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REPRESENTACIONES SOCIALES SOBRE EL CUERPO

Y EL MOVIMIENTO CORPORAL EN MUJERES.

Carlos Alberto Moreno Jurado.

El problema del movimiento corporal y el cuerpo des-


de las representaciones sociales.
Uno de los elementos que se hacen presentes en la vida tanto individual como
colectiva de los seres humanos es el movimiento corporal humano, con el cual
entramos en contacto con el mundo, con la sociedad, elaboramos conexiones
simbólicas que dan sentido a nuestro existir en un contexto y una cultura, a la
par que desarrollamos acciones dentro de nuestra labor productiva, en el ho-
gar y el contexto donde habitamos. Sin embargo, en la actualidad, producto
de múltiples factores propios de la vida colectiva y en sociedad, el hombre ha
disminuido considerablemente la práctica de actividades físicas a través del mo-
vimiento corporal en su desarrollo cotidiano, produciendo una marginación de la
utilización del cuerpo para la movilidad, generando un estado de sedentarismo
producto de la inactividad.
Desde los diversos acercamientos investigativos al problema social (no solo

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de salud pública) del sedentarismo, existe al parecer una mayor prevalencia y
todos los riesgos asociados a la inactividad, más en las mujeres que en hombres
(ENSIN: encuesta nacional de salud y nutrición 2005 – EDAF: estudio distrital
de actividad física 2003). Desde allí consideramos que es necesario realizar un
abordaje desde la vía de las representaciones sociales sobre la actividad física y
el sedentarismo, es decir el movimiento corporal humano, que nos permita cons-
truir conceptos en torno a que es lo que verdaderamente produce la inactividad
específicamente en las mujeres, cuales son las variables que orientan la praxis,
que es lo que justifica la inactividad física. Además pretendemos brindar herra-
mientas para la re-significación del cuerpo y el movimiento corporal como ele-
mento para la integración, socialización, para la conformación de tejido social,
y muy importante para el disfrute y el bienestar lo cual favorece el desarrollo
humano.
En el estudio Actividad física y etapas de cambio comportamental en Bogotá,
en el año 2003 se reportó que el 59% de la población bogotana se puede clasi-
ficar como irregularmente activa ya que se encuentran en etapa de pre-contem-
plación y contemplación, es decir que no realizan actividad física regularmente
pero están interesados en realizarla. Con relación al género, se encontró que
en el grupo de regularmente activos entre los hombres fue del 51%, mientras
que en la mujeres apenas alcanzó el 23%, lo que indica que los encuestados del
género femenino son menos practicantes de actividad física regular como forma
de estilo de vida saludable. A su vez, las personas que reportaron una regula-
ridad en la práctica de actividad física, manifestaron una imagen más positiva
en cuanto a salud y calidad de vida con relación a las personas regularmente
inactivas o sedentarias.

Otro reporte llamado Prevalencia de actividad física y algunos hábitos alimen-


tarios en funcionarios de la Secretaria de Salud de Bogotá en el 2002, tomó
como base la información sobre sedentarismo emitida por el Instituto Distrital
para la Recreación y el Deporte (IDRD) en el año 1999, donde el 84% de la po-
blación se encuentra en la zona de inactividad, ya que un 39% es absolutamente
sedentario y un 45% realiza actividad física por menos de 30 minutos por cinco
días a la semana. Este estudio sobre funcionarios de la Secretaria de Salud contó
con una población del género femenino que representaba el 60% del total, dato
que sugiere una mayor presencia de las mujeres en proporción que los hombres
en contextos sociales de la cotidianidad.
Con relación a la carga de actividad física el estudio arrojo que el 23.7% de
la población es sedentaria, el 60.4% son irregularmente activos (tendencia al
sedentarismo), y el 15.8% son regularmente activos (mas de 30 minutos, cinco
días a la semana). Comparativamente el sexo masculino tiene una tendencia
al sedentarismo de 18.7% mientras que las mujeres presentan un porcentaje
mayor: 27.1%. Ante esto, el reporte del estudio plantea que diversos estudios
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refieren que es mayor la actividad física realizada por los hombres con relación
a las mujeres, observándose menores tasas de mortalidad en hombres que rea-
lizan actividad física en el trabajo y en el tiempo libre en comparación con per-
sonas sedentarias de ambos sexos.

Además de lo anterior por tradición el abordaje en relación a la práctica de


actividad física como elemento cotidiano del bienestar y el desarrollo ha sido
trabajado casi que exclusivamente desde perspectivas biomédicas, ahondando
en la modificación, reforzamiento o prescripción de hábitos y estilos de vida que
el personal de salud ha considerado como saludables. Esto ha dejado de lado la
reflexión que cada sujeto, y a su vez cada comunidad debe realizar sobre la base
de la importancia de la actividad física en el mundo de la vida cotidiana y social.
Por lo tanto hemos estado frente a un abordaje de la actividad física y el mo-
vimiento corporal, exclusivo de las ciencias de la salud y las disciplinas que in-
fluyen en la prescripción de la actividad física y el deporte desde un paradigma
netamente biológico y fisiológico. Estas razones nos llevan a indagar sobre la in-
fluencia y determinación que juegan las representaciones sociales sobre el cuer-
po y el movimiento corporal en el marco de la vida común de las mujeres, con
el fin de descubrir explicaciones sobre la tendencia al sedentarismo por parte de
ellas, encontrar razones que sustenten el por qué, de la escaza participación de
la mujer en escenarios donde la practica física es determinante, constituida y
constituyente de la realidad.

