Sei sulla pagina 1di 2

DIOS NOS AMÓ PRIMERO

Del Tratado de Guillermo, abad del monasterio de San Teodorico, Sobre la contemplación
de Dios

(Núms. 9-11: SC 61, 90-96)

En verdad tú eres el único Señor, que al ejercer tu poder sobre nosotros nos
salvas; en cambio, el servicio que nosotros te tributamos no consiste en otra cosa
sino en aceptar tu salvación.

Señor, de ti viene la salvación y la bendición sobre tu pueblo; pero ¿qué es tu


salvación sino la gracia que tú nos concedes de amarte y de ser amados por ti?

Por eso, Señor, quisiste que tu Hijo que está a tu derecha, el hombre que tú
fortaleciste, fuera llamado Jesús, esto es, Salvador, porque él salvará a su pueblo
de los pecados y en ningún otro se encuentra la salud. El nos enseñó a amarlo,
amándonos primero hasta la muerte de cruz e invitándonos a amar al que nos
amó primero hasta el extremo.

Si nos amaste primero fue para que pudiéramos amarte, no porque necesitaras
nuestro amor, sino porque de no amarte no podríamos llegar a ser lo que tú
quisiste que fuéramos.

Por eso, después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio
de los profetas en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en el tiempo
final, nos has hablado por medio de tu Hijo, tu Palabra: por él fue hecho el cielo
y, por su Espíritu, los ejércitos celestiales. El habernos hablado por medio de tu
Hijo no fue otra cosa que poner de manifiesto cuánto y de qué manera nos
amaste, ya que no perdonaste ni a tu propio Hijo, sino que lo entregaste por
todos nosotros; él también nos amó y se entregó por nosotros.

Señor, ésta es la Palabra que nos has enviado, tu Palabra omnipotente, que
cuando un silencio profundo envolvía toda la tierra, es decir, cuando estaba
sumida en el error, bajó de tu trono real, para destruir todos los errores, para
promulgar la suave ley del amor.

Y todo lo que él hizo, todo lo que dijo aquí en la tierra, todo lo que sufrió, los
oprobios, salivazos y bofetadas, hasta la cruz y el sepulcro, no fue otra cosa sino
el hablarnos tú por medio de tu Hijo, atrayéndonos con tu amor, suscitando
nuestra respuesta de amor.

Dios, creador de los hombres, tú sabías que el amor no puede ser exigido por la
fuerza, sino que es necesario suscitarlo en el corazón humano. Porque donde hay
coacción ya no hay libertad, donde no hay libertad no hay justicia.

Por lo tanto, quisiste que te amáramos, ya que no podíamos ser salvados con
justicia si no te amábamos.

Y no podríamos amarte si no recibiéramos de ti ese amor. Por eso, Señor, como


ya lo dijo tu discípulo amado y nosotros lo hemos recordado ya más arriba, tú
nos amaste primero, y has amado primero a todos los que te aman.

También nosotros te amamos con el mismo amor que has derramado en


nuestros corazones. Pero tu amor es tu bondad -¿no eres acaso el único bueno y
el sumo bien?-, es el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, que en el
principio de la creación aleteaba sobre las aguas, esto es, sobre los espíritus
fluctuantes de los hombres, brindándose a todos, atrayendo hacia sí todas las
cosas, inspirando, impulsando, librándose del mal, procurándonos lo necesario,
uniendo a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.

Potrebbero piacerti anche