Sei sulla pagina 1di 96

Escalofríos

Por Mila Oya

www.librototal.net
Personajes:

Raquel Iniesta- Joven protagonista.

Marta- Amiga de la protagonista.

Víctor Alcorta- Joven del pueblo.

Don Emiliano- Taxista.

Señora Mariposa- Mujer del taxista.

Doña Dorinda- Dueña de la pensión.

Don Antonio- Marido de Dorinda.

Charly- Hijo de Dorinda.

Rodesindo- Padre de Dorinda.

Alejandro- El inquilino de la pensión.

Muchacha- Camarera de la tasca.

Señor Marín y Villegas-Alcalde del pueblo.

Aniceto de Castro y Aguete- Conde amigo del alcalde.

Señor Campuzano- Jefe en Vozarrón.

Grupo de elegantes personajes.

Escalofríos

Acto primero

Escena I

El escenario está absolutamente oscuro. Se escucha la lluvia que cae con fuerza. Entra una

joven bajo un paraguas iluminada con luz tenue. Arrastra una maleta con ruedas hasta

situarse en el primer plano del escenario. Es Raquel. Observa la noche inquieta bajo la lluvia

intensa. Estallan varios relámpagos que la hacen estremecer mientras permanece acurrucada

2
bajo el paraguas. De repente, suena estridente un teléfono. Tras sobresaltarse, Raquel toma su

móvil y responde. Justo en la parte opuesta del escenario aparece una joven con ropa de estar

en casa y zapatillas, sentada cómodamente en una silla con un montón de papeles en el

regazo. Es Marta, la amiga de Raquel, que está al habla por teléfono.

Raquel- (Musita) ¿Eres tú, Marta?

Marta- ¡Sí! ¡Raquel! ¿Me escuchas? ¿Qué escándalo es ese? ¿Me oyes?

Raquel- ¡Menos mal que aquí hay cobertura! He intentado llamarte varias veces sin resultado.

Marta- Oigo unos ruidos terribles. ¿Estás ya en ese pueblo perdido?

Raquel-Sí, ya he llegado. El tren se ha ido hace un rato y la estación ya está cerrada.

Marta- ¡Comienza entonces tu aventura!

Raquel-Pues sí, aquí estoy yo, bajo una tormenta que alucinarías, esperando que alguien se

digne a venir a recogerme. ¡Preparada para la aventura! Bueno…, casi preparada.

Marta- Pues ya puedes prepararte por completo. Ahora ya estás sobre el terreno y pronto

sabrás exactamente a qué tendrás que enfrentarte. Ya me contarás qué pinta tiene el pueblo.

No suena muy acogedor. Al menos alguien irá a recogerte ahí a la estación, ¿no?

Raquel- Sí, sí, eso me dijeron. Qué pasarían a buscarme, pero aquí no hay ni un alma. Te lo

aseguro.

Marta- Entonces, si estás sola ¿a qué vienen esos susurros? ¿Acaso hay alguien escuchando?

Raquel-No, no hay nadie y no sé por qué susurro. Es que el panorama es bastante siniestro.

¡Mira! Enciendo la cámara y te lo enseño. (Mueve el teléfono enseñándole la oscura noche y la

tormenta).

Marta- Todo está negro. No distingo nada.

Raquel-Yo tampoco veo nada más que una oscuridad que me pone la carne de gallina y lluvia,

mucha lluvia. Pero cuando estallan los relámpagos, la cosa todavía es peor. La noche se

3
ilumina, la lluvia brilla con intensidad y me parece descubrir terribles sombras amenazantes en

los alrededores.

Marta- (Se burla) ¡Ay! “¡Terribles sombras amenazantes!” ¡Mira que eres peliculera! ¡No

exageres, anda!

Raquel-Si estuvieses en mi lugar no me llamarías exagerada. Este pueblo perdido no podía ser

más escalofriante. Tengo la carne de gallina.

Marta- Bueno, no te lo tomes a la tremenda que la cosa no va a ser para tanto. ¡Seguro!

Intenta relajarte y enfrentar la situación con un poco más de calma.

Raquel-Lo intento, respiro hondo y expiro (Respirando y expirando) Una y otra vez y los

nervios no mejoran. Al revés, cada vez estoy más nerviosa.

Marta- La verdad es que no has tenido mucha suerte últimamente. La jugada que te han

hecho es peor que una puñalada trapera. Desde luego, no es para estar tranquila.

Raquel-Ahora que me lo has recordado ya estoy enfadada otra vez. ¡Es que ha sido muy fuerte

lo que me han hecho! ¡Qué el proyecto de investigación sobre la red de comunicación entre

hospitales y diagnóstico remoto era mío! ¡Qué fue mi tesis de fin de carrera! ¡Y mírame ahora!

Mientras mis compañeros varones disfrutan de un laboratorio a la última, a mí me han

empaquetado, subido a un tren y enviado a este pueblo perdido entre las montañas, con un

encargo más propio de una comercial que de una ingeniera. Y solo puede haber un motivo

para semejante injusticia: ¡Estos de Vozarrón son unos machistas asquerosos! Nada más.

(Vuelve a estallar un rayo y Raquel se estremece) ¡Me voy a morir del susto en una de estas!

Marta- ¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha pasado? ¿Ha llegado alguien a recogerte?

Raquel-No, no ha venido nadie, ha sido un rayo.

Marta- ¡Caray! Es verdad que la noche es terrible y no invita a quedarse. Pero seguro que

cuando te pongas manos a la obra todo irá mejor. ¡Ya verás!

4
Raquel-En teoría empezaría mañana mismo. Tendré que tantear a los vecinos en busca de

posibles clientes para el wireless y determinar los dispositivos necesarios para instalar el

emisor de internet sin cables.

Marta- ¿Internet sin cables? ¿En serio? ¿En ese pueblo de mala muerte?

Raquel-Pues sí, aquí, en este pueblo de mala muerte. Yo tampoco entiendo qué negocio puede

haber en establecerse en un lugar tan remoto. Ya ves que ni cuentan con una estación de tren

como es debido. (Se oye a lo lejos un extraño ruido)

Marta- Aunque no será tan de mala muerte si tiene un helipuerto.

Raquel- ¿Helipuerto? ¿Estás colgada? ¡Cómo va a haber un helipuerto en un lugar como este!

Marta- Bueno, no tendrán helipuerto pero llegan helicópteros al pueblo. Yo acabo de escuchar

el sonido de uno.

Raquel-(El ruido ya no se escucha cuando Raquel decide prestar atención) Pues yo no oigo

nada de eso. ¡Qué loca, helicópteros en un lugar como este! ¡Solo la tormenta! A lo mejor

han sido mis gruñidos de rabia.

Marta- Así que sigues todavía disgustada.

Raquel-Sí, claro, que sigo disgustada. Me contrataron por mi tesis y después, ¡me robaron el

proyecto, los muy miserables! Es que, claro, a una mujer joven no la toma nadie en serio y por

eso me ponen a hacer entrevistas y a pasear por el monte. ¡Es una injusticia!

Marta- La verdad es que te han jugado una mala pasada. Aunque al menos ahora tienes un

trabajo.

Raquel-Pues exactamente por eso he aceptado. ¿Quién se puede permitir el lujo de rechazar

un empleo tal y como andan las cosas? Nadie. Así que no me ha quedado otra que aceptar que

me roben, discriminen y me paguen una birria que no corresponde ni a mi calificación

profesional ni a mi valía. Y tú lo sabes. ¿Pero qué otra cosa podría hacer? Solo aceptar con

5
resignación la marginación a la que me someten esos bestias de Vozarrón que van de

modernos por la vida y son más casposos que una empresa de polvos pero de talco. ¡Canallas!

Marta- Si te ves muy desesperada siempre puedes renunciar y yo te buscaría algo por aquí.

Seguro que te encontraba algún puesto de apoyo que te ayudaría a pasar el bache.

Raquel- Es que sabes que no me gusta la enseñanza. Cada uno es como es. Ya sé que tú has

nacido para ser maestra, para enseñar a otros, pero eso no va conmigo. Yo quería continuar

con mi proyecto. Crear redes de diagnóstico remoto para hospitales de zonas deprimidas. ¿Te

imaginas qué fantástico? Los médicos podrían atender a sus pacientes desde muy lejos. Sin

necesidad de desplazamientos que cuestan tiempo y dinero. Estoy aquí porque no quiero

perder la esperanza de que en algún momento cambien de parecer y me proporcionen una

plaza en el laboratorio. ¡No pido más! Aunque a veces pienso que aceptando este exilio sin

protestar, en vez de ayudarme a regresar al laboratorio, me estoy condenando a realizar un

trabajo que no me corresponde para siempre. A lo mejor debería haberme negado en rotundo

y demostrarles así que soy un elemento valioso. (Duda) O no… La verdad es que no sé muy

bien qué es lo mejor para mí.

Marta- (Mirando con preocupación los papeles que descansan en su regazo resopla) Yo sí que

sé lo que tengo que hacer durante toda la noche.

Raquel- ¿Aún tienes muchos exámenes que corregir?

Marta- Pues una barbaridad. Estoy sustituyendo a Abel, el profesor de ciencias del grupo C

que como me tiene a mí, pues se apunta a cuanto seminario se organiza y escribe para cuanta

publicación lo reclame. (Sarcástica) ¿Qué importan sus alumnos y sus exámenes? Para eso ya

está la tonta del grupo A. Así que va de aquí para allá durante todo el curso y yo no doy

abasto.

Raquel- Entonces hoy estarás en pie hasta tarde.

Marta- ¡Qué remedio! ¡No me queda otra si quiero terminar a tiempo!

6
Raquel-Intentaré llamarte antes de acostarme, si hay cobertura y si alguien aparece para

llevarme a la habitación que me han asignado. Cosa que espero que pase pronto.

Marta- (Preocupada) Con lo que está lloviendo, tú ahí sola y esa espantosa tormenta. No

vayas a internarte en la noche y a perderte.

Raquel-No te preocupes. Esperaré. E intentaré no morirme de miedo antes de que pasen a

recogerme.

Marta- ¿Estás segura de que aparecerán?

Raquel-Claro que vendrán. ¿Cómo iban a dejarme tirada con esta terrible tormenta en medio

de ninguna parte?

Marta- (Preocupada) Mira que si tienes que estar en pie y esperando toda la noche…

Raquel-Tranquila, que eso no pasará y pronto estaré en una cama calentita descansando.

¡Seguro! Y recuerda que tienes que regarme las plantas.

Marta- ¡Ah! Se me olvidaba decirte que ha llamado tu madre. Está preocupada por tu nuevo

empleo. Le he dicho que estabas muy contenta y que tenías muchas posibilidades de

incorporarte muy pronto al proyecto de investigación.

Raquel- O sea, que le has mentido como una cosaca.

Marta- Me daba tanta pena. Sé lo preocupados que están tus padres por el recorte de las

pensiones. Los míos están igual y ya tienen suficientes problemas con sus asuntos para

también tener que seguir preocupándose de nosotras que ya estamos en edad de buscarnos la

vida por nuestra cuenta. Tengo que decirte, además, que tu madre de paso que criticaba a tu

tía Maroja, la oveja negra de la familia, dejaba claro que al menos había hecho algo bueno en

su vida dejándote un dinerito que evitaba que tuvieses que aceptar un trabajo que no te

gustase. Yo les dije que no era el caso, que estabas encantada con este.

Raquel- Has hecho bien. Yo también les he mentido. Debías de haber visto la cara de alegría

que puse cuando les conté que tendría que trasladarme una temporadita a este pueblo. No

7
me dieron el Oscar porque no filmé la escena, que si no me llevaba todos los premios de la

academia de interpretación. Por supuesto, lo que me dejó mi pobre tía Maroja queda

guardadito para lo que pueda pasar en el futuro.

Marta- ¡Ah! Por cierto, también tengo noticias de… Bueno tú ya sabes. Si quieres…

Raquel-No, mejor no me lo cuentes. Tomás es un capítulo cerrado. Ya no quiero saber nada

más de él.

Marta- Me ha dicho cosas muy positivas de ti. ¿Seguro que no quieres que te las cuente?

Raquel- ¡Segurísimo! Así que mejor me ahorras sus buenos deseos que solo siente si estoy

lejos. Cuándo está cerca solo trae mal rollo.

Marta- ¡Me alegro! Parece que al fin me has seguido mi consejo y has pasado página.

Raquel-Pues sí, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, te he hecho caso y me he

olvidado de ese pesado. Pasando de hombres que temen comprometerse. ¡Este ha sido el

último! Si dudan, que se larguen. Se acabó el hoy sí, y mañana no. ¡Ya no estoy para aguantar

indecisiones de otros! Ahora mi único problema es mi propia indecisión sobre este maldito

pueblo y este maldito trabajo. Y no es poca cosa. ¡Te lo aseguro!

Marta- Y esa maldita tormenta que va a peor. ¡Cada vez suena más aterradora! ¡Seguro que

estás empapada, muerta de frío y de miedo! ¡Mañana estarás acatarrada como poco!

Raquel-No, estaré bien. No te preocupes por nada. Estoy bastante animada, a pesar de las

circunstancias. (No muy convencida) Intentaré llamarte, pero no te prometo nada. Tú sigue

con tus exámenes. ¡Hasta luego!

Marta- Eso haré. Tú pasa buena noche, llámame cuando puedas y ten mucho cuidado, por

favor.

Raquel-Lo tendré. ¡Chao!

La luz sobre Marta se apaga y esta desaparece de escena.

8
Raquel permanece en silencio bajo la intensa lluvia sumergida en la noche con su maleta,

aguardando. Pasa el tiempo y nadie aparece a buscarla. De repente, estalla un trueno, después

un rayo que ilumina el escenario vacío y Raquel se estremece. Y sigue lloviendo. Y cada vez la

joven está más nerviosa. Estalla otro rayo. La luz ilumina el escenario un instante, justo para

que veamos a un hombre vestido totalmente de negro que se halla muy cerca de la espalda de

Raquel sin que ella se percate de su presencia. El rayo se apaga y al hombre ya casi no se le ve.

Solo cuando al fin Raquel se da la vuelta se encuentra de bruces que el individuo que aguarda

en silencio. El susto de la joven es importante.

Raquel- (Tras gritar sobresaltada, se separa del hombre asustada) ¿Qué hace? ¿Quién es

usted?

Emiliano- ¡Lo siento, señorita, no era mi intención asustarla! Soy Emiliano, el taxista que la

compañía Vozarrón ha contratado para acompañarla a la pensión de doña Dorinda y para todo

lo que usted necesite.

Raquel- (Suspira ya más relajada) ¡Me ha dado usted un susto de muerte! (Le tiende la mano)

Yo soy Raquel, la nueva ingeni… (Se interrumpe) Bueno, la nueva contratada por Vozarrón para

instalar Internet sin cables en la zona.

Emiliano- Sí, eso de la tecnología. Sí, más o menos sé de qué va. A lo mejor a alguno de los

vecinos está interesado en esas novedades de la vida moderna. ¡Todo puede ser!

Raquel- (Sorprendida) No parece haber mucho entusiasmo con la idea.

Emiliano- Somos un pueblo pequeño. Y ya sabe lo que pasa. Pocos jóvenes y mucha gente

entrada en años.

Raquel-(Musita para sí sarcástica) ¡Lo que yo decía! Un negocio redondo.

Emiliano- Le pido disculpas por haber llegado tarde.

9
Raquel-(Sarcástica) Nada, usted no se preocupe. La noche está preciosa para esperar bajo la

lluvia.

Emiliano- Sí, muy buena no está. Pero es que mi señora no está muy bien, ¿sabe usted?

Raquel- (Avergonzada por su sarcasmo) ¡Lo lamento! ¿Está enferma su mujer?

Emiliano- Sí, bueno, no… Es decir. Está… Está… así como… no sé… Está nerviosa.

Raquel- Ya veo. Está nerviosa.

Emiliano- Sí, eso. La noche. La tormenta, los rayos.

Raquel- Sí, creo que ya sé de qué me habla. (Mirando la tormenta a su alrededor)

Emiliano- Pues será mejor que nos pongamos en marcha. Aún nos queda camino hasta llegar a

la pensión de doña Dorinda. Le gustará, ya lo verá. Es una buena mujer y cocina de maravilla.

Mañana a primera hora tengo órdenes de conducirla a la mina.

Raquel- ¿La mina? ¿Y qué pinto yo en una mina?

Emiliano- Allí está el único edificio con oficinas disponibles. Ya le he dicho que somos un

pueblo pequeño. La mina es lo único que hay a muchos quilómetros a la redonda.

Raquel- (Musita pensativa) La mina. Vaya. No sabía nada de ella.

La lluvia arrecia y un nuevo trueno retumba en la noche estremeciendo a Raquel.

Emiliano- ¡Sígame! El taxi no está muy lejos.

El hombre comienza a caminar lentamente por el escenario con la cabeza hundida dentro del

abrigo bajo la lluvia. Raquel, armada con su paraguas, lo contempla un instante antes de

decidirse a arrastrar su maleta tras él. Bajo la lluvia atraviesan ambos el escenario muy cerca

del público hasta abandonar la escena que queda completamente a oscuras.

10
Escena II

Se enciende entonces una tenue luz al fondo de escenario. Allí vemos una mesa iluminada con

velas en la que cinco personajes están cenando.

La señora Dorinda sirve el menú, en total silencio, a su marido Antonio, a su hijo adolescente

Charly, a su padre Rodesindo y al inquilino Alejandro. Afuera continúa la tormenta con una

lluvia incesante.

Entra Raquel en el escenario, con su gabardina empapada, con el paraguas chorreando y

arrastrando la maleta. Se detiene y contempla la oscura y silenciosa reunión durante unos

instantes sin decir palabra. Al fin la señora Dorinda que sirve la mesa, la descubre y se dirige a

ella.

Dorinda- ¡Ah! ¡Usted debe de ser la señorita Raquel, la de Vozarrón! Yo soy Dorinda.

Raquel- ¡Buenas noches y que aproveche a todo el mundo! (Solo Dorinda se da por aludida)

Dorinda- ¡Gracias! No hay muy buena noche, pero es que es la temporada de lluvias y ya se

sabe. Pensé que ya no vendría. Es tan tarde.

Raquel- Lo siento, pero el transporte se ha retrasado.

Dorinda- Ya, el Emiliano.

El abuelo Rodesindo gruñe algo incomprensible.

Dorinda- ¿Qué dice, padre?

Rodesindo- El miedo de su mujer (Musita)

Dorinda- Calle, padre, calle. (Y se vuelve hacia Raquel que sigue inmóvil aguardando)

Acérquese, por favor. Como pensamos que ya no venía, hemos cerrado el comedor. Pero

11
puede compartir la mesa con nosotros, por supuesto. Necesita cenar algo. Después le

mostraré su cuarto. Le gustará.

Raquel- No querría molestar

Dorinda- ¡Por supuesto que no molesta! Esta es una pensión modesta. Los clientes ya son casi

como de la familia.

Raquel se saca la gabardina, deja el paraguas y la maleta y avanza hasta la silla que doña

Dorinda le señala.

Dorinda- Este es mi hijo El Charly (Señala al joven que escucha música a través de los

auriculares y ni siquiera la mira) Mi padre, Rodesindo (El viejo gruñe y asiente suavemente con

la cabeza), mi marido Antonio…

Antonio- ¿Cómo está usted? (Y le tiende la mano que Raquel aprieta)

Dorinda- Y nuestro inquilino, capataz general de la mina, Don Alejandro. Lleva tanto

hospedado aquí que ya casi es de la familia.

Raquel- (Le tiende la mano ya sentada muy cerca de él) Mucho gusto.

Alejandro- El placer es mío.

Dorinda- ¿Le gusta la crema de guisantes?

Raquel- Sí, claro, muchas gracias. (Dice mientras le sirve la sopa)

Todos están sentados ya, incluida doña Dorinda, tomando la sopa. Solo El Charly sigue inmóvil

sin coger la cuchara. Su madre se levanta un instante y le arranca los auriculares.

Dorinda- ¡Qué te tomes la sopa! ¡Qué se te va enfriar! (Se escucha entonces un estruendo que

sale de los auriculares y que sobresalta a la mujer) ¡Qué locura! ¿Qué griterío es ese?

12
Charly- ¡Eh! ¡Cuidado con los auriculares, que te los vas a cargar! Es Astonishing Panorama of

the Endtimes. The Last Tour on Earth.

Dorinda- ¿Pero qué le pasa a este chiquillo en la boca?

Charly- Significa el fin de los tiempos y el último viaje en la Tierra de Marilyn Manson.

Dorinda- (Sorprendida) ¿Marilyn? (Dice en bajo) ¡Pobre Marilyn! Las drogas destrozaron a esa

pobre chica. (Dice ya en alto a su hijo) ¡Qué te tomes la sopa y te dejes de historias de

Marilines! (A Raquel) Perdónele usted. Adolescentes, ya se sabe. (Raquel sonríe en silencio)

La tormenta continúa. Es el único sonido que se escucha en el salón durante un rato hasta que

estalla otro trueno y un nuevo rayo que estremece a la joven.

Raquel- Tienen un tiempo terrible.

Dorinda- Es la temporada de lluvias.

Raquel- Claro. La temporada de lluvias.

Y de nuevo el pesado silencio si instala en la mal iluminada sala. Hasta que repentinamente el

inquilino se dirige a ella.

Alejandro- Así que es usted de Vozarrón. ¿Entonces es verdad que van a instalar Internet sin

cables por la zona?

Charly- (Interrumpe a Raquel que iba a contestar) Eso no hay quien se lo crea. (Ríe) ¿Aquí, en

este pueblo viejuno conectarse a la red? ¡Ja! ¡Es un cachondeo! ¡El mejor chiste que he oído en

años! ¡Ja!

Dorinda- ¡Tómate la sopa y calla! No sé para que te restrinjo la música. Molestas menos si

estás con los auriculares en las orejas. ¡Mucho menos!

13
Raquel- (Se dirige a Alejandro y a Charly) Mi trabajo será valorar la demanda y la dificultad de

la instalación de los dispositivos necesarios.

Charly- (Divertido) ¡La demanda! ¡Ja ja! Estoy seguro de que doña Mariposa necesita

urgentemente conectarse a la red ¡Ja ja ja ja! Pero a la redecilla esa que se pone por las

noches en la cabeza y que todos los días se olvida quitarse. ¡Ja ja ja!

Dorinda- No le haga caso al chico. La pobre mujer está pachucha.

Raquel- ¿Doña Mariposa?