Teniendo en cuenta lo anterior, los objetivos de esta investigación se configu-


ran desde los hallazgos del planteamiento del problema de la siguiente manera:

• Identificar y analizar como en la construcción de representaciones sociales


sobre el cuerpo y el movimiento corporal desde la actividad física en las
mujeres, median las costumbres y tradiciones heredadas culturalmente.
• Identificar y analizar como en la representación social sobre el cuerpo y
el movimiento y la practica de actividad física inciden los cambios de roles
con relación a las mujeres.
• Identificar los mecanismos que median desde la experiencia y la vivencia
la construcción de representaciones sociales que inciden sobre la práctica
regular de actividad física desde el cuerpo y el movimiento corporal.

SISTEMA CONCEPTUAL.
Producto del estado del arte realizado en el marco del proceso investigativo
hemos encontrado como conceptos claves que determinan la relación entre los
ejes (representaciones sociales, cuerpo y movimiento corporal, y mujeres) que
orientan este trabajo, la experiencia, entendida en términos de vivencias, el

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cambio de rol que ha sufrido la mujer, y las costumbres y tradiciones frente al
cuerpo y el movimiento corporal humano. Estos términos conforman nuestro sis-
tema conceptual que permitieron establecer vías para el abordaje metodológico
y técnico en aras de recopilar información que nos conduzca al logro de los obje-
tivos propuestos por medio de este ejercicio investigativo. A su vez este sistema
conceptual se nutre con una postura teórica desde las representaciones sociales
con el fin de acentuar el sentido y propósitos de nuestro ejercicio.
Sin embargo en este momento es valido aclarar que concebimos el movimien-
to como fuente de conocimiento y comunicación, de sentimientos y emociones,
de placer estético, de salud, de esparcimiento, como factor de desarrollo filoge-
nético y ontogenético.

2.1 EXPERIENCIA Y VIVENCIA CORPORAL.


Con relación al concepto experiencia-vivencia, comprendemos esta como la
exposición y actuación frente a diversas situaciones que delimitan la formación
de una visión y concepto frente a algo o alguien. A su vez en la experiencia entra
la formación de la imagen de cuerpo que sufre el hombre, en la cual la tradición
de desprecio por la muerte y la enfermedad han hecho no tener una muy buena
relación con la estructura corporal lo cual deriva en una serie de desprecios por
las expresiones corporales y sus estructuras asociadas al envejecimiento.
Dos propiedades importantes de la vivencia y la experiencia, tienen que ver
con la fase gnosica y praxica, es decir que el aprendizaje y la práctica que se
relaciona con ese aprendizaje en las fases de maduración (niñez, juventud) mar-
can la posibilidad futura de adquirir una buena relación con el cuerpo y el mo-
vimiento. Esto debe estar netamente fundado en un plano del gozo y el placer
ya que desde allí el sujeto crea un recuerdo grato y positivo con su cuerpo y las
expresiones que puede realizar a través de el. Esto tiene que ver directamente
con la elaboración de la imagen corporal en las mujeres frente a los hombres, ya
que al ser estos los poseedores hegemónicos de los escenarios, formas y vías de
expresividad desde el movimiento y la actividad física, forman una autoconfian-
za que permite elaborar una visión dominante sobre el cuerpo y la corporalidad.
Igualmente en el marco de desarrollo actual (globalización, capitalismo) la
tendencia de relación de la actividad física es con el ideal estético producto de la
mercancía y la comercialización, alejado de toda postura humanizanté, social, de
construcción de sentido, en la cual el sujeto es constructor de la historia.
En vía de lo anterior, y según Jaramillo (2005) y Foucault (2003), el ejercicio
se ha utilizado históricamente como castigo, como medio y forma de controlar
y disciplinar los cuerpos y por ende los sujetos y producir nuevas subjetividades
que respondan a los esquemas de poder donde el cuerpo es medible, estanda-
rizable y manipulable según el interés de dichos mecanismos de poder. Esa pro-
piedad de castigo en la experiencia del ejercicio lleva a sentir dolor y desgano
ante esta actividad por lo que aparece la indisposición y la pereza por la práctica
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de actividades repetitivas que han hecho sufrir al cuerpo. Esta imagen de la ac-
tividad física caracterizada por el sufrimiento, el dolor, el cansancio, el repeticio-
nismo y la desidia producen una imagen completamente negativa del ejercicio y
la actividad física, por lo que el sujeto decide alejarlo de su proyecto vital como
medio para la expresividad y la experiencia humana.
Murcia (2005) y Jaramillo (2005) nos plantean en relación a la experiencia y la
vivencia, que estas están cargadas de realidades sociales e imaginarios, las pri-
meras son edificadas desde las redes de sentido que vamos otorgando a diario.
Las realidades sociales se construyen producto de las relaciones (para muchos
procesos de comunicación) que diariamente tienen los seres humanos, a las
cuales se les dota de sentido. Pero esa dotación de sentido no es meramente in-
dividual (tendencia psicologista), sino que se estructura desde lo social y ayuda
a reestructurar, a la vez lo individual; es una relación siempre dinámica de ida y
vuelta entre lo social e individual. Los imaginarios son esas estructuras de senti-
do que gobiernan las acciones e interacciones de los sujetos y que se construyen
en medio de la vivencia de las realidades y los sueños en torno a ellas.

