de hacerlo y ¿cuánto tiempo llevaba ausente? Deci-
dió esperar hasta que pasara una ronda más de guardias para
estar seguro. Pronto se dio cuenta que tenía que haber pasado
hacía poco tiempo pues casi media hora más tarde pasó Jonás
que pronto se volvió a perder de vista.
Camilo agarró con ambas manos la parte de arriba de la
cañería, pasó la pierna por encima hasta que sintió el labio del
primer remache, y bajó derecho. Estaba por llegar a la parte
de arriba de la baranda del balcón que estaba por fuera de su
dormitorio, cuando tuvo la certeza de haber visto algo más
abajo, con su visión periférica. Si tenía que adivinar, diría que
vio moverse la cortina.

135
APOLION

¿Estaba despierta Cloé, lo había escuchado, podía verlo?


No quería asustarla pero ¿y si era un guardia de la CG; y si
habían infiltrado el lugar? También podía ser el personal de
seguridad de Jaime. ¿Podrían hacer algo antes que él fuera
capaz de identificarse?
Camilo colgaba del desagüe, sintiéndose como un idiota,
palpando con el dedo de su pie otro remache. Debiera haberse
dejado caer al balcón con ligereza y entrado de nuevo al
dormitorio pero tenía que estar seguro de que no había nadie
en la ventana. Soltó una mano y se inclinó lo más que pudo.
Nada.
Abrió las rodillas y trató de bajar su cabeza para ver
aunque fuera de lado. ¿Estaban abiertas las cortinas? Pensó
que había salido estando cerradas las cortinas. Al tratar de
atisbar más, se resbaló primero con un pie, y luego con el otro,
del remache, y sus dedos quedaron soportando todo el peso
de su cuerpo. Sólo podía esperar que nadie estuviera mirando
por la ventana porque nadie que conociera, podía colgar así
por mucho tiempo, y con toda seguridad, él, no.
Al soltarse los dedos de Camilo, cayó derecho con su nariz
a pocos centímetros de la puerta de vidrio. Cuando sus pies
tocaron el balcón, se halló mirando fijo a otro par de ojos.
Muy abiertos, aterrados y puestos en una cara de palidez
fantasmal.
Además de sobresaltarse con esta imagen, el peso de
Camilo le dobló las rodillas al aterrizar, pero estaba tan cerca
de la puerta que se azotaron contra ella, levantando sus pies
y tirándolo de nuevo contra el riel. La parte de arriba lo agarró
justo por encima de su espalda y su peso lo llevó otra vez
contra la baranda. Se aferró al hierro forjado mientras aletea-
ba, desesperado por evitar la caída libre de cabeza al suelo.
Con un fuerte gruñido Camilo vio el cielo cuando se
volvía a caer, y sus pies pronto dejaron el suelo. Quedó
colgando con sus manos asidas a la parte de arriba de la
baranda, con la cabeza para abajo, con la nuca apretada contra

136
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

las barras y sus pies colgando cerca de su cara. Era todo lo


que podía hacer para sostenerse, sabiendo que su vida estaba
en sus manos.
Mientras tanto, Cloé estaba gritando, por supuesto.
Camilo obligó a sus pies a bajar hasta que recobró el
equilibrio, balanceándose dolorosamente sobre su trasero,
con la baranda clavada en su espalda. Con un tirón desespe-
rado forzó a su torso hacia arriba hasta que el peso de sus
piernas lo metió de nuevo en el balcón. Soy yo, querida —
— dijo mientras Cloé miraba fijo con los ojos muy abiertos
por la ventana.

Se sobó la espalda mientras ella le abría la puerta de


correderas, repitiendo: —¿Qué significa esto? Casi doy a luz
del susto.
Camilo trató de explicarle mientras se desvestía, listo para
acostarse más de lo que había estado en mucho tiempo. Un
golpecito rápido en la puerta seguido por: —¿señora, todo
bien allí? Oímos gritos.
Ella pudo decir: — Sí, gracias —y luego se rió. El guardia
se alejó mascullando "recién casados". Cloé y Camilo se
rieron hasta las lágrimas.
— De todos modos, encontré un helipuerto — viejo y...

decía Camilo cuando recostaba sobre


se delicada su espalda.
Cloé —Ya
dijo: Le pregunté Jaime cuando
lo sé. a llegó
a casa,por fin.

—¿Lo hiciste?
— Lo hice.
—Pero yo no quiero que sepa que estamos planeando
él

algo...

— Lo supersabueso. Sólo pregunté por


sé, dele la historia

la casa para ver qué podía averiguar. Era una embajada, por
consecuencia, el...

— Helipuerto.

37
APOLION

—Correcto. Hasta me mostró la puerta que conduce allí.

Hay una llave colgando de un clavo puesto en el dintel. Yo


apostaría que hasta tú pudieras abrir la puerta con ella.
—Yo soy tan torpe — dijo él.

—Eres mi torpe. Me diste un susto mortal, como siempre.


Si hubiera estado armada, te hubiera matado. Pensé en correr
para allá y empujarte.
— ¿Qué te lo impidió?
—Algo me decía que que No
tenías ser tú. te veías tan

peligroso imaginas, con


allá, te para el trasero arriba.
—Que mala Bueno, ¿quieres saber dónde
eres. fui?
—Me imaginé que Muro, por eso no
fuiste al te llamé.

—Me conoces muy bien.


—Sabía que deseabas ver que iban a hacer con amenaza la
de Carpatia. ¿Mucha gente?

Raimundo tenía problemas para dormirse, cosa muy rara en


él. Seguía mirando el reloj calculando que hora era en Israel
y tratando de decidirse si iba a llamar a Camilo o a Cloé. Sabía
que ellos tratarían de decirle que las cosas se habían calmado
y que no percibían el mismo peligro que él. Pero él había
trabajado más cerca de Carpatia que Camilo y conocía dema-
siado bien al hombre. Además, quería hablar con Zión. Aun-
que el rabino sentía que su protección era la confianza en
Dios, nadie podía exagerar el ser cuidadoso. La Escritura
decía claramente que durante un tiempo los sellados de Dios
eran invulnerables a los daños producidos por los actuales
juicios de Dios pero nadie tenía claro si esa protección se
extendía más allá de los 144.000 judíos conversos que eran
los evangelistas para los gentiles como Raimundo y su familia
que habían llegado a ser santos de la tribulación.
Aunque los 144.000, de los cuales Zión era uno, estaban
protegidos contra los juicios, parecía improbable que ninguno
muriera por otras causas en el ínterin. Raimundo se desespe-
raba por sacarlos de Israel pero cuando empezó a clarear en

138
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

la zona de Chicago, se quedó dormido por fin. Cuando se


despertó más tarde en la mañana, sabía que sus contrapartes
en la Tierra Santa tenían que ir camino a la reunión vespertina,
que él tendría que volver a mirar por la Internet.

Nuevamente Camilo había dormido varias horas y Cloé dejó


que durmiera, explicando que: —Tú estás en un horario
diferente al mío. Si te vas a pasar todas las horas allá arriba,
jugando al hombre araña, necesitas descansar. En serio, Ca-
milo, te necesito sano. Has estado viviendo a todo vapor
durante meses y alguien tiene que cuidarte.
El dijo: —Yo estoy tratando de cuidarte.
— Sí, muy bien, pero empieza por no andar metiéndote
por mi balcón a medianoche.
Jaime había negociado con Fortunato que no acusaran a
Jacobo tocante al incidente de la noche anterior, si Jaime
acordaba prohibirle que sirviera como chofer de Zión. Pero
Jacobo armó tal protesta ante la perspectiva de no realizar ese
trabajo que el doctor Rosenzweig tuvo que acordar el cum-
plimiento de la letra del acuerdo solamente. Camilo manejaba
y Jacobo iba con ellos y un invitado: Esteban.
Cuando llegaron al estadio siendo aún temprano en la
tarde, el guardia CG de rigor iba dirigiéndolos esta vez por
los atajosque Jacobo había descubierto. Este bajó del furgón
con tanto gozo y expectación en su rostro que Camilo no pudo
evitar una sonrisa.
Cloé había aceptado quedarse en la propiedad de Jaime,
y Camilo estaba preocupado pues había esperado que ella
alegara más y, ahora, se preguntaba si ella estaba sufriendo

más de que dejaba entrever. Naturalmente la había impac-


lo
tado el tener que escapar de los guardias CG en la noche
pasada, y Camilo sólo esperaba que ella se diera cuenta que
cosas similares no podían ser buenas para ella o el bebé.
Los noticieros dedicaron todo el día a la historia de los
dos predicadores del Muro de los Lamentos que habían

139
APOLION

desobedecido expresamente la orden emitida por el mismo


potentado. Los informes decían que la pareja había asesinado
a dos guardias cuando las fuerzas de la Comunidad Global
intentaron apresarlos para entregarlos a la justicia. Testigos
presenciales de los sucesos del Monte de los Olivos decían
que ambos llevaban lanzallamas ocultos en sus túnicas, que
sacaron cuando los guardias estuvieron a corta distancia de
ellos. No se recuperaron las armas aunque los predicadores
se habían quedado desde antes de la aurora hasta la hora actual
en sus lugares habituales cerca del Muro de los Lamentos.
Las filmaciones en vivo desde allá mostraban un gentío
enorme que los ridiculizaba y se mofaba de ellos aunque
conservaban una distancia más segura que la acostumbrada.
Camilo le preguntó a Zión: — ¿Por qué Nicolás no les tira una
bomba o los ataca con misiles o algo por el estilo? ¿Qué
pasaría considerando que falta un año para la hora fijada?
— Hasta Nicolás conoce la naturaleza sagrada del Monte
del Templo — dijo Zión bajándose del furgón y apurándose a
entrar para escapar de la multitud que corría a él dando
vivas— . Me gustaría saludarlos a todos pero temo el desorden
— dijo mientras se sentaba en un lugar que encontró, conclu-
yendo— de todos modos, Carpatia no sancionaría la violen-
cia ahí, no si se la pudiera atribuir a él. Esa amenaza de
matarlos si se quedan allí después que termine la reunión de
mañana por la noche es una especie de baladronada. Franca-
mente me alegra que la haya hecho en público. Yo espero que
los dos testigos desplieguen su autoridad quedándose preci-
samente allí en ese preciso momento.
Jacobo y Esteban lucían muy diferentes de lo que habían
parecido en las horas de la madrugada. Parecía que Rosenz-
weig tenía razón al decir que Esteban era más capaz de
manejar mejor el licor. No se veía nada estragado y resultó
agradable. Se fueron a buscar buenos asientos, y Jacobo le
pidió a Camilo:

140
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Ore por mi esposa que mirará esto por televisión en


casa. Ella sepreocupa por mí pensando que me volví loco. Le
dije que no se trata de lo que perdí sino de lo que encontré.
Los guardias CG miraban amenazantes a todas las perso-
nas relacionadas con el programa, como si estuvieran expre-
sando silenciosamente que solamente cumplían órdenes pues,
de ser por ellos mismos, así lo implicaban, destruirían a todo
el grupo de los opositores de su potentado.
No se esperaba que hubiera fuegos artificiales en esta, la
segunda noche. Ciertamente Nicolás y su gente tendrían el
cuidado de no aparecerse ahí de nuevo pero, debido al barullo
engendrado por las polémicas de la noche anterior, la multitud
era más grande que nunca. Los convertidos habían vuelto a
venir pero también había más escépticos curiosos a la mano.
La velada volvió a empezar con un saludo sencillo, el
canto fervoroso de un himno y la presentación de Zión
Ben-Judá al que saludaron con ola tras ola de vivas y aplausos,
todos los cuales él ignoró en gran medida, excepto para
sonreír y alzar sus manos pidiendo Camilo estaba
silencio.
nuevamente ubicado en los costados, observando y oyendo
sobrecogido al hombre que había llegado a ser un padre
espiritual para él: el rabino que había ido a Jesús por medio
del estudio de las profecías del Antiguo Testamento, y que
ahora dirigía un rebaño de millones por la Internet. Ahí estaba,
un hombre pequeño, de habla sencilla, con una Biblia y un
montoncito de notas meticulosas y tenía en su mano a la
inmensa multitud.
Zión empezó diciendo: —
Entiendo que hoy han aprendi-
do mucho y esta noche es tiempo de más enseñanza. Yo les
advertí por anticipado de muchos juicios, desde los siete
sellos a las siete trompetas, y oportunamente, las siete copas
que finalmente introducirán la manifestación gloriosa de
Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
«He trazado el comienzo del período de los siete años de
la tribulación desde la firma de la impía alianza entre el

141
APOLION

sistema mundial único y la nación de Israel. Siguiendo los


juiciosque han sobrevenido al mundo desde entonces, he
calculado que esperamos al borde del precipicio. Soportamos
todos los juicios de los siete sellos, y los primeros tres juicios
de los siete de las trompetas. El cuarto juicio de las trompetas,
el del medio, es el que sigue en el orden de Dios.
«Ahora les diré qué esperar, para demostrarle al mundo
dudoso y al que no está convencido que nosotros sabemos de
que hablamos. Cuando esto ocurra que nadie niegue que fue
advertido y que esta advertencia lleva siglos registrada en las
Escrituras. Dios no quiere que nadie perezca sino que todos
lleguen al arrepentimiento. Esa es la razón de toda esta
temporada de juicios y tribulaciones. Aunque Él ha esperado
tanto tiempo como Su misericordia podía soportar, y final-
mente, arrebató a Su Iglesia, aún hace llover juicio tras juicio
sobre el mundo incrédulo. ¿Por qué? ¿Está enojado con
nosotros? ¿No debiera estarlo?
«Pero ¡no, no, mil veces no! En Su amor y misericordia
Él ha probado todo para captar nuestra atención. Todos lo que
hasta hoy seguimos en la Tierra fuimos morosos para respon-
der a Su llamado de amor. Ahora, Él se presenta más clara-
mente que nunca con cada juicio, usando todas las flechas de
su carcaj. ¿Habrá alguien que dude de que todo es obra de
Dios?
«¡Arrepiéntanse! Vuélvanse a Él. Acepten su regalo antes
que sea demasiado tarde. El lado malo de los juicios que
finalmente captan la atención de algunas personas es que son
miles los que también mueren por ellos. No se arriesguen a
caer en esa categoría. La probabilidad es que hacia el fin de
la tribulación, habremos muerto, perdidos o redimidos tres

cuartos de los que fuimos dejados atrás en el Arrebatamiento.


«Esta noche quiero hablarles del cuarto juicio de las
trompetas esperando que no se necesite esa catástrofe para
que, por fin, se convenzan, pues con igual facilidad puede
matarlos.

142
NUEVE

Raimundo y Ken con el doctor Floid y Patty


se juntaron
para mirar la Reunión, justo después del mediodía del
jueves en Chicago. Los pilotos sacaron sus planes de vuelo y
se dedicaron a trazar rumbos para el Oriente Medio. Supo-
niendo que Zión recibiera la advertencia, anunciaría algo
oficial o ceremonioso para el sábado y eso activaría el intento
de Raimundo y Ken para llegar a Israel. Ellos planearían
llegar alrededor de la medianoche del viernes para recoger
poco después a sus pasajeros.
La cabeza de Raimundo se alzó bruscamente cuando los
cuatro escucharon a Zión que decía: —
Yo he planeado resu-
mir todo esto en una pequeña sesión de agradecimiento para
el comité local a mediodía del sábado, cuando nos encontre-

mos cerca del Monte del Templo.


— ¡Bingo! —exclamó Raimundo —
enséñame el Gulfs-
,

tream esta tarde para que pueda compartir tu carga en el viaje


de ida y vuelta.
— En medida que tengas confianza para manejar
la heli-

cópteros.¿Tienes uno alquilado?


—Esa ¡Ay, muchacho, de nuevo en
parte es fácil. el

combate!
Pattymiró largamente Raimundo. — ¿Te gusta
a esto?

143
APOLION

—Resulta cómico que preguntes sabiendo como


tú eso,
te sientes a
tocante Carpatia.
—Yo espero morir Tú comportas como
persiguiéndolo. te

si no pudieras perder.
Ritz dijo:—Nosotros ya ganamos. Solamente es cuestión
de ejecutar los actos. La Biblia ya contó la historia, y como
dice Zión, "nosotros ganamos".
Patty movió la cabeza y se puso de lado, dándoles la
espalda. —Tú eres demasiado simple para meterte con un tipo
como Nicolás.
Ken captó la mirada de Raimundo. —¿Te das cuenta del
horario de partida, con todo eso del cambio de hora? Bueno,
naturalmente, tú has estado volando estas rutas mucho más
tiempo que yo.

A Camilo le costaba mucho creer todo lo que había pasado


en las veinticuatro horas transcurridas desde que Zión había
hablado por última vez a la multitud. Echaba de menos a Cloé
pero se sentía seguro y en paz, más de lo que había experi-
mentado en mucho tiempo.
Zión empezó: —La gime bajo los efectos de nues-
Tierra
tro estado caído. Todos hemos perdido seres queridos en el
Arrebatamiento y en los diez juicios del cielo acaecidos desde
entonces. El gran terremoto de la ira del Cordero devastó al

planeta, salvo este país y nación. Los primeros tres juicios de


las trompetas, por sí solos, quemaron un tercio de los árboles
y la hierba del planeta, destruyeron un tercio de los peces del
océano, hundieron un tercio de las embarcaciones del mundo,
y envenenaron un tercio de las aguas de la Tierra, todo
conforme a lo predicho en las Escrituras.
«Sabemos las secuencias de estos acontecimientos pero
desconocemos el tiempo de Dios. Él pudo juntar muchos de
estos juicios en un solo día. Todo lo que puedo decir con
seguridad es lo que viene ahora. Como ven, los juicios
empeoran progresivamente. El cuarto juicio de las trompetas

144
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

afectará el aspecto de los cielos y la temperatura de todo el


globo terrestre.
«Apocalipsis 8:12 dice:

El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera


parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera
parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera
parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del
día, y asimismo de la noche.

— El efecto será el mismo independientemente de que


esto signifique si es un tercio de cada astro o
un tercio de todos
los astros. Día o noche, los cielos se oscurecerán un tercio
más de lo que han sido, y no sólo eso, sino que del pasaje,
entiendo que un tercio más del día será oscuro. Así, el sol
brillará solamente dos tercios del tiempo que solía iluminar.
Y cuando esté alumbrando será solamente con dos tercios de
la intensidad acostumbrada.
«La profecía indica que después habrá más quemazón y
sequedad de la Tierra, así que es probable que el oscureci-
miento con el concomitante enfriamiento sea solamente tran-
sitorio. Pero cuando acontezca traerá condiciones invernales
en gran parte del mundo por el tiempo que sea. ¡Prepárense,
prepárense, prepárense! Y cuando los amigos, los vecinos, los
seres queridos deprimidos se desesperen debido a la oscuri-
dad y las sombras, muéstrenles que esto estaba predicho.
Díganles que es la manera de Dios para captar la atención de
ellos.
Zión resumió enseñanza impartida durante el día, en
la
al público a que predicara
diversos lugares de la ciudad e instó
osadamente "hasta la manifestación gloriosa, que dista menos
de cinco años". —
Creo que ahora es la temporada de la
cosecha más grande, antes de la segunda mitad de la tribula-
ción, a la cual la Biblia llama la Gran Tribulación.
«Un día el malvado sistema del mundo exigirá a los ciuda-
danos que estén marcados para comprar o vender. ¡Pueden tener

145
!

APOLION

la seguridad total que no será la marca que nos vemos en las


frentes los unos a los otros
Zión continuó dando sugerencias prácticas para almace-
nar mercaderías, concluyendo que: —
Debemos confiar en
Dios pero Él espera que seamos astutos como serpientes y
candidos como palomas. Esa sabiduría comprende el sufi-
ciente pragmatismo para que nos preparemos para el futuro
que ha sido delineado para nosotros en Su Palabra.
«Me temo que para mañana en la noche tenga un mensaje
difícil, y ustedes pueden leer un anticipo en el capítulo 9 del

Apocalipsis.
Al empezar Zión a redondear su enseñanza de la noche,
el teléfono de Camilo vibró.
— Soy Max, ¿estás donde puedas hablar?
Camilo se fue del ala detrás del escenario a una zona más
—Habla.
tranquila.
—¿Ustedes tienen un plan de evacuación? ¿Tú, tu esposa
y Ben-Judá?
—Estamos organizándolo.
—Lo van a Muchacho,
necesitar. digo te lo yo, estos tipos
están locos. Carpatia se pasa la mitad del día echando humo
debido a los dos testigos, y la otra mitad se la pasa planeando
matar a Mathews.
—¿Mathews, molesta más que Zión?
lo
—Yo no un centavo por
diera de Pedro Mathews.
el futuro
Carpatia cree que tiene lista la acción para Zión. Tengan
cuidado, cualquiera sea lo del sábado. Nicolás tiene a sus
tropas tan enfurecidas que saben que pueden eliminar a Zión
sinque nunca tengan que sufrir por eso. Nicolás lo trataría de
emboscada, el desacuerdo en las filas de los creyentes o algo
por el estilo, y él quedaría como el héroe.
—Max, conexión
esta es segura, ¿no?
—Por supuesto.
—Nosotros estaremos bien lejos antes de la asamblea.

146
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— ¿Necesitan algo? Yo estoy en contacto


¡Bien! diario
con David Jasid.
—Raimundo tratando de está un helicóptero para
alquilar
sacarnos de Jerusalén hacia uno de los aeropuertos.
—¿No pueden esfumarse un poco y conseguir que los
lleven?
—Max, no confiamos en
casi nadie.
—Está Voy a recomendar a David para que
bien. les
consiga un helicóptero que luzca como los nuestros.
—¿Blanco, con CG pintada? la
—Nadie meterá con ustedes ven
se si eso.
—Hasta que dejemos en lo y salgamos volando
la pista
en Gulfstream.
el

—¿Ritz un Gulfstream? Eso me pone


tiene celoso.
—Max, ven con nosotros.
—Tú sabes que me encantaría pero alguien que tiene ser
los oídos aquí.

—¿No vamos ver reunión de mañana por noche, no?


a la la

— Raimundo mientras Ken explicaba cambios


dijo le los del
Gulfstream volando sobre aeropuerto de Palwaukee.
el

— Seguro que Enchufa computadora


sí. tumi portátil a
sistema detector de satélites y yo puedo hacer que se enganche
alalimentador de la Internet. Será un poquito difícil, rebotan-
do por allá arriba pero, al menos, podrás oírlo.

Raimundo terminó el cuarto aterrizaje consecutivo e im-


pecable, y Ritz dijo que estaba listo. Mientras estaban senta-
dos en un hangar reconstruido, finalizando la ruta, se les
acercó Hernán, el joven mecánico, que dijo: Capitán Steele, —
recibí una llamada cuando ustedes estaban en el aire, ¿estaba
desconectado su teléfono o algo así?
— —
Sí dijo Raimundo volviendo a encenderlo — . No
quise que me distrajeran.
—Me dijeron que usted tiene una de esas funciones de
despertador que lo hace sonar aunque esté apagado.

147
APOLION

— pero también puedes


Sí, desactivarla.
—Estupendo. De todos modos, la señorita Patty Duran
quiere que usted la llame.
Raimundo llamó cuando volvían a la casa de escondite.
la

— Patty, yo no me preocupo si Carlos dijera que estás lista


para correr el maratón. No vienes con nosotros. Al menos, no
en mi avión.
—¿Tu avión? — Ritz riéndosedijo atrás del volante del
Rover.
—O en de Ken, quiero
el decir.
— ¡Hermano, mira que tampoco mío! — es dijo Ken.
—El avión de quien De todos modos,sea. Patty, no hay
forma en que Carlos te de el alta para viajar. Déjame hablar
con él.
—El sabe que
ni siquiera estoy llamando. Yo
te que sé lo
diría.Por eso no nada. Y
le dijetampoco, Raimundo.

— comportas como
Patty, te ¿Piensas que yo niña. te

dejaría con nosotros en una misión peligrosa, enferma como


ir

has estado? Sabes que no lo haré por nada del mundo.


— Pensaba que estabas en deuda conmigo.
— Patty, esta discusión se terminó. Tú quieres que te
lleven al Oriente Medio para que puedas matar a Carpatia;
busca en otra parte.
— Deja que hable con Ken.
— El no va a...
— ¡Tan sólo deja que hable con él!
Raimundo le pasó el teléfono a un Ken perplejo y que
hacía visajes. —
Sí, muñeca. No, lo lamento, eso es solamente
un dicho que usamos los viejos aviadores... Bueno, seguro,
también me gustaría ser una muñeca... Oh, no, señora, No veo
forma. Bueno, ahora, no me gusta que usted piense mal de mí
pero la verdad es que si me pudieran manipular con los
berrinches de una hermosa niñita malcriada, no tendría dos
divorcios a cuestas... ¿te parece?.. Querida, puedes rogarle y
llorarle a otra persona porque, con toda seguridad, no quiero

148
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

ser el responsable de ti, en el extranjero a las cuarenta y ocho


horas de tu aborto espontáneo... Bueno, lo siento mucho por
ti,y como todos los demás que hay en tu vida, tengo una
preferencia especial por ti pero esa es la razón por la cual no

voy a participar en una locura como esta... Bueno, entiendo


eso. Yo también quisiera matarlo pero tengo un trabajo que
hacer, y ya es bastante peligroso como es. Yo llevo gente para
allá, no me preocupo por matar a nadie. Al menos en este

viaje. ¿Qué te parece si te mejoras bien, y yo me ocupo de


llevarte para allá en otro momento para que practiques tiro al
blanco con Nicolás..? No, no me estoy riendo de ti... ¿No te
parece que te estás portando un poco tonta?
Ritz meneaba la cabeza mientras colgaba el teléfono
devolviéndoselo a Raimundo. —La pequeña nave de guerra
se me tiró encima. Aunque uno tiene que quererla mucho. Y
es una cosa preciosa, ¿no?
Raimundo movió la cabeza diciendo: Ritz, tienes que —
figurar entre los diezhombres más buscados de las listas de
las feministas. ¡Hombre, qué atavismo!
Raimundo casi cayó en pánico cuando no vio a Patty en
la cama, cuando ellos entraron a la casa. ¿Está en el baño? —
— le preguntó a Carlos.
El doctor contestó. — Eso quisiera yo. Anda caminando
por alguna parte.
— ¡Caminando!
—Cálmate. Insistió en caminar por aquí y no me permitió
que la ayudara. Ella está en el otro lado.
Raimundo fue a mirar la mitad más dañada del departa-
mento. Patty caminaba despacio por el disparejo suelo de una
sala sin muebles, muy cruzada de brazos. Él la miró fijo sin
hacer lapregunta obvia que, de todos modos, ella contestó.
— Solamente estoy tratando de recuperar fuerzas.
—No para este viaje.
— Me he resignado a eso pero Ken prometió...

149
APOLION

—Ken estaba hablando tonteras y lo sabes. Ahora, ¿te


harías el favor, también a nosotros, de obedecer las órdenes
del médico?

Yo conozco mejor mi cuerpo. Es hora que empiece a
recuperarlo. Él mismo dijo que yo hubiera estado enterrada
con el veneno que me dieron, cualquiera haya sido. Pero es
solamente porque mi bebé se llevó la peor parte. Nicolás tiene
que pagar por esto.
Patty se quedó sin respirar repentinamente. Raimundo le
dijo: —
¿Ves? Te estás exigiendo demasiado.
La ayudó a regresar al otro lado de la casa pero ella rehusó
acostarse.
—Me quedaré sentada un momento.
Carlos estaba enojado. — va a Ella ser muy divertida de
tratarcuando ustedes no estén.
Ken dijo: Ven con nosotros. Va a ser muy divertido tratar
con ella, cuando ustedes se hallan ido.
— No creo; puede que no sepa lo grave que está pero yo
sí.

—Esperemos que nunca te traigamos de vuelta heríáo


— Ken.dijo
Raimundo —Ya he
asintió. visto suficientes bajas en esta
guerra como para que me duren toda la vida.

Max le confirmó a Camilo que la trama contra los testigos y


Zión estaba planeada para el mediodía del sábado, cerca del
Monte del Templo. No puedo creer que Zión se les haya
entregado atado de pies y manos. Ellos tienen planeado algo
que parecerá un bombardeo terrorista que matará a todos los
que estén a sesenta metros del Muro.

Zión pensaba que Carpatia no intentaría nada en un
sitio tan sagrado para los judíos.
—Nunca le será atribuido. Ya están tratando de adosárse-
lo a Mathews. Lo cómico de esto es que Mathews quiere ese
mérito. Dice que los testigos y Zión son los enemigos más

150
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

grandes de la religión que jamás haya visto. Está lívido. ¿Tú,


ya te habrás ido de ahí, no?
—A la 1 :00 de la madrugada.
— Perfecto. Se está entregando una réplica del helicópte-
ro, y por cuanto sé, todo está en su sitio debido, y ¿tu anfitrión
no ha caído en la cuenta?
—Rosenzweig sigue aferrado a la idea de que Carpatia es
un buen tipo al que no entienden bien. Él se sorprenderá tanto
como demás cuando desaparezcamos en medio de la
los
noche. Habitualmente es uno de los primeros que se acuesta
así que todos nos vamos a asegurar bien de eso. Hasta que
tengamos la plena seguridad que está dormido no podemos
empacar ni hacer nada que pudiere despertarle sospechas.
Aunque si las cosas empeoran más, él se quedará callado hasta
que nosotros estemos bien lejos.

Una rareza del plan para la noche del viernes era que todos
querían ir al estadio. Las amenazas contra los testigos, el
debate público entre Carpatia y Ben-Judá, todo había llegado
a su culminación. El estadio estaría repleto. Pese a que Cloé
lehabía asegurado a Camilo que ella estaba contenta de tener
una noche libre, quería estar allá y prometía tener cuidado y
tomárselo con calma. Sí, decía, hasta se quedaría sentada
durante la reunión.
Jacobo estaba manejando de nuevo pues el doctor Ro-
senzweig decidió que la sanción contra él era absurda. Pero —
¿qué pasa si el escolta de la CG lo ve al volante? preguntó —
Camilo, que no quería suscitar una inquietud innecesaria.

Entonces, puede informárselo a Fortunato y yo insistiré
en hablar personalmente con Nicojás, pero mira Camilo, a
ellosno les importa. Lo verán desafiante al volante y supon-
drán que se hizo un nuevo trato*. Tú sabes que su esposa viene
con nosotros.
-¿Qué?
—Y Esteban.
— ¡Oh, Jaime! Esto se está pareciendo a un circo.

151
APOLION

—Y el jefe de ellos.

—¿El jefe de ellos? ¿Quién es?


Jaime le sonrió. —¿No sabes quién es el jefe de mi chofer
y valet?
— ¿Usted? ¿Usted quiere ir?

—No sólo quiero ir sino que iré. Y quiero que todos


vayamos apretados en ese Mercedes, como si fuera un viaje
de escolares. ¡Será festivo y grandioso!
—Jaime, esto no es prudente.
—No seas tonto. Tú me
han estado rogando que
y Zión
vaya. Yo he estado observando. Estoy intrigado. Puede que
hasta me haga público de Zión esta noche.
— ¿Esta noche?
—Esta noche. Él está hablando de algunas cosas más
terriblesque se supone vengan desde los cielos. Estará de
ánimo para proseguir y tratar de convencer a su viejo amigo
de que Jesús es el Mesías.
— Pero estará muy cansado y ¿usted no lo estará también?
— ¿Demasiado cansado para un buen debate? Camilo, no
conoces a los judíos. Y por cierto, no conoces a tu rabino. ¡Me
sorprendes! Un buen, eh... misionero, eh... ¿cómo le dicen?
¿Un buen evangelista como tú quiere postergar ahora, la cita
con un candidato a converso?
— ¿Realmente lo es?
— Probablemente no, pero ¿quién puede decirlo? No de-
bes tomarte a la ligera al curioso, ¿tengo razón?
Camilo movió la cabeza. —En circunstancias normales
no, pero usted sólo se está divirtiendo con nosotros.
—Joven amigo, una promesa una promesa. Yo soy es
hombre de palabra.
—Usted sabe que Zión debe prepararse para reunión de la

mañana mediodía en
al Templo Monte.
el del
— ¡Eso no hasta mediodía! Él
es sino unos doce años
el es
mayor que tú o algo así amigo, pero es casi treinta años más
joven que yo. Y robusto. Y ¿quién sabe? Si él tiene razón.

152
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

tiene el poder de Dios en él. Sobrevivirá. Puede hablar con


un viejo hasta horas avanzadas de la noche, y aún así, estar
listo para su pequeña reunión de mañana. Y yo también estaré

allá.

Camilo estaba frenético cuando se quedó a solas con Zión.


El rabino estaba menos preocupado por la presencia de Ro-
senzweig en el estadio que por su plan de estar al día siguiente
en el Monte del Templo.
—Pero para entonces nos habremos ido —decía Cami-
lo — Él sabrá que esa reunión canceló. Tenemos que
. se
asegurarnos que todos sepan que nos fuimos para que nadie
cometa el error de estar en el Monte. Nicolás podría enojarse
tanto con nuestra huida, que de todos modos, lanzará el ataque
para matar a tus seguidores.
Zión asintió sombrío. —Quiero creer que los sellados
están protegidos pero no sé si esa protección se extiende más
allá de los juicios de Dios. Evidentemente, el mismo Señor
se encarga de la ejecución de los juicios y puede dar órdenes
a Sus agentes que dejen tranquilos a los sellados. Pero El le
ha dado tremenda libertad de acción al anticristo. Yo no
quisiera ser responsable por el daño de ellos por haberme
hecho suposiciones incorrectas.
Camilo miró su reloj. Los esperaban en el estadio dentro
de una hora. —
Sabemos una cosa con seguridad, si mi
maestro tiene razón, y es que los dos testigos del Muro no
serán dañados, independientemente de lo que Nicolás tenga
armado para mañana.
— que
Si es están — Zión sonriendo.
ellos allá dijo
—Oh, — Camilo.
ellos estarán allá dijo
—¿Qué hace te eso? decir
— Porque Nicolás que no aparezcan en
les advirtió se

público so pena de muerte. ¿Qué sería más público que donde


han estado por más de dos años?

Tienes razón —
dijo Zión, golpeando el hombro de
Camilo —
Debes tener un buen maestro.
.

153
,

APOLION

Raimundo estaba hablando por teléfono con el doctor Carlos


Floid, que estaba en la casa que les servía de refugio, mientras
Ken piloteaba el Gulfstream sobre el Atlántico. —Me siento
tentado a meterle una intravenosa, estilo escuela de medicina
—decía Carlos.
—Hace años que no oía esa expresión. ¿Cómo funciona?
— Raimundo.
dijo
— que dopar
Igual el trago de alguien — dijo Carlos —
sólo que les decimos que es una intravenosa inocua. Yo podría
ponerla a dormir por veinticuatro horas, pero entonces, su
sistema de inmunidad se alteraría por completo.
—¿En realidad, no lo estás considerando?
—No, aunque ella me vuelve loco. Tuve que amarrarla,
físicamente, para impedir que se pusiera a subir y bajar la
escalera.
— La ¡ escalera!
—Eso es lo que dije. Me alegro que ella se sienta más
fuerte e irónicamente esta ira asesina que siente por Carpatia
parece estar acelerando su recuperación pero no puedo dejar
que ella se ponga a realizar el gasto de energía necesario para
subir y bajar escaleras mientras esté así de débil. Honestamen-
te, Ray, es como tratar de acorralar a un niño de un año. Me

distraigo y ahí está ella otra vez en lo mismo.


— ¿Y qué pasa si baja?
— ¿Baja de qué?
—¿Podría a bajar
limitarse escalera? la

—Ray, yo cursé toda escuela de medicina y no cómo


la sé
una persona baja una escalera que también sin la suba.

—Podrías llevarla arriba


y Quizá eso
dejarla bajar. la

cansara sin desgastarla.


Hubo una pausa suficientemente larga para que Raimun-
do tuviera que preguntar si Carlos seguía en el teléfono.
— Aquí estoy —
dijo Carlos —
sólo que estoy pensando
,

que es una buena idea.

154
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Te dejé sin habla, ¿no? De vez en cuando hasta los


con algo
pilotos salen útil.

—Ray, problema
el que yo ando buscando motivos
es
para tocarla, abrazarla, consolarla. Ahora, me dices que la
ande trayendo en brazos, y ¿tú quieres que yo piense bien mis
sentimientos por ella?
—Calma, doctor. Ya no
un adolescente. Esperaba
eres
que tu obsesión con ella no fuera puramente física pero
hubiera tenido que darme cuenta. Apenas la conoces y lo que
conoces te vuelve loco, como tú mismo lo admites. Sólo
compórtate hasta que podamos regresar y ayudarte a mante-
ner tu buen juicio.
— Sí, sí.
—Quiero decir ahora.
—Lo Ya sé. te oí.

—Y, doctor, recuerda que nuestra prioridad máxima, la

absolutamente número uno, es su alma.


—Sí.
— Carlos, no escuché nada de entusiasmo.
—No, lo capté.
— Si la quieres un poco más allá de tu necesidad adoles-
cente de tenerla en tus brazos, querrás por encima de todo lo
demás, hacerla parte de la familia.

lamilo, tenemos un problema — dijo Cloé, empujándolo


para que se metiera en una habitación vacía Pasé casual- — .

mente por nuestra ruta al helipuerto para que no hubiera


sorpresas, y esa llave no está.

-¿Qué?
—La que Rosenzweig colganda de un clavo en
llave tenía
de
el dintel puerta que da
la No paso. está.

—¿Sospecha que estamos


éltramando algo?
—¿Cómo podría? Yo casual y como pude. Él
fui tan sutil

sacó a colación el tema. Yo sólo le pregunté por la historia de


la casa.

155
APOLION

—¿Esa puerta pareció firme desde adentro como a


te tan
mí, desde fuera?
—Camilo, como una pared de
es tuviéramos
ladrillos. Si

que atravesarla o echarla abajo, despertaríamos a los muertos,


para ni mencionar al personal de guardias y al mismo Jaime.

Tenemos que encontrar la llave o lograr que él nos diga
que hizo con ella.

¿Crees que Jacobo sabrá algo de esto?
Camilo se encogió de hombros. —
Si yo le preguntara,
seguramente él sabría que está pasando algo. Yo no me puedo
interponer entre ellos.
—Camilo, pero un hermano.él es

—Flamante de nuevo. No digo que nos traicionara inten-


cionalmente.
—¿Supiste de su esposa?
— que va noche con
Sí, esta ¿Cómonosotros. se siente
ellatocante su a fe?
—Entonces, no sabes.
—No.
—Jaime dice que Jacobo clama que su esposa es una
creyente ahora. Jaime pensó que eso era divertido y me pidió
que usara esta noche mi visión de Jesús para ver si ella
también tiene la marca secreta.

Camilo movió la cabeza. —Hablemos de cosecha de


almas. Yo oro por el mismo Rosenzweig.
Hannelore, la esposa de Jacobo, resultó ser una judía
alemana por nacimiento, con el pelo de color arena, y pequeña
con ojos muy azules y tímidos. Ella se juntó con Jacobo,
Esteban, Camilo, Cloé, Zión y Jaime en la salida de automó-
viles, y el guardia les abrió las puertas del Mercedes. Cloé la
abrazó calurosamente, y aunque era una extraña, estiró la
mano para retirar el pelo de Hannelore de su frente.
Camilo también la abrazó, susurrando: —
Bienvenida a la
familia.
—Mi esposa no entiende bien el inglés — dijo Jacobo.

156

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Bueno, ¿qué pasa? — Jaime, con dijo los ojos brillan-


tes— ¿Tiene —y aquí bajó voz una octava y gruñó
. la... la
marca secreta?
—Efectivamente doctor Rosenzweig —
la tiene, dijo
Cloé, claramente no con divertida la burla.
— ¡Oh, bueno! — pasándose
dijo él, de al asiento pasaje-
ros de adelante — Todos ustedes son una gran
. familia feliz,
¿no? Y, ¿qué pasa contigo, Esteban? ¿Te has incorporado a
las filas de los santos de la tribulación?
—Quizá esta noche —
dijo Esteban ¡Casi, anoche! — .

—Pero qué cosa —


dijo Jaime —
Quedaré en la minoría,
.

¿no?
Sólo Jacobo y Jaime cabían en el asiento delantero así que
Hannelore se sentó directamente detrás de Jacobo con Cloé al
medio y Zión detrás de Jaime. Camilo y Esteban se amontonaron
en el compartimento trasero. Jacobo había empezado a salir
lentamente de la entrada de automóviles cuando Jonás se paró
delante del Mercedes haciendo señas para que Jaime bajara el
vidrio de la ventanilla. Le habló a Jaime con urgencia, en hebreo.
Camilo, con su cara a escasos centímetros de la cabeza de
Zión, susurró: —¿Qué pasa?
Zión se dio vuelta a la ventana y habló suavemente.
— Recibieron una llamada de León que está enviando un
helicóptero. Los caminos están más llenos que nunca; el estadio
ya está lleno. Tuvieron que abrir las puertas dos horas antes
— escuchó un poco más —
el portero dijo a Fortunato que
,

éramos siete, demasiados para un helicóptero. Evidentemente


Fortunato le había dicho que le dijera a Jaime que quedábamos
librados a nuestra propia cuenta si rehusábamos la asistencia de
la CG. Jaime le está diciendo al portero que hizo lo correcto. A

ver, un momento. Él está susurrando, oh, no.


-¿Qué?
—Fortunatoadvierte que Jacobo no debe estar con noso-
tros.Jaime se enojó y exige que el portero haga que León
vuelva al teléfono.

157
APOLION

Jonás hizo señas que Jacobo detuviera el vehículo en la garita


del guardia, en la puerta. Se le pasó un teléfono a Jaime que
empezó a discutir en hebreo, inmediata y apasionadamente.
—Entonces, hablaré en inglés, León, Yo creía que tú
sabías todos los idiomas del mundo, como parece saber tu
jefe. Puede que lo trate de potentado porque siempre lo he
admirado pero a ti ni siquiera te diré señor, mucho menos esa
cosa de supremo lo que sea que eres. Ahora, tú me escuchas
a mí. Yo soy amigo personal del potentado. Él ha prometido
que mis huéspedes estarán seguros. Yo estaré en el estadio
esta noche, con Jacobo, ¡sí, en la multitud! No me esconderé
tras de bambalinas... Para ti puede que él no sea más que un
chofer o un valet. Para mí es parte de mi familia, y no se le
harán amenazas. Puede que haya sido necio salir corriendo
de tus guardias disparando al aire inofensivamente, pero él no
lo hubiera hecho si no hubiera sentido que nuestros huéspedes
corrían peligro de parte de la misma gente que les había
prometido ¡su seguridad!
Zión se estiró y puso una mano en el hombro de Rosenz-
weig, como para calmarlo. Camilo podía ver la sangre que
subía por la nuca del anciano y las venas que se engrosaban
en sus sienes. —No tengo que recordarte que no hace mucho
el rabino Zión Ben-Judá perdió su familia solamente por

manifestar sus creencias en la televisión. ¡Fue echado de su


patria como un delincuente común!... ¡Sí, yo sé cuan ofensivo
fue aquello para los judíos! ¡León, yo soy judío! Eso es más
de lo que puedo decir de ti... Zión me asegura que su creencia
se fundamenta en algo más que la fe, también en erudición
pero ¡no estamos hablando de eso ahora!.. ¡No! no soy uno
de ellos como dices, pero sí encuentro que Nicolás considera
a estos buscadores de Dios devotos y apasionados, con el
desprecio con que tú los miras, puede que me convierta en
uno de ellos.
«Ahora vamos al estadio en mi bien conocido vehículo.
Nos arriesgaremos con el tráfico porque conocemos atajos, y

158
!

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

también supongo que los seguidores de Zión nos abrirán


paso... Como compromiso contigo, sí, usaré un chofer de
alternativa... —
Jaime hizo señas rápidamente para que Jaco-
bo y Esteban cambiaran de lugar —
pero estamos en camino
,

y esperamos la protección jurada por el mismo potentado.

«¿Qué si lo siento? Lamento que te importen tanto los


títulos me lamento porque te ofendí. Tú me
León, pero no, no
ofendiste, ¿qué te parece eso? He tratado de conservar mi
sangre fría y he llevado un estilo de vida tan normal como sea
posible a pesar de las alabanzas y riquezas que me llegaron
por la fórmula... No insisto en un título nuevo o en un pedestal
más elevado, y francamente, eso tampoco te queda bien a ti.
Nos vamos León, y mi nuevo chofer parece no darse cuenta
que estoy hablando por un teléfono con cordón ¡adiós!
Se rió. —
¡Esteban, serpiente, casi arrancaste el teléfono
del cordón

¿Yo, serpiente? ¡Usted me puso en el blanco! dijo —
Esteban sonriendo.
Jaime se dio vuelta en el asiento. —
Zión, hijo mío, ¿sabes
lo que estaba diciendo León cuando nos alejamos?
—Me lo imagino.
— ¡Que un título más apropia-
se sentiría feliz de elaborar
do para un hombre de mi posición! ¿Alguna vez habías
conocido a alguien tan desconectado de lo que se está con-
versando?
—Nunca — dijo Zión.
Camilo cavilaba que un viaje tan peligroso pudiera resul-
tar tan festivo.

159
DIEZ

Raimundo se encargó de gran parte del vuelo crucero


sobre el Atlántico, programando la llegada en forma que
fuera mínimo el tiempo de estar en tierra. Max le había
informado que Carpatia y su séquito aún estaban en el hotel
Rey David, pero que el Cóndor 216b estaba guardado en un
hangar del aeropuerto Ben Gurión en Tel Aviv. Raimundo se
imaginaba que la seguridad sería más intensa en el Ben
Gurión pero Carpatia iba a ser trasladado en un helicóptero
de la CG primordialmente desde el aeropuerto de Jerusalén.
—¿Vas a poder asumir el manejo del helicóptero cuando
yo esté esperando en la pista con estas turbinas calientes?
— dijo Ken.
— Mientras nadie se entere que me ausenté sin permiso
voz acerca de mí y me detectan sacando
oficial. Si se corre la

un helicóptero de la CG, pues ahí se acaba la misión.



Ray, está bien, decídete. Quiero decir, yo soy un buen
soldado y haré lo que me manden pero me tienes que mandar.
— Ken, ayúdame con esto. Yo todavía tengo mi credencial
de alto nivel de seguridad pero...

—Pero si saben y
ellos te agarran, ¿cómo voy a llevar a
nuestra gente devuelta al Gulfstream?

