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Sheila Asteggiante
Teniendo en cuenta un abordaje histórico, como afirma Pierre Vilar, es necesario revisar
la noción de causa y sustituirla por la de “componentes de una situación”. Es así que
desde el punto de vista literario y filosófico el inicio del S XIX se asocia al
romanticismo como tendencia imperante. Con el término “Romanticismo” se hace
referencia al movimiento filosófico, literario y artístico que se inició en Alemania en los
últimos años de siglo XVIII, alcanzó su máximo florecimiento en toda Europa durante
los primeros decenios del siglo XIX y constituyó la nota característica de este siglo.
Como es sabido los antecedentes de esta corriente se pueden rastrear en autores como
Goethe y Schiller, ambos recurrentemente citados en la obra freudiana, en tanto
contribuyen a crear el movimiento cultural alemán representado por el “Sturm und
Drang” -'tormenta e ímpetu'-. Estos aspectos conviven con la visión del empirismo
filosófico base del positivismo iniciado por A. Comte, para quien la ciencia es la única
fuente segura de conocimiento. Este panorama cultural caracteriza la situación hasta la
década de 1880-85, dado que aquí se va a producir un cambio, generándose una
reacción hacia el positivismo y el naturalismo, propiciando una vuelta al romanticismo
o más bien neo-romanticismo. Tendencia cultural que está impregnada por el
sentimiento de decadencia, que se hace sentir también en el ámbito político con el
declinar de la aristocracia, en particular en Austria que se aplicó a la monarquía y al
Imperio. Este sentimiento de decadencia encuentra sustento teórico para algunos críticos
en la filosofía pesimista de Schopenhauer (1788-1860), maestro de E. Von Hartmann
(1843-1906). Este, a su vez, propicio una aproximación de Freud al plano filosófico
cuya obra conocía muy bien y en la que Von Hartmann “presenta el principio de su
filosofía como síntesis del espíritu absoluto de Hegel, de la voluntad de Schopenhauer y
del inconsciente de Schelling. Este principio es, pues, un absoluto espiritual,
inconsciente, que se revela en el hombre y en los seres finitos como voluntad. Hartmann
cree poder llegar a él por la vía inductiva, esto es, partiendo del examen de
determinados hechos naturales y mostrando que no pueden explicarse más que
recurriendo a una actividad espiritual inconsciente. (Assoun, P. L. 1982. p.32) El
principio de Hartmann es el de su maestro Schopenhauer, pero mientras él parte de los
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hechos suministrados por las ciencias para discernir en ellos los materiales metafísicos,
Hartmann realiza un tratamiento metafísico de los hechos.”
Asimismo, cabe explicitar que: “Al final de su obra, en el Esquema del Psicoanálisis, al
recusar una vez más la paridad de consciente y psíquico, Freud señala: “pero no ha de
creerse que esta concepción diferente de lo psíquico sea una innovación que haya que
agradecer al psicoanálisis. Un filósofo alemán, Theodor Lipps, proclamó vigorosamente
que lo psíquico era en sí inconsciente. [...] Ese Lipps, en quién, cuarenta años antes,
Freud había encontrado expuestos muy claramente sus propios principios, con una
concordancia que llega hasta los detalles (Carta a Fliess del 31 de agosto de 1898); es a
sus ojos uno de los “pájaros raros”: un filósofo no conciencialista [...] Freud reconoce
que: el concepto de inconsciente hacía ya mucho tiempo que golpeaba a las puertas de
la psicología con miras a hacerse recibir.” (Assoun, P. L. 1982, p .144). Por lo tanto, el
término inconsciente no es una originalidad freudiana, tenía ya una amplia difusión en
el plano filosófico y literario. En 1900 Freud cita a T. Lipps (1851-1914) en “La
interpretación de los sueños” para hacer referencia a que el inconsciente es “el problema
de la Psicología”, busca poner en evidencia el contraste con el conciencialismo de la
psicología dominante que equipara lo psíquico y lo inconsciente, con lo cual, reduce al
absurdo la idea misma de “procesos inconscientes”. Y agrega: “yo hablo a propósito de
“nuestro inconsciente”, porque lo que nosotros llamamos así no coincide con el
inconsciente de los filósofos, ni con el inconsciente de Lipps.” 1Por su parte, para Lipps,
el objeto de estudio de la psicología lo constituía la experiencia interna, lo cual hace de
ella, una más de las ciencias del espíritu. Aportes similares encontramos en la esfera
literaria siguiendo las afirmaciones de Carl Gustav Carus (1789-1869) médico, pintor,
naturalista exacto, autor de un excelente libro sobre Goethe, ha merecido su fama
duradera sobre todo por haber dado la última y perfecta expresión al mito romántico del
Inconsciente. Así afirma en su libro Psiché: “la clave para el conocimiento del alma
conciente yace en el dominio del inconsciente. Eso explica la dificultad de llegar a tener
una compresión cabal del secreto del alma. Si fuese completamente imposible encontrar
el Inconsciente en el Conciente, el hombre nunca habría de alcanzar un conocimiento de
sí mismo [...] Pero si esta imposibilidad es sólo aparente, la principal tarea de la ciencia
del alma es buscar la manera de que el espíritu del hombre pueda descender a sus
profundidades. El Inconsciente absoluto es de una importancia tan capital en toda
nuestra existencia: gobierna nuestra vida instintiva, todo aquello que en nosotros no
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Assoun, P. L., Freud. La filosofía y los filósofos, España: Paidós. 1982, p. 32.
