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MÉTODO EMPÁTICO

DE
MEDIACIÓN

UNA PERSPECTIVA HUMANISTA DEL CONFLICTO

LUÍS BODOQUE GÓMEZ

1
ÍNDICE PÁGINA

RESUMEN 4

INTRODUCCIÓN 5

PREÁMBULO 8

FUNDAMENTOS TEÓRICOS GENERALES DEL MODELO 14

LA AMPLIACIÓN DEL HORIZONTE TEMPORAL COMO SINGULARIDAD DEL HECHO HUMANO 16

LA INTENCIONALIDAD COMO CONSECUENCIA DE LA POSIBILIDAD DE PROYECCIÓN A FUTURO 17

LA SUBJETIVIDAD DERIVADA DE LA CONSUSTANCIAL INTENCIONALIDAD 19

CONSECUENCIAS DE INCORPORAR EL CONCEPTO DE SUBJETIVIDAD EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN 21

EL FANTASMA DE LA INCOMUNICACIÓN CONSECUENTE DE LA SUBJETIVIDAD ABSOLUTA 26

LA INTERSUBJETIVIDAD COMO POSIBILIDAD A TRAVÉS DE LA EMPATÍA 27

LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA EN LA GESTIÓN DEL CONFLICTO 31

¿CÓMO EMPATIZAR ADECUADAMENTE? 32

LA EMPATÍA COMO SÍNTESIS DE UN EMPLAZAMIENTO CORRECTO EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN 37

LA LÓGICA DE LA INTERSUBJETIVIDAD 40

EL PENSAMIENTO ÚNICO O UNIDIMENSIONAL 44

EL MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO EN EL ANÁLISIS DEL CONFLICTO 53

EL PENSAMIENTO LATERAL O CREATIVO EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS 55

ESENCIA CONSENSUAL DE LOS ACUERDOS ADOPTADOS EN UNA MEDIACIÓN 61

LA MATEMÁTICA DE LA COOPERACIÓN EN EL ACUERDO 66

ESTRUCTURALIDAD DE LOS ELEMENTOS DE ANÁLISIS DE LOS CONFLICTOS 71

LA NECESIDAD DE IMPULSAR ESTILOS DE MEDIACIÓN MÁS INTEGRALES 73

INCOHERENCIA INTERNA EN LAS SITUACIONES CONFLICTIVAS 76

EVOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS 78

NEGATIVIDAD Y PROACTIVIDAD DEL CONFLICTO 79

LA OBJETIVACIÓN COMO ANTESALA DEL CONFLICTO 80

LA ESTRATEGIA DEL PERDÓN EN LA GESTIÓN DE LOS CONFLICTOS 84

MEDIACIÓN, RECONCILIACIÓN Y JUSTICIA RESTAURATIVA 86

2
LA RELACIÓN ENTRE POSICIONES EN UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA 88

GÉNESIS DE LA RESPUESTA AGRESIVA 91

ACUERDO CONSENTIDO Y CONFLICTO 95

COMPETITIVIDAD, MEDIACIÓN Y CONFLICTO 97

LA TIRANÍA DE LA GROSERA VULGARIDAD 98

DIVERSIDAD Y BANDOS 100

MINORÍAS, PROGRESO Y CONSENSO 103

CUANDO HABLAMOS DE CONSENSO… ¿A QUÉ NOS ESTAMOS REFIRIENDO EN REALIDAD? 105

DINÁMICA ASAMBLEARIA Y MEDIACIÓN 112

TRABAJO EN EQUIPO Y CONSENSO 120

INSPIRACIÓN, INTELIGENCIA COLECTIVA Y CONSENSO 124

CONCIENCIA COLECTIVA Y CONSENSO 127

FENÓMENOS EMERGENTES Y CAMBIO SOCIAL 133

OBJECCIONES A EMPLEAR EL CONSENSO COMO METODOLOGÍA 137

HORIZONTALIDAD Y CONSENSO 143

CAMBIO SOCIAL Y PERSONAL SIMULTANEO A TRAVÉS DEL CONSENSO Y LA MEDIACIÓN 146

LA SUPUESTA NECESIDAD PERPETUA DE TERCEROS EN LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS 148

CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DEL MODELO EMPÁTICO DE MEDIACIÓN 156

MÉTODO EMPÁTICO DE MEDIACIÓN 159

EJEMPLOS PRÁCTICOS DE MEDIACIÓN POR EL MÉTODO EMPÁTICO 184

ANEXOS:

TESIS DEL NUEVO HUMANISMO O HUMANISMO UNIVERSALISTA 227

MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO 231

3
RESUMEN

Apoyándonos en el particular enfoque subjetivamente intencional del ser


humano que se infiere de la corriente filosófica denominada “Nuevo Humanismo”
o “Humanismo Universalista”, hemos elaborado un protocolo de mediación
compacto y sistemático cuya agilidad y sencillez hará posible su desarrollo
incluso por personas con escasa formación al respecto, susceptible además de
ser empleado en situaciones conflictivas cotidianas sin necesidad de
intervención de terceros. Ello es posible gracias al carácter integrador de dicha
perspectiva que nos permite articular toda la estrategia, tendente a lograr la
resolución del conflicto, vertebrándola en torno a la idea de restablecer la
conexión empática entre las partes. Por otro lado, ahondando en las
especificaciones propias del acuerdo mediado, descubrimos, a su vez, la
posibilidad de desarrollar cierta labor preventiva extendiendo su inherente
carácter consensual, a modo de recomendación, a cualquier dinámica de
coordinación colectiva, impulsando, a partir de todo lo expuesto, una nueva
cultura basada en el diálogo constructivo que desplace al actual paradigma
auspiciado por la estéril confrontación dialéctica, con el fin de generar una
revolucionaria transformación social que, en última instancia, contribuya a
erradicar toda forma de violencia, que, como nefasta herencia ancestral, envilece
y compromete la necesaria humanización del mundo.

4
INTRODUCCIÓN

Tomando por referencia algunas ideas extraídas de las “Tesis del Nuevo
Humanismo”, comenzaremos nuestro estudio destacando la relevancia de esa
característica capacidad de ampliación temporal, tan exclusiva del psiquismo
humano, que nos permite responder en diferido a numerosos estímulos del
medio.

A partir de ahí, deduciremos la inherente e ineludible condición intencional de


la conciencia humana, que nos conducirá posteriormente a constatar la
extendida confusión conceptual derivada de considerar que, de algún modo, los
enfoques particulares se corresponden empíricamente con reflejos perceptuales
fiables de una supuesta realidad externa. Como consecuencia de ello, nos
veremos obligados a abandonar la idea de objetividad, analizando las
consecuencias que acarrea asumir tal hecho a la hora de establecer
procedimientos que nos permitan estructurar un protocolo mediador adecuado
en tales circunstancias.

El aparente atolladero solipsista al que parece conducirnos esa línea


argumental es sorteado después con éxito gracias al concepto de empatía,
hallando en esa cualidad y en su funcionar el constituyente fundamental de toda
situación conflictiva, descubriendo así un crucial elemento capaz de organizar
completamente la acción mediadora, redimensionando al alza su importancia en
tales procesos.

A continuación, aplicamos el “Método Estructural Dinámico” (táctica de


análisis habitual que emplea la corriente filosófica del “Nuevo Humanismo”) para
observar detenidamente cómo la diversidad de posicionamientos se transforma
en disputas, tratando de encontrar pautas que nos ayuden a diseñar estrategias
de resolución eficaces. Toda la fundamentación teórica acumulada, junto con
ese estudio concreto, nos permiten entonces comprender cómo se generan y
escalan los conflictos y nos ayuda además a establecer un protocolo de

5
mediación, muy sistemático y sencillo, organizado en torno al objetivo esencial
de desbloquear el canal empático que conecta a las partes entre sí. Simplificando
aún más el mencionado procedimiento alcanzamos incluso a elaborar, casi a
modo de receta, una estrategia que nos coloca en situación de resolver también
esas típicas tiranteces cotidianas sin necesidad alguna de intervención de
terceros impidiendo así que se desarrollen y den lugar a episodios más
lamentables.

Finalmente, profundizando en ese acuerdo respectivamente consentido tan


genuinamente propio de la alternativa de la mediación, descubrimos ahí una
posible vía preventiva que consistiría en instaurar la metodología del consenso
como referente de cualquier dinámica colectiva que precise de cierta
coordinación conjunta, antes que esperar a que asperezas resultantes de aplicar
formas más o menos sutiles de homogeneización o uniformización impositivas
se manifiesten, antes o después, en forma de conflicto. Lógicamente nos
detenemos a observar las posibles dificultades con las que se ha de enfrentar tal
propuesta, intentando en todo momento hallar soluciones que permitan su
desarrollo.

Paralelamente, a lo largo de todo el estudio, se insiste en trascender las


condiciones de origen en las que surge como alternativa para contemplar el
ejercicio de la mediación, no ya como una simple actividad profesional más que
plantea un sucedáneo parche o arreglo parcial que palíe la congestión de vías
adversariales de gestión del conflicto, incapaces de brindar soluciones
definitivas, más allá de reprimir comportamientos o bloquear posibles reacciones
con resultados aún peores. En nuestra opinión, la mediación y la cultura asociada
a esta práctica lleva implícito el germen de un nuevo modelo de sociedad por lo
que no deberíamos soslayar ese potencial transformador que posee. Muy al
contrario, aquellos que hemos abrazado esta noble disciplina, deberíamos
asumir responsablemente el reto que supone el hallarnos frente a una
herramienta capaz de producir cambios revolucionarios en numerosos ámbitos

6
en los que la actividad humana se desarrolla e intentar expandir al máximo su
influencia con arreglo a nuestras particulares posibilidades.

7
PREÁMBULO

Cualquier afirmación que expresemos con relación al ser humano, deriva,


necesariamente, de una idea preconcebida sobre él. Por consiguiente, antes que
atender a cualquier otra consideración, lo más honesto ha de ser proclamar tal
concepción, raíz del ulterior desarrollo, al objeto de aclarar, de un modo
escrupulosamente explícito, desde dónde exactamente se está hablando. En
numerosas ocasiones asistimos atónitos a solemnes y concienzudos análisis en
los que no se procede de esta forma y ello nos lleva a sospechar, tal vez, la
existencia de un olvido imperdonable; quizás, una evidencia tácita tan indudable,
que no merece aclaración alguna o, a lo peor, una fraudulenta maniobra tendente
a presentar meras opiniones, implícitamente impregnadas de ideología,
hábilmente disfrazadas como aparentes juicios “desinteresados” u “objetivos”
desprovistos de esa pátina de subjetividad que inherentemente todo lo envuelve.
Obviamente, no es el caso de la presente propuesta y, coherentes con lo
expuesto, admitimos, con rotunda nitidez, expresar nuestras afirmaciones desde
una determinada perspectiva de carácter “humanista” a la cuál adherimos
plenamente.

En términos generales se entiende por “humanismo” a aquel movimiento


cultural, genéricamente caracterizado por emplazar al ser humano como valor
central, que acaeció inicialmente en Florencia y después se propagó por el resto
de Italia, durante todo el siglo XII y principios del XIII y que concluyó con lo que
conocemos hoy como Renacimiento, extendiéndose finalmente por toda Europa,
en un intento por retomar la cultura grecolatina, arrinconada entonces por la
intolerante cristiandad medieval. Numerosas celebridades, tales como Petrarca,
Manetti o Lorenzo Valla, en sus inicios y posteriormente Nicolás de Cusa,
Rodolfo Agrícola, Juan Reuchlin, Erasmo, Tomás Moro, Jacques Lefevre,
Charles Bouillé, Juan Vives, Pico de la Mirándola y Giordano Bruno se

8
comprometieron firmemente con esta corriente. Otros representantes algo más
periféricos fueron Galileo, Leonardo da Vinci y el mismísimo Maquiavelo. 1

No obstante, si ampliamos el encuadre semántico del término, más allá de lo


estrictamente acontecido en las coordenadas espacio-temporales reseñadas,
haciéndolo extensible, también, a esa actitud, de fondo, que animó entonces a
aquellos valientes precursores a actuar decididamente sobre el mundo
transformándolo y que se caracteriza, en esencia; por ese interés fundamental
por el hecho humano, esa tolerancia frente a la diversidad y esas ansias de
libertad y conocimiento, desafiando todo lo establecido, encontraremos
exponentes ya en todas las culturas y épocas, incluida la actual.

Hoy en día, ese espíritu originario se encuentra ampliamente desarrollado en


el seno de la corriente de pensamiento denominada “nuevo humanismo” o
“humanismo universalista”, la cual no parte de una idea abstracta determinada a
contrastar, sino que se eleva desde la propia experiencia del hecho humano en
sí, yendo de lo concreto a lo genérico y no ideando un marco teórico donde
introducir luego, de manera forzada, cualquier observación. Su máximo
exponente, sin menospreciar a otros autores convergentes con ese mismo
planteamiento, se encarna en el heterodoxo, y por ello en cierta medida
marginado, pensador argentino Mario Luís Rodríguez Cobos, más conocido por
su pseudónimo literario, “Silo”.2 Aunque este modo de pensar, o mejor de
entender la vida, que supone el “nuevo humanismo”, cimiento firme de este
ambicioso intento, pretenda dar respuesta a un extenso abanico de cuestiones
existenciales vinculadas al quehacer humano en general, nos centraremos, no
obstante, en los exclusivos aspectos concernientes a la materia que nos ocupa,
que no es otra que la mediación, el conflicto y las dinámicas de coordinación

1 Un desarrollo más exhaustivo de esta cuestión lo podemos encontrar en la conferencia pronunciada por
Silo en la Universidad de Bellas Artes en México D.F. el 7 de julio de 1991 denominada “Humanismo y
Nuevo Mundo” y en la obra “Interpretaciones Históricas del Humanismo” de Salvatore Puledda.

2
Mario Luis Rodríguez Coboss (Mendoza, 6 de enero de 1938 – Mendoza, 16 de septiembre de 2010), fue
un escritor argentino, impulsor de la corriente de pensamiento denominada “Nuevo Humanismo” y fundador
del Movimiento Humanista. Conferenciante activo, escribió libros, cuentos, artículos y estudios relacionados
con política, sociedad, psicología, espiritualidad y otros temas.

9
colectivas, todo ello orientado, a su vez, hacia la posibilidad de impulsar
profundas transformaciones sociales. Los basamentos teóricos en los que se
apoya esta metodología, se recogen íntegramente en esta suerte de simbiosis
entre filosofía y sensibilidad especial que se constituye a partir de una conjunción
de postulados fundamentales expresados a modo de tesis 3 de las que
extraeremos, por su importancia en relación a la cuestión que nos interesa, una
serie de ideas, desarrollándolas a lo largo de este esperanzador planteamiento
metodológico que aspira a instaurarse como una herramienta útil, intentando,
con ello, configurar una estrategia coherente de cómo afrontar una adecuada
gestión y prevención del conflicto, tendente a alcanzar su completa superación,
restableciendo y mejorando las condiciones originales y, quizás de un modo en
exceso pretencioso, impulsar así una necesaria transformación social
encaminada a erradicar, en un futuro lo más próximo posible, todo vestigio de
violencia vinculada al devenir humano que, cual siniestro legado, nos acompaña
como lacra desde tiempos inmemoriales.

En definitiva, el objetivo que hemos asumido es tan amplio que, superando


con creces las posibilidades concretas de una simple estrategia o estilo de
mediación alternativo, pretendemos además, con la metodología propuesta,
ampliar su ámbito de aplicación, incluyendo la resolución particular, sin
intervención de terceros, de los conflictos cotidianos de carácter estrictamente
personal y el establecimiento de la fórmula del acuerdo consensuado, específico
de la labor mediadora, como referente en toda estrategia colectiva de
coordinación, impulsando así una cultura caracterizada por el diálogo frente al
actual paradigma basado en la confrontación dialéctica.

En relación con el papel que pudiera jugar la mediación hoy en día,


consideramos, en definitiva, que hemos de ser extremadamente ambiciosos al
respecto, valorando el enorme potencial que posee a tenor de su capacidad
intrínseca de generar una profunda transformación social.

3 Recogemos íntegramente tales Tesis como anexo en el presente trabajo

10
Tal vez la mediación en general, dado su carácter innovador, deba demostrar
aún un grado de eficacia mayor para resultar del todo confiable y, por esa razón,
es posible que su campo de aplicación se vea todavía restringido a operar
exclusivamente como alternativa complementaria frente a las limitadas
capacidades de otras metodologías que, pese a sus frustrantes y reiterados
fracasos, son asumidas oficialmente como válidas. Probablemente, existirá un
momento posterior en el que, al considerar que esa estrategia diferente es capaz
de cosechar éxitos allá donde otras metodologías no alcanzan a zanjar
definitivamente proceso alguno, se valorará la posibilidad de rescatarla de esa
característica marginalidad de lo incipiente, equiparándola finalmente como
opción principal, ampliando progresivamente su ámbito de aplicación y
admitiendo incluso la posibilidad de que su firme implantación generalizada
pudiera suponer la semilla, que con el tiempo, desencadenase una auténtica
revolución que afectase en profundidad estamentos tales como la justicia, la
política, la educación y, tal vez también, la economía o las relaciones
internacionales, entre otros.

Con respecto a la justicia retributiva actual, sus posibles aportes en el


desarrollo del modelo alternativo restaurativo, en lo referente a la reconciliación,
podrían resultar fundamentales, tal y como analizaremos más adelante.

En el campo político, plantea, a su vez, un enfoque decisivamente distinto


capaz de vertebrar problemáticas diversas bajo un mismo epígrafe genérico, que
sería el conflicto, con una metodología homogénea congruente con los principios
básicos de la mediación, capaz de actuar de un modo transversal en
prácticamente todo el organigrama funcional ejecutivo. Ese sencillo cambio de
perspectiva permitiría, entre otras interesantes ventajas, articular una verdadera
participación ciudadana, corresponsabilizando al individuo en la resolución de
todas las contingencias a las que se enfrenta la gestión política, empoderándole
como parte activa para modificar, de ese modo, su condición de mero
administrado y trascender la actual dinámica basada en la impotente y estéril
protesta. A esto habría que añadir las consecuencias que acarrearía incorporar

11
seriamente la filosofía del acuerdo consensuado dentro del protocolo habitual
legislativo en lo referente a la toma de decisiones.

Por otro lado, las contradicciones que resultan de aunar la aceleración del
fenómeno homogeneizante de la globalización creciente, motorizada por la
revolución tecnológica en el campo de las telecomunicaciones, con la
interculturalidad impuesta por los movimientos migratorios, consecuentes del
incremento de las injustas desigualdades, están generando escenarios sociales
nuevos donde la mediación se va a ir perfilando como una herramienta
absolutamente decisiva a la hora de afrontar el reto de mantener un necesario
grado, mínimamente aceptable, de cohesión social en poblaciones cuya
estructura compositiva varía rápidamente. Aparte de encajar las piezas del crisol
multicultural subsiguiente, cuya nefasta gestión pudiera dar lugar al resurgir de
comportamientos neofascistas, ha de trabajar también asumiendo las
situaciones derivadas de la necesidad de incorporación de las generaciones
sucesivas. El peaje de no saber manejar adecuadamente estas situaciones
supone afrontar después fenómenos de radicalización que, según el sustrato
social sobre el que se desarrollen, poseerán manifestaciones diferentes tales
como el pandillaje o el fanatismo islámico, entre otras.

Finalmente, intervenir decididamente en el ámbito educativo podría paliar esa


conflictividad emergente asociada a cierto proceso de transición que se está
desarrollando en la actualidad en dicho entorno y que tiene que ver con el intento
de superar un anacrónico modelo de enseñanza de carácter muy autoritario,
basado en una férrea disciplina, mantenida, a su vez, mediante la coacción del
castigo, por otra pedagogía, más actual, flexible y cercana. La adecuación a ese
nuevo enfoque exige, por parte del profesorado, formado, en gran parte, bajo la
influencia del anterior modelo, mucha habilidad y grandes dosis de destreza para
adaptarse a esa relación profesor/alumno diferente, donde el respeto, que
constituía en realidad un eufemismo de miedo, no se alcanza ya con medidas
coercitivas. Llegar a configurar con precisión ese nuevo rol supone todo un reto
y un auténtico quebradero de cabeza para quienes ejercen la noble profesión de

12
la enseñanza. En cualquier caso, hoy en día, las actitudes arbitrariamente rígidas
no son asumidas por el alumnado con la sumisión de antaño y son rechazadas,
por el contrario, con comportamientos rebeldes que el profesor en cuestión
malinterpreta como falta de respeto, dejándole una vaga sensación de pérdida
de control y autoridad. Sin embargo, implantar la metodología de la mediación
ahí, exige protocolos ágiles y sencillos de actuación que puedan ser asimilados
por personas que no poseen una extensa formación al respecto y que nos
permitan incluso resolver rápida y eficazmente situaciones disruptivas cotidianas
a través del diálogo, evitando así recurrir a caducos modelos para imponer cierto
orden.

En definitiva, introducir progresivamente en nuestra sociedad los valores


propios de la mediación, forjará, sin duda, personas capaces de manifestar
comportamientos más proclives a cooperar, con la consiguiente influencia
posterior en numerosos campos, cuestionando el valor de la competitividad
actualmente instalado.

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FUNDAMENTOS TEÓRICOS GENERALES DEL MODELO

Las premisas esenciales, extraídas, en forma de síntesis, de las tesis del


“nuevo humanismo”, sobre las que se asienta este método de mediación y
resolución de conflictos y que, por consiguiente, guardan relación con él, podrían
ser expresadas del siguiente modo:

▪ La característica ampliación de su horizonte temporal permite al ser


humano diferir respuestas, elegir entre situaciones y, en definitiva, planificar su
futuro

▪ Esa capacidad particular del ser humano de proyectarse a futuro es


ineludible e irremediablemente le lleva a operar en el mundo de una manera
intencional, conformando así una estructura compacta e indisoluble entre la
conciencia y el mundo.

▪ La intencionalidad humana se expresa en el mundo organizándolo de


acuerdo a su interés y, posteriormente, se desarrolla a través de la producción
de signos, posibilitando la intercomunicación, y mediante objetos, cargados de
significado y sentido que emplea a modo de prótesis

▪ Es precisamente esa libertad inherente al hecho humano la que abre la


posibilidad de negar la subjetividad y la intencionalidad ajena, deshumanizando
y objetivando al otro, reduciéndolo, así, a una mera prótesis de la propia
intención, generando con ello conflicto y violencia.

Por consiguiente, en lo que a nosotros concierne, nuestra particular


concepción de ser humano establece que su característica capacidad de
postergar respuestas le confiere una singularidad de carácter intencional, que
consustancialmente vincula la conciencia con el mundo, configurándose un
indisoluble nexo estructural entre ambos elementos. Pese a la incomodidad que
plantea, asumimos la inherente subjetividad, consecuente de tal hecho, como un

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inevitable referente ideológico dado que cualquier supuesto intento por objetivar
lo humano, negando su verdadera esencia, constituye, en sí, una estrategia
encubierta de apropiación de la voluntad ajena, al tratar de imponer, en realidad,
una subjetividad distinta y portadora, lógicamente, de una intención diferente.
Constatamos que, pese a todo, la intercomunicación es factible gracias al
mecanismo de la empatía y es esa consecuente colectiva intersubjetividad la
única posibilidad que aceptamos a la hora de plantearse construir una arbitraria,
funcional, transitoria y sucedánea “realidad”. La ausencia de consentimiento
mutuo o consenso genera dificultades en esa elaboración conjunta derivada de
esa generalizada tendencia a usurpar la voluntad ajena, deshumanizando al otro,
que se manifiesta mediante roces interpersonales o conflictos y, en mayor grado,
en forma de violencia, en sus diferentes manifestaciones.

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LA AMPLIACIÓN DEL HORIZONTE TEMPORAL COMO SINGULARIDAD
DEL HECHO HUMANO

Desde aquel infructuoso intento por determinar la especificidad del hecho


humano, con esa torpe definición de “bípedo implume”, que tanto parodió
Diógenes paseando por Atenas con un pollo desplumado al grito de “he aquí el
hombre de Platón”, ningún filósofo que se precie ha osado eludir la inquietud por
despejar qué es lo que nos caracteriza como tal.

Aristóteles, que consideraba al hombre básicamente como un “animal


político”, fijó su atención, lógicamente, en su capacidad de hablar y comunicarse.
De igual manera, para Rabelais, el hombre es un ser que ríe, para Diderot un ser
social, para Descartes un ser que piensa, para Kant, un ser que juzga, para Marx,
un ser que trabaja, para Bergson, un ser que crea, para Séneca, un ser sagrado,
y para Spinoza, un ser que sabe que va a morir. No obstante, algunas de las
mencionadas características supuestamente fundamentales, tales como el
lenguaje, la risa, la fabricación de utensilios o su dimensión social, no parecen
ser monopolios exclusivos del género humano y otras, sin embargo, no lo
alcanzan a definir en toda su extensión.4

En nuestra opinión, la clave de todo este asunto se halla, sin embargo, en


esa peculiar capacidad para responder voluntariamente, sin limitarse a
reaccionar, denominada, por algunos autores, reversibilidad y, por otros,
propiacepción5 o conciencia de sí. La dilatación temporal de la conciencia,
mediante la posibilidad de un futuro imaginado, trascendiendo un perenne
presente que flota en un pasado de rutinarias reiteraciones, adquiridas cultural y
no genéticamente, es lo que nos permite, a diferencia de cualquier otro ser vivo
existente, postergar respuestas frente a cualquier estímulo, estableciendo

4 Información extraída del libro “Invitación a la Filosofía” de André Comte-Sponville

5 Término acuñado por David Bohm en su libro “Sobre el Diálogo”

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reflexiones, cotejos y conclusiones previas, escapando, de ese modo, a la tiranía
automática impuesta por la inmediatez del momento.6

LA INTENCIONALIDAD COMO CONSECUENCIA DE LA POSIBILIDAD DE


PROYECCIÓN A FUTURO

De esa distintiva característica de lo humano, se derivan importantes


consecuencias con respecto a esa simplicidad, comúnmente aceptada, de creer
que la pasiva conciencia aspira, como propósito, a reflejar, lo más fielmente
posible, una supuesta “realidad” existente. Tanto las percepciones externas,
como las sensaciones internas, son estructuradas conformando un todo
coherente, de acuerdo con un interés concreto. Por otro lado, nadie puede existir
en abstracto, sino con relación a unas condiciones dadas y, puesto que la no
acción es, en sí, una acción más, nadie puede dejar de actuar con respecto a
ellas, estableciendo así un enlace inquebrantable entre la propia conciencia y el
mundo. De ese modo tan fatídico, mi acción ineludiblemente transforma al
mundo y, a la par, a mí mismo. Si algo hay “natural” en el ser humano es,
precisamente, esa dinámica constante de cambio, a la vez, intrínseca y
extrínseca. En palabras de Ortega y Gasset: “Mi vida consiste en que yo me
encuentro forzado a existir en una circunstancia determinada. Vivir es haber
caído prisionero de un contorno inexorable”.

Los antecedentes de esta idea aparecen ya de manera incipiente en la


filosofía clásica, aunque asociados, en general, al concepto de voluntad. Siglos
después, como presagiando posteriores metodologías asociadas a esta
cuestión, encontramos ese trascendental aporte de Avicena, que él mismo
denomina “hombre volante”. Consistía, como diría Einstein, en una especie de
“experimento mental” en el que se reflexionaba acerca de qué pensamientos
podría poseer una persona a la que se le ha suprimido todo estímulo sensorial.

6 Síntesis elaborada a partir de la conferencia pronunciada por Silo en Tortuguitas – Buenos Aires
(Argentina) el 1 de mayo de 1983, titulada “Acerca de lo humano”.

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No obstante, este enfoque teleológico del psiquismo humano no es acogido,
de una manera ya precisa, hasta la llegada de Descartes, dado que, en general,
el estudio de la conciencia, hasta ese momento, despertaba escasa
preocupación debido probablemente a que ningún pensador, antes que él,
alcanzó a cuestionar, con seriedad, la posibilidad o no de acceso directo a la
realidad circundante. Descartes, al plantearse esa disyuntiva, se propone, como
táctica, tal vez inspirado por Avicena, el evitar los datos perceptuales,
desconfiando de ellos, por proceder de los sentidos y termina apoyándose en el
registro mismo del pensar que, consideraba, era lo único asequible sin que medie
intervención alguna, como si la sensación del razonar no fuese, en definitiva, un
elemento sensorial más.7

Brentano, a finales del siglo XIX, protagoniza un gran avance en la cuestión,


al tratar de distinguir entre fenómenos psíquicos y físicos, introduciendo en su
conocida tesis, un planteamiento muy similar a esa idea de estructuralidad entre
la conciencia y el mundo, a la que venimos haciendo alusión. Sin embargo, es
su discípulo, Husserl quien logra finalmente desarrollar todo ello en profundidad
a través de su reducción fenomenológica, procediendo de manera muy similar a
Descartes, tratando de atender exclusivamente, desde la conciencia, a todo
aquello cuyo acceso resulta ser inmediato. Esa estrategia le conduciría
finalmente hasta una subjetividad absoluta al concluir que el “sujeto se dirige
intencionalmente hacia lo que él mismo ha constituido como objeto”. Scheller,
discípulo, a su vez, de Husserl, ahondando en el mismo método, amplia el
estudio hacia aspectos ya de índole emocional y aborda la cuestión de los
valores, asociándolos más a intuiciones que a razonamientos.8

7 De ese planteamiento deriva su famosa afirmación: “Cogito ergo sum”; “Pienso, luego existo”.

8 Un desarrollo específico de esta cuestión lo podemos encontrar en la charla de “Silo” titulada


“Fundamentos del Pensar” de septiembre de 1975 en Corfú (Grecia). En ella se pone de manifiesto como
la supuesta inducción o deducción, desarrollada mediante esa lógica aristotélica del silogismo estructurado
a través de premisas, no funciona en la práctica como tal y la conclusión se elabora tácitamente antes que
cualquier argumento previo que luego es usado como mera justificación. Es a partir de estas nociones como
se elabora luego una táctica adecuada de acercamiento al medio denominado “Método Estructural
Dinámico”, que será empleado, a su vez, en esta propuesta como metodología de análisis de los conflictos,
coherente con los fundamentos teóricos en los que se basa esta estrategia mediadora. Un sintético esbozo
del mismo se incorpora, a su vez, como anexo en el presente estudio.

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Simultáneamente, otro sucesor de Husserl, Heidegger, aporta el trascendental
concepto de “ser-en-el-mundo”, especificando que esa estructura conciencia-
mundo establecida mediante la intencionalidad no permanece encerrada en sí
misma y, por el contrario, se halla abocada irremediablemente hacia el medio.
Finalmente, Sartre, define ese ineludible impulso intencional establecido por
Heidegger en términos de libertad afirmando que el ser humano “está condenado
a ser libre”. Esta idea conduce, a su vez, a Ortega a cuestionar ese concepto tan
extendido, hasta entonces, de que es el medio quien moldea al hombre,
planteando que, en realidad, “vivir es una operación que se hace de dentro a
fuera”.9 Sin embargo, este humanismo actual, que hemos ubicado como
referente ideológico de nuestro trabajo, alcanza también esa misma idea, pero
no a través de una estrategia de carácter racional o filosófico, sino mediante
ejercicios reiterados y sistemáticos, de carácter disciplinario, consistentes en
establecer una suerte de meditación personal, inicialmente similar a la reducción
fenomenológica, en términos de atención reflexiva ejercida sobre el funcionar de
los elementos fundamentales de la propia conciencia en relación al mundo.10 La
conclusión que se alcanza mediante dicha metodología, en lo que a nuestro
interés respecta, podría sintetizarse mediante la frase: “La conciencia es el "acto"
del mundo y el mundo el "objeto" de la conciencia”.

LA SUBJETIVIDAD DERIVADA DE LA CONSUSTANCIAL


INTENCIONALIDAD

Recapitulando, la conciencia no recoge los datos sensoriales sin mayor


pretensión. En lugar de eso, ineludiblemente los selecciona y organiza, en
función de una particular búsqueda o inquietud, generando así una estructura
coherente entre ella y el mundo. Valga reseñar, en ese sentido, que los avances

9Un desarrollo más amplio de todo este tema de los orígenes del concepto de intencionalidad lo podemos
encontrar en el libro “Pedagogía de la Intencionalidad” de Mario Aguilar y Rebeca Bize.

