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1- Comienzo de la existencia.

Diferencias entre vida humana, ser humano


y persona humana.

Nuestro Código Civil y Comercial, define en su artículo 19 que la existencia


humana comienza con la concepción. Asimismo, es éste el crucial momento desde
el cual se es persona humana como centro de imputación de derechos y
obligaciones jurídicas en el ámbito civil. En el caso de técnicas de reproducción
humana asistida, la existencia comienza con la implantación del embrión en la
mujer. En este contexto, el siguiente artículo destaca que se entenderá como
época de la concepción como el lapso entre el máximo y el mínimo de tiempo
fijados para la duración del embarazo. (330/180 días). Cabe destacar que, la
existencia se encuentra condicionada al nacimiento con vida del sujeto, dado que
en el caso contrario se considera que la persona nunca existió (art. 21). De esta
manera, se vislumbra que ante cualquier incertidumbre, el nacimiento con vida
siempre se presume en el territorio argentino.

En lo que respecta al Derecho Internacional Privado, el Tratado de Montevideo de


1889 somete la capacidad de las personas físicas a la ley del domicilio (art. 1) en
tanto que el Tratado de Montevideo de 1940 desarrolla una norma mucho más
completa en este ámbito estableciendo que “la existencia, el estado y la capacidad
de las personas físicas, se rigen por la ley de su domicilio” disipando toda duda
que pueda suscitarse al respecto. Son justamente dichos tratados los que han
forjado las bases legislativas del art. 2616 del CCyCN, incluido dentro del Título IV,
dedicado a las disposiciones de DIPr, el cual denota al domicilio como
delineamiento regulador en materia de la capacidad de las personas, es por ello,
que no existiendo disposiciones especiales en nuestro código en materia de
existencia, entendemos que tanto el estado como el comienzo de la existencia se
rigen por el mismo criterio.

La filosofía tradicional ha sabido definir al ser humano como un “animal racional”.


El ser humano es la única especie con la capacidad de desarrollar raciocinio.
Como allí vemos, dicho concepto se encuentra englobado en una pura concepción
biológica. A diferencia del mismo, la persona humana es considerada como un
sujeto autoconsciente, racional, con voluntad y moralidad. Para diversos
investigadores en la materia, persona humana es una condición que se construye
a través del accionar con nuestro entorno y del resultado de la convivencia con
otros seres humanos. Resultado de ello nace su capacidad de adquirir derechos y
contraer obligaciones. La vida humana, en cambio, es una noción que alude a la
propia existencia del ser humano. El derecho a la vida es por excelencia el
derecho personalísimo de mayor magnitud, dado que su reconocimiento posibilita
la existencia del resto de todos los derechos humanos.
En nuestro país su reconocimiento y protección tienen rango constitucional y a
nivel internacional se encuentra reconocido en numerosos tratados como
Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos, la Convención sobre los Derechos del Niño, el Pacto
de San José de Costa Rica, entre otros.

2- Fin de la existencia y ausencia con presunción de fallecimiento.

Como bien define la Dra. Scotti Luciana en su “Manual de Derecho Internacional


Privado, 2017”, en nuestro marco normativo la ausencia y la presunción de
fallecimiento son instituciones independientes tal como se aprecia en los artículos
79 a 84 y 85 a 92 CCyCN, pero en lo que respecta al Derecho Internacional
Privado se le otorga un sistema mancomunado.

Cabe destacar que el hecho de que una persona humana de cuya existencia no se
logren noticias, se ausente de su entorno durante un período prolongado, provoca
situaciones tales como la desprotección de sus bienes patrimoniales y
extrapatromoniales, como así de los intereses de terceros afectados.

El artículo 85 de nuestro Código Civil y Comercial de la Nación establece que la


ausencia de una persona de su domicilio sin que se tenga noticia de ella por el
término de tres años, causa la presunción de su fallecimiento aunque haya dejado
apoderado. Asimismo, el art 86, regula casos extraordinarios de ausencia con
presunción de fallecimiento basados en la concatenación de diversas catástrofes.

En lo que respecta a los criterios atributivos de jurisdicción y cuáles son las


condiciones para determinar el derecho internacional aplicable a la declaración de
ausencia y presunción de fallecimiento, respectivamente, nuestro código nos
despeja la vista con los artículos 2619 y 2620.

Establece el artículo 2619: “Para entender en la declaración de ausencia y en la


presunción de fallecimiento es competente el juez del último domicilio conocido del
ausente o, en su defecto, el de su última residencia habitual. Si éstos se
desconocen, es competente el juez del lugar donde están situados los bienes del
ausente con relación a éstos; el juez argentino puede asumir jurisdicción en caso
de existir un interés legítimo en la República”.

“La declaración de ausencia y la presunción de fallecimiento se rigen por el


derecho del último domicilio conocido de la persona desaparecida o, en su
defecto, por el derecho de su última residencia habitual. Las demás relaciones
jurídicas del ausente siguen regulándose por el derecho que las regía
anteriormente” (art. 2620).
Asimismo, los efectos jurídicos de la declaración de ausencia respecto de bienes
inmuebles y muebles registrables del ausente se determinan por el derecho del
lugar de situación o registro de esos bienes (art. 2667 y 2668 CCyCN).

Las mencionadas disposiciones coinciden, en términos generales, con lo


dispuesto en el artículo 10 del Tratado de Montevideo de Derecho Civil
Internacional de 1889 y en el artículo 12 del Tratado de Montevideo de 1940.

En lo que respecta al fin de la existencia, lo que trae consigo el cese de la


personalidad e importantes consecuencias en el campo jurídico, en nuestro
Código se encuentra regulado en el artículo 93 y siguientes. A tal efecto, y como lo
explicamos anteriormente, el ya mencionado Tratado de Montevideo de 1940,
establece que tanto la existencia, capacidad y el estado de las personas humanas
se rigen por la ley de su domicilio y como sucede en el caso de la “existencia”, no
existiendo disposiciones especiales en nuestro código en dicha materia,
entendemos que tanto el estado como el comienzo y fin de la existencia se rigen
por el criterio establecido en el artículo 2616 CCyCN.

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