Otra de las implicaciones de la vivencia y la experiencia desde la dimensión


del movimiento corporal tiene que ver con la resistencia que se va generando
a este desde la escasa tradición cultural y familiar al expresar poco intereses
por esta área en el proceso de enseñanza básico (escuela). Esta resistencia se
expresa en las excusas, razones o justificaciones que buscan los sujetos para
evadir la practica regular de actividad física, al parecer esto surge de la poca
imagen de entretención y de gozo que se experimenta en la cátedra basada en
el movimiento corporal, lo cual aleja las posibilidades de generar una cultura del
esfuerzo y la continuidad en un marco de disciplina en presencia del gozo y el
placer.
Finalmente encontramos como propiedad de la experiencia y la vivencia, la
jerarquización como forma de posicionar los elementos de un grupo sobre los de
otro, en este caso de lo masculino sobre lo femenino a través de actitudes, usos
corporales, tipos de movimiento, tipos de contacto, utilización del tiempo y del
espacio. Es decir que para el hombre es mucho más fácil utilizar esas vías de do-
minación de la esfera de expresión motora, y la mujer se aísla de ese escenario
al sentir inseguridad sobre sus posibilidades de movimiento y corporalidad.

2.2 COSTUMBRES Y TRADICIONES.


En esta apuesta investigativa comprendemos la costumbre como una cate-
goría amplia de normas sociales tradicionales y vividas, que como normas que
obligan, exigen con el correspondiente grado de obligatoriedad determinadas
formas de conducta ante ciertas situaciones sociales en las que se hallan las
personas en cuestión. Las costumbres contribuyen a que en una determinada

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situación esté garantizada una conducta social igual, periódica y por tanto previ-
sible. Como consecuencia de la interiorización, las costumbres por lo general se
observan por hábito de forma irreflexiva y rutinaria y por lo tanto forman parte
de lo natural cultural, y a su vez están relacionadas con creencias, valores, con-
vicciones éticas y principios morales. Además la costumbre al ser un conjunto de
comportamientos más o menos obligatorios, donde la repetición sin excepción
confirme su valor social, la hace diferente de la ley, cuyo origen es preciso y
conocido y cuyas reglas están escritas. Es decir que la esencia de la costumbre
se inserta profundamente en el subconsciente de manera que con frecuencia se
confunde con la naturaleza. Igualmente las podemos concebir como definiciones
tradicionales de las estructuras sociales fundamentales y de las relaciones hu-
manas que una sociedad determinada considera esenciales para su estabilidad
en un momento y lugar determinados.
Por otra parte comprendemos la tradición como el producto de la transmisión
de generación en generación, de ordinario por el lenguaje oral o escrito, aunque
también por medio de ceremonias, ideas, sentimientos y valores relacionados
con la vida de un grupo. La tradición representa el aspecto subjetivo de la cultu-
ra que ha pasado de unos a otros empleando diversas formas de comunicación,
mientras que la costumbre es su aspecto objetivo externo. La tradición es sobre
todo una manera de pensar y sentir que se transmite de generación en gene-
ración, en tanto que la costumbre es una manera de hacer lo transmitido. De
igual manera la tradición es una categoría que los individuos y las sociedades
adscriben a expresiones, creencias y comportamientos en el presente para con-
ferirles valor añadido futuro. Es un territorio de la imaginación, pero su presen-
cia tiene importantes consecuencias en la vida social, está, es mucho mas que
una cualidad innata imbuida de continuidad y estatismo, es un imperativo en la
vida social o forma en que el presente interpreta y caracteriza el pasado con la
mirada puesta en el futuro. La tradición tiene su origen en imperativos sociales,
donde las sociedades designan aspectos de su cultura como tradiciones para in-
fundirles significado e historicidad. Entonces el llamar tradicional a algo equivale
a institucionalizarlo separándolo de practicas menos autenticas, a reducirlo a su
esencia, a fomentar su vigencia social y a implicar la necesidad de dirigirlo hacia
el futuro, esto responde a un acto de interpretación, selección y denominación
para imponer orden en un modo de hacer social disperso.

Con relación a las costumbres y tradiciones frente a la actividad física, el


cuerpo y el movimiento encontramos que estas inciden y se transforman en la
medida que la imagen y la visión de estos experimentan cambios producto de
las múltiples interpretaciones dadas por la experiencia frente a la corporalidad.
Una de las dimensiones de los conceptos mencionados se recoge en lo ex-
puesto por Bolívar (1992), al plantearnos que la cultura física no debe referirse
exclusivamente a los deportes o los ejercicios, este debe remitirnos a valores
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éticos y filosóficos implícito en las prácticas corporales. A su vez la conformación