161
APOLION

Raimundo movió la cabeza. —Tengo que tratar con Max


una vez más.
—Tú vuela; yo marcaré el número. De lo contrario, voy
a tener demasiadas horas de vuelo.
Ken le pasó el teléfono a Raimundo. —Hombre, me
alegra que hayas llamado —
Estuve una hora
dijo Max — .

sometido a un interrogatorio de tercer grado sobre ti. No


sospechan nada de mí pero piensan que estás en Jerusalén.
— En la medida que no armen una red de barrida en los
Estados Unidos.
—Ray, yo que
preferiría buscan bien en
lo hicieran. Si
Jerusalén van a
te encontrar.
—No pensarán que soy estúpido como para en
tan estar
un aeropuerto.
—Quizá pero quédate a bordo de ese Gulfstream.
no,
—Acabas de responder una pregunta importante que te-
níamos; Max.
gracias,
—¿Qué? Tú a encargarte helicóptero? Eso no
¿ ibas del es
inteligente. De todos modos, por bueno que haya sido tu
maestro, nunca pensé que fueras tan bueno en eso.
—De todos modos Ken ha estado en lo de
es mejor.
Rosenzweig. Si no llamamos mucho la atención debiéramos
ser capaces de hacer esto. ¿Dónde va a estar Carpatia?
—No hay planes de vuelo y por cierto que no va a aparecerse
de nuevo en la fiesta del estadio. Esta noche se queda cerca del
Rey David, y yo tengo marcado un vuelo a media mañana para
Nueva Babilonia, despegando desde Tel Aviv. Él va a estar bien
lejos de aquí antes que algo violento se precipite.

—¿Cómo vas a lo a Tel Aviv?


llevar
—En helicóptero desde aeropuerto de el Jerusalén.
— helicópteros son
Si estos ¿cómo sabré idénticos, cuál
es elque espera que pidamos prestado?
se
—Se supone que uno lado
estén con al del otro, la nariz

hacia el sur. Toma el que está al oeste. Nadie está de guardia


como hacen con el Cóndor en el Gurión.

162
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿Viste que entregó David?


el

—No, pero El aeropuerto llamó preguntando qué


está ahí.
se esperaba que hicieran con Ray,
te hubieras enorgulle-
ese.
cido de mí. Adopto esta actitud grandiosa. Le digo al tipo,
"¿pero qué se cree usted que se supone que haga con un
helicóptero de apoyo? ¡Ni siquiera se acerquen a él! Si yo me
entero que alguien, fuera de mi tripulación, le pone un dedo
encima, van a caer cabezas". Capté su atención.
— Max, eres de lo mejor. Entonces, esto es lo que haré.
Aterrizaré el Gulfstream y me haré como que vengo por
negocios, medetuve a cargar combustible y para hacer una
revisión del sistema. Ken se acercará al helicóptero y despe-
gará mientras yo echo combustible. ¿Lo verán?
le

— No, si enfila al sur, con las luces apagadas hasta que


esté lejos del campo. Sólo sería pura mala suerte si alguien lo
viera. Lo difícil va a ser despegar de nuevo, qué... unos veinte
minutos después. No quieras que te den el pase mucho antes
que él baje con tus pasajeros o despertarás sospechas. Obvia-
mente, coordinarás eso por el teléfono seguro de modo que la
torre no pueda ponerse a espiar. Carretea hasta la punta más
alejada de la pista donde está más oscuro, y Ken puede
aterrizar,de nuevo sin luces. Alguien puede ver todo eso pero
estás a más de cuatrocientos metros de cualquiera que pudiera
dañarte, así que actúa sin más. Si tienes suerte, nadie verá ir
ni venir al helicóptero. El tipo que me lo trajo acá se está

alojando en Haifa. Le dije que lo llamaría si lo necesitaba. De


lo contrario, se lo llevaría de vuelta a Nueva Babilonia
después que nos vayamos.
— Max, ora por nosotros. Pensamos que estamos listos

pero uno nunca sabe.


—Ray, lo haré. En todo momento en que esté despierto.

Déjame hablar un segundo con Ken.


Raimundo le pasó el teléfono.
—Bien, gracias, señor dijo Ken — — . Espero conocerlo
también, aunque de la manera en que entiendo las cosas, eso

163
APOLION

pasaríasi su cola estuviera en tanto problema como la de

Raimundo, aquí presente. Ahora, tenga cuidado y estaremos


en contacto.

Camilo asombraba continuamente con los recursos de su


se
esposa. Pese a su juventud Cloé conocía a la gente. Ella sabía
cuando actuar, cuando hablar y cuando no. Esperó hasta que
estuvieron casi en el estadio, metidos en el tráfico, para hablar
de la llave desaparecida.
—Doctor Rosenzweig, usted sabe —empezó— que esta-
ba sacando la valija del closet del pasillo cuando me di cuenta
que se perdió esa llave que usted me mostró el otro día.
— Oh, si yo sé donde está, no se perdió ¿verdad?
Ella se rió. — No. Yo sólo quería decirle por si usted no
lo sabía.
—¿Temía que la acusara de haberla sacado? — dijo él,

reflejando en sus ojos picardía.


Cloé movió la —Sólo
cabeza. lo noté — — Eso
dijo . es
todo.
—Está a buen recaudo — dijo él.

Ella se encogió de hombros, y Camilo pensó que Cloé


hacía bien las cosas fingiendo que eso no le interesaba.
—Sólo que me pareció tonto dejarla colgando ahí todo
Riesgo de seguridad,
este tiempo. das cuenta?¿te
—¿Oh? — — Yo hubiera pensado que
dijo ella . sería más
riesgo de seguridad si la colgara fuera.
Eso hizo reír al anciano tanto que el vehículo rebotaba y
se mecía mientras él se reía.
Ella siguió. —En los Estados Unidos no tenemos muchas
puertas que puedan cerrarse con llave por dentro y por fuera.
— ¿Realmente? Aquí son corrientes especialmente para
las que se usan rara vez. Me imagino que en la época de la
embajada del edificio, esa puerta se usaba con frecuencia y,
probablemente, se le echaba llave y se abría con una llave,
solamente por fuera.

164
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Cloé parecía más interesada en la bulliciosa multitud que


había fuera del furgón.
—Jacobo — Jaimedijo —
¿todavía tienes esa llave, no?
,

— —
¡Sí! gritó desde la parte de atrás, al lado de Camilo —
Y ahora me está haciendo un hoyo en la pierna desde el bolsillo.
Jaime se inclinó para atrás, hacia Cloé, como si tuviera un
secreto. —
Estoy seguro de que es la única llave que tengo
para esa cerradura. No me
imagino que vaya a necesitar esa
salida pero parece negligencia no mandar a hacer copias.
Jacobo se encargará de eso el lunes.
Ella asintió y se volvió para mirar a Camilo. ¿Qué se
esperaba que él hiciera, se preguntó éste, robársela del bolsi-
llo? No quería que Jacobo supiera de la huida hasta que
estuvieran bien lejos. Tampoco Rosenzweig, a pesar de su
guerra de palabras en tonos agrios con León Fortunato.
Al dirigir a Esteban directamente a un estacionamiento
privado, cerca de la entrada oeste, Camilo se sintió agradecido
que esta fuera la última noche de la conferencia. Había sido
más de lo que él hubiera imaginado, pero ¿dónde iban a poner
a toda esa gente? Cada noche aumentaba el gentío. Ahora la
gente estaba hombro con hombro, el estadio lleno, la gente
daba vueltas afuera y se volcaba al tráfico. La gente de los
noticieros, confesadamente controlados por la Comunidad
Global, estaban por todos lados. Era claro que esta era la
manera de Nicolás para controlar todos los detalles.
El grupo se dirigió a la zona del escenario, donde esperaba
el comité local. Camilo se impresionó con el tono autoritario que
Zión sacó súbitamente. Él se debía sentir como el pastor que era
y que las decenas de miles de personas, dentro y fuera del estadio,
eran su rebaño. Los dos días anteriores él había dejado las cosas
al maestro de ceremonias y al comité local presentándose en el

escenario a predicar cuando era su turno. Ahora parecía estar a


cargo de todo, al menos de ciertos detalles.

—Camilo — dijo, señalándolo con una elevación del men-


tón. Al acercarse Camilo, Zión lo tomó por el codo y lo llevó

165
APOLION

al maestro de ceremonias — . Naturalmente que conoces a


Daniel —Camilo asintió y le estrechó la mano. Zión conti-
nuó — , Daniel, escucha, quiero cinco asientos en la sección
reservada para mis invitados. Ellos comprenden al doctor
Rosenzweig, dos miembros de su personal, una de las esposas
de éstos, y la esposa de Camilo, ¿entendido?
—Por supuesto.
—Y me que a Camilo
gustaría dieran pase parale estar
tras bambalinas como de costumbre — volvió hacia Cami- se
lo — ¿Cloé
,
bien
estará sin ti?
—Más que La cuestión
bien, señor. cómo me es las
arreglaré yo sin ella.
Zión estaba evidentemente demasiado concentrado para
captar la humorada. —
Daniel, quisiera que se reconozca al
doctor Rosenzweig en forma digna y sin exageraciones. Él no
lo ha pedido sino que es una mera cortesía apropiada a su
posición dentro del país.
—Yo manejaré.
lo
—Después que saludes y de la bienvenida, anuncia la reunión
del sábado del comité local en el Monte del Templo, reconoces al
doctor Rosenzweig, ora, dirije un himno, y preséntame. Nada de
fanfarrias en esta ocasión. Ellos saben quién soy yo.
—Pero señor...
—Por Aquí estamos en el frente y se está
favor, Daniel.
volviendo cada vez más peligroso. Somos enemigos del
sistema del mundo y tendremos muchas oportunidades para
exponerlo a medida que pase el tiempo. Hacer alboroto por
mí no sirve propósito alguno y solamente...

Le ruego su perdón doctor. Señor Williams. Estoy
seguro que ustedes están de acuerdo en que esas personas
están ansiosas de expresarse en lo que puede ser la última
oportunidad que tengan de ver en persona al doctor Zión
Ben-Judá. Por favor, permítanme...
— Si ellos responden espontáneamente, lo aceptaré en el
espíritu en que se ofrece pero no quiero una presentación

166
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

grandiosa.Tú debes ser capaz de hacerlo sin siquiera usar mi


nombre. Tómalo como un reto personal.
Daniel lució abatido. —Oh, señor, ¿está seguro?
—Yo sé que puedes manejarlo.

Raimundo recibió una llamada de Carlos Floid, cuando no


veía más que agua. —
¿Qué pasa, doctor?

Nunca escuché eso antes dijo Carlos —
Detesto — .

molestarte pero esto me pareció importante. Patty se pasó


mucho tiempo hablando por teléfono con un muchacho que
se llama Hernán, un amigo de Ken.
—Lo conozco.
—Evidentemente, ella se lo encontró cuando estaba tra-
tando de hablar contigo allá.

-¿sí?
—Bueno, a ella le gustaría verlo.
—¿Sabe que él tiene que ser diez años menor que ella?
—Así que como es la misma diferencia de edad de Camilo

y tu hija?
Raimundo hizo una pausa. — ¿Qué... te preocupa una
relación? ¿has hablado con ese muchacho?
— Sí. Él es creyente. Parece bastante simpático.
—Es un mago de mecánica pero ¿él y Patty? Ni siquiera
la

te tu paciente Carlos, pero también


preocupes por eso. Ella es
es una mujer adulta. No tenemos autoridad sobre ella.
— No es eso lo que me preocupa, Raimundo. A ella le
gustaría que él viniera aquí.
—|Uy!
—Eso es lo que pensé. No queremos que él sepa donde
estamos, ¿sí?
—No. Él es un demás, pero no sabemos
hermano y todo lo

a quien conoce, si es suficientemente maduro para mantener


cerrada la boca, esa clase de cosas.

Eso es lo que yo pensaba. Sólo comprobando.

167
APOLION

—No dejes que ella le vaya a dar indicios de nuestra


ubicación.
—Te Puede que la recompense por buena con-
entendí.
ducta y Palwaukee en un par de días más. Ella puede
la lleve a

así juntar una cara con un nombre.


—Doctor, nosotros llegaremos a casa antes de eso. Nos
haremos un día de campo con eso. Todo el Comando Tribu-
lación salvo David y Max, naturalmente, juntos por fin.

Después que el grupo oró tras bambalinas, Zión se quedó de


pie solo, con la cabeza gacha, los ojos cerrados. Camilo no
podía decidir si Zión estaba más o menos nervioso que de
costumbre. Él se mantuvo vigilando a Zión hasta que Daniel
pasó por su lado en dirección al podio. Zión alzó los ojos a
Camilo y le hizo señas que se acercara.
—Quédate conmigo Camilo, ¿quieres?
Camilo se sintió honrado. Se paró al lado de Zión en los
costados mientras miraban la bienvenida que daba Daniel a
la multitud y anunciaba la reunión del sábado.
—La mayor parte de ustedes habrá vuelto a casa pero si

viven aquí o pueden quedarse, por favor, háganlo. Sin embar-


go, recuerden que esto es solamente un agradecimiento al
comité local —entonces hizo que el doctor Rosenzweig se
pusiera de pie para recibir un cálido aplauso.
—¿Cómo vas conseguir
a —preguntó Zión.
la llave?

—No estoy seguro todavía pero puede que, sencillamen-


te, Jacobo y le diga que no haga preguntas. Creo
se la pida a
que él confiará en mí hasta que pueda explicarle.
Zión asintió. —
Siento una carga particular esta noche,
Camilo —
susurró de súbito. Camilo no supo que decir.
Cuando Zión bajó de nuevo la cabeza, Camilo le pasó un
brazo por los hombros y se impresionó mucho al darse cuenta
que el hombre temblaba.
Daniel oraba, luego dirigió el cántico de "Santo, Santo,
Santo".

168
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Excelente elección — murmuró Zión pero no cantó.


Camilo trató
y cuando Zión
asintió —Ora por dijo: mí.
Terminó himno. Zión miró
el Camilo que levantó a el

puño como exhortación. Daniel —Ahora dijo: les invito a


escuchar un mensaje de la Palabra de Dios.
Camilo se emocionó al ver que la multitud se ponía de pie
y aplaudía. Sin gritos, sin vivas, sin silbidos. Sólo un aplauso
largo, respetuoso y entusiasmado que pareció abrumar a Zión
que hizo señas tímidamente, y cuando terminó de arreglar sus
notas, retrocedió hasta que el aplauso se extinguió.
—Dios ha puesto algo en mi corazón esta noche. Aun antes
que abriera Su Palabra, me siento dirigido a invitar a los busca-
dores a que pasen adelante y reciban a Cristo. Inmediatamente
en todo el estadio, y hasta fuera, se levantaron filas de personas,
muchas llorando, que empezaron a marchar adelante, haciendo
que los santos prorrumpieran de nuevo en aplausos. Zión dijo:

—Ustedes saben la verdad. Dios les ha captado la atención. No


necesitan otro argumento, no necesitan otra prenda. Basta con
que Jesús muriera y que muriera por ti.
Los buscadores seguían pasando. Zión le pidió a los
creyentes que oraran con cualquiera que así lo quisiera, y por
una hora pareció que todos los que estaban dentro del alcance
de la voz de Zión venían buscando salvación, excepto el
personal de la Comunidad Global.
—La Red de Transmisión de la Comunidad Global está
mandando esto a todo el mundo y a la Internet dijo Zión — —
Yo estoy seguro que creen que cualquier persona pensante
entenderá nuestro mensaje y que la CG no tiene nada que
temer permitiendo que lo proclamemos. Dirán que el nuestro
no es mensaje del ecumenismo y la tolerancia que ellos
el

fomentan, y les digo que tienen toda la razón. Existe el bien


y el mal, hay verdades absolutas y algunas cosas no pueden
y no deben y nunca deben ser toleradas.
«La Red de la CG no nos acallará a menos que parezcan
temer nuestro mensaje, la verdad de Dios, a un rabino convertido

169
APOLION

que cree que Jesucristo es el tan largamente buscado Mesías.


Aplaudo el valor de la administración de la Comunidad
Global y, sin pedir disculpas, saco ventaja de su liberalidad.
Nuestro mensaje es transmitido a toda nación del mundo sin
costo para nosotros. Aquí no necesitamos traductores, y los
informes nos hablan del mismo milagro de entendimiento que
también ha sucedido en no entiende
la televisión. Si usted
hebreo ni inglés pero, aún así, comprende cada palabra que
digo, me alegro de decirle que Dios está obrando en su mente.
La mayor parte de este mensaje está en inglés aunque leo
Escrituras en hebreo, griego y arameo. Me ha divertido des-
cubrir que hasta mis colaboradores no se dan cuenta de esto.
Ellos escuchan todo en sus propios idiomas.
— Dios también está obrando en su corazón. Usted no
tiene que estar físicamente con nosotros para recibir a Cristo
esta noche. No tiene que estar con nadie más, ni orar con otra
persona ni ir a ninguna parte. Todo lo que necesita es decirle
a Dios que usted reconoce ser pecador y estar separado de Él.
Dígale que usted sabe que nada que usted pudiere hacer por
usted mismo le ganará acceso a Él. Dígale que usted cree que
Él envió a Su Hijo, Jesucristo, a morir en la cruz por sus
pecados, que Él fue levantado de entre los muertos, que ha
arrebatado a Su Iglesia, y que está viniendo de nuevo a la
Tierra. Recíbale como su Salvador ahí mismo donde usted
esté. Creo que millones de personas de todo el mundo están
incorporándose a esta gran cosecha de almas que producirá
santos y mártires de la tribulación, multitud que no puede
contarse.
Zión parecía exhausto y retrocedió para orar. Cuando la
gente que había pasado adelante se empezó a dispersar y
volver a sus asientos, Zión volvió al pulpito. Acomodó nue-
vamente sus notas pero sus hombros se encorvaron y pareció
que respiraba pesadamente. Camilo estaba preocupado por él.
Zión se aclaró la garganta y respiró profundo, pero su voz
se debilitó súbitamente aunque pudo decir: —Mi texto para

170
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

estanoche es Apocalipsis 8:13. En todo el estadio se abrieron


decenas de miles de Biblias, y el aire se llenó con el peculiar
sonido de las páginas de papel Biblia volviéndose. Zión se
apresuró a ir donde Camilo mientras la gente buscaba el pasaje.
—¿Zión, bien?
te sientes

—Creo que ¿Estás dispuesto


sí. a leer el pasaje si necesito
que hagas?
lo
—Por ¿ahora mismo?
cierto,
— probar pero
Prefiero llamaré te si te necesito.
Zión volvió al podio, miró el pasaje, luego elevó sus ojos
a la multitud. Se aclaró la garganta, dijo: —
Ténganme pacien-
cia. Este pasaje advierte que cuando la Tierra haya sido

oscurecida en un tercio, seguirán tres ayes terribles. Estos son


particularmente ominosos, tanto que serán anticipadamente
anunciados desde el cielo.
Zión se volvió a aclarar la garganta y Camilo se preparó
por si era necesitado. Deseaba que Zión pidiera sencillamente
su ayuda. Pero súbitamente olió las túnicas polvorientas y
ahumadas de los dos testigos y se sobresaltó cuando Elias y
Moisés se pusieron a su lado. Se dio vuelta, como si estuviera
soñando, y se encontró mirando fijo los infinitos ojos de Elias.
Camilo no había estado nunca tan cerca de los profetas y tuvo
que resistir el impulso de tocarlos. Los ojos de Elias se
hundieron en los suyos.

No te muestres al enemigo tuyo — — dijo . Sé sobrio,
vigila porque tu adversario, el diablo, como león rugiente,
anda buscando a quien devorar.
Camilo no podía hablar. Trató de asentir para indicar que
había escuchado y entendido pero no pudo moverse. Moisés
se inclinó entre él y Elias agregando: —
Quién resiste cons-
tante en la fe.
Ellos siguieron adelante de él y se pararon directamente
detrás de Zión. La multitud se azoró tanto que no dieron vivas
niaplaudieron sino que apuntaron a ellos y se pusieron de pie
y se inclinaron hacia delante para escuchar. Moisés dijo:

171
APOLION

—Mis amados hermanos, Dios de toda gracia, que nos ha


el

llamado a su gloria eterna por Cristo Jesús, después que


hayáis sufrido un poquito, los haga perfectos, los establezca,
los fortalezca, los estabilice.
A Camilo le parecía que Zión podía caerse pero sólo abrió
camino a los dos. Sin embargo, ninguno se acercó al micró-
fono. Moisés citó en voz alta el pasaje de Zión, para que todo
oído pudiera oír, en el estadio y en la televisión global.

Entonces miré, y oí volar a un águila en medio del cielo,


que decía a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que habitan en
la tierra, a causa de los toques de trompeta que faltan,
que los otros tres ángeles están para tocar!

Alrededor de Camilo llegó el sonido de los disparos de


los rifles CG de alto poder.Los guardias se arrodillaron con
una sola armas y poner en la mira a
rodilla para levantar sus
los dos testigos. Camilo quiso gritar: —
¡No es la hora fijada,
necios! — pero se preocupó por la seguridad de Zión, por la
de Cloé y la de sus amigos, por la suya propia.
Pero nadie disparó. Y justo cuando parecía que uno o dos
podían apretar el gatillo, Elias y Moisés se fueron del escena-
rio, pasando por el lado de Camilo, y de los mismos guardias

que los tenían en sus miras. Los guardias se apartaron de ellos


dando tropezones, algunos cayéndose, y sus armas tintinean-
do en el suelo de concreto.
Camilo oyó que Zión decía desde el podio: Si nunca—
más nos volvemos a encontrar en este lado del cielo o en el
reino milenial que nuestro Salvador establezca en la Tierra,
yo les saludaré en la Internet y enseñaré del capítulo 9 del
Apocalipsis ¡qué Dios les acompañe cuando compartan el
evangelio de Cristo con todo el mundo!
La reunión terminó temprano y Zión, tan asustado como
nunca Camilo lo había visto, se apresuró en ir directamente a él.
— ¡Mete a nuestros pasajeros en el furgón lo más rápido
posible!

172
ONCE

Raimundo y Ken se quedaron sentados en silencio durante


la rara transmisión televisiva desde Israel, donde aún no
eran las nueve, mientras se iban rumbo al Oriente Medio en
esa noche de viernes.
—Todavía estamos a horario para aterrizar a medianoche
— Raimundo— Ay, Ken,
dijo . lo siento, no tenía intenciones
de despertarte.
Ken se frotó los ojos con sus pulgares. —
En realidad, no
estaba durmiendo. Sólo pensando. Tú sabes, si todo lo que
dice Ben-Judá es cierto, pronto nos vamos a pasar la mitad
del tiempo tratando de seguir vivos. ¿Qué vamos a hacer
cuando no podamos comprar ni vender porque no tendremos
la marca?
—Como Zión, tenemos que empezar
dijo a guardar ahora.
—¿Te das cuenta de que esolo significa? Vamos a ser
una sociedad invisible de creyentes, un todo separado. Puede
que haya mil millones de nosotros pero aún vamos a ser la
minoría, y seguiremos siendo considerados criminales y fu-
gitivos.
— ¡Cómo no si lo supiera!
— ¡No podremos confiar en nadie que tenga la otra marca!

173
APOLION

—No te olvides que habrá mucha gente sin ninguna de


las dos marcas.
Ken movió la cabeza. —Alimentos, energía eléctrica,
salud, transportaciones, todo controlado por la CG. Vamos a
andar dando tumbos por ahí, rasguñando la existencia en un
enorme mercado negro clandestino. ¿Cuánto dinero tenemos?

¿El Comando Tribulación? No mucho. Camilo y yo
teníamos buenos ingresos pero eso se acabó. Zión y Cloé
tampoco tienen fuentes de ingreso. No podemos esperar que
Max y David tengan que preocuparse de nosotros aunque
estoy seguro que harán lo que puedan. No he hablado con
Carlos de reservas que él pudiera tener.
—Yo tengo una buena cantidad ahorrada.
—También Camilo y yo pero nada parecido a lo que
vamos a necesitar para un avión y combustible, ni para hablar
de la supervivencia.

—Ray, esto no va a ser agradable, ¿cierto?


—Puedes repetir eso pero, por favor, no lo hagas.
Ken sacó un cuaderno amarillo de su bolsa de vuelo.
Raimundo se dio cuenta que las páginas estaban dobladas y
más de la mitad estaban escritas. —
Sé que nunca firmamos
nada ni hicimos promesas cuando nos asociamos — dijo
Ken — ,
pero yo he estado pensando mucho. Nunca estuve de
acuerdo con el socialismo o el comunismo ni siquiera con la

vida comunitaria. Pero me parece que desde ahora en adelante


vamos a tener que ser muy parecidos a una comunidad.

En el sentido del Nuevo Testamento, como dice Zión.
—Correcto, y no sé que pienses tú, pero yo no tengo
problemas con eso.
Raimundo sonrió. —He aprendido a creer completamente
la Biblia, si eso es lo que estás preguntando.
—No qué vas a hacer respecto de futuros miembros y

todo eso, pero puede que tengamos que ponernos formales en
esto de dar todo lo que tenemos a la causa.

174
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Raimundo frunció los labios. Hasta ahora eso no había


tenido importancia. —¿Como si todos tuvieran que poner a
disposición de todos los recursos que tengan?
— en Si realidad quieren incorporarse.
—Yo estoy dispuesto y sé que Cloé, Camilo y Zión también.
Tan sólo que aportamos relativamente poco en lo material. Entre
Camilo y yo no tendríamos más de medio millón de dólares. Eso
solía ser mucho pero no durará por largo tiempo y no financiará
ninguna ofensiva contra Carpatia.
—Mejor que conviertas eso en y oro, rápido.
—¿Lo crees así?
—Yo tengo noventa por de todo en metal
ciento el pre-
cioso — Ritz — En cuanto empezamos con
dijo . las tres
divisas (monedas) vi lo que se venía encima. Ahora, estamos
con una que importe lo que suceda, tengo un bien
sola, y sin
transable. Cuando cumplí los cuarenta me puse totalmente
obsesivo con el ahorro. Ni siquiera sé por qué. Bueno, quiero
decir ahora lo sé. Zión cree que Dios obra en nuestra vida aun
antes que nosotros lo reconozcamos. Durante casi veinte años
he estado viviendo solo y haciendo estos vuelos chárter. He
sido avaro. Nunca tuve un automóvil nuevo, hice que la ropa
durara años. Usaba un reloj barato. Todavía lo hago. No me
importa decirte, he ganado millones y ahorré casi ochenta por
ciento de ello.
Raimundo silbó entre dientes. —
¿Mencioné la cuota
anual por sermiembro del Comando Tribulación?
— Bromeas pero ¿qué otra cosa voy a hacer con oro que
representa millones? Lo que nos queda son, qué... menos de
cinco años. Las vacaciones me parecen frivolas ahora, ¿no te
parece? Ray, lo importante es que quiero comprar un par de
estos Gulfstreams, luego quiero hacer una oferta por Palwau-
kee.
—¿El aeropuerto?
—Ahora virtualmente una
es pista fantasma. El dueño me
dice que yo hago más vuelos de ahí que los demás. Sé que a

175
APOLION

él le gustaría vender y mejorque yo compre antes que


Carpatia lo haga imposible. El lugar viene con varios aviones
pequeños, un par de helicópteros, tanques de combustible,
torre de control
y equipos variados.
— Tú has estado pensando, ¿no?
Ken —También sobre más cosas que eso —
asintió. le-

vantó su anotador— Esto . de Cooperativas


está lleno ideas.
agrícolas, una operación de cosecha submarina, hasta banca
privada.
— ¡Ken! ¿Cosecha submarina?
¡Párate!
—Leí que Carpatia estaba sacándoles dinero a sus diez
muchachos, los diez reyes como los llama Zión, por los
derechos de cosechar sus vías de agua en pos de comida y
petróleo, y me puse a pensar que ellos andaban en algo. Él
podía cerrar con toda facilidad la granja de alguien, bombar-
dearla, allanarla, quemarla, confiscar equipos, todo eso. Pero
¿cómo podría patrullar los océanos? Tenemos creyentes con
experiencia en pesca y el equipo —
aquí hablo de los pesca-
dores comerciales —
y nosotros les damos un mercado de
millones de santos. De alguna manera coordinamos esto,
ayudamos a procesar el flete y la facturación, nos quedamos
con un porcentaje razonable, y financiamos la obra del Co-
mando Tribulación.
Raimundo comprobó sus marcas y luego se volvió para
mirar fijamente a Ken. —¿De dónde sacaste todas estas
cosas?
—Pensabas que yo era un estúpido quejumbroso, ¿no es
cierto?
—Yo sabía que no porque a Max
era así gusta jugar le a
eso y es agudo como látigo, pero tú, ¿tienes estudios en eso
o...?

—No me creerías si te lo dijera.


—Ahora cualquier
creería cosa.
—Escuela de Economía de Londres.
—Ahora me embromando.
tú estás

176
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Te no me
dije, crees.
—¿Qué, hablas en serio?
—Fue hace y cinco años, pero sí. Me salí de la
treinta
fuerza aérea, pensé irme a la aviación comercial pero quería
vagar primero por Europa. Inglaterra terminó por gustarme;
realmente ahora no recuerdo los por qué pero entré en la LSE
con mis altas notas de la secundaria.
—¿Te fue bien en secundaria?
la
—Con honores, muchacho. Hice el discurso de gradua-
ción y todo. Se pensaba que iba a ser maestro de inglés. Hablo
así porque es más fácil pero vuestro servidor es una eminencia
en el conocimiento de los parámetros gramaticales.
—Asombroso.
—A veces yo mismo me sorprendo.
—Apuesto que sí.

La multitud que se retiraba del lugar parecía de ánimo festivo


pero Camilo no podía ver a su gente y no quería perder de
vista a Zión. El rabino seguía de pie, conversando con Daniel

y el comité local pero parecía agitado y distraído, como si

quisiera estar ya en camino. Camilo escrutó el estadio, espe-


cialmente la sección reservada pero sin ver a ninguno de los
cinco que estaba buscando. Pensó que los cazadores de autó-
grafos o gente bien intencionada podría estar rodeando a
Rosenzweig, quizá hasta creyentes fanáticos que trataran de
convertirlo. Pero no había amontonamientos, sólo filas de
gente que felizmente iba saliendo, bajo la austera vigilancia
de los guardias de la CG.
Camilo miró a Zión y a los demás que estaban tras
bambalinas. Ese grupo también parecía disminuir y no quería
que Zión se quedara solo pues se contaba entre las personas
más reconocibles del mundo, de modo que no podría fundirse
con ninguna multitud.
Camilo se apresuró a ir donde Daniel pero Zión, ahora
mortalmente serio, lo interceptó. —
Camilo, por favor, junta

177
APOLION

a los demás y vamos! Quiero hablar con Jaime esta noche


pero nada debe interponerse en nuestro horario. Todo está
establecido, y no podemos dejar expuestos a Raimundo y
Ken.
—Zión, lo sé, estoy buscando a los demás pero...
Zión aferró el brazo de Camilo. —Sólo ve y encuéntralos
y llévalos al Tengo una terrible sensación que sola-
furgón.
mente asumo viene del Señor. Tenemos que llegar a la casa
de Jaime. La CG la tiene bajo vigilancia con toda seguridad
de modo que podemos darles una sensación falsa de seguridad
cuando sepan que estamos ahí y parezcamos estar calmándo-
nos para pasar la noche.
Tras bambalinas quedaban Daniel y sólo cuatro o cinco
miembros del comité. —
Zión, no quiero dejarte solo. La CG
pudiera hacer cualquier cosa que deseen contigo si no hay
testigos y echarle la culpa a cualquiera.
—Anda, Camilo. Por favor. Yo estaré bien.
—Daniel — Camilo— dijo ,
¿vigilarías a Zión hasta que
yo vuelva?
Daniel —¿De niñera
se rió. del rabino? ¡Claro que puedo
encargarme de eso!
Camilo, con su cara adusta, acercó a Daniel y le susurró
al oído. —
Puede que esté corriendo grave peligro. Prométe-
me.
— No le quitaré los ojos de encima, señor Williams.
Camilo trotó rampa arriba cruzando el escenario, saltando
luego al suelo. Desde ahí podía ver menos que desde el
escenario así que empezó a subir. Un guardia de la CG lo

detuvo.
—Usted no puede subir para allá.
Camilo buscó su credencial. —Estoy con el comité del
programa.
—Señor, yo sé quien es usted. Le aconsejo que no suba
para allá.

178
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Pero tengo que pasar por para furgón y


ahí llegar al
estoy tratando de encontrar a mi grupo.
—Usted puede a su furgón en
llegar forma en que todos la
losdemás están saliendo.
—Pero no puedo irme mi y primero tengo una
sin gente,
citacon alguien tras bambalinas.
Camilo empezó a subir al escenario de nuevo cuando el
guardia lo mandó bajar. —
Señor, no me haga usar la fuerza.
No se le permite regresar por ese camino.
Camilo evitó mirar directo a los ojos del guardia para
impedir que éste se inquietara más. —
Usted no entiende, yo
soy Cam...
— Señor, yo quién sé es usted — dijo gravemente el guar-
dia — Todos sabemos quién
. es usted, quienes componen su
grupo, y con quién tiene cita.

Camilo lo miró directo a la cara. —Entonces, ¿por qué no


me deja pasar?
El guardia tiró para atrás la gorra de su uniforme, y Camilo
vio la señal de la cruz en su frente. —¿Usted, usted es un...?
— Precisamente desde esta noche — susurró el guardia.

— De La gente de
pie aquí. muchedumbre empezó a notar-
la

lo, y, naturalmente, yo también vi sus marcas. Tuve que

calarme más la gorra para impedir ser delatado. Si me descu-


bren soy hombre muerto. Déjeme ir con usted.
— ¡Pero tú estás en un lugar estratégico! ¡Puedes afectar
a tantas cosas! Los creyentes no te denunciarán. Ellos sabrán
que estás haciendo. ¿Corre peligro Zión?
El guardia levantó su arma a Camilo. ¡Siga adelante! —
— gruñó, luego volvió a bajar la voz —
Su grupo ya está en .

el furgón. Hay francotiradores esperando para tener un buen

blanco de Ben-Judá allá, tras bambalinas. Dudo que usted


pueda sacarlo.
— ¡Tengo que sacarlo! — silabeó Camilo — . ¡Voy a regre-
sar para allá!

— ¡Le dispararán!

179
APOLION

— ¡Entonces, dispárame ¡Llama


aquí! la atención! ¡Grita

pidiendo auxilio! Haz algo!


—¿No puede llamarlo?
—Él no anda trayendo un teléfono y no sé el número del
maestro de ceremonias. Haz lo que tengas que hacer pero yo
me voy.
—Mi trabajo es mantener a todos lejos de las bambalinas.
Camilo lo empujó, siguió subiendo de a dos escalones por
vez. Desde atrás oyó que el guardia gritaba: ¡Espere! —
¡Deténgase! ¡Socorro!
Al llegar Camilo al escenario, dio una mirada rápida para
atrás para ver que el guardia hablaba en su intercomunicador,
luego preparaba su arma. Camilo se zambulló en las bamba-
linas y se dirigió a Zión que estaba de pie, precariamente, con
la sola compañía de Daniel. Este vio a Camilo y se alejó, como

si su trabajo hubiera terminado. Camilo estaba por gritar que

se quedara cerca cuando rompió el fuego de las armas.


Zión y Daniel se tiraron al suelo de inmediato, como lo
hicieron unos cuantos paseantes, que estaban a corta distan-
cia. Los guardias de la CG corrían por el escenario al sonido

de la metralla. Camilo se lanzó para ayudar a Zión a pararse.


— Daniel, ¡ayúdame a meterlo en el furgón!
Ellos se abrieron paso por entre la gente aterrada y llega-
ron al Mercedes. La gente de afuera gritaba y empujaba por
llegar tan lejos del estadio como pudieran. La puerta trasera

y la del lado del asiento de atrás quedaron abiertas. Camilo


saltó en la parte de atrás mientras Daniel empujaba a Zión
dentro y cerraba la puerta.
Todos mantuvieron sus cabezas por debajo del nivel de la
ventanilla hasta que Esteban salió a la calle. Desde dentro del
estadio llegaba el pop, pop, pop de más disparos, y Camilo
sólo pudo rogar que la CG no se desquitara de su frustración
creando más mártires.
Zión lloraba mientras miraba al gentío que corría a toda
velocidad lejos de la zona, diciendo: —Esto es lo que me

180
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

temía. Traer esta gente al campo enemigo, llevarlos al mata-


dero.
Jaime estaba extrañamente callado. No hablaba ni parecía
moverse. Estaba sentado mirando adelante en línea recta.
Pareció distraerse en un semáforo cuando Esteban sacó sus
manos del volantes, empuñó ambas manos y las meció delante
de su cara como si estuviera celebrando. Jaime lo miró de
costado y desvió la vista.
La luz cambió pero un guardia de la CG todavía retenía
al trafico, dejando que pasara unade vehículos que venía
fila

en sentido contrario. Esteban aprovechó el momento para


volver el espejo retrovisor hacia él. Se tiró el pelo para atrás

y contempló su frente.Jaime lo miró con expresión de abu-


rrimiento. — Esteban, no puedes ver la tuya. Sólo los demás
pueden verla.
Esteban se dio vuelta en su asiento, diciendo: ¿Bien? —
— —
Sí dijo Cloé y Zión asintió.
Esteban trató de estrechar las manos de todos los que
estaban detrás de él y Jaime levantó ambas manos con resig-
nación, encogiéndose de hombros y moviendo la cabeza.
—No con seguridad hasta me pase a mí.
lo sabré
Camilo vio que unos guardias de la CG venían corriendo
hacia el cruce de calles, y dijo: —
Esteban, ¡vamos!
Esteban se dio vuelta para ver al que dirigía el tráfico que
todavía lo retenía. — Pero...

— ¡Confía en mí, Esteban, vamos ahora!


Esteban pateó el acelerador y Mercedes salió disparado
el

hacia delante. El guardia se puso al frente con los dos brazos


levantados pero saltó a un costado cuando Esteban se dirigió
hacia él.

— ¡Llévanos a casa de Jaime lo más rápido que puedas!


— dijo Camilo. Esteban se puso a la altura del reto.

— Así, pues, Ken — dijo Raimundo — , como experto en eco


nomía, ¿todavía confías en los bancos?

181
APOLIÓN

—No confiaba en bancos antes que Carpatia


los llegara
al poder.
—¿Entonces, ¿dónde guardado
tienes tu lingote?
—Unos En su mayoría son monedas. ¿Quién
lingotes.
tiene cambio para un de oro?
ladrillo
Raimundo —¿Quién
se rió burlón. cambio aunque
tiene
sea para una moneda de oro? Tendrás que comprarte la tienda
entera para impedir que te den cientos de cambio.
—Espero que la cosa no llegue
extremo de tener que
al

gastar el oro como divisa. En cuanto a donde lo puse, digamos


que si compro Palwaukee, estaré comprando una propiedad
de mucho valor.
—No dirás...

—Sé que estás pensando. El tipo que se supone sepa


lo
de dinero pierde más millones poniéndolo donde no puede
crecer.
—Exactamente. Hasta yo tengo una pequeña cartera.
—Sólo hace poco puse todo bajo
lo Justo debajo
tierra.

de mi choza Quonset. Durante años almacené solamente la

ganancia. Después del Arrebatamiento, que sólo conocí como


las desapariciones en aquel entonces, pude ver que iba a pasar
con la economía —Ken se rió.
—¿Qué?
—Pensé que lo iba a perder todo en el terremoto. Casi me
maté yendo en pos de eso, es decir, de mi tesoro. El terreno
estaba todo roto y mi lingote y las cajas de monedas se
deslizaron por una fisura y terminaron unos seis metros más
hondo de donde yo los había enterrado. Podría haber sido,
con igual facilidad, sesenta metros o derecho al centro de la
Tierra. No sabía que eso significaba tanto para mí. Honesta-
mente no lo sabía. Cavar en ese hoyo era la cosa más tonta
que se pudiera hacer después de un terremoto, con todas esas
réplicas zumbando por ahí. Pero yo estaba en tal estado que
me imaginé que si no podía encontrar mi oro, era mejor que
me muriera. De una u otra forma iba a quedar enterrado bajo

182
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

tierra. Lo encontré y me porté como un niño que encuentra


sus bolitas que perdió hace mucho. Entonces fue que supe que
tenía todo al revés. Empecé a figurarme eso por tu yerno.
—¿Cómo?
— Pensé que él era religioso y aunque yo no me tragaba
nada de eso, no podía discutir que, con toda seguridad, él tenía
prioridades diferentes a las mías o de cualquier otra persona.
Quiero decir, sabía que se creía todo el paquete, eso era
seguro. Mi futuro estaba ligado a la seguridad de mis bienes.
Su vida entera estaba confiada en Jesús. Hombre, eso sonaba
estúpido pero él lo llevaba bien. Yo lo envidiaba, realmente
lo envidiaba. Después de aquel terremoto terminé en el hos-
pital con mis sesos casi colgando fuera y todo lo que podía
pensar era que no me imaginaba al chico Williams rasguñan-
do los escombros en pos de sus pertenencias. Entonces él
apareció, y salimos en otro de sus excéntricos viajes a saltos.
— —
Deseo que éste fuera sólo un salto dijo Raimundo —
No importa como lo analices, esta va a ser una noche larga.
— ¿Debiéramos bajar en Grecia o Turquía en lugar de
tratar de ir hasta allá esta noche? Hay un par de muchachos
en quienes confío en esos lugares, uno en cada país. No son
creyentes todavía, no lo creo, que nunca nos delatarían si
entiendes que quiero decir.
Raimundo movió la cabeza. —Tenemos suficiente com-
bustible, yo preferiría que hiciéramos todo el viaje de una sola
vez.
— Usted manda.
Al acercarse Esteban a la propiedad de Jaime, el viejo le
preguntó en hebreo algo a Jonás, el portero. Cuando Jonás
respondió, también en hebreo, Camilo le preguntó a Zión qué
decían. El rabino puso un dedo en sus labios, diciendo:
—Después.
Adentro miraron cobertura y el comentario de la tele-
la

visión mientras que, de a uno por uno, como para no ser

183
APOLION

evidentes, Zión,Camilo y Cloé se deslizaron sigilosos a


empacar. Sincronizaron sus relojes en forma subrepticia.
Camilo percibió que Jaime estaba ahora tan ansioso como
Zión de proseguir la discusión espiritual. Quizá más pues
Zión tenía la fuga en su mente. Sin embargo, Camilo sabía
que ganar almas era más importante para Zión que su propia
vida. No dejaría pasar esta oportunidad de presentar su caso
por el corazón de Rosenzweig.
Camilo tenía que rogarle a Jacobo por la llave y se alegró
por la oportunidad de dejar que los dos viejos amigos hablaran
en privado. Pero cuando se fue a buscar a su nuevo hermano,
supo que Jacobo estaba de franco por el resto de la noche.
— ¿Dónde puedo hallarlo? —
preguntó.
— Supongo que en casa —
le dijo en mal inglés otro

miembro del personal. Le dio el número y Camilo lo marcó.


Sin respuesta.
—¿Dónde más pudiera estar? —preguntó Camilo.
El hombre habló como conspirando. —Usted no lo supo
por mí pero hay un bar que se llama El Harén. Está en...

—Yo dónde Gracias.


sé es.

Se apresuró a volver a casa e interrumpió a Jaime y


la

Zión. — Lo pero tengo que hablar con Jacobo y


siento no él

está en su departamento.
Jaime dijo:—Oh, algo de
dijo donde madre de
ir la

Hannelore. Pero mañana en Monte


estará Templo.
el del
—Realmente quiero hablar con noche.él esta

Jaime le dio el nombre de la mujer y Camilo la llamó. Una


alemana respondió a su llamada y puso a Jacobo al teléfono.
— Señor Williams, me será difícil salir esta noche. La madre
de Hannelore no ha recibido bien esto y acordamos quedarnos
y conversar. Por favor, ore por nosotros.
—Lo haré pero, Jacobo, necesito esa llave.
—¿Llave?
—Esa que ibas a copiar para el doctor Rosenzweig.
—¿Él la necesita antes?

184
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins


Yo la necesito, y necesito que me tengas la suficiente
confianza para no preguntar por qué.
—¿Le teme a los intrusos? La puerta quedó con llave. Es
la más firme de la casa.
—Lo pero
sé la necesito. Jacobo, por favor.
—Ni siquiera la tengo yo. Se la di a Esteban. Mañana
trabajo pero el lunes estoy libre de nuevo. Dijo que él la haría
copiar entonces.
—Y ¿dónde vive?
—Cerca pero en
del estadio las noticias vi que no permiten
tráfico en zona
la noche.
esta
—Hemos estado mirando y no vi eso.
—Acaban de Un guardia de
pasarlo. la Comunidad Glo-
bal fue asesinado inmediatamente después de la reunión. Ese

debe haber sido el tiroteo que escuchamos. La CG anda


buscando a los asesinos. Creen que fue hecho por uno o más
de los testigos en la reunión.
—Jacobo, escúchame. Te dije por qué era ese tiroteo.
—Pero no dijo que mataron un guardia. ¿Algunos de los
testigos estaban armados? Quizá estaban protegiéndolos a
ustedes cuando pensaron que el guardia estaba disparándole
de verdad a usted.
—Oh, por Dios, espero que
favor, no.
— Amigo mío, nunca De todos modos, no
se sabe. entraría
al barrio donde vive Esteban esta noche sin que lo pararan. Y
usted sabe que lo reconocerán.
—Jacobo, un
necesito favor.
—Oh, señor Williams. Quiero ayudarle pero no puedo ir

donde Esteban esta noche. Estamos tratando de convencer a


mi suegra de que todo esto no fue idea de Esteban. Ella
siempre lo ha odiado, culpándolo de todo lo malo que yo haya
hecho. Ahora, dice que desea que él y yo siguiéramos siendo
unos borrachos y no unos locos religiosos, enemigos del
potentado. Ella amenaza quitarme a Hannelore.

185
APOLION

— Yo sólo necesito que no menciones al doctor Rosenz-


weig que pedí la llave —
hubo un silencio largo —
Me doy
.

cuenta que te estoy pidiendo que mantengas algo en secreto


de tu...
— Del hombre al cual debo mi vida. Él ha sido como un
padre para mí. Usted debe decirme todo lo que pasa para que
yo consienta a eso. Si yo guardara secretos para él que le
causaran daño, nunca me perdonaría. ¿Por qué necesita esa
llave y que él no lo sepa?
— Jacobo, tú sabes que él aún no es creyente.
— ¡Lo sé! Pero eso no lo constituye en nuestro enemigo.
Yo ruego que sea yo el que le predique, y no obstante, el
rabino mismo es amigo del doctor Rosenzweig.
— Él no es nuestro enemigo, Jacobo, pero es ingenuo.
—Ingenuo. No conozco esa palabra.
— Sigue siendo amigo del potentado.
— Todavía no se da cuenta.
— Eso es lo que quiero decir con ingenuo. Si usamos esa
llave para irnos temprano, antes que la CG sepa que nos
fuimos, no podemos arriesgarnos a que él pueda decir algo a
Nicolás o a su gente.
Jacobo se quedó en silencio otro momento. —
No sabía
en que me estaba metiendo, dijo finalmente, nunca retroce-
dería y creo pero nunca pensé que tendría algo que hacer en
la lucha contra Nicolás Carpatia.
—Jacobo, ¿puedes decirle a Estebanque necesito deses-
peradamente esa llave? Quizá él pudiera salir y traerla. A él

lo conocen en el barrio, y no sería raro que él saliera a trabajar,


aun a esta hora, ¿no?

