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Poema XV – Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente


y me oyes desde lejos y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma
y te pareces a la palabra melancolía;
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio,
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Volverán las Oscuras Golondrinas – Gustavo Adolfo Becquer

Volverán las oscuras golondrinas


en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…;
desengáñate, ¡así… no te querrán!

Amor Eterno – Gustavo Adolfo Béquer

Podrá nublarse el sol eternamente;


Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra.
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Poema de la Despedida – José Ángel Buesa

Te digo adiós y acaso te quiero todavía.


Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado y loco,
Me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco,
Pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en el recuerdo,
Y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiece a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós, para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en ti.

Mi Reina – Pablo Neruda – Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A los lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

La Casada Infiel – Federico García Lorca

Y que yo me la llevé al río


creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago


y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,


los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.


Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

El Beso– Federico Barreto

Con candoroso embeleso


y rebozando alegría,
me pides morena mía
que te diga... ¿Qué es un beso?

Un beso es el eco suave de un canto,


que más que canto es un himno sacrosanto
que imitar no puede el ave.

Un beso es el dulce idioma


con que hablan dos corazones,
que mezclan sus impresiones
como las flores su aroma.
Un beso es...no seas loca...
¿Por qué me preguntas eso?
¡Junta tu boca a mi boca
y sabrás lo que es un beso!

Antes que Tú – Federico Barreto

Sonríes, al pasar, con ironía


Porque me juzgas un rival vencido…
¡Imbécil! la mujer que has elegido,
antes que fuera tuya, ha sido mía.

En sus labios de rosa bebí un día


La esencia del licor apetecido
¿Y tú de qué te ríes? ¿qué has bebido?
¡Las sombras de la copa de ambrosía!

Ella probó en mis brazos la ventura.


Para mi fue flor de su hermosura.
Yo fui sábelo bien su primer hombre.
¿Hoy la posees? No me causas enojos
cuando la besas tú, cierra los ojos
y, bajando la voz dice mi nombre…

Poema Sin Corazón – Federico Barreto

Loco de rabia y despecho,


resolví en cierta ocasión,
abrir a mi amada el pecho
y arrancarle el corazón.

Así sabré dije fiero,


si el corazón de la ingrata
que sin piedad me maltrata,
es de piedra o de acero.

La aceche, luego sin calma


y con un largo puñal
rasgue el seno virginal
de aquella mujer sin alma.

Y cuando a mis pies la ví,


un grito horrible lance
¡ y mis manos sepulte,
en la herida que le abrí !

Busque, luego, temerario


dentro de su pecho impío
y su pecho estaba frió,
como el fondo de un osario.

Busque…, busque con tesón


y no halle lo que buscaba;
¡ la mujer que tanto amaba,
no tenia corazón !

Poema Enigma – Federico Barreto

Eres un enigma que no tiene clave


te distingues de todas las mujeres,
nadie puede saber si odias o quieres,
sobre tu pecho hay que escribir: ¡Quién sabe!
Tienes algo de fiera y algo de ave,
un día besas y otro día hieres
¿Qué ambicionas? ¿Qué esperas? ¿Qué prefieres?

¡Tanto misterio en la razón no cabe!


Yo quisiera olvidarte y no te olvido;
desearía con ansia aborrecerte,
y nunca a nadie como a ti he querido.

Gozo al mirarte y no quisiera verte


¡Eres mujer mi fruto prohibido!
¡Me das la vida y a la vez la muerte!

Poema Idilio Roto – Federico Barreto

Hace días, muchos días


que te busco y no te encuentro, que te llamo y no respondes,
que te invoco y no apareces, que te ocultas, que te escondes.
Que se han ido, que se han muerto mis mejores alegrías.

Por no verme ya no quieres asomarte a la ventana,


donde siempre por las noches como un astro aparecías;
donde ayer hablando a solas del presente y del mañana.
¡Seré tuya! ---Me decías.
¡Seré tuya! ---Me jurabas con tus manos en las mías.

¿De qué viene tu desvío? ¿Qué motiva tus enojos?