10Para más información al respecto consultar el libro de H. Van Doren “Meditación Trascendental: Cuatro
conferencias dictadas por Silo” del año 1972

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en el campo de la Física Cuántica empiezan a trasladar, al campo de lo científico
lo que, hasta ahora, era exclusivo del ámbito filosófico y con ello, este problema
que nos surge a la hora de intentar diferenciar el observador del suceso. El
experimento de la “doble rejilla”11 evidencia que una de características básicas
de cualquier sistema cuántico es la capacidad de existir en múltiples opciones a
la vez hasta que la conciencia de un observador atiende a esa onda de
posibilidades provocando que se materialice o colapse en un suceso concreto.
Este hecho se verifica al constatar que incluso la simple medición afecta al
experimento en cuestión. En tal sentido el físico cuántico Amit Gostwami llega a
afirmar al respecto que, “la naturaleza de la realidad es la conciencia” y, sin
embargo, es ahí, en lo más recóndito de ella donde reside arraigada la idea de
que hay una realidad objetiva. Ese esquema mental, trasladado al concepto
tiempo, es precisamente el que nos induce a pensar en la existencia de un
gigantesco reloj que determina su transcurrir, siempre a la misma velocidad y
cuya vigencia se extiende a cada rincón del Universo. De tal modo que cuando,
en la famosa paradoja, nos hablan de como un gemelo envejece más
rápidamente que su hermano, no alcanzamos a entender cómo es posible tal
cosa. Aun frente a la evidencia de los hechos, nos seguimos aferrando a esa
premisa, pase a que el mundo entero, tal y como lo conocemos, se desmorone

11 El experimento de la doble rendija pone de manifiesto dos cuestiones ciertamente desconcertantes de


ese mundo. La primera es que, a escala microscópica, los objetos poseen una naturaleza dual y, según las
circunstancias, pueden comportarse como un conjunto de partículas o como una onda. Y la segunda, más
significativa aún, es que el observarlos hace que actúen de una manera o de otra. Imaginemos que
lanzamos, una a una y en distintas direcciones, miles de canicas contra una placa atravesada por dos finas
rendijas verticales. En otra placa más alejada vamos a recoger el impacto de las canicas. ¿Qué distribución
poseerán todos esos impactos? Lógicamente las colisiones en la segunda placa se efectuarán en torno a
dos franjas verticales, que se corresponden con las ranuras por las que las canicas han logrado atravesar
la primera placa. Utilicemos ahora una piscina llena de agua. Desde el mismo punto desde el que hemos
lanzado las canicas comenzaremos a generar olas. Una vez que las olas atraviesen las dos ranuras y
lleguen a la última placa, ¿Cómo se distribuirán, en esta ocasión, los “impactos”? La segunda placa
presentará una serie de franjas verticales de diferente intensidad que los físicos denominan “patrón de
interferencia”. Este dibujo se produce porque el oleaje inicial, como cualquier onda, se difracta al atravesar
las ranuras, dando lugar a dos oleajes que interfieren entre sí. En algunos puntos las olas se potencian y
en otros se anulan, lo que provoca un impacto con desigual intensidad sobre la última placa. Descendamos
ahora al mundo cuántico y, en lugar de canicas, lancemos electrones uno a uno a través de la doble ranura.
¿Qué aparecerá en la segunda placa? Con la lógica que venimos utilizando, lo razonable es que el electrón
impacte igual que una canica y dibuje dos franjas verticales. Sin embargo, el resultado que obtenemos es…
¡un “patrón de interferencia”! Sin embargo, lo más curioso es que si lanzamos uno sólo el resultado será el
mismo… Es como si el electrón pasase por ambas rendijas a la vez e interfiriese consigo mismo. Pero lo
que ya nos deja completamente atónitos es que si, por cualquier sutil dispositivo tratamos de averiguar por
cuál de las dos rendijas iniciales ha pasado el electrón, ese mencionado “patrón de interferencia” se
desvanece y nos aparece nítida una colisión puntual en la segunda placa.

20
a nuestro alrededor. Tal es el grado de fascinación que poseemos al respecto
que, aunque incorrecta, nos resistimos con todas las fuerzas posibles a
abandonar lo que constituye la base misma de nuestro razonar.

Por consiguiente, hablar de la existencia de una “realidad” independiente de


cualquier conciencia constituye una entelequia tan absurda como intentar
imaginar una conciencia al margen de cualquier “realidad”. Toda esta reflexión
nos conduce irremediablemente a integrar, en nuestro particular modelo, la
cuestión de la subjetividad como un principio básico constituyente y no como un
elemento deformador de los hechos, que introduce egoístamente cuotas de error
e interesada falsedad, tal y como suele ser considerado de manera muy
frecuente.

CONSECUENCIAS DE INCORPORAR EL CONCEPTO DE SUBJETIVIDAD


EN LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN

Por supuesto, tal y como hemos señalado, nos hallamos en presencia de uno
de los fundamentos esenciales de esa corriente de pensamiento que sustenta
este estilo diferente de trabajar con el conflicto que tratamos de organizar aquí.
Esta cuestión de la subjetividad, de entrada, colisiona frontalmente, por ejemplo,
con las bases fundamentales de una utilitaria mediación de carácter lineal12 que
establece, por el contrario, la existencia de una realidad objetiva entre sus
principios esenciales. En nuestra opinión, aunque cabe la posibilidad de rescatar
elementos interesantes de dicho modelo, su espíritu se aparta bastante de ese
propósito de transformación social y personal que promueven otros protocolos
que, entendemos, debe guiar la acción mediadora y que coinciden más con
nuestra manera de entender este asunto.

12En alusión al modelo de mediación tradicional desarrollado por diversos teóricos del asunto relacionados
con la Universidad de Harvard.

21
De igual modo, los conceptos de neutralidad e imparcialidad, tan importantes
en el campo de la mediación, han de ser necesariamente reconsiderados frente
a la posibilidad de abandonar la idea de la existencia de una “realidad” objetiva
en sí, más allá de considerarla un mero artificio mental o un simple
convencionalismo social.

Consecuentemente, no resultaría factible que nuestra presencia en un


proceso de tales características alcance a ser completamente aséptica, a tenor
de nuestra intrínseca condición subjetivamente intencional, por lo que insistir en
procurar, por nuestra parte, una actitud, a toda costa, “neutral” sólo nos llevará a
establecer conductas más o menos inhibitorias que, de formar parte esencial de
nuestro cometido, nos conducirían, por coherencia lógica, a abandonarlo,
dejando a los mediados al amparo de un libro de instrucciones para resolver su
conflicto.

Ello, a su vez, condiciona en gran medida esa confusión, tan característica,


que suele presentarse entre los principios de imparcialidad y neutralidad,
reflejada incluso en los textos legales que intentan reglamentar el ejercicio de la
mediación y que hacen alusión a ambos, en ocasiones casi indistintamente,
mezclándolos. La estrategia de la mediación como metodología alternativa en la
resolución de conflictos surge inicialmente para paliar y desbloquear cierta
saturación existente en la vía judicial. Por ello muchos de sus términos son
heredados de ese ámbito y son arrastrados a las legislaciones que regulan
profesionalmente su práctica. El concepto jurídico de neutralidad apela
claramente a la necesidad de establecer posicionamientos emocionalmente fríos
que impidan una supuesta “pérdida de objetividad” por parte de la judicatura
responsable. Eso, trasladado a la mediación, genera la impresión de que la
imparcialidad ha de pasar necesariamente por una suerte de neutralidad,
interpretada en términos de gélido distanciamiento, que, en nuestra opinión, nos
impide asimilar en profundidad las diferentes perspectivas que se plantean en un
proceso de tales características, al promover cierta anestesia emocional al

22
respecto, reivindicando dicho proceder, cuanto menos dudoso, como una praxis
pulcramente correcta.

Esta manera de pensar queda, en parte, recogida, por ejemplo, en el artículo


1077 del Anteproyecto de Ley de Mediación en asuntos civiles y mercantiles al
preceptuar que las actuaciones de mediación habrán de permitir a las partes que
alcancen «por sí mismas» un acuerdo, recogiendo la prohibición expresa por
parte del mediador, respecto de cualquier tipo de «imposición» de solución o de
medida para lograrlo. No obstante, emplear el término “imposición” sin
mencionar explícitamente “proposición” redunda, a nuestro modo de ver, en la
ambigüedad legal, a la que antes aludíamos, referida a los conceptos de
imparcialidad y neutralidad. De hecho, tanto este texto legal como la Directiva
europea 52/2008 omiten el término neutralidad en su articulado, lo que nos
permitiría, cuanto menos, establecer lo que podríamos denominar como
“neutralidad activa”13 que habilitaría al mediador para aportar alguna solución en
momentos de estancamiento. Por el contrario, desarrollos legales posteriores de
diferente rango y alcance sí que censuran expresamente el hecho de que el
mediador sugiera siquiera posibles arreglos a la disputa planteada. Ello nos
coloca en una disyuntiva complicada al vernos obligados a decidir entre una
actuación, no exenta de cierto paternalismo, con el consiguiente riesgo de ser
percibida finalmente como un posicionamiento y desvirtuar así la mediación
desplazándola peligrosamente hacia una conciliación o intentar paliar una
posible cristalización del proceso promoviendo una conducta activa tendente a
lograr el acercamiento entre las partes, empleando, quizás, la pregunta como
herramienta, con el fin de ir señalando sutilmente el camino para que logren
observar el conflicto de una manera más amplia, trascendiendo, de ese modo,
sus posiciones iniciales.

13
El rol al que estamos aludiendo es próximo al del sombrero azul de Edward De Bono y constituye el
elemento significativo diferencial del modelo estratégico de mediación de Rubén A. Calcaterra. En nuestra
opinión, lo ideal sería ejercer una mediación pura sin invadir parcialmente lo que se podría considerar ya
una conciliación. No obstante, el grado de inmadurez general existente en estas cuestiones obliga a actuar,
de momento, con cierta flexibilidad al respecto en momentos en los que el proceso pudiera bloquearse.

23
Igualmente, dado que la inherente subjetividad humana, derivada de su
condición intencional, nos impide atender sin prejuicio alguno, quizás resulte
conveniente redefinir proactivamente el concepto mismo de imparcialidad
empleando el término de “multiparcialidad”, ya mencionado por algunos teóricos
de la mediación14, con el consiguiente compromiso, por parte del mediador, de
orientar el proceso desde un emplazamiento simétrico, equilibrado y equitativo,
escuchando activamente las diferentes opiniones, enfoques, y puntos de vista,
otorgando a todos un idéntico grado de legitimidad. Es decir, involucrarse
igualmente con todas las posiciones en vez de intentar, probablemente en vano,
no influir ni ser influido por ninguna. No será preciso esforzarnos demasiado, en
ese sentido, dado que, desde esta perspectiva humanista, en cierto modo
relativista, resulta absurdo pretender enjuiciar con demasiada severidad
cualquier posición, al carecer ya de un molde ideal fidedigno con el cuál
contrastarla.

El estricto respeto del principio de voluntariedad, ya de por sí decisivo en esta


particular manera de entender la resolución alternativa de conflictos que supone
la práctica de la mediación, adquiere, en función de lo expuesto, un nivel ya de
escrupuloso respeto, al entender la subjetiva intencionalidad como el rasgo más
trascendental de la existencia humana hasta el extremo en que omitirla supone,
en nuestra opinión, eliminar de raíz tal condición.

A su vez, al hilo de establecer cierta pulcritud en nuestra manera de


expresarnos, acorde con lo afirmado, resultará interesante para un mediador el
ser capaz de emplear una comunicación carente de toda imposición, por muy
sutil que ésta sea, y no caer en la tentación de aleccionar a los mediados
aprovechando su privilegiado estatus como orientador del proceso. El obrar
correctamente, en ese sentido, incide favorablemente en una doble vertiente a
lo largo del proceso. Afianza la confianza de los mediados hacia él, facilitando
así la comunicación y referencia, a su vez, a las partes orientándolas hacia un

14Entre ellos Javier Alés; Abogado mediador y Profesor de Derecho en la Universidad Loyola de Andalucía
y Director de la Escuela Sevillana de Mediación.

24
modo asertivo de expresión que permitirá un mejor intercambio entre ellos y una
posible transformación personal y de enfoque respecto a la situación objeto de
resolución. El hecho de haber constatado la ineludible subjetividad de todo juicio
nos conduce, con precisión, hacia lo que debería ser un modo adecuado de
comunicación. Plantear un estilo conversacional honesto, franco y sugerente,
que abra el margen de opinión ante el otro para que así pueda expresarse sin
reserva alguna, exige una estrategia útil, en ese sentido, que consistirá en
erradicar cualquier reducto de objetividad a la hora de formular algo tan
inequívocamente particular como nuestros enfoques personales. Al igual que el
feminismo impulsó el uso del lenguaje inclusivo y no sexista, nosotros/as,
preocupados/as por establecer las mejores condiciones para que el diálogo sea
posible y, en coherencia con todo lo expuesto, deberíamos promover, a su vez,
la necesidad de emplear siempre una comunicación de carácter subjetivo a la
hora de expresar públicamente nuestros puntos de vista. Fórmulas tales como:
«Lo lógico es...», «Indiscutiblemente...», «Lo normal es...», «Hay que...», «Lo
ideal sería...», «No cabe duda...», , «Hemos de...», «Cometeríamos un error
si...», «No seamos ingenuos...», «Como todo el mundo sabe...», «Lo mejor
sería...» o «Lo razonable es...», entre otras muchas, se constituyen, tal y como
advertimos en un principio, en blindajes tramposos para presentar opiniones
particulares eludiendo cualquier cuestionamiento posible, al camuflar tales
afirmaciones estrictamente personales, cubriéndolas con una capa de
pseudobjetividad. Tendemos muchas veces a presentar nuestras ideas con
afirmaciones absolutas elevando a la categoría de principios universales lo que
en realidad son meras impresiones íntimas. Exponer nuestras opiniones en
primera persona nos impedirá olvidar que carecen de un carácter plenamente
universal. Es nuestro punto de vista y no la realidad misma... No es algo
categórico... Se trata tan sólo de un singular enfoque tan válido como otro
cualquiera. Si yo digo: «Lo normal sería...» doy por sentado que cualquier otra
posibilidad no resultaría del todo normal. Estoy convirtiendo tácitamente mi
particular parecer en un axioma absoluto e indiscutible. Si en vez de hablar así,

25
dijese: «Opino o creo que lo normal sería...»15 estoy matizando de manera
personal tal juicio. Es importante atender a la forma en la que habitualmente nos
expresamos si aspiramos a que la mediación transcurra por los cauces más
oportunos para así alcanzar sus objetivos. Todo este asunto nos lleva a
reflexionar sobre la conveniencia o no, a su vez, de reformular o reencuadrar lo
expuesto por las partes cuando intentamos aligerar la carga emocional negativa
que pudieran portar tales explicaciones. Entendemos que sugerir o propiciar
cambios de actitud, de comunicación o de perspectiva, siempre que no los
forcemos, cae aún dentro de los límites del respeto a la subjetividad ajena y son,
además, enteramente consecuentes con esa aludida transgresión necesaria de
una neutralidad platónica, con la que algunos pretenden encorsetar el margen
de maniobra del mediador. Fórmulas tales como: “Considero que no es menos
cierto que…” u “Otra forma de expresar algo parecido sería…” siguen siendo
coherentes con el modo de comunicación propuesto y si, finalmente, validamos
tales intervenciones requiriendo y verificando la conformidad de las partes al
respecto, no sólo resultarán convenientes sino, en numerosas ocasiones,
necesarias e, incluso, imprescindibles.

EL FANTASMA DE LA INCOMUNICACIÓN CONSECUENTE DE LA


SUBJETIVIDAD ABSOLUTA

La reticencia de cualquier filósofo a emprender el camino de dudar del


concepto mismo de “realidad” radica en intuir el posible “callejón sin salida” del
relativismo absoluto genérico y, dado nuestro particular interés, del solipsismo
concreto derivado de él.

Así cuando Husserl, siguiendo los pasos de Descartes, trata de evitar las
sensaciones, que suponen, en el fondo, una deformación ilusoria de la “realidad”
y empieza a manejarse exclusivamente con los datos inmediatos o directos, todo

15 Algún día seremos capaces incluso de dar un paso más y expresarlo diciendo: “Me conviene opinar o
creer que...”

26
lo existente queda inmediatamente enclaustrado en él mismo y se le plantea el
problema de cómo relacionarse, desde ahí, con el resto del mundo y, sobre todo,
que es lo que más nos preocupa, con otras conciencias diferentes.16 Retomando
el proceso de la reducción fenomenológica antes mencionada, recordemos que
nos dejaba completamente aislados y sumergidos en nuestra propia
subjetividad. Desde ahí, realizando un gran esfuerzo, resultaría factible admitir,
incluso, la presencia objetal del otro, pero: ¿Cómo es posible conectar fielmente
con esa subjetividad ajena asociada? En otras palabras: ¿Cómo puedo conocer
la interioridad del otro de modo fidedigno? Porque sin llegar a “suspender”17 el
mundo, tal y como hace Husserl, ya el otro, en principio, es percibido por
nosotros siempre de un modo parcial o incompleto y así recibimos, como
información directa, únicamente la capa más periférica de su quehacer,
permaneciendo el resto cautivo en su fuero interno, con la ventana de Johari18
correspondiente completamente entornada. Por consiguiente, en una primera
instancia, la profundidad ajena constituye para nosotros una incógnita a
despejar.

LA INTERSUBJETIVIDAD COMO POSIBILIDAD A TRAVÉS DE LA


EMPATÍA19

Ya el mismo Husserl en sus “Meditaciones Cartesianas” abre la posibilidad


de solventar tal escollo mediante la figura del “alter ego”.20 En ese sentido, llega

16
Una explicación especialmente didáctica y pedagógica de este problema la podemos encontrar en el ya
mencionado “Meditación Trascendental” de H. Van Doren.

17Concepto netamente fenomenológico traducción del “epoge” original. Alude a una especie de estrategia
en el razonar consistente en dejar pendiente de valoración o análisis una determinada cuestión o elemento.

18 La Ventana de Johari es un esquema desarrollado por los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham para
exponer los procesos de interacción humana. Este modelo se utiliza generalmente en grupos de autoayuda
y en ejercicios corporativos de dinámica de grupo. Consta de una matriz que combina las características:
conocer o desconocer y otros o yo generando así cuatro regiones o zonas.

19El término fue acuñado en 1909 por Edward B. Titchener en un intento de traducir la palabra alemana
"Einfühlungsvermögen", con respecto al análisis de Theodor Lipps.

20Término empleado por Husserl en su intento por trascender la mónada fenomenológica concluyente de
su reducción mediante la noción de empatía a través de la cual indaga sobre la conciencia intencional ajena.

27
a afirmar: “Es el comportamiento del cuerpo ajeno, el proceder bajo gobierno, las
conductas corporales indicativas de sensaciones y de estados anímicos como,
por ejemplo, el estar colérico, triste, alegre, nostálgico, ensimismado, pensativo,
todos los cuales van mentando la existencia de un “alter ego” que es
comprensible a partir de mis propias cogitaciones”.21

Posteriormente, el filósofo francés Sartre, que se formó intelectualmente en


la Alemania de los años treinta y resultó, como es lógico, influenciado de manera
notable por Husserl y Heiddeger, desarrolla una corriente filosófica denominada
Existencialismo, a partir de las ideas de ambos y partiendo de la subjetividad
fenomenológica. Con ello, avanza en el problema descrito afirmando: “De esta
manera el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el ‘cógito’
descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su
propia existencia. Él cae en cuenta de que no puede ser nada... si los otros no
lo reconocen como algo. Para obtener una verdad cualquiera sobre mí mismo,
es necesario que la consiga a través del otro. El otro es tan indispensable para
mi existencia, como para el conocimiento que yo tengo de mí. En estas
condiciones el descubrimiento de mi intimidad me revela al mismo tiempo al otro
como una libertad puesta frente a mí, la cual piensa y quiere solamente para mí
o contra mí. Así descubrimos inmediatamente un mundo que llamaremos la
intersubjetividad, y es en este mundo que el hombre decide sobre lo que él es y
sobre lo que los otros son”22

En esa misma línea, “Silo” comenta al respecto: “La intención que advierto en
mí aparece como un elemento interpretativo fundamental del comportamiento de
los otros y así como constituyo al mundo social por comprensión de intenciones,
soy constituido por él. Desde luego, estamos hablando de intenciones que se
manifiestan en la acción corporal. Es gracias a las expresiones corporales o a la

21 Texto extraído de “Meditaciones cartesianas” de Husserl

22 Extraído del libro de Sartre “El Existencialismo es un Humanismo” escrito en el año 1946. Ese ensayo
fue una versión levemente modificada del texto de la conferencia que, sobre el mismo tema, diera en el
Club Maintenant en París.

28
percepción de la situación en que se encuentra el otro, que puedo comprender
sus significados, su intención.”23

Sabemos, por otro lado, que nuestra capacidad de estirar el presente y


convertirlo en un elástico futuro nos brinda la libertad de elegir o decidir entre
opciones diferentes y, por consiguiente, de recrearnos a nosotros mismos de
múltiples maneras posibles, tal y como sucede en el noble arte de la
representación teatral, con sus respectivas subjetividades consecuentes de las
que, sin embargo, sí poseo registro inmediato.

Por lo tanto, si soy perfectamente capaz, en términos de actitud, de


emplazarme, respecto a mi futuro inminente, apuntando con una tendencia
idéntica a la que el otro deja entrever, mi propia subjetividad derivada de la
intencionalidad correspondiente a tal reubicación coincidirá necesariamente con
la del otro. Esto es así debido a que el funcionar de cualquier conciencia es, en
esencia, similar, con independencia de la diversidad de los fenómenos.

Si me colocan un dado delante, no me resultará asequible más que observar


tres de sus seis caras. No obstante, sabré, en todo momento, qué caras están
ocultas porque conozco, de antemano, la estructura de tal objeto. Aunque
solamente reciba del otro su faceta más superficial, cabe, no obstante, la
posibilidad de conocer el resto si comprendo cómo se articula todo eso entre sí
y eso lo sé precisamente porque se realiza de un modo equivalente a cómo yo
lo hago. Nuestra percepción trabaja, a su vez, de manera similar y, aunque cada
sentido procesa una franja concreta de datos, al final, todos ellos se estructuran
conformando un todo coherente y, al igual que ocurre con el dado, una gran parte
del mundo que nos rodea escapa a los sentidos, pero inferimos lo que falta
porque la memoria compensa tal carencia. Así como completamos ese mundo
que queda al margen del barrido de lo sensorial, completamos también al otro.

23 Conferencia de divulgación expuesta el 23 de mayo de 1991

29
Es decir, la intersubjetividad es posible mediante el proceso descrito y este
mecanismo, definido por Husserl como “concordancia”, es conocido en las
esferas más coloquiales bajo la denominación de “empatía”, proceso mental, a
su vez, recientemente validado neurofisiológicamente, gracias al descubrimiento
de las denominadas “neuronas espejo”. El equipo de neurocientíficos de
Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), constató, en ese sentido,
que estamos biológicamente equipados para sentir lo que sienten los otros
gracias al descubrimiento de las neuronas espejo.24

Por lo tanto, la génesis de este concepto es, obviamente, consustancial al


hecho humano, pero antaño carecía de esa componente cognitiva actual y se
manifestó entonces de un modo diferente, casi siempre, en términos éticos
mediante conceptos tales como la compasión budista o la misericordia o piedad
judeo-cristiana y propuesta, a su vez, como principio moral a través de lo que
conocemos hoy como “regla de oro”. Una de las primeras formulaciones al
respecto fue la de Platón, afirmando: “Que me sea dado hacer a los otros lo que
yo quisiera que me hicieran a mí”. En el cristianismo, a su vez, encontramos: “Lo
que quisieras que los hombres hagan contigo, hazlo tú con ellos”. En el seno del
“nuevo humanismo” también se suele exponer de manera positiva diciendo:
“Trata a los demás como quieres que te traten”, aunque a lo largo de la historia
aparece también redactada en forma negativa, denominada, a su vez, “regla de
plata,”, En ese sentido, Confucio acuñó la frase: “No hagas a otro lo que no te
gustaría que te hicieran”. Sea como fuere, se exprese de la manera que sea, nos
hallamos probablemente, en presencia de uno de los pocos fundamentos éticos

24 El equipo de Rizzolati realizó este hallazgo cuando estaban estudiando en monos un área de la corteza
cerebral asociada al movimiento. Para ello habían conectado de forma permanente una serie de electrodos
en la cabeza de los animales de tal modo que cuando cogían o movían objetos, el monitor emitía un
chasquido que significaba que las neuronas estaban trabajando. Un buen día, los científicos descubrieron
con sorpresa que los chasquidos no sólo aparecían cuando el propio animal recogía cacahuetes y los abría,
sino también cuando veía a otro mono o incluso a los investigadores hacerlo. Es decir, que para su cerebro
era lo mismo llevarse el “maní” a la boca o que otro lo hiciera. Es más, los investigadores comprobaron que
el sonido de abrir el cacahuete era suficiente para que las neuronas, más tarde denominadas espejo, se
pusieran en marcha. Las técnicas de imagen confirmaron más tarde que los humanos también disponen de
un sistema de espejo, pero más sofisticado aún ya que no se detiene en los movimientos, sino que también
refleja aspectos más sutiles del comportamiento, como son las emociones. Es decir, las neuronas espejo
demuestran que verdaderamente somos seres sociales conectados entre nosotros al conformar una gran
red invisible que une a todos los seres humanos. En otras palabras, estamos biológicamente preparados y
plenamente adaptados para romper las barreras que nos separan de los demás.

30
y morales que, al no poseer un origen dogmático, sino existencial, merecen el
calificativo de universal, dado que ha dejado rastros en toda cultura, religión o
filosofía a lo largo de toda la historia. Su extensa validez nos lleva a suponer que,
independientemente de los fenómenos que procese, la estructura de la
conciencia en todo ser humano es básicamente idéntica y gracias a ello, es
posible la intersubjetividad.25 Por ese motivo, al igual que se vale de objetos o
prótesis para desplegar su intencionalidad en el mundo, produce también
estructuraciones en forma de signos y símbolos, emocionalmente cargados, para
así intercambiar ideas y experiencias con otras conciencias impulsando un
proceso que adquiere ya, en él, un carácter social e histórico.

LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA EN LA GESTIÓN DEL CONFLICTO

En definitiva, las barreras impuestas por un aparente solipsismo, derivado del


planteamiento fenomenológico, caben ser derribadas gracias, precisamente, a
esa intersubjetividad que propicia la posibilidad de la conexión empática.
Lógicamente, introducir este particular enfoque como premisa en el campo de la
mediación nos conduce necesariamente a replantearnos muchos de sus
conceptos esenciales. De lo reseñado con anterioridad, concluimos, a su vez,
que la empatía, contrariamente a lo que se viene sugiriendo, no constituye
simplemente una habilidad, más o menos crucial, a considerar en un proceso de
mediación. La empatía es el único mecanismo factible para lograr establecer
cualquier intercomunicación que se precie de serlo y, por lo tanto, toda
información ajena que no proceda de esta manera de obrar entra de lleno en el
campo de la especulación, de la interpretación proyectiva o de la confusa
identificación personal.

La trascendencia de este elemento en el campo de la mediación alcanza tal


magnitud, en nuestra opinión, que podríamos incluso llegar a desarrollar toda

25
Los mayas cuando se encontraban se saludaban diciendo: “IN LAK’ECH”, que significa “yo soy otro tú”,
a lo que contestaban: “HALA KEN”, que significa: “tú eres otro yo”.

31
una teoría del conflicto explicando su origen en función de la existencia ocasional
de una situación de bloqueo empático entre dos o más personas. Al fin y al cabo,
estamos simplemente obrando de un modo similar a como hizo, con anterioridad,
C. Rogers26 en el campo de la psicología.

Es decir, al margen de las especificaciones concretas que hayan podido


confluir, esa anestesia emocional recíproca pudiera ser entendida,
perfectamente, como la antesala misma de cualquier confrontación. En tal caso,
restablecer ese canal profundo de comunicación interpersonal cabría ser
interpretado entonces como el objetivo fundamental de la acción mediadora, aún
observando este fenómeno, más como consecuencia que como causa, tal y
como descubriremos más adelante.

¿CÓMO EMPATIZAR ADECUADAMENTE?

A la luz de todos estos razonamientos, aparte de redimensionar el peso


específico que este concepto ha de poseer en una gestión eficaz de los
conflictos, alcanzamos también a precisar en qué consiste exactamente.
Solemos confundir “pensar en hacer algo” con “hacerlo” directamente y ello se
debe, por un lado, a la existencia frecuente de problemas a la hora de internalizar
determinados conceptos y, por otro, a carencias estratégicas significativas para
llevar a cabo según que tareas. Yo puedo tener meridianamente claro que he de
dirigirme al otro con una actitud empática para estimular así su confianza y
seguramente pensaré en ello como una prioridad cuando le tenga delante. Sin
embargo, si he de reparar en ello será porque no surge en mí, en todo momento,
de un modo espontáneo y, por consiguiente, he de adoptar alguna táctica para
lograr establecer en mí tal conducta… He de operar conmigo mismo de alguna
manera para conseguir situarme de ese modo y eso no se consigue pensando

26
Psicólogo estadounidense, precursor junto a Abraham Maslow del enfoque humanista en psicología. La
terapia rogeriana contrasta con las perspectivas psicológicas freudianas y las sociales de Alfred Adler y de
Albert Bandura, por el uso preferente de la empatía para lograr el proceso de comunicación entre el cliente
y el terapeuta o, por extensión, entre un ser humano y otro.

32
simplemente en dicha necesidad sin más. Yo puedo, por ejemplo, pensar en
ubicarme frente al otro con empatía, pero eso no es empatizar.

Diccionario en mano, el concepto de empatía suele aludir a esa característica


capacidad propia de “ponerse en el lugar del otro”. Por ello, en aras de lograr tan
noble propósito, solemos, en un ejercicio de contorsionismo mental, apelar a una
suerte de vaga intuición combinada con un intento por conectar con una
supuesta habilidad racional para escudriñar el lenguaje corporal ajeno y,
paralelamente, reflexionar intelectualmente preguntándonos acerca de lo que
haría uno si fuera el otro en su misma situación estableciendo como tal,
elementos descriptivos circunstanciales, en general, muy superficiales. De
hecho, la profusión de clichés interculturales guarda una estrecha relación con
esta manera tangencial de empatizar. Cuando aludimos al “lugar” del otro: ¿Qué
deberíamos entender concretamente al respecto?... Siguiendo el mismo
procedimiento que Husserl establece para superar el solipsismo y abrir la
posibilidad de la intersubjetividad, lo más apropiado sería emplazarse de un
modo lo más similar posible a la ubicación del otro. Desde ahí, mi subjetividad y
la ajena serán básicamente equivalentes y así podremos asimilarla de un modo
directo ya que, a partir de la percepción sensorial del otro, tal objetivo no parece
quedar a nuestro alcance. Sin embargo: ¿Cómo saber el modo en que el otro
está colocado para así situarme yo igual? Tal y como venimos afirmando, nadie
existe suspendido en un completo vacío… Todo ser humano existe siempre en
relación a algo… En relación a una determinada situación vital. Pero esa
coyuntural vicisitud a la que la existencia humana se halla adherida no constituye
lo esencial de tal hecho. Podríamos creer ingenuamente que para comprender a
nuestro hijo adolescente bastará con acordarnos de cuando nosotros lo éramos,
pero resulta que la sociedad de entonces, sus valores y su estructura familiar no
es la misma que la que existe hoy en día. Actuar de ese modo, de alguna manera
nos acerca, pero es, sin embargo, ese vínculo denominado intencionalidad, que
existe entre nuestra conciencia y esa particular circunstancia, lo verdaderamente
relevante. Es la actitud del otro; su comportamiento derivado del particular
albedrío que posee a la hora de decidir cómo actuar frente a esa situación, lo

33
que necesitamos averiguar para, a partir de ahí, establecer nuestro “alter ego”
con respecto a él. Tal vez en ese sentido, merecería la pena redefinir el término
empatía aclarando que no se trata tanto de “ponerse en el lugar del otro” como
de “reconocerme yo en el otro gracias a rememorar en mí su conducta”.

Por consiguiente, lo más recomendable, en tales casos, será hurgar un poco


en los baúles de nuestra memoria y, manteniéndola en copresencia, recordar
una situación biográfica personal en la que actuamos de una manera, lo más
similar posible, y en la que experimentamos, probablemente, algo parecido, que
es justamente lo que necesitamos despejar para comprender en profundidad el
comportamiento en cuestión. Precisamente el “yo” del recuerdo tampoco es el
“yo” que evoca, el cual posee, sin embargo, acceso directo a la subjetividad de
ese otro “yo” pretérito, ya que se registró también en su momento, siendo ese
íntimo elemento la pieza que precisamos para completar el puzle y establecer
así una adecuada conexión empática. Es decir, en términos psicoterapéuticos,
estamos apelando a una empatía de carácter auto-experiencial27 o, como
expresa Laura Rice, un reflejo evocativo.28

No obstante, es previsible, en las situaciones conflictivas, cierta reticencia, en


principio, a admitir que se ha actuado alguna vez de un modo que tanto se
detesta y ello es así porque, en definitiva, el rechazo visceral hacia ese
comportamiento es directamente proporcional a la resistencia a reconocerlo
también como propio. En la psicología jungiana ese acervo de elementos
negativos personales no admitidos por el sujeto se denomina “sombra”29 y, al
parecer, existe cierta tendencia a compensar esa situación proyectándolos en

27
Según se deduce a partir de la clasificación realizada al respecto por Greet Vanaerschot. En nuestra
opinión, la conceptual constituye una mera interpretación especulativa, la imaginativa, aparte de arrancar
necesariamente desde un difuso recuerdo, asume el gran riesgo de caer en proyecciones personales si no
se enfoca con precisión y la resonante es proclive a fenómenos de identificación.

28
Laura Rice fue la creadora del “reflejo evocativo” en las investigaciones que realizó junto a Carl Rogers.
29Para más información sobre ese concepto se puede consultar el libro “Encuentro con la Sombra” de Carl
Gustav Jung, Se trata de un concepto equivalente al inconsciente freudiano adaptado a su particular
perspectiva del psiquismo humano, entendido como uno de sus arquetipos principales constituido a partir
de todos esos elementos negativos que nos negamos a aceptar como propios.

34
otros. A su vez, para cubrir al otro con tales prejuicios, es requisito indispensable
el dejar de empatizar con él y es así como deshumanizar al otro me deshumaniza
a mí mismo y viceversa, dado que, con este proceso recíproco, me distancio de
su humana interioridad a la par que me alejo de la mía propia. Si el abismo
abierto es lo suficientemente amplio, la dimensión del hueco permitirá entonces
la entrada del rencor, el resentimiento y la venganza. Parafraseando al maestro
“Silo” diremos al respecto que: “ni aún lo peor del criminal me es extraño y si lo
reconozco en el paisaje, lo reconozco en mí”.30 Resulta, pues, imperiosamente
necesaria una cierta reconciliación también con uno mismo y con todo lo que uno
ha hecho hasta ahora, advirtiendo decididamente que, en el fondo, todas esas
supuestas miserias, con las que nos negamos a convivir 31, forman parte, en
realidad, de nuestro evolutivo aprendizaje y que sin tales “desvíos” no habría
sido posible saber lo que ahora sabemos, porque, a veces, se aprende más de
los errores que de los propios aciertos.

Por otro lado, plantear refractantes objeciones sobre esta cuestión nos
llevaría a preguntarnos entonces: ¿Cómo sé que el otro se comporta así si yo,
supuestamente, jamás he actuado de una manera parecida y, por lo tanto, no
poseo experiencia previa al respecto? Una manera elegante de sortear tan
incómodo interrogante consistiría en formular de otra manera la pregunta
reflexionando sobre: ¿Qué tendría que ocurrir para que llegásemos a
comportarnos de ese modo? Al plantear así la cuestión reducimos posibles
tensiones morales que pudieran bloquear contenidos íntimos relacionados con
ese tipo de circunstancias, planteando una supuesta ficción que, al final, se
elaborará de todas formas con elementos biográficos personales.

