y me oyes desde lejos y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma y te pareces a la palabra melancolía; Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio, claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa basta. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Volverán las Oscuras Golondrinas – Gustavo Adolfo Becquer
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán!. Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán!
Amor Eterno – Gustavo Adolfo Béquer
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra. Como un débil cristal. ¡todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor.
Poema de la Despedida – José Ángel Buesa
Te digo adiós y acaso te quiero todavía.
Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste… No sé si te quería… O tal vez nos quisimos demasiado los dos. Este cariño triste, y apasionado y loco, Me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco, Pero si sé que nunca volveré a amar así. Me queda tu sonrisa dormida en el recuerdo, Y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, Tal vez empiece a amarte como jamás te amé. Te digo adiós, y acaso, con esta despedida mi más hermoso sueño muere dentro de mí… Pero te digo adiós, para toda la vida, Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Mi Reina – Pablo Neruda – Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos» El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A los lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
La Casada Infiel – Federico García Lorca
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela, pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena yo me la llevé del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo. Le regalé un costurero grande de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.
El Beso– Federico Barreto
Con candoroso embeleso
y rebozando alegría, me pides morena mía que te diga... ¿Qué es un beso?
Un beso es el eco suave de un canto,
que más que canto es un himno sacrosanto que imitar no puede el ave.
Un beso es el dulce idioma
con que hablan dos corazones, que mezclan sus impresiones como las flores su aroma. Un beso es...no seas loca... ¿Por qué me preguntas eso? ¡Junta tu boca a mi boca y sabrás lo que es un beso!
Antes que Tú – Federico Barreto
Sonríes, al pasar, con ironía
Porque me juzgas un rival vencido… ¡Imbécil! la mujer que has elegido, antes que fuera tuya, ha sido mía.
En sus labios de rosa bebí un día
La esencia del licor apetecido ¿Y tú de qué te ríes? ¿qué has bebido? ¡Las sombras de la copa de ambrosía!
Ella probó en mis brazos la ventura.
Para mi fue flor de su hermosura. Yo fui sábelo bien su primer hombre. ¿Hoy la posees? No me causas enojos cuando la besas tú, cierra los ojos y, bajando la voz dice mi nombre…
Poema Sin Corazón – Federico Barreto
Loco de rabia y despecho,
resolví en cierta ocasión, abrir a mi amada el pecho y arrancarle el corazón.
Así sabré dije fiero,
si el corazón de la ingrata que sin piedad me maltrata, es de piedra o de acero.
La aceche, luego sin calma
y con un largo puñal rasgue el seno virginal de aquella mujer sin alma.
Y cuando a mis pies la ví,
un grito horrible lance ¡ y mis manos sepulte, en la herida que le abrí !
Busque, luego, temerario
dentro de su pecho impío y su pecho estaba frió, como el fondo de un osario.
Busque…, busque con tesón
y no halle lo que buscaba; ¡ la mujer que tanto amaba, no tenia corazón !
Poema Enigma – Federico Barreto
Eres un enigma que no tiene clave
te distingues de todas las mujeres, nadie puede saber si odias o quieres, sobre tu pecho hay que escribir: ¡Quién sabe! Tienes algo de fiera y algo de ave, un día besas y otro día hieres ¿Qué ambicionas? ¿Qué esperas? ¿Qué prefieres?
¡Tanto misterio en la razón no cabe!
Yo quisiera olvidarte y no te olvido; desearía con ansia aborrecerte, y nunca a nadie como a ti he querido.
Gozo al mirarte y no quisiera verte
¡Eres mujer mi fruto prohibido! ¡Me das la vida y a la vez la muerte!
Poema Idilio Roto – Federico Barreto
Hace días, muchos días
que te busco y no te encuentro, que te llamo y no respondes, que te invoco y no apareces, que te ocultas, que te escondes. Que se han ido, que se han muerto mis mejores alegrías.
Por no verme ya no quieres asomarte a la ventana,
donde siempre por las noches como un astro aparecías; donde ayer hablando a solas del presente y del mañana. ¡Seré tuya! ---Me decías. ¡Seré tuya! ---Me jurabas con tus manos en las mías.