Trataré pero ahora son dos los que deben guardarle el
secreto.
—¿Lo hará él?
—Creo que sí. Pero ¿qué pensará el doctor Rosenzweig
cuando sepa que nosotros ayudamos a que ustedes se escapa-
ran y nunca se lo dijimos?

186
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo pensó en sugerirles que le dijeran a Rosenzweig


que el Comando Tribulación los amenazó pero una cosa era
usar todos los medios para engañar a Carpatia y sus sicarios
y otra, muy distinta, era empezar a mentirle al hombre que
estaban tratando de alcanzar para Dios. Camilo miró la hora.
Eran casi las once. Las probabilidades estaban en contra de
que Esteban llegara a tiempo a él.
—Jacobo, ¿podemos esa puerta para pasar?
forzar
—No señor Williams, tengo que
es fácil, irme.

Raimundo estaba a una hora del aeropuerto de Jerusalén,


haciendo comprobaciones casuales con las torres que había
en la ruta, y que de todos modos, lo captarían en sus radares.
Identificaba su nave por el tipo y números de llamada sola-
mente, y nadie pedía más detalles. —
ETA a las 2400 horas
en el aeropuerto de Jerusalén para cargar combustible de- —
cía.

—Diez-cuatro, Cambio y
Gulf. fuera.
Marcó número
el de Cloé. —¿Todo bien, querida?
—Papá, aquí estamos un poco asustados. No te aburriré

con detalles pero sigue en tu curso. De alguna manera estare-


mos esperando, en el techo, a las 12:30.
— Se me hace largo el tiempo para verte, mi amor.
— Papá, yo también te echo de menos. Te llamaré si
tenemos problemas.
—Bien. Ken estará en el pájaro así que yo te veré a bordo
del Gulfstream.

Camilo golpeó ligeramente la puerta donde estaban Zión y

Jaime hablando sereno pero animadamente. Zión le lanzó una


mirada a Camilo como si éste hubiera escogido realmente el
momento inadecuado para entrometerse.
—Caballeros, lo lamento mucho pero Zión, tengo que
decirte algo.

187
APOLION

— ¡En absoluto! — dijo Rosenzweig — . Yo necesito un


momento a solas. Permitan que me vaya. Quiero preguntar a
tu esposa si quisiera ir conmigo mañana al Monte del Templo.
Jacobo y yo iremos un poco más tarde.
Pasó por el lado de Camilo, sonriendo pero claramente
distraído. Camilo se disculpó con Zión.
—Camilo, que tenemos muy poco tiempo pero
sé ¡él está
tan cerca!
—¿Lo suficientemente cerca como para confiar en él?
Camilo puso al día a Zión.
Zión se estiró para volver a encender el televisor. En la

pantalla apareció la cara del mismo guardia CG que había


disparado por encima de la cabeza de Camilo, fallando inten-
cionadamente. Bajo su fotografía estaban las fechas de su
nacimiento y muerte. Camilo dijo, con la garganta apretada:
— Yo hice que lo mataran.
—Probablemente salvaste mi vida — dijo Zión. —Bendito
sea Dios pues él está ahora en el cielo. Camilo, sé que esto es
duro y no quiero encallecerme ante el elevado precio que estamos
llamados a pagar. Nadie invertiría gran cosa en nuestros futuros.
No sé por cuánto tiempo más el Señor nos protegerá a nosotros
para que hagamos Su obra. Pero temo que dejamos que Carpatia
hiera o mate o hasta detenga a uno de nosotros en esta noche,
será unterrible golpe para la causa. Tú sabes que a mí no me

importa más mi vida. Mi familia está en el cielo y yo anhelo estar


allá también. Pero no creo que Dios quisiera que muriéramos

innecesariamente. Hay mucho que hacer.


— Sí, me temo que debemos confiar en Jaime. Él le

preguntó al portero si su equipo de video para vigilancia


electrónica estaba funcionando. El hombre le dijo que no
hasta la medianoche como de costumbre. Y Jaime le dijo que
lo encendiera ahora.
Una oleada de pánico golpeó a Camilo en su estómago.
¿Podía lacámara haberlo captado la noche anterior? En- —
tonces, tenemos que decírselo dijo Camilo —Si su gente — .

188
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

de seguridad oye un helicóptero y ve que es CG, no sabrán


qué hacer.

Eso es lo que queremos, Camilo, precisamente la con-
fusión suficiente para irnos. Seguramente que no dispararán
a un helicóptero que luce como el de Carpatia. Pero no pasará
mucho tiempo antes que llamen para preguntar sobre noso-
tros, y la CG querrá saber que usamos una de sus máquinas.
—¿Cómo podemos convencer a Jaime pensar sin hacerle
que estamos reaccionando exageradamente?
—Camilo, estuvo él noche. Y debieras
allá esta su oír
reacción.Te digo que él está cerca.

—¿Qué lo retiene?
—Su admiración y amor por Carpatia.
Camilo gruñó. — Entonces digámosle que Raimundo lo
oyó en Cóndor 216.
el

—¿De mí?
—¿Y de él?
—¿Lo creerá?
—Zión, eso cosa Esto en contra de todo que
es suya. irá lo

él cree
y porsiente Carpatia.
—Entonces, que así sea.

Era casi la medianoche cuando Raimundo entró al espacio


aéreo israelita, a tiempo. Se presentó a la torre de control del
aeropuerto Ben Gurión, de Tel Aviv, recibió el pase libre para
aterrizar en el aeropuerto de Jerusalén para cargar combusti-
ble.
— Hacía un buen tiempo que no me asustaba tanto.

—¿En realidad? — Ken— Esta de dijo . clase terror se me


está convirtiendo en acontecimiento semanal.

Rosenzweig volvió a Camilo y Zión, Cloé le seguia. Ella

estaba en pijama y bata de casa, recibiendo una mirada


confusa de parte e Camilo.

189
APOLION

—El doctor Rosenzweig insiste en que yo descanse por


mi bebé — — No puedo
dijo ella . discutir eso. Así que vine
solamente a desearles buenas noches.
Camilo sabía que ella correría a cambiarse de ropa pero
dijo: —Querida, quédate con nosotros un minuto. Tenemos
algo que decirle a Jaime, y puede que tú tengas que corrobo-
rarlo con lo que has sabido de parte de tu papá.

190
DOCE

Torre de Jerusalén, este es el Gulfstream Alfa Tango,


cambio.
—Torre, adelante Alfa Tango. Inicie la secuencia de
aterrizaje.
Raimundo metió las coordenadas e inició el descenso a la
pistaque estaba más ocupada que de costumbre. Para lucir lo
más casual posible, preguntó por qué era eso. La torre le
informó que los viajeros más ricos que vinieron a la gran
reunión en el estadio Kollek, salían en aviones pequeños hasta
Tel Aviv para allí conectar con sus vuelos internacionales a
casa.
—¿Alguna demora para cargar combustible?
—Negativo, Está
Alfa. claro.
—¿Ves helicópteros? — Raimundo mientras
los dijo ali-

neaba acercamiento.
el

—Veo uno — Ken— Blanco con


dijo . negras en letras el

costado.
—No me embromes.
—No. Es CG por completo pero hay uno solo.

— Ken, no me gusta nada.


esto
—¿Por qué no ha llamado Max hay un problema? si

191
APOLION

Raimundo movió la cabeza. —


No quiero llamarlo. Puede
que no esté donde pueda hablar.
— Pero puede que no sepa que uno de sus pájaros se le
fue. ¿Se te ocurrió eso?

Raimundo marcó el número de Max. McCullum. ¡Max,
soy yo! ¿qué pasa?
— Sí, aló, sargento Fitzgerald. Por supuesto, puede pro-

ceder.
—¿Estamos bien para seguir?
—Sargento, no que tiene Eso
esperar. es afirmativo.
—Max, puse todos mis huevos en tu cesta.
—Sargento, bienvenido. Adiós.
— ¡Ken, toma Gritó Raimundo por encima
tu teléfono!
del estruendo de los motores cuando Ritz abrió la puerta.
Ken se diouna palmada en la cabeza y sacó su teléfono
de la bolsa, diciendo: —
Otro momento de madurez. Ahora
no me vayas a dejar allá fuera, pidiendo que me lleven.
—No te preocupes.
Raimundo deseó haber tenido espejos retrovisores en los
lados del avión para saber cuando Ken llegaba al helicóptero.

Nunca antes Jaime le había parecido tan viejo a Camilo.


Naturalmente, estaba cansado, era tarde pero su pelo blanco
revuelto, servía de halo a una cara grisácea y ojerosa.
Camilo, Zión y Cloé le habían revelado rápidamente las
conversaciones que Raimundo había escuchado en el Cóndor.
Jaime parecía incapaz de hablar luego de oír que sus pedidos
de seguridad para Zión, después de su primera transmisión
televisiva habían sido materia de risa.
Cloé dijo. — Se da cuenta que usted es la primera persona
extraña que sabe del aparato para espiar que hay en ese avión.
Estamos poniendo nuestra vida en sus...
Rosenzweig tristemente, le hizo señas de callar. —
Pensar
que el mismo Nicolás diga una cosa y haga otra, mirándome
a los ojos lo hizo y mintió. Podría haber impedido la carnicería

192
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

de tu familia, Zión. ¡Oh, Dios; oh, Dios; oh, Dios! ¿Cómo pude
haber estado tan ciego? Yo sé que ustedes trataron de decírmelo.
—Doctor — dijo rápidamente
Zión —
usted y yo segui-
,

remos nuestra discusión por teléfono o correo electrónico o


personalmente, si Dios quiere, pero ahora nosotros tenemos
que irnos. Nuestras fuentes nos dicen que para mañana la CG
está planeando un ataque terrorista al Monte del Templo,
y
queremos estar bien lejos para ese entonces.

Por supuesto —dijo Jaime — entiendo. Haré que los
,

lleven a...

—Todo arreglado — Camilo— tenemos que


está dijo ,

estar en techo dentro de diez minutos.


el

—Por supuesto, vayan. Yo No preocupen


los cubriré. se
por mí.
Cloé se fue a cambiar, y Camilo le dijo a Jaime que la
llave no estaba. Este dijo, cansadamente. —
Echen la puerta
abajo. Las herramientas están en el cuarto de servicio.
— ¡Camilo! — gritaba Cloé moviéndose hacia la puerta.
— ¡Estás en la televisión! ¡Enciéndela!

...las fuerzas de la Comunidad creen que el video

muestra que este hombre es el probable asesino de un guardia


de la CG, muerto más temprano en esta tarde en la Reunión
de los Testigos del estadio Kollek. Ha sido identificado como
Camilo Williams, un norteamericano, ex empleado de la

CG. Se sabe que Williams está alojado,


división editorial de la
con el rabino Zión Ben-Judá, en la casa del doctor Jaime
Rosenzweig, el laureado con el Premio Nobel. El Comandan-
te Supremo León Fortunato prosiguió diciendo...
Zión y Camilo siguieron a Rosenzweig al cuarto de
servicio. Tan pronto como Camilo se dio cuenta donde iban,
se adelantó al anciano, encendió la luz, y tomó un martillo,
una pala y un bloque de concreto. —
¿Tiene una mandarria?

Si no la ves, no la tengo dijo —
Jaime Tenemos que — .

apurarnos. —
El teléfono sonó —
Eso debe ser la CG
. dijo —
él.

193
APOLION

Jonás el portero habló en hebreo por el intercomunicador,


pero Camilo entendió "Rosenzweig" y "Fortunato".

Que alguien me traiga el teléfono decía Rosenz-—
weig — estoy en el pasillo de atrás.
,

Se volvió a Camilo y Zión haciendo señas para que ellos


fueran adelante por el camino a la puerta de acceso. Cuando
tuvo el teléfono inalámbrico, despidió al valet y habló mien-
tras seguía a Camilo.
—León, por supuesto que él está aquí — — y profun-
dijo ,

damente dormido. Ni siquiera pienses en invadir mi casa en


plena medianoche. Tienes mi palabra que estará aquí en la
mañana. Entonces, puedes interrogarlo. Hasta me pondré
contento de llevártelo... Oh, León, eso es pura insensatez y
tú lo sabes. Él no es más sospechoso de asesinato que yo. Tu
hombre fue baleado por uno de los tuyos... ¿Encontraste el
arma del crimen? ¿Huellas digitales? Examina las balas y
ellas te llevarán a tus armas. Conozco al señor Williams hace
años y nunca lo he visto armado. León, te advierto, estos son
mis invitados, y ¡no los despertaré!.. Sí, ¡te advertí! Tú no eres
mi comandante supremo... Ahora, ¿me estás amenazando? Tú
conoces mi posición en este país, y puedo decir ¡con Nicolás!
Si le digo a la gente que usaste tácticas estilo Gestapo en plena
medianoche... ¿delito? ¿Tú me acusarías de delinquir por
hablarte con insolencia? Tú me llamas a medianoche, después
de medianoche y me dices que retenga a mi invitado por
sospechoso de asesinato, y ¿tú esperas que yo te respete?
Mira, León, escúchame bien, ven personalmente a una hora
razonable y yo pondré a tu disposición a mi huésped... Bueno,
León, te prometo que si envías a otro esta noche, yo no abriré
la puerta.

Camilo hizo señas furiosas a Jaime para que se alejara, de


modo que el ruido de los golpes no se oyeran por el teléfono.

Jaime asintió y se alejó presuroso, y Camilo metió


el filo del

martillo en la orilla superior de la pesada puerta. Cloé apareció


con dos bolsas y se fue a buscar las de Zión.

194
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Zión usó la pala en y alrededor de la manija de la puerta


pero ninguno de los hombres hacía progresos.
—Retrocede por un segundo, Zión dijo Camilo, y —
levantó bloque de concreto por encima de su cabeza. El
el

peso casi lo tiró para atrás. Lo estrelló contra la mitad superior


de la puerta y oyó un crujido resonante. Creía que con un par
más de golpes rompería la madera.

Raimundo estaba cargando combustible cuando llegó la lla-


mada de Ken que dijo: Me voy. —
—Dios vaya contigo.
Mantuvo un ojo en el reloj, tentado de llamar a Cloé y
mantenerla en el teléfono hasta que estuvieran a bordo del
helicóptero pero no quería ser una distracción. El helicóptero
faltante ya lo tenía perplejo pero si ese no era un claro mensaje
de proceder que le mandaba Max, no sabía entonces qué era.
Se le hacía largo el tiempo esperando saber que estaba pasan-
do.

— ¡Apaga todas las luces! — gritó Camilo cuando, por fin,


rompió la gruesa madera. Oyó que Jaime corría apagando
interruptores.
Con tono de urgencia Jaime decía algo en hebreo a su
portero por el intercomunicador.
—¿Qué dijo? —preguntó Cloé, juntándose con Camilo y
Zión al lado de la puerta rota, en la oscuridad. Cada uno
llevaba una pesada bolsa.
— Él que no deje
le dijo a Que todos duer-
entrar nadie.
men. Eso no mantendrá fuera por mucho tiempo.
los
—Vamos — Camilo— escucho un
dijo , helicóptero.
—Es imaginación — Cloé— Creo que
tu dijo CG . es la
en entrada de automóviles.
la

—Ambos están paranoides — Zión, atravesando por dijo


la puerta rota.

195
APOLION

—Yo tengo querida —


tu bolsa, Camilo. dijo
— ¡Camilo! No me como un bebé.
trates
—Yo pienso en bebé» ahorael vete.
—No nos despedimos de Jaime.
—El entenderá. Vete, anda.
Jaime volvió cuando saliendo por
ella iba puerta la rota.
—Estoy esperando un aviso desde puerta — susurró— Un la .

vehículo de la CG acaba de llegar.


Camilo lo buscó en la oscuridad y lo abrazó con mucha
—Por cuenta de todos
fuerza. nosotros...
—Lo — Jaime— lamento
sé dijo , tanto todo esto. Comu-
niqúense conmigo cuando estén a salvo.

Un temblor nervioso recorrió el cuerpo de Raimundo. Luego


de cargar combustible y pagar con la tarjeta internacional de
débito de Ken Ritz, hizo carretear deliberadamente el Gulfs-
tream, alejándolo del tráfico terrestre a unos ciento ochenta
metros del lugar donde Ken aterrizaría el helicóptero. Desde
donde estaba posado, podría ver el helicóptero y acercársele
mientras aterrizaba.
Su teléfono sonó. —
Raimundo, es Max. Por fin estoy
solo. Escucha sin decir nada. León se encargó de traer al
muchacho del helicóptero desde Haifa y ponerlo a volar.
Tuvieron una especie de incidente cerca del estadio y no
quisieron arriesgarse a usarme debido al vuelo de regreso de
mañana con el Cóndor. Pensé que lo iban a traer de vuelta a
tiempo, y cuando no lo hicieron y tú llamaste, el dio pase libre
para usar el helicóptero Uno. Sí, eso significa que tu hombre
está en el de Carpatia pero nadie tiene que saberlo si él lo trae
rápidamente de vuelta. Yo estaba en un automóvil con León
y por eso fue que hablé tan raro.
«Este es el problema. León tiene un par de vehículos
camino a lo de Rosenzweig con una acusación forjada contra
Camilo. Los oí decir que un video prueba que el cargo es falso
pero la verdad nunca los ha detenido antes. Evidentemente el

196
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

viejo no permitirá que entren y temen que tu gente esté


huyendo. León pide que el helicóptero ilumine el barrio. Si
ve a nuestro hombre, va a pensar que soy yo hasta que
pregunte y se entere que no.
«Yo voy a hacer lo que pueda para desorientarlo salvo
delatarme. Sólo quería que supieras con qué estás tratando.
Me quedan unos pocos segundos aquí si tienes preguntas.
—Gracias, Max. Apuesto que estás contento que no sea
número equivocado. ¿Ese muchacho está armado?
—Sí, hay dos tipos armados con él.
—¿Qué se supone que haga Ken si se los encuentra?
—Aparentar tranquilidad como si se esperara que él estu-
viera allí pero evadir lo más pronto posible. Ese muchacho
sabe que yo no estoy volando.
—Mejor que corte por si Ken está tratando de comunicar-
se conmigo.
—Los dos teníamos razón —
susurró Cloé cuando salían
al fresco aire nocturno. Dos vehículos de la CG estaban siendo
demorados fuera del portón de entrada, y un helicóptero
iluminaba el suelo con una enorme luz.
—¿No sabe Ken dónde estamos?
—No me imagino — Camilo—
lo dijo ,
pero no podemos
hacerle señas para que baje sin delatarnos a esos tipos. Vamos,
Ken, ¡aquí, hombre!
Súbitamente, directamente encima de ellos, bajó el heli-

cóptero Uno de la CG, batiendo el aire y las ropas. Ken abrió


la puerta gritando: — ¡Vamos, vamos!
Camilo tiró dentro sus bolsas y ayudó a subir a Cloé. No
se animó a mirar para abajo para ver qué atención recibían de
parte de los guardias que estaban en el suelo.
Zión y Camilo saltaron a bordo. Ken estaba hablando por
teléfono. —
¡Ray, no estamos solos! Dos en tierra, uno en el
aire... bueno, me voy.
Ken salió volando hacia arriba y alejándose rumbo norte.

197
APOLION

Zión, Camilo y Cloé estaban agazapados juntos, tomados


de las manos y orando. Camilo se preguntaba cuánto tiempo
pasaría antes que las tropas de tierra alertaran al otro helicóp-
tero. Lo supo minutos después, cuando Ken aceleraba
tres
hacia el aeropuerto de Jerusalén.
—Helicóptero Uno de la CG, este es el helicóptero Dos,
cambio.
Ken gritó en el teléfono: —No te preocupes Ray. No
contestaré. De todos modos, nosotros somos el helicóptero
Dos... Dímelo después. Estoy en ruta... ¿lavoz de Max?
¿Cómo podría hacerlo? Sólo conversé con él una vez por
teléfono... Está bien, trataré. Voy muy rápido, así que prepá-
rate.

—Helicóptero Dos helicóptero Uno, ¿recibe?


a
—Adelante, Dos — Ken, bajando su voz y afectando
dijo
acento sureño.
—No que estaba en
sabía el aire, capi.

—Entendido, Dos —Ken repiqueteaba en micrófono el

mientras hablaba— conexión


. Yo... ¿cambio?
mala... usted,
— Repita, capi.
Una voz interrumpió. — ¡Helicóptero Dos,
frenética
McCullum no está en el aire! ¡Está con nosotros! ¡Averigüe
quién es ése!
—Helicóptero Dos a helicóptero Uno, identifiqúese, cam-
bio.
Ken vaciló.
— helicóptero Uno, o
Identifiqúese, arriesgúese a ser acu-
sado de piratería aérea.
—Este helicóptero Uno,
es el adelante.
— Identifiqúese, piloto.
—Mala conexión, repita.

El helicóptero Dos
piloto del —Exijo juró. el descenso y
larendición inmediata, Uno.
—Dos, voy en Tel Aviv. Te veo
ruta a allá.

198
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— ¡Negativo! Baje en aeropuerto de Jerusalén y quéde-


el

se a bordo.
—Negativo, Dos. Te veo en Ben Gurión. el
El helicóptero Dos lanzó un pedido de auxilio a todas las
naves aéreas del sector.
—¿Ahora qué? — Camilo. dijo
—Luces apagadas y vuelo — Ken. rasante dijo
—No demasiado rasante.
—Con para pasar
la altura suficiente cables de los la luz
— Ken— bastante
dijo , lo para rasante
fuera estar del radar.
—¿Vamos bien?a salir
—Depende de dónde estaba cuando llamó primera la vez.
Si seguía en el barrio de Jaime, le llevamos una buena
delantera. Dudo que él vuele así de bajo o tan rápido. De
ninguna manera él es tan tonto como para creer que vamos al

Ben Gurión. Alguien que vernos, y entonces, él nos


tiene
perseguirá hasta la pista. No hay tiempo para ir al baño ni
cambiar asientos en el aeropuerto, si eso es lo que están
preguntando.

Raimundo estaba cerca de la pista escuchando el tráfico radial


y resistiendo el impulso de dirigir a Ken. Si no sabía lo
suficiente para hacer un vuelo rasante exigiendo al helicóp-
tero lo máximo, nada de que dijera Raimundo serviría.
lo
La radio volvió a cobrar vida con un informe procedente
de un pequeño avión de ala fija que había avistado el helicóp-
tero CG con sus luces apagadas en vuelo rasante.

El helicóptero Dos va persiguiéndolo. Helicóptero
Uno, está violando la ley internacional de aviación por volar
sin luces, a alta velocidaden vuelo rasante, y por secuestrar
una nave aérea del gobierno. Proceda directamente al aero-
puerto de Jerusalén y quédese a bordo, o sufra las consecuen-
cias.

El personal del aeropuerto se puso en acción, vehículos


de emergencia cruzaban las pistas. —
Su atención, por favor,

199
APOLION

el aeropuerto de Jerusalén está transitoriamente cerrado debi-


do a una emergencia. Dense por advertido, quedan suspendi-
das todas las secuencias de aterrizaje y despegues hasta nuevo
aviso. Cesna XB, ¿recibió?
—Entendido.
—¿Piper 2-9CA?
—Entendido.
—¿Gulfstream AT?
—Entendido — Raimundo pero no
dijo cerró la transmi-
sión. Esperaba que Ken entendiera por qué estaba esperando
en la punta contraria de la pista. Este sería un despegue sin
pase libre y en la dirección contraria.
Y aquí llegó el helicóptero. Ken no tendría tiempo para
hablar por teléfono, y la radio no era opción. Raimundo
verificó sus medidores. Estaba listo.

Ken empezó a descender en el punto convenido.


— ¡El Gulfstream está allá! — gritó Camilo —Y. los guar-
dias de seguridad ya llegan.
Ken volvió a elevar el aparato y lo bajó cerca de Raimun-
do.La puerta del Gulfstream colgaba abierta. Camilo, Cloé y
Zión se prepararon para saltar fuera del helicóptero. Ken les
gritó: —
Un segundo, ahora nos ven a bordo del Gulf y lo
pueden bloquear con toda facilidad. Voy a tener que jugar al
gato y al ratón con ellos, haciéndoles pensar que Ray no está
involucrado en esto.
Al ir acercándose los vehículos de seguridad, Ken saltó
como sapo por encima de ellos, sosteniéndose en el aire justo

por encima de donde había descendido la primera vez, a


ciento ochenta metros del Gulfstream.

¡Baje ahí mismo, helicóptero Uno! —
dijo por la radio
lavoz desde el helicóptero Dos. Y no desembarque. Repito,
no desembarque.

200
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Ken bajó pero mantuvo girando las hélices mientras los


vehículos de tierra se dirigían hacia él. — ¡Uno, apague todo!
—resonaba la radio.

Camilo y los otros vieron al helicóptero Dos que bajaba


desde la punta de la pista donde estaba Raimundo, directo
hacia ellos.
—Gente, quédense fuera de y olvídense de la vista, las
bolsas — Ken — dijo acerco . van
Si los que bastante, a tener
correr alGulf.
Cloé —¿Aún vamos a
dijo. hacer esto? ¡No hay
intentar
esperanza!
Ken —Mientras
dijo. siempre hay esperanza.
respires

Raimundo miraba fijo hacia fuera por el parabrisas de la


Ken y
cabina de pilotaje del Gulfstream, imaginándose que
todo lo que quedaba de su familia estarían en cualquier
momento rodeados por los guardias armados de la CG. Ellos
nunca lo denunciarían a él pero ¿iba a atreverse a quedarse
sentado esperando irse cuando se volviera a abrir el aeropuer-
to? Su cuerpo hervía de frustración, queriendo hacer algo,
cualquier cosa.
Ken era un tipo inteligente, creativo, con recursos. Y era
evidente que aún tenía girando esas aspas. ¿Qué iba a hacer?
Dejar que el helicóptero Dos lo persiguiera un poco más? No
había esperanza en eso.
— Apague todo, Uno — se repitió la orden — . Está rodea-
do sin escape posible.
El helicóptero Dos estaba a menos de diez metros de Ken,
ahora también en con las hélices trabajando. Raimundo
tierra

observaba asombrado que Ken se elevó rectamente a unos


treinta metros, luego apuntó la nariz del helicóptero hacia el
Gulfstream y pareció dejarse caer directo frente al avión.
Tocó la pista con un ángulo tal que se deslizó unos quince
metros y giró para pararse cerca de la puerta abierta.

201
APOLION

Ken vociferó: —¡Muchachos vamos! ¡Ahora!


Abrió la puerta bruscamente con una especie de brazo
tieso que volvió a atrás tomando a Camilo, tirándolo del
asiento y echándolo fuera. Camilo esperó en el suelo y agarró
a Zión cuando Ken se lo pasó. Zión subió corriendo la
escalerilla del Gulfstream y se quedó listo para cerrar la
puerta.
Camilo agradeció que Ken se diera un poquito más de
tiempo con Cloé. — ¡Métanse rápido dentro. Zión tiene la
puerta.

Raimundo miró horrorizado que los vehículos de la CG


aceleraban hacia nuevamente. Tenía que elevarse. Apos-
él

tando a que el control de tierra no podía ver que había gente


subiendo al avión, se puso a la radio.

Gulf Alfa Tango a control de tierra, pide autorización
para salirse del medio de esta actividad.
—Entendido, Gulf. Sólo permanezca fuera del camino de
los vehículos de seguridad.
Raimundo empezó a rodar el avión, aunque sabía que
solamente dos habían subido. El Gulfstream gritó y gimió
mientras se movía lentamente hacia delante, rozando al pasar
al helicóptero Uno, con su puerta colgando sobre el pavimen-
to y echando chispas. No podía dejar tierra hasta que todos
estuvieran a bordo. Entonces tenía que presurizar la cabina
antes de subir mucho.

El cerebro de Camilo puso en cámara lenta y un caleidos-


se
copio de imágenes atravesó veloz su mente. En lo que pareció
el siguiente milisegundo, recordó haber recibido una bala en

su talón, en Egipto, mientras se zambullía con Zión al abordar


el Learjet piloteado por Ken. Ahora, mientras giraba para

tomar la puerta mientras el Gulfstream pasaba por el lado, vio

202
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

claramente a través de las luces del helicóptero que los


hombres CG corrían veloces hacia ellos, apuntando.
Camilo gritó: —
¡Ken, Ken! ¡Vamos, vamos. Vamos!
Mientras Ritz lo alcanzaba, Camilo movía sus piernas lo
más rápido que podía y Ken daba grandes zancadas justo
detrás de Camilo con sus largas extremidades. El Gulfstream
adquirió potencia, y Camilo sintió el tirón de la fuerza en su
cuerpo. Miró hacia atrás, a Ken, que tenía su cara a centíme-
tros de la suya, con una determinación desesperada en sus
ojos.
Camilo estaba por subir saltando los escalones, cuando se
abrió la frente de Ken. Camilo sintió el calor y olió el metal
cuando la bala asesina cortaba su oreja en su camino y su cara
era rociada con la sangre de Ken. Los ojos del hombrazo
estaban muy abiertos y vacíos cuando cayó desapareciendo
de la vista.
Camilo fue arrastrado, sollozando y gritando, su brazo
agarrado en el cable que sujetaba la puerta abierta del avión.

Quería de vuelta a Ken, matar a alguien. Pero


saltar, correr

estaba desarmado, y Ken tenía que haber muerto antes de


tocar el suelo. A pesar de sí mismo, a pesar de su pena, horror
y rabia, los instintos de Camilo se volcaron a su propia
supervivencia.
El Gulfstream iba acelerando ahora demasiado rápido
para que las piernas de Camilo estuvieran a la par. Zión se
inclinaba lo más que podía, tirando con toda su fuerza para
subir la puerta, y a Camilo con ella. Pero mientras más tiraba,

más se enredaba Camilo. Cloé ayudaba ahora, llorando a


gritos, y Camilo se preocupaba por el bebé.
Levantó sus pies para evitar que se raspara el cuero de sus
zapatos y le quemara los pies. El Gulfstream iba a velocidad
de despegue, con la puerta trabada y abierta, Camilo clavado
al soporte, sabía que Raimundo no tenía opción sino acelerar

para elevarse.

203
APOLION

Camilo trató de impulsarse y poner un pie en el escalón


pero la inercia y el viento le incapacitaban para moverse.
Ahora estaba casi horizontal y la vibración de la cubierta de
aluminio del avión cambió cuando las ruedas dejaron el suelo.

Entrecerró los ojos contra el viento y polvo que hería sus ojos,
y pudo ver que Raimundo sería afortunado si podía pasar por
encima de la reja de tres metros de alto que había en la yerba
al final de la pista mala.
El avión voló sobre la reja y Camilo sintió como que
hubiera podido tocarla bajando un dedo del pie. Una cosa era
segura: El no iba a meterse en ese avión ahora que estaba en
el aire. La puerta tendría que ser cerrada en forma mecánica.
Podía esperar que eso le cortara el brazo y se cayera matán-
dose o podía arriesgarse en la maleza al lado de la reja.
Camilo haló y se retorció dando un tirón hasta que su codo
se soltó del cable. Las caras horrorizadas de su esposa y de su
pastor fueron las últimas imágenes que vio antes de sentir que
se caía, cartwheeling, raspado, desgarrado y sangrante en
medio de un denso matorral espinoso.
Su cuerpo temblaba descontrolado y se preocupó por caer
en shock. Entonces, oyó que el Gulfstream retornaba y supo
que Cloé nunca dejaría que su padre se fuera sin él. Pero si
regresaban, si aterrizaban a buscarlo, todos eran gente muerta.
Ken ya había Eso bastaba para una noche.
partido.
Dolorosamente se soltó y supo que sus heridas requerían
atención médica. No parecía tener fracturas óseas, y al parar-
se, temblando en el frío de la noche, sintió el bulto en su
bolsillo.¿Era posible? ¿Había sobrevivido su teléfono?
No se atrevía a tener esperanza cuando lo abrió. El dial se
iluminó. Marcó el número de Raimundo.

¿Max? — escuchó —
Tuvimos un problema y necesi-
.

tamos ayuda.
—No — Camilo, con su voz desgarrada
gritó soy yo y — ,

estoy bien. Sigan, y yo me juntaré con ustedes después.

204
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Raimundo se preguntó si estaba soñando. Estaba seguro de


haber matado a su yerno. —¿Camilo, estás seguro? — gritó.
Cloé que se había desmayado de desesperación, agarró
ahora el teléfono sacándolo de la mano de Raimundo.

— ¡Camilo, Camilo! ¿Dónde estás?


—Pasada en un matorral que pincha. Cloé, no creo
la reja

que me vieran.Nadie viene para acá. Si me vieron corriendo


al avión, tienen que pensar que logré subir.
—¿Cómo sobreviviste?
— ¡No tengo ¿Tú
idea! bien?
estás
—¿Estoy yo bien? ¡Por supuesto! Hace diez segundos era
viuda. ¿Ken, está contigo?
—No.
— ¡Oh, no! ¿Lo capturaron?
—Cloé, él partió.

205
TRECE

Raimundo decidió volar con rumbo norte lo más que


pudiera, suponiendo que las fuerzas CG presupondrían
que se dirigía al oeste. —Zión, busca en las cosas de Ken y
ve si amigos suyos en
tiene anotada alguna dirección de
Grecia. Él mencionó que se podía bajar ahí o en Turquía de
ser necesario.
Zión y Cloé abrieron la bolsa de vuelo de Ken. —Raimun-
do, esto es doloroso — dijo Zión — . Este hermano me llevó a
lugar seguro cuando ya había recompensa por mi cabeza.
Raimundo no pudo hablar. Él y Ken se habían entendido
tan rápido que él se había hecho de un amigo instantáneo.
Debido a las horas de vuelo que pasaron juntos, había pasado
más tiempo con él que los demás, excepto Camilo. Y por tener
una edad cercana a la de Ken, sentía un parentesco verdadero.
Él sabía que la violencia y la muerte eran el precio de este
período de la historia, pero cuánto odiaba la conmoción y el
dolor de las pérdidas. Si empezaba a pensar en toda la tragedia
que él había sufrido —
desde perderse el Arrebatamiento con
su esposa e hijo, a la pérdida de Bruno, Loreta, Dany y su
esposa, Amanda... y habría más — se iba a enloquecer.
Ken estaba en un lugar mejor, se dijo a sí mismo, y eso le
sonó tan hueco como cualquier frase automática pero tenía

207
APOLION

que creer que era verdad. La pérdida era toda suya. Ken estaba
libre, por fin.

Raimundo estaba agotado^ No se suponía que él se encar-


gara del vuelo de regreso. Ken había reservado sus horas tras
los controles para poder pilotear al Comando Tribulación de
vuelta a los Estados Unidos de Norteamérica.
—¿Qué todo esto? —preguntó súbitamente Cloé—
es . Él

y planos para negocios,


tiene listas e ideas y...

—Te después —
lo diré Raimundo— Él
dijo todo un . era
emprendedor.
—Y —agregó Zión— Nunca me imaginé
brillante . lo
como esta clase de pensador. Una parte de esto parece un
manifiesto de la supervivencia de los santos.
—¿Aunque, nada de nombres? ¿Nada que parezca un
contacto en Grecia?Yo voy a enfilar hacia allá, por si acaso.
De todos modos, no puedo volar mucho más lejos.
—Pero no podemos aterrizar sin un contacto local. ¿No,
papá?
—No debiéramos.
—¿Puede ayudar Max?
—Él me llamaría si estuviera libre para hablar. Estoy
seguro que lo han involucrado en este fracaso. Oren que él

pueda desorientarlos de alguna forma.

Las laceraciones faciales de Camilo eran profundas pero por


debajo de los huesos de las mejillas así que había poco

sangramiento. Sentía su pulgar derecho como si se lo hubieran


doblado para atrás hasta la muñeca. No podía detener la
hemorragia de su oreja izquierda, casi cortada por la mitad
por la bala que mató a Ken. Rápidamente se quitó la camisa
y la camiseta, usando esta última para enjugarse la cara y
secarse la oreja. Se volvió a poner la camisa esperando que
no se viera tan monstruoso que asustara a cualquiera que
pudiera socorrerle.

208
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo reptó por entre las malezas hacia el aeropuerto


pero sin atreverse a acercarse a la reja. Aunque no había luces
de búsqueda apuntadas en esa dirección, la reja era el trasfon-

do perfecto para que cualquier ojo vigilante detectara movi-


miento. Se sentó con la espalda apoyada en un arbusto grande,
a fin de recobrar el aliento. Sus tobillos y rodillas estaban
doloridos, al igual que su codo derecho. Debía haber recibido
en su costado derecho toda la fuerza del estrellón contra la
planta espinosa. Inclinó su celular hacia la luz para ver su
reflejo borroso en el dial iluminado.
Percibiendo un pinchazo por debajo del puño, Camilo se
arremangó sus pantalones unos centímetros dándose cuenta
que sus pantorrillas sangraban empapando sus medias. Le
dolían los músculos pero se sentía afortunado dadas las
circunstancias. Tenía su teléfono celular y podía caminar.

—Parece que encontramos algo — dijo Zión.


Raimundo podía ver, de reojo, que el rabino le mostraba
a Cloé una página de números de teléfonos.
—Eso me parece ¿qué opinas, papá? Tiene un
griego,
número para un Lucas Miklos. apodado
tal Laslos.
—¿Cuál ciudad?
— No dice.
—¿Hay otrasanotaciones? ¿Puedes un amigodecir si es
o un contacto de negocios?
— Prueba número. Es todo que tenemos.
el lo

— Espera — Zión — Hay un


dijo . lado asterisco al del
nombre y una flecha que apunta hacia la palabra lignito. Yo
no conozco esa palabra.
— Tampoco yo —
dijo Raimundo — . Suena como algo
mineral o algo por el estilo. Marca, Cloé. Si voy a aterrizar
en Grecia, tengo que comenzar el descenso inicial dentro de
pocos minutos.

209
.

APOLION

Camilo no podía recordar el apellido de la suegra de Jacobo


y nunca había captado el de Esteban. No quería llamar a Jaime
pues su casa tenía que hervir con la CG. Anduvo en la
oscuridad, permaneciendo en las sombras e hizo un rodeo
enorme del aeropuerto para salir al camino principal. Ahí
podía pedir que lo llevaran o parar un taxi. Sin saber donde
más recurrir, iría al Muro de los Lamentos. Nicolás había
advertido públicamente a Moisés y Elias que desaparecieran
de ahí cuando terminara la reunión del estadio, cosa que le
indicaba a Camilo que ellos iban a estar allá con toda seguri-
dad.

— Sí, hola señora — dijo — ¿Hay alguien que hable


Cloé . ahí
inglés?.. ¡Inglés!.. Lo No entiendo. ¿Hay alguien
siento. le

ahí que... —tapó el teléfono— La . Parece


desperté. asustada.
Está llamando a otra persona. Parece que estuviera despertán-
dola.
— ¡Sí! ¿hola? ¿Señor?.. ¿Usted es el señor Miklos?..
¿Habla inglés?., ¿no muy bien? ¿Entiende inglés?.. ¡Bueno!
¡
Lamento haberlo despertado pero soy amiga de Ken Ritz, de
los Estados Unidos de Norteamérica! —Cloé volvió a tapar
el teléfono — ¡Él lo conoce!
Cloé le preguntó dónde vivía, si había una pista de aterri-
zaje en el pueblo y si podían visitarlo y hablar de Ken si
aterrizaban allí. A los pocos minutos Raimundo estaba comu-
nicándose con la torre de control de Ptolomeo en el norte de
Grecia.
—Macedonia — Zión— ¡Bendito sea Dios!
dijo .

—Aún no estamos a Zión — Raimundo—


salvo, dijo
Dependemos de la bondad de un extraño.

Camilo agradecía por primera vez que la Comunidad Global


hubiera elegido al dólar norteamericano como divisa propia.
Él tenía mucho dinero efectivo, y eso pudiera mantener

210
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

desviadas las miradas y cerradas las bocas. También había en


las profundidades de su billetera su siempre útil credencial de
identidad falsa... en la medida que pudiera evitar que lo
registraran y ambas credenciales quedaran al descubierto.

—El señor Miklos estaba receloso —informó Cloé— . Pero


en cuanto lo convencí que éramos amigos de Ken, hasta me
dijo qué decir a la torre. Diles que eres el Learjet Foxtrot
Foxtrot Zulú (FFZ). Ese es el avión de uno de sus proveedo-
res. Él tiene una compañía minera. Estará allá para conocer-

nos.
—Esto no se parece en nada a un Lear —objetó Raimun-
do.
—Dijo que la torre ni siquiera se fijará.

Cuando Camilo llegó al camino, se sorprendió al ver que el

tráficoaún era denso. Los testigos debían seguir saliendo de


Jerusalén. Y todo el tráfico aéreo le indicó que el aeropuerto
había sido reabierto. No vio bloqueos en el camino. La CG
tenía que suponer que él había abordado el Gulfstream.
Se fue por el lado del camino que llevaba a Jerusalén, que
estaba mucho menos congestionado que el otro lado. Hizo
señas con su camiseta ensangrentada a los taxis vacíos que
volvían del aeropuerto, tratando que se viera más blanco que
rojo. Se enderezó y trató de parecer sobrio y sano. Camilo
tuvo suerte con el cuarto taxi, que se salió del camino y frenó
patinando en la gravilla.
El preguntó: — ¿Compañero, usted
taxista tiene dinero?
—antes de puerta
abrir la trasera.
—Mucho.
—No son muchos peatones que van por
los este lado.
Usted primero que he
es el en semanas. visto
—Perdí mi avión — Camilo, subiendo
dijo al taxi.

—Tremenda herida que ¿no? tiene,

211
APOLION

—Estoy Me en unos
bien. caí espinos.
—Eso dijera yo.
—¿Usted es australiano?
—¿Cómo adivinó? Compañero, ¿dónde vamos?
lo
—Al Muro de Lamentos. los
—Ah, don, noche usted no querrá acercarse
esta a ahí ni
medio kilómetro.
—¿Por qué?
—Mucha Usted conoce
actividad. de esos la historia dos...
— ¿qué pasa con
Sí, ellos.
—Están allí.

—Sí.
—Y no supone que estén usted ya
se allí, sabe.
—Lo sé.

— Se dice que potentado sigue en Jerusalén pero no


el

cerca del Muro. Ahí hay un gentío enorme y armado. Civiles


y militares. Tremendo enredo. Yo soy un fanático del poten-
tado, ¿me entiende? pero no fue prudente que ofreciera un
botín por las cabezas de esos dos.
—¿Piensa que no?
—Bueno, mire que pasa lo ahora. Alguien los matará esta
noche y querrá ser el héroe. Eso vale para ciudadanos y
guardias. ¿Quién dice que no se disparen los unos a los otros?
— ¿Usted piensa que esos dos van recibir su merecido esta
noche?
— Tiene que ser así. Se han instalado en su lugar habitual,
hicieron que toda la ciudad se levante en armas por el asunto
del agua convertida en sangre y la sequía, arrogándose el
mérito de todo eso. Se enorgullecen de ello. Han matado a un
montón de compañeros que trataron de eliminarlos, pero ¿qué
posibilidad tienen ahora? Se pusieron detrás de esa reja de
hierro, como en una jaula para practicar tiro al blanco.
— Yo digo que cuando amanezca ellos seguirán ahí y
vivos.
—No lo diga.

212
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— ¿usted
Si están ahí, algo por mí?
haría
— Depende.
— tengo razón y usted
Si la que reconocer que
tiene es
contra todas las posibilidades...

—Oh, eso concedo.se lo


— ...Búsquese una y Biblia Apocalipsis.
lea el libro del
—Oh, usted uno de ¿no?es ellos
—¿Ellos?
—Los Esta noche he llevado por
testigos. menos lo tres
grupos al aeropuerto, y cada uno trató que yo me incorporara
a sus filas. ¿Usted va a tratar de salvarme, compañero?
—Amigo, yo no puedo salvarlo pero me sorprende que
hastaahora Dios no haya captado su atención.
—Oh, no puedo negar que pasando algo raro pero
está
tengo un negocito estupendo en marcha, si me entiende lo que

quiero decir, y no supongo que Dios mirara eso con bondad.


Montones de dinero en el otro lado de la calle, ¿sabe?
— ¿Valen más que su alma?
— Precisamente pudiera ser. Pero le diré algo. Si esos dos
siguen cuando amanezca, haré
ahí que usted lo dice.
—¿Tiene una Biblia'/
— Ya Esta noche tuve
le dije. grupos de tres Tengo su tipo.
¿Quiere hacer
tres Biblias. cuatro? la

— No, pero podría usar una de usted pudiera


esas si darla.
—Yo soy un hombre de negocios, compañero. Se la

vendo.

Raimundo estacionó el avión al final de la pista donde había

una nave aérea de tamaño parecido, y él, Cloé y Zión entraron


con mucha cautela a la terminal casi desierta. Una pareja de
edad mediana los miró cansadamente desde un rincón oscuro.
El era bajo y robusto, con mucho pelo oscuro y rizado. Ella
era maciza y tenía su pelo con rizadores puestos y tapados por
un pañuelo.

213
APOLION

Luego de estrecharse la mano tímidamente, Lucas Miklos


dijo:— ¿Ken Ritz les dio mi nombre?
—Lo encontramos en su libreta de direcciones, señor
— contestó Raimundo.
Miklos se encogió y se sentó de nuevo. ¿Cómo sé yo —
que ustedes lo conocían?
— Me temo que tengo una noticia mala pa r a usted.
— Antes que empiece con la noticia mala, debo saber que
puedo tenerle confianza. Dígame algo de Ken que solamente
un amigo sabría.
Raimundo miró a los demás y habló con cuidado. Antes —
fue militar, luego piloto comercial, tuvo por muchos años su
propia compañía de charter. Alto, al final de la cincuentena.
—¿Sabía usted que solía traer en su avión a uno de mis
proveedores, cuando recién empecé a atender las usinas de
energía eléctrica?
—No, Él no mencionó
señor. eso.
—¿Nunca habló de mí?
le

—No por su nombre. Él dijo que conocía a alguien en


Grecia que podía darnos alojamiento en nuestra ruta desde los
Estados Unidos.
—¿Dónde?
—A Israel.

—¿Y ustedes fueron allá para qué?


—Para Reunión de
la los Testigos.
Miklos y su esposa se miraron. —¿Ustedes son creyentes?
Raimundo asintió.
—Vuelva su cara hacia la luz.

Raimundo se dio vuelta.


