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Diseños precolombinos de Colombia

Animales mitológicos de Antonio Grass

Transcripción realizada por: Paulin Parra

Agradecimientos a
la biblioteca Luis Ángel Arango

Bogotá-Colombia
2013
Contenido

 Animales mitológicos.
 El jaguar símbolo de América.
 Serpientes multifacéticas.
 Las aves convertidas en mito.
 Ranas mágicas.
 Micos acróbatas.
 Saurios y lagartos somnolientos expectantes.
 Peces míticos.
 El mundo apocalíptico de los insectos.
 Los caracoles trashumantes.
 Los murciélagos sagrados.
 Los dragones fabulosos.
 Los animales recipiente.
 Animales mitológicos como diseño.
o El estilo.
o La forma.
o La expresión.
o Las cualidades.
o Las relaciones.
o Los rasgos comunes.
o Lo geométrico.
o La estilización.
o La abstracción.
o La simetría.
o La armonía.
o La estructura.
Animales mitológicos

Si intentamos un acercamiento a la
mentalidad del hombre Colombiano antiguo,
así como a sus características, encontraremos
que todo derivaba del medio ambiente, de su
forma de vida y de su herencia.
El hombre prehispánico Colombiano estuvo
íntimamente unido a la tierra, por sus
necesidades, sus costumbres y sus creencias.
Parece-en su soledad incontaminada de otros
mundos-surgiendo de este suelo, se le ve
amasado con polvo americano y animado con
ráfagas huracanadas de vientos tropicales, así
hizo parte de tierra, agua y fuego.
Consideró que hombres, animales y
naturaleza estaban íntimamente unidos, con
ellos convivió de forma continua, con ellos
compartió espacio, tiempo en un larguísimo
lapso.
Así nada mejor para acompañarse en el
trascurrir de la vida y de la muerte, desde las
altas y frías cumbres, hasta las ardientes
planicies y bosques besados por mares
encantados, que la compañía de los animales.
Estos posiblemente fueron para Colombia
antigua símbolo de los deseos, los temores,
las ambiciones, los traumas psíquicos y físicos
de todas sus culturas.

Los animales, seres prodigiosos que habitaron


todas las latitudes vistiendo rutilantes colores,
cubriéndose con suavísimas pieles y plumas,
capaces del hechizo de la conversación y del
canto y también de modular voces extrañas,
de producir gritos: amenazantes unos,
acariciantes otros; voces de alerta, largos y
melancólicos trinos, carcajadas gruñidos,
croares, feroces rugidos o silenciosos
interminables y también danzas de exóticos y
complicados pasos.

Y solamente los prodigiosos de la voz y los


vestidos. También la fuerza de los músculos
poderosos capaces de derribar hombres y
rivales. El vigor de las largas mandíbulas y el
poder de las colas pesadas como masas,
prensiles, o finas como un pulmón. La energía
envolvente de las bestias constrictoras. El
radar de muchos de ellos. El buen
desenvolvimiento nocturno. La agilidad de los
saltarines, de los saltimbanquis, y los cómicos
acróbatas. Las actitudes de los pensadores
ensimismados filosóficamente. Los
guardadores de cosas y los furtivos raponeros.

Debió producir asombro el que algunos


animales pudieran volar, recorrer largas
distancias llevando su presa, suspenderse en
el aire, retroceder en el vuelo; casar haciendo
gala de gran astucia, de camuflaje, de
engaño. Las jerarquías ya agrupaciones en su
organización social, la comunidad en el
trabajo repartido, los instintos. El orden de
sus vidas, la limpieza y originalidad de sus
viviendas.

Así mismo debió plasmar la misteriosa vida de


los peces y los grandes animales marinos,
habitantes de un medio líquido y lleno de
inexplicables inquietudes, con especial orden
de vida y una variedad infinita de monstruos,
pequeños seres y sutiles formas multicolores.

No solamente la variedad de la vida animal,


los hábitos y las costumbres, ocasionaron
estupor y maravilla. También los animales
eran alimento, vestido, adorno, materiales
destinados al arte, al rito o a los usos
comunes. Sus colores y sus formas se
utilizaron para ser reproducidos en el
transcurrir de la vida y de la muerte y sus
costumbres para ser imitadas.

El hombre colombiano ante tanto prodigio y


beneficio recibido de este reino no tuvo más
remedio que aprovechar todo el
encantamiento producido por ellos e
involucrarlos a su cosmos, transformándolos
en deidades, en patrones protectores,
erigiéndolos en tótem, destinándolos a regir la
vida de los hombres.

A causa de sus hábitos y costumbres fueron


convertidos en representaciones del día,
deidades de la noche, del sol, del amor y de la
continuidad de la vida después de la muerte;
espíritus de la tierra, de los vientos, del agua
y del fuego. Con ellos se llamó la fertilidad, se
les permitió presidir, acompañar o iniciar el
género humano. Fueron designados
mensajeros para lo eterno y guardianes de las
moradas de los dioses y los muertos.

Los clanes fueron presididos por animales


tutelares, que se involucraron en todas sus
ceremonias como deidades, como dobles,
como formas, como mitos. Muchos de ellos
representaban la resurrección y el espíritu. A
su cargo también estuvo la unión del cielo y la
tierra; porque ellos podían descender a las
profundidades y también remontarse altísimo
a los infinitos espacios.

En los ritos del aguan benéfica, fertilizante o


destructora, estuvieron principalmente los
animales para representar y beneficiar.

A los animales se les encargó la compañía en


ultratumba, en la otra vida: ellos ayudarían,
protegerían, escoltarían. Su condición mítica
les daba el dominio de lo desconocido.

En la Colombia prehispánica se nacía bajo la


protección de un animal, se convivía, se
amaba con ellos, en su unión se creaban los
ritmos de la vida y con ellos e cortaba el
último aliento.

Los animales representaron el bien y el mal,


con sus formas nacían muchos hombres y
otros las tomaban como castigo o como
máximo premio. La dualidad hombre-animal
fue común, porque en muchos casos
cosmogónicos al hombre se le hizo descender
de un animal y en otros los animales fueron
humanizados o tomaron los caminos de la
divinidad.

Por todas estas circunstancias y por muchas


más, todas ellas dentro del campo de lo
mitológico, fue necesario hacer la
representación de los animales en cerámica,
oro, piedra, hueso, pintarlos en las paredes o
en los papeles de árbol. Cargados de poderes
simbólicos pasaron a las imágenes que
rigieron en las tumbas, altares, tocados y
adornos. Como joyas preciosas de contenido
divino fueron pintados y grabados en los
vasos sagrados y en los utensilios de uso
diario-ya que todo estuvo tocado por el mito-.
Disecados, completos o fragmentados se
situaron en nichos y altares para presidir el
culto.