¿De qué viene tu desvío? ¿Qué motiva tus enojos?
¿Te ofendí sin yo quererlo? ¿Te agravié sin yo pensarlo? Si tal hice, por mi daño, tu deber es declararlo, ¡mi deber, caer de hinojos!
Nuestra historia, es una historia de infinitas desventuras;
hay en ella, amada mía por cada hora de alegría muchos años de tristeza, muchos siglos de amargura.
Nuestra historia, es una historia
que deleita y martiriza mi memoria. . . Iba un día caminando, por el mundo, a la ventura, caminando, caminando como réprobo errabundo. . . Iba absorto como el Dante al cruzar la selva oscura.
Sobre mi llevaba el peso de un dolor grande y profundo
¡me arrastraba. . .! No podía con mi propia pesadumbre! De repente, una mañana, te cruzaste en mi camino y yo al verte me detuve con la faz descolorida. . . ¡Cuán hermosa! Creí que eras un arcángel peregrino que venía a conducirme a la Tierra Prometida y a tus pies caí de hinojos con el alma conmovida y a tus pies caí de hinojos y bendije mi destino.
Muchas horas, muchos días, muchos años, muchos años
paladeando sinsabores, soportando desengaños, te seguí por todas partes mendigando tus amores. En aquellos largos días de esperanzas y agonías lloré tanto. . . lloré tanto que están secos desde entonces, los raudales de mi llanto.
Mi constancia venció al cabo, pudo más que tu desvío,
una noche me escuchaste, te conté toda mi historia y al decirte que era tuyo, sólo tuyo mi albedrío que tu amor era mi vida, que tu amor era mi gloria, que por ti capaz sería de los hechos más grandiosos, de las cosas más extrañas advertí con alegría que una lágrima lucía como gota de rocío en la flor de tus pestañas. . .
Luego hablaste y me dijiste muchas cosas, muchas cosas,
delicadas, fugitivas, cadenciosas, y tus frases revolaban vaporosas de tu boca que semeja el clavel recién nacido hasta mi alma que es tu nido, cual bandadas de invisibles, de impalpables mariposas. De improviso, en el silencio de la noche soberana resonó cual grito avieso, el clamor de una campana. . . ¡La hora triste! –murmuraste-- ¡La hora triste! Hasta mañana Se juntaron enseguida nuestras almas en un beso, te escapaste de mis brazos y cerraste la ventana. . .
No te he visto desde entonces…! Se diría que te has muerto;
tu postigo está cerrado, tu balcón está desierto. . .
¿En qué celda misteriosa, para mi desconocida, sin saber porqué has querido sepultarte en plena vida? Se diría que te has muerto, que te has ido, que te has ido a vivir en las tinieblas insondables del olvido. . .
Yo te llamo noche y día
yo te llamo y yo quería verte al lado mío, como ayer solía verte; estrecharte entre mis brazos y exclamar con alegría ¡Mía! ¡Mía! ¡Solo Mía! Mía ahora, mía siempre, hasta el fin, hasta la muerte. Pero no! Todo deleite llega al fin a ser hastío; toda dicha degenera en cansancio y sinsabores y yo ansío; por tu bien y por el mío, que no tengan en el mundo este fin nuestros amores!
En tu duelo que es mi duelo,
para ti tengo un consuelo, yo conozco la manera de lograr que este cariño, sea eterno, nunca muera. . . Un enorme sacrificio por desgracia es necesario. ¡No te aflijas! ¡No desmayes! No te muestres abatida. ¿No lo sabes? En la vida todos sufren, todos lloran, todos tienen su calvario.
Es forzoso separarnos. . . ¿Palideces!
Calma niña tu congoja. El licor de la ventura pierde toda su dulzura si se bebe hasta las heces! ¡Es forzoso separarnos. . . ¡ ¿Has pensado tú lo mismo? ¿Es por eso que te ocultas? ¿Es por eso qué te escondes?
¿Es por eso qué a mis gritos de dolor ya no respondes?
Si así piensas, te perdono mi dolor y tu egoísmo. . . ¡Qué tristeza amada mía! Nuestra dicha fue en el mundo, fuego fatuo, sombra vana; cual la rosa del poeta, ni siquiera vivió un día, duró apenas, lo que dura el fulgor de una mañana.