Al operar de ese modo y considerar así las circunstancias particulares que


rodearon ese acto, surgirán un montón de atenuantes y/o eximentes a según qué
reprobables comportamientos que evitarán que prejuzgue al otro con severa

30 Extraído del libro “El Paisaje Interno” de Silo.

31 Resulta harto evidente la relación existente entre tal situación y el concepto cristiano de “pecado” pero
no desarrollaremos esta cuestión aquí para no desviarnos en exceso de nuestro hilo conductor principal.

35
frialdad o que caiga en interpretaciones muy superficiales o erróneas sobre sus
auténticas pretensiones.

Imaginemos, por ejemplo, que alguien nos está relatando que el origen de un
conflicto tuvo que ver con que el otro día increpó a un anciano porque circulaba
demasiado lento con su coche. Tal vez nuestra primera reacción sea reprocharle
muy severamente, con irritación y frialdad, el hecho de tratar así a una persona
mayor que, en realidad, merece todo nuestro respeto.

No obstante, si intentamos recordar alguna situación personal en la que, al


volante de nuestro automóvil, no tratamos a alguien de un modo muy correcto,
nos percataremos de que aquel día, seguramente, nos hallábamos muy
estresados porque, quizás, estábamos llegando tarde a una cita importante y eso
motivo cierta pérdida de control por nuestra parte.

Por supuesto que tales comportamientos son censurables y deben ser


erradicados ya que, en modo alguno, es interesante justificarlos , pero, aparte de
ser responsabilidad de cada cual hacerlo, el escuchar al otro mientras rememoro
una situación similar me va a permitir, por un lado, atender a su explicación sin
prejuzgarle, al derrumbarse ese podio ético en el que estaba inicialmente
encaramado, y, por otro, manifestar, si fuera el caso, mi opinión al respecto
desprovista ya de una excesiva e innecesaria carga moralizante. El otro que, en
principio, era un “maleducado” sin más, se transforma ahora en una persona que,
como yo, en ocasiones, comete errores.

LA EMPATÍA COMO SÍNTESIS DE UN EMPLAZAMIENTO CORRECTO EN


LA PRÁCTICA DE LA MEDIACIÓN

Los fundamentos teóricos aportados hasta ahora nos impiden asumir la


existencia de una supuesta naturaleza humana. Por consiguiente, en nuestra
opinión, el peso del factor genético no posee entidad suficiente en lo que a

36
fraguar virtudes humanas se refiere, aun admitiendo cierta tendencia o
predisposición al respecto. Así, cuando analizamos las habilidades necesarias a
desarrollar en un correcto ejercicio de la mediación, más que de cualidades
innatas, deberíamos hablar primero de destrezas a desarrollar. No obstante,
antes incluso que reflexionar sobre pericia alguna, el hecho intencional de la
condición humana nos conduce de lleno a observar, en primer lugar, los
comportamientos a establecer, expresándonos más en términos de actitud que
de aptitud y entendiendo que todo se puede aprender, entrenar y cultivar hasta
el extremo de considerar seriamente la posibilidad de incluir tales aspectos
dentro de la formación misma que, mínimamente, todo buen mediador debería
adquirir.

Tal y como estamos constatando, la conciencia humana trabaja con


representaciones estructuradas32 y en ese esquema organizativo mental, uno
ocupa un determinado lugar que guarda una estrecha relación con la posición,
también mental, con la que uno afronta lo que le va sucediendo. Eso es así
precisamente porque, consciente o inconscientemente, la ordenación que
realizamos, en un determinado momento, situándonos a nosotros mismos dentro
de todo aquello que nos rodea, viene determinada por el propósito que
poseamos al respecto. Es decir, los puntos de vista no son emplazamientos
neutros o meramente subjetivos en cuanto a interpretación de unos hechos; se
trata de posicionamientos nítidamente intencionales tendentes a la consecución
de un fin. Atiendo a lo que me importa y la información que extraigo es filtrada
por esa búsqueda que me ha llevado hasta ahí.

En ese sentido yo puedo, por ejemplo, emplazarme de una manera centrípeta


situándome como si fuera un agujero negro en el centro mismo del universo. En
tal caso, todo girará en torno a mí y el mundo me interesará de acuerdo con lo
que yo pueda obtener de él. Me importarán mi familia, claro está, y mis amigos
sólo en función de lo que me puedan aportar. El resto, “la gente”… Me importarán

32 Para una mejor comprensión de ese proceso recomendamos la lectura de “Apuntes de Psicología” de
“Silo”.

37
bastante menos. Pesarán mucho mis opiniones y mis necesidades, pero no así
las de los demás. Así en un proceso de mediación yo puedo también ubicarme
como en el eje del mismo y desde ahí poseerá mucha importancia el posible
éxito o fracaso de mi labor, mi prestigio profesional, la impresión que esté
causando en las partes o lo que puedan pensar sobre mí, que no quede en
entredicho lo que voy haciendo o diciendo, el alcanzar cuanto antes un
acuerdo… Etc. Sin embargo, colocado de esa manera, lo que le ocurre a cada
uno de los mediados, lo que sienten o creen antes, durante o después del
proceso, las posibles transformaciones en su relación interpersonal que pudieran
generar un clima más favorable entre ambos, la satisfacción de lograr eso tras
una hábil metodología que culmine con un acuerdo de su completo agrado… Etc.
Todo eso y más… Carecerá de interés para mí salvo que me sitúe de otro modo
frente a la tarea de mediar en ese conflicto.

Resulta frecuente encontrar textos relativos al desarrollo de la mediación en


los que la empatía es entendida como una simple habilidad más a tener en
cuenta, al mismo nivel que otras destrezas afines tales como la escucha activa
o la asertividad. Sin embargo, según lo comprendido hasta ahora, ha de ser
incorporada de un modo privilegiado dada su singular trascendencia. Por otro
lado, todo apunta a la significativa existencia de una estrecha relación, a su vez,
entre empatía y escucha activa de tal modo que, dividir nuestra atención,
pretendiendo manejar un extenso catálogo, de destrezas personales a
desarrollar, al objeto de generar suficiente confianza en el otro, pudiera resultar
bastante menos operativo que fijar una disposición empática permanente que
nos emplazaría correctamente al respecto. Si logramos mantener abierto este
canal, siguiendo la estrategia descrita, advertiremos un modo, de contemplar al
otro, diferente al habitual, más comprensivo y humano, que nos permitirá
conectar con él, no solamente de una manera lógica o racional, sino también
emocional, sincera y profunda.

Si actuando como mediadores conseguimos sostener esa particular actitud


sobre el otro, ubicando las propias vivencias al respecto de manera

38
permanentemente en nuestra conciencia, será muy improbable que no le
escuchemos de un modo activo eludiendo cualquier valoración peyorativa en
función de lo que nos esté explicando. Pero además, cuando nos dirijamos a él,
empleando lógicamente un modo de comunicación subjetivo, lo haremos, a su
vez, con un nivel de asertividad más que aceptable dado que existe también una
íntima conexión entre empatía y comunicación no violenta, por lo que expresar
sentimientos y opiniones con cierto grado de agresividad, arrojándoselos al otro
a la cara en vez de manifestarlos sin reproche o carga moral alguna, suele estar
asociado, casi siempre, a un bloqueo empático significativo previo con la
consiguiente anestesia emocional aparejada. Por consiguiente, tal y como
estamos apuntando, al abordar estratégicamente la práctica de la mediación de
una manera excesivamente descriptiva, se concluye casi siempre con amplios
muestrarios de cuestiones a considerar, a la hora de llevar adelante un proceso
de tales características, y que, en la práctica, resultan ser escasamente útiles,
sobre todo, si aspiramos además a que esta eficiente estrategia de resolución
de conflictos se implante, germinando de manera generalizada, más allá de un
coyuntural ejercicio meramente profesional y terminar paulatinamente
extendiéndose por doquier como una nueva cultura basada en el diálogo y la
comprensión mutua. Todas esas importantes habilidades tales como la empatía,
la escucha activa, el pensamiento lateral, que después analizaremos en detalle,
o la asertividad, forman entre sí, tal y como hemos señalado ya, una estructura
que tiene que ver, en esencia, con un modo consciente, flexible, centrífugo y, en
definitiva empático de colocarse en el mundo.

No hallamos mejor manera de expresar tal idea sobre cómo deberíamos


emplazarnos en el ejercicio de la mediación que recordando las palabras de
“Silo” refiriéndose a la relación existente entre compasión y empatía: “Si nos
sentimos como él, sentimos una cosa cálida con él, una cercanía con él que nos
induce a solucionar los problemas de él. La compasión lleva necesariamente a
buscar las salidas de los problemas del otro exactamente como si fueran
problemas míos”33

33 Charla de “Silo” en Mendoza en 2003

39
LA LÓGICA DE LA INTERSUBJETIVIDAD

Cada ser humano es un ser único e irrepetible con su propia manera de


pensar y de entender el mundo. Freud afirmaba, al respecto, que la única forma
de hallar dos personas que pensasen exactamente igual era que una de ellas
pensara por las dos.34 En función de cómo seamos capaces de asimilar tal
variedad, iremos a cada paso enriqueciéndonos con los enfoques ajenos,
evolucionando y creciendo como personas o, por el contrario, nos dedicaremos
continuamente a enfrentarnos con los demás, replegándonos en nosotros
mismos, víctimas de nuestras propias rigideces. Las diversas opiniones
constituyen, en el fondo, retazos diferentes de un mismo retablo y, gracias a
establecer una flexibilidad respetuosa con la subjetividad ajena, se abre la
posibilidad de reunir cada vez más piezas de ese caprichoso puzle que
conocemos como «realidad».

El precipitarnos a la hora de concluir que dos posiciones son mutuamente


excluyentes nos impide reconocer que, en numerosas ocasiones, supuestas
incompatibilidades manifiestan en realidad una incapacidad momentánea, por
nuestra parte, para establecer las necesarias interrelaciones que trasciendan las
supuestas diferencias. Conceptos que aparentemente son contradictorios en una
escala más amplia resultan ser, en realidad, complementarios (vida-muerte,
calor-frío).

Planteamientos a primera vista incluso paradójicos pueden perfectamente


coexistir como en el clásico planteamiento de si «la botella está medio llena o
medio vacía». Nadie sensato afirmaría la validez de una perspectiva sobre la
otra. Ninguna persona con cierto sentido común diría que una es más «real»,
«verdadera» u «objetiva» que la otra, aun suponiendo la existencia de escala
alguna para valorar tal cosa.

34La cita exacta es: "Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los
dos piensa por ambos."

40
Es decir, plantear las divergencias, de manera reiterada, desde una
perspectiva protodialéctica y abortar, desde ahí, todo un proceso sintetizándolo
prematuramente, eligiendo, de entre ellas, aquella que supuestamente mejor se
acomoda a un modelo ideal de “realidad” determinado, que suele coincidir con
un paradigma provisional instaurado, constituye, en nuestra opinión, una miope
estrategia al no considerar la necesidad de establecer una relación posterior
entre ellas y una conclusión final consecuente, como requisito previo en la
elaboración de cualquier verdadero método, mínimamente aceptable que nos
facilite una aproximación válida a los hechos y que colme nuestro anhelo por
comprender todo aquello que nos rodea. En dicho proceder subyace la premisa
de la existencia de una verdad objetiva en sí que se supone corresponde con
uno sólo de los enfoques posibles. Probablemente este punto de vista inspiró las
primeras respuestas frente a la necesidad de gestionar los conflictos y de ahí
surge la vía judicial y algunas alternativas al respecto posteriores, coetáneas de
la mediación, tales como la conciliación o el arbitraje. Pese a poseer todas un
origen similar, la mediación se distingue de entre todas ellas por ese intrínseco
carácter holístico y consensual, absolutamente convergente con nuestra manera
de pensar.

Tratando de comprender el origen de esa imperiosa necesidad de avanzar


siempre apostando entre posibilidades, realizaremos una aproximación teórica a
tal asunto, advirtiendo que, desde una perspectiva de carácter lógico-filosófico,
un estudio demasiado concienzudo nos conduciría a un sinfín de planteamientos
posibles ampliamente desarrollados geográfica e históricamente. No obstante,
en aras de un interés exclusivamente didáctico-pedagógico nos limitaremos a
señalar la existencia de dos formas esenciales de encarar esta cuestión.

Ya en la Grecia clásica, Aristóteles define una cierta lógica, denominada


proposicional, basada en los principios de identidad, no contradicción y tercero
excluido, señalando que una afirmación y su negación no pueden ser ambas

41
verdaderas al mismo tiempo.35 En contraposición a esta manera de entender la
cuestión, Heráclito afirma, sin embargo, que lo opuesto podría constituir en
realidad su complemento y no algo totalmente distinto.36 Avanza un poco más al
respecto y cuestiona incluso la existencia misma de algo sin un contrario que lo
complete. Este planteamiento alcanza gran influencia salpicando las filosofías de
autores occidentales tan diversos como Spinoza, Wittgenstein o Hegel, que con
su particular dialéctica establece que la contradicción, lejos de ser rechazada o
negada, ha de ser plenamente asumida y reconciliada. Para Hegel, una de las
tareas fundamentales de la razón es la de reconocer que la oposición entre
conceptos opuestos se supera y se resuelve en una unidad superior que contiene
a ambos (la síntesis). Ésta a su vez está en relación con una nueva negación
determinada (la antítesis) y así siguiendo.37 Posteriormente, este planteamiento
alcanzará gran influencia en el desarrollo del “materialismo dialéctico” marxista.
De manera aún más explícita aflora también en la psicología de Jung e, incluso,
en la física de Bohr38. Sin embargo, es en el universo cultural oriental donde
resultó predominante de la mano de Lao Tse39, en China y de los brahmánicos40,
en la India. Considerando que el lenguaje es fiel reflejo de la manera de pensar,
podemos observar, en ese sentido, como infinidad de palabras chinas poseen
una esencia paradójica. Así, por ejemplo, el ideograma chino de la palabra
"crisis" (weiji) se construye con la suma de otros dos; "peligro" (wei) y
"oportunidad" (ji).

35 «Es imposible que una misma cosa simultáneamente pertenezca y no pertenezca a la misma cosa y en
el mismo sentido, sin perjuicio de otras determinaciones que podrían agregarse para enfrentar las
objeciones lógicas. Este es, entonces, el más cierto de todos los principios...»

36 «El Uno total, divergente en si mismo, es idéntico a si mismo»

37 Para un mayor detalle se puede consultar el libro “Interpretaciones Históricas del Humanismo” de
Salvatore Puledda.

38 «Una verdad superficial es un enunciado cuyo opuesto es falso; y una verdad profunda es uno cuya
opuesto es otra verdad profunda».

39 «Lo que es uno es uno. Aquello que es no-uno, también es uno»

40 «Yo soy los dos, la fuerza vital y el material vital, los dos a la vez.»

42
Finalmente, cabe destacar que ese tratamiento proposicional aristotélico
termina, no obstante, penetrando con firmeza en el psiquismo colectivo de
occidente, auspiciado primero por la escolástica medieval y después por el
positivismo filosófico de Comte y otros, impregnándolo todo a través de la
supremacía adquirida por el método científico, cuyo marcado carácter analítico
le hace ser especialmente proclive a este tipo de planteamientos. Quizás por esa
razón nuestra mente, en exceso disociativa, está especialmente dotada para
desmenuzar la “realidad” pero encuentra enormes dificultades cuando se trata
de relacionar todas esas partes entre sí y trascender las aparentes divergencias.
En un proceso de mediación, sin embargo, no es de nuestra incumbencia el
averiguar quién posee o no razón sino intentar articular un acuerdo, legitimando
cualquier posición previa. Tal vez, la mejor manera de ilustrar este tipo particular
de lógica paradojal, coherente con la noción de intersubjetividad, sea apelar al
cuento del sufí persa del siglo XII Muhammed Jalal Al-din Rum, historia a su vez
reelaborada por Fromm en una de sus conocidísimas obras.41

«Seis hindúes sabios, inclinados al estudio, quisieron saber qué era un


elefante.

Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto.

El primero en llegar junto al elefante chocó con su ancho y duro lomo y dijo:
«Ya veo, es como una pared».

El segundo, palpando el colmillo, gritó: «Esto es tan agudo, redondo y liso


que el elefante es como una lanza».

El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: «¡Dios me libre! El elefante es como


una serpiente».

41 Nos referimos a la obra de Fromm, “El Arte de Amar”

43
El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: «Está claro,
el elefante, es como un árbol».

El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: «Aún el más ciego de
los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico».

El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: «El elefante es muy parecido a
una soga».

Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y
violento en su propia opinión.»

Es decir, aun admitiendo la existencia objetiva de eso que denominamos


«realidad», nos hallaríamos, cuanto menos, en presencia de un complejo
poliedro de infinitas caras del cual solamente podríamos, considerando su
extensión y complejidad, apresar una faceta cada vez. Esa síntesis sesgada
personal de algún aspecto concreto de la misma es lo que entendemos como
«punto de vista». Existe, sin embargo, y de manera muy arraigada en todos
nosotros, cierta tendencia a confundir ese «punto de vista» personal y subjetivo
con la «realidad» misma.

EL PENSAMIENTO ÚNICO O UNIDIMENSIONAL42

Si en mitad de una reunión colocásemos una cartulina con un seis dibujado


y preguntásemos de qué número se trata, los distintos miembros responderían,
en función de su ubicación espacial con respecto al mencionado cartel, que es
un «nueve» o un «seis» respectivamente.

42 El término fue originariamente acuñado por Schopenhauer en 1819. No obstante, en 1964 Marcuse
expresó un concepto muy parecido que él mismo denominó “pensamiento unidimensional”, Finalmente, tal
noción ha sido reintroducida en la última década por el periodista español Ignacio Ramonet. Nosotros
aludimos a la cuestión mediante el calificativo único o unidimensional indistintamente porque entendemos
que se trata, básicamente, de lo mismo.

44
Cualquiera de tales afirmaciones se constituye mediante una perspectiva
personal y, mientras está subjetividad resulte evidente, no existirá conflicto
alguno.

Si alguien de los presentes expresase que, dada la posición donde está


sentado respecto a cómo está colocado el papel, observa que la cifra en cuestión
es un «seis» o un «nueve» respectivamente, nadie se sentiría menospreciado
por sostener, en principio, una postura diferente. Sin embargo, si uno solo de los
integrantes de la reunión, transformase su singular enfoque en una objetiva
realidad en sí misma y afirmase, por ejemplo, que es absurdo pensar que ese
número es otra cosa diferente a un «seis» o un «nueve», según sea el caso,
abriría de par en par las puertas de la discordia, caldeando, a buen seguro, los
ánimos de los asistentes. Tal vez seamos capaces de apreciar mejor todo esto
observando el siguiente dibujo:

45
A la pregunta de: ¿Cómo lo describiríamos?...

¿Qué pensaríamos de alguien que afirmase que se trata claramente de


cuatro flechas que apuntan hacia adentro? ¿Le diríamos que está cometiendo
un grave error? ¿Intentaríamos, tal vez, comprender por qué expresa semejante
opinión? ¿Seríamos conscientes en todo momento que afirmar que las flechas
apuntan hacia fuera es un mero punto de vista y no la realidad misma?
¿Valoraríamos la posición del otro al mismo nivel que la nuestra?
¿Aguantaríamos la tensión por imponer al otro nuestra particular perspectiva?
¿Podríamos "modernos la lengua" antes que calificar de estupidez el sostener
que las flechas apuntan hacia dentro?

¿Cuál sería nuestro comportamiento en tales circunstancias?

Numerosas personas optarán seguramente por no admitir siquiera como


posibilidad que las flechas del dibujo apuntan hacia el interior del mismo.

Obrar así, tal y como venimos advirtiendo, supone elevar un punto de vista
particular a la categoría de realidad misma, iniciando de ese modo una más que
probable controversia. En la situación que describimos tal confusión resulta casi
inevitable ya que aparentemente sólo existe un enfoque posible. Ello es
consecuencia de la manera de operar de nuestra conciencia ya que, como
hemos comentando anteriormente, su funcionar es intencional y, por

46
consiguiente, organizador del medio el cual estructura a partir de una
determinada perspectiva que se establece a partir de un interés propio concreto.
No obstante, tal propósito no necesariamente deriva de una “libre” elección por
nuestra parte. Existen patrones interpretativos o antepredicativos que
inercialmente tienden a establecer enfoques mecánicos previos que pueden o
no corresponder con nuestras aspiraciones personales. Ordenar el mundo
consiste, en la práctica, en establecer una escala de valores particular y así
consecuentemente los sentidos se focalizarán sobre el objeto que, para
nosotros, posee una mayor importancia, situando al resto de elementos en
copresencia con respecto al mismo. En el caso que nos ocupa relativo al dibujo
de las flechas, es evidente que no poseemos un marcado interés, ni predilección
alguna, por cualquiera de las estructuraciones posibles, pero como
habitualmente empleamos hojas de color blanco, nuestra conciencia se ha
acostumbrado a entender lo negro como figura y lo blanco como fondo. Por ese
motivo una de las interpretaciones nos resulta más evidente que cualquier otra
hasta el punto de considerarla como la única posible.

Cuando se trata de posicionamientos en vez de dibujos, la mecánica, sin


embargo, es esencialmente similar y en su configuración operan también
patrones previos que, de no tener claro el interés, pudieran conducirnos a
emplazamientos personales respecto al mundo, tácitamente impuestos,
diferentes al deseado.

En cualquier caso, minimizar posicionamientos alternativos reduciendo la


diversidad de opiniones induce a ese frecuente error, al que reiteradamente
estamos haciendo mención, de confundir, lo que en ningún momento deja de ser
una impresión estrictamente personal, con la realidad misma.

Por consiguiente, omitir o soslayar puntos de vista posibles puede terminar


catalizando situaciones conflictivas que, a su vez, impiden un diálogo o
intercambio conjunto correcto. Así, cuando alguien manifiesta una opinión que,
por el motivo que sea, no resulta del todo evidente o plantea alguna dificultad a

47
la hora de ser asimilada por otros, comienza a producirse cierta
unidimensionalidad en la manera de pensar,

Así, en una escala personal y cotidiana, solemos afrontar la diferencia de


opiniones mediante la tradicional "técnica" (parece ser que no sabemos emplear
otra mejor) de la discusión, que consiste en desplegar, de manera “pararacional”,
todo un muestrario de justificaciones disfrazadas de argumentos con el único
propósito de blindar y defender a ultranza nuestras particulares creencias,
"amenazadas" permanentemente por las de los demás. Tan sofisticada y
depurada estrategia descansa, como no podía ser de otro modo, sobre una
profunda filosofía que consiste en admitir la existencia de una sola “realidad”
posible la cuál, curiosamente, coincide siempre, a su vez, con la que uno
observa. Así sucede que, frente a una opinión distinta, siempre intentamos
convencer a nuestro interlocutor, por todos los medios posibles, de que nuestro
punto de vista es tan válido o verdadero como equivocado y erróneo es el del
otro. Por su parte, nuestro contertulio obra de un modo similar y al cabo de un
tiempo, que varía según el grado de empecinamiento mutuo y el tiempo libre
disponible, cada uno se va igual que ha llegado. La discusión es, por
consiguiente, una especie de cúmulo de monólogos sin intercambio alguno de
información y que, al no producirse comunicación real, tampoco modifica ni
beneficia a ninguno de los dos.

La alternativa a la discusión, por consiguiente, es el diálogo y la diferencia


esencial radica en que en esta ocasión nadie es tan necio de creer que su opinión
es la realidad misma y, gracias a la escucha activa mutua, si se considera el
punto de vista ajeno hasta intentar incluso relacionarlo con el propio. Esta
síntesis origina, a su vez, una suerte de metamorfosis ideológica de la que
surgen enfoques comunes más amplios y mejor adaptados, así se trate de una
aproximación a la realidad o de la resolución de un problema. De este proceso
ambos protagonistas salen enriquecidos y positivamente transformados.
Empleando una metáfora informática, cabe matizar que el “modo discusión” es
con el que arranca por defecto en nuestro particular sistema operativo y que

48
habilitar el “modo diálogo” exige, por nuestra parte, que reiniciemos dicho
sistema seleccionando el programa “atención”.

El equivalente social de esta enrevesada maniobra de transformar lo


particular en general conforma lo que se denomina “pensamiento único o
unidimensional” que es aquel que se sostiene a sí mismo, constituyendo una
unidad lógica independiente sin tener que hacer referencia a otras componentes
de un sistema filosófico. Este tipo de mentalidad muchas veces es el resultante
del cierre argumental establecido mediante un sutil cerco sociológico impuesto
por la clase política dominante y los medios de comunicación de masas. Su
discurso está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas
incesantemente, al más puro estilo Gebbles,43 se convierten en mantras
axiomáticos. Un determinado ideologema erróneo de tales características es
capaz de instalarse en la conciencia colectiva como un auténtico
pseudoparadigma impidiendo explorar otras posibilidades. A pesar de la
existencia de un sinfín de alternativas a la hora de interpretar el mundo, sucede
a veces, sin embargo, que la presión social impone históricamente una
determinada perspectiva. De este modo, el marco filosófico y cultural existente
presiona modelando nuestra estructura psicológica, conformando así una cierta
forma mental que, a su vez, interviene de una manera decisiva en el quehacer
individual y social. Ocurre entonces que la simple asimilación de un contenido
concreto, se trate de un registro perceptual o un mero dato informativo, viene
condicionada en gran medida por la morfología de la conciencia que lo acomoda.
Aunque susceptible de modificación, existe, sin embargo, una suerte de inercia
sociológica motivada por un excesivo grado de identificación o apego hacia ese
patrón metal colectivo. La inestabilidad que se genera a la hora de plantearse
modificar esta suerte de modelos psicofilosóficos impide cuestionar incluso los
auténticos «cimientos de la mente».

En su libro “Fenomenología del espíritu”, Hegel muestra cómo, a través de


su original dialéctica, la conciencia humana se eleva gradualmente desde las

43 Ministro de Propaganda de la Alemania nazi.

49
formas más ingenuas y “naturales” a formas más complejas: de autoconciencia,
razón y espíritu. Hegel reconstruye la distintas “figuras” del conocimiento parcial
por las que pasa la conciencia en su evolución. Cada una de ellas se transforma
en su negación, a la que sigue una síntesis, una conciliación entre opuestos, que
a su vez constituye el punto de partida para una nueva etapa, para un saber más
completo que incluye el precedente. 44

En esa misma línea, el tema de las estructuras mentales generalizadas es


abordado más recientemente a través de la idea de Dinámica Espiral que surge
a partir de las investigaciones de Clare W. Graves por parte de Christopher
Cowan y Don Beck, al analizar las diferentes formas de pensar de las personas,
tratando de identificar patrones comunes. Según tales autores y Ken Wilber, que
desarrolla tangencialmente luego esas ideas preliminares, estas presunciones
amalgamadas explicarían incluso el devenir de la propia biografía individual y de
la historia de la humanidad en su conjunto. En cualquier caso, manifestar su
existencia parece constituir una afirmación bastante sólida evidenciada por mera
observación. Estos complejos psicoemocionales, que actúan como paradigmas
personales, son denominadas «memes» o «atractores» y evolucionan desde la
más simple de todas, en la que el portador de esa forma mental circunscribe su
acción al ámbito exclusivamente de sus necesidades básicas, hasta
emplazamientos de carácter globalizadamente integradores en los que uno
mismo y todo lo existente se relacionan entre sí de un modo armónico y
coherente.45 La sumatoria interactiva de los diferentes puntos de vista
personales existentes en un momento dado es el origen de tales
psicoarquitecturas que tienden a homogeneizar, y consecuentemente a veces, a
unificar, en mayor o menor medida, el pensamiento individual retroalimentándolo
y convirtiéndolo de nuevo en colectivo, dado que, cuando una perspectiva de
estas características es acogida multitudinariamente presiona con enorme fuerza

44Para más información al respecto se puede consultar el libro “Interpretaciones Históricas del Humanismo”
de Salvatore Puledda.

45 Existe, a su vez un más que interesante vínculo entre tales “memes” o “atractores” y el concepto de
“núcleo de ensueño” desarrollado como eje central de la psicología del nuevo humanismo. Sin embargo,
ahondar en ello nos apartaría en gran medida de nuestro principal cometido.

50
a las mentalidades particulares, modulándolas y elevando a la categoría de
leyes, lo que sólo son enfoques concretos. Si consideramos además que todas
esas figuras mentales de la “realidad” coexisten en un momento dado y que ello
se debe a la particular incapacidad, manifestada por amplios sectores de la
población, a integrar las aparentes contradicciones que tales modelos presentan
entre sí, atascándose en alguna de ellas y deteniendo, con ello, toda evolución
posible, hallaremos ahí una inagotable fuente de conflicto. Es decir, tales
macroperspectivas constituyen intentos sucesivos de modos de adaptación
creciente de la conciencia en el mundo que operan mediante síntesis
integradoras de supuestas contradicciones iniciales y que coexisten guardando
una estrecha relación con la diversidad humana, lo que explica buena parte de
las polémicas globales existentes. Los grandes paradigmas que orientan el
conocimiento científico evolucionan también de ese modo y así una determinada
cosmovisión se ve, en ocasiones, desplazada por otra que, en esencia, no
supone sino un simple cambio de enfoque. La astronomía geocentrista por la
heliocentrista o la física newtoniana por la relativista son claros ejemplos de todo
ello. El mundo en definitiva no ha cambiado demasiado y lo que verdaderamente
sufre profundas modificaciones es la manera en que lo organizamos nosotros
mentalmente.

Si, por otro lado, tenemos en cuenta que, tal y como hemos mencionado
anteriormente, toda idea preconcebida se halla fijada irremediablemente a un
interés, encontramos aquí una manera muy eficaz de manipular sociedades
enteras ya que, si alguien desea que otros «empujen» en una determinada
dirección, bastará con que confundan la perspectiva asociada a tal propósito con
la realidad misma.

Este procedimiento, muy característico del pragmatismo, ha tenido y aún


tiene una gran influencia inhibiendo cualquier impulso transformador al implantar
la creencia generalizada de que toda alternativa al actual sistema es irrealizable
o nos conduce a empeorar las cosas. Cabe señalar que estos grandes complejos
ideológicos han ido evolucionando a lo largo de la historia y, desde un atávico

51
estereotipo instintivo se avanzó hacia un animismo que mezclaba lo mágico con
lo natural dando lugar, cuando se separó lo divino de lo mundano, a un teísmo
antropomórfico que se transformó en idealismo, gracias a que el existencialismo
humanista nos elevó hasta los cielos convirtiendo nuestra ciencia y nuestra razón
en la nueva teología. Desde ahí, se arribó a un inerte mecanicismo y un frío
materialismo posterior que resultaba ya completamente inevitable, tanto como
desembocar al final en ese pragmatismo al que aludíamos y que nos condujo a
un nihilismo que nos oscureció completamente.

En la actualidad el ciclo se va cerrando y todo apunta al establecimiento de


un paradigma de carácter «ecopanteista» que escenifica esa vuelta al inicio
propia de la parcial circularidad de la espiral. Retomamos entonces ese interés
por una naturaleza percibida como mágicamente mística al proyectar
nuevamente hacia fuera ese suave e íntimo registro de lo sagrado y trascendente
que nos acompañó desde los inicios de los tiempos y que nunca hemos sido
capaces de asumir e integrar. La diosa Gaia ocupará los olvidados altares y
escrutaremos, tal vez, los confines del universo en busca de una civilización más
avanzada que nos adopte y nos libere de esta solitaria orfandad que sólo
nosotros mismos hemos producido por no saber observar, sin prejuicio alguno,
en nuestro interior.

Es claro que necesitamos marcos paradigmáticos que nos sirvan como


referentes y, en tal construcción psíquica, cualquier desarrollo racional elaborado
para afianzar una conclusión concreta que los avale, precisa, en origen, de
principios básicos obvios o tautológicos que la sostengan. Pero, a veces, nuestra
exigua capacidad crítica nos arrastra a confundir argumentos subjetivamente
cuestionables con supuestos axiomas de carácter universal.
EL MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO EN EL ANÁLISIS DEL
CONFLICTO 46

46Un esbozo explicativo de cómo operar con el mencionado método se incluye en el presente trabajo como
anexo al mismo.

52
Todo lo afirmado en el sentido descrito, genera la necesidad, por nuestra
parte, de definir con precisión un método, coherente con nuestro pensamiento,
que nos permita acercarnos al estudio y comprensión del medio en general, y
del conflicto como fenómeno en particular. Un método puede ser entendido en
general como un conjunto de procedimientos encaminados a la consecución de
un fin concreto que, en este caso, sería simplemente el de ordenar nuestras,
inicialmente caóticas, experiencias al respecto.

Aunque la preocupación por este tema haya sido posiblemente anterior, el


primero en presentar un método concreto fue Sócrates con su mayéutica basada
en preguntas sucesivas. El producto de dicha estrategia, en palabras de Platón,
no era ya una simple opinión sino un conocimiento fundamentado. No obstante,
él desarrolla esa incipiente táctica mediante la dialéctica que consiste en emitir
una afirmación para luego criticarla al objeto de irla perfeccionando
progresivamente. Este proceder recuerda mucho a lo que, en el campo de la
mediación conocemos como “propuestas sostenibles” que constituye, a su vez,
la estrategia a seguir para articular consensos. Posteriormente, Aristóteles
perfecciona la dialéctica y la convierte en lógica iniciando lo que entendemos
como demostración deductiva, muy empleada, por ejemplo, en las matemáticas,
aún hoy en día. Siglos después Descartes crea un puente entre la idea y la
sensación, dado que hasta ese momento eran entendidas como entidades
separadas, y desarrolla lo que él denomina “duda metódica”. Inspirado en la
geometría propone la división en partes y con ello inicia lo que conocemos como
análisis. Con la aparición de las ciencias naturales y la necesidad de explicar, sin
intervención divina, los hechos que se manifiestan en este entorno, surge el
empirismo, en contraposición con el racionalismo imperante. Aparece otra
manera de operar complementaria a la deducción que es la inducción y con todo
ello se crea el conocido como método científico que en nuestros días sigue
ofreciendo buenos resultados.47 Sea como fuere, lo cierto es que, tal y como
hemos afirmado desde un principio, igual que cada escuela o corriente de opinión

47Un desarrollo más exhaustivo de la cuestión del método en general podemos encontrarla en “Teoría y
Práctica del Método Estructural Dinámico” de Jorge Pompei y colaboradores

53
parte de una perspectiva concreta del ser humano, todo encuadre teórico o
filosófico, incluido el que nos da soporte a nosotros, avanza a través de un
método determinado. Así el “nuevo humanismo” o “humanismo universalista”
emplea un método exhaustivo formulado mediante leyes y principios
denominado “Método Estructural Dinámico” cuya exposición extensa aquí nos
apartaría de nuestro interés primordial que es el conflicto. Por consiguiente, nos
va a interesar específicamente, el estudio de las confrontaciones cotidianas con
la intención de adquirir una comprensión más nítida del problema concreto a
resolver.

