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Santiago, treinta y uno de enero de dos mil doce.


Vistos:
En estos autos Rol 20.749-2010, seguidos ante el Juzgado Civil de
Villarrica, sobre juicio ordinario reivindicatorio, caratulados “Pérez de Arce
Montero, Elsa con Valencia Andrade, Héctor” el señor juez titular, por
sentencia de fecha veintiséis de noviembre de dos mil diez, escrita a fojas
73, complementada el trece de diciembre del mismo año a fojas 86, acogió
parcialmente la demanda principal, ordenando al demandado restituir el
retazo de terreno que singulariza, declarando que éste debe ser considerado
como poseedor de mala fe para los efectos restitutorios. Asimismo,
desestimó la demanda reconvencional.
El demandado principal en contra del fallo de primer grado, interpuso
recursos de casación en la forma y apelación y, una Sala de la Corte de
Apelaciones de Temuco, por decisión de veintiuno de abril de dos mil once,
rolante a fojas 108, después de desestimar la nulidad formal, lo confirmó.
En contra de dicha determinación la parte ya individualizada dedujo
recursos de casación en la forma y en el fondo.
Se ordenó traer los autos en relación.
CONSIDERANDO:
En cuanto al recurso de casación en la forma:
PRIMERO: Que la recurrente sostiene que la sentencia que impugna
al proceder en la forma indicada en la parte expositiva, ha incurrido en la
causal novena del artículo 768 del Código de Procedimiento Civil, en
relación con lo dispuesto en el N° 3 del artículo 795 y el inciso 3° del
artículo 339 del mismo cuerpo legal, vicio que se produce al haberse
omitido la recepción de la causa a prueba, no obstante ser procedente
conforme a la ley.
Explica que conforme al artículo 320 del Código de Procedimiento
Civil, una vez concluida la fase de discusión del juicio, el juez debe estudiar
y analizar los antecedentes para determinar si hay o no controversia sobre el
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hecho sustancial y pertinente, debiendo, en su caso, recibir la causa a


prueba y fijar los puntos sobre los cuales ella recaerá.
Seguidamente indica, que en el caso particular, y conforme al mérito
de los escritos fundamentales del juicio, ha existido controversia sobre la
efectividad que el demandante principal y demandado reconvencional, sea
dueño del predio de que se trata. Sin embargo, el juez de primera instancia
no fijó un punto de prueba destinado a acreditar tal hecho. Por esta
circunstancia y conforme a lo previsto en el artículo 319 del Código de
Procedimiento Civil, su parte impugnó la resolución que recibió la causa a
prueba, con el objeto de introducir tal controversia.
Luego, la Corte conociendo de su apelación subsidiaria, agregó a la
interlocutoria de prueba un cuarto punto, cuyo tenor es "Efectividad que el
demandante principal y demandado convencional es dueño del predio
subjudice".
En este contexto –afirma- procedía que se abriera un término especial
de prueba, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 339 inciso 3º del Código
de Procedimiento Civil, norma que con carácter de imperativo impone al
tribunal conceder un término especial por el número de días que
prudencialmente fije, y que no podrá exceder de ocho. Empero, el juez a
quo no se condujo conforme a la disposición anotada, en atención a que ya
había citado a las partes a oír sentencia.
Ahora bien, el artículo 433 del Código de Enjuiciamiento Civil, no
obstante disponer que citadas a las partes a oír sentencia, no se admitirán
escritos ni pruebas de ningún género, sin perjuicio de lo dispuesto en las
situaciones excepcionales en la misma norma alude. Es lo cierto que la
apertura de aquel término especial de prueba previsto en el artículo 339 no
encuadra dentro de las excepciones descritas en la primera norma aludida,
razón por la cual resultaba inconducente que su parte solicitara tal trámite.
Añade que la omisión denunciada vulnera la garantía del debido
proceso que consagra el artículo 19 N° 3 inciso 5º de la Constitución
Política de la República, que involucra un racional y justo procedimiento,
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en que no puede faltar, entre otros elementos esenciales, la adecuada


defensa y la producción de una prueba necesaria, libre y eficaz;
SEGUNDO: Que el recurso de nulidad formal deberá ser rechazado,
puesto que no fue preparado en los términos que exige el artículo 769 del
Código de Procedimiento Civil.
En efecto, la exigencia impuesta por el artículo precitado no ha sido
satisfecha, en la medida que la falta observada no fue reclamada por la
supuesta agraviada mediante el ejercicio oportuno y en todos sus grados por
medio de los recursos establecidos por la ley, puesto que tal como lo
resaltan los jueces de la instancia al momento de desestimar la nulidad de
idéntica naturaleza, quien ahora recurre no requirió del a quo la apertura del
término probatorio especial que ahora echa de menos, lo que conlleva
necesariamente que el presente arbitrio deba ser desechado;
TERCERO: Que si bien estas consideraciones serían por sí aptas para
denegar el remedio anulatorio impetrado, ha parecido conveniente a este
Tribunal de Casación puntualizar, adicionalmente, que la causal específica
hecha valer por la recurrente resulta manifiestamente inadecuada, puesto
que la eventual perjudicada por la falta que se reclama, no es la recurrente,
en la medida que la resolución del tribunal de alzada incorporó como hecho
a probar la “Efectividad que el demandante principal y demandado
reconvencional es dueño del predio sub judice".
En efecto, en lo que dice relación con la titularidad de estos recursos,
vale decir, con los requisitos que deben concurrir para que una persona
pueda interponerlos en contra de una resolución susceptible de ser atacada
mediante ellos, no basta con ser parte en el proceso en que ésta se dictó,
sino que además es indispensable que la referida parte haya sufrido un
agravio con la dictación de dicha resolución, la que tiene que haberle sido
desfavorable a lo menos parcialmente.
Así lo ha dicho también la doctrina: “La legitimación (legitimatio ad
causam) activa y pasiva es, para el recurso de casación, como en general
para todos los medios de impugnación, un requisito difícilmente separable
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del requisito del interés; en efecto, para establecer qué personas están
legitimadas en casación, no se puede detener a investigar la simple calidad
de “parte”, sino que es necesario también, para establecer a qué parte
respectivamente pertenece la legitimación activa o pasiva, referirse al
requisito de haber sido vencida, lo cual, como puede ser considerado desde
el punto de vista del interés, también puede considerarse desde el punto de
vista de la legitimación, como cualidad integrante de este concepto.
Teniendo presente esta inseparabilidad de los dos conceptos, podemos decir
que en el recurso de casación la legitimación en general compete a las
personas que han sido partes en el juicio del mérito; y en particular la
legitimación activa compete a la parte vencida, y la pasiva a la parte
vencedora”. (Piero Calamandrei, Casación Civil, colección Brevarios de
Derecho, EJEA, páginas 69 y 70).
A la luz de lo expuesto, y particularmente al tenor de la acción ejercida
y la carga probatoria que pesaba sobre la demandante, ésta debía soportar
sobre sí la prueba de la concurrencia de los presupuestos que contempla el
artículo 889 del Código Civil, tal como se refleja en la redacción del hecho
incluido por la Corte de Apelaciones, de manera que al haber omitido el
sentenciador la apertura de un término especial de prueba, el perjuicio
según se dijo, recae sobre quién debe probar, sin que ésta reclamara por la
omisión anotada, más cuando el tribunal de primer grado fijó como hecho
sustancial, pertinente y controvertido el que sigue “Efectividad que el actor
es poseedor inscrito del predio que reivindica por este juicio contra el
demandado”.
A mayor abundamiento, el recurrente nada dice sobre el perjuicio
específico que el vicio que denuncia le provocó, esto es, qué pruebas -al
tenor del nuevo hecho incorporado- dejó de aportar y cómo ellas le
permitirían acreditar o mas bien, desvirtuar, los presupuesto de las
pretensiones de la demandante;
CUARTO: Que en razón de lo que se ha expresado, el recurso de
casación en la forma intentado debe ser desestimado en todos sus extremos;
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En cuanto al recurso de casación en el fondo:


