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Reflexiones sobre el vínculo de la gestión


cultural, el gestor cultural y los proyectos
culturales en El Salvador 1

Aquiles Hernández2
Gestor Cultural y Director de Teatro
El Salvador

1
Artículo cedido por el autor para su difusión en el Portal Iberoamericano de Gestión Cultural. ©Investigaciones
culturales asociación para el arte.
2
Productor del Festival Internacional de Teatro Universitario (FITU). Maestro de Teatro de la Universidad
T ecnólogica de El Salvador . Gestor de programación del Centro Cultural de España. Director del Grupo de Teatro
UTEC.
¿Cuál es el papel del gestor cultural, su vínculo con los proyectos culturales y con
las instituciones culturales de un país?

“El gran proyecto es nuestra institución no los proyectos que ejecutamos, y los
proyectos no les pertenecen a los gestores sino a nuestra institución”

Con esta frase, planteada por un funcionario de una destacada institución cultural
en El Salvador , arrancamos este análisis sobre el papel que los gestores culturales
tienen en la cadena de producción de los proyectos culturales en la sociedad
salvadoreña y su rol en la gestión cultural como tal.

Para este análisis partiremos de la premisa que la gestión cultural es el conjunto


de estrategias utilizadas para facilitar un adecuado acceso al patrimonio cultural por
parte de la sociedad y que estas estrategias contienen en su definición una
adecuada planificación de los recursos económicos y humanos, así como la
consecución de claros objetivos a largo y corto plazo que permiten llevar a cabo
dicha planificación. Con ello nos preguntamos: ¿Qué es un gestor cultural?

Según Eduardo Perkins (licenciado en Periodismo y analista en medios de


comunicación social de Argentina), un gestor cultural es un creativo que imagina y
diseña novedosos canales de expresión para las artes y otras expresiones
culturales. Es un profesional necesario en la actualidad para el desarrollo de las
artes y la cultura en general, un planificador y desarrollador de proyectos.

Podría definirse al gestor cultural como el especialista encargado de dar forma a los
contenidos culturales de una institución, ya sea pública o privada, donde integra
funciones diversas relacionadas con la gestión administrativa, económica,
comunicativa y artística, donde debe a su vez intermediar entre los diferentes
agentes locales que interactúan en el mapa cultural.

En los últimos años, la figura del gestor cultural ha estado muy vinculada a las
actividades culturales que se desarrollan en nuestra sociedad. Es casi imposible
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negar que detrás de un buen proyecto cultural haya un buen gestor cultural
trabajando.

El vínculo entre proyecto y gestor debe ser armonioso para poder ser efectivo, pues
el primero es el resultado del pensamiento creativo del segundo, y el segundo es
quien determinará los alcances y capacidades de desarrollo del primero.

¿Qué es entonces el proyecto?

El proyecto es en esencia la conclusión de una idea a desarrollar o ejecutar , es el


planteamiento hecho por un gestor cultural o un grupo de personas cercanas a la
cultura que con claros fines y objetivos se proponen poner en marcha dicha idea. El
proyecto debe surgir de una necesidad social, de un análisis del contexto en que
denote esa necesidad. Es injusto desgastar recursos en ideas inviables y de poco
alcance, una idea clara del contexto social en que se vive y para el que se trabaja es
un buen mecanismo de arranque y una apuesta favorable de aporte concreto, no
siempre sé da esto y eso hace que muchos recursos se malgasten en curas
momentáneas para males muy profundos.

Es casi imposible que un proyecto sea efectivo si esta armonía no existe, pues la
disposición genera el vínculo y le da identidad a los proyectos.

Esta sinergia entre gestor y proyecto nos lleva a la siguiente pregunta: si el gestor
crea el proyecto y lo lleva con plena disposición a su ejecución y a su efectivo
desarrollo, ¿Qué crea a la institución?

La institución es el organismo o grupo social que, con determinados medios, une a


la diversidad de partes que la componen en un todo para la consecución de sus
fines o propósitos. Hay en nuestro país una diversidad asombrosa de instituciones
cuyo eje de trabajo parece ser el campo cultural en su enorme abanico de
posibilidades. Estas instituciones van desde lo público o estatal hasta lo privado o

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semiprivado (oficinas con recursos de diversas fuentes, donde el apoyo estatal es
muy fuerte aunque no su única fuente de apoyo).

La mayor parte de estas instituciones tienen ejes de trabajo bastante definidos.


Algunas, como los museos, teatros o bibliotecas desarrollan actividades específicas
de acuerdo a su naturaleza institucional. Existe en nuestro país una red de casas de
la cultura que dan cobertura a casi todo el territorio salvadoreño y aún fuera de
nuestras fronteras, todas en su mayoría administradas por el Estado. Muchas de las
sedes diplomáticas asentadas en el país tienen algún vínculo con la generación de
proyectos culturales o tienen sus propios proyectos culturales como institución. El
Estado en los últimos años creó la Secretaria de Cultura como ente vinculante con
todos los aspectos que a cultura se refieren en el país.