Miklos luego a su esposa, luego volvió su cara a
lo miró,
la luzy despejó su frente de los rizos. —
¿Ahora, usted no me
va a decir que este es el doctor Ben-Judá?
— Sí, señor.
— ¡Oh, oh, oh! —exclamó Miklos, dejándose caer de la
silla de rodillas en el piso de mosaicos. Tomó las manos de

214
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Ben-Judá en las suyas y las besó mientras su esposa se tapaba


la cara con las manos y se mecía, con sus ojos cerrados Yo — .

sabía que usted era cara familiar, por la TV, pero ¡realmente
es usted!
—Vamos, vamos, bueno conocerlos también pero me
es
temo que la noticia sobre nuestro hermano Ken no es buena
— dijo Zión.

El taxista se detuvo en un callejón detrás de un club nocturno,


donde evidentemente tenía un arreglo. Un encargado de echar
del club a los alborotadores, le salió al encuentro. — No,
Potro, éste no es un fulano cualquiera. Y tampoco va a entrar.
Tráele un turbante y un pañuelo para el cuello, y te pagaré
después.
El Potro se agachó y agarró al australiano por el cuello.
—Vas a recibir tu parte, niño grande — dijo el taxista — ahora,
ve a traer la ropa y deja que me vaya de aquí.
Un minuto después, el Potro metió la ropa por la ventani-
lla trasera del taxi y apuntó amenazador al taxista.

— Volveré — dijo el australiano — , créeme.


Camilo puso el turbante en la cabeza y metió debajo el
se
pañuelo, tapando sus orejas y la nuca. Si sostenía su cabeza
en cierta forma también tapaba buena parte de su cara. —
¿Dónde consigue estas cosas?

¿Seguro que quiere saber?

Algún borracho se va a sorprender cuando despierte.
La oreja de Camilo había dejado de sangrar pero todavía
necesitaba atención médica. —
¿Sabe dónde puedo conseguir
un antibiótico y un par de puntos sin muchas preguntas?

Compañero, el dinero efectivo hace que no se hagan
muchas preguntas.
A las tresmadrugada, estando lo más cerca del
de la

Monte del Templo que pudieron llegar, Camilo le pagó muy


bien al australiano.

—Por traerme — — dijo . Por la Biblia. Y por la ropa.

215
APOLION

—¿Qué un poquito por el servicio médico?


tal

Camilo había pagado en efectivo en una clínica situada


en una callejuela pero supuso que el solo dato bien valía unos
pocos dólares más.

Gracias, compañero. Y mantendré mi promesa. Voy a
escuchar las noticias. No me sorprendería que ya estén muer-
tos.

Lucas Miklos tenía un automóvil último modelo de lujo y


vivía en una casa opulenta que estaba en reparaciones luego
del terremoto. Le rogó al Comando Tribulación que se que-
daran una semana pero Raminudo le dijo que, sencillamente,
necesitaban un día de buen descanso y que a la noche siguien-
te seguirían su camino.


Ken no sabía que ustedes eran creyentes, ¿no?
Miklos negó con la cabeza mientras su esposa se iba a
acostar de nuevo, disculpándose. Raimundo y Zión se pusie-
ron de pie cuando ella se paró, sonriendo tímidamente y
haciendo una reverencia.

Ella dirige la oficina —
explicó Miklos —
llega allá
,

antes que yo.


Se instaló en un sillón cómodo. —
En una carta electrónica
Ken me contó lo que le había pasado. Pensamos que estaba
loco. Yo sabia que el régimen de Carpatia se oponía a esta
teoría del arrebatamiento, y que la Comunidad Global me
daba tantos negocios que no quería ni siquiera parecer que
conocía a uno que se les oponía.

—¿Usted hizo muchos negocios con CG? la

—Oh, Y todavía hacemos. No me


sí. lo siento culpable
por usar el dinero del enemigo. Sus consultores en energía
eléctrica compran grandes cantidades de lignito para sus
plantas termoeléctricas. Ken siempre dijo que el lignito crece
en los árboles aquí en Ptolomeo. ¡Yo desearía que así fuera!
Pero él tiene razón. Abunda, y yo soy uno de los proveedores
grandes.

216
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿Por qué no le dijo a Ken que usted se había convertido


en su hermano?
—Vaya, señor Steele, esto pasó solamente el otro día,

mirando al doctor Ben-Judá en la televisión. No hemos podi-


do comunicarnos con Ken. Probablemente tenga una carta
electrónica mía en su computadora.

Camilo se acercó todo lo que pudo al Monte del Templo antes


de tener que pasar entre la multitud que empujaba. Nadie se
atrevía a llegar a sesenta metros de Elias y Moisés, inclusive
los guardias de la CG —especialmente los guardias de la CG.
Muchos civiles estaban armados también, y la atmósfera
restallaba de tensión.
Camilo se sentía seguro y casi invisible en la oscuridad
aunque esto le producía enojo lo empujaban a medida que
seguía abriéndose paso por entre la muchedumbre. Ponién-
dose ocasionalmente de puntillas lograba divisar a Elias y
Moisés, bañados en las deslumbrantes luces de la televisión.
Ellos podían oírse en toda la zona, nuevamente sin amplifi-
cación.
—¿Dónde está el rey del mundo? —preguntaba Elias —
¿Dónde está el que se sienta en el trono de la Tierra? Vosotros,
hombres de Israel, son una generación de serpientes y víboras,
que blasfema al Señor Dios de ustedes con sus sacrificios de
animales. ¡Ustedes reverencian al enemigo del Señor, al que
procura desafiar al Dios vivo! El Señor que libró a Su siervo
David de la garra del león, y de la garra del oso, nos librará
de la mano de este hombre inicuo.
La multitud se reía pero nadie avanzaba, excepto Camilo.
El seguía moviéndose, sintiendo cada puntada y molestia y
dolor pero ansioso de estar cerca de estos hombres de Dios.
Al acercarse al frente, halló que la muchedumbre era menos
belicosa y más precavida. Alguien dijo: —
Hombre, tenga
cuidado. Cuídese. No se acerque demasiado. Ellos tienen
lanzallamas detrás de ese edificio.

217
APOLION

Camilo hubiera hallado que eso era cómico y que la


valentía de los testigos daba fuerzas pero la horrorosa muerte
deKen era demasiado para él. Instintivamente se limpió la
caracomo si la sangre de Ken todavía estuviera ahí pero su
mano raspó los puntos y casi se puso a llorar.
Moisés tomó la palabra. — El siervo de Satanás viene a
nosotros con una espada, y con una lanza, y con un escudo. Pero
nosotros vamos en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios
de los ejércitos de elegidos, a los cuales tú has engañado. ¡Serás
impotente contra nosotros hasta el tiempo fijado!
La turba silbó y abucheó y clamó: — ¡Mátenlos! ¡Dispá-
renles! ¡Tírenles un misil! ¡Bombardéenlos!
Elias replicó: —Oh, hombres de Israel, ¿no les importa el

agua para beber o la lluvia para sus cultivos? Nosotros per-


mitimos que el sol ase la tierra de ustedes y convertimos en
sangre el agua por el tiempo que profetizamos, para que toda
la Tierra sepa que hay un Dios en Israel. Y toda esta asamblea

sabrá que el Señor salva, no con espada ni lanza, pues la


batalla es del Señor, y Él los ha entregado en nuestras manos.
— ¡Denles un escarmiento! ¡Mátenlos! ¡Destruyanlos!
La muchedumbre boqueaba y retrocedía mientras Camilo
llegaba al frente y se acercaba a la reja unos diez pasos más
que los demás. Todavía estaba lejos de los testigos pero,
después de lo que había sucedido la noche anterior, él parecía
valiente o loco. La multitud se calló.
Moisés y Elias estaban ahora uno al lado del otro, sin
moverse, con las manos a sus costados. Miraban fijamente
más allá de Camilo, demostrando firmeza al desafiar a Car-
patia. Él había dado permiso para que cualquiera los matara
si se mostraban en alguna parte después de las reuniones. Y

ahora, estaban donde estaban todos los días desde la firma del
pacto entre la Comunidad Global e Israel.
Camilo se sentía atraído hacia ellos a pesar de su desespera-
ción por permanecer irreconocible. Se acercó más todavía ha-
ciendo que la multitud se burlara de él y se riera de su necedad.

218
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Ninguno de los testigos abrió laboca pero Camilo los


escuchó al unísono. Era como mensaje fuera para él solo.
si el

Se preguntó si alguna otra persona más lo habría oído.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el


que pierda su vida por causa de mí [de Cristo] y del
evangelio, la salvará.

¿Ellos sabían de Ken? ¿Estaban consolando a Camilo?


Súbitamente Moisés miró a la multitud y gritó: —Pues,
¿de qué le sirve hombre ganar el mundo entero y perder
a un
su alma? Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
Porque cualquiera que se avergüence de mí y de mis
palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del
Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la

gloria de su Padre con los santos ángeles.


Y súbitamente los dos volvieron a hablar al unísono, más
suave, sin mover los labios, como si fuera sólo para Camilo.
—Hay algunos de los que están aquí que no probarán la

muerte hasta que vean el reino de Dios después de que haya


venido con poder.
Camilo que hablar. Susurró, dando la espalda al
tenía
gentío para que nadie escuchara. —
Nosotros queremos estar
entre los que no prueben la muerte pero esta noche perdimos
a uno de los nuestros —
y no pudo seguir.
—¿Qué —espetó
dijo? alguien.
— Va que
a lograr lo incineren.
Los dos volvieron hablar directamente
a al corazón de
Camilo. — No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos,
o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de
mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más
ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y
madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo
venidero, la vida eterna.
¡Dios le había dado a Camilo un lugar para vivir y nuevos
hermanos y hermanas en Cristo! Cuánto deseaba Camilo que

219
APOLION

pudiera salir al frente y preguntar a los testigos qué debía

hacer, dónde debía ir. ¿Cómo iba a reunirse con su esposa


cuando era un fugitivo de la CG? ¿Tendría que ser sacado de
la misma manera en que él había sacado a Zión?

Un hombre de la CG con megáfono le advirtió que se


retirara. — Y a los dos que están bajo arresto. Tienen sesenta
segundos para rendirse pacíficamente. Hemos puesto estraté-
gicamente bombas, minas, morteros de concusión que tienen
poder mortífero en un radio de ciento ochenta y tres metros.
¡Evacúen ahora o quédense bajo su propio riesgo! El reloj
empieza a andar cuando termine la última traducción de este
aviso. Mientras tanto, el oficial superior de la Comunidad
Global, bajo la autoridad directa del comandante supremo y
del mismo potentado, ofrecerá escolta a los fugitivos hasta un
vehículo a la espera.
Al irse traduciendo este aviso a diversos idiomas, la

multitud se empezó a dispersar jubilosamente, apurándose


por ponerse fuera del alcance de los explosivos y agachándose
detrás de los vehículos y las barreras de concreto. Camilo se
retiró lentamente, sin sacar sus ojos de Moisés y Elias, que
tenían firmemente apretadas sus mandíbulas.
Un guardia CG solitario, lleno de condecoraciones mili-
tares,caminaba presuroso hacia los testigos desde el lado
derecho, sin estar armado y con las manos alzadas. Cuando
estuvo a nueve metros, Elias gritó tan fuerte que el hombre
pareció paralizarse por la sola onda acústica. —
¡No oses
acercarte a los siervos del Dios Altísimo, ni siquiera con las
manos vacías! ¡Sálvate! ¡Busca refugio en las cuevas o detrás
de las rocas!

El hombre de la CG se resbaló y cayó, entonces volvió a


caerse cuando iba alejándose a tropezones. Camilo aceleró
también su paso y seguía caminando para atrás, con sus ojos
en los testigos. Desde una rama de árbol situada encima de
Camilo llegó el ruido fuerte y con eco de dos disparos de rifle.
El francotirador estaba a menos de quince metros de Elias y

220
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Moisés, y Camilo no pudo decir qué pasó con las balas. Un


estallido flamígero salió disparado desde laboca de Moisés,
directamente al soldado que, de alguna manera, pudo seguir
aferrando su arma hasta que su cuerpo incendiado se desplo-
mó en el suelo pedregoso. Entonces, el rifle salió rebotando
como seis metros. El hombre se quemó rápidamente convir-
tiéndose en un montón de cenizas como si estuviera en un
horno, y su rifle también se derritió y se quemó.

El silencio cayó en la zona mientras los guardias, la

multitud y Camilo esperaban que se quemaran las armas


amenazantes. Camilo estaba ahora con los demás espectado-
res, amontonados detrás del alero del techo de un pórtico que
había en el camino. Cuando estuvo seguro que había pasado
el minuto, el aire se enfrió como si fuera invierno. Camilo
tembló incontrolablemente mientras que le rodeaban ge-
los
mían y lloraban de miedo. Un viento cobró fuerza y aulló, la
gente trataba de taparse la piel al desnudo y se apretujaban
para contrarrestar la ráfaga helada. El granizo cayó como si
un camión cósmico hubiera descargado de una sola vez
toneladas de esferas de hielo, del tamaño de pelotas de golf.
En diez segundos se paró la precipitación y la zona quedó
tapada por veinticinco centímetros de hielo que se derretía.
La fuerza eléctrica que había dado corriente para las luces
de la televisión, saltó, chirrió y se apagó, sumiendo el lugar
en tinieblas. En tres sitios donde había lo que parecían ser
cajas de explosivos quemados, hubo simultáneamente una
serie de estallidos ahogados, y luego se desintegraron en
cenizas.
Tal era la medida del ataque asesino contra los testigos.
Dos helicópteros apuntaron luces gigantescas sobre el
Monte del Templo a medida que la temperatura se acercaba
a los treinta y dos grados centígrados. El granizo que llegaba
a media pierna se aguó en un instante, y el ruido del agua que
corría era como un arroyo burbujeante. A los pocos minutos

221
APOLION

el barro se volvió polvo como si fuera mediodía y el sol lo


hubiera horneado.
Mientras tanto, la gente lloriqueaba y se quejaban cada
vez que los helicópteros, que daban vueltas, iluminaban la
zona cerca del Muro. Elias y Moisés no se habían movido ni

una jota.

Al dirigirse él, Cloé y Zión a las habitaciones para huéspedes,


Raimundo le agradeció a Lucas Miklos por su hospitalidad.
—Usted una respuesta a mis oraciones, amigo mío.
es
Zión prometió enviar a Miklos una de creyentes
lista los
de Grecia. — Y, señor Miklos, con nosotros por
quisiera orar
elmarido de Cloé, yerno el capitán Steele?
del
—Por —respondió Miklos, obedeciendo
cierto la señal

de tomarse de manos y bajando cabeza. Cuando


las la le llegó

el turno de —Amado
orar, dijo: protege a ese
Jesucristo,
muchacho. Amén.

222
CATORCE

Camilo, emocionado pero también dolido y agotado,


tomo otro taxi a dos cuadras de la casa de Jaime Rosenz-
weig. Con el tocado aún puesto caminó lo bastante cerca
como para ver si la CG ya se había ido hacía largo rato. Jonás,
el portero, dormitaba en su puesto.
Camilo vaciló, sabiendo que Jonás y Jaime aún no profe-
saban la fe. Sabía que Jaime estaba al menos enterándose de
la verdad de Carpatia y que no iba a entregar a Camilo. Jonás

era una apuesta arriesgada. Camilo no sabía si el hombre


hablaba o entendía inglés, habiéndolo escuchado hablar sola-
mente hebreo. El hombre tenía que saber algo de inglés, ¿no?
¿sirviendo como primer contacto con los visitantes?
Camilo respiró profundo, envalentonado por los desafíos
estimulantes de Elias y Moisés, tocó suavemente una herida
suturada que tenía debajo del ojo y que le picaba, y caminó
derecho a la garita del portero. No quería asustar al hombre
pero tenía que despertarlo. Tiró un guijarro a la ventana. Jonás
no movió. Camilo golpeó suavemente, luego más fuerte.
se
Aún así, no se despertó. Por último, Camilo abrió la puerta y
tocó suavemente el brazo de Jonás.
Hombre robusto, al final de la cincuentena, Jonás saltó
sobre sus pies, con los ojos enloquecidos. Camilo se quitó el

223
APOLION

tocado, luego se dio cuenta que su cara tenía que lucir


horrible. Enrojecida, manchada, hinchada, suturada, parecía
un monstruo.
Jonás debe haber tomado el quitarse el tocado como un
reto. Desarmado, tomó una enorme linterna de su cinturón y
se echó hacia atrás con ella. Camilo se alejo, doblándose ante
la sola idea de un golpe en su dolorida cara. —
¡Jonás, soy yo,
Camilo Williams!
Jonás se llevó su mano libre al corazón, olvidándose de
bajar la linterna. — ¡Oh, señor Williams! — dijo, con su inglés
tan malo y laborioso que Camilo apenas reconoció su propio
nombre. Finalmente, Jonás guardó la linterna y usó las dos
manos para ayudarse en la comunicación, haciendo gestos en
cada frase. —Ellos — dijo ominosamente, apuntando afuera
y haciendo señas para indicar un mar de gente — , estuvieron
buscándolo —
apuntó a sus propios ojos.
—¿A mí, personalmente, o todos nosotros? a
Jonás pareció perdido. — ¿Personal?
—¿Sólo por mí? —probó Camilo dándose cuenta que
estaba copiando a Jonás y apuntaba semismo — ¿O por
a sí .

Zión y mi esposa?
Jonás cerró sus ojos, movió su cabeza y elevó una mano
con la palma hacia fuera. —
No aquí dijo — —
Zión, esposa, .

Volando — y
se fueron. sus dedos en
aleteó el aire.

—¿Jaime? — Camilo. dijo


—Duerme —demostró Jonás poniendo una mano en la

y cerrando
mejilla los ojos.
—¿Puedo dormir, Jonás?
entrar e ir a
El hombre entrecerró ojos ante los rompecabezas. este
—Yo llamo —y alcanzó el teléfono.

— ¡No, deja que Jaime duerma! Dile después.


—¿Después?
—Mañana — Camilo— Cuando
dijo . se despierte.
Jonás asintió pero todavía tenía su mano en el teléfono,
como si fuera a marcar.

224
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Yo entraré a dormir —agregó Camilo, actuando como


en las charadas — . Dejaré una nota en la puerta de Jaime para
que él no se sorprenda, ¿está bien?
— ¡Está bien!
—Entraré ahora.
— ¡Está bien!
—¿Bueno?
— ¡Bueno!
Camilo miraba a Jonás mientras retrocedía y se dirigía a
la puerta. Jonás lo miraba a él también, soltando el teléfono,

haciendo señas y sonriendo. Camilo le hizo señas, luego se


volvió y encontró la puerta cerrada con llave. Tuvo que volver
y explicar a Jonás que tendría que dejar que Camilo entrara.
Finalmente Camilo pudo relajarse por primera vez desde que
el helicóptero había partido desde el techo de la casa unas
horas atrás. Dejó una nota en la puerta de Jaime, sin detalles
— sólo que él estaba en la habitación de huéspedes con
muchas cosas para contarle y que probablemente lo vería más
tarde en esamañana.
Camilo se miró en el espejo del baño. Era peor de lo que
pensaba y oró que la así llamada clínica donde había ido,
tuviera un mínimo de esterilidad. Las suturas se veían profe-
sionales pero él era todo un desorden. Sus córneas estaban
inyectadas de sangre. Su cara era un tapiz de colores, ninguno
parecido a su piel. Estaba contento que Cloé no tuviera que
verlo así.

Cerró la puerta del dormitorio, dejó caer su ropa al lado


de la cama y se estiró dolorosamente. Y escuchó el suave

campanilleo del teléfono. Tenía que ser Cloé pero no quería


volver a levantarse. Se dio vueltas, tomó sus pantalones y
mientras luchaba por sacar el teléfono del bolsillo trasero, su
peso cambió, y se cayó de la cama.
No se hirió pero el golpe despertó a Jaime. Cuando
Camilo contestaba el teléfono, oyó que Jaime gritaba por el
intercomunicador: — ¡Jonás, Jonás, intrusos!

225
APOLION

Para cuando esto se arregló, él y Cloé estaban al día. Jaime


había oído todo y el sol estaba empezando a asomarse por el
horizonte. Se acordó que Cloé, Zión y Raimundo fueran a
casa en Monte Prospect y que Jaime hiciera algo por hallar
una manera en que Camilo volviera cuando se hubiera recu-
perado.
Jaime se enojó más aún porque Camilo lo había visto
hablando por teléfono con León. Dijo que los noticiosos de
la televisión habían estado pasando y repasando la cinta de
video donde Camilo conversaba con el guardia CG que fue
asesinado pocos segundos después. —
La cinta demuestra que
no estabas armado, que él estaba bien cuando te fuiste, y que
tú no te diste vuelta ni regresaste. Él disparó por encima de
tu cabeza, y momentos más
tarde, fue hecho girar por balas
de rifles de que dispararon desde corta distancia.
alta potencia
Todos sabemos que tuvieron que venir de las armas de sus
propios compatriotas. Pero eso nunca se difundirá. Será tapa-
do, a él lo acusarán de haber trabajado contigo o para ti, y
¿quién sabe qué más resultará de eso?
El qué más, resultó ser una noticia compuesta por la CG.
Los informes de la televisión decían que un terrorista nortea-
mericano, llamado Kenneth Ritz había robado el propio heli-
cóptero de Nicolás Carpatia para armar la huida del grupo de
Zión Ben-Judá, desde el arresto domiciliario en que estaban
en la casa de Jaime Rosenzweig. Los informes proclamaban
que Rosenzweig había albergado a Ben-Judá, al sospechoso
de asesinato Camilo Williams y a la esposa de Williams, y
que había acordado encerrarlos bajo arresto domiciliario para
la CG. Hubo escenas de la puerta de acceso al techo de la casa

del doctor Rosenzweig —


claramente forzada desde adentro
lo que muestra concluyentemente cómo escaparon los nortea-
mericanos.
Un vocero de la Comunidad Global decía que Ritz fue
baleado y muerto por un francotirador cuando abrió fuego
contra las fuerzas CG en el aeropuerto de Jerusalén. Los otros

226
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

estaban arrancando internacionalmente, y se


tres fugitivos

suponía que Williams, otrora empleado de la Comunidad


Global, era un consumado piloto de aviones a retropropul-
sión.

Los miembros estadounidenses del Comando Tribulación


seguían cuidadosamente las noticias, manteniéndose en con-
tacto con Jaime y Camilo tan a menudo como era posible.
Raimundo estaba sorprendido por la mejoría de Patty en un
tiempo tan corto. Su enfermedad, desesperación y tozudez se
habían sintetizado en odio y determinación feroces. Ella se
dolía tan profundamente por la muerte de su hijo que Raimun-
do se sentía acosado por sus sollozos apagados en la noche.
También Cloé batallaba con la ira. —
Papá, sé que no
debemos esperar nada menos del sistema del mundo, pero me
siento tan inerme que podría reventar. Si no encontramos una
manera de traer de regreso a Camilo pronto, yo misma voy a
ir para allá. ¿Alguna vez has deseado que pudieras ser el que

Dios use para matar a Carpatia cuando llegue la hora fijada?


— Cloé!
j — decía Raimundo esperando que su respuesta
sonara como una reprimenda en lugar de disimular el hecho
que él había orado por ese mismo privilegio. ¿Qué les estaba
pasando? ¿En qué se estaban convirtiendo?
Les llegó la noticia de parte de Camilo que Jacobo le había
ayudado a instalarse clandestinamente en casa de Esteban.
Raimundo se sentía mejor con eso, y no a que él estuviera con
Jaime. Era claro que las fuerzas de seguridad de la Comunidad
Global creían que Camilo había escapado con los demás, pero
vivir con un alias en un vecindario de clase media baja lo hacía
menos vulnerable y le daba más oportunidad de sanarse. Dijo
a Raimundo por teléfono que dentro de pocas semanas iba a
intentar el regreso a los Estados Unidos en un vuelo comer-
cial, probablemente desde un aeropuerto europeo importante.

— Como aquí no me andan buscando, debiera poder salir


sigilosamente con un nombre falso.

227
APOLION

Mientras tanto, Raimundo había estado en contacto con


Max McCullum y David Jasid, usando las pistas de David
para reemplazar las computadoras de todos y agregar a sus
recursos las unidades del tamaño de la mano que podía
acceder a la Internet y servir como teléfonos globales conec-
tados por satélite y alimentados por energía solar.
Zión expresaba frecuentemente su satisfacción a Raimun-
do por su nueva computadora: una portátil muy pequeña,
delgada y liviana que se enchufaba a un puente que le daba
toda clase de acceso a los accesorios útiles en casa. Era el
modelo más reciente, más veloz y más potente del mercado.
Zión se pasaba la mayor parte del día comunicándose con su
rebaño internacional, que había crecido explosivamente, aún
antes de las reuniones de Israel, y ahora se multiplicaba
diariamente en forma exponencial.
Como Patty mejoraba físicamente aunque no mentalmen-
te, el doctor Carlos Floid tenían tiempo para asumir el lugar
de Ken como asesor técnico del Comando Tribulación. Ins-
taló un programa de codificación especial que mantenía sus
teléfonos y computadoras sin detectar.
La tarea más dura para Raimundo era tratar sus emociones
tocante a Ken. Él sabía que todos lo añoraban y el mensaje de
Zión en un breve funeral en su memoria los dejó llorando a
todos. Cloé se pasó dos días en la Internet buscando parientes
supervivientes pero no encontró a nadie. Raimundo informó
a Hernán, en Palwaukee, que prometió difundir la noticia al
personal de ahí y asegurar las pertenencias de Ken hasta que
Raimundo pudiera ir para allá para evaluarlas. Nada dijo a
Hernán sobre el oro guardado de Ken, sabiendo que los dos,
aunque creyentes, no se habían conocido por mucho tiempo.

Camilo compró una computadora para poder entrar a la Red


y estudiar con Zión. Pero fue incapaz de encontrar el progra-
ma que permitía no ser detectado para comunicarse con Cloé,
salvo por teléfono. Él la echaba mucho de menos pero estaba

228
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

contento con saber que ella y el bebé aún nonato, estaban


sanos aunque ella admitía que el doctor había expresado cierta
preocupación por su fragilidad.
ocupada construyendo un modelo de
Ella se mantenía
negocios basado en de Ken Ritz. Al mes le dijo a
las notas
Camilo que esperaba manejar el negocio por computadora,
armando redes de creyentes en todo el planeta.

Algunos plantarán y cosecharán decía ella —
otros — ,

comercializarán y venderán. Esta es nuestra única esperanza


una vez que se exija la marca de la bestia para el comercio
legal.
Ella le dijo que su primer trabajo era hacer listas de
cultivadores, productores y proveedores. Una vez que eso
estuviera en su debido lugar, expandiría el mercado.
—¿Pero qué pasa cuando tengas un bebé que cuidar?
—decía él.

— Espero que mi marido en casa para ese entonces


esté
—contestaba — no ella .nada que administrar
El tiene sino
una revistita de alternativa en la Internet, así que yo le

enseñaré.
—¿Enseñarle qué? ¿Tu negocio o la atención del niño?
—Ambos —decía ella.

mencionó a Camilo un viernes por la noche que


Ella le
hablaban por teléfono que Raimundo estaba pensando ir al
aeropuerto de Palwaukee al día siguiente.
— Él va a mirar los aviones de Ken y tratar de conocer
mejor a este muchacho Hernán. Puede que sea un buen
mecánico pero Ken apenas lo conocía.
Esa noche Camilo entró en la Red para buscar enseñanza
de Zión para el día. El rabino parecía deprimido pero Camilo
se dio cuenta que la gente que no lo conocía personalmente
probablemente no se daría cuenta. Escribió del quebranto del
corazón al perder amigos, familiares y seres amados. No
mencionaba a Ken por su nombre pero Camilo leyó entre
líneas.

229
:

APOLION

Zión terminó su enseñanza por ese día recordando a sus


lectores que recientemente habían pasado la marca de los
veinticuatro meses desde la firma del pacto de paz entre la
Comunidad Global (dos años atrás conocida como las Nacio-
nes Unidas) y el estado de Israel.
— Les recuerdo, mis queridos hermanos y hermanas, que
llevamos un año y medio de lo que las Escrituras llaman la
Gran Tribulación. Ha sido duro, más que duro hasta ahora.
Hemos sobrevivido los dos peores años de la historia de
nuestro planeta y el próximo año y medio de este período hará
que el resto parezca una fiesta en el jardín.
Camilo sonrió por la insistencia de Zión de terminar siempre
con una palabra de aliento. Independientemente de la dura verdad
que hubiera transmitido. Cerró citando Lucas 21

Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y


sobre la tierra, angustia entre las naciones, perplejas a
causa del rugido del mar y de las olas, desfalleciendo los
hombres por el temor y la expectación de las cosas que
vendrán sobre el mundo; porque las potencias de los
cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del
Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria.
Cuando estas cosas empiecen a suceder, erguios y levan-
tad la cabeza, porque se acerca vuestra redención.

A las siete de la mañana siguiente Camilo estaba miran-


do un informe noticioso de la televisión sobre la respuesta
de Nicolás Carpatia a Elias y Moisés que seguían creando
caos en Jerusalén. El periodista citaba al Comandante Su-
premo León Fortunato que hablaba por el potentado: Su —
Excelencia ha decretado que los predicadores son enemigos
del sistema del mundo y ha autorizado a Pedro Segundo,
pontífice supremo de la Única Fe Mundial Enigma Babilo-
nia para que disponga de los delincuentes como le parezca
apropiado. El potentado no cree, y yo concuerdo, que deba
involucrarse personalmente en materias que deben estar

230
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

bajo la supervisión de la división religiosa de la Comunidad


Global. Su Excelencia me
acaba de decir anoche que, y cito,
"a menos que descubramos que nuestro Pontífice Máximo es
impotente cuando se trata de manejar a los que usan trucos e
hipnosis colectiva para paralizar a todo un país".
Por supuesto, siendo eso una transmisión "equilibrada",
no sorprendió a Camilo ver a un Pedro Mathews furioso que
escupía una respuesta: —
Oh, ahora el problema es mío. ¿no?
¿Su Excelencia ha cedido finalmente la autoridad donde
corresponde? Por supuesto, no hasta que se demostró que sus
militares no tenían poder sobre estos impostores... Cuando los
dos yazcan muertos, las lluvias volverán a caer en Israel,
volverá a haber una cascada de agua pura, clara, refrescante,
y el mundo sabrá donde reside la sede verdadera del poder.
Una semana antes Camilo había logrado que Jaime visi-
tara a los predicadores del Muro, y el anciano se fue confesa-
mente estremecido por la experiencia y más desilusionado de
Carpatia.
—Camilo, yo confiaré en él de todos modos, en la medida
que Nicolás mantenga su palabra del trato y honre el pacto
con Israel. No tengo opción. Lo quiero y lo necesito.
Camilo lo había apremiado. —
Si él traicionara a Israel
¿qué pensaría de todo lo que ha escuchado y aprendido de
Zión y lo que sabe de lo que oyó mi suegro, tras las bamba-
linas? ¿Desertaría entonces para incorporarse a nosotros?
Rosenzweig no se comprometía. —
Yo soy viejo, pegado
a mis modos. Lamento que sea tan duro de convencer. Tú y
tu prójimo creyente son muy impresionantes, y espero contra
toda esperanza que al final ustedes no tengan la razón, pues
yo estaré entonces en suma miseria. Pero he tirado mis dados
con el mundo que puedo tocar y sentir y ver. No estoy listo
para tirar el intelectualismo por la fe ciega.
—¿Usted piensa que eso que hizo Zión?
es lo
—Por no
favor, digas que yo
le Zión Ben-Judá
dije eso.
es un sabio brillante que no encaja en la imagen de los

231
APOLION

creyentes que tengo. Pero tampoco tú ni ninguno de su círculo


inmediato. Supongo que eso debiera decirme algo.
—Dios está tratando de captar su atención, doctor Ro-
senzweig. Espero que no se necesite algo drástico.
Rosenzweig lo había despedido con señas. —Gracias por
interesarte.
Ahora Camilo estaba mirando el informe de la televisión
moviendo su cabeza, sabiendo que eran las once de la noche
en Illinois y que su familia y amigos no habrían visto esto
todavía. Él deseaba poder dejarles un mensaje por el correo
electrónico que les dijera que se cercioraran de mirar. Pero no
podía transmitir de esta ubicación sin dejar a Esteban, y a sí

mismo, expuesto a la CG.


Pensó en llamar y dejar un mensaje pero Cloé había
empezado a dormir con sueño tan liviano que siempre con-
testaba, aun en medio de la noche. Ella necesitaba dormir.
Su compañero de vivienda estaba trabajando así que
Camilo salió al sol matutino. Sentía tanto anhelo por estar de
vuelta en la casa que les servía de refugio que casi lloró.
Entrecerró los ojos por el brillo de un cielo sin nubes y disfrutó
la agradable tibieza de un día sin viento. Súbitamente pareció

que alguien tiró una sombra sobre el cielo.


Con el sol aún alto en el claro cielo, la mañana se hizo
crepúsculo y la temperatura descendió bruscamente. Por su-
puesto que Camilo sabía exactamente qué era eso: la profecía
de Apocalipsis 8: 12. El cuarto ángel había tocado la trompeta,
"y fue herida la tercera parte del sol". Lo mismo le pasaría a
la luna y las estrellas. Mientras que el sol brillaba unas doce
horas por día en la mayor parte del mundo, ahora no brillaría
más de ocho horas y sólo a dos tercios de su luminosidad
acostumbrada.
Hasta saber que vendría aún esto no preparó a Camilo
lo
para la reverencia que sintió porel poder de Dios. Un nudo

se formó en su garganta y su pecho se apretó. Se apuró a


volver a la casa vacía y cayó de rodillas orando: —
Dios, te

232
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

me has demostrado una y otra vez y, sin embargo, encuentro


que mi fe es fortalecida mucho más cada vez que
actúas de
nuevo. Tú haces todo que prometes. Sucede todo lo que
lo
predices. Yo ruego que este fenómeno, proclamado a todo el
mundo por Zión y los 144.000 testigos alcance a millones de
personas más para ti. ¿Cómo puede alguien dudar de tu poder
y tu grandeza? Eres temible pero también amante y miseri-
cordioso y bueno. Te agradezco por salvarme. Gracias por
Cloé y nuestro bebé, y por su papá, Zión y el doctor. Gracias
por el privilegio de haber conocido a Ken. Protege a nuestra
gente donde estén y dame la oportunidad de conocer a Max
y David. Muéstranos qué hacer. Guíanos a la manera de
servirte mejor.Nuevamente me entrego a ti, dispuesto a ir
donde sea y hacer lo que tú pidas. Te alabo por Jacobo,
Hannelore y Esteban, estos hermanos y hermana nuevos que
me han aceptado. Señor, yo quiero a Jaime para ti. Gracias
por ser un Dios tan bueno y tan grande.
Camilo estaba sobrecogido dándose cuenta que el oscu-
recimiento afectaría todo en el mundo. No sólo la luminosidad

y las temperaturas sino el transporte, la agricultura, las comu-


nicaciones, los viajes —
todo lo que tuviera que ver con la
reunión de él y sus seres queridos.
Él quería advertir al Comando Tribulación pero esperó
hasta las siete de la mañana, hora de Chicago. A ellos les
gustaba levantarse con el sol pero no iba a haber salida de sol
para ellos. Camilo se preguntaba cómo se verían las estrellas
oscurecidas. No pasaría mucho tiempo.
Él marcó el número de Cloé y la despertó.

Raimundo se había despertado temprano y miró la hora. Era


un cuarto para la siete y todavía estaba oscuro. Se quedó
mirando fijo el techo, preguntándose si habría mal tiempo o
tan sólo un día nublado. A las siete escuchó sonar el teléfono
de Cloé. Debía ser Camilo y Raimundo quería hablar con él.

233
APOLION

Le daría unos minutos a ella, luego bajaría y le haría la señal


de alto.

Raimundo estaba de espaldas y respiraba profundamente. Se


preguntó que produciría ese día Palwaukee. ¿Se animaría a tratar
con el joven Hernán el tema del tesoro escondido? Eso dependía
de cómo fueran sus conversaciones. Suponía que llevaría un
tiempo desarrollar Hernán era muy joven.
la confianza.

Cloé sonaba agitada, y lo estaba llamando. Se incorporó.


Era demasiado pronto para que fuera algo relacionado con el
bebé. ¿Pasaba algo malo con Camilo?
— ¡Papá, baja!
Se puso una bata.
Ella lo encontró al pie de la escalera, con el celular en su
oído, diciendo: —¿Parece un poco oscuro para ser las siete?
Camilo dice que el sol mañana de
fue herido a las siete de la
allá. Mientras tanto nosotros dormíamos. Habla con papá, mi
amor. Yo voy a empezar a levantar a la gente de acá.

Raimundo sonaba estupefacto para Camilo pues repetía sin


cesar.
— Vamos tener que determinar qué
Increíble. a significa
esto para todas nuestras cosas a energía solar.

—Pensé que doctor ya estaba trabajando en


el eso.
—Estaba. Sólo que no nos gustaron conclusiones. Por sus
alguna razón, la suma no es igual a sus partes en una cosa
como esta. Uno no puede figurarse sencillamente que va a
tener un tercio menos de energía. El echó a andar su gran
calculadora con esto y dijo que es un tercio menos de energía
además de un tercio menos de tiempo cada veinticuatro
ser
horas. Él esbozó un modelo de lo que significará sólo para
nosotros y no nos gustó. No podíamos discutir eso y no
podíamos almacenar mucha energía por anticipado pero, por
cierto, esperamos que se equivocara.

234
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—No, no se equivoca. Los tipos inteligentes nunca se


equivocan. Raimundo, espera un segundo, quiero ver de
quien es esta otra llamada —
dijo Camilo.
Camilo marcó el botón para ver la identidad del que
llamaba. Volvió a Raimundo diciendo: —
Es Rosenzweig.
Mejor que llame de vuelta a Cloé.
— Yo se lo diré. Ahora, cuida la energía de tu teléfono.
—Correcto —apretó — ¡Doctor Rosenz-
el interruptor .

weig!
—Camilo, tengo que Necesito
verte. consejo.
—¿Quiere que nos juntemos ahora?
—¿Puedes arreglarlo?
—Supongo que usted sabe que pasando realmente
lo está
— Camilo.
dijo
— ¡Por supuesto que Yo estuve en última reunión
lo sé! la

cuando Zión habló de esta profecía.


—Admite que demasiado evidente para
es ser otra cosa.
—¿Qué hombre pensante no eso? sabría
¡Gracias, Dios! — pensó Camilo.
— problema, y
El que
esto es lo conversar
necesito conti-
go, es ¿qué digo? La prensa
está metida en todo esto y quiere
un comentario para las transmisiones de mañana. Le dije a
media docena que soy un botánico y que lo mejor que puedo
decirles es lo que significará para la fotosíntesis.
— A propósito, qué significará?
— Bueno, si quieres mi respuesta técnica, va a complicar
todo. Pero la gente de las noticias me recuerdan que siempre
he hablado de temas científicos aun de los que están fuera de
mi pericia. Recordarás que Nicolás me tenía especulando
sobre las causas de las desapariciones. Casi me convencí con
esa bobería de la reacción atómica espontánea.
— Doctor, usted casi me convenció a mí, y yo era un
corresponsal internacional de noticias.

235
APOLION

—Bueno, acabo de saber de Fortunato, y éste quiere que


corrobore el enfoque de la Comunidad Global de este fenó-
meno.
—¿Cómo puedo ayudar?
—Tenemos que ponernos estratégicos. Yo estoy pensan-
do en hacer que la burbuja de ellos reviente... Puedo implicar
que apoyaré su punto de vista —
espera hasta que lo veas y —
cuando salga al aire, diré lo que quiero. Le debo eso a León,
por lo menos.
— A usted le preocupa lo que pensará Carpatia.
— Por supuesto.
— Será una prueba para su relación.
— Exactamente. Sabré cuan libre soy como ciudadano.
No le he dado a León nada que no sea dificultades para que
parezca que yo colaboraba con él para detenerlos a ustedes
tres. Podría haber denunciado todo el régimen de mano fuerte

pero Nicolás se disculpó personalmente y pidió que no lo


avergonzara.
—¿Lo hizo? Usted nunca me dijo eso.
—No parecía apropiado. No cuan cerca estuve
tienes idea
de decirle que yo cambiaría el pase libre de un amigo para
salir del país por mi consentimiento en dejar que se filtrara

ese informe noticioso. Sólo que no logré juntar coraje para


pedir.
—Probablemente fue sabio — dijo Camilo —
No lo veo
.

haciendo esa clase de tratos. Saber que he estado aquí, debajo


de sus narices, lo enfurecería.
—Tuve la audacia de preguntar si había considerado que
sus tácticas contra Ben-Judá y su gente podían ser la razón de
todas las plagas y los juicios. Me reprendió por creerme toda
esa ficción. Ahora tengo que juntarme contigo, Camilo.
—¿Podemos juntarnos en alguna parte en privado?
Rosenzweig sugirió un restaurante subterráneo y húmedo,
apropiadamente llamado El Calabozo. Camilo pidió una mesa
en el rincón, bajo una luz tenue donde podían mirar el

236
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

documento de Jaime sin que los molestaran. Rosenzweig sacó


un fax de la evaluación oficial de la Comunidad Global
referente a lo que había golpeado esta mañana. Era todo lo
que Camilo podía hacer para impedirse aullar.
El fax tenía toda clase de jerga legal insistiendo en su
calidad de confidencial, su naturaleza para sus ojos solamen-
te, su destino personal solamente para el doctor Rosenzweig,
y todo esto so pena de ser llevado ajuicio por el comandante
supremo de la Comunidad Global sometido a la autoridad de
Su Excelencia, bla, bla, bla.
Decía: "Doctor Rosenzweig: Su Excelencia desea que yo
transmita su profundo aprecio personal por su disposición
para apoyar la declaración política oficial de la Administra-
ción Espacial y Aeronáutica dela Comunidad Global referen-

fenómeno astronómico natural que ocurrió hoy a las 0700


te al

horas tiempo de Nueva Babilonia".



Naturalmente, yo acuerdo sólo revisarlo pero León
procede con su tono típicamente presuntuoso. De todos mo-
dos, aquí está la postura del partido.
Camilo leyó: "La AEACG se complace en asegurar al
público que el oscurecimiento de los cielos que empezó esta
mañana es el resultado de un fenómeno natural explicable y
que no debe constituir causa de alarma. Investigadores cien-
tíficos de primera calidad han concluido que debe rectificarse
por sí solo de cuarenta y ocho a noventa y seis horas.
«No debiera afectar significativamente las temperaturas,
salvo en el corto plazo, y la falta de luminosidad no debiera
entenderse mal como
de energía y poder solar. Aunque
falta
puede que hay algunos impactos del corto plazo en equipos a
energía solar como los teléfonos celulares, las computadoras,

y las calculadoras, no debiera haber un impacto mensurable


en las reservas de energía que tiene Fuerza y Luz de la
Comunidad Global.
«En cuanto a lo que pasó en el espacio para causar esta
condición los expertos señalan la explosión de una estrella

237
APOLION

masiva (una supernova) que produjo formación de una


la
magnetrella (estrella supermagnetizada). Ese cuerpo celestial
puede tener hasta veinticuatro kilómetros de diámetro pero
pesar más del doble del sol. Se forma cuando la estrella
masiva explota y su núcleo se achica sometido a la gravedad.
La magnetrella gira a tremenda velocidad haciendo que los
elementos de su núcleo aumenten y se vuelvan intensamente
magnéticos.
«Las explosiones de estas magnetrellas pueden emitir
tanta energía como el sol en cientos de años. Normalmente
estas explosiones quedan contenidas en la capa superior de la
atmósfera, que absorbe toda la radiación. Aunque no hemos
detectado niveles dañinos de radiación, esta explosión ocurrió
a una altura suficientemente baja como para afectar el brillo

del sol. Las lecturas actuales muestran una disminución de la

luz entre 30 y 35 por ciento.


«La AEACG mantendrá vigilancia constante de la situa-
ción e informará los cambios significativos. Esperamos que
la situación se normalice antes del próximo fin de semana».
Rosenzweig meneó su cabeza y miró a los ojos de Camilo.
— ¿Trozo de fantasía persuasivo, ¿no?
— —
Yo me lo creería si no supiera la verdad dijo Camilo.

Bueno, este no es mi campo, como sabes pero hasta yo
puedo ver a través de esto. La formación de una magnetrella
no tendría efecto en el brillo del sol, la luna o las estrellas,
salvo, quizá, para hacerlas más brillantes. Afectaría las ondas
de radio, quizá echaría a perder los satélites. Si eso sucediera
a una altura suficientemente baja de nuestra atmósfera, como
ellos presuponen, probablemente desviara a la Tierra de su
eje. Lo que haya sido esto no fue la creación de una magne-
trella a partir de una supernova.
—¿Qué quiere condecir "lo que haya sido esto"? Usted
sabe bien como yo qué
tan fue.
—Efectivamente creo que sí.

238
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

El doctor Rosenzweig probó con Camilo lo que había


planeado decir en vivo en cuando le preguntaran por
el aire

el acontecimiento. —
Hasta llevaré el documento en mi mano,
con toda solemnidad, enrollado y con las esquinas dobladas
como si hubiera estado agonizando con esto durante horas.
—Me encanta — dijo Camilo.

Camilo llamó a los Estados Unidos, algo que se ponía cada


vez más continuar las horas de oscuridad, y que sería
difícil al

casi imposible dentro de pocos días.


Cloé contestó. — Sí, querido — —
dijo ,
¿la llamada tele-
fónica de Jaime duró tanto?
—No, Me enredé. Sólo quería
lo siento. que decirte lo
miren en con su evaluación de
las noticias, que pasó. lo
—¿Cuál su evaluación?
es
—No quiero echártelo Sólo asegúrate que nadie
a perder.
Realzará
se lo pierda. tu día.

—Camilo, aquí ya estamos teniendo problemas con la

energía eléctrica
y conexión no
esta mejor. es la
— Ahorra para mirar a Jaime. Te
lo suficiente alegrará
hacerlo.

239
QUINCE

Esa noche mientras comían tarde, Zión compartió con el

Comando Tribulación estadounidense su gozo por un


esfuerzo muy exitoso hecho en la Internet por muchos cre-
yentes. —
Yo lancé meramente un pedido sencillo, todos
ustedes lo vieron, de traductores de varios países para que
traduzcan los mensajes diarios a sus propios idiomas. Ustedes
pueden imaginarse cuánto de la Red está compuesto por
grupos de idioma asiático, español, alemán y otros.