Así debió crearse la iconografía animal de las


culturas antiguas de Colombia antes de la
nefasta llegada de los españoles en plan de
arrasamiento general, codicioso y hambriento.
Y como la fantasía es la primera y más fácil
evasión de la realidad, -dejando por hecho el
mito fue una realidad-, con estos animales y
sus representaciones míticas, se fueron
creando los animales fabulosos. Con los reales
creados por el mito, con añadidos de la forma,
estilizaciones, aprovechamiento de los
problemas técnicos, repetición, decoración,
exageración de la figuras, ensamblajes
antropo-zoomorfos, variación en el diseño,
acentuación de visión mítica, planimetría,
adornos, disfraz, abstracción, las muchas
necesidades de la piedra, el barro, el oro- en
sus múltiples técnicas- y, naturalmente, más
que nada, la visión particular y caprichosa –
presionada por lo desconocido, por el misterio,
y por el desborde fantástico alucinado- de
cada uno de los pueblos que habitaron la
Colombia prehispánica.

El jaguar símbolo de América

El jaguar presidió toda la creación


cosmogónica del continente, desde
Teotihuacán hasta Tiahuanaco; dio su
protección y su nombre a la cultura Tolteca,
señoreo lo maya, y en el Perú antiguo recorrió
todas las culturas en despliegue
impresionante de expresiones y formas. Fue
para todos los pueblos colombianos su coraza
mítica, en este territorio, que sirvió de camino
obligado para la población del continente,
sentó sus reales. Bestia sensual pintada con el
color del sol, de brillantes ojos, imagen del
eterno caminante, representante del poder
sexual, guerrero, dador de la primera
simiente, hijo del sol. Terror convertido en
músculo tenso, cruzando el espacio como una
saeta, para devorar hombres y animales,
dejando a su paso la estela de su misterio y
poderío; con voz de trueno, cuyo rugido era
música de América que producía
encantamiento por el temor o el placer, según
los designios del mito; eco que aún se
escucha en las lejanas selvas. El jaguar quedó
aprisionado en piedra, oro, cerámica, en una
gran sucesión de figuras mágicas, a cuyo
encanto plástico es hoy necesario rendirse, si
no ya, al mítico.

El hombre Sinú lo recreó trabado en feroz


combate con un cocodrilo, enfrentamiento de
poderes de características mitológicas, y
también lo representó en infinidad de exóticas
variaciones, luciendo en oro, los prodigios de
la filigrana y las curvas de la sensualidad, de
la cual debió ser símbolo.

En el arte Tairona al jaguar se le encuentra en


múltiples expresiones, para este estudio lo
hemos tomado de un rodillo, en dicha
representación lleva en el interior de su
vientre símbolos astrales, mostrando con ellos
su alto rango mítico, pues aquí en Colombia
también debió representar al astro rey, como
lo hizo en México y Perú.

Pero… donde parece que hasta los suspiros del


pueblo llevaban su sello es el territorio de san
Agustín, allí hombres y deidades petrosas se
marcan con sus felinas fauces, todo en esta
cultura parece conservar su esencia, llevando
permanentemente sus símbolos, ya que casi
no se encuentra completa su representación
real o mítica, aunque en todo esté presente
con sus fauces terroríficas.

Los calimas, usando la lagrima de oro para su


representación, repujaron y aprisionaron en
ella u imagen en sucesión continua y lo
dejaron presente, frontal, haciendo
representación, o convertido en una forma
cerrada.

En lo Tumaco las formas del jaguar se tornan


voluptuosas en la arcilla y con presencia
imponente y majestuoso gesto que deja que
con su piel se disfracen los hombres, o bien
parándose en sus miembros inferiores,
arañando el aire con sus garras delanteras,
haciendo demostración de poder sexual, con
descomunal falo erecto, jadeante, libidinoso,
como gran señor de las fuerzas ancestrales,
llevando en todas las curvas de su cuerpo
mítico la fuerza del sol, del sexo y del macho
que encarna los poderes de la creación.

Todas las culturas colombianas aman el jaguar


y se acogen a su protección, bien sea
reproduciendo sus fauces, los tonos de su piel,
sus músculos o la forma de sus garras. La
soberbia cabeza del jaguar, modelada,
repujada o fundida o través de cualquier tipo
de expresión, estuvo presente para los
pueblos colombianos, mostrando siempre sus
fauces pavorosas para romper o desgarrar
músculos y ser caverna que produce el
trueno. Cualquier parte es buena para
diseñar, siendo de tan ponderado animal
legendario, principio del género humano,
señor de la guerra, portador de los poderes
del sexo, huracán de las fuerzas míticas
creadoras.

Serpientes multifacéticas

Las serpientes de mil tamaños y colores.


Verdes y largas como hebras de hilo, que
vuelan de árbol en árbol. Las que producen
sonidos con sus colas y van esmaltadas de
múltiples tonalidades, o las pesadas y
poderosas, tan grandes como templos, que
dormitan meses y meses al borde de los ríos,
mientras dirigen dantas y venados tragados
enteros. Las serpientes decoradas de escamas
para adornar cerámicas, con ojos de muchos
cristales, para con ellos pintar vasos y
tumbas. Las de los grandes hocicos, lenguas
bífidas y crestas. Estas serpientes y muchas
más, fueron las que permitieron la creación de
las serpientes mitológicas, seres mágicos que
pueblan el mundo indígena prehispánico,
simbolizando mil cosas según el pueblo y el
tiempo, el género y sus costumbres. Quizás
representando los mundos tenebrosos, o la
fertilidad de los hombres y la tierra, o como
símbolo fálico, o como corriente, como agua, y
como espiral: simbolizando lo eterno, lo sin
fin, lo permanentemente móvil. Señora de la
danza y de la tempestad, pobladora de la
noche, falsa somnolienta, habitante de las
sombras y de los sitios pútridos, la de los
parajes letales. Creadoras y destructoras,
señoras de la vida y de la muerte.

Las serpientes mitológicas están en todas


partes del universo precolombino, unas veces
con sus formas cercanas a la naturaleza, otras
como una abstracción, bien sea como un
serpenteo, una escama, un zigzag, un ojo,
una fauce, una espiral o un ritmo continuo.

En lo calima, recorren orfebrería y cerámica


con notable diseño: las encontramos
pequeñas, cabezas de alfileres, empenachadas
como la “señora de México” erectas, llevando
brazos y piernas; una de ellas en un momento
ritual cosmogónico. También en lo calima,
bordean y estructuran la cerámica ritual, y
con sus formas y el diseño de su piel, como
elemento decorativo inciso a rayas crean los
“canasteros”, convirtiendo esas pequeñas
piezas de barro en un conjunto de contenidos
míticos, de pavoroso acercamiento, como un
bellísimo ejemplo citado en “cerámica
Quimbaya y calima” de Jesús Arango Cano,
donde guardando las debidas proporciones de
idea, forma y tamaño, se podría comparar a
este “canastero” con Coatlicue.

En lo calima, como en las culturas vecinas, las


serpientes mitológicas pueblan el arte sacro
en intrincados nudos y con tupido diseño todo
lo cubren.

En tierradentro la serpiente preside todos los


ritos de la muerte y las tumbas subterráneas
de pueblan de sus formas: orla las urnas
funerarias, rige en las paredes de los
hipogeos-casas con su zigzaguear, se pega a
la cerámica y se llena de ojos blancos.