Dorinda- Bueno, así llamamos a la mujer de Emiliano.

Raquel- ¡Ah, sí! Emiliano el taxista. La mujer no está muy bien, según parece.

Charly- Tampoco está tan mal. Los hay mucho peores. ¡Ja ja ja! ¡Muchísimo más! ¡Jua jua!

Dorinda- ¡Antonio, dile algo al Charly!

Antonio- ¡Cierra el pico! (Cortante a Charly que calla pero sigue sonriendo divertido)

Alejandro- No se apure. Seguro que encuentra clientes en potencia.

Charly-(Murmura sarcástico llevándose el dedo a la sien con el signo de la locura) Sí, con

potencia mental. Jua jua jua. (El padre le dedica una mirada aviesa que corta sus risitas)

Raquel- (A Alejandro) Usted trabaja en la mina, ¿verdad? Seguramente allí les vendrá bien una

buena conexión sin cables.

Alejandro- Pues no sabría decirle. No sé si me queda mucho tiempo más en la zona.

Raquel- ¿Se marcha usted?

Antonio- (Musita) No caerá esa breva.

Dorinda- (Le da un codazo y musita) ¡Calla, por favor!

Alejandro- Tal vez me destinen.

Raquel- ¡Qué suerte la suya! Espero que sea para un lugar mejor.

Rodesindo- (Musita) Con que sea lejos…

14
Dorinda-¡Padre! (Cortándolo y cambiando de tema) ¿Le sirvo la carne? (El anciano asiente y

Dorinda toma su plato para servirle.)

Alejandro- El tiempo de la mina parece que llega a su fin. Se imaginará: las presiones de los

vecinos, los grupos ecologistas y toda esa parafernalia. Bueno, en resumen gente anticuada y

que está contra el progreso. (Mira de reojo a los dos hombres de la mesa que permanecen con

la mirada clavada en el plato) Usted sabrá de lo que estoy hablando. De atraso y de ignorancia,

al fin y al cabo. Los problemas de este país. Y la gente que es muy desagradecida y que no

valoran los esfuerzos de las empresas y los empleos que producen.

Dorinda- Nosotros le agradecemos mucho su presencia en nuestra humilde pensión, Don

Alejandro. Usted lo sabe. Y también todos los esfuerzos que hace su gran empresa. ¡Por

supuesto!

Alejandro- No lo decía por usted, señora Dorinda. Su hospitalidad es legendaria y su carne

asada de película.

Dorinda- Qué amable es usted.

El marido de Dorinda gruñe molesto y otro pesado silencio se instala dejando que el sonido de

la lluvia retumbe en la sala, hasta que el abuelo Rodesindo, rompe el silencio repentinamente.

Rodesindo-(Con tono desabrido) Las vacas no necesitan “el ritener ese”. Las vacas solo

necesitan un buen pasto. Tierno, limpio y verde. Es lo único que necesitamos en este pueblo.

Raquel- ¿Tienen ustedes vacas? (Intentando ser amable y entablar conversación)

Rodesindo- ¡No! No tenemos vacas, tenemos una mina. (Antonio gruñe enfadado)

Alejandro- ¡Ya ve usted! ¡Vacas! ¡Menudo adelanto! Es lo que se puede esperar de un lugar

perdido como este: vacas. Y uno se esfuerza por traerles un poco de modernidad y nada, se da

uno de bruces una y otra vez con las vacas.

15
Rodesindo- (Conteniendo la rabia) No creo que haya visto usted muchas vacas desde que

llegó.

Dorinda- ¡Déjelo ya, padre!

Charly- Vacas fosforescentes vamos a tener. ¡Va a ser la leche! ¡Jua jua! Y nunca mejor dicho.

¡Leche que brilla en la oscuridad! Muy útil en este pueblo ¡Jua jua jua!

Dorinda- (A su hijo) Te agradecería, por favor, que te clavases los auriculares un ratito y te

entretuvieras con la finada de Marilyn y sus alaridos. Sería un gran alivio para todos.

Charly- ¡A tus órdenes, sargento! Pasadlo bien con la mina y las vacas fluorescentes. (Se pone

los auriculares)

Dorinda- Así estamos más tranquilos (Sonríe disculpándose a los comensales)

La mujer sirve la carne en un silencio salpicado por la lluvia torrencial del exterior. Los

comensales con la mirada clavada en los platos engullen sin decir palabra.

Repentinamente, unas extrañas luces parecen parpadear a lo lejos como si se colasen por las

ventanas. Raquel las contempla atónita, mientras observa como los comensales las ignoran

como si ni siquiera existiesen. Si esto no fuese suficientemente escalofriante, un suave

gemido comienza a tomar la sala. Raquel se estremece y mira a un lado y al otro, pero nadie se

inmuta, como si tampoco escuchasen nada en absoluto. Cuando el gemido se convierte en un

estridente chillido, un escalofrío recorre la espalda de Raquel hasta obligarle a levantarse de

un salto.

Raquel- ¡Cielos! ¡Es espantoso! ¡Alguien necesita ayuda! ¿Qué son esos horribles gritos?

Dorinda- ¿Gritos, dice?

Raquel- ¡Por favor, sí! ¡Este gemido estremecedor es espantoso! ¿Es que acaso no lo

escuchan? (Ninguno de los comensales levanta la mirada del plato)

16
Dorinda- ¿Se refiere usted al ulular del viento?

Raquel- (Perpleja) ¿Estos gemidos los produce el viento?

Dorinda- Claro, querida. ¿Qué otra cosa podría ser? La tormenta y el viento. Nada más. Debe

tranquilizarse. Aquí está a salvo.

Raquel- ¿Qué quiere decir con que estoy a salvo? ¿A salvo de qué?

Antonio- (Musita entre dientes) De la mina.

Dorinda- (En voz alta) De la tormenta, de la lluvia, de los rayos. Aquí está resguardada de la

intemperie, querida. Así que cene tranquila. La carne está buena. ¡Pruébela! Si quiere puedo

servirle más.

Alejandro- ¡Deliciosa, como siempre! La felicito, doña Dorinda. Un verdadero bocato di

cardinale. ¡Ja! (A Raquel) ¡Pruébela y ya me dirá!

Afortunadamente los gemidos pierden intensidad, las luces se extinguen y la lluvia vuelve a

golpear con fuerza el tejado de la casa. Raquel intenta tranquilizarse y tras esbozar una mueca

de circunstancias, ocupa de nuevo su asiento e intenta terminarse la carne asada con

evidentes signos de angustia.

Raquel- (Dando un bocado murmura) Sí, está muy buena. (Todavía con signos de nerviosismo)

Alejandro- Echaré de menos sus comidas cuando abandone la mina. Se lo aseguro, doña

Dorinda.

Raquel- (A Alejandro) Dígame, ¿está la mina cerca?

Alejandro- (La observa sorprendido) ¿Le interesa a usted acaso la minería?

Raquel- En absoluto. Pero don Emiliano me ha comentado que las oficinas alquiladas por

Vozarrón están en las instalaciones de la mina.

17
Alejandro- ¿Está usted segura de eso? Pensé que se habrían instalado en el antiguo almacén

de la cooperativa ganadera.

Antonio-(Murmura disgustado) Hace tanto tiempo que no hay vacas por aquí que está

totalmente derruida por falta de uso.

Alejandro- (Musita) Eso no está nada bien. Nada.

Raquel- ¿Es que hay algún problema? (Pregunta preocupada)

Alejandro- No sé. Quizás. No debería estar usted en la mina.

Raquel- ¿Acaso es peligrosa? ¿Qué extraen ustedes allí?

Alejandro- (Se demora un momento al contestar) Ahora apenas nada. Ya le he comentado que

pronto la mina desaparecerá y con las nuevas técnicas de conservación ambiental se

recuperará el entorno dejándolo tal cual estaba. O incluso mejor.

Rodesindo- ¡Caraduras! (Murmura)

Dorinda- ¡Calle, padre, de una vez! Ya ha terminado la cena. Creo que será mejor que vaya

usted a su cuarto que se ve que está usted muy cansado.

Rodensido- ¡No sabes cuánto, hija! (Dice dedicándole una mirada aviesa a don Alejandro)

El anciano se levanta de la silla. Raquel aprovecha la oportunidad para retirarse también.

Raquel- Yo también me retiraría si les parece bien. Estoy muy cansada y mañana me espera un

día muy largo.

Dorinda- ¡Claro, desde luego! (Señalando un rincón del escenario) Por ahí se sube a su cuarto.

Es la primera puerta. No tiene pérdida. Le gustará la habitación. Es la más acogedora de la

casa.

Raquel-¡Muchas gracias! (Permanece en pie junto a la mesa expectante)… Necesitaría una luz,

una linterna, una vela o algo…. Como no tienen electricidad...

18
Dorinda- No, qué va. No se preocupe por eso. Los interruptores funcionan perfectamente.

Raquel- (Perpleja) No comprendo…

Dorinda- Lo dice usted por la velas ¿no? (Raquel asiente) Hay luz en toda la casa. Solo la

economizamos, por la mina ¿Sabe usted?

Raquel- La mina (Musita confundida)

Dorinda- Pero usted no está obligada a ello. ¡Faltaría más! Usted es una huésped. Así que no

se preocupe por nada, suba a su cuarto y encienda la luz todo lo que necesite. ¡Qué tenga

felices sueños!

Alejandro- ¡Qué descanse usted bien!

Antonio- ¡Buenas noches!

Rodesindo-(Todavía de pie junto a la mesa) Duerma, muchacha. Necesitará estar descansada.

Raquel- ¡Gracias por la cena! Ha sido deliciosa. Les veré mañana.

Dorinda- A las ocho en punto tendrá una mesita lista con el desayuno. A la luz del día las cosas

se ven mucho mejor. Se lo aseguro.

Raquel- ¡Gracias y buenas noches!

Recoge la gabardina, el paraguas y la maleta y sale del escenario por donde le indicó doña

Dorinda. Todos siguen en silencio con la mirada clavada en el plato menos el anciano que está

en pie.

Rodesindo- (Mirando a Alejandro con el ceño fruncido) Yo también me voy antes de que se me

acabe la paciencia.

Dorinda- Vaya, padre, vaya. (Antonio gruñe mirando al plato)

19
El anciano sale y todos quedan en silencio. Se escucha la lluvia y el murmullo del canturreo del

adolescente. Al fin la luz se apaga.

Escena III

La oscuridad es total. La lluvia continúa cayendo incesante con sus rayos y sus truenos. Una luz

se enciende en el escenario y vemos a Raquel acurrucada bajo el paraguas buscando la

protección de una farola mientras manipula nerviosa su teléfono móvil. Al fin consigue

comunicar con su amiga Marta que aparece sentada en una silla bajo una luz al otro extremo

del escenario con un potingue untado en el rostro y el pelo recogido de un extraño modo.

Raquel- ¡Hola! ¡Ya era hora! ¡Maldita sea! ¡Por fin lo he conseguido!

Marta- ¿Raquel? ¿Eres tú? ¡Se oye fatal!

Raquel- Sí, soy yo. Y al menos se oye. He tenido que salir del cuarto para llamarte. En el

interior de la pensión no hay cobertura. ¡Imagínatelo! La noche es más oscura que la boca de

un lobo y la tormenta no cesa. ¿Puedes oírla?

Marta- ¿Hay helicópteros?

Raquel- (Atónita) ¿Helicópteros? ¡Y dale! ¡Pero qué perra te ha entrado con los helicópteros!

Nada más impropio para este pueblo de mala muerte. ¡Es que no lo puedo soportar! Desde

que he llegado tengo un nudo en el estómago que en lugar de disolverse cada vez se tensa

más, tanto que cada minuto temo desmayarme de miedo. ¡Si estuvieses aquí lo entenderías!

Marta- ¿Has hablado ya con los de Vozarrón? ¿Han sido desagradables contigo?

Raquel- Esos no han dado señales de vida, a ver si mañana. Solo he visto al taxista casado con

una Mariposa y los de la pensión Dorinda. Doña Dorinda, su familia y el inquilino. No sé

quienes dan más miedo.

Marta- ¡Tranquilízate, mujer, no será para tanto!

20
Raquel- ¡Para más! Si hubieses cenado con ellos como yo, lo entenderías. Imagínate que

cenamos a la luz de las velas, alumbrados por los relámpagos y al final me enteré que casi

estábamos a oscuras solo por deporte. ¡Increíble!

Marta- No comprendo.

Raquel- ¡Ni, yo! Pero así es. En la pensión se anda a oscuras por la mina. ¡La maldita mina!

Marta- ¿Así que hay una mina en el pueblo?

Raquel- Eso parece. El único inquilino de la pensión es un jefito en la mina. Pero no me

preguntes qué extraen ahí, no han querido informarme. Todo ese secretismo me pone mala.

Marta- Creo que lo estás exagerando todo. Pareces muy nerviosa.

Raquel- ¡Estoy fuera de mí! Y tú también lo estarías su hubieses escuchado los gritos. Más

bien aullidos. ¡Ha sido espantoso! Todavía tengo la carne de gallina.

Marta- Eso sí que no suena bien. ¿Y quién gritaba, y por qué?

Raquel- Pues depende de quién responda. Según el marido es la mina. Según doña Dorinda: el

ulular del viento. ¡Por favor! Cómo si no pudiese distinguir los aullidos del viento de los de una

persona. ¡Estoy segura de que era una mujer que sufría intensamente! Era un aullido que te

helaba la sangre. Apuesto lo que quieras a que era la señora Mariposa.

Marta- ¿La mujer del taxista?

Raquel- Sí, me han dicho que no está muy bien. ¡Nerviosa, dicen! Aunque el hijo adolescente

de doña Dorinda, que casi da más miedo que el resto de la familia, dejó caer que en el pueblo

sobran los que están peor que ella. Y por si esto no fuera suficiente, se ha reído de mi trabajo.

Mantiene que es ridículo intentar instalar Internet en un pueblo lleno de ancianos a los que ya

les patina la neurona. ¡De verdad que estoy totalmente desesperada!

Marta- Tienes que hacer un esfuerzo por tranquilizarte. Si los de Vozarrón te han enviado a ese

pueblo, es porque existen perspectivas de negocio. Seguro que en la mina estarán encantados

con una nueva conexión a Internet sin cables.

21
Raquel- ¡La mina! ¡Esa es otra! No sé ni que extraen, pero el inquilino, un tal Alejandro, ha

dejado caer que pronto será clausurada y que se recuperará por completo el entorno natural.

Desde luego, la familia no se lo ha creído. Estaban muy preocupados por las vacas.

Marta- ¡Y ahora vacas! ¡Tienes de todo!

Raquel- Te aseguro que no estoy de broma. (Algo molesta por la guasa)

Marta- ¡No te enfades, mujer! Solo quería rebajar un poco de tensión del asunto. Comprendo

que el aterrizaje en el pueblo no ha sido agradable.

Raquel- Te quedas corta. (Suena un trueno y estalla un rayo. Raquel se sobresalta) ¿Has oído

eso? ¡Es terrible!

Marta- Bueno, es la tormenta ¿no?

Raquel- Una tormenta que no cesa desde que he llegado. Rayos y truenos todo el tiempo. Es lo

que hay en este pueblo, con una mina que ya no funciona, un montón de viejos desquiciados y

una señora que aúlla a la oscuridad, eso sin contar las vacas verdes y los adolescentes

impertinentes.

Marta- Ahora me he perdido.

Raquel- Pues ya estás como yo. Así me siento. Totalmente perdida. No sé qué demonios hago

en este tétrico lugar.

Marta- Pues luchar por tu primer empleo. Eso exactamente es lo que estás haciendo ahí.

Raquel- (Se detiene un instante) Estoy pensando en renunciar. No sé si tiene sentido seguir

con todo esto.

Marta- ¿Estás segura de lo que estás diciendo? Recuerdo que no hace mucho estabas decidida

a seguir adelante. Tu misma decías que si no te incorporabas pronto al mercado de trabajo,

cada vez te iba a resultar más difícil.

Raquel- ¡Lo sé! ¿Crees que no le he estado dando vueltas a eso? Pero también he pensado que

estos de Vozarrón me han robado mi investigación así sin más, por ser una mujer joven sin

22
experiencia. Yo quería demostrarles que puedo con todo, que nada me arredra, con la

esperanza de que de una vez se percataran de mi valía me permitieran ocupar el lugar que me

corresponde en la investigación como a mis compañeros varones. Pero ahora pienso que

cuando los de Vozarrón se den cuenta de que puedo con todo, pues en lugar de entregarme

un laboratorio, se animen a cargarme más chorradas. Ya sabes, ya que puede y no protesta,

pues que se aguante y trague. ¿Entiendes?

Marta- Visto así, no sé qué decirte. Solo tú puedes valorar lo que está sucediendo y tomar una

decisión.

Raquel- Te juro que estoy haciendo esfuerzos para no romper a llorar. Por momentos tengo

ganas de hacer la maleta y largarme a la estación para esperar a un tren que me lleve lo más

lejos posible de aquí. Pero por otra parte…

Marta- Entiendo. Tal vez si esperas a mañana…. La luz del sol puede hacer que lo veas todo de

distinta manera.

Raquel- (Dubitativa) Es posible. Mañana Emiliano, el taxista, tendría que llevarme a la mina.

Marta- ¿Y qué pintas tú en la mina?

Raquel- Al parecer están allí las oficinas que ha alquilado Vozarrón. Eso que al inquilino le ha

parecido extraño. Me ha dado miedo como me ha advertido contra la mina…. No sé qué

pensar…. Echo de menos nuestra casa, te echo de menos a ti, incluso echo de menos al imbécil

de….

Marta- Ni lo menciones. Ya lo has pasado bastante mal por su culpa. Al menos utiliza este viaje

para olvidar. Con todo lo que estás pasando no sé ni cómo todavía te ronda la cabeza.

Raquel- ¡Tienes razón! Siempre tienes razón. A veces puede resultar muy molesto, amiga, pero

estás en lo cierto y “El innombrable” queda censurado para siempre. (Resopla y musita) Todo

esto no hay quien lo aguante.

23
Marta- ¡Caray, cómo estás! Deberías descansar. Regresa al cuarto y duerme. Mañana seguro

que lo verás todo de otro modo. Recordarás lo importante que es para ti tu trabajo y sabrás

salir adelante.

Raquel- ¿Tú crees?

Marta- ¡Estoy segura! No eres una mujer asustadiza. ¡Si eres mucho más valiente que yo! Solo

tienes que recuperar la seguridad en ti misma y todo irá mejor.

Raquel- (Pensativa) Sí, suena todo muy sensato.

Marta- Es que tienes que darte cuenta que ha sido un día muy duro. El viaje fue largo y el

recibimiento difícil. Seguro que todo esto es porque estás agotada. Ve a dormir. Ya verás cómo

mañana sin truenos ni rayos ni aullidos del viento o de los vecinos, ya verás cómo entonces te

sientes más optimista.

Raquel- Lo que es cierto es que dormir me sentará bien.

Marta- ¿Ves? ¿A qué ya empiezas a sentir como te recuperas?

Raquel- (Dubitativa) Puede que tal vez. Siempre me hace bien hablar contigo. Se me aclaran

las ideas. Si estuvieses aquí no estaría tan asustada.

Marta- (Tocándose la mascarilla del rostro) No creas, ahora doy bastante miedo.

Raquel- No me digas más: tu famosa mascarilla facial. (Sonríe) Parecerás un fantasma.

Encajarías perfectamente con este escenario terrorífico.

Marta- Me lo imagino, pero aquí ya tengo mi propio escenario de miedo. Y no lo digo solo por

la plomiza conferencia sobre cremas caras que tuve que aguantar para que Elena me prestase

esta nueva y maravillosa crema pija que dejará mi cutis suave como el culillo de un bebe.

Raquel- ¿Lo dices por los exámenes de tus alumnos?

Marta- No. Lo digo por los exámenes de Abel, el profe de ciencias del grupo C, de “gira” por

seminarios y presentaciones de revistas varias. No contratan un sustituto ni de bromas y tengo

que llevar las dos clases sin apoyo ninguno. ¡Trabajando más por menos dinero! ¡Así están las

24
cosas! Apenas tengo tiempo ni para dormir y aún así, sin tu aportación jamás podría hacer

frente a los gastos de la casa. ¡Ya ves que no eres tú sola la que aguanta injusticias y malos

rollos!

Raquel- ¡Cómo se lo montan esos de la escuela! Tendrías que decirles cuatro frescas. Ya es la

cuarta vez que recurren a ti con esas triquiñuelas. Ya es casualidad que siempre te escojan a ti

para cubrir las faltas del tal Abel. ¡Cómo si no existiese nadie más en el colegio!

Marta- Hay mucha cara por ahí. (Musita para ella) Y espero que ninguna tan tersa como la mía,

por obra y gracia de la pesada de Elena.

Raquel- Y nosotras parecemos las tontas útiles para todos. ¡Esto no puede seguir así! Parece

que los de Vozarrón imponen su estilo al mundo entero. Siempre aprovechándose y siempre

abusando de los más débiles. ¡Maldita sea!

Marta- Ahora te estás enfadando. Mejor así. Más vale enfadada que aterrorizada ¿no?

(Irónica)

Raquel- ¿Más vale? Pues no lo sé. No lo tengo claro. Pero lo que ahora es evidente es mi

cansancio. ¡Estoy agotada! Voy a seguir tu consejo e irme a la cama cuanto antes. ¡Estoy

muerta!

Marta- Me parece muy sensato por tu parte. Yo seguiré un rato más corrigiendo exámenes.

Mañana no dejes de llamarme ¿Eh?

Raquel- Sí, mañana con la luz del sol tomaré una decisión sobre Vozarrón y este trabajo.

Marta- Me parece genial. Ya te noto mucho más relajada. Se ha disipado el miedo, así

dormirás mucho mejor.

Raquel- Pues que pases buena noche. ¡Y no trabajes mucho! ¡Hasta mañana!

Marta- Tú descansa. Yo me acostaré pronto. ¡Hasta mañana!

Raquel- Gracias por escucharme. Tengo que reconocer que ya no me siento tan asustada.

Marta- ¡Genial! Qué duermas bien.

25
Ambas cuelgan. La luz de Marta desaparece y ella sale del escenario. Raquel se queda sola bajo

el paraguas observando la noche y soportando la tormenta. A punto estaba de darse media

vuelta para abandonar el escenario cuando tras un trueno y un rayo observa unas luces que se

agitan a lo lejos y de nuevo suenan los gemidos femeninos. Comienzan lentamente y van

aumentando de intensidad hasta que convierte en un verdadero alarido. Raquel se estremece,

se aferra a la farola y al paraguas. Mira a un lado y al otro horrorizada.

