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Derecho Penal I| Prof.

Rodrigo Carrasco

MATERIA PRIMERA SOLEMNE

DERECHO PENAL “PARTE GENERAL”

Siempre hay un bien jurídico protegido detrás de un delito objeto juridico

UNIDAD 1: CONCEPTO, FINES Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

El derecho penal: concepto, contenido y denominación:

Conceptos fundamentales:

En general, el derecho penal es aquella parte del ordenamiento jurídico que comprende las
normas de acuerdo con las cuales el Estado prohíbe o impone determinadas acciones y establece
penas para la contravención de dichas ordenes (Etcheverry).

El derecho penal, está constituido por el conjunto de normas que regulan la potestad punitiva del
Estado, asociando a ciertos hechos, legalmente determinados, una pena o una medida de
seguridad o corrección como consecuencia, con el objeto de asegurar el respeto de los valores
elementales sobre los cuales descansa la convivencia humana pacífica (E. Cury).

El derecho penal es un conjunto de normas que emanan del Estado, normas o conjunto de normas
que establecen ciertas conductas que las personas no pueden realizar (conductas prohibitivas) y
además impone sanciones punitivas a quien no las cumpla.

El Estado nos ordena, y dentro de ese orden nos dice lo que debemos hacer. Establece ciertas
conductas prohibidas que buscan resguardar valores fundamentales, como el valor a la vida, por
ello es delito matar a otro.

La locución “derecho penal” posee tres acepciones:

1) Derecho penal objetivo: En primer término, designa aquella parte del ordenamiento
jurídico que trata acerca del delito y sus consecuencias jurídicas (básicamente la pena). Es
aquella parte del derecho penal que trata los delitos y las penas, ya sea en la parte general
o especial del derecho penal.
2) Derecho penal subjetivo (o de “ius puniendi”): Alude a la facultad que tiene el Estado para
crear delitos y sancionar a quienes lo cometen. Hace referencia a la facultad que tiene el
Estado de sancionar punitivamente (el Estado es el único que tiene esta facultad), y a la
facultad del Estado de crear conductas prohibidas.
3) Ciencia del derecho penal o dogmática penal: Es aquella disciplina que estudia
sistemáticamente las normas y los principios jurídicos relativos al delito y la pena (en otras
palabras, aquel sector de las ciencias jurídicas que tiene como objeto de estudio el
“derecho penal objetivo”).

El nombre más generalizado para referirse a este sector del derecho es, precisamente, derecho
penal. Sin embargo, hay países como los de tradición anglosajona, en los cuales predomina la
expresión derecho criminal. Ambas denominaciones son igualmente correctas.

El derecho penal también es conocido en otros países como derecho criminal. No hay ninguna
diferencia, solo que en nuestra legislación hablamos de derecho penal.
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El derecho penal consta de dos partes: una parte llamada general, que trata del delito y de la pena
como conceptos generales; y una parte denominada especial, que trata de cada uno de los delitos
que contempla el ordenamiento jurídico, en particular.

El estudio del derecho penal se divide en la parte general y la parte especial. En la parte general se
trata del delito y de la pena como conceptos generales; en la parte especial se estudia cada uno de
los delitos que contiene nuestra legislación.

Características del derecho penal:

1) Es una rama del derecho público.


2) Constituye lo que se denomina la última ratio legis, que significa que sólo se aplica cuando
ya no es posible aplicar otras medidas.

El “principio de última ratio”, tiene un doble significado: en primer lugar, implica que las sanciones
penales se han de limitar al círculo de lo indispensable, en beneficio de otras sanciones o incluso
de la tolerancia de los ilícitos más leves; y, en segundo lugar, implica que debe utilizarse solamente
cuando no haya más remedio, es decir, tras el fracaso de cualquier otro modo de protección.

El derecho penal no es el que tiene que regular todo tipo de relaciones entre personas, sino que
tiene que llegar por la gravedad del incumplimiento de la norma penal. Establecer que una
conducta es delictiva debe ser excepcional. Tenemos por ello normas prohibitivas que no son
constitutivas de delito como, por ejemplo, cuando no se paga. La respuesta a la infracción de una
norma, no siempre tiene que ser el derecho penal, este es la última opción.

3) Es un medio de control social. En el sentido que establece conductas generales para la


sociedad, “si usted sale de esta normativa, lo vamos a sancionar”. Es un medio de
controlar.
4) Es un derecho en general sancionador y preventivo. Previene la comisión del delito porque
las personas saben que pueden ser sancionadas. La ley previene, se anticipa a la comisión
del delito.
5) Tiene una función ejemplarizadora.

Si bien es cierto que el Código Penal es la principal fuente del derecho penal, hay también
disposiciones penales en otros códigos (como, por ejemplo, el Código de Justicia Militar y el Código
Tributario) y en algunas leyes especiales.

Las normas que el Código penal destina a la parte general son aplicables tanto a los delitos
particulares que ese mismo Código contempla, como también a los delitos tipificados en otros
códigos y leyes especiales. De manera que todo aquello que no esté expresamente regulado en
esos textos particulares, se rige por las disposiciones generales del Código Penal. Por esto, las
normas de este último reciben el nombre de derecho penal común.

Hay otras leyes aparte del Código Penal que contienen delitos, como, por ejemplo, la Ley de
Violencia intrafamiliar, etc. Encontramos delitos también diseminados en varias leyes que tratan
temas específicos, no solamente encontramos derecho penal en el Código Penal. Sin embargo,
estas normas suelen ser escuetas, existe una falencia de la regulación general y es en este caso
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donde se aplica de forma supletoria el Código Penal, por esto se dice que el Código Penal tiene
normas de derecho penal común.

Las ciencias penales:

La expresión “ciencias penales” es utilizada para designar el conjunto de disciplinas que tienen
como objeto de estudio el delito, el delincuente y las penas.

El derecho penal no es, desde luego, la única disciplina que se preocupa de estos fenómenos.
Comparte su objeto de estudio con otras ciencias -jurídicas y extrajurídicas-, todas las cuales
pertenecen a la categoría genérica de “ciencias penales”.

Es el conjunto de disciplinas que tienen por objeto el estudio del delito, el delincuente y las penas.
No todas las disciplinas que tienen por objeto el estudio del derecho penal son jurídicas. Dentro de
las ciencias penales encontramos las ciencias jurídicas, ciencias naturales y sociales, y ciencias
auxiliares. Todas estas son ciencias penales, porque se dedican al estudio del delito, del
delincuente, y de las penas.

- Derecho penal substantivo (Derecho penal)


Ciencias jurídicas - Derecho penal adjetivo (Derecho procesal penal)
- Derecho penal ejecutivo (Derecho penitenciario)

Ciencias naturales y
sociales - Criminología

- Criminalística
Ciencias auxiliares - Medicina legal
- Psiquiatría forense

Ciencias jurídicas:

Derecho penal sustantivo, adjetivo y ejecutivo:

1) Derecho penal sustantivo o material: (llamado simplemente “derecho penal) se ocupa del
delito y de las sanciones penales, desde un punto de vista conceptual. Su objeto es
determinar, en forma abstracta (y sobre la base de su regulación normativa), qué son el
delito y la pena; y en qué consiste cada uno de los delitos que contempla el ordenamiento
jurídico. Constituido por el Código Penal.

Es el análisis abstracto respecto de qué es un delito, de que se trata la tentativa, la


consumación, etc. Su objeto es determinar de forma abstracta qué es el delito o la pena.
Lo encontramos en el Código Penal, en las leyes especiales.
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2) Derecho penal adjetivo o formal: (comúnmente denominado derecho procesal penal),


estudia las normas de procedimiento a que debe sujetarse el órgano jurisdiccional para la
determinación de los delitos y el juzgamiento de los delincuentes.

Su función es establecer mecanismo adecuados para probar los hechos que configuran
cada delito y fijar las bases mínimas que aseguren un juicio equitativo a quienes lo
hubieren cometido.

Está constituido básicamente por el Código de Procedimiento Penal y el Código Procesal


Penal (el primero se aplica a las causas iniciadas con anterioridad a la entrada en vigencia
de la denominada reforma procesal penal).

Lo encontramos en el Código Procesal Penal, que regula las formalidades y procedimiento.


Todo lo que son las formalidades del procedimiento, las formalidades de la investigación,
etc.

El derecho material y el derecho formal operan, el primero como Código Penal, donde tenemos las
normas en abstracto, qué es el delito, los elementos del delito, etc. Por su parte, el Código Procesal
Penal nos dice como debemos investigar ese delito, las formalidades del procedimiento, etc.
Contiene normas del procedimiento. En el Código Penal no encontramos ningún procedimiento,
ninguna forma de hacer las cosas, encontramos sólo delitos y penas.

3) Derecho penal ejecutivo: (también llamado derecho penitenciario) tiene como objeto las
normas que rigen el cumplimiento (o ejecución) de las penas que imponen los tribunales.

Las normas que configuran este derecho no están codificadas (a diferencia de lo que
ocurre en otros países, que cuentan con un “Código Penitenciario”), sino que aparecen
dispersas en varios textos legales y reglamentarios como, por ejemplo, el Reglamento de
Establecimientos Penitenciarios.

Tiene que ver con el cumplimiento de las penas. Nuestra legislación no tiene un Código
Penitenciario, solo tenemos normas difuminadas como, por ejemplo, las Normas de
Gendarmería.

Ciencias naturales o sociales:

1) Criminología: La criminología surgió hacía fines del Siglo XIX como una disciplina encargada
de examinar el delito y el delincuente desde un punto de vista biológico y social.

De este modo, asumió el estudio de las causas o factores que inciden en la delincuencia
(etiología criminal); y de las formas de prevenir la criminalidad y de tratar al delincuente.

Consistía, en realidad, en un análisis multidisciplinario que aplicaba la metodología y los


conocimientos provenientes de las diversas disciplinar particulares; básicamente de la
sociología, la antropología, la estadística, la biología y la psicología.
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Esta forma de concebir la criminología, denominada clásica, parte de la base de que la


delincuencia es un fenómeno patológico, en cuya base hay casusa biológicas, psicológicas
o sociales. Por esta razón, estudia el delito como una realidad natural.

Consistía, en realidad, en un análisis multidisciplinario que aplicaba la metodología y los


conocimiento provenientes de diversas disciplinas particulares; básicamente de la
sociología, la antropología, la estadística, la biología y la psicología.

Esta forma de concebir la criminología, denominada clásica, parte de la base que la


delincuencia es un fenómeno patológico, en cuya base hay causas biológicas, psicológicas
o sociales. Por esta razón, estudia el delito como una realidad natural.

La criminología es la encargada de ver la delincuencia en su generalidad. Aquí entra la estadística,


la psicología, la psiquiatría, etc. Se busca entender la delincuencia como fenómeno de la sociedad.
Las respuestas de la criminología sirven para prevenir delitos. Es el análisis de la delincuencia y de
los delincuentes como fenómeno de estudio.

Ciencias auxiliares:

Suele utilizarse esta denominación para designar todas aquellas disciplinas extrajurídicas que se
ocupan del delito, del delincuente y de las penas.

Tal denominación en modo alguno significa que aquellas disciplinas sean menos importantes o que
sean dependientes del derecho penal. Las normas penales, para ser eficaces, precisan adecuarse a
la realidad biológica, psicológica y social, y para ello ha de tomarse en consideración el aporte de
otras disciplinas.

Son ciencias no jurídicas que también se dedican al delito y al delincuente.

1) Medicina legal: Disciplina que aporta los conocimientos de orden médico y biológico,
necesarios para entender numerosos delitos (especialmente aquellos que atentan contra
las personas, como por ejemplo el delito de lesiones). Aporta los conocimientos médicos
que pueden ser requeridos al momento de establecer un hecho delictivo. Conocimiento de
orden médico y biológico necesarios para entender numerosos delitos como, por ejemplo,
determinar de qué murió una persona.

2) Psiquiatría forense: Disciplina que para muchos no es más que una rama de la anterior, la
cual aporta los conocimientos médicos psiquiátricos, necesarios para solucionar diversos
problemas jurídico-penales; en especial los que plantean ciertos estados patológicos que
pueden llegar a tener relevancia penal en cuanto afecten al autor o a la víctima de un
delito.

Algunos dicen que es parte de la medicina legal, pero son diferentes. Esta nos sirve
principalmente para determinar si una persona es imputable o no. Se puede tener
antecedentes psiquiátricos que digan que quién cometió el delito es un demente, a este no
sería posible atribuirle responsabilidad penal, se deben tomar otras medidas.
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3) Criminalística: Disciplina de índole policial que aporta los medios técnicos y científicos que
se precisan para investigar los delitos, para reconstituir sus circunstancias y para
determinar quiénes son sus autores. Dan a entender muchas veces si son factibles o no las
teorías que sostienen las partes.

Conexiones interdisciplinarias del derecho penal:

Derecho constitucional: Es, sin duda, el derecho constitucional la rama con la cual el derecho penal
tiene vínculos de mayor proximidad. Ello obedece a que la potestad sancionatoria es una función
que pertenece de forma privativa al Estado.

Desde otro punto de vista, el delito suele importar -y la pena siempre importa- privación o
restricción de alguno de los derechos fundamentales de la persona (por ejemplo, vida, libertad,
honor, propiedad, etc.). En consecuencia, la regulación constitucional de los derechos personales
tiene en el campo penal una aplicación mucho más intensa que en cualquier otro sector del
ordenamiento jurídico.

Derecho internacional público: Por su parte, también es una importante fuente de instituciones
penales. Misión fundamental del derecho penal es ofrecer un marco de las garantías que legitimen
el sometimiento del individuo a la potestad punitiva, y muchas de esas garantías están consagradas
en instrumentos normativos internacionales, cuyas disposiciones complementan o suplen las
omisiones en que incurre la Constitución. En el caso de nuestro país, revisten especial importancia
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, los cuales consagran numerosas disposiciones con contenido estrictamente penal.

La relación que posee el derecho penal con el derecho internacional público es que este último
consagra garantías, formas de procesar, que luego son aplicadas en nuestro país, debiendo nuestro
derecho penal adecuarse. Por ejemplo, antes en Chile, si una persona estaba entre los 16 y 18
años, se hacía una análisis para ver si el niño tenía discernimiento. Si lo tenía, se le juzgaba como
un adulto y solo tenía cierto grado de segregación en la cárcel. Hoy en día, se establece un régimen
totalmente especial para los menores de edad que cometen delitos, producto de un tratado
internacional firmado por nuestro país.

Derecho procesal: Las relaciones entre el derecho penal y el derecho procesal se manifiestan en
que el segundo provee los mecanismos necesarios para juzgar los delitos y para imponer sanción a
quienes aparezcan como responsables de su comisión. Regula, en efecto, los procedimientos que
han de utilizar el Ministerio Público y los tribunales para investigar los delitos y para establecer la
responsabilidad penal de sus autores; las garantías que han de rodear el juzgamiento de las
personas; los medios probatorios susceptibles de ser utilizados en la comprobación de los delitos y
en la determinación de las responsabilidades y las medidas cautelares que los jueces pueden
ordenar durante la substanciación de los procesos.

Con el derecho procesal penal también encontramos una relación. El derecho penal establece los
delitos y el derecho procesal penal establece la forma de investigar esos delitos tanto para la
policía como para el Ministerio Público. Establece las normas de juicio, como se debe llevar a cabo
un juicio, los medios de prueba, establece los derechos y garantías del imputado (como el derecho
a guardar silencio), los derechos de las víctimas, etc. Establece la forma de investigar y juzgar los
delitos contenidos en el Código Penal.
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Derecho administrativo: Numerosos delitos tienden a la protección de intereses e instituciones


propios de aquel sector del ordenamiento, como es el caso de los delitos llamados “funcionarios”,
que, en términos generales, sancionan las faltas en que pueden incurrir los empleados públicos en
el desempeño de sus cargos. El derecho administrativo, por otra parte, contempla un régimen
sancionatorio paralelo al del derecho penal, puesto que la Administración tiene la potestad para
aplicar sanciones disciplinarias (a quienes están sometidos a ella mediante un vínculo de
subordinación) y sanciones gubernativas (a cualquier ciudadano). En muchos casos, frente a un
mismo hecho ilícito surge tanto responsabilidad penal como responsabilidad administrativa.

Derecho privado: Finalmente, las relaciones con el derecho privado, a pesar de ser menos
estrechas, no dejan de ser importantes. Ellas se manifiestan, básicamente, en que numerosos
delitos tienen su origen en la violación de preceptos civiles (no pago de cotizaciones, estafas,
apropiación indebida, etc.).

Por otra parte, los delitos normalmente dan lugar al surgimiento de responsabilidad penal y civil,
las cuales coexisten, precisamente, porque persiguen objetivos diversos: el castigo del culpable, en
el primer caso; y la reparación del daño causado con la conducta delictiva, en el segundo.

Las funciones del derecho penal:

Prácticamente todas las opiniones doctrinales coinciden en que el derecho penal cumple dos
funciones:

1) Función de protección:

¿Qué es lo que protege o pretende proteger la norma penal? El derecho penal protege bienes
jurídicos. Estos son aquellos que la persona necesita para su autorrealización y el desarrollo de su
personalidad en la vida social.

Entre estos presupuestos se encuentra, en primer lugar, la vida y la salud. A ellos se añaden otros
presupuestos materiales que sirven para conservar la vida y aliviar el sufrimiento: medios de
subsistencia, alimentos, vestidos, vivienda, etc., y todos otros ideales que permiten la afirmación
de la personalidad y su libre desarrollo: honor, libertad, etc.

A estos presupuestos existenciales e instrumentales mínimos se les llama bienes jurídicos


individuales, en cuanto afectan directamente a la persona individual. Junto a ellos vienen en
consideración los llamados bienes jurídicos comunitarios (o colectivos) que afectan más a la
comunidad como tal, al sistema social que constituye la agrupación de varias personas
individuales, y supone un cierto orden social o estatal.

Entre estos bienes jurídicos sociales o universales se cuentan la salud pública, la seguridad en el
tráfico motorizado, la organización política, etc.

La doctrina ha establecido que el derecho penal tiene una función de protección y de motivación.
La función de protección tiene que ver con la protección de bienes jurídicos. Los bienes jurídicos
son valores que la sociedad a través de sus autoridades, ha establecido como fundamentales. Los
bienes jurídicos son igual a las garantías constitucionales o derechos fundamentales. Como parte
de los derechos fundamentales que tienen calidad de bienes jurídicos, tenemos la protección de la
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vida, la protección de la propiedad, de la salud, de la integridad física de las personas, de libertad,


etc. Todas las garantías fundamentales han sido elevadas a la categoría de bienes jurídicos.

Todo delito protege un bien jurídico. Los bienes jurídicos pueden ser de carácter individual (ataca a
la persona, como la vida) o colectivo (por ejemplo, la salud pública).

2) Función de motivación:

El principal medio de coacción jurídica, la pena, sirve para motivar comportamientos en los
individuos.

La norma penal cumple, por tanto, una función motivadora, amenazando con una pena la
realización de determinados comportamientos considerados por las autoridades una sociedad
como no deseables.

Desde un punto de vista sociológico, el derecho penal no es un fenómeno único y aislado, por el
contrario, una de las muchas instancias es el llamado control social. En esta tarea concluyen
numerosas instituciones sociales que propenden a la realización de dichos valores o del contenido
de las normas jurídicas. No sólo el Estado, sino también la familia, la iglesia, y muchas otras
instituciones juegan un importante papel a este respecto.

A su vez, cada una de estas instancias, no sólo dan lugar a normas y cánones de conducta que
influyen y hasta configuran los comportamientos de los individuos. También dan origen a diversas
sanciones para el caso de su trasgresión, las cuales pueden variar en su naturaleza e intensidad.
Este fenómeno de generación de cánones y expectativas de conducta, y de sanciones para el caso
de su incumplimiento, es connatural a la interacción de los individuos, e inseparable, por tanto, de
la vida en comunidad.

Toda sociedad comporta una compleja trama de interacciones que, no sólo protegen y fomentan
determinadas formas de comportamiento, sino que también rechazan y desincentivan otras.
Ambos aspectos constituyen así, un sistema orientado al control de las conductas individuales, que
se basa en la articulación, más o menos organizada, de las reacciones de los seres humanos, ante
los comportamientos de sus semejantes que confirman o frustran sus expectativas. El entramado
de reacciones adversas a que dan lugar las conductas que se estiman desviadas, considerando en
su conjunto, constituye lo que se denomina el control social.

Ahora bien, en este contexto es importante trazar las características definitorias del control social
ejercido por el derecho penal. Como primera aproximación, puede señalarse que se trata de un
control erigido para responder a los ataques contra los bienes jurídicos más importantes y que, por
lo mismo, las consecuencias previstas para su ejecución se caracterizan por su especial gravedad.

El derecho penal y en concreto las penas que establece, motivan conductas, motivan el buen
comportamiento, motivan conductas lícitas. El derecho penal motiva comportamientos adecuados
a lo que socialmente creemos correcto. El riesgo de una pena motiva a no incurrir en un delito.
Dentro de esto mismo está el llamado control social que tienen el derecho penal.

El control social en general, es el control que ejercen ciertas instituciones o entidades o grupos
dentro del desarrollo de la vida de una persona, que le va dando parámetros de conducta. El
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control social que establece el Estado es a través de las leyes. El derecho penal establece un
control social.

Evolución histórica del derecho penal:

El derecho penal ha pasado por cuatro etapas o periodos, que coinciden con los de la historia
universal:

1) Periodo de la venganza privada.


2) Periodo teológico-político de la venganza divina y pública.
3) Periodo humanitario.
4) Periodo contemporáneo o científico.

Estas etapas no se han sucedido regularmente unas a otras y cada una de ellas se caracteriza más
por el predominio que por la influencia de ciertos principios, concepciones o ideas. Aún en la
actualidad se advierten fenómenos de supervivencia.

Ejemplo de lo anterior puede ser el tratamiento jurídico del derecho penal en varios Estados
musulmanes o en Chile, el caso del artículo 208 del Código Penal que dispone que “si en virtud de
falso testimonio se hubiere impuesto al acusado una pena respectivamente mayor que las
determinadas en el artículo precedente, se aplicará la misma al testigo falso”. Este último ejemplo
constituye un resabio de la Ley del Talión (“ojo por ojo/diente por diente”).

1) Periodo de la venganza privada:

Representa el punto de partida. Según la opinión tradicional, en toda agrupación humana primitiva
el ofendido por el delito o sus parientes reaccionan contra el ofensor.

