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T 11 El arte y la estética

San Agustín
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

La experiencia del pecado


El hurto lo condena la ley, Señor; una ley que está escrita en los corazones humanos y que ni la
maldad misma puede destruir. Pues, ¿qué ladrón hay que soporte a otro ladrón? Ni siquiera un ladrón
rico soporta al que roba movido por la indigencia. Pues bien, yo quise robar y robé; no por necesidad
o por penuria, sino por mero fastidio de lo bueno y por sobra de maldad. Porque robé cosas que
tenía ya en abundancia y otras que no eran mejores que las que poseía. Y ni siquiera disfrutaba de las
cosas robadas; lo que me interesaba era el hurto en sí, el pecado.
Había en la vecindad de nuestra viña un peral cargado de frutas que no eran apetecibles ni por su
forma ni por su color. Fuimos, pues, rapaces perversos, a sacudir el peral a eso de la medianoche,
pues hasta esa hora habíamos alargado, según nuestra mala costumbre, los juegos. Nos llevamos
varias cargas grandes no para comer las peras nosotros, aunque algunas probamos, sino para
echárselas a los puercos. Lo importante era hacer lo que nos estaba prohibido.
Este es, pues, Dios mío, mi corazón; ese corazón al que tuviste misericordia cuando se hallaba
en lo profundo del abismo. Que él te diga qué era lo que andaba yo buscando cuando era gratuita-
mente malo; pues para mi malicia no había otro motivo que la malicia misma. Detestable era, pero
la amé; amé la perdición, amé mi defecto. Lo que amé no era lo defectuoso, sino el defecto mismo.
Alma llena de torpezas, que se soltaba de tu firme apoyo rumbo al exterminio, sin otra finalidad en la
ignominia que la ignominia misma.

Agustín de Hipona: Confesiones.

a) ¿Qué es lo que narra Agustín de Hipona en este pasaje? ¿Qué relación tiene con su preocupación
por los asuntos religiosos?
b) ¿Por qué crees que el autor ha optado en este caso por escribir un relato autobiográfico? ¿En qué
sentido puede ser valiosa la autobiografía para explorar temas como el tratado en este fragmento?
Explica tu respuesta.
© VICENS VIVES

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T 11 El arte y la estética

Pedro Calderón de la Barca


Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

¿Sueño o realidad?

Este texto es el célebre monólogo de Segismundo de La vida es sueño. Aquí el protagonista de la


obra teatral, que se encuentra prisionero, se lamenta por su suerte y reflexiona sobre las relaciones
entre el sueño y la realidad.

Sueña el rey que es rey, y vive


con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¡Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Calderón de la Barca: La vida es sueño.


© VICENS VIVES

a) ¿Por qué dice Segismundo que los reyes, los ricos, los pobres y todas las personas “sueñan lo
que son”? ¿Qué crees que significan estas palabras?
b) ¿Con qué compara el protagonista a la vida? ¿Crees que hay buenas razones para establecer una
comparación así?

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Voltaire
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