QUINTO: Que la nulidad sustancial que se postula por la recurrente se
endereza en la vulneración que, a su entender, se ha producido, en la
sentencia impugnada de lo dispuesto en los siguientes artículos:
a) Infracción a lo dispuesto en los artículos 19, 20, 724, 696, 728, 729,
730, 924, 925, 2005 y 2010 del Código Civil.
Explica que conforme a las normas citadas, es solo poseedor de un
inmueble aquél que detenta título inscrito a su favor por más de un año
completo. Así, el artículo 924 citado, confiere una presunción de derecho
sobre el poseedor al disponer que no se admitirá en su contra ninguna
prueba en que se pretenda impugnar su título de dominio.
Por su parte, debe entenderse que el artículo 925 del Código Civil en
relación con el artículo 20 del mismo código, se encuentra referido a los
inmuebles no inscritos o, justamente, a aquellos cuyo título no ha durado el
año completo que requiere el artículo 924.
Afirma que las reglas antes referidas han sido vulneradas en este caso
en particular, toda vez que careciendo la demandante de un título que haya
durado el año completo exigido por la ley, igualmente el sentenciador
concluye que ésta logró acreditar que el retazo de terreno que reivindica le
pertenece, por encontrarse la posesión inscrita a su nombre;
b) Infracción a los artículos 19, 20, 700, 925 y 1698 del Código Civil
en relación con lo dispuesto en los artículos 384 y 402 del Código de
Procedimiento Civil.
Sostiene el arbitrio que tanto la posesión inscrita como la no inscrita,
requieren del elemento externo o material del apoderamiento o tenencia de
la cosa, unido al ánimo del señor y dueño que consagra el artículo 700 del
Código Civil.
Por su parte, el artículo 924 ya comentado, presume de derecho el
corpus y el ánimus en el poseedor inscrito por el hecho de la inscripción,
siempre que ésta haya durado por lo menos un año completo.
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En el caso de autos, habiéndose discutido la calidad de poseedora


inscrita que invocó la demandante, y en conformidad a lo previsto en las
normas antes citadas, recaía en ésta la obligación de acreditar su calidad de
poseedora, según las reglas previstas en el artículo 925 del Código Civil y
demás medios probatorios consagrados en la ley, especialmente, testigos,
documentos y presunciones, pues su inscripción de dominio no alcanzó a
completar el término de un año completo.
De esta manera, aplicando las reglas probatorios estatuidas en el
artículo 925 del Código Civil, en relación con los artículos 384 y 402 y
demás pertinentes del Código de Procedimiento Civil, del mérito de la
prueba rendida en autos y en atención a los hechos confesados
espontáneamente en la demanda principal, forzoso es concluir que la actora
no es poseedora regular del inmueble reivindicado, pues nunca lo ha tenido,
por un momento siquiera.
De esta forma, la sentencia recurrida infringe la regla probatoria
prevista en el artículo 402 inciso 1° de Código de Procedimiento Civil, al
no valorar como prueba completa, la confesión espontánea de la actora, que
en su libelo reconoce que no ha tenido aquel elemento externo o material
del apoderamiento o tendencia de la cosa, unido al ánimo de señor y dueño
que requiere el artículo 700 del Código Civil.
Por otra parte, la prueba testimonial de la demandante como la
participación demandada (sic), es conteste en cuanto afirman que el
demandado tiene, con ánimo de señor y dueño el inmueble reivindicado por
más de diez años a la fecha de la demanda y ha realizado diversos hechos
positivos que le sirven de prueba de su posesión.
En consecuencia, los sentenciadores han infringido las normas citadas
y las leyes reguladoras de la prueba al concluir que la demandante logró
acreditar su posesión inscrita. Por el contrario, claro está que ésta tiene una
inscripción de papel que carece de toda valoración como requisito, garantía
y prueba de la posesión, conforme a las disposiciones ya señaladas.
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c) Infracción a lo dispuesto los artículos 889, 925 y 1698 del Código


Civil, puesto que conforme a la última de las normas referidas, se requiere
para que prospere la acción reivindicatoria, entre otros requisitos
copulativos, que el demandante acredite el dominio sobre la cosa que trata
de reivindicar, a través de los medios de prueba legales y conforme las
reglas de la prueba legal o tasada.
Sin embargo, la sentencia impugnada concluye que, con los medios
probatorios aparejados al proceso, la actora justificó la posesión inscrita a
su nombre, pese a que no se fijó un punto de prueba que incidiera en el
dominio que alega la contraria, considerando especialmente, que ésta no
demostró ser poseedora del inmueble que reivindica;
SEXTO: Que, para los efectos de una debida inteligencia de las
cuestiones planteadas en el recurso, es menester reseñar algunos de los
antecedentes de mayor relevancia que surgen del proceso en el cual se
pronunció la sentencia que se impugna:
a) Con fecha 11 de enero de 2010 compareció doña Elsa Pérez de
Arce Montero, quien interpuso demanda ordinaria de acción reivindicatoria
en contra de Héctor Valencia Andrade, y solicitó condenarlo a la restitución
del retazo de inmueble que señala, dentro de quinto día de ejecutoriada la
sentencia o, en aquél plazo que determine el tribunal, debiendo ser
considerado como poseedor de mala fe, con la subsecuente condena a la
restitución y/o pago de los frutos de la cosa, cuya determinación, en cuanto
a la naturaleza y montos, se reserva para la etapa de cumplimiento de la
sentencia. Asimismo, ampliando la demanda, dedujo acción de
indemnización de perjuicios por responsabilidad extracontractual.
Explica que detenta la calidad de propietaria exclusiva de un terreno
ubicado en el lugar Pedragoso, de más o menos 15 hectáreas, compuesto
por 2 lotes, a saber: i) Lote N°1, de 14,5 hectáreas, que forma un polígono
con vértices e-f-g-h-i-j-k-c-d-e, con los siguientes deslindes: Norte, con
Francisco Javier Jeldres Carrasco el trazo C-D, ambos separados por cerco
y camino vecinal Villa Rica, en trazo E-F; Este, Julio Cabello Volosky en
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trazo F- G, ambos separados por cerco; Sur, camino público a Pedragoso en


trazo G-H y; Oeste, con Benedicto Jeldres Sáez, en trazo K-C, Francisco
Javier Jeldres Aguayo en trazo J-K; ii) Lote N° 2, de 0,49 hectáreas que
deslinda: Norte camino público Pedragoso que lo separa del Lote a) de la
misma propiedad; Este, estero El Saltillo; Sur, Río Pedragoso y, Oeste, con
sucesión Rufino Jeldres Aguayo separado por cerco.
Indica que el referido inmueble lo adquirió por sentencia de fecha 19
de abril del año 2009, enmendada por otra de 23 del mismo mes y año,
pronunciadas en los autos Rol N° 19.448, sobre inscripción de dominio. El
título corre inscrito a su nombre a fojas 2173 N° 1271, del Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Villarrica. Sin embargo, no
detenta la posesión material del inmueble, a pesar que sus derechos
originarios datan del mes de mayo de 2003, en razón a que el demandado,
careciendo de todo título, lo ocupa y explota, tal como si fuera su legítimo
titular.
Añade que el nombrado Valencia Andrade debe ser considerado como
poseedor de mala fe, no sólo por carecer de todo medio legítimo que
justifique siquiera putativamente su presencia, sino además, por tener pleno
conocimiento y conciencia que el terreno que reivindica, antes de pasar a su
poder, era poseído por don Ismael Jeldres Troncoso y otros, precisamente
causahabientes de su parte. Así las cosas, no puede sino ser condenado a la
restitución de los frutos, tanto naturales como civiles del inmueble, según lo
preceptuado en el artículo 907 del Código Civil, a partir del segundo
semestre del año 2003, época de adquisición de los derechos o, en subsidio,
a contar de la fecha de la inscripción del título que detenta.
Refiriéndose al derecho, argumenta que su acción se deduce al amparo
de lo dispuesto en los artículos 889 y 893 del cuerpo legal citado.
b) El demandado contestó la demanda, solicitando su íntegro rechazo e
interpuso, además, demanda reconvencional. Dice oponer, en su defensa,
las siguientes excepciones:
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1.- La de carecer la demandante de la titularidad del dominio del