de una cultura de la actividad física ha permitido emerger puntos de vista que no
privilegian la posición del sujeto, sino que van en vía de la razón técnico instru-
mental, marginando las posibilidades para la igualdad, la solidaridad, la justicia
y el respeto.
Igualmente la costumbre y la tradición en relación a la actividad física en la
mujer están ligadas al papel de ella en la labor doméstica. Situación marcada
por el encierro que se sumaba a una visión de menor capacidad biológica y fun-
cional de ella para labores de alta carga corporal. Es decir que la posición en
el hogar aleja a la mujer de los escenarios para la práctica de actividad física y
ejercicio en el marco de la vida cotidiana.
A su vez la trasmisión de la cultura, y con ello de costumbres y tradiciones a
través de la religión, ha producido una visión de cuerpo débil e inútil que lo rela-
ciona con lo sucio y lo malo, lo que sumado a la derivación de tareas cotidianas
en otras fuerzas como las de las maquinas han hecho que se subvalore las posi-
bilidades de desarrollo desde y con el cuerpo y el movimiento.
Otra de las dimensiones frente a las costumbres tiene que ver con el sentido
que se le ha dotado desde lo narcisista al cuerpo y el movimiento, cayendo en
una tendencia de deporte, ejercicio, cuerpo y actividad física a la moda, donde el
ideal se centra en el triunfo individual y en las ganancias estéticas según formas
a adquirir según los modelos que impone la moda y el mercado. Esto depende
de las corrientes que en cada momento histórico ligan al cuerpo a la otra sustan-
cia: el alma, es decir que por momentos según el transito de la subjetividad del
individuo se infravalora o se supra-valora la imagen del cuerpo y el movimiento
para el sujeto.
Igualmente, una señal moderna de la imagen de cuerpo y movimiento como
entidad física es la contabilidad exacta del movimiento humano que caracteriza
al movimiento Tylorista1 y al desempeño olímpico2. Hay una radicalización de los
principios modernos que disponen el movimiento del cuerpo cuando la educa-
ción infantil es sometida a un control no solo de los movimientos más amplios,
sino de los más finos que se expresan en la educación de los sentidos. Es decir
que abogar por una educación del cuerpo mediante actividades que exploren las
emociones, la sensibilidad, la capacidad creativa y el gusto por el movimiento, no
se resume entonces en incluir en el currículo o en las actividades de educación
extra-curricular una asignatura o actividad para la transmisión de un conjunto
especifico de técnicas corporales sean artísticas y deportivas. Las posibilidades
de que estas formas de movimiento sean un vehículo privilegiado para educar
además del cuerpo a la persona, radican en que el lenguaje del cuerpo, es decir
del sujeto como ente activo con conciencia y voluntad de emancipación, tenga
un lugar garantizado en la educación.

2.3 ROLES DE LA MUJER.

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Conceptualmente entendemos por rol el papel o función adoptados por una
persona o estructura en una sociedad, estos tienen sus raíces en la posición
social de la persona, a menudo fija y asignada, a su vez los individuos desem-
peñan un papel, ejercen un rol cuando adoptan y ponen en practica los deberes
y derechos propios de su posición. Igualmente al hablar de rol se parte de las
siguientes premisas: 1. Los seres humanos actúan sobre las cosas basándose en
el significado que estas tienen para ellos. 2. Estos significados son proclamados
y modificados a través de un proceso de interpretación por parte del individuo
ante lo que se le presenta. Y 3. Las partes intervinientes en tal interacción deben
tener presentes los roles respectivamente desempeñados, ejerciendo entonces
simultáneamente como actores y espectadores.

En referencia a los roles desempeñados por la mujer frente a la actividad física


y sus transformaciones evolutivas desde el cambio de escenarios de desarrollo
para el género femenino, encontramos que la penetración de la mujer en cam-
pos laborales antes vetados para la mujer y de dominancia netamente masculina
1 El Taylorismo hace referencia a la división de las distintas tareas del proceso de producción. Este fue un nuevo método de organiza-
ción industrial, cuyo fin era aumentar la productividad y evitar el control que el obrero podía tener en los tiempos de producción. Se
basa en la aplicación de métodos científicos de orientación positivista y mecanicista al estudio de la relación entre el obrero y las téc-
nicas modernas de producción industrial, con el fin de maximizar la eficiencia de la mano de obra y de las maquinas y herramientas
mediante la división sistemática de las tareas, la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el cronometraje
de las operaciones. A este método se lo llamo organización científica del trabajo.
2 El deporte constituye el soporte del movimiento olímpico. El movimiento olímpico constituye una concepción amplia de la fundamen-
tación teórica, filosófica, organizativa, de popularidad y de internacionalización del deporte.
han hecho que ellas se alejen de labores que exigían una mayor carga física y la
posibilidad de desarrollar actividad física complementaria a partir de la inserción
en el mundo laboral, donde la medición y manipulación del tiempo influye en la
concepción y el sentido que puede llegar a tener la actividad física y el movi-
miento corporal en el marco de la vida cotidiana.
Esta marginación de la mujer producto del encierro en las labores domesticas
y el cuidado de la casa, fue creando una noción de debilidad frente a los hom-
bres para las tareas de resistencia y fuerza, por lo que se evitaba al máximo la
participación de la mujer en labores y escenarios de exigencia física o de expre-
sividad a partir de la corporalidad y el movimiento.
Igualmente en este ejercicio del rol encontramos la adherencia a la actividad
física, entendida como la posibilidad de incorporar en los hábitos y estilos de vida
el movimiento como medio y a su vez fin para el desarrollo, la individuación y la
subjetivación. Pero esta adherencia es mayor en hombres que en mujeres debi-
do en parte a la dominación hegemónica del modelo de deporte no co-educativo
en el ámbito escolar, ya que allí se privilegia aun expresiones de fuerza, poten-
cia y resistencia (propios del hombre) dejando de lado esferas como el ritmo, la
coordinación o el equilibrio de dominancia mas evidente en las mujeres.
En este plano la utilización de lenguajes que refuerzan el sentido creado entre
las respuestas físicas determina la adherencia y motivación hacia la práctica de
actividad física. Es decir que lo femenino se usa como refuerzo de lo negativo
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dada la debilidad de ellas, y por otra parte se utiliza lo masculino como refuerzo
de lo positivo al privilegiar cualidades físicas básicas expresadas en su mayoría
en la fuerza. Esto crea un marco hegemónico desde lo masculino en el plano de
la expresión física y la utilización del cuerpo en tareas y labores que implican
movimiento.
Otro de los aspectos importantes a comentar en relación con el rol, implica
que la mujer al migrar hacia el mundo laboral producto de múltiples factores
socioeconómicos no se libero del todo de las labores domesticas y las tareas del
hogar, asumiendo en muchas ocasiones una doble jornada laboral, una remu-
nerada y otra en vía del mantenimiento de la armonía del hogar. Esto se consti-
tuye como una barrera constante para la práctica de actividad física de manera
complementaria por parte de ellas al enfrentar una reducción abrupta del tiempo
libre o de ocio con el cual cuentan para el enriquecimiento personal desde la
expresividad y la construcción de identidad. Finalmente encontramos que en la
tradición cultural se heredan roles particulares para hombres y mujeres, y debi-
do a ello se esperan comportamientos específicos para cada genero. Es decir que
de ellas se espera comportamientos suaves, poco bruscos caracterizados por el
autocontrol, el silencio y el orden. Mientras que de ellos se espera que la fuerza
sea su denominador común, esto se soporta en que en el plano de la cultura los
roles de hombres y mujeres son transmitidos en el orden social, esto implica
que en el hogar y la escuela se transmite entre sujetos las diversas conductas
y practicas que hacen parte de la vida cotidiana de los hombres y mujeres, es
decir que nos enfrentamos con una cultura del deporte y la actividad física mas
popular entre ellos.