Hay pocos proyectos privados y la mayoría de éstos responden a las necesidades


que la institución que los creó considere convenientes. En materia formativa, las
posibilidades de educación artística o cultural son muy pobres y en materia de
gestión cultural casi nula, si no fuera por los esporádicos proyectos que algunas
instituciones abren durante el año.

Instituciones hay muchas pero pocas parecen ser efectivas ante la demanda que la
población vierte en el aspecto cultural.

La relación entre el gestor cultural y los proyectos culturales debe ser siempre muy
estrecha, pues esto asegura la eficacia y eficiencia de ambas partes en la idea de
acercar el arte y la cultura a la población meta. La disposición del gestor con los
proyectos es fundamental y el conocimiento en la materia es prioritario pero, si no
hay voluntad, el equilibrio se rompe y se ponen en peligro los alcances que un
proyecto pretende lograr . Es aquí donde las instituciones intervienen y juegan el
papel de guías, de modelos que sirven como planos de trabajo tanto para el gestor
como para los proyectos. La visión y la misión de una institución son los faros que
iluminan tanto a proyectos como a gestores para seguir un camino claro sobre lo
que se quiere alcanzar . Si una institución no tiene claras sus metas es peligroso que
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se equivoque en la consecución de sus proyectos y que no dé claridad al gestor
sobre las líneas a seguir . La falta de claridad de visión y misión en las instituciones
muchas veces crea conflictos entre la visión del gestor , el carácter y los fines de los
proyectos y las aspiraciones de las instituciones. No tener claros estos puntos limita
la labor de los gestores, que no sabrán si los planes y las actividades que
desarrollan cumplen con los objetivos que las instituciones pretenden alcanzar . De
igual manera, complica el impacto que los proyectos puedan tener en la población
meta. Debe haber siempre una sintonía y una claridad exhaustiva de visión y misión
en todos los involucrados en la gestión cultural. Esta claridad permite a los gestores
saber a dónde se pretende llegar con los proyectos, los recursos con los que contará
para la ejecución de los mismos, la prioridad de los proyectos y el rol que la
institucionalidad juega en ellos.

Las líneas estratégicas son fundamentales y sirven de guías a las instituciones para
dar claridad a su visión y misión. Es prioritario trazar estas guías y hacérselas saber
a todos los que formen parte de una institución, pues la sumatoria de las partes es
lo que conforma un todo. Cuando el todo tiene clara su razón de ser en el cuerpo de
la institución que los une, sabrá ubicarse en la línea de trabajo que le compete y se
sentirá parte importante del mecanismo de acción de dicho cuerpo. Si una de las
partes, por insignificante que parezca, no tiene claridad de sus funciones en dicha
maquinaria, el desequilibrio puede causar estragos en todo el cuerpo de la
institución.

No hay que obviar pequeños detalles: cuanta más información tengan las partes
sobre el rol que juegan en las instituciones, las herramientas con las que contará
para el desarrollo de sus actividades y los límites de sus funciones, mejor será su
desempeño.

La gestión cultural no está lejos de las gestiones empresariales. Aunque muchos lo


quieran ver de esa manera, los procesos son bastante similares y aportan muchas
claridades a los roles que juegan las personas involucradas.

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La identificación con los proyectos, el sentido de pertenencia, la claridad de roles y
el deseo y voluntad de ayudar a otros son fundamentales para todos los que se
involucren con la gestión cultural. El fin último de la gestión cultural es el aporte al
desarrollo humano de la sociedad en la que se convive. Es peligroso creer que las
instituciones son el gran proyecto y que las acciones que desarrollan sus miembros
se enfocan en darle estatus a ésta o a sí mismos y no valoren la razón a la que la
institución cultural se debe. Es muy frecuente que la falta de visión en la labor
cultural, tanto de instituciones como de personas al frente de éstas, se incline más
por reforzar la imagen que el fondo.

Un gestor cultural debe tener conciencia social, ética y formación cultural, un


vínculo estrecho con el campo de trabajo en el que se desenvuelve. No es el creerse
culto y capaz lo que hace a los buenos gestores culturales y las instituciones
culturales eficaces y eficientes en su vínculo con la sociedad a la que pretenden
apoyar .

Por ejemplo, el lema de la Cooperación Española en nuestro país es “Cultura para el


Desarrollo” , una apuesta de España para apoyar el desarrollo de la sociedad
salvadoreña a través del campo cultural. Este planteamiento, acompañado además
por muchos países desarrollados en el mundo, es el reconocimiento más claro de
que a partir de la cultura se puede generar desarrollo humano. Este lema, además
de reconfirmar que el fin último de la gestión cultural no son las instituciones que
proponen proyectos, ni los teatros como edificios o los museos como bodegas del
patrimonio humano, asegura que son las sociedades las que dan sentido a la
gestión cultural. Mientras esto no cale en la cabeza de los que pretenden hacer
gestión cultural, esa “Cultura para el Desarrollo” no se podrá generar nunca y el
reto de la equidad y de la lucha por el desarrollo de nuestra sociedad será cada vez
más difícil.

La trilogía de gestor cultural, proyecto cultural e institución cultural solo podrán


generar desarrollo en las sociedades a las que se deben, cuando las coincidencias
de fines y objetivos sean cada vez más vinculantes entre ambos.
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