inmueble singular de que se trata, sin hallarse en estado de hacerse dueño
por prescripción. Explica que el derecho de dominio se funda y se acredita,
mediante un modo de adquisición legítimo, bastante y suficiente para
hacerse del dominio. Por lo mismo, es necesario detentar un título y un
modo de adquirir. Sin embargo, el título que acompaña la contraria y que le
sirve de antecedente, es aquél inscrito en el Conservador respectivo en el
año 2009, que tiene como antecedente una resolución judicial dictada en los
autos Rol 19.448. Luego, la actora omite señalar desde cuando detenta la
calidad de propietaria del inmueble, que ha de suponerse corresponde a la
fecha de la resolución judicial emanada del proceso aludido, resultando
insuficiente para adquirir el dominio, puestos que carece de la posesión, la
que es detentaba por su parte, quien la mantiene como señor legítimo de
dicho predio.
2.- La falta de condiciones o requisitos para que la inscripción
fundante de la acción acredite el dominio o posesión regular que pretende la
actora. En efecto, explica que la inscripción en la que se basa la demanda,
se obtuvo en los autos caratulados "Pérez de Arce Montero, Elsa Patricia
con Valencia Andrade, Héctor Daniel", fallo de carácter meramente
declarativo, que en modo alguno pudo modificar lo resuelto en la causa
caratulada "Jeldres con Jeldres" Rol 11.448. Así, en el primer proceso, en el
que se ordenó la inscripción, jamás se discutió la posesión y el dominio, por
lo que no puede considerarse como fuente generadora de derecho, toda vez
que en él se solicitó únicamente se declarara que el Conservador de Bienes
Raíces debía proceder a inscribir a nombre de la actora, por ser legítima
poseedora, del retraso de aproximadamente 15 hectáreas de terreno, ubicado
en el lugar Pedregoso, compuesto de los lotes que se indican. De esta
manera, nunca se pidió ni reconoció su calidad de poseedora regular.
Por otro lado, en el segundo juicio aludido, se acogió parcialmente la
pretensión del solicitante de regularización, don José Benedicto Jeldres
Sáez, el que obtuvo reconocimiento de poseedor regular e inscripción como
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justo título de un predio de 12 hectáreas, rechazándose sobre el resto de


15,43 hectáreas, por oposición de don Ismael Orlando Jeldres Troncoso. La
Corte de Apelaciones de Temuco, conociendo de una apelación que
pretendía enmendarla, dictaminó que no se consignó en la sentencia de
primera instancia, entre sus decisiones, la de inscribir el resto del retazo de
terreno a nombre de los oponentes. En consecuencia, la causa quedó
terminada, no produciendo más efectos que los de su propio mérito. En
otras palabras, pasó a tener autoridad de cosa juzgada, no pudiendo reverse
ni alterarse o modificarse lo ahí decidido.
Explica que el artículo 24 del Decreto Ley 2.695, citado como
justificativo de la anómala inscripción del actual demandante, señala que en
el evento que el tribunal acepte la oposición, deberá ordenar la inscripción a
nombre del oponente, en el caso que ella procediere. De esta manera, debió
el oponente deducir reconvención, tal como expresamente lo dispone el
artículo 19 numeral 2º del mencionado decreto, debiendo asimismo, probar
la posesión y la circunstancia de tener mejor derecho. Como consta del fallo
dictado en dicha causa, se acogió la oposición por falta de pruebas del
solicitante, mas no por mejores probanzas en favor del oponente.
3.- La de carecer la demandante de titularidad activa como poseedora
regular en los términos establecidos en el Decreto Ley 2.695.
Expone que el decreto aludido opera sobre la base de reconocer
derechos a los poseedores materiales, tal como lo dispone el artículo 2º del
mencionado cuerpo de leyes, que requiere estar en posesión del inmueble,
por sí o por otra persona en su nombre, en forma tranquila, continua y
exclusiva, sin violencia ni clandestinidad, durante cinco años a lo menos.
De este modo, la posesión material es esencial en la adquisición del derecho
dominio. El artículo 15 refuerza la idea, en cuanto esta posesión, una vez
inscrita, se convierte en justo título, otorgando al beneficiario la calidad de
poseedor regular. Es decir, la inscripción hasta ese momento, no es más que
un acreditativo de poseedor material regular, calidad que debe mantenerse
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por un año. De completarse el proceso, se hace dueño o se adquiere el


dominio.
En el caso de autos, se está en presencia de una inscripción maliciosa,
puesto que jamás la demandante ni sus antecesores en los últimos cinco
años han estado en posesión material del inmueble objeto del juicio, tal
como se desprende del propio libelo pretensor, al reconocer que su parte
ocupa y explota el predio como si fuera su legítimo titular.
Así las cosas, si no se está en posesión material no podrá hacerse
dueño al paso de un año como lo exige el artículo 15 inciso 2º, por lo
mismo, no tiene titularidad para reivindicar en los términos del artículo 889
del Código Civil. Tampoco se está en la situación del artículo 894, puesto
que nunca ha sido poseedora regular, en consecuencia, la actora no ha
estado ni está en el caso de ganarla por prescripción. Sólo detenta una
inscripción de papel.
Seguidamente, deduce demanda reconvencional, solicitando se declare
que la inscripción presuntiva de dominio que detenta la demandante la
obtuvo maliciosamente, incurriendo en delito civil, condenándola por ello al
pago de los perjuicios ocasionados, cuya determinación se reserva para la
etapa de cumplimiento del fallo, argumentando su calidad de poseedor del
inmueble de que se trata, según contrato de promesa de compraventa de
fecha 24 de agosto de 1995, que suscribió en su calidad de comprador junto
a don José Benedicto Jeldres Sáez, como vendedor;
c.- En la causa Rol 11.741-1997, caratulada “Jeldres Sáez José
Benedicto con Jeldres Troncoso Ismael Orlando”, seguido ante el Juzgado
de Letras de Villarrica, sobre oposición a la regularización de acuerdo al
Decreto Ley 2.695, consta que don Ismael Jeldres Troncoso dedujo
oposición a la regularización formulada por don José Jeldres Sáez respecto
de la propiedad Rol de Avalúo N° 1324-17, de aproximadamente 23
hectáreas, cuyos deslindes son: Norte con Gilberto Jeldres y Sucesión Isaías
Jeldres; Este con Julio Álvaro Cabello Volosky; Sur con Sucesión Rufino
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Jeldres y Río Pedregoso y, Oeste con Gilberto Jeldres Carrasco y Sucesión


Rufino Jeldres A.
La oposición a dicho saneamiento se fundó en la circunstancia que el
inmueble está comprendido en la hijuela 27 del plano de Allipén, de una
superficie de 48 hectáreas, adquiridas, entre otros, por los antecesores en el
dominio tanto de su parte como de la contraria, heredando José Jeldres Sáez
sólo 12 hectáreas del total que reclama.
En la mencionada causa se estableció que el saneamiento solicitado
lesiona derechos de terceros, al exceder la superficie sobre la cual el
solicitante puede alegarla, específicamente aquellos que pudieren
corresponderle a la sucesión de Rufino Jeldres Aguayo y a los
descendientes de don Isaías Jeldres Fritz, que corresponde a la sucesión de
don José Domingo Jeldres Carrasco, dentro de la cual se encuentra el
oponente. Asimismo, se concluyó que la posesión de la totalidad del terreno
de que se trata de regularizar o parte de él, es ejercida por Francisco Javier
Jeldres.
En tal causa por sentencia ejecutoriada de fecha cuatro de julio de dos
mil, se acogió la oposición interpuesta por don Ismael Jeldres Troncoso, en
contra la pretensión de regularización de la posesión de José Benedicto
Jeldres Sáez y, en consecuencia, se ordenó inscribir a nombre de este último
el predio de doce hectáreas que forma parte del lote N°1, con costas.
Con posterioridad y a petición de parte, se aclaró y complementó la
referida sentencia, en cuanto ordena inscribir a nombre de los oponentes el
retazo de terreno que señala, que en definitiva corresponde a lo restante del
Lote N° 1 y la totalidad del Lote N° 2.
Apelada esta determinación por el solicitante de regularización, la
Corte de Temuco la revocó, por estimar que tal declaración excedía los
límites de una solicitud de aclaración, considerando que había operado el
desasimiento del tribunal;
d.- Se siguió entre las mismas partes de este proceso, la causa Rol N°
19.448-2008, juicio sumario de inscripción de dominio de acuerdo a lo
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dispuesto en el artículo 24 del Decreto Ley 2.695, en que Pérez de Arce