En un primer momento, tal y como hemos señalado ya, el mundo que nos
rodea se nos antoja como homogéneo y sin organización alguna. De ese modo,
cuando debatimos conjuntamente al respecto, tal y como venimos observando,
aparecen distintas opiniones que, en algunos casos, resultan ser tan
aparentemente contradictorias que pareciera que estamos en presencia, incluso,
de “realidades” diferentes. De acuerdo con lo que hemos sostenido
anteriormente, no es, obviamente, nuestro propósito hallar la “verdad” esencial
de las cosas, sino ordenar el mundo al objeto de entenderlo mejor. Como ya
sabemos, nuestra conciencia organiza el mundo siempre de acuerdo con una
intención por lo que a la hora de plantear un método útil de aproximación al medio
hemos de preguntarnos, antes que nada, acerca de cuál es nuestro interés. A
partir de ahí surgirá cuál es el objeto de estudio dado que, como venimos
afirmando interés y objeto forman entre sí una estructura coherente. No es
posible formular un propósito determinado sin que quede asociado
inmediatamente a un objeto concreto y, viceversa, no cabe atender a un objeto
dado sin que exista alguna inquietud precisa con respecto a él.

EL PENSAMIENTO LATERAL O CREATIVO EN LA RESOLUCIÓN DE


CONFLICTOS

La pregunta, lógicamente, en nuestro caso particular podría ser expuesta del


siguiente modo: ¿Qué se podría hacer para que individuos con posiciones

54
supuestamente contrapuestas puedan llegar a un acuerdo común sin que
ninguno de ellos renuncie a sus pretensiones iniciales? El objeto, por
consiguiente, serán los “posicionamientos personales”. A partir de haber definido
cuál es nuestro objeto de interés, debemos, a continuación, encuadrarlo en el
seno del plano del cuál forma parte. En ese sentido diremos que los
posicionamientos se dan en ámbitos donde existen agrupaciones de individuos
como pueden ser la familia, el trabajo, la escuela, una asociación determinada…
Etc. Ahí pasamos a analizar las distintas maneras en que los diversos
posicionamientos se relacionan entre sí, constatando que, en la práctica, los
posicionamientos no permanecen enclaustrados en el interior de cada individuo
y, por el contrario, suelen interaccionar con otros posicionamientos ajenos. En
los conflictos se produce una particular relación entre posicionamientos cuyas
actitudes mutuas asociadas se estructuran retroalimentándose entre sí, dando
lugar a las escaladas típicas que forman parte de su posterior evolución, tal y
como desarrollaremos más adelante. En general el modo en que las diferentes
posturas interaccionan entre sí, varía desde la mutua exclusión, en el caso de
estructuras mentales muy dogmáticas, pasando por una más o menos férrea
intransigencia hacia la aceptación de la existencia de posturas diferentes,
avanzando mediante cierta tolerancia descompensada y algo chovinista hasta
finalmente despersonalizarse y desembocar en un respeto mutuo que ya
fácilmente culmina con una simbiosis respectivamente integradora, que propicia
el surgimiento de planteamientos ya de carácter más global, en donde las
diferentes posiciones son acogidas y complementadas entre sí sin ningún atisbo
ya de conflicto. Esas posibles soluciones mediadas que se puedan plantear
frente a cualquier conflicto, a tenor de su necesario carácter consensual, caerán,
con toda probabilidad, fuera de las fronteras impuestas por lo evidente y de ahí
la extremada importancia de que un buen mediador posea la capacidad
imaginativa suficiente como para saber jugar libremente con las ideas, a fin de
sabiamente combinarlas. El desarrollo pleno de esa habilidad se halla
relacionado con la facultad de orientar a las partes a alcanzar acuerdos creativos,
completamente ecuánimes y con un satisfactorio grado de aceptación mutua.
Este modo de proceder, antítesis del “pensamiento único” se conoce como

55
“pensamiento lateral o creativo” y lo único que acota esa manera inspirada de
razonar son los límites que nosotros mismos imponemos al pensar, merced a las
estrecheces anteriormente mencionadas. Resulta en extremo curioso comprobar
cómo nada frena tanto la libertad de pensamiento como la autocensura derivada
de la acriticidad de nuestros propios prejuicios y supuestos.

Así, frente al problema de averiguar cómo podríamos unir nueve puntos


mediante trazos rectos y continuos, la mayor parte de las personas, tras algunos
infructuosos intentos, abandonarán concluyendo que tal cosa es imposible.

Ello se debe a que normalmente incorporamos inconscientemente la


supuesta necesidad de que los trazos han de circunscribirse al cuadrado
formado por los puntos exteriores. Con esa premisa tácita como soporte, unirlos
todos resulta completamente imposible. Sin embargo, nadie nos impuso
semejante condición, siendo nosotros mismos los que optamos
“voluntariamente” por encorsetar nuestra imaginación hasta el punto de impedirle
hallar solución alguna. Así, por ejemplo, cuando se percibe, en general, que
alcanzar un acuerdo por consenso respecto a cualquier peliaguda controversia
es un reto inalcanzable, cabe preguntarse si no hemos incluido antes, como
exigencia incuestionable, el deber de operar contrastando opiniones
confrontándolas entre sí, porque, al igual que sucede con los puntos, resultará
imposible de lograr en tales circunstancias. Si, por el contrario, flexibilizamos
nuestra mente, trascendiendo toda estrechez, se abrirá ante nosotros un camino
alternativo que seguramente nos conducirá a “buen puerto”.

56
Intentar resolver el problema eliminando cualquier idea preconcebida no
parece ser, de todas formas, una buena solución a tenor de esa imperiosa
necesidad de la conciencia por estructurar el mundo, completando carencias y
eludiendo cualquier posible incertidumbre que la pueda desestabilizar. Sucede
que; admitir que nuestros particulares enfoques son parciales frente a una
supuesta «realidad» lo suficientemente compleja como para resultar ambigua,
nos desorienta de tal modo que nos resistimos con todas nuestras fuerzas, a
asumir tal hecho. Muy al contrario, tendemos entonces a conducirnos
habitualmente suponiendo que lo que percibimos sólo puede entenderse de un
modo único y absoluto. Por tal motivo, solemos emplazarnos en una actitud de
permanente certeza, con respuestas inmediatas para todo. No obstante, lo
anterior, nada determina que, por el contrario, debamos aferrarnos a cualquier
premisa como si de un auténtico fetiche se tratase. No podemos evitar que
constantemente surjan creencias y expectativas, pero sí es factible relativizar
todo ese proceso con el fin de que un excesivo apego, por nuestra parte, no
genere rigideces que entorpezcan luego la libre expresión de la diversidad

Un buen ejemplo de este tipo de situaciones lo encontramos al recordar cómo


no hace mucho tiempo los «sabios» de entonces afirmaban solemnemente que
nada más pesado que el aire podría volar mientras miles de pájaros pasaban por
encima de sus cerradas molleras.48

48 Lord Kelvin dijo al respecto que “Las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles”

57
Existe, a su vez, un extendido mito o leyenda urbana que se burla de la gran
cantidad de recursos humanos y materiales que la NASA dedicó a desarrollar un
bolígrafo que funcionase correctamente en condiciones de ingravidez hasta que
observó a los cosmonautas soviéticos escribiendo con lapiceros. Leyenda o
realidad, lo cierto es que está historia nos ayuda a comprender en profundidad
todo este asunto.

En esa misma línea, cuentan, por ejemplo, que en cierta ocasión una
conocida empresa de productos lácteos se vio en serios problemas debido a que
algunos cartones de leche llegaban vacíos a los supermercados. Ello generaba
una muy mala imagen que redundaba, a su vez, en una pérdida significativa de
beneficios. Reunidos todos los ingenieros de la fábrica debatían con el jefe
acerca de cómo resolver ese fallo de calidad mediante algún dispositivo
mecánico. Uno de los presentes comentó la idea de colocar una pequeña
báscula conectada a un brazo mecánico que retirase los envases que pesasen
menos de lo debido. Mientras todos asentían convencidos de que la única
posible solución iba en esa dirección, el encargado de barrer las instalaciones
escuchó accidentalmente el debate y afirmó: «Jefe… Yo con treinta euros lo
arreglo». Ante tal manifestación de ingenuidad y simpleza todos rieron y el jefe,
extrayendo unos billetes del bolsillo, se los extendió diciendo: «¡Ahí tienes!...
¡Resuélvelo!». El protagonista en cuestión apoyó la escoba contra la pared y
salió raudo de las instalaciones, regresando al cabo de unos minutos con un
ventilador en la mano. Depositó el artefacto junto a la cinta trasportadora situada
antes del empaquetado final y dijo: «Cualquier cartón vacío que pase por delante
del ventilador saldrá despedido por la corriente de aire y jamás llegará a las
tiendas».

Estudios realizados demuestran que, a la hora de afrontar la solución de un


problema determinado en el seno de una organización, crear grupos diversos,
cognitivamente hablando, resulta ser una estrategia más eficaz que reunir en

58
ellos a las personas supuestamente más inteligentes o mejor preparadas. 49 En
vez de eso, se tiende a confiar en los más cualificados en lugar de pensar en
qué cualidades o destrezas alternativas puede aportar esa persona respecto de
las que ya dispone el grupo. Asegurarse de que el equipo es lo suficientemente
diverso ayuda a reducir los «puntos ciegos», o sea, aquellos aspectos relevantes
de un problema que puedan obviarse si la compositiva es excesivamente
homogénea. En otras palabras, la diversidad promueve el pensamiento lateral o
creativo, ingrediente indispensable si se pretende alcanzar la mejor de las
conclusiones posibles.

Otro ilustre ejemplo de todo esto lo hallamos en una anécdota en la que unos
alumnos se vieron enfrentados a un complejo examen de física. Una de las
preguntas era:

«¿Cómo se puede determinar la altura de un edificio utilizando


un barómetro?»

Uno de los estudiantes respondió:

«Atando una cuerda al barómetro y luego deslizándolo desde el tejado hasta


el suelo. La longitud de la cuerda más la longitud del barómetro será igual a la
altura del edificio».

No cabe duda de que la respuesta era correcta, por lo que, pese a no


convencer con ella a los maestros decidieron, sin embargo, darle otra
oportunidad. Durante unos minutos, el estudiante se sentó en silencio abstraído
en sus pensamientos, buscando una respuesta que dejara más satisfechos a los
profesores. Finalmente, dijo que tenía en mente varias respuestas
extremadamente relevantes, pero que no podía decidirse por cuál usar.

49Entre ellos destacamos el de Reynolds y Lewis publicado en el portal Harvard Business Review y el
desarrollado por Gonzalo Sánchez Gardey en 2008 para la Universidad de Cádiz

59
«Si dejamos caer el barómetro desde lo alto del edificio y medimos el tiempo
que tarda en llegar al suelo, podríamos así calcular la altura del edificio ... Pero
se rompería barómetro.»

«Si fuera un día soleado, podríamos determinar la altura del barómetro y el


largo de su sombra. Luego, mediríamos la sombra del edificio y, con una simple
regla de trigonometría, obtendríamos su altura.»

«Pero, si en realidad desean ser extremadamente académicos al respecto,


podríamos atar una soga al barómetro y comenzar a moverlo como un péndulo,
primero al nivel del suelo y luego en el techo del edificio. Su altura será igual a la
diferencia de la restauración de la fuerza gravitacional»

«Si el edificio tuviera escaleras de emergencia externas, sería más fácil subir
por ellas, marcar en la pared su altura en tamaños de barómetro y luego sumar
todas las marcas.»

«Claro que, si lo que buscan es una forma aburrida y ortodoxa de hacerlo,


por supuesto, podríamos usar el barómetro para medir la presión del aire arriba
y en tierra, y luego convertir la diferencia de milibares a metros.»

«Pero como constantemente nos están pidiendo que ejercitemos nuestra


mente y apliquemos los métodos científicos más sencillos, sin lugar a dudas, la
mejor opción sería buscar al encargado del edificio y decirle: «Si me dice cuánto
mide el edificio, le regalo este barómetro».50

Ésta historia ilustra como ninguna otra en qué consiste eso del pensamiento
lateral, flexible o creativo que constituye la antítesis misma del pensamiento
único o unidimensional expuesto anteriormente y es un elemento imprescindible
si aspiramos a superar el umbral del conflicto donde parece detenerse toda

50Anécdota ficticia, inventada por Alexander Calandra, publicada en su libro “The Teaching of Elementary
Sciense and Mathematics”.

60
divergencia, precipitando pobres, cortas y miopes conclusiones. Aproximarse a
cualquier intercambio de ideas de una manera poco convencional,
desidentificándose con puntos de vista personales o socialmente admitidos,
propicia, a su vez, la apertura de inesperadas posibilidades que en un
intercambio competitivo y dialéctico difícilmente quedarían expuestas.

ESENCIA CONSENSUAL DE LOS ACUERDOS ADOPTADOS EN UNA


MEDIACIÓN

Cuando un acuerdo mutuamente satisfactorio se lleva a cabo, la solución


final, la mayor parte de las veces, ni siquiera se intuye en un principio,
definiéndose, a lo largo del proceso, a partir de opciones imprevistas, derivadas
de yuxtaponer ideas disímiles no defendidas inicialmente por ninguna de las
partes. Este hecho evidencia la típica confusión habitual entre negociación y
consenso, basada en la errónea creencia de que los consensos se logran
solamente a base de ceder de manera equidistante en las íntimas pretensiones
por imponer objetivos personales como si se tratase de un habilidoso y astuto
regateo. El consenso, sin embargo, va más allá que una simple negociación dado
que nadie ha de renunciar a nada y se desarrolla a partir de un acto conjunto de
cooperación y no mediante una pugna de intereses particulares. Tal vez, la mejor
manera de distinguir, claramente, ambos procesos sea apelar al registro que
dejan al final respectivamente. Si en vez de entusiasmo, nos invade un
sentimiento de resignación, no cabe duda de que nos hallamos frente a un
acuerdo negociado y no consensuado. Tras fracasar una mediación, a veces se
recurre a un último intento, a través de un proceso de negociación, antes de
acudir a la vía judicial. Pese a la importancia de agotar las posibilidades por
lograr un acuerdo “amistoso”, no cabe, por nuestra parte como mediadores,
desentendernos completamente de cómo quedará la relación entre las partes
después. En ese sentido, y a diferencia de los planteamientos resolutivos
expuestos en un proceso de mediación, tendentes siempre al restablecimiento
de las relaciones enturbiadas tras la disputa, las opciones resultantes de una

61
negociación plantean siempre serias dificultades a la hora de reconstruir la
amistad previa existente ya que, bloqueando la complementación de enfoques
imprescindible para un compromiso consensuado, tal acuerdo se fragua, sin
embargo, a partir de actitudes respectivas de carácter competitivo y su resultado,
más forzado por las eventuales coyunturas que libremente consentido, no
supone estrictamente un beneficio para ambas partes, más allá de sortear una
solución aún peor. Nos hallaríamos, por consiguiente, inmersos en un proceso,
en realidad, de negociación asistida. No obstante, todo ello nos conduce a la
polémica disyuntiva de establecer si un proceso de negociación intermediado,
en determinadas circunstancias, cabe ser circunscrito, o no, dentro de la
ortodoxia que supone una mediación.

Algunos autores51 distinguen entre negociaciones distributivas y otras


llamadas integrativas, en las que sí se adopta supuestamente una actitud
cooperativa entre las partes. Desde ahí concluyen que, en la práctica, las
situaciones quedan definidas mediante dinámicos términos intermedios situados
entre ambos extremos y proponen una esquizofrénica alternancia de regateo
duro, que bordea a veces la extorsión, y otro blando que, se presupone, persigue
no medrar más aún en la relación, ya de por sí, bastante deteriorada.

Otros teóricos del asunto, integrados todos en la escuela de Harvard, han


intentado trascender dicha dicotomía diseñado, a su vez, una denominada
negociación basada en principios52 que supuestamente propicia lo que ellos
denominan “consensos graduales”, como si un paliativo compromiso parcial
constituyese una especie de aproximación a un utópico acuerdo plenamente
satisfactorio. Para su consecución se procede estableciendo criterios
supuestamente “objetivos” por lo que, coherente con todo lo expuesto, no
podemos sino dudar de que tales elementos existan en verdad. En nuestra
opinión, dicha estrategia trata de enmascarar lo que, en realidad, constituye un

51 Pinkas Flint en su libro “Negociaciones Eficaces”

52 Paramás información al respecto consultar el libro “Sí... ¡de acuerdo! Cómo negociar sin ceder” de Fisher,
Ury y Patton

62
mero pulso persuasivo sutil, basado en la “fuerza” del poder de convicción que
empuja a las partes a un pacto de mínimos frente a la posibilidad de que, el
naufragio mediador y la deriva jurídica posterior, les acarree aún peores
consecuencias. Conformarse no es lo mismo que quedar por entero satisfecho y
el peaje emocional consecuente no ayuda precisamente a restablecer las
relaciones entre las partes, por lo que, más que una resolución plena del
conflicto, nos encontramos ante una especie de sucedánea gestión que nos evita
males mayores, propósito, por otro lado, muy característico de otras
metodologías diferentes a la mediación tales como el arbitraje o la conciliación.

Precisamente, el pragmático estilo de mediación lineal que opera mediante


la ya mencionada negociación en base a principios se halla impregnado de esa
filosofía de la funcionalidad y coquetea, a su vez, con planteamientos propios del
“pensamiento único”, tratando de objetivar lo que manifiestamente es intencional
y subjetivo. Tal y como hemos ido advirtiendo a lo largo del presente estudio, tal
estratagema responde al propósito de convencer al otro de que nuestra
subjetividad resulta ser la “correcta” precisamente por ser “objetiva”, instándole
así a cejar en su empeño y someterse, de una manera hábilmente elegante,
constituyéndose en instrumento de nuestros particulares intereses.
Afortunadamente el ejercicio de la mediación ha evolucionado favorablemente,
en los últimos años, articulando otros protocolos mediadores, tales como el
circular-narrativo y el transformativo, más acordes con nuestra manera de pensar
y más convergentes con la metodología que estamos proponiendo. Todas las
alternativas de resolución de conflictos derivan de la primigenia vía judicial y es
comprensible que incorporen implícitamente muchos de sus conceptos que
emergen, como es lógico, de emplazamientos contundentemente adversariales.

No obstante, entendemos que, en una estricta mediación, se ha de plantear


un enfoque absolutamente diferente a la hora de encarar la problemática
asociada al conflicto asumiendo un firme compromiso por desarrollar, mediante
su ejercicio, una cultura del diálogo y la colaboración, apuntando a un

63
restablecimiento pleno de las maltrechas relaciones, zanjando definitivamente
toda polémica, sin tener que consolarse con un chapucero apaño parcial.

Por consiguiente, nuestra opinión al respecto es que no se debería incluir la


negociación dentro de las prácticas generales de mediación, aunque sea
orientada por terceros, al considerar seriamente este importante hecho
diferencial, presente en ese tipo de metodologías, relativo a no intervenir
aceptando y perpetuando, a lo largo de todo el proceso, esa actitud inicial
confrontativa de las partes, obviando la necesidad de transformar tal
emplazamiento, originalmente competitivo, por otro de carácter netamente
cooperativo, al entender que, obrando de ese modo, se pierden aspectos
fundamentales que desvirtúan su esencia.

De hecho, en el Libro Verde sobre las modalidades alternativas de resolución


de Conflictos en el ámbito Civil y Mercantil, del 19 de abril de 2002, publicado
por la Comisión de la Comunidad Europea se plantea la mediación como una
forma más consensuada de pacificación social, destinada a entablar de nuevo el
diálogo para encontrar una solución al enfrentamiento, en vez de encerrar a los
implicados en una lógica de confrontación que sólo da lugar a un vencedor y un
vencido”.

Ese característico registro de resignación, anteriormente mencionado, podría


revelar, en cierto modo, una aceptación del acuerdo obligado por las
circunstancias, lo que perfectamente cabría ser considerado como una
vulneración parcial del principio de voluntariedad.

En ese mismo sentido, ahondando en la cuestión del acuerdo final, sorprende


constatar la existencia de cierta polémica en general sobre la cuestión de si los
acuerdos consecuentes de un proceso de mediación, cuando es extrajudicial,
han de poseer o no un carácter directamente ejecutivo. En ese sentido, algunos
teóricos del derecho afirman que un pacto mutuo de tales características cabe
ser encuadrado perfectamente como un contrato transaccional más, mientras

64
que otros, no obstante, opinan que no resultaría prudente otorgar tanto poder
vinculante a documentos firmados, en muchas ocasiones, por personas con
escasa preparación jurídica. De hecho, en la legislación española, el Proyecto
de Ley previo que debía regular el ejercicio de la mediación en el ámbito civil y
mercantil, equiparaba los acuerdos de mediación con las sentencias o laudos
arbitrales en detrimento, incluso, de la escritura pública. Finalmente,
considerando con seriedad los argumentos de los detractores al respecto, se
procedió a rectificar tal circunstancia en la redacción definitiva de la Ley 5/2012,
de 6 de julio, señalando ya claramente, en dicho texto legal, la necesidad de
elevar ante notario cualquier acuerdo adoptado para dotarle así de plena
capacidad ejecutiva. Lógicamente la preocupación por el nivel de compromiso
adquirido por este tipo de resoluciones emana de la incertidumbre de si serán o
no acatadas con posterioridad. Lo cierto, sin embargo, es que el elevado grado
de cumplimiento alcanzado normalmente por este tipo de arreglos se debe
principalmente, no a su peso legal específico y sus probables efectos coercitivos
derivados de tal hecho, sino, por el contrario, a que es asumido, por ambas
partes, con total consentimiento. Es decir, el resolver la controversia de manera
consensuada constituye, en la práctica, la mejor garantía de respeto a dicha
decisión conjunta, más allá del posible temor a consecuencias posteriores de
carácter punitivo.

Por otro lado, tal y como venimos afirmando, el interés por cómo quedarán
las relaciones personales tras el acuerdo forma parte esencial de la idiosincrasia
típica de los procedimientos de mediación. Por consiguiente, más allá incluso
que cuestionar una posible vulneración del principio de voluntariedad, al
incorporar, de manera algo incoherente, elementos que obligan a cumplir algo,
que supuestamente ha de ser asumido y aceptado libremente, merece una cierta
reflexión, por nuestra parte, en el sentido de considerar cómo repercutiría, en la
recién restablecida amistad entre las partes, el abrir la posibilidad de que ese
consenso alcanzado pueda ser luego torticeramente empleado por uno de ellos
como medida de presión contra el otro. ¿No sería un poco como regresar a esa

65
condición adversarial original que, en el fondo, trata de trascender la práctica de
la mediación?

Observándolo desde otra perspectiva: Si hemos de apuntalar un acuerdo


dotándolo con cierta ejecutoriedad; ¿No está eso evidenciando, en definitiva, que
dicho compromiso mutuo no se constituyó de un modo totalmente correcto? Y
en el caso de un provisional incumplimiento unilateral: ¿No resultaría más
adecuado considerar la posible concurrencia de circunstancias imprevistas en
lugar de presuponer una mala fe por su parte?

Si planteamos la mediación como una práctica que tiende a generar una


cultura de paz y diálogo: ¿Sería más coherente, en tal situación, reconducir ese
proceso nuevamente a un cauce competitivo en vez de intentar mediar revisando
el acuerdo para matizarlo? Cuando Lennon decía aquello de “démosle una
oportunidad a la paz”: ¿Se refería acaso a nada más que una?

LA MATEMÁTICA DE LA COOPERACIÓN EN EL ACUERDO

Considerando lo expuesto, cabe la posibilidad de estudiar matemáticamente


las diferentes situaciones relacionadas con los acuerdos alcanzados aplicando
la Teoría de Juegos. En ese sentido convendría primero exponer el conocidísimo
supuesto teórico denominado «Dilema del Prisionero».

El planteamiento podría ajustarse a lo siguiente:

La policía arresta a dos sospechosos, pero no existen pruebas suficientes


para condenarlos. Tras haberlos aislado mutuamente, el fiscal visita a cada uno
de ellos ofreciéndoles el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el
cómplice será condenado a la pena total de diez años, y el primero será liberado.
Si ambos confiesan, los dos serán condenados a tres años, pero si ambos lo

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niegan, todo lo que podrán hacer será condenarlos a un cargo menor por un solo
año.

Así, esquemáticamente podríamos extraer lo que, en Teoría de Juegos, se


denomina «matriz de pagos» y la situación sería la que se expresa a
continuación:

TÚ CONFIESAS TÚ LO NIEGAS

Él sale libre
ÉL CONFIESA Ambos son condenados a 3 años.
Tú eres condenado a 10 años.

Él es condenado a 10 años
ÉL LO NIEGA Ambos son condenados a 1 año.
Tú sales libre.

Valorando que nuestro cómplice podría confesar o, por el contrario, negar los
hechos, desde una perspectiva estrictamente individualista, confesar es lo que
más nos convendría. Si el otro confiesa, lo mejor que podemos hacer es confesar
también y si lo niega, confesar sigue siendo nuestra mejor opción. Esta mediocre
solución nos conduce a lo que se conoce en Teoría de Juegos como «Equilibrio
de Nash». La negociación en base a principios o estilo tradicional lineal de
mediación descansa precisamente sobre esta perspectiva. No obstante, existiría
una posibilidad alternativa y más beneficiosa, incluso desde un punto de vista
totalmente egoísta, que conllevaría, sin embargo, que ambos colaborasen entre
sí negando los hechos. A esta otra variación se la conoce como el «Óptimo de
Pareto». La mediación, desde un punto de vista escrupulosamente ortodoxo,
participa, sin embargo, de este otro planteamiento.

El que el juego culmine de una u otra forma va a depender básicamente del


grado de confianza mutua, lo que está relacionado, a su vez, con nuestras
creencias, prejuicios, valores, principios y sobre todo con la solidez del vínculo
existente entre ambos cómplices. Porque la desconfianza, en realidad funciona
como una auténtica «profecía de autocumplimiento» generando, de ese modo,

67
el conocido como efecto Pigmalión.53 Frente al dilema en cuestión, nosotros, en
principio, no deseamos traicionar a nuestro compinche, pero finalmente solemos
hacerlo ante la posibilidad de que él si lo haga. Así, al extenderse la idea de que
el ser humano posee una cierta «naturaleza» egoísta junto con ese otro absurdo
concepto darwinista, sueño húmedo del neoliberalismo, de que la competencia
es un sistema mucho más productivo que la colaboración mutua, todos
acabamos salvaguardando nuestras particulares necesidades, por encima
incluso del interés común, al considerar que se encuentran permanente
amenazadas por las de los demás, validando así la hipótesis inicial mediante un
irracional bucle pseudológico. Si, por ejemplo, entendemos como una verdad
irrefutable el que la violencia posee un origen genético o instintivo, jamás
consideraremos cualquier opinión que contemple la posibilidad de avanzar hacia
su superación. De hecho, consecuentemente con ello, no podríamos siquiera
reprobar dicho comportamiento al ser supuestamente inevitable.

Seguramente muchos de ustedes conocen en qué consiste una "huelga a la


japonesa", cuál es la única construcción humana que se puede distinguir desde
el espacio o el singular epitafio que aparece en la tumba de Groucho Marx. Lo
que no todos saben es que, ni en Japón ni en ningún otro lugar del mundo, se
ha llevado a cabo jamás una protesta semejante, que no hay manera de ver la
muralla china en una foto de satélite y que lo único que aparece en la tumba de
Groucho Marx, aparte del nombre y las fechas de nacimiento y defunción, es una
estrella de David porque era judío. Que centenares de mitos o leyendas urbanas
recorran el planeta entero gracias a que nos hacemos eco de ellas por no
confirmar antes su veracidad, no acarrea serias consecuencias pero que frases
lapidarias tales como “”Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades",
“Todos... son iguales", "Es utópico pretender cambiar... ", "Siempre ha habido y

53
El efecto Pigmalión, describe cómo la expectativa que se posee sobre algo puede influir en el resultado
final al respecto. Debe su nombre al mito griego de Pigmalión, un escultor que se enamoró de una estatua
que había tallado, convirtiéndose posteriormente en mujer. En nuestra opinión, todo está sujeto a este
efecto y, como descubriremos después, existe una componente muy importante en la formación y escalada
de los conflictos que guarda una estrecha relación con este hecho. A modo de aforismo, “Silo” mencionaba
aquello de: “los pensamientos producen y atraen acciones” y, desde un enfoque cuántico, se podría afirmar
incluso que las creencias son, en cierta manera, ondas de probabilidad que colapsan después en hechos
consumados.

68
siempre habrá...", "... es innato y nunca se podrá cambiar" se fijen como
auténticas tautologías impidiendo explorar según que líneas de pensamiento, sí
que supone un serio problema al obstruir el libre fluir de las ideas, condenando
al ostracismo a determinados posicionamientos u opiniones.

Uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta la técnica de la


Programación Neurolingüística se sintetiza en la frase “El mapa no es el
territorio”54. Así, mediante un proceso similar al descrito, la imagen o mapa de la
sociedad que poseemos se ha ido deshumanizando y desdibujando hasta
quedar reducida a una especie de salvaje selva. De ese modo, la “selección
natural” del “Origen de las Especies” ha pasado a ser la “supremacía de los más
aptos en una sociedad competitiva” y, pese a que muchos socialistas utópicos y
anarquistas defendieron con ahínco las bondades de la cooperación frente a la
alternativa supuestamente inexorable de la “lucha por la supervivencia”, el mal
llamado “Consenso de Washington” de 1975 terminó por implantar la necedad,
muy vigente aún en el imaginario colectivo, de que el egoísmo contribuye al bien
común. De hecho, eminentes economistas continúan convenciéndonos de que
la competencia es el motor del progreso sin necesidad alguna de mostrar un solo
estudio serio que apoye tamaña estupidez, obviando que, en realidad, el ser
humano jamás habría sobrevivido como especie si no hubiese cooperado entre
sí. Es decir, es justo al revés… Para lograr el beneficio propiio es preciso respetar
el bien común.

De hecho, la existencia de comunidades actuales en donde este


comportamiento individualista resulta ser prácticamente desconocido,55 según
se desprende de las investigaciones realizadas por el pedagogo Alfie Kohn, que

54 Fue acuñada por el lingüista Alfred Korzybski, quien fue el primero en utilizar el concepto de
neurolingüística. Del mismo modo que una palabra no es el objeto que representa, el conocimiento que
poseemos del mundo está limitado por la estructura de nuestra conciencia. No experimentamos el mundo
directamente, sino por medio de representaciones, que configuran los mapas mentales con los que
entendemos la realidad. Como cada uno tiene su propio mapa mental, resulta absurdo discutir para ver
quién tiene la razón Cada uno tiene su propia verdad (o su propio mapa mental). Por ello, en cualquier
discusión de este tipo el objetivo es buscar un acuerdo común, no confrontar para ver quién sale victorioso.

55 Los Zuñi, los Iroquois, los inuit, y algunos grupos indígenas africanos, como los Ba Tonga de los Bantú

69
ponen de manifiesto la importancia de la componente cultural y educativa en el
comportamiento colaborativo y, por otro lado, los experimentos desarrollados por
David W. Johnson y Roger Johnson, que demuestran que cooperar es más
provechoso que competir, terminan, ambos, por desmentir completamente tal
falacia.56

En lo relativo al «Dilema del Prisionero», Menusch Khadjavi y Andreas Lange,


economistas de la universidad de Hamburgo, llevaron a la práctica ese
experimento con un grupo de internas de la prisión para mujeres de Lower
Saxony y con otro grupo de estudiantes universitarios. Las prisioneras se
mostraron mucho más proclives a colaborar, cooperando en el 56% de los casos;
en comparación con los estudiantes que lo hicieron en un 37%. Probablemente
tales diferencias tengan mucho que ver con la existencia de un cierto código
tácito de carácter ético por parte de las reclusas con respecto a delatar o no a
otra compañera, mientras que los estudiantes se enfrentaban a la disyuntiva con
planteamientos exclusivamente estratégicos.

En definitiva, elementos de tipo moral, estrechas afinidades o simplemente


no dar pábulo a ideas infundadas, instaladas sin embargo en la sociedad actual,
pueden incrementar significativamente el porcentaje de las respuestas
cooperativas hasta desequilibrar la balanza hacia soluciones más próximas al
«Optimo de Pareto», en detrimento del «Equilibrio de Nash».

Sea como fuere, todo está sometido a permanente evolución y establecer


planteamientos inmovilistas, tildando de irrealizable cualquier idea de
transformación, afirmando que lo único “real” es lo que existe en un momento
dado, esconde una hábil estrategia cuya finalidad última es asegurarse de que
nadie intente cambiar las cosas. Del mismo modo, trabajar el conflicto bajo la
perspectiva fija de presuponer la existencia siempre de actitudes competitivas

mayor detalle, consultar el artículo: “¿Es la competencia eficiente?”, publicado en la web “La quimera
56 Para

de Gupta” de Cristina Alemany y Álvaro G. Molinero

70
sin cuestionar siquiera la posibilidad de modificar tales emplazamientos resulta,
cuanto menos, sospechoso.