Raquel-¡Cielos! ¡Es una mujer! ¡Es el gemido de una mujer! ¡Tiene que serlo! ¡Es espantoso!

¡No puedo soportarlo!

Raquel se tapa los oídos aterrada y corre hasta salir del escenario que se va quedando

lentamente a oscuras, hasta que el gemido se apaga definitivamente.

Acto segundo

Escena I

En el comedor de la pensión, en un primer plano, doña Dorinda dispone en una de las mesas

un suculento desayuno. En el exterior todavía llueve y no se ve ni rastro ni del resto de la

familia ni del inquilino. La mujer se afana en prepararlo todo para la llegada de Raquel. Cuando

todo está dispuesto se retira para traer el café y las tostadas. En ese momento entra Raquel en

escena y avanza hasta la mesa que está preparada. Busca con la mirada a alguien y al verse

sola se sienta.

Raquel- ¿Pero es posible que en este pueblo no deje de llover nunca? ¡Qué espanto! Al menos

hay algo de luz. ¡Menos mal!

26
Sentada aguarda inquieta sin saber qué hacer. Doña Dorinda regresa sigilosa y cargada con una

bandeja. Se aproxima por la espalda de Raquel sin que se percate. Al llegar a su altura le saluda

provocándole un nuevo sobresalto.

Dorinda- ¡Buenos días tenga usted, señorita Raquel!

Raquel-(Sobresaltada) ¡Ah! ¡Buenos días! ¡Qué susto me ha dado usted! Parece una costumbre

del lugar. (Dice algo molesta)

Dorinda- ¡Perdóneme, no era mi intención! Es que en el pueblo somos todos muy sigilosos.

Raquel-(Murmura fastidiada) Eso parece.

Dorinda- (Vaciando la bandeja) Aquí le traigo un desayuno de campeonato. Le encantará. Pan

con tomate, aceite y jamón, zumo de naranja natural y café o cacao, como usted desee.

Raquel-Muchas gracias. Todo tiene un aspecto delicioso. Tomaré un café y bien cargado. Creo

que lo voy a necesitar.

Dorinda- Lo imagino, si usted tiene que ir a la mina…

Raquel- ¿Por qué dice eso? ¿Es que está muy lejos?

Dorinda- ¡No, qué va! Está muy cerca. Un paseíto agradable.

Raquel-(Murmura para sí.) Agradable bajo un torrente de lluvia.

Dorinda- No tiene pérdida. Tiene que seguir la calle principal del pueblo y le llevará justo

hasta la mina.

Raquel- ¿Y las oficinas están muy alejadas?

Dorinda- Están allí “aladito”. Al llegar verá usted la antigua mina abierta al pie de la montaña.

A la derecha están los nuevos ascensores.

Raquel- ¿Es el edificio tan grande que necesita ascensores?

27
Dorinda- No. Son los ascensores por donde los trabajadores bajaban a la nueva mina, la

entrada a la antigua ya no se utiliza. Y justo en frente de los ascensores están las oficinas. Las

verá nada más llegar.

Raquel- (Suspira) Bueno, si no las encuentro alguien me indicará dónde están.

Dorinda- Va a ser difícil. No creo que haya nadie. El señor Alejandro es el único empleado que

aún permanece en el pueblo y hoy todavía no se ha levantado. Eso significa que no tiene

pensado acudir a las oficinas.

Raquel- (Entre dientes) Muy sensato, dado el tiempo que sufrimos.

Dorinda- Vaya tomándose el desayuno, mientras le preparo unos huevos fritos. Es una

inyección de energía que creo que le sentará bien. Después le prepararé el almuerzo en una

fiambrera para que tenga algo rico que comer durante su jornada laboral. Le voy a preparar

unas de mis legendarias croquetas de espinacas que son para chuparse los dedos. ¡Ya verá

como le encantan! La cena es a las nueve y una joven de su edad no puede andar por ahí sin

comer nada hasta esa hora. (Saca un periódico de un bolsillo del mandilón) Tome, puede

entretenerse leyendo la prensa.

Raquel- (Recibe el periódico animada) ¡Qué amable es usted! ¡Está en todo! ¡Qué bien, el

periódico del día! Un lujo con el desayuno.

Dorinda- (Antes de retirarse a la cocina) Exactamente no es del día y además tampoco es de la

zona. Lo olvidó un viajero hace ya varias semanas. Pero tal vez le interese a usted. Es que

hasta el pueblo no suelen llegar los periódicos de la capital.

Raquel- (Sorprendida observa el periódico) Bueno, no se preocupe, le echaré igualmente un

vistazo.

Dorinda- (Satisfecha) ¡Perfecto! Solo deseo que lo encuentre todo a su gusto.

Raquel- ¡Por supuesto! ¡Muchas gracias! (Cuando la mujer sale de escena, extiende el

periódico sobre la mesa) ¿Qué clase de pueblo es este que no tienen ni periódicos? (Musita)

28
No sé muy bien que hago aquí. Debería de largarme. La lluvia no cesa y toda esta gente es más

rara que un perro verde.

Comienza a desayunar mientras ojea el periódico abierto sobre la mesa. El escenario está en

silencio, solo la lluvia se escucha a lo lejos. Raquel está concentrada en la lectura cuando un

joven aparece en escena cargado con una gran caja de cartón. Es Víctor. Se sorprende de ver a

la joven en el comedor y se le acerca por la espalda sigilosamente. Solo habla cuando se halla

a un palmo de su cuello.

Víctor- Han venido ustedes en el helicóptero, ¿verdad?

Raquel- (Grita sobresaltada y se vuelve para descubrir al joven Víctor) ¡Por favor! ¡Me ha dado

usted un susto de muerte! (Protesta todavía nerviosa).

Víctor- Lo lamento. No quería asustarla.

Raquel- ¿Qué esperaba gritándome al oído de esa manera? ¿Pero qué es lo que les pasa a

todos en este pueblo que no dejan de sobresaltarme?

Víctor- ¡Perdóneme, por favor! ¡Lo siento un montón! Es que somos todos muy sigilosos.

Raquel- ¡Ya! Ya me han informado de ello. (Molesta)

Víctor- Creo que no he sido muy cortés. Pero puedo empezar de nuevo. Me llamo Víctor. (Le

tiende la mano sonriente)

Raquel- (Le da un apretón aceptando las disculpas) Yo soy Raquel.

Víctor- De Vozarrón, ¿no?

Raquel- Pues sí. Veo que el pueblo entero está informado de nuestra llegada.

Víctor- ¿En helicóptero?

Raquel- ¿En helicóptero? ¡Pero qué perra le ha entrado a todo el mundo con lo del

helicóptero! ¡Claro que no! He llegado ayer noche en un horroroso tren que tardó un siglo en

29
llegar y que me abandonó en una estación de mala muerte bajo una terrible tormenta. Ya ve,

nada de helicópteros.

Víctor- (Musita) ¡Qué extraño! Están pasando cosas muy extrañas en este pueblo.

Raquel- (Sarcástica) ¡Bueno, no me diga! ¡No me lo puedo creer!

Víctor- Pues aunque el pueblo le parezca un lugar muy tranquilo, debo advertirle que no pasa

por sus mejores momentos. Están sucediendo una serie de extraños acontecimientos que no

tienen muy buena pinta.

Raquel- (Sarcástica) ¿Además de los gemidos nocturnos, la pertinaz tormenta, las cenas a la luz

de una vela o la insistencia en un misterioso sigilo?

Víctor-Se olvida usted de los helicópteros.

Raquel- (Murmura) Y dale con los helicópteros. (En voz alta) Yo de eso no sé nada, pero le

aseguro que encuentro mucho más enigmático unos gemidos femeninos en la noche que

cualquier sonido de motor, tanto si es de avión o de helicóptero o incluso de nave espacial.

Víctor- ¡Ya! Lo dice usted por doña Alondra ¿no?

Raquel- ¿Alondra? ¿No la llamaban doña Mariposa?

Víctor- ¿Mariposa, la mujer del Emiliano, el taxista?

Raquel- Eso me han dicho, por lo menos.

Víctor- Imagino que los gemidos que la han asustado anoche habrán sido de doña Alondra. Así

la llaman en el pueblo. Ella y su marido Pepe regentaban hace años el Ultramarinos. Antes de

jubilarse.

Raquel- ¿Y ahora se dedica a gemir por el pueblo adelante cuando llega la noche?

Víctor- Es que no se encuentra muy bien la pobre.

Raquel- (Se queda pensativa) Tampoco doña Mariposa se encontraba muy bien anoche. Se ve

que eso de gemir bajo la tormenta es muy contagioso. ¡Es extraño!

30
Víctor- No tanto. Tanto doña Mariposa como doña Alondra son muy mayores. Cosas de la

edad.

Raquel- (Dubitativa) ¡Si usted lo dice!

Víctor- Aunque la mitad del pueblo está desquiciado. O mejor todo el pueblo. Yo mismo no

estoy en mi mejor momento y todo por culpa de esa maldita mina.

Raquel- Sí, también me han hablado de la mina. ¿Trabaja usted en ella?

Víctor- ¡Por supuesto que no! ¡Esos miserables jamás me verán por ahí, ni aunque no

estuviesen a punto de cerrar! ¡Jamás!

Raquel- Entonces ¿A qué se dedica?

Víctor- Yo soy ingeniero.

Raquel- (Gratamente sorprendida) ¡Cómo yo! ¿Y para quién trabaja?

Víctor- (Duda unos instantes y musita al final) Estoy parado.

Raquel- ¡Cuánto lo siento! Es que esto del trabajo está fatal. No sé adónde vamos a llegar.

Ahora las empresas son lugares donde ganar dinero a espuertas y no un espacio para que las

personas trabajen. Así que es casi imposible encontrar un empleo y mucho menos uno

decente. Sino míreme a mí.

Víctor- No se quejará trabajando para Vozarrón. Parecen unos cabrones muy potentes.

Raquel- Si usted es ingeniero comprenderá que no me agrade el trabajo de recorrer las casas

en busca de clientes, en lugar de estar en un laboratorio inmersa en mi proyecto de

investigación. Ese es mi campo y es lo que yo quiero hacer. Pero ya me ve aquí, en este pueblo,

que perdone que le diga, está donde dios no puso ni la zapatilla, con el fin de entrevistar a

doñas Mariposas y a doñas Alondras. No es muy estimulante. (Se detiene un instante antes de

terminar) Pero es lo que hay.

Víctor- Pues sí que me sorprende lo que dices. Puedo tutearte, ¿verdad? Ya que casi somos de

la misma edad.

31
Raquel- (Sonríe asintiendo.) Y también compartimos disciplina.

Víctor- No exactamente. Yo soy un granjero. O al menos lo era antes de la mina.

Raquel- Entiendo. Un ingeniero agrónomo.

Víctor- Exactamente. Un ganadero, eso es a lo que siempre he querido dedicarme. Pero los de

de Minas SA tenían otro plan para este pueblo y los habitantes no contamos para nada. Así

que ahora no me queda otra que repartir azúcar y café (Dice agitando la caja que lleva en la

mano) para ayudar a mi cuñado. Ya sabes, chapuzas para salir adelante. Pero esto no puede

durar mucho. No puede o tendré que abandonar el pueblo, incluso el país si la economía no

mejora.

Raquel- (Suspira) Pues la economía no mejorará, al menos para nosotros. Hay a quien siempre

le va bien. Por ejemplo a las grandes compañías como Vozarrón que no dejan de encontrar

lugares donde comenzar nuevos negocios, al tiempo que rebajan los sueldos a sus empleados.

Así siempre aciertan. ¡Ganancia segura!

Víctor- Entiendo lo que quieres decir, pero en este caso me parece a mí que Vozarrón ha

metido bien la pata con este pueblo. Poco negocio se puede emprender aquí y menos ahora

que la mina, según dicen, está a punto de echar el cierre. No creo que ninguno de nuestros

vecinos se muera por una conexión inalámbrica para Internet. Ni siquiera esta pensión, ahora

que don Alejandro también está a punto de abandonarla.

Raquel- (Cabizbaja) No creas que no me he dado cuenta. No sé qué demonios hago en este

pueblo. He llegado a pensar que solo es una prueba para mí. Y no sé si es mejor demostrarles

que puedo con todo o dejarles claro que no pasaré por todo. ¡Es difícil!

Víctor- Ya veo. No es una decisión fácil. Además encuentro raro que Vozarrón no esté enterada

del cierre de la mina.

Raquel- ¿Y estás seguro de que es inminente?

32
Víctor- Con la mina nunca se puede estar seguro de nada. Solo nos cuentan mentiras. Nos

dicen que cerrarán, que recuperarán el entorno natural, que todo quedará igual que antes. Yo

sigo aguardando, pero el momento nunca llega. Tengo un pequeño terreno que me dejó mi

padre al morir que aguarda al cierre definitivo y al resultado de los análisis de los pastos. Minas

SA asegura que serán positivos, pero yo lo dudo. Creo que esos miserables nos han arruinado a

todos con su maldita mina y sus mentiras sin fin.

Raquel- Al menos durante el tiempo que ha estado abierta habrá proporcionado trabajo en la

zona. Tengo entendido que Antonio, el marido de doña Dorinda trabajaba en ella.

Víctor- (Resopla enfadado) ¡Pff! ¡Qué remedio le quedó al pobre! El sí que tenía una

explotación ganadera como es debido. Una verdadera delicia, pero demasiado cerca de la

mina. No le quedó otra que cerrarla deshacerse de las vacas y aceptar una birria de trabajo de

limpieza en las oficinas por un sueldo más que ridículo indignante. Si no fuera por la pensión

de doña Dorinda esa familia estaría en la calle. Este tipo de minería no requiere de mucho

personal y la mayoría de él es traído de fuera. De eso vivieron doña Dorinda y su familia, de

algún empleado que se alojó en la pensión. Pero ahora que ya solo queda don Alejandro las

cosas se pondrán duras también para ellos.

Raquel- Es terrible, la verdad. Aunque al menos podrán regresar al negocio de la ganadería.

Víctor- Todo eso está por ver. No hay informes fiables y nadie sabe realmente que está

pasando ahora mismo en la mina. Me temo lo peor, que nos digan que van a cerrar y que solo

se preparen para ampliar la licencia. ¡Estos son capaces de cualquier ruindad!

Raquel-Supongo que será fácil de averiguar ¿no? Con un vistazo a las instalaciones quedaría

claro si están recogiendo a ampliando el negocio.

Víctor- (Se ríe amargamente) Claro. Si nos permitiesen acercarnos. Pero desde que anunciaron

el cierre nadie puede acudir a la mina. ¡Está terminantemente prohibido!

Raquel- Pues yo puedo hacerlo.

33
Víctor- (Atónito) ¿Irás a la mina? ¿Y eso por qué?

Raquel- Según parece Vozarrón ha alquilado una oficina en las instalaciones. Esta mañana

mismo tengo que dirigirme hasta allí. Imagino que algún jefecillo de zona de Vozarrón me

estará esperando. Al menos eso es lo que me advirtieron en la central.

Víctor- (Emocionado) ¡Eso es fantástico! No sabes lo bien que nos vendría a todos, yo incluido,

que nos comentases qué actividad se mantiene en la mina. Saber si de verdad están

recogiendo o tienen otros planes. Si pudieras hacernos ese favor.

Raquel- ¡Claro, por supuesto! No lo dudes. Recorreré las instalaciones y te informaré de todo

lo que vea.

Víctor- Ahora tengo que entregar este paquete e ir al pueblo vecino para terminar con el

reparto, pero después podríamos quedar, sí te parece bien, claro.

Raquel- Me parece perfecto. ¿Dónde podríamos vernos? ¿Aquí mismo?

Víctor- (Pensativo) Será mejor que no. Dos casas más abajo hay una pequeña tienda bar que

se llama, La Tasca de Marina. Está abierta hasta muy tarde. Podíamos quedar en ella. Está muy

cerca y es imposible perderse.

Raquel- Pues quedamos así. A la salida del trabajo me pasaré por la Tasta de Marina.

(Sonriente)

Víctor- ¡Perfecto! (También le sonríe) Ahora será mejor que llame a doña Dorinda para

entregarle el pedido.

Raquel- Ha ido a prepararme unos huevos fritos, pero parece que se ha extraviado en la

cocina.

Víctor- Si son huevos de sus gallinas, tal vez les hayan salido patas y hayan huido de la sartén.

Raquel se queda perpleja por el comentario, pero no dice nada ya que Víctor ha abierto la boca

para llamar a doña Dorinda. Esta aparece en escena antes de que el joven la mencione.

34
Entra con una bandeja en la mano.

Dorinda- (A Víctor) ¡Hombre, el azúcar! Creí que ya no lo traerías hoy. Es tarde.

Víctor- He llegado hace un rato. Me he entretenido con su nueva huésped.

Dorinda- ¡Jóvenes! ¡Siempre pensando en lo mismo! (Ríe con picardía sonrojando a ambos

muchachos) Deja la caja por donde te venga bien. Ya arreglaré cuentas con tu cuñado.

Víctor- ¡Como diga!

Dorinda- Y recuérdale que también necesito té. Aún no sé cuando nos dejará el señor

Alejandro y le gusta desayunar un té muy fuerte que ya no me queda.

Víctor- (Ya ha depositado la caja y se dispone a salir) ¡Muy bien, se lo diré! Pues nada. Ya está.

He terminado.

Raquel lo mira sonriente. Él le sonríe a su vez y permanece inmóvil mirando a la joven.

Dorinda- Pues eso. Qué ya puedes irte si no tienes nada más que hacer.

Víctor- (Demorando la salida) Ya está todo. (Murmura)

Dorinda- Pues andando, que imagino que todavía te quedará mucho trabajo por delante.

Víctor- (Suspira hondo) ¡Es cierto! Debo seguir con el reparto en el pueblo vecino y no queda

cerca. (Le dice a Raquel mientras comprueba que el pedido esté en perfecto estado. Raquel

asiente asiente)

Dorinda- Asegúrate de que no falta nada como la última vez. Que tu cuñado parece que

últimamente tiene la cabeza en otra parte.

Víctor- No se preocupe, señora Dorinda. En esta ocasión todo estará perfecto. (Comprobando

el pedido con la lista que lleva en la mano.)

35
Doña Dorinda deposita los huevos frente a Raquel que los mira nerviosa.

Dorinda- ¿Acaso no le gustan los huevos?

Raquel- Sí, mucho. (Pero los sigue mirando con aprensión y murmura para sí antes de cortarlos

con el cuchillo) Espero que ni se muevan ni giman como Mariposas o Alondras.

Dorinda- No estarán fríos, ¿verdad?

Raquel- Hmm (Niega con la cabeza con la boca llena)

Dorinda- Es que el Charly me ha estado dando la lata con el desayuno. ¡Adolescentes! Ni se

imagina lo agotadores que son. Hasta hoy, como todavía no le empiezan las clases, no había

quien lo sacase de la cama antes de las 12 y ahora que tengo huésped, ya ve usted, se ha

levantado como las gallinas y con mucho misterio diciendo que va a trabajar. ¡Ja! ¡Me ha

cogido tal emoción que hasta me han dado ganas de llorar! (Musita para sí) Aunque ¿para qué

demonios valdrá este muchacho? ¿Quién sabe? (En alto) Lo que yo le diga, señorita, los

adolescentes han nacido para reventarles los nervios a sus padres. ¡Es para el único trabajo

que valen!

No bien había terminado la frase, cuando en el salón se escucha un estridente y aterrador

sonido que atraganta a Raquel obligándola a ponerse en pie de un salto con la mirada

desencajada por el terror.

Raquel- ¡Por favor, qué demonios está pasando!

Ni Dorinda ni Víctor parecen alterados. Ambos contemplan el terror de Raquel por el gemido

estremecedor y se aproximan a ella tratando de calmarla.

36
Dorinda- ¡Tranquilícese, por favor, no es nada!

Raquel- (Fuera de sí) ¿Cómo que no es nada? ¿Pero acaso no escuchan lo mismo que yo? ¡Qué

es esto!

Víctor- (Qué también está ya a su lado) ¡Calma, Raquel! No pasa nada. Solo la sirena de la

maldita mina.

Dorinda- Víctor dice la verdad. No debe alterarse por esto. ¡Es todo culpa mía! Debía advertirla

sobre la sirena de la mina. Todos los días a esta hora tenemos simulacro, ¿sabe usted? No es

nada más que eso. ¡Un simple simulacro!

Víctor- (Intentando convencer a la joven todavía asustada) ¡Es cierto! Unas absurdas medidas

de seguridad de la mina. Estamos tan acostumbrados a ellas que ni se me ocurrió alertarte.

Al fin el terrible sonido de la sirena se apaga. Raquel se va recuperando del susto hasta que por

fin se sienta de nuevo ante el desayuno.

Víctor- ¿Estás mejor? ¿Ha pasado el sobresalto?

Raquel- (Resoplando) Sí, ya estoy algo mejor. Ha sido un susto de campeonato.

Dorinda- ¡Claro, si no se está acostumbrado asusta un poco!

Raquel- Un “poco” no se ajusta exactamente a la realidad. (Con cierto retintín) No comprendo

cómo pueden soportar algo así. La vedad no lo entiendo. ¿No habían dicho que la mina está

pronta a cerrar? ¿Con qué fin suenan entonces las alarmas, si además ni siquiera han ensayado

un simulacro?

Víctor- Tampoco yo lo comprendo, desde luego. Pero la mina se impone a nosotros. Domina

nuestras vidas. Esa es la realidad. A nosotros solo nos queda aceptar, bajar la cabeza y

obedecer. ¡Esa es la única verdad!

37
Dorinda- No le haga caso a Víctor. Se pone muy transcendente. Al fin y al cabo es normal que

existan normas de seguridad. La seguridad ante todo. ¿No?

Víctor- Lo siento, doña Dorinda, pero usted sabe de sobra que no comparto su opinión. (Se

vuelve a Raquel que ya parece recuperada) Ahora que ya estás mejor, debo irme y seguir con

mi jornada. (Raquel asiente con la cabeza) No te olvides de la Tasca de Marina.

Raquel- Desde luego que no. Allí estaré.

Víctor se dirige hacia la salida del escenario en el instante en que hace su entrada un nuevo

personaje: el alcalde, el señor Marín y Villegas.