Cuando la reacción proviene de la víctima, se habla de venganza privada; cuando procede de los
parientes, de venganza de sangre. Esta reacción instintiva era no sólo un derecho, sino un deber
impuesto por la moral.

La venganza privada, se caracteriza en esta época porque cada persona se venga de quien lo
ofende, reaccionando frente a la ofensa no sólo contra la persona, sino que además en contra del
grupo que lo rodea; no existía proporcionalidad en cuanto la venganza. Entonces, la venganza no
tenía limitación.

a) Venganza de sangre: Toda la familia se vengaba.


b) Venganza colectiva: Reaccionaba toda la colectividad.

Al evolucionar este período se empiezan a reglamentar los mecanismos de venganza. Así se habla
de las penas compensadas, buscando limitar la venganza para equilibrarla con la acción
delincuente.

Entonces, aparece la Ley del Talión. No podía provocarse al hechor un mal más grave que el
causado por él a la víctima. El Talión, reconocido como signo de barbarie, significó, no obstante, un
progreso, porque impuso un límite al instinto vengativo del hombre y moderó sus excesos.

Por otro lado, se encuentra la Ley de las Compensaciones Penales. Se paga el daño causado,
desapareciendo la venganza privada. En caso del homicidio se les pagaba a los familiares, el pago
podía ser en dinero o especies.
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Esta compensación se ofrecía por el hechor, siendo una obligación ofrecerla al ofendido y por parte
de éste aceptarla, renunciando a la venganza.

La costumbre, la religión, la magia y la moral son las fuentes de que emanan los delitos.

Entre los hechos más comúnmente sancionados como delitos por los pueblos primitivos figuran el
homicidio, reprimido porque tiende a debilitar al grupo; la brujería y el sacrilegio, porque ofenden
a las divinidades, a las cuales es necesario tenerlas agradadas; el adulterio, porque destruye la
presunción de la paternidad, base de la consanguinidad, que es el lazo más fuerte que una a los
hombres primitivos; y, la violación de las reglas de la cacería, con el fin de evitar la destrucción de
las especies útiles.

La venganza privada desapareció, ya en la antigüedad, en aquellos países en que se organizó un


poder público fuerte que tomó a su cargo la represión del delito, especialmente en Grecia y en
Roma; pero reaparece en la Edad Media como consecuencia de las invasiones de los bárbaros y,
sobre todo, como resultado de la disgregación del poder público durante la época feudal, y se
mantuvo a pesar de los esfuerzos desplegados por la iglesia católica para eliminarla.

2) Periodo teológico-político de la venganza divina y pública:

Entre los pueblos del antiguo oriente, semitas y arios, el derecho penal tiene un sentido teológico.
Para los hebreos, el delito es esencialmente un pecado de desobediencia a la divinidad, y la pena,
una expiación purificadora impuesta en desagravio de la divinidad ofendida por parte de la
autoridad, en representación suya.

Conforme a este criterio, la pena tiene un fin en sí misma: evitar los rigores de la venganza divina.
La represión, aunque personal -lo que indica un gran progreso- era extremadamente serva y
consistía en la pena de muerte, por lo general.

Se extiende este periodo hasta el SXVI y parte del SXVII.

Características esenciales del derecho penal en el periodo de la venganza pública:

1) Crueldad excesiva de las penas. Las penas más frecuentes eran la muerte, la tortura y la
confiscación total o parcial de bienes.
2) Falta de personalidad de las penas. Las penas trascendían a la familia del condenado. Por
otra parte, la responsabilidad penal no se extinguía con la muerte del condenado.
3) Desigualdad ante la ley. Los nobles y los poderosos gozaban de privilegios penales
considerables, consistentes en la imposición de penas menos gravosas.
4) El proceso era secreto. No existían garantías procesales para los intervinientes y era
frecuente el uso de tormentos para conseguir confesiones.
5) Existía completa arbitrariedad. Los jueces estaban facultados para imputar hechos y aplicar
penas no previstas con anterioridad.
6) El derecho penal, muy vinculado a la religión. Castigaba con severidad actos de
irreligiosidad que han desaparecido del campo penal (herejía, blasfemia, sacrilegio,
ateísmo, etc.). La separación de ambos ámbitos se consigue en occidente sólo a partir del
Renacimiento y llega a su término con la Revolución Francesa.
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3) Período humanitario:

En opinión de algunos autores, la reacción humanitaria contra los excesos de la justicia penal se
inicia con el derecho canónico. Su influencia en los progresos del derecho penal es innegable.

Se trata de buscar penas proporcionales.

Después del SXVI, la iglesia católica mantiene la pena de muerte para ciertos delitos y también la
tortura. Pero, por otro lado, trató de humanizar ciertas penas.

Sin embargo, las influencias que determinaron la transformación del derecho penal son más
recientes: comenzaron con Hugo Grocio (1583-1645). Muchos filósofos y juristas abogaron
después por la reforma penal, entre ellos, Hobbes, Locke, Spinoza, Rousseau; sin embargo, el
verdadero renovador fue el italiano César Bonesana, marqués de Beccaria (1738-1794), que en
1764 publicó su célebre obra “Disertación sobre los delitos y las penas”, cuyo mérito radica en la
claridad y valentía con que fustiga la barbarie de las prácticas penales imperantes, en contraste con
los progresos culturales alcanzados en el SXVIII.

Cesar Bonesana, marqués de Beccaria. Inspirado en la filosofía racionalista dominante en la época,


sostiene que el derecho de castigar tiene como límite la justicia social y la utilidad social. Por ello,
las penas no pueden exceder las estrictas necesidades de defensa social.

De ello deduce la necesidad de atenuar las penas. Beccaria enemigo del tormento, de la pena de
muerte -salvo en casos muy especiales- y de las penas infames.

Sostuvo que la pena debe ser proporcional a la gravedad del delito y que su finalidad no es
martirizar al culpable, sino defender a la sociedad, evitando que los delincuentes y que los demás
sigan su ejemplo; para el logro de estos objetivos desarrolla los principios de publicidad, certeza y
prontitud de las penas. Como garantías de los ciudadanos frente a la justicia penal, propugna la
legalidad de los delitos y de las penas, con lo cual se evita la arbitrariedad y la inseguridad de las
personas; el juzgamiento de los delitos debe estar a cargo de los tribunales establecidos en la ley,
como medio de evitar abusos de poder; las leyes deben ser iguales para todos y los imputados no
pueden ser considerados como culpables antes de que se dicte sentencia condenatoria en su
contra. Por último, como principio de política criminal, advierte que más importante que la
represión es la prevención de los delitos.

Otro de los reformadores es el inglés Howard quien siendo sheriff del condado de Bedford pudo
conocer las desastrosas condiciones en que se encontraban las prisiones de Inglaterra; extendió
sus observaciones por toda Europa y en 1777 publicó el libro “Estado de las prisiones en Inglaterra
y Gales”.

Se preocupó de las penas y de las cárceles, de la higiene de las mismas, de la diferenciación de la


disciplina para los procesados y condenados. Así propicia en el SXVIII la llamada Reforma
Penitenciaria.

Frente a los tratos crueles y penas crueles e inhumanas, aparecen ideas de proporcionalidad de las
penas y de tratar que los delitos y las penas estén regulados, que establezcan garantías. Se busca
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atacar la crueldad, desproporcionalidad e injusticia. Aparecen autores como Hobbes, Locke,


Spinoza, etc.

Quien más destaca es César Bonesana, quien abre la idea de que hay algo que hacer en el derecho
penal, que no se puede seguir con las características del periodo anterior. Dice que la pena debe
tener un sentido social, tiene que motivar conductas y no solo hacer que sufra el delincuente, no
pueden exceder las estrictas necesidades de la defensa social. Sostiene que la pena debe ser
proporcional a la pravedad del delito, que se debe evitar que los delincuentes reincidan y que sirva
de ejemplo. Se promueve la legalidad de los delitos y de las personas, también se promueve que el
juzgamiento esté a cargo de los tribunales designados por la ley, sin intromisión del rey ni del papa.
Estas son garantías fundamentales que nos rigen hasta el día de hoy. Aparecen las garantías
procesales e individuales que tenemos ante la acusación de un delito.

4) Periodo contemporáneo o científico:

Corresponde a la época actual y se inicia con la publicación de la obra del italiano Ezechia Marco
Lombroso (1835-1909).

Se puede hablar en este periodo de un derecho penal, de la legalidad de las penas, delitos y
tribunales.

Se caracteriza por la irrupción de la ciencia en el ámbito penal.

Lombroso dijo que las causas de la criminalidad son de acuerdo con la forma, causas físicas y
biológicas.

Un aspecto particularmente difundido de la obra de Lombroso es la concepción del delito como


resultado de tendencias innatas, de orden genético, observables en ciertos rasgos físicos o
fisonómicos de los delincuentes habituales (asimetrías craneales, determinadas formas de
mandíbula, orejas, etc.).

Sin embargo, en sus obras se mencionan también como factores criminógenos, el clima, la
orografía, el grado de civilización, la densidad de la población, la alimentación, el alcoholismo, la
instrucción, la posición económica y hasta la religión.

Un rasgo llamativo en su obra es la crudeza con que expone algunas de sus conclusiones, esta
crudeza puede deberse a la tendencia positivistas a despojar el discurso científico de toda otra
consideración aparte de la mera descripción de la realidad, eludiendo juicios morales o
sentimentales.

Por ejemplo, Lombroso refiriéndose a lo que él llama la terapia del delito dice: “en realidad para
los criminales natos adultos no hay muchos remedios; es necesario o bien secuestrarlos para
siempre, en los casos de los incorregibles, o suprimirlos, cuando su incorregibilidad los torna
demasiado peligrosos”.

Otro rasgo característico de la obra de Lombroso es la precariedad de su método científico.


Frecuentemente, de la observación empírica, a veces sobre la población y relaciones de causalidad
escasamente fundadas. Por ejemplo, la comparación entre la temperatura anual media en las
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distintas provincias de Italia y el índice de homicidios en cada una de ellas, donde Lombroso
concluye que el calor favorece este tipo de delitos.

Fuentes de la ley penal:

La palabra “fuente” etimológicamente significa origen, inicio.

Desde un punto de vista jurídico, las fuentes del derecho corresponden a aquellas en las cuales el
derecho se sustenta para demarcar su contenido y extensión.

En razón de ellos se puede afirmar que fuente del derecho penal es todo medio que sirve para
establecer, interpretar o aplicar la norma penal.

La principal fuente del derecho penal es la ley.

Desde un punto de vista jurídico, asimismo, la clasificación de fuentes del derecho penal más
relevante distingue entre fuentes directas y fuentes indirectas.

Fuentes directas o inmediatas: Son aquellas que tienen un carácter obligatorio al momento de
determinar o interpretar el derecho penal. Son fuentes directas del derecho penal la CPR, tratados
internacionales y la ley penal.

Fuentes indirectas: Constituyen tales sólo en cuanto ayudan o inducen la dictación o interpretación
de las normas constitucionales y legales, pero no implican un mandamiento general y coactivo.
Estas fuentes indirectas son, la doctrina de los autores, la jurisprudencia, el derecho histórico, el
derecho comparado y los autos acordados.

Fuentes directas o inmediatas:

1) Ley y CPR:

Si bien, desde un punto de vista cuantitativo la fuente principal del derecho penal es la ley, esta
siempre debe ajustarse estrictamente a ciertos parámetros generales de rango jurídico superior
contenidos en la CPR, de suerte tal que, si ello no sucede, podrá pedirse la declaración de
ilegalidad por inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional.

Así las cosas, el derecho penal encuentra en la CPR y en la normativa constitucional anexa una
fuente importantísima cuyo estudio hoy resulta imprescindible.

2) Tratados internacionales:

Del mismo modo, a partir de la norma del art. 5 de la CPR, los tratados internacionales ratificados
por Chile, constituyen fuente innegable de derecho penal y procesal penal en la medida que ellos
regulen materias de carácter funcional y/u orgánicas.

Especial importancia han tenido, entre otros, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
denominada Pacto de San José de Costa Rica, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
y la Convención Internacional de los Derechos del Niño.
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Principios como el del justo y debido proceso, el derecho a ser juzgado dentro de un plazo
razonable, o la limitación de la prisión preventiva, son todos criterios plasmados en diversos
tratados internacionales por lo que, tales disposiciones, han debido adecuarse al derecho nacional.

Fuentes indirectas:

1) La doctrina:

Es la ciencia del derecho penal y procesal penal. La doctrina es el estudio del derecho penal.

No es fuente directa de la norma, pero en el derecho chileno ha sido una fuente indirecta de
incuestionable importancia. Gracias a los primeros estudios e investigaciones de la doctrina del
derecho penal, ha adquirido este la autonomía, independencia y base científica que exhibe hoy.

Ella ha inspirado las reformas procesales y penales en la mayor parte del mundo y ha servido de
antecedente fundamental para el desarrollo de la ley penal.

En el derecho penal la doctrina es una importante fuente del derecho, por ejemplo, los elementos
del delito son de elaboración doctrinaria, lo relacionado con el dolo.

Es la ciencia del derecho penal y procesal penal. La doctrina es el estudio del derecho penal.

La doctrina es el estudio del derecho penal, donde analizan el derecho penal de fondo o materia,
por ejemplo, en qué consiste el femicidio, etc. analizando conceptos. La implicancia del dolo, los
tipos de dolo, etc. También hacen estudios del derecho procesal penal. No es una fuente
obligatoria, pero ayuda a interpretar el derecho penal.

Tenemos doctrina nacional e internacional. Cuando tenemos evoluciones legislativas en materia


penal no solo se mira la doctrina nacional, sino también la internacional.

2) La jurisprudencia:

Entendemos por jurisprudencia al conjunto de sentencias dictadas en forma constante por los
tribunales de justicia, a partir de las cuales se desprende una interpretación que se mantiene más
o menos invariable en el tiempo.

Conforme al principio de la división de los poderes, al órgano jurisdiccional (tribunales) no le


corresponde crear derecho, pues tal rol le corresponde al poder legislativo.

Este principio se encuentra claramente establecido en el art. 3 del CC que indica que sólo le cabe al
legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio y las sentencias
judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se
pronuncien. Así las cosas, la jurisprudencia no constituye fuente directa del derecho penal o
procesal penal, pero es base fundamental de la práctica del derecho.

Distinto es el caso del sistema procesal anglosajón, pues en él rige el derecho consuetudinario
(Common Law) basado principalmente en la jurisprudencia de los tribunales. En este sistema el
juez si crea derecho al reconocer la vinculación jurídica de la costumbre, esto es, de las sentencias
anteriores sobre un caso análogo.
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Entendemos como tal los fallos de los tribunales de justicia. Decisiones que reiteradamente van
plasmadas en las sentencias, indican fallos reiterados en torno a un tema en un mismo sentido.
Reiteración de decisiones sobre un mismo tema.

No tiene fuerza obligatoria general, tiene fuerza obligatoria respecto a las partes del litigio. La
jurisprudencia al igual que la doctrina son importantes para determinar el sentido y alcance del
derecho penal.

En el derecho anglosajón la jurisprudencia si tiene fuerza obligatoria general.

3) La costumbre:

La costumbre como fuente del derecho es la repetición de actos uniformes por un tiempo más o
menos prolongado con la convicción de que se realización obedece a una necesidad jurídica.

La costumbre NO es fuente del derecho penal.

Lo que si tiene aplicación en el derecho penal son los usos y prácticas procesales. Los usos son las
rutinas o destrezas forenses que se producen la tramitación de un proceso, por ejemplo, “sumar” o
resumir en el encabezado de un escrito civil el contenido del mismo, expresando: A lo principal; al
primer otrosí; al segundo otrosí.

4) El derecho comparado:

El derecho comparado que compre al derecho extranjero (leyes de otros países) también ayuda a
comprender e interpretar las normas procesales, particularmente, en aspectos referidos a la teoría
general del derecho procesal penal.

Ello tiene especial importancia en la actualidad a partir del fenómeno de la globalización, en virtud
de la cual, muchas instituciones jurídicas y procesales tienen fuertes nexos en todo el planeta, de
modo que no puede prescindirse de un estudio comparado para realizar una interpretación de
ciertas instituciones procesales. Un importante ejemplo respecto de esto último se encuentra en la
normativa procesal penal referida al derecho humanitario derivado de los conflictos bélicos entre
países e incluso internos.

Por la globalización y las relaciones con otros países, esto tiene injerencia. El derecho comparado
se refiere al derecho extranjero. Tiene injerencia de forma indirecta.

5) Los autos acordados:

Los tribunales superiores de justicia (Corte Suprema y Corte de Apelaciones) tienen como
facultades anexas a la jurisdiccional, las facultades conservadora, disciplinaria y económica. Esta
última alcanza todas las disposiciones que se dictan, generalmente, mediante oficios o circulares
para el mejor funcionamiento del sistema judicial y, de entre estas, destacan los autos acordados,
esto es, acuerdos adoptados en el pleno del tribunal respectivo para el mejor cumplimiento de las
normas procesales y del servicio judicial. Estos autos acordados generalmente llenan vacíos no
regulados en la ley, tienen carácter general y obligatorio y, obviamente no pueden exceder de los
parámetros regulados en la ley.
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Como se ha sostenido pues, la naturaleza jurídica de los autos acordados es puramente


administrativa y emana de las facultades económicas de los tribunales superiores de justicia.

Los autos acordados son fuentes sobre todo del derecho procesal penal. Son fuentes
indirectamente, aunque a veces de manera excesiva.

Principio de legalidad:

El principio de legalidad es el principal limite importo por las exigencias del Estado de Derecho al
ejercicio de la potestad punitiva e incluye una serie de garantías para los ciudadanos, que
genéricamente pueden reconducirse a la imposibilidad de que el Estado intervenga penalmente
más allá de lo que le permite la ley. El Estado solo puede hacer lo que le está permitido por ley.

“El contenido esencial del principio de legalidad en materia penal, radica en que no puede
sancionarse ninguna conducta ni imponerse pena alguna que no se encuentre establecida en la ley,
lo que coincide propiamente con el denominado principio de legalidad de los delitos y de las
penas, frecuentemente expresado mediante el aforismo nullum crimen, nulla poena, sine lege”.

“Se trata, por tanto, de que el Estado actúe con total sometimiento al imperio de la ley y dentro de
sus límites, pero también de que los ciudadanos conozcan en todo momento cuáles serán las
consecuencias de su conducta y el modo en que dichas consecuencias les van a ser aplicadas, con
la absoluta seguridad de que, si la ley no las establece, nunca podrán afectarles”.

En términos generales el principio de legalidad es una limitación a las facultades del Estado, el
Estado solo puede hacer lo que le es permitido. En materia de privados podemos hacer todo lo
que no esté prohibido; en materia de derecho público, como es el derecho penal (el derecho penal
es una rama del derecho público), solamente se puede hacer lo que está permitido. El principio de
legalidad se refiere a la imposibilidad de que el Estado intervenga penalmente más allá.

No puede sancionarse ninguna conducta ni aplicarse ninguna pena que no esté establecida
previamente en la ley. No hay crimen, no hay pena, sin ley. Esto hace que el Estado esté siempre
limitado en su facultad punitiva a lo que dice la ley. No se puede establecer que una conducta es
delictiva, que un hecho es delito, si ese hecho no fue considerado anteriormente como delito por
la ley. No se puede crear una pena si no está creada con antelación a la ley.

El principio de legalidad tiene una triple proyección:

1) Solamente la ley puede crear delitos y establecer penas (principio de legalidad en sentido
estricto.
2) La ley penal no puede crear delitos y penas con posterioridad a los hechos incriminados y
sancionar estos en virtud de dichas disposiciones (principio de irretroactividad. La ley
penal rige hacía el futuro.
3) La ley penal, al crear delitos y penas, debe referirse directamente a los hechos que
constituyen aquellos y a la naturaleza y límites de estas (principio de tipicidad). La ley
penal debe ser clara o taxativamente la conducta y la pena atribuible a esa conducta, debe
bastarse a sí misma.

En su aspecto práctico, el principio de legalidad se traduce en que el juez no podrá sancionar por
delitos que no estén establecidos como tales en la ley con anterioridad a la realización de los
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hechos, ni aplicar penas que estén igualmente determinadas en la ley en cuanto a su naturaleza,
duración y monto.

Consagración constitucional del principio de la legalidad:

¿Dónde se encuentra plasmado el principio de legalidad?

La CPR consagra la totalidad de las “garantías” que van implicadas en la idea de legalidad.

El art. 19 N°3 inciso 7 de la CPR, dispone que “ningún delito se castigará con otra pena que la que
señale una ley promulgada con anterior a su perpetración…”.

Consagra, asimismo, la CPR la llamada garantía jurisdiccional, al disponer, en el art. 19 N°3 inciso 5
que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo
legalmente tramitado”, haciendo suya, de ese modo, la exigencia de la legalidad tanto en orden al
procedimiento conforme al cual son impuestas las sanciones penales, como en lo que respecta al
tribunal encargado de aplicarlas.

Manifestaciones del principio de legalidad:

1) Principio de reserva de ley:

Este postulado implica que la ley es la única fuente admisible en el campo del derecho penal, al
menos en lo que respecta a la tipificación de los delitos y al establecimiento de sanciones.

En otros países (por ejemplo, en España), las normas penales, se cuentan entre aquellas que
requieren de ley orgánica, lo cual implica una exigencia de quorum más elevado que el normal,
para los efectos de su aprobación. La CPR chilena, sin embargo, no formula una exigencia en tal
sentido, de modo que basta una ley ordinaria.

Reitera que la única fuente admisible del derecho penal en lo que respecta a tipificar conductas
delictivas y establecer penas, es la ley penal. No es posible que un delito sea creado sino por ley.
Solo puede establecer que una conducta es delito y establecer una pena aparejada a esa conducta,
el legislador.

En otros países las leyes penales tienen un quorum más elevado que una ley normal, eso no ocurre
en nuestro país, donde las leyes penales requieren el mismo quorum que una ley ordinaria.

2) Principio de exclusión de la analogía:

Como se sabe, la analogía consiste en solucionar un problema que no está expresamente resuelto
en la ley, utilizando una norma que regula una situación similar, pero no idéntica.

Las normas jurídicas están destinadas a regir situaciones que han de ocurrir con posterioridad a la
fecha de su entrada en vigencia. Por este motivo, siendo ilusorio que el legislador pueda prever la
totalidad de las situaciones futuras, siempre habrá hechos carentes de regulación (las llamadas
lagunas o vacíos legales).