En la cultura muisca su ondulación se


convierte en permanente figura para
estructurar coronas, narigueras y otros
objetos de adorno, su imagen se reproduce en
lamina recortada con serpenteo sin fin y deja
ver su presencia en los recipientes de arcilla,
como forma externa que los recorre, o con la
impresión incisa o pintada de los signos de su
piel, aquí también se empenacha y toma la
más alta forma mítica.

Los ejemplos de serpientes Taironas que trae


este estudio, son la vigorosa demostración de
creatividad y fantasía prehispánica, uno es el
de una serpiente realista, convertida en sello
redondo, de pequeñas dimensiones, los demás
son ejemplos de dragones que,
indudablemente esta vez, nacieron de las
formas de las serpientes y que se encuentran
en todo el arte Tairona, donde exhiben
horquillada lengua, hocico, fauces, airosa,
cesta, cola imponente y arqueada. Y
enroscadas y decoradas de triángulos y líneas
paralelas conforman recipientes rituales.

En la cultura de San Agustín la serpiente


también sigue los ritos pétreos. Se deja
aprisionar por aves legendarias creando en las
pesadas formas de esta cultura una dualidad,
que como idea cosmogónica mueve la
creación de América uniendo cielo y tierra, y
su diseño se enrosca y retuerce en todos los
promotorios como el de “lavapatas”.
El ejemplo Nariño de serpiente que
presentamos aquí está pintado en un vaso, de
una de las culturas de este sector, y realizaba
con ese dominio tan particular de esta zona
para recrear animales dentro de una
expresión abstraccionista, donde se derrocha
dominio de la mano, precisión, y visión total
del diseñador, uniendo a esto el don particular
de síntesis y de magia.

Las aves convertidas en mito

Por medio de las formas del arte, las aves


pasaron a la iconografía mitológica
precolombina, todas las especies fueron
recreadas, en todas las culturas rapaces con
su rango brutal, trepadoras, gallináceas,
espiritadas zancudas, palmípedas, los pájaros
cantores y los colúmbidos.

En la cultura Muisca, las aves, estuvieron por


todas partes: circunvalando pectorales,
dejándose tallar como dijes en piedra,
también sobre matrices líticas para producción
en serie; aparecen en el diseño de los
volantes de uso dominadas por el peso de los
plumones; disponen con sus formas los
collares; se colocan en el tocado de los
hombres, luciendo largos y corvos picos y con
muchas plumas en sus copetes; apareadas
trinan coloquios de amor en el remate de
alfileres y cetros.

Los Muiscas, que con seguridad convivieron


con variadísimas especies de aves, pues
debieron recibir en sus lagunas y juncales a
las emigrantes, tuvieron especial predilección
por las pequeñas y encantadoras, las de trino
dulce, como para jaula de convento de
sacerdotisas del sol.

Donde parece que el placer fue más grande


con las aves y la variedad más extensa es
donde habitaron los sobrios hombres Sinú. Allí
se encuentra todo el milagro de la zoología:
jaguares, ranas, saurios, venados, peces,
insectos, pero son las aves de todos los
géneros las que llenan un gran espacio; con
soberbios penachos, longos picos, pecheras
decoradas en filigrana, aletargadas y
encaramadas en las altas ramas
contemplando el paso del tiempo, soportando
la soberbia de su estilización y el peso y
esplendor de los plumajes, llevando en oro la
configuración de sus cuerpos con enigmáticas
formas espirales o soportando el ruido de los
cascabeles añadidos a sus picos.

En lo Sinú muchas especies de aves


permitieron la recreación mítica, para luego
ser usadas como dijes, remates de bastones,
apareadas solas, colocadas en la cabeza de los
hombres y luego sufriendo los procesos de la
abstracción, convertidas en un hilo de oro que
se retuerce hacia adelante y hacia atrás,
situadas en las narigueras u orejeras,
marcando la vida y lo ceremonial de este
pueblo de clásico corte.

Los hombres Taironas también sintieron


fascinación por las aves y con ellas crean el
mito y las lanzan directamente a los ritos,
prefiriendo las de más alto rango simbólico,
como el búho y la lechuza, reyes de la
noches; las grandes aves de mar; los
guacamayos, -arasá en lenguaje Guaraní- las
pescadoras de largas patas y las predadoras
de ojos avizores, también las de erguidos
plumones. Dirigen todas ellas los grandes
acontecimientos en la cabeza de los jefes-
sacerdotes y solas se convierten en joyas-
pectorales de esplendido diseño. Con
atuendos reales, disfrazan l hombre y
comparten los honores y responsabilidades en
compañía de los dragones. Es en lo Tairona
donde la cabeza de un guacamayo se
representó con su conversación escrita,
bordeándolo, definitivamente, imagen de
comunicación, sello de poder civilizador, que
sirvió de símbolo a mi anterior trabajo sobre
diseño: “la marca mágica”.

Para lo llamado Quimbaya donde más


confluencias se presentan y donde aún no
podrán definirse los estilos-que son varios-las
aves se ven figuradas de oro y arcilla;
indicando puntos importantes de estilo en
varias técnicas; aparecen dibujadas en
pectorales, estilizadas y haciendo
demostraciones de enfrentamiento, con
grandes pasos de corredoras, largos picos, se
mueven coreográficamente y de repente se
convierten en bicéfalas piadoras. En los
rodillos de cerámica, las aves, llenan espacios
y hacen su presentación como bailarinas,
practicando puntas en un alegre rondó,
mientras unen sus alas como brazos al viento,
otras, para rematar sus extremidades, toman
formas angulosas para hacer escaleras o
pirámides, una de las maneras más
importante en toda la América para
estructurar formas.

En lo Cauca las aves llevan el más puro rumbo


mítico: con colas y alas desplegadas al viento,
en ademan de presentación, adornadas de
penachos, coronas y máscaras de hombres,
impidiendo con ello buscar algún rasgo de su
origen, quedando así, totalmente: “otras aves
mitológicas”.

Las aves en lo Tumaco parecen seguir los


ritmos creativos mesoamericanos-aunque
largo haya sido el lapso de su arribo como
colonia- muestran en el diseño gracia y
opulencia de formas, como las palomas de
cerámica. Uno de los patrones de aves citados
aquí, y tomados de un sello, destaca una ve,
semejante al ave del paraíso, ensimismada en
su esplendor, plana, esponjando todas las
plumas de su cuerpo, como símbolo soberbio,
reverberante, entregada a los rayos del sol.

En lo Nariño, donde se agrupan varios


pueblos, con marcadas influencias de lo
peruano, pues hasta allí llego el imperio Inca,
las aves están presentes, distraídas o
plasmadas con rasgos expresionistas, como
todas las que llenan zonas y franjas de pulidos
platos y vasos de arcilla, o pequeñitas y solas
mostrando el dominio de la técnica de su
inventor. También en oro aparecen estilizadas
y planas, recordando a los cóndores en vuelo.