2.4 REPRESENTACIONES SOCIALES.


Las representaciones sociales como una forma de conocimiento social, cons-
tituyen una herramienta para acercarse a la comprensión de realidades sociales
que se producen en una constante dinámica de interacción de múltiples aspectos
y diversos actores simultáneamente. A partir de las representaciones sociales la
construcción que elabora el actor en relación con sus condiciones y determinan-
tes que la afectan, son fuente y a la vez contenido de las mismas. El remitirse a
la categoría representar implica analizar y reflexionar acerca de los significantes,
reconociendo que las relaciones con los objetos no son simplemente procesos
objetivos en los que los sujetos los aprehenden tal como son, sino que mediante
estos se intenta explicar la diferencia entre culturas, valores, prejuicios, además
de un sinnúmero de situaciones que forman parte de la complejidad de la cons-
trucción de una realidad social en la vida de los sujetos. Representar es un acto
mediante el cual aprehendemos los objetos, las ideas, los acontecimientos, las
personas. Para esto se utilizan conceptos, símbolos, imágenes que condensan
estas realidades, y que a la vez las interpretan, las cargan de sentido y las je-

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rarquizan de acuerdo con circunstancias y condiciones sociales. De esta manera
las palabras expresan mas que el objeto mismo, tienen poder, sentido, legitiman
practicas sociales, hacen parte del lenguaje, de unos códigos, de un universo
simbólico compartido: en la representación social tenemos el contenido mental
concreto de un acto de pensamiento que restituye simbólicamente algo ausente,
aproxima algo ajeno.

La formación y estructuración de la representación social se realiza de cinco


formas: la primera se refiere a una actividad cognitiva con una dimensión de
contexto y de pertenencia, el sujeto se halla en situación de interacción social y
la representación aparece como un caso de aprendizaje social. La segunda pone
énfasis en los aspectos significantes de la actividad representativa, en la que el
sujeto expresa el sentido que le otorga a su experiencia en el mundo social, por
lo tanto la representación social es considerada la expresión de una sociedad
determinada. Un tercer elemento se refiere a la forma del discurso que despren-
de sus características de las prácticas del discurso de los sujetos situados en
la sociedad. Sus propiedades provienen de la comunicación, de la pertenencia
social de los sujetos que se comunican y de la finalidad de su discurso. Este ele-
mento puede referirse a los discursos oficiales, a los de las comunidades y a la
influencia y mediación de los medios de comunicación. El cuarto elemento hace
referencia a la practica social del sujeto, la cual esta afectada por el lugar que
este ocupa en la sociedad y por el rol y papel social que desempeña. Finalmente
el quinto elemento plantea las relaciones e interacciones inter-grupales e intra-
grupales las cuales determinan las dinámicas de las representaciones sociales.
De esta manera se pone de manifiesto como lo social transforma un conocimien-
to en representación y como esta representación transforma lo social, partiendo
de la interdependencia entre una actividad psicológica y sus condiciones sociales
de ejercicio.

