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La palabra mito está devaluada. En la actualidad, suele designar aquello que es incierto o fantasioso.

Lo que no puede demostrarse y probablemente ni siquiera ha existido. Es curioso, porque este


empleo resulta absolutamente contrario a su acepción original. Cuando “mito” designaba un nivel
superior en el que las categorías hablan por sí mismas. A lo largo de la historia, los mitos eran
hechos que sobrevolaban el devenir de las existencias humanas, más allá de sus limitaciones. Por
eso expresaban una verdad difusa, resonante, oscura. Pero verdad al cabo. Sin embargo, en el
mundo tecnológico y en la era postindustrial ya no creemos en los mitos. Hemos perdido aquella
noción del mito como algo actuante y vivo. Solo aplicamos la palabra a supuestos de baja
intensidad. Para nosotros un mito es ahora un futbolista, un cante o un político. Sin embargo, casi
nunca son mitos de verdad, sino meras figuras amplificadas. No dialogan con nosotros.
Simplemente se encuentran en una dimensión que para la mayoría es “mítica”. Por lo irreal y lejano.
El mito es otra cosa. Reside en aquella historia que nos sirve como llave de candado, para abrir el
resorte de preguntas propias. Para entender nuestra vida.

Para Adorno el mito es ya Ilustración; la Ilustración recae en la mitología. Son dos conceptos que
no se oponen, como nos enseña la tradición occidental, sino que son continuidad uno de otro, en
un círculo que no tiene fin. Este círculo es el que alimenta el ansia de dominio del hombre
occidental sobre la realidad. En este comentario intentaremos dilucidar a partir de dos personajes
literarios, Odiseo y Don Quijote, la filosofia de Adorno y su concepción del ser humano.
Asimismo, nos plantaremos si habrá una (auto)destrucción del mito y la Ilustración en el mundo
moderno. Nos centraremos principalmente en el episodio de la cueva de Polifemo, en esa
negación de la propia persona para llegar a la salvación, ¿La fuerza de la palabra y el nominalismo
serán el único acceso a la verdad? ¿Se nos proporciona una imagen del lenguaje como potencia
emancipadora de la realidad?

Como afirma Mircea Eliade “conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas. En
otros términos: se aprende no solo cómo las coses han llegado a la existencia, sino también donde
encontrarlas y como hacerlas reaparecer cuando desaparecen”1. Los sofistas tendieron a separar el
mito de la razón, pero no siempre para sacrificar enteramente el primero, pues con frecuencia
admitieron la narración mitológica como envoltura de la verdad filosófica. El mito no es objeto de
pura investigación empírico-descriptiva, ni es tampoco manifestación histórica de ningún
Absoluto: es modo de ser o forma de una conciencia: la "conciencia mítica". Odiseo claramente
es un héroe mítico, ha dejado un legado, una historia. Podríamos afirmar que la Odisea supone el

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Pag 20, mito y realidad.

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viaje de la razón, ese intento de conquista de uno mismo, que solo es posible a través de un
enfrentamiento con aquello que no se es, con aquello distinto de sí y otro que se nos enfrenta en
un gesto profundamente dialéctico. Ese otro enfrentado será la Naturaleza misma, el objeto en
sentido amplio, y la batalla emprendida en su contra la autoafirmación del si-mismo como
identidad reflexiva o sujeto. En términos de Adorno este personaje será un “insensato curioso”, la
razón le guiará en su camino, la astucia le obligará a negar la huella de su identidad y únicamente a
través de la lógica discursiva, de la palabra, logrará salvarse. Siguiendo a Heidegger, todo gira
alrededor del lenguaje: el ser que puede ser entendido es lenguaje. Si dispongo de un mundo es
por mi condición de ser lingüístico, pero el lenguaje no es creación mía, sino que soy yo quien lo
habita. La razón obligará al propio personaje mitológico a abandonarse a sí mismo para
reencontrarse, cuando en un inicio pronuncia la palabra “Nadie” para escapar, pero después como
héroe se ve obligado a pronunciar su nombre para volver a recuperar su identidad.