¡Adiós! Vamos por el mundo, firme el pie, la frente seguida
cada cual por su camino, cada cual a su destino, sin la idea de encontrarnos otra vez en esta vida. ¿En qué brazos ángel mío, te echará por fin la suerte? ¿El amor hará que un día, sientas nuevos embelesos? ¿Te querrá alguien en el mundo como yo llegué a quererte? ¿Para quién serán tus labios? ¿Para quién serán tus besos? ¡Adiós! Nada en recompensa de mi enorme amor te pido solo quiero que estés cierta, de que nunca! ¿lo oyes? ¡Nunca! Estés viva o estés muerta te echaré de mi memoria el sepulcro del olvido. . .
No te culpo de mis penas.
No eres tú quien ha tronchado mi ventura. ¡Fue la suerte!... Fue la suerte que me asedia, que me tiene declarado duelo a muerte. Oye amada. . . ¡más que encono por su insólito abandono; por tu ausencia repentina, por tu hermética clausura, en mi espíritu despiertas sentimientos de ternura. . . Y es que sé, y es que comprendo, que lo mismo que yo sufro; tú en la ausencia estás sufriendo. . . Y es que sé, que en el silencio de tu ignota celda oscura tu suplicio es:¡más enorme! tu dolor es: ¡más horrendo!
Hasta el modo delicado
de apartarse de mi lado me demuestra tu cariño fervoroso y abnegado. No quisiste que sufriera las angustias dolorosas de una eterna despedida y una noche, por las sombras misteriosas protegida, te marchaste para siempre sin decirme ¡adiós! –siquiera. Con los ojos muy cerrados para no verme a la salida como madre cariñosa que a la luz de la alborada sale andando de puntillas, sin hacer el menor ruido de la alcoba inmaculada donde su ángel blanco y rubio en su cuna está dormido. . . Tú!. . . esa noche tenebrosa preparaste silenciosa tu partida; y mordiendo tu pañuelo para no exhalar un grito, te marchaste despacito, despacito, despacito. . . ¡Ya sé que no he de verte nunca más en esta vida!
Poema Ultimo Ruego – Federico Barreto
Ódiame por piedad, yo te lo pido...
¡Ódiame sin medida ni clemencia! Más vale el odio que la indiferencia. El rencor hiere menos que el olvido.
Yo quedaré, si me odias, convencido,
de que otra vez fue mía tu existencia. Más vale el odio a la indiferencia. ¡Nadie aborrece sin haber querido!
A una Rosa – Luis de Góngora y Argote
Ayer naciste y morirás mañana. Para tan breve ser, ¿quién te dio vida? ¿Para vivir tan poco estás lucida, y para no ser nada estás lozana? Si te engañó su hermosura vana, bien presto la verás desvanecida, porque en tu hermosura está escondida la ocasión de morir muerte temprana. Cuando te corte la robusta mano, ley de la agricultura permitida, grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te aguarda algún tirano; dilata tu nacer para tu vida, que anticipas tu ser para tu muerte.
El Querer – Manuel Machado
En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma.
Me he enamorado de ti y es enfermedad tan mala, que ni la muerte la cura, ¡bien lo saben los que aman!
Loco me pongo si escucho
el ruido de tu charla, y el contacto de tu mano me da la vida y me mata. Yo quisiera ser el aire que toda entera te abraza, yo quisiera ser la sangre que corre por tus entrañas.
Son las líneas de tu cuerpo
el modelo de mis ansias, el camino de mis besos y el imán de mis miradas.
Siento al ceñir tu cintura
una duda que me mata que quisiera en un abrazo todo tu cuerpo y tu alma.
Estoy enfermo de ti,
de curar no hay esperanza, que en la sed de este amor loco tu eres mi sed y mi agua.
Maldita sea la hora
en que contemplé tu cara, en que vi tus ojos negros y besé tus labios grana.
Maldita sea la sed
y maldita sea el agua, maldito sea el veneno que envenena y que no mata.
En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma. Caminante Rima XXIX – Antonio Machado
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.