3. ESTRATEGIA METODOLOGICA
Para la recolección de la información utilizamos tres métodos que nos permi-
tieron posteriormente realizar una fase analítica que arroja conclusiones sobre
cuales son las representaciones sociales sobre el cuerpo y el movimiento que
posiblemente justifiquen la tendencia de las mujeres a la inactividad y el seden-
tarismo.
Inicialmente apelamos a datos epidemiológicos a partir de fuentes oficiales y
estudios o investigaciones que permitan identificar la tendencia de las mujeres
a la inactividad, para ello nos soportamos en datos tanto del orden local como
nacional.
Posteriormente aplicamos un sondeo sobre percepción del cuerpo y el movi-
miento a un grupo pequeño de mujeres que nos permitió acercarnos un poco a
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la dimensión inter-accional, con un gran aporte desde la percepción corporal y


del movimiento.
Finalmente aplicamos la técnica de entrevista a profundidad con el fin de re-
copilar los discursos de los actores sociales que consideramos median la cons-
trucción y modificación de un concepto de cuerpo y movimiento en las mujeres.
Mediante las tres técnicas obtuvimos información relevante según cada con-
cepto por el que se aposto en la construcción del estado del arte y del sistema
conceptual, sin embargo consideramos que a través de los datos epidemiológi-
cos obtuvimos mayor información con relación a la costumbre y tradición, con
el sondeo obtuvimos, basados en la percepción, mayor información sobre la
experiencia y la vivencia, y desde la entrevista obtuvimos de manera integral
información de los tres conceptos a través del discurso de sujetos sociales que
de alguna manera nos acercan a una concepción del cuerpo y el movimiento en
las mujeres desde el tejido social expresado en el desarrollo de la vida cotidiana.

4. REPRESENTACIONES SOCIALES SOBRE EL CUERPO Y


EL MOVIMIENTO CORPORAL DESDE LAS MUJERES.
Inicialmente encontramos que por lo general la experiencia corporal a través
de la actividad física es minina en el común de la población nacional, y mas acen-
tuado en las mujeres, donde solo se ve un pequeño incremento en la actividad
física en el hogar con relación a los hombres, esto en razón de la marcada res-
ponsabilidad que la mujer asume en este aspecto. A su vez existe una valoración
del cuerpo marcada por la estética, por la imagen proyectada en comparación
con el prototipo que la sociedad impone sobre las dimensiones corporales, donde
la publicidad, los medios de comunicación y la estética han penetrado en múlti-
ples formas de comercio y el cuerpo no es ajeno a ello. En razón de lo anterior,
el movimiento se convierte en una forma de comercio para adquirir ese cuerpo
que la sociedad obliga a tener, se conduce al sujeto a que se “mueva” pero no
por vivir y sentir el movimiento como satisfactor de necesidades y como forma
de ser y estar en la sociedad a través del tejido que se logra mediante la corpo-
ralidad. Entonces el movimiento se convierte en medio para logar ese cuerpo,
pero no en vehículo para la expresión, donde el sujeto explora desde su cultura
las formas de concebir la realidad y establecer relaciones con los demás. Esto
lo vemos reflejado en las inclinaciones que las mujeres exponen para realizar
actividad física y ejercicio, las cuales están muy relacionadas con una mejora de
la apariencia y un control del peso y las dimensiones corporales.
Igualmente la tradición educativa, no solo formal, que ha asociado el ejercicio
y la actividad física con una forma de castigo o de control de los sujetos, ha he-
cho que éstos generen resistencia hacia este, ya que se convirtió en algo doloro-
so, incomodo, sin objeto y sin objetivo. Y en ello la escuela es fundamental, ya
que las experiencias de movimiento en la primera infancia y en la adolescencia
determinan mucho la adherencia de la actividad física y el movimiento a la vida

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cotidiana de los sujetos para su existencia vital. Además la tradición de imponer
gestos motores de los hombres en las mujeres, se ha constituido en una agresión
hacia la naturaleza y expresión de las ellas, donde la sociedad utiliza la motrici-
dad marcada por la fuerza, como forma de dominación y medio de expresión del
poder típico de una sociedad machista. Es decir que el cuerpo y el movimiento
no son ajenos a las formas de producción y reproducción social, donde la mujer
ha sido relegada de muchos escenarios de parte de la sociedad con relación al
hombre, esto es un claro reflejo del tipo de sociedad en el cual la mujeres deben
enfrentar una subordinación ante la dominación masculina producto del siste-
ma de desarrollo en el cual estamos inmersos donde prima la figura masculina
asociada a la fuerza y la resistencia. Esto se ve claramente reflejado en el papel
que cumple el hombre en la elaboración de la imagen de cuerpo que la sociedad
espera y para lo cual la mujer responde muchas veces asociada a conductas de
riesgo o insalubres para si misma.
Lo anterior se suma al papel que juega la tecnología y el confort en la vida
cotidiana de los sujetos, donde las “facilidades” que brinda la modernidad para
realizar tareas en cualquier escenario han hecho que el sujeto derive muchas
funciones de su cuerpo en herramientas o maquinas que facilitan muchas activi-
dades que antes eran realizadas a través del cuerpo. Entonces se remite al ejer-
cicio y la actividad física a una imagen de sudor, de cansancio, de aburrimiento,
de tiempo mal invertido, y desde allí el cuerpo pierde valor, pierde utilidad. Pero
gana interés cuando el cuerpo se utiliza para imponer un estatus, un nivel, una
jerarquía, y esto es más evidente en las mujeres, a las cuales se les exige una
forma, una dimensión, pero se les sigue relegando de muchas formas de ex-
presión y de vivencia del cuerpo. A su vez la mujer históricamente ha asumido
muchos roles de cuidado de la familia, es quien mantiene en armonía el hogar,
es protectora, y ese rol no lo ha dejado, ha asumido otros roles obligada por el
sistema de desarrollo que obliga a todos los sujetos a producir, a consumir, a
estar inmerso en la compra y venta de imágenes, y en ello el cuerpo de la mujer
es mas afectado que el del hombre. Entonces a la mujer se le acumulan las res-
ponsabilidades cotidianas, y además de ello se le exige demasiado, y la critica
es mas severa hacia ellas si su cuerpo no cumple con los estándares impuestos
por la sociedad. Esto deriva en prácticas poco saludables desde lo físico y lo
mental consigo mismas, la anorexia, la bulimia, las cargas excesivas de ejerci-
cio, métodos invasivos sobre el cuerpo; que lo que generan es una corriente de
pensamiento que liga el cuerpo a un método de consumo y a una clasificación a
la cual se puede llegar si se cuenta con el recurso económico para ello.
Otro de los aspectos a tener en cuenta a la hora del análisis es la relación en-
tre la percepción del cuerpo según la escolaridad y el nivel socioeconómico, es
decir que existe una tendencia a valorar mas críticamente las dimensiones del
cuerpo a medida que se cuenta con un nivel superior de formación académica.
Esto responde a que la mujer profesional se desenvuelve en un medio laboral
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donde la imagen es determinante para el desempeño, marcado por las impo-