Alcalde- ¡Hombre, nuestro amigo Víctor! ¿Qué se te ha perdido por aquí? ¿A lo mejor una

vaca? (Ríe de su chiste que solo le hace gracia a él)

Víctor- (Evidentemente molesto musita) Sí, una vaca fosforescente gracias a vosotros. (En voz

alta declara molesto y con prisas) Ya sabe que no me queda otra que dedicarme al reparto y

aún me queda jornada por delante. Debo irme, señor alcalde.

Alcalde- Me alegro de que todo te vaya bien y que mantengas un espíritu optimista. (Vuelve a

reírse aunque nadie sepa por qué) Espero que no tengas nada que ver con los rumores que

corren por el pueblo. (Se ríe de nuevo)

Víctor- (Sin ganas de bromas) No sé a qué rumores se refiere, pero, por supuesto, que no

tengo nada que ver. No tengo tiempo para habladurías.

Alcalde- (Suelta una sonora carcajada) Pues a los rumores sobre el fantasma. ¡Qué si no! Ahora

los cuentos de viejos van de eso: espectros que recorren el pueblo, ánimas del purgatorio que

deambulan por las calles y espíritus de los ya fallecidos que no tienen ganas de abandonarnos.

(Se ríe a carcajadas) Asusta viejas.

38
Víctor- Yo no me trago esas chorradas de fantasmas. A mí solo me preocupan los vivos. Son

esos a los que hay que temer. (Se vuelve hacia Raquel que está más pálida que nunca y le hace

un gesto con la cabeza) Le dejo con sus historias de miedo y me vuelvo a las mías. ¡Qué tengan

y buen día! (Sale visiblemente disgustado)

El alcalde se aproxima a la mesa de Raquel exhibiendo la mejor de sus sonrisas y con la mano

extendida con el fin de darle un apretón a la joven.

Alcalde- Raquel Iniesta ¿Me equivoco? Yo soy Don Marín y Villegas, el alcalde de este

encantador enclave de montaña. ¡No se levante, por favor! (Le dice cuando esta intenta

incorporarse para apretarle la mano) Siga con su desayuno. No la molestaré más de un minuto.

Raquel- Encantada (Apretándole la mano sin levantarse)

Alcalde- (A doña Dorinda que permanece atenta a la conversación le espeta autoritario)

Seguro que tú algo tendrás que hacer en la cocina, ¿verdad? (La mujer asiente y sale de escena

a toda prisa) Es un placer conocerla (Ya sonriente a Raquel) Iba camino de la residencia de mi

buen amigo don Aniceto de Castro y Aguete, muy cerca de aquí, y me he tomado la libertad de

traerle este ordenador que creo que le pertenece (Le entrega un PC portátil que lleva una

pegatina de Vozarrón)

Raquel- (Lo mira con sorpresa) Sí, es de Vozarrón, desde luego.

Alcalde- ¡Por supuesto! Hemos hablado con su jefe y le hemos indicado que se traslade usted

aquí con su trabajo, en lugar de acudir a la mina. Aquí estará más cómoda ya que la mina no es

un lugar agradable para trabajar, sobre todo ahora que ya no queda nadie.

Raquel- ¿Ha hablado entonces con el jefe de zona de Vozarrón?

Alcalde- ¡Claro! No tardará en pasar por aquí para estar con usted. Solo he querido ser amable

y evitarle el viaje a la mina en busca del ordenador. Y ya no la molesto más y sigo mi camino.

39
¡Ja, ja , ja! (Se ríe sin que sepamos de qué) Mi gran amigo y el más destacado y culto

aristócrata, amante de las artes y protector de este encantador enclave de montaña, el conde

Aniceto de Castro y Aguete, estará esperándome con importantes asuntos ¡Ja, ja, ja! ¡Asuntos

de vivos y no de fantasmas! ¡Ja, ja, ja! Aunque… ¿Quién sabe? ¡Ja, ja, ja! (Y estalla un rayo y un

trueno que sobresalta a Raquel)

Raquel-Muchas gracias por el PC. (Musita todavía inquieta por el estallido de la tormenta)

Alcalde- ¡Pues que tenga un buen día! ¡Ja, ja, ja! (Dice dirigiéndose hacia la salida sin

inmutarse por el temporal que arrecia.)

Justo en ese instante entra otro hombre empapado por la lluvia y protestando entre dientes

por el lluvioso clima. El alcalde se detiene camino de la salida para saludarle.

Alcalde- ¡Casualidades de la vida, señor Campuzano! Precisamente estábamos hablando de

usted.

Campuzano- ¡Buenos días, señor alcalde! (Dice luchando por cerrar el paraguas empapado)

Alcalde- Justo acabo de contarle a su joven empleada que este mismo salón le servirá de

oficina improvisada durante su estancia en nuestro acogedor pueblo. Y de paso que me dirigía

a la casa de mi buen amigo el conde Aniceto de Castro y Aguete, la crema y nata de la sociedad

local, un hombre culto y amante del séptimo arte, he tenido la amabilidad de acercarle el

portátil que usted había dejado en las instalaciones de la mina.

Campuzano- ¡Muy amable de su parte, señor alcalde! (Con tono servil) Sabe que en Vozarrón

solo queremos agradarle a usted y a ese gran hombre y conde de Casto y Aguete.

Alcalde- ¡Ja, ja, ja! ¡Dejémonos de títulos y de delicadezas, amigo mío! Agradezco su

colaboración y les animo a seguir adelante. Ante este pueblo se abre un futuro esperanzador y

todos debemos aportar nuestro granito de arena para llevarlo adelante. ¡Todos! ¡jajaja! ¡Vivos

40
o muertos! ¡Ja, ja, ja! (Ríe mientras tanto Raquel como su jefe contemplan atónitos) ¡Qué

tengan ustedes un buen día! ¡Hasta pronto, amigos míos! ¡Ja, ja, ja! (Sale de escena)

El señor Campuzano se dirige hacia Raquel que se levanta esperando la llegada de su jefe. En

ese instante entra Dorinda, tal vez alertada por las carcajadas exageradas del Alcalde.

Dorinda- ¿Me llamaba, usted? (A Raquel. Es entonces cuando descubre al señor Campuzano)

¡Ah! ¡Buenos días! ¿Desea el señor desayunar? ¿Compartirá mesa con la señorita o le preparo

otra?

Campuzano- (Sigue peleándose con el paraguas) No, muchas gracias. No voy a desayunar. Solo

me quedaré un momento, pero si tiene la amabilidad de tomar el paraguas. Le estoy

empapando el salón.

Dorinda- (Cogiéndolo de inmediato) No se preocupe, yo me encargo de él. Se lo dejaré en un

paragüero que hay en la entrada.

Campuzano- ¡Muchas gracias! (Dorinda sale con el paraguas y Campuzano se dirige a Raquel

con la mano extendida) Raquel Iniesta, ¿verdad? Campuzano.

Raquel- (Dándole un apretón de pie) Encantada.

Campuzano- Siéntese usted, por favor. (Mientras él se sienta con ella secándose el agua de la

lluvia) ¡Menudo tiempecito tiene en este pueblo perdido! (Musita) Veo que es verdad que el

señor alcalde amablemente le ha acercado el portátil de la empresa. ¡Mejor! Así podrá

empezar cuanto antes a recorrer este “bucólico paraje”. (Dice con retintín) Y así podré pirarme

de esta pesadilla lo antes posible (Murmura)

Raquel- Parece que en este pueblo no hay mucha expectativa de negocio. Según me han

dicho, la mina está pronta a cerrar y los habitantes son en su mayoría ancianos que no están

muy interesados en las nuevas tecnologías.

41
Campuzano- ¿Ah sí? Pues no tenía ni idea. A mi es que no me informan de nada. (Enfadado)

¡Soy el último mono en esta empresa!

Raquel- Supongo que en el PC encontraré todo lo necesario para comenzar el trabajo.

Campuzano- (De mal humor) Pues eso espero. Porque me han obligado a dejar mi zona

apresuradamente y venir a este inhóspito lugar en plena noche para traerle todo el material

como si estuviésemos ante el negocio del siglo. ¡Y menuda tormenta la de ayer noche! (Mira al

exterior) ¡Y la de hoy mismo, y la de todo el tiempo!

Raquel- Es verdad que el tiempo es malo.

Campuzano- (Cada vez más indignado) La lluvia, los rayos, los truenos, los gemidos, las luces…

¡Maldito pueblo! Y por si no fuese suficiente, esta mañana me saca del cutre camastro que me

ofreció el alcalde para dormir, el mismísimo jefazo de Vozarrón. ¡Menuda locura!

Raquel- (Perpleja) ¿El Gran Jefazo? ¿El canadiense?

Campuzano- ¡No, mujer, no! ¡El Gran Jefazo de nuestro país! Me arrancó de la cama para

asegurarse de que todo el material le era entregado en esta pensión. Si querían eso, haberlo

dicho antes y me evitaba el desagradable viaje a la mina. ¡No he pegado ojo en toda la noche!

¡Maldita sea! (Murmura entre dientes)

Raquel- ¿Entonces ha estado en la mina? ¿Cómo es?

Campuzano- ¡Pues oscura y siniestra! ¿Cómo va a ser una mina sino? (De mal humor)

Raquel- Es extraño que el Gran Jefazo esté en este pueblo.

Campuzano- (Todavía enfadado) Claro que no está. Se ha largado, por supuesto, en

helicóptero, faltaría más. Sin tener que recorrer en plena noche todos esos caminos

enlodados, sin asfaltar, sin señalizar, bajo una espantosa tormenta. Eso está bien para mí. ¡Es

que soy el último mono en esta empresa!

Raquel- ¿Se refiere a esos caminos que tendré que recorrer yo bajo la constante tormenta?

42
Campuzano- (La mira atentamente y al fin sonríe) Es verdad. Usted está mucho peor. ¡Ja, ja!

¡Menos mal! Es un alivio.

Raquel- (Molesta dice irónicamente) Muy amable de su parte.

Campuzano- (Todavía sonriente) Pues ahí afuera tiene “su encantador” lugar de trabajo y

como ya dispone del material, mi trabajo ha terminado. ¡Me largo! Regreso a mi zona, se ve el

sol y hasta tenemos carreteras asfaltadas, todo un lujo. Si necesita algo, llame a la central.

Raquel- (Perpleja) Entonces ¿me quedo sola? Pero si todavía no tengo muy claro lo que hay

que hacer.

Campuzano- En la tableta tiene usted todas las indicaciones precisas e incluso dispone de un

sencillo manual que le aclarará todos los términos técnicos que no conozca. ¡Todo está ya más

que pensado!

Raquel- No necesito ese manual. Soy ingeniera, con un brillante expediente. No me imagino

que exista una especificación técnica en ese manual que no comprenda. (Fastidiada)

Campuzano- (La mira atónito) ¿Ingeniera? ¿Y qué demonios haces entonces aquí?

Raquel- (Torciendo el gesto y sarcástica) No sé. Tal vez machismo. ¿Le suena?

Campuzano- (Estalla en carcajadas) ¡Te han jodido a base de bien, chica! ¡ja, ja! ¡Al menos no

soy el único puteado en esta empresa! ¡Es un verdadero alivio! (Burlándose) ¡Han

empaquetado a una ingeniera a hacer el trabajo de los comerciales! Se llama

sobrecualificación ¿sabes? Y es una putada. ¡Ja, ja, ja!

Raquel- (Conteniendo la furia) ¡Qué amable es usted! ¡Qué considerado!

Campuzano- No estamos aquí para hacer el paripé, chica. Lo que te queda es repasar los

informes del PC, después tomar la tableta y marcharte a recorrer el pueblo. Así que manos a

la obra. Apretando los dientes, bajando la cabeza y al tajo. Esa es la vida de un asalariado. ¡Ja!

Raquel- (Se queda un instante pensativa) Nadie me ha entregado la tableta de la que habla.

43
Campuzano- (Mira el PC y busca la tableta) ¡Lo que faltaba! El alcalde se ha olvidado de la

tableta. Pues la necesitas para rellenar las fichas de cada posible cliente. (Estalla en carcajadas)

¡Ja,ja, ja! Al menos hay alguien más puteado que yo. Te ha tocado el “delicioso” paseíto a la

mina. En las oficinas que me indicaron en un primer momento, dejé el PC y la tableta. Tendrás

que ir a por ella. ¡Qué lo disfrutes! ¡Ja, ja, ja!

Raquel- (Conteniendo la rabia) ¿Es todo lo que tiene que decirme? Todavía no tengo muy claro

por qué me han traído aquí.

Campuzano- ¿Y qué se yo? Algún interés tendrá el jefe para trasladarse hasta esta mierda de

pueblo en helicóptero. ¡Cómo si aquí hubiese algo más que barro y lluvia! Seguro que tú solo

estás aquí para justificar sus planes, sean lo absurdos que estos sean. ¡A mí me importa un

pimiento! ¡Por la cuenta que me tiene paso de los chanchullos de los jefes! ¡Aquí ya no pinto

nada! (Retumba un trueno que los hace estremecer) ¡Disfruta del tiempo, de la mina y de

todos estos frikis! ¡Ja! ¡Yo regreso al mundo civilizado!

Raquel-(Molesta y sarcástica) ¡Yo también le deseo que tenga un buen día! (Una vez que se

queda sola musita) ¡Menudo papelón el mío! No me quedará otra que comenzar mi primera

jornada de trabajo. ¡Veremos qué me reserva este “delicioso día”! (Otro trueno retumba)

Raquel toma la taza de café y se precipita a apurarla. Justo en ese instante entra sigilosamente

Emiliano el taxista que se acerca a la joven por la espalda. Al llegar a su altura le habla

provocándole un nuevo sobresalto.

Emiliano-¡Buenos días, señorita! ¿Está ya lista para visitar la mina?

Raquel-(Sobresaltada y tras volverse y descubrir al taxista, suspira aliviada) ¡Cielos! ¡Me ha

dado un susto de muerte! ¡No me diga nada! En este pueblo son todos muy sigilosos.

Emiliano- Muy sigilosos. (Murmura el taxista)

44
Se apaga la luz.

Escena II

Emiliano y Raquel están en mitad del escenario cada uno bajo su paraguas. En primer plano, a

la derecha hay un contenedor de basura y a la izquierda un montón de cajas. En el fondo del

escenario en el centro está la antigua mina.

Emiliano- Ya ve como está la carretera. Hecha un verdadero lodazal. Por eso no hemos podido

llegar con el taxi hasta aquí.

Raquel- Con lo que está lloviendo, me hago cargo. No se preocupe.

Emiliano- (Señalando a la derecha de donde se encuentran) Estos son los ascensores por los

que los trabajadores bajaban a la mina. Como puede ver están parados.

Raquel- Ya veo que aquí no hay ni un alma. Tal vez sea cierto que la mina está a punto de

cerrarse.

Emiliano- (Se encoje de hombros) Eso dicen. Pero nunca se sabe.

Raquel-(Señalando al edificio de la izquierda) Y esas serán entonces las oficinas.

Emiliano- Sí. (Señala entonces al centro) Y esa especie de cueva al pie de la montaña es la

antigua mina. Ya estaba cerrada cuando yo era un niño. Hace unos años abrieron la nueva.

Parecía que todos íbamos a trabajar en ella. Hasta yo hice unos trabajos muy hermosos en

pizarra. Era bueno con la pizarra, sí señor. Pero prefiero el taxi. Es más adecuado para mi edad.

Raquel- ¡Claro, lo entiendo! O sea que si quiero averiguar si la explotación está realmente a

punto de ser cerrada, debería de acceder a los ascensores y no a la antigua mina.

Emiliano- (Escandalizado) ¿No pensará usted bajar? ¡Es una locura! ¡Y es muy peligroso! Podría

pasarle una desgracia.

45
Raquel- No se preocupe. (Tratando de ocultar sus verdaderas intenciones) No pensaba bajar.

¡Claro que no! Solo era curiosidad.

Emiliano- (La mira dubitativo) Será mejor que suba a las oficina a recoger eso que ha dicho, yo

la acompaño, no se preocupe.

Raquel- (Tratando de zafarse de la vigilancia del taxista) ¡Por favor, no se moleste! ¡Con la que

está cayendo no es necesario que se moje más! Regrese al taxi y espéreme allí. Subiré y bajaré

en un instante. Le prometo que solo será un momento. Ya volveré al taxi cuando haya

terminado.

Emiliano- (Dubitativo) ¿Está segura? Mire que si le pasa algo me meterá en un buen lío. Me

han encargado que la traiga y que la lleve de vuelta sin novedad. Me caería el pelo. Mucho

peor mi mujer pagaría los platos rotos.

Raquel- ¿Su mujer? No lo entiendo. ¿Qué tiene que ver conmigo y con la mina?

Emiliano- (Preocupado por haber hablado tal vez de más) Nada, nada, desde luego. No tiene

nada que ver con la mina. Pero ya sabe que está delicada y necesita de cuidados médicos.

Raquel- (Lo mira todavía confusa) Lo siento, pero sigo sin entenderle.

Emiliano- Los cuidados médicos dependen de las autoridades, sabe usted. Y son ellas las que

me han encargado la tarea de cuidarla. No se tomarían bien que no llevase a cabo mi cometido

como Dios manda.

Raquel- Le repito que no me pasará nada. Le prometo que solo visitaré el edificio de oficinas.

Seguro que en un par de minutos encuentro la tableta y regreso al taxi. Le ruego que no se

moje más por mi culpa. El día está tan desapacible que sería terrible que cogiese usted un

resfriado. Creo que en su casa ya tienen ustedes problemas médicos de sobra. ¡Venga, hágame

caso! ¡Vuelva al taxi! Todo irá bien.

Emiliano- ¡De acuerdo! (Concede al fin) Pero regrese pronto. La espero.

Raquel-¡Se lo prometo! Deme solo unos minutos.

46
Al fin el taxista, bajo su paraguas, camina lentamente hasta salir de escena volviéndose de vez

en cuando para mirar a la joven, mientras Raquel lo observa. Cuando se queda sola aprovecha

para aproximarse a los ascensores y echar un vistazo.

Raquel- Don Emiliano tiene razón. Bajar es una locura. Aunque no veo otro modo de informar

a Víctor de si la mina está en realidad en vías de cierre o no. Desde luego, en plena

efervescencia laboral no está. ¡Eso está más que claro! Aquí no se ve un alma. Estoy

completamente sola. (Mira a un lado y al otro. Tras dudar un rato al fin toma una decisión)

Será mejor que haga caso al taxista y me limite a recoger la tableta. Con semejante día y sin

nadie alrededor no parece sensato bajar a la mina. (Resopla) Lo único que le podré contar es

que en principio las instalaciones parecen desiertas.

Raquel camina entonces hacia la izquierda del escenario donde está el edificio de oficinas.

Pero cuando está a mitad de camino, escucha un extraño ruido y además estalla un rayo y

retumba un trueno que la sobresalta y llama su atención. Vuelve la cabeza hacia la antigua

mina, al fondo del escenario. Raquel se detiene en seco.

Raquel- ¿Qué ha sido eso? (Se para a escuchar, aferrada a su paraguas, no oye nada y se

dispone a retomar el camino al edificio de oficinas) No ha sido nada, solo mi imaginación y esta

maldita tormenta que no cesa. (Es entonces cuando algo llama su atención de nuevo.) ¡Anda!

¿Qué será eso? ¡Parece que allí al fondo hay un objeto en el suelo que brilla! (Mira a un lado,

mira al otro, duda y al fin avanza hacia el brillo del suelo, lo alcanza y se agacha a recogerlo

siempre mirando a un lado y al otro) ¡Vaya, solo es un pañuelo con un broche! ¡Nada más!

¡Qué bobada!

47
Cuando Raquel se incorpora con el pañuelo en la mano mira casualmente hacia el interior de la

mina. Un nuevo rayo, un nuevo trueno y entonces se ve en escena la sombra de la proyección

de un rectángulo de cartulina opaco de pie sobre uno de sus lados más cortos.

Raquel- ¿Pero qué es eso que hay dentro de la mina? Parece un monolito de piedra.

Raquel duda si avanzar hasta el interior de la mina. Se pone de puntillas para ver mejor sin

necesidad de entrar. Pero parece que no consigue observar el monolito con claridad.

Raquel- ¿Es posible que se trate de un monolito de piedra? ¿Qué significará? ¿Qué pintará ahí

dentro? ¿No decían que la mina antigua llevaba años y años clausurada? Debería de

asegurarme. Tendría que entrar a echar un vistazo.

Cuando al fin se decide a entrar y da un paso al frente un terrible aullido comienza a brotar de

la propia mina. Un aullido que va in crescendo, que aterrorizan a la joven y le hace desistir de

la idea de penetrar en la mina.

Raquel-¡No! ¡Cielos! ¿Esos gemidos otra vez? ¡Es espantoso! (Se tapa los oídos horrorizada

con el paraguas en la mano y el pañuelo también)

Se gira asustada hacia un lado, después hacia el otro. Los gemidos no cesan y justo cuando

Raquel está ya totalmente aterrada escrutando la mina en una dirección, una figura

totalmente cubierta de gris oscuro con gasas vaporosas y rasgadas y con el rostro teñido de

gris, aparece en el escenario corriendo a toda velocidad pero con pasos muy cortos. Alcanza la

48
espalda de Raquel, que justo está mirando para el otro lado y cuando se vuelve hacia el lado

donde está la aparición, esta corre en dirección contraria, sin que Raquel consiga observarla

directamente. La joven grita horrorizada.

Raquel- ¡Ahhh! ¿Quién anda ahí? ¿Quién anda ahí? ¿Quién es? ¡Esto es espantoso! (Grita y

sale corriendo. La figura ha desaparecido, pero rayos, truenos y gemidos persiguen a la joven,

que tropieza, cae, pero al final sale corriendo de escena, gritando aterrada.) ¡Don Emiliano!

¿Don Emiliano? ¿Dónde está usted?

Escena III

Estalla un rayo con su trueno y Raquel entra armada con su paraguas en la Tasca de Marina.

Víctor ya la está esperando sentado en una mesa tomando una cerveza.

Víctor-(Levanta la mano para llamar la atención de la joven) ¡Raquel, aquí!

Raquel- ¡Hola! Siento haber llegado tarde. Pero es que ha sido todo una locura. ¡Una

verdadera locura!

Víctor- No te preocupes. No llevo mucho rato. Tranquilízate, siéntate y hablemos.

Raquel- (Sacándose el chubasquero y ocupando el asiento al lado de Víctor) Mucho tenemos

que hablar. Mucho tengo que contarte. Tanto la visita a la mina como el resto de la tarde han

sido… digamos… interesantes. Aunque bastante aterradoras.