Ranas mágicas

Entre todos los animales el que se nota


trabajando con mayor cariño y sobre el cual
también se ejercieron presiones para
transformarlo en hibrido o convertirlo en otro
animal, es la rana. Parece que su forma con
largas patas y ojos saltones, así mismo como
la pesantez y somnolencia de los sapos con
coto musical, sus hábitos canto y vivienda, así
como la metamorfosis de su existencia,
debieron ser los causantes de las funciones
mitológicas encomendadas. Diminutas, o
grandes, en oro, piedra o barro, recorren el
pueblo Tairona con pulida forma y grandes
pupilas. En la cultura Quimbaya configuran
vasos silbantes; en lo Muisca están presentes
Orlando recipientes, formando collares, son
alcarrazas en lo Calima, convertidos en
rombos llenan paredes y piedras sacras en
muchos lugares del territorio colombiano,
recorren montañas y valles como joya, como
moneda, listas al salto se convierten en el dije
nacional, recibiendo en cada pueblo un
tratamiento especial de forma y contenido
mítico. Sus ancas pasan a formar parte de
muchos animales legendarios.

También la robustez de los sapos se


transforma en vasos con asa de estribo,
sencillos y dobles, silbantes y pecosos.

Las ranas fueron las solistas de los coros


musicales, en las lagunas encantadas, a las
que eran tan aficionados nuestros
antepasados, de donde toman el linaje
humano y a donde van a morir los amantes
perdidos, a cuyas profundas aguas se llevan
los tesoros y tienen fin las peregrinaciones,
sitios que fueron moradas de los dioses.

Micos acróbatas sexuados

No solo de serpientes, jaguares, aves,


batracios tomaron forma los indígenas
colombianos para crear sus animales
mitológicos, se fascinaron con los simios y los
llevaron a sus panteones. Desde San Agustín,
donde rocosos prestan su piel protectora a los
hombres y en “lavapatas” asisten a los ritos
del agua, hasta la nación Tairona, donde
marcan en sellos y hachas su gracia y misión
mitológica, pasando por lo Nariño donde
orillan copas, en desfile permanente y se
encaraman en los pectorales, narigueras y
otras joyas como si estuvieran caminando
sobre una cuerda floja, siempre expectantes.
En la pintura de los ceramios aparecen
relucientes y lustrosos. En la zona Calima
parece que diseñadores peruanos hubieran
venido a repujarlos en pectorales y otras
piezas de oro, simplificándolos y
convirtiéndolos en una estructura angulosa y
plana.

Dentro de la gran recreación mítica


colombiana que tuvo como base la fauna, tal
vez sean los simios menos transformados,
pues aunque estilizados y purificados,
mantienen un estado cercano a la realidad,
quizás debido a su parecido a los hombres.
Saurios y lagartos somnolientos
expectantes

Iguanas, basiliscos, lagartos, lagartijas,


camaleones, salamandras y salamandrinas,
saurios e hidrosaurios caimanes y yacarés,
todo Colombia poblado de estos gigantes y
pequeños animales ovíparos, casi siempre
asociados con el agua, cubiertos de rugosas
pieles, cambiadores de color, que pueden
soportar mutilaciones sin morir, amantes de la
luz y del calor, tropicales dormilones, los que
tragan entero o no comen durante largos
lapsos, fueron los inspiradores de los lagartos
míticos que el arte Colombiano recreó durante
el largo lapso de su existencia y con todas sus
culturas preocupadas por ellos, así es como en
la nación Tairona, quizás originaron un tipo de
dragón y le dieron ferocidad con sus fauces a
los hombres vestidos de mito. En la cultura
lítica de San Agustín son largas lajas de piedra
que cubren sepulcros o son los dobles
protectores de los hombres que guardan los
sepulcros. También aquí se presentan con
brazos y largas colas espirales como “otros
lagartos” sagrados. El pueblo Quimbaya, que
usó formas más cercanas a la realidad, los
elaboró en todo tipo de piezas, cubiertos de
calados, para imitar las rigurosidades de su
piel. En lo Sinú, son los grandes saurios los
que van desde el realismo hasta la
abstracción, finalizando bastones o colocados
sobre narigueras, apareados con gemelas
decoraciones, como dijes, o convertidos en
mascara para ayudar a conformar al hombre
mítico más abstracto de Colombia. En la
cultura Muisca el lagarto se presenta adornado
profusamente, transformado en un
ornamento, engalanado, cubierto de
arandelas, mostrando el terror al vacío que
sufría su creador o llevando dentro de su
vientre la cabeza de un hombre, como para no
olvidar los principios de donde partió y las
alturas míticas a donde llegó. En los
suntuosos sepulcros subterráneos de
Tierradentro los lagartos pintados pueblan
todos los rincones de los recintos donde
reposan los muertos.

Peces míticos

Los grandes pobladores de toda el agua de


América, la comida más segura del hombre,
fueron en Colombia especialmente tratados en
las formas de arte mitológico. En San Agustín
se dejan portar muy realistas por las deidades
de fauces terroríficas. En la muy amplia
cultura Sinú los peces están presentes con
tratamiento simplificado y realista u
ornamentado y complejo o con formas muy
estilizadas; luego los vemos tocados de
penachos, llevando mascara muy
antropomorfas y cubiertos de elegantes
aletas.

De la cultura Muisca los ejemplos mostrados


aquí se han tomado de las matrices talladas
en piedra para sobre ellas hacer vaciados de
oro; exhiben estos peces míticos un diseño
esplendido de ajustada estructura y permiten
adivinar su alta jerarquía cuando toman la
forma del hombre o su disfraz. En lo
Quimbaya las formas se suavizan y se
rematan con espirales imitando aletas.

En todo el arte colombiano las formas del pez


se presienten en los animales híbridos.
El mundo apocalíptico de los insectos

Colombia en plena zona tropical, con todos los


climas en su territorio, poblada de densos
bosques, donde la humedad produce
impresionantes mohos y hongos, fue el
territorio ideal para ser el paraíso de los
insectos. El arte precolombino nos cuenta un
poco de ese mundo y así vemos salir del
tesoro de todas las culturas recreaciones en
oro y otros materiales de estos pequeños
animales que transformados por el
pensamiento mágico los vemos hoy
inclasificables y extraños.

En estado larvario o plenamente


desarrollados conforman –más que todo-
cuentas de collar, todos ellos creados con la
más grande inventiva y transformación de
formas.