solicitó en su calidad de cesionaria de los oponentes, se declare que el
Conservador de Bienes Raíces de Villarrica debe proceder a inscribir a su
nombre el retazo de aproximadamente 15 hectáreas que corresponde al lote
a) de 14,5 hectáreas y el Lote b) de 0,49, que resulta de aquello restante del
proceso de regularización y oposición sustanciado en la causa Rol 11.741.
Añade que el predio de su propiedad se encuentra actualmente ocupado por
el demandado.
Por sentencia de diecisiete de abril de dos mil nueve, se razonó en
torno al reconocimiento de la posesión de los opositores en la causa Rol
11.741, agregando que la actora adquirió por cesión todas las acciones y
derechos sobre el retazo, excluido del saneamiento, consistente en un predio
de aproximadamente 15 hectáreas y compuesto por dos lotes de 14,5 y 0,49
hectáreas, de manera tal que habiéndose incurrido en una omisión en la
causa sobre regularización en cuanto a la declaración que se solicita, desde
que los opositores cumplían con los requisitos legales estatuidos en el
artículo 2° del D.L. 2.693, se acoge la demanda y se ordena la inscripción a
nombre de la cesionaria Pérez de Arce.
Apelado dicho fallo por don Héctor Valencia Andrade, una sala de la
Corte de Apelaciones de Temuco, lo confirmó.
En contra de dicha determinación la parte individualizada dedujo
recurso de casación en el fondo, y esta Corte por decisión de diez de
noviembre de dos mil nueve, para desestimarlo, señala que la actora es
cesionaria de los oponentes y que en dicha calidad solicitó la inscripción a
su nombre del predio excluido de la regularización y oposición, siendo
titular para pedirla, en atención a lo dispuesto en el artículo 24 del Decreto
Ley 2.695;
e.- En el presente proceso, por sentencia de primera instancia, se
acogió la demanda, sólo en cuanto ordenó al demandado la restitución del
inmueble materia de la litis, considerando para los efectos restitutorios a la
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parte perdidosa como poseedor de mala fe. Asimismo, se desestimó la


demanda reconvencional.
En su contra, el demandado intentó sendos recursos de casación en la
forma y apelación, y la Corte de Temuco, después de desestimar el primero,
confirmó, con costas, la decisión del a quo;
SÉPTIMO: Que al efecto resulta imperioso indicar previamente y con
el objeto de sopesar en debida forma la sustancia del yerro preceptivo que
se invoca por la impugnante, que es posible advertir de la construcción del
arbitrio en estudio, que las alegaciones destinadas a atribuir una errada
aplicación de los artículos 20, 724, 696, 728, 729, 2005 y 2010 del Código
Civil, han sido formulados de manera defectuosa, desde que sólo se enuncia
la infracción a las disposiciones mencionadas, sin desarrollo fáctico y
jurídico evidenciado en el análisis de las respectivas motivaciones del fallo
censurado, omitiendo los presuntos yerros atribuidos en la aplicación e
interpretación de las normas, olvidando el recurrente el carácter estricto del
recurso de casación, cuyas exigencias se disponen en el artículo 772 del
Código de Procedimiento Civil, que debe entenderse en armonía con lo
previsto en los artículos 764 y 767 del mismo Código. De acuerdo a dichos
preceptos, se permite como único sustento de la invalidación de la sentencia
censurada, el quebrantamiento de una o más normas legales contenidas en
la decisión. Por ello, es menester que al interponer un recurso de la especie,
el recurrente cumpla lo requerido por la disposición en análisis, esto es,
expresar en qué consisten él o los errores de derecho de que adolece la
resolución recurrida. En este orden de ideas, tanto la jurisprudencia como la
doctrina hacen consistir esos yerros en aquéllos que pudieron originarse por
haber otorgado los sentenciadores un alcance diferente a una norma legal
respecto del establecido por el legislador, ya sea ampliando o restringiendo
el mandato de sus disposiciones; o por haber aplicado una ley a un caso no
previsto en ella o, por último, por haber dado aplicación a un precepto legal
en una situación ajena a la de su prescripción.
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Aparte del cumplimiento del requisito enunciado en el párrafo


precedente, con idéntica rigurosidad, el mismo artículo 772 del Código de
Enjuiciamiento Civil impone, a quien interponga un recurso de casación en
el fondo, la obligación de indicar en el respectivo escrito el modo en que él
o los errores de derecho que denuncia han influido sustancialmente en lo
dispositivo de la sentencia que trata de invalidar.
Atento a lo expresado, resulta inconcuso que el recurso que se
examina, en lo que dice relación con las normas anotadas y a la generalidad
con que aparecen citados los preceptos que se dicen vulnerados, incluso
invocando disposiciones ajenas al estatuto jurídico llamado a resolver el
asunto, según se desprende del cuerpo del escrito, carece de razonamientos
concretos y precisos dirigidos a demostrar los errores de derecho en que
habrían incurrido los sentenciadores, constriñendo su exposición a
planteamientos generales, los que, por su amplitud y falta de precisión,
adolecen de vaguedad y confusión, que no se condice con la exigencia
impuesta por el legislador;
OCTAVO: Que, la manera como se ha interpuesto en autos el recurso
de casación en el fondo obliga a abocarse, a continuación, a los límites que
el ordenamiento jurídico procesal que consagra el recurso en examen, le ha
impuesto a esta Corte de Casación en los casos en que le corresponde
conocer y pronunciarse ante un arbitrio como el intentado. En este tema, en
general, la doctrina y la jurisprudencia han caracterizado al recurso de
casación expresando que es extraordinario y que, en ningún caso, constituye
una instancia judicial, en la que, de ser así, normalmente el tribunal superior
revisa las cuestiones de hecho y de derecho. Por este motivo, se sostiene, el
recurso de casación en el fondo es esencialmente de derecho, puesto que la
resolución que ha de recaer con motivo de su interposición debe limitarse
exclusivamente a confrontar si en la sentencia que se trata de invalidar se ha
aplicado correctamente la ley, respetando en toda su magnitud los hechos,
tal como éstos se han determinado soberanamente por los jueces
sentenciadores. De forma que el examen y consideración de dichos hechos
16

y de todos los presupuestos fácticos previos en que se sustenta la decisión


que se revisa, por disposición de la ley, escapan al conocimiento del tribunal
de casación.
Ahora bien, como es sabido, esta limitación a la actividad
jurisdiccional de esta Corte se encuentra legalmente contemplada en el
artículo 785 del Código de Procedimiento Civil, en cuanto dispone que la
Corte Suprema al invalidar una sentencia por casación en el fondo, dictará
acto continuo y sin nueva vista, pero separadamente, sobre la cuestión que
haya sido objeto del recurso, la sentencia que crea conforme a la ley y al
mérito de los hechos tales como se han dado por establecidos en el fallo
recurrido.
Sin embargo, excepcionalmente es posible conseguir la alteración de
los hechos estatuidos por los jueces de la instancia, y ello en el caso que la
infracción de ley que se denuncia en el recurso corresponda a la
transgresión de una o más normas reguladoras de la prueba; más no
respecto de alguna de aquellas que reglan la apreciación de las probanzas
que se hubieren rendido, cuya aplicación es facultad privativa del tribunal,
sino únicamente podrá revisarse la violación de una norma determinada
cuando ésta se hace consistir en la alteración del peso de la prueba, o en dar
por acreditado un hecho por medios no admitidos legalmente; o por variar
el valor de los medios probatorios que la ley permite emplear o rechazar los
que el ordenamiento jurídico contempla;
NOVENO: Que de este modo, la justificación de la verdad de los
hechos controvertidos en un juicio corresponde hacerlo en la forma que lo
dispone el legislador, motivo por el cual ha de resolverse inicialmente si -de
acuerdo con lo anotado con antelación- a las normas que el recurrente
indica se le puede atribuir el carácter de reguladoras de la prueba y, en tal
evento, si han sido conculcadas como éste pretende, además con
repercusión en la decisión a que llegan los sentenciadores de la instancia;
DÉCIMO: Que a fin de dilucidar este primer postulado, se dicen
vulneradas las normas relacionadas con la prueba, particularmente, el
17