La camarera se aproxima sigilosamente por la espalda a Raquel.

Camarera- ¡Buenas tardes! ¿Qué va a tomar?

49
Raquel- (Tras el consabido sobresalto) ¡Ah! ¡Por favor, qué susto! ¡Si es la camarera! ¡No la oí

acercarse!

Camarera- Siento haberla sobresaltado. Es que en este pueblo somos…

Raquel- (La interrumpe) No se preocupe, ya sé. Son ustedes “muy sigilosos”. Ya lo voy

aprendiendo. (Entre dientes) ¡A la fuerza ahorcan! (Ya en alto) Tráigame, por favor, un

chocolate calentito. Me vendrá bien tras tanta lluvia y humedad. Es lo que necesito.

Camarera- ¡Enseguida! Hacemos un chocolate que se chupará los dedos. Ya verá.

Raquel- Me lo creo. Muchas gracias, Marina. (La camarera la mira extrañada pero no dice

nada)

Víctor- (Cuando la camarera se retira) ¿La conoces?

Raquel- No. ¿Por qué lo preguntas?

Víctor- Como la has llamado Marina.

Raquel- (Confusa) ¿Esta no es la Tasca de Marina? Pues supuse que ella sería Marina, ¿no?

Como aquí no hay otra mujer.

Víctor- ¡Ah, por eso! No, esta chica es nueva. Es sobrina de unos vecinos. No sé cuál es su

nombre. La tasca de Marina lleva aquí demasiado tiempo.

Raquel- O sea que Marina es la dueña.

Víctor- ¡Qué va! Ya no recuerdo ni quién era Marina. El alcalde y su “amiguito del alma” y

aristócrata de la zona, Aniceto de Castro y Aguete, son los dueños también del bar. Son los

dueños de todo en este pueblo. Incluso a veces también parece que lo sean de todos y de cada

uno de los ciudadanos.

Raquel- Entiendo. Y también son los propietarios de la mina, claro.

Víctor- Efectivamente. Pero, cuéntame. ¿Has visitado la mina? ¿Qué has visto? ¿Qué se cuece

allí? ¿De verdad están a punto de echar el cierre o nos tienen reservada alguna que otra

sorpresa?

50
Raquel- (Se detiene porque la camarera se acerca con el chocolate con un par de churros)

Espera que esta vez quiero estar atenta. (A Víctor) Ya no me van a dar un nuevo susto.

¡Gracias, muy amable, tiene un aspecto estupendo! (A la camarera) Me sentará bien. (La

camarera saluda y se retira.) Ya empiezo a aprender como se las gastan en este pueblo. (Toma

un sorbo del chocolate)

Víctor- (La observa ansioso hasta que por fin la joven tras dar un sorbo parece dispuesta a

hablar.) ¿Entonces has estado en la mina?

Raquel- (Asiente) A primera hora de la mañana don Emiliano me condujo hasta el edificio de

oficinas con el fin de que recogiera esta tableta con los formularios tipo que debo rellenar por

cada cliente.

Víctor- ¿Y había mucho movimiento? ¿Camiones, trabajadores?

Raquel- (Niega con la cabeza) Ni un alma. (Se detiene a pensar) Bueno, mejor dicho, no había

más persona que yo.

Víctor- (Confundido) ¿Y eso que quiere decir?

Raquel- No vi a nadie, eso quiere decir. Ni camiones, ni trabajadores. Todo parecía muerto. En

principio podría ser verdad que están a punto de cerrar. Por cierto ¿Qué extraían de la mina?

Víctor- (Se echa a reír con cierta amargura) Eso nos hubiese gustado averiguar a nosotros. La

mina funciona bajo un secretismo total. Empezaron con la extracción de tierras raras. Te

suenan ¿no?

Raquel- Claro, es una actividad muy contaminante para el medio ambiente que extrae

elementos químicos muy valiosos en la industria tecnológica.

Víctor-Efectivamente. En principio la mayoría de las tierras raras se extraían en China, pero

desde que ese país ha despegado económicamente, ha dicho que ya es suficiente y que si el

mundo quiere tierras raras para sus móviles, PCs y demás, pues ya pueden ir destrozando su

medioambiente que ellos ya están hartos de ser el basurero del planeta. Ahora les toca a

51
otros. O sea, a nosotros. Así que las grandes empresas mineras han buscado otros lugares

pobres donde instalarse y destrozar el entorno. Lugares como por ejemplo: este pueblo.

Donde no abunda el trabajo y los ciudadanos se ven obligados a sacrificar la naturaleza en la

que viven con la esperanza de obtener un empleo precario que al menos permita sobrevivir a

sus familias. Afortunadamente aquí las protestas vecinales fueron tantas al principio que les

obligaron a cambiar de actividad, o, al menos, eso nos dijeron. Se habló entonces de pizarra,

pero después tras las quejas por el deterioro del río, anunciaron que abandonarían ese tipo de

extracción. También se ha hablado de fracking, una terrible técnica minera que inyecta

arsénico en la montaña para después reventarla. Nunca hemos tenido certeza de lo que se

estaba extrayendo en la mina. He realizado todo tipo de análisis: de las aguas, de los terrenos,

de los animales, de los vegetales de la zona, pero ha sido imposible obtener resultados.

Raquel- ¡Qué extraño! ¿Y eso por qué?

Víctor- Porque tras enviar las muestras al laboratorio y esperar meses y meses por los

resultados me enteré, por casualidad esta misma semana, de que uno de los miembros más

importantes del consejo de administración de la compañía a la que pertenecen los

laboratorios es un tal Bernardo de Castro y Aguete. ¿Te suena el nombre?

Raquel- ¿No es el aristócrata del pueblo?

Víctor- De la familia. Un primo suyo. Cuando lo averigüé me percaté de que jamás recibiría los

resultados del laboratorio y si por un casual llegaban a mis manos, ¿quién se iba a fiar de un

primo del nuestro Castro y Aguete? Y la posibilidad de encontrar un laboratorio

independiente, que no tenga relación con esta multinacional dedicada a este tipo de servicios,

es prácticamente nula. Todos están relacionados. Por distintas que parezcan las empresas los

miembros de los consejos de administración siempre son los mismos. (Suspira hastiado) Es el

súper capitalismo que nos tiene sujetos por los huevos (Perdona la expresión)

52
Raquel- (Sonríe) ¡Estás perdonado! Comprendo muy bien lo que quieres decir. Las grandes

compañías han comprado el mundo sin que nos hayamos dado cuenta y ahora parece que les

pertenecemos. Desde luego, en este pueblo se hace más evidente que en otras partes. Ejercen

el control de hasta el más mínimo detalle de la vida de todos. ¡Incluso del gasto en

electricidad! ¡Da miedo!

Víctor- Tienes toda la razón. Hay unas 10 compañías multinacionales que operan en todo el

planeta con nombres de muy conocidos refrescos de cola o chocolatinas que, en realidad, son

las propietarias de la mayoría de las empresas que nos proporcionan nuestras compras

cotidianas. Estamos en sus manos irremisiblemente y no podemos luchar contra ellas. A veces

pensamos que no tienen nada que ver con nosotros y cada vez que vamos a la compra a

nuestro supermercado habitual engordamos sus cuentas con nuestro dinero. Parece que no

hay escapatoria.

Raquel- Dímelo a mí que trabajo para Vozarrón, importante multinacional que a pesar de que

sus beneficios económicos aumentan año tras año exponencialmente, las condiciones de

trabajo para sus asalariados son cada vez son peores. Y ni siquiera me atrevo a hablarte de los

ridículos sueldos que ni de broma alcanzan para vivir, de la desigualdad de género, de la

explotación de los jóvenes y del robo de proyectos de investigación. (Pensativa) Yo es que no

sé qué hacer con este empleo en Vozarrón. No sé qué decisión tomar. No sé, la verdad.

Víctor- No es fácil, lo sé, hacerse un hueco en este mundo que pertenece a otros. Nosotros

estamos como de prestado. Pero también te digo que no debemos dejarnos derrotar. Los

profesionales deberíamos de establecernos por nuestra cuenta y después formar cooperativas

fuertes que pudiesen presentar batalla ante las grandes multinacionales. No sería fácil, claro

está, pero no podemos permanecer inactivos. Hay que presentar batalla. (Sonríe) Ya ves, leo a

Noam Chomsky. ¿Te suena?

53
Raquel- (Suspira pensando en la tía fallecida.) Mi tía hablaba mucho de él. La oveja negra de la

familia. Mi tía Maruja, aunque todos la llamaban Maroja.(Se queda pensativa, suspira de

nuevo y dice) Si todo eso fuese posible...

Víctor- Fácil no va a ser, ya te he dicho. Pero no podemos perder la esperanza y creo que no

hay más camino que ese. Cada uno debe luchar por su propio espacio y buscar el apoyo de

nuestros conciudadanos.

Raquel- ¡Esa me parece una idea muy sensata! Para conocer con certeza lo que está realmente

ocurriendo en la mina deberías involucrar a doña Dorinda y su familia. Al fin y al cabo viven

bajo el mismo techo que un jefecillo de la mina y mantienen con él una relación muy estrecha.

¿No sería más fácil convencer a la mujer o a su marido o incluso a su padre para que

sonsaquen a ese hombre? Él seguramente estará enterado de si la mina realmente cierra o va

a prorrogar la licencia.

Víctor- (Suspira) Solo escuchar la palabra prórroga se me pone la carne de gallina. Si prorrogan

la licencia estoy perdido. Tendré que marcharme del pueblo, seguramente del país, en busca

de un futuro.

Raquel- Sé muy bien de lo que hablas. Por eso, siguiendo tu idea de colaboración con los

vecinos propongo que hablemos con doña Dorinda y su familia. Tanto su marido, Antonio,

como su padre…(Duda)

Víctor-Rodesindo se llama.

Raquel- Eso, Rodesindo. Es que el nombre se las trae. (Víctor asiente) Ambos estaban

evidentemente descontentos con la mina. En la cena que compartí con la familia, hablaron de

su pasado como ganaderos con melancolía y cierta ira, la verdad. A pesar de que el jefecillo

estaba presente, no se mordieron la lengua y dejaron claro que sabían que la mina había

destrozado el entorno, contaminado el medio ambiente y que ahora criar ganado en estas

tierras sería absurdo. Hasta llegaron a hablar de vacas fluorescentes. Estoy segura de que si

54
los abordamos con suavidad y les explicamos la importancia de que los vecinos se unan en

favor del pueblo, del cierre de la mina y de la recuperación del medio ambiente, colaborarían

con nosotros y podrían presionar al alcalde y al aristócrata para que rechacen la prórroga de la

licencia y devuelvan el pueblo a sus habitantes. ¿Qué te parece? Yo podría ayudarte, si tú

quieres, claro.

Víctor- (Le sonríe agradecido) Es muy amable y generoso de tu parte, pero totalmente inútil.

Ese camino lo he explorado hace ya mucho tiempo. Y es un callejón sin salida.

Raquel- ¿Es que no han querido ayudarte?

Víctor- Rodesindo, el viejo, estaba animado a enfrentarse al alcalde, al cual casi nadie puede

ver en el pueblo. Pero está El Charly.

Raquel- Sí, he conocido al hijo de doña Dorinda. Un adolescente respondón, como todos. ¿Qué

tiene que ver con la actitud de la familia?

Víctor- Es que tienen un hijo joven, ¿entiendes? Que estudia en un pueblo vecino y pronto

dejará los estudios porque no es ninguna lumbrera. Tanto Antonio como Dorinda esperan que

el muchacho encuentre un puesto de trabajo en este pueblo. No quieren que se vaya. ¿Me

sigues?

Raquel- Ya. Quieren mantener su buena relación con el alcalde para que coloque al hijo en

alguno de sus negocios. ¿Es eso?

Víctor- Eso y el miedo. Y no a ese fantasma del que habla el alcalde, si no el miedo a la miseria.

La pensión del abuelo es el único ingreso seguro de la familia. A Antonio ya se le han acabado

las prestaciones por desempleo y a su edad sabe que le será imposible encontrar un nuevo

empleo. Sin él no cotizará más y no podrá disfrutar de una pensión cuando se jubile. Y después

está el hostal. Bueno, tú ya has visto que no queda ni un alma hospedada allí. El trabajo del

Charly es su única oportunidad para que no terminen todos en la calle. Ya ves que no es fácil

55
encontrar aliados. Es el miedo. Es tan poderoso que todo lo corrompe y nos empuja a

conductas que al final nos perjudican.

Raquel-(Pensativa) Es curioso, ahora que mencionas el trabajo del Charly, creo recordar que su

madre me ha dicho que esta misma mañana el chaval había encontrado un trabajillo en el

pueblo.

Víctor- Lo que yo te decía. Alguna chapuza le habrá encargado el alcalde. ¡Vendiendo

ilusiones! Es el modo de mantener tranquila a la familia, de contener su miedo para que así

mantengan cierta esperanza en el futuro y no se revuelvan contra él. Una estrategia muy útil

de los poderosos para amordazar a los ciudadanos. Es un cóctel de miedo y falsas esperanzas.

Raquel- Entiendo lo que quieres decir. La gente no está por la batalla. Bajan la cabeza y

aceptan las normas que nos marcan sin rechistar a causa del miedo que los paraliza. Es más, a

veces, a pesar del evidente mal trato al que los someten, se ponen de parte de los poderosos y

dan la espalda a los que sufren la misma situación de precariedad confiando en que ellos sí

tengan suerte y se libren de la miseria. ¡Guerras de pobres les llaman! Es triste, la verdad

Víctor- Pues por eso vivimos así, atrapados por estos monstruos económicos que nos

controlan hasta la información. Así que veo difícil obtener la ayuda de mis vecinos como veo

difícil obtener resultados de los análisis que he realizado en la zona. Pero aún así, tengo que

decirte que estoy seguro de que la contaminación es un hecho en el pueblo. Todos lo saben.

Los de la pensión de Dorinda también. Seguramente metales pesados. Pero ¿cómo

demostrarlo y para qué? No conseguiríamos nada. A nadie parece importar. Vecinos y

autoridades están únicamente preocupados por el dinero, por ganar más dinero. La realidad es

que todos sabemos que incluso nosotros estamos contaminados. Si no, ¿por qué nadie se

extraña de los aullidos de doña Alondra y doña Mariposa? ¡Está claro para mí!

Raquel- (Pensativa) Entonces tú crees que la enfermedad nerviosa de la mujer del taxista tiene

que ver con la mina, ¿no?

56
Víctor- Para mí es un hecho irrefutable. Los metales pesados afectan al sistema nervioso entre

los muchos estragos que producen en el organismo. No puede haber otro motivo para que los

ancianos aulladores proliferen en el pueblo. Y nadie puede ignorarlo. Un marco perfecto para

que el alcalde se invente ahora a su fantasma particular. Todo, desde luego, para alejar a la

gente de la zona. Es obvio que necesita la mina para él solito. Aunque todavía no sé por qué. Y

eso me da muy mala espina, porque significará que prorrogarán la licencia y con una mina a las

puertas de casa ¿quién iba comprar la carne o la leche de nuestras vacas? Nadie con un poco

de sentido común. Nos tienen atados de pies y manos.

Raquel – (Pensativa) Tal vez tengas razón. Ahora recuerdo que don Emiliano estaba muy

preocupado por meterse en líos con los de la mina. Asustado, diría yo. Temía por los cuidados

médicos de su mujer. En su estado necesita no poca atención sanitaria.

Víctor- Y seguro que el alcalde y su aristócrata preferido les dan algún dinero bajo cuerda para

tenerlos contentos. Apuesto lo que quieras a que con las tierras, raras, la pizarra, el fracking o

lo que sea que hacen en la mina, consiguen ganancias suficientes para comprar el silencio y la

sumisión de todo el pueblo. Pero desde luego, no la mía. ¡Eso nunca!

Raquel- (Habla entre dientes) Tierras raras… pizarra, fracking. Nada encaja. Nada tiene que ver

con…

Víctor- (Al ver que no termina la frase insiste) Tiene que ver con qué. ¿Qué has visto? Todavía

no me has contado nada. ¿Qué ha pasado en la mina?

Raquel- (Se encoje de hombros) Realmente no lo sé. No sé qué ha pasado, no sé muy bien lo

qué he visto. Pero lo que tengo muy claro es que el corazón me pegó tal brinco que pensé que

iba a morirme de un infarto, o peor, devorada por un monstruo de subsuelo o algo mucho más

espantoso. Lo pasé tan mal que si no fuese porque después don Emiliano me acompañó a las

oficinas, no hubiese regresado jamás y me hubiese quedado sin tableta. (Otra vez pensativa y

57
entre dientes) Aunque no sé que hubiese sido mejor, después de esta primera jornada laboral

de pesadilla.

Víctor- Si no eres más clara no terminaré de enterarme.

Raquel guarda un instante de silencio. Mira a un lado y al otro. Estalla un rayo, un trueno y al

fin le hace un gesto a Víctor para que acerque la cabeza y ambos susurran muy juntos.

Raquel- He visto y he oído algo que… No sabría decir…. Algo que me ha puesto la carne de

gallina y el corazón a mil por hora.

Víctor- Pero ¿qué?

Raquel- (Vuelve a mirar a un lado y al otro. Hace una pausa con mucho misterio. Estalla un

rayo y retumba un truena y al fin lo dice.) He visto el monolito. Y he escuchado un terrible

alarido que no se parecía ni al de doña Alondra, ni al de doña Mariposa ni al de ningún otro ser

vivo por muy raro que este sea. Algo mucho peor, mucho más estremecedor. Un sonido que

parecía emerger del subsuelo. ¡Espantoso! ¡Jamás había escuchado algo tan terrible!

Víctor- ¿Un monolito? ¿Alaridos? ¿En la mina?

Raquel- ¡Claro, en la mina! ¿Es que acaso no me crees?

Víctor- ¡Por supuesto que te creo! Pero no entiendo nada de lo que dices. ¿Qué es eso del

monolito?

Raquel- ¿No has visto 2001 Odisea en el espacio?

Víctor- (Sorprendido) ¿La peli esa de ciencia ficción de Stanley Kubrick, de la que unos dicen

que es una obra maestra y otros una mierda pinchada de un palo?

Raquel- (Sonríe) Sí, esa película llámenosla mejor “tan polémica”

Víctor- (Sonríe a su vez) ¡Vale, “muy polémica”! Lo acepto. Dejémoslo así. ¿Y qué pinta aquí

esa peli “tan polémica”?

58
Raquel- Pues que el monolito de la película, o uno muy parecido está aquí, en este pueblo, en

la mina. Para ser más exactos en la antigua mina. Su sola visión es estremecedora, te lo

aseguro.

Víctor- ¿En la antigua mina? Pero si esa lleva muchos años cerrada y nadie entra en ella desde

que yo era un niño.

Raquel- Pues no lo está tanto. Y te puedo asegurar que allí entra gente, y gente de carne y

hueso y no espíritus aulladores.

Víctor- Con lo de espíritus aulladores no te referirás a las choradas fantasmales que sugirió el

alcalde, ¿verdad? No me va a amedrentar con una nueva serie de mentiras aunque estas sean

de la modalidad sobrenatural.

Raquel- El monolito no es sobrenatural y la persona que llevaba este pañuelo tampoco.

(Señala el pañuelo que lleva enlazado al cuello) Estaba en la entrada de la mina vieja. El broche

que lleva prendido brillaba en la penumbra y llamó mi atención. Por eso me atreví a

acercarme a la antigua mina. Si no fuera por eso, te hubiese contado que la mina estaba a

punto de cerrar ya que no se veía actividad industrial alguna, que podías solicitar la revocación

de la licencia minera porque no realizaban ya en ella ningún tipo de extracción. No se veían ni

camiones ni operarios de ningún tipo. Ni un alma, como te dije, o mejor, ni un trabajador

porque los gritos salieron de alguna parte.

Víctor- Pero háblame del monolito. ¿Cómo es? ¿Qué pinta en la mina?

Raquel- (Tomando el chocolate se encoje de hombros) No tengo ni idea qué hace esa cosa en

la mina. Como te dije es exacto al monolito de la película. Cuando me agaché a recoger el

pañuelo lo vi a lo lejos. No sé si fue gracias a la luz de un rayo, pero lo vi claramente allá al

fondo. Inmenso, imponente, aterrador. Un monolito rectangular que casi rozaba el techo de la

mina. ¡Enorme!

Víctor-(Perplejo) ¡Increíble! ¿Y cuándo lo viste escuchaste los aullidos?

59
Raquel- ¡Exacto! ¡Fue lo más aterrador que he vivido en mi vida y eso que desde que he

llegado a este pueblo no gano para sustos! ¡Pero este fue un susto de grado superior! El más

grande no, lo siguiente. Para que te hagas una idea.

Víctor- Entiendo que te asustaste mucho.

Raquel- Dicho así no suena lo suficientemente espantoso, pero sí. ¡Muy fuerte! Salí por piernas

y hasta que don Emiliano no vino a rescatarme, no me atreví a regresar para subir al edificio en

busca de la tableta. Afortunadamente, para entonces los gritos habían cesado. Solo la maldita

lluvia y la constante tormenta continuaban en la mina. Nos largamos lo antes posible. No te

imaginas que día he pasado tratando de concentrarme en los clientes y en sus respuestas a los

formularios, cuando no dejaba de pensar en el monolito y en los gritos.

Víctor- (Atónito) ¡Un monolito! ¡Aquí en el pueblo! ¿Qué podrá significar? ¿Tú viste la película?

¿Sabes qué significaba el monolito en el filme?

Raquel- Sí. La verdad es que la he visto hace poco. Mi amiga Marta, con la que comparto piso,

es muy aficionada a la ciencia ficción y esa peli le gusta especialmente. No me preguntes por

qué.

Víctor- Entonces podrás al menos explicarme de qué iba lo del monolito. Yo creo que vi la

película hace muchos años, siendo un chaval, y si entendí algo en aquel entonces, cosa que

dudo, ya no lo recuerdo. Ahora que en este pueblo hay un monolito igual, creo que es

fundamental saber qué significaba el de la película.

Raquel- Según parece tenía un significado alegórico. Quería representar algo así como una

inteligencia superior y extraterrestre que manipuló la mente de los primeros homínidos para

obligarles a evolucionar.

Víctor- Esa escena la recuerdo. Una especie de gorilas que ven el monolito mientras sonaba

música clásica muy famosa.