«Bueno añadió con un guiño —
no sólo conseguí muchos
,

más voluntarios de lo que necesitaba sino unos tipos de compu-


tadoras muy avanzados que ofrecen cargar gratis los programas
que traducen automáticamente a otros lenguajes. ¡Es Pentecostés
en la Red! ¡Puedo escribir en lenguas desconocidas!
Raimundo siempre se entibiaba con el gozo que Zión tenía
por su obra y ministerio. Él había sacrificado tanto como
cualquiera de su grupito —
una esposa y dos hijos. Cloé había
perdido a su madre y hermano, y ahora a dos amigos. Rai-
mundo había perdido dos esposas, su hijo, su pastor y más
amistades nuevas de lo que quería pensar. Todos los que
estaban alrededor de esa mesa, Carlos el médico y Patty
incluidos, tenían razón para enloquecerse si se permitían
meditar en eso.

241
APOLION

Las sonrisas momentáneas eran todo lo que podían dar


cuando Zión compartía una historia como esa o alguien
efectuaba el comentario informal de la ocasión. La risa estri-
dente o la tontería ya no tenían más lugar en sus vidas.
Raimundo pensaba que el pesar era desgastador y esperaba
aquel día en que Dios enjugara todas las lágrimas de sus ojos
y en que no hubiera más guerra.
Esa era una razón por la cual esperaba con deleite el
acontecimiento de las noticias de las diez de la noche que
había sido anunciado todo el día por las Redes de Emisoras
de la CG que estaba juntando expertos que hablarían del
pronunciamiento oficial del gobierno referido a la oscuridad
que ya había empezado a cobrar su peaje. Camilo había
insinuado que Jaime sería entretenido. Aunque Raimundo no
lograba imaginarse una risa profunda, esperaba la diversión.
Zión decía: — Yo sólo abrigo la esperanza que detectemos
algún movimiento en el espíritu de Jaime. Cuando yo estaba
mostrándole nuevamente todas las profecías, lo desafié. Le
dije, "Jaime, ¿cómo puede un hombre con esa mente suya

ignorar la imposibilidad matemática de que tantas docenas de


profecías se refieran a un solo hombre a menos que sea el
Mesías?" Empezó con el argumento típico de no saber si la
Biblia es auténtica. Dije: "¡Mentor mío! ¿Usted dudaría de su
propia Tora? ¿De dónde cree que vengo con todo esto?" Les
digo, jóvenes, que no pasará mucho tiempo para Jaime. Sólo
que no quiero que él espere demasiado.
A Raimundo le encantaba que le dijeran joven, siendo
sólo tres años más joven que Zión.
Patty habló, con su voz más firme que nunca. —¿Todavía
se siente así por mí, doctor Ben-Judá, o le convencí de que
soy un caso perdido?
Zión puso su tenedor en el plato y lo empujó. —Señorita
Duran —dijo quedamente — ,
¿está segura que quiere oír mis
pensamientos sobre su situación frente a los demás?

242
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Vamos, dígalos — dijo ella, casi contenta — . No tengo


secretos y sé que ustedes, gente, seguro que no los tienen.
Zión entrelazó sus dedos. —Muy que usted
bien, puesto
trajo esto a colación y me dio permiso. Usted y yo rara vez
hablamos. Oigo lo que usted dice y sé donde está, y usted sabe
que toda mi vida está ahora dedicada a proclamar lo que creo.
Así pues, mis puntos de vista tampoco son un misterio para
usted. Usted es casi veinte años menor que yo y somos de
sexos opuestos, y así, existe una barrera de género y genera-
cional que, quizá me haya llevado a ser menos franco con
usted de lo que hubiera sido con otra persona.
«Pero podría sorprenderle saber con cuánta frecuencia
Dios me la trae a la mente cada día.
Raimundo pensó que Patty estaba más que sorprendida.
Tenía un vaso de agua suspendido entre la mesa y sus labios,
y su sonrisa divertida se había congelado.
— Repito, no pretendo avergonzarla.
—Oh, usted no puede avergonzarme. Déjeme
doctor,
oírlo— sonrió
ella como finalmente hubiera dado en un
si

clavo enorme.
— usted me permite hablar desde fondo de mi
Si el

corazón...
—Por favor — poniendo
dijo ella vaso sobreel mesa y la

acomodándose como si estuviera lista para disfrutar esto.


Raimundo pensó que disfrutaba por estar en el foco de luz de
Zión.
—Siento compasión por usted
tal dijo Zión— tal an- — ,

helo que usted vaya a Jesús... —


y repentinamente no pudo
continuar. Sus labios temblaron y no pudo formar palabras.
Patty arqueó las cejas mirándolo fijo.

— Perdóneme —pudo en un
decir él tomando un
susurro,
sorbo de agua y recuperando compostura. Continuó en
la

medio de lágrimas — De alguna forma Dios me ha permitido


.

verlaa de Sus ojos — una joven temblorosa, enojada,


través
asustada que ha sido usada y abandonada por muchos en su

243
APOLION

vida. Él la ama con amor perfecto. Jesús miró una vez a su


público y dijo: "¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los
profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos
debajo de sus alas, y no quisiste!"
—Señorita Duran, usted sabe la verdad. La he oído decir-
lo, y no obstante, no está dispuesta. No, yo no la considero
caso perdido. Oro por usted tanto como oro por Jaime. Porque
Jesús prosiguió hablando de la gente de Jerusalén con el
corazón encallecido: "Porque os digo que desde ahora en
adelante no me veréis más hasta que digáis: 'Bendito el que
viene en nombre del Señor'".
«Yo la miro en su belleza frágil y veo lo que la vida le ha
hecho, y anhelo su paz. Pienso en que usted podría hacer por
el reino durante estos tiempos peligrosos, y tengo celos por

tenerla como parte de nuestra familia. Temo que usted esté


arriesgando su vida al resistirse a Dios, y no espero ver cuánto
pudiera sufrir antes que Él la alcance.
«Lo lamento si la avergoncé pero usted lo pidió.
moviendo su cabeza, y Raimundo
Patty estaba sentada
tuvo la impresión que estaba más sorprendida que avergon-
zada. No respondió salvo para pasar de mover la cabeza a
asentir. —¿A qué hora es eso de las noticias? —preguntó.
—Justo ahora — dijo Cloé, y todos sacaron sus platos de
la mesa.

Camilo estaba instalado frente al televisor en Jerusalén con


su libreta de anotaciones, fascinado por las sombras ominosas
del amanecer. Agradecía que Jacobo y Esteban no tuvieran
que ir a trabajar y que se hubieran presentado para mirar la

conferencia de prensa con él.


"Conferencia de prensa" era un título engañoso natural-
mente ahora que la Comunidad Global era la dueña de los
medios. Solamente en las publicaciones clandestinas, como
la de Camilo, los lectores tenían objetividad sustanciosa. Eso

244
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

era lo que hacía tan intrigante la aparición de Jaime. Si él tenía


la valentía para hacer lo que había dicho a Camilo, sería lo
más polémico de la televisión asombroso testimonio
desde el

de Zión. No, Rosenzweig no era creyente, al menos no aún


pero se había cansado claramente de ser usado por el régimen
de la CG.
El programa empezó con lo que se había convertido en el
halago obligatorio de los panelistas. Parecía que cada vez que
la CG quería persuadir al populacho de alguna teoría ridicula,
hacía desfilar a sabelotodos linajudos ante la cámara y los
ensalzaba.
El anfitrión presentó al jefe de la AEACG, al jefe de la

P&L CG, a varios y diversificados científicos, autores, dig-


natarios y hasta personeros del mundo del espectáculo. Cada
luminaria sonreía tímidamente durante el recitado de la leta-
nía de sus logros y méritos.
Camilo se rió fuerte cuando el anfitrión usó realmente la

frase: "Por último pero por cierto no el último". La cámara


barrió al hombrecito parecido a Albert Schweizer que estaba
al final, y la leyenda circulante de abajo de la pantalla llevaba
su nombre. Jaime no se veía tímido ni humilde sino más bien
divertido, como si toda esta cosa fuera un poco demasiado.
Jaime dobló su cabeza hacia atrás y delante como burlán-
dose mientras se desgranaban los méritos: ex profesor, escri-
tor, botánico, ganador del Premio Nobel, miembro honorario

de esto, miembro honorario de aquello, conferencista, diplo-


mático, embajador, amigo personal y confidente de Su Exce-
lencia el potentado. Jaime dibujaba círculos con una mano
abierta como si con ellos pudiera envolver todo. El anfitrión
finalizó diciendo: "¡Una vez fue Hombre del Año del Sema-
nario de la Comunidad Global e inventor de la fórmula a la
que se atribuye que Israel sea una potencia mundial, el doctor
Jaime Rosenzweig!"
No había público en el estudio y hasta el cuerpo de
periodistas CG estaba en contra de aplaudir así que la enérgica

245
APOLION

presentación murió de muerte conspicua y caprichosa y el

espectáculo siguió adelante.


El anfitrión leyó primerd toda la declaración CG mientras
que el texto iba siendo pasado por pantalla. La tensión de
Camilo crecía cuando, como temía, el anfitrión empezó a
pedir la opinión y comentario del primer experto de la
el

izquierda. Continuaría con el mismo orden en que habían sido


presentados. Camilo se preocupó por que los televidentes
perdieran la paciencia y dormitaran de aburrimiento cuando
llegaran a Jaime. Una ventaja de los medios controlados por
la CG: a pesar de haber quinientos canales para elegir, esto

estaba en cada estación.


Camilo tuvo que recordarse que la oscuridad súbita asustaba
aun a los millones que ignoraban lo que consideraban delirios de
un loco como Zión Ben-Judá. Ellos sintonizaban el programa en
pos de respuestas de parte del gobierno y, probablemente, con-
sideraban que este era el programa más importante que hubieran
visto jamás. Camilo sólo esperaba que se quedaran para ver al
último tipo. El resultado sería digno.
Cada panelista alababa, por supuesto, la obra cabal, efi-
ciente y rápida de la AEACG y aseguraban al público que esto
era un hecho de poca monta, una condición transitoria. —Por
alarmante que sea la oscuridad — dijo una mujer del personal
administrativo de Fuerza y Energía Eléctrica de la Comuni-
dad Global —
todos estamos de acuerdo en que tendrá un
,

impacto insignificante en la calidad de vida, como la conoce-


mos, y que debe corregirse solo en cosa de días.
Camilo experimentó una sensación de comunidad con su
gente de los Estados Unidos cuando por fin llegaron a Jaime.
La idea de que todos estaban mirando lo mismo hizo que los
kilómetros se achicaran momentáneamente y anheló tener a
su esposa acurrucada al lado suyo.
—Bueno —empezó Jaime espectacularmente— ,
¿quién
soy yo para agregar o quitar a lo que estos brillantes aficio-
nados han dicho sobre el fenómeno astronómico galáctico

246
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

interplanetario? Permitan que exprese lo defraudado que me


siento de esa querida señora que promete que eso no tendrá
impacto en nuestra calidad de vida que, en los últimos años,
no ha sido nada digno de poner por escrito.
«Yo no soy sino un simple botánico que encontró una
combinación que resultó ser agua mágica, y súbitamente se
busca mi opinión de todo, desde el precio de las salchichas o
si los desafiantes predicadores del Muro de los Lamentos son

reales o de mentira.
«¿Ustedes quieren mi opinión? Bueno, se las daré. A decir
verdad, no sé. No sé quien apagó las luces y no estoy seguro
de querer saber quienes son los dos caballeros que están en el
Muro. Sólo deseo que ellos devuelvan el agua pura y dejen
que llueva de vez en cuando. ¿Es mucho pedir?
«Pero permitan que les diga esto, ahora que capté su
atención. ¿Capté su atención, no?
La cámara, barriendo desde el anfitrión enmudecido,
expuso las expresiones de asombro de los demás invitados.
Era claro que pensaban que Rosenzweig se había enloquecido
finalmente.
—No debiera sorprender a nadie que diga que no soy
hombre religioso. Judío de nacimiento y orgulloso de eso. No
quisiera que fuera de otro modo. Pero para mí esto es una
nacionalidad, no una fe. Todo eso para Muchos,
decir esto:
yo mismo me incluyo, nos horrorizamos al saber lo que le
pasó a la familia del rabino Zión Ben-Judá, mi querido
protegido y ex alumno, que creció para ser el respetado
lingüista y sabio de la Biblia.
«Confieso que en el fondo de mi corazón tuve que pre-
guntarme si él no se había acarreado eso. ¿Condonar los
asesinatos? Nunca mientras viva. Pero ¿aconsejaría a un
hombre que se presente en la televisión internacional desde
la misma tierra donde el nombre Jesucristo es anatema para

sus vecinos, y le diga al mundo que se dio vuelta la chaqueta?

247
APOLION

¿Un seguidor de Cristo? ¿Uno que cree que Jesús es el


Mesías?
«Locura.
«Quedé doblemente horrorizado cuando él se convirtió en
fugitivo, exilado de su propia patria, y su vida perdió todo
valor. Pero ¿perdí el respeto por él? ¿Lo admiro menos?
¿Cómo podría? ¡Conociendo tales riesgos, tomando tales
posiciones!
—Gracias, doctor Rosenz... —empezó el anfitrión, evi-

dentemente siguiendo instrucciones recibidas por el audífono


que tenía en el oído.
—Oh, no, no —
dijo Rosenzweig Me he ganado el — .

derecho de otro minuto o algo así, y exijo que no se me saque


del aire. Sólo quiero decir que aún no soy religioso pero mi
amigo religioso, el rabino antes mencionado, ha hablado de
este mismo asunto que tratamos hoy. Ahora, ustedes pueden
sentirse cómodos. He vuelto al tema.
«Ben-Judá fue ridiculizado por sus creencias, por sus
observaciones de que la profecía de las Escrituras podía
entenderse literalmente. Dijo que habría un terremoto. Lo
hubo. Dijo que granizo y sangre y fuego quemarían las
Se quemaron. Dijo que caerían cosas del cielo enve-
plantas.
nenando el agua, matando gente, hundiendo embarcaciones.
Cayeron.
«Dijo que el sol y la luna y las estrellas serían heridos y
que elmundo sería un tercio más oscuro. Bueno, terminé. No
sé cómo entender eso salvo que cada día me siento como un
necio más grande. ¡Y sólo dejen que agregue que quiero saber
lo que el doctor Zión Ben-Judá dice que viene enseguida!
¿Ustedes no? —
y rápidamente agregó la dirección del sitio
de Zión en la Internet.
El anfitrión seguía mudo. Miró a Jaime con las cejas
arqueadas.
—Adelante ahora — dijo Jaime — . Desenchúfeme.

248
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Raimundo estaba frustrado porque no había ido a Palwaukee


ese día. Y tampoco lo haría al día siguiente ni al otro. La
reducción de la energía solar afectaba todas las facetas de una
existencia ya difícil, incluyendo la transmisión de las leccio-
nes de Zión. El respaldo que el doctor Rosenzweig le dio a la
enseñanza de Zión produjo la cantidad más grande de res-
puestas en lo que ya era un sitio diez veces más popular que
cualquier otra de la historia. Y, sin embargo, la transmisión
de los mensajes diarios de Zión se volvió una tarea ardua que
obligaba a Raimundo a postergar cualquier otra actividad.
Las fallas repetidas de la Internet se culpaban a los pro-
blemas solares. Los creyentes de todo el planeta se reunían
para tratar de copiar y pasar la enseñanza como fuera necesa-
rio pero se hizo imposible detectar el éxito de ese esfuerzo.
Los esfuerzos de Cloé por construir un mercado privado
anticipándose a la marca de la bestia casi llegaron a la

parálisis. En las siguientes semanas se confundieron las esta-


ciones del año. Las ciudades grandes del Oeste Medio pare-
cían Alaska en el medio del invierno. Las reservas de fuerza
eléctrica estaban agotadas. Cientos de miles de personas de
todo el mundo murieron por exponerse a los elementos. Hasta
la CG manifestaba que había ignorado convenientemente su
evaluación inicial, andaba ahora buscando alguien a quien
culpar por esta maldición. El papel de Ben-Judá estaba con-
fuso en el pánico trágico que rodeaba a la crisis. ¿El la había
predicho, como afirmó Rosenzweig, o la había clamado del
cielo?
Pedro Segundo denostaba a Ben-Judá y a los dos predi-
cadores por ser practicantes desconsiderados de magia negra,
demostrando eso con tomas en vivo del Muro de los Lamen-
tos. Mientras lanieve giraba y se iba a la deriva, y los israelitas
pagaban muy caro por ropa protectora, se quedaban encerra-
dos en sus casas y usaban materiales de construcción como
combustible, ahí estaban Elias y Moisés en el mismo lugar.
¡Aun seguían descalzos! Aun vestidos solamente con esas

249
APOLION

túnicas sueltas de cilicio, los brazosal desnudo. Sólo con su

piel profundamente bronceada, sus barbas, su largo pelo entre


ellos y las frígidas temperaturas, ellos predicaban y predica-
ban y predicaban.
El autodesignado pontífice supremo decía: —
Con toda
seguridad que si existe el diablo, ¡es el amo de esos dos! ¿Qué
otro sino seres demoníacos insanos podrían tolerar la intem-
perie y seguir derramando sus diatribas irracionales?
El mismo Nicolás Carpatia estaba extrañamente silencio-
so y su cara se veía poco. Finalmente, cuando la Comunidad
Global pareció impotente, se dirigió al mundo. Durante una
breve temporada de actividad solar al mediodía, en el Oriente
Medio, Max pudo llamar a Raimundo, que respondió con un
celularcon baterías viejas recargadas con un generador. La
conexión era mala y no pudieron hablar mucho.
— ¡Raimundo, puedes, mira
si al potentado esta noche!
— gritóMax — Estamos aquí
. como una tostada,
tan calientes
aun en la nieve, porque él ha reunido toda la energía eléctrica
que necesitamos para el palacio. Pero cuando él sale en TV
tiene que usar un abrigo esquimal enorme que hizo que le
mandaran del Ártico.
Max tenía razón. Raimundo y Carlos trabajaron para
almacenar tanta energía eléctrica como pudieron, procedente
de varias fuentes de modo que pudieran mirar el programa en
el televisor más pequeño de la casa de refugio. Todo el grupo

se amontonó para mirar y entibiarse. Patty seguía sostenien-


do: —
Yo no sé de ustedes pero yo sólo recibo lo que merezco.
—Mi querida, usted verá que ninguno de los sellados del
Señor morirá durante este un llamado de
juicio. Este es
atención dirigido a los incrédulos. Sufrimos porque todo el
mundo sufre pero no nos dañará mortalmente. ¿No quiere la
misma protección? — dijo Zión.
Ella no contestó.

250
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo, tiritando en el sótano con Esteban y Jacobo no

pudieron hallar energía eléctrica para mirar a Carpatia en la


TV. El grupo escuchó por la radio que tenía una señal tan
lo
débil que tenían que retener la respiración para oírlo.
En Monte Prospect, Zión, Cloé, Carlos y Patty miraron a
Carpatia que se presentaba en un estudio vacío, abrochándose
los mitones y rebotando con sus dedos de los pies como si

estuviera helándose a morir. Entonó: —


Ciudadanos de la

Comunidad Global, aplaudo su valor, cooperación, sentido


de lealtad y unión mientras nos plantamos a la altura del
desafío de tolerar otra catástrofe más.
«Vengo a ustedes en esta hora para anunciar mi plan de
visitar personalmente a los dos predicadores del Muro de los
Lamentos que han admitido sus papeles en las plagas que han
caído sobre Israel. Ahora ellos deben ser obligados a recono-

cer que están detrás de este asalto cobarde de nuestro nuevo


modo de vida.
«Evidentemente son invulnerables al ataque físico. Yo
apelaré a su sentido de decencia, equidad, compasión e iré
con mente abierta, dispuesto a negociar. Está claro que quie-
ren algo. Si es algo que yo pueda negociar que no amenace la
dignidad de mi oficio ni dañe a los ciudadanos por los cuales
vivo, estoy dispuesto a escuchar y considerar lo que sea.
«Mañana haré este peregrinaje y será mostrado en vivo
por la televisión. Como las oficinas centrales de la Comuni-
dad Global en Nueva Babilonia tienen, naturalmente, más
reservas de fuerza eléctrica que otras zonas, registraremos
este acontecimiento histórico con la esperanza que todos
ustedes puedan disfrutarlo cuando esta tragedia haya termi-
nado por fin.
«Animo, amados míos. Creo que el final de esta pesadilla
está a la vista.

—¿Él va a ir personalmente al Muro? ¿eso es lo que acabo de



oír? dijo Camilo.

251
APOLION

— Debemos — ir Esteban.
asintió
—No dejarán a nadie cerca lugar — Jacobo. del dijo
—Puede que — Camilo. Sugirió que
sí dijo los tres se
abrigaran más posible y buscaran un lugar con una
lo vista
clara a de
la reja forjado — Podemos
hierro un. levantar
refugio ahí que parezca como una de madera. caja
—Se nos están acabando nuestras últimas láminas de
madera prensada que usamos de combustible — dijo Este-
ban — esa cosa verde que hay en
, subterráneo. el

—La traeremos con nosotros — Camilo— y dijo ,


la usa-

remos después para combustible.


El plan iba aún a probar al máximo su temeridad. Su cara
seguía doliendo en ciertas partes y anestesiada en otras desde
que le suturaron varias semanas antes. No había esperado
tener que lidiar con el hielo en Israel. El y sus dos compatrio-
tas encontraron una escalera que daba a un edificio abando-
nado con una puerta sellada a menos de cien yardas del Muro.
A Carpatia se le esperaba al mediodía, así que edificaron su
refugio en la oscuridad profunda de la mañana. Si otros se
aventuraron a salir en la nevisca que aullaba, Camilo y sus
amigos no los vieron.
Estaban helados y doloridos cuando se metieron en su caja
armada burdamente, con ranuras para mirar. Camilo, siempre
periodista, tenía que saber qué le parecía la cosa a un tran-
seúnte. —
Vuelvo de inmediato dijo. —
—¿Vas a salir otra vez? —
preguntó Jacobo.
—Sólo por un minuto.
Camilo trotó unos treinta metros desde la escalera y trató
de ver la caja en medio de la nevisca que soplaba y la poca
luz de un poste de alumbrado cercano. Perfecto, pensó. No
llamaría la atención de nadie. Al trotar de vuelta, entrecerró
los ojos en la oscuridad mirando al Muro, sabiendo que los
testigos estaban ahí pero incapaces de verlos. Dio una vuelta
para acercarse más.

252
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

De lo que podía ver, no estaban cerca de la reja. Se acercó


más, confiado en no sorprender ni asustarlos y que ellos
sabrían en sus espíritus que él era un creyente. Se paró más
cerca que nunca de la reja, recordando una de las primeras
veces que había conversado con ellos sólo a unos pocos
metros de distancia.
Una pausa del viento le permitió ver a los dos, sentados
con sus espaldas contra el edificio de piedra. Estaban sentados
casualmente, con los codos apoyados en las rodillas, conver-
sando. No estaban amontonados aún impenetrables por los
elementos. Camilo quería decir algo pero nada le venía a la

mente. Ellos no parecían necesitar aliento. No parecía que


necesitaran algo.
Cuando ellos lo miraron, al unísono, ahí de pie, él sólo
hizo un saludo con su cuello tieso, como un niño que viste un
traje para la nieve que le impide moverse. Su corazón dio un
salto cuando los vio sonreír por primera vez, y Elias alzó una
mano saludando.
Camilo corrió de vuelta al refugio. —
¿Dónde estuviste,
hombre? —
dijo Jacobo —
Pensamos que te perdiste o con-
.

gelaste o algo parecido.


Camilo se sentó, rodeando sus rodillas con sus brazos,
encorvando los hombros y moviendo la cabeza. Estoy bien —
—dijo.
Las tropas CG mantenían a la gente a varias cuadras de
distancia, una vez que llegó el autobús especial trayendo a
Nicolás y su séquito.
El viento y la nieve se habían parado pero el sol del

mediodía apenas entibiaba la zona.


Carpatia se quedó en el autobús mientras el personal de
la televisión instalaba luces, sonido y cámaras. Finalmente le
hicieron señas al potentado, y varios de sus hombres impor-
tantes, dirigidos por Fortunato, desembarcaron. Carpatia fue
el último en aparecer. Se acercó a la reja detrás de la cual
seguían sentados los dos testigos.

253
APOLION

Mientras el mundo miraba por televisión, Carpatia dijo:


—Les traigo saludos cordiales de la Comunidad Global.
Supongo que ustedes sabían que yo venía, debido a sus
poderes sobrenaturales evidentes.
Elias y Moisés siguieron sentados. Moisés dijo: —Dios
solo es omnipotente, omnisciente y omnipresente.
— Sin embargo, yo estoy aquí en representación de los
ciudadanos de la Tierra para determinar qué curso podemos
seguir para obtener un respiro de esta maldición que hay sobre
el planeta.

Los testigos se pararon y dieron un paso adelante.


—Hablaremos a ti solo.
Carpatia hizo señas a sus sicarios y Fortunato, claramente
reacio, los llevó de regreso al autobús.
—Muy bien entonces — dijo Carpatia — ¿Procedemos?
.

—Hablaremos contigo solo.


Carpatia pareció perplejo, luego dijo: —Estas personas
son meros técnicos, camarógrafos de la televisión y así por el

estilo.

—Hablaremos contigo solo.


Nicolás inclinó a un lado su cabeza con resignación y
mandó que también se fuera la gente de la televisión. ¿Po- —
demos dejar funcionando las cámaras? ¿Eso sería correcto?

La pelea de ustedes no es con nosotros dijo Elias. —

¿Cómo, perdón? Ustedes no están tras la oscuridad y
el caos global resultante?
—Solamente Dios es omnipotente.
—Estoy buscando la ayuda de ustedes como hombres que
dicen hablar por Dios. Si esto es de Dios entonces les ruego
que me ayuden a llegar a algún arreglo, un compromiso, si

les parece.
—Tu pelea no es con nosotros.
—Bueno, está bien, entiendo eso pero si tienen acceso a
él...

—Tu pelea no es c...

254
Tim LaHaye & Jcrry B. Jenkins

— ¡Aprecio eso! Estoy pidiendo...


Súbitamente Moisés habló tan fuerte que los medidores
de sonido tuvieron que ser puestos al máximo. —¿Te atreves
a mover tu lengua a los elegidos del Dios todopoderoso?
—Me disculpo, yo...
—Tú que de que moriríamos
te jactaste antes de la hora
fijada?
—Concedido, concedo que yo...

—¿Tú que niegas único Dios verdadero,


al el Dios de
Abraham, y Jacob?
Isaac
—En ecumenismo y
el espíritu del la tolerancia, sí, sos-
tengo que uno no debe limitar su punto de vista de la deidad
a una imagen pero...
— Hay un Dios y un mediador entre Dios y
hombre, el el

hombre Cristo Jesús.


—Por ese
supuesto, un punto de es como vista válido, tal
otros muchos puntos de vista...

—Está "Mirad que nadie os haga cautivos por


escrito:
medio de [su] filosofía y vanas sutilezas, según la tradición

de los hombres, conforme a los principios elementales del


mundo y no según Cristo".

¿No ven que el suyo un punto de es vista tan exclusi-
vista que...
—Tu pelea no con es nosotros.
—Volvemos a eso ¿no? En de el espíritu la diplomacia
permitan que sugiera...
Pero los dos testigos se dieron vuelta y se sentaron de
nuevo.
—¿Así que eso es todo entonces? ¿Ustedes rehusan hablar
ante los ojos del mundo? ¿Negociar? ¿Todo
que obtengo lo
es que mi pelea no es con ustedes? ¿Entonces, con quién es?
¡Está bien, estupendo!
Carpatia marchó al frente de lacámara principal y miró
fijamente a ella desde poca distancia. Habló cansado pero con su
enunciación precisa de costumbre. — Por razón de investigación

255
APOLION

ulterior, la muerte del guardia de la Comunidad Global en la


reunión de los Testigos no fue responsabilidad de ninguno de
los testigos ni de ningún miembro del círculo íntimo del
doctor Ben-Judá. El hombre que mataron las tropas CG en el
Mi buen amigo Jaime Rosenz-
aeropuerto no era un terrorista.
weig no estuvo en ningún momento ni forma reteniendo a
Ben-Judá ni a su gente por cuenta nuestra. Desde este mo-
mento, nadie que simpatice con el doctor Ben-Judá y sus
enseñanzas es considerado fugitivo o enemigo de la Comu-
nidad Global. Todos los ciudadanos son igualmente libres
para viajar y vivir su vida en espíritu de libertad.
«No sé con quién estoy negociando o con quien debo
negociar pero aseguro a quien sea que estoy dispuesto a hacer
cualesquiera concesión que nos mueva más cerca del final de
esta plaga de oscuridad.
Se dio vuelta sobre sus talones, saludó sarcásticamente a
los dos testigos, y abordó de nuevo el autobús. Mientras la
gente de la televisión se apresuraba a recoger su equipo, los
testigos hablaron al unísono desde donde estaban sentados,
en forma clara y bastante fuerte para que todos, incluso
Carpatia, escucharan.
—Ay, ay, ay de todos los que no miran arriba ni elevan
sus cabezas.
Dos días después el sol salió brillante y pleno y la tierra
comenzó a descongelarse. Camilo hizo planes para volar a
casa libremente bajo su propio nombre. —No puedo volar
directamente a Chicago en aviones comerciales — le dijo a
Raimundo —
ni siquiera con la reconstrucción del aeropuerto
,

de Midway. Tengo que atravesar por Europa.


—¿Alguna conexión por Atenas?
—Veré ¿por qué?
Raimundo le pidió que viera a Lucas Miklos. — Veré si

puede ir a saludarte al aeropuerto. No retardará tu viaje a casa

y realmente le dará ánimos.

256
.

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

En Monte Prospect, Zión le dijo a Raimundo que estaba


trabajando en lo que iba a ser su advertencia más ominosa y
espectacular. Mientras tanto transmitía a todo el mundo por
la Internet. "Debido a la verdad demostrada de Lucas 21 les
insto a todos, creyentes e incrédulos por igual, que fijen sus
ojos en los cielos. Creo que este es el mensaje de los dos
testigos".
El médico cavó y limpió el telescopio de Dany Moore, y
junto con millones de personas de todo el planeta, empezaron
uno de sus
a vigilar los cielos. Pero cuando Zión anunció en
mensajes diarios que estaba investigando una manera de
Red que permitiera a los demás mirar
construir un sitio en la
los cielos por medio mismo telescopio. Raimundo recibió
del
una llamada frenética de David Jasid, desde Nueva Babilonia.
— ¡Me alegro de encontrarte! —
dijo sin respirar —
¿Cuánto te falta con esa idea de un sitio de la Red que tenga
telescopio?
—Todavía un par de No días.mucho tiempo
le llevará a
nuestra gente.
—No hagas eso porque con un programita y un astrónomo
inteligente se puede detectar con precisión donde están uste-
des.
Raimundo se puso una mano en la cabeza. —Gracias por
eso, David. Yo nunca lo hubiera pensado.
—De todos modos el potentado ha autorizado la compra
de un telescopio gigantesco y yo tengo que trabajar con los
muchachos que lo manejarán. Varios pueden monitorearlo al
mismo tiempo por medio de varias computadoras.
— Bueno, David, tú sabes lo que estamos buscando.
— Seguro que sí.

257
DIECISEIS

Laquesemanaastrónomos
los
siguiente hubo informes noticiosos que decían
de todo planeta estaban detectando
el

algo,que primero, pareció ser una estrella fugaz pero ésta,


que se vio por primera vez en Asia durante la noche, no
cruzaba el firmamento por uno o dos segundos y desaparecía.
Tampoco este objeto veloz tenía una trayectoria orbital.
A los astrónomos les gustaba explicar que debido a la
velocidad de la luz y la distancia de la Tierra aun a la más
próxima de las estrellas, las estrellas fugaces eran aconteci-
mientos sucedidos realmente años antes y justamente se veían
ahora.
Pero después de varias horas de detección por parte de
cuanto jinete del telescopio, profesional o aficionado había,
fue quedando claro que ésta no era una estrella común y
comente. Tampoco era ésto algo que hubiera acontecido años
atrás. Los expertos incapaces de identificarlo acordaron que

era pequeña, que venía cayendo en línea recta y que llevaba


mucho tiempo descendiendo. Irradiaba poco calor pero pare-
cía emitir su propia luz como asimismo reflejar la luz de las
estrellas y del sol, dependiendo de la hora del día.
Mientras más de cerca se la estudiaba, menos amenaza
parecía ser para la Tierra. El jefe de la AEACG dijo que existía

259
APOLION

una alta probabilidad de que se quemara al entrar a la atmós-


fera terrestre. —Pero aunque permanezca intacta, tiene una
elevada probabilidad de aterrizar en el agua sin hacer daño.
Por que podemos especular de su masa y densidad, si el
lo
objeto golpeara tierra, sufriría mucho más daño del que
pudiera infligir. Con toda probabilidad se evaporaría.
Aún así, nadie parecía capaz de desviar sus telescopios de
ella. Llegó el momento en que el objeto no identificado que
venía cayendo fue proyectado a la tierra en alguna parte de
una región deshabitada de la Media Luna Fértil, cerca de lo
que muchos creían que era la cuna de la civilización.
Los científicos de la CG llegaron al punto de contacto
proyectado a tiempo para ver el impacto pero informaron que
pareció deslizarse pasando la superficie de la Tierra y metién-
dose en un profundo surco. Los estudios aéreos de la zona
demostraron la imposibilidad de tráfico vehicular o a pie para
evaluar más de cerca al objeto y su efecto, o falta de efecto,
sobre la corteza terrestre.
Sin embargo, cuando los aviones seguían volando en
círculo, fotografiando y filmando videos, los sensores de todo
el mundo registraron una fuerte erupción geológica, de ele-
vada intensidad en la escala sísmica de Richter. Esa cosa que
cayó a la Tierra, fuera lo que fuera, había activado de alguna
forma una actividad de tipo volcánico en zonas muy profun-
das por debajo de la superficie de la tierra.
La sola onda del impacto desvió del rumbo a los aviones
de vigilancia forzando a sus pilotos a luchar por seguir en el
aire y escapar de la zona. Dejando atónitos a los científicos la
primera prueba de lo que había sucedido debajo de la Tierra,
fue una nube en forma de hongo, mil veces más grande que
cualquiera de la historia producida por bombas o fenómenos
naturales, y lanzada con mucho más fuerza y velocidad que
esas. También fue característica única de esta erupción que
salió del surco por debajo del nivel del mar en lugar de salir

de la típica montaña volcánica.

260
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Hubo cámaras a miles de kilómetros de la fuente de la


nube que captaron imágenes de ella a las doce horas. Antes
de ser trasladada por vientos indiscriminados, esta nube,
masiva y en desarrollo, se alimentaba de la Tierra que eruc-
taba, diseminándose por igual en todas las direcciones y
amenazando con tapar el sol en todo el planeta.
Y esta no era una nube de humo que se adelgazara y
disipara al ir viajando. Los vapores espesos que habían salido
del suelo eran densos y negros como la base de un fuego de
combustible. Los científicos temían que la fuente del humo
fuera un incendio colosal que se elevaría cuando llegara el
momento, y tiraría llamas al aire por kilómetros de altura.
Temprano en la tarde del lunes siguiente a la caída,
Camilo se desoló cuando supo que se había cancelado su
vuelo a Atenas, y luego, la conexión a los Estados Unidos. La
nube ondulante de humo que cubría la Tierra había afectado
la luz nuevamente. Camilo había esperado una escala de dos
horas en la cual conocería a Lucas Miklos. Luego tenía que

cambiar de avión y seguir sin escalas por el resto de la ruta al


Aeropuerto Midway de Chicago. De ahí seguiría a Monte
Prospect sólo después de determinar que no condujera ene-
migos a la casa que les servía de refugio. El y los miembros
estadounidenses del Comando Tribulación habían estableci-
do alternativas para desorientar a los seguidores y sacárselos
de encima.
Camilo fue, en cambio, a la casa de Jaime Rosenzweig
oculto por la oscuridad. —Ten cuidado de la declaración de
Carpatia de que ya no eres sospechoso — dijo Jaime — . Nico-
lás no me habla. León echa humos de ira. Aunque no puede
retractarse informalmente de su pacto, pronto van a hallar la

justificación.
—No preocupe. Tengo
se ganas de ver a Cloé que
tantas
puedo volar con mi propia fuerza.
—Cuídate Enigma Babilonia.
del
—¿En qué anda ahora Pedro?

261
y

APOLION

—¿No has escuchado?


Camilo movió la cabeza. —
He estado demasiado ocupa-
do preparándome para irme.
Jaime encendió el televisor. —
Podría citar esto de memo-
ria, lo he oído tantas veces hoy. Es lo único que hay en las
noticias fuera del volcán que humea.
Mathews, nuevamente vestido con todos sus oropeles,
hablaba a la cámara. —
La Comunidad Global puede tener un
acuerdo táctico con terroristas religiosos que practican la
magia negra pero ha llegado el momento de hacer que rija la
ley. La Única Fe Mundial Enigma Babilonia es la religión
aceptada por todo el mundo. En cuanto esté en mi poder —
la lectura Comunidad Global
cuidadosa de los estatutos de la

revela que esto cae claramente dentro de mi jurisdicción yo —


llevaré a juicio a los delincuentes. Para que todo sea claro,
considero que las creencias exclusivistas, intolerantes y de un
solo camino son antitéticas para la religión verdadera. Si la
administración de la Comunidad Global, debidoa una equi-
vocada diplomacia, siente que debe permitir desvíos de la
verdad cósmica, Enigma Babilonia debe salir a defenderse.
«Ser ateo o agnóstico es una cosa. Hasta se les acoge bien
bajo nuestra bandera que todo lo incluye. Pero es ilegal
practicaruna forma de religión que abofetea nuestra misión.
Esos practicantes y sus seguidores van a sufrir.
«Como primera iniciativa de un esfuerzo total por librar
al mundo de la intolerancia, será considerado delincuente, a
partir de medianoche del martes, hora estándar de Green-
la
wich, todo aquel que visite el sitio de la Red del así llamado
Comando Tribulación. Las enseñanzas del gurú de esa secta,
el doctor Zión Ben-Judá, son un veneno para la gente de la fe

y amor verdaderos, y no toleraremos que esta toxina letal sea


promovida como droga.
«Existe la tecnología que puede monitorear la actividad en
la Internet de cualquier ciudadano y los que tengan registros que

262
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

demuestren que han entrado a este sitio, después del plazo


fatal fijado, quedarán sujetos a multas y cárcel.
Un periodista de la Comunidad Global interrumpió. —
Una pregunta doble, Pontífice Supremo: Una, ¿cómo encaja
encarcelar gente por lo que visitan en la Red con la tolerancia,
la fe y el amor? Dos, si usted puede monitorear la actividad

en la Internet de todos, ¿por qué no puede detectar desde


donde transmite Ben-Judá y cerrarlo?
— —
Lo siento dijo uno de sus ayudantes mientras sacaban
de escena a Pedro Segundo —
pero hemos dicho por antici-
,

pado que no tendríamos tiempo para preguntas.


Me gustaría darle un vistazo a la frente de ese periodista,
pensó Camilo. Eso le hizo desear que su identidad no hubiera
sido descubierta y que aún siguiera trabajando desde dentro.

Era temprano en la mañana enzona de Chicago cuando


la

Raimundo salió de la casa de refugio manejando el Range


Rover de Camilo. A pesar de los cielos ahumados, sentía que
tenía que ir a Palwaukee a verificar el estado del vehículo de
Ken Ritz. Este parecía en mejor estado que el Rover. El
Comando Tribulación podía usarlo pero Raimundo no sabía
cómo se podía disponer de las pertenencias de un muerto,
especialmente de las de un hombre sin parientes vivos.
Raimundo oyó súbitamente una voz, como si hubiera
alguien en el vehículo. La radio estaba apagada y él estaba
solo pero oyó, claramente como si saliera del mejor sistema
de sonidos disponible: "Entonces miré, y oí volar a un águila
en medio del cielo, que decía a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los
que habitan en la tierra, a causa de los toques de trompeta que
faltan, que los otros tres ángeles están para tocar!"
Su teléfono chirrió. Era David desde Nueva Babilonia.
—Capitán Steele, ahora estoy fuera y no sé que clase de
impulso vamos a darle a esto pero apuesto mi vida a que nunca
será noticia.
— Lo oí. No tiene que ser noticia.

263
APOLION


Todos los de aquí la vieron antes de oírla. Bueno, al
menos nuestro equipo la detectó. No podemos ver nada a
través de esta nube de humo. Pero como tenemos unos
receptores enormes de radio apuntados al cielo, aquí fue claro
como el día. Le pregunté
a un turco qué clase de lenguaje era
y él me que el suyo. Bueno, yo la oí en inglés así que
dijo
usted sabe lo que pienso.
— ángel?
¿Viste al
—Correcto, trabajamos toda la noche debido a que la
sonda de alguien detectó algo. El facsímil digital lo hacía
parecer como una clase de cuerpo celeste, un cometa o algo
por el estilo. Él tiene todo el trazado registrado y medido y lo
que usted quiera, y todos empezamos a estudiarlo. Bueno, yo
no soy astrónomo así que no tengo indicios de lo que estoy
mirando. Les dijo que a mí me parece realmente pequeño, y
no muy grueso. Todos me felicitan porque eso dio una idea
al jefe, que dice: "bueno, supongamos que está más cercano

y es más pequeño. Mucho más pequeño". Así que gira los


controles y vuelve a restablecer la sonda, y de repente, la
computadora escupe imágenes que podemos ver y entender.
Parecía transparente y como humanoide, pero no realmente.
De todos modos, estamos siguiendo esta cosa, y entonces, el
jefe dice que apuntemos todas las antenas de los radiosatélites
a eso y que tratemos de trazarlo de esa forma, la forma en que
trazamos las estrellas bajo la luz diurna. Y de pronto, antes
de saberlo, oímos el aviso.

—Bueno, todo es mucha estática y crujidos y nos perdi-


mos primera palabra, pero por supuesto, yo he estado
la
leyendo las cosas del doctor Ben-Judá, así que sé lo que es
debido a que las siguientes dos palabras son las mismas, y
claras. —
Capitán le digo que eso aterró a todos y quiero decir
todos. Los muchachos se tiraban al suelo llorando.
«Han estado escuchando la cinta una y otra vez allá
dentro, y yo la copié en mi dictáfono. Pero, ¿sabe qué? Se

264
.

Tim LaHaye & Jcrry B. Jenkins

graba solamente en griego. Todos lo escucharon en su propio


idioma pero era griego.

Camilo oyó al ángel y lo confundió con la televisión hasta que

vio el aspecto de la cara de Jaime. El anciano estaba aterro-


rizado. ¿Cómo podía él, o cualquiera, dudar de la existencia de
Dios ahora? Esto ya no era más cosa de ignorancia, era cuestión
de elegir.

Raimundo estacionó cerca del hangar donde Ken Ritz había


vivido antes de mudarse a la casa que servía de refugio. Allí,
con su cabeza metida bajo la capota del Suburban de Ritz,
estaba Hernán, el nuevo creyente. Alzó la vista y entrecerró
los ojos por la polvareda mientras Raimundo se acercaba.
Hernán sonrió, le estrechó la mano con entusiasmo, y tiró para
atrás su grasienta gorra. La marca de su frente se veía clara-
mente como si él estuviera orgulloso de ella pero también
temblaba.
— Eso dio miedo, ¿no?
—No debiera a que sabíamos que iba a venir
asustar los
— Raimundo— No
dijo .nada que temer. Ni siquiera la
tienes
muerte. Ninguno quiere morir pero sabemos lo que viene
después.
— Sí — Hernán, volviéndose a
dijo arreglar la gorra —
¡Pero, aún así!

—¿Cómo anda vehículo de Ken?


el

Hernán se dio vuelta hacia el motor. —


Yo diría que en
muy buen estado para todo lo que ha pasado.

¿Encuentras que todo esto es terapéutico?

Lo siento —
dijo Hernán —
nunca fui muy estudioso,
,

¿qué quiere decir eso?



¿Te sirve para recordar a Ken sin que eso sea demasiado
penoso para ti?

265
APOLION

—Oh, bueno, realmente no lo conocía de mucho tiempo.


Quiero decir, me
impactó y lo echo de menos pero yo sólo
hacía cosas para él. Él me pagaba, usted sabe.
—Pero siendo ambos creyentes...
—Sí, eso era bueno, él me dirigió a ese sitio de Ben-Judá
en la Red.
Un automóvil se detuvo en la torre reconstruida al otro
lado del camino, y dos hombres de cuello y corbata— se —
bajaron. Uno era alto y negro, el otro macizo y blanco. El
primero entró a El otro se acercó a Hernán y Raimun-
la torre.

do. Hernán salió nuevamente de abajo de la capota y se caló


bien sobre los ojos su gorra.
— ¡Hola, Bo! — — ¿Oíste esa voz
dijo . del cielo?
—La — Bo, evidentemente disgustado—
oí dijo . Si tú
crees que fue una voz del cielo, estás más chiflado de lo que
yo pensaba.
—Bueno, entonces, ¿qué fue? —
dijo Hernán, mientras
Bo contemplaba a Raimundo.
—Esos fundamentalistas locos de nuevo, jugando con
nuestra mente. Alguna clase de truco por altoparlante. No te
lo creas.
Hernán emitió una risa avergonzada y miró muy cons-
mismo a Raimundo.
ciente de sí

¿Cómo está?— dijo Bo, saludando con la cabeza a
Raimundo — ¿Le puedo ayudar en algo?
.


No, gracias. Sólo soy un amigo de Ken Ritz.
— eso fue
Sí, horrible.
—En vine
realidad a ver sus cosas. No creo que haya
parientes vivos.
Hernán se enderezó y se dio vuelta tan rápido que hasta
Bo pareció tomado por sorpresa. Era claro que ambos querían
decir algo pero uno miró al otro y dudaron. Entonces ambos
hablaron al unísono.
Bo dijo: —Así que usted pensó precisamente pasar por
aquí y ver qué podría...

266
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Mientras Hernán estaba diciendo: —No, correcto. No hay


parientes. Efectivamente me lo dijo hace una semana o algo
así...

Hernán diopalabra primero, y el hombre retrocedió


la
terminando su idea: —
...pasar por aquí y ver que podría
llevarse, ¿es así?
Raimundo se encogió ante tanta insensibilidad especial-
mente por parte de un extraño. —Señor, eso no es en absoluto
así. Yo...
—¿De dónde sale tratándome de señor ¡Usted no me
conoce!
Agarrado con la guardia baja, la vieja naturaleza de
Raimundo se impuso.
—¿Qué, le estoy hablando a un extraterrestre? ¿Bo, cómo
trata la gente educada a los extraños en su planeta? — Él
golpeó el nombre con como pudo. Raimundo
tanto sarcasmo
era mucho más alto Bo estaba formado como un defensa
pero
del fútbol americano. Con su pelo rubio cortado estilo militar,
también lucía así.