La libertad y la necesidad según el profesor Pangloss


Cuando se recuperaron un poco, se dirigieron hacia Lisboa; aún les quedaba algún dinero, con el
que esperaban remediar el hambre tras haber conseguido sortear la tempestad. Apenas llegan a la
ciudad, llorando la muerte de su bienhechor, cuando sienten que la tierra tiembla bajo sus pies, que
hay marejada en el puerto y el mar rompe los navíos anclados. Las calles y plazas públicas se cubren
de remolinos de llamas y cenizas; las casas se desploman, los tejados se hunden y los cimientos
se dispersan; treinta mil habitantes de cualquier edad y sexo son aplastados bajo las ruinas. Según
silbaba y juraba, el marinero decía:
–Algún beneficio sacaré de aquí.
–¿Cuál puede ser la razón suficiente de ese fenómeno? –decía Pangloss.
–¡Esto es el fin del mundo! –exclamaba Cándido.
El marinero corre de inmediato entre las ruinas, desafía a la muerte con tal de encontrar dinero, lo
halla, se apodera de él, se emborracha, y, después de dormir la cogorza, compra los favores de la
primera moza voluntariosa que encuentra sobre los escombros de las casas derruidas rodeado de
moribundos y muertos. Pangloss entretanto le tiraba de la manga:
–Amigo mío –le decía–, eso no está bien, desobedecéis a la razón universal, porque este no es el
mejor momento para ello.
–¡Por Satanás! –contestó el otro–, soy un marinero nacido en Batavia, cuatro viajes he hecho al
Japón y cuatro veces he pisado el crucifijo; ¡a mí me vas a hablar de la razón universal!
Cándido, que estaba tendido en la calle y cubierto de cascotes porque un derrumbamiento de
piedras lo había herido, decía a Pangloss:
–¡Por favor, consígueme un poco de vino y de aceite; me muero!
–Este terremoto no es ninguna novedad –contestó Pangloss–; el año pasado, en América, la ciu-
dad de Lima padeció los mismos temblores; las mismas causas producen los mismos efectos: debe
haber bajo tierra una veta de azufre desde Lima a Lisboa.
–Probablemente –dijo Cándido–; pero por el amor de Dios dadme un poco de aceite y de vino.
–¿Cómo probable? –replicó el filósofo–. Sostengo que la cosa está demostrada.
Cándido perdió el conocimiento, y Pangloss le acercó un poco de agua de una fuente cercana.
Al día siguiente pudieron recuperar un poco las fuerzas al encontrar algunos alimentos entre los
escombros. Luego trataron, como los demás, de aliviar a los habitantes que habían escapado de la
muerte. Algunos ciudadanos, socorridos por ellos, les regalaron la mejor cena que podía darse en
semejantes circunstancias: la cena estuvo llena de tristeza y los comensales regaban el pan con sus
lágrimas; pero Pangloss los consolaba, asegurándoles que las cosas no podían ser de otro modo:
–Porque –dijo–, esto es lo perfecto; porque si hay un volcán en Lisboa, no podría estar en otro sitio;
porque es imposible que las cosas estén en un lugar diferente al que están; y porque todo está bien.
Un hombrecillo negro, emparentado con la Inquisición, que se encontraba junto a él, empezó a
hablar muy cortésmente de la siguiente manera:
–Parece que el señor no cree en el pecado original; pues, si todo es perfecto, ni hubo caída ni
hubo castigo.
–Ruego a su Excelencia que me perdone –respondió Pangloss con mayor cortesía aún–, pero la
caída del hombre y la maldición eran necesarios en el mejor de los mundos posibles.
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–¿No cree usted entonces en la libertad? –dijo el hombrecillo.


–Su Excelencia sabrá disculparme –dijo Pangloss–; la libertad puede existir junto a la necesidad
absoluta: porque era necesario que fuéramos libres; porque al fin la libertad condicionada...

Voltaire: Cándido.

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Voltaire
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

La libertad y la necesidad según el profesor Pangloss

a) ¿Qué es lo que les sucede a los personajes de la novela cuando llegan a Lisboa?
b) ¿Sabes a quién se está refiriendo irónicamente Voltaire con la pregunta que se hace Pangloss
sobre la posible “razón suficiente” de la catástrofe?
c) ¿A qué se refiere Pangloss cuando afirma que “todo está bien” y que vivimos “en el mejor de los
mundos posibles”? ¿Qué ideas está tratando de ridiculizar aquí Voltaire?
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Pío Baroja
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

El árbol de la ciencia

En este fragmento asistimos a un momento del diálogo entre Andrés Hurtado, el protagonista
de El árbol de la ciencia, con su tío.

–La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es
mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se
comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al
final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer,
es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas
como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes
quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que
todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo
o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a
los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de
crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que es necesa-
ria para la vida. ¿Se ríe usted?
–Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día, está dicho nada menos que en la Biblia.
–¡Bah!
–Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del paraíso había dos árboles, el árbol de la
vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso, y, según al-
gunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemen-
te sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
–No recuerdo; la verdad.
–Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado
con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas su fruto morirás
de muerte. Y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed
egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto
agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá. ¿No es un consejo admirable?
–Sí, es un consejo digno de un accionista del Banco –repuso Andrés.
–¡Cómo se ve el sentido práctico de esa granujería semítica! –dijo Iturrioz– ¡Cómo olfatearon esos
buenos judíos, con sus narices corvas, que el estado de conciencia podía comprometer la vida!
–Claro, eran optimistas; griegos y semitas tenían el instinto fuerte de vivir, inventaban dioses para
ellos, un paraíso exclusivamente suyo. Yo creo que en el fondo no comprendían nada de la naturaleza.
–No les convenía.