60
Raquel- Así habló Zaratustra. De Richard Strauss. En esa escena, gracias al monolito, los

primates aprendían a utilizar instrumentos. Era la evolución humana.

Víctor- Entiendo. Y la escena termina con un mono liquidando a otro a golpes. ¿También era

eso evolución?

Raquel- Pues no lo sé. ¿El monolito los empujaba a matar o solo a utilizar instrumentos y lo de

matar fue de cosecha humana propia? ¿Quién sabe? Lo que quedaba claro es que el monolito

era extraterrestre, claro. Te seré sincera. A mí no me gustó mucho la película. La vi por Marta,

que es una friki de la ciencia ficción.

Víctor- ¿Y tú crees que el monolito de la película guarda relación con el de la mina?

Raquel- ¿Sugieres que tiene que ver con una inteligencia superior extraterrestre?

Víctor- Si consideras que el alcalde y el miserable aristócrata Aniceto de Castro y Aguete son

extraterrestres, podría ser. Aunque yo me pregunto si existirá alguna relación entre el

monolito de la mina y la explicación de la película.

Raquel- No tengo ni idea, pero te diré que en este pueblo pasan cosas muy extrañas. Mucho.

Y si el monolito, los aullidos y los supuestos fantasmas del alcalde no fueran suficientes, está lo

de Vozarrón que también es raro, raro, rarísimo.

Víctor- ¿Lo dices porque te hayan traído a un pueblo repleto de ancianos a los que no les

interesan las nuevas tecnologías?

Raquel- Eso por descontado. Ahora sé que no ganaré ningún plus porque no haré ni un solo

cliente, no rellenaré ni un solo formulario de petición de wifi. Don Emiliano ya me ha

acompañado en el recorrido de buena parte de la zona y la repuesta ha sido negativa en cada

uno de los domicilios que he visitado. Pero aún hay más. (Ambos aproximan las cabezas y

Raquel cuchichea) Durante el viaje en taxi a lo largo y ancho de la comarca, me quedé

alucinada cuando descubrí, al otro lado de la montaña, una instalación de telefonía móvil de

Vozarrón completamente nueva. ¿Qué te parece?

61
Víctor- (Ahora es él quien se encoje de hombros) ¿Y eso qué significa?

Raquel- Que a pesar de que he visto una antena de telefonía móvil de última generación

apenas hay cobertura en el pueblo y casi es imposible hablar por teléfono. ¿Cómo lo ves? Raro

¿no?

Víctor- (Pensativo) ¿Y qué tendrá que ver eso con el monolito? ¡El monolito! ¡Aún no me entra

en la cabeza que haya un monolito de esas características en la mina! ¡Es una locura!

Raquel- Locura como todo lo que sucede en este pueblo. (Toma algo de chocolate ) Y sigo sin

saber qué demonios hago aquí, con un sueldo ridículo y sin posibilidad de conseguir ni una sola

comisión por cliente. ¡Me han tomado el pelo a base de bien! ¡Estoy aquí haciendo el canelo!

No sé quién y por qué me ha hecho esta jugada. ¿Solo porque soy mujer y joven? ¡Esos

miserables de Vozarrón! ¡Debería de largarme ahora mismo! ¡Mandarlos a la mierda y dejar

este falso trabajo! ¡Hasta el jefe de zona me ha dicho que todo esto no es más que algún

chanchullo del jefazo! ¡Todo es horrible, la verdad! ¡Este pueblo es un horror!

Víctor- (Apenado) Lamento mucho que no te guste nuestro pueblo. Espero que al menos mi

compañía te haya ayudado a pasar este mal momento.

Raquel- (Preocupada por no haber sido muy cortés) ¡Claro, desde luego! No quería decir eso.

El pueblo no está tan mal. (Se detiene un instante y baja un poco el tono de voz) O al menos,

no todo el mundo en el pueblo está tan mal.

Víctor- (Sonríe) Espero que ese comentario final haya sido por mí.

Raquel- (Se ruboriza) Puede ser. (Dice con cierta coquetería)

Víctor- No dudes que haré todo lo que esté en mi mano para hacerte la estancia agradable,

sea esta lo larga que tú decidas.

Raquel- (Todavía coqueta) No dudo que lo vayas a conseguir. (Cambiando el gesto) Aún no

tengo claro qué voy a hacer de mi vida. No he tomado una decisión todavía.

62
Víctor- Mientras tanto podrías ayudarme con lo de la mina. Tengo que saber qué pasa en ella

para que también yo pueda tomar decisiones sobre mi futuro. Si las prospecciones van a seguir

no tiene sentido que piense en montar una granja ecológica en este pueblo. Sería absurdo.

Necesitamos un informe de la administración que nos garantice el cierre definitivo de la mina

que devuelva el pueblo a los ciudadanos. No hay otro camino. Sea lo que sea que extraen en

la mina, si no fuese muy contaminante no andarían con tanto secretismo. Algo gordo tienen

que ocultar. Debo averiguarlo cuanto antes. Ya no aguanto ni un minuto más esta

incertidumbre. Y tengo que reconocer que tu llegada ha sido un verdadero golpe de suerte.

(Hace una pausa antes de añadir) En todos los aspectos (Dice con cierto retintín) Pero

principalmente porque has conseguido aproximarte a la mina, cosa que a ninguno de nosotros

se nos ha permitido jamás. Los adláteres del alcalde vigilan a los vecinos estrechamente.

Siempre saben lo que hacemos y dónde estamos. Tú caso es diferente.

Raquel- (Terminando su chocolate) No dudes que te ayudaré en todo lo que esté en mi mano.

Tiempo tengo de mandar a paseo a Vozarrón y de quedarme en el paro. No me corre prisa

quedarme sin empleo y sin dinero. Además, he encontrado buena compañía y eso tampoco es

sencillo de conseguir. Así que yo he de reconocer que también he tenido algo de suerte.

Se miran un rato, se ponen nerviosos, colorados, pero al fin retoman el asunto justo tras un

trueno y un relámpago que sobresalta a la joven.

Víctor- Tengo que ir a la mina y cuanto antes. Tengo que ver con mis propios ojos el monolito.

No hay otra manera de averiguar qué está pasando allí. ¡No la hay! Y no me voy a demorar

mucho. Esta misma noche me acercaré. No les daré oportunidad de retirar el monolito.

Raquel- (Sin dudar) Te acompaño. Yo te lo enseñaré.

63
Víctor- (La mira perplejo) ¿Estás segura? Acabas de decir que pasaste el peor momento de tu

vida. No querría abusar de tu amabilidad sometiéndote de nuevo a una mala experiencia.

Raquel- (Sonriente) Ahora es diferente… No estaré sola. Bueno, si no te molesto, claro.

Víctor- (Encantado) ¡Por supuesto que no! Me encantaría que vinieses. Una aventura

nocturna… podría estar bien. (Con cierta ironía)

Raquel- (También irónica) A mí también me gustan las “aventuras nocturnas”. Además

debemos fotografiar el monolito y hacerlo público. Si a las autoridades no les interesa lo que

sucede en la mina, seguro que a la prensa sí. Es nuestra única alternativa. Encontraremos a

alguien que quiera airear este misterioso asunto.

Víctor- ¡Esa es una estupenda idea! Ya que no puedo contar con la ayuda de mis vecinos,

recurriré al resto de la opinión pública. Tu plan no podía ser más acertado. Eres lista, desde

luego.

Raquel-(Colorada y sonriente) Se hace lo que se puede.

Víctor- Pues no se hable más. ¡Invito yo! (Levanta la mano para llamar a la camarera y Raquel

agradece el detalle) Esta misma noche vamos de expedición.

Raquel- ¡Me parece perfecto! Te esperaré en la puerta de la pensión después de la cena. Es a

las 9. Aguardaré hasta que todos se hayan retirado. No quiero que sepan en lo que andamos

metidos. Será lo mejor. (Dice ya levantándose de la silla)

Víctor- (Todavía sentado) Totalmente de acuerdo. Sobre las once y media te estaré esperando

en la farola de enfrente a la pensión. Ven bien abrigada y con ropa de lluvia.

Raquel- (Sarcástica) ¿Ropa para la lluvia? ¡No me digas! Vaya, no se me había ocurrido.

Víctor- (Se echa a reír) Es que estamos….

Raquel- (Lo interrumpe) ¡No me digas más! “Estamos en la temporada de lluvias”. ¡Hasta la

noche! (Saliendo)

Víctor- ¡Nos vemos!

64
Cae el telón.

Acto tercero

Escena I

En el escenario está en penumbra. Solo vemos una farola. Continúa la perpetua tormenta con

una lluvia incesante, rayos y truenos. Se escucha también a lo lejos el sonido apagado de un

helicóptero.

Entra en escena Raquel con paso decidido parapetaba bajo un paraguas y con el pañuelo

cubriéndose la cabeza. Alcanza la farola y consulta su reloj. Mira hacia un lado y hacia el otro.

Como no ve a Víctor saca el teléfono y realiza una llamada.

Transcurridos unos segundos en un rincón del escenario aparece Marta de nuevo. Sentada en

una silla con una extraña mascarilla verdosa extendida en la cara, el pelo recogido de estar por

casa y un montón de exámenes sobre sus piernas.

Marta- ¿Diga?

Raquel-¡Holaaaaaaa! ¿Cómo marcha esa vida?

Marta-(Pega tal alarido que Raquel a punto está de morirse del susto) ¡Ahhhhhhhhh! ¡No me

lo puedo creer!

Raquel- (Asustada) ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué te ha sucedido?

Marta- ¡Quiero verte la cara! ¡Ahora mismo! ¡Conecta la cámara del teléfono, pero ya!

Raquel- (Confusa) ¿Pero qué ha ocurrido? ¿Qué te sucede?

Marta- (Con urgencia) ¡Tú conecta la cámara ipso facto!

Raquel-(Todavía perpleja obedece, conecta la cámara del teléfono y mirando hacia la pantalla

comienza a gritar a su vez) ¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¡Cielos! ¿Pero qué te ha pasado en la cara?

¿Qué es esa cosa verde? ¡Es espantosa! ¡Es terrible!

65
Marta- (Al ver por su teléfono el rostro de su amiga grita una vez más) ¡Ahhhhhhhh! ¡Sí! ¡Me lo

imaginaba! ¡Pero cómo te lo montas! Solo con oír tu voz me he dado cuenta. Y mirándote a la

cara no lo puedes negar.

Raquel- (Cada vez más confusa) ¡No entiendo nada! ¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué

demonios le pasa a tu cara? ¡Me has dado un susto de muerte!

Marta- ¿En mi cara? En mi cara no hay nada más que mascarilla facial. ¿Pero qué es lo que hay

en la tuya? ¡Un chico, por supuesto! De eso estoy hablando. ¿De qué otra podía ser? ¡Es

evidente que has conocido a alguien! ¡Un chico!

Raquel- (Todavía más perpleja) Así que ni es una reacción alérgica ni te has pasado al mundo

de los fantasmas. ¡Solo es crema! ¡Menudo susto!

Marta- No cambies de tema y volvamos al chico que has conocido.

Raquel- ¿Cómo puedes saber algo así? Sí, lo admito. He conocido a un hombre. Se llama

Víctor. Pero no sé a qué viene todo este alboroto.

Marta- (Suelta una carcajada) Con solo escuchar tu tono de voz, ya me di cuenta de que no

estabas ni tan asustada como antes ni con ganas de salir corriendo. Es que soy tu mejor amiga,

no lo olvides. No hay nada que me puedas ocultar. ¡Tenía que ser por un chico! ¡Desde luego!

Raquel- Pensaba contártelo. No es nada importante.

Marta-¡Ya! Y voy yo y me lo creo. ¡Si hasta te has gastado una pasta gansa en ponerte guapa!

Raquel- (Confusa) Ahora sí que me he perdido. ¿De qué estás hablando? Si tengo los pelos

hechos un asco con tanta lluvia.

Marta- Pues de ese súper carísimo pañuelo marca Cristiano Antón que te has comprado. Te

habrá costado una fortuna. Y no es propio de ti semejante despilfarro. He visto ese pañuelo en

casa de Elena. Es una línea súper exclusiva. (Ahora pensativa) ¿De dónde demonios lo has

sacado en ese pueblo de mala muerte? No me digas que tienen una tienda Cristiano Antón que

me quedo muerta.

66
Raquel- (Sorprendida por la noticia) ¿Lo dices en serio? ¿Es este pañuelo tan caro, tan

exclusivo?

Marta- ¡Por supuesto que sí! Ya te he dicho que tuve que tragarme una conferencia de Elena

sobre los productos Cristiano Antón para que me dejase alguna de sus carísimas cremas y ese

pañuelo era uno de sus trofeos más valorados. Me lo enseñó así como cincuenta veces,

dejándome claro que con mi sueldo no me alcanzaría ni para comprar un pequeño fragmento

del precioso broche que lleva prendido.

Raquel- Ahora sí que me has dejado patidifusa. No he comprado este pañuelo. Me lo he

encontrado en la famosa mina abandonada del pueblo.

Marta- Pues no estará tan abandonada si has encontrado un pañuelo exclusivo, recién salido a

la venta del súper Cristiano Antón.

Raquel- (Mirando sorprendida al pañuelo) Mira que es raro. ¿Quién en este pueblo podrá

permitirse semejante desembolso? Posiblemente o el alcalde o el aristócrata, desde luego. Así

que son ellos los que visitan la mina.

Marta- Me extraña que esos dos señores lleven al cuello ese pañuelo. Está claro que hay una

mujer muy coqueta y de buena posición que visita la mina. Obviamente.

Raquel- No te imaginas la cantidad de cosas extrañas que suceden en este pueblo.

Marta- ¿Cómo la aparición de ese tal Víctor? No me has dicho nada sobre él.

Raquel- La verdad es que no hay mucho que contar. He decidido echarle una mano para

averiguar qué es lo que está pasando en la mina. Es ingeniero ¿sabes?

Marta- (Divertida) ¡Hala! ¡Qué casualidad! Como tú.

Raquel- Ingeniero agrónomo. Quiere montar una granja y para ello necesita que las

autoridades cierren la mina y emitan un informe favorable respecto a la contaminación

ambiental. Pero los de la mina llevan meses dándole largas y si esto no se resuelve pronto

pues tendrá que abandonar sus sueños e incluso también el pueblo.

67
Marta- (Apenada) Vaya, qué lástima. (Cambiando el tono) ¡Pero háblame de él! ¿Es guapo?

Raquel- No sabría decirte. Tampoco me he fijado mucho. He decidido ayudarle no porque sea

feo o guapo, sino porque tenemos que apoyarnos frente a los poderosos. Por separado somos

fáciles de someter. Mírame a mí que ni siquiera he podido conservar los derechos sobre mi

propio proyecto de investigación. Pero si estamos juntos somos más fuertes. ¿Lo entiendes?

(Marta asiente con la cabeza) Por eso me he ofrecido a acompañarle. Con el móvil grabaremos

todo lo que ocurra en la antigua mina y por supuesto el escalofriante monolito.

Marta- ¿Qué monolito?

Raquel- Alucinarías si lo vieses. Un monolito inmenso muy parecido al de la famosa peli de

ciencia ficción.

Marta- Me dejas patidifusa. ¡Cómo en el súper peliculón de 2010 Odisea en el espacio de

Kubrick! ¡Alucinante! ¡Genial! ¡Menudo misterio! ¿Y qué hace ese monolito en la mina?

Raquel- Eso es lo que vamos a averiguar esta noche y después, cuando lo hayamos

documentado todo, cuando tengamos fotos de todo, buscaremos a alguien que quiera hacerlo

público. Buscaremos una revista o periódico…. Ya veremos.

Marta- Por eso no debes preocuparte. Cuando hayáis hecho las grabaciones o las fotos, solo

tienes que enviármelas al teléfono y yo me encargaré de hacerlas públicas.

Raquel- ¿Tú? ¿Cómo?

Marta- (Agita los exámenes que tiene en la mano) Pues por fin haré valer tanto favor que

estoy haciéndole a Abel, mi colega el profesor de ciencias del grupo C. Ya te he contado que

está metido en cuanta publicación sobre el medio ambiente sale a luz. Imagino que este

asunto le interesará. ¡Estoy segura!

Raquel- ¡Esa es una idea magnífica! ¡Es genial! ¡Muchísimas gracias, por el favor!

Marta- ¡Venga, chica, que somos amigas! Faltaría más.

68
Raquel- Pues exactamente eso es lo que haré. Tan pronto realice la grabación te la remito. Y

entonces todo estará en tus manos.

Marta- Haré unas llamaditas y prepararé el terreno para que lo publiquen lo antes posible.

Pero dejemos este asunto y pasemos a uno más importante que has dejado de lado.

Raquel- (Confusa) ¿De qué hablas ahora?

Marta- ¡Venga ya! ¿De qué va a ser? ¡Del guapo que te has echado! ¡De Víctor! Con el cambio

de actitud que he notado en ti, apuesto lo que quieras a que es un verdadero bombón y está

para pegar gritos de emoción. ¿A qué sí?

No bien había terminado la frase cuando un terrible alarido se escucha en escena y unas luces

se agitan a lo lejos. Raquel se sobrecoge y Marta también grita.

Marta- ¡Cielos! ¿Es tan guapo entonces?

Raquel- ¡Calla, mujer! ¡No soy yo la del grito! (Dice mirando a un lado y al otro aterrada)

Marta- ¿No? Entonces, ¿qué pasa? ¿Hay alguien contigo? ¡Dime qué sucede, por favor!

Raquel- (Mueve el teléfono para que Marta observe la noche) ¡Pts, calla! ¡No entiendo! ¡No

veo nada!

Pero de repente aparece una mujer gritando como una loca y corriendo, hacia Raquel y hacia

el teléfono, con unos velos grises rasgados flotando sobre los hombros.

Marta- (Grita) ¡Qué horror! ¡Un fantasma!

Raquel- ¡Socorro! ¡Auxilio!

69
La mujer aulladora alcanza a Raquel, se lanza sobre ella, la abraza y se desmaya. La joven

guarda el teléfono en el bolsillo e intenta depositar a la mujer en el suelo con delicadeza.

Marta- ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando? ¡No veo nada! ¡Ya no oigo nada! ¿Dónde está el

fantasma?

Raquel- (Grita para que el teléfono del bolsillo capte el mensaje de rodillas al lado de la mujer)

¡Qué alivio! ¡No es un fantasma! ¡Es una señora! ¡Pobre! Se ha desmayado. (Le quita el manto

de gasas grises que le confería aspecto terrorífico y le toma la mano)

Marta- ¿Estás segura de que no es un fantasma?

Raquel-(A la desmayada) ¿Puede oírme? ¿Está usted bien? (Coge el teléfono de nuevo y lo

pega en la oreja) Tenía un manto de seda gris hecho girones que le daba una pinta aterradora.

Pero solo es una señora. (Con las gasas grises en la mano) Con un extrañísimo manto gris

completamente rasgado.

Marta- ¿Un manto rasgado? Será una indigente.

Entra en escena apresuradamente Don Emiliano, el taxista agitando una potente linterna. Se

aproxima por la espalda de Raquel provocándole el consabido susto.

Emiliano- ¡Al fin la he encontrado! ¿Se encuentra bien?

Raquel- (Tras un gritito se vuelve hacia el hombre con la mano en el pecho) ¡Es usted, don

Emiliano! ¡Maldita sea! ¡Van a acabar conmigo en este pueblo!

Emiliano- Lo lamento, señorita, pero tenía que encontrar a mi mujer. Está muy mala sabe

usted.

Raquel- ¡Ah! Así que esta es su mujer. Pues se ha desmayado.

70
Emiliano-(El hombre intenta levantar a la mujer del suelo) Se escapa a veces y pasea por ahí.

No está bien de los nervios.

Raquel- (Echándole una mano para incorporarla) Tome, este extraño manto es suyo.

Emiliano-(Niega con la cabeza) No. Eso yo no lo había visto nunca. Se lo habrá encontrado por

el camino, la pobre va recogiendo todo con lo que se tropieza. (Raquel extrañada se lo guarda

entonces en un bolsillo)

Mariposa- (La mujer abre los ojos) ¿Todavía estoy en la mina? (Musita)

Emiliano- No, querida, no estás en la mina y no deberías volver por ahí. Sabes que está

prohibido. Estamos en la calle. ¡Tranquila, no pasa nada! ¡Regresemos a casa, por favor!

Raquel- ¿Quiere que le ayude? ¿Quiere que les acompañe hasta su casa?

Emiliano- No, muchas gracias. Ya puedo yo. ¡Qué pase usted buena noche! (Dice saliendo con

su mujer sujeta por la cintura)

Raquel- ¡Qué se mejore su esposa!

Emiliano- (Antes de abandonar el escenario se vuelve) No debería estar usted a estas horas en

la calle. ¡Es peligroso!

Raquel- (Perpleja) ¿Peligroso? ¿Por qué?

Emiliano- (Suspira) No sé. Tal vez se acatarre con tanta lluvia. (Se da media vuelta y

desaparece)

Marta- (Grita a pleno pulmón) ¿Me oyes? ¿Se me oye? ¿Hay alguien ahí? ¡Contesta, por favor!

Raquel- (Coge de nuevo el teléfono) Ya se han ido. ¡Menudo susto! ¿Eh?

Marta- ¿Seguro que no era un fantasma?

Raquel- Ya te lo he dicho. No, era doña Mariposa. Ya ves que no era exagerada al decirte que

en este pueblo pasan cosas muy extrañas y eso que no te he contado ni la mitad.

Marta- ¡No me digas más! Ahora me hablarás de los helicópteros ¿no?

71
Raquel- ¡Y dale con los helicópteros! ¡Qué me importan los helicópteros! Te iba a hablar de

Vozarrón cuyo jefazo ha venido a este pueblo “in person” y nadie sabe en qué chanchullo está

metido. No me extrañaría nada que yo no fuese más que su cuartada para acudir a este rincón

alejado del mundo, pero no le voy a servir de mucho, no conseguiré ni un solo cliente. No

podrá justificar su presencia aquí con ningún volumen de negocio. Ni un solo cliente. ¿Es raro

o no es raro? Y eso sin contar que a pesar de que aquí casi no hay cobertura, en la montaña,

cerca de la mina, cuentan con una súper antena de telefonía móvil.

Marta- (Pensativa) Pues sí que suena todo muy raro.

Raquel- Y falta el asunto del fantasma aullador que me encontré en la mina justo después de

descubrir este lujoso pañuelo y el misterioso monolito ¿Cómo lo ves?