Dentro de este grupo de –animales sagrados-


creados por las distintas culturas colombianas,
se destacan unas extrañas formas de la
cultura Calima. Parece que su principio
morfológico fue algún tipo de insecto y luego
el mágico pensamiento indígena y la manera
especial de su consideración estética hicieron
el resto, creando unas preciosas formas
animales que se complacen en la curva y la
materia densa; el arabesco y la espiral son
sus componente preferidos: tienen fauces
felinas, ojos saltones algunas veces antenas,
dobles alas, todas ellas preciosamente
construidas; trabajados en volumen y pleno
vuelo. Estos míticos y legendarios animales
sufrieron en el proceso de su creación una
metamorfosis, pues van desde formas muy
realistas hasta la abstracción. Estos mismos
animales son los que han dado lugar hoy a un
gran despliegue de imaginación –llamándolos
modelos de aviones interplanetarios- ¿por qué
Buscar extrañas presencias extraterrestres
para lo americano? ¿Por qué empequeñecer al
hombre nuestro y no reconocerle su capacidad
creadora y de investigación, su gran fantasía y
su deseo de calidad, como al de cualquier otra
cultura?
¿Es acaso tan grande el trauma ocasionado
por no haber creado hoy una civilización
comparable a la maya? ¿O no haber podido
crear una obra de arte original comparable a
la orfebrería colombiana? ¿O no haber podido
crear nada propio y notable en el campo
universal, como la arquitectura y la
organización social de los Incas? ¿Es tan
imperioso todavía el sentido de
“encomendero” que no ve los grandes valores
que destruyó su ambición? ¿Dónde están hoy
las creaciones comparables al descubrimiento
del cero por los mayas, o la perfección del año
solar? ¿O dónde están los pensamientos
filosóficos capaces de igualar a la creación de
Quetzalcóatl –donde se ora hoy, como en los
recintos Texcoco, donde no había sino flores,
aromas de copal y un dios único
irrepresentable? En América hoy, no se ve por
ninguna parte hombres comparables a los
toltecas, ni a los que construyeron
Teotihuacán, ni a los que vivieron en Tikal, ni
a los que crearon el hombre de oro Quimbaya.

El proceso del hombre americano fue igual al


de cualquier otro en cualquier otra parte del
planeta, comenzó cazando y recogiendo frutos
y entre ellos encontró el maíz, y así comenzó,
lentamente la creación de sus grandes
civilizaciones, con sus grandes ciudades, sus
avances científicos sorprendentes, su
cosmogonía, pocas veces igualada, sus obras
de arte deslumbrantes. El hombre lleno de
fantasía y deseo de superación con
pretensiones divinas también vivió en
América.

Los caracoles trashumantes

Toda Colombia prehispánica usa las formas


del caracol, esté o no frente al mar, ellos
viajaron larguísimas distancias y se
convirtieron en moneda para comerciar.

Los caracoles marinos y los del gasterópodo


terrestre sirvieron para recrear dentro de la
fauna sagrada una gran variedad de “otros
caracoles” para el trajín mitológico, existen
reales recubiertos de oro; también realizados
en arcilla como ocarinas, tallados en piedra
para funciones rituales de origen sexual, y una
gran variedad de formas y tamaños en todas
las culturas. Los hay elaborados en oro, solo o
apareados, unidos por un puente, alargados o
circulares, con la espiral marcada horizontal u
oblicua, vacíos o semejando el molusco
dentro, adornados y con remantes de
espirales que, como antenas, parecen salir de
las conchas en expectación.
La forma caracol se encuentra por todas
partes en el arte mitológico, sin llegar a ser
como en México, donde es uno de los más
cercanos atributos a Quetzalcóatl o en
Teotihuacán donde pleno o fragmentado
estructura un complejo cósmico.

La presencia de caracol es uno de los grandes


interrogantes de nuestro universo mítico, pues
indudablemente no solo sirvió como
instrumento musical en las pequeñas ocarinas
de lo Nariño o remplazando a la tormenta,
tocando para anunciar los grandes
acontecimientos, como los de género estrobo
de la cultura Calima, parecen también
asociados a lo sexual, porque sus formas
semejan sexos masculino y femenino.

Los murciélagos sagrados

Este mamífero, volátil, de alas membranosas


y cuerpo bulboso, de vida nocturna, habitante
de las sombras, chupador de sangre, pasó a
los panteones americanos rodeado de
misterio: parece que siempre ha estado
representando a fuerzas cósmicas, como
espíritu celeste y de fecundidad, por razones
adherentes a su condición.

En Colombia prehispánica lo encontramos en


varias culturas, en la cultura Tairona lo vemos
colgado de los fastuosos penachos que llevan
los hombres de oro en sus atuendos
ceremoniales.

La alta categoría mítica del murciélago la


muestran las formas aplicadas para su
creación. En la cultura Tolima y dentro de la
expresión geométrica que rige la creación
artística de estos pueblos, el murciélago ocupa
un lugar de suma importancia, fue tratado con
gran economía de formas, se le recreó en
actitud de representación, con las alas
desplegadas como manto, convertidas en
síntesis; solamente en las cabezas el artista
creador mítico se permite algunas libertades,
pero dentro del más puro rigor de la forma,
recreando cabezas, orejas, boca, con
rectángulos, círculos, espirales, formas de
trébol, pequeñas barras y calados.

Si en esta parte la creación mítica fue


sostenida en la forma y estética indígena de
síntesis y absoluta economía, con elegancia
arrogante y contenida, hay otra parte donde
se crearon los “otros quirópteros”, como un
hibrido de mágicas consecuencias. En esta
creación queda ya muy poco el animal
legendario, algunos rasgos, muy
trasformados, de la cara, dejan encontrar su
origen, pues todo su cuerpo se cambia: la
cabeza sostiene penachos en forma de palos
de golf, las orejas se vuelven óvalos
atravesados por puentes, las alas se
proporcionan al resto de las formas y se les
cuelgan alamares o se les incrustan calados,
el tronco se alarga para dar cabida a formas
rectangulares paralelas o tridentes que lo
flanquean, rematando el cuerpo con la forma
más característica de este lugar: el ancla con
variaciones.

Así es nuevo quiróptero, creado por el mito y


dentro de la extraordinaria fantasía indígena,
está muy lejos del principio generador. El
murciélago americano, que en muchos casos
llega a tener un metro de envergadura y que
aquí motivó una creación artística pocas veces
igualada, como proceso generador de formas
y animal mítico que fue asociado al sexo
femenino y a los procesos menstruales, y que,
en muchos casos de la naturaleza, ostenta
unas monstruosas cabezas deformes e
hibridas.

Los dragones fabulosos

Tal vez el animal por excelencia dentro de la


creación mítica prehispánica sea el llamado
dragón, porque la especie conocida con este
nombre vive en filipinas y dista mucho de
perecerse a la creación colombiana y la
concepción griega de este animal quimérico –
con garras de león, alas de águila y cola de
serpiente- también está lejos del cosmos
precolombino. Lo que si no está lejos es la
mentalidad prehispánica que, como la griega
antigua, tuvo los suficientes vuelos para crear
con pedazos de animales conocidos –ya que
todo arranco de la naturaleza- un hibrido
terrible, lleno de sugerencias míticas y luego
plasmarlos con derroche de armonías y
esplendidas formas.

Los dragones en lo colombiano son muchos –


lógicamente estamos tratando al mismo
tiempo un gran número de culturas que
durante un largo lapso crearon, motivadas por
diferentes inquietudes, en diferentes estados
socioeconómicos y con variados principios
estéticos; tal vez, únicamente, tienen en
común el principio básico mítico de dar formas
a ideas religiosas, a través de un hibrido, por
esta causa ellos son muy diferente entre sí.

Existen dragones de variado estilo, material y


expresión, al analizarlos parece que su más
cercano origen está en las serpientes,
iguanas, saurios, aves y quizás algunos
animales de mar.

