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UNA VERDAD INCOMODA

Tenemos un planeta, reducido o amplio según las escalas o las miradas, pequeño para
el universo grande para nosotros; pero, en cualquier caso, único. Un planeta magnífico,
que nos ofrece los recursos necesarios para la vida y que nos permite moldearlo y
utilizarlo (según la lógica del desarrollismo y del progreso que hemos aplicado, práctica
y totalmente a nuestro antojo), pero que es único, finito y frágil. Y lo peor, no tenemos
otro.
No obstante, actualmente nos encontramos en una situación crítica, frente a la acción
humana tenemos pues la vulnerabilidad finita de nuestro planeta, sobre todo de su
atmósfera. La inquietud se localiza en rebasar un punto de no retorno y, como
consecuencia, la destrucción de la Tierra, evidentemente no su eliminación en sí, sino
su transformación en un planeta incompatible con la vida de los seres humanos, o de la
mayoría de los seres humanos, o que dé lugar a unas condiciones de vida totalmente
distintas, y presumiblemente mucho más perjudiciales, a las actuales.
La contaminación humana, derivada principalmente del uso masivo de los combustibles
fósiles, que ha acompañado a nuestro crecimiento demográfico, económico y
tecnológico, ha aumentado el grosor de la atmósfera y la cantidad de radiación retenida
por la misma. Generando así el calentamiento global que no es más que un aumento,
en el tiempo, de la temperatura media de la atmósfera terrestre y de los océanos.
Los detalles del fenómeno son de dominio público: básicamente, la desforestación de
los bosques y la emisión de gases provenientes de los automóviles y de las industrias
provoca el fenómeno mencionado anteriormente. Y claro está, a quien no le preocupa
que la temperatura del planeta aumente dos o tres grados es porque no tiene en cuenta
cómo un par de grados puede cambiar el equilibrio de un delicado sistema del que
dependemos absolutamente para vivir. Algunas veces se utilizan las denominaciones
cambio climático, que designa a cualquier cambio en el clima, o cambio climático
antropogénico, donde se considera implícitamente la influencia de la actividad humana.
Son múltiples los fenómenos que tienen lugar en nuestros días y que son claros indicios
o pruebas (incluso evidencias) del calentamiento global y de un cambio climático
derivado como los deshielos de glaciares, olas de calor, sequías e incendios
forestales, Incremento de las tormentas, modificación de ecosistemas, los que han
ocasionado pérdidas materiales, monetarias y fundamentalmente pérdidas humanas.
Todos estos cambios los podemos observar en la actualidad, ocasionando la
destrucción progresiva de nuestro planeta.
Se ha desarrollado en nuestra sociedad el concepto equivocado de que cuidar la
naturaleza está reñido con el crecimiento económico. Sin embargo, este conflicto de
intereses no es real, con las gestiones adecuadas podríamos encontrar un punto medio,
el equilibrio para conseguir un balance sostenible. Además, se ha relegado el estado de
nuestro planeta a un segundo plano y se da prioridad a la producción industrial de una
manera desmesurada.
El cambio climático se ha convertido también en un grave problema ético y moral. Si se
continúa con este tipo de actitudes pasivas por parte de los gobiernos, nuestro planeta
sufrirá las consecuencias. Deben abrir los ojos y enfrentarse al problema que supone,
aunque en ocasiones no les convenga verlo.
El calentamiento global sea o no solo una teoría, se ha convertido en una triste realidad
pero que está en nuestra mano, como iniciadores del proceso, frenar su avance para
evitar quedarnos sin un futuro. No es algo permanente, pero si se sigue dejando para
luego acabará por ser demasiado tarde.

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