Marta- ¡Un fantasma aullador! Caray, pues lo veo grave, sí y muy misterioso.

Raquel- Pues espero que todo este misterio se resuelva esta noche, cuando Víctor y yo

grabemos todo lo que está sucediendo en el interior de la montaña.

Marta- ¡Qué emocionante! ¡Una cita romántica en plena noche!

Raquel- Más que una cita romántica, es una aventura nocturna.

Marta- (Se ríe con picardía) Bueno, así aún suena mil veces mejor. Una mina abandonada, un

misterioso monolito, un fantasma aullador y un hombre joven y guapo. Y la chica, claro.

(Divertida)

Raquel- Déjate de películas que la noche tampoco está para paseítos de la mano. (Dice tras el

estallido de un trueno) Además no creas que va a ser agradable. He pasado mucho miedo en la

mina, tendrías que haber escuchado los alaridos que de ella brotaban. Los de doña Mariposa

parecen cosa de risa a su lado.

Marta- Espero que no te estés metiendo en algún asunto turbio. Está bien que quieras ser

solidaria ayudando a un chico guapo en apuros, pero tampoco te pases. No me gustaría que

después lo lamentaras.

72
Raquel- No te preocupes por nada. No tendré miedo ahora que voy acompañada. Además me

come la curiosidad. Necesito saber qué está pasando aquí y qué pinto yo en un pueblo donde a

nadie le interesa instalar Internet sin hilos.

Marta- ¿Pasará ese tal Víctor a recogerte?

Raquel- En eso hemos quedado. He salido a la hora, pero parece que se retrasa.

Marta- Espero que llegue pronto. Yo voy a provechar para llamar a Abel, el profe de ciencias, y

contarle todo esto. Estoy segura de que también a él le picará la curiosidad y se comprometerá

a publicarlo.

Raquel- ¡Eso es perfecto! ¡Justo lo que necesitábamos!

Marta- Entonces cuelgo y me pongo a ello. Tú ten cuidado, por favor. ¡No corras ningún riesgo!

Raquel- No te preocupes por nada. Te enviaré lo que grabemos en unas horas.

Marta- Está bien. ¡Estaré atenta! ¡Ten cuidado y hasta luego!

Raquel- ¡Chao!

Ambas cuelgan y Marta comienza a marcar un número de teléfono cuando su luz se apaga y

desaparece de escena.

Raquel permanece en silencio, escrutando la noche y soportando la lluvia y la incesante

tormenta.

Al fin escucha unos pasos.

Raquel- (Mirando a un lado y al otro) Oigo pasos. Alguien viene y esta vez no voy a permitir

que me sorprendan por la espalda. ¡Ni de bromas!

Entonces comienza a girar de un lado a otro tratando de no ser sorprendida por el autor de los

pasos que escucha. Cuando está vuelta hacia un lado, al fondo, el escenario es atravesado a

73
toda velocidad por la figura envuelta en gasas grises rasgadas que desaparece de escena sin

que la muchacha se hubiese percatado.

Al fin aparece Víctor apresuradamente por un lado del escenario. Raquel lo descubre y

aguarda pacientemente bajo el paraguas a que llegue a su altura.

Víctor- Hola. Siento haberte hecho esperar. ¿Has terminado de cenar hace mucho?

Raquel- Hola. Un rato. Hoy la cena fue rápida. Por suerte El Charly parecía tener mucha prisa

y así que nos ahorró su música estruendosa y los chascarrillos y guasas de la última noche.

Víctor- He venido en cuanto he podido. Es que he tenido una excursioncita muy interesante

esta noche.

Raquel- No te preocupes. No he esperado tanto y además, ha sido muy entretenido. (Con

ironía) Doña Mariposa y su marido el taxista han estado por aquí. Ella aullando y él, el pobre,

intentado que regresase a casa. ¡Me han dado un buen susto!

Víctor- ¡Pobre mujer! Estoy seguro de que su estado nervioso se debe a las actividades de la

mina.

Raquel- Pues según decía, venía precisamente de allí. Y con esto. (Dice levantando los velos

rasgados grises) ¡Ya ves! Parece el uniforme de un fantasma. ¡Todo es demasiado extraño en

este pueblo!

Víctor- Pues aún hay más. He visitado las instalaciones de Vozarrón y es verdad lo que tú

decías. La antena es impresionante. Deberíamos tener cobertura desde cualquier rincón del

pueblo.

Raquel- Ya te dije que eso también era rarísimo.

Víctor- Pues los helicópteros todavía lo son más.

Raquel- (Perpleja) ¿Otra vez con los helicópteros a vueltas? ¡No lo entiendo!

74
Víctor- Pues yo tampoco. Solo te puedo decir que he descubierto la magnífica pista de un

helipuerto que se oculta tras la montaña. ¡A todo lujo!

Raquel- (Pensativa) Seguro que el jefazo de Vozarrón que llegó aquí en helicóptero ha utilizado

esas instalaciones.

Víctor- No me extrañaría. Ya ves ¡En este pueblo en el que no hay ni centro comercial ni

siquiera hospital, ahora tenemos un helipuerto que ni en las películas norteamericanas! Y todo

tiene que ver con la antigua mina. Estoy seguro.

Raquel- Y con el monolito y el fantasma aullador, por supuesto.

Víctor- Eso está claro.

Raquel- Pues que no se hable más. Ya lo he arreglado todo con mi amiga Marta. Así que no nos

queda más que grabar todo lo que suceda en la mina y enviárselo de inmediato. Ella se

encargará de hacerlo público. Todo el mundo se enterará. Las autoridades ya no podrán mirar

para otro lado. Tendrán que resolver el conflicto y o bien, permitir que la mina continúe o

cerrarla para siempre. Pero tendrán que pronunciarse públicamente. Creo que tras esta noche

tu destino y el de este pueblo quedarán mucho más claros.

Víctor- (Suspira hondo) Espero que al final la cierren, pero tienes razón. Sea cual sea la

resolución de las autoridades, al menos sabremos a qué atenernos y mi vida no seguirá ya más

tiempo en suspenso. Tengo que avanzar.

Raquel- ¡Pues hagámoslo, avancemos y pongámonos en marcha! ¡La mina nos espera!

Víctor- (Asiente con la cabeza y le ofrece galante el brazo) ¿Qué te parece si me dejas un

espacio bajo el paraguas? Tenemos por delante un paseíto “muy agradable” (Dice justo

cuando estalla un rayo)

Raquel- (Sonríe tras el sobresalto y se engancha de su brazo) ¡Pues vamos allá! ¡A disfrutar de

esta preciosa noche! (Con ironía)

75
Los dos jóvenes caminan juntos, cogidos del brazo, bajo el paraguas, hasta que al fin salen de

escena. Cae el telón.

Escena II

En primer plano, en un extremo del escenario se hallan un montón de cajas y al otro extremo,

también en primer plano, se ocultan Raquel y Víctor tras un contenedor de basura ya cerrado

el paraguas y apoyado contra el contenedor. Ambos contemplan atónitos el escenario que se

halla repleto de pequeñas luces, simulando diminutas velas. La tormenta arrecia con sus rayos

y truenos y una estremecedora y sorda salmodia a ritmo de paso de semana santa parece

aproximarse lentamente.

Raquel-(Atónita susurra) ¿Qué es todo esto? ¿Qué significan esas luces, ese rumor? Te

prometo que nada de esto estaba aquí esta mañana. ¡Nada!

Víctor-(Igualmente sorprendido) No tengo ni idea de qué está pasando. Pero tengo muy claro

que esto es cosa del alcalde y del maldito conde. ¿Qué se traerán entre manos? ¿Qué sacarán

con todo esto?

Raquel- ¡Mira! ¡Cuidado! ¡Alguien se acerca!

Un grupo de personas elegantemente vestidas, desde el extremo opuesto del escenario donde

se ocultan Raquel y Víctor, avanzan lentamente hacia la cueva donde se encuentra la antigua

mina. Todos ellos caminan solemnes con los labios apretados y emitiendo un rumor sordo e

intermitente a ritmo de procesión de semana santa que llena el escenario como una misteriosa

plegaria. A medida que se acercan a la mina, forman una fila de a dos, de espaldas al público y

sin dejar de emitir el rumor sordo e intermitente se mueven simulando que siguen avanzando.

76
Víctor-(Susurrando) ¡No me lo puedo creer! ¿Quién es toda esta gente? ¡Pensé que la mina

estaba abandonada! Jamás me hubiese imaginado que en plena noche esto estaría tan

concurrido. ¿Pero qué demonios está pasando aquí? ¿De dónde ha salido todo este personal?

Raquel-(Asustada también susurra) Ahora comprendo lo del helipuerto. No me imagino a

gentes tan elegantes esperando en la destartalada estación de tren como yo.

Víctor- Ni yo, desde luego.

Raquel- ¡Es alucinante! ¿Oyes eso? ¿Qué significa ese estremecedor cántico? ¿Tú comprendes

lo que estamos presenciando? ¡Recuerda a un ritual! ¡Todo esto parece una locura! ¡Dan más

miedo que el fantasma aullador! ¡Te lo aseguro!

Víctor-(Susurrando) Es verdad que todo esto impresiona. Seguro que se dirigen al interior de la

mina.

Raquel- (Pensativa) Todo esto me recuerda….

Víctor- ¿A qué?

Raquel- (Dubitativa) Parece una secta. ¿No? Yo diría que buscan el monolito.

Víctor- (Perplejo) Sugieres que estamos frente a un grupo de adoradores del monolito.

Raquel- Es lo que parece. Adoradores de una entidad superior.

Víctor- ¿No estarás sugiriendo que extraterrestre?

Raquel- ¡Qué sé yo! Pero es posible. ¡Todo esto es delirante! Ni el sigilo de los vecinos con sus

sustos ni la tormenta ni las ancianas aulladoras, esta escena es mucho más aterradora. Un

millón de escalofríos me recorren la espalda. ¡Un millón! ¡Es espantoso!

Víctor- ¡Tenemos que avanzar!

Raquel- (Aterrada) ¿Cómo? ¿Quieres entrar en la vieja mina?

Víctor- No hay alternativa si queremos averiguar qué está pasando y grabarlo para hacerlo

público. Debemos acercarnos más, aunque si no te sientes con fuerzas, lo entenderé. Me

dejas el teléfono y me esperas aquí.

77
Raquel- (Se lo piensa un instante, pero enseguida se decide) ¡De eso nada! Yo te acompaño y

me encargo de la grabación. Por eso no te preocupes. Alcanzaremos esas rocas y nos

ocultaremos tras ellas.

Víctor- ¿Estás segura?

Raquel- ¡Completamente!

Víctor- Pues entonces, avanzaré yo primero para no ser visto. Cuando llegue a las rocas te

hago un gesto.

Raquel- De acuerdo. Entonces yo me reuniré de inmediato contigo. Supongo que desde ahí

podremos ver mejor el interior de la mina.

Víctor- Debemos darnos prisa, parece que la columna de elegantes devotos avanza.

Raquel asiente y Víctor, agachado, se dispone a salir de su escondrijo en dirección al siguiente.

Raquel espera con el corazón en un puño y al fin ve como Víctor corre y se oculta tras unas

rocas. Es el turno de Raquel. Víctor le hace un gesto y la joven asiente. Se prepara para avanzar

hacia el nuevo escondite, observando a los allí reunidos para asegurarse de no ser vista. Pero

antes de que consiga saltar hasta el lugar donde se halla Víctor, una figura cubierta de velos

grises rasgados aparece en escena y se oculta tras las cajas que se hallan en el extremo

opuesto al contenedor. Y justo cuando Víctor intensifica sus señales hacia Raquel para que

esta corra y la joven está a punto de abandonar su escondrijo, la figura fantasmal decide

repentinamente echar a correr y caer de bruces sobre la chica que casi ya había salido de tras

el contenedor. La joven percibe el impacto sobre su cuerpo de algo que no distingue e intenta

gritar. Pero el fantasma se apresura a taparle la boca sin contemplaciones.

Charly-¡Calla, por favor! ¡No grites, por lo que más quieras! ¡Qué nos van a descubrir!

78
Raquel- ¡El fantasma! ¡Suéltame, suéltame! (Grita pero procurando no alertar a las personas

que caminan hacia el interior de la mina)

Charly- ¡Calla, de una vez! ¿No ves que no soy ningún fantasma? (Dicho esto se libera de los

velos que le cubren la cabeza y Raquel descubre a Charly, el hijo de doña Dorinda)

Raquel- (Confusa) ¿El Charly? ¿Eres tú el hijo de doña Dorinda? ¿El de la música escandalosa?

Charly- ¡Claro, soy yo! ¿No me reconoces?

Raquel- (Suspirando aliviada una vez se asegura que no se halla con ningún fantasma) ¿Qué

demonios haces tú aquí en plena noche y vestido de esa manera? ¿A qué juegas?

Charly- (Lloroso) ¡No juego a nada! Yo no tengo nada que ver con eso. ¡Nada! Solo obedezco y

hago lo que me mandan. Nada más. ¡Y ahora la he cagado por completo y me la voy a cargar!

¡Es terrible!

Raquel- (Ahora es ella la que se preocupa porque se escuchen los lloriqueos del chaval)

¡Vamos, tranquilízate que nos van a descubrir por tú culpa!

Charly- ¡Todo está perdido! ¡He metido la pata hasta el cuello y me lo harán pagar muy caro!

¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué va a ser de mí? Creí que podría arreglarlo todo durante la

noche, pero no me imaginaba que iba encontrarme con esta movida, con toda esta gente rara.

Ahora ya no puedo hacer nada. Nada. (Lloriquea)

Raquel- ¡Ptss! No hagas ruido y explícate. No entiendo una palabra. ¿Qué pintas tú en este

fregado? ¿Acaso eres cómplice del alcalde y del conde? ¿Te has aliado con ellos en contra de

todo el pueblo?

Charly-(Agobiado) ¡Yo no soy cómplice de nada! ¡De nada! Soy una víctima más. Yo solo hago

lo que me mandan. ¿Qué otra cosa podría hacer sino obedecer? Es lo que he intentado desde

el principio, seguir las instrucciones a raja tabla. No quería problemas con el alcalde, en casa

no podemos permitirnos algo así. Pero al final lo he echado todo a perder y no hay salida para

mí.

79
Raquel- No entiendo de lo que hablas. ¿Qué es lo que has hecho? ¡Suéltalo ya!

Charly- (Hecho un mar de lágrimas) ¡Lo siento, lo siento! ¡Te pido disculpas! Yo te he asustado.

Hoy, esta mañana, aquí mismo en la mina. ¡Solo hacía lo que me mandaron! ¡Nada más! Tenía

que ser el fantasma de la mina y espantar a cuánto curioso quisiera colarse en su interior.

Nada más. Era divertido. No le hacía daño a nadie y me pagan un dinerito que nos viene a

todos muy bien. Lo lamento, siento haberte asustado, lo digo en serio. No tenía alternativa.

Tenía que obedecer.

Raquel- (Enfadada muestra el manto de gasas que lleva en el bolsillo) Así que tú eras el

fantasma. El que me puso los pelos de punta y casi me mata de un susto. Pues lo has hecho

bien.

Charly- Perdóname, por favor. Yo no quería nada de esto. Tampoco meterme en este terrible

lío.

Raquel- ¿Y qué es lo que has hecho para que ahora estés tan asustado y arrepentido?

Charly-(Gimoteando) Es por la música.

Raquel- ¿Por este extraño cántico que escuchamos?

Charly- No, por mi música. ¡Me la he dejado en la mina!

Raquel- (Molesta) ¡O sea que has perdido tu música! ¡Menuda chorrada! Deja de lloriquear.

¿No te da vergüenza montar este escándalo solo por eso? ¡Con la que está cayendo en este

pueblo! ¿Qué importa ahora tú música? ¿Te has dado cuenta del festival que hay aquí

montado? ¿Por qué nos vamos a preocupar de “tu música” en semejantes circunstancias? (En

ese momento Raquel escucha a Víctor que la llama y se asoma)

Víctor- ¡Vamos! ¿Qué sucede?

Raquel- (Le hace un gesto para que espere) Quédate aquí con tu llorera que yo tengo que

seguir adelante con Víctor.

80
Charly- Se darán cuenta y me echarán. ¿Entiendes? El mismo alcalde me advirtió de que ni

tocase la mesa, que ni la mirase. Mi única misión era espantar a los curiosos. ¡Me va a matar

cuando se entere de que le he desobedecido!

Raquel- ¿De qué mesa hablas?

Charly- Ahí adentro hay un importante equipo de sonido. Una mesa de mezclas alucinante y un

equipo de megafonía que es la leche. ¡Yo quería obedecer y no tocar nada! Pero no lo pude

evitar. Solo quería escuchar mi música en un aparato como es debido. Y por eso la cagué.

(Lloriqueando) ¿Y qué van a hacerme ahora?

Raquel- ¡Un súper equipo de megafonía! ¡Lo tienen todo magníficamente montado!

Víctor- (Se le oye susurrar) ¡Raquel, vamos! ¿Qué está pasando?

Raquel- (Le hace un gesto a Víctor para que aguarde y se vuelve hacia el muchacho) ¡No

lloriquees más y sobre todo no hagas ruido! Nosotros vamos a entrar. Le contaré a Víctor lo de

tu música. Nosotros la buscaremos y te la traeremos. No te preocupes. Quédate aquí y no

montes jaleo. Te lo pido por favor.

Charly- ¿De verdad harías eso por mí después del susto que te di esta mañana?

Raquel-(Tuerce un poco el gesto y suspira) ¡Qué remedio! También eres una víctima como yo.

(Concede al fin. Se asoma para avisar a Víctor que al fin cambiará de escondrijo y así lo hace.

Corre y deja atrás a Charly para reunirse con Víctor)

Víctor- ¿Qué te ha sucedido? Pensé que te había dado un ataque de pánico y habías decidido

quedarte atrás.

Raquel- Nada de eso. Ni te lo creerías. Acabo de conocer al fantasma de la mina. Empiezo a

darme cuenta de que estamos presenciando una pantomima donde hay más embaucados que

embaucadores.

Víctor- ¿Hablas del fantasma aullador que te ahuyentó esta mañana de la mina?

81
Raquel- Exacto. El fantasma de la mina no es otro que El Charly. Así como lo oyes. El hijo de

los de la pensión. Ahora está desolado porque ha perdido su música. ¡Mira tú!

Víctor- ¡No me digas más! El miserable del alcalde contrató al muchacho para asustar a los

posibles curiosos.

Raquel- Exacto, el alcalde y el aristócrata, por supuesto.

Victor- El maldito conde, Aniceto de Castro y Aguete y sus componendas.

Raquel- No sé que se traen entre manos estos miserables que se dedican a asustar a los

ciudadanos, pero ha llegado la hora de desenmascararlos. (Dice sacando el teléfono y

comenzando la grabación) Voy a grabarlo todo, todo y todo. Con este reportaje vamos a dar el

golpe.

Víctor- ¡Cuidado, alguien viene!

Víctor advierte a la muchacha que se ha asomado para grabar porque dos personas han

entrado en el escenario con la intención de ponerse en cabeza de la procesión. Son el alcalde y

el conde. Raquel se agacha un poco pero continúa grabando.

El alcalde alcanza el principio de la fila y levanta las manos tratando de callar a todos los

elegantes personajes que se reúnen en la mina.

Tanto Víctor como Raquel y Charly observan ocultos al alcalde que está a punto de hablar.

Víctor- Son el conde y el alcalde. ¡Los que faltaban! ¡Ahora ya estamos todos! El alcalde

parece que va a decir algo ¿Estás grabando esto?

Raquel- No me pierdo detalle.

Alcalde- (En voz alta) ¡Amigos todos! ¡Gracias por acudir a nuestro humilde pueblo! ¡Todos

hemos sido elegidos para estar aquí! ¡Todos! ¡Porque somos excepcionales y lo sabemos! Si

no fuese así no ocuparíamos los puestos más importantes en nuestra sociedad. Nosotros no

82
somos los que obedecen. No. Ni los que están sometidos. No. Nosotros somos la clase

dirigente, la que ha nacido para controlar este mundo y al resto de sus habitantes. Para dirigir

a gentes que sin nosotros estarían perdidas, gentes que no saben qué hacer si no son

mandadas. El mundo nos necesita, sin nosotros no sería más que un montón de escoria

peleándose una contra otra. Nosotros somos la garantía de la sociedad capitalista. Los que

saben crear riqueza. Los que realmente son personas. Nosotros somos los valiosos. Los

excepcionales. Esos somos nosotros y lo sabemos. (Todos afirman al unísono)

Víctor- (Susurrando perplejo) ¿Estás escuchando?

Raquel- (Asiente con la cabeza) Si fuesen tan excepcionales no formarían parte de esta ridícula

farsa.

Alcalde- Y por eso estamos aquí. Por eso somos nosotros los que hemos sido llamados por una

fuerza superior. Una fuerza que está por encima de todos. Una fuerza que permitirá perpetuar

nuestro estatus superior que muchos amenazan con intención de arrebatarnos. Pero eso

jamás sucederá. (Ahora todos emiten un “no” al unísono) No porque jamás permitiremos que

nos arrebaten lo que es nuestro. Y por ello estamos aquí. ¡Todos reunidos para recibir el regalo

de la fuerza superior! Un regalo que pertenece a nuestra casta y solo a la nuestra. (Un sonoro

“sí” atruena la mina) ¡Elevad amigos míos vuestras voces y preparaos para sentir el poder de la

fuerza en vuestros cuerpos! ¡Ante todos se presenta el poder supremo! ¡El que garantizará

nuestra presencia en la cumbre de esta sociedad generación tras generación! ¡Aquí está ante

vosotros, amigos! ¡Aquí está para que podáis tocarlo! ¡Para que podáis sentir su fuerza

corriendo por vuestras venas! ¡Para que podáis sentir y compartir su poder! (El alcalde susurra

al conde) ¿Estás preparado?

Conde- (Dubitativo murmura) ¿No será mejor que lo conectes tú? Ya sabes que me lío con la

tecnología.

83
Alcalde- (Murmura enfadado) ¿Y me vienes ahora con esas? Haz el favor de obedecerme de

inmediato y ponerte al frente de la mesa. ¡Ya! ¡Y conecta las luces de una puñetera vez! ¡Y no

te equivoques! (El conde asiente, se aproxima a un rincón y se instala ante la mesa) ¡Aquí está,

amigos! (Grita al fin) ¡Inclinaos ante su visión! ¡Ante la visión de la fuerza! ¡Este es el monolito!