siciones que el mercado, el consumo y la publicidad hacen sobre la condición
humana a través del cuerpo.
Lo anterior se relaciona y esta determinado también por como la tradición ha
impuesto una imagen de cuerpo asociado con el pecado desde lo religioso, es
decir que se vendió por mucho tiempo una imagen del cuerpo pecaminoso con-
notado por la esfera sexual y de pecado. Entonces el cuerpo era una cárcel para
el alma, era medio para la lujuria y el pecado, y esto la sociedad lo reprodujo en
una forma de desvalorizar el cuerpo y las formas de expresión desde el mismo.
Hecho que fue elaborando una referencia al cuerpo de la mujer como objeto de
deseo, y por ende la mujer era precursora del pecado, razón por la cual se mar-
gino y relego por mucho tiempo de diversos escenarios y formas de expresión
desde el cuerpo y el movimiento corporal.
Otro de los aspectos que nutren la representación social sobre el cuerpo y el
movimiento en las mujeres tiene que ver con el cómo la sociedad ha marcado
diferencias entre las expresiones motoras entre hombres y mujeres. Es decir
que existen unos patrones marcados para cada uno, y estos patrones no son
mutables, y además no pueden ser trasladados entre géneros ya que puede po-
nerse en riesgo la imagen y estatus del sujeto. Por ende de las mujeres nunca
se espera que realicen actividades que tradicionalmente y de forma hegemónica
han dominado los hombres, ya que esto puede romper con esa imagen que la
sociedad impone sobre la mujer y sobre su corporalidad. Esta situación que se
hace evidente en muchos escenarios de la vida cotidiana se hace presente en
las expresiones y en la relación con y desde el cuerpo, donde la expresión del
hombre se asocia casi que enteramente a la fuerza, mientras que la mujer se
liga a la motricidad fina donde la explosividad y lo espectacular del acto motor
no es tan evidente.

Es así como para nuestro ejercicio encontramos que para el cuerpo y el movi-
miento corporal existen todo un sistema de códigos, valores y lógicas que orien-
tan la práctica y definen un mundo común alrededor del cuerpo y el movimiento
corporal. Esto es producto de la fusión entre lo percibido sobre el cuerpo a través
de las costumbres y tradiciones, lo conceptualizado desde las experiencias y
vivencias, y las señales que se reciben desde los roles o ubicaciones en el con-
texto y la sociedad a la que se hace parte. Además desde los planteamientos a
la luz de los resultados identificamos como a través del cuerpo y el movimiento
se construye una representación social basada en las formas que Jodelet (1984)
nos propone para ello: se evidencia que está parte de la interacción y el apren-
dizaje social propios de la vida en comunidad donde el cuerpo y el movimiento
están presentes en todas las formas de expresión de la vida cotidiana. Se basa
en la experiencia dentro de un mundo social que se transforma constantemente
y que hace parte de una sociedad determinada, es decir que para el cuerpo y

1987
el movimiento existen muchas variables en la construcción de la representación
que hacen que esté tenga un valor diferencial según la sociedad y el contexto
geográfico en el cual se haga parte. Depende del discurso y de los nexos comu-
nicativos que se tejen desde y con el cuerpo y el movimiento, es decir que ante
todo la corporalidad es una forma de expresión y de comunicación con el mundo
sobre el mundo y desde la cosmovisión y proyecto vital de los sujetos.
Uno de los elementos que claramente identificamos en este ejercicio y que Jo-
delet (1984) nos lo muestra es lo referente a la práctica social del sujeto, es de-
cir que para el cuerpo y el movimiento corporal existe una afectación de acuerdo
al lugar, rol y papel que cumple la mujer en la sociedad. Esto se hace evidente
en el papel de cuidadora, en los múltiples roles que asume, y mas aun desde el
lugar de dominación que aun experimenta por parte de la fuerza masculina don-
de la sociedad al parecer no ha evolucionado de forma incluyente hacia la mujer
en dimensiones como la corporalidad y la actividad física.