—¿Por qué no toma su cola oportunista de aquí mientras


aún su cuerpo? —
integra dijo Bo.
Raimundo estaba hirviendo y arrepintiéndose de su acti-
tud aun cuando escupía veneno. —¿Por qué no se preocupa
de sus cosas mientras yo converso en privado con Hernán?
Bo se acercó más a Raimundo haciendo que éste se
preguntara si tendría que defenderse. — Porque yo le pago a
Hernán —
dijo Bo —
y todo lo que hay en esta propiedad es
,

cosa mía. Incluyendo los efectos personales de Ritz.


Raimundo respiró profundo y recobró el control de sus
emociones. —Entonces me de hablar con Hernán en
alegraré
su tiempo libre, y...

— Y en su propiedad —agregó Bo.


—Estupendo pero ¿qué da derecho a cosas de Ken
le el las

Ritz?
— ¿Qué da a derecho a
te ti ello?

267
.

APOLION

—No he dicho que tenga derecho — Raimundo— dijo


Pero pienso que su disposición es una pregunta valedera.

Hernán se veía enfermo. Hmm, Bo, señor, Ken me dijo
que algo
si pasaba a leyo podría quedarme con
él, sus cosas.
— ¡Sí, correcto!
— ¡Lo Los aviones,
dijo! vehículo, sus cosas perso-
este
nales. Lo que yo quisiera.
Raimundo miró sospechoso a Hernán. No quería cuestio-
nar a un hermano creyente especialmente frente a un extraño
—Pensé que me
pero tenía que hacerlo. que ustedes dijiste
dos apenas conocían.se
—Yo manejaré — Bo— Hernán, eso mentira
esto dijo . es

y ¡tú lo sabes! Ritz era propietario parcial de este aeropuerto


y...

Raimundo ladeó su cabeza rápidamente. Eso no coincidía


con lo que Ken le había dicho a Raimundo sobre que él quería
comprar el lugar.

Bo debió fijarse en la reacción de Raimundo y supuso que


sabía más de lo que él pensaba. —Bueno — se adaptó, a media
agua — . de todos modos, él hizo una oferta. O iba a hacerlo.
En realidad,una oferta fue hecha. Así que si hay activos
sí,

en su patrimonio, serían propiedad de los dueños de Palwau-


kee.
Raimundo que su sangre hervía de nuevo.
sintió Oh, —
eso es muy sensato. El muere antes que su trato se consume
así que usted se apropia de su patrimonio a cambio de ¿qué?
¿Va usted a cambiar el nombre del lugar a Monumento a Ritz?
Usted se apropia de sus activos y él obtiene ¿qué propiedad
postuma? mientras usted la maneja por él y se lleva las
ganancias.
— Así, ¿cuál es su interés en esto, tipo inteligente?
Raimundo casi se puso a reír. ¿Estaba de vuelta en el patio
de juegos del cuarto grado de la escuela? ¿Cómo era que se
había metido en esta pelea a gritos con alguien totalmente
extraño?

268
,

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Como dije, no reclamé nada pero mi interés ahora es


cerciorarme que no pase nada con el legado de mi amigo que
él no quisiera que sucediera.
— El quería que fuera para mí — dijo Hernán — . ¡Yo le

dije eso!
—Hernán — dijo Bo — , apégate a tus monerías grasosas
y no te metas en esto, ¿quieres? Y límpiate esa mancha de tu
frente. Pareces una alfombra de piel de ratón resfriado.
Hernán se caló bien la gorra y se dio vuelta para ocuparse
de nuevo bajo la capota del vehículo. Mascullaba. — Yo me
llevo las cosas que que podía tener, le diré eso ahora
él dijo

mismo. Usted no me mete miedo para que yo le entregue lo


que me pertenece legalmente. De ninguna manera.
Raimundo estaba disgustado con las evidentes mentiras
de Hernán pero más que él se avergonzara tanto de la marca
de Dios.
Y entonces cayó en la cuenta. Solamente otros creyentes
podían ver la marca. ¿Estaba Raimundo discutiendo con un
santo de la tribulación? Miró rápidamente la frente de Bo, que
debido a su corte de pelo y a su constitución y el ancho de su
rostro, había estado frente a los ojos de Raimundo durante
todo este tiempo.
Aun en el humo denso la piel de Bo era tan clara como la

de un bebé.

Camilo se sentía inquieto. Estaba sentado frente a Jaime


Rosenzweig en el vestíbulo de su propiedad y estaba casi
sobrecogido de compasión por el hombre. Doctor dijo — — —
¿como usted puede ver y saber y experimentar todo lo que
hemos soportado —todos nosotros, hasta usted — en estos
últimos años y aún resistirse al llamado de Dios para su vida?
No se ofenda. Usted sabe que me intereso por usted, como lo
hacen Zión y mi esposa y su padre. Usted dijo por televisión
a un público internacional que Ben-Judá resultó tener la razón

269
APOLION

en sus interpretaciones de lo venidero. Perdóneme por ser tan


audaz pero el tiempo se acorta.
— Confieso que he estado perturbado —
dijo Rosenz-
weig— especialmente desde que Ben-Judá estuvo conmigo.
,

Usted ha oído mis argumentos contra Dios en el pasado pero


no, ni aun yo puedo negar que Él esté obrando hoy. Es
demasiado evidente pero tengo que decir que no entiendo a
su Dios. El me parece mal intencionado. ¿Por qué no puede
captar la atención de la gente por medio de milagros maravi-
llosos, como hizo en la Biblia? ¿Por qué empeora sin cesar
las cosas hasta que uno no tiene opción? Me resisto a que el
mismo que quiere mi devoción, me obligue a eso. Quiero ir
voluntariamente, por mi propio consentimiento, si es que voy.
Camilo se paró y abrió la cortina. Los cielos estaban
oscureciéndose más y oyó un sordo zumbido distante. ¿Debía
permanecer alejado de la ventana? El tiempo no pronosticaba
lluvia. ¿Qué era ese zumbido? No podía ver más allá de tres
metros debido a la espesa humareda.
— Doctor, Dios le ha bendecido más allá de lo que cual-
quier ser humano merece. Si su riqueza de amigos, educación,
conocimiento, creatividad, desafío, admiración, ingresos y
comodidad no le acercan a Él, ¿qué más puede Él hacer? Él
no quiere que nadie perezca así que recurre a juicios que los
acercarán o alejarán por siempre. Nosotros rogamos que usted
elija lo primero.
Rosenzweig se veía mayor para su edad. Agotado, cabiz-
bajo, solo, parecía necesitar descanso. Pero la vida era dura
por todas partes. Camilo sabía que de aquí en adelante la vida
iría rodando cuesta abajo. El viejo cruzó sus piernas, se sintió

incómodo y volvió a poner sus dos pies sobre el suelo. Parecía


distraído, y él y Camilo tuvieron que elevar sus voces hasta
para oírse uno al otro.
— Debo decirte que tus oraciones por mí significan más
de lo que puedo... —
frunció el entrecejo —
¿Qué es ese
.

ruido?

270
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

El zumbido se había puesto más agudo y se había hecho


metálico. —Son como cadenas que se golpean entre sí — dijo
Camilo.
—¿Un avión que vuela bajo?
—Doctor, aeropuertos
los están cerrados.
— ¡Se pone más fuerte! ¡Está más oscuro! Está oscuro
como la noche allá fuera. Camilo, por favor, abre bien la
cortina. ¡Oh, cielos!
El cielo estaba negro como carbón
y el ruido ensordecía.
Camilo giró para mirar a Jaime, cuya cara hacía pareja con el
terror de Camilo. Metal contra metal resonaba hasta que los
hombres se taparon los oídos. Repiqueteando, y ahora, apo-
rreando las ventanas, el zumbido se había convertido en una
cacofonía de chirridos penetrantes, irritantes repiqueteos que
parecían invadir las paredes mismas.
Camilo miraba fijo fuera de la ventana y su corazón
tronaba contra sus costillas. Del humo salían criaturas vola-
doras aborrecibles, feas, monstruos voladores de color café y
negro y amarillo. Hirviendo como langostas, parecían caba-
llitos de miniatura, de unos doce o quince centímetros de largo
con colas como las de los escorpiones. Lo más horrendo era
que las criaturas atacaban tratando de entrar. Y miraban más
allá de Camilo como si Jaime fuera su objetivo.
El viejo estaba de pie en medio de la sala. ¡Camilo, —
vienen tras de mí! —
gritó —
¡Dime que estoy soñando!
.

¡Dime que sólo es una pesadilla!


Las criaturas revoloteaban, golpeando sus alas y dando
cabezazos contra la ventana.
— Lo siento, doctor —
dijo Camilo, estremecido, con la
piel de sus brazos erizada —
Esto es real. Es el primero de los
.

tres ayes de los cuales advirtieron los ángeles.


¿Qué quieren? ¿Qué harán
—Zión enseña que no dañarán el follaje como habitual-
mente lo hacen las langostas sino solamente a los que no
tienen el sello de Dios en sus frentes.

271
.

APOLION

Jaime palideció, y Camilo se inquietó que se desmayara.


— Siéntese, señor. Déjeme abrir la ventana...
— ¡No! ¡Mantenías ¡Puedo
fuera! que decir tienen la
intención de devorarme!
—Quizá podemos una o dos
atrapar mosquitero
entre el
y laventana y más claramente.
verlas
— ¡No quiero ¡Quiero matarlas
verlas! que me ma- antes
ten!
—Jaime, no ha dado autoridad para matarlo.
se les
—¿Cómo sabes —ahora parecía un niño que duda del
doctor que dice que una inyección no
le dolerá mucho.
le

—No que no
le diré atormentarán pues
le Biblia la dice
que las víctimas de sus ataques van a querer morirse y no
podrán.
—¡Oh, no!
Camilo hizo girar una manivela que abrió la ventana.
Varias criaturas volaron cerca del mosquitero y él cerró
rápidamente la ventana. Ahora, atrapadas en medio, volaban
como locas, presionando, luchando,golpeándose unas a
otras. El duro sonido metálico aumentó.

¿No tiene por lo menos un poquito de curiosidad?
— dijo Camilo luchando por no salir corriendo al verlas —
Son unos híbridos fascinantes. Como científico no quiere ver
por lo menos.

Volveré de inmediato —
gritó Jaime y se alejó corrien-
do. Volvió con un aspecto ridículo, vestido de pies a cabeza
con un atavío para ir a cuidar abejas: botas, amplio delantal
de lona, guantes, sombrero con una malla para la cara y
materiales que cubrían su cuello. Portaba un bate de cricket.
Los alaridos que rizaban la sangre se elevaban sobre el
clamor. Jaime corrió a la otra ventana, abrió toda la cortina y
cayó de rodillas. —
Oh, Dios oró — —
sálvame de estas
,

criaturas, y no permitas que Jonás muera.


Camilo miró por encima del hombro de Jaime hacia el

portón. Jonás estaba en el suelo retorciéndose, gritando,

272
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

moviendo las piernas, golpeándose las piernas y el torso,

tratando de taparse la cara. Estaba cubierto de langostas.


—Tenemos que meterlo dentro — dijo Camilo.
— ¡Yo no puedo Mesalir. atacarán!
Camilo que era invulnerable a los aguijo-
vaciló. Él creía
nes de las criaturas pero su mente tenía problemas para
comunicar eso a sus piernas. Dijo: —
Yo iré.
— ¿Cómo vas a mantener alejadas a las criaturas?
— Sólo puedo hacer lo mejor que pueda, ¿tiene otro bate?
— No, pero tengo una raqueta de tenis.
— Eso tendrá que servir.
Camilo se dirigió escaleras abajo con la raqueta. Jaime le
gritaba: —
Voy a encerrarme en esta sala. Asegúrate de haber
matado o mantenido fuera a todas antes de volver a entrar.
Pon a Jonás en la habitación de huéspedes del frente. ¿Se
morirá?
— Deseará poder morirse — dijo Camilo.
Esperó en la puerta principal. El humo que había colgado
sobre la ciudad durante días se había disipado, habiendo
quedado que pareciera como rocío de los seres
lo justo para
fantasmales. Rogando
valor, Camilo abrió la puerta y corrió
hacia Jonás que ahora estaba tirado, temblando y retorcién-
dose.
— ¡Jonás! Vamos adentro.
Pero estaba inconsciente.
Camilo puso en el suelo la raqueta y usó las dos manos
para tomar al enorme hombre por el hombro y darlo vuelta.
Su cara mostraba un verdugón y estaba empezando a hinchar-
se. Por ser Jonás un hombre macizo, con el pecho como un

barril, iba a costar mucho moverlo. Camilo trató de recordar

cómo hacen los bomberos para llevar gente pero no podía


reunir suficiente fuerza para levantar del suelo a Jonás.
Las langostas, nombre muy suave para estas asquerosas
bestias,volaban amenazadoras alrededor de la cabeza de
Camilo, y algunas hasta se posaron. Se asombró por el peso

273
APOLION

y grosor de ellas. Y aunque se alivió pues no lo picaron ni


mordieron, oyó sus silabeos y creyó que estaban tratando de
apartarlo de Jonás. Cuando una revoloteó encima de la cara
de Jonás, Camilo agarró raqueta y le asestó un fuerte golpe
la

de voleo, metiendo a la langosta lanzada por una ventana del


frente de la casa. La sensación de la bestia en las cuerdas de
la raquera se sintió como si hubiera golpeado un carro metá-
lico de juguete. Si lograba volver a la casa, lo primero que
haría era tapiar con maderas esa ventana y librarse del animal.
Camilo puso la raqueta bajo el brazo y recurrió a tirar
se
a Jonás por sus muñecas, arrastrándolo de espaldas, a la casa.
A unos tres metros de la escalera, se detuvo el avance y
Camilo vio que la faja y el cinturón de Jonás habían estado
cortando yerba mientras se deslizaba. Camilo le dio vuelta y
metió los tobillos del hombre bajo sus brazos y siguió ade-
lante. Cuando llegó a las gradas, respiró hondo, dobló las
rodillas y levantó a Jonás hasta sus hombros. Creía que el
hombre pesaba casi cincuenta kilos más que él.
Ya dentro de la casa, puso a Jonás en un sillón, que casi
se dio vuelta antes que pudiera levantarlo lo bastante para
mantener al menos el equilibrio. Otra langosta se metió
volando antes que Camilo pudiera cerrar la puerta, y la golpeó
con la raqueta también. El animal cayó arrastrándose por el
suelo y rebotó en la pared, repiqueteando mientras rodaba. Se
quedó tirado atontado, con su abdomen segmentado resollan-
do. El primer blanco de Camilo eligió ese momento para
atacar y Camilo lo derribó de nuevo del aire.
Trató de patear uno y vio que no se podía quebrar su
caparazón. Aplastó con su pie a las dos langostas contra las
cuerdas de la raqueta y las sacó de la casa, cerrando la puerta
de un portazo fuerte antes que otras invadieran. Tapó la
ventana rota y ayudó al tambaleante Jonás a ir a la habitación
de huéspedes del frente. Ahí lo acostó en la cama, incoheren-
te, quejumbroso y tirándose los botones de la camisa.

274
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Sabiendo que no había remedio para la tortura y agonía


que el hombre tendría que soportar, Camilo lo dejó, reacio, y
volvió a la sala de arriba. Como una persona perversamente
atraída a mirar un choque de trenes, Camilo quiso mirar de
cerca esas cosas, teniendo una barrera de vidrio entre él y
ellas.

Antes de abrir la puerta Jaime exigió que Camilo verifi-


cara dos y tres veces que no fuera a entrar accidentalmente
una langosta junto con él. Camilo halló que Jaime seguía
amortajado en el atuendo contra las abejas y esgrimiendo el

bate de cricket. Luego de exigir que le dijera si Jonás seguía


vivo, Jaime tomó a Camilo por el brazo y lo arrastró a la
ventana. Las langostas enfurecidas que estaban atrapadas
entre el vidrio y el mosquitero, estaban de frente y al centro,
listas para el estudio. Camilo sabía que todo incrédulo de la

ya había sufrido la suerte de Jonás y que no pasaría


calle
mucho tiempo antes que las langostas empezaran a encontrar
cómo entrar a las casas y los departamentos. Aun faltaba que
acaeciera el horror peor.

275
DIECISIETE

Raimundo agarró a Hernán por el cuello de la camisa y lo


acercó, sintiendo la rabia de un padre cuando su familia
es amenazada.
— Hernán, ¿con qué eres un impostor, eh?
En vez de luchar, Hernán trató de sujetarse la gorra con
las dos manos. Raimundo le soltó el cuello y metió su mano

directamente debajo de la visera de la gorra. Hernán se dobló,


pensando que, evidentemente, iba a recibir un puñetazo fuerte
en la nariz, y soltó su mano justo lo necesario para que
Raimundo le arrojara lejos la gorra.
No era de asombrar que la marca de Hernán hubiera
parecido tan conspicua. La había refrescado con lo que usó
inicialmente para crearla.
—¿Así que falsificaste la marca, Hernán? ¿La marca de
los sellados del Señor? Eso requiere valentía.
Hernán palideció y trató de soltarse pero Raimundo lo
tomó por la nuca y con su mano libre apretó el pulgar contra
la marca falsa de Hernán. La mancha se borró.

— Debes haber estudiado realmente bien las enseñanzas


de Zión para copiar una marca que nunca has visto.
—¿Qué cosa bárbara es aquello? —preguntó Bo, aparen-
temente helado en su posición.

277
APOLION

—Él falsificó la marca de...

—Yo sé todo sobre eso — dijo Bo, con los ojos muy
abiertos de miedo. Apuntó más allá de Raimundo — . ¡Quiero
decir eso!
Raimundo miró a la distancia, donde la nube de humo se
estaba convirtiendo en una ola ondulante de langostas. Hasta
de unos cientos de metros de distancia se veían enormes y
¡qué alboroto!
—Caballeros, detesto decirles esto pero están metidos en
tremendo problema.
— —
¿Por qué? —
gritó Bo ¿Qué es? .

— Una de las últimas advertencias para ustedes u otro


truco de los fundamentalistas; usted decide.
— —
¡Bo, haz lo que quieras! dijo Hernán ¡yo me voy — ,

de aquí!
Corrió hacia la torre, cosa que evidentemente atrajo tam-
bién a Bo. Cuando Hernán no pudo abrir la puerta, Bo patinó
contra él, aplastándolo contra la puerta. Ambos se cayeron.
Hernán sujetándose la rodilla y gimiendo.
—Párate y — BO.
entra, pajarita dijo
— bueno, también tremendo
Sí, tú, pajarón! ¡El pajarón
deBo!
Bo forzó la puerta abriéndola y golpeó la cabeza de
Hernán. Dijo algo obsceno girando sobre su trasero y patean-
do la puerta para cerrarla cuando Bo trataba de entrar. Bo se
cayó sobre una rodilla, chupándose su uña golpeada, y Hernán
saltó y pasó por encima de él entrando a la seguridad de la
torre.
Raimundo llegó a la torre y trató de ayudar a Bo para que
se parara pero Bo Las langostas inundaron a Bo.
se alejó.
Pateó, gritó y corrió en círculos y también Hernán fue atacado
cuando abrió la puerta para burlarse y reírse de Bo. El negro
que se había quedado en el automóvil de Bo, apareció en el
umbral contemplando horrorizado al sufriente hombre y al

muchacho.

278
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Movió lentamente su cabeza y alzó los ojos a Raimundo.


Ellos se vieron las marcas de inmediato y Raimundo supo que
la suya era genuina porque las langostas lo dejaron tranquilo.
Raimundo le ayudó a echar a las langostas y arrastrar a
los dos a un descanso al pie de la escalera. Mientras Bo y
Hernán temblaban y sehinchaban y luchaban por respirar,
Raimundo aceptó el apretón de manos del hombre.
—Tim Delanty — — Me dicen
dijo . Ti.
—Raim...
—Yo quien usted
sé es Ken me contó todo de
capitán.
usted.
—Lamento parecer descortés — Raimundo— pero dijo ,

es raro que nunca mencionara a ti.


te

Aún más raro, pensó Raimundo, era que se estuvieran


conociendo con dos víctimas sufrientes a sus pies.
—Yo le pedí que no lo hiciera. Es estupendo saber que él
era quien yo pensé que era —
un hombre de palabra.
Raimundo quería hablar con Ti pero se sentía obligado a
hacer algo por Bo y Hernán. —
¿Hay algún lugar donde
podamos poner a estos muchachos?
Ti hizo señas a una zona de recepción con sotas y sillones
que se encontraba vacía. —
Entiendo que no van a morir pero
desearán poder morirse.
Raimundo asintió. —
Estudias, ¿no?
—Estoy en la ciberclase de Zión, como casi todos los
demás creyentes del mundo.
—Mejor es que averigüe como está Zión y los demás
— dijo Raimundo sacando su teléfono.

Cloé contestó. ¡Papá, es horrible! Patty ya fue atacada
— Raimundo escuchó gritando en
la el trasfondo.
—¿Puede hacer algo doctor? el

—Trata pero maldice Dios y ya quiere


ella a morir. Zión
dice que esto es sólo el comienzo. Cree que estará atormen-
tada por cinco meses. Para entonces, nosotros querremos
sacarla de su desgracia.

279
APOLION

—Podemos que orar vuelva creyente


ella se antes de eso.
—Sí pero Zión no cree que eso garantice el alivio instan-
táneo.
Eso le pareció raro a Raimundo. Tendría que preguntarle
a Zión más tarde. —
¿Todos los demás bien?

Creo que sí. Espero saber de Camilo.

Camilo se sorprendió al saber que tenía más capacidad para


el asco. Cuando y Jaime se arrodillaron al lado de
él la
ventana, sus caras a centímetros de las langostas, vio que la

Escritura cobraba vida. No podía imaginarse una vista más


fea, más nauseabunda que que tenía por delante.
las criaturas
Zión enseñaba que no eran parte del reino animal en absoluto
sino demonios que tomaban la forma de organismos.
Al captar sus características únicas, se resintió por Jaime.
Ambos sabían que su cubierta protectora no lo salvaría al
final. Estas cosas estaban ahí para atacarlo y el tiempo las

favorecía. Encontrarían una manera de entrar, y cuando eso


pasara, no mostrarían nada de misericordia.
— ¡Cielos, míralas! — dijo Jaime.
Camilo sólo pudo mover su cabeza. Contrastados con la

belleza de la Creación de Dios, evidentemente estos híbridos


eran del abismo. Sus cuerpos tenían la forma de caballitos en
miniatura, enjaezados para el combate. Tenían alas como
saltamontes voladores. Cuando una se acercó a la ventana,
Camilo se inclinó acercándose más.
—Jaime — Camilo con su voz que sonaba
dijo y lejos

temerosa— una lupa?


,
¿tiene
—¿Quieres mirar más de cerca? ¡Apenas puedo tolerar

darlesuna mirada!
—Parecen pero no
caballos hocicos detienen nariz ni
caballos.
—Tengo una lupa muy potente en mi pero yo no oficina
voy a salir de esta sala.

280
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo fue corriendo y trajo la lupa de la oficina cerca


del dormitorio de Jaime. Pero al correr de vuelta, oyó un
aullido inhumano horroroso y los golpes y estrellones de
alguien que se tiraba al suelo. Jaime Rosenzweig era el
alguien, por supuesto, y el aullido era humano después de
todo.
Una de las langostas había encontrado forma de entrar y
se había encerrado en la muñeca de Jaime, entre su guante y
el puño de manga. El viejo estaba tirado retorciéndose
la

como en de una convulsión, llorando y gimien-


los estertores
do mientras azotaba su mano contra el suelo, tratando de
desalojar al bruto.
— ¡Sácamelo! —rugía— . Por favor, Camilo, por favor,
¡que me muero!
Camilo agarró la cosa pero parecía atrancada como por
succión. Se sentía como una amalgama de metal, puntas
espinosas y baba de insecto. Enterró los dedos en el abdomen
de la criatura y la muñeca de Jaime y tiró. La langosta se soltó,
retorcida en su mano, tratando de pincharlo por una punta y
morderlo por la otra.
Aunque no tenía efecto en Camilo la tiró por instinto
él,

contra la pared con tanta fuerza que abolló el estuco y repi-


queteó ruidosamente al caer al suelo.
—¿Está muerta? — Jaime— Dime que muerta!
gritó .
¡
está
— No que podamos matarlas — Camilo— pero yo
sé dijo ,

atonté a un par y ahora no mueve.


ésta se
—Aplástala — Jaime —
insistió ¡Golpéala con
. ¡Patéala!
el bate!—Rodó de costado convulsionándose. Camilo quería
socorrerlo pero Zión había dejado claro que en las Escrituras
no halló mención de una picadura.
alivio para las víctimas de
La lupa estaba en el suelo, a pocos centímetros de la
langosta inmóvil. Vigilando la criatura, Camilo sostuvo el
vidrio sobre ella, iluminado por el candelabro que estaba
directamente encima. Casi vomitó al ver la fealdad ampliada.

281
APOLION

La langosta estaba de costado, pareciendo recobrarse. Las


cuatro patas como de caballo sostenían un cuerpo como de
caballo, consistente en un abdomen de dos partes. Primero
había un abdomen anterior en la zona del torso compuesto por
siete segmentos y envuelta por una coraza metálica que era la
responsable del ruido cuando volaba. La parte posterior esta-
ba compuesta por cinco segmentos terminando en una cola
con aguijón como de escorpión, casi transparente. Camilo
podía ver el veneno que chapoteaba.
Los ojos de la criatura estaban abiertos y parecían fulmi-
nar a Camilo. En una forma rara eso tenía sentido. Si Zión
estaba en lo cierto, y esas cosas eran demonios, eran seres
enloquecidos con conflictos. Ellos querían matar creyentes
pero estaban sometidos a las instrucciones de Dios para
atormentar solamente a los incrédulos. Lo que Satanás con-
cibió para mal, Dios lo usaba para el bien.
Camilo dejó de respirar al mover la lupa y su cara más
cerca de la langosta. Nunca había visto en un ser vivo una
cabeza como ésa. La cara parecía cara de hombre pero al hacer
muecas, visajes y burlas a Camilo, exhibía un juego de dientes
muy desproporcionados. Eran dientes de león con largos
caninos, extendiéndose el par superior sobre el labio inferior.
Lo más incongruente era que la langosta tenía pelo largo que
caía como el de una mujer, desparramándose desde abajo de
loque parecía ser una mezcla de caso y corona de color oro.
Aunque no era más grande que la mano de un hombre, la
grosera combinación exagerada de insecto, artrópodo y ma-
mífero parecía invencible. Camilo cobró ánimo por saber que
podía atontarlas transitoriamente con un golpe fuerte, pero no
había matado, y ni siquiera herido a ninguna.
No tenía idea como sacar la cosa de la casa sin dejar entrar
docenas. Camilo escrutó la sala y se fijó que había un florero
pesado con una planta grande. Jaime ya estaba incoherente,
reptando hacia la puerta.

—Cama —decía— . Agua.

282
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo sacó
la planta del florero y la puso en el suelo, con

embarradas de lodo. Dio vuelta el florero y lo puso


las raíces
encima de la langosta, que había empezado a moverse de
nuevo. Al minuto oyó el chirrido metálico mientras la cosa se
golpeaba una y otra vez contra el florero invertido.
Trataba de escapar por un hoyito que había en lo que era
ahora la parte de arriba de su prisión temporal, pero sólo podía
sacar su cabeza por ahí. Camilo se tambaleó y casi se cayó cuando
le pareció que la cosa gritaba, como pidiendo auxilio. Repetía
una frase una y otra vez que Camilo no podía entender.
— ¿Doctor Rosenzweig, oye eso? —
preguntó Camilo.
Jaime estaba tirado cerca de la puerta, resoplando. Lo —
escucho —
gruñó, gimiendo pero —
no quiero.
,
Quémala,
ahógala, hazle algo. Pero ayúdame a acostarme y tráeme agua.
La criatura gritaba con tono lastimero lo que a Camilo le
parecía, "¡Al varón! ¡Al varón!"
— ¡Estas cosas hablan! — le dijo Camilo a Jaime — . Y me
parece que es español.
Rosenzweig tembló como si la temperatura hubiera caído
bajo el punto de congelación. — Es hebreo — — Está dijo .

llamando a Abadón.
— ¡Por supuesto! — dijo Camilo — ¡Zión nos habló de
.

eso! El rey de estas criaturas es el príncipe demonio del


abismo insondable, rey de las hordas caídas del abismo. En
griego tiene el nombre de Apolión.
—Por qué me interesa saber el nombre
monstruo que del
me mató —-dijo Rosenzweig. Alcanzó la perilla de la puerta
pero no pudo abrirla con sus guantes puestos. Se los sacó pero
ya no pudo levantar el brazo.
Camilo lo paró, mientras iban a tropezones por el vestí-
bulo, y miró para atrás a la langosta que trataba de escurrirse
fuera del florero. Lo miró con tanto odio y desprecio que
Camilo casi se heló.
— ¡Abadón! — gritó y la voz pequeña pero pedregosa
despertó ecos en el pasillo.

283
APOLION

Camilo pateó la puerta del vestíbulo cerrándola y ayudó


a Jaime a ir a su dormitorio. Ahí le sacó el resto del atuendo
contra las abejas, y ayudó a acostarse de espaldas sobre la
le

cama. Las convulsiones lo arrasaban de nuevo y Camilo se


fijó en que se le estaban hinchando las manos, el cuello y la

cara. ¿Ppppppodrías darme agua, por favor.


— —
No le servirá dijo Camilo pero se la trajo de todos
modos. Sediento se llenó un vaso con lo que había en una
botella que encontró en el refrigerador y apagó su propia sed.
Tomó un vaso limpio y volvió. Puso la botella y el vaso en
una mesita cerca de la cama. Jaime parecía inconsciente. Se
había puesto de costado, tapándose las orejas con una almo-
hada, pues los acosadores gritos seguían llegando desde el

vestíbulo.
— ¡Abadón! ¡Abadón! ¡Abadón!
Camilo puso una mano en el hombro del anciano. ¿Jai- —
me, Jaime, me puede oír?
Rosenzweig sacó la almohada de su oído. ¿Eh, qué? —
— No beba el agua. Se volvió sangre.

Raimundo y Ti Delanty estaban fuera de la vacía zona de


recepción de la base de la torre del aeropuerto de Palwaukee,
mirando a Bo y Hernán, que se maldecían uno al otro mientras
se retorcían en el suelo.
—¿No hay nada que podamos hacer por —pregun- ellos?
tó Ti.
Raimundo movió cabeza. — Siento lástima por
la y ellos

por cualquiera que tenga que soportar esto. ¡Si tan sólo
hubieran escuchado! El mensaje ha estado ahí desde antes del
Arrebatamiento. De todos modos, ¿cuál es la historia de
ellos?,Hernán me tenía convencido de que era un creyente,
tenía lamarca y todo.
— Yo me quedé impactado al verlo atacado dijo Ti, —
— pero parte de eso tiene que haber sido culpa mía. El parecía
interesado durante días, me dijo que Ken le insistía que

284
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

entrara a la Red y viera lo que Zión Ben-Judá enseñaba. Él


hizo tantas preguntas especialmente sobre la marca que pudo
falsificarla entre lo que aprendió de Zión y lo que Ken y yo
dijimos de ella.

Raimundo miró para fuera. El cielo seguía lleno de lan-


gostas pero todas, salvo unas pocas, se habían retirado de la
puerta. —Nunca pensé que nadie fuera capaz de falsificar la
marca. Me que la marca, visible solamente para otros
figuré
creyentes, era una prueba a prueba de necios de quien estaba
con nosotros y quien no. ¿Qué hacemos ahora, probar el
examen de la mancha en cualquiera que luzca la marca?
— —
No dijo Ti — No tienes que hacerlo.
.

— ¿Por qué?
— Tú no pruebas mi marca, ¿no? ¿Por qué asumes que yo
soy legítimo?
—Porque no atacado.
fuiste
—Precisamente. Durante próximos diez meses, esa
los es
nuestra prueba concluyente.
—¿De dónde sacas eso de diez meses?
—¿Hoy no has doctor Ben-Judá?
leído al

Raimundo movió cabeza. la

— Dice que langostaslas cinco meses para encon-


tienen
presas y pincharlas y que las víctimas sufren por cinco
trar sus

meses. Cree que las langostas muerden una vez a la persona,


y luego siguen adelante, aunque admitió que eso era conjetu-
ra.

—¿Has mirado estas cosas? — dijo Raimundo, estudiando


a una que estaba al otro lado de la ventana.
—¿Quiero? — dijo Ti acercándose — . Ni siquiera me
gustó leer de ellas en la lección del doctor Ben-Judá. ¡Oh,
muchacho, mira eso! Eso es una monstruosidad horrible.

Alégrate que estén de nuestro lado.

Hablando de ironías dijo Ti — —
Ben-Judá dice que .

son demonios.

Sí, pero por un tiempo están empleados por Dios.

285
.

APOLION

Ambos hombres ladearon sus cabezas. —¿Qué es ese


sonido? — dijo Raimundo —
Zión decía que su vuelo suena
.

como caballos y carros que. van a la batalla pero yo oigo otra


cosa.
—¿Están cantando? — dijo Ti.
Abrieron un par de centímetros la puerta, y una langosta
trató de meterse. Raimundo le cerró la puerta encima, y se
retorció y azotó. Raimundo le disminuyó la presión y retro-
cedió volando para fuera. — ¡Eso es! — dijo Raimundo —
Están cantando algo.
Los hombres se quedaron callados. La nube de langostas,
camino a blancos frescos, gritaba al unísono, ¡Apolión, —
Apolión, Apolión!

—¿Por qué Dios me hace esto? —gimoteaba Jaime— ¿Qué


.

lehe hecho yo? Tú me conoces Camilo, ¡no soy un hombre


malo!
—Doctor Rosenzweig, Él no hizo Usted hizole esto. se lo
a usted mismo.
—¿Qué hice que mal? ¿Cuál fue mi pecado?
fuera tan
—Orgullo para empezar — Camilo, acercando una
dijo
silla. Sabía que no había nada que pudiera hacer por su amigo
sino acompañarlo pero ya había superado la gentileza.
—¿Orgulloso? ¿Yo soy orgulloso?
—Quizá no intencionalmente, doctor, pero usted ha igno-
rado todo lo que Zión le dijo de cómo
conectarse con Dios.
Usted contó con su encanto, su propio valor, ser una buena
persona para llegar bien. Usted soslayó toda la prueba de que
Jesús sea el Mesías, recurriendo a su educación tradicional, a
su sola confianza en lo que puede ver y oír y sentir. ¿Cuántas
veces escuchó que Zión citaba Tito 3:5 y Efesios 2:8-9? Y,
de todos modos, usted...
Jaime gritó de dolor. —Cítamelos de nuevo, Camilo,
¿quieres?

286
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros


hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia ....
Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la
fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe.

Jaime asintió, doloridamente. —Camilo, ¡esto es tan do-


loroso!
—Que triste tener que decirlo, pero empeorará. La Biblia
dice que usted querrá morirse y no será capaz de suicidarse.
Jaime se meció y gritó de angustia. —¿Me aceptaría Dios
si me rindo sólo para aliviar mi tortura?
—Dios conoce todo, doctor. Hasta su corazón. Si usted
supiera que seguirá sufriendo más y más durante cinco meses.
Independientemente de su decisión, ¿aún lo querría a Él?

¡No sé! dijo — —
¡Dios, perdóname, no sé!
.

Camilo encendió radio y encontró una estación pirata


la

que transmitía la prédica de Elias y Moisés desde el Muro de


los Lamentos. Elias iba por la mitad de un mensaje caracte-
rísticamente duro.
—Vosotros maldicen y rabian contra Dios por la terrible

plaga que les ha caído encima. Aunque ustedes sean los


últimos, no fueron la primera generación que obligó a la mano
amorosa de Dios a que actuara con disciplina.
«Escuchad estas palabras del Anciano de Días, el Señor
Dios de Israel:

Y además os retuve la lluvia cuando aún faltaban tres


meses para la siega; hice llover sobre una ciudad y sobre
otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovía, y la
parte donde no llovía, se secó.
Así que dos o tres ciudades iban tambaleándose a otra
ciudad para beber agua, y no se saciaban; pero no
habéis vuelto a mí —
declara el Señor.
Os herí con viento abrasador y con añublo; y la oruga
ha devorado vuestros muchos huertos y viñedos, vuestras

287
APOLION

higueras y vuestros olivos; pero no habéis vuelto a mí


—declara el Señor.
Envié contra vosotros una plaga, como la plaga de
Egipto, maté a espada a vuestros jóvenes, junto con
vuestros caballos capturados, e hice subir hasta vuestras
narices el hedor de vuestro campamento; pero no os
habéis vuelto a mí —declara el Señor.
Os derribé como Dios derribó a Sodoma y a Gomorra,
y fuisteis como tizón arrebatado de la hoguera; pero no
os habéis vuelto a mí —
declara el Señor.
Por tanto, así haré contigo, Israel, y porque te he de
hacer esto, prepárate para encontrarte con tu Dios, oh
Israel.
Pues he aquí el que forma los montes, crea el viento y
declara al hombre cuáles son sus pensamientos, el que
del alba hace tinieblas y camina sobre las alturas de la
tierra: el Señor, Dios de los ejércitos, es su nombre.
Porque así dice el Señor a la casa de Israel: Buscadme,
y viviréis .... consuma a los que convierten el juicio en
ajenjo y echan por tierra la justicia.
El que hizo las Pléyades y el Orion, cambia las densas
tinieblas en aurora, y hace oscurecer el día en noche; el
que llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la

faz de la tierra: el Señor es su nombre.


Por tanto, el prudente se calla en ese tiempo, pues es
tiempo malo.
Buscad lo bueno y no lo malo, para que viváis; y así
sea con vosotros el Señor, Dios de los ejércitos, tal como
habéis dicho.
Aborreced el mal, amad el bien, y estableced la justicia
en la puerta. Tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, sea
misericordioso con el remanente de José. Aunque me
ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no
los aceptaré; ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros
animales cebados.

288
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Aparta de miel ruido de tus cánticos, pues no escucharé


siquiera la música de tus arpas.
Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como
una corriente inagotable.

—Vaya — dijo Camilo.


— ¡Por favor, Camilo! — dijo Jaime — . ¡Apágala! No
puedo oír más.
Camilo estuvo dos horas más con Jaime, incapaz de
aliviar su sufrimiento. El hombre se retorcía, sudaba y bo-
queaba. Cuando se relajó finalmente por un momento, dijo:
— ¿Estás seguro que esto empeorará más hasta que yo deses-
pere de vivir?
Camilo asintió.
—¿Cómo sabes?lo
—Yo creo la Biblia.

—¿Dice eso? ¿En esas palabras?


Camilo lo sabía de memoria y dijo:

En aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la


hallarán; y ansiarán morir, y la muerte huirá de ellos.

289
DIECIOCHO

En los cinco meses siguientes


atacaban a todos los que no tuvieran
los demonios langostas
el sello de Dios en
su frente. Y por cinco meses después de eso, aún sufrían
aquellos que fueron de los últimos en ser atacados.
El cuadro más terrible del sufrimiento interminable era el
de la tragedia de Patty en la casa de refugio del Comando
Tribulación, en Monte Prospect, Illinois. Su tormento era tan
grande que todos — Raimundo, Zión, Cloé y Carlos — le

rogaban que se entregara a Cristo. A pesar de sus gritos


angustiados a toda hora del día y la noche, ella mantenía
porfiadamente que estaba recibiendo lo que merecía y no
menos.
Escucharla durante las veinticuatro horas se volvió tan
insoportable para el Comando que Raimundo tuvo que tomar
una decisión ejecutiva y mudarla al sótano donde había vivido
Ken. Al pasar las semanas ella se volvió como caparazón del
esqueleto enfermo que había sido. Raimundo sentía como si

fuera a visitar un cadáver viviente cada vez que bajaba y


pronto dejó de ir solo. Era demasiado aterrador.
El doctor Floid intentó tratar los síntomas de ella pero
descubrió rápidamente que era inútil. Los demás se turnaban
para llevarle la comida que rara vez ella tocaba pues comía

291
.

APOLION

mucho menos de lo necesario para mantenerla viva, pero


como predecía la Biblia, ella no moría.
La cosa llegó al punto en que Raimundo tenía que visitar
a Patty con uno de los otros miembros, y aún así, después no
dormía bien. Patty estaba esquelética, con sus ojos oscuros
sumidos profundamente en su cabeza. Sus labios se estiraban
delgados y tensos encima de los dientes que ahora se veían
demasiado grandes para su boca.
Llegó el momento en que no pudo hablar sino comuni-
carse con una serie de gruñidos y gestos. Finalmente rehusó
hasta darse vuelta y mirar cuando alguien bajaba.
Patty se obligó finalmente a hablar cuando Cloé ubicó de
alguna manera a Nancy, su hermana, que trabajaba en una
clínica de abortos en el oeste. Todos los demás familiares de
Patty habían muerto en diversas formas antes de la plaga de
langostas. Ahora Patty le habló a su hermana por primera vez
en meses. Nancy había evitado de alguna manera el aguijón
de las langostas escorpiones, pero ahora, también era una
víctima.
—Nancy, debes creer en Jesús —pudo decir Patty aunque
hablaba como si su boca estuviera llagada completamente —
Es la única respuesta. Élama. Hazlo. te

Carlos había escuchado la conversación del lado de Patty

y le preguntó a Raimundo y Zión que se le unieran para


hablarle. Pero ella estuvo más belicosa que nunca.
— Pero es tan evidente que conoces la verdad dijo —
Zión — Y la verdad te
. hará libre.

— ¿No ven que no quiero ser libre? Yo sólo quiero per-


manecer viva lo suficiente para matar a Nicolás, y lo haré.
Entonces no me importa lo que me pase.
—Pero nosotros nos importa —
a dijo Raimundo.
—Ustedes bien —
estarán dijo ella, dándose vuelta y
dándoles la espalda.
Cloé, acercándose al final de su embarazo, no pudo subir
y bajar la escalera. Le dijo a Raimundo que ahora la oración

292
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

de su vida era que Camilo pudiera llegar a casa de alguna


manera antes que naciera el bebé.
Zión estaba más atareado que nunca. Transmitía los in-
formes milagrosos de los 144.000 testigos que se habían
desplegado para servir como misioneros en cada país, no sólo
el propio. Se derramaban las historias de tribus ignotas que

entendían en sus propios idiomas y se volvían santos de la


tribulación.
Zión escribía diariamente a casi mil millones de visitantes
del sitio de la Red diciendo que este era el último período
durante el final del tiempo en que los creyentes tendrían algo
parecido a la libertad.

—Ahora momento, mis amados hermanos y herma-


es el
nas, en que todos los demás susceptibles a los ataques de las
hordas de langostas, deben quedarse dentro de las casas o
aventurarse a salir solamente con un voluminoso atuendo
protector. Esta es nuestra oportunidad para instalar mecanis-
mos que nos permitan sobrevivir cuando un día el sistema del
mundo exija su propia marca. No se nos permitirá comprar ni
vender sin la marca, y esa es una marca que, cuando se acepta,
sella para siempre el destino del que la porte — tal como la

marca que ahora tenemos nosotros, nos ha sellado para la

eternidad.
«Les ruego que no piensen que Dios es malo o caprichoso
cuando vemos el sufrimiento intenso de las víctimas de las
picadas. Esto es parte de Su designio maestro para volver a
la gente hacia Él de modo que les pueda demostrar Su amor.

Las Escrituras nos dicen que Dios está listo para perdonar,
que es bondadoso y misericordioso, lento para enojarse y
abundante en bondad. ¡Cuánto debe dolerle tener que recurrir
a medidas extremas para alcanzar a los que ama!
«Nos duele ver que hasta aquellos que reciben a Cristo
como resultado de este último llamado de atención aún sufren
durante los cinco meses prescritos en la profecía bíblica. Y,
de todos modos, yo creo que estamos llamados a ver esto

293
APOLION

como un cuadro del hecho triste que el pecado y la rebeldía


tienen sus consecuencias. Hay cicatrices. Si una víctima
recibe a Cristo, Dios lo ha redimido y está perfecto a criterio
del cielo pero los efectos delpecado perduran.
«Oh, amados, mi corazón se emociona al recibir informes
de todo el planeta de que probablemente ahora haya más
seguidores de Cristo que cuando ocurrió el arrebatamiento.
Hasta las naciones conocidas por tener un minúsculo impacto
cristiano en el pasado ven cantidades enormes de gente ir a la
salvación.
«Por supuesto que vemos que también el mal va en
aumento. Las Escrituras nos dicen que aquellos que perma-
nezcan rebeldes aun a la luz de esta horrenda plaga, sencilla-
mente se aman demasiado a sí mismos y a su pecado. Por más
que el sistema del mundo trate de aminorarlo, nuestra socie-
dad ha visto alzas catastróficas del abuso de las drogas, de la
inmoralidad sexual, del robo, de la adoración de demonios y
de la idolatría.
«Amados, tengan ánimo aún en medio del caos y la plaga.
Sabemos por la Biblia que el malvado demonio rey del
abismo está viviendo a la altura de su nombre Abadón en—
hebreo y Apolión en griego, que significa destructor al —
conducir a los demonios langostas a ir destrozándolo todo a
su paso. Pero nosotros como los seguidores sellados del Señor
Dios no tenemos que temer pues está escrito: "Mayor es el
que está en vosotros que el que está en el mundo". Nosotros
somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es
de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la
verdad y el espíritu del error.

«Siempre examinen con la Biblia lo que enseño. Léanla


todos los días. Los creyentes nuevos, y ninguno de nosotros
es viejo, ¿no? aprenden el valor de la disciplina de la lectura
y estudio diarios. Cuando veamos a las feas criaturas que han
invadido la Tierra se vuelve evidente que también nosotros
debemos ir a la guerra.

294
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

«Por último, hermanos míos, junto con el apóstol Pablo


les insto a que:

Por lo demás, fortaléceos en el Señor y en el poder de su


fuerza. Revestios con toda la armadura de Dios para que
podáis estarfirmes contra las insidias del diablo. Porque
nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los poderes de
este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad
toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes. Estad,
pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, re-
vestidos con la coraza de la justicia, y calzados los pies
con el apresto del evangelio de la paz; en todo, tomando
el escudo de la fe con el que podréis apagar todos los
dardos encendidos del maligno. Tomad también el yelmo
de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra
de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo
en el Espíritu, y así, velad con toda perseverancia y
súplica por todos los santos; y orad por mí, para que me
sea dada palabra al abrir mi boca, afin de dar a conocer
sin temor el misterio del evangelio.

—Será hasta próxima vez que conversemos por medio


la

de este milagro de la tecnología que el Señor ha usado para


edificar una iglesia potente contra todas las posibilidades, y
quedo de ustedes vuestro servidor y Su siervo, Zión Ben-Judá.