En materia penal, no cabe hablar de lagunas o vacíos legales; en virtud del principio de legalidad.
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Las conductas humanas que no están expresamente contempladas en una ley, no constituyen
delito y deben quedar impunes, por mucho que sean moralmente reprochables, o aún, ilícitas
desde el punto de vista de otros sectores del ordenamiento jurídico.

Esto, por cierto, conduce a afirmar que en el campo del derecho penal queda excluida la analogía
como fuente para el establecimiento de delitos y sanciones.

Analogía in bonam partem: La prohibición de la analogía rige, sin duda, respecto de todas aquellas
disposiciones que fueren perjudiciales a los intereses del inculpado (la llamada analogía in malam
partem). Esto, obviamente, consecuencia directa del principio de legalidad, cuya connotación
garantista impide aplicar analógicamente las normas que fundamentan la responsabilidad penal o
aquellas que la agravan en razón de determinadas circunstancias.

Pero si bien es unánime el rechazo de la analogía perjudicial, no cabe decir lo mismo respecto de la
llamada analogía in bonam partem o beneficiosa para el inculpado (por ejemplo, aquella que
aplica de modo analógico una norma que puede llevar a su absolución o a la aplicación de una
pena más benigna).

La opinión favorable a la admisión de la analogía in bonam partem puede fundarse en que la CPR,
al consagrar el principio de legalidad, se refiere únicamente a que “ningún delito se castigará con
otra pena que la que señale la ley…” (art. 19 N°3 inciso 7).

Como dicho precepto únicamente prohíbe establecer un castigo al margen de la ley, podría
sostenerse que la utilización del criterio analógico para los efectos de absolver o para establecer un
trato más favorable, no estaría cubierto por la prohibición constitucional.

Asimismo, en apoyo de esta disposición, podría argumentarse que el verdadero sentido del
postulado de legalidad (concebido como garantía política en favor del ciudadano, más que como
instrumento de certeza jurídica), es restringir al máximo la intervención punitiva del Estado, y que
es, precisamente, a este objetivo al que tiende la analogía in bonam partem.

3) Principio de irretroactividad penal:

Este postulado implica que las leyes penales solo pueden regir situaciones ocurridas con
posterioridad a su entrada en vigencia, estando prohibido aplicarlas con efecto retroactivo, es
decir, a situaciones acaecidas con anterioridad.

Principio consagrado en el art. 19 N°3 inciso 7 de la CPR, el cual dispone que “ningún delito se
castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración,
a menos que una nueva ley favorezca al afectado”. En otras palabras, se consagra la irretroactividad
de las normas que fundan la responsabilidad penal y la de aquellas que establecen un trato más
gravoso en perjuicio del inculpado, pero el mismo precepto constitucional permite la aplicación
retroactiva de aquellas normas que operan en un sentido favorable a sus intereses.

La ley penal solo puede regir a futuro. Existe una excepción, que es cuando una ley nueva beneficie
al afectado. La ley por regla general no tiene efecto retroactivo (rige hacía el futuro) y en materia
penal la excepción es: a menos que una ley nueva sea favorable para el imputado.

4) Principio de taxatividad:
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También llamado principio de tipicidad y principio de determinación. Esta garantía implica que las
leyes penales han de ser redactadas en términos estrictos y precisos, de modo que no den lugar a
dudas acerca de la situación que pretende regular.

El principio de legalidad, por cierto, carecería de toda eficacia si bastara con cumplir la formalidad
de que el delito y la pena estuvieran plenamente establecidos en una ley, y que no se exigiera, al
mismo tiempo, que esta precisara nítidamente el hecho sancionado y la pena correspondiente.

La idea de taxatividad es, por tanto, un complemente indispensable para la plena vigencia del
principio de legalidad penal.

Este principio, al igual que los anteriores, figura en el art. 19 N°3 de la CPR, cuyo inciso final
prescribe que “ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella”.

La exigencia constitucional se cumple, únicamente, cuando la descripción de la conducta se hace


en términos tales, que no da lugar a más de una interpretación acerca de lo que se desea
incriminar.

Asimismo, deberá tratarse de términos que se basten a sí mismos, de manera que no sea necesario
recurrir a otros antecedentes para fijar su sentido y alcance.

La ley penal tiene que ser redactada en términos estrictos y claros. No puede haber una ley penal
que establezca pena y no la conducta, o una conducta que no se entienda. Se cumple este principio
cuando la descripción de la conducta se hace en términos tales que no da lugar a interpretación.

El concepto de la ley penal:

Como ya hemos visto, la CPR y la ley penal constituyen en nuestro ordenamiento jurídico la fuente
principal de nuestra disciplina.

La ley penal es aquellas que se encuentra contenida en diversos cuerpos normativos, regulando los
diferentes aspectos que constituyen el objeto del derecho penal y procesal penal.

El concepto de “ley”, (Planiol), es una regula social obligatoria establecida con carácter permanente
por la autoridad pública y sancionada con la fuerza.

(Andrés Bello) en el art. 1 del CC señala “la ley es una declaración de la voluntad soberana que,
prescrita en la forma establecida por la Constitución, manda, prohíbe o permite”.

La ley penal admite una doble clasificación que podríamos llamar material o de fondo y formal o
instrumental.

Ley penal material: Se encuentra especialmente contenida en el Código Penal y en otros cuerpos
normativos especiales y tiene por finalidad, en términos generales, regular las conductas
prohibidas por la ley y las sanciones asociadas a ellas.

Ley penal formal: Está contenida en el Código Procesal Penal y en otros cuerpos de leyes especiales
y tiene por objeto regular el funcionamiento y los trámites a realizar ante los tribunales de justicia
con el propósito de llevar a la practica los mandatos del derecho penal material.
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Así, por ejemplo, el delito de homicidio y las circunstancias necesarias para determinar la pena que
le corresponde al culpable están contenido en el Código Penal (derecho penal material); pero los
actos de procedimiento necesarios para investigar, detener, enjuiciar y condenar a ese mismo
culpable están regulados en el Código Procesal Penal (derecho penal formal).

La ley penal puede estar contenida en:

1) Un Código, que es un conjunto normativo sistemático, ordenado y extenso como el Código


Procesal Penal y el Código Penal.
2) En una ley ordinaria especial como la Ley N°20.000 sobre el trafico de drogas y
estupefacientes.
3) En un Decreto con Fuerza de Ley que son Decretos Supremos (dictados por el presidente
de la república) en virtud de una ley que le ha conferido esa facultad. En razón de ello es
general, abstracto y obligatorio como cualquier ley. En este punto, sin embargo, debemos
reiterar que a partir de la entrada en vigencia de la CPR de 1980 esta vía no podría ser
utilizada como fuente del derecho penal, ya que el art. 61 inciso 2 de la misma la prohíbe
en materias que sean propias de garantías constitucionales.
4) En un Decreto Ley que son aquellos dictados por un gobierno de facto sobre materias
propias de ley. La normativa procesal dictada en el gobierno militar de Augusto Pinochet
con posterioridad al 11 de septiembre de 1973 obedeció a esta categoría.

Las leyes penales en blanco:

Concepto:

Las leyes que crean delitos constan de dos partes: una hipótesis o precepto y una sanción.

La hipótesis es la descripción de una conducta, es decir, un comportamiento humana, y de las


circunstancias en que aquella ha de realizarse; desde el punto de vista gramatical, se expresa a
través de un verbo.

La sanción, por su parte, es la pena o castigo que debe sufrir quien realizare la conducta, en las
circunstancias que la ley prevé.

Así, la ley que contiene una hipótesis y una sanción, establecidas en términos precisos, de modo
que al juez le baste con su lectura e interpretación para aplicarla, puede decirse que es una ley
completa.

El ordenamiento jurídico suele contemplar leyes incompletas, en las cuales falta todo o parte del
precepto o bien toda o parte de la sanción.

Sobre esta base, podemos definir la ley penal en blanco (o incompleta, como también se le suele
denominar) como aquella disposición emanada del poder legislativo, para tipificar un delito, en la
cual falta la hipótesis o la sanción, o una parte de aquella o de esta, y que, por tal razón, precisa de
otra disposición que la complemente.

Una ley penal por regla general y la mayor cantidad de los casos, tiene una hipótesis que viene a
ser la conducta prohibida y tiene una sanción a quien incurra en dicha conducta prohibida (leyes
penales completas). La hipótesis o conducta contiene una descripción del comportamiento
humano y el eje de ese comportamiento es un verbo o una acción, por ejemplo, “matar a otro”
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matar. La hipótesis es el comportamiento humano. Las leyes penales completas tienen una sanción
aparejada a quien incurre en la hipótesis.

Las leyes penales en blanco son incompletas ya sea por les falta total o parcialmente la hipótesis o
pena. Son incompletas en cuanto a la hipótesis o a la pena aparejada a la hipótesis. Por tal razón
preciso que otra norma de igual o menor jerarquía las complemente.

Clasificación:

Podemos distinguir cuatro clases de leyes penales en blanco:

1) Leyes penales en blanco propiamente tales:

Son aquellas disposiciones que contienen la sanción, pero cuyo precepto o hipótesis debe ser
determinado o completado por un texto normativo diverso (de jerarquía inferior a la legal),
emanado de una autoridad administrativa (generalmente un reglamento).

La doctrina, en general, manifiesta una opinión favorable a la admisibilidad de las leyes penales en
blanco propiamente tales, al menos como un mal necesario. Todos los autores concuerdan en que
tales disposiciones involucran un riesgo para la plena vigencia del principio de legalidad, pero
convienen que no es materialmente posible que las leyes prevean todas las situaciones
circunstanciales en que pueden ejecutarse determinadas conductas, especialmente aquellas que
tienen que ver con materias dotadas de un elevado tecnicismo, como lo son, en general, las de
carácter científico o económico.

Asimismo, en favor de la admisibilidad de esta clase de disposiciones suele invocarse el que es


necesario que ciertas materias sean reguladas con la prontitud propia de la gestión administrativa
y no con tardanza y falta de oportunidad que, generalmente, supone el ejercicio de la potestad
legislativa.

Un ejemplo de este tipo de leyes es la Ley de tráfico de estupefacientes (Ley 20.000). Cuyo
articulado se remite constantemente a preceptos reglamentarios, principalmente para establecer
las sustancias sujetas a control

Las leyes penales en blanco propiamente tales contienen la sanción claramente, pero su hipótesis
debe ser determinada o complementada por un texto normativo diverso (de jerarquía inferior a la
legal) emanado de una autoridad administrativa.

La doctrina ha entendido que, si bien son un peligro para el principio de legalidad, en ciertos casos
siendo un mal necesario, se aceptan estas leyes. Cumplen una labor de complemento, son
aceptadas por la necesidad de casos concretos, de hacer precisiones técnicas o científicas a las
conductas prohibidas.

Problema de la constitucionalidad de las leyes penales en blanco propiamente tales:

El problema es si contradicen el principio de reserva de ley.

El TC ha señalado que estas normas se ajustan a la CPR siempre que el núcleo de la conducta que
se sanciona esté expresa y perfectamente definido en la ley propiamente tal, de tal manera que
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solo se deja a las normas de rango inferior la misión de pormenorizar los conceptos contemplados
en la ley.

La jurisprudencia agrega que a esta exigencia de precisión se debe añadir el cumplimiento de los
arts. 6,7 y 8 del CC (publicación en el Diario Oficial), ya que, para ser considerada parte de la ley
penal, debe reunir la exigencia de publicidad de toda ley.

La ley penal en blanco propiamente tal será constitucional siempre y cuando la labor de
complemento sea solo respecto a precisiones de la conducta principal o haga referencia a
conductas accesorias.

2) Leyes penales en blanco irregulares, o “al revés”:

Representan la situación inversa a la anterior.

Es decir, se trata de disposiciones en que la hipótesis aparece definida por el legislador, pero deja
en blanco la sanción.

Se denominan irregulares, porque a pesar de tratarse de disposiciones penales, paradójicamente,


omiten la pena.

3) Leyes penales en blanco impropias:

Difieren de las anteriores en que la labor del complemento (de la conducta o de la sanción) es
encomendada aquí a otra ley y no a disposiciones emanadas de autoridades ajenas al poder
legislativo.

Como la conducta y la pena se encuentran establecidos por ley, no hay en principio vulneración al
principio de legalidad.

Aquí tenemos dos leyes, una incompleta y otra que complementa aquella. Estas leyes son
perfectamente constitucionales porque tenemos dos leyes del mismo rango. Se cumple con el
principio de legalidad, ambas son dictadas por el poder legislativo. Tenemos una ley que establece
la conducta y otra la sanción. Son en blanco porque no tenemos una sola ley que hace referencia a
la conducta o sanción sino dos leyes que se complementan entre sí.

4) Leyes penales abiertas:

Son disposiciones incompletas en que la labor del complemento es entregada al propio tribunal
encargado de aplicarlas. De acuerdo a lo ya señalado, no estaría acorde a la CPR.

En las leyes penales abiertas el tribunal deberá decidir cuál es la sanción o conducta prohibida. Son
completamente inconstitucionales, van en contra del principio de legalidad.

Constitucionalidad:

Los miembros de la Comisión de Estudio de la CPR de 1980, al discutir el alcance que debía darse al
principio de legalidad, estuvieron de acuerdo en que las leyes penales en blanco (todas, porque no
formularon distingos), no tendrían cabida en dicho texto constitucional. Por ello acordaron, cómo
formula consagratoria de aquel principio, lo siguiente: “ninguna ley podrá establecer penas sin que
la conducta que se pretende sancionar esté completamente descrita en ella”.
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El texto de la CPR, sin embargo, difiere del que fuera aprobado por la Comisión, porque no incluye
el adverbio “completamente”, limitándose a exigir que la conducta esté “expresamente” descrita
en la ley.

La doctrina concuerda en que el texto vigente implica un reconocimiento en orden a que las leyes
penales pueden ser completadas por una disposición diversa.

Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que todas las formas de leyes penales en blanco sean
acordes con la letra de la CPR, siendo preciso determinar, la situación de cada una de ellas.

La interpretación y formas de la ley penal:

El Código Penal no contempla normas sobre interpretación de las leyes. Son aplicables, en
consecuencia, las normas que sobre esta materia contiene el CC en sus arts. 19 a 24.

Tradicionalmente, se ha dicho que interpretar la ley significa determinar su sentido y alcance, con
el objeto de aplicarla a los casos concretos de la vida social. Los conceptos interpretación y
aplicación de la ley, en verdad, se confunden, puesto que el juez al aplicarla está obligado a
armonizar una disposición de carácter abstracto y general, con un hecho concreto, lo cual implica
una labor de interpretación.

Por este motivo, actualmente se descarta una antigua corriente de opinión que sostenía que sólo
era necesario interpretar las disposiciones oscuras. Se dice que por muy claros que sean los
términos de una ley, al determinar el juez que es aplicable a un caso concreto, se está fijando el
alcance y sentido de la ley, con lo cual se realiza una labor de interpretación.

El Código Penal no establece como interpretar la ley penal. Para saber cómo debemos
interpretarla, nos debemos remitir al CC.

Lo primero es aclarar que la ley penal y la ley en general no solo se interpreta cuando tiene pasajes
oscuros. Cada vez que se aplica la norma jurídica, el juez al dictar sentencia o resolver el asunto,
interpreta la norma. Cada vez que la norma se aplica por un órgano jurisdiccional, ese órgano la
está interpretando.

Fuentes de la interpretación:

La interpretación puede emanar de dos fuentes: de un órgano estatal o de un jurista. En el primer


caso se habla de interpretación pública y oficial; en el segundo, de interpretación privada o
doctrinal.

La interpretación pública u oficial puede ser efectuada por el poder legislativo (interpretación
auténtica o legal) o por los tribunales (interpretación judicial).

La interpretación legal, a su vez, puede adoptar dos formas: se denomina contextual, si la norma
interpretativa se encuentra contenida en el mismo texto que la norma interpretada; y posterior, si
la norma interpretativa se dicta después que la norma interpretada.

Cuando la interpretación legal es posterior, según el art. 9 del CC, las disposiciones de la ley
interpretativa se tendrán por incorporadas a la ley interpretada, es decir, tendrán efecto
retroactivo, pero sin que puedan afectar a las sentencias judiciales dictadas en el periodo
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intermedio. Este principio, desde luego, no rige en materia penal, si la norma posterior es
desfavorable para el reo.

La interpretación legal tiene fuerza obligatoria en virtud de lo que dispone el art. 3 del CC: “Solo
toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio”. La
interpretación judicial, en cambio, solo tiene efecto para el caso concreto respecto del cual se
efectúa.

Al respecto, el art. 3 inciso 2 del CC dispone que “Las sentencias judiciales no tienen fuerza
obligatoria sino respecto de las cusas en que actualmente se pronunciares”.

La interpretación privada o doctrinal, no tiene fuerza obligatoria, pero de hecho influye en la


interpretación que efectúan los tribunales, y su valor depende únicamente del prestigio del
intérprete y de la calidad de sus argumentos.

Está la interpretación estatal (pública) y la del jurista (privada). La interpretación pública se divide
en: la interpretación auténtica o legal que es la que realiza el poder legislativo, y la interpretación
judicial, la que realizan los tribunales.

La interpretación legal puede adoptar dos formas: la interpretación contextual (si la norma
interpretativa se encuentra contenida en el mismo texto que la norma interpretada) y la posterior
(si la norma interpretativa se dicta después).

La interpretación legal posterior está regulada en el art. 9 del CC. Esta interpretación solo se aplica
en los casos que es permitido, en favor del imputado. Si la interpretación es más gravosa, no
podría aplicarse en el caso concreto.

La interpretación legal tiene fuerza obligatoria. La interpretación judicial tiene fuerza obligatoria
solo para el caso concreto que se está juzgando e interpretando.

La interpretación privada o doctrinaria, es cuando los autores se dedican a hacer análisis jurídico,
hacen interpretación doctrinaria. Esta interpretación no tiene fuerza obligatoria ni para los casos
concretos ni generales. Perfectamente pueden citarse análisis, pero solo tiene fuerza obligatoria si
el jurista adhiere a este.

Medios o reglas de interpretación:

La legislación chilena contempla cuatro medios de interpretación:

1) Interpretación literal:

Consiste en concurrir a la letra del texto legal, es decir, a las propias palabras que utiliza la ley. Este
medio de interpretación aparece mencionado en el art. 19 del CC, el cual dispone que “cuando el
sentido de la ley es claro no se desatenderá su tenor literal a pretexto de consultar su espíritu”.

El CC ofrece tres reglas para concretas para determinar cuál es el tenor literal de una disposición

Según el art. 20, 1° parte: “Las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural y obvio,
según el uso general de las mismas”. Esto quiere decir que el juez debe determinar el significado
de las palabras según el uso que de ellas hace la comunidad en el lenguaje cotidiano.
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En el mismo art. 20, en su parte final, dispone que cuando el legislador haya definido
expresamente las palabras para cierta materia, se les dará en éstas sus significado legal. Y agrega
que las definiciones solo rigen para las materias respecto de las cuales se ofrecen.

Finalmente, de acuerdo con el art. 21, “Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en
el sentido que les den los que profesan esa misma ciencia o arte, a menos que aparezca que
claramente se han tomado en sentido diverso”.

Cualquiera sea la forma que se utilice para fijar el sentido de las palabras, la interpretación literal
siempre supone que el sentido de la ley sea claro. En caso de que la ley utilice expresiones oscuras,
ya no podemos recurrir a la letra misma de la disposición, sino que debemos tratar de buscar la
intención de la ley, por alguno de los tres medios siguientes.

En la interpretación literal se debe recurrir a la letra, al texto de la norma. Esto sirve cuando la
norma es clara. Lo primero es ver el tenor de la norma, lo que dice, lo que se expresa en el texto.
Para entender el tenor literal, se establecen ciertas normas:

a) Las palabras se entenderán en su sentido natural y obvio según el uso general de las
mismas.
b) Cuando el legislador ha definido expresamente las palabras, se les dará ese significado
legal.
c) Las palabras técnicas de una ciencia o arte, se tomarán en el sentido que le den los
profesionales de esa ciencia o arte, a menos que aparezca claramente que se han tomado
en sentido diverso.

2) Interpretación teleológica:

Consiste en determinar cuáles son los fines que persigue la disposición penal que se pretende
interpretar.

En general, se sostiene que toda interpretación de la ley es teleológica, porque la interpretación


siempre persigue desentrañar cuál es la intención o propósitos de la ley, en otras palabras, cuál es
su voluntad.

Sin embargo, suele reservarse el nombre de interpretación teleológica propiamente tal, para aludir
a aquel medio de interpretación que persigue determinar la intención de la ley recurriendo a ella
misma. A esto alude el art. 19 inciso 2 del CC cuando dispone “pero bien se puede, para interpretar
una expresión oscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en ella
misma”.

Teniendo en cuenta que la ley penal tiende a la protección de bienes jurídicos, el medio más
adecuado para captar la intención de una disposición es indagar cuál es el interés tutelado por el
precepto que se interpreta.

Consiste en determinar la voluntad que ha tenido el legislador al momento de dictar esta norma.
Hay que tener en cuenta que todos los delitos tienen como elemento central la protección de
bienes jurídicos, el objetivo de crear delitos es proteger bienes jurídicos. Cuando se requiere
interpretar una norma penal y no es clara como para interpretar el tenor literal, tenemos que
pensar cual es el bien jurídico protegido por la norma.
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3) Interpretación histórico-fidedigna:

Este medio de interpretación aparece consagrado en el art. 19 inciso 2 parte final del CC, el cual
permite recurrir a la historia fidedigna del establecimiento de la ley.

En esta labor pueden utilizarse los trabajos preparatorios, las actas de las comisiones redactoras,
los informes de las comisiones legislativas, los debates parlamentarios, las exposiciones de
motivos, la opinión de los técnicos consultados, las leyes extranjeras que se tuvieron a la vista, etc.

Como sabemos, para la interpretación de nuestro Código Penal tienen mucha importancia el
Código Español de 1848-1850 y el Código Belga de 1867, en los cuales se basaron nuestros
redactores. También pueden consultarse las actas de la comisión redactora, cuyo texto completo
se encuentra publicado.

Cuando no se logra interpretar con las otras normas, se debe recurrir a la historia fidedigna de la
creación de la ley. Encontramos la historia en las actas, en los proyectos de ley donde van los
mensajes, etc.

4) Interpretación sistemática:

Este medio de interpretación aparece consagrado en el art. 22 del CC, en los siguientes términos:
“El contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de manera que
haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía. Los pasajes oscuros de una ley
pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto”.