CONCLUSIONES.
La imagen de la modernidad sobre el cuerpo y el movimiento corporal se anclan
a una concepción desencantada, basada en la anatomo-fisiología, lo que sumado
a los recientes avances en la medicina y biotecnología favorecen el desprecio por
la muerte, y no hacen muy atractiva una representación del cuerpo. Esto genera
que muchos sujetos se dediquen a buscar un modelo que se constituya como
complemento del alma, cayendo en la simplificación y reducción de lo corporal a
la aplicación de una receta para acercarse al modelo. De esta manera el cuerpo
se reduce a una suma de necesidades arbitrariamente definidas, se asimila a
una forma pura, fuera de toda forma de existencia, sin historia, sin cualidades,
simple volumen: es concebido para funcionar en un espacio y no para vivir en el.
Las mujeres parecen estar mas preocupas por su propio cuerpo y tienen de
su propio cuerpo un concepto inferior al de los hombres, esto se suma a la pos-
tura mas critica que tienen ellas sobre su cuerpo desde la apariencia física, que
sobre la vivencia y la experiencia que se tenga del cuerpo desde la practica de
actividad física y el deporte. Esto se ve reflejado en que cuando se escudriña
el cuerpo de forma detallada pueden llegar a surgir fuertes emociones, algunas
desagradables, lo que explica el porque se evita generar reflexión sobre nuestro
cuerpo y la corporalidad. A esto añade que la transmisión de la cultura y con ello
la religión, han enseñado al ser humano a considerar su cuerpo como algo sucio
y malo, como un soporte débil e inútil.

Encontramos como la sociedad y la cultura han generado una visión cerrada


del movimiento corporal y el ejercicio, asignándoles un papel o rol de castigo, es
decir que se convierte en una forma de sometimiento de la condición misma del
sujeto a un estrés físico que obviamente tiene repercusiones sobre el compor-
1988

tamiento. Al utilizar de esta manera el ejercicio, se llega a fatiga muscular, pero


también a fatiga emocional, que lleva a experimentar sensaciones de dolor físico
y desgano, por lo cual se comienza a sentir pereza por la aparición de estas acti-
vidades repetitivas que maltratan la corporeidad y el cuerpo. Se puede decir que
el ejercicio físico como castigo es otro motivo que hace que la persona no incluya
la actividad física como parte de su proyecto de vida y realización personal, ya
que el ejercicio remite a una imagen de sudor, cansancio, desidia y resistencia
prolongada al dolor.
A su vez las actitudes de exclusión en las relaciones de género en el plano de
lo corporal se hacen evidentes de manera progresiva desde la niñez, ya que en
las prácticas de educación física, los niños y niñas hacen uso de juegos (depor-
tivos) que llevan implícitos ciertos códigos del lenguaje, ciertos términos, ciertas
micro-practicas, cierta cultura somática y ciertas representaciones que van con-
tribuyendo en la construcción de masculinidades hegemónicas. El tipo de juego y
su intensidad al parecer configuran la aparición de la separación entre géneros,
la justificación recae en la condición física diferencial. Es decir que se muestra
a la niña como sinónimo de debilidad, de poco aguante físico, de ser mimada
y no soportar las acciones bruscas de los niños. Es así como encontramos dos
aspectos relevantes al género: por una parte la utilización de lo femenino como
refuerzo de lo negativo, de lo indeseable, y por otra la utilización de la fuerza y la
agresividad como refuerzo de lo positivo y deseable de los valores considerados
como masculinos. Es decir que una mujer al experimentar un juego donde ha
sido excluida por no saber jugar, genera desinterés y desmotivación, por lo cual
seguramente no encontrara motivo para hacer de la actividad física una posibi-
lidad en su vida.
En el marco de la vida cotidiana observamos como en la sociedad el cuerpo
esta sujeto a coacciones, interdicciones y obligaciones, que disponen tanto los
usos como las significaciones que se elaboran sobre el mismo y sobre el movi-
miento en la misma sociedad. Es así como el cuerpo humano se inserta en un
mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone, esto des-
de un esquema anatomo-cronologico del comportamiento donde el cuerpo es
medible, estandarizable, manipulable según el interés y necesidad alejados del
sujeto. Es decir que el tiempo penetra en el cuerpo y con el todos los elementos
minuciosos del poder, para lo cual se concibe un cuerpo bien disciplinado en la
medida que represente la eficacia, la eficiencia y el menor gasto de quien ejerce
el poder.

De otra forma en la conducta motriz y corporal a través del lenguaje se evi-


dencian pautas y mecanismos que permiten la discriminación, subordinación y
desvalorización de las mujeres, esto en razón que muchas veces son relacio-
nadas con lo negativo o lo ridículo en términos motrices eficientistas donde la
fuerza es el denominador común. Además el lenguaje y los términos utilizados

1989
durante la expresión motora suponen una jerarquía, donde lo masculino se con-
vierte en norma y modelo de que es lo que hay que hacer y de cómo hay que
hacerlo. Además históricamente de las mujeres se esperan comportamientos
más suaves y no tan bruscos, la conducta femenina aceptable supone auto-
control, silencio y orden. Esto conduce a que los usos corporales de hombres y
mujeres muestren no solo una arbitraria distribución de roles, sino la existencia
de relaciones de poder marcadamente desiguales, lo cual deriva en estados de
dominación de un genero sobre otro. Entonces desde el cuerpo y el movimiento
encontramos el concepto de asimetría corporal, donde la dominación tanto del
tiempo, del espacio y de la atención, en los contextos donde se condensa la edu-
cación corporal, esta en dirección de los hombres. Al sumar esta asimetría en la
utilización de espacios y tiempos con el lenguaje que denota jerarquía, se están
creando las condiciones para la exclusión, reforzando estereotipos naturalizados
de pasividad, intimidad, protección y encapsulamiento de las mujeres.

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