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2
Anzieu, D., El autoanálisis de Freud, Ed. Siglo XXI, México, 1980, 2° edición, p. 133.
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Ibíd. p. 40.
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Ibíd., p. 33.
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11
Freud, S., Obras completas, (1915), Lo inconsciente, T XIV, p. 178.
12
Assoun, P. L., Introducción a la epistemología de Freud, Op. cit, p. 97.
13
Ibíd., p. 98.
14
Freud, S., Obras completas, (1915), Lo inconsciente, T XIV, Óp. cit, p. 170.
15
Freud, S., Obras completas, (1912), Notas sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis, T XII,
p. 277.
16
Assoun, P. L., Introducción a la metapsicología freudiana, Ed. Paidós, Bs. Aires, 1994, p. 9.
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Así como hay un arte pictórico, hay un arte metapsicológico: este “cuadro” de tres
dimensiones (tópica-económica-dinámica) evoluciona constantemente, “por toques”, en
el incansable intento de determinar su “objeto”.”17 “La metapsicología es el dispositivo
inédito “improvisado” por Freud para dar forma de racionalidad ad hoc * a este
imperativo de no olvidar al inconsciente. Según este imperativo hay que estar, señala,
dispuesto a todo: o sea, ¡a quemar los muebles o conmover al Aqueronte!, prueba de que
la metapsicología es una racionalidad que implica una trasgresión secreta respecto a las
formas ya conocidas de racionalidad. Pero también es, y fundamentalmente, negativa a
abandonar el inconsciente a la irracionalidad: se trata de acogerlo construyéndolo como
trans-objetividad (metapsicológica), bien designada por el término pulsión.”18 De ahí
que como afirma Klimovsky, Freud reconocería su monismo ontológico pero adheriría a
un “dualismo metodológico” en cuestiones de investigación.
“El inconsciente es ese “sistema” dotado de propiedades económicas cuyas grandes
entidades conceptuales son modificadas por el pensamiento-refractado por el saber
psicoanalítico- de forma directa e irreversible. [...] Ello no es de entrada posible, sino a
partir de lo que, justamente de entrada no está pensado sino oído: o sea, el mensaje de la
clínica, ese real que requiere un pensamiento. En efecto, la metapsicología es
fundamentalmente “posescritura” de algo que se ha notificado en la escucha clínica
(neurótica).”19 Sólo el curso del análisis puede decidir sobre la utilidad o inutilidad de
una construcción. De ahí que ha sido frecuente observar en Freud la autocorrección y la
innovación teórica y técnica.
17
Ibid. p. 11.
18
Ibid. p. 33.
19
Ibid. p. 13.
*Ad hoc es una locución latina que significa literalmente «para esto». Generalmente se refiere a una
solución elaborada específicamente para un problema o fin preciso y, por tanto, no es generalizable ni
utilizable para otros propósitos. Se usa pues para referirse a algo que es adecuado sólo para un
determinado fin. En sentido amplio, ad hoc puede traducirse como «específico» o «específicamente».
Una hipótesis ad hoc es una hipótesis concreta creada para explicar un hecho que contradice una teoría.
Algunas hipótesis no son suficientes por sí solas y requieren que se las ponga en conjunción con otras,
que tienen un carácter instrumental o auxiliar a las que se denominan hipótesis auxiliares. Si estas no
cumplen con determinados requisitos, entonces se recurre a una hipótesis ad hoc para el caso especifico.
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Popper. (Viena/1902-1994)
Esto implica para el Psicoanálisis claramente dos críticas, por un lado, falta de
instancias falseadoras y por otro lado, falta de posibilidad lógica de tales refutaciones.
La primera guarda cierta vigencia, en tanto, cuestiona cual es el ámbito de verificación
de las interpretaciones y las teorías psicoanalíticas: ¿la sesión analítica, las conductas
extra clínicas o ambas?
Críticas posteriores tales como las de Eysenck, Habermas, Grunbaum han sido
provocadoras de la búsqueda de mayores niveles de consistencia en los aspectos más
oscuros de la teoría; esto es, mayores exigencias respecto al método de contrastación de
sus hipótesis, así como restricciones lógico-metodológicas para la aceptación de
interpretaciones. A su vez, las criticas y las respuestas a las mismas van surgiendo en
función de los avatares de la historia y del despliegue del mismo movimiento
psicoanalítico, así como del desarrollo de las ciencias.
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Bibliografía
Beguin, A. (1978) El alma romántica y el Sueño (1° edición español 1954) España:
Fondo de Cultura Económica.
Gay, P. (1996). Freud. Una vida de nuestro tiempo. (2° edición) España: Paidós.
Klimovsky, G. (1994) Las desventuras del conocimiento científico. Bs. Aires : A-Z
editora.
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