ESTRUCTURALIDAD DE LOS ELEMENTOS DE ANÁLISIS DE LOS


CONFLICTOS

Sin menospreciar aportes efectuados al respecto, tales como la teoría de las


Necesidades Básicas de Burton, el Conflicto de Galtung, la Pirámide de Maslow
o las tres “P’s” de Lederach, y continuando con nuestro estudio del conflicto
aplicando el Método Estructural Dinámico y habiendo ya investigado, en parte,
el ámbito medio o de relación y algunas cuestiones relacionadas con cotas
superiores, pasamos a identificar lo que vendría a ser el nivel inferior o de
composición. En esa escala de observación, establecemos los constituyentes
básicos de cualquier posicionamiento. A saber, el interés o propósito, que
equilibra una necesidad subyacente, los supuestos hechos, interpretados en
clave de comportamiento ajeno desde una intencional perspectiva consecuente
con el objetivo planteado y que conduce, a su vez, a establecer una determinada
actitud, germen de la estrategia personal adoptada frente a todo ello en forma de
comportamiento, y la sensación general que se posee de lo ocurrido que
manifiesta cierta carencia que impulsa y motiva la acción en el mundo. De más
está señalar que en una mediación atenderemos, sobre todo, a las necesidades
y no a los intereses cuyo carácter normalmente contradictorio guarda una
estrecha relación con el origen mismo del conflicto Las mutuas interacciones
entre todos esos elementos, más allá de la circularidad expresada en el modelo
narrativo de mediación, son, en realidad, múltiples y biunívocas dado que se
articulan en red, trascendiendo incluso el propio ámbito donde se manifiesta el
conflicto. En ese sentido podríamos afirmar, por ejemplo, que, en todo conflicto,
una perspectiva excesivamente parcial produce una consecuente actitud
inadecuada y un comportamiento erróneo que frustran cierta expectativa
personal, asociada a un determinado interés propio, generando así una
necesidad manifestada en forma de negativa sensación. Pero también cabría

71
explicarlo diciendo que una desagradable sensación tiñe la manera que tengo
de ver las cosas e impulsa, en mí, la necesidad de fijar un propósito que la
compense y, para ello, establezco una actitud y un comportamiento acordes con
el mismo. En realidad, todos los elementos compositivos mencionados,
integrantes esenciales de cualquier posicionamiento, actúan en estructura

Así en una determinada controversia en la que un jefe discute


acaloradamente con un empleado suyo, podríamos, afirmar que:

• Su elevado tono de voz hizo que se sintiese avasallado e intimidado


siendo además muy injusto con el empleado al no considerar las
desafortunadas circunstancias que le impidieron cumplir con su
compromiso tal y como intentaba explicarle.

• Las continuas justificaciones vertidas por el empleado, como eludiendo


toda responsabilidad, lejos de tranquilizar al jefe proporcionándole alguna
solución a su problema, generaron en él tal desesperación que, nervioso,
elevó el volumen de su voz.

• El comprometerse firmemente, sin considerar algunas posibles


dificultades, le llevaron a decepcionar y enfadar a su jefe que, cabreado,
se dirigió a él de manera muy vehemente, obligando al empleado a
brindarle todo tipo de explicaciones por las cuales le resultó imposible
cumplir con su palabra.

• La excesiva carga de trabajo que delegó en el empleado le impidió a éste


asumir la tarea totalmente, excusándose por ello, y colocando al jefe en
el aprieto de no poder cumplir con el objetivo planteado, lo que le
desesperó por completo.

• El excesivo entusiasmo con el que asumió esa tarea forzó un compromiso


en el empleado que, al no poder después cumplir, le generó una

72
culpabilidad tal que no cesaba de justificarse, mientras al jefe le invadía la
desesperación.

• Las exigencias de un entorno cada vez más competitivo, les conducen a


ambos a un estado de nerviosismo y de alteración tal que cualquier
problema de coordinación mutua los lleva a confrontar.

• El promover, entre todos, un espíritu competitivo en el ámbito laboral


conduce, con frecuencia, a situaciones de crispación mutuas.

¿Cuál de todas esas descripciones se ajusta más a la “realidad”? Pese a


sentirnos, con toda probabilidad y por cuestiones estrictamente personales,
tentados a aceptar unas más que otras, lo cierto es que cualquiera de ellas
resulta ser perfectamente válida, al igual que otras posibles que ni siquiera
hemos expresado.

LA NECESIDAD DE IMPULSAR ESTILOS DE MEDIACIÓN MÁS


INTEGRALES

En definitiva, como nada existe aislado, encontraremos ahí elementos que


poseen la cualidad de relacionarse con otros ámbitos y que son, por ello,
susceptibles de producir modificaciones en el funcionar de toda esa estructura
compositiva. Si estuviésemos, por ejemplo, intentando entender cómo funciona
una radio, el cable con su enchufe, el altavoz o la antena, constituirían algunos
de esos elementos a los que estamos haciendo alusión. En nuestro caso, serían
el grado de divergencia o distancia existente entre las distintas posiciones, el tipo
de relación establecida entre los distintos protagonistas que, al hallarnos en
presencia de un conflicto, deberíamos modificar, transformándola desde una
situación inicialmente competitiva a otra de carácter cooperativo; y la escala de
observación de la que dependen las perspectivas mutuas respecto de lo
sucedido que, al ampliarse, se complementarán entre sí, fundiéndose en un

73
enfoque único e integrador. Todos esos peculiares elementos se organizan
conformando una estructura compacta y la importancia de esos componentes
conectores radica, tal y como hemos afirmado, en que cualquier variación que
deseemos impulsar se ha de realizar a través de ellos. Es decir, es posible diluir
cualquier conflicto tratando de acercar las respectivas posturas, modificando las
actitudes y comportamientos de las partes, promoviendo emplazamientos más
activos, centrífugos, solidarios y colaborativos, o ampliando la escala de
observación mutua respecto de lo sucedido, De ese modo, encontramos que
cada uno de los tres estilos principales de mediación (lineal, narrativa o
transformativa) inciden prioritariamente en cada uno de esos elementos.

El estilo lineal o tradicional promovido por la escuela de Harvard fija su


atención principalmente en la disputa en sí, intentando resolverla aproximando
posturas y priorizando sobre la consecución de un acuerdo lo más amistoso
posible. El modelo transformativo, sin embargo, centra su interés en la capacidad
pedagógica del proceso para promover así transformaciones personales y, por
consiguiente, atiende sobre todo al comportamiento y actitud de los implicados.
Finalmente, el protocolo circular-narrativo observa principalmente la manera en
cómo se comunican o explican los hechos, colocando el foco, como es lógico,
en las diferentes interpretaciones. Las mutuas implicaciones, existentes entre las
finalidades que orientan la acción en cada uno de ellos, derivadas de su
naturaleza estructural, establecen una tenue línea divisoria entre las diferentes
metodologías de mediación. Por consiguiente, no creemos posible alcanzar
acuerdos completamente satisfactorios y estables sin lograr, además, que se
produzcan variaciones profundas en la manera de percibir y comprender lo
sucedido, por parte de los mediados, y que repercutan, a su vez, en
consecuentes modificaciones en sus respectivos comportamientos, produciendo
significativos cambios personales. Simultáneamente, conseguir reformular las

74
distintas explicaciones de los hechos y, con ello, reestructurar las mutuas
interpretaciones con respecto al conflicto, acarrea lógicamente consecuencias
en lo referente al modo en que responderán todos los implicados, a partir de
entonces, ante situaciones similares y evidencia, con meridiana claridad, como
será la relación entre los implicados estipulada a través del acuerdo final.
Finalmente, posicionarse de una manera proactiva frente al conflicto, con la
finalidad de que les sirva a los mediados para acometer cambios radicales que
incrementen su resiliencia no será factible sin que paralelamente sean capaces
de reacomodar sus respectivos puntos de vista iniciales hasta converger en un
acuerdo consentido. Los diferentes modos establecidos para desarrollar una
mediación no son compartimentos estancos y sus respectivos propósitos no se
hallan aislados unos de otros, existiendo numerosas e importantes implicaciones
entre todos ellos. Por lo tanto, entendemos que plantear estilos puros o en parte
desequilibrados de mediación no resulta en modo alguno recomendable ya que,
considerando el carácter estructural de tales constituyentes, trabajar seriamente
con cualquiera de ellos ha de potenciar y favorecer necesariamente el desarrollo
del resto. Se impone pues, a nuestro modo de ver, la necesidad de diseñar
protocolos de mediación tendentes a actuar de una manera más global en los
conflictos, potenciando la transformación de todos los componentes implicados.

El elemento aglutinador que precisamos para efectuar tal integración,


entendemos que es precisamente la empatía ya que, tal y como estamos
comprobando, su influencia alcanza directamente a todos ellos.

Al empatizar, amplío mi punto de vista complementándolo con el del otro, me


comporto y actúo con respecto a él de un modo diferente y puedo así alcanzar
un acuerdo consensuado o mutuamente satisfactorio.

75
Sólo si se restablece la conexión empática, bloqueada inicialmente, se abrirá
el suficiente espacio intersubjetivo como para articular, entre sí, los diferentes
puntos de vista, al modificar completamente esa actitud competitiva previa,
asociada a todo conflicto, estableciendo, de ese modo, un nuevo emplazamiento
cooperativo mutuo, que afianzará el vínculo original existente entre las partes,
convirtiendo esa incómoda polémica inicial en un elemento pedagógico esencial.

INCOHERENCIA INTERNA EN LAS SITUACIONES CONFLICTIVAS

Otra relación significativa que considerar, entre esos elementos particulares


que integran una determinada posición, es la existencia o no de una coherencia
intrínseca entre ellos. A lo largo de la historia autores diversos han advertido la
importancia de este hecho y, en contraposición a las contradictorias propuestas
de Hume y Kant57, ya Confucio acuñó aquella inmortal cita de "Debes tener
siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano". También Khalil
Gibran58, apelando a la poética metáfora del velero nos habló de la necesidad
de complementar los vientos de la pasión con el timón de la razón. “Silo”, incluso,
elevó la cuestión de la coherencia; "Pensar, sentir y actuar en la misma
dirección", a la categoría de fundamento mismo de cualquier ética válida, capaz
de guiar nuestra acción con independencia de las circunstancias particulares en
las que pudiéramos hallarnos.

Pese a todo ello, es muy habitual en nuestras disputas rutinarias, manifestar,


por nuestra parte, una buena dosis de incongruencia, generando así, como
consecuencia de tal contradicción, esa tensión consustancial a toda situación
conflictiva, especialmente en las de carácter intrapersonal. Tal presión pone de
manifiesto la existencia de fuerzas contrapuestas y se origina cuando, de manera

57 Hume proponía la supremacía de los sentimientos y Kant la de la razón.

58 Concretamente en su conocidísima obra “El Profeta”

76
incongruente, una parte de mi «tira» en una dirección, pero otra me «empuja»
en sentido contrario.

Siento, por ejemplo, que quiero hacer aquello, pero, a la vez, pienso o creo
que me resultará imposible porque el otro, de alguna manera, me lo impide o
piensa, oponiéndose, que no debería hacerlo y, en cambio, pese al otro, no
puedo dejar de hacer eso que sé que me perjudica seriamente. Defiendo o hago
cosas, a veces, apoyándome en ideas que, en el fondo, no siento, pero que otros
comparten, dejándome llevar por lo que otros pudieran pensar acerca de mí. En
otras ocasiones, me obsesiono tanto con algún objetivo que desatiendo todo lo
demás, fuerzo la amistad de otros chantajeándolos emocionalmente o me
sacrifico yo mismo, supuestamente por otros y dejo de disfrutar de aquello que
tanto me gustaba hacer. Otras veces, sin embargo, intento eludir alguna
incómoda responsabilidad, dejando que el otro actúe, postergando una
respuesta por mi parte, mientras la situación se complica, o bien actúo
impulsivamente y sin pensar en las consecuencias que para otros pudieran tener
mis actos, buscando una salida rápida de allí.

En concreto, en el caso que nos ocupa, los tres constituyentes a armonizar


serían, en definitiva, la perspectiva, la sensación y el comportamiento.

EVOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS

Por último y para terminar de comprender cómo funciona todo este


entramado, sólo nos resta completar ambos planos con uno superior de carácter
evolutivo. En ese sentido, observamos que los conflictos suelen procesar en
escalada hasta polarizarse, para luego enfriarse. Es claro que, dadas las
actuales circunstancias, resulta inevitable que se produzcan roces cotidianos en
nuestras relaciones interpersonales. Lo que no debiera, sin embargo, constituir
una práctica tan habitual, es esa nefasta costumbre, tan arraigada en nosotros,

77
de subestimar tales tiranteces, eludiendo así superarlas definitivamente en algún
momento posterior, lo que contribuiría incluso a estrechar lazos.

Es decir, tras analizar la posible evolución de cualquier conflicto y las


consecuencias que tal deriva acarrea con respecto al vínculo personal previo
mantenido entre los afectados, nos hallamos en condiciones de concluir que,
cuando un conflicto se resuelve definitivamente, más allá de su mera gestión, las
maltrechas relaciones deterioradas durante su escalada, no solamente se
restablecen, sino que se estrechan. Es decir, toda disputa nos plantea
intrínsecamente una disyuntiva en clave de acercamiento o distanciamiento
referida a la intensidad o grado de cohesión respecto del nexo emocional
existente entre sus protagonistas. Por consiguiente, cabe admitir la alternativa
de entender que, en definitiva, los conflictos se constituyen como verdaderas
encrucijadas existenciales que nos colocan en situación de crecer y
desarrollarnos como verdaderos seres humanos a la par que nos brindan la
posibilidad de afianzar nuestros lazos afectivos con los demás.

No obstante, tal vez confundamos el hecho de que los conflictos


necesariamente pierdan carga emocional con el tiempo con que se hayan
superado. Es posible que, por mera comodidad, creamos que esas tensiones se
resuelven por sí solas o que, en un alarde de ingenuidad, supongamos que
prescriben o caducan al cabo de un tiempo. Existe un principio denominado de
la acción oportuna que, aunque sea de aplicación más general, parece hecho a
medida para este tipo de situaciones y que se enuncia de la siguiente manera:
«No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite,
entonces, avanza con resolución».59

En realidad, lo que sucede habitualmente es que esos nudos


conversacionales abiertos se enquistan y, de manera latente, generan espacios
de incomunicación crecientes, comprometiendo, por acumulación, el clima

59Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después
publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

78
general de convivencia del ámbito en cuestión. De tal análisis inferimos que o,
bien, intentamos resolver toda polémica que pudiese aflorar en un momento
dado, contribuyendo a cohesionar entre sí a los distintos individuos integrantes
de esas agrupaciones descritas, zanjándolos definitivamente o, por el contrario,
tales conjuntos humanos se irán desestructurando progresivamente.

NEGATIVIDAD Y PROACTIVIDAD DEL CONFLICTO

Por consiguiente, considerando la característica falta de habilidad con que


solemos manejarnos en nuestras interacciones con los demás, no nos ha de
sorprender, en absoluto, que el bagaje experimental acumulado relativo al
conflicto nos resulte tan desagradable. Con el tiempo, esa irracional y arbitraria
gestión que realizamos frente a este tipo de situaciones va fijando en nuestra
conciencia la idea estigmatizada de que el conflicto es una circunstancia
personal muy desagradable que conviene eludir. Así nadie hace nada al respecto
salvo intentar, sin éxito, mantenerse a distancia y alejarse hasta de su simple
sombra. La existencia de conflictos en nuestras vidas no debería inquietarnos,
en modo alguno, y cabría, por el contrario, asumirlos como algo en principio
habitual en cualquier contexto de convivencia entre personas, constituyendo, de
hecho, auténticas oportunidades de aprendizaje y de desarrollo personal para
todos. Una pésima gestión de la diversidad inherente a la condición humana
hace que los conflictos sean frecuentes en las relaciones interpersonales y
nuestra existencia se encuentre atravesada por los mismos. La mirada
alternativa que proponemos es por completo diferente a la que habitualmente
mantenemos, Consiste simplemente en atender al conflicto en su aspecto más
positivo, planteando así una posición proactiva que abre la posibilidad de
emplazarse como parte de la resolución del mismo y no sentirse arrastrado por
la situación sin poder hacer nada al respecto. Incorporando, con todo ello, cierta
habilidad o destreza que puede adquirirse y entrenarse. Se trataría entonces de
establecer esa capacidad para resolver conflictos que, naturalmente, puede
aprehenderse e internalizarse, como un, más que interesante, recurso propio.

79
Por consiguiente, un conflicto no ha de ser necesariamente algo perjudicial para
nosotros y puede, perfectamente, convertirse en una ocasión espléndida para
superarnos y aprender. Al igual que el dolor como registro es útil para advertir
que nos estamos haciendo daño, la existencia de un conflicto nos señala la
posibilidad de crecimiento propio en el sentido de mejoramos como seres
humanos en desarrollo que somos o, cuanto menos, aspiramos a ser. De hecho,
es una experiencia muy habitual constatar que, cuando se trasciende una
situación conflictiva, la relación entre ambos "contendientes" se fortalece
después.

LA OBJETIVACIÓN COMO ANTESALA DEL CONFLICTO

Pese a las sensibles diferencias existentes entre los diversos intentos por
definir el término “conflicto”, prácticamente todos los autores coinciden en
relacionarlo con situaciones en las que se plantean posiciones, asociadas a
intereses, necesidades, propósitos u objetivos, en cierta medida irreconciliables
o, cuanto menos, excluyentes entre sí de algún modo. Con alguna salvedad, la
mayor parte de tales acotaciones semánticas presentan una buena dosis de
ambigüedad respecto a la cuestión de si dicha incompatibilidad es real o
subjetiva.60 Es posible que, a la mayoría de los teóricos que se ocupan de estas
cuestiones, el clarificar tal distinción les genere escaso interés. Tal vez ello se
deba a que reconocer su autenticidad impide su resolución y reivindicar su mera
apariencia negaría su real existencia. En lo que a nosotros respecta, al hilo de
todo lo expuesto, diremos simplemente que dicha disyuntiva, como todo lo que
al ser humano se refiere, posee un carácter intersubjetivo y eso precisamente es
lo que nos permite además transformarlo, más allá de plantearnos una posible o
no ontología objetiva al respecto. Pero más allá de toda esta polémica, nosotros
no estamos del todo de acuerdo con situar la diversidad de posicionamientos
como eje central del conflicto. De hecho, esa libertad consustancial a la condición

60
Como excepción que confirma la regla es de destacar la definición de Smith y Mackie; “El conflicto es la
percepción que tienen las partes en interacción sobre la incompatibilidad de las metas, de tal forma que lo
que quiere una de las partes, es considerada por la otra como perjudicial”.

80
humana, que venimos defendiendo, no puede sino desembocar en todo un
abanico de opciones. Por consiguiente, el supuesto problema no emana
necesariamente de la diversidad, frente a la cuál poco cabe hacer, sino de cómo
manejemos esa situación.

Es decir, la ampliación temporal de la conciencia humana le confiere a ésta


una ineludible componente intencional que, a modo de vínculo indisoluble la
relaciona de manera estructural con un mundo incapaz de existir en sí de manera
independiente. Esa subjetividad consecuente ha de ser, coherentemente, la
base de cualquier desarrollo ideológico en relación con el hecho humano. Negar
tal esencia se constituye en el acto de objetivar o cosificar al otro, mediante
nuestra propia subjetividad, para convertirle, después, en instrumento de
nuestros particulares propósitos. De ahí, en concreto, surge el que nos sintamos,
a veces, “atacados” personalmente cuando alguien trata de plantear una opinión
distinta.

Y es que ese albedrío derivado de no hallarnos sometidos a la tiranía de lo


natural o de lo fáctico incluye, no obstante, la alternativa de imponer nuestras
ideas exponiéndolas como si se tratasen de la única “verdad” posible para, de
ese modo, persuadir sibilinamente al otro, negando así su subjetividad con el fin
de objetivarlo y emplearlo luego como prótesis de nuestras propias intenciones.

En ese sentido, conviene rememorar las palabras de “Silo” a ese respecto


cuando se refiere al registro de la humanidad en otros: “En tanto esté
anestesiado para percibir el horizonte temporal del otro, el otro no tendrá sentido
más que en cuanto para-mí. La naturaleza del otro será un para-mí. Pero al
construir al otro en un para-mí, me constituyo y me alieno en mi propio para-sí”.61

En nuestra opinión, ese mero intento de forzar a alguien, de manera sutil o


no, a actuar de acuerdo con unos intereses ajenos constituye el origen esencial

61 Conferencia pronunciada por Silo en Tortuguitas – Buenos Aires (Argentina) el 1 de mayo de 1983,
titulada “Acerca de lo humano”.

81
de todo conflicto y, por extensión, de toda violencia. No obstante, el deseo de
“usar” al otro implica un indispensable acto mental previo de deshumanización
que nos permita, a tal efecto, transformarle de sujeto a objeto. Por esa razón, en
cualquier disputa lo primero que suele manifestarse es un característico bloqueo
empático mutuo tendente a eliminar el contacto con esa componente íntima y
humana que, en última instancia, es lo único que nos impide cosificarnos
recíprocamente y, cuya pérdida registrada como distanciamiento, genera en
todos nosotros una profunda insatisfacción. Desde ahí solemos malinterpretar el
propósito ajeno que es lo que, en numerosas ocasiones, origina toda
controversia, más allá de lo que el otro hace o deja de hacer. Sin esa pieza
esencial nuestra comprensión de su conducta, en términos de intención, se torna
excesivamente especulativa y sujeta al establecimiento de simplistas
estereotipos, germen de motes y apodos, que se entroncan más con la literatura
que con la compleja realidad humana. Es decir, sin esa componente
fundamental, tendemos a reducir al otro a un mera caricatura
domodeshumanizándolo. Entonces pasa de ser Jorge, nuestro amigo de toda la
vida, a Jorge “el enterado”, “el falso”, “el manipulador” … Etc.

Por otro lado, obstruir ese nexo empático recíproco tan esencial, impide crear
un espacio intersubjetivo, y por consiguiente consensual, imprescindible para
elaborar esa perspectiva común amplia e integradora que les permitiría a ambos
protagonistas avanzar, superándose. Es decir, podemos afirmar también, tal y
como hemos desarrollado anteriormente, que el conflicto surge como
sentimiento de frustración propio ante la incapacidad de superar enfoques
particulares susceptibles de ser complementados y ampliados con otras
perspectivas diferentes, habilitando así estructuras psíquicas más preparadas
para organizar y comprender el mundo.

Es decir, cabría incluso la posibilidad de reducir toda disputa a un mero


problema de escala de observación. Si, inmerso en un conflicto, alcanzo a
articular una perspectiva homogénea más amplia, que englobe también la del
otro, dicha confrontación se desactivará completamente.

82
Por otro lado, como sabemos que detrás de cualquier ser humano existe un
punto de vista vinculado, a su vez, inherentemente a un interés que se concreta
en actos orientados hacia el mundo, o bien las intenciones asociadas a tales
propósitos colaboran entre sí fundiéndose en una sola o, por el contrario,
colisionan entre sí compitiendo respectivamente.

Por consiguiente, en nuestra opinión, el conflicto es la manifestación


concreta, en forma de insatisfacción, que evidencia una incapacidad mutua
provisional por trascender la propia subjetividad, integrando la ajena,
postergando así la posibilidad de un crecimiento y evolución personal, que
articularía morfologías mentales mejor adaptadas para integrar la diversidad de
los fenómenos. Su resultado, fruto de automatismos instintivos residuales
disparados por una irreflexiva carencia de atención, se expresa mediante el
establecimiento de sendas subjetividades que, pugnan, entre sí, por imponerse
mutuamente como única “realidad” posible. A tal efecto, los sujetos portadores
de tal mecanismo se cosifican entre sí deshumanizándose en un intento por ser
empleados después recíprocamente como prótesis de esa otra intención distinta,
asociada a dicha subjetividad. La objetivación consecuente se logra gracias a
una incomunicación empática biunívoca característica que impide la creación de
un espacio común de intersubjetividad.

LA ESTRATEGIA DEL PERDÓN EN LA GESTIÓN DE LOS CONFLICTOS

En tales circunstancias, solemos proceder, completamente cegados bajo el


espejismo de que son los demás los que generan los conflictos. Creemos que
son los otros, con su "desconsiderada" actitud, los que nos incordian originando
este tipo de circunstancias, en principio, tan desagradables. Existe una idea
preconcebida ampliamente extendida mediante la cual tendemos a situarnos
más como sujetos pasivos que como agentes activos respecto a la génesis de
los conflictos. Tipificamos al resto de la humanidad bajo el epígrafe de “la gente”

83
y les adjudicamos todo tipo de valoraciones prejuiciosas, simplemente para
justificar nuestra actitud, como si uno procediese de otra galaxia genuina
caracterizada por la perfección. Uno piensa que va, por ahí, tranquilamente sin
"meterse con nadie" hasta que alguien nos inoportuna de algún modo
molestándonos.

A todo esto, hemos de añadir además esa tendencia a interpretar tales


vicisitudes mediante ese simplista tándem víctima/agresor62 tan característico de
la tradición moral judeo-cristiana, en la que todos nos hemos educado,
potenciada, a su vez, con la cultura cinematográfica de Hollywood, basada
íntegramente en el estereotipo maniqueo. Aunque la mayor parte de las
religiones poseen también ese binomio en su cuerpo doctrinario, el
maniqueísmo, sin embargo, ha sido siempre considerado como el referente de
esa peculiar y naif manera de concebir el mundo tan arraigada,
lamentablemente, en todos nosotros. Sin entrar en demasiados detalles, tal
dualismo establece la existencia de dos principios contrapuestos, irreconciliables
y eternos (el bien y el mal) que luchan entre sí desde el origen de los tiempos.
Aunque hemos analizado ya esta cuestión, esta arquitectura psíquica suele
extenderse también a cualquier cuestión y su complemento, considerando a este
último como su contrario u opuesto, eliminando cualquier posibilidad de relación
entre ellos para conformar así una visión bipolar de la realidad. Como todos
sabemos, entre el «blanco» y el «negro» existirán siempre infinidad de «grises»,
alguno de ellos capaz, seguro, de facilitar el necesario acuerdo. Sin embargo,
desde esa pueril ambivalencia solo existe mi opinión y su antítesis que la
invalida. Ese particular emplazamiento empuja la deliberación conjunta hacia un
callejón sin aparente salida impidiendo cualquier compromiso mutuo. Esta
morfología mental, junto al ya mencionado “pensamiento único”, son dos nocivas
tendencias que dificultan notablemente la complementación de ideas e intereses,
dado que admiten la existencia de posiciones enfrentadas absolutamente

62 Estamos hablando de conflictos y no de delitos. Lógicamente, en el ámbito penal claro que existe una
víctima y un agresor o infractor. Pero aún así, a veces olvidamos que, detrás de las etiquetas, hay seres
humanos.

84
irreconciliables, compitiendo por convertirse en “reales”, “objetivas” o “legítimas”,
difuminando así todo matiz posible que permita, a su vez, aproximarlas.

El resultado de todo ello nos conduce a introducir ese tradicional protocolo


basado en el sentimiento de culpa, el remordimiento y la revanchista penitencia
como pauta omnipresente a la hora de gestionar nuestros conflictos. Tal
paradigma ético, añade enormes dificultades a la hora de afrontar una posible
resolución del conflicto al considerar de manera sesgada que la responsabilidad
de no actuar correctamente es una especie de monopolio exclusivo de alguien
en concreto, donde los demás, ingenuos inocentes, aparecen como indolentes
receptores pasivos de la maldad personificada en la figura del vil agresor. La
táctica por excelencia que nos deja en herencia esta manera de pensar es la de
pedir perdón, lo que supone que “el pecador” se rebaje frente a ese virtuoso
inmaculado parapetado en su atalaya moral y que no aspira sino a vengarse
consiguiendo que el otro se humille, avergonzándose arrepentido de sí mismo.
Lógicamente la dificultad de decidir quién se ha de postrar, látigo en mano presto
a fustigarse, implorando clemencia ante alguien encaramado a lomos del
pedestal de la pureza, manifiesta la escasa funcionalidad de esta metodología.
No estamos afirmando que disculparse sea algo negativo ya que ayuda a relajar
tensiones y predispone a una mejor comunicación en los momentos iniciales del
conflicto. Lo que estamos tratando de explicar es que no es una táctica
interesante a la hora de afrontar la resolución definitiva porque, además de las
dificultades prácticas mencionadas, cierra en falso la disputa sin alcanzar a
establecer en profundidad qué es lo que ha ocurrido.

MEDIACIÓN, RECONCILIACIÓN Y JUSTICIA RESTAURATIVA

Entendemos que un proceso de mediación no se ha de contentar con un


acuerdo del tipo “borrón y cuenta nueva” sin más. Necesitamos recomponer las
relaciones rotas y restablecer, e incluso mejorar, la situación original y eso sólo
será posible mediante una comprensión mutua de lo sucedido y una reparación

85
si fuese el caso del perjuicio ocasionado. Parafraseando a “Silo” apelando al
principio de la acción comprendida, podríamos decir al respecto que: “Harás
desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando
quieras resolverlos”63

El propósito de comprender en profundidad los conflictos trasciende con


creces las limitadas posibilidades de un simple “perdón” y nos obliga a entrar de
lleno en la dinámica, algo más sofisticada, de la reconciliación que, en realidad
no es sino el resultado satisfactorio alcanzado tras desarrollar un procedimiento
eficaz encaminado a restablecer los vínculos emocionales rotos tras un
desafortunado incidente. Ese anhelo, tan específico de la mediación, de zanjar
definitivamente los conflictos, cerrando toda herida abierta, contrariamente a lo
que sucede con otros protocolos alternativos, le permite jugar un papel esencial
en ese novedoso y esperanzador enfoque legal que Zerh Howard 64 definió bajo
la denominación de “justicia restaurativa”, en contraposición con ese otro
eufemismo que conocemos genéricamente como “justicia”, caracterizada por un
marcado carácter retributivo y tributaria de aquel ancestral “ojo por ojo” de
Hammurabi,65 cuyo trasfondo ideológico nos recuerda, desgraciadamente, más
al “Conde de Montecristo” que al ”Rey Salomón”. Con todo ello se abre incluso
la posibilidad de intervención, por parte de la mediación, en el inicialmente vetado
ámbito penal, promoviendo procesos de reconciliación entre las partes,
culminando así lo que queda inconcluso tras aplicar otras metodologías bastante
más funcionales y un tanto despreocupadas por ese tipo de cuestiones. Si bien,
en principio, la justicia restaurativa no aspira a desplazar a la actual, es nuestra
particular opinión que bien pudiera plantearse seriamente tal propósito, en vez
de intentar conformarse simplemente con pretender complementar algo que, en

63Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después
publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

64 Es considerado mundialmente como el padre de la “Justicia Restaurativa”.

65 El Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguos encontrado. Fue escrito en 1750
a. C. por el rey de Babilonia Hammurabi y se basa en la aplicación de la ley del Talión que es la
denominación tradicional de un principio jurídico consistente en imponer un castigo que se identificaba con
el crimen cometido, obteniéndose cierta reciprocidad. La expresión más conocida de la ley del talión se
refleja en el pasaje bíblico "ojo por ojo, diente por diente".

86
esencia, apunta en una dirección diferente y que, en el fondo, no termina de
constituirse como una solución definitiva. Cuando se habla de condena, pena o
castigo: ¿Acaso se logra reparar algo con ello?... O bien estamos apelando a un
mecanismo para permitir expiar culpas o, peor aún, nos estamos refiriendo a un
acto fríamente calculado de despechada revancha colectiva. Sea como fuere,
continuamos inmersos en esa atmósfera judeo-cristiana a la que antes
aludíamos, desde la cual no es posible reconciliación alguna, dado que, lejos de
mejorar la situación, la empeoramos aún más.

Por otro lado, la “justicia restaurativa”, tal cual se la contempla hoy en día, fija
su interés exclusivamente en las “víctimas”… ¿Se puede hablar de “justicia
restaurativa” omitiendo la cuestión de las posibilidades de rehabilitación del reo?
En cualquier caso, detengámonos en el siguiente extracto de una noticia real
publicada en prensa:

“Es la víctima número 33 de la violencia machista en lo que va de año en


España. La Guardia Civil investiga la muerte de una mujer de 66 años a manos
supuestamente de su marido, un hombre de 71 años que se ha ahorcado
después de cometer el crimen con un hacha, según nos han informado fuentes
del instituto armado.”66
.
A nosotros no “nos salen las cuentas”… ¿Acaso el marido no es sino otra
singular víctima más de esa violencia desatada?... ¿Tan descabellada resulta
esta perspectiva alternativa? Si admitimos finalmente ese heterodoxo enfoque:
¿Lo seguiríamos asumiendo de no haberse suicidado después?... ¿Sólo con la
muerte se alcanza la condición de “víctima”? En caso de que el delito descrito
hubiese sido cometido solamente en grado de tentativa: ¿Podría la “víctima”
superar completamente tal experiencia sin contar en absoluto con el “agresor”?...
¿Resulta sensato y operativo hablar de reconciliaciones unilaterales?... ¿Cabría
la posibilidad de resolver favorablemente una mediación suscribiendo un
acuerdo sin escuchar siquiera a la otra parte?

66 Noticia fechada el jueves, 14 de septiembre de 2017 en el diario “20 minutos”, edición digital.

87
Consideramos honestamente que la mediación debería adquirir un rol muy
activo al objeto de hallar posibles respuestas a tales interrogantes y asumir un
gran protagonismo a la hora de gestionar las consecuencias derivadas de tales
soluciones.

LA RELACIÓN ENTRE POSICIONES EN UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA

En realidad, si examinamos detenidamente cualquier disputa o tensión


interpersonal nos daremos cuenta de cuán complicado (por no decir imposible)
nos va a resultar determinar quién la originó. Todos suelen poseer parte de razón
en el asunto... Tanta como responsabilidad en su formación y en su posible
resolución...