Con estos animales en su pasado y la fantasía


indígena en efervescencia creativa mítica
aparecieron los dragones en el arte
colombiano, especialmente en lo Tairona,
perfectamente definidos como animales
mitológicos incomparables, ya que no existen
en la naturaleza y es una creación de la mente
indígena enriquecida en las formas del arte y
los materiales.

Los dragones Taironas, casi siempre, ostentan


una soberbia cabeza constituida de airoso
penacho, hecho con los prodigios de la
filigrana, en hilos trenzados o sueltos,
remendando crines o púas, este penacho
termina en un hocico convertido en aro. La
boca: fauce miedosa, está afilada y armada de
filosos dientes, fauces de donde sale la lengua
bífida, amplia, cuyo movimiento se enriquece
al enroscar sus puntas y convertirse en
arabesco o en formas poderosas y curvas
hechas para la pompa. Sus ojos avizores,
inquietos y dominadores, sostenidos en un
punto preciso o en una esfera según la técnica
usada. El gesto es arrogante, los cuerpos
serpentean erizados de crestas en toda la
orfebrería y cerámica, llegando a ser en los
procesos del oro una permanente con sus
formas establecidas de creación, pasando en
muchos casos por un proceso de abstracción,
pues las formas inventadas para crear este
animal mítico se purifican, no dejando sino
esencias de las soberbias e imaginativas
figuras.

En lo Tumaco los dragones tienen la


ampulosidad de la creación de esta cultura,
son formas redondas, plenas en el espacio, y
se les ve convertidas en monstruos con
pezuñas, cuerpos arqueados de donde salen
formas de sinuoso trazo, hocicos y tentáculos.

En lo Sinú donde habitaron todos los animales


reales e imaginarios, también encontramos los
dragones para completar el orden mítico,
soportando la actitud y el manejo de los
materiales de esta zona.

En la cultura Cauca aparecen dragones


acompañando al hombre-ave el de los
pectorales aquiliformes, como hibrido de pico
curvo y cuerpo erizado de fuertes defensas.

En lo Muisca los dragones se ven aparecer a


través del proceso expresionista, con hilos,
laminas, añadidos y arandelas, sumando a su
creación puramente mitológica los aportes de
la materia, el accidente, el gusto y la estética
libre de estos hombres: dragones que se
contraen saltando y que otras veces son como
serpientes cubiertas de crines, colmillos y
patas en permanente zigzag.

En la cultura Calima los dragones tienen


largas fauces de saurios, antenas, amplios
tocados de ave en forma de abanico y cuerpos
estriados y recogidos en espiral.

Los animales recipiente

La representación de animales no solamente


fue hecha para el mito y dentro de él crear los
animales híbridos, representando ideas
opuestas como el bien y el mal, el día y la
noche, mezclando lo felino con las aves, la
serpiente con el jaguar, la serpiente con el
ave; o el hombre con el pez, el hombre con el
ave, el hombre con el saurio. No. También se
usaron los animales como dijes realistas o
abstractos, como juguetes y adornos. Y como
en el campo de la fantasía puede fluir todo, se
crearon los animales recipientes de distinta
forma y uso, para los servicios comunes y
para los servicios rituales, las serpientes, los
dragones, las aves, los batracios, los
mamíferos, pasaron a ser recipiente para
agua, sangre o miel.

También aparecieron animales instrumento


musical para conjugar, música, mito y fauna
en un solo ritmo.
Así es como en todas las cosas de la vida se
convivió con un compañero benefactor y fiel:
el animal.

Fueron los animales amigos devotos del


hombre desde su nacimiento hasta su tumba,
de polo a polo, de costa a costa; fueron su
tótem, los representantes de sus divinidades,
encarnaciones del espíritu, mensajeros
divinos, el doble de su yo, deidades
protectoras, acólitos en lo ceremonial,
carísimos símbolos, los bocados más
exquisitos, ayuda insustituible, su diario
abrigo y adorno deslumbrante. El mejor medio
para su sostén espiritual, pues, convertidos en
dioses o representándolos, presidieron todos
los ritos de la vida y de la muerte del hombre
americano.

Animales mitológicos como diseño

Para iniciarnos en la estructura del diseño de


los animales mitológicos prehispánicos será
necesario tener algunas consideraciones
previas:
Las particularidades de expresión de cada
cultura. En la clarificación de este campo se
avanza lentamente, dentro de cada cultura se
encuentran varias maneras de expresión que,
seguramente corresponden a diferentes
pueblos, épocas y estados de cultura.

La manera especial con que cada cultura


estructuró su cosmos. La destrucción de la
conquista, colonia y época actual ha sido tan
grande que desaparecieron las cosmogonías y
mayores referencias. Son pocos los
documentos donde se encuentran algunas
citas, siempre tergiversadas.

Las exigencias del mito, desde sus


connotaciones internas hasta sus realidades
exteriores. La destrucción fue tan ciega que
para siempre estará perdido el conocimiento
de las mitologías indígenas, únicamente las
presentimos a través de las formas del arte y
sobre ellas se trabaja.

Las peculiaridades de los estilos. Se avanza


lentamente hoy en la clasificación de los
estilos. Cada vez aparecen más piezas, se
escudriña en las colecciones privadas y en el
extranjero, dando mayor claridad todos los
días, afianzándose las particularidades del
estilo y presintiendo la presencia de los
artistas creadores, su sitio de trabajo y sus
maneras de expresión.

También será necesario establecer el


conocimiento que se tenía de los animales,
para ver cómo fue su proceso al convertirse
en animal mítico. Muchas especies han
desaparecido por el poder destructor del
conquistador de ayer y de hoy. Así mismo
como se borró la memoria de los pueblos, se
olvidaron las ideas simbólicas, quedando unos
pocos rastros en los últimos y perseguidos
descendientes de los indígenas de ayer y
algún recuerdo mítico en apartados pueblos y
campos. Por eso decimos: quizás, tal vez,
posiblemente…afortunadamente las ideas, con
las cuales fueron creados los animales, son
tan visibles que, las presentimos a través de
las formas de creación.

Otro punto importante para el análisis del


diseño en el proceso técnico. No es lo mismo
recrear un animal en cerámica, con cualquiera
de los procesos en ella utilizados, que tallarlo
en piedra o en hueso, con las limitaciones del
material y las deficiencias de los instrumentos
de trabajo –en este caso los ejemplos son
sorprendentes.

Tampoco sucede lo mismo con los animales


elaborados en oro, pues de la arcilla a la
piedra y de esta a la técnica del oro hay un
gran trecho. Tampoco es lo mismo hacer
vaciados a la cera pérdida de simples
vaciados, o trabajar el oro en láminas,
recortar, grabar, martillar, soldar, o seguir
cualquiera de los muchos procesos empleados
aquí en oro limpio o mezclado con cobre.

De esta manera obvia, los materiales y las


herramientas influyen también en la creación.

Teniendo en cuenta las consideraciones sobre:


hombre, mito, necesidades, materiales y
técnicas, es que se puede entrar en el
complejo de la estructura de los animales.