Si, a pesar de haberse utilizado todos los medios de interpretación que aquí hemos reseñado, no
hubiese sido posible determinar el sentido de la ley, puede recurrirse a la fórmula que ofrece el
art. 24 del CC: “En los casos en que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación precedentes,
se interpretarán los pasajes oscuros y contradictorios del modo que más conforme parezca el
espíritu general de la legislación y a la equidad natural”.

Otros criterios de interpretación:

1) El principio pro reo:

Es común que, ante dos posibilidades interpretativas, se sostenga que debe aplicarse la más
favorable al inculpado, es decir, aquella que representa un trato penal más benigno.

En nuestro país, sin embargo, la doctrina mayoritaria niega vigencia al llamado principio pro-reo (si
bien reconoce que es aplicable en el campo procesal), por estimar que en materia de
interpretación de las leyes penales rige lo dispuesto por el art. 23 del CC, el cual prescribe que “lo
favorable u odioso de una disposición, no se tomará en cuenta para ampliar o restringir su
interpretación”.

2) Interpretación analógica:

Esta forma de interpretación se presenta cuando la ley penal se refiere a determinados objetos o
situaciones, permitiendo expresamente al intérprete incluir otros objetos o situaciones análogas o
similares.
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Supongamos que una norma dispone: “El que vendiere moneda extranjera en calles, plazas y otros
sitios públicos será castigado con una pena de…”. Si el tribunal sanciona a alguien que fue
sorprendido vendiendo moneda en un muelle público, significa que aquel interpretó la norma
analógicamente.

No debe confundirse la interpretación analógica con la analogía. Esta última, como sabemos, está
prohibida en nuestra legislación, porque implica castigar a alguien en ausencia de ley. En el caso de
la interpretación analógica, en cambio, existe una ley a la cual se le atribuye el sentido correcto, de
modo que no hay, en este, violación del principio de legalidad.

3) Non bis puniri in idem:

No se puede castigar dos veces por un mismo hecho.

También significa que aquel elemento que ya fue considerado para los efectos de la incriminación,
no puede tomarse en cuenta de nuevo para agravarla.

Por ejemplo, si una mujer es acusada y condenada por dar muerte a su marido. No encontraron el
cuerpo, solo huellas que determinaron que ella era culpable. La condenan y cumple condena, pero
resulta que el marido no estaba muerto, sino, que planeó todo. La mujer sale de la cárcel donde
cumplió condena y se entera. Mata a su esposo en otro país, la toman detenida y la quieren juzgar
por mater a su esposo, pero ya fue juzgada por ese hecho.

4) Imposibilium nulla obligatio:

Nadie está obligado a hacer lo imposible.

Ámbito de vigencia de la ley penal chilena:

Efectos de la ley penal en el espacio:

Las preguntas relativas al ámbito de vigencia espacial de la ley penal se refieren, a la competencia
de los tribunales chilenos para conocer, conforme a la ley nacional hechos punibles que ofrecen
aspecto internacional, ya sea por el lugar en que se cometió el delito, por la nacionalidad del
hechor o de la víctima.

Para determinar cuál es el ámbito de aplicación espacial de la ley penal, las legislaciones suelen
basarse en alguno de los siguientes principios:

Hablamos de dónde rige la ley penal, donde se aplica la ley penal chilena. Internacionalmente
existen varios principios que tienen que ver con decidir qué ley penal se aplica, estos principios
están inmersos en las distintas legislaciones de los países.

1) Principio de territorialidad: se aplica en un territorio determinado, solo rige dentro de los


limites territoriales, solo importa el lugar fisico en donde se comete el delito

Según este principio la ley penal sólo rige dentro de los límites territoriales del Estado que la dictó.
Este postulado se basa en la circunstancia de que el orden jurídico de un Estado, por lo general, no
se ve afectado por hechos ocurridos fuera de su territorio.
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2) Principio de personalidad: se aplica de acuerdo a la nacionalidad de la persona que


cometio el delito

Según este principio la ley penal de un Estado debiera aplicarse a sus nacionales cualquiera sea el
lugar en que se hubiere cometido el delito.

Existen dos variantes de este principio: según la primera, basta con la nacionalidad del delincuente;
de acuerdo con la segunda, en cambio, debería exigirse además que el bien jurídico atacado
pertenezca también a un nacional o que el delito afecte al Estado a que pertenece el delincuente.

3) Principio real o de defensa:

Según este principio debe aplicarse la ley penal del Estado perjudicado o del Estado a que
pertenece el titular del bien jurídico ofendido.

4) Principio de universalidad:

Postula que los delitos vulneran los derechos de todos los hombres y contradicen las ideas jurídicas
aceptadas por todas las naciones. Por este motivo, los delitos debieran ser castigados por el Estado
donde se encuentra el delincuente y conforme a la legislación de ese país, con la única limitación
que el autor no haya sido castigado antes por el mismo hecho.

No existe ningún país que aplique en forma exclusiva uno solo de los principios antes enunciados.
La norma es que se acepte como regla general alguno de ellos, pero que las propias legislaciones
establezcan excepciones basadas en algunos de los otros tres principios.

No existe ningun pais que aplique todos estos principios

Regla general: el principio de territorialidad: implica que se aplica la ey penal del lugar en donde se
comete el delito

La ley penal y civil es OBLIGATORIA

En Chile rige, como regla general, el principio de territorialidad, consagrado en los arts. 14 del CC y
5 del Código Penal.

El primero de ellos dispone que: “La ley es obligatoria para todos los habitantes de la República,
incluso los extranjeros”.

El segundo, por su parte, prescribe que: “La ley penal chilena es obligatoria para todos los
habitantes de la República, incluso los extranjeros. Los delitos cometidos dentro del mar territorial
o adyacente quedan sometidos a las prescripciones de este Código”.

Artículo 6 del Código Penal: “Los crímenes o simples delitos perpetrados fuera del territorio de la
República por chilenos o por extranjeros, no serán castigados en Chile sino en los casos
determinados por la ley”.

Si el delito se cometió fuera del territorio nacional por chilenos o extranjeros, sólo se autoriza su
persecución en los casos determinados por la ley.

La regla general en nuestro país en cuanto a la aplicación de la ley penal es el principio de la


territorialidad. El art. 14 del CC dice que la ley es obligatoria para todos los habitantes de la
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República, incluso extranjeros; el art. 5 del Código Penal dice que la ley penal chilena es obligatoria
para todos los habitantes de la República, incluso extranjeros. Y que los delitos cometidos dentro
del mar territorial o adyacente quedan sometidos a este Código.

El art. 6 del Código Penal nos dice que existe la posibilidad de que los delitos que cometen chilenos
en el extranjero pueden ser juzgados en nuestro país, siempre y cuando, sean casos excepcionales
establecidos en la ley. Excepcionalmente la ley penal será aplicable para delitos que se cometen
fuera del territorio nacional.

Esta el territorio:

1. Físico
2. Ficticio

El principio de territorialidad tiene dos aspectos:

La ley penal chilena solo rige dentro de los límites de nuestro territorio y dentro de este solo rige la
ley penal chilena.

El territorio nacional comprende (territorio físico):

a) La superficie terrestre comprendida dentro de las fronteras nacionales.


b) El mar territorial o adyacente a toda la costa chilena.
c) El espacio aéreo que cubre el suelo y el mar territorial.
1) El subsuelo existente bajo la superficie terrestre y el mar territorial.

Para determinar cuáles son las aguas jurisdiccionales en las que se aplica la ley penal chilena es
preciso recurrir al art. 593 del CC, (desde la costa hasta 12 millas al interior)el cual dispone: “Mar
territorial o adyacente es el que baña nuestras costas, hasta la distancia de doce millas marinas
medidas desde las respectivas líneas de base.

En cuanto a la zona marítima contigua, esta es, la que se extiende hasta las veinticuatro millas
marítimas, medidas de la misma manera. La mayoría de los autores estima que el Estado tiene
jurisdicción para conocer de los delitos que señala el art. 593, a saber: infracciones a las leyes
aduaneras, fiscales, de inmigración y sanitarias.

La ley penal solo se aplica a las 12 y 24 millas maritimas

Junto al territorio físico (terrestre, marítimo y aéreo) la ley penal chilena también es aplicable
dentro del llamado territorio ficticio.

Territorio ficticio (principio de la bandera):

(Art. 6 N°4 del COT).--> norma que lo explica, hechos delictivos que ocurren fuera del territorio
físico, como embarcaciones o aviones y que podrían dar lugar a tener dudas sobre que legislación
aplicar

Esta última expresión suele incluir, en primer término, las naves y aeronaves públicas chilenas
donde quiera que se encuentren, y las naves y aeronaves privadas chilenas, siempre que se
encuentren en alta mar o sobre ella.
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Antes también se consideraba territorio ficticio de un Estado los terrenos y edificios ocupados por
sus representaciones diplomáticas en el extranjero; sin embargo, en la actualidad, al menos en el
campo penal, se postula que la inmunidad diplomática es una situación de carácter personal y no
territorial.

Señala el art. 6 N°4 del COT que, bajo el principio de la bandera, los tribunales chilenos tienen
jurisdicción respecto de los delitos cometidos por pasajeros, tripulación, etc. cualquiera sea su
nacionalidad, a bordo de un buque mercante (comercial) chileno en alta mar. O si el delito se
comete en mar territorial de otro país y no hubiese sido juzgado.

También cuando los delitos se cometieren a bordo de un buque de guerra chileno en alta mar o en
aguas de otra potencia.

Buque de guerra o nave pública es aquel al mando de un oficial de la armada chilena (art. 429
CJM).

El mismo principio rige para las aeronaves militares chilenas en cualquier lugar que se encuentren
(art. 2b del Código Aeronáutico) y el resto de las naves chilenas que se desplacen en espacio aéreo
internacional. O si el delito se comete en espacio aéreo de otro país y no hubiere sido juzgado.

El principio de la territorialidad implica primero, que la ley penal rige en nuestro país y solo en
nuestro país, no en el extranjero. No se puede aplicar ley chilena en otro país ni ley extranjera en
Chile.

¿Qué se debe entender por territorio? Vamos a distinguir territorio físico y ficticio. El territorio
físico está comprendido por la superficie terrestre que está dentro de nuestras fronteras, lo que se
extiende al mar territorial, el espacio aéreo que está sobre estos dos y el subsuelo que está abajo
tanto del mar territorial como del espacio aéreo. Todo delito que se cometa en esta zona se juzga
de acuerdo a la ley penal chilena.

Para saber cual es el mar territorial, el art. 593 del CC habla de las aguas jurisdiccionales y nos
delimita los territorios marítimos de nuestro país.

Junto al territorio físico existe el territorio ficticio. Este es aquel en que conocidamente se aplica el
principio de la bandera y dice relación con lo que ocurre cuando se comete un delito en una nave o
aeronave que está en vuelo o embarcada en el mar. ¿Qué legislación se aplica? El art. 6 N°4 del
COT hace referencia a la aplicación de la ley penal en los casos en que se cometen delitos en naves
o aeronaves públicas o privadas.

El Código hace una distinción entre el buque de guerra y la aeronave mercante o comercial, y
señala que, para efecto de las naves o aeronaves públicas o buques de guerra, los delitos que se
cometieren en el interior de esa nave o aeronave se rigen por la ley chilena, cualquiera sea el lunar
donde se encuentre (excepción al principio de territorialidad). Cuando se habla del principio de la
bandera es por la nacionalidad de la nave o aeronave. Si la nave o aeronave es pública o militar, se
aplica la ley penal chilena siempre.

Cuando hablamos de naves o aeronaves comerciales, hay que distinguir si está volando espacio
aéreo internacional o mar internacional (no pertenece a ningún país), o mar de otro país. Si
sobrevuela el espacio aéreo o mar de otra potencia, debe aplicarse la ley del lugar en que esté
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sobrevolando, se rigen por las normas penales de ese país. Si un barco mercante chileno es
fiscalizado en Argentina y encuentran drogas, por estar en aguas argentinas se le aplicará la ley
penal argentina.

El principio de la bandera va a ser distinto si son naves públicas o privadas.

Si la nave o aeronave se encuentra en mar internacional que no pertenece a ningún país, siendo la
bandera chilena, se aplica la ley chilena. Pero, por ejemplo, si los marinos cometen delito en un
buque chileno en mar español, serán juzgados en Chile.

Código Aeronáutico:

Artículo 2: Las aeronaves, sean nacionales o extranjeras, que se encuentren en el territorio o en el


espacio aéreo chileno, y a las personas o cosas a bordo de ellas, están sometidas a las leyes y a la
jurisdicción de los tribunales y de las autoridades chilenas.

Las aeronaves militares chilenas están sometidas a las leyes y a la jurisdicción de los tribunales y
autoridades chilenas cualquiera sea el lugar en que se encuentren.

Artículo 5: Las aeronaves civiles chilenas, mientras se desplacen en el espacio aéreo no sujeto a la
soberanía de ningún Estado, están sometidas a la ley chilena.

Están también sometidas a las leyes penales chilenas y a la jurisdicción de los tribunales
nacionales, aunque se encuentren en vuelo en espacio aéreo sujeto a la soberanía de un Estado
extranjero, respecto de los delitos cometidos a bordo de ellas que no hubieren sido juzgados en
otro país.

Las leyes penales chilenas son aplicables a los delitos cometidos a bordo de aeronaves extranjeras
que sobrevuelen espacio aéreo no sometido a la jurisdicción chilena, siempre que la aeronave
aterrice en territorio chileno y que tales delitos afecten el interés nacional.

Puede agregarse al territorio ficticio el que por su naturaleza es extranjero, pero se encuentra
ocupado por fuerzas armadas chilenas (art. 3 N°1 CJM).

En este caso rige la ley chilena por delitos militares y para los comunes, con la salvedad que la
competencia es de los tribunales militares.

El Código Aeronáutico dice que las naves chilenas y extranjeras que están en nuestro espacio
aéreo, se rigen por la ley chilena. Por ejemplo, si se comete un delito en un avión comercial
español que está posado en el aeropuerto acá en Chile, se aplica ley chilena.

Las aeronaves militares se rigen por la ley chilena no obstante estar en Chile o en el extranjero, ya
sea volando o pasadas en un aeropuerto extranjero.

Si se comete un delito en una aeronave civil mientras está sobrevolando el espacio de aéreo de
otro país, por ejemplo, Argentina. Si el delito no ha sido juzgado en Argentina, aterrizando en Chile
podría ser jugado por la ley chilena.

Este principio de la bandera que se aplica en territorio ficticio (ficticio porque se aplica ley chilena
en territorio que no es chileno) también rige cuando Chile está ocupando territorios extranjeros
con sus fuerzas armadas. Por ejemplo, si la fuerza armada chilena invade territorio boliviano y
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dentro de esa ocupación se cometen delitos, también será un territorio ficticio para estos efectos y
se aplicará la ley chilena, aplicada por los tribunales militares para toda clase de delitos.

Problema del lugar de comisión: ¿Qué ley es aplicable en la comisión de un delito?

Si el delito se inicia en un país y se consuma en otro (bomba enviada desde España a Chile: delito a
distancia) o cuando la acción se completa en un país, pero el resultado ocurre en otro (sujeto
herido en Bolivia muere al cruzar la fronte en Chile).

Ante la alternativa de considerar competente únicamente al Estado donde se comenzó a ejecutar


el delito (teoría de la actividad) o aquel donde este produjo sus efectos (teoría del resultado)., se
debe aplicar donde se inicia la ejecucion del suceso en la actividad y en la de resultado donde
producen sus efectos este delito.

La doctrina nacional mayoritaria y un fallo de nuestra Corte Suprema estiman que en estos casos
será aplicable plenamente la ley chilena por el delito consumado que se hubiere cometido, tanto si
en Chile se dio comienzo a su ejecución (o se debió ejecutar el hecho omitido) o sólo se produjo el
resultado punible, adhiriendo así a la llamada teoría de la ubicuidad, teoría adoptada también por
la Corte Permanente Internacional de Justicia de La Haya.

De acuerdo con el principio de la ubicuidad, el delito se comete en todas las jurisdicciones en las
que se haya realizado algún elemento del tipo.

Regulación en Código de Bustamante, art. 302: (para Estados suscriptores) en casos en que los
actos del delito se realicen en diversos Estados, cada país puede castigar el acto, si por si solo es
delito. De no ser así, se dará preferencia al derecho de la soberanía local en el que el delito se haya
consumado.

A pesar de que el fraccionamiento impuesto por la regla general, así como la adopción subsidiaria
de la teoría del resultado, han sido objeto constante de la crítica de nuestra doctrina, no puede
desconocerse el carácter vinculante de esta disposición, al menos entre los Estados signatarios del
Código de Bustamante.

Problema del lugar de comisión: Por ejemplo, se introduce una bomba en un avión que viene
desde España. El delito comienza en España, pero se consuma en Santiago de Chile. Es una
situación compleja sobre qué ley ocupar, la ley española o la ley chilena.

De acuerdo a la teoría de la actividad, se dice que debe aplicada la ley del lugar donde se comenzó
a ejecutar el delito, en este caso, España.

De acuerdo a la teoría del resultado, no importa donde se inicia la acción sino donde se provoca el
resultado típico, en este caso el resultado se provoca en Chile por lo que se aplicaría la ley chilena.

La Corte suprema ha adherido a la teoría de la ubicuidad, diciendo que son competentes los
tribunales chilenos tanto si el resultado se provocara o no en Chile.

El Código Bustamante en su art. 302 le da competencia a todos los Estados parte para castigar el
delito, sin embargo, se le dará preferencia al Estado donde se consuma el delito.
Internacionalmente se prefiere que el sujeto sea juzgado en el lugar donde se consuma el delito.
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Excepciones al principio de territorialidad:

Como ya hemos adelantado, estas excepciones se fundan en alguno de los otros principios
anteriormente reseñados.

En estos casos se entrega competencia a los tribunales chilenos para juzgar hechos ocurridos fuera
del territorio nacional, en atención a principios reconocidos en la mayor parte de las legislaciones,
a saber, los llamados principio de personalidad (en atención a la nacionalidad del imputado),
principio real o de defensa (por estar comprometidos los intereses del Estado) y principio de
universalidad (por estar comprometidos los intereses de la comunidad internacional o “los
derechos humanos, más que las soberanías estatales”).

Esto significa que los hechores podrán ser perseguidos en Chile.

No se trata, por tanto, de que los tribunales extranjeros aplicarían las normas chilenas, sino sólo de
normas de competencia de nuestros propios tribunales de justicia.

Ello significa que los hechores podrán ser perseguidos en Chile; no que nuestro país disponga de
facultades procesales que puedan ejercerse dentro de las fronteras del país extranjero donde se
hubieren cometido los hechos que se quieren sancionar.

Luego, la colaboración de dicho país es, en principio, indispensable para poder hacer efectiva la
responsabilidad de los hechores, en el supuesto que no hayan regresado a Chile.

Excepciones basadas en el principio de personalidad:

Este principio, de muy amplia aplicación en diversos sistemas legislativos, significa que el nacional
de un país, por el hecho de su nacionalidad, es punible en su propio país por determinados delitos
donde sea que los hubiere cometido. --> a los nacionales de un país solo se les aplica la ley penal
del país que pertenecen, esto es importante porque hay países donde no se extraditan a sus
ciudadanos, ejemplo: Israel

El fundamento de tal principio se hace consistir en la negativa de algunos países a entregar a sus
nacionales a la jurisdicción del Estado donde el hecho se cometió, de donde surge su obligación de
juzgarlo por tal hecho.

De escasa aplicación práctica en Chile, por aceptarse aquí libremente la extradición de los
nacionales, este principio se encuentra limitado a los siguientes casos:

1) Art. 6 N°6 del COT:

Los crímenes y simples delitos “cometidos por chilenos contra chilenos si el culpable regresa a
Chile sin haber sido juzgado por la autoridad del país en que se delinquió”. --> es un delito que se
comete entre particulares un chileno contra otro chileno y que no haya sido juzgado por el país en
donde se cometió el delito, por tanto, la ley chilena rige en forma subsidiaria solo cuando no fue
juzgado en el país donde se cometió el delito, no se puede juzgar a alguien 2 veces.

En este caso, aunque el delito ha de ser contra particulares, el ataque no se refiere exclusivamente
a bienes de carácter personal (vida, integridad corporal, honor, etc.), “ya que la ley no ha previsto
una limitación al respecto”.
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La ley penal chilena solo opera con carácter subsidiario, a falta de un enjuiciamiento (aunque no
necesariamente de una condena) en el país en que se delinquió.

De escasa aplicación práctica en Chile, por aceptarse aquí libremente la extradición de los
nacionales, este principio se encuentra limitado a los siguientes casos:

Este art. 6 N°6 del COT hace referencia al primer caso que se funda en el principio de la
personalidad y la situación excepcional es que el delito que comete un chileno contra otro chileno
en territorio extranjero, será juzgado por la ley chilena, en caso que no fuere juzgado en el Estado
donde se cometió el delito. Si el chileno ha sido juzgado en el extranjero, el Estado chileno no
puede juzgarlo nuevamente por ese hecho. Es una norma subsidiaria.

2) Art. 1 de la Ley 5.478, de 14 de septiembre de 1934:

“El chileno que, dentro del país o en el exterior, prestare servicios de orden militar a un Estado
extranjero que se encuentre comprometido en una guerra respecto de la cual Chile se hubiese
declarado neutral, sufrirá las penas…”.

El chileno que haya prestado servicios a otro Estado en una guerra que nuestro país no apoya o en
la que se declara neutral, será juzgado por la ley chilena.

3) Art. 4 letra g de la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado:

Los chilenos que, encontrándose fuera del país, divulgaren en el exterior noticias o informaciones
tendenciosas o falsas destinadas a destruir el régimen republicano y democrático del país, el
régimen económico o monetario, la normalidad de los precios, la estabilidad de los valores y
efectos públicos y el abastamiento de las poblaciones”.

4) Art. 345 del Código de Bustamante:

Según esta disposición, Chile como Estado signatario no estaría obligado a entregar a sus
nacionales cuando su extradición le sea solicitada por otro Estado signatario, evento en el cual
“estará obligado a juzgarlo” según su ley interna, aunque el hecho se hubiere cometido en el
extranjero.

Similar disposición se encuentra en el art. 319 de la Constitución sobre Extradición de Montevideo


y en un gran número de tratados bilaterales de extradición suscritos por nuestro país.

Si un chileno cometió un delito en el extranjero y escapó a nuestro país, se le aplicara la ley penal
chilena.