Pío Baroja: El árbol de la ciencia.

a) ¿Por qué dice Andrés que Don Quijote, un personaje de ficción, “vive más que todas las personas
cuerdas que le rodean”? ¿Qué significado tienen estas palabras?
b) ¿Crees tú, como afirma Andrés, que “el instinto vital necesita de la ficción para afirmarse”?
© VICENS VIVES

c) ¿Estás de acuerdo con Andrés cuando sostiene que la verdad científica consiste en “la cantidad
de mentira que es necesaria para la vida”?
d) ¿Qué relación hay entre las ideas que Andrés defiende y el relato del Génesis que evoca su tío en
la conversación?

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Antonio Machado
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

Proverbios y cantares

Antonio Machado fue uno de los autores más destacados de la generación literaria del 98. En
sus poemas supo expresar de forma honda y directa las inquietudes que todos sentimos ante
cuestiones como el amor, la muerte, la búsqueda de la verdad o la existencia de Dios. Sin embargo,
en los versos de Machado la gravedad de estos temas queda suavizada por un escepticismo irónico
y amable que desconfía de los discursos solemnes y vuelve siempre los ojos a la palpitante realidad
de la vida cotidiana.

XI XXXIX
El hombre es por natura la bestia paradójica, Dicen que el ave divina,
un animal absurdo que necesita lógica. trocada en pobre gallina,
Creó de nada un mundo y, su obra terminada, por obra de las tijeras
“Ya estoy en el secreto –se dijo–, todo es nada”. de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
XXI de las aves altaneras;
Ayer soné que veía toda su filosofía,
a Dios y que a Dios hablaba; un sport de cetrería),
y soñé que Dios me oía... dicen que quiere saltar
Después soñé que soñaba. las tapias del corralón,
y volar
XXVII otra vez, hacia Platón
¿Dónde está la utilidad ¡Hurra! ¡Sea!
de vuestras utilidades? ¡Feliz será quien lo vea!
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades. XLV
Morir... ¿Caer como gota
XXVIII de mar en el mar inmenso?
Todo hombre tiene dos ¿O ser lo que nunca he sido:
batallas que pelear: uno, sin sombra y sin sueño,
en sueños lucha con Dios; un solitario que avanza
y despierto, con el mar. sin camino y sin espejo?

Antonio Machado: Proverbio s y cantares.

a) Trata de explicar con tus propias palabras lo que te parece que cada uno de estos poemas intenta
expresar.
© VICENS VIVES

b) ¿Cuáles son los temas de los que se ocupa Antonio Machado en estos versos? ¿Tienen alguna
relación con la filosofía?
c) ¿Podríamos decir que estamos ante obras filosóficas o sería más correcto afirmar que son obras
literarias? ¿Por qué?

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Jean-Paul Sartre
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

El infierno son los demás


Garcin: ¡En fin! Este es el momento. La estatua está ahí; yo la contemplo y ahora comprendo
perfectamente que estoy en el infierno. Ya os digo que todo, todo estaba previsto. Habían previsto
que en un momento..., este..., yo me colocaría junto a la chimenea y que pondría mi mano sobre la
estatua, con todas esas miradas sobre mí... Todas esas miradas que me devoran... (Se vuelve brus-
camente.) ¡Cómo! ¿Solo sois dos? Os creía muchas más. (Ríe.) Entonces esto es el infierno. Nunca lo
hubiera creído... Ya os acordaréis: el azufre, la hoguera, las parrillas... Qué tontería todo eso... ¿Para
qué las parrillas? El infierno son los demás.