Este episodio donde se consolida el yo de Odiseo, lo podríamos contrastar con el capítulo V del
Quijote de la primera parte, cuando el protagonista también reafirmará su persona con la sentencia
“Yo sé quién soy”, cuando en realidad no se conoce a sí mismo en su totalidad, vive en una realidad
literaria, ficcional. Asi pues, El ingenioso hidalgo de la Mancha es un viaje de autoconocimiento,
ya que comoShakespeare proclamaría: «ser o no ser, éste es el problema». En cambio, Odiseo sabe
quién es, pero llega a (auto)aniquilarse con la finalidad de sobrevivir, rechaza su yo de forma
racional para poder continuar con su vida y su viaje. El protagonista de la obra cervantina supondrá
la ruptura del mito, ya que es el último caballero andante, llegará tarde a la convocatoria, Odiseo,
en cambio, será el primer navegante y héroe mítico. Ambos personajes sufrirán una intoxicación,
en el caso de Odiseo será a causa de la razón y en el caso de Don Quijote la literatura.

Asimismo, podríamos añadir un tercer personaje clásico: Edipo. Como Don Quijote, se debate
entre lo fenoménico y lo nouménico, quiere saber la verdad y justo en el momento que la alcanza,
no soporta la claridad y se arranca los ojos. El destino de Edipo es, en definitiva, un testimonio de
la fragilidad de la grandeza humana, el ethos del héroe, su carácter, resulta ser, en definitiva, su
daímon, su destino. El despertar del sueño, el desvelamiento de la realidad impone al héroe trágico
el sacrificio. Edipo no puede decir «yo sé quién soy» aunque aspira a saberlo. Cuando recibe más
enteramente noticia de su persona, cuando cae la máscara y aparece el ser, ha sonado para él la
hora del sacrificio.

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Adorno calificará al protagonista de La Odisea de “insensato curioso”, nosotros podríamos definir
al personaje de Miguel Cervantes como un “loco cuerdo”. Los cometidos de ambos héroes se
verán reflejados a lo largo de la obra y la razón tendrá un papel verdaderamente importante. En la
Odisea encontramos una racionalidad subjetiva que ha buscado dominar y someter la naturaleza
para sobrevivir y para satisfacer sus necesidades vitales, imponiendo leyes a uno mismo y a los
demás. Así pues, el dominio de la naturaleza por medio de la razón instrumental se ha convertido
en un dominio sobre nosotros mismos. Odiseo encarna el ideal de la ley totalitaria de la identidad:

que es aquella por la cual sólo es reconocido lo que se deja reconducir al cálculo y a la utilidad. Pero lo que
parece un triunfo de la objetividad sobre la naturaleza ha esclavizado, a su vez, a la razón. Ésta, limitada
ahora a los datos inmediatos de la realidad, sólo puede confirmar y reproducir lo que ya existe”2.

Será necesaria la afirmación del yo para poder seguir siendo, mientras que Don Quijote es un
personaje de camino que, a pesar de vivir centenares de peripecias de forma constante, no siempre
su identidad sale reforzada. Parece que Odiseo sienta la necesidad de salir siempre victorioso de la
lucha gracias al ingenio. Esta astucia le hará matar, destruir y abandonar ya que tiene un fin último,
llegar a Ítaca. Así pues, podríamos afirmar que la razón será la propia enfermedad de Odiseo, pero
a la vez en el raciocinio encontramos la cura. El protagonista clásico es sin duda astuto, pero lo es
frente a poderes que han dejado de ser temidos “Lo mismo pasa con la razón instrumental: ella
controla la naturaleza precisamente cuando la naturaleza ha sido cosificada. Una vez cosificada, la
naturaleza deja de ser terrible e incontrolada para volverse dócil y previsible, con lo cual el mérito
de la razón no va más”3.