Excepciones basadas en el principio real o de defensa o de proteccion:

En estos casos, no interesa la nacionalidad de los hechos, ni el lugar en que el hecho se cometió, ya
que están en juego intereses o valores que el Estado considera de primordial importancia, y por
eso se les denomina también principio de protección.

Lo que importa es el interés afectado por el delito

Las excepciones basadas en el principio real o de defensa, establecen que la ley penal chilena se
aplica de acuerdo al interés del país que es afectado. No importa el lugar o nacionalidad del
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delincuente, importa si el delito afecta o no al Estado chileno, es un principio de protección a los


valores de nuestro Estado.

Delitos cometidos en otro territorio, pero donde se ve afectado el interés chileno.

Los casos sujetos a este principio que se encuentran regulados por nuestra legislación, son los
siguientes:

1) Delitos cometidos por un agente diplomático o consular chileno en el ejercicio de sus


funciones (art. 6 N°1 del COT).
2) Ciertos delitos ministeriales cometidos por funcionarios públicos chilenos o por extranjeros
al servicio de la República (art. 6 N°2 del COT).
3) Los delitos que atentan contra la soberanía y seguridad exterior del Estado y los delitos
contra la salud pública (art. 6 N°3 del COT).
4) La falsificación del sello del Estado, de moneda nacional o de documentos de crédito del
Estado o de organismos públicos (art. 6 N°5 del COT).

Excepciones basadas en el principio de universalidad: NO IMPORTA EN QUE TERRITORIO FISICO SE


COMETA EL DELITO, YA QUE SON DE INTERES INTERNACIONAL POR LA ENVERGADURA DEL DELITO,
COMO SON DE CARÁCTER INTERNACIONAL, SIN IMPORTAR DONDE NI QUIENES LO COMETIERON ,
CUALQUIER ESTADO LOS PUEDE JUZGAR.

Con independencia del lugar en que el hecho haya sido cometido o de la nacionalidad del actor y/o
víctima, la ley chilena es aplicable cuando aparece comprometido un número limitado de bienes
jurídicos internacionales protegidos, por considerarse patrimonio de todos los países, lo que
habitualmente se refleja en tratados que Chile ha suscrito y se encuentra obligado a cumplir.

Esto sucede con la piratería, que nuestra ley reconoce expresamente en el art. 6 N°7 del COT, y con
el resto de los crímenes y simples delitos comprendidos en los tratados celebrados en otros países,
conforme dispone el art. 6 N°8 del COT.

Por aplicación de este último precepto cobran vigor las convenciones suscritas por Chile relativas a
la trata de blancas, el genocidio, etc.

Dispone, a su vez, el Código de Bustamante en su art. 307: “También estarán sujetos a las leyes
penales del Estado extranjero en que puedan ser aprehendidos y juzgados los que cometan fuera
del territorio un delito, como la trata de blancas, que ese Estado contratante se haya obligado a
reprimir por un acuerdo internacional”.

Art. 308 del Código de Bustamante: “La piratería, la trata de negros y el comercio de esclavos, la
trata de blancas, la destrucción o deterioro de cables submarinos y los demás delitos de la misma
índole contra el derecho internacional, cometidos en alta mar, en el aire libre o en territorios no
organizados aún en Estados, se castigarán por el captor de acuerdo con sus leyes penales”.

En las excepciones basadas en el principio de la universalidad, se aplica la ley penal chilena


respecto de hechos que se entiende que afectan la comunidad internacional. Generalmente son
crímenes bastante graves como la trata de blancas o piratería.

El país que logra la detención de este tipo de personas, aplicará su ley penal, aunque el delito se
inicie en otro país. Si es capturado el autor en nuestro país, será juzgado con nuestra ley penal.
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El art. 6 N°7 del COT habla de la piratería, y el N°8 se refiere a los tratados internacionales que
señalan ciertos delitos a juzgar por cualquier país.

El Código de Bustamante se refiere a la trata de blancas como un delito internacional, la piratería,


la esclavitud, etc. El Estado que logra detener al sujeto que cometió el delito, lo juzgará bajo su
legislación.

Efectos de la ley penal chilena en cuanto al tiempo:

Principio básico: la irretroactividad de la ley:

Art. 18 del Código Penal: Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley
PROMULGADA con anterioridad a su perpetración.

De tal manera que la ley vigente al momento de la comisión del ilícito es la que regula el castigo
por el hecho punible.

La irretroactividad se encuentra consagrada también en la CPR (art. 19 N°3 inciso 7), la Declaración
Universal de los DDHH, Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, Pacto San José de
Costa Rica, entre otros.

El principio se aplica respecto del derecho penal material.

En cuanto al derecho penal adjetivo (procesal), el art. 11 del Código de Procedimiento Penal señala
que las leyes procesales penales serán aplicables a los procedimientos penales ya iniciados, salvo
que la ley anterior tuviere disposiciones más favorables para el imputado.

Con esto se plantea el principio de irretroactividad de la ley procesal prejudicial y la ultraactividad


de las favorables, debilitándose la afirmación de la vigencia in actum.

LEY PENAL EN EL TIEMPO:

Regla general:

El principio general aplicable a todas las ramas del derecho es que las leyes tienen fuerza
obligatoria desde su entrada en vigencia (que normalmente coincide con su publicación) hasta su
derogación expresa o tácita.

En suma, la ley penal solo rige para el futuro, desde que entra en vigencia y mientras no se deroga.

Por regla general no puede aplicarse a hechos ocurridos antes de su vigencia (principio de
irretroactividad) ni después de su derogación (principio de no ultraactividad).

Excepcionalmente la ley penal puede aplicarse retroactivamente si es más favorable para el


inculpado, lo cual implica dejar de aplicar una ley durante su vigencia normal.

Excepción: retroactividad de la ley penal:

La CPR y el Código Penal contemplan la posibilidad de que la ley penal se aplique retroactivamente,
como excepción a la regla general, cuando ello sea más beneficioso para el delincuente.
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De acuerdo con el art. 19 N°3 inciso 3 de la CPR: en las causas criminales “Ningún delito se
castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración,
a menos que una nueva ley favorezca al afectado”.

Según el art. 18 inciso 2 del Código Penal: “Si después de cometido el delito y antes de que se
pronuncie sentencia de término, se promulgare otra ley que exima tal hecho de toda pena o le
aplique una menos rigurosa, deberá arreglarse a ella su juzgamiento”.

Por regla general, rige el principio de irretroactividad de la ley, la ley penal rige a futuro.
Excepcionalmente tiene efecto retroactivo cuando esta beneficia al reo.

Los requisitos para aplicar retroactivamente la ley penal son: PARA APLICAR UNA LEY HACIA AL
PASADO, PODER APLICAR ESTA EXCEPCION

1) Que con posterioridad al delito se dicte una nueva ley.

Lo que la ley quiere es que la nueva disposición traiga como consecuencia un trato más benigno
para el inculpado.

Pero esta consecuencia puede producirse en virtud de una ley penal (por ejemplo, que elimine el
carácter delictivo del hecho) o en virtud de una ley ajena al derecho penal (por ejemplo, el Código
Penal castiga el delito de usura que consiste en pactar intereses superiores al máximo que la ley
permite estipular. Si una ley aumenta el máximo de intereses permitidos, pasando a ser lícita la
conducta del sujeto, este debe quedar impune).

2) Esta nueva ley debe encontrarse promulgada.

Jurídicamente la promulgación es el acto por el cual el presidente de la República sanciona la ley


conforme a la CPR, mediante la dictación del correspondiente Decreto Supremo. La publicación,
por su parte, es la inserción del texto de la ley en el Diario Oficial. Pero la vigencia de la ley puede
que no coincida con su publicación, porque ella misma puede disponer que entrará a regir en una
fecha posterior.

3) La nueva ley debe ser más favorable para el delincuente:

Ello se produce, según el Código, cuando se exime el hecho de toda pena o cuando se aplica una
menos rigurosa.

Por ejemplo, se exime de pena, si se crea una causal de exención de responsabilidad penal; si se
crea una causal de extinción de responsabilidad penal; si se acortan los plazos de prescripción, etc.
En cambio, se aplica una pena menor, por ejemplo, si se rebaja la duración de la pena; si se crea
una atenuante; si se suprime una agravante, etc.

El art. 18 inciso 3, obliga a aplicar la ley más benigna cualquiera que sea el momento posterior a la
comisión del delito, en que se dicte sentencia. Si la nueva ley se promulga antes de la sentencia
condenatoria, no hay problemas, porque el tribunal debe limitarse a fallar conforme a la nueva ley
más benigna.

Pero si se promulga después de pronunciada la sentencia, aunque se haya cumplido con la


condena, deberá modificarse la sentencia.
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Concepto de la ley más favorable:

La ley puede ser más favorable, sea por que de arreglo a ella la pena no tiene ya que ser infligida
(por ejemplo, porque se estableció una causal eximente de responsabilidad criminal o una
condición objetiva de punibilidad que antes no existía, se acortó el periodo de prescripción, etc. o,
simplemente porque se derogó el delito de que se trata), sea porque la pena que debe infligirse,
de acuerdo con la nueva ley, es menos severa.

¿Qué pena es más benigna, si la nueva ley reemplaza una acorta pena de privación de libertad por
una prolongada pena de extrañamiento? ¿Es siempre una pena pecuniaria, por alta que sea,
menos severa que una ligera pena privativa de libertad?

Puede suceder que la nueva ley suprima una circunstancia agravante, pero añada otra.

¿Cómo decidir si la nueva regulación es más beneficiosa para el reo? La decisión corresponderá al
juez, sobre la base de los efectos reales que la aplicación de una u otra ley tenga para el afectado,
no pudiendo, eso sí, construir una ley nueva a partir de las existentes; debe tomar una decisión.
Para hacerlo, bien puede contar con la opinión del condenado (aunque no sea obligatorio).

Leyes intermedias:

La ley intermedia, es la que surge durante la tramitación del proceso, pero deja de tener vigencia
antes de dictarse sentencia definitiva (promulgada después del hecho, derogada antes de la
sentencia).

¿Debe aplicarse esa ley más favorable al procesado, a pesar de que ella no regía cuando el hecho
se cometió, pero tampoco cuando la sentencia debía pronunciarse?

Algunos escritores se pronuncian en sentido negativo.

P.M.R. considera, en cambio, que la ley intermedia más favorable, aunque nació después de
perpetrado el delito y fue derogada antes del fallo (de donde pareciera enteramente ajena al
asunto), debe ser aplicada. Se argumenta para ello que el art. 18 inciso 2 se limita a exigir que la
ley más favorable se haya promulgado después de cometido el delito y antes de que se pronuncie
sentencia de término, sin referirse a la extensión de la vigencia.

Se añade que no puede perjudicarse al reo por el efecto de la lentitud en la tramitación de los
procesos judiciales, ya que probablemente una mayor celeridad se habría traducido en el
pronunciamiento de la sentencia todavía bajo la vigencia de la ley más favorable.

Una ley intermedia es aquella ley que surge dentro del proceso de investigación de un delito y
pierde vigencia o es derogada antes que se dicte sentencia. ¿Debe aplicarse esta ley intermedia
que no estuvo vigente para el delito ni para la sentencia siendo que esta es más favorable para el
condenado? La mayoría de los autores dice que no debería, porque es totalmente ajena al proceso
y a la pena.

Otros, creen que debería ser aplicada, fundándose en el art. 18 inciso 2 que dice que se debe
aplicar la ley más favorable promulgada después del delito. Señalan que este artículo nada dice
respecto a la vigencia y derogación. También dicen que no es posible castigar al condenado por la
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lentitud del proceso penal, porque si el sistema hubiera sido ágil, podría haber estado vigente al
momento de esta sentencia.

Finalmente, la mayoría de los autores señalan que no debería ser aplicada porque ya no se
encuentra vigente.

Las leyes transitorias:

Leyes temporales y leyes excepcionales:

En ocasiones -poco frecuentes- suele la ley fijar su propia duración, indicando cuándo cesará de
regir.

La técnica legal, concebida como una regulación transitoria, puede consistir en que se fije un
periodo de tiempo preciso para la vigencia (de acuerdo al calendario, por ejemplo, hasta el 31 de
diciembre de 1999) o, lo que es más probable, que la ley vaya a regir mientras subsistan las
circunstancias que determinan su promulgación.

En el primer caso, se habla de leyes temporales; en el segundo, de leyes excepcionales o


contingentes.

LAS LEYES TRANSITORIAS:

Es posible que el legislador decida dictar una ley que tendrá una duración precisa, debido a la
existencia de situaciones transitorias o excepcionales (penurias alimenticias, estado de guerra,
catástrofes, periodos de epidemias, etc.) que pudieran reclamar un tratamiento más severo para
ciertos delitos y hasta la elevación a la categoría de hechos punibles de algunas conductas que en
tiempos normales no lo son.

LEY MAS GRAVE: ES AL LEY APLICABLE CUANDO SE COMETIO EL DELITO

Desaparecida la situación excepcional, deja la ley más severa de estar en vigor y vuelve a la
situación anterior, eso es, esa conducta recobra su carácter lícito o su penalidad primitiva.

Si la sentencia se pronuncia al recuperar su vigencia la ley primitiva (más benévola) ¿debe ajustarse
a ella el juzgamiento y, supuesto que ya existía una condena, deberá el juez modificarla, a la luz de
la ley más benigna? La doctrina en nuestro país no es unánime.

Fontecilla considera que “transcurrido el plazo de vigencia, la ley ya no responde a las necesidades
sociales y de interés general que el legislador tuvo en vista para dictarla, y siendo ello así, la pena
sería inútil”.

La mayoría de los autores nacionales parecen inclinarse, sin embargo, por la no aplicación
retroactiva de la ley más benigna.

Cury: “Lo que en ellas determinó el elevado desvalor de la conducta fueron las circunstancias en
las cuales se ejecutó, y el hecho de que la norma haya dejado de regir se debe a una modificación
de tales circunstancias, no a una revaloración del hecho que se perpetró cuando ellas todavía
persistían.
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La ley transitoria en general es aquella que tiene una duración corta de tiempo. Dentro de estas
encontramos las leyes temporales y las leyes excepcionales. Las leyes temporales son aquellas en
que la ley establece ella misma su fecha de derogación, las leyes excepcionales, sin establecer
fecha, establecen un periodo de duración, por ejemplo, un estado de excepción constitucional.

Si un delito se comete dentro de este periodo de tiempo y cuando se dicta sentencia no está
vigente porque el periodo excepcional terminó, el tribunal debe analizar si aplicar la ley transitoria
o una ley más favorable vigente ahora. Estas situaciones se plantean en doctrina, sin existir
unanimidad en cuento a si en estas situaciones se debiera aplicar la ley más favorable o no.

En principio, según el art. 18 debiera aplicarse la ley más favorable, pero otros dicen lo contrario.
La mayoría dice que habría que aplicar la ley vigente al momento en que se dictó el delito, ello en
razón de las razones especiales que tienen las leyes excepcionales.

Ellos dicen que como la situación excepcional fundó la sanción más gravosa y el delito se cometió
en esa situación, la sanción debe ser mayor y no se puede sancionar con una ley más favorable. Se
plantea que la valorización del hecho no ha cambiado, el hecho fue igualmente grave y la
penalidad debería mantenerse por ello.

EL hurto y el robo son delitos contra la propiedad

El robo por sorpresa: es cuando como por ejemplo se está hablando por celular y pasa alguien
rápido y lo quita

El problema de la determinación del momento de comisión del delito (tempus delicti):

La aplicación del principio de irretroactividad supone el conocimiento del momento en que se ha


cometido el delito, el que determina la ley aplicable. Para determinar cuando se ha cometido un
delito, la doctrina desarrolla los siguientes criterios.

1) En delitos formales:

Es decir, aquellos respecto de los cuales la ley se satisface con la indicación de una acción o de una
omisión, sin que se requiera la producción de un determinado resultado, el momento de su
comisión es aquel en que se ejecuta la acción prohibida, o en el que el hechor debía ejecutar la
acción debido.

Los delitos formales o de mera actividad son los que se consuman con la sola realización de una
conducta, no requieren resultado. Se entiende cometido en el momento en que se ejecuta la
acción.

2) En delitos materiales:
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Esto es, aquellos cuya descripción legal comprensa la causación de un resultado. La opinión
dominante considera que hay que atender al momento de la acción o de la omisión, aún cuando
sea otro el tiempo del resultado.

Problema: En los cuasidelitos. Un contratista construyó un edificio de departamentos que, por


defectos de construcción, se desploma cinco años después, causando la muerte de algunas
personas que lo habitaban. ¿Ha prescrito el delito antes de la muerte de los ocupantes? Se piensa
que es mejor dejar al juez valorar cada caso diferenciadamente.

Estos son los llamados delitos de resultado, por ejemplo, el homicidio. La acción desplegada debe
provocar un resultado. El delito se consuma cuando se provoca el resultado. Sin embargo, para
efectos de la ley aplicable, por doctrina se entiende que la ley aplicable es la de cuando se realiza
la acción.

3) En delitos permanentes:

Aquí el delito crea un estado antijurídico que se hace subsistir por el hechor sin interrupción en el
tiempo (por ejemplo, el secuestro de personas). El delito se comete desde que el autor crea el
estado antijurídico hasta su terminación.

En los delitos permanentes, todo el tiempo en que se mantiene la actividad delictiva el delito está
vigente, por ejemplo, con el secuestro, todos esos días el delito se está cometiendo. Se comete el
delito desde que se crea el estado antijurídico hasta que se libera al secuestrado.

4) En delitos continuados:

Se trata de la reunión de una pluralidad de actos individuales (cada uno de los cuales, posee
carácter delictivo, si se considera por separado) que componen una sola acción por la
homogeneidad de las formas de comisión y del propósito único, así como la existencia de un
mismo bien jurídico afectado (por ejemplo, la malversación de caudales públicos). El delito se
comete desde el primer acto parcial hasta el término de la serie.

En este caso, la ley aplicable es la más favorable de entre las que han estado vigentes durante la
realización de la serie.

Se trata de una pluralidad de actos individuales (de carácter delictivo) que componen una sola
acción. Es un delito continuado si afecta el mismo bien jurídico, por la misma persona, a la misma
víctima. También se entiende que inicia la acción hasta que se realización la última acción
independiente.

5) En los delitos habituales:

Es decir, aquellos en que la conducta antijurídica se vuelve delictiva por la repetición de la misma
acción por el sujeto activo, de manera que la acción aislada no es típica (por ejemplo, el
favorecimiento de la prostitución), rige la misma regla que en el caso anterior.

Son aquellos que se sancionan por la reiteración. Se vuelve delictivo el acto por la repetición de la
misma conducta antijurídica.
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Si durante el tiempo de comisión de un delito permanente, continuado o habitual se produce una


sucesión de leyes penales, según la doctrina mayoritaria, debe considerarse la más favorable de
todas ellas como la vigente al momento de su comisión.

Efecto de la ley penal en cuanto a las personas:

Principio básico: igualdad ante la ley:

La ley chilena es obligatoria para todos los habitantes de la República, en Chile no hay clases
privilegiadas que puedan regirse por leyes especiales. Sin embargo, existen ciertos privilegios en
razón de la función que ejercen ciertas personas (parlamentarios y miembros de la Corte
Suprema).

Como, por ejemplo, las reglas de desafuero, querella de capítulos, el juicio político, etc. Sin
embargo, estas no son excepciones al principio de igualdad ante la ley, ya que una vez cumplidas
estas exigencias formales se debe dar aplicación a las normas penales generales.

En cuanto a los extranjeros, a ellos se les aplica la ley penal chilena desde el momento en que
ingresan al país. Salvo, los que de acuerdo a la CPR y el derecho internacional tengan inmunidad de
jurisdicción (jefes de Estado y agentes diplomáticos).

Excepciones al principio de igualdad ante la ley:

Casos de inviolabilidad conforme al derecho interno:

1) Inviolabilidad de los parlamentarios:

Los parlamentarios solo son inviolables respecto de las opiniones que manifiesten y votos que
emitan solo en el desempeño de sus cargos y en sesiones de sala o comisión. Esto busca la libertad
parlamentaria.

2) Inviolabilidad de los miembros de la Corte Suprema:

El COT refiere que no es aplicable la norma constitucional respecto de los ministros de la Corte
Suprema, en lo relativo a la falta de observancia de las leyes que reglan el procedimiento ni en
cuanto a negación o torcida administración de justicia. La Corte Suprema justifica aquello en
cuanto no habría tribunal que pudiera resolver de la posible infracción. Esto es para algunos una
inmunidad de los miembros de la Corte Suprema.

Inmunidades conforme al derecho internacional:

1) Jefes de Estado extranjero:

El Código de Bustamante señala que no es aplicable la ley penal chilena a los jefes de Estado
extranjero que se encuentren de visita en territorio nacional (visita oficial, privada o de incógnito).

2) Diplomáticos de Estados extranjeros:

Gozan también de inmunidad diplomática absoluta. Lo que es extensivo a su familia.

Art. 297 del Código de Bustamante: Están exentos de las leyes penales de cada Estado contratante
los jefes de los otros Estados, que se encuentren en su territorio.
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Art. 298 del Código de Bustamante: Gozan de igual exención los representantes diplomáticos de los
Estados contratantes de cada uno de los demás, así como sus empleados extranjeros y las personas
de la familia de los primeros, que vivan en su compañía.

Colaboración internacional en materias penales:

Eficacia de las leyes y sentencias extranjeras:

El reconocimiento de las leyes y sentencias extranjeras, previa revisión por los tribunales
nacionales, rige desde antiguo tratándose de la extradición pasiva.

Tradicionalmente se afirmó que tal reconocimiento no importaba la ejecución de ley o una


sentencia extranjera, sino a lo más, la de una resolución de un tribunal nacional que acoge la
solicitud del Estado requirente.

Se afirmaba entonces que el principio de soberanía impediría que las leyes y sentencias penales
extranjeras tengan aplicación en Chile, regla que reconoce expresamente el art. 304 del Código de
Bustamante.

Sin embargo, la creciente tendencia de establecer vínculos de cooperación internacional en


materia penal entre los Estados, supone el reconocimiento de la existencia y significado de leyes y
sentencias extranjeras para diversos efectos.

Aplicación interna de la ley penal extranjera:

Debido al proceso de integración de la comunidad internacional, la creciente tendencia a


establecer vínculos de cooperación internacional en materias penales entre Estados, se refleja en
la creciente aceptación de solicitudes de extradición, exhortos y demás solicitudes de cooperación
internacional.