artículo 1698 del Código Civil, lo que hace necesario traer a colación
algunas consideraciones relativas al "onus probandi" o carga de la prueba.
En ese sentido se ha dicho que la necesidad de probar no es una obligación,
sino una carga, toda vez que la primera "implica la subordinación de un
interés del obligado al interés de otra persona, so pena de sanción si la
subordinación no se efectúa; la carga, en cambio, supone la subordinación
de uno o más intereses del titular de ellos a otro interés de el mismo." "El
litigante no está, pues, obligado a probar, la ley no lo compele a ello, es
libre para hacerlo o no hacerlo; pero si no proporciona la prueba de su
derecho, sus pretensiones no serán acogidas por el juez." (Derecho Civil.
Parte Preliminar y Parte General, página 409. Tomo segundo. Alessandri
Somarriva y Vodanovic).
Se ha sostenido invariablemente la dificultad, en ciertos casos, de
determinar a quién le corresponde cargar con el peso de la prueba, pero
unánimemente se ha aceptado que ésta le corresponde rendirla al que
sostiene una proposición contraria al estado normal u ordinario de las cosas,
al que pretende destruir una situación adquirida. Así surgió la antigua regla
de que el demandante es quien debe tener sobre su responsabilidad
presentar las pruebas del hecho que alega a su favor, enunciándose en el
derecho romano de dos maneras: onus probandi incumbit actori (la carga de
la prueba incumbe a la parte actora) o onus probandi incumbit ei qui dicit
(la carga de la prueba incumbe al que afirma). Y esto no puede ser de otra
manera precisamente a partir de lo que se ha dicho, esto es, que el actor
pretende introducir un cambio en la situación existente, de manera que hasta
que se pruebe lo contrario, se entenderá que el demandado debe conservar
las ventajas de su situación.
De esta forma, el demandado que simplemente niega los hechos que
han sido sostenidos por el actor, no necesita presentar prueba alguna en
apoyo de ésta. Pero, si el demandante acredita los presupuestos fácticos en
que funda su pretensión, la situación anterior se invierte.
18

Así, el demandante deberá probar los hechos constitutivos, que son


aquéllos que producen el nacimiento de un derecho o de una situación
jurídica que antes no existía y que son el fundamento de su demanda,
encontrándose el demandado, por su parte, en la necesidad de probar los
hechos extintivos, impeditivos o modificativos capaces de justificar el
rechazo de la demanda del actor. Lo anterior ha quedado plasmado en la
regla contenida en el artículo 1698 del Código Civil, que en su inciso
primero dispone: "Incumbe probar las obligaciones o su extinción al que
alega aquéllas o ésta".
UNDÉCIMO: Que el arbitrio anulatario, sustentando su denuncia,
cuestiona la regla del onus probandi al entender que la actora no acreditó el
dominio conforme a los medios de prueba legales, tanto cuanto ha
reconocido no detentar la posesión material del inmueble, aseveración que
por lo demás, según explica, se encuentra reafirmada por la declaración de
los testigos que comparecieron al proceso, de cuyos dichos es posible
inferir que su parte por más de diez años ha materializado diversos actos
que sirven de prueba a su posesión.
Luego, aparece claro que la supuesta infracción al artículo del código
sustantivo se encuentra íntimamente vinculada a los restantes yerros que en
esta materia endilga al fallo cuestionado, centrados específicamente en los
artículos 384 y 402 del Código de Enjuiciamiento Civil.
Empero, en lo tocante a la alegación relativa a la errada ponderación
de la prueba testimonial rendida en autos y a la consecuente denuncia de
infracción al artículo 384, cabe consignar que la Comisión Revisora del
Proyecto de Código de Procedimiento Civil estimó las normas del precepto
citado como principios generales para los jueces, circunstancia que
precisaría luego la Comisión Mixta y al efecto puede citarse que el senador
señor Ballesteros expuso que “debería dejarse amplia libertad al tribunal
para apreciar el mérito probatorio de las declaraciones de testigos, como
quiera que en realidad constituyen sólo una presunción, en el sentido lato de
la palabra. El señor Vergara recuerda que así lo ha sostenido en otras
19

ocasiones en que se ha tratado de cuestiones relacionadas con la apreciación


de la prueba. De tal manera que, a su juicio, el tribunal debiera estar
facultado para desestimar, no sólo el dicho de dos, sino de cualquier número
de testigos, cuando en su concepto no fueren dignos de fe sus testimonios.”
La Comisión aceptó las ideas de los señores Ballesteros y Vergara y para
consignarlas en el proyecto se acordó reemplazar las palabras “hará” que
emplea el número 2° por la frase “podrá constituir”.
Además de lo expuesto precedentemente, se debe indicar que la
apreciación de la prueba testimonial, entendida como el análisis que
efectúan de ellas los sentenciadores de la instancia para establecer cada uno
de los elementos que consagra el legislador para regular su fuerza
probatoria, queda entregada a dichos magistrados y escapa al control del
Tribunal de Casación.
Seguidamente, en lo que respecta a la transgresión del artículo 402
citado, relativo a la regulación de la prueba confesional, aquél tiene un
carácter procesal, es decir, no constituye una norma reguladora de la
prueba, por cuanto para el tribunal es son ordenatoria litis que no pueden
servir de base a un recurso de casación en el fondo, puesto que regla un
aspecto puramente formal relacionado con el desarrollo del juicio. A lo que
debe añadirse que tal disposición no dice relación con el valor probatorio de
la referida prueba, cuyo mérito se establecerá por los jueces de la instancia
conforme a lo prevenido en el artículo 1713 del Código Civil, disposición
legal que no fue objeto del recurso;

DUODECIMO: Que de la forma antes anotada, se advierte que, el


recurso en cuestión, lo que de verdad cuestiona, es la apreciación que los
sentenciadores de la instancia hicieron de las pruebas allegadas al
expediente, lo que quiere decir que se critica la operación mental
desarrollada por dichos magistrados con el objeto de conocer el mérito o
valor de convicción que pueda deducirse del contenido de esa prueba;
cuestión que pertenece al ámbito de sus facultades privativas, no revisables,
20

por medio del recurso en análisis; consideración que obliga a desestimar en


este capítulo tal impugnación.
Si bien lo precedentemente dicho resulta ser suficiente para desestimar
el recurso, en este acápite, no puede dejar de advertirse que el demandado
principal, cuestiona a través de la denuncia de las normas a las que atribuye
el carácter de reguladoras de la prueba, un elemento propio de la acción
deducida en juicio, desde que en la acción reivindicatoria, la causa petendi
no es otra que el dominio de la cosa cuya restitución se pretende, que
derivada del derecho real que se tiene sobre una cosa, sin respecto de una
determinada persona, es decir, conforme lo define la ley, la acción del
dueño de una cosa singular, de que no está en posesión, para que el
poseedor de ella sea condenado a restituírsela, cuyo fundamento inmediato
no es otro que el poder de persecución y la inherencia del derecho a la cosa,
propio de todo derecho real y muy particular del derecho de propiedad
(Arturo Alessandri R., Manuel Somarriva U. y Antonio Vodanovic H.,
Tratado de Los Derechos Reales, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 1997,
pág. 257).
Así entonces, la circunstancia que se reconozca por la demandante que
la posesión material del predio es detentada por el demandado, cualquiera
que sea el tiempo que haya transcurrido, no es más que uno de los
presupuestos que la habilitan para intentar la acción, cuyas consecuencias
jurídicas difieran de aquellas que el recurrente cree ver, según se dirá en los
raciocinios que siguen;
DECIMOTERCERO: Que en relación con lo que se anota, debe
consignarse que, en este caso, los falladores no invirtieron el “onus
probandi”, sino que, valorando acorde con sus facultades privativas dieron
más valor a las probanzas producidas por la parte demandante que a las
rendidas por la parte demandada.
Que, en consecuencia, los sentenciadores del grado no han incurrido
en yerro de derecho en lo atinente a las leyes reguladoras de la prueba,
circunstancia que impide revisar la actividad desarrollada por ellos en
21