Si en una reunión alguien increpa a otro por interrumpir un discurso que ya


duraba demasiado y éste, a su vez, se siente molesto por acaparar el otro el
debate: ¿Quién ha de pedir perdón? ¿El que reprochó la intervención a
destiempo o el que, harto de esperar, interpeló sin aguardar a que le tocase
hablar, molestando así al ponente que, a su vez, estaba abusando del turno de
palabra?67

Si me reprochan mi falta de colaboración debida a que me estoy sintiendo


forzado a actuar: ¿Quién debe disculparse? ¿Yo por no prestar la suficiente
ayuda o el otro por echarme en cara tal comportamiento tratando de obligarme?
Nuestra forma mental nos condiciona a pensar de manera lineal o secuencial,
siguiendo el tradicional patrón causa-efecto. Sin embargo, tal esquema
constituye una manera excesivamente simple de analizar la realidad de un
suceso particular. Lo que habitualmente ocurre, como ya hemos comprobado
anteriormente, es que los detonantes suelen ser múltiples y concomitan entre sí
de manera simultánea. No obstante, imbuidos sin remedio en la subjetividad de

67 De hecho, el mejor antídoto para no ser interrumpido cuando uno habla es ser breve.

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nuestras conciencias, existirá únicamente una línea temporal que ordene los
hechos cinematográficamente. Por supuesto, desde un emplazamiento
alternativo, la sucesión de acontecimientos será distinta. Para aquel que le llamó
la atención al otro, el conflicto comenzó cuando le interrumpió. Sin embargo, para
ese otro, el que aquel empezase a extenderse en exceso fue lo que generó, en
realidad, la polémica.

Por otro lado, los comportamientos no se expresan aisladamente o en


abstracto sino siempre en relación con los de otras personas que, a su vez,
despliegan sus propias pautas en función de nuestros particulares
emplazamientos y viceversa. Es decir, en la práctica, las conductas de los
diferentes individuos se organizan a modo de piezas que se acoplan
morfológicamente entre sí, formando una especie de “rompecabezas” dinámico.

Sería muy normal, por ejemplo, que un profesor adoptase posturas severas
y autoritarias frente a una clase en la que detectase ciertas actitudes rebeldes,
contestatarias o desafiantes y, paradójicamente, sería esa misma posición
concreta, por parte del docente, la que, a su vez inconscientemente, las estaría
fomentando entre su alumnado.

En la práctica ese binomio "autoritario/rebelde" operará en el tiempo como un


condensador acumulando carga emocional negativa hasta que en determinados
momentos se libere bruscamente en forma de conflictos coyunturales. Cuanto
más severa sea la actitud manifestada por el profesor, más indisciplinado se
mostrará el alumno ante él y viceversa.

Nos hallamos pues ante una "bomba de relojería" donde, tarde o temprano,
un alumno, por simple despiste, hablará con otro mientras el profesor explica
algún concepto y éste lo percibirá como una falta de respeto hacia su persona,
por lo que, sin ánimo alguno de herir sus sentimientos le mandará callar, no
obstante, de una forma un tanto expeditiva. El estudiante, por su parte,
reaccionará seguramente reprochando lo que él considera una manera

89
excesivamente agresiva de dirigirse hacia él, lo que el profesor interpretará, a su
vez, como un desafío hacia su autoridad y optará por expulsarlo de la clase.

Este es precisamente el mecanismo que produce la escalada en los conflictos


cuando evolucionan sin ningún tipo de intervención consciente.

Si ante una mirada ajena permanentemente suspicaz intentamos aclarar todo


lo que hacemos:

¿Cómo creen que reaccionará el otro frente a tantas explicaciones?

Desde este enfoque amplio, concluimos, entonces, que los conflictos se


hallan asociados a la formación de determinados complejos conductuales, con
múltiples y biunívocas implicaciones, en los que dos o más comportamientos se
asocian retroalimentándose entre sí. Tal y como venimos constatando, el
concepto circular integrado en el estilo de mediación desarrollado por Sara Cobb
se aproxima mucho a esta idea, pero centrándose casi exclusivamente en las
distintas perspectivas del conflicto. Nosotros entendemos que esa completa
conexión entre la conciencia y el mundo, establecida mediante la intencionalidad,
se expresa en un conflicto en el sentido en que uno toma al otro enteramente
como parte de su mundo objetivándole por completo y viceversa. Por
consiguiente, las influencias mutuas no son meramente circulares y se
manifiestan articulando toda una red de implicaciones recíprocas que recogen
todos los aspectos posibles tales como comportamientos, actitudes, propósitos,
necesidades… Etc. En esencia, según se desprende de aplicar el método
estructural dinámico en el plano medio o de relación, todo se articula mediante
pares de acción/reacción y su formación guarda una estrecha relación con
nuestra habitual torpeza a la hora de compartir nuestros sentimientos con los
demás. El que nos embargue la emoción y se agite nuestra respiración suele ser
el pertinaz e ineludible preámbulo a una pérdida significativa de reversibilidad.
Responder en caliente mediante una reacción mecánica supone siempre un
grave error en lo que a gestión de conflictos se refiere. No obstante, partiendo

90
de un bloqueo empático previo es muy normal que expongamos nuestras
emociones con una carencia total de asertividad y así le explicamos a nuestro
interlocutor lo que nos ocurre de un modo excesivamente agresivo. Eso es
registrado violentamente por el otro reaccionando, lógicamente, de una manera,
a su vez, defensiva.

GÉNESIS DE LA RESPUESTA AGRESIVA

Es cierto que poseemos una base biológica con un funcionar similar al resto
de seres vivos y, por consiguiente, aún mantenemos ciertos mecanismos
instintivos de respuesta. Sin embargo, tal hecho nos puede influir, pero en modo
alguno determinar desde el momento en que cualquiera de nosotros, tal y como
hemos observado, puede retardar o diferir qué respuesta dar en un momento
dado, sin necesidad alguna de actuar de un modo inconsciente o automático.

Si el hombre ha llegado hasta aquí no ha sido gracias a potenciar simples


reflejos sino elaborando respuestas cada vez más inteligentes y complejas, tales
como la cooperación, que originó el lenguaje y posteriormente, con la escritura,
amplificó el registro histórico. Si hemos de reconocer alguna tendencia "innata"
o perpetua en el ser humano es precisamente esa y no la de enfrentarse los unos
con los otros tal y como afirmaba Hobbes68, fruto probablemente de un espíritu
atormentado y resentido.

Al igual que ocurre en el desarrollo embrionario y en general con cualquier


proceso evolutivo, la génesis de estructuras nuevas no desecha completamente
las antiguas. La invención del televisor no elimino la radio de nuestras vidas y la
complejidad creciente del sistema nervioso en la evolución de los organismos
tampoco suprimió elementos originarios tales como nuestro antiquísimo cerebro
reptiliano, diseñado básicamente para proteger a la especie. Así, cuando nuestro
abuelo cavernícola intuía un peligro al acecho, todo él respondía de manera

68 Alusión a su famosa cita de “El hombre es un lobo para el hombre”.

91
refleja con un automatismo adquirido y alojado en esta región del cerebro El
sistema nervioso del ser humano ha ido evolucionando, pero ante una supuesta
amenaza, seguimos, al igual que nuestros antepasados trogloditas,
respondiendo por inercia mecánica de la misma forma:

Al hilo mismo de esta cuestión debemos considerar también que, mantener


la atención permanentemente en todo lo que hacemos, supondría un derroche
energético que no nos podemos, en modo alguno, permitir. Es más, con lo
despistados que solemos ser, cualquier día nos olvidaríamos, por ejemplo, de
bombear sangre al cerebro, nos desmayaríamos y moriríamos por descuido. En
tal situación los automatismos son, más que necesarios, imprescindibles.
Gracias a ellos nosotros, los pilotos, podemos, si alguna circunstancia lo
requiere, reorientar nuestra atención hacia alguna tarea más importante o
significativa. Si debemos dirigirnos, por ejemplo, a algún sitio, nos fijaremos
principalmente en el itinerario a seguir, miraremos a ambos lados al cruzar una
calle y a la vez comprobaremos la hora para saber si llegamos a tiempo o, por el
contrario, hemos de llamar advirtiendo de nuestro posible retraso. Mientras todo
eso ocurre, nuestras piernas no paran de moverse y no es necesario, en
absoluto, que atendamos a qué músculos hemos de tensar o distender, en cada
momento. Muchas de nuestras respuestas vertidas al medio son tan complejas
que exigen siempre una buena dosis de rutinaria mecanicidad y tal cosa es
factible gracias a que poseemos registro o memoria de ellas. Algunos de tales
protocolos los vamos incorporamos por mero aprendizaje e imitación a lo largo
de la propia vida, pero otros son prácticamente innatos y se alojan en los recodos
más profundos de nuestro cerebro.

El estrés es un ejemplo de este tipo de reacciones reflejas. Se trata de un


mecanismo de respuesta psicofisiológica que prácticamente todos los
organismos presentan frente a una estimulación adversa con el propósito de
adaptarse a una supuesta emergencia. Este particular acto reflejo permite a los
organismos lidiar con este tipo de inquietantes coyunturas.

92
La respuesta de estrés está regulada, en el ser humano, por el sistema
nervioso central (SNC). La participación del SNC en la reacción de alarma ante
una situación de supuesta amenaza o peligro es de crucial importancia dada la
existencia de mecanismos de aprendizaje y memoria, que también dependen del
SNC, que pueden aumentar, disminuir o incluso eliminar la conducta agresiva
asociada.

Por lo tanto, de estar en lo cierto, la agresividad se relacionaría esencialmente


con un modo irreflexivo y poco atento de actuar por nuestra parte en
circunstancias que recomendarían otro tipo de emplazamiento más consciente y
ello explicaría, por ejemplo, el estrecho vínculo existente entre alcohol, drogas y
violencia, al propiciar esa pérdida de reversibilidad por desinhibición tan
característica del acto violento según estamos advirtiendo.

Son numerosos los estudios que relacionan e imbrican esta reacción de


estrés con el comportamiento agresivo. En individuos se ha observado que el
estrés está estrechamente relacionado con la violencia en el trabajo, escuela y
hogar. En una investigación realizada en Islandia con adolescentes de sexo
masculino de 15 a 16 años, se encontró un significativo aumento en la frecuencia
de conductas violentas, peleas e intimidación, asociadas al incremento en la
exposición a conflictos vitales tales como divorcio, muerte o desempleo de los
padres, fracaso académico y falta de o escaso apoyo paterno. En otro estudio
en adultos jóvenes del sexo masculino en los Estados Unidos de América, la
exposición diaria a conflictos familiares, de trabajo y de tráfico contribuyó al
incremento de la conducta de agresión en el ámbito laboral. Los participantes del
estudio que reportaron niveles elevados de tensión durante su camino al trabajo
(al conducir un vehículo) también tuvieron mayores niveles de conflictividad
(sentimientos de enojo, descontento y actitudes negativas hacia otros) y de
obstruccionismo (impedir la ejecución de otros para dañar su reputación) en el
trabajo.69

69 Extraído de la Tesis “Generalidades psicológicas sobre comportamiento y conducta delictiva. Una


aproximación a la Psicología Criminal y aportes al ejercicio clínico de la Psicología en contextos legales”.
Monografía para optar el título de Licenciatura en Psicología presentada por: Wendy Judith Leiva Ventura

93
Por consiguiente, expresar lo que nos sucede suele convertirse, en la práctica
diaria, en una especie de exabrupto descontrolado en el que, en vez de
manifestar nuestros sentimientos al otro, se los lanzamos con una ausencia
completa de delicadeza y amabilidad.

"Nuestro amigo llega tarde, como suele ser habitual, y le recibimos de la


siguiente manera:

- ¡Otra vez llegando tarde!… ¡Qué cara más dura te gastas!... ¡Ya estoy harto
de andar siempre esperándote como un bobo cada vez que quedamos!... ¡Crees
acaso que no tengo cosas mejor que hacer que estar perdiendo el tiempo
plantado como una maceta en plena calle, aguardando a ver si te dignas en
aparecer!".

En este caso, hemos expresado con meridiana claridad nuestras emociones


al respecto. Sin embargo, no parece ser esa la mejor manera de manifestarlas
si lo que pretendemos, en realidad, es resolver el conflicto en vez de avivarlo.

Si hacemos memoria acerca del caso de nuestro buen amigo, objetivado por
nosotros mediante el personaje del "tardón", es posible que recordemos alguna
ocasión en la que nosotros mismos nos demoramos en llegar a una cita. Si
tomamos por referencia una situación concreta en la que tal circunstancia se dio,
nos daremos cuenta de que aquel día posiblemente teníamos una agenda de lo
más "apretada" por querer asumir todos los compromisos, sin decepcionar a
nadie, y organizamos las diferentes actividades del día sin contemplar márgenes
de ajuste ante posibles accidentes. En tal situación, cualquier imprevisto
acaecido supuso un inevitable retraso por nuestra parte. En general, nadie llega
tarde a propósito y mucho menos con el objetivo de fastidiarnos. Tal y como
venimos observando, en todo conflicto generado en el seno de un determinado
ámbito formado por un conjunto de individuos, los diferentes comportamientos
encajan los unos con los otros. Todos los comportamientos se complementan

94
entre sí formando una estructura compacta, de tal manera que modificando
cualquiera de ellos generamos la necesidad de que los otros también cambien
los suyos y se ensamblen otra vez de una forma diferente. Imaginemos esa
situación tan típica de las oficinas, antes mencionada, en la que un superior
alterado increpa a un subordinado por su falta de eficacia. En el caso de sentimos
avasallados, en algún momento, por alguien que, de modo habitual, se dirige a
nosotros de una manera excesivamente exigente, admitiremos que frente a esa
conducta solemos adoptar defensivamente una actitud justificativa que no hace
sino retroalimentar tan molesto emplazamiento. Si en presencia de esa persona
comenzamos a dejar de quejarnos y protestar, adoptando una actitud más activa,
probablemente deje de presionarnos al carecer ya de sentido sus sucesivos
reproches. Retomaremos esta cuestión más adelante ya que, a partir de esta
idea, es posible desarrollar una estrategia eficaz de resolución de conflictos
personales sin necesidad de que intervengan terceras personas.

ACUERDO CONSENTIDO Y CONFLICTO

Ese crucial principio rector definido mediante el concepto de voluntariedad,


que tanto caracteriza la práctica de la mediación, supone para nosotros una
norma también esencial e incuestionable, aunque por razones más profundas
que guardan relación con nuestra concepción intersubjetiva de la “realidad”. En
cualquier caso, mantener el timón de la mediación firme bajo esa orientación
ética o ideológica nos conduce irremediablemente hacia un tipo de concierto
final, armónicamente consentido, muy específico de este tipo de protocolos y
muy acorde con nuestros planteamientos.

Por consiguiente, cabe preguntarse si, considerando el hecho de que el


consenso es la única vía capaz de propiciar acuerdos conjuntos, superando todo
conflicto más allá de su mera gestión: ¿No deberíamos, por consiguiente,
impulsarlo como metodología referencial también en toda dinámica colectiva?
¿Hemos acaso de esperar a que surjan conflictos para zanjarlos después

95
estableciendo pactos mutuamente satisfactorios? ¿No sería más inteligente, por
nuestra parte, promover preventivamente ese tipo de estrategias de coordinación
conjunta de manera generalizada y ahorrarnos así posteriores controversias?

Consenso y conflicto conforman entre sí sendas caras de una misma


moneda. Si, tal y como demuestra la práctica de la mediación, los conflictos se
resuelven solamente tras alcanzar una solución de consenso entre ambas
partes, no nos ha de sorprender, entonces, que la existencia de compromisos
asumidos, por todas las partes implicadas, sin pleno consentimiento generen, a
su vez, conflicto. Es decir, siempre que una persona se vea forzada, obligada o,
incluso, persuadida, de alguna manera, a realizar algo que no desea o entiende,
al menos, que no es, en estricto, necesario, a buen seguro que se sentirá
cosificada y, posteriormente, usada para satisfacer un propósito ajeno y ello
constituirá irremediablemente el germen de un conflicto, que tarde o temprano
terminará por manifestarse.

Como no tiene mucho sentido preocuparnos por resolver conflictos, por un


lado, mientras continuamos generándolos, por otro, hemos de considerar, muy
seriamente, la posibilidad de empezar a observar el modo en que nos
organizamos y nos coordinamos entre sí cuando actuamos de manera conjunta,
de tal modo que, si aspiramos a vivir en ambientes cada vez menos crispados,
deberemos cooperar más entre nosotros en lugar de competir constantemente.

COMPETITIVIDAD, MEDIACIÓN Y CONFLICTO

El «sistema» en el que nos hallamos inmersos se caracteriza básicamente


por su carácter netamente confrontativo. La desigualdad en grado de injusticia y
el conflicto consecuente, elevado ya a la categoría de violencia, al cristalizarse,
descohesiona progresivamente toda agrupación humana, mientras nuestras
sociedades se deshumanizan paulatinamente convirtiéndose en junglas
darwinistas cada vez más hostiles.

96
Vivimos en un mundo donde la competitividad, que viene a ser la capacidad
de ganar, vencer o “quedar por encima” del otro, sorpresivamente, se ha
convertido en una virtud. Resulta lógico entonces contemplar la posibilidad de
que nuestra actitud habitual no sea la más adecuada ya que la totalidad de
inercias mentales, automatismos adquiridos e ideas preconcebidas apuntan
justamente en la otra dirección. No asumir esta cuestión previa es lo que, entre
otros factores, nos impide relacionarnos, de un modo correcto, los unos con otros
dado que, lamentablemente, nadie nos educó ni preparó nunca para ello sino,
más bien, para todo lo contrario y es precisamente en ese contexto, donde el
conflicto se expresa como evidencia manifiesta de tal dificultad. Por
consiguiente, deberíamos comenzar a asumir y reconocer, en un sano ejercicio
de autocrítica, exento de culpabilidad, pero sin caer en una cómoda
autocomplacencia, que hemos sido moldeados desde la tierna infancia para
competir y no para cooperar. Atendemos casi siempre a lo que nos diferencia y
separa del otro en vez de considerar todo lo que poseemos en común con él y
tendemos a confrontar nuestros respectivos intereses, intentando imponerlos, en
lugar de complementarlos entre sí integrándolos.

Los respectivos posicionamientos en una situación conflictiva se caracterizan


por su marcado carácter competitivo y no podría ser de otra manera porque,
como venimos observando, tal actitud constituye el modo, por defecto, de
emplazarse de la mayor parte de nosotros. En realidad, es esa beligerancia, fruto
de la mutua ubicación usualmente centrípeta, la que origina precisamente el
conflicto. El intentar actuar sobre él sin manifestar interés alguno frente a la
posibilidad de modificar previamente la relación establecida inicialmente,
transformándola de competitiva a cooperativa, acota nuestras aspiraciones al
respecto y nos resigna a fijar como objetivo máximo el propiciar arreglos que
bloqueen o repriman, en cierto modo, una probable escalada que pudiera
terminar con un elevado grado de violencia. Justamente de esa necesidad, surge
la vía judicial e incluso, metodologías alternativas tales como el arbitraje, la
conciliación o la negociación que, al poseer, en sí, un carácter intrínsecamente
adversarial, carecen de la capacidad necesaria para resolver, de forma definitiva,

97
tales situaciones, teniendo que contentarse con establecer meros cauces para
evitar así que se descontrolen, acarreando peores consecuencias. No obstante,
entendemos que la mediación sí que contempla seriamente la conveniencia de
reconstruir el deteriorado vínculo existente entre las partes como paso previo
dentro del proceso y es ese particular detalle el que posibilita zanjar del todo
cualquier polémica, colocando a los mediados en una situación final incluso
mejor que la de partida, empleando el conflicto de una manera proactiva,
impulsando, de ese modo, una trasformación que va más allá de los implicados
directamente, pudiendo adquirir una dimensión, incluso, revolucionaria. Es decir,
en nuestra opinión, vivimos inmersos en una humanidad enferma de rancia
competitividad y el conflicto permanente no es sino uno de sus más significativos
síntomas. Frente a tal contingencia la mediación y la resolución de conflictos
constituyen, quizás, el más eficaz de los remedios.

LA TIRANÍA DE LA GROSERA VULGARIDAD

A lo largo de la historia, desde la guerra hasta la democracia, se han ido


articulando diferentes soluciones, más o menos sofisticadas, tratando de
resolver el problema de las decisiones colectivas. Pero pese a tanta aparente
variedad, lo cierto es que sea por el poder de las armas, de las urnas o de los
argumentos, la fuerza ha sido siempre el común denominador de todas ellas. De
un modo u otro, los «vencedores» terminan por imponer a los «vencidos» sus
particulares propósitos que sólo a ellos benefician tanto como a otros perjudican,
generando conflictos a cada paso. En definitiva, formas aparte, no hay
demasiada diferencia entre la prehistoria y el siglo XXI en lo que respecta a la
regulación de lo social. Ello evidencia, como en tantos otros aspectos, el enorme
desfase existente entre el desarrollo tecnológico y el humano. Nos sobra
imaginación para construir artefactos que surquen las estrellas, pero para
organizar la vida en común no hemos sido capaces de hallar mejor sistema que
ese que se emplea en la selva que consiste en ver «quien la tiene más grande».

98
En tal situación, no nos cabe otra manera de resolver lo colectivo que
establecer una fría aritmética de intereses particulares que pugnen entre sí por
imponerse unos sobre otros. De ese modo, cuando en el terreno político se
plantean diferentes opciones ideológicas, no se nos ocurre nada mejor que
enfrentarlas entre sí y comprobar cuál de ellas posee un mayor respaldo o
«fuerza». Dada la manifiesta incapacidad de alcanzar acuerdo alguno
debatiendo, las cámaras políticas de representantes no suelen albergar en su
seno demasiadas formaciones políticas para evitar así una ingobernabilidad que
se podría resolver simplemente dialogando. Precisamente, por esa razón
también, todos los sistemas democráticos, a través de sus respectivas leyes
electorales, tienden en general a forzar un bipartidismo alternante a perpetuidad
amparado, a su vez, por el chantaje del «voto útil» y convirtiendo en íntimamente
vergonzante ese supremo acto de expresión de la soberanía popular. De ese
modo, en las democracias actuales, 51 individuos imponen su cosmovisión a los
49 restantes, constituyendo así, parafraseando en parte a Ortega y Gasset 70,
una auténtica dictadura de la mediocridad, antítesis misma de la inteligencia
colectiva, dado que, estadísticamente la excelencia, a diferencia
lamentablemente de la estupidez, suele ser muy exótica.

Llega esta cuestión a ser tan ridícula que el número de miembros de un


comité ejecutivo suele ser impar, o bien se le permite a su presidente poseer un
voto de mayor valor, para evitar así que los posibles empates bloqueen la toma
de decisiones. No importa nada la deliberación conjunta sino la correlación de
fuerzas: ¿Para qué perder el tiempo entonces dialogando?

Solamente así, con la noción de confrontación como telón de fondo del ideario
colectivo, algo tan burdo como la democracia mayoritaria puede aparecer como
el mecanismo más evolucionado que la humanidad haya desarrollado jamás
para conducirse de manera conjunta.

70 La frase exacta que formuló Ortega y Gasset al respecto era: “La democracia no es otra cosa que la
tiranía de la mayoría”.

99
DIVERSIDAD Y BANDOS

Cuando analizamos anteriormente el conflicto aplicando la metodología


propia del Método Estructural Dinámico, fijábamos como ámbito superior las
agrupaciones humanas tales como la familia, trabajo, vecinos, colegio… Etc.
Naturalmente operamos así porque en la mediación nos interesa, en particular,
trabajar a esa escala. No obstante, si giramos el revolver de los diferentes
objetivos y cambiamos de lente en este microscopio nuestro del método,
modificando así la escala de observación, podemos ubicar como ámbito medio
tales conjuntos y entonces la sociedad entera pasaría a ser el nivel más amplio.

Emplazados de ese modo, observamos que una de las mayores grandezas


de la humanidad reside precisamente en su diversidad, pero, en lugar de
enriquecernos gracias a ella, nos acaba generando, dada nuestra falta de
destreza, enormes dificultades a la hora de conciliar tanta singularidad con la
característica dimensión social del ser humano y esa imperiosa necesidad de
actuar siempre de manera conjunta. Precisamente una de las manifestaciones
más evidentes de tal carencia, en ese sentido, es el roce constante y permanente
que, expresándose en forma de conflicto, experimentamos en muchas de
nuestras relaciones cotidianas.

Por otro lado, la consecuencia directa de esa miope gestión que realizamos
al respecto son las sociedades actuales fragmentadas en bloques sectoriales
(obreros contra empresarios, padres contra hijos, hombres contra mujeres...
Etc.). Es tan corta la mirada que, careciendo por completo de imaginación,
muchos, en vez de plantearse fórmulas para trascender esa dinámica fratricida,
optan sin embargo por elaborar sesudos modelos interpretativos de la realidad,
a partir de las actuales circunstancias, sentenciando a perpetuidad esta absurda
situación.71

71Clara alusión al marxismo, ideología que se fundamenta básicamente en el conflicto. “La guerra es la
partera de la historia” (Karl Marx)

100
Avanzar como conjunto siempre a partir de disyuntivas del estilo “sí o no”
descompone poco a poco cualquier agrupación humana72 y esa fórmula que
empleamos, de “la mitad más uno”, para sintetizar posteriormente esa inherente
variedad de intereses que previamente hemos articulado de manera arbitraria
mediante simples dicotomías, lejos de resolver la cuestión, polariza a las
poblaciones, generando bandos en permanente tensión.

El conflicto, además, así comprendido, cansa, agota, divide, y lo peor de todo,


distrae de lo constructivo. Las desavenencias y los enfrentamientos sobrevienen
en realidad por una falta de adaptación a vivir en un mundo diverso, plural,
complejo y completamente alejado de esos planteamientos extremistas que
solemos establecer a cada paso que damos. Asumir esas artificiosas
incongruencias y tratar de superarlas resulta mucho más adecuado que
resignarse a entender las relaciones humanas como un campo de batalla.

Concebir la vida como un existir contra algo o contra alguien resulta


completamente estéril. La vida ha de ser entendida como un proyecto a favor de
interesantes propósitos y no como un sinvivir en un clima de permanente
hostilidad, por muy justas, legales, éticas y “verdaderas” que pudieran ser las
causas.

Intentar superar los aparentes inconvenientes que acarea consensuar


nuestro quehacer conjunto hasta en lo más cotidiano cobra un gran sentido
cuando advertimos que avanzar en esa dirección podría suponer acercarnos a
esa sociedad que la inmensa mayoría de nosotros anhelamos. El consenso se
convierte así entonces en una herramienta esencial para ir perfeccionando un
nuevo modo de relación interpersonal, basado en la cooperación que propicie
escenarios sociales cohesionados en lugar de una humanidad bajo presión
permanente fragmentada por múltiples conflictos de intereses, trascendiendo de
ese modo todo tipo de dialécticas generacionales, de clase o de género.

72
En ese sentido, merece la pena recordar las palabras de Brian Mulldoon: “La tendencia humana natural
a resolver el conflicto eligiendo entre dos posiciones opuestas, puede liberar del desorden interno, pero no
revela la verdad más profunda”.

101
Finalmente, todo ello nos recuerda aquel principio “siloísta” de “negación de
opuestos” que se expresa diciendo: “No importa en que bando te hayan colocado
los acontecimientos, lo importante es que comprendas que tú no has elegido
ningún bando”.73

MINORÍAS, PROGRESO Y CONSENSO

Ya el mismísimo Maquiavelo, uno de los primeros pensadores que analizó


las dificultades del consenso y que no se caracterizaba precisamente por su fe
en la bondad humana, afirmaba, sin embargo, que “si la violencia es coerción, el
respaldo será consenso y legitimidad”.

La vida en sociedad nos conduce inexorablemente a interaccionar con otras


personas ante la ineludible necesidad de compartir espacios comunes. Por
consiguiente, han de existir normas que regulen dicha convivencia o, por el
contrario, todo se transformará en un caos de individualidades operado con pleno
albedrío, sin considerarse los unos a los otros, lo que constituirá una inagotable
fuente de conflictos. En ocasiones, cuando un conjunto humano actúa sin ser
consciente de este hecho, el resultado consecuente es la acumulación
progresiva de situaciones controvertidas que, de manera improvisada, se
intentan paliar luego mediante la adquisición de reglas de un modo reaccionario
y sobrevenido. La urgencia impuesta por la falta de previsión obliga a acatarlas
sin que medie un razonable acuerdo conjunto consentido, lo que genera, a su
vez, nuevos roces y trifulcas. No existe norma alguna que pueda regular
adecuadamente la vida en común si no emana explícitamente de un acuerdo
conjunto. La humanidad entera funciona gracias a una infinidad de mínimos
arreglos que todos en mayor o menor grado aceptamos, que apenas percibimos
y rara vez cuestionamos, al formar parte de la propia cultura, incrustados en los

73Los Principios de la Acción Válida fueron expuestos en una charla por “Silo” en el año 1973 y después
publicados íntegramente en el libro “Humanizar la Tierra”

102
profundos hábitos sociales y formas de vivir. Pero estos compromisos tácitos
adquiridos por los valores, transmitidos y aceptados por la educación y las
costumbres, no bastan. Se necesitan consensos manifiestos y conscientemente
reflexionados y asumidos que vayan tejiendo en el seno de la sociedad una red
de relaciones y espacios de participación para articular proyectos abiertos al
futuro y con objetivos comunes. La validez de cualquier norma ha de ser, por lo
tanto, refrendada permanentemente, reconvirtiendo así toda regla o ley vigente
en acuerdo viable.

Efectivamente el consenso establece un vínculo de solidaridad social y una


reducción de la necesidad de recurrir a la confrontación y al conflicto para
resolver las desavenencias y crear orden. Solamente gracias al consenso, una
sociedad es capaz de alcanzar plenamente una convivencia en paz. Si los
dirigentes no se afanan en generar consensos, los estallidos de protesta e
indignación son mucho más probables, ya que, al margen del proceso de
polarización antes descrito, las minorías que no compartan según que decisiones
sentirán que sus derechos no son reconocidos y existirá una mayor tendencia a
la confrontación.

La antropóloga estadounidense Margaret Mead74 afirmó: «Nunca dudes que


un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos puedan cambiar el mundo. De
hecho, son los únicos que hasta ahora lo han logrado».75 Las minorías, escribió
Goethe a su vez, “son las dueñas de la razón”. La historia nos enseña que
ninguna causa es apoyada mayoritariamente desde un primer momento. Todo
aquello que ha llegado a ser grande alguna vez empezó un buen día siendo
pequeño.

74 Margaret Mead fue una antropóloga estadounidense destacada por sus investigaciones etnográficas en
las décadas de los 20 y 30 en Samoa y Nueva Guinea. Fue pionera en cuestionar la visión sexista biologista
que prevalecía en las ciencias sociales, introduciendo ya en 1935 la "idea revolucionaria" de que, por ser la
especie humana enormemente maleable, los papeles y las conductas sexuales varían según los contextos
socioculturales.

75En 1971, un reducido grupo de activistas canadienses formaron una pequeña organización para llevar a
cabo una protesta y evitar así que los Estados Unidos llevara a cabo una segunda prueba nuclear en Alaska.
Ese fue el germen de lo que hoy conocemos como “Greenpeace”.

103
Por consiguiente, las retaguardias de hoy podrían resultar ser las
vanguardias de mañana e impedir su normal desarrollo supondría retrasar el
proceso evolutivo social.

Los momentos más difíciles por los que ha atravesado la humanidad son
precisamente épocas en las que el autoritarismo ha asfixiado cualquier
alternativa de cambio deteniendo con ello el reloj histórico.

Precisamente, en las sociedades occidentales actuales, el envejecimiento


progresivo de la población, debido a las bajas tasas de natalidad, nos da como
resultado la paradójica situación de que aquellos que apenas poseen ya un futuro
por delante deciden como será éste para aquellos condenados
irremediablemente a padecerlo.

De más está señalar que el único mecanismo de coordinación conjunta capaz


de preservar las minorías, reconociendo la importancia que en realidad poseen,
es el consenso. El método de la votación mayoritaria, por el contrario, supone un
auténtico rodillo que homogeneiza uniformemente las sociedades aplastando
toda divergencia y, con ello, la expresión de matices que, sin duda, enriquecerían
cualquier acuerdo final.

CUANDO HABLAMOS DE CONSENSO… ¿A QUÉ NOS ESTAMOS


REFIRIENDO EN REALIDAD?

El consenso, contrariamente a lo que cabría suponer, no es simple


gregarismo, en el que se juntan las personas como masa para fabricar
artificialmente una identidad. La masificación es lo contrario del consenso y
conlleva manipulación y despersonalización. Para constituir óptimos consensos
se necesitan, sin embargo, personas libres, tolerantes, dialogantes, abiertas y lo
más importante, diversas.

104
Por ese motivo, el consenso no constituye solamente una alternativa más a
la hora de tomar decisiones, obviando con ello todo un conjunto de prácticas de
elaboración conjunta que forman parte de dicho proceso, en el que el acuerdo
general final no es sino su expresión última o conclusión. Se trata, en realidad,
de un modo de construcción colectiva en el que los diferentes individuos
cooperan entre sí en lugar de competir con el fin de adoptar acuerdos que, en
definitiva, a todos afectan. Por consiguiente, resulta imprescindible establecer un
ámbito solidario generalizado previo sin el cual dicha síntesis conjunta resultaría
del todo inalcanzable. No es posible debatir una cuestión de cualquier manera y
pretender luego alcanzar un consenso como colofón. Hemos de entender el
consenso más como una forma de trabajo en equipo basada en el intercambio
constructivo de ideas y no en la confrontación de opiniones, tal y como
acostumbramos a proceder con demasiada frecuencia.

El consenso tampoco es un concurso de ocurrencias y, por lo tanto, no


consiste en elegir entre A, B o C. El propósito último es elaborar, entre todos y a
partir de ellas, una nueva y mejor alternativa (D) con los elementos comunes que
poseen, mas otros añadidos que permitan trascender las aparentes
divergencias, aglutinándolas y relacionándolas entre sí.