No obstante, esta cooperación solo es posible bajo el criterio de la doble incriminación, esto es,
que el hecho sea delito en ambos países (art. 365 del Código Penal se refiere a la sodomía
consentida que castiga Chile, que no es castigada en muchos países de Europa).

Aplicación interna de sentencias judiciales extranjeras:

El art. 13 del Código de Procedimiento Penal señala que tendrán valor en Chile las sentencias
penales extranjeras y que en consecuencia nadie podrá ser juzgado ni sancionado por delito
respecto del cual ya hubiere sido condenado o absuelto por sentencia firme, acorde a los
procedimientos extranjeros.

De este modo se otorga pleno valor de cosa juzgada a la sentencia del juez extranjero, sin distinguir
si el hecho fue o no cometido en Chile.

Aplicación de sentencias impuestas por tribunales extranjeros:

El art. 13 del Código de Procedimiento Penal señala que será posible aplicar una pena impuesta
por tribunal extranjero, sujetándose a lo que dispusieren los tratados internacionales.
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Ejecución en el extranjero de penas impuestas por tribunales chilenos:

Sin perjuicio no se encuentra regulada en el art. 13 del Código de Procedimiento Penal la


posibilidad de aplicar una sentencia chilena fuera del territorio nacional, lo será de acuerdo a los
tratados internacionales y conforme al principio de reciprocidad que rige en materia internacional.

Ejecución de penas impuestas por tribunales chilenos:

Además, siguiendo los dictados de la Convención de Viena sobre tráfico ilícito de estupefacientes
de 1988, la ejecución en el extranjero de sentencias nacionales aparece especialmente
incorporada a la legislación nacional en nuestra respectiva ley sobre la materia, la Ley N°20.000 en
su art. 49 dispone:

“El ministro de justicia podrá disponer que los extranjeros condenados por alguno de los delitos
contemplados en esta ley puedan cumplir en el país propio de su nacionalidad las penas corporales
que les hubieren sido impuestas. Para estos efectos, habrá de atenerse a los tratados
internacionales sobre la materia”.

La extradición:

La extradición es el acto por el cual un Estado entrega una persona a otro Estado que la reclama
para juzgarla penalmente o para ejecutar una pena ya impuesta.

En el primer caso se puede hablar de extradición para perseguir el delito y en el segundo caso de
extradición para hacer efectiva la condena.

La extradición es un instrumento de colaboración jurídica internacional, por el cual un Estado que


exhibe títulos para perseguir penalmente a un individuo o para hacer efectiva una condena a su
respecto, se coloca en la posibilidad de hacerlo.

Clases de extradición:

La extradición se denomina activa, desde el punto de vista del Estado requirente.

Y pasiva, desde el punto de vista del Estado requerido.

A diferencia de lo que ocurre en otros países, Chile no tiene una ley sobre extradición. Y aunque
hay disposiciones relativas al tema en el Código de Procedimiento Penal y en el nuevo Código
Procesal Penal, ellas se refieren exclusivamente a aspectos formales o procesales.

También se refiere al tema de la extradición el Código de Derecho Internacional Privado, que, si


contiene disposiciones de fondo, pero dicho código es el producto de un tratado que solo obliga a
aquellos países que lo han suscrito y ratificado.

A nivel general, la principal fuente jurídica de la extradición son los tratados. Estos pueden ser
bilaterales (como los que ha suscrito Chile con España, Alemania, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y
Estados Unidos) o multilaterales (como el Tratado de Montevideo de 1933 y el propio Código de
Derecho Internacional Privado).

El CPP (2000) establece reglas de procedimientos orales para ambas clases de extradición en el
título VI de su libro cuarto, cuyo párrafo se refiere a la extradición activa, y el segundo, a la pasiva.
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Además, establece en el art. 454 el procedimiento para la denominada extradición pasiva


simplificada, que permite la entrega de una persona al Estado requirente mediando únicamente su
conformidad expresada con asistencia letrada, ante el ministro de la Corte Suprema que conociere
de la solicitud de extradición.

El hecho de que dos países no estén vinculados por un tratado sobre extradición, no es obstáculo
para que opere este instrumento de cooperación internacional.

En ausencia de aquellos, la práctica internacional suele recurrir a:

1) Principio de reciprocidad:

Concede la extradición cuando el país requirente ha dado lugar previamente a solicitudes


formuladas por el país requerido o se espera que, si lo haga en el futuro, tomando en
consideración sus relaciones con otros países.

2) Principios generales reconocidos por el derecho internacional:

Este concepto ha sido utilizado por la jurisprudencia chilena para resolver situaciones no reguladas
en forma expresa, declarando, además, la Corte Suprema que en el ordenamiento jurídico chileno
tales principios pueden extraerse de las disposiciones del Código de Derecho Internacional Privado.

Requisitos de la extradición:

La doctrina suele agrupar los requisitos necesarios para que sea procedente la extradición en tres
categorías: relativos a la calidad del hecho, a la calidad del delincuente y a la punibilidad del hecho.

Relativos a la calidad del hecho:

1) Principio de doble incriminación:

El hecho por el cual se solicita la extradición debe estar previsto como delito, tanto en el país
requirente como en el país requerido.

La Corte Suprema de 24-09-1954 ha fallado que dicho principio “solo exige que el hecho
incriminado esté sancionado como delito en ambas legislaciones, pero no es indispensable que
tenga la misma denominación”.

El asunto no se resuelve, pues, a partir del diccionario, sino que a través de la pregunta si el hecho,
de haberse cometido en Chile, habría sido constitutivo de delito.

2) Principio de gravedad mínima:

La extradición solo es admisible por delitos graves.

Los antiguos tratados de extradición especificaban taxativamente los delitos por los cuales se
concede. En el presente se han abandonado las enumeraciones taxativas y se prefiere optar por
una apreciación de la gravedad según la penalidad mínima impuesta por la ley.

Ha de tratarse -según el criterio que generalmente rige en la materia- de un crimen o simple delito
(quedan excluidas las faltas) cuya pena no sea inferior a un año de privación de libertad.
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En el ordenamiento jurídico chileno, el art. 354 del Código de Derecho Internacional Privado
dispone que la pena no debe ser inferior a un año de privación de libertad.

3) Principio de exclusión de los delitos políticos:

Este principio se funda, básicamente, en la idea de que los delincuentes políticos actúan con
motivaciones que sólo tienen sentido respecto de un Estado en concreto, y no representan un
peligro para otros Estados. Cobra importancia la motivación política (por ejemplo, delitos contra la
seguridad interior del Estado).

Relativos a la calidad del individuo:

Aunque la mayoría de los países europeos niega la posibilidad de la extradición de sus nacionales,
ello no sucede en Chile, donde el criterio claramente predominante en la doctrina y la
jurisprudencia ha sido favorable a concederla, a menos que se trata de Estados donde no hay un
régimen jurídico confiable.

El art. 345 del Código de Derecho Internacional privado, sin embargo, dispone que los Estados
contratantes no están obligados a entregar a sus nacionales, pero que, si niegan la extradición,
estarán obligados a juzgarlos.

Relativos a la punibilidad del hecho:

La acción penal o pena no deben encontrarse prescritas. En otras palabras, el delito debe ser
actualmente perseguible, o la pena, aplicable.

Según el art. 359 del Código de Derecho Internacional Privado es preciso que la acción penal o la
pena no se encuentren prescritas con arreglo a la ley del Estado requirente o requerido.

La extradición no es procedente si el delincuente ya cumplió una condena o fue absuelto en el


Estado requerido por el hecho que motiva la solicitud, o si existe un juicio pendiente en el Estado
requerido (art. 358 del Código de Derecho Internacional Privado).

DERECHO PENAL “PARTE GENERAL”

La pena es una consecuencia

TEORÍA DEL DELITO

Siempre debe estar previamente establecido el delito para que este tenga una pena

El delito:

Antiguamente era delito cualquier daño que recibía una persona, el concepto ha evolucionado.
Fueron, principalmente, los autores alemanes quienes aislaron los elementos del delito.

Definiciones doctrinarias del delito:

“Es delito toda acción típica, antijurídica y culpable adecuada a una figura legal”.

“Es delito la acción prohibida por ley bajo la amenaza de una sanción”.

“Es un acto humano culpable, contrario a derecho y sancionado por una pena”.
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“Toda acción u omisión típica, antijurídica y culpable”.

El delito en el Código Penal:

El art. 1 del CP establece que: “Es delito toda acción u omisión voluntaria penada por la ley”.

Sin embargo, la doctrina ha señalado una definición más completa: “delito es una acción típica,
antijurídica y culpable”.

En términos generales, la doctrina reconoce que los elementos que integran el concepto de delito
son cuatro:

1) Conducta (acción u omisión).

2) Tipicidad.

3) Antijuridicidad.

4) Culpabilidad.

La pena no es un elemento del delito, es una consecuencia.

1. La conducta (acción u omisión):

La acción es un comportamiento humano voluntario que provoca un cambio en el mundo externo


y que puede ser percibido por los sentidos. Es el elemento substancial del delito, porque este es,
en esencia, una conducta humana.

Dicho elemento, se expresa en las hipótesis delictivas a través de un verbo, el cual puede denotar
tanto una actuación positiva (acción), como un comportamiento de inactividad (omisión).

Acción y omisión son, entonces, las dos formas que puede asumir la conducta en tanto que es
elemento substancial del delito.

2. La tipicidad:

Es la adecuación o el encasillamiento que se hace de la conducta humana en el tipo penal.

Adecuar la conducta humana en los tipos penales, se llama juicio de tipicidad, función que realiza
el juez. Si la conducta particular no encuadra dentro del tipo penal, hablamos de una conducta
atípica, que no es punible.

Cada una de esas descripciones abstractas recibe el nombre de tipo. Tipicidad es el hecho de que
exista una total concordancia entre lo que el legislador ha descrito y lo que ocurre en el mundo
real.

3. La antijuridicidad:

La antijuricidad se traduce en una exigencia de que la conducta típica sea contraria al derecho.

Una conducta típica no es antijurídica cuando está amparada por una causal de justificación. Lo
normal es que la conducta típica sea antijurídica y por ello se dice que la tipicidad es un índice o
indiciaria de antijuridicidad.
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Si bien, en la inmensa mayoría de los casos, las conductas típicas son también antijurídicas, hay
situaciones en las cuales el propio ordenamiento positivo autoriza a los ciudadanos para ejecutar
lícitamente conductas tipificadas como delitos.

Es lo que ocurre, por ejemplo: cuando alguien mata a otro en legítima defensa. El sujeto habrá
ejecutado una conducta típica de homicidio, pero esta no será antijurídica, sino licita, porque hay
en el ordenamiento disposiciones que lo autorizan para actuar en esa forma, hay un elemento de
justificación que es la legítima defensa.

4. La culpabilidad:

Se refiere específicamente a las circunstancias subjetivas en que ha actuado el autor de una


conducta típica y antijurídica.

El requerimiento de culpabilidad se traduce en la posibilidad de reprochar al sujeto la realización


de un comportamiento prohibido por la ley, este juicio de reproche se funda en la aptitud del
sujeto para conocer la ilicitud de sus actuaciones (imputabilidad), en su posición anímica
respecto del hecho ejecutado (dolo, culpa), y en el margen de libertad con que contaba para
decidir entre ejecutar la conducta ilícita o actuar en una forma distinta (exigibilidad de una
conducta diversa).

Sobre la base de estos cuatro elementos, el delito puede definirse como una conducta típica,
antijurídica y culpable.

Los elementos del delito y su ausencia:

Para que el delito se configure, es necesario que se den los cuatro elementos que ya conocemos.
Puede ser que, en una caso concreto falte alguno de ellos, en tal evento, no se produce la
configuración del delito.

Circunstancias eximentes de responsabilidad: Hechos o situaciones cuya concurrencia determina


la eliminación de alguno de los elementos del delito y, como consecuencia, que este en definitiva
no se configure.

Hay eximentes que excluyen la conducta, eximentes que excluyen la juridicidad la tipicidad,
eximentes que excluyen la antijuridicidad y eximentes que excluyen la culpabilidad.

Los elementos del delito tienen un carácter secuencial, de modo que el examen acerca de si
concurren en un caso concreto, ha de ser efectuado siguiendo el mismo orden en que aquí los
hemos nombrado: conducta, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad. Así, por ejemplo: si
determinamos que concurre una eximente que elimina la antijuridicidad, estaremos liberamos de
indagar si se da o no la culpabilidad.

Clasificación de los delitos según su gravedad:

Según su gravedad, los delitos se clasifican en: crímenes, simples delitos y faltas (art. 3 y 21 del
CP).

a) Penas de crimen: Se asocian a todo delito que lleva una pena privativa o restrictiva de
libertad de más de 5 años y 1 día o más a perpetua, o inhabilidad para algún cargo u oficio
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público, o profesión titular perpetua, absoluta o temporal, especial temporal y multa que
no podrá exceder de 30 UTM.

b) Penas de simples delitos: Se asocian a cualquier hecho punible cuya pena privativa o
restrictiva de libertad va entre 61 días a 5 años, o inhabilitación absoluta temporal para
cargos, empleos, oficios o profesiones ejercidos en ámbitos educacionales o que
involucren relación directa y habitual con personas menores de edad, suspensión de cargo
u oficio público o profesión titular, inhabilidad perpetua para conducir vehículos a tracción
mecánica o animal, y multa que no podrá exceder de 20 UTM.

c) Faltas: Son aquellas cuyos delitos traen asociadas una pena de 1 a 60 días de prisión,
inhabilidad perpetua para conducir vehículos a tracción mecánica o animal, suspensión
para conducir vehículos a tracción mecánica o animal, y multa que no podrá exceder de 4
UTM.

Razones de la división:

Esta división se sustenta únicamente en la valoración que el legislador le ha dado históricamente a


los hechos punibles.

Pena en concreto o en abstracto:

Algunos (P/M/R) señalan que la pena que debe estimarse para la clasificación es la que se aplica
por la ley para el hecho punible (pena en abstracto). Otros (Garrido), señalan que lo que procede
para la clasificación es la pena en concreto.

¿Importancia de la distinción? Jurisprudencia actual.

Diferencias entre crímenes y simples delitos, con las faltas:

1) Las faltas se castigan por regla general solo cuando están consumadas (art. 9 del CP). De
tal manera que no se castigan la falta frustrada ni la tentada. Sin embargo, existe una
excepción en el art. 494 del CPC, el cual señala que la falta de que este trata, se castigará
con multa de 1 a 4 UTM si se encuentra en el grado de frustrada.

2) No es punible el encubrimiento de la falta (art. 7 del CP).

3) El cómplice de falta no se castiga por las reglas del art. 51 del CP, sino por la norma del
art. 498.

ART. 51.

A los autores de crimen o simple delito frustrado y a


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los cómplices de crimen o simple delito consumado, se

impondrá la pena inmediatamente inferior en grado a la

señalada por la ley para el crimen o simple delito.

ART. 498.

Los cómplices en las faltas serán castigados con una

pena que no exceda de la mitad de la que corresponda a los

autores.

4) La ley penal chilena no se aplica extraterritorialmente a las faltas perpetradas fuera del
territorio nacional (art. 6 del CP).

5) La comisión de una falta no interrumpe el plazo de prescripción de la pena ni de la acción


penal (art. 96-99 del CP).

Clasificación de acuerdo a la forma de culpabilidad:

Delitos y cuasidelitos (art. 2 del CP).

a) Delitos: Son hechos punibles cometidos con dolo o malicia.

b) Cuasidelito: Se utiliza para caracterizar a los hechos sin dolo, en los que existe culpa del
autor del hecho punible.

También se utiliza la denominación: delito doloso y delito culposo.

La conducta

Teoría de la acción

Derecho penal de acto y derecho penal de autor:

La expresión “derecho penal de acto” (sancionables en nuestro derecho penal) concibe la


conducta humana como eje de toda la estructura del delito y como requisito indispensable para
que el Estado ejerza cualquier reacción punitiva en contra del individuo.

En contraposición, el “derecho penal de autor” habla de la pretensión de fundar la reacción


estatal, no en la ejecución de un acto voluntario y externamente apreciable, sino en las situaciones
personales del individuo, en sus cualidades o en sus procesos internos que no trascienden al
mundo que lo rodea., se enfoca en situaciones personales del individuo, ej: pensamiento

¿Por qué la reincidencia es considerada como derecho penal de autor?

Porque se establece una sanción en cuanto a su cualidad personal, ya había cometido un delito
anteriormente, no se castiga la conducta especifica cometida sino por volver a cometer delitos
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Solo los actos externos que pueden ser probados en el proceso son los que pueden ser
sancionados

Solo el derecho penal que se funda en una conducta materializada en actos externos, susceptibles
de ser probados en un proceso penal, puede ser limitado y controlado conforma a los principios
legitimadores de la reacción estatal. Solo en el derecho penal de acto se puede controlar o limitar,
con el derecho penal de autor se puede caer en subjetividades.

El derecho penal de acto prohíbe la posibilidad de castigar los pensamientos, las emociones, las
ideas y aún la resolución de delinquir, si tales actos no se traducen en actos externamente
apreciables.

Lamentablemente nuestro ordenamiento se aparta en ocasiones de estas limitaciones que


establece el derecho penal de acto (castigar conductas) y establece sanciones en torno a la
peligrosidad del condenado (situaciones personales), por ejemplo: en la reincidencia como
agravante.

La acción u omisión:

La acción es un comportamiento humano voluntario que provoca un cambio en el mundo externo


y que puede ser percibido por los sentidos.

Fenómenos suscitados por reflejos, acontecimientos que tienen lugar en estados de inconsciencia
o movimientos corporales determinados por una fuerza física irresistible (la llamada vía absoluta)
quedan excluidos de esa noción.

No así los actos de los menores y de los enfermos mentales, los cuales pueden eventualmente
extraerse del ámbito de la responsabilidad penal, no porque falte en ellos una conducta, sino
porque se encuentra ausente en ellos la imputabilidad o capacidad para ser culpable.

La acción consiste en hacer algo, pero también puede ocurrir que la conducta consista en no hacer
algo, se omite la acción que se debe (omisión).

La omisión “es no hacer aquello que se tiene el deber jurídico de realizar, pudiendo hacerlo”
(Mario Garrido).

La omisión puede ser de dos clases:

a) Omisión propia o propiamente tal: De no hacer algo o de no realizar la acción que


prescribe la ley, por ejemplo: no pagar los impuestos; rehusar hacer un pago; no dar
resguardo; no entregar la cosa al parecer perdida; no socorrer al que se haya herido o en
peligro de perecer, etc. En estos casos no hacer algo está sancionado por la ley.

b) Omisión impropia o delito de comisión por omisión: Dejar de hacer algo, genera como
resultado la ocurrencia de un hecho sancionado por la ley.
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Los delitos impropios de omisión no están tipificados como tales, por ello, se les llama también por
algunos autores “falsos delitos de omisión”. Consisten en no impedir un resultado, pese al deber
de garante que obligaba a actuar.

El ejemplo más frecuente es el de la madre que da muerte a su hijo recién nacido privándolo de
alimentación. En este caso hay violación de la norma imperativa impuesta por la ley civil (art. 222
del CC) de cuidado personal del hijo, y a la vez, violación de la norma que prohíbe matar.

Cuando el legislador se refiere a una omisión, no se refiere a cualquier inactividad, sino que hace
referencia a la no realización de una determinada acción que le era exigida al sujeto.

Parte de la doctrina (Politoff) agrega ciertos requisitos básicos para que se configure la omisión
impropia (comisión por omisión):

1) Producción del resultado típico que la acción omitida pudo evitar.

2) Evitabilidad del resultado.

3) Es necesario que exista una posición de garante.

Posición de garante: Los garantes de protección son aquellos sujetos cuya función es proteger un
determinado bien jurídico de los riesgos, por naturaleza indeterminados, que puedan afectarlo.

La doctrina ha buscado determinar las fuentes de las cuales puede emanar la posición de garante,
estas serían:

- El contrato. Por ejemplo: un salvavidas está contratado para resguardar la vida de las
personas.

- La ley. Por ejemplo: en el caso de la madre que debe dar alimentos a su hijo.

El resultado:

Si bien todo delito produce un resultado jurídico, no todos los hechos delictivos producen un
resultado en el sentido material de la expresión.

Hay delitos que se configuran por la sola ejecución de la conducta (llamados de mera actividad) y
otros que requieren, además de la conducta, una modificación en el mundo externo (llamados
delitos de resultado).

La distinción entre delitos de mera actividad y delitos de resultado, atiende exclusivamente a los
requerimientos que el tipo formula, no a las consecuencias que cada conducta puede llegar a
producir en el plano de la realidad. De ahí que por mucho que una determinada acción (en el
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plano de la realidad) produzca alternaciones en el mundo exterior, el delito de que se trata seguirá
siendo de mera actividad si el tipo no hace mención a tales consecuencias.

Cuando la figura legal requiere para su consumación, la producción de un resultado, separado de


la conducta que lo causa (por ejemplo: en el homicidio, la muerte del ofendido), se habla de
delitos materiales o de resultado (se exige relación causal). En tales casos, por resultado se
entiende la modificación del mundo exterior como consecuencia de la acción u omisión.

Cuando dicho resultado no se exige , se haba de delitos formales (por ejemplo: la injuria y la
violación de domicilio).

La relación de causalidad:

Es el vínculo de índole objetiva que ha de existir entre la actuación del autor y el resultado exigido
por el tipo, y que se traduce en que el resultado sea consecuencia de la conducta.

El juicio de causalidad es de índole estrictamente objetiva. Se trata, simplemente, de contar con


una base mínima (objetiva o impersonal) para la posterior atribución del hecho a un individuo, es
decir, para responsabilizarlo.

Teoría de la causalidad o problema del resultado:

En los delitos de resultado, para que este pueda atribuirse a una persona es preciso que sea
consecuencia de su conducta. La teoría de la causalidad se ocupa de la vinculación entre la
conducta del sujeto y el resultado previsto en el tipo penal.

Hay situaciones en que la situación de causalidad puede generar complicaciones, preguntas acerca
de la causalidad pudieran suscitarse respecto de delitos en que la acción aparece de alguna
manera distanciada del resultado o porque el hecho es realizado a través de la intervención
coetánea o sucesiva de diversas personas.

Por ejemplo: en los delitos que consisten en la fabricación o en el expendio o adulteración de


sustancias medicinales o de alimentos o bebidas, con peligro para la salud pública, donde puede
haber una cadena de partícipes.

O cuando alguien hiere con un cuchillo a un tercero que fallece días después, caso en el que podría
argüirse por el defensor que la herida era superficial y que la muerte fue el resultado de la forma
antihigiénica y torpe con que la víctima fue tratada en el hospital.

