Sei sulla pagina 1di 4

¿LA CARNE O LOS DEMONIOS?

Segunda Parte
[Tomado del Libro Echarán Fuera Demonios de Derek Prince]

Desde el principio, a partir del momento en que el hombre volvió la espalda a Dios en
rebelión, él ha estado sujeto a dos principales males espirituales: el pecado y los demonios.

El efecto del pecado es universal y total: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios" (Romanos 3:23). El pecado ha corrompido a la raza humana como un todo
y a cada área de la personalidad de forma individual.

La personalidad así corrompida por el pecado se llama en el Nuevo Testamento "nuestro


viejo bombre" (Romanos 6:6) o "la carne" (Gálatas 5:24). El viejo hombre describe la
naturaleza rebelde que cada uno de nosotros ha heredado de nuestro primer padre, Adán.
Adán no tuvo ningún hijo hasta que se encontró en un estado de rebelión contra Dios. Por
tanto, en cada descendiente de Adán existe la naturaleza de un rebelde.

El término la carne no se refiere, en este contexto, a nuestros cuerpos fisicos, sino a la


naturaleza corrupta que hace parte de la herencia que cada uno de nosotros ha recibido al
nacer. Se usan dos adjecivos distintos en las traducciones para describir esta naturaleza
corrupta: licencioso o carnal. No pasan de ser dos maneras distintas de traducir la misma
palabra griega.

Sin embargo, la Nueva Versión Internacional se ha alejado del lenguaje original y reemplaza
ambas expresiones por nuestro viejo ser y la naturaleza pecaminosa. Podría decirse que
respecto a esto la Nueva Versión Internacional es más bien una explicación que una
traducción.

Con el debido respeto a las diferencias de las traducciones, las verdades develadas en este
libro se aplican igualmente al viejo hombre, la carne y la naturaleza pecaminosa.

Aunque sea universal el problema del pecado, la cuestión de los demonios no lo es. Muchos
miembros de nuestra raza humana caída se han colocado bajo el poder de los demonios,
pero no todos. No obstante, hay una estrecha conexión entre el pecado y los demonios. Si
la humanidad no hubiese pecado jamás, nunca hubiéramos sido vulnerables a los
demonios.

Un bioquímico una vez me explicó: "Un cuerpo humano es atacado regularmente por
células cancerígenas. Cuando ese cuerpo está sano, su sistema inmunológico identifica y
ataca a las células cancerígenas, y éstas son incapaces de hacer daño al cuerpo. Pero
cuando el cuerpo ha sido debilitado por una enfermedad o por algún tipo de choque
emocional, el sistema inmunológico es incapaz de hacer su trabajo eficazmente, y se puede
desarrollar algún tipo de cáncer en el cuerpo". Inmediatamente me dije a mí mismo: ¡Así es
como funciona con los demonios!
Los demonios buscan continuamente invadir a una persona, pero cuando la persona está
sana espiritualmente, el "sistema inmunológico" espiritual dentro de la persona identifica y
ataca a los demonios, y éstos no son capaces de entrar y asumir el control. Cualquier tipo
de insalubridad o debilidad emocional, por otro lado, hace que una persona sea vulnerable
al ataque demoníaco.

El remedio para cada uno

En el reino espiritual, así como en el fisico, el correcto diagnóstico es esencial. Así que es
importante saber, a la hora de confrontar nuestros propios problemas o aquellos de las
demás personas, con qué estamos tratando. Se trata de la carne? ¿O se trata de
demonios? La cuestión es de vital importancia porque los remedios son bastante diferentes.

El remedio para la carne es la crucifixión. Por la muerte expiatoria de Jesús en la cruz, Él


canceló la acusación que el pecado tiene sobre nuestra naturaleza carnal. Pablo lo afirma
como un hecho histórico: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con (Jesús)"
(Romanos 6:6).

Pero cada uno de nosotros debe hacer una aplicación personal de la cruz a su naturaleza
carnal. Pablo dice, por tanto, en Gálatas 5:24: "Pero los que son de Cristo han crucificado la
carne con sus pasiones y deseos". Una vez que hayamos hecho esta aplicación personal de
la cruz, podemos hacer eco de las palabras de Pablo en Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mi". La crucifixión es entonces el
remedio para nuestra naturaleza carnal. Es un remedio que cada uno de nosotros necesita
aplicar personalmente.

El remedio para los demonios, por otro lado como ha sido demostrado con frecuencia en el
ministerio de Jesús-es expulsarlos.