vinculación con aquélla, y variar, por este Tribunal de Casación, los


supuestos fácticos determinados y sobre los cuales recayó la aplicación del
derecho sustantivo.
Por consiguiente y teniendo en cuenta lo colegido precedentemente,
resultan ser hechos de la causa, que adquieren el carácter de definitivos, y
de acuerdo a los cuales corresponde resolver los demás errores de derecho
que se han reclamado, los siguientes:
1.- El actor es poseedor inscrito del predio que reivindica, según da
cuenta la inscripción de dominio con certificado de vigencia a su nombre en
el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Villarrica
correspondiente al año 2009;
2.- El demandado se encuentra en posesión de la finca, en virtud de un
contrato privado de promesa de compraventa celebrado con un tercero ajeno
al juicio, en el año 1995;
3.- El demandado tenía conocimiento que el retazo sub lite antes de
pasar a dominio de la actora, era poseído por don Ismael Jeldres Troncoso y
otros, causahabientes de aquélla;
DECIMOCUARTO: Que los jueces del fondo sobre la base de los
hechos previamente asentados, para acoger la demanda reivindicatoria,
reflexionan en relación a los presupuestos que el artículo 889 del Código
Civil contempla para la procedencia de la acción de dominio, los que a su
juicio fueron íntegramente satisfechos, desde que la actora cuenta con
inscripción de dominio sobre el inmueble cuya reivindicación persigue,
considerando que el demandado ha reconocido la posesión material del
mismo, no obstante detentar –según sus dichos- un título de mera tenencia,
no traslaticio de dominio, como lo es una escritura privada de promesa de
compraventa;
DECIMOQUINTO: Que antes de ahondar en los sustratos de la
acción deducida en juicio, parece necesario determinar, primeramente,
aquellos temas que, si bien, no han constituido el objeto principal del juicio,
se erigen como antecedente del dominio que invoca la demandante.
22

En efecto, debe aquí recordarse que, según la reglamentación


contenida en el Decreto Ley 2.695 quien deduzca la oposición sólo podrá
fundarla en alguna de las causales siguientes:
a) Poseedor inscrito del inmueble o de una porción determinada de él.

Sin embargo no podrá invocar esta causal: i) el que no tenga la calidad de


poseedor inscrito exclusivo del inmueble o de una parte de él; ii) el que sólo
tenga la calidad de comunero; iii) el que por sí o sus antecesores haya
prometido vender al peticionario o quien sustente sus derechos, aunque sea
por instrumento privado, el todo o parte del predio y haya recibido dinero a
cuenta del precio, iv) el que invoque una inscripción especial de herencia
cuando en la respectiva resolución de posesión efectiva se haya omitido a
otros herederos con derecho a ella.
En los casos en que no pueden formular oposición y los comuneros,
sólo se podrá solicitar compensación económica. Empero, se permite
oposición: i) Los comuneros podrán deducir oposición, siempre que se
encuentre trabada la litis en que se haya solicitado la división de la
comunidad al momento de presentarse la solicitud; ii) Los que han
demandado judicialmente la resolución del contrato o interpusieron acción
de petición de herencia, siempre que se haya notificado la demanda con
anterioridad a la fecha de presentación de la solicitud ante el Servicio.
b) Detentar Igual o mejor derecho que el solicitante, esto es, reunir en
sí los requisitos señalados en el artículo 2°, respecto de todo el inmueble o
una parte de él.
El oponente debe deducir reconvención en el sentido que la
propiedad se inscriba a su nombre. Sin embargo, si se considera que la
oposición es una demanda, requerir al demandante que reconvenga es un
contrasentido, por lo que debe interpretarse que corresponde solicitar
expresamente que la propiedad se inscriba a su nombre, como consecuencia
de acogerse la oposición.
23

c) No reunir el solicitante todos o algunos de los requisitos


establecidos en el artículo 2°, esto es, no estar en posesión material del
inmueble cuya regularización se solicita, a lo menos por cinco años, y
existir juicio pendiente en que se discuta la posesión o el dominio, iniciado
con anterioridad a la presentación de la solicitud de regularización.
d) Formar parte el oponente de una comunidad en liquidación. Ser
una comunidad de que forme parte el oponente, poseedora inscrita del
inmueble o de una porción determinada de él, siempre que aquélla se
encuentre en liquidación, al momento en que fue presentada la solicitud.
DECIMOSEXTO: Que conforme a lo relacionado el legislador
formuló exigencias, en primer lugar, al solicitante o peticionario que
presenta el requerimiento a la autoridad administrativa y, posteriormente
impuso el cumplimiento de determinados presupuestos a quien deduce
oposición. Los primeros están dirigidos a ser revisados por la autoridad
administrativa y por los tribunales ordinarios en el evento que se sustente la
oposición en el motivo tercero del artículo 19 del Decreto Ley 2.695. Por su
parte los presupuestos de la oposición deben ser estudiados en sede judicial,
por cuanto, al corresponder la oposición a la demanda, toca al actor probar
los elementos de la causal que motiva su enfrentamiento a la solicitud de
regularización. De esta forma, acreditados los presupuestos de la oposición
ésta es acogida y, al mismo tiempo, desestimada la solicitud de
regularización. En el evento que el oponente requiera, además, la
inscripción de la propiedad a su nombre, se accederá a ello. Pero de no
resultar fundada la oposición, se niega lugar a la misma y se dispone la
inscripción a nombre del solicitante.
Así son dos actos de naturaleza y requisitos diversos la pretensión del
peticionario que solicita la regularización de la posesión a la autoridad
administrativa y la oposición del interesado dirigida al órgano
jurisdiccional. En la sede judicial corresponde determinar la procedencia de
las exigencias de la oposición y, en el evento que los presupuestos de la
causal invocada se encuentran acreditados, se acoge la demanda de
24

oposición, rechazando la solicitud de regulación. De esta forma y siguiendo


la teoría general de la acción en materia procesal, para que se dicte una
sentencia favorable corresponde demostrar los supuestos que el legislador
prevé, es así que, resulta fundamental conocer los términos y petición de la
demanda, que en el caso de autos, siguiendo lo dispuesto por el legislador
en el artículo 19 del Decreto Ley 2.695, la oposición del interesado “sólo
podrá fundarla en alguna de las causales” que contempla dicho artículo, por
lo que no es necesario que acredite todas las causales de la oposición, sino
que únicamente la que esgrime. Es esa causal y no otra la que corresponde
exigir que se prueben los supuestos de hecho, para luego examinar su
procedencia y resolver en la sentencia si es acogida.
Se impone la conclusión anterior si se considera lo dispuesto en el
artículo 18 del cuerpo de leyes en referencia el cual expresa: “Los terceros
que pretendan impugnar la solicitud o la inscripción practicada a nombre
del peticionario, sólo podrán hacerlo ejerciendo los derechos que se les
confieren en el presente título, dentro de los plazos y de acuerdo con las
normas que se establecen en los artículos que siguen”. Disposición que está
en concordancia con todo lo expuesto y especialmente con el inciso final
del artículo 4°, que indica: “El solo hecho de existir una inscripción anterior
que ampare el inmueble, no significará que el poseedor material esté
reconociendo dominio ajeno, sin perjuicio de los derechos del titular de esa
inscripción contemplados en el Titulo IV de la presente ley”.
Los terceros interesados, además de oponerse, pueden interponer las
acciones que deriven del dominio que estimen asistirles o requerir la
compensación económica pertinente, según sea el caso, conforme lo
establecen los artículos 26 y 28 respectivamente.
DECIMOSÉPTIMO: Que en el caso de autos la oposición
formulada con fecha 21 de enero de 1997, según se lee a fojas 34 de los
autos Rol N°11.741 y de la audiencia de fojas 67, lo fue justamente apoyada
en la causal consignada en el letra b) del motivo 19° que antecede, desde
25