Para abordar la pregunta de si el actuar de una persona determinada puede considerarse causa de
un resultado jurídicamente relevante, se han propuesto diversas teorías. En nuestro ámbito
cultural existe una preponderancia de las llamadas teorías generalizadoras de la conditio sine
qua non, dominante también en nuestra jurisprudencia, y su limitación a través del filtro de la
llamada imputación objetiva.

Teoría de la equivalencia de las condiciones o de la conditio sine que non:

Tiene sus orígenes en la ciencia empírica.

La llamada teoría de la equivalencia de las condiciones, como su nombre lo indica, parte del punto
de vista de que no es posible establecer diferencias entre causas o condiciones que originarían un
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resultado y, por tanto, todas ellas serían equivalentes. De acuerdo a esta teoría, todo lo que
produce el resultado hacía atrás, es causa del resultado.

“Todas las condiciones son equivalentes cuando producen un resultado”.

Según Von Buri, si se quiere averiguar la relación causal de un fenómeno concreto, hay que
establecer en una serie ordenada la totalidad de las fuerzas que, para la aparición del fenómeno,
han tenido alguna eficacia. La entera suma de esas fuerzas se debe considerar entonces como
causa del fenómeno. Si se excluye de la relación causal una sola de esas fuerzas, el fenómeno
mismo desaparece.

De acuerdo a sus postulados, la causa de un resultado es todo factor que no puede ser suprimido
sin que desaparezca el resultado. Pero solo vamos a elegir aquella condición sin la cual no se
hubiese producido el resultado.

Según esta teoría, resulta imposible distinguir la causa del resultado, porque simplemente
confluyen, entonces hay que hacer una supresión mental hipotética.

Como forma heurística, para los efectos de la prueba del nexo causal, se propone la supresión
mental hipotética: causa es aquella condición que no se puede suprimir mentalmente sin que el
resultado, en la forma concreta en que se produjo, también desaparezca.

Así, una acción de lesionar es causa de muerte, aunque a ella hayan contribuido concausas, ya sea
las condiciones físicas de la víctima (por ejemplo: hemofilia); o la propia negligencia o ignorancia
de esta (si ha querido curar la herida con emplastos de barro y contrae tétanos); o la intervención
de un tercero (error del médico tratante).

Críticas a la teoría:

La fórmula de la supresión mental hipotética es, en muchos casos, absolutamente superflua; en


otros, sorprendente; y en la generalidad, conduce al absurdo.

El carpintero que fabrica la cama donde se consuma el adulterio debería ser castigado con los
amantes, y sería autor de un homicidio quien hiere levemente a otro que posteriormente muere
producto de un accidente automovilístico que sufre la ambulancia que lo conducía al hospital.

Una consecuencia de esta teoría es que a la cadena causal no se puede poner fin, lo que llevaría,
como sostiene Helena en Las Troyanas, a considerar causante de la guerra de Troya a Hécuba,
“quien engendró el origen de los males cuando alumbró a Paris”.

De ahí que se propongan diversas correcciones a la fórmula heurística: admitir la supresión mental
acumulativa o alternativa. Según sea conveniente se ha intentado excluir resultados que no se
adecuan a los previsibles por el autor y prohibir el retroceso en la cadena causal hacia en
infinito.

La teoría de la conditio no ofrece suficientes filtros objetivos que permitan reducir la imputación
del resultado a causas jurídicamente importantes. La teoría actualmente en boga que recoge y
sistematiza estos filtros objetivos es la llamada teoría de la imputación objetiva.

Teoría de la imputación objetiva del resultado:


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Esta teoría ha sido elaborada por Claus Roxin, y su aspecto más interesante es el hecho de añadir
la idea de que la atribución del resultado al hecho deriva de la clase de peligro que él creó con su
conducta.

La teoría de la imputación objetiva, complementa la causalidad, en la medida que busca


determinar a que conducta se le asigna la afectación de un bien jurídico.

En otras palabras, conforme esta teoría, para atribuir el resultado al sujeto hay que tomar en
cuenta, además del carácter causal de la conducta, en el sentido de la equivalencia de las
condiciones, la objetiva previsibilidad y evitabilidad del resultado.

En el caso del accidente de la ambulancia posterior a una heridas leves causadas por una cuchilla ,
aunque podemos afirmar que la muerte del ofendido no se habría producido sin la herida previa
(causa en el sentido de la equivalencia de las condiciones), la clase de peligro creado por el hechor
con ella no es la que realizó el resultado, sino otro peligro, enteramente extraordinario creado por
terceros (los conductores involucrados en el accidente).

El sujeto que dio el golpe de cuchillo debe ser castigado por tentativa de homicidio y no por
homicidio consumado.

En síntesis, solo puede imputarse objetivamente un resultado causado por una conducta humana
(en el sentido de la equivalencia de las condiciones), si dicha acción ha creado un peligro
jurídicamente desaprobado, y el peligro se ha materializado en el resultado típico.

El criterio de la imputación objetiva no reemplaza al parámetro de la causalidad, sino que lo


complementa, complementa la teoría de la equivalencia de las condiciones. Por ello, establecido
que la actuación del sujeto es causa del resultado, será preciso determinar, además, si este es
objetivamente imputable al individuo.

El criterio de la imputación objetiva opera sobre la base de tres principios:

1) Solo es imputable objetivamente la creación de un riesgo jurídicamente no permitido, o


el incremento del peligro inherente a un riesgo autorizado. Así será imputable
objetivamente quien saca una pieza al motor de un auto de carrera, pero no lo será la
persona que se limita a aconsejar o a alentar al automovilista para que participe en una
carrera, aunque este muera.

2) No es imputable objetivamente la lesión de un bien jurídico que ya estaba expuesto al


peligro, si la acción se limita a disminuir dicho riesgo. Así, por ejemplo, no será imputable
objetivamente, quien para evitar que una persona sea alcanzada por las llamas de un
incendio, la empuja violentamente fuera del lugar siniestrado, ocasionándole lesiones.

3) No es objetivamente imputable un resultado, aunque haya sido causado por la actuación


de una persona, cuando la situación, en su contexto, es ajena al sentido de la norma
penal o no es de aquellas que esta se propuso evitar. De modo que no será
objetivamente atribuible la muerte de la persona a quien solo me propuse lesionar, si
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aquella consecuencia se produce porque se incendia el hospital hasta donde ella había
sido trasladada (el sentido de la norma relativa al homicidio es, precisamente, proteger al
individuo frente a acciones homicidas, no frente a incendios fortuitos).

Ausencia de acción:

El derecho penal solo se ocupa de acciones voluntarias, no habrá acción penalmente relevante
cuando falte la voluntad. Esto sucede en tres grupos de casos:

1) Fuerza física irresistible: Hay fuerza física irresistible y, por tanto, ausencia de acción,
cuando el individuo es tratado como objeto, es decir, cuando se le priva de un modo
absoluto de la posibilidad de comportarse conforme a su propia voluntad., al ser usado
como objeto, no hay voluntad, por tanto no hay conducta que pueda ser catalogada de
delito

Si, por el contrario, el individuo conserva, al menos una posibilidad de opción, la fuerza que se
ejerce en contra de él no es física, sino moral y en ese caso no se elimina la acción, sino la
culpabilidad.

En consecuencia, lo que determina que la fuerza sea física (excluyente de la acción) o moral
(excluyente de la culpabilidad), no es la naturaleza del estímulo, sino el efecto que este produce en
la persona en contra de quien se ejerce.

La fuerza física puede provenir tanto de la actuación voluntaria de otra persona (alguien empuja
a otro para que este con su cuerpo aplaste a un menor), como de la propia naturaleza (alguien
provoca ese mismo resultado tras ser embestido por un animal por la acción del viento).

Si bien queda excluida la acción respecto de quien sufre la fuerza física irresistible, el individuo que
la ejerce es tratado penalmente como autor del delito. Este, en el fondo, utiliza a otra persona
como objeto, tal como podría haber utilizado, pensando en el delito de homicidio, un arma de
fuego o una piedra.

2) Movimientos reflejos: Los movimientos reflejos, tales como las convulsiones epilépticas o
los movimientos instintivos de defensa, no constituyen acción, ya que el movimiento no
está en estos casos controlado por la voluntad. Casos de ausencia de acción voluntaria

Distintos de los movimientos reflejos son las reacciones impulsivas o explosivas, en las que la
voluntad participa, así sea fugazmente y, por lo tanto, no excluyen la acción.
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3) Estados de inconsciencia: También falta la acción en los estados de inconsciencia, tales


como el sueño, el sonambulismo, etc. En estos casos los movimientos que se realizan no
dependen de la voluntad y, por consiguiente, no pueden considerarse acciones
penalmente relevantes.

SI NO HAY ACCION NO HAY DELITO Y NO HAY QUE DETENERSE A EXAMINAR SI HAY OTROS
ELEMENTOS DEL DELITO

Teoría de la tipicidad

Tipo y tipicidad

Concepto de tipicidad:

La tipicidad importa un juicio acerca de una conducta concreta. Se basa en una comparación entre
un comportamiento real y alguna de las descripciones abstractas (llamadas tipos) que contempla
el ordenamiento penal.

Solo si existe total concordancia entre un tipo y el suceso real que juzgamos , podemos decir que
la conducta respectiva es típica, y por esto, se da la tipicidad, elemento indispensable para la
configuración de todo delito.

Para que exista tal concordancia entre un suceso real y la hipótesis abstracta prevista en la ley, es
necesario que en el caso concreto se den todos los elementos que el tipo respectivo exige . Los
tipos, contienen elementos objetivos y subjetivos, y es, precisamente, la concurrencia tanto de
aquellos como de estos en un suceso real, lo que determinará que este sea típico.

El contenido de los tipos:

1. La conducta:

Puesto que el delito es, en esencia, un comportamiento humano, el tipo que sirve de base
normativa a cada delito ha de estar, necesariamente estructurado sobre la base de una conducta.

Este requisito se expresa a través de un formula verbal, que recibe las denominaciones de “verbo
rector” o “núcleo del tipo” (matar, defraudar, falsificar, apropiarse, etc.).

Se acostumbra a distinguir entre tipos simples y compuestos, atendiendo a si el tipo contiene una
sola conducta, o bien dos o más conductas.

Los tipos compuestos, puede ser copulativas (en el sentido de que deben concurrir ambas para
que el delito se configure) o alternativas (en cuyo caso, basta la concurrencia de una de ellas para
que se produzca aquel efecto). Los delitos tipificados en esta forma suelen denominarse “de
hipótesis copulativas” y “de hipótesis alternativas”, respectivamente.
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Ejemplo de hipótesis copulativas: art. 213 del CP: será penado quien se fingiere autoridad,
funcionario público o titular de una profesión que, por disposición de la ley, requiera titulo o el
cumplimiento de determinados requisitos, y ejerciere actos propios de dichos cargos o
profesiones.

Ejemplo de hipótesis alternativas: art. 397 del CPC: el que hiriere, golpeare o maltratare de obra a
otro, será castigado como responsable de lesiones graves.

Desde el punto de vista de la prolongación o no de la conducta, según la forma en que la ley


prevé su consumación, se habla de: delitos simples o instantáneos, habituales, continuados y
permanentes.

Se entiende por delitos simples o instantáneos aquellos en que el hecho punible se perfecciona
con una acción y un resultado, cuya entera realización es inmediata , por ejemplo: el hurto, que se
consuma con la apropiación de la cosa mueble ajena; el falso testimonio, que se perfecciona por la
declaración mendaz, etc.

Son delitos habituales aquellos que la ley tipifica cuando se produce la reiteración de una
determinada conducta del agente, que solo por esa repetición da origen a la incriminación penal ,
por ejemplo: el encubrimiento habitual. Si se hace una sola vez, no se encuadra en este delito.

Son delitos continuados aquellos integrados por actos que constituirían otros tantos delitos
separados de no existir un lazo jurídico que permite tenerlos como un solo hecho.

Finalmente, son delitos permanentes, aquellos cuya consumación se prolonga en el tiempo, por
la creación de un estado delictivo , por ejemplo: el secuestro de personas y la sustracción de
menores.

Estas clasificaciones importan al fijar el momento de la consumación del delito , para determinar el
momento y lugar de su comisión y también para los efectos de su prescripción.

2. El sujeto activo:

Se denomina sujeto activo a la persona que ejecuta la conducta delictiva. Es también un elemento
que está presente en todos los tipos.

Por regla general, la mayoría de los delitos no contiene exigencias especiales en relación con el
sujeto activo, son, como se les suele denominar, figuras de sujeto indiferente. En estos casos, el
tipo utiliza fórmulas amplias como “el que” o “los que”.

Excepcionalmente, algunos tipos formulan exigencias concretas en relación al sujeto activo y en


estos casos las figuras resultantes suelen denominarse delitos especiales. Dentro de esta categoría
se acostumbra a distinguir entre especiales propios e impropios.

En los delitos especiales propios, la calidad especial exigida por el tipo es determinante de la
ilicitud del hecho, de ahí que, en caso de faltar dicha calidad, el comportamiento de que se trata
simplemente queda exento de castigo, por ejemplo: el delito de prevaricación del art. 223 N°1,
delito que solo pueden cometer miembros del poder judicial o fiscales. Si lo comete otra persona,
no es delito.
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En los delitos especiales impropios, en cambio, la calidad especial exigida por el tipo no es
determinante de la ilicitud, sino que es un simple factor de agravación o atenuación, de modo
que, en caso de faltar dicha calidad, el hecho de todos modos será sancionado a un título diverso,
por ejemplo: el delito de malversación del art. 233 del CP, aquí hay una agravación de pena por ser
funcionario público, si no lo es, existe delito, pero la pena será inferior.

3. El sujeto pasivo:

Se denomina sujeto pasivo del delito (o víctima) a la persona que resulta directamente afectada
con la conducta delictiva, por ser el titular del bien jurídico que en cada caso se pretende tutelar.

Todo delito tiene un sujeto pasivo (sea un individuo, un ente colectivo o la sociedad en su
conjunto), porque, en virtud del principio de lesividad, no es concebible un delito que carezca de
bien jurídico y, por tanto, de titular.

Los tipos no suelen contener una referencia expresa a la víctima y frente a tal omisión solo cabe
entender que cualquiera puede ser afectado por la ejecución de la conducta delictiva.

Excepcionalmente, algunos tipos si contienen exigencias concretas en relación con el sujeto


pasivo, en estos solo habrá tipicidad en la medida en que se dé tal requerimiento , por ejemplo:
en el delito de violación (art. 362 del CP), la víctima debe ser menor de 14 años.

4. El objeto material:

Es la persona o cosa sobre la cual recae, directamente, la ejecución de la conducta delictiva , por
ejemplo: en el art. 146 del CP la cosa en la que recae la conducta delictiva es la “correspondencia o
papeles”, en el art. 390 (delito de parricidio) la conducta delictiva recae sobre “padre, madre, hijo
o cónyuge”, etc.

En los delitos que atentan contra la persona en sus condiciones físicas (como la vida o la salud), la
víctima suele ser al mismo tiempo, sujeto pasivo y objeto material, por ejemplo: en el caso
Nibaldo, este fue sujeto pasivo y objeto material a la vez.

Tal como sucede con el sujeto pasivo, el objeto material del delito tampoco suele ser mencionado
de modo expreso en los tipos, aunque generalmente es posible determinarlo a partir de la propia
conducta utilizada en cada caso.

Excepcionalmente, algunos tipos contienen referencias expresas al objeto material, por ejemplo:
en el robo, en cuyo caso la concurrencia de los requisitos especiales exigidos en relación con el
objeto, pasa a ser condición insoslayable para que exista tipicidad.

5. El objeto jurídico:

El objeto jurídico (o “bien jurídico”) tampoco figura con mucha frecuencia en los tipos, y cuando se
lo menciona (como ocurre en el delito de secuestro, art. 141 del CP), la referencia suele ser
redundante, porque el atentado contra el bien jurídico, de todos modos, va implícito en la formula
utilizada para señalar la conducta.
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No debe confundirse el objeto material con el objeto jurídico del delito, que es el objeto de tutela
o bien jurídico. Así, en las lesiones corporales es el objeto material el cuerpo humano sobre que
recayó el golpe o que sufrió la herida, y el objeto jurídico es la salud del individuo.

6. Aspectos circunstanciales y medios de ejecución:

Finalmente, los tipos suelen contener alguna referencia a los medios de ejecución de la conducta
(como sucede en el tipo del art. 121 que establece que se exige un medio de ejecución específico:
“a mano armada”) y a algunos aspectos circunstanciales de la conducta, como son, por ejemplo,
el lugar o el tiempo en que esta ha de ejecutarse (por ejemplo: arts. 346 y 394, respectivamente).

ART. 346.

El que abandonare en un lugar no solitario a un niño

menor de siete años, será castigado con presidio menor en

su grado mínimo.

ART. 394.

Cometen infanticidio el padre, la madre o los demás

ascendientes legítimos o ilegítimos que dentro de las

cuarenta y ocho horas después del parto, matan al hijo o

descendiente, y serán penados con presidio mayor en sus

grados mínimo a medio.

En todos esos casos, el particular medio de ejecución mencionado en el tipo o la circunstancia


concreta exigida, pasan a ser elementos de concurrencia obligatoria y, por tanto, indispensables
para que se dé el elemento tipicidad.

Los elementos objetivos del tipo:

Son elementos objetivos de cualquier tipo penal, aquellos que ocurren en el mundo que rodea al
autor. En este sentido, se contraponen a los elementos subjetivos, es decir, a aquellos que tienen
lugar en la mente del autor.

Los elementos objetivos pueden ser de dos clases: descriptivos y normativos.

Son elementos descriptivos, aquellos que podemos captar a través de los sentidos, sin que sea
menester realizar ningún juicio valorativo para determinar si se dan o no en cada caso concreto ,
por ejemplo: “mujer”, “vehículo”, “casa”, etc.

Son elementos normativos, aquellos que precisan de un juicio valorativo para determinar si se
dan o no se dan en cada caso concreto. La denominación de “normativos” obedece a que
siempre es necesario recurrir a una norma para determinar si tal o cual objeto corresponde o no
a aquel que el tipo menciona.
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Atendiendo a la clase de norma que se toma como base para efectuar el juicio de valoración , los
elementos normativos suelen clasificarse en dos categorías:

a) Elementos normativos jurídicos: Cuya concurrencia se determina tomando como base las
normas del derecho positivo. Realizamos el juicio de valor a través de normas jurídicas.

b) Elementos normativos extrajurídicos: Cuya concurrencia se determina tomando como


base las normas de otros sistemas preceptivos que no sean el derecho (por lo general,
normas sociales) o reglas de alguna disciplina técnica o científica, por ejemplo: sustancias
nocivas.

El resultado como elemento objetivo del tipo:

En el campo del derecho penal, la expresión resultado suele ser entendida en dos sentidos
diversos:

Desde un punto de vista jurídico, alude a la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico; desde
un punto de vista material, en cambio, alude a una alteración en el mundo externo.

Hay delitos que se configuran por la sola ejecución de la conducta (llamados de mera actividad) y
otros que requieren, además de la conducta, una modificación en el mundo externo (llamados
delitos de resultado).

La relación de causalidad:

Es el vínculo de índole objetiva que ha de existir entre la actuación del autor y el resultado exigido
por el tipo, y que se traduce en que la primera sea efectivamente causa del segundo, o al revés,
que el resultado sea consecuencia de la conducta.

Los elementos subjetivos del tipo:

Junto a los elementos objetivos, el tipo contiene, además, elementos de índole subjetiva, los
cuales, como ya sabemos, son situaciones que se dan en la mente del autor del delito.

Los elementos subjetivos del tipo penal, hacen referencia a especiales motivaciones o finalidades
del autor que deben comprobarse antes de afirmar la tipicidad del hecho.

A diferencia de lo que ocurre con los elementos objetivos, los de índole subjetiva no están
presentes en todos los tipos.

Las referencias subjetivas que contienen los tipos pueden ser de dos clases: elementos
subjetivos impropios y elementos subjetivos propios.

Los elementos subjetivos impropios, hacen referencia al dolo. El dolo puede definirse como la
voluntad de ejecutar un hecho típico, con pleno conocimiento de los elementos objetivos del tipo y
de la antijuridicidad de la conducta.

El concepto de dolo consta con dos elementos: uno volitivo (la voluntad) y otro cognitivo (el
conocimiento).
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Los elementos subjetivos impropios son referencias expresas a algunos de esos dos elementos
del dolo, por ejemplo: las expresiones “voluntariamente”, “intencionalmente” y
“maliciosamente”, que son referencias al aspecto volitivo del dolo. Y las expresiones “con
conocimiento” y “a sabiendas”, que son referencias al aspecto cognitivo del dolo.

En estricto rigor, los elementos subjetivos impropios no son elementos del tipo (de ahí su
denominación como “impropios”), porque el dolo no está vinculado con la tipicidad, sino con la
culpabilidad.

Los elementos subjetivos propios, es cualquier exigencia de orden subjetivo que tenga
independencia respecto del dolo, es decir, que no esté vinculada ni con el aspecto volitivo ni con
el aspecto cognitivo del dolo, por ejemplo: el ánimo de lucro (art. 432 del CP), exige un ánimo
especial de lucro, el ánimo es una intención, esa intención no tiene que ver con el dolo.

Si pensamos en el hurto, el delincuente tendrá que actuar no solo con la intención de apropiarse
de una cosa mueble (intención exigida por el dolo), sino, además, con la intención de obtener un
beneficio pecuniario (elemento subjetivo del tipo).

Tipicidad en los delitos de omisión propia:

En estos casos, la conducta típica consiste en la simple infracción del deber de actuar, descrito en
la ley, esto es, en la omisión de una actuación esperada en las circunstancias que la propia ley
determina.

Así, el art. 494 N°14 del CP que constituye un modelo de esa clase de delitos, castiga la omisión de
socorro que comete el que “no socorriere o auxiliare a una persona que encontrare en despoblado
herida, maltratada o en peligro de perecer, cuando pudiere hacerlo sin detrimento propio”.

Otros tipos de omisión propia también se hallan en nuestro CP, como la omisión de informar a la
autoridad de planes o actividades de asociación ilícita, etc.

Tipicidad en los delitos de omisión impropia:

Los llamados delitos de comisión por omisión, también llamados “falsos” o “impropios” delitos de
omisión, se caracterizan por la circunstancia de que la omisión es considerada apta para que le
sea atribuido un resultado.

