Sei sulla pagina 1di 2

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

13 octubre 2019

Lc 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba
a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a
lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Al
verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Y mientras iban de
camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús,
dándole gracias. Era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han
quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?; ¿no ha vuelto más
que este extranjero para dar gloria a Dios?”. Y le dijo: “Levántate, vete; tu
fe te ha salvado”.

LA GRATITUD COMO SÍNTOMA

Es probable que no pocos de nosotros nos encontremos


reflejados en las palabras que manifiestan la sorpresa de Jesús: “Los
otros nueve, ¿dónde están?”. En ocasiones hemos podido esperar una
muestra de agradecimiento, aunque solo fuera verbal, que no ha
ocurrido y la hemos echado en falta.

La gratitud es un sentimiento que enriquece las relaciones y


eleva el “tono vital” de la persona agradecida. Quien vive la gratitud
manifiesta un talante abierto, cordial y animoso, prácticamente inmune
al desaliento.

La gratitud nace de la vivencia de la gratuidad y va de la mano


de la aceptación. Cuando se percibe que todo es gracia –“¿Qué tienes
que no hayas recibido?”, escribe Pablo de Tarso (1 Cor 4,7)–, no se
puede vivir sino agradecimiento. Y cuando se vive alineado con lo real,
es posible dar gracias por todo lo que viene, en la comprensión de que
todo lo que venga –en palabras del místico Rumi– es un “huésped
honorable” que trae un mensaje y una oportunidad.

Lo opuesto al reconocimiento de la gratuidad es el narcisismo


exigente y autorreferencial que se cree con “derechos” frente a todo,
en una postura egocentrada, incapaz de salir de sí y valorar lo recibido.

Lo contrario a la aceptación es la resistencia, que genera


sufrimiento, y/o la resignación, que paraliza y hunde. La aceptación
consiste en la alineación con lo real, en la comprensión de que todo es
uno, que no existen las “casualidades” y que la sabiduría consiste en
fluir con la Vida, permitiendo que se exprese libre y adecuadamente a
través de nosotros. Por el contrario, tanto la resistencia como la
resignación constituyen mecanismos de defensa, propios de un yo
igualmente narcisista, enojado con lo real en el primer caso, o
fatalmente decepcionado en el segundo.

La gratitud es un arte que puede alcanzarse en la medida en


que se practica. El camino pasa por vivirla –adiestrándose en decir
“gracias” por todo– y dejársela sentir. Vivirla ante todo que lo nos
suceda, antes incluso de catalogarlo como “bueno” o “malo”. La
persona sabia es aquella que vive en esta clave: “Por todo lo que ha
sido, GRACIAS; a todo lo que venga, SÍ”.

¿Cómo vivo la gratitud? ¿La practico cada día?

Potrebbero piacerti anche