El alcalde hace el gesto y el conde conecta la luz. Entonces se proyecta sobre el escenario la

silueta del monolito que lo cubre todo. El rumor de éxtasis de los reunidos llena el escenario

mientras Charly se tapa los oídos aterrado y se pone el gorro del disfraz para protegerse del

estruendo.

Raquel- ¡Ahí está! ¡Es el monolito! ¡Lo estoy grabando todo, todo!

Víctor- ¡El monolito! ¡Es alucinante!

Cuando al fin se acallan los rumores de excitación, el alcalde retoma su discurso.

Alcalde- ¡Ha llegado el momento! Cada uno de nosotros está preparado para recibir la fuerza y

uno a uno nos inclinaremos a los pies del monolito para rozarlo con la punta de los dedos. Esto

será suficiente para recibir su poder y para conservar eternamente el que ahora poseemos.

Para aumentarlo si fuese posible. ¡Somos los elegidos! ¡Somos los importantes! Somos los

herederos del poder del monolito. (Un nuevo sí retumba en el escenario, mientras el alcalde se

dirige de nuevo susurrando al conde) ¿Preparado para conectar los cánticos angelicales?

Conde-(Mira un poco confuso al panel que tiene ante él, pero asiente) ¿Los cánticos

angelicales?

Alcalde- (Susurrando enfadado) ¡Claro! ¿No lo hemos repasado más de mil veces? ¡Los cantos

angelicales!

84
Conde- Lo cantos angelicales, los cantos angelicales… (Musita mientras recorre con la mirada

el panel al completo)

Alcalde- ¡Adelante, amigos míos! ¡Elevad vuestras plegarias mientras realizamos nuestro ritual

de contacto con la fuerza superior!

Una primera pareja de personajes elegantes se aparta de grupo y avanza hacia el fondo del

escenario, mientras el rumor a ritmo de procesión se eleva de nuevo.

Raquel- (Sin dejar de grabar dice temerosa) ¿Qué va a pasar ahora?

Víctor- (Niega con la cabeza) Tú no dejes de grabar pase lo que pase.

Raquel- Eso dalo por descontado.

La pareja que avanza al ritmo de procesión alcanza el fondo del escenario. El alcalde se vuelve

hacia el conde.

Alcalde- ¿Preparado? ¡Conéctalo cuanto te indique! (Con la mano en alto se dispone a realizar

un gesto para que el conde conecte los cantos angelicales y justo cuando la pareja se arrodilla

y extiende la mano para tocar el monolito el alcalde completa el gesto) ¡Ahora!

Conde- ¡Vamos allá con los cantos angelicales! ¡Qué serán estos! (Y los conecta)

Un terrible alarido brota de la megafonía. Los reunidos gritas aterrados. El conde horrorizado

pulsa otros botones y el sonido todavía es más estruendoso, provocando el pánico entre todo

el grupo. Hasta Víctor y Raquel se tapan los oídos.

Víctor- (Grita) ¿Qué demonios es esto?

85
Raquel-¡Es horrible!

Alcalde- ¿Qué mierda has conectado? ¡Eran los cánticos angelicales!

Conde- Los cánticos angelicales…(Repite buscando la manera de conectarlos, pero sin

conseguirlo)

La pareja que a punto estaba de tocar el monolito se levanta y retrocede asustada. Los demás

gritan todavía en su lugar. En ese instante, Charly sale gritando de su escondrijo como un

poseso agitando enloquecido el paraguas que Raquel había dejado atrás.

Charly- ¡El panorama del final de los tiempos! ¡Último viaje por la tierra! ¡Marilyn Manson! ¡Yo

lo apago! ¡Yo lo apago! ¡Marilyn Mansoooooooooooooooon! ¡Rock is Dead! ¡Antichrist

superstar!

Víctor- ¿Qué hace ese chalado? ¡Lo va echar todo a perder!

Raquel- (Sin dejar de grabar) ¡Es el colmo! ¡Es Marilyn Manson! ¡El disco de Marilyn Manson!

Charly con su disfraz de fantasma alcanza al grupo de adoradores de monolito gritando como

un loco. Se desata entonces un pánico general. Todos huyen aterrorizados del fantasma que

repite el nombre de Marilyn Manson, mientras agita el paraguas que golpea a todos aquellos

que tropiezan con él provocando todavía más gritos, todavía más pánico.

Alcalde- ¡Tranquilos, amigos! ¡Qué no cunda el pánico! (Nadie le hace caso y se vuelve hacia el

conde) ¡Maldita sea! ¿No puedes apagar de una vez esa mierda?

Conde- ¡No sé! ¡No entiendo este aparato! No sé qué he conectado. ¡No sé como apagarlo! ¡Ya

te había dicho que no llevo bien lo de la tecnología!

86
Alcalde- ¡Maldita sea mi estampa! ¡Todo se va al garete! ¡Todo a la mierda! ¡Ese imbécil de la

pensión! ¡Maldito el día que se me ocurrió contratarlo! ¡Menudo tarado! (E intenta de nuevo

sin resultado calmar a la masa que empieza a huir despavorida del fantasma aullador.)

Al fin Charly alcanza el control y apaga la estridente música de Marilyn Manson. Vuelve la

calma a la mina, pero ya no queda ni rastro de los elegantes invitados.

Charly- ¡Lo siento muchísimo! ¡Fue sin querer! No quería nada de esto. ¡Menuda cagada

superstar!

Conde- (Mira al alcalde avergonzado) Lo lamento, ya te lo he dicho. No entiendo estos

aparatos. (Dice mientras el Charly manipula la mesa)

Alcalde- (Se encara con el muchacho) ¡Te la vas a cargar, chaval! ¡No vas a salir de rositas de

este fregado, mocoso de mierda! ¡Te voy a destruir! A ti y a toda tu familia. No vais a levantar

cabeza en muchas generaciones. Me has reventado el mejor negocio de mi vida. ¡El mejor!

Ahora que ya habíamos agotado por completo el subsuelo de este maldito pueblo y que ya no

quedaba nada rentable que extraer ni beneficio que obtener, al fin había encontrado la

solución definitiva. ¡Había dado con el negocio del siglo! ¡Esta sí que era una verdadera mina

de oro! Tenía a flor y nada de nuestra sociedad en mi mano. A los hombres más ricos del país

sometidos a mis pies, gracias a mi gran inteligencia y a la habilidad de un viejo y obtuso

pizarrero y mira en que has convertido mi éxito. ¡Lo has visto! ¡Jamás volverán a escucharme!

¡Se han ido aterrorizados! ¡Muertos de miedo! ¡Te estrangularía con mis propias manos! Pero

será mejor dejarte con vida para que toda tu familia sufra las consecuencias de tus actos

durante mucho tiempo. Te arrepentirás. ¡Claro que lo harás!

Charly- Lo siento, perdóneme. No le haga nada a mi familia, por favor. Fue sin querer. Solo fue

un error. Obedecí todas sus órdenes sin rechistar.

87
Alcalde- Además, nadie te va a salvar de una buena mano de leches, mocoso de las narices.

(Grita avanzando hacia el muchacho y sacudiéndolo por los hombros.)

Víctor- (Asoma entonces de su escondrijo) ¡Suelte inmediatamente al chaval! ¡Ahora mismo!

Alcalde- (Se vuelve sorprendido) ¡El que faltaba! ¡Nuestro amigo Víctor! ¡Lárgate que aquí no

se te ha perdido nada! ¡Nadie te ha dado vela en este entierro!

Víctor- Le dijo que suelte al chaval. Está usted acabado. ¡Lo he visto todo! Lo he escuchado

todo. Lo voy a desenmascarar. Su carrera como “líder espiritual de los ricachones del país” ha

concluido. Se le va a caer el pelo por esta farsa ridícula. ¡Será usted el que no levante cabeza

durante generaciones!

Alcalde- (Suelta al muchacho y se encara con Víctor soltando una sonora carcajada) ¿Qué

puedes hacer tú contra mí? ¡Nada! ¡Ja ja! No me hagas reír. No tienes ni dónde caerte muerto.

Así que nadie te escuchará nunca. Nadie creería ni una sola palabra de un pobretón como tú si

te atrevieses a acusarme de algo. Nadie hace caso a los que no tienen dinero. ¡Cada uno vale lo

que tiene! ¡Ja!

Víctor- ¿Ni siquiera los estafados? ¿Ni siquiera esas personas tan elegantes, poderosas y

adineradas? No creo que esos ricachones estén contentos con la burla que usted les ha

preparado.

Alcalde- (Se carcajea) Esos menos que nadie. Tal vez te crean, pero irán contra ti con todas sus

fuerzas. No van a admitir que un cualquiera los ponga en evidencia ante el mundo. ¡Ja ja! No

eres nadie. Tú palabra no vale nada contra mía. (Se ríe de nuevo con fuerza)

Raquel- (Asoma en ese momento de su escondrijo con el teléfono en la mano) Tal vez no crean

en su palabra, pero cuando contemplen ellos y todo el mundo, lo que he grabado con el

teléfono se le va a caer usted el pelo. Creo que si hay alguien aquí totalmente acabado es

usted, señor alcalde. Y desde luego, también su amiguito del alma, el señor conde.

Alcalde- (Se vuelve al conde) ¡Ve a por la chica! ¡Sácale el teléfono!

88
El conde obedece y se abalanza sobre Raquel. Pero antes de alcanzarla esta manipula el

teléfono y consigue enviar el mensaje. Entonces se vuelve hacia el grupo y anuncia satisfecha.

Raquel- Gracias, señor alcalde por la nueva antena de Vozarrón. Ahora ya entiendo para que la

necesitaba, para agasajar a sus colegas ricachones. En el pueblo apenas hay cobertura, pero

aquí en la vieja mina… ya sabe usted que la línea entra como un tiro. En estos momentos la

grabación ha llegado ya a su destino. En un par de días la verá usted en todas las televisiones y

en la portada de todos los periódicos.

Conde- ¿Está hablando en serio esta chica? ¿Es posible que lo haya grabado todo? (El alcalde

se ha quedado sin habla) Ahora sí que la has fastidiado bien. ¡No creas que me vas a arrastrar

por el fango! De eso nada. Ahora mismo me largo en busca de ayuda. Tengo contactos, sabes.

No en vano soy un conde y tú no eres más que un vulgar plebeyo. ¡Me largo! ¡Tendrás noticias

mías!

Dicho esto el conde abandona apresurado el escenario dejando al alcalde patidifuso y

paralizado por todo lo sucedido.

Víctor- Creo que nosotros también podemos largarnos. El espectáculo ya ha finalizado y no nos

queda nada que hacer por aquí. ¡Además estamos empapados! ¡Vamos!

Raquel- ¡Vamos Charly! Siento que hayas perdido el trabajo, pero a tu familia le irá bien. Te lo

prometo.

Alcalde- (Gritando furioso) ¡Esto no acabará aquí! ¡No vas a poder conmigo! ¡Nadie puede!

Los tres abandonan el escenario dejando al alcalde gritando fuera de sí.

89
Cae el telón.

Escena III

Se levanta el telón. Raquel está de nuevo aguardando en la estación cargada con su maleta y el

paraguas, puesto que no deja de llover. Mira a un lado y al otro como esperando encontrarse

con alguien. Como nadie aparece consulta el reloj y se decide a llamar por teléfono a Marta.

Aparece entonces Marta esta vez de pie y vestida de calle.

Marta-¡Hola! ¿Ya estás lista para el regreso?

Raquel- ¡Hola! Sí, te llamo desde la estación. La aventura está a punto de terminar. (Suspira)

Pronto tomaré ese tren y estaré de nuevo en casa.

Marta- Parece que no lo dices muy contenta.

Raquel- Sí que lo estoy. Un poco preocupada sí, pero al fin decidida a iniciar un nuevo camino.

Es la emoción de enfrentarse a lo desconocido. Da un poco de miedo, sí.

Marta- Pero ya estarás acostumbrada al terror del bueno, porque la escena que presenciasteis

en la mina os prepara para cualquier miedo venidero. ¡Fue la bomba! Ya sé que ya han pasado

varios días, pero yo sigo sin sacármelo de la cabeza. Si hubiese estado presente como tú, creo

que no podría volver a dormir en muchos días.

Raquel- Sí fue todo muy terrible, pero ya quedó atrás. Ahora tengo que concentrarme en mirar

hacia adelante.

Marta- Yo también voy a hacer eso. ¿Sabes? Mirar hacia adelante y voy a aceptar la invitación

de Abel. Ya sabes, el profe de ciencias.

Raquel- ¿Y eso? No decías que era un pesado.

Marta- Al final resultó que no lo era tanto. Se puso como loco cuando le pasé el material que

grabasteis. Gracias a él todos sus colegas de publicaciones y noticiarios lo acosaron y lo

90
felicitaron muchas veces. ¡Fue una noticia bomba y él disfrutó plenamente del protagonismo!

Tal vez ahora que se ha calmado todo un poco solo quiera agradecérmelo con una cena. Pero a

lo mejor hay más. ¿Quién sabe?

Raquel- ¡Sería gracioso que a causa de la vieja mina te echaras un novio al fin! ¡Menuda

sorpresa!

Marta- Pues sí. Y lo más paradójico es que me lo echase yo en lugar de ti. Porque ¿qué pasa

con Víctor? ¿Lo has vuelto a ver? ¿Has quedado con él?

Raquel- (Negando con la cabeza)Ni siquiera he tenido oportunidad de darle mi teléfono. Hace

un par de días que no lo veo. Ha estado ocupadísimo con todo el revuelo de las grabaciones en

los medios de comunicación. Parece que se ha convertido en el líder de la lucha del pueblo

contra los derechos del conde sobre la tierra. Seguro que después del escándalo terminarán

consiguiendo todo lo que se propongan. Por el momento el alcalde se ha visto obligado a

dimitir y ha sido citado por el juez. No me extrañaría nada que terminase en la cárcel. Seguro

que la lista de delitos cometidos por él no es escasa.

Marta- ¿Pero sabía que tenías que regresar hoy?

Raquel- Yo no he podido avisarlo, pero ya sabes que este es un pueblo pequeño y todo se

sabe.

Marta- Seguro que se acerca a la estación a despedirse. No desesperes.

Raquel- (Cariacontecida) Pero el tren está a punto de llegar. (De repente, se gira atenta y

susurra) Oigo pasos.

Marta- ¡Seguro que es él! ¡Ya te lo decía yo!

Raquel- (Inquieta) ¿Hago como que no escucho y me dejo sorprender o me doy la vuelta y lo

espero?

91
Marta- ¡Qué más da! Tú sobre todo no te olvides de darle tu teléfono para que pueda

localizarte. Sé que te gusta y que tú le gustas a él. Así que cuelgo enseguida. ¡Ya me contarás

cuando llegues a casa! ¡Suerte! (Cuelga)

Raquel permanece de frente al escenario aguardando que Víctor la sorprenda. Pero es Dorinda

la que se acerca a toda prisa. Raquel se sobresalta y se vuelve un poco decepcionada.

Dorinda- ¡Qué bien que no se ha marchado aún, hija mía! Le he traído unas croquetas de

espinacas recién hechas para el viaje. Le encantarán. (Le entrega una fiambrera)

Raquel- ¡Ah! Es usted doña Dorinda. ¡Gracias! ¡Qué amable! Son deliciosas la verdad. ¡Me

encantan!

Dorinda- Es lo menos que se merece después de todo lo que ha hecho por nosotros.

Raquel- Si no he hecho nada. Todo lo ha hecho Víctor.

Dorinda- No sea modesta. Usted ha sido fundamental en todo lo sucedido. No sabe lo bien que

nos ha venido la avalancha de periodistas e inspectores de la administración que me han

llenado la pensión hasta arriba, cosa que necesitábamos ya más que el respirar. Y eso sin

contar que ahora mi marido podrá regresar a su negocio ganadero. Esa ha sido la mejor de las

noticias. ¡La mejor! Y a usted también tengo que agradecer que mi Charly se haya apartado

para siempre del camino de esos malos hombres, porque eran ricos, sí y poderosos, pero eran

unos canallas de marca anzuelo. ¡Una marca muy importante! Y todo tenemos que

agradecérselo a usted. ¡Es usted magnífica!

Dorinda se abalanza sobre la muchacha y la besa sonoramente. Tras eso se da media vuelta.

92
Dorinda- Tengo que regresar para preparar la comida a un montón de comensales. Le deseo lo

mejor del mundo. ¡Se lo merece todo! ¡Que tenga muy buen viaje! ¡Hasta pronto! ¡Regrese

cuando quiera! Nos encantará tenerla de de nuevo en casa. (Sale del escenario)

Raquel- (Compungida) Parece que los únicos besos que me llevaré de este pueblo van a ser los

de la buena de Dorinda.

La muchacha da la espalda a la mujer que ya ha abandonado el escenario y aguarda de nuevo

al tren. Y al fin aparece Víctor. Como ella ya no lo espera, sufre el consabido sobresalto cuando

él la aborda por la espalda.

Víctor- No pensarías que te ibas a ir sin que me despidiese, ¿verdad?

Raquel- Pensé en pasar por tu casa para hacerlo yo misma, pero me dijo tu cuñado que

estabas muy liado con la prensa y con los inspectores. Los últimos días han sido una locura

para todos.

Víctor- Pero al final todo ha salido bien para nosotros. Para el pueblo. La mina se ha

clausurado definitivamente y las autoridades han prometido fondos para la recuperación del

medio ambiente. Mientras la prensa siga hablando del caso de los ricachones estafados, no

creo que se atrevan a echarse atrás. Tendremos el dinero y este pueblo podrá empezar de

nuevo. Y todo gracias a ti.

Raquel- (Sonrojada) No será para tanto.

Víctor- Para tanto y más. Sabes que si no fuese por tu aparición a causa de la mala jugada que

te hicieron los de Vozarrón, jamás hubiese resuelto el misterio de la mina y a estas horas

estaría haciendo las maletas para abandonar el país. Tengo demasiado que agradecerte. Has

sido muy generosa. Me has ayudado mucho

Raquel- Tu también a mí. También yo tengo mucho que agradecerte.

93
Víctor- (Sorprendido) ¿En serio? Y eso por qué.

Raquel- Porque he seguido tus consejos. Tus palabras sobre la lucha contra los poderosos,

sobre el camino de cooperación que la gente común debemos seguir para defender nuestros

derechos. Me ha servido de inspiración y al fin me he decidido a tomar una resolución

respecto a Vozarrón.

Víctor- No me digas más. ¡Los has plantado!

Raquel- ¡Como lo oyes! Le he dado la patada, nada más y nada menos que a la gran compañía

con la que todos parecen soñar. La dejo al fin. Y gracias a ti he decidido establecerme por mi

cuenta. Tengo un dinerito, aunque es poca cosa. Los ahorros de una trabajadora. Me lo dejó al

morir mi tía Maruja y lo utilizaré para montar mi propio laboratorio. Voy a recuperar mi

proyecto de redes de conexión entre hospitales para el diagnóstico remoto en zonas rurales o

deprimidas.

Víctor- ¡Chica, me parece una idea fantástica! Incluso nos vendría bien para este pueblo que

no tenemos ni centro de salud. Tal vez gracias a esa tecnología podríamos atender a las

Alondras y las Mariposas de sus dolencias derivadas de la avaricia del conde y del alcalde sin

tener que trasladarlas a la ciudad.

Raquel- Eso sí que estaría bien. Suena fantástico.

Víctor- Además, así podríamos seguir en contacto. ¿Te gustaría?

Raquel- Sí, me gustaría. Y también sería fantástico poder ayudar al Emiliano. Me da pena el

pobre, tan deprimido por haber sido él el artífice del monolito. Aún por encima se siente

culpable sin ser responsable de nada.

Víctor- ¿Solo por el Emiliano?

Raquel- No, bueno, sí. Bueno, no solo por Emiliano, claro. (Se oye el ruido del tren que se

aproxima y Raquel musita) El tren se acerca.

94
Víctor- Es que he estado pensando que después del ajetreo de los últimos días con la prensa y

las autoridades, me vendría bien un fin de semana de descanso en la ciudad. ¿A ti que te

parece?

Raquel- (Murmura molesta) ¡Qué rabia, ya llega el tren! (Nerviosa mirando al tren que se

aproxima habla en alto.) Sí, claro, me parece una idea, bien, bueno, no sé…. fantástica. ¡El tren

ya está aquí!

Víctor- ¿Tú crees que podríamos quedar en la ciudad? Ya sabes, para salir, pasear, tomar algo

o cenar. O cosas así. Bueno, lo que tú prefieras.

Raquel-(Evidentemente nerviosa) Sí… bueno…creo que sí. Sí, estoy segura. Sí, definitivamente.

Sí. Me parece perfecto. Podemos quedar, desde luego. (De repente, mete la mano en el bolso

y saca una tarjeta) ¡Toma! Será mejor así. Ahí está mi teléfono. Por si al final se te olvidaba

pedirlo. ¡Llámame! El tren ya está aquí. Debo subir o me quedaré en tierra.

Víctor- ¡Vaya, ha llegado pronto! (Dubitativo) Bueno, espero que tengas buen viaje. Nos

veremos pronto entonces ¿verdad?

Raquel asiente y en ese instante Víctor se aproxima lentamente para besarla, pero justo

cuando va a darle el beso, estalla un trueno que los sobresalta y los separa.

Raquel- Parece que en este pueblo la tormenta es perpetua.

Víctor- Es que estamos en temporada…..

Raquel- ¡Ya! En temporada de lluvias. Tengo que marcharme ya.

Es entonces cuando Raquel se decide a ser ella esta vez la que intente el beso y justo en el

instante que va a besar a Víctor ruge el tren y ambos se sobresaltan y se separan.

95
Víctor- (Riendo) Parece que este beso no va a suceder. Todo a nuestro alrededor parece

conjurarse para que no suceda.

Raquel- Es verdad. (Sonríe) Parece que todo lo que deseamos se vuelve difícil. Pero ahora nos

hemos convertido en expertos luchadores contra las dificultades ¿No es verdad?

Víctor- ¡Desde luego! Y si hemos decidido besarnos, ni rayos ni truenos….

Raquel- Ni monolitos, ni alcaldes ni trenes ni escalofríos podrán evitarlo.

Ambos sonríen y se besan. Cae el telón.

Fin

Escalofríos

Por Mila Oya

www.librototal.net

ISBN: 978-84-617-2621-9

96

Potrebbero piacerti anche