Puede suceder que algunas exigencias típicas hagan impensable la ejecución del delito por
omisión, tal como acontece con las figuras que suponen un comportamiento personal o corporal,
como la bigamia o el incesto, o que por otra razón no son concebibles por omisión, por ejemplo: la
figura de extorsión del art. 438 del CP. En tales casos la estructura del tipo impedirá su ejecución
por omisión.

Además, en los casos en que dicha comisión por omisión resultara admisible, se ha llegado a la
conclusión de que no es esperable de cualquier persona la evitabilidad de resultados lesivos, sino
solo de quienes se hayan obligados especialmente a ello, de donde tanto la jurisprudencia como la
doctrina se han esforzado por establecer requisitos que ha de cumplir una omisión para que pueda
afirmarse su tipicidad respecto de un resultado previsto comisivamente por la ley.
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Requisitos para que se configure la tipicidad de estos delitos:

1) Producción del resultado típico que la acción omitida pudo evitar.

2) Evitabilidad del resultado e imputación objetiva del mismo a la acción omitida.

3) Posición de garate del omitente, es decir, que tenga un deber jurídico especial de
protección que lo obligue a evitar el resultado lesivo y que haya asumido efectivamente
dicha posición.

4) Que la omisión equivalga a la comisión y sea por lo mismo “directamente subsumible en


el correspondiente tipo legal”.

La evitabilidad debe ser “rayana de certeza” y solo es exigible si el omitente tiene la posibilidad real
de evitarlo, sin aumentar el riesgo creado.

La posición de garante en la omisión impropia:

Las fuentes de los deberes específicos de protección: En rigor, los delitos impropios de omisión
tienen el carácter de delitos especiales propios, esto es, los que solo se pueden cometer por
quienes poseen determinadas calidades que los obligan a evitar resultados lesivos. Cuando para
el sujeto existía la obligación específica de actuar, con la cual se contaba.

El problema es determinar las fuentes. Aunque en Chile no se han determinado legalmente dichas
fuentes, la doctrina y la jurisprudencia parecen haber llegado a una suerte de consenso al
respecto, afirmándose sin discusión que dichas fuentes pueden provenir de la ley o el contrato.

El derecho de familia como fuente legal de la posición de garante adquiere especial importancia,
particularmente en las relaciones entre hijos y padres, y entre marido y mujer. El contrato como
fuente es reconocido generalmente como el más fecundo en la creación de la posición de garante.

Se indican particularmente los contratos en que una persona deposita su confianza en otra y esta
asume el encargo, ya sea por un situación de desvalimiento que requiere de una especial habilidad
técnica para brindar la debida protección (médico, enfermera, etc.).

Las llamadas condiciones objetivas de punibilidad:

Algunas descripciones legales contienen lo que se ha llama “condiciones objetivas de punibilidad”,


que no corresponden al “núcleo de lo injusto y de los desvalores que dan contenido a este” y que,
por tanto no son elementos del tipo en sentido estricto, sino únicamente ciertas restricciones a
la punibilidad de hechos determinados, que se establecen habitualmente por puras razones de
política criminal y cuyo efecto más significativo es excluir la posibilidad de castigo a título de
tentativa o frustración de un determinado delito.

Así sucede con la muerte del suicida, la cual mientras no se produzca, impide perseguir
criminalmente al auxiliador del suicida, aunque este resulte en definitiva gravemente herido.

Estas circunstancias típicas se llaman objetivas, pues no se exige una vinculación psicológica entre
el autor y ellas (dolo o culpa), ni siquiera reducible al mero conocimiento de su presencia, lo que
no infringe el principio de culpabilidad. Se trata de simples casusa de restricción de la pena, en
situaciones en que no solo la antijuridicidad, sino la culpabilidad del hechor puede ser afirmada.
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Teoría de la antijuridicidad (ayudante)cpalmas1@uft.edu

Sobre la antijuridicidad en general

Concepto:

La antijuridicidad consiste en que una conducta típica sea ilícita, es decir, contraria al derecho.

Antijurídica es la conducta típica que lesiona o pone en peligro un bien jurídico y no se encuentra
autorizada por la ley.

Tomando como base el efecto indiciario de la tipicidad, cabe afirmar que la comprobación de que
una conducta es típica ofrece un indicio acerca de que ella, con un alto grado de probabilidad,
será también antijurídica.

Sin embargo, tal efecto, cesa cuando el propio ordenamiento jurídico contempla una causal de
justificación, es decir, una norma que autoriza la ejecución de una conducta típica, bajo
determinados supuestos.

La antijuridicidad en los delitos de lesión y de peligro:

Son delitos de lesión aquellos en que la ley describe conducta que trae consigo la efectiva
destrucción o menoscabo de un bien jurídico , por ejemplo: homicidio, hurto, violación, etc. , no
solamente que se ponga en peligro el bien jurídico sino que efectivamente este sea lesionado

En estos casos, la consumación del delito requiere la efectiva lesión del bien jurídico protegido.

En cambio, son delitos de peligro aquellos en que el legislador considera suficiente para la
incriminación la puesta en peligro, es decir, la probabilidad de una lesión concreta al bien jurídico
tutelado.

Entre los delitos de peligro se distinguen: los delitos de peligro concreto y los delitos de peligro
abstracto.

Son delitos de peligro concreto aquellos que requieren una efectiva sensibilización o conmoción
del bien jurídico, que se juzga sobre la base de la experiencia común y que permite concluir que
existió un curso probable que conducía al resultado temido.

Por ejemplo: la ley castiga al que “pusiere en peligro la salud pública por infracción de las reglas
higiénicas o de salubridad, debidamente publicadas por la autoridad, en tiempo de catástrofe,
epidemia o contagio”. O el hecho de echar en las acequias de las poblaciones objetos que,
impidiendo el libre o fácil curso de las aguas, puedan causar anegación.

En estos delitos no se lesionó a nadie, solamente se pone en peligro, por ejemplo: la salud pública,
“de concreto” porque habla de la infracción de las reglas higiénicas.

Los delitos de peligro en abstracto, en cambio, están concebidos como la prohibición pura y
simple de una conducta que el legislador considera portadora de un peligro, sin que sea
necesaria la verificación (en sede procesal) del peligro que se pretende evitar.
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No es necesario que se pruebe el peligro que se pretende evitar

Esta técnica que se inspira en la frecuencia con que de tales conductas se sigue el riesgo que se
quiere evitar, lo que frente a determinadas hipótesis delictivas (por ejemplo: manejar un vehículo
en estado de ebriedad) es difícilmente impugnable.

En los casos de delitos de peligro concreto, la antijuridicidad del hecho punible viene dada por la
prueba de la existencia efectiva del peligro que la ley quiere evitar. Se requiere probar.

Los delitos de peligro abstracto, en cambio, están concebidos como la protección pura y simple de
una conducta que el legislador considera portadora de un peligro, sin que sea necesaria la
verificación (en sede procesal) del peligro que se pretende evitar.

AUSENCIA DE LA ANTIJURIDICIDAD: LAS CAUSALES LEGALES DE JUSTIFICACIÓN EN GENERAL:

Concepto:

Las causales de justificación pertenecen a la categoría genérica de las eximentes de


responsabilidad. Estas son situaciones cuya concurrencia elimina alguno de los elementos del
delito y que, en particular, las causales de justificación son aquellas eximentes que eliminan o
excluyen la antijuridicidad.

Como toda eximente, las causales de justificación son situaciones (de hecho) que ocurren en el
plano de la realidad).

Pueden definirse entonces, como aquellos supuestos fácticos bajo los cuales el ordenamiento
jurídico considera lícita la ejecución de una conducta típica.

III. sobre las causales de justificación:

1. Consentimiento:

Concepto y fundamento:

El consentimiento como causal de justificación, es la autorización otorgada por el titular de un


bien jurídico disponible para la ejecución de una conducta típica que lesiona o pone en peligro
dicho bien.

Es la única causal de justificación que no figura de modo expreso entre las eximentes que
contempla el art. 10 del CP.

La unanimidad de la doctrina reconoce efecto legitimante al consentimiento, por estimar que de la


parte especial del CP puede extraerse el criterio de la disponibilidad de determinados bienes
jurídicos.

Así, por ejemplo, varios tipos de la parte especial contemplan de un modo expreso la falta de
voluntad del titular del bien jurídico, como elemento objetivo de las figuras que ellos establecen.
Es lo que ocurre, por ejemplo: en los delitos de violación de morada y hurto.

¿Por qué podría actuar una causal de justificación en estos delitos (hurto, violación de morada)?

Requisitos:
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Para que el consentimiento opere como causal de justificación se requiere, en primer término, la
disponibilidad del bien jurídico.

Se entiende que un bien jurídico es disponible cuando su conservación solo interesa al titular.
Por el contrario, un bien no es disponible si su conservación compromete también el interés de la
sociedad, o solo de esta.

Se entiende que son disponibles, por ejemplo: la propiedad, el honor, el derecho a la intimidad, la
libertad personal y la libertad sexual, etc.

No son disponibles, en cambio, la vida y la salud.

Se requiere, enseguida, que el titular esté capacitado para conferir la autorización. Se entiende
que está capacitado para ello el individuo que posee la libre disponibilidad del bien y que conoce
el significado y el alcance (incluyendo las consecuencias) de la autorización que presta.

Se requiere, asimismo, que el titular actúe con plena libertad, es decir, sin ser objeto de
coacción.

2. Legítima defensa:

Concepto:

Obra en legítima defensa quien ejecuta una acción típica, racionalmente necesaria, para repeler
o impedir una agresión ilegítima, no provocada por él y dirigida en contra de su persona o
derecho o de los de un tercero.

Atendido al sujeto que ejercer la defensa, la ley clasifica esta en: defensa propia (art. 10 N°4), de
parientes (art. 10 N°5) y de extraños (art. 10 N°6).

Además, nuestro CP incorporó la llamada legítima defensa privilegiada (art. 10 N°6 inciso final).

La legítima defensa se estructura sobre la base de dos elementos: una agresión y una reacción
defensiva.

Requisitos que debe reunir cada uno de estos componentes (agresión y reacción defensiva) para
que se configure esta causal de legitimación:

1) La agresión:

Es una acción humana que tiende a lesionar o poner en peligro un bien jurídicamente protegido.

En cuanto al objeto de la agresión, existe legitima defensa cualquiera sea la índole del derecho
agredido. La ley no limita la causal a los casos en que se defiende la vida o la integridad corporal.

Otros bienes, como el honor, la libertad personal, la libertad sexual, la propiedad, el derecho a la
intimidad y, en general, toda clase de derechos pueden ser defendidos lícitamente.

La agresión debe reunir los siguientes requisitos:

a) Debe ser ilegítima: Es decir, debe consistir en una acción antijurídica. No es posible
defenderse de ataques que se encuentren, a su vez, legitimados (no podría alguien, por
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ejemplo, alegar legítima defensa para lesionar al policía que cumple una orden de
detención).

b) Debe ser real: Esto quiere decir que debe existir como tal. Quien reacciona frente a una
agresión imaginaria o aparente no actúa justificado en virtud de una legítima defensa y,
por tanto, su conducta es antijurídica.

c) Debe ser actual o inminente: Apreciada desde el punto de vista de la reacción defensiva,
no constituyen agresión para estos efectos, las amenazas remotas, puesto que en ese
caso existe la posibilidad de recurrir a la autoridad para que esta ejerza sus facultades
policiales preventivas. Ni tampoco cabe hablar de agresión actual, cuando la amenaza ya
se ha materializado en una ofensa al bien jurídico, porque allí estaríamos dentro del
terreno de la venganza, no de una eventual defensa.

El fundamento de la legitima defensa es una delegación al particular de las facultades policiales de


prevención, no en una delegación de la potestad sancionatoria.

d) No ha de ser (suficientemente) provocada por el defensor: En términos generales, las


distintas formas de legítima defensa giran en torno a la idea de que la persona que se
defiende no haya provocado la agresión. Sin embargo, no cualquier provocación excluye
la legítima defensa. Para que esta opere, se requiere, según el texto de la ley, que haya
falta de provocación “suficiente”, es decir, proporcionada a la entidad de la agresión.

e) Debe ser obra de una persona: Para los efectos de la legítima defensa, únicamente el ser
humano puede agredir; solo él tiene capacidad para ejecutar acciones ilícitas. Contra
ataques de animales o frente a la fuerza de la naturaleza, no cabe invocar esta justificante.

2) La reacción defensiva:

Es la actividad que desarrolla la persona afectada por la agresión y que, a su vez, vulnera algún
derecho del agresor.

Respecto de este elemento, la ley exige que haya “necesidad racional del medio empleado para
impedir o repeler la agresión”. La necesidad, como fluye del propio texto de la ley, no es
matemática, sino racional. No se trata de que, frente a un ataque a golpes, me defienda también a
golpes. De lo que se trata es que el empleo del medio utilizado aparezca como razonable,
atendida la situación personal del agredido y su posición frente al agresor (un inválido puede
utilizar un revólver para defenderse frente a una persona fuerte y sana que lo ataca mediante
golpes de puño).
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Clases de legítima defensa:

El art. 10 del CP distingue tres formas de legítima defensa:

1) Legítima defensa propia (art. 10 N°4)

2) Legítima defensa de parientes (art. 10 N°5)

3) Legítima defensa de extraños (art. 10 N°6)

Son requisitos comunes a las tres formas de legítima defensa, la existencia de una agresión
legítima y la necesidad racional del medio empleado para defenderse.

En el caso de la legítima defensa de extraños, además de los requisitos ya mencionados, se exige


que el defensor “no se impulsado por venganza, resentimiento y otro motivo ilegítimo”.

4) Legítima defensa privilegiada:

Se denomina así a la situación prevista en el inciso segundo del art. 10 N°6, que tiene por objeto
establecer un régimen de presunción respecto de los requisitos exigidos por las tres formas
legítimas de defensa.

Establece una presunción simplemente legal, que admite, por ende, prueba en contrario, acerca de
la concurrencia de los requisitos legales de necesidad racional del medio empleado para impedir o
repeler la clase de agresiones que se enumeran, falta de provocación suficiente y que el tercero no
obró impulsado por venganza, resentimiento u otro motivo ilegítimo, cualquiera sea el daño que
ocasione al agresor.

Es privilegiada porque en ciertas situaciones se presume la legitima defensa, estas situaciones de


privilegio favorecen:

1) A la persona que rechaza el escalamiento del agresor en una casa, departamento u


oficina habitados, o en sus dependencias. Se entiende por escalamiento el ingreso a un
recinto por vía no destinada al efecto, por forado o con rompimiento de paredes o techos,
o fractura de puertas o ventas. Quien repele el ingreso tendrá que probar la concurrencia
de todos los requisitos de la legítima defensa.

2) A la persona que, durante la noche, rechaza el escalamiento del agresor en un local


comercial o industrial.

3) A la persona que impide o trata de impedir la consumación de los delitos de secuestro,


sustracción de menores, violación, parricidio, homicidio calificado, simple y robo con
violencia o intimidación en las personas.

3. Estado de necesidad justificante (art. 10 N°7 del CP):


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Obra en estado de necesidad justificante quien ataca un bien jurídico de un tercero, con el objeto
de evitar la lesión de uno más valioso perteneciente a sí mismo o a otra persona.

Requisitos:

1) Existencia de una situación de necesidad: Es decir, un estado de peligro que pone en


riesgo un bien jurídico. No tiene importancia cual sea el origen del peligro. Esta situación
puede obedecer a una causa natural, o a la acción de un tercero o a la actuación del
propio titular del bien jurídico afectado. Así, obra en estado de necesidad, la persona que
para defenderse de un asalto ingresa (y se refugia) en morada ajena.

2) Sacrificio de un bien jurídico: El bien jurídico sacrificado solo puede ser la propiedad
ajena o el derecho a la intimidad. Tratándose de delitos que, junto con atentar contra los
derechos indicados, lesionan también (o ponen en peligro) otro de mayor significación,
no cabe admitir el estado de necesidad, porque la justificación no puede ser entendida en
términos más amplios que los empleados por las disposiciones que la consagran.

3) El bien jurídico que se sacrifica ha de ser menos valioso que el que se trata de salvar : La
valoración que tiende a determinar cuando un bien jurídico es de menor valor que otro,
es de carácter jurídico y objetivo. Las valoraciones éticas, religiosas o de cualquier otra
índole no pueden ser tomadas en consideración.

Tampoco debería considerarse la posición subjetiva del individuo (lo que este siente respecto de
los bienes que están en juego), puesto que en esta materia está comprometido no sólo su interés,
sino el de otras personas y el de la sociedad en general.

4) Inexistencia de otro medio practicable y menos perjudicial para salvar el bien más
valioso: A diferencia de la legítima defensa, y por expresa disposición de la ley, el estado
de necesidad es subsidiario, es decir, solo puede operar como causal de justificación en
ausencia (en subsidio) de otras formas de salvación del bien jurídico que enfrenta la
situación de peligro o necesidad.

El legislador acoge aquí explícitamente el principio de subsidiariedad en materia de acciones


salvadoras. De existir varios medios de impedir el mal que se trata de evitar, la ley solo acepta que
se escoja el menos perjudicial, a la vez que practicable (que se puede practicar o poner en práctica)
en las circunstancias concretas.

El llamado estado de necesidad exculpante:

Si el bien sacrificado es de igual o mayor valor que el salvado, no operará la causal de


justificación, cabe entonces hablar de un estado de necesidad exculpante.
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Si citan al respecto los famosos casos del alpinista que corta la cuerda que amenaza romperse por
no resistir el peso de dos personas y hace precipitarse al abismo a su compañero de excursión y el
del que, luchando por ganar la salida del teatro en llamas, pisotea el cuerpo de otra persona.

Nuestra ley no contiene una regulación especial de este estado de necesidad exculpante, aunque
su casuística puede situarse en el ámbito de las hipótesis de no exigibilidad de otra conducta, que
sí contempla, como la fuerza moral irresistible y el miedo insuperable, si, atendidas las
circunstancias anormales que rodean el hecho, cualquiera probablemente habría actuado de
manera parecida.

Pero si el mal que se pretende evitar no tiene entidad suficiente para alterar el ánimo del que
ejerce la acción salvadora, de manera que no sea posible apreciar en él un miedo insuperable o
una fuerza irresistible, solo cabría apreciar una atenuante simple y, de concurrir el siguiente
requisito, la atenuante privilegiada.

4. Ejercicio legítimo de un derecho:

Tratada en el art. 10 N°10 del CPC, conjuntamente con el ejercicio legítimo de autoridad, oficio o
cargo.

Se trata aquí del ejercicio de un derecho, es decir, de una facultad que aparezca conferida de
modo expreso o tácito, por el ordenamiento jurídico. Es el caso, por ejemplo, de las normas que
autorizan al acreedor para retener bienes del deudor, que aparece expresamente conferida en el
caso del arrendamiento.

El problema del error en esta causal de justificación:

Al igual que en los casos de legítima defensa y estado de necesidad putativos, es imaginable el
supuesto de quien cree actuar en cumplimiento de un deber o ejercicio legítimo de una autoridad,
cargo u oficio, sin estar facultado para ello, no por desconocer las normas que le otorgan el
derecho a actuar, sino por apreciar falsa o erróneamente la situación fáctica que sirve de supuesto
para dicha actuación, el policía que equivoca la persona de debe detener (por alcance de nombre),
por ejemplo, o el domicilio que debe allanar (por ser errónea la dirección transcrita o
corresponder, con el mismo nombre, a otra comuna), etc.

En estos casos, al faltar el fundamento que hace legítima la actuación, el exceso fundado en un
error de hecho al apreciar la situación ha de tratarse del mismo modo que en otras justificantes
putativas, como error de tipo que podría conducir a una exculpación, si es invencible, o al castigo
o título culposo (de existir la figura correspondiente), si no.

5. Ejercicio legítimo de autoridad, oficio o cargo:

Quien asume un cargo o una labor que implique autoridad, y quien se compromete a desarrollar
las tareas propias de un oficio, toma sobre sí determinadas obligaciones, y es en el contexto de
estas que el individuo puede incurrir en una conducta típica que eventualmente puede resultar
justificada.
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Los derechos cuyo ejercicio legítimo dan lugar a esta causal tienen su fuente en el propio
ordenamiento jurídico y es este mismo el que fija las condiciones bajo las cuales resulta legítimo su
ejercicio.

Cumplimiento de un deber:

Contemplada también en el art. 10 N°10, esta causal de justificación supone la existencia de un


deber de actuar establecido en el ordenamiento jurídico y que vincula al individuo en cuyo favor
ha de operar la justificante.

La expresión deber no tiene un significado moral, sino estrictamente jurídico. Se trata de aquellos
casos en que actos aparentemente delictuosos se imponen por la ley al sujeto.

Tal como sucede en las dos causales anteriormente explicadas, aquí también la legitimidad de la
actuación depende de que se respeten todas las condiciones previstas, tanto en lo relativo a la
oportunidad, como en lo que dice relación con los medios utilizados y el fin perseguido por el
sujeto al actuar.

Pero los casos generalmente propuestos se refieren a los ejecutados en el cumplimiento de un


deber resultante de funciones públicas (actos de servicio), como sucede en el sostenimiento de la
acción penal pública por parte de los fiscales del Ministerio Público, ella siempre podría
considerarse calumniosa (se trata de imputar delitos), particularmente cuando el acusado resulta
absuelto.

Lo mismo ocurre cuando los agentes de la autoridad emplean medio coercitivos, como la
detención de un delincuente flagrante por un agente de la policía. El cumplimiento del deber
supone criterios de adecuación y proporcionalidad, de modo que el empleo innecesario de
violencia (por ejemplo: frente a un delincuente que no opone resistencia) no estaría amparado por
la justificante, se ampara el ejercicio del derecho, no su abuso.

No debemos confundir el cumplimiento de un deber especialmente impuesto por el


ordenamiento jurídico (situación que configura esta causal de justificación) con los casos de
obediencia debida, en que la actuación no tiene como fuente directa una norma legal, sino la
orden que ha impartido un superior jerárquico.

La obediencia debida, no transforma en lícito el acto ejecutado (este sigue siendo antijurídico),
pero la persona que se encuentra en una situación de inferioridad jerárquica, puede verse
beneficiada por una causal de inculpabilidad, en razón de la falta de libertad para dirigir su
actuación.

En estos casos, el ejecutante a lo más podría alegar una exculpación por inexigibilidad de otra
conducta o, eventualmente, miedo insuperable o fuerza irresistible, exención de la que,
naturalmente, no puede beneficiarse el que da la orden ilícita.

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