Don Quijote por supuesto está loco de atar y su locura es el motor de la historia; sin embargo, en
el centro de ese ciclón de disparates anida un remanso de cordura. Nada sabemos de la infancia o
la juventud del protagonista llega a nosotros como las figuras míticas, con sus atributos finales. La
novela despliega toda clases de peripecias provocadas por alucinaciones y por un falso sentido de
la consecuencia, pero también las discretas razones a las que solo se llega por vía extrema o largo
rodeo. La sensatez a contrapelo del personaje le permite argumentar con buen juicio sobre lo que
ha malinterpretado. El acto más radical del Quijote es la imitación: se disfraza para asumir un
código prestablecido. Sin embargo, este deseo de mimesis no encaja con el medio en que se mueve:
quiere ser lo que no puede ser. Como Pierre Menard, el Caballero de la Triste Figura es original
no por la conducta que se asigna, sino por el contexto. La copia es reinventada por la forma en

2 Pensamiento cientifico, filosofico contemporaneo Marina Garcés


3 Adorno y politica

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que la miran. Odiseo, en cambio, está totalmente sumergido en el principio de racionalidad y
actuará siguiéndolo hasta las últimas consecuencias, siendo un modelo para la posteridad de héroe
completo.

Cabría destacar que la locura de Don Quijote y su curación lo llevaran a la muerte. Este asesinato
por parte de Miguel de Cervantes tiene un claro objetivo: que no vuelva a ser imitado. En cambio,
Homero mitificará a su héroe, porque la razón ha logrado salvarlo de todas las peripecias. En el
episodio de las sirenas podremos observar como su astucia lo hará disfrutar de unos goces que no
pertenecen al mundo terrenal, Odiseo representa y reencarna el utilitarismo particular, la pasión
egocéntrica:

El héroe siempre se salva de la muerte, pero son pocas las veces en que realmente arriesga su vida. Su astucia
consiste en que otros arriesguen la vida por él. Indefectiblemente, se comporta como un señor respecto de
sus sirvientes, entrando en una dialéctica fatal con ellos. Su supervivencia solo está garantizada por el trabajo
ajeno, con lo cual tarde o temprano tendrá que reconocer que, para la historia, su papel de amo es más
contingente que el de los esclavos4.

Se perfilará con las actuaciones de Odiseo la lógica del amo, que cree equivocadamente que solo
su yo es imprescindible. Será el prototipo de pensamiento burgués. Adorno cree que mediante la
abstracción y la universalización de las narraciones, la Ilustración radicaliza la pasión dominadora
que ya anidaba en el mito y, bajo el pretexto de liberar al mundo de las sombras de lo irracional
(de desencantarlo), lo somete a una nueva esclavitud: la objetivación del dato, la reificación del
pensamiento y la alienación del hombre. Son las tres expresiones de una misma situación, en la
que barbarie y civilización, se muestran como el reverso una de otra. Así, la Ilustración recae en la
mitología de la que nunca supo escapar.

Para finalizar, podríamos afirmar que “En la novela El árbol de Sausurre, Hector Libertella llama la
atención sobre un accidente semiótico: la palabra yo, decisiva para todo relato, reúne en español
dos conjunciones opuestas (y/o), la unión y la disyuntiva, lo que articular y lo que disgrega”5, en
ambos personajes se nos configura un yo, en el caso de Odiseo, ese yo intenta aglutinar toda la
humanidad. El protagonista clásico se desenvuelve siempre en un mundo ya poblado por mitos,
en un mundo que ha sido mediado por el lenguaje y los relatos de sentido, es decir, un mundo ya
intersubjetivamente habitado. Las peripecias de Odiseo en su regreso a Ítaca se nos mostrarán
como el relato del camino de la racionalidad sobre la multiplicidad de los mitos y, al mismo tiempo,

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Adorno y lo Politico: Per Silvia Schwarzböck
5 De eso se trata pag 49