Hoy se habla con frecuencia de consenso, pero no se entiende bien en que


consiste. Muchos creen que se trata de un método mediante el cual un grupo de
personas discuten entre sí hasta lograr que todos piensen igual. O bien que la
estrategia a seguir es que cada uno de ellos vaya cediendo progresivamente en
sus pretensiones iniciales con el fin de llegar a un acuerdo de mínimos con el
que nadie se sienta del todo cómodo. También suele ser frecuente confundir
unanimidad con consenso, ya que comparten aparentemente un destino similar,
transitando por senderos completamente diferentes. La unanimidad no precisa
necesariamente de un fecundo intercambio de opiniones como preludio. La
impaciencia por alcanzar un acuerdo, la coerción grupal o presión de conjunto,
la formación de grupos escasamente diversos con compositivas sesgadas que
comparten un interés común, el pensamiento sectario o la mediocridad extrema

105
promovida por el pensamiento único son todos capaces de fraguar acuerdos
unánimes sin constituir por ello un verdadero consenso.

Es más, de producirse un pronunciamiento unánime ocasionalmente en un


intercambio inicial de opiniones, convendría esquivarlo, asumiendo alguno de los
presentes el rol de «abogado del diablo» al objeto de abrir el debate,
enriqueciéndolo con nuevos puntos de vista, tal y como acostumbra a hacer el
Vaticano, a través de la figura del «promotor fidei» en los procesos de
beatificación.76 Como decía Einstein: «Una velada en la que todos los presentes
estén absolutamente de acuerdo es una velada perdida».

Hemos de considerar, por consiguiente, esa capacidad de coacción tácita


que un conjunto de personas posee siempre sobre la opinión de un simple
individuo, tal vez debida a ese miedo a quedar en soledad al que apelaba Formm
para explicar este tipo de manifestaciones.77 Experimentos realizados por
Solomon Asch en 1951 demostraron significativamente el poder de la
conformidad del grupo. El objetivo explícito de dicha investigación era estudiar
las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a
someterse a las afirmaciones del grupo cuando estas son contrarias incluso a la
realidad. Se encontró que aunque en circunstancias normales los participantes
daban una respuesta errónea el 1% de las veces, la presencia de la «presión de
grupo» causaba que los participantes se dejaran llevar por la opción incorrecta
el 36.8% de las ocasiones.78 En un proceso deliberativo de carácter consensual,
todas las opiniones han de ser consideradas por igual, con independencia del
apoyo colectivo que reciban en el momento de ser formuladas, concluyendo con
un acuerdo generalizado en el que absolutamente todos se sienten incluidos,
minimizando así la influencia del efecto descrito. Sea como fuere, el objetivo

76El «promotor fidei» se encarga, en los procesos de beatificación, de recopilar pruebas en contra del beato
propuesto para ser canonizado. Es una especie de fiscalía divina.

77 Del libro “Miedo a la Libertad”.

78 Los participantes, todos cómplices menos uno, estaban sentados en la sala de una clase en donde se
les preguntaba si una línea era más larga que otra, cuáles tenían la misma longitud, etc. Los cómplices
habían sido preparados para dar respuestas incorrectas en los tests y determinar si ello influía en las
respuestas del otro estudiante.

106
principal del consenso no es la unanimidad sino la unidad. Goethe decía al
respecto «No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si
marchamos juntos por el mismo camino».

En lo relativo al consenso, muchas veces se habla también de fijar el nivel


porcentual del mismo presuponiendo que resultará utópico alcanzar un
posicionamiento común completo. Un acuerdo del 80% o 90% no es sino una
mayoría holgada y en ningún caso un consenso ya que, por definición, éste
nunca puede ser parcial. Resulta frecuente escuchar o leer la expresión: “existe
un amplio consenso…” Los consensos no son ni amplios ni estrechos… Son o
no son…

La confusión entre mayorías cualificadas y consensos radica en suponer que


la práctica democrática es, de alguna manera, una aproximación al consenso
cuando en realidad constituye su verdadera antítesis al partir de una
confrontación entre partes.

En realidad, no existe mejor manera de abortar una prometedora deliberación


que someterla al dictamen de la mayoría. Por supuesto que en un proceso
consensual se vota, pero solamente para sondear el grado de aceptación de una
determinada propuesta y jamás para adoptar una decisión final al respecto.

A veces, se suele apelar a la fórmula incongruente del consenso parcial o


imperfecto cuando subyace la sospecha de que un sector minoritario pudiera
poseer la intención de bloquear cualquier acuerdo posible. Esto se conoce como
la «paranoia del saboteador» y si tal fuese el caso, se debería reconocer, con
absoluta honestidad, que no existe aún, en el seno del grupo en cuestión, la
suficiente confianza ni la adecuada actitud conjunta como para desarrollar
procesos consensuales.

En definitiva, tal vez dialogar colectivamente sobre cómo superar las


dificultades que ser presentan resulte más útil que pervertir el método

107
acomodándolo al nivel de inmadurez existente, sobre todo porque ello denota
además una manifiesta incapacidad para trabajar en equipo que, de no
resolverse, comprometerá a futuro la dinámica colectiva.

Cabe destacar, además, que el veto no puede, en ningún caso, poseer un


carácter incondicional y siempre ha de ser motivado y tendente al acuerdo.

No obstante, hemos de tener cuidado con no confundir disensos reiterados e


irracionales con legítimas discrepancias que aspiran a ser resueltas. La práctica
del consenso puede también conducir a cierta dinámica patológica cuando se
produce cierto desaliento a la hora de expresar opiniones contrarias que
pudieran quebrar un inminente acuerdo al parecer asumido ya mayoritariamente.
Esto puede llevar a una situación conocida como «conformismo grupal» en la
que cada participante cree que cierta estrategia es mala, pero nadie está
dispuesto a expresarlo abiertamente porque se tiene la impresión errónea de que
los demás miembros del grupo, sin embargo, la apoya. El caso general que nos
ocupa puede perfectamente extrapolarse a un juego del tipo «suma no nula» 79
y, en función de las diferentes estrategias desarrolladas por cada uno de los
individuos que conforman el grupo, es factible presentar el siguiente esquema a
modo de «matriz de pagos»:

79En realidad, la opinión del que suscribe, es que todos los casos prácticos son de “suma no nula”… Los
que no lo son, suelen ser abstracciones ideales que no se corresponden con ninguna situación real.

108
Presuponiendo igualmente un comportamiento lógico, existiría un «Equilibrio
de Nash» determinado por la metodología conjunta de la negociación y un
«Óptimo de Pareto» identificado por el acuerdo consensuado. Lo primero que
llama poderosamente la atención es que, curiosamente, cuando nos
enfrentamos a la encrucijada de seleccionar la mejor estrategia para adoptar una
decisión conjunta, haciendo un verdadero alarde de irracionalidad, nos
decantamos casi siempre por la votación. Es como si en el caso del «Dilema del
Prisionero» eligiésemos zanjar la cuestión tirando una moneda al aire para ver
quien delata a quién. Si, tal y como hemos advertido con anterioridad, lo
conveniente es decidir entre el «Equilibrio de Nash» o el «Óptimo de Pareto» en
función del grado de confianza existente y se supone que el ámbito objeto de tal
elección es un equipo lo bastante cohesionado como para que su interés se
oriente claramente hacia el bien común, no nos quedará más remedio que asumir
el consenso como la manera más adecuada de conducirse colectivamente en
tales circunstancias. Es más, albergar algún tipo de reserva en ese sentido nos
obligaría a reconocer que el nivel de confianza mutua adquirido, en el seno del
grupo, no es el adecuado ¿Se asociarían ustedes con gente de dudosa lealtad
a los objetivos comunes, sospechosa de conducirse exclusivamente por
intereses particulares? Pues precisamente para prevenir que tal cosa suceda, el
mejor antídoto es decidirlo todo mediante consenso que es donde naufragan los
egoísmos y lo único que sobrevive es el bien común o, en caso contrario, asuman
entonces la cruda realidad de no constituir equipo alguno más allá de ser un
mero agregado de individuos movidos por íntimos y oscuros deseos personales.

De todo lo expuesto se deduce que resulta en extremo complicado, desde el


emplazamiento mental que subyace en el marco del actual «sistema»,
comprender lo que el concepto “consenso” supone o significa. De ahí su
vocación marginal dadas las reticentes dificultades que, hoy en día, entraña la
vocación de usarlo de una manera generalizada. Para asimilarlo correctamente,
debemos hacer el pequeño esfuerzo de observarlo ubicados en un modelo social
ideal donde lo colectivo no emerge a partir de la sumatoria de las confrontaciones

109
individuales, como ocurre hoy en día, y asumir el consecuente compromiso
necesario para que alcance a constituirse como referente en cualquier
elaboración colectiva y desarrollar, de ese modo, principios fundamentales que
cimienten una sociedad más justa, humana y libre de conflicto.

De ahí en concreto, de observar el consenso en función del paradigma


psicosocial actualmente vigente, emana la generalizada confusión de considerar
que una mayoría abultada es, en cierto modo, una aproximación al consenso,
entendiendo a éste como una convergencia total o completa, lo que le hace
aparecer, a su vez, como una utopía casi irrealizable, asequible únicamente a
través de un resignado proceso de negociación. Desde el actual “sistema” sólo
vemos las flechas negras apuntando hacia fuera80 y percibimos el consenso
como un techo inalcanzable cuando en realidad constituye la base sobre la que
se asienta un “sistema” alternativo y evolutivamente superior, al que podríamos
perfectamente encaminarnos avanzando con decisión por esa vía. Sin embargo,
nos cuesta mucho comprender la profunda diferencia entre el consenso y otras
fórmulas de coordinación colectivas porque la perspectiva instalada es
cuantitativa y no nos permite observar que nos hallamos frente a una disyuntiva,
en realidad, de carácter cualitativamente diferente.

El dilema consiste en elegir previamente entre cooperar o competir, pero para


colaborar hemos de abandonar antes la senda de la confrontación donde
actualmente nos hallamos inmersos o, empleando una terminología informática,
deberemos reiniciar el sistema seleccionando otra opción por defecto.

Por esa ruta sólo es posible transitar a través de la votación, de las mayorías
más o menos numerosas e, incluso, de la negociación, en la que se continúa,
aunque de una manera más sutil, pujando en contra del otro en aras de
salvaguardar los propios objetivos.

80 En alusión al dibujo ambiguo de las flechas previamente expuesto.

110
No obstante, si aspiramos a trabajar consensuadamente, no queda otro
remedio que desviarnos.
NEGOCIACIÓN(100%)
MAYORÍAAMPLIA(70-90%)
MAYORÍASIMPLE (50%) CONSENSO

CO
NF
RO ÓN
NT CI
AC ERA
IÓ OP
N
CO

Procediendo a partir de una dialéctica de confrontación, que es el mecanismo


inercial al que estamos acostumbrados, el consenso no es que resulte difícil de
alcanzar; es radicalmente imposible. Sin embargo, trabajando con los diferentes
posicionamientos de una manera alternativamente complementaria, no sólo es
factible, sino que no resulta excesivamente complicado.

Lógicamente, lo dicho en relación con las distintas maneras de afrontar la


coordinación colectiva vale también, por supuesto, para las diferentes
metodologías alternativas de resolución de conflictos. La conciliación, el arbitraje
y también la negociación, se circunscriben dentro de una dinámica de
confrontación entre partes, mientras que la mediación es, de momento, la única
estrategia que circula por la vereda de promover la mutua cooperación como
mecanismo impulsor a la hora de concretar un acuerdo final.

Por consiguiente, el consenso y la mediación, desde un punto de vista


estrictamente ortodoxo, precisan ambos expresarse en escenarios conjuntos
colaborativos en los que todo se resuelve trabajando en equipo y cooperando
entre sí. Por eso precisamente su implantación progresiva podría acarrear
consecuentemente un cambio de paradigma y de ahí la extrema necesidad de,
pese a las dificultades, impulsarlo dado que nuestro desarrollo podría, incluso,
depender de si somos o no capaces de cambiar la cultura del YO actual, que ha
agotado ya toda expectativa de futuro, por la cultura alternativa del NOSOTROS.

111
DINÁMICA ASAMBLEARIA Y MEDIACIÓN

En el seno de una asamblea, algunos participantes deben adoptar diferentes


roles y funciones en aras de lograr un correcto y provechoso funcionamiento de
la misma. Tal necesidad radica en nuestra falta de habilidad a la hora de
coordinarnos para asumir y organizar tareas conjuntas. Porque a tenor de las
actuales circunstancias, suponer que los integrantes de una reunión cualquiera
van a escucharse atentamente los unos a los otros respetando a la persona que
habla sin interrumpirla, es una solemne ingenuidad y si alguien no se encarga de
organizar los turnos de palabra, todos acabarán seguramente hablando a la vez.
Solamente en la medida en que ese equipo de trabajo vaya adquiriendo la
suficiente madurez y habilidad, cabe la posibilidad de que tales funciones o
responsabilidades puntuales, desempeñadas por personas concretas vayan
siendo asumidas por el conjunto, apoyándose en algún sistema de comunicación
interno, previamente acordado, que lo permita. Ello exige un gran bagaje previo
de experiencia acumulada por parte del grupo y entre tanto, nos resultará
ineludible la necesidad de afrontar que determinados miembros desarrollen
tareas singulares que permitan un devenir mínimamente eficiente del proceso.
De todos esos cometidos particulares, el de facilitación81 es el más complicado
e importante por lo que debería ser acogido por el conjunto en último lugar. Las
personas designadas para ello han de poseer un buen nivel de conocimiento y
destreza del proceso mediador en sí y sería muy deseable que hubiesen recibido
instrucción previa al respecto ejerciendo antes de aprendices de un mediador o
facilitador con experiencia.

Coherente con los principios de la mediación, el facilitador ha de ser una


especie de guía u orientador imparcial y para el buen desempeño de su misión,
no debe expresar ninguna opinión particular sobre los contenidos y tampoco ha
de intervenir en la discusión como participante. Liderará todo el proceso, pero
sin perder de vista que el verdadero protagonista es el grupo.

81 Empleamos el término “facilitación” para distinguir tal actividad de la desarrollada en la resolución de


conflictos que denominamos “mediación” pero esencialmente se trata de la misma labor, realizada en
circunstancias diferentes.

112
El facilitador sirve a la voluntad del grupo. Por consiguiente, en cualquier
momento el equipo puede optar por escoger uno nuevo.

Básicamente el facilitador ha de asegurar que se respete la agenda acordada,


evitando, sobre todo, divagaciones o dispersiones que impliquen que la
discusión se salga de tema. Velará también por mantener el clima cordial logrado
en el inicio y anotará todas las opiniones vertidas, relacionándolas entre sí y,
extrayendo los elementos comunes, ayudará al grupo a adoptar acuerdos,
buscar soluciones o propondrá directamente fórmulas concretas para superar las
diferencias. Para ello podrá sondear reiteradamente al grupo mediante
votaciones no vinculantes al objeto de comprobar el grado de acuerdo
provisional.

El facilitador posee muchas características comunes con el clásico


moderador de debates, pero se diferencia sobre todo en ese rol activo que
asume cuando afloran discrepancias al tratar de formular propuestas
integradoras y estrategias que posibilitan el acuerdo.

La correcta facilitación o mediación de una asamblea se aproxima más a un


arte que a una técnica teórica a recordar o un protocolo de actuación asimilable
por mera reiteración. Pese a dicha dificultad, intentaremos, no obstante, brindar
algunas pautas al respecto que pudieran resultar de utilidad a aquellos
aspirantes a ser buenos facilitadores de asambleas. En ese sentido lo primero
que hemos de asumir es que el consenso requiere de tiempo, dedicación y
paciencia. Contrariamente a lo que se supone en general, ello se debe
principalmente a nuestra falta de práctica y no a que dicha tarea resulte
complicada en sí. De hecho, una discusión puede llegar a prolongarse mucho
más que un diálogo y encima, como ya hemos advertido, resultará
completamente estéril hasta el extremo en que, si el grupo no presenta una
disposición correcta para dialogar en vez de discutir, lo recomendable es ir
directamente, cuanto antes, a la votación dado que cualquier preludio al respecto
nos va a suponer, en la práctica, una absurda pérdida de tiempo y energía. Si el

113
emplazamiento de los integrantes de una asamblea es el adecuado, cada cual
ira exponiendo su respectivo punto de vista y será labor del facilitador ir
complementando todos esos enfoques, concretándolos en una propuesta que
recoja la totalidad de sensibilidades manifestadas. Muchas veces alcanzar
consensos se nos antoja más complicado de lo que en realidad es simplemente
porque confundimos posicionamientos con opiniones. Un «no» es una postura o
una elección, pero detrás de esa conclusión personal, existen reservas,
reticencias y temores que conducen a la persona en cuestión a definirse en tal
sentido. Los posicionamientos suelen ser contradictorios, pero no así las
motivaciones, por lo que el facilitador trabajará especialmente con ellas,
considerándolas todas en ese posible acuerdo formulado. Para ello deberá hacer
gala de una significativa cualidad de la que venimos hablando a lo largo del
presente estudio y que denominamos empatía.

Esta habilidad es la única que nos permite comprender en profundidad puntos


de vista diferentes al propio al internalizarlos, entendiendo así, en esencia, de
donde surgen. Es importante que un facilitador de asambleas sepa empatizar
adecuadamente porque de lo contrario realizará interpretaciones muy
superficiales y simplistas respecto a lo que nuestro interlocutor pretende, en
realidad. Sin empatía advertimos la decisión del otro, pero no las razones íntimas
que la sustentan y es ahí precisamente dónde claramente cabe cierta
confluencia. Las maneras de pensar pueden llegar a ser muy diversas, pero lo
que sentimos nos acerca entre nosotros muchísimo más de lo que nos separa.

Veámoslo a través de un ejemplo:

“- Facilitador:

«El siguiente punto de la agenda trata sobre la elección de los responsables


que desempeñarán funciones... Debemos decidir sobre todo como serán
designados y cada cuanto tiempo...»

114
- Participante 2:

«Opino que la decisión debería adoptarse por consenso entre aquellos que
se postulen...»

- Participante 7:

«Creo que sería mejor que todos rotáramos por ellas obligatoriamente... De
ese modo nadie se identificaría demasiado con su función...»

- Participante 3:

«Considero que asumir una tarea por obligación es contrario a nuestros


principios...»

Muchos participantes manifiestan su aprobación

- Participante 7:

«Desempeñar una tarea a perpetuidad no parece una práctica demasiado


democrática...»

- Participante1:

«Reemplazarle si la está realizando correctamente no resultaría eficaz...»

- Facilitador:

«Bueno... Creo que la mayor parte de nosotros estamos de acuerdo en que


las funciones sean asumidas de forma voluntaria... Respecto a la periodicidad
podría ser flexible y a determinar por el conjunto... ¿Estarían de acuerdo con que
el equipo pudiera revocar cualquier cargo de manera inmediata si no está

115
conforme con la gestión realizada?... En caso contrario, el compañero designado
podría continuar con su labor al entender que es del agrado de todos... ¿Qué les
parece esa solución?».

A continuación, se solicita que se vote para sondear la propuesta y existe


oposición por parte de uno de los presentes.

- Participante 5:

«Opino que esa dinámica nos conduciría a ir formando especialistas


exclusivos en determinadas funciones y la dependencia del grupo respecto de
ellos se iría incrementando con el tiempo. Si por la razón que fuera, nos viésemos
obligados a reemplazarles en tales circunstancias, supondría un comenzar de
nuevo con esa función.»

- Facilitador:

«¿Y qué propones para salir de este atolladero?»

- Participante 5:

«No sé... Tal vez si por cada responsable existiese una especie de
ayudante... Minimizaríamos ese efecto.»

- Participante 8:

«¡Claro!... El resto de los miembros del grupo podría rotar libremente a la hora
de desempeñar esos acompañamientos.»

Todo el mundo expresa su aprobación, alcanzando así un consenso.

116
Acto seguido, se procederá a discutir el siguiente punto del orden del día
siguiendo un procedimiento similar al descrito.”

Si se plantea, por ejemplo, acometer o no una determinada acción conjunta,


la desconfianza y la prudencia de los que se oponen y la ilusión por avanzar de
los que se manifiestan a favor pueden llegar a converger estableciéndose unos
criterios mínimos a considerar que garanticen totalmente la tranquilidad de los
detractores respecto de las reservas planteadas.

Una vez que el facilitador haya elaborado una posible propuesta de


consenso, tal y como comentábamos antes y al objeto de valorar su grado de
aceptación, podrá sondear al grupo, cuantas veces considere oportuno,
mediante votaciones que poseerán un carácter meramente orientativo y jamás
vinculante. Si el facilitador desarrolla bien su función, el nivel de adhesión a la
solución planteada ira incrementándose paulatinamente hasta alcanzar el
consenso.

No es posible estandarizar las diferentes coyunturas con las que un facilitador


de asambleas se puede encontrar, pero sí que cabe la posibilidad de destacar
dos casos muy genéricos y bastante frecuentes.

Si por ejemplo se presentase una situación en la que hemos de decidir sobre


si aceptar o no una determinada cuestión, deberíamos, ante todo, considerar que
concluir todo mediante un «si» o un «no», sin más, nos va a dar como resultado
un acuerdo conjunto demasiado simple y escasamente elaborado. Ya en su
momento comentamos la nefasta influencia que ejerce el pensamiento maniqueo
en el desarrollo de acuerdos consensuados por lo que resultaría muy
recomendable trascender esa pueril morfología mental introduciendo cuantos
más matices mejor. ¿De dónde los extraeríamos? Pues precisamente de los
argumentos expuestos por los detractores ya que su oposición será
fundamentada a partir de determinadas objeciones que se incorporarán al
acuerdo general como requisitos. Entre un «si» incondicional e ingenuo y un

117
«no» cerrado e intransigente caben un sinfín de posibilidades más equilibradas
y sutiles del estilo de «sí, pero...» o «no, salvo que...». Si, por ejemplo, se plantea
la supuesta necesidad, por parte de algunos, de cambiar el nombre a
determinadas calles al rendir éstas cierto tributo a algún personaje, según su
opinión, indeseable de la historia. Los defensores de tal postura suelen aducir
sentirse ofendidos ante el aparente homenaje, del todo inmerecido, que supone
que una vía pública lleve su nombre. Los partidarios de mantenerla tal como está
afirmarán que se trata de una figura relevante que, en modo alguno, se debería
ocultar dado que, para bien o para mal, forma parte de nuestro pasado común.
Además, modificar el nombre de una vía pública acarrea no pocos problemas si
consideramos la cantidad de impresos y guías que habría que cambiar. Si
sometemos esta cuestión a votación, conseguiremos, de entrada, fracturar y
tensionar esa comunidad. Por otro lado, «gane» la opción que «gane», el
resultado siempre será que una buena parte de la población seguirá sin sentirse
identificada con la nomenclatura que finalmente le asignemos. Sin embargo, si
atendemos a los sentimientos que albergan ambas posturas, observaremos que,
en absoluto, son incompatibles entre si. Si la calle en cuestión se llamase, por
ejemplo, «Pizarro» y estuviese situada en Lima (Perú), el añadir a la placa una
leyenda en la que pudiera leerse «Colonizador español que exterminó buena
parte del pueblo inca», tal vez pudiera contentar a todas las partes en conflicto.
Si se tratase de decidir si deberíamos instaurar o no la cadena perpetua, las
reservas de los que se manifiestan en contra girarán seguramente en torno al
derecho de reinserción, mientras que los que se muestran a favor, advertirán
sobre la probable existencia de reos que seguro volverán a reincidir en cuanto
terminen de cumplir su condena. Introducir el concepto de penas orientativas
revisables, incluyendo la de perpetuidad, podría, tal vez, satisfacer a todo el
mundo si simultáneamente establecemos un comité interdisciplinar que valore,
cada cierto tiempo, si el preso está o no completamente rehabilitado.

A veces, sin embargo, nos veremos abocados a elegir entre «A» y «B» y, en
tales circunstancias, advertiremos que no existe un mejor o un peor, en definitiva.
A la pregunta de si es mejor «A» o «B», la respuesta inteligente será siempre,

118
«depende...» Por ejemplo, la polémica que suele plantearse entre medicina
tradicional y oficial se resuelve constatando que cada una es mejor que la otra
en según qué circunstancias, al poseer, ambas, campos de actuación
diferenciados y complementarios. Otra posibilidad para resolver este tipo de
disyuntivas, cuando ambas presentan compatibilidades entre sí, es tomar los
elementos positivos de cada propuesta y combinarlos creando una nueva.
Decidir entre Comunismo o Capitalismo nos coloca entre la espada y la pared,
pero: ¿Por qué no aprovechar el interés por la justicia social de uno y la defensa
de la libertad del otro? ¿Por qué no garantizar los derechos y servicios
fundamentales mediante, si fuese estrictamente necesario, una intervención
estatal y dejar el resto de cuestiones a la iniciativa privada?

Naturalmente existen circunstancias más complicadas por la cantidad de


puntos de vista a considerar. Por ejemplo, a la hora de decidir qué hacer frente
a una determinada dificultad, una lluvia de posibilidades caerá sobre nuestras
cabezas. Ya no será una cuestión de decidir entre «A» o «B»... Ese mayor
cúmulo de enfoques nos coloca en la tesitura de armonizar propuestas más
complejas pero las reglas básicas o procedimientos vienen a ser esencialmente
los mismos. Tal y como venimos observando, posiciones diferentes presentarán
ámbitos de aplicación distintos que, en caso de solaparse, permitirán cierta
integración mutua. Partiendo de tales premisas, es posible fraguar un buen
consenso con independencia del número de posibilidades a asumir. Con estas
pautas básicas ya seríamos capaces de abordar con éxito las coyunturas más
probables y en el caso de vernos ante circunstancias no previstas aquí, una
buena dosis de imaginación y voluntad, a partes iguales, seguramente bastarán.

TRABAJO EN EQUIPO Y CONSENSO

Los equipos multidisciplinares o politécnicos, incluidos los de mediación, son


cada vez más necesarios, dada la especialización creciente en el campo del
conocimiento humano.

119
Si nos propusiésemos como objetivo, por ejemplo, construir un puente, tal
vez nos sintiésemos tentados a recurrir a un brillante ingeniero sin más. No
obstante, si hemos de cumplir con ese objetivo de la mejor manera posible
deberíamos atender también a la geología del terreno donde se construirá, la
dinámica fluvial del río que atravesará, la climatología y pluviosidad del lugar, así
como su posible evolución demográfica para poder dimensionarlo de un modo
adecuado añadiendo, además, un análisis previo del posible impacto
medioambiental y paisajístico sin olvidar, a su vez, un preciso estudio de
financiación y un cálculo de costes.

Llegados a esa situación, no seríamos tan insensatos de decidir cuestiones


tales como la anchura que debería tener ese viaducto sometiendo tal dictamen
a una mera votación, entre los miembros de ese equipo. En lugar de eso,
procederíamos considerando todas las opiniones vertidas desde los diferentes
enfoques representados intentando dilucidar cuál sería aquella anchura más
conveniente en función de todos ellos.

Resulta obvio que cualquier equipo multidisciplinar que se precie ha de


funcionar mediante acuerdos consensuados. Lo que no resulta tan evidente es
que cualquier conjunto humano, dada su intrínseca diversidad, es susceptible de
operar del mismo modo produciendo así lo que se ha dado en llamar “inteligencia
colectiva”.

Imaginemos, por ejemplo, que surge la necesidad de establecer si enterrar


residuos radiactivos en los domos salinos resulta o no una buena idea. 82 Un
geólogo nos ilustrará convenientemente acerca de su origen, estructura y posible
evolución futura dada su inestabilidad pero, desconoce en qué medida la
corrosión de ese medio podría afectar al contenedor de dicho material radiactivo
por lo que deberíamos contar además con la opinión de un químico y, por
supuesto, de un físico que calcule, a su vez, con precisión la capacidad de

82 Alemaniade hecho emplea el domo salino de Gorleben en Baja Sajonia a una profundidad de 900 metros
para almacenar sus residuos.

120
aislamiento que una estructura salina como esa posee frente a una emisión
radiactiva. Si ampliamos el campo a consideraciones no sólo técnicas o
científicas, tal vez necesitemos también un jurista especializado, un ecologista
experto en esos temas, un médico... Etc.

En la situación descrita queda muy claro que ninguno posee un conocimiento


completo del asunto y los diferentes enfoques son todos igualmente válidos y
necesarios.

La pregunta que surge entonces es la siguiente: ¿En qué se diferencia, en


definitiva, un equipo multidisciplinar, como el que hemos explicado, de cualquier
otro grupo de personas que necesitan llegar a un acuerdo?

Planteando así la cuestión advertimos que ambas circunstancias se


distinguen específicamente en el particular emplazamiento de cada uno de los
integrantes. En el caso del equipo multidisciplinar cada miembro sabe, sin ningún
género de dudas, que su conocimiento sobre la cuestión a tratar es parcial e
igual de importante que el que pudiera aportar cualquier otro participante.

Sin embargo, en el supuesto de hallarnos frente a otro tipo de grupo... ¿Acaso


dicha situación inicial no sería básicamente similar sólo que, en el fondo, no
somos del todo conscientes de ello?

Efectivamente, cualquier desavenencia entre dos o más persona puede ser


expresada en términos intersubjetivamente paradojales. Bastará con admitir que
ninguna postura por si sola es capaz de expresar, por entero, la enorme
complejidad que encierra el concepto mismo de «realidad», en todos sus
enfoques posibles, matices y sutilezas. De existir alguien capaz de semejante
proeza, deberíamos sentarlo, de inmediato, en el «Museo de Pesas y Medidas
de París» entre las vitrinas del kilo y el metro. Así, cuando quisiéramos saber
cómo es la «realidad» en sí, bastaría con preguntarle a él. El no considerar esta
cuestión previa es la que, entre otros factores, nos impide trabajar en equipo

121
correctamente dado que, lamentablemente, nadie nos educó ni preparó nunca
para ello sino, más bien, para todo lo contrario.

El trabajo en equipo es un modo particular de articular las actividades


conjuntas de un conjunto humano que implica una interrelación activa entre los
integrantes, que comparten y asumen un objetivo común. Técnicamente
hablando, un grupo no es lo mismo que un equipo. En realidad, el equipo suele
surgir como evolución progresiva a partir de un grupo inicial. En el caso del
grupo, la característica esencial es que, generalmente, todo gira alrededor de un
líder, mientras que en el equipo se produce una diferenciación de funciones,
homogeneizándose el nivel particular de compromiso orientándose todo hacia
una cierta corresponsabilidad. Que los equipos, y no necesariamente los grupos,
pueden llegar a ser más inteligentes que los individuos es algo ya plenamente
demostrado. Uno de los más recientes artículos publicados al respecto en la
prestigiosa revista “Science” es el realizado por Thomas Malone, Christopher
Chabris y Anita Williams Woolley. En su estudio intentan incluso determinar las
cualidades especiales de aquellos equipos que sobresalían sobre otros en
efectividad. Los miembros de los equipos destacados obtenían mejor puntuación
en una prueba llamada «Leer la mente en la mirada», que establecida hasta qué
punto puede una persona hacer deducciones basándose en fotografías de los
ojos de otros. A su vez, en los equipos más “listos”, los miembros contribuían de
forma más repartida a las discusiones en grupo, en lugar de dejar que las
dominaran una o dos personas. Es decir, la diversidad de puntos de vista, que
denota la inexistencia de liderazgos claros pudieran ser las claves del asunto.

Mientras el trabajo en equipo valora la interacción, la colaboración y la


solidaridad entre los miembros, empleando el consenso para llegar a acuerdos
y superar así las posibles diferencias, otras dinámicas colectivas sólo dan
prioridad al logro de manera individual y, por lo tanto, la competencia, la
jerarquía, el individualismo y la división en tareas tan minúsculas que pierden
muchas veces el sentido y desmotivan a las personas con resultados poco
eficientes. Por el contrario, el trabajo en equipo se caracteriza por la

122
comunicación fluida entre las personas, basada en relaciones de cooperación y
de apoyo mutuo. Se centra en un clima de confianza y de apoyo mutuo entre sus
integrantes, donde los movimientos son de carácter sinérgico. Se verifica que el
todo es mayor al aporte de cada miembro. Todo ello redunda, en última instancia,
en la obtención de mejores resultados. Los equipos son un medio para coordinar
las habilidades humanas y generar con acuerdo respuestas rápidas a problemas
cambiantes y específicos.

El término equipo deriva precisamente del vocablo escandinavo “skip”, que


alude a la acción de «equipar un barco». De alguna forma, el concepto evoca al
conjunto de personas que realizan juntas una tarea o cumplen una misión. Su
uso supone también la existencia de un grupo de personas que se necesitan
unas a otras y que se «embarcan» en una tarea común. En síntesis, un equipo
está constituido por un conjunto de personas que deben alcanzar un objetivo
común mediante acciones realizadas en colaboración. Sin embargo, como
venimos advirtiendo, no todo agrupamiento humano implica que se trabaje en
equipo. Aun cuando se actúe en el mismo espacio geográfico, se trabaje para el
mismo programa o coincidiendo en el mismo tiempo, esto no es suficiente como
para afirmar que se está trabajando en equipo, porque ello implica la existencia
de un conjunto de personas que están comprometidas con una finalidad común
o proyecto que sólo puede lograrse con un trabajo complementario e
interdependiente de sus miembros. Es fundamental considerar además que los
equipos están integrados por individualidades con sus propias características.
Es decir, debe reconocerse que no todos los miembros tienen las mismas
competencias, niveles de compromiso, intereses, proyección, etc. Por lo tanto,
debe esperarse de los diferentes miembros aportes distintos.

Un equipo de trabajo no adquiere un buen desempeño porque se halle


compuesto por buenos integrantes, sino más bien porque el conjunto formado
por la complementación de individualidades logra desarrollar una modalidad de
vínculo que genera, a su vez, una red de interacciones capaz de desplegar una
dinámica colectiva que supera los aportes diferenciales. Así, en un equipo

123
consolidado, el todo es más que la suma de las partes; su resultado es
sustancialmente distinto a la simple sumatoria del producto de cada miembro. En
el diálogo entre los miembros de un verdadero equipo no sólo se pueden captar
las diferencias, sino también estimular su expresión. Si bien en un entorno de
equipo conviene a veces acentuar lo positivo, los acuerdos, las coincidencias, un
buen ambiente invitará y posibilitará la manifestación de lo que, inicialmente, se
está en desacuerdo.

El consenso, por lo tanto, se halla estrechamente ligado al trabajo en equipo.