El termino estilo, por no estar perfectamente


aclarado este punto en el arte colombiano, no
podríamos aplicarlo con precisión, la
antropóloga Clemencia Plazas de Nieto, debido
al rigor con que ella clasifica hoy las piezas de
orfebrería en el Museo de Oro, dice:”el
termino estilo connota una clasificación
puramente subjetiva de apreciación visual,
impresión que se quiso suprimir” tomado de:
“nueva metodología para la clasificación de
orfebrería prehispánica”, Jorge Plazas editor,
Ltda. Bogotá 1975. Teniendo esto en cuenta
tomaremos estilo como palabra guía a medias,
ya que la mayor parte de esta investigación
fue hecha en el Museo de Oro.

EL ESTILO es un principio de organización que


incluye las formas, las relaciones y los
elementos que se mantienen constantes a
través de las manifestaciones del arte de los
pueblos, estas condiciones son las que
permiten situar históricamente, en el espacio
y el tiempo, a las obras de arte.

El estilo busca los rasgos comunes entre


culturas o individuos de la misma o de distinta
época, los sistemas de formas significativas de
un pueblo, que manifiestan el pensamiento y
el sentir colectivo.
Los anteriores puntos no están aún muy
claros para el arte prehispánico colombiano.

¿Cuáles serían las pautas generales para


entrar en la palabra estilo en lo prehispánico
colombiano? ¿Existe un PRINCIPIO
ORGANIZADOR en estas culturas para crear el
arte?

Este principio es lo primero que se observa.


Hay un orden, una norma que trasciende el
modelo natural, en este caso es el principio
mítico, o de orden y estructura, aplicaron
además una profunda visión para observar el
modelo natural de donde parten. Un principio
de abstracción en muchos casos, una mirada
inclinación al orden geométrico y al planismo.
También una tendencia a la manera
impresionismo como en la cultura Muisca –el
grupo más aislado de lo prehispánico.

No importando cuales sean sus maneras de


expresión, el principio organizador parece ser,
en todos los pueblos, la forma cerrada.

LA FORMA es el elemento plástico que es la


apariencia, la configuración, que es y hace
parte de la estructura, que es y hace parte de
la organización, a donde van y llegan todas las
impresiones sensoriales, es en lo prehispánico
todo un complejo. Ya que formas cerradas y
formas abiertas alternan en todos los pueblos,
inclinados unos más a la primera, otros más a
la segunda o aceptándolos ambas.

La forma cerrada se precia con más


insistencia en una parte de lo Quimbaya, en lo
Tumaco, San Agustín y Tolima.

La forma abierta domina más en lo Muisca,


Cauca y en algunos sectores de lo Quimbaya,
sin poder precisar por estar fallándonos la
clasificación de los estilos.

Los pueblos colombianos trataron la forma


cerrada o abierta con elementos geométricos,
caso Tolima unas veces, y tendencias
orgánicas otras, caso Tumaco, o siguiendo la
naturaleza como en algunos animales Sinú,
presentándose en esta misma cultura un
fenómeno opuesto: la máxima abstracción
mítica en la creación de los hombres con
tocado semiesférico doble.
En la creación de animales la forma tiene
límites lineales, de contorno y de superficie,
encontrándose todas las maneras, y todos los
modos, así como todas las estructuras de
todos los pueblos.

Las formas en el arte prehispánico y


especialmente en los animales, son de
imitación, de asociación y de simbolismo;
estas formas se dan muchas veces solas o
combinadas en el mismo animal.

Si seguimos el principio de la HERALDICA que


se refiere a la composición geométrica
bilateral, encontraremos que aquí también se
usó este principio. Ejemplo: el “ave del
paraíso” Tumaco, los apareamientos de
animales Sinú, insectos y aves Quimbayas,
simios Taironas. También encontramos aquí la
idea general de la heráldica de hacer aparecer
en ambos lados de la figura las extremidades.

Siguiendo el principio de la SIMETRIA


BILATERAL que rige la composición heráldica,
donde se traspasa la fidelidad del modelo y
generalmente se duplican las partes,
resultando figuras bicéfalas o repetidas,
encontramos estos principios en lo Sinú,
Muisca, Cauca, Tairona; o enfrentamientos
propios de la simetría bilateral como en las
aves de los pectorales en oro y rodillos de
cerámica Quimbaya.

Si aquí se utilizó la estructura como en la


heráldica es porque el carácter fue simbólico y
estuvo unido a la creación, naturalmente
entra dentro del problema mítico que estamos
tratando.

La EXPRESIÓN en la creación de los animales


mitológicos está palpable y clara, aquí
trasciende la forma; esta forma es un hecho
sentido, vivido, es una experiencia activa.
Experiencia activa es la creación de animales
mitológicos que fueron capaces de producir
hechos significativos, como su misma fuerza
creadora, sostenedora de la cultura y de las
creencias del hombre. Fuerza expresiva tienen
todos los animales míticos colombianos, que
fueron capaces de sostener la religión de un
pueblo y llegar hoy a impresionarnos
profundamente por sus contenidos estéticos.
Los rasgos con los cuales se crearon los
animales y sus características, trasmiten el
pensamiento mitológico, la personalidad y las
actitudes generales de las comunidades
colombianas.

Las CUALIDADES de los animales serian:


primero, su ser mítico. Segundo, su estructura
simple o compleja, siempre ordenada y
precisa. Tercero, la fantasía con que están
recreados. Cuarto su poder como imagen.
Quinto, casi siempre su poder de síntesis.
Sexto, el sentido de elegancia. Séptimo, los
anteriores elementos producen una profunda
y plena comunicación mágica.

Las RELACIONES entre sus partes en el diseño


de los animales es notable, todas ellas se
encuentran perfectamente integradas,
proporcionadas y armónicas, ya sea imitando
el modelo natural, o creando con pautas
míticas; o dejándose llevar por la fantasía, o
llegando a la abstracción, o usando la
geometría. Con la superación, en todos los
casos, de los problemas técnicos.
Los RASGOS COMUNES de estos animales son
varios dentro de cada una de las culturas
presentadas, así mismo también hay rasgos
comunes entre las culturas, logrados por
vecindad, comercio o guerra. En algunos
pueblos casi parece unidad total.

Dentro de los Muiscas, los rasgos comunes


son: para las aves en oro: planos y aristas;
para los batracios y los peces: contornos
ligeramente curvos y composición a la manera
heráldica. Los rasgos en común de los
animales Tumaco insertados aquí: son la línea
ampulosa, la forma globular y participación de
las dos maneras de simetría.

Los animales Tolima tienden todos a la forma


cerrada, así como a una particularidad de
estilo de los remates ancoriformes de las
extremidades, siendo lo común para este
grupo la expresión geométrica. En lo Cauca
las colas y las alas desplegadas definen los
animales; los tocados y las máscaras también
son rasgos comunes.

En San Agustín las bocas felinas son el rasgo


común, la tendencia al relieve en la forma, la
forma cerrada y monumental, la perspectiva
de planos también hace un común
denominador para el arte agustiniano.