que se invocó un mejor derecho respecto de un predio de mayor extensión,


del cual el demandado o solicitante sólo ocupa una porción de 12 hectáreas.
Luego, el sentenciador así lo decidió, expresando incluso que quien
se encontraba en posesión del terreno, era Francisco Javier Jeldres, quien a
la postre es cedente de la actora. Tal determinación no fue recurrida por el
solicitante.
Si bien, en el referido proceso no se efectuó la declaración a la que
alude el numeral 2° del artículo 19 del Decreto en cuestión, es lo cierto que,
mediante sentencia ejecutoriada se declaró que los oponentes y en dicha
calidad la actora, como cesionaria de éstos, cumplían los requisitos
estatuidos en el artículo segundo en lo relativo al retazo de terreno excluido
de la regularización, esto es: 1°.- estar en posesión del inmueble, por sí o
por otra persona en su nombre, en forma continua y exclusiva, sin violencia
ni clandestinidad, durante cinco años, a lo menos y, 2°.- acreditar que no
existe juicio pendiente en su contra en que se discuta el dominio o posesión
del inmueble, iniciado con anterioridad a la fecha de presentación de la
solicitud, para ordenar la inscripción a su nombre.
Se ordenó la inscripción conservatoria pertinente por concurrir a su
respecto, la titularidad de la misma, conforme lo preceptuado en el artículo
24 del Decreto en cuestión;
DECIMOCTAVO: Que, ahora bien, adentrándose en los yerros
denunciados, se indica por la demandada que los jueces del fondo
infringieron el artículo 889 del Código Civil al acoger una demanda
improcedente, al no considerar que la acción interpuesta no logra acreditar
la exigencia referida al dominio de quien reclama la reivindicación;
DECIMONOVENO: Que es menester recordar que el Derecho
Privado contiene una considerable cantidad de acciones que con mayor o
menor intensidad tienden a un común cometido: la defensa del dominio.
Todas ellas se determinan por ser su objeto más o menos directo la
protección de tal derecho, razón por la cual son calificadas como acciones
protectoras. La doctrina tradicional divide en dos grupos las acciones que
26

protegen el dominio. El primero está constituido por las acciones


dominicales propiamente dichas y que son las que lo protegen en forma
directa. El segundo está configurado por acciones que protegen el dominio
solamente de manera indirecta (porque su misión específica es atender otras
situaciones), como las acciones posesorias y la acción publiciana por
ejemplo.
Entre las acciones protectoras directas o acciones de dominio
propiamente tales se encuentra la acción reivindicatoria.
También en doctrina se distingue entre las acciones de dominio
simplemente declarativas, donde sólo se persigue la declaración del derecho
en referencia, esto es, aquella que se concede al propietario para obtener la
declaración judicial de ser el titular del derecho de dominio, acallando a la
parte contraria que lo discute o se lo arroga (en nuestra legislación no existe
disposición que la regule expresamente); y otras que, junto al carácter
indicado tienen también naturaleza condenatoria.
En la acción reivindicatoria el actor afirma tener el derecho de
dominio, pidiendo al juez que lo haga reconocer o constar y que, como
consecuencia de ello, ordene la restitución de la cosa a su poder por el que
la posee, o sea, se trata de una acción de dominio que tiene también un
carácter eminentemente condenatorio al perseguir la restitución de la cosa.
Es decir, en la acción en comento, el demandante no se conforma con la
declaración mencionada, sino que también requiere la recuperación de la
materialidad del objeto; pretende se reconozca su dominio y, al mismo
tiempo, que se integre en él inmediatamente al legítimo propietario.
VIGÉSIMO: Que de acuerdo con lo que se viene narrando, la
demandante ha ejercido en esta causa la acción reivindicatoria que
contempla el artículo 889 del Código Civil, que es la que tiene el dueño de
una cosa singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella
sea condenado a restituírsela.
La acción en comento se sustenta en el poder de persecución y la
inherencia del derecho a la cosa, propio de todo derecho real y muy en
27

particular del derecho de propiedad. Por esta acción el actor no pretende


que se declare su derecho de dominio, puesto que afirma tenerlo, sino que
demanda al juez que lo haga constatar o reconocer y, como consecuencia de
ello, ordene la restitución de la cosa a su poder por el que la posee. En otras
palabras, es la acción que tiene el dueño no poseedor contra el poseedor no
dueño.
VIGÉSIMO PRIMERO: Que según lo sostiene el insigne jurista don
Luis Claro Solar: “Todo derecho que es desconocido, perturbado o violado
da lugar a un recurso a la autoridad del juez para que lo haga reconocer y lo
ampare en su ejercicio”.
“Esta reclamación judicial del derecho es la acción destinada a
sancionarlo y a mantener al titular del derecho en el ejercicio de los poderes
o facultades que sobre la cosa le corresponden en virtud de su naturaleza
propia. La acción reivindicatoria conforme lo dispone el artículo 889 del
Código Civil, es aquella que tiene el dueño de la cosa singular, de la que no
está en posesión, para que el poseedor de ella sea condenado a restituirla”.
“Esta acción sigue directamente la cosa, quienquiera que sea la
persona en cuyo poder se encuentre y aunque esta persona no se halle ligada
por ningún vínculo de derecho con aquél a quien la acción competa; es una
acción real, una acción in rem, a que se da el nombre de reivindicación,
reivindicatio” (Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado,
Editorial jurídica de Chile, tomo IV, página 384).
“El objeto de la acción reivindicatoria es, según sea esto, reclamar la
posesión de la cosa, o más propiamente, la cosa misma, ya que con relación
a ella ejerce los actos el poseedor. Dijimos que lo normal era que la
posesión y el dominio se encontraran reunidos en una sola mano pero que
podía darse el caso de que una persona perdiera la posesión de una cosa,
conservando el dominio de ella. Se ha roto en este caso el estado normal y
corriente de las cosas, y en estas circunstancias, la ley autoriza al
propietario para reclamar la cosa de quien la tenga. Entonces, el objeto de la
reivindicación no es, como vulgarmente se cree, el derecho de dominio; no
28

es ese derecho lo que se reclama, porque si fuera el dominio lo que se ha


perdido, no podrían ejercitarse estas acciones que competen al dueño de la
cosa” (Arturo Alessandri Rodríguez, Derecho Civil, Los Bienes, Primer
Año Tomo II, Editorial Lex, páginas 198, 199);
De lo anterior se desprende que la acción podrá prosperar, siempre y
cuando concurran cuatro requisitos, a saber, que: a) La cosa que se reclama
sea susceptible de reivindicar; b) El actor reivindicante sea dueño de ella; c)
El reivindicante esté privado de su posesión, y d) El demandado esté en
posesión de la especie que se reclama. La ausencia de cualquiera de ellos
impide que la acción pueda ser acogida;
VIGÉSIMO SEGUNDO: Que al analizar la concurrencia de los
presupuestos aludidos con antelación, a la luz de los antecedentes aportados
a los autos, resulta, en primer término, que no puede discutirse la
verificación del requerimiento consistente en que la cosa perseguida sea
susceptible de reivindicar, desde el momento que la acción de dominio
intentada ha recaído sobre un bien inmueble que constituye una cosa
corporal singular, que irredargüiblemente admite sea objeto de este litigio;
VIGÉSIMO TERCERO: Que, luego, para resolver la confluencia de
la segunda exigencia, esto es, que el titular de la acción acredite tener el
dominio de la propiedad en cuestión, parece adecuado puntualizar que para
adquirir la posesión regular de un inmueble inscrito, cuando se invoca un
título translaticio de dominio, es indispensable la inscripción, ya que esa es
la única forma de hacer la tradición de los inmuebles, salvo las
servidumbres; y la tradición es un requisito indispensable de la posesión
regular cuando se invoca un título translaticio de dominio.
Debe subrayarse que, de conformidad a lo prevenido en el artículo 728
del Código Civil, la posesión inscrita se conserva mientras subsista la
inscripción y se pierde sólo por la cancelación de la misma, entendiendo
que ello ocurre únicamente por voluntad de las partes; por una nueva
inscripción en que el poseedor inscrito transfiere su derecho a otro; y por
decreto judicial.
29