Estos dos remedios no son intercambiables. No es posible echar fuera la carne, ni tampoco
es posible crucificar a un demonio.

En el pasado estaba intentando aplicar la crucifixión-el remedio para la carne-mientras


estaba en realidad tratando con un demonio, y el remedio era expulsarlo. Tan pronto como
comprendí mi problema y apliqué el remedio correcto, fui liberado.

También me he enfrentado al problema a la inversa cuando una persona intenta aplicar a la


carne el remedio apropiado sólo para los demonios.

Una vez vino a mí un hombre y dijo: "Hermano Prince, quiero que usted eche un demonio
fuera de mí".

":Cómo le afecta el demonio?", pregunté.

"No hay manera de que me lleve bien con mi mujer", contestó. "No existe armonía entre
nosotros".
Escuché cuidadosamente mientras él describía cómo la falta de armonía entre ellos
afectaba a la vida de los dos. Finalmente dije: "No creo que usted tenga un demonio que
deba ser expulsado. Lo que ññ necesita es aplicarla cruz a su naturaleza carnal".

Era obvio que él no estaba satisfecho. Él había visto la liberación de un demonio como una
"reparación rápida" que sustituiría la tarea dolorosa de crucificar su propia carne.

La crucifixión es la marca distintiva de aquellos que verdaderamente pertenecen a Cristo.


Dios no está interesado en nuestra membresía de iglesia o rótulos denominacionales. Él
busca ver si nuestra vieja y carnal
manera de vivir han llegado a su fin al pie de la cruz. La crucifixión siempre es dolorosa,
pero es la puerta a la nueva vida.

El viejo y el nuevo hombre

Incluso después de la aplicación de la cruz a nuestras vidas (que trans forma la vida),
todavía tenemos que mantener la disciplina personal para mantener al "viejo hombre" en
sujeción. En Colosenses 3:3, Pablo les dice a los creyentes: "Porque habéis muerto, y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". Pero en el versículo 5 él dice: "Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricias, que es idolatria". Cada uno de nosotros tiene la continua
responsabilidad de mantener muerto al "viejo hombre".

Pero incluso la muerte del "viejo hombre" no es la etapa final en el proceso. Después que
eso ocurre, debemos "(vestirnos) del nuevo hombre, creado según Dios, en la justicia y en
la santidad de la verdad" (Efesios 4:24). El sacrificio de Jesús en la cruz hizo posible un
intercambio. Nuestro "viejo hombre” fue crucificado en Él de manera que el "nuevo hombre"
pudiera venir a la vida en nosotros.

Así como un cuerpo humano completamente sano es inmune a las células cancerígenas,
también el "nuevo hombre en Cristo es inmune a la actividad demoníaca. La mayor parte de
los cristianos, con todo, no ha llegado a esa etapa de completa salud espiritual. En mi
limitada experiencia personal, tengo que decir que he encontrado comparativamente pocos
cristianos que no parecían vulnerables a la actividad demoníaca.

Una vez más, podemos tomar prestado un ejemplo del diagnóstico y tratamiento del cáncer.
Como la mayoría de las personas no están en el estado de salud física en el cual son
inmunes a las células cancerígenas, es necesario que los científicos hagan investigaciones
y que los médicos adquieran toda la información disponible. Esto les capacita para
diagnosticar la presencia del cáncer y prescribir el tratamiento adecuado.

De la misma manera, hay una urgente necesidad de que los cristianos aprendan todo lo que
puedan acerca de la naturaleza de la actividad de los demonios. Este conocimiento es
importante para todos los creyentes, ya que ninguno de nosotros puede alegar inmunidad
contra los ataques de los demonios. Es especialmente importante, sin embargo, para los
pastores, evangelistas y otros cristianos a los cuales las personas vienen en busca de
ayuda. Sin este conocimiento, como he dicho en el capítulo 5, con frecuencia seremos
incapaces de hacer el diagnóstico correcto o de aplicar el remedio apropiado, y por tanto en
realidad no ayudaremos a las personas.

Sin la sonda del discernimiento, no podemos usar con eficacia las pinzas de la liberación.
(Como he dicho antes, ofreceré instrucciones prácticas en la parte 4 para diagnosticar y
tratar con la actividad demoníaca).

Ahora, a la tercera de nuestras siete preguntas.


CONTINÚA TEMA EN LA TERCERA PARTE

Potrebbero piacerti anche