¿Te ofendí sin yo quererlo? ¿Te agravié sin yo pensarlo?
Si tal hice, por mi daño, tu deber es declararlo,
¡mi deber, caer de hinojos!

Nuestra historia, es una historia de infinitas desventuras;


hay en ella, amada mía
por cada hora de alegría
muchos años de tristeza, muchos siglos de amargura.

Nuestra historia, es una historia


que deleita y martiriza mi memoria. . .
Iba un día caminando, por el mundo, a la ventura,
caminando, caminando como réprobo errabundo. . .
Iba absorto como el Dante al cruzar la selva oscura.

Sobre mi llevaba el peso de un dolor grande y profundo


¡me arrastraba. . .! No podía con mi propia pesadumbre!
De repente, una mañana, te cruzaste en mi camino
y yo al verte me detuve con la faz descolorida. . .
¡Cuán hermosa! Creí que eras un arcángel peregrino
que venía a conducirme a la Tierra Prometida
y a tus pies caí de hinojos con el alma conmovida
y a tus pies caí de hinojos y bendije mi destino.

Muchas horas, muchos días, muchos años, muchos años


paladeando sinsabores,
soportando desengaños,
te seguí por todas partes mendigando tus amores.
En aquellos largos días
de esperanzas y agonías
lloré tanto. . . lloré tanto
que están secos desde entonces, los raudales de mi llanto.

Mi constancia venció al cabo, pudo más que tu desvío,


una noche me escuchaste, te conté toda mi historia
y al decirte que era tuyo, sólo tuyo mi albedrío
que tu amor era mi vida, que tu amor era mi gloria,
que por ti capaz sería
de los hechos más grandiosos, de las cosas más extrañas
advertí con alegría
que una lágrima lucía
como gota de rocío en la flor de tus pestañas. . .

Luego hablaste y me dijiste muchas cosas, muchas cosas,


delicadas, fugitivas, cadenciosas,
y tus frases revolaban vaporosas
de tu boca que semeja el clavel recién nacido
hasta mi alma que es tu nido,
cual bandadas de invisibles, de impalpables mariposas.
De improviso, en el silencio de la noche soberana
resonó cual grito avieso,
el clamor de una campana. . .
¡La hora triste! –murmuraste-- ¡La hora triste! Hasta mañana
Se juntaron enseguida nuestras almas en un beso,
te escapaste de mis brazos y cerraste la ventana. . .

No te he visto desde entonces…! Se diría que te has muerto;

tu postigo está cerrado, tu balcón está desierto. . .


¿En qué celda misteriosa, para mi desconocida,
sin saber porqué has querido
sepultarte en plena vida?
Se diría que te has muerto, que te has ido, que te has ido
a vivir en las tinieblas insondables del olvido. . .

Yo te llamo noche y día


yo te llamo y yo quería
verte al lado mío, como ayer solía verte;
estrecharte entre mis brazos y exclamar con alegría
¡Mía! ¡Mía! ¡Solo Mía!
Mía ahora, mía siempre, hasta el fin, hasta la muerte.
Pero no! Todo deleite llega al fin a ser hastío;
toda dicha degenera en cansancio y sinsabores
y yo ansío;
por tu bien y por el mío,
que no tengan en el mundo este fin nuestros amores!

En tu duelo que es mi duelo,


para ti tengo un consuelo,
yo conozco la manera
de lograr que este cariño, sea eterno, nunca muera. . .
Un enorme sacrificio por desgracia es necesario.
¡No te aflijas! ¡No desmayes! No te muestres abatida.
¿No lo sabes? En la vida
todos sufren, todos lloran, todos tienen su calvario.

Es forzoso separarnos. . . ¿Palideces!


Calma niña tu congoja.
El licor de la ventura
pierde toda su dulzura
si se bebe hasta las heces!
¡Es forzoso separarnos. . . ¡ ¿Has pensado tú lo mismo?
¿Es por eso que te ocultas? ¿Es por eso qué te escondes?

¿Es por eso qué a mis gritos de dolor ya no respondes?