Camilo supo que había crecido la fe de Jacobo, Hannelore


y Esteban cuando ellos insistieron en mudarse a la propiedad
de Rosenzweig para cuidar de Jaime y Jonás durante varios
meses. Trajeron consigo a la madre de Hannelore que había
recibido a Cristo el día en que atacaron las langostas. Ella leía
y estudiaba y oraba aún en su sufrimiento, a menudo rogando

295
APOLION

a Jaime y Jonás que también fueran a Cristo. Aun después que


Jonás lo hizo, Jaime siguió resuelto.
Incapaz de encontrar un vuelo comercial que tuviera una
tripulación completa, Camilo buscó desesperadamente entre
los santos para ver si encontraba a alguien cuyos servicios
pudiera alquilar para que lo llevara a los Estados Unidos a
tiempo para el nacimiento de su bebé. Trató de llamar a Max
a Nueva Babilonia cuando se le acababan los recursos pero
no pudo comunicarse. Trató de enviarle correspondencia
electrónica con un mensaje muy codificado y una hora des-
pués recibió una larga respuesta:

Todavía espero conocerlo señor Williams. Naturalmen-


te que su suegro me contó todo de usted, pero no se
preocupe que no le creí ni una palabra.
¿Qué le parece el sistema de correo electrónico que
David me ha puesto aquí? Le puso todas las salvaguar-
das que pueda imaginarse. Si alguien entrara ahora no
podrían leer lo que acabo de escribir.
Entiendo que usted necesita un vuelo chárter para salir
de aquí. Pruebe con Abdula Herrera en Jordania. El
nombre parece raro pero él tienen sus motivos. Es
creyente. Mencione mi nombre y le cobrará el doble
(sólo bromeo). Si él puede hacer el trabajo, se encarga-
rá de usted.
Mandaré copia de esto a su gente para que sepan
qué está pasando por acá. David Jasid y yo tuvimos que
fingir picaduras de langostas para impedir delatarnos.
En ese proceso descubrimos varios creyentes clandes-
tinos más en las filas de acá. Carpatia y León están en
cuarentena en un refugio nuclear que ha servido tam-
bién para mantener afuera a las langostas, aunque casi
todos los demás, incluyendo los diez reyes, y hasta
Pedro Segundo, fueron picados y sufren. No le crea
cuando vea a Carpatia en las noticias diciéndole a todos
que se exageran los cuentos de picaduras venenosas,
mientras él se sienta ahí con una langosta en su hom-
bro, como mascota. Eso es un truco de la tecnología

296
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

fotográfica.Por supuesto, es probable que las cosas


reales no piquen a Nicolás o a León por pura cortesía
profesional.
Unos pocos creyentes hemos podido fingir que senci-
llamente nos recuperamos más rápido así que no nos
quedamos en la enfermería las veinticuatro horas del
día oyendo la agonía de los otros. Carpatia me ha
enviado en misiones de misericordia, a entregar ayuda
a algunos de los reyes que están en peor situación. Lo
que no sabe es que David ha recogido cargamentos
clandestinos de literatura, copias de los estudios de Zión
en diferentes idiomas, y ha llenado la bodega de carga
del Cóndor 216 con eso. Los creyentes de todas partes
donde voy, hacen la descarga y el reparto.
León ha sabido que toda esta literatura cristiana inun-
da al planeta y está enfurecido por eso. También, Pedro
Segundo. Espero que un día ambos sepan cómo se
transportó. Pero no todavía. Oren por nosotros. Somos
sus ojos y oídos en Nueva Babilonia, y por más que trate
de que esto parezca liviano, estamos en posiciones muy
precarias. Los subversivos son castigados con la muer-
te.Dos miembros del personal cercano de Pedro Mat-
hews fueron ejecutados por mencionar a gente de la
Comunidad Global algo que Pedro pensó que era pri-
vado. Carpatia supo de las ejecuciones y le mandó una
felicitación.Por supuesto, Pedro está en la lista de
crímenes de Nicolás o, por lo menos en la de León con
toda seguridad. Este último cree que no es necesario
que haya ninguna religión porque tenemos a Su Exce-
lencia el potentado para adorar.
Digo eso con ironía pero León es mortalmente serio.
David estaba en el salón cuando León sugirió aprobar
una ley que manda a la gente hacer una reverencia en
la presencia de Nicolás. Eso sería mi final.
Los creyentes de aquí no pueden reunirse por miedo
a la sospecha y detección pero nos animamos unos a
otros por medios sutiles. Afortunadamente, David ha
sido ascendido a un cargo que lo pone en un nivel
cercano al del piloto titular (verdaderamente el suyo) así

297
APOLION

que se espera que nos comuniquemos mucho. Nos


gusta mucho la idea del difunto Ken Ritz tocante a la
cooperativa de bienes de los creyentes, por falta de
mejor manejo, y pensamos que su esposa sería un
ejecutivo en jefe absolutamente estupendo. Natural-
mente usted entiende cuál sería su competencia direc-
ta. El mismo Carpatia se encarga personal y realmente
del comercio global, empezando de inmediato. Usted lo
supo aquí primero. Él quiere meterse a esos diez reyes
en el bolsillo trasero, ¿no?
Señor Williams, sepa usted que oí algo en el Cóndor
unos pocos días antes que atacaran las langostas, cosa
que demostró uno de los puntos que señala el doctor
Ben-Judá. ¿Recuerda cuando escribió que este período
no era precisamente una guerra grande entre el bien y
el mal sino también una guerra entre el malo y el mal?

Pienso que su idea era que tenemos que amarnos los


unos a los otros y asegurarnos que las crisis no nos
pongan a los unos contra los otros, e inciten luchas entre
el bueno y el bueno. De todos modo, Mathews y San

Nico y el siempre ubicuo León Excelencia-Fortunato-en-


tero-está-atado-a-usted, están a bordo del Cóndor 216.
(A propósito, por fin supe el significado de la obsesión
de Carpatia con ese número. Bueno, en realidad, David
me lo dijo. Él pensó que todos lo sabían. Su charada de
la semana).
Así pues, en el avión el viejo Mathews está realmente
poniéndole los puntos sobre las íes a Carpatia. Exige
esto e insiste en aquello y mendiga una cuota más de
los impuestos para todas las cosas maravillosas que
Enigma Babilonia hará por la Comunidad Global. Nico-
lás le dice que sí y uh... a todo para decir algo. Mathews
va al baño y Nicolás le dice a Fortunato, "Si tú no lo
mandas matar, yo mismo haré el trabajito".
Por supuesto que León le dice, "él ha sobrevivido su
utilidady yo estoy ocupándome de eso".
Bueno, no tenía la intención de escribir tanto, pero con
todos los afligidos de aquí tengo tiempo para estar solo
más del que probablemente nunca más tenga. Mis

298
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

mejores deseos para el pequeñuelo. Oraremos que


usted llegue a tiempo a la casa y que Mamá esté bien
y a tiempo para volver a trabajar y hacer todo un padre
de usted. Salude a todos en mi nombre. En el nombre
de Cristo, Max M.

Aún dolido por la pérdida de Ken Ritz, echando de menos su


amistad con Max McCullum,
y aún enojado por el intento de
infiltración del tonto Hernán, Raimundo se dio tiempo para
conocer a T. M Delanty. Mientras Hernán y el indomable Bo
estaban confinados en el Hospital Arturo Young, en Palatine,
Raimundo hizo varios viajes al aeropuerto de Palwaukee para
revisar las cosas de Ken, y veía a Ti con mayor frecuencia que
antes.
Compartieron historia de la vida en un par de almuerzos,
y Raimundo supo que habían dado un paso a una amistad
posible cuando juntó valor para preguntar:
—¿Qué quiere T.M? decir
Ti dio una mirada de esas que dicen tenías-que-pregun-
le

tar-¿no? — yo Si que gente


quisiera la no hubieralo supiera,
recurrido a las iniciales.
—Lo Sólo que me preguntaba por qué
siento. dicen te Ti,
eso es todo.
— Mi primer nombre ¿qué más puedo
es feísimo, decirte?
Mi madre era afronorteamericana y mi padre, escocés e
irlandés. Bien pesado al escocés, lamento decir. Ella me dio
el nombre por una vieja maestra que tuvo. Tyrola, bueno para
apellido, pero si a uno le cuelgan ese apelativo, ¿qué harías
tú?
— Me compraría un pasaje de ida solamente para irme de
la ciudad, Ti. Lamento haber preguntado. El segundo nombre

tampoco fue optativo?


—Marcos.
Raimundo se encogió de hombros. —¿Qué tiene de malo?

299
APOLION

—Nada salvo que ¿luzco como un Marcos? Admítelo, yo


luzco como un Ti.
Tyrola Marcos Delanty-era el único miembro de su pe-
queña iglesia que fue dejado atrás en el Arrebatamiento. Yo —
tenía ideas suicidas — —
dijo Y no puedo decir que me haya
.

divertido mucho, aun desde que me puse bien con Dios. Perdí
a mi esposa de catorce años de casados, y a seis hijos, toda
mi familia extensa, amigos, gente de la iglesia, todos.
Raimundo le preguntó con quienes se reunía ahora.
— Hay unos treinta creyentes en mi barrio. Más todo el
tiempo. El vecindario lo exagera naturalmente. Todos vivi-
mos en nuestras casas originales pero no valen nada. Sólo que
no se te derrumban encima, así que hay lugar para vivir.
Después de juntarse unas cuantas veces, Raimundo y Ti
tocaron por fin el tema de Ken y Palwaukee y Bo y Hernán.
Resultó que Ti era el socio propietario más grande del aero-
puerto, habiéndolo comprado al condado un par de años antes
del arrebatamiento.
—Nunca gané mucho dinero con eso. Poco margen pero
estaba cambiando. Ken y otros clientes habituales volaban
desde aquí. Ken vivía aquí, como sabes, hasta el terremoto,
cuando se mudó con ustedes.
Bo era hijo único de un adinerado inversionista que tenía
cinco por ciento del negocio pero que había muerto en un
accidente automovilístico, cuando el arrebatamiento sacó a
los choferes de los vehículos al frente y por detrás de él. En —
el caos que siguió Bo resultó ser el único heredero, trató de
actuar como miembro del directorio y como jefe. Le di el
gusto hasta que trajo a Hernán. Discutí eso primero. Hernán
era un muchacho de diecinueve años que se había salido de
la escuela cuando tenía catorce pero tenía la fama de ser un
mecánico nato. Bueno, resultó que lo era y ayudó mucho aquí.
El día del ataque de las langostas me di cuenta que Hernán y
Bo tenían un plan en marcha aquí.
—¿Por qué querrían que Hernán infiltrara nuestro grupo?

300
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— Se rumoreaba que Ken tenía mucho dinero. Hernán


trataba, creo, de metérsele bien. Él y Bo le hubieran hecho
una trastada tratando de conseguir el dinero. Cuando mataron
a Ken, se aceleraron a fondo. Viste el triste resultado de ese
cómico intento.
Raimundo contempló a Ti, tratando de decidir si le pre-
guntaría lo que pensaba de los rumores sobre la fortuna de
Ken. Decidió no hacerlo todavía pero Ti se adelantó a la

pregunta. —
Tú sabes que los rumores eran ciertos.
— Efectivamente lo sé, ¿cómo supiste tú? — dijo Raimun-
do.
— Realmente Ken quería comprar
aeropuerto y yo el

quería venderlo. Esa era mi esperanza durante todo ese tiem-


po, pero ahora yo tenía un motivo diferente. Reconstruirlo
después del terremoto es algo que realmente amarró, y me
necesitaba efectivo. Quería poner un poco de dinero en nues-
tra pequeña congregación y ver si podríamos hacer algo por
Dios en los pocos años que nos quedaban. Le pregunté a Ken
si podía permitirse el valor de mercado del aeropuerto y me

aseguró que podía.


—¿Dijo dónde su banco?
tenía
Ti — Nos estamos midiendo uno
sonrió. \no? al otro, (

Todavía jugamos gato y al al ratón.

— Sólo me estaba preguntando — Raimundo. dijo


— y pienso que ambos estamos acelerados.
Sí,

— ¿qué parece que debe hacerse con activos de


Ti, te los
Ken?
— Usarlos para Dios. Hasta último centavo. Esoel es lo
que hubiera querido.
él

— De acuerdo, ¿ese dinero pertenece a persona más; otra


legalmente, quiero decir?
—No.
—¿Y acceso eso?
tienes a
—¿Quieres cavar conmigo Raimundo?
—No ¿Cuánto pagas?
sé.

301
.

APOLION

—A menos que Ken te dijera que tú puedes tener ese


dinero creo que esmío por derecho. Fue dejado en mi propie-
dad. No estoy seguro dónde y no estoy seguro de cuánto es
pero ciertamente me gustaría tenerlo antes que Bo y Hernán
se recuperen.
Raimundo asintió. —¿Tu iglesia podría usar todo eso?
—Como dije, queremos ver si podemos hacer algo signi-
ficativo. No construiremos una iglesia ni arreglaremos nues-
tras casas.
—Algún de cuánto
indicio hablando?estás
—Quizá más de un millón.
—¿Te sorprendería saber que probablemente sea cinco
veces ese monto?
—¿Raimundo, estamos negociando? Tú quieres una par-
te,piensas que derecho, qué?
tienes
Raimundo movió su cabeza. —Me poder com- gustaría
prar susaviones. No tengo derecho su dinero a nada más.
a ni
Ti —Mira,
dijo. que haremos,
te diré hay mitad de si la lo
que piensas que hay,
tú doy aviones.
te sus
—¿Cuánto por Gulfstream? el

— hay Si como dices que hay, puedes quedarte con


tanto
ese también.
—¿Y puedo volar desde aquí?
—Puedes guardarlos mantenerlos y
aquí, aquí con vivir
ellos si quieres.
—¿Y puede un jordano a mi yerno aquí dentro de
traer
veinticuatro horas, sinhacer preguntas?
—Trato hecho, hermano.
Raimundo trajo a colación el tema de una cooperativa
mundial de bienes entre los creyentes, coordinada desde la
casa de refugio del Comando Tribulación. ¿Algún interés —
en respaldar esto, entregar, hacer chárter, ese tipo de cosas?

Pues bien, eso es lo que me entusiasma dijo Ti — —
Apuesto que también a mi grupito de creyentes.

302
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Camilo se juntó con Abdula Smith en un café de las afueras


manejado por una mujer joven que se hallaba al final de su
época de recuperación. Abdula era tan secreto y callado como
nadie que Camilo hubiera conocido pero tenía una marca
clara en su frente y era sano. Abrazó vigorosamente a Camilo
a pesar de ser un conversador lacónico.
—El nombre McCullum es todo lo que necesito oír, señor.
Somos hermanos, los tres. Yo vuelo, Tú pagas. No hay nada
más que decir.
Y no lo hubo. Por lo menos de parte de Abdula. Camilo
le dijo que él iba a hacer una última visita y lo encontraría en

el aeropuerto de Aman a las seis de esa tarde. — Apreciaría


una parada en el norte de Grecia, y luego, directo a la zona de
Chicago.
Abdula asintió.
Las calles de Jerusalén se hallaban desiertas en gran
medida. Camilo nunca se había acostumbrado a los sollozos
y aullidos que oía en cada esquina. Parecía que mucha gente
sufría en cada casa. Supo que hubo miles que se cortaron las
venas, que trataron de ahorcarse, que tomaron veneno, que
metieron sus cabezas en hornos de gas, que se pusieron bolsas
plásticas en la cabeza,que se metieron a sus garajes con los
motores de los vehículos andando, que hasta se tiraron al paso
de trenes y que saltaron desde edificios altos. Naturalmente
sufrieron heridas graves y algunos quedaron como pedazos
de carne carneada. Pero nadie murió. Sólo vivían en tormento.
Camilo encontró un poco más tranquila la casa de Rosenz-
weig pero hasta Jaime rogaba que lo sacaran de su desgracia.
Jacobo informó que Jaime no había comido nada por más de
una semana. Estaba tratando de matarse de hambre o de tener
un caso fatal de deshidratación. Se veía terrible, flaco y
pálido.
Jonás y la suegra de Jacobo eran más estoicos.
Aunque era evidente que sufrían hacían lo que podían
para socorrerse. Dormían, comían, se levantaban y andaban

303
APOLION

por todas partes. Probaban remedios aunque no parecían


representar una diferencia. La cosa era tratar. Esperaban el

día en que estuvieran libres- de los efectos de los aguijones.


Jonás se portaba como un niño en su entusiasmo por leer la
Biblia con Jacobo y que le leyeran diariamente el mensaje del
espacio cibernético que lanzaba Zión Ben-Judá.
Jaime solamente quería morirse. Camilo se sentó en su
cama hasta que el viejo gritaba en agonía. Camilo, me duele —
todo. Si yo te importara un poquito me librarías de esta
desgracia. Ten compasión. Haz lo correcto. Dios te perdona-
rá.

—Pide imposible, y de todos modos, no


lo lo haría. No
me perdonaría no toda
si oportunidad para
le diera la creer.
— ¡Déjame morir!
—Jaime, no entiendo. Realmente no
lo lo entiendo. Usted
sabe la verdad. Su sufrimiento terminará en unas semanas más
y...
— ¡Nunca sobreviviré tanto!
— Y tendrá algo por qué vivir.

Jaime se quedó callado y quieto por largo tiempo, como


si la paz le hubiera llegado. Pero no era así. Para decirte la —
verdad, mi joven amigo, yo tampoco entiendo. Confieso que
deseo ir a Cristo pero una batalla ruge dentro de mí y senci-
llamente no puedo.
— ¡Usted puede!
— ¡No puedo!
—¿Doctor, no capaz no problema,
ser es el cierto?
Jaime movió miserablemente su cabeza. — No quiero.
—Y usted niega mi acusación de que orgullo impide su le

ir a Dios.
— ¡Ahora admito! ¡Es
lo Pero orgullo!
y está ahí es real.
El hombre no puede a que no
llegar ser lo es.

— ¡Oh, Jaime, donde equivoca! Pablo, que


ahí es se fue
un judío ortodoxo, escribió: "De modo que si alguno está en

304
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí,


son hechas nuevas".
Jaime se retorció penosamente por varios minutos pero
no dijo nada. Eso era progreso para Camilo.
— ¿Jaime?— dijo suavemente.
— ¡Déjame Camilo!
tranquilo,
—Estaré orando por usted.
—Perderás tiempo.el

—Nunca, Jaime, yo lo quiero. Todos le amamos, Dios


más que nadie.
— Dios me amara me
Si dejaría morir.
—No hasta que le pertenezca.
—Eso nunca pasará.
—Las últimas
célebres palabras. Adiós, amigo. Esperaré
verle otra vez.

305
DIECINUEVE

Raimundo amaba a su hija con todo lo que había en él.

Siempre la había amado así. No era precisamente porque


ella fuera la única familia que le quedaba. Él había amado a
Raimundito también y aún lo echaba mucho de menos. Perder
dos esposas en menos de tres años era un golpe que sabía
perduraría en él hasta que Jesús regresara.
Pero su relación con Cloé siempre había sido especial.
Habían tenido sus momentos, naturalmente, cuando ella pasó
por el proceso de alejarse de la familia y volverse una joven
independiente pero ella era tan parecida a él.

En primer lugar, eso le había dificultado mucho creer que


Dios estaba tras las desapariciones. Halagado porque ella se
pareciera a él y, no obstante temeroso que su pragmatismo la
mantuviera alejada por siempre de Cristo, él había agonizado
por ella. El día más grandioso de su vida —excluyendo
cuando él mismo se volvió creyente — fue cuando Cloé tomó
su decisión.
El se emocionó cuando ella y Camilo se casaron a pesar
de los diez años de diferencia. Él no sabía lo que pensó cuando
supo que esperaban un bebé y que sería abuelo cuando
quedaban menos de cinco años en la Tierra.

307
APOLION

Pero ver a Cloé florecida plenamente en su embarazo era


algo que lo transportaba. Él recordaba a Irene que lucía
radiante mientras más avanzaba la preñez, pese a los emba-
razos difíciles, y sí, mientras más gorda se ponía. Él había
leído todos los libros, conocía todas las trampas. Raimundo
entendía que Irene no le creía cuando le decía que ella estaba

más bellacuando llevaba más tiempo embarazada.


Ella había dicho las mismas cosas que Cloé decía ahora
"que se sentía como vaca, como un establo, como una barca-
za". Odiaba las articulaciones hinchadas, la espalda dolorida,
la respiración corta, la falta de agilidad.
—De cierto modo me alegra que Camilo esté pegado en
Israel,quiero decir que quiero que vuelva y que vuelva ahora
pero él va a pensar que doblé mi tamaño.
Raimundo aprovechó la ocasión para quedarse con Cloé,
diciendo. —
Querida, dame el gusto. Puede que no sea políti-
camente correcto decir que estás haciendo eso para lo que cual
fuiste hecha. Sé que eres más que una máquina fabricante de
bebés y que tienes cosas increíbles para ofrecer a este mundo.
Tú hiciste un impacto aun antes del arrebatamiento pero desde
entonces has sido un soldado. Vas a hacer que esa cooperativa
mundial de bienes sea un salvavidas para millones de santos
pero tienes que hacerme un favor y dejar de lamentarte por lo
que este embarazo le hace a tu cuerpo.
— Lo sé, papá, pero es tan sólo que estoy tan...
— Bella — dijo él — , absolutamente bella.
Lo dijo con tanto sentimiento que pareció dejarla callada.
Por supuesto que ella lucía diferente. Nada era lo mismo.
Faltando sólo unas pocas semanas para la fecha del parto, se
veía pesada y con la cara redonda pero él aún podía detectar
a su niñita ahí, su Cloé cuando había empezado a caminar,
llena de vida y curiosidad.
—Me enoja que Camilo no te pueda ver así. Ahora, no
me mires de esa manera. Lo siento así. Él te encontrará tan
amorosa, y lo creas o no, también te encontrará atractiva. No

308
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

eres la primera futuramadre que iguala el embarazo con estar


gorda. Los maridos no piensan así. Él te verá como yo veía a

tu mamá cuando ella estaba embarazada de ti. Se sobrecogerá


sabiendo que tú llevas en ti al hijo de ustedes dos.
Cloé pareció apreciar la charla estimulante. Realmente —
me pone tensa que él vuelva a casa. Sé que sale de Israel a las
seis de allá pero ¿quién sabe por cuánto tiempo estará en
Grecia?
—No mucho. quiere Él llegar a casa.
—Y siendo un vuelo creo que seguirán
chárter, adelante.
Deseo poder buscarloir a al aeropuerto.
— doctor dice que no
El debieras...
—Andar en automóvil, especialmente en caminos, estos
lo sé. Realmente no quiero soportar eso pero Camilo y yo
hemos estado separados por mucho tiempo. Y por mucho que
nos preocupemos por traer un bebé al mundo en esta época
de la historia, ambos queremos tanto a este niño ya que se nos
hace largo el tiempo para conocerlo... o conocerla.

A mí se me hace largo el tiempo para ser abuelo dijo —
Raimundo —
He estado orando por este bebé desde que supe
.

que existía. Me preocupa solamente que la vida vaya a ser tan


dura para nosotros que yo no tenga la oportunidad de ser la
clase de abuelo que quiero ser.

Serás grandioso. Me alegro que ya no estés volando
para Carpatia. No querría tenerte preocupado por esto todo el
tiempo.
Raimundo se paró y miró por la ventana. El sol de la

mañana pegaba fuerte. —Yo vuelvo a la pelea —dijo.


¿Qué significa eso?
— Bueno, puedo echarte la culpa a ti. Tú llevaste la idea
de Ken a tal extremo que me dará empleo de jornada comple-
ta. Yo voy a volar tanto como cuando estaba con Pan-Con.
—¿Para cooperativa?
la

Él —Te he hablado de
asintió. Ti.
—Ah, ahá.

309
APOLION

—Vamos a manejar la operación aérea desde Palwaukee.


Yo estaré volando por todo el mundo. Si a esos pescadores
del Estrecho de Behring les ya tan bien como pareces pensar
que les irá, tendré negocios suficientes ahí para seguir hasta
la Manifestación Gloriosa.
Carlos Floid golpeó en el dintel. —
Hora de un pequeño
control. ¿Quieres que papá espere fuera?
— —
¿Qué haremos? dijo Cloé.
— Sólo verificar los latidos cardíacos, los tuyos y los de
tu hijo.
—Él puede quedarse. ¿Puede escucharlos?
—Seguro que sí.

Carlos tomó primero el pulso a Cloé, luego escuchó su


corazón con el estetoscopio.Untó su prominente barriga con
jalea lubricante y usó un monitor a pila para amplificar los
sonidos líquidos del latido cardíaco fetal. Raimundo luchó
con las lágrimas, y Cloé se puso radiante.
—A mí me suena como un muchacho grande — dijo
Carlos.
Cloé le preguntó cuando terminó. —¿Todo sigue bien?
—No hay problemas importantes.
Raimundo le dio una mirada a Carlos. No estaba tan alegre
como de costumbre. Ni siquiera sonreía cuando bromeaba
que un niño. Ella no quería saber el sexo del bebé
ella tendría

y él nunca había hechos exámenes para saberlo.


—¿Carlos, qué pasa con los problemas que no son impor-
tantes? —
dijo ella, con su voz lisa —
Habitualmente dices
.

que todo está estupendo.


Ella había dicho exactamente lo que Raimundo pensaba,
y su corazón zozobró cuando Carlos acercó una silla.
—¿Te fijaste en eso, no?
—Oh, no —
dijo ella.
Carlos le puso una mano en el hombro. —
Cloé, escúcha-
me.
—¡Oh, no!

310
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Cloé, ¿qué Dije que no hay problemas importan-


dije?
tes y eso quise ¿Piensas que
decir. no fuera verdad? lo diría si
— pues,
¿Así, problema de poca importancia?
cuál es el
—Una reducción pulso bebé. del del
—Estás bromeando — Raimundo— yo dijo . Si tuviera
que que sonaba demasiado
apostar, diría rápido.
—Todos pulsos los son más rápidos que
fetales nues- los
tros — Carlos— Y reducción
dijo . que apenas
la es tan leve
lopensé dos veces semana pasada.
la

—¿Esto una semana? —


lleva Cloé. dijo
Carlos —Estamos hablando de una disminución
asintió.
en una fracción de porcentaje en seis días. No tiene que
significar nada.
—Pero sialgo —
significa dijo Cloé — ¿qué
,
significaría?
—No queremos considerar esto como una disminución
real del pulso fetal. Como un cinco por ciento, especialmente
diez por ciento o más.
—¿Porque..?
— Porque eso amenaza a
significaría cierta la viabilidad.

—Doctor, en español — Cloé. dijo


—Al poniendo bebé en posición para
irse el la el parto, el

cordón umbilical puede enroscarse alrededor del pecho o del


cuello.
—¿Piensas que eso pasando? está
— No. Sólo estoy vigilando Cloé, eso el latido cardíaco,
es todo.
—¿Existe la posibilidad?
—Todo una es Por eso no hago una
posibilidad. con lista

todo que puede


lo mal. salir

— de
Si esto es poca tan ¿por qué me importancia, lo dices?

— Pues, por un Sólo quiero


lado, preguntaste. prepararte
para una forma de tratamiento síntomas si los persisten.
—Pero que reducción
dijiste la poco que del latido es tan
no pena preocuparse.
vale la
— Bueno, síntomas empeoran.
si los

311
APOLION

—¿Qué harías?
—Por menos, ponerte oxígeno durante mayor
lo la parte
de cada día.
—Tengo que pararme un minuto — Cloé. dijo
Ella empezó a moverse y Raimundo ayudó. Carlos la no.
—En realidad preferiría que tomaras todo con mucha calma
hasta que pueda mañana a buscarte oxígeno.
salir

—¿Ni puedo pararme?


siquiera
—Para más lo para cambiar de
necesario. Si es sólo
postura, tratade no hacerlo.
—Muy bien — — mi papá y yo somos gente
dijo ella ,

básica. Describe escenario


el peor del caso.
—He a bastantes mujeres embarazadas,
tratado especial-
mente en esta etapa de la gestación, para saber que lo mejor
no es concentrarse en las posibilidades negativas.
— Yo no soy "mujeres embarazadas", doctor. Yo soy
Cloé, y me conoces, y sabes que te voy a molestar hasta la
muerte hasta que me describas el caso peor.
— Bueno, veo que el oxígeno resuelve el problema. Si no
lo arregla, tendré que ponerte monitores durante las veinti-
cuatro horas para estar avisado de todo cambio significativo
del pulso fetal. El caso peor, puede que tengamos que inducir
el trabajo de parto. Eso puede significar una cesárea por la

probabilidad de un problema del cordón umbilical.


Cloé se quedó callada y miró a Raimundo que dijo: No —
te gusta hacer inducción, ¿no?

— Por supuesto que no. Acostumbraba a decir que la


naturaleza sabe lo que es mejor. Que el bebé llega cuando está
listo. Ahora sé que Dios sabe lo que es óptimo pero también

nos ha dado cerebros y medicinas y tecnologías milagrosas


que nos permiten hacer lo que tenemos que hacer cuando las
cosas no salen como deseamos.
Cloé pareció incómoda. —Tengo que saber una cosa,
Carlos. ¿Aporté yo a esto? ¿Hubo algo que no debiera haber
hecho o algo que debiera haber hecho en forma diferente?

312
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Carlos movió la cabeza. —No me entusiasmó mucho tu


viaje a Israel, y nunca más sé que andas corriendo de un
si

helicóptero a un avión, mejor pero el esfuerzo excesivo en


esta etapa del embarazo se hubiera demostrado en problemas
diferentes.
—¿Tales como?
—Tales como nada que haya pasado así que no hablaré
de eso. ¿Qué te parece? Ya has pasado por todas las cosas
predecibles, convencida que iba a tener un monstruo: conven-
cida que bebé ya se había muerto, segura que tu bebé no
el

No tienes que preocuparte por cosas


tenía todas sus partes.
que hubieras podido causar pero que no causaste. Ahora,
¿cuándo esperas a papá?
—En algún momento de esta noche — dijo ella — , eso es
todo lo que sé.

Abdula Smith parecía complacido con que Camilo llegara


cuando dijo que vendría. —
Sabía que eras hombre de palabra
— dijo Camilo — y quería
, mostrar que yo también lo soy.
Abdula no respondió como de costumbre. Tomó una de
las bolsas de Camilo y lo llevó rápidamente al avión. Camilo

trató de adivinar cuál sería. Pasó por alto los viejos a motor
sabiendo que nunca cruzarían el Atlántico. Pero Abdula
también pasó un jet Lear y un flamante Hajiman, una versión
más pequeña del Concorde y tan rápido como aquel.
Camilo se detuvo y miró fijo cuando Abdula echó para
atrás la cubierta de plexiglás de la cabina de lo que reconoció
como un jet de caza egipcio. Eso volaría casi a tres mil veinte
kilómetros por hora a gran altura pero tenía que tener un
alcance de combustible más corto de lo habitual.
—¿Éste es tu avión? — dijo Camilo.
—Por favor, a bordo —
Abdula Tanque de com-
dijo — .

bustible agrandado. Pequeña bodega de carga agregada. Es-


cala en Grecia, escala en Londres, escala en Groenlandia,
escala en Wheeling.

313
APOLION

Camilo se impresionó con que supiera donde iba. Era


claro que su esperanza de estirarse, de leer algo, hasta de
dormitar no estaba en esas cartas.
—El pasajero debe subir a bordo primero dijo Abdula. —
Camilo subió y trató de mostrar que sabía que hacer en
este tipo de avión, luego de haber hecho una serie de artículos
sobre vuelos con pilotos de guerra norteamericanos. Eso fue
antes del reinado de Nicolás Carpatia y toda la comercializa-
ción al por mayor de esos aviones de lujo a los ciudadanos
particulares.
Camilo estaba por ponerse su casco y la máscara de
oxígeno cuando Abdula suspiró diciendo: Cinturón. —
Camilo estaba sentado encima del cinturón. Adiós demos-
tración. Tuvo que pararse, como pudo en ese espacio limitado,
mientras que Abdula metía su mano debajo de él para tomar
el cinturón. Una vez asegurado, trató de ponerse el casco. De
nuevo tuvo que ayudarlo el piloto, desenredando las correas,
torciendo casco lo justo, y golpeando arriba hasta que entró
el

en la posición correcta y extremadamente apretada. Le apre-


taba las sienes y las mejillas a Camilo. Empezó a ponerse el
bozal hasta que Abdula le recordó: —No, hasta que estemos
bien alto.

—Correcto, yo sabía eso.


Abdula se instaló justo delante de él, dándole a Camilo la
sensación que estaban en uno de esos toboganes suizos, cortos
y muy empinados, la cabeza de Abdula sólo a centímetros de
la nariz de Camilo.
En los Estados Unidos hubiera llevado hasta una media
hora sacar un avión de guerra de una zona de estacionamiento,
ponerlo en la pista, alinearlo y luego tirarlo a toda velocidad
por la pista de despegue. Camilo aprendió que el aeropuerto
era en Aman como el mercado callejero. Nada de filas ni

colas. Era el que llega primero se atiende primero, y uno


andaba por cuenta propia. Abdula cantaba algo en la radio

sobre el avión, el chárter, el pasajero, la carga y Grecia, todo

314
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

eso mientras movía al avión llevándolo directamente a la pista


de despegue. No esperó instrucciones del control terrestre.
El aeropuerto de Aman acababa de reabrir después de la

reconstrucción y aunque el tráfico aéreo estaba disminuido


por la plaga de langostas, había varios vuelos alineados para
despegar. Dos aviones de cuerpo ancho estaban al frente,

seguidos por un jet estándar, un Lear, y otro avión grande.


Abdula se dio vuelta para captar la atención de Camilo y
apuntó al medidor de combustible que señalaba lleno.

Camilo le dio la señal de aprobación, que concebía que


transmitiera que se sentía bien por tener mucho combustible.
Abdula la interpretó evidentemente como que Camilo quería
elevarse, y ahora. Carreteó rápidamente alrededor de los otros
aviones, alcanzó la línea de avión listo y alineado para des-
pegar, y los pasó de a uno por uno. Camilo estaba mudo.
Imaginaba que si los otros pilotos hubieran tenido bocinas,
hubieran estado haciéndolas sonar, como los choferes del
tráfico terrestre hacen a que manejan por el costado.
los
Al pasar Abdula al segundo avión de cuerpo ancho, el
primero empezó a rodar. Abdula se deslizó por detrás y de
pronto él y Camilo quedaron en línea. Camilo estiró el cuello
para ver si había vehículos de emergencia que venían o si los
otros aviones se limitarían a tirarse adelante y recuperar su
orden original. Ninguna reprimenda hubo de parte de la torre.

Tan pronto como el jet grande iba bien adelante por la pista.
Abdula se lanzó.
—Torre, Edward Zulú Zulú Dos Noveno despegando
— dijo en la radio.
Camilo esperaba que alguien contestara: "Jovencito,
¿dónde crees que vas?", pero nadie dijo nada.
— Diez-cuatro Abdula —
fue todo lo que oyó.
No hubo calentamiento ni un poco de aceleración para
tomar velocidad. Abdula llevó el avión hasta el final de la
pista de despegue, lo alineó, y lo lanzó. La cabeza de Camilo
se echó para atrás, y su estómago se aplastó. No podría

315
APOLION

haberse inclinado hacia delante si hubiera querido. Transgre-


diendo claramente todas las reglas de la aviación internacio-
nal Abdula llegó a la velocidad de despegue en unos pocos
cientos de metros y se elevó en el aire. Se propulsó por encima
y más allá del jet que tenía al frente y Camilo sintió como si

estuvieran volando rectamente para arriba.


Se comprimido contra su asiento, contemplando las
sintió
nubes. En lo que parecieron pocos minutos después, Abdula
llegó al ápice de su subida, y, así como así, frenó, paró y

comenzó el descenso. Era como ir en una montaña rusa,


llegando a la cima, y luego, rodando para abajo al otro lado.
Abdula apretó un botón que le permitía hablar directamente

a los auriculares del casco de Camilo. —De Aman a Atenas,


sólo es subir y bajar.
—Pero no vamos a Atenas, acuerdas? ¿te
Abdula golpeó secasco. — Ptolomeo, ¿correcto?
el

— ¡Correcto!
El avión volvió a para en forma
tirarse arriba recta.
Abdula hojeó un juego de mapas enrollados y —No hay dijo:

problema.
Y tenía la razón. Minutos después bajó aullando en la pista
delpequeño aeropuerto. —
¿Cuánto tiempo estarás con los
amigos? —
dijo, carreteando a las bombas de combustible.

Raimundo tranquilizó a Cloé y se pusieron de acuerdo en


preferirque Carlos dijera la verdad antes que azucararla y,
más tarde, meterse en problemas. Pero después que él le trajo
agua, Raimundo se fue para la planta alta a conversar con
Zión. El rabino lo acogió cálidamente.
—Casi terminé mi lección de hoy. La transmitiré dentro
de una hora o algo así. De todos modos, siempre tengo tiempo
para ti.

Raimundo le contó la posible complicación con el bebé.


Zión dijo:—Oraré, y pido que ores por mí también.
te tú
— Seguro, Zión, ¿algo específico?
316
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— Bueno, francamente me
sí, solo y abrumado y
siento
detesto esa sensación.
—Por que
cierto comprensible.
es
—Lo Y tengo una sensación profunda de gozo,
sé. tal

como la que tenemos cuando tenemos comunión con el Señor.


Por supuesto que le hablé de esto pero apreciaría saber que
alguien más ora por mí también.
—Estoy seguro que todos oramos por ti, Zión.
—Soy sumamente bendecido por tener una familia tan
amante para reemplazar mi pérdida. Todos hemos sufrido. A
veces, sencillamente me vence. Sabía que esta plaga de
langostas estaba por venir pero nunca aquilaté bien las rami-
ficaciones. Deseo que hubiéramos estado más preparados en
muchos aspectos. Nuestro enemigo ha sido incapacitado por
meses pero esto también nos ha incapacitado a nosotros
también aunque contemos con ellos para tantas cosas como
el transporte, las comunicaciones y cosas por el estilo.

«No sé —dijo parándose y estirándose — . No espero


hallar más felicidad. Espero el nacimiento de este pequeñuelo
como si fuera mío. Eso traerá un rayo de sol.
—Zión, queremos que padre para
seas otro bebé. el

—El solo calmante, ¿no?


contraste será
—¿El contraste?
— Este inocente joven y fresco no sabrá por qué Patty
llora. No No entenderá que viva-
sabrá de nuestras pérdidas.
mos seamos enemigos del Estado. Y no habrá
aterrados, que
necesidad de enseñar al pequeñuelo toda la desesperación del
pasado, como lo haríamos si lo criáramos para que llegue a
ser adulto. Cuando este bebé tenga cinco años, ya estará
viviendo en el reino milenial con Jesucristo reinando. Imagí-
nate.
Zión tenía una manera especial de poner todo en perspec-
tiva aunque Raimundo se entristeció por la angustia del
rabino. Eran millones de personas de todo el mundo que
esperaban que el doctor Ben-Judá fuera el líder espiritual de

317
APOLION

Habían supuesto que él estaba en paz con su maduro


ellos.

caminar con Dios pero él también era un creyente nuevo.


Aunque era un gran sabio y teólogo, no era sino hombre que,
como muchos más, había sufrido penosamente. Aún tenía sus
días de desesperación.
Raimundo empezó a sentirse solo por anticipado. Carlos
tendríamucho para hacer como médico en la casa que les
servía de refugio, teniendo un bebé nuevo y a Patty todavía
enferma. Camilo le había dicho a Raimundo que esperaba
tener una medida módica de normalidad y permanencia para
poder hacer de su revista de la Internet lo que ésta tenía que
ser para competir con el periodicucho de la Comunidad
Global de Carpatia. Cloé estaría ocupada con el bebé y los
detalles de la cooperativa. Patty, cuando se recobrara final-
mente, estaría ansiosa por irse de ahí.

Eso dejaba a Raimundo para que fuera el miembro móvil.


Esperaba volver a la cabina de pilotaje. Se había resignado al
hecho de que su vida iba consistir de trabajo fuerte. Teniendo
el cuidado para permanecer libre y sólo tratar de seguir vivo.

Pero la Manifestación Gloriosa parecía muy lejana todo el


tiempo. ¡Cuánto anhelaba estar con Jesús! ¡Estar junto con su
familia!
Su vida como un realizado piloto comercial parecía ahora
muy Costaba mucho entender que habían pasado
distante.
menos de tres años desde que él era solamente un marido y
padre que vivía en una buena zona residencial, y tampoco
muy bueno en nada, con nada más para preocuparse que
dónde y cuándo era su próximo vuelo.
Raimundo no podía quejarse de no tener nada importante
en que ocupar su tiempo pero el costo de llegar a este punto
¡era enorme! Podía entender a Zión. Si la tribulación era dura
para una persona común y corriente como él, no lograba
imaginarse lo que debía ser para uno llamado a reunir los
144.000 testigos, y además, enseñar, quizá, a mil millones de
almas nuevas.

318
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Temprano por la tarde Raimundo recibió una llamada de


Ti Delanty, que dijo: —Quiero empezar mañana a excavar,
¿todavía quieres ayudar?
—No me lo perdería. Si mi yerno llega a una hora decente,
cuando
estaré listo tú lo estés.
—¿Qué a eso de
tal las siete de la mañana?
—¿Cuál apuro?
es el
—Escuché que Hernán se está mejorando. Probablemente,
Bo también pero ha tratado de matarse tres veces. Es un
horror.
—Cómprale su parte.
—Lo y eso
haré, manera en que
será fácil pues, por la
estamos constituidos, todo que tengo que hacer es ofrecerle
lo
algo que él no pueda equiparar. A él le quedó algo de dinero
pero su cuota del aeropuerto es tan pequeña que podré hacer
que se vaya. Me preocupa Hernán.
—¿Cómo así?
—Ray, estuvo muy cerca de Ken,
él al menos, tan cerca
como alguien pudiera esperar acercarse. Sé que Ken lo con-
sideraba como creyente; él me tenía engañado también.
—Yo soy tarado de esa
el tercer — Raimundo. lista dijo
—Es posible que Ken haya confiado a Hernán.
se
—No. El sólo me habló de eso en vuelo a el Israel.

—Dices eso como ustedes hubieran sido camaradas por


si

años. Raimundo, él apenas te conocía y, sin embargo, te dijo


que tenía oro enterrado. Yo mismo oí el rumor y no creo que
yo conociera bien a Ken. Hernán trabajaba con él, se congra-
ció con él. No creo ni por un segundo que Ken le prometiera
algo. Eso no sería sensato. Pero, aún así, apuesto que Hernán
sabe más de lo que deja traslucir.
— ¿Piensas que se mejorará y aparecerá con una pala?
—Yo no descartaría eso de él.

—Señor Williams, para empezar dígame Laslos. Viene de mi


nombre, Lucas, y de mi apellido, Miklos, ¿está bien?

319
APOLION

Camilo acordó hacerlo cuando se abrazaron en la pequeña


terminal aérea. —
Tú tienes que decirme Macho.
— Creía que tu nombre de pila era Camilo.
— Mis amigos me dicen Macho.
— Entonces será Macho. Quiero llevarte a conocer a los
creyentes.
—Oh, Laslos, lo lamento. No puedo. Me gustaría mucho
y quizá regrese acá y lo haga pero comprende que he estado
muchos meses lejos de mi esposa...
Laslos pareció impactado. — Sí, pero...
—¿Y que ella está en sus últimas dos semanas de emba-
razo?
— Vas
i a ser padre! Espléndido y todo está bien salvo que
esta es la peor época... bueno tú lo sabes.
Camilo asintió. —Mi suegro quería que conversara con-
tigo sobre tu papel en la cooperativa internacional de bienes.
— ¡Sí! — Laslos sentándose y señalando
dijo otra silla
para Camilo — He estado leyendo que dice de eso
. lo el doctor
Ben-Judá. Es una idea brillante. ¿Qué haríamos sin ella?
Todos moriríamos y eso es lo que quiere el malo, ¿correcto?
¿No soy un buen alumno?
—¿Ves un papel para ti o tu empresa?
Laslos inclinó la cabeza. —
Haré lo que pueda. Mi com-
pañía trabaja minas de lignito que se usa para usinas eléctri-
cas. Si eso se necesita en la comunidad de los creyentes, yo
estaría feliz de participar.
Camilo se inclinó diciendo: — Laslos, ¿comprendes lo
que significará cuando se exija a los ciudadanos de la Comu-
nidad Global que lleven la marca de la bestia en la mano o en
la frente?
—Pienso que sí. Sin ella no pueden comprar ni vender.
Pero yo no me considero ciudadano de la Comunidad Global
y me muero antes que usar la marca del anticristo.
—Eso es grandioso, amigo —
dijo Camilo — ¿pero
,
te das
cuenta cómo te afectará? No podrás vender. Todo tu negocio

320
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

tenía en el bolsillo, Camilo paso por toda clase de giros y vueltas


vanas para ponerse en posición de poder alcanzarlo.
Abdula se dio cuenta y preguntó si pasaba algo malo.
— ¿Necesitas un aterrizaje de emergencia?
— ¡No! — gritó Camilo percibiendo la esperanza en la

pregunta de Abdula. Evidentemente un vuelo normal de


Jordania a los Estados Unidos no era suficiente emoción para
Abdula, pero ¿dónde se hace un aterrizaje de emergencia
entre Londres y Groenlandia? Seguramente hubiera tenido
que regresar a Londres pero parecía más probable que Abdula
buscara un portaaviones.
Cuando llegaron, por fin, a Groenlandia para cargar el
último combustible, Camilo pudo salir del asiento y supo que
lo había llamado el doctor Floid y le devolvió la llamada.
—Macho, realmente no puedo hablar contigo en estos
momentos, lamento, estoy recogiendo cosas en un
lo hospital.
— Bueno, dame un por menos, ¿todo bien por
indicio lo
allá?
— Digamos que sólo espero que tiempo. llegues a
— Eso no suena nada bueno, ¿Cloé bien? está
—Todos necesitamos
te Camilo. aquí,
— Doctor, ¿Ella bien?
dilo. está
— Macho, déjame un minuto para que podamos
tranquilo
hablar.
— ¡Por favor!
Camilo oyó que Carlos pedía a alguien llamado Lea que
le

—Está
lo disculpara. Camilo, bien, tiempo? ¿estás a
— Me sorprende no adelantado horario pero
estar al sí,

esperamos a
llegar 10 de noche.
las la

—¿Tan tarde?
—Doctor, me asustas.
—Camilo, verdad que hoy he estado desorientando
la es
a Cloé y Raimundo. El latido fetal ha estado disminuyendo
por unos cuantos días y está en la etapa alarmante.
—¿Significa?

325
APOLION

—Voy a poner a Cloé en oxígeno tan pronto como vuelva


allá. Quería hacerlo hace horas pero me encontré con un

problema aquí. Fui a ver a alguien que Raimundo conoce, que


está mejorándose aquí. Sonaba realmente interesado por es-
cuchar sobre los juicios y lo que significan, y me terminé
gastando mucho tiempo con él. Patty ha estado conversando
con éste, su joven amigo, que evidentemente ya fue dado de
alta.