Jean-Paul Sartre: A puerta cerrada.

a) En este fragmento procedente de su obra teatral A puerta cerrada, Sartre hace decir a Garcin unas
palabras que se han hecho famosas: “El infierno son los demás”. ¿Qué crees que pretende expre-
sar Garcin con esta frase?
b) En tu opinión, ¿qué es lo que supone una afirmación como esta?
c) ¿Estás de acuerdo con las palabras de Garcin? Explica tu respuesta.
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Jean-Paul Sartre
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

La existencia
La Cosa, que aguardaba, se ha dado la voz de alarma, me ha caído encima, se escurre en mí, estoy
lleno de ella. La Cosa no es nada: La Cosa soy yo. La existencia liberada, desembarazada, refluye
sobre mí. Existo.
Existo. Es algo tan dulce, tan dulce, tan lento. Y leve; como si se mantuviera solo en el aire. Se mue-
ve. Por todas partes, roces que caen y se desvanecen. Muy suave, muy suave. Tengo la boca lle-
na de agua espumosa. La trago, se desliza por mi garganta, me acaricia y renace en mi boca. Hay
permanentemente en mi boca un charquito de agua blancuzca –discreta– que me roza la lengua.
Y ese charco también soy yo. Y la lengua. Y la garganta soy yo.
Veo mi mano que se extiende en la mesa. Vive, soy yo. Se abre, los dedos se despliegan y apuntan.
Está apoyada en el dorso. Me muestra su vientre gordo. Parece un animal boca arriba. Los dedos
son las patas. Me divierto haciéndolos mover muy rápido, como las patas de un cangrejo que ha
caído de espaldas. El cangrejo está muerto, las patas se encogen, se doblan sobre el vientre de
mi mano. Veo las uñas, la única cosa mía que no vive. Y de nuevo. Mi mano se vuelve, se extiende
boca abajo, me ofrece ahora el dorso. Un dorso plateado, un poco brillante, como un pez si no
fuera por los pelos rojos en el nacimiento de las falanges. Siento mi mano. Yo soy esos dos anima-
les que se agitan en el extremo de mis brazos. Mi mano rasca una de sus patas con la uña de otra
pata; siento su peso sobre la mesa, que no es yo. Esta impresión de peso es larga, larga, no ter-
mina nunca. No hay razón para que termine. Al final es intolerable... Retiro la mano, la meto en el
bolsillo. Pero siento en seguida, a través de la tela, el calor del muslo. De inmediato hago saltar la
mano del bolsillo; la dejo colgando contra el respaldo de la silla. Ahora siento su peso en el extre-
mo de mi brazo. Tira un poco, apenas, muellemente, suavemente; existe. No insisto; dondequiera
que la meta continuará existiendo y yo continuaré sintiendo que existe; no puedo suprimirla ni su-
primir el resto de mi cuerpo, el calor húmedo que ensucia mi camisa, ni toda esta grasa cálida que
gira perezosamente como si la revolvieran con la cuchara, ni todas las sensaciones que se pasean
aquí dentro, que van y vienen, suben desde mi costado hasta la axila, o bien vegetan dulcemente,
de la mañana a la noche, en su rincón habitual.

Jean-Paul Sartre: La náusea.

a) ¿A qué se refiere el protagonista de este relato cuando habla de “La Cosa”?


b) En este pasaje, el narrador se da cuenta de su propia existencia. ¿Con qué palabras la describe?
¿Crees que existir es para él algo lleno de sentido y significación? Explica tu respuesta.
c) ¿Te has sentido alguna vez de una forma parecida a la que se describe en este texto? ¿Crees que
esta sensación puede tener un sentido filosófico profundo?
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Albert Camus
Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