Si así piensas, te perdono mi dolor y tu egoísmo. . .
¡Qué tristeza amada mía!
Nuestra dicha fue en el mundo, fuego fatuo, sombra vana;
cual la rosa del poeta, ni siquiera vivió un día,
duró apenas, lo que dura el fulgor de una mañana.

¡Adiós! Vamos por el mundo, firme el pie, la frente seguida


cada cual por su camino,
cada cual a su destino,
sin la idea de encontrarnos otra vez en esta vida.
¿En qué brazos ángel mío, te echará por fin la suerte?
¿El amor hará que un día, sientas nuevos embelesos?
¿Te querrá alguien en el mundo como yo llegué a quererte?
¿Para quién serán tus labios? ¿Para quién serán tus besos?
¡Adiós! Nada en recompensa de mi enorme amor te pido
solo quiero que estés cierta,
de que nunca! ¿lo oyes? ¡Nunca! Estés viva o estés muerta
te echaré de mi memoria el sepulcro del olvido. . .

No te culpo de mis penas.


No eres tú quien ha tronchado mi ventura. ¡Fue la suerte!...
Fue la suerte que me asedia,
que me tiene declarado duelo a muerte.
Oye amada. . . ¡más que encono por su insólito abandono;
por tu ausencia repentina, por tu hermética clausura,
en mi espíritu despiertas sentimientos de ternura. . .
Y es que sé, y es que comprendo,
que lo mismo que yo sufro;
tú en la ausencia estás sufriendo. . .
Y es que sé, que en el silencio de tu ignota celda oscura
tu suplicio es:¡más enorme! tu dolor es: ¡más horrendo!

Hasta el modo delicado


de apartarse de mi lado
me demuestra tu cariño fervoroso y abnegado.
No quisiste que sufriera
las angustias dolorosas de una eterna despedida
y una noche, por las sombras misteriosas protegida,
te marchaste para siempre sin decirme ¡adiós! –siquiera.
Con los ojos muy cerrados para no verme a la salida
como madre cariñosa que a la luz de la alborada
sale andando de puntillas, sin hacer el menor ruido
de la alcoba inmaculada
donde su ángel blanco y rubio en su cuna está dormido. . .
Tú!. . . esa noche tenebrosa
preparaste silenciosa tu partida;
y mordiendo tu pañuelo para no exhalar un grito,
te marchaste despacito, despacito, despacito. . .
¡Ya sé que no he de verte nunca más en esta vida!

Poema Ultimo Ruego – Federico Barreto

Ódiame por piedad, yo te lo pido...


¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Más vale el odio que la indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.

Yo quedaré, si me odias, convencido,


de que otra vez fue mía tu existencia.
Más vale el odio a la indiferencia.
¡Nadie aborrece sin haber querido!

A una Rosa – Luis de Góngora y Argote


Ayer naciste y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.

El Querer – Manuel Machado

En tu boca roja y fresca


beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.

Me he enamorado de ti
y es enfermedad tan mala,
que ni la muerte la cura,
¡bien lo saben los que aman!

Loco me pongo si escucho


el ruido de tu charla,
y el contacto de tu mano
me da la vida y me mata.
Yo quisiera ser el aire
que toda entera te abraza,
yo quisiera ser la sangre
que corre por tus entrañas.

Son las líneas de tu cuerpo


el modelo de mis ansias,
el camino de mis besos
y el imán de mis miradas.

Siento al ceñir tu cintura


una duda que me mata
que quisiera en un abrazo
todo tu cuerpo y tu alma.

Estoy enfermo de ti,


de curar no hay esperanza,
que en la sed de este amor loco
tu eres mi sed y mi agua.

Maldita sea la hora


en que contemplé tu cara,
en que vi tus ojos negros
y besé tus labios grana.

Maldita sea la sed


y maldita sea el agua,
maldito sea el veneno
que envenena y que no mata.

En tu boca roja y fresca


beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.
Caminante Rima XXIX – Antonio Machado

Caminante, son tus huellas


el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino,


y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino


sino estelas en la mar.

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