Camilo estaba expuesto a un viento frío y gritó por el


teléfono. —
Doctor, no tengo idea de que hablas. Lamento ser
maleducado pero habla directamente. ¿Por qué pensaste que
era necesario desorientar a Cloé y Raimundo cuando ellos
están ahí y pueden tratar el problema, pero me lo dices cuando
estoy en el medio de ninguna parte sin poder hacer nada?
—Si hubieras visto cómo reaccionaron cuando yo di
indicios del problema, sabrías que tuve la razón. Necesito que
Cloé siga animada, y si ella supiera la gravedad de esto, no
estaría en condiciones de hacer su parte.
Abdula le hizo señas a Camilo para que subiera de nuevo
a bordo. —¿Podré seguir hablando por teléfono?
— ¡Sí, sí!

Pero el ruido era tan horroroso en el aire que Camilo y


Carlos tenían que repetir casi cada frase, hasta que, por fin,

Camilo se enteró de todo. —¿Hay alguna posibilidad de que


tengas que inducir el parto antes que yo llegue allá?
—Yo dejé de hacer promesas.
— ¡Haz que sea mejor para Cloé y bebé!
lo el

—Eso que quería


es lo oír.

Él necesita permiso para eso? — preguntó Camilo.


se

—Y i verdad Raimundo
dile la a Pienso que Cloé también
!

puede soportarla pero si crees que eso la pondría a


dar vueltas
sin fin, usa tu propio juicio. Aunque, sabes, ella es muy fuerte.
— Macho, ella también está muy embarazada. Eso llena
el cuerpo con un lavado hormonal que vuelve a una mujer en
una gallina madre.

326
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Sólo que no digas o hagas algo por lo cual tengas que


pedir perdón después. Ella querrá saber por qué no le infor-
maste plenamente.
—Raimundo estará ahí para recogerte, Camilo. Tengo
entrando otra llamada. ¡Que Dios te acompañe!

Raimundo se sintió aliviado cuando Carlos le contestó por


fin.

—¿Dónde estabas, hombre? ¡Te desapareciste por horas!


Carlos que vio a Bo y se olvidó del tiempo
le dijo

hablándole de Dios. —
El otro fulano fue dado de alta esta
mañana. De todos modos, ¿qué pasa?

Cloé no se siente bien, y por supuesto, se preocupa.
¿Hay algo que debamos hacer por ella?

¿De qué se queja?
—Respira corto. Fatiga extrema.
—Llegaré allá tan pronto como pueda. Ponía en una
posición que permita la máxima expansión de los pulmones.
¿Puedes manejar el monitor fetal?
— importante,
Si es dos
entre los lo haremos.
—Llámame en diez minutos con los resultados.

A Camilo le gustaba el médico y se sentía raro por enojarse


con él. Un profesional médico preparado debía ser más esta-
ble, menos impulsivo. Aquí estaba él, con su vida en las
manos de Abdula, propulsado por el aire para llegar al hogar
donde su esposa, y le cuentan esta noticia. ¿Qué se suponía
que hiciera sino orar? Camilo creía en la oración y la ejercía
al máximo. Pero la ansiedad se le metió lo mismo y hubiera
sido fácil evitársela. Había mucho tiempo para preocuparse
cuando él llegara por allá.

327
APOLION

Raimundo se sentía torpe tratando que el monitor fetal fun-

cionara, y primero, temió que el latido fetal hubiera desapa-


recido. "¡Dios, por favor, .no! —
oró en silencio. No esto
encima de todo lo demás". Todos los de la casa tenían mucho
comprometido en este nacimiento a pesar de todo lo hablado
sobre lo poco aconsejable que era traer a un bebé al mundo
durante la Tribulación.
Súbitamente escucharon el corazón acelerado. —¿Cuen-
tas y multiplicas? —preguntó Raimundo.
—No sé — Cloé resollando— ¿Puedes
dijo . tan rápido?
Sigue rápido pero más ¿está lento que antes?
—No cambiaría lo suficiente en unas pocas horas para
que podamos hacer
saberlo sin las mediciones precisas.

— ¡Entonces, hagámoslo andar!


Cuando Raimundo le dijo a Floid la cifra que había, él le

contestó que se preocupara más por Cloé que por el bebé.


—Quiero que
ella respire profundamente y que se meta
todo oxígeno que pueda, hasta que yo llegue allá. Pero,
el

Raimundo, tengo un problema. Me están siguiendo.


—¿Estás seguro?
—Sin duda. He tomado por rodeos y no puedo
varios
sacármelo de encima.
—¿Qué de automóvil?
clase
—Una Una de esa pequeñas con que corren
motocicleta.
carreras en los caminos. No hay forma en que yo vaya a ir

más veloz que él.

—Dirígelo por un rato por varias partes y ve si se aburre.


Algunos tipos se divierten mucho preocupando a la gente.
—Ray, éste es hábil. Está lo suficientemente lejos como
para no ser evidente pero ha seguido por kilómetros. No
me
quiero exponer nuestra ubicación a nadie pero también tengo
que llevarle este oxígeno a Cloé.
—Yo atenderéla Tenme a ella. al tanto.

—Oh, tengo poco combustible y esas motocicletas pue-


den andar por siempre.

328
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿Cuan cerca de Palwaukee?


estás
—Cerca.
—Llamaré Quien sea que sigue no seguirá a
Ti. el te te

Y Ti dará combustible.
un recinto cerrado. te

—Estupendo.
Raimundo llamó a Ti y informó. le

—Oh, no — dijo Ti.


-¿Qué?
— Hernán es uno que corre en motocicleta. Prob-
ablemente siguió a tu hombre desde el hospital, tratando de
averiguar donde vive Patty. Ellos han estado hablando más.
—¿Cómo sabes?
—Una telefonista de aquí dijo que Patty llamaba a Her-
nán, y le dijo que él estaba en el Hospital Young. Pero si Patty
quiere verlo, ¿no le hubiera dicho sencillamente donde estaba
ella?
— Ella no sabe dónde está. Ella sabe que es Monte Pros-
pect pero no hay manera que pudiera decirle cómo llegar aquí.
— hombre dirige a Hernán hasta aquí, yo le daré su
Si tu
merecido. Le impediremos que te halle, puedes estar seguro
de eso. ¿Qué maneja, y cómo luce?
—El Rover, y como tú.

—¿Vuelve?
— Anda con Rover el del y se parece mucho a ti.
Macho
Raimundo acomodó las almohadas para que Cloé pudiera

recostarse y levantar los brazos por encima de su cabeza sin


hacerse daño a ella o al bebé. Eso le abrió más los pulmones
y dijo que se sentía un poco mejor. Raimundo se sobresaltó
cuando se dio vuelta y vio a Patty en el rellano de arriba de
las escaleras del sótano.

Lucía terrible como un fantasma o peor, como un zombi.


Delgada, los ojos oscuros, la piel pálida. Cojeó acercándose
a Cloé.
— — Cloé— han sido
¡Patty! dijo , siglos.
—Quería ver como va mi le a ahijado.

329
APOLION

—No aquí está todavía. Te lo diremos.


—Y yo quería que no estoy celosa.
decirte
Raimundo entrecerró los ojos observando la reacción de
Cloé.
—¿No, ahh? — — dijo . Nunca pensé que lo estarías.
—¿Quién me culparía si mi bebé pero
lo estuviera? Perdí
yo no. La historia de mi vida.
tú tendrás el tuyo. Tienes suerte,
Raimundo quería hablar a solas con ella. No quería que
Cloé supiera lo que estaba pasando. —
Lamentamos tu pérdi-
da Patty, y agradecemos que todavía quiera ser la madrina del
hijo de Cloé.
— íbamos a ser madrinas, una de la otra.
— Tiene que ser doloroso —
dijo Cloé.
— Lo será para él que lo hizo dijo Patty. —
— Si nos disculpas —
dijo Raimundo aquí estamos— ,

tratando de hacer unas cosas de médico, por teléfono. Marcó


el número de Carlos.

Patty se alejó deslizándose sin decir palabra.


Carlos le dijo a Raimundo que estaba a kilómetro y medio
de Palwaukee. —Pero este tipo todavía me sigue.
Raimundo no quería dejar a Cloé pero tampoco quería
alarmarla. —Querida, si estás cómoda por un rato, quiero
hablar con Patty.

Camilo se halló luchando contra el sopor. Eso no debiera


sorprenderlo. Él había estado en pie desde el amanecer del
Oriente Medio. A pesar del ruido y del aire con poco oxígeno,
estaba desesperado por hablar con alguno de Monte Prospect.
Temía inquietar a Cloé, Raimundo podía estar atendiéndola.
Él entendía que Patty había estado incoherente durante meses.
Quedaba Zión.
¿Qué hora era en los Estados Unidos? ¿Avanzada la

tarde? El rabino debía estar dando los toques finales a su


mensaje diario. Camilo lo llamó. Tenían que gritar y repetir
pero cualquier contacto era mejor que nada.

330
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— ¡Camilo, amigo mío! ¿Qué bueno escucharte! ¿Dónde


estás?
—Zión, primeramente deja que me asegure que no te

impido trabajar. El mundo espera con la respiración contenida


todo lo que tú...

— Camilo, hace veinte minutos que lo puse en la Red. Este


es un momento perfecto para hablar. Todos estamos emocio-
nados por el bebé y tu regreso. Ahora, ¿dónde estás?
—Yo quisiera saberlo. Estamos persiguiendo al crepús-
culo pero a tremenda altura en un viejo avión de combate. Ni
siquiera puedo mirar para abajo. Estaría viendo el Atlántico.
Esto es todo lo que sé.
—Te veremos dentro de unas pocas horas más. Hay pocos
placeres que quedan en esta vida, Camilo, y uno es volver a
juntarse con los amigos y hermanos. Hemos estado orando
por ti a diario, y sabes que Cloé está muy entusiasmada.
Estarás en casa con mucho tiempo para el nacimiento que,
probablemente, tenga lugar en el hospital de Palatine.
Camilo dudó. —Zión, me dirás la verdad, ¿no?
—Siempre.
—¿Estás tratando de mantenerme contento porque no
sabes complicaciones de Cloé y
las bebé o porque sabes?
el

—Tu suegro me informó. doctor Floid pareceEl tener


todo controlado. ¿Raimundo dio te la noticia?

—En Carlos
realidad, hizo y peor de
lo que Raimun-
es lo

do y Cloé saben.
—¿No debiera decírselos?
— motivos. Yo me pregunto
Él tiene sus Floid habló si

contigo.
— No. Oí que alguien hace Supuse que
salió horas. era él.

— estaba preocupado de que yo no


¡Él tiempo llegara a si

tiene que inducir.


—¿Inducir? ¿Entonces, por qué no llevarla al hospital?
—Zión, francamente me he estado matando con pregun-
tas desde que él me llamó. No sé que esperaba Carlos de mí.

331
APOLION

Hubo una pausa. —Camilo, no hay nada que puedas hacer


hasta que llegues aquí, salvo orar. Tienes que dejar esto al

Señor.
—Nunca he sido bueno para eso, sé que no se supone que
nos preocupemos pero...

—Oh, Camilo, pienso que hasta el mismo Señor permite


cierta amplitud en esto durante la tribulación. La amonesta-
ción de no preocuparse fue escrita para gente que vivió antes
de todos los juicios. No seríamos humanos si no nos preocu-
páramos por lo próximo que viene del cielo. No te sientas

culpable por preocuparte. Sólo confía en el Señor por las


cosas que no puedes controlar. Esta es una de ellas.

A Camilo le gustaba mucho hablar con Zión. Juntos


habían pasado tantas cosas. Se dio cuenta que estaba queján-
dose del embarazo difícil de su esposa ante un hombre al cual
le asesinaron su esposa e hijos. No obstante, Zión tenía la
capacidad de la sabiduría y del pensar claro y tenía un efecto
tranquilizador en la gente. Camilo quería mantenerlo de
alguna forma en el teléfono.

—¿Zión, importa hablar un poquito más?


te

—En De todos modos, estaba empezando


absoluto. a
sentirme aislado.
—¿Cómo Patty? está
—Más Lo peor
callada. acabó para se aunque va ella

necesitaruna recuperación.
larga
—Cloé me que no hay movimiento
dice espiritual.

—Camilo, un caso Temo por Esperaba que


difícil. ella.

estaba sacándose cosas del pecho y que se volviera a Dios en


cuanto hubiera escupido su veneno. Pero me ha convencido
que es sincera. Cree en Dios, sabe que la ama y sabe lo que
ha hecho por ella. Pero ha decidido que ella sabe más que El
y que es la única persona que opta por no aceptar Su dádiva
por la misma razón que al resto de nosotros nos lleva a
arrojarnos a Dios.
— Ella sabe que es indigna.

332
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins


Discutir con ella es difícil. Es una adulta, un agente
moral independiente. La opción es suya, no nuestra, pero
duele ver que alguien que uno quiere haga una decisión que
le costará su alma.
—Zión, no quiero retenerte pero ¿cuál fue tu mensaje de
hoy? Es improbable que lo lea ahora y necesito todo el aliento
que pueda conseguir.

Bueno, Camilo, al llegar al final del sufrimiento causa-
do por las langostas, es hora de mirar adelante, por lo menos
a los dos "ayes" siguientes.
—Así que el próximo es el sexto juicio de la trompeta.
¿Qué esperas para eso?
Zión suspiró. —Camilo, lo principal es un ejército de
doscientos millones de jinetes que matarán a la tercera parte

de la población mundial.
Camilo estaba mudo. Había leído la profecía pero nunca
la había llevado a su esencia. —¿Cuál es la palabra de aliento
posible que puedes haber dejado a la gente después de esa
noticia?
—Sólo que lo que hayamos sufrido, el horror que haya-
mos enfrentado, todo palidecerá en comparación con este
juicio peor que está por llegar.
—¿Y después de que vienen son peores aún?
éste, los

—Cuesta imaginarlo, ¿no?


—Eso hace que mi preocupación por bebé sea el insigni-
ficante. Quiero decir, no para mí, sino quién más podría
inquietarse por eso cuando un tercio de la humanidad será
eliminado pronto?

Camilo, solamente una cuarta parte de la gente que fue
dejada atrás en el arrebatamiento sobrevivirá hasta la Mani-
festación Gloriosa. Yo no le temo a la muerte pero oro
diariamente que Dios me permita el privilegio de verlo regre-
sar a la Tierra a instalar Su reino. Si me lleva antes, seré
reunido con mi familia y otros seres queridos, pero ¡oh, el

gozo de estar aquí cuando llegue Jesús!

333
APOLION

Raimundo a
halló afuera de
Patty —¿Qué haces? la casa.

—preguntó.
—Tomando un poco de Es bueno poder moverse un
aire.

poco.
—El doctor piensa que demasiado prematuro.
es
—El doctor enamorado de mí, Raimundo. Quiere
está
mantenerme incapacitada
aquí, si es necesario.
Raimundo contemplar
fingió —¿Qué hace
el horizonte. te

pensar así?
—Él no me con muchas
lo dijo pero una mujer palabras,
sabe. Apuesto que te diste cuenta.
Raimundo se alegró de poder decir que no. Se había
sorprendido cuando Carlos le habló de sus sentimientos pero
también se sorprendía al saber que Patty lo había captado.
—¿Te Raimundo?
lo dijo,
—¿Por qué preguntas?
— ¡Te ¡Lo
lo dijo! Bueno, no me
sabía! interesa.
—Él estuvo muy por pero estoy seguro que a
atraído ti

ya
estas alturas lo echaste.
Patty pareció desilusionada. — ¿Así que hizo idea de se la

que no hay esperanzas?


Raimundo encogió de hombros. — No
se como es así
hablamos de eso.
—¿Sabe que él a mí una vez?
tú estuviste atraído
— pareces una niña de
Patty, escuela.
—No niegues.
lo
—¿Negar qué? Que tuve una totalmente
atracción inapro-
piada por una mujer más joven? Ambos sabemos que nada
resultó de eso y...

—Sólo porque un montón de gente desapareció y tú

empezaste a sentirte culpable.


Raimundo se dio vuelta para volver a la casa.
—Todavía te pongo nervioso, ¿no?

334
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Se volvió. —Te diré lo que me pone nervioso. Es tu


obsesión con ese chico del aeropuerto.
—¿Hernán? Quiero conocerlo, eso es todo.
—¿Le donde estamos, cómo
dijiste aquí? llegar
—Ni yo
siquiera lo sé.
—¿Le que Floid
dijiste a iba ir al hospital?
Patty desvió mirada. — ¿Por qué?
la

—¿Le dijiste?
—Puede que sí.

— eso fue muy


Patty, Así pues, ¿cuál
estúpido. es el plan?
Su compañero, Bo, distrae a Carlos el tiempo suficiente para
que Hernán traiga su motocicleta y siga a Carlos hasta ti?
—Patty pareció golpeada. —¿Cómo sabes todo esto?
— tratando con un adolescente. Y
Patty, estás también tú
estás actuando así. Si tanto quieres ver a este chico, ¿por qué
no nos pides a uno de nosotros que te llevemos para allá?
— Porque Carlos tiene celos de él y ni siquiera quiere que
le hable por teléfono. Entonces, él te convence que yo estoy

demasiado enferma para ir a ninguna parte, así que tú no me


llevarás.
—Así pues, Hernán está tratando de llegar aquí para qué,
¿para conocerse?
—Sí.
—Que barbaridad. ¿Sabes que él fingió ser creyente para
acercarse a Ken y pudiera habernos infiltrado si no lo hubié-

ramos agarrado?
Patty pareció estar ocultando una sonrisa, cosa que enfu-
reció a Raimundo que le preguntó. —¿También sabías eso?
—Cuando que en realidad yo no era parte del
le dije

Comando Tribulación, él me contó su plan. Es lo que me gusta


de él.
— ¿Qué él ponga en peligro nuestras vidas? ¿Qué sea un
oportunista? ¿Un buscador de oro?
Ella se encogió de hombros. —Los otros hombres de mi
vida se están volviendo aburridos.

335
APOLION

Raimundo movió su cabeza. —Espero que seas feliz con


él.

—¿Viene para acá?


—Carlos tratando de
está encima pero puede
quitárselo de
tener que traerlo hasta acá. No podemos quitarle el oxígeno
a Cloé solamente porque Carlos tiene a un muchacho que lo
sigue. Espero que estés contenta. No hay forma que podamos
confiar en ese chico una vez que sepa donde estamos. Ten-
dremos que mudarnos de nuevo y ¿dónde iremos? Y ¿podría-
mos mudarnos con una mujer por dar a luz o con un bebé
recién nacido? Tú sigue no siendo digna del perdón de Dios,
y luego, tratas de demostrarlo.
Raimundo entró a la casa y dejó que la puerta se cerrara
tras de sí. Vaciló, queriendo decir más pero sin saber qué
decir. Ella abrió la puerta. —Vuelve Raimundo, ¿Cloé está
en problemas?
—Podría Necesita ese oxígeno.
ser.

—Evidentemente Carlos su teléfono consigo.


tiene
—Sí.
—Llámalo. Déjame hablar con él.

Raimundo marcó.
—Hola Ray — Carlos— No me
dijo . aeropuerto
siguió al
pero después de conocer a Ti, sé por qué. Estamos pensando
en cambiar automóviles y ver si ese chico lo sigue a él. Esa
es una ventaja de ser parecidos.
—Buena idea, pero Patty quiere hablar contigo.
—Hola, doctor. Escucha. Hernán hablará conmigo. Sólo
sostiene el teléfono por fuera de la ventanilla del automóvil y
para... Sí,pienso que lo hará. Vale la pena intentarlo.

336
VEINTIUNO

HeCamilo yendo demasiado


estado
se despertó sobresaltado.
rápido!
¿Había dicho algo
Abdula? —
Lo siento —
gritó.


¡He estado yendo demasiado rápido!
¿Lo había detenido la policía del aire, o qué? —Entonces
estamos adelantados?
—Sí pero quemé más combustible planeado, y del tene-
mos que reabastecernos en Nueva York.
Camilo sólo quería —¿Dónde vas
llegar a casa. a aterri-
zar? Nueva York fue la última de la lista de reconstrucciones
de Carpatia. Supongo que todavía culpa a los Estados Unidos
por la rebelión.

—Conozco un lugar. Estarás en Wheeling dentro de dos


horas.
Camilo miró el reloj. Eran las siete en el Oriente Medio.
Si estaban aterrizados a las nueve, podría estar en la casa de
refugio antes de las diez. No habría más ocasión de dormir.

Raimundo estaba con Cloé que lucía pálida, con los labios
azulados. Esto se estaba volviendo ridículo. Tenía la sensa-
ción que el bebé nacería esa noche en esa casa y que él iba a

337
APOLION

hacer todo lo que pudiera para cerciorarse que el bebé tuviera


todas las oportunidades.
—¿Todo querida?-
bien,
—Sólo agotada, papá.
Parecía que ella quería seguir moviéndose para poder
respirar mejor. Él sabía que ella no tenía conciencia de la
gravedad del problema. Cuando sonó el teléfono, lo abrió tan
rápido que lo dejó caer.
—Lo —
siento dijo recogiéndolo — . Habla Steele.
—Ray, soy yo, el doctor. Cambiamos el oxígeno al todo-

terreno rojo de Ti y voy en camino. ¿Cómo está nuestra niña?


—Sí.
—¿Estás precisamente con ella?
—Correcto.
—En una escala de uno a siendo uno diez, ¿cómo lo peor,
la catalogas?
—Cinco.
—Pediría pulso
otro pero no hay nada que pueda
fetal
hacer hasta que llegue allá.

Raimundo se puso de pie dando la espalda a Cloé, hacien-


do como que miraba por la ventana. Patty estaba afuera,
conversando animadamente en su teléfono. ¿Qué pasa con —
Ti? —preguntó.
—Pienso que el motorista se tragó el anzuelo pero va a
reconocer de inmediato a su antiguo jefe. Esperamos, de todos
modos, que se detenga y converse con Patty.
—Sólo adivino, doctor, pero creo está haciendo eso ahora.
Por favor, apúrate.
Cloé preguntó. —papá, ¿qué pasa?
—El doctor se demoró en el y tuvo que hacer una
hospital
diligencia de Está llegando con
regreso. oxígeno. el

— ¡Bueno! Y pensaba que podía esperar hasta mañana.


—Sólo esperaba.
—Mi bebé va a ¿no?
estar bien,

338
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

— Si sigues respirando profundamente hasta que el O 2


[oxígeno] llegue aquí — dijo Raimundo, ansioso por hablar
con Patty — , voy a tomar aire.

—Tráeme algo — dijo ella sonriendo débilmente.


—Hernán, —decía dando
limítate a hacerlo Patty, la
espalda a Raimundo cuando de casa— Prueba
éste salió la .

que hombre y demuestrámelo. —Oyó


eres puerta y la cerró
su teléfono— Enfrió motores —
. los dijo ella.
— cómo? ¿Sí,
—Le hablé de y que estúpido de mi
la situación era parte
pedirle que tratara de llegar aquí. Le dije que quizá tú me
lleves a Palwaukee uno de estos días si yo puedo cuidarme
sola.
—Quizá. ¿Qué va hacer ahora? a
—Supongo que irse a casa.
— vive en aeropuerto.
Él el

—Eso que quiero es lo decir.


—A picaron mismo que ¿cómo
él lo el día a ti, se siente?
—Muy me imagino pero
débil, que dijo era divertido salir
aandar en moto otra vez.
teléfono de Raimundo sonó. — Discúlpame,
El — Patty
dijopero no movió— ¿entro yo o
ella se —agregó.
, entras tú?
— Bueno, ¡excúsame! — y dijo ella se fue.
— Steele.
— ¡Soy Hernán
Ti! El viejo puso de todos colores se
cuando me acercó y supo que yo
se quien manejaba. era
Empezó en moto pero yo
a alejarse la —Tu amiga le dije. está
en el teléfono. Lo tomó y lo primero que dijo fue "no, no es".

Estoy seguro que yo no parecía el doctor Carlos, y probablemente


ella le preguntaba si yo era él. Entonces, ella debe haberle leído
el acta de los motines porque todo lo que él hacía era disculparse
y decir una docena de veces.


Ella dice que le dijo que dejara esto y que lo vería de
nuevo en algún otro momento.

339
APOLION


Hace rato que el doctor se fue, así que, de todos modos,
Hernán no tiene alternativa. Regresó para Palwaukee. Por lo
menos, eso dijo.

¿Estás ocupado esta noche, Ti?

Dejo que todos los demás se vayan a casa y yo iba a ir
a ocuparme de la llegada de Camilo. Recibimos un mensaje
de Nueva York, donde recargaron combustible y debieran
estar aquí a las nueve. Tú sabes que están en un Z-dos-nueve?
— ¿El avión de combate egipcio? Estás bromeando.
— Eso es lo que dice. El podría llegar en una hora desde
Nueva York si tuviera que hacerlo. De todos, ¿qué necesitas?
— a Hernán. No confío en
Vigilar en él ni Patty.
—¿Qué puede hacer? No sabe dónde están.
— Pudiera seguirme cuando recoja a Camilo. ¿Quién
sabe?
— por
Si él estálados cuando Camilo
estos llegue, no lo
dejaré que se salga fuera de mi vista ¿Está bien?

Camilo se sentía claustrofóbico cuando Abdula se lanzó por


el espacio aéreo de Ohio pero su malestar estaba recubierto
por Ver a Cloé era toda su meta definitiva. Lo
la excitación.

que estuviera mal con su embarazo estaba fuera de sus manos.


Todo lo que podía hacer era orar y llegar allá. Podían pasar
juntos por cualquier cosa. Los próximos años no iban a ser
fáciles, de todas maneras.
Se inclinó para delante y tomó el hombro de Abdula.
— ¡ Amigo, gracias por el viaje!
— ¡Señor, gracias por el trabajo! Dígale a McCullum qué
buen viaje tuvo.
Camilo se rió pero no dejó que Abdula lo escuchara.
Nunca más usaría un avión de combate como avión de
pasajeros pero estaba agradecido por la traída a casa. —¿Todo
bien? ¿estamos en el rumbo, a tiempo y tenemos todos los
combustibles?

340
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Todo señor Williams. Necesitaré un


bien, donde lugar
dormir.
—Creo que hay acomodaciones en aeropuerto. Yo el te

invitaría a nuestra casa pero estamos escondidos y somos


muchos.
—Yo necesito muy poco — dijo Abdula — . Sólo un lugar
para dormir y un enchufe.
—¿La computadora?
—Ben-Judá.
Camilo asintió ¿qué más tenía que decirse?

Raimundo nunca había estado más feliz de ver a un vehículo


que pasaba por el lado norte de la casa. Corrió a ayudar a
Carlos a descargar los tanques de oxígeno. Yo me ocupo —
de esto, Carlos. Anda a verla.
— Por ahora, deja el otro en el vehículo. Ella necesita
oxígeno más que cualquier otra cosa.
Raimundo distaba sólo medio minuto detrás del doctor
pero cuando acercó suficientemente el tanque, Carlos ya tenía
puesto el monitor fetal a Cloé y lucía serio. Zión estaba de
pie, mirando desde la escalera. Patty estaba en el rincón
opuesto mirando atentamente desde el rellano superior de la
escalera del sótano.
Cloé se veía peor que minutos antes. El médico juró.
— Perdóname — — Estoy ocupándome de
dijo . eso.
—¿Qué mal? — Cloé, jadeando.
está dijo
— Bueno — Carlos — escuchen, empezando por
dijo , la

paciente. Todos vamos a tener que trabajar juntos aquí. Ne-


cesito un ambiente lo más limpio posible. Patty, si pudieras
poner al fuego una olla grande de...

Pero Patty lucía como si no estuviera escuchando. Sus


ojos estaban vidriosos, y parecía en shock. Se dio vuelta
estremeciéndose y empezó a bajar a su habitación del sótano.
— —
Yo haré lo que necesites dijo Zión, enrollándose las
mangas y apurándose.

341
APOLION

— —
¿Voy a tener este bebé esta noche? dijo Cloé deses-
peradamente —¿Antes que Camilo llegue aquí?
.

— —
No, si puedo evitarlo —dijo Carlos pero tu trabajo ,

es quedarte No hables a menos que debas


callada. hacerlo.
—Muy bien — rápidamente — pero tengo que
dijo ella ,

saber todo ahora mismo, y quiero decir todo ahora.


El médico miró a Raimundo que arqueó las cejas y asintió.
— Dile todo.
—Bueno, Ray. Acerca el oxígeno. Cloé ha habido una
disminución importante del pulso fetal. No tengo el equipo
para examinar la posición del cordón, y no quiero hacer una
cesárea aquí. Ir al Hospital Young no sería positivo desde el
punto de vista médico.
Cloé se sacó la máscara de oxigeno de la boca, aunque ya
hacía que su cara luciera más rosada. —¿Positivo desde el

punto de vista médico? No me vas a mantener callada con


lenguaje indefinido. ¿Quieres decir que el viaje podría matar-
me?
—Esa es una pregunta No, no te vas a morir.
retórica.
Ahora, quédate callada. Zión, dame que te pida cuando te
lo
lo pida. Manten limpias tus manos. Raimundo, también con-
sérvate limpio. Tráeme esas dos sillas y acerca esas dos luces.
Pon esa encima de la mesa. Dame ese frasco de "betadine".
En cuanto la sala fue acondicionada e iluminada lo más
posible, se necesitaron los tres hombres para poner a Cloé en
la mesa casera de parto. —Y donde queda la dignidad — dijo
ella detrás de la máscara.
—Cállate — Carlos pero
dijo juguetonamente
le pellizcó

un dedo del pie.


—Debo preguntar algo — Zión desde dijo — la cocina.

¿Cómo decidirásnecesaria una cesárea de urgencia?


si es
—Sólo corazón bebé pone demasiado
si el del se o lento
si se para. Entonces tendremos que hacer lo que tengamos que

hacer. Cloé estará bien fuera de juego para ese entonces, así
que tendrá que hacer esa decisión ahora. Cloé, te voy a

342
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

anestesiar pero no en el grado que me gustaría para la cesárea.


Ahora...
—Ni una pregunta —
siquiera pesar de dijo ella a la
máscara— Ocúpate
. bebé y preocúpate de mí después.
del
—Pero si...

—Doctor, conmigo
ni siquiera discutas esto.
—Bueno, pero todo precauciones. Me
esto es sólo gusta-
ría no tener que inducir. Puede que no podamos darnos ese
lujo pero lo retendré lo más que pueda, esperando que el bebé
se estabilice.
—Sólo de esperar a Camilo — Cloé.
trata dijo
—Ni una palabra más — dijo Carlos.
—Lo Carlos — masculló
siento, ella.

Raimundo miraba su —¿Qué pasa cuando tenga que


reloj.

ira buscar a Camilo?


—Francamente automóvil de Camilo sigue
te necesito. El

en aeropuerto. Él puede venir manejando.


el

— Eso deja a Ti vehículo.sin


—Él puede venir a recoger su automóvil aquí.
—Ti conoce
ni siquiera camino. Eso el más para es fácil

él sialguna vez lo interrogan.


—Pero confianza —
tú le tienes médico. dijo el
— Implícitamente.
—Es un riesgo que que él tiene correr.

Abdula cruzó entrando a Illinois pocos minutos antes de las


nueve y Camilo llamó a Raimundo. —
¿Así que, llevo a Ti
conmigo?

Y asegúrate que no te sigan. Es una historia larga.

Siempre vigilamos por si nos siguen. ¿Alguien especí-
fico?
—Ti Es un
te lo dirá. que vive tipoen aeropuerto.
ahí, el

—Abdula queda se Le asignaré deberes de


aquí. guardia.
— ¡Abdula! ¿Viniste volando con Abdula Smith?
—No sabía que conocías.lo

343
APOLION

—Ponió al teléfono.

Camilo tocó el hombro de Abdula. —Raimundo Steele,


mi suegro, quiere hablar contigo.
Abdula se dio vuelta casi por completo en su asiento.
— ¿Raimundo? ¿En serio?

Raimundo informó rápidamente a Abdula sobre la situación.


—Me aseguraré que no vaya a ninguna — parte dijo el pilo-
— Tú sabes que puedo
to . arreglarlo.
—Lo muy sé¿Cuál ETA?
bien. es tu
—Catorce minutos pero estoy apuntando once. a
Raimundo cerró el teléfono y dijo que iba a ver a Patty.
Bajó gradas y se inclinó para verla en posición
tres fetal en
un sillón viejo. Movió su cabeza y volvió arriba.
—¿Cómo andamos, doctor?
— Vamos pero puedo empezar lentamente y dar
a inducir
mucho tiempo a Camilo. ¿Todos aceptan eso? El pulso fetal
aún no es crítico pero lo será dentro de una hora. Yo empezaría
ahora el goteo de la inducción si fuera mi decisión.
Cloé apuntó a Floid.
—Eso significa que es tu decisión — dijo Raimundo.

—Chico aeropuerto — Abdula mientras bajaban.


el dijo
—¿No demasiado pequeño para correcto?
es ti,

—Yo podría en un sobre aterrizar sin tocar la estampilla.


Camilo sabía que era tensión nerviosa pero no dejó de
reírse hasta que bajó del avión. Se estiró tanto que se mareó

y pensó que se iba a cortar en dos. Le dijo a Abdula. El tipo —


de la radio era Ti, aquel que se supone conozcamos. El te
mostrará donde te quedarás y, espero, te presente a Hernán.
Tú sabes lo que tienes que hacer.
Abdula sonrió.
Antes de que pasaran diez minutos, Abdula estaba desempa-
cando al lado del cuarto de Hernán. Camilo y Ti intercambiaron

344
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

números de teléfono con Abdula y se fueron, Camilo mane-


jando su propio automóvil.
— Ustedes han tenido algunas emociones dijo Camilo.—
— No tantas como las que estás por tener.
—No puedo esperar. Debo llamar a Cloé.
—Yo no haría eso todavía. Entiendo que el doctor la tiene
en oxígeno y va a inducir el parto pero están tratando de
demorarlo por ti.
Camilo aceleró. Ya iban rebotando de modo que tuvieron
que sujetarse bien poniendo una mano en el techo. ¿Qué —
fue eso? —dijo Camilo, mirando fijo el espejo retrovisor, y
luego, virando para no chocar la gigantesca pila de concreto
que había olvidado que había en el Camino Del Sauce.
— —
No veo nada dijo Ti mirando para atrás.
Camilo se encogió de hombros. —
Pensé que había visto
una moto.
Ti volvió a mirar. —
Si hay una moto ahí, está con la luz
apagada. Probablemente sea tu imaginación.
Camilo miró de nuevo. ¿Su mente le estaba haciendo
malas pasadas por qué no? Él tendría que dejar que Ti
y,
manejara si donde iban.
sabía
— ¿Quieres que llame a Abdula? dijo Ti— —
¿que nos ,

aseguremos que todavía vigila a Hernán?


— Quizá sea mejor.
Ti marcó. —¿Cómo andan las cosas por allá, amigo
mío?... ¿Todo bien?... Sí es un muchacho fascinante. No dejes
que te vaya a encapuchar... Es un dicho. Significa que te
ponen una capucha en la cabeza, muy rápidamente, te enga-
ñan, te estafan... Vamos muchacho, Abdula. Ahora debieras
dormir. Ya lo has demorado bastante.

Camilo y Ti entraron al patio trasero de la casa de refugio,


justo antes de las diez, y Camilo salió del vehículo antes que
se apagara el motor. Cloé, que acababa de tener su primera
contracción, se puso radiante cuando lo vio. El doctor Carlos

345
.

APOLION

lo saludó señalando el lavamanos. —Lo primero es lo prime-


ro, desconocido.
Camilo se lavó bien y se instaló al lado de Cloé, tomán-
dole la mano.—Gracias, Dios, en voz no hubiera dijo alta,

querido perderme por nada.esto


Zión —Yo también
dijo. quisiera orar.
—Esperaba que eso — comentó Camilo.
dijera
—Doctor, dispensa para no
usted tiene "Dios cerrar los ojos.
Todopoderoso, te bondad y protección. Gracias
agradecemos tu
por traernos a Camilo, justo a tiempo. Sabemos que no tenemos
derecho a reclamar tu voluntad soberana pero te rogamos un
parto seguro, un bebé perfecto y una madre sana. Necesitamos
este rayito de sol en el mundo tenebroso. Concédenos esto, Señor
nuestro, pero por sobre todo buscamos tu voluntad".
Raimundo levantó bruscamente la cabeza cuando escu-
chó en el patio el sonido de un motor que arrancaba. Escrutó
la sala. Miró a Ti y dijo: Patty. —
Camilo gritó: —
¡Agárrenla! ¡No nos puede delatar de esta
manera!
Cloé trató de sentarse. —
Relájate, Cloé dijo Carlos — —
Yo me arreglaré bien con Camilo y Zión, si ustedes dos tienen
que ir tras ella. Pero háganlo y quédense fuera de aquí.
Raimundo pasó veloz por el lado de Ti y bajó las gradas
saltándolas, y salió. Oyó el motor de una motocicleta, y
faltaba el Rover. Él y Ti saltaron al todoterreno de Ti pero las
llaves no estaban puestas. Raimundo corrió de vuelta a la casa.
— ¡Carlos, las llaves!
— Agh! —
¡ dijo Carlos —
Zión, en el bolsillo derecho de
.

los pantalones, y tendrás que volver a lavarte.


Zión le tiró las llaves a Raimundo y éste con Ti pronto
iban de vuelta a Palwaukee. —
Así que Hernán te siguió
después de todo.

Imposible dijo Ti — —
hablamos con Abdula cuando
,

veníamos en camino, y dijo que Hernán seguía allá. Aunque


Camilo pensó un par de veces haber visto algo.

346
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—Quizá Hernán hizo algo a Abdula para que


le dijera eso.
—Era muy convincente. Charla y trivial, detalles todo.
—Francamente ese no Abdula. Llámalo. es
Abdula respondió segundo campanillazo. — ¿Te
al des-
perté?... Escucha, sólo contesta o no. ¿Hernán está todavía

allá?... ¿está? ¿qué hace?... ¿Cavando? ¿Ponió al teléfono, por


favor?
Raimundo movió la cabeza. —Te digo que él no...

— ¿Hernán? Hola, ¿cómo te va, hombre? ¿Qué haces?...


¿Limpiando donde vivía Ken? Que amable de tu parte. Ab-
dula dijo que estabas excavando... ¿sólo barriendo, eh?... Sí,
puedo ver cómo se equivocó y pensó que cavabas, Bueno,
dile que lo veremos en unas pocas horas.

Camilo no podía imaginarse en qué andaba Patty. Hacía


mucho tiempo que había cesado sus esfuerzos por entenderla.
¿Dónde iba a ir en medio de la noche además de estar loca?
Quizá eso era. Le dio fiebre de estar encerrada y tenía que
escaparse. Sería muy propio de ella perderse y terminar
llevando a alguien a la casa de refugio.
Cloé le apretó la mano y gruñó. Camilo miró al médico,
que había puesto un monitor fetal al cráneo del bebé a través
del útero. Dijo que era tan preciso como podía desearse y que
eso le daba ánimo. —
Vamos a tener un bebé esta noche y todo
va a salir bien.
Camilo suspiró pesadamente, demasiado excitado para
darse cuenta de su fatiga. También tenía una migaja de
realismo sabiendo que, en aras del paciente, era muy propio
de Carlos parecer más optimista de que realmente estaba.
lo
Camilo se alegró de estar ahí, pasara lo que pasara. El no
hubiera querido que Cloé hubiera tenido que pasar por esto
sola, independientemente del resultado.

347
.

APOLION

—Así que Hernán es en realidad un buscador de oro — dijo


Raimundo.
Ti —Y
asintió. te apuesto dinero contra pan de dulce que
también sabremos que Bo fue dado de alta del Hospital
Young. ¿Averiguo?
—Seguro.
—Hmm — unos pocos minutos después, tapando
dijo Ti
el teléfono con su mano —
Dicen que todavía lo tienen
.

inscrito.
—Pide que te dejen hablar con él. No, espera, pregunta
por Lea, y déjame hablar con ella.
Ti lo hizo así y le pasó el teléfono. —
Lea, soy Raimundo
amigo del doctor Floid.
Steele, el
—¿Ahora qué —
dijo ella pero no de modo desagradable.
—Sólo queremos saber si un paciente que no está anotado
como dado de alta se puede ir de todos modos. Se llama Bo
algo más. Un momento, obtendré...
— Beauregard Hanson — —
dijo ella No recibimos mu- .

chos Bo, usted ya sigue


sabe. Sí, él aquí.
—¿Está segura?
—¿Quiere que vaya a comprobar?
-¿Iría?
—He hecho más que eso por ustedes.
—Por eso amamos. la

—Espere.
El doctor Floid parecía aliviado y eso hacia sentir mejor a
Camilo. —Estamos haciendo lo correcto — dijo el médico —
Esto no podría haber esperado pero el pulso está uniforme y
lo ha estado por un rato. Vamos a estar bien. ¿Mamá, estás
bien?
Cloé asintió con el movimiento transpirado de la extre-

madamente embarazada.

348
,

Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

—¿Él fue?se
—Se fue —dijo Lea —
De todos modos, no me gustaba.
.

Ni muchacho que estaba en la misma habitación.


él ni el

Desapareció hoy más temprano, sin una palabra, pues yo lo


hubiera sabido.
—Le debemos un favor Lea — Raimundo. dijo
—¿Uno?
—Tocado. Un compensaremos todo
día le esto.
— — Sí — Supongo que dentro de cinco años o
dijo ella .

algo así.

—Desearía que papá aquí —


estuviera
Cloé. dijo
—Quizá regrese tiempo — Camilo—
a qué dijo ,
¿doctor,
supones en cuanto tiempo? al

—No quiero A veces hasta un goteo moderado


apurarla.
puede causar una acción rápida. Todo depende de la madre y
el bebé. Pero aún vamos bien, y eso es lo que importa.

— Amén: dijo Zión. Y Camilo pensó que el rabino lucía


tan entusiasmado como él mismo se sentía.

—¿Crees esto? — dijo Raimundo moviendo la cabeza. —


Como los idiotas que son, ellos ni siquiera saben que son
seguidos.
El Rover estaba detenido frente a choza Quonset que la

había albergado a Ken, y ahora a Hernán y al huésped


transitorio que era Abdula. Ti estacionó el todoterreno unos
quince metros más atrás y apagó el motor y las luces. Se
sentaron a vigilar.
—Abdula puede cuidarse a mismo — Raimundo— sí dijo
pero está en desventaja numérica.
Ti — Veamos en qué
dijo. están.
Cuando llegaron choza Quonset, oyeron conversacio-
a la
nes. —Deja Rover en neutro —susurró Raimundo— para
al ,

que no sepan que estamos aquí.

349
— .

APOLION

Se agacharon cerca de la ventana con cortinas y escucha-


ron.
—Déjenme que entienda bien esto —decía Abdula—
¿Ustedes me darán un lingote de oro por llevarlos a Nueva
Babilonia?
—Eso correcto —
es dijo Patty.
—¿Y oro pertenece?
este les
—Pertenece a mi novio.
—¿Este joven su novio? es
— yo soy! — Hernán— Yo doy oro
¡Sí, dijo . te este ahora,
tómalo.
—¿Se dan cuenta que oro vale diez veces dinero
este el
efectivo que yo cobraría por mismo vuelo? — el Abdula. dijo
—Pero nosotros queremos ahora — Patty— y ir dijo sé
que vale algo.
— quiere volar ahora,
Si equivocado. Yo
eligió al piloto
no puedo volar por veinticuatro horas.
—Carpatia rescindió leyes aéreas las — internacionales
dijoPatty — Yo . Yo trabajaba para
lo sé. él.

—Doña, usted hizo más que eso para ¿No estuvo él.

también comprometida con ¿Cuántos novios


él? usted? tiene
—Uno menos no nos vamos —
si dijo ella.
Raimundo hizo señas a Ti para que lo siguiera a unos
treinta metros de distancia. Llamó a Abdula.
—Hola, ¿sí?
—Abdula, soy Raimundo Steele pero no digas nada. Sólo
repite después de mí, ¿correcto?
— Muy bien.
—¿Milicia de Comunidadla Global?... ¿Un Range Rover
venga e interrogúeme pero
robado?... ¿Oro?... ¿Cárcel?... Sí,
todo el oro está aquí y también el automóvil... Sí, yo estaré
aquí cuando usted llegue... No, no quiero ir a la cárcel.
Abdula espetó. —
¡Raimundo, funciona!

¿Raimundo? —
oyó que gritaba Patty Hernán, espe- — .

ra.

350
Tim LaHaye & Jerry B. Jenkins

Pero Hernán y Bo ya estaban los dos montados en la


motocicleta, dejando una nube de polvo al acelerar alejándose
del aeropuerto.
Raimundo y Ti encontraron a Abdula que parecía fatigado
pero orgulloso de sí, sentado al frente de Patty, que estaba
sentada en el suelo con la espalda contra una cama portátil del
ejército. —Vamos Patty, — dijo Raimundo —
Quizá logre
.

llevarte de vuelta a tiempo para que veas al nuevo bebé.

Cuatro horas después, enla hora más oscura de la madrugada,

Cloé Steele Williams dio a luz a un sano hijo. Llorando ella


lo tomó en brazos y anunció su nombre.
Kenneth Bruno.
Hasta Patty lloró.

351
EPILOGO

El primer ¡ayl ha pasado: he aquí, aún vienen dos ayes


después de estas cosas.
El sexto ángel tocó ¡la trompeta] y oí una voz que salía
de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante
de Dios, y decía al sexto ángel que tenía la trompeta.
Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al
gran río Eufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles
que habían sido preparados para la hora, el día, el mes
y el año, para matar a la tercera parte de la humanidad.

Apocalipsis 9:12-15

353
Raimundo Steele y Camilo Williams,
miembros fundadores del Comando
han pasado de ser empleados de Nicolás
Carpatia a fugitivos internacionales.
F" >

ahora, debe huir antes que empiece


la eran conferencia. Los dos testigos

~ra" v el mismo Carnatia st


«'
H

de nu
el juicio de la cuarta trompeta golpea el
libren i

sistema solar, incapacitando la vida en


ercan á los
millones de ejempl;
:iosvan a ser peores Vive en Washington D.C.
asado antes, tanto
que un ángel n ando desde el cielo
para advertir ¿ cuyos escritos han
siguientes. Kl cata 1

listade los éxitos de


escorpiones y dirigidas por Apolión. el
"New York
librería del
Times", vive al oeste, de
demonio que es príncipe del abismo — es
Zion. Illinois.
tan horrorosa que los hombres tratan de
matarse pen
pero no les es permitido morir.
capítulo de la serie Dejados
Kl quinto caj
Atrás, fascinará
f'ascini y cautivará a los lectores
fanáticos \ nuevos por igual. Ks el retn
más chocante y explícito del drama
continuo de los Dejados tiras.

!Mi EDITORIAL
^UNILIT

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