Conviene aquí recordar, sobre la base de la exclusividad en la gestión,


la tutela y garantía del derecho de propiedad, que nuestro legislador civil
consagró diversos principios relacionados a la propiedad raíz, la que se
entendía como la base de la riqueza, destacando la teoría de la posesión
inscrita, la que se entiende por la doctrina como "requisito, garantía y
prueba" de la posesión, conforme a la cual, la propiedad no se pierde por
prescripción extintiva, sino por la adquisitiva que obtenga otra persona. Al
mismo tiempo, y como ya se adelantó, se le asignan distintas acciones, entre
las que se cuentan la reivindicatoria, publiciana y posesorias.
Bajo esos lineamientos, la jurisprudencia de esta Corte Suprema ha
desarrollado el concepto de la máxima protección al dominio, conforme al
cual, toda restricción particular de las garantías generales se aplica a casos
específicos y siempre queda a salvo la aplicación de la normativa general;
determinación que obedece a una interpretación sistemática de la normativa
aplicable y atendiendo a lo preceptuado en los artículos 4°, 13 y 24 del
Código Civil;
VIGÉSIMO CUARTO: Que el titular de la acción justifique tener el
dominio de la propiedad en cuestión, es precisamente donde se ha fijado el
debate de autos, concluyendo acertadamente los sentenciadores que la
concurrencia de tal elemento, en la especie, ha resultado debidamente
acreditada por el demandante, quien tenía la carga legal de hacerlo. Al
efecto, como se advierte del proceso y lo han dejado consignado los jueces
del fondo, el actor ha invocado como título de su acción una inscripción de
dominio referida al predio en cuestión, atribuyéndole, en consecuencia, el
carácter de poseedor inscrito de aquél, lo anterior en virtud de tales
antecedentes y según se desprende de los hechos de la causa que se dejaron
plasmados precedentemente, presupuestos que resultan ser inalterables,
según se ha dicho;
VIGÉSIMO QUINTO: Que como corolario del análisis que se viene
realizando, procede hacerse cargo de la tercera y cuarta exigencia
enunciada, consistente en que el reivindicante esté privado de la posesión y
30

que ésta la ejerza el demandado. En efecto, el dueño, para poder intentar la


acción de dominio, debe haber perdido la posesión, o sea, debe estar
desposeído.
En este aspecto cabe señalar que los profesores Alessandri, Somarriva
y Vodanovic en su libro "Tratado de los Derechos Reales" en referencia a la
teoría clásica de la posesión que postula que aquella consta de dos
elementos, a saber, el corpus y el animus "conjetura que sigue el Código
Civil chileno - exponen en relación con el primero de ellos, que: "El corpus
es un poder físico o potestad de hecho sobre la cosa." Añadiendo que:
"Savigny afirma que el corpus no supone necesariamente el contacto
inmediato del hombre con la cosa poseída; consiste en un poder de
dominación, en la posibilidad física de disponer materialmente de la cosa,
en forma directa e inmediata, con exclusión de toda intromisión de
extraños." Y agregan: "El Código Civil chileno señala como elemento de la
posesión la tenencia, es decir, la ocupación material y actual de la cosa, y
ocupación significa apoderamiento, tener una cosa en nuestro poder, y se
tiene no sólo cuando existe aprehensión física, sino también cuando hay la
posibilidad de disponer de ella, en forma directa e inmediata, sin injerencia
extraña alguna. Nuestro Código Civil sigue, pues, la concepción del corpus
sustentada por Savigny". En referencia al elemento "animus" sostienen los
autores que aquél es de carácter psicológico o intelectual y consiste en la
intención de obrar como propietario, como señor o dueño o en la intención
de tener la cosa para sí. (Tomo I, páginas 359 y 360).
A fin de verificar la concurrencia o falta de ella, de los presupuestos de
la acción que se examinan, debe tenerse en consideración que tratándose de
bienes inmuebles, esta pérdida de posesión, a que se hizo mención en el
párrafo primero de este fundamento, puede producirse por la privación de la
posesión inscrita solamente, conservándose la posesión material; por la
pérdida de la posesión material, conservándose la posesión inscrita o por
carencia tanto de la posesión inscrita como de la material.
31

En el sentido que se viene analizando, del tenor de las probanzas


aportadas a los autos aparece justificada la tenencia material del demandado
respecto del inmueble sobre el cual recaen los derechos que se pretenden
reivindicar. Lo anterior se concluye especialmente con el mérito de la
propia contestación de la demanda, en que aquél reconoce detentar la
posesión con carácter de señor y dueño;
VIGÉSIMO SEXTO: Que sobre lo precedentemente anotado, no
puede dejar de advertirse, que el demandado ha pretendido invocar un
mejor derecho que la demandante, de suerte que –a su juicio- le permite
comportarse como señor y dueño del inmueble de que se trata, amparado,
según indica, por un contrato de promesa suscrito en el años 1995 con aquél
que regularizó parte del mismo, documento que por cierto, no acompaña al
proceso.
Acerca del contrato de promesa, previsto en el artículo 1554 del
Código Civil, es útil recordar que se trata de un contrato preparatorio que
debe constar por escrito, referido a un contrato prometido que se explicite
en la promesa con los elementos que lo distinguen en su esencia y al que la
ley le reconozca eficacia, señalándose para éste ya un plazo o una condición
que fije el momento de su celebración. Añade esta norma, que la
convención que reúna tales características autorizará para instar por su
ejecución.
Sobre dicho contrato, la jurisprudencia ha dicho que es “la convención
por la cual los interesados se obligan a celebrar otro contrato dentro de
cierto plazo o en el evento de una condición”, como asimismo, que es
“aquel por el cual las partes se obligan a celebrar otro contrato determinado
en cierto plazo o en el evento de cierta condición”. (R.D.J. T.58, sec. 1ª,
pág. 179 y T. 60, sec. 2ª, pág. 85).
Así, entonces, yendo puntualmente al asunto sub judice, la
promesa de compraventa de un bien raíz no constituye un título del cual
pueda seguirse la posesión del mismo, sino que da origen a relaciones,
acciones y derechos personales.
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En otras palabras y, con arreglo a lo prevenido en el artículo 724, con


relación al artículo 728 de la Codificación sustantiva del ramo, la tenencia
del bien raíz sub lite por el recurrente, que indica como antecedente un
contrato de promesa, esto es, un título no traslaticio de dominio, no ha
podido otorgarle la posesión de aquella propiedad inscrita.
Ahondando en estas reflexiones, no es dable admitir –como se
pretende por el demandado- que ha existido a su respecto una mutabilidad
del título por el cual ha comenzado a poseer, en tanto que no basta para ello
el cambio interno de voluntad ni siquiera su exteriorización por simples
actos unilaterales;
VIGÉSIMO SÉPTIMO: Que, enfrentados los razonamientos que
anteceden a las exigencias impuesta por la reglamentación impuesta en el
artículo 889 del Código Civil, debe indefectiblemente concluirse, tal como
con acierto lo hicieron los jueces de la instancia, que la demandante dio
satisfacción a los requerimientos probatorios que debía soportar para el
éxito de su acción y por ello debía acogerse la demanda;
VIGÉSIMO OCTAVO: Que por todo lo dicho y no habiéndose
producido las infracciones de ley ni los errores de derecho denunciados, por
cuanto los sentenciadores han hecho una correcta aplicación de las
disposiciones legales atinentes al caso de que se trata, desde que tales
normas referidas a la acción de reivindicación, a la posesión y al dominio
han sido correctamente interpretadas y aplicadas, el recurso de nulidad de
fondo no puede prosperar y debe, necesariamente, ser desestimado.
De conformidad, además, con lo dispuesto en los artículos 764 y 767
del Código de Procedimiento Civil, se rechazan los recursos de casación en
la forma y en el fondo interpuestos por la defensa del demandado en lo
principal y primer otrosí, respectivamente, de la presentación de fojas 113,
en contra de la sentencia de la Corte de Apelaciones de Temuco, de fecha
veintiuno de abril de dos mil once, que se lee a fojas 108.
El ministro suplente señor Cerda no comparte el considerando segundo
ni la introducción tercero, que expresa: “…si bien estas consideraciones
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serían por sí aptas para denegar el remedio anulatorio impetrado, ha


parecido conveniente a este Tribunal de Casación puntualizar,
adicionalmente, que…”.
Regístrese y devuélvase con sus agregados.
Redacción a cargo del Ministro señor Alfredo Pfeiffer R. y de la
prevención, su autor.
Rol N° 5127-11

Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sres. Adalis Oyarzún M.,
Guillermo Silva G., Juan Escobar Z., Carlos Cerda F. y Alfredo Pfeiffer R.
No firman los Ministros Sres. Escobar y Cerda, no obstante haber concurrido la vista del recurso y
acuerdo del fallo, por haber terminado ambos sus períodos de suplencia.

Autorizado por la Ministra de fe de esta Corte Suprema.

En Santiago, a treinta y uno de enero de dos mil doce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la
resolución precedente.

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