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como el relato de la consolidación del yo como instancia autónoma. Adorno interpreta cada
aventura de Odiseo como una amenaza para la lógica del sujeto, ya que en cada aventura existe la
tentación de desviarse y de perder la identidad. Por lo tanto, Odiseo debe entablar un juego de idas
y vueltas con lo múltiple y diferente de su yo para conseguir su realización. Mientras que el
fragmentado “yo” de Cervantes nos proporcionará un tejido de adhesiones y disonancias,
provocando en nosotros la restauración o mejor dicho la reimaginación del mito caballeresco. Don
Quijote evoluciona a lo largo de la novela. Del “¡Yo sé quién soy!” de principios de la Primera
Parte, mediante el cual desafía al mundo, el caballero andante declara su condición cognoscitiva
en dos ocasiones más, ambas en la segunda parte. En el capítulo II: 1 el cura y el barbero visitan
al hidalgo. El barbero refiere la historia del loco del manicomio sevillano e inmediatamente apunta
que nada tiene que ver con la condición de su amigo el hidalgo. Entonces don Quijote afirma: "Si
puedo sentirme o no [ofendido] yo me lo sé". En el capítulo II: 70 Altisidora comunica al
protagonista que ha leído las aventuras apócrifas de Avellaneda, y don Quijote sentencia: "No hay
otro yo en el mundo" (866). “Cada una de estas tres frases ilustra tres estadios psicológicos del
protagonista: de creerse paladín de la caballería y desafiar al mundo, a reconocer el mundo de la
experiencia y, finalmente, vislumbrar en su fracaso una victoria moral”6. El personaje de novela
sabe quién es, aunque sólo tenga conciencia de sus límites y de su ambigüedad, de su ser como
criatura soñada.

En conclusión, desde sus comienzos, la razón entendida como lo que distingue y hace superior a
la humanidad, o en todo caso a nuestra civilización, al “hombre europeo”, y que ha sido el motor
de su desarrollo, alberga en su interior una contradicción tan fundamental como constitutiva: por
un lado, “es el principio determinante de los fines que contiene la promesa de redención y
reconciliación universal; por otro, es un instrumento de dominio, el medio más poderoso para el
sometimiento de la naturaleza y la reificación del espíritu”7. Y este segundo momento de la Razón
es el que ha predominado en la historia de Occidente, hasta el punto que la época moderna,
culminación del proceso civilizatorio, significa la apoteosis del momento regresivo de la Ilustración
y, por lo tanto, su autodestrucción. ¿Es el Quijote una prefiguración del mal uso de la razón?
Adorno escribirá su célebre frase sobre el fin de la poesía después de Auschwitz “ell sabia
perfectament que se’n seguiria escrivint, recitant i cantant. Que seguiríem pensant. El problema
era i és: què podem pensar d’aquest pensament que no només no es capaç de evitar ferides, sinó

6Unamuno y Cervantes, p. 360


7Enguita, José Emilio Esteban. "En el principio fue el dominio: Tres genealogías de la
Modernidad (Nietzsche, Heidegger y Adorno)." Bajo palabra. Revista de filosofía 2 (2007): 73-
79.

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que n’és la causa i el motor?”8 . En un doble sentido aparece la Modernidad para Adorno como
una época final, como el tiempo en que se realiza de un modo pleno (o está en trance de realización)
el telos que ha conducido la historia de Occidente: “por un lado, la razón se revela a sí misma
como ratio, como razón instrumental que se objetiva como método y se proyecta como sistema”9.
Claramente dorno denunciara la calamitat civilitzatoria a la qual havia conduit el desplegamente de
la cultura i de la racionalitat. FINAL +++

8 Fora de clase p.68


9
Enguita, José Emilio Esteban. "En el principio fue el dominio: Tres genealogías de la Modernidad
(Nietzsche, Heidegger y Adorno)." Bajo palabra. Revista de filosofía 2 (2007): 73-79.

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