En lo Nariño la forma plana y cerrada para


algunos grupos, inclinándose, unos a lo
orgánico, otros a lo geométrico de arista,
siendo este último el rasgo más destacado.

En la cultura Sinú la filigrana marca con


preponderancia, un rasgo común, así mismo
la elegancia tratada a través de la estilización
medida.

En las creaciones de oro de la cultura Calima


es la lámina de oro con su debilidad frente a la
forma, y el repujado, lo que marca un rasgo
común, así como el arabesco y las formas
totalmente cubiertas de decoración.
Numerosísimos son los rasgos comunes, este
elemento será el que permitirá la clasificación
más amplia de los estilos.

Lo GEOMÉTRICO o inorgánico parece ser la


tendencia más marcada en el diseño
prehispánico. Esta tendencia no es solamente
propia de los pueblos primitivos, sino también
de civilizaciones avanzadas. En Colombia, con
excepción de lo Muisca en alguna parte de su
arte, se encuentra la inclinación por lo
orgánico en todas las culturas, naturalmente
con sus excepciones, llegando en una parte de
la cultura Tolima a su máximo grado de
expresión. También aquí existe lo hibrido
entre lo orgánico y lo inorgánico y las
tendencias a la abstracción, que son propias
de esta última parte. Igualmente como la
tendencia al quietismo, al poco movimiento,
aunque con dinamismo. Dinámico contenido
es la pauta que marca el arte prehispánico de
Colombia. Encontrándose también en muchos
casos la exuberancia desbordada de la forma
y el arabesco.

En el diseño de animales prima la frontalidad,


lo plano, lo lineal y la tendencia a lo
bidimensional, sin que la forma plena esté
ausente y, en muchos casos muy bien
representada, como en alguna parte del arte
Quimbaya, en todo lo Tumaco donde aparece
como principio regente, también en lo Tairona
y Sinú donde la forma total se da
comúnmente. En la cerámica Calima y
Quimbaya se encuentra no solo la inclinación
a la forma total, sino un poco a la manera de
la escultura contemporánea que tiene en
cuenta forma, espacio y estructura en espiral.

Diversas razones debieron apoyar las


tendencias hacia lo geométrico en el arte
prehispánico; tal vez la necesidad de crear
símbolos reconocibles solo para iniciados, si
acaso nuestro arte no llegó a ser colectivo o
no existió una manera general de entender los
símbolos creados. Quizás también el temor a
representar la naturaleza de su realidad, por
ser ella creación mítica; o debido al proceso e
las imágenes en el manejo de la creación; o
quizás por el imperio del sentido de la
abstracción que tienen todos los hombres.

La ESTILIZACIÓN que se encuentra en la


creación de animales se produjo para reducir
los rasgos a un denominador común,
estilización que en Colombia tiende a lo
geométrico. En muchos casos se apartaron de
lo individua; caso Nariño con los simios, o los
animales que van en las narigueras o en la
orejeras Sinú, o los murciélagos Tolima, o los
caracoles Quimbaya, o algunas aves muiscas,
o el tema de las serpientes en casi todo el arte
colombiano, donde en muchos caso no es sino
una línea en zigzag. El caso de la estilización
es bastante amplio en el arte antiguo.

La ABSTRACCIÓN también es una tendencia


en el arte prehispánico. En muchos casos los
creadores se apartaron de prescindieron del
mundo objetivo y de todos sus aspectos,
urgidos por las necesidades míticas; por esta
causa muchos de los animales serán solo eso:
un animal, no definido, no clasificado, porque
ellos usaron esta manera de expresión.

Para la creación de los animales, las diferentes


culturas se apoyaron en elementos
expresivos, conceptuales o absolutos, que son
abstracción. Solamente si se siente una gran
inquietud interior ante lo cosmogónico se llega
a abstraer, así es como se trasciende
profundamente en arte. En Colombia se
trascendió alrededor de lo mágico religioso,
con lo felino en casi todas las culturas, pero
especialmente en San Agustín, donde es una
permanente y donde su presencia es tan
poderosa que creó un lenguaje; también se
trascendió con otros animales como los
saurios, las serpientes y los murciélagos.

La SIMETRIA es uno de los puntos


importantes de la creación artística y la vemos
en todos los animales en sus dos acepciones:
como proporción y equilibrio y como
concordancia entre las partes que integran
algunos exponentes. Ejemplos de simetría
encontrados en el “ave del paraíso” Tumaco,
en una serpiente Calima, bicéfala participando
de partes iguales en un eje central. Y
simétrico por integración de sus partes, sería
un mico Calima y un dragón Tumaco y los
dragones Taironas; simétricos son los lagartos
y las aves Quimbayas; simétricas son las
ranas Muiscas, simétricos son los búhos
Taironas, simétricos son los murciélagos
Tolima; simétricos, por equilibrios internos de
sus partes, son las aves Muiscas, los micos y
los venados Nariño.

La ARMONIA que incluye los principios de


simetría, equilibrio y proporción y cuyo buen
funcionamiento es el encargado de producir el
placer estético, se encuentra también en la
creación de los animales míticos. En la
armonía reside esa extraña atracción que
producen esos seres mitológicos, pues están
diseñados con lógica distribución de sus
partes y animados con su actitud dinámica.

La ESTRUCTURA de los animales mitológicos,


de acuerdo a los elementos plásticos antes
enunciados, que la estructura que conforman,
es perfecta, de acuerdo a los conocimientos
de hoy, y mantienen en estos animales los
puntos que le son propios, como la
distribución, la organización, la
correspondencia, el orden, la forma, la unidad
y la interrelación de las partes; creando un
todo armónico y perfectamente estructurado.
Entrando en ello la contextura propia de los
materiales y también contando con las
intervenciones el hombre y del medio. La
estructura de la creación de los animales está
regida por la simplicidad máxima, por la
perfecta organización de sus componentes.
Los ejes, las líneas principales de la
composición, así como sus relaciones, están
perfectamente desarrollados, dentro de lo que
quiso hacerse: un animal mitológico.
Por todo eso el arte precolombino y
especialmente el diseño de los animales, no
solo es arte mítico, sino obra de arte a la
manera de hoy, pues estas consideraciones,
desafortunadamente han sido formuladas a
partir de los principios del arte occidental. Tal
será el valor estético de estas obras que han
resistido un análisis con principios
completamente opuestos, que naturalmente
fueron formulados por hombres de la misma
especie de los creadores del arte occidental.

Ya no existen más los animales mitológicos en


la imaginación de los hombres, los mató el
tiempo y esa bestia brutal que llevamos
dentro todos, quedan únicamente las
esplendidas creaciones de barro, piedra y oro
con los cuales quisiera hacer un exorcismo en
la más alta cumbre de los andes o en lo más
tupido de la selva amazónica, o frente al mar,
pidiendo protección para los indígenas
americanos o buenos augurios para un grito
de guerra.
Este documento es de uso no comercial y se le dan todos
los derechos a su autor Antonio Grass; es una transcripción
que pertenece al original que reposa en La Biblioteca Luis
Angel Arango, Bogota – Colombia.

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