La novela y el pensamiento
Pero yo querría hablar aquí de una obra en la que la tentación de explicar sigue siendo la mayor,
en la que la ilusión se ofrece por sí misma, en la que la conclusión es casi inevitable. Me refiero a la
creación novelesca. Me preguntaré si lo absurdo puede mantenerse en ella.
Pensar es, ante todo, querer crear un mundo (o limitar el propio, lo que equivale a lo mismo). Es
partir del desacuerdo fundamental que separa al hombre de su experiencia para encontrar un terreno
de armonía conforme a su nostalgia, un universo encorsetado con razones o aclarado por analogías
que permitan resolver el divorcio insoportable. El filósofo, aunque sea Kant, es creador. Tiene sus
personajes, sus símbolos y su acción secreta. Tiene sus desenlaces. A la inversa, la preeminencia
lograda por la novela con respecto a la poesía y el ensayo representa únicamente, y a pesar de las
apariencias, una mayor intelectualización del arte. Entendámonos: se trata sobre todo de las más
grandes. La fecundidad y la grandeza de un género se miden con frecuencia por sus desperdicios. El
número de malas novelas no debe hacer olvidar la grandeza de las mejores. Estas, justamente, llevan
consigo su universo. La novela tiene su lógica, sus razonamientos, su intuición y sus postulados.
Tiene también sus exigencias de claridad.
La oposición clásica de que hablaba más arriba se justifica menos todavía en este caso particular.
Valía en la época en que era fácil separar a la filosofía de su autor. En la actualidad, cuando el pensa-
miento no aspira ya a lo universal, cuando su mejor historia sería la de sus arrepentimientos, sabemos
que el sistema, cuando es válido, no se separa de su autor. La Ética misma, en uno de sus aspectos,
no es sino una larga y rigurosa confidencia. El pensamiento abstracto encuentra por fin su apoyo car-
nal. Y del mismo modo, los juegos novelescos del cuerpo y de las pasiones se ordenan un poco más
con arreglo a las exigencias de una visión del mundo. Ya no se cuentan “historias”; se crea el universo
propio. Los grandes novelistas son novelistas filósofos, es decir, lo contrario de escritores de tesis.
Así lo son Balzac, Sade, Melville, Stendhal, Dostoievski, Proust, Malraux, Kafka, por no citar más que
algunos.
Pero, justamente, el hecho de que hayan preferido escribir con imágenes más bien que con ra-
zonamientos revela cierta idea, que les es común, de la inutilidad de todo principio de explicación y
convencida del mensaje de enseñanza de la apariencia sensible. Consideran que la obra es al mismo
tiempo un fin y un principio. Es el resultado de una filosofía con frecuencia inexpresada, su ilustración
y su coronamiento. Pero no es completa sino por los subentendidos de esa filosofía. Justifica, en fin,
esta variante de un tema antiguo: que un poco de pensamiento aleja de la vida, pero mucho lleva a
ella. Como es incapaz de sublimar lo real, el pensamiento se limita a imitarlo. La novela de que trata-
mos es el instrumento de este conocimiento a la vez relativo e inagotable, tan parecido al del amor.
La creación novelesca tiene del amor el asombro inicial y la rumia fecunda.

Albert Camus: El mito de Sísifo.

a) ¿Qué piensa el autor de este texto sobre el valor filosófico de las novelas? En su opinión, ¿pueden
las obras literarias servirnos para expresar las ideas de la filosofía?
b) Según Camus, ¿por qué estos autores literarios que tienen interés por la filosofía no escriben un
texto filosófico en lugar de una novela?
c) Si tú quisieras expresar tus propias ideas sobre la filosofía, ¿preferirías plasmarlas en un ensayo
filosófico o escribiendo un texto literario? ¿Por qué razón?
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Jorge Luís Borges


Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

Amanecer
En la honda noche universal
que apenas contradicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible que ronda
los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que las ideas


no son eternas como el mármol
sino inmortales como un bosque o un río,
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y solo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
© VICENS VIVES

la imagen de las calles


que definirán después con los otros.

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¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida


Filosofía 1.º Bachillerato. Fragmentos literarios

corre peligro de quebranto


hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.


La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento del día
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene mi silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.

Jorge Luis Borges: “Amanecer”, en Fervor de Buenos Aires.

a) ¿Por qué siente el poeta que a la hora del amanecer corren peligro el mundo y la vida?
b) ¿Cuál es la “tremenda conjetura” de Schopenhauer y Berkeley a la que se refiere el autor?
© VICENS VIVES

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