Cuando una organización logra actuar consensuadamente las voluntades de sus
miembros se complementan entre sí y se alcanza así el mayor grado de
coherencia posible. Se desarrolla un propósito común, una visión compartida que
permite aunar los esfuerzos. Superar el espejismo de «sacrificar» cualquier
interés personal queda sobradamente recompensado al constatar que la visión
integrada del grupo se transforma en una prolongación de las respectivas
aspiraciones particulares. Solamente apuntando todos en una misma dirección
se logra la máxima optimización de las diferentes singularidades.

INSPIRACIÓN, INTELIGENCIA COLECTIVA Y CONSENSO

Por otro lado, esa sinergia generada en los intercambios abiertos propia de
un auténtico trabajo en equipo propicia estados inspirados de conciencia. En
plena hegemonía de la cultura helénica o hebraica y hasta que Freud centró su
origen en el conflicto interno, siempre se ha considerado que este tipo de
manifestaciones poseían, sin embargo, un origen divino. De hecho, inspiración
etimológicamente significa «aliento de Dios». Sea como fuere, la opinión
generalizada respecto a este fenómeno es que su comportamiento resulta ser
absolutamente azaroso. Así, en el arte, suele personificarse en la figura de las
musas que caprichosamente entran y salen del alma humana de un modo
completamente impredecible. Sin embargo, esa supuesta espontánea condición
podría evidenciar, en realidad, un profundo desconocimiento acerca de sus

124
mecanismos de acción, al considerarlo como un proceso derivado
exclusivamente de la genialidad personal.

Steven Johnson es un gran divulgador científico que realizó, en su momento,


una investigación, durante cinco largos años, tratando de descubrir cómo surgían
las grandes ideas, para ser así más creativos y capaces a la hora de generar
innovación desde las distintas organizaciones. El enfoque de tal estudio no era
meramente personal, centrándose sobre todo en como influían los espacios o
entornos, intentando con ello extraer algunas pautas comunes. Uno de estos
patrones que el bautiza con el nombre de «corazonada» señala que muchas
“ideas felices” llevan un proceso de maduración que puede durar incluso años.
Sólo cuando existe un encuentro de esas «corazonadas» la idea final surge,
generándose así una perspectiva completa, al complementarse todas ellas entre
sí. La historia de las genialidades parece demostrar que es en ese «choque de
corazonadas» como nacen las mejores ocurrencias que la humanidad ha
desarrollado. Ahora bien, esas «corazonadas» suelen constituir intuiciones
parciales procedentes de personas diferentes que, al ser compartirlas o
debatidas, generan esa gran idea. Eso explica que, por ejemplo, en el siglo de
las luces las cafeterías se convirtieron en auténticos centros de innovación, al
ser lugares en donde se manifestaban ese tipo de sinergias.83 Es de esperar que
el desarrollo tecnológico actual en el campo de las telecomunicaciones
promueva, por las razones expuestas, grandes avances

Por consiguiente, de hallamos en lo cierto, la práctica del consenso, aparte


de ser capaz de revolucionar favorablemente nuestra sociedad, podría suponer
una puerta o camino colectivo de acceso a estados inspirados de conciencia, lo
que nos permitiría adoptar decisiones más sensatas e inteligentes y no
solamente más justas y libres.

83 Del libro “¿De dónde vienen las buenas ideas?” de Steven Johnson.

125
Siempre que se habla de inteligencia colectiva, todos se acuerdan de la
famosa anécdota del buey de Galton.84 Esa historia en la que se intenta averiguar
el peso exacto de un cabestro a partir de múltiples estimaciones individuales. Lo
que, en principio, resulta sorprendente del asunto es que, al calcular la media
aritmética de todas esas cantidades, daba como resultado una muy buena
aproximación al dato real. Con ello se intenta demostrar que la «inteligencia
colectiva» o la decisión de un conjunto es más certera que la de cualquier
individuo por si solo. Sin embargo, imaginemos que pintamos una línea vertical
delante de nosotros. Acto seguido, un significativo número de personas lanzan
una moneda cada una intentando situarla sobre la línea.

Individualmente pocos o ninguno serán capaces de tal proeza. No obstante,


si sumamos las respectivas distancias a la línea de cada moneda en un lado y le
restamos las del otro, obtendremos valores que se aproximan a cero cada vez
más en función del número de lanzadores. ¿Hablaríamos aquí entonces de
puntería colectiva?... En realidad, se trata de un fenómeno estadístico que tiene
que ver con la dispersión de datos en torno a un valor (desviación) y la
probabilidad condicionada (Teorema de Bayes). Es decir, puro azar... Si los
participantes se vendasen los ojos, el resultado sería incluso similar. Una manera
de entender esta cuestión es imaginar que realizamos prácticas de tiro con una
escopeta cuyo punto de mira está mal calibrado ¿Cómo se evidenciaría tal
situación? ¿Cómo diferenciar las consecuencias de dicho defecto de las
derivadas de la falta de puntería? Claramente observaríamos que la totalidad de
disparos efectuados se dispersarían en torno a un valor que no correspondería
con el centro de la diana, tal y como cabría esperar si el arma funcionase de un
modo correcto. Deberíamos, por consiguiente, manipularla hasta lograr que
ambos valores coincidiesen, que es lo que sucedería normalmente ya que, en
tal situación, si convirtiésemos en vectores todas las distancias entre el impacto
y el centro, su componente total sería nula.

84 Francis Galton, primo lejano de Darwin, fue un millonario inglés que adquirió fama internacional gracias
a sus conocimientos en el campo de las matemáticas, la antropología, la lingüística y la geografía le harían
ganar gran fama internacional. En 1906, llevó a cabo ese curioso experimento aprovechando su acceso a
una feria ganadera en el Reino Unido.

126
Por supuesto que la inteligencia colectiva existe, pero es un epifenómeno que
precisamente se genera cuando un grupo comienza a trabajar conjuntamente de
manera solidaria, complementaria o integral y no de manera competitiva como
suele suceder. Obviamente, cien pueden ser más inteligentes que uno, pero si
dialogan entre si en vez de discutir sin escucharse para terminar de zanjar la
polémica con una votación. En tal caso, la mayoritaria mediocridad será la que
triunfe y no así la exótica inteligencia.

CONCIENCIA COLECTIVA Y CONSENSO

Aunque escasamente documentado, parece ser que existen ciertos


precedentes de la práctica del consenso relacionados con sociedades tribales,
Estas agrupaciones indígenas reducidas y homogéneas, sociológicamente
precontractuales o de solidaridad mecánica85 reunían determinadas
características que favorecían el consenso que, en algunos casos ha
permanecido, en su seno, hasta nuestros días. Dicha práctica se manifiesta
siempre mediante elementos de carácter social y espiritual entremezclados,
conformando así esa suerte reiterada de antropología mítica, frecuente en esa
humanidad ancestral en la que aún no se había producido divorcio alguno entre
ambos mundos.

Por otro lado, encontramos también ejemplos modernos que van desde los
grupos alternativos surgidos a finales de los sesenta al abrigo de Mayo del 68,
pasando por parte del anarquismo español durante la Guerra Civil y llegando a
los movimientos emergentes actuales (15M, Occupy Wall Street, 132...Etc.) en
gran medida tributarios de aquellos otros.

Sin embargo, el antecedente histórico más relevante de la práctica del


consenso aparece en un grupo religioso reformista surgido en el siglo XVII en

85
En sociología se entiende por sociedad precontractual o de solidaridad mecánica aquella escasamente
estratificada y en la que aún no existe división del trabajo

127
Inglaterra denominado “Sociedad de Amigos” más conocido como Cuáqueros.
En plena reforma protestante, su oposición frontal a la superficialidad ortodoxa
de la Iglesia cristiana de entonces y su clara vocación no violenta les valió
erigirse en blanco de persecuciones que motivaron su exilio norteamericano,
formando allí discretas comunidades agrícolas. Los cuáqueros parten de la idea
de que lo sagrado anida en el corazón de todo ser humano y que, por
consiguiente, la sinergia colectiva consensual motiva estados de iluminación
grupal o individual capaces de conectar con una suerte de verdad divina.

Todo aquel que haya experimentado ese acuerdo final con el que concluye
un consenso habrá sentido, sin duda, esa euforia colectiva, esa especie de
sinérgica comunión cuasimística que se produce cuando todas las piezas
encajan y el grupo deja de ser un agregado de particularidades para convertirse
en una sólida unidad que late bajo un mismo corazón.

No obstante, en las prácticas actuales de consenso esa suerte de sacramento


cuáquero para establecer contacto con el mismísimo Dios, es sustituido por el
concepto menos religioso de “inteligencia colectiva”.

No obstante, en ambos casos se apela siempre a la necesidad de alcanzar


un estado especial de inspiración (mental o espiritual según el caso) que es lo
que abre la posibilidad de acceder a puntos de vista ausentes inicialmente en el
intercambio de opiniones previo y que tampoco han de derivar necesariamente
de relacionar éstos entre sí.

Imaginemos hallarnos inmersos en un mundo bidimensional. Una mano se


presentaría en ese espacio como cinco secciones más o menos elipsoidales sin
conexión aparente entre sí.

128
Sin embargo, observando su comportamiento conjunto podríamos llegar a
intuir cierta interrelación. Seguramente nos llamaría la atención el hecho de que
esos "individuos" no pudieran separarse unos de otros más de una distancia
determinada o bien que ninguno de ellos pudiese girar sobre sí mismo sin
interferir en el resto.

Sumergidos en un mundo de solo dos dimensiones jamás comprenderíamos


del todo las causas últimas de tales comportamientos, pero quedaría más o
menos clara la existencia de determinadas "leyes" que gobernarían de alguna
forma a éstos "seres" impidiéndoles una total independencia entre sí. Sirva
metafóricamente lo expuesto para entender cómo es posible que, frente a
determinados hechos expuestos por la sociología o la psicología, algunos
audaces autores apunten la posibilidad de que exista una especie de estructura
sutil que enlaza nuestras conciencias.

Por consiguiente, la cuestión de la "inteligencia colectiva" asociada a los


procesos consensuales evidencia, junto con otras experiencias de carácter
psicosocial, la posible existencia de un plano psíquico superior que surge al
trascender la individualidad intrínsecamente subjetiva.

Por ejemplo, desde un punto de vista estrictamente sociológico, da la


impresión de que ese curioso elemento que aflora en todo proceso consensual
que denominábamos “inteligencia colectiva” se asemeja bastante al concepto de
“conciencia colectiva” acuñado por Durkheim y otros, referido a las creencias y
valores compartidos que funcionan como una fuerza unificadora dentro de una
sociedad. Según estos mismos autores, la fuerza de ese acervo común se

129
encuentra separada y es, generalmente, dominante en comparación con la
conciencia individual.86

La expresión “conciencia colectiva” fue acuñada por el sociólogo Émile


Durkheim y es citada en varias de sus obras: Así, Durkheim87 sostiene que el
conjunto de creencias y sentimientos comunes de los miembros de una misma
sociedad forma un sistema determinado que tiene vida propia. Se trataría de algo
completamente distinto y se diferencia completamente de las conciencias
particulares, aunque sólo pueda manifestarse a través de ellas. En ese mismo
sentido, William McDougall considera, de manera similar a como venimos
afirmando, que la mente constituye un sistema organizado de carácter
intencional por lo que toda agrupación humana posee, a su vez, una mente
colectiva derivada de las acciones conjuntas acumuladas por la historia de tal
sociedad, condicionadas, a su vez, por una organización únicamente descriptible
en términos mentales cuya esencia no se halla dentro de la mente particular de
individuo alguno. Las reacciones de una sociedad determinada no pueden ser,
a veces, entendidos por la simple adicción de actos particulares.

Es decir, cuando un individuo piensa y actúa como integrante de una


sociedad concreta, su comportamiento y su manera de pensar son distintos de
cuando obra como un ser humano aislado. Posteriormente, la noción fue
retomada por otros sociólogos y psicólogos como Maurice Halbwachs y Gustave
Le Bon el cuál sostiene que, cuando un conjunto humano articulado en torno a
una idéntica nacionalidad, profesión o sexo se reúne, se configura una especie
de alma colectiva, transitoria e independiente de la razón que los haya reunido,
pero que evidencia una estructura común como ente único.

86 Del Diccionario de Sociología Collins

87En palabras de Durkheim: ”El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los
miembros de una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia: podemos llamarlo
conciencia colectiva o común. Es, pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque
sólo se realice en los individuos.

130
Por otro lado, desde un enfoque psicológico del asunto, cabría también la
posibilidad de establecer un nuevo paralelismo esta vez con el concepto de
“inconsciente colectivo” desarrollado por el siquiatra suizo Carl Gustav Jung,
discípulo de Freud, que sostiene la existencia de un “lenguaje” común a los seres
humanos de todos los tiempos y lugares del mundo con los que se expresa un
contenido de la psique de carácter transracional. Ello se pone de manifiesto, por
ejemplo, mediante la existencia de mitos comunes entre civilizaciones
desconectadas geográfica y culturalmente entre sí. Estos remanentes atávicos
son definidos por él con el término “arquetipos” y expresan básicamente lo más
profundo en un sentido biológico, pero al mismo tiempo espiritual. Se manifiestan
en fantasías y revelan su presencia sólo por medio de imágenes simbólicas.
Suponen en realidad una tendencia a formar representaciones que afecta
posteriormente de manera emocional a la consciencia. La muerte, los demonios,
dragones y serpientes, círculos y triángulos, las “venus prehistóricas”, el ave
como símbolo de liberación y de trascendencia, la peregrinación, el mito del
héroe y una serie larguísima de otras figuras habitan el inconsciente colectivo y
constantemente acuden a la conciencia de una manera perturbadora al no llegar
a ser integrados y comprendidos completamente por ella.

El físico Bohm,88 gran teórico también de las cuestiones relacionadas con la


comunicación advierte, a su vez, la existencia de una especie de sustrato cultural
común.

Finalmente, el fisiólogo inglés Rupert Sheldrake, desde un punto de vista


cuántico correspondiente al planteamiento de Bohm sobre la existencia de un
orden subyacente al explícito, propone la idea, convergente con todo lo
expuesto, de que los sistemas están regulados no sólo por leyes físicas, sino
también por campos de organización invisibles, que él denomina “campos
mórficos o morfogenéticos”89 y que configuran una especie de memoria

88Físico ingles especializado en el campo de la Mecánica Cuántica, conoció a Krishnamurti con quien
desarrolló una profunda amistad lo que le llevó a estudiar otras cuestiones tales como el diálogo.

89En palabras de Rupert Sheldrake "Morfo viene de la palabra griega morphe, que significa forma. Los
campos mórficos son campos de forma; campos, patrones o estructuras de orden. Estos campos organizan

131
colectiva, que explicaría también algunos curiosos fenómenos, inducidos sin
interacción directa (resonancia mórfica) relacionados con el concepto de "masa
crítica", tales como el hecho de que los caballos, hace medio siglo solían
lastimarse con las alambradas en los campos y, sin embargo, en ese corto
periodo de tiempo la totalidad de la especie ha “aprendido” a evitar el alambre
de púas.

La técnica psicológica de terapia colectiva conocida como “Constelaciones


Familiares”90, la génesis y dinámica de los “arquetipos” antes mencionados y la
rapidez en la adquisición del lenguaje, imposible de explicar solamente por medio
de la imitación, según aseguran eminentes lingüistas tales como Noam
Chomsky, constituirían algunos significativos ejemplos de la influencia tácita de
dichas estructuras.

Así que tenemos, por un lado, a los cuáqueros experimentando grupalmente


para alcanzar estados iluminados de conciencia que les conecten con una
supuesta “verdad divina”,

Por otro, a Durkheim y compañía advirtiendo la fuerza unificadora de una


“consciencia colectiva” más allá de lo meramente cultural,

A Bomh identificando una suerte de sustrato cultural común que posibilita el


diálogo.

no solo los campos de organismos vivos sino también de cristales y moléculas. Cada tipo de molécula, cada
proteína, por ejemplo, tiene su propio campo mórfico -un campo de hemoglobina, un campo de insulina,
etc. De igual manera cada tipo de cristal, cada tipo de organismo, cada tipo de instinto o patrón de
comportamiento tiene su campo mórfico. Estos campos son los que ordenan la naturaleza. Hay muchos
tipos de campos porque hay muchos tipos de cosas y patrones en la naturaleza..."

90 La técnica consiste en que el cliente expone su problema al facilitador, que decide cuales son las
personas de su sistema familiar a constelar. No se puede configurar todos los miembros de su sistema
familiar, serian demasiado numerosos: se trata solamente de establecer únicamente aquellos relacionados
con el problema en cuestión. El cliente escoge, entre los asistentes, representantes para los miembros de
su sistema familiar y los sitúa en un espacio determinado. Lo asombroso es que los representantes
comienzan a sentir sensaciones, emociones y pensamientos. Incluso la manera de hablar y moverse,
corresponde a la dinámica relacional y psicológica de las personas que representan: miembros vivos o
muertos del sistema familiar del cliente.

132
También a Jung intentando trascender los límites racionales de la mente
humana zambulléndose en el “inconsciente colectivo”,

A Sheldrake, a su vez, intuyendo la influencia de una memoria colectiva


ancestral que modela el psiquismo mediante una especie de campos invisibles
de acción y, finalmente, a los indignados de Sol maravillados ante los resultados
obtenidos a partir de una supuesta “inteligencia colectiva” que aflora durante los
procesos consensuales...

¿Acaso no se parecen todos ellos a los sabios ciegos del cuento palpando
su particular pedazo de elefante?

Sea una especie de “verdad divina”, una suerte de “conciencia” colectiva, un


sustrato cultural común, algo parecido a un “campo mórfico” o una “inteligencia
superior”... Lo esencial es que la práctica del consenso evidencia una cierta
dimensión holística del asunto. Hasta ahora sabíamos que consistía en algo más
que un simple mecanismo de toma conjunta de decisiones... Hablábamos de un
proceso de elaboración colectiva... Sin embargo, todo apunta finalmente a que
se trata en realidad de un trabajo de carácter disciplinar a desarrollar en equipo.
Una especie de "ouija" encaminada a elevar el nivel de conciencia, inspiración o
lucidez particular y colectiva.

133
FENÓMENOS EMERGENTES Y CAMBIO SOCIAL

Los fenómenos emergentes hacen referencia a aquellos sistemas cuyas


propiedades no son deducibles a partir de las características de sus
constituyentes.
A media que el conocimiento avanza, son cada vez más numerosas las
situaciones en las que, sabiendo de antemano las leyes que influyen en los
elementos de un sistema, no somos, sin embargo, capaces de explicar, a partir
de ellas, su comportamiento como conjunto. Es decir, cada vez descubrimos más
entornos cuyas propiedades parecen seguir un patrón de carácter gestáltico.91

Los seres vivos, por ejemplo, en toda su complejidad y asombrosa capacidad


de adaptación al medio, no son explicables tan sólo con las leyes de la química.
Presentan fenómenos como la evolución, la reproducción y la vida misma, que
no pueden entenderse sólo en términos de moléculas porque, entre otras cosas,
no hay moléculas “vivas”. Igualmente, para comprender la química en su
totalidad no basta con las leyes conocidas de la física porque existen
manifestaciones químicas que no pueden predecirse ni asimilarse solamente a
partir de una descripción física de las partículas. Por supuesto la mente, la
conciencia y la sociedad son también, en ese sentido, fenómenos emergentes.

Es como si al cambiar la escala del análisis hallásemos dinámicas diferentes


e incluso, en algunos casos, contradictorias. De hecho, quizás el ejemplo más
ilustre lo constituyan los dos pilares fundamentales que actualmente cimientan
la física moderna: la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Ambas, en
cierta medida, son incompatibles entre sí pero, a la par, esenciales para
comprender el macrocosmos y el microcosmos respectivamente.

91 Aunque de origen aristotélico, el axioma fundamental con el cual se ha identificado con mayor frecuencia
a la escuela psicológica de la Gestalt es "El todo es siempre mayor que la suma de sus partes”

134
Sea como fuere, lo cierto es que la hipótesis reduccionista, hasta ahora
aceptada tácitamente, hace aguas por doquier y nos obliga a una profunda
reflexión acerca de cómo surgen y funcionan determinados sistemas complejos.

No sabemos gran cosa acerca de la génesis de tales comportamientos


colectivos, pero sucede a veces que determinados cambios en las
configuraciones de sus elementos esenciales hacen que éstos afloren.

Un ejemplo más o menos simple de proceso emergente lo hallamos en las


bandadas de estorninos y cardúmenes de sardinas. En estos casos se ha llegado
a un nivel de comprensión tal que incluso existen modelos matemáticos y
simulaciones por ordenador, como el de Craig Reynolds,92 que reproducen con
bastante precisión y rigor su comportamiento. Sorprende mucho observar el
notable grado de cohesión existente entre sus miembros, pero todavía asombra
más comprobar que ningún líder gobierna los movimientos de cada pájaro o pez
para lograr que se comporten todos como una unidad compacta. Este fenómeno
es conocido con el nombre de "auto-organización" y la clave parece residir en un
concepto denominado “flocado” procedente del inglés "flocked" que significa
unirse o agregarse. Un grupo de pájaros que se comportan como individuos
independientes se manifiesta a gran escala como un conjunto aleatorio. Sin
embargo, si cada uno de ellos asume la idea de volar siempre manteniendo una
cierta distancia con respecto a aquellos que están a su lado, ese caos inicial se
convierte inmediatamente en orden. Es decir, un pequeño cambio en las
relaciones entre los elementos integrantes de ese sistema produce en ese nivel
estructural superior la génesis de un comportamiento completamente nuevo.

Durante el Neolítico, por ejemplo, las agrupaciones humanas eran


básicamente de carácter tribal. Sin embargo, en algún momento, comenzó a
producirse cierta especialización en las tareas a desempeñar y, a diferencia de
lo que ocurría hasta ese momento en el que todo el mundo hacía lo mismo, se

92Craig Reynolds es un informático especializado en gráficos y vida artificial. Trabajó en la película Tron
(1982) y en Batman Returns (1992) y es conocido por la creación del programa Boids (1986), un simulador
del comportamiento de una bandada de pájaros.

135
inició lo que conocemos hoy como división del trabajo. Ese "anecdótico" cambio
generó, no obstante, el fenómeno emergente de las ciudades, las civilizaciones
y los imperios. Curiosamente aquellos insectos (hormigas y abejas) que han
desarrollado también, entre sus miembros, una distribución diferenciada de
labores a asumir, han conseguido establecer, a su vez, grandes colonias. Por
otro lado, la diferenciación celular es, a su vez, la responsable de la aparición de
los seres vivos.

Es muy importante que comprendamos en la medida de lo posible como


funcionan estos procesos si, como parece ser, existe una necesidad creciente
de cambiar el actual modelo. Según lo aprendido hasta ahora una cuestión
fundamental, en todo ello, es el tipo de relación que existe entre los integrantes
de esa estructura que aspiramos a modificar.

Es precisamente esta faceta cualitativa de conexión con un plano superior,


presente en el consenso, la que alimenta nuestra suspicacia ante la posibilidad
de hallarnos frente a un auténtico detonante a la hora de propiciar fenómenos
emergentes en ese nivel, abriendo así un camino concreto hacia ese, tan
ansiado, cambio social. Siempre supimos que tal aspiración debería ser
acompañada con una transformación consecuente de nuestro comportamiento
habitual hacia otros, pero la idea de cultivar el diálogo y el consenso tal vez haya
concretado y precisado lo que hasta ahora era percibido como una mera
vaguedad. En ese sentido, el empleo generalizado de la mediación como
metodología en la resolución de conflictos podría jugar un papel decisivo en todo
este proceso de transformación social e individual, desarrollándola de un modo
principalmente pedagógico que posibilite la implantación de esa necesaria
cultura del diálogo en los ámbitos incluso más cotidianos, incorporando así
técnicas particulares de gestión proactiva de tales circunstancias, por parte de
amplios sectores de la población, que propicien un crecimiento personal
progresivo, que dé lugar, a su vez, a ambientes menos crispados y más
cohesionados. Paralelamente, cabe ir modificando el actual paradigma instalado
en lo que a dinámicas colectivas se refiere basado en la confrontación de

136
intereses particulares por la alternativa colaborativa expuesta a lo largo de este
trabajo articulada a partir de la idea de consenso.

Estamos plenamente convencidos que todo ello podría suponer el empuje


necesario para una desarrollar una auténtica revolución social y una
consecuente modificación de las relaciones interpersonales.

La utopía de una humanidad en paz empieza a precisarse mostrando una


posible hoja de ruta a partir del desarrollo de la labor mediadora, la educación en
la gestión eficaz y positiva del conflicto y el establecimiento de mecanismos de
coordinación conjunta de carácter cooperativo… El “qué” lo sabíamos desde
hace tiempo, pero el “cómo” recién comienza a vislumbrarse.

OBJECCIONES A EMPLEAR EL CONSENSO COMO METODOLOGÍA

Ninguna persona mínimamente razonable se atrevería a cuestionar la idea


de que la mejor decisión colectiva es la que se adopta por consenso. Solo así se
garantiza que todas las opiniones sean tomadas en cuenta y que todos los
integrantes del equipo actúen libremente y sin presión alguna, fomentando así la
cohesión del grupo y favoreciendo la puesta en práctica de los acuerdos
asumidos, dado el alto grado de identificación existente con ellos por parte de
todos, derivada de su elaboración conjunta.

Curiosamente las mayores reservas a desarrollar este método se centran en


cuestiones ajenas a él. Se suele afirmar: «Es muy difícil que un grupo de
personas piense de la misma forma’». En realidad, ya hemos aclarado que la
práctica del consenso se apoya precisamente en la diversidad de opiniones y no,
como suele suponerse, en la homogeneidad o uniformidad.

Por consiguiente, las únicas críticas serias al respecto suelen referirse a las
dificultades que conlleva su práctica y, colateralmente, al tiempo a emplear en

137
su desarrollo. Ambas cuestiones lógicamente se relacionan entre sí y derivan a
su vez de una simple falta de hábito o costumbre.

Tal y como venimos comentando, nuestros nocivos hábitos psicológicos


(afirmación, personalismo, tendencia a diferenciar más que a relacionar... Etc.)
adquiridos durante años en el seno de un sistema caracterizado por la
confrontación favorecen otros procedimientos para resolver lo colectivo a
sabiendas de que constituyen métodos cuyo resultado obviamente es peor.
Desaconsejar el consenso en tales circunstancias es como tratar de defender
que es mejor hacerlo regular que hacerlo bien sólo porque resulta más sencillo.

La más típica objeción suele plantearse afirmando que el consenso demanda


demasiado tiempo porque alarga las discusiones. En tal caso, el problema
concreto radicaría, en sí, en las discusiones, pero resulta que discutir no forma
parte del protocolo consensual ya que el acuerdo final se alcanza dialogando o
complementando opiniones y no confrontando puntos de vista o discutiendo.

Algunos otros sostienen, amparándose también en el factor tiempo, que el


consenso no sirve cuando la decisión exige cierta inmediatez. Pero la conclusión
que cabría extraer en tales casos se refiere más a una ausencia total de previsión
que a una incapacidad inherente del método. Es claro que en mitad de un
incendio no es una buena idea celebrar una asamblea para consensuar como se
va a realizar la evacuación. No obstante, cabe preguntarse por la inexistencia
previa de un plan de actuación en caso de emergencia y si tal protocolo no sería
mejor consensuarlo que imponerlo. En realidad, si no es posible pensar, la
improvisación es la única solución posible, pero nadie propondría semejante
método para tomar decisiones más allá de considerarlo como un mal menor,
dadas las particulares circunstancias que derivan siempre de una manifiesta
incapacidad de anticipación. En definitiva, si el consenso requiere paciencia,
dada nuestra escasa destreza; ¿Por qué no brindárselo a tenor de sus
interesantes beneficios?

138
Hay quienes afirman, a su vez, que el consenso como método solamente
resulta viable en grupos de reducido tamaño y, probablemente, ésta constituya
la dificultad más seria que esgrimen sus detractores frente a la posibilidad de
emplearlo de forma generalizada. No obstante, existiría una posible solución al
problema de construir consensos con grandes números y, tal vez, escenificarla
mediante un ejemplo resulte ser lo más didáctico. Para ello, recurriremos a un
cuento de Tolstoy en el que basaremos la siguiente historia:

«En el centro de un bonito pueblo existía una enorme roca, de origen


meteorítico. A medida que el pueblo crecía, la piedra se iba convirtiendo cada
vez más en un estorbo.

Cierto día el alcalde decidió que ya era hora de deshacerse de ella. La última
riada acaecida había erosionado la base tanto que su estabilidad estaba además
en entredicho y cuanto menos había que fragmentarla, Varios ingenieros
estudiaron la cuestión y propusieron, o bien construir un sistema especial
de grúas que arrastraran la piedra, lo que costaría 50.000 euros, o trocearla
primero con explosiones controladas de baja potencia, lo que reduciría el costo a
40.000 euros pero con la contrapartida del ruido, que ocasionaría cierta molestia
en el seno del vecindario.

No obstante, el alcalde se decantó finalmente por esa posibilidad. Sin


embargo, como el edil en cuestión era muy democrático, decidió informar
previamente a sus conciudadanos sobre el coste que ello supondría y convocar,
acto seguido, un referéndum para que, entre todos los vecinos, se decidiera qué
hacer al respecto. Se colocó una urna en la plaza del pueblo y la gente acudió el
día señalado para escoger una de las dos papeletas.

En los días previos a la consulta se habían producido, no obstante, muchas


discusiones y el asunto de la roca había generado una agria polémica, dividiendo
un pueblo donde hasta ese momento reinaba la armonía.

139
El resultado fue el siguiente:

SÍ = 53%
NO = 47%

Nuestro protagonista bien podría haber procedido de acuerdo a lo previsto y


ejecutar la demolición de la susodicha roca y posterior transporte, eliminándola
definitivamente, con el consecuente disgusto de casi la mitad de la población. Al
fin y al cabo, es lo que habitualmente sucede cuando, por lo menos, se considera
la opinión de la gente. Sin embargo, cabía también la posibilidad de avanzar un
poco más en el asunto ya que el Ayuntamiento en cuestión dispuso en su
momento el desarrollo de una aplicación telemática que permitiera el voto
electrónico para todos los residentes desde su teléfono móvil. De esa manera,
se le preguntó a los que se oponían a la demolición de la roca (47%) acerca de
los motivos que sostenían su disidencia, arrojando el siguiente balance:

- Sería mejor cavar un hoyo junto a ella y, con un simple empujón, enterrarla
porque, de ese modo saldría mucho más barato. (18%)

- Podríamos trocearla entre todos, poco a poco, y así no sólo no nos


supondría un gasto deshacernos de ella, sino que, tal vez, obtendríamos
cierto beneficio subastando los trozos ante aquellos que desean
adquirirlos como recuerdo. (13%)

- No estoy de acuerdo con eliminar la roca porque le da una identidad


singular al pueblo. En todo caso, si estorba, podríamos construir una
rotonda ajardinada alrededor. (10%)

- Considero que sería mejor pedirle al artista del pueblo que la esculpa
convirtiéndola en una estatua. (4%)

140
- Estoy en contra porque se podría aprovechar para construir un rocódromo
y promover así la práctica deportiva del alpinismo. (3%)

Frente a ese resultado, el alcalde gratamente sorprendido consideró que


había sido todo un acierto realizar esa nueva consulta ya que los ingenieros,
inmersos siempre en poleas y engranajes, no habían considerado la alternativa
más barata de enterrarla. Al incrementar el número de cabezas pensantes
implicadas en la búsqueda de una solución, había comenzado a movilizar eso
que se conoce como «inteligencia colectiva». Si el proceso se detuviese aquí, ya
por lo menos, se habrían ahorrado, todos, una cantidad considerable de dinero.
Pero podría suceder también que muchos de los que abogaban por eliminar la
roca, al igual que les ocurrió a los ingenieros, no hubiesen tenido en cuenta las
alternativas planteadas frente a su demolición y que, el hecho de conocerlas les
podría haber conducido a un cambio de opinión. Por consiguiente, nuestro
alcalde pensó que resultaría quizás interesante volver a consultar al pueblo,
pero, en esta ocasión, planteándoles todas las alternativas expuestas.

El resultado fue el que a continuación presentamos:

- Considero que sería mejor pedirle al artista del pueblo que la esculpa
convirtiéndola en una estatua. (21%)

- Estoy en contra porque se podría aprovechar para construir un rocódromo


y promover así la práctica deportiva del alpinismo. (21%)

- No estoy de acuerdo con eliminar la roca porque le da una identidad


singular al pueblo. En todo caso, si estorba, podríamos construir una
rotonda ajardinada alrededor. (19%)

- Sería mejor cavar un hoyo junto a ella y, con un simple empujón, enterrarla
porque, de ese modo saldría mucho más barato. (18%)

141
- Podríamos trocearla entre todos, poco a poco, y así no sólo no nos
supondría un gasto deshacernos de ella, sino que, tal vez, obtendríamos
cierto beneficio subastando los trozos ante aquellos que desean
adquirirlos como recuerdo. (15%)

- Demoler la roca y posteriormente transportar los restos (6%)

Tras el escrutinio, nuestro alcalde se sintió esta vez profundamente


desorientado. Al incrementar las opciones se había producido una dispersión del
voto de modo que ninguna destacaba lo suficiente como para imponerla
legítimamente. Para complicar aún más la situación, los que desean ahora
eliminar la roca se hallan en minoría y tratar de resolverlo con una segunda
vuelta, contando con las dos propuestas más votadas no resultaría nada justo
teniendo en cuenta la escasa distancia con respecto a la tercera opción. Tal vez,
tanta consulta no había resultado, después de todo, una idea tan brillante.
Nuestro pobre alcalde se acostó esa noche en medio de una gran agitación y
soñó con una figura de piedra que trepaba por un muro en mitad del tráfico
mientras la cacofónica voz de un subastero se escuchaba de fondo.

Al despertar se dio cuenta de que todo lo veía de un modo nuevo y lo que


antes resultaba contradictorio ahora parecía complementario e integrador.
Presto se dirigió a la aplicación telemática del municipio y propuso lo siguiente:

Hablemos con el artista del pueblo para que esculpa una estatua por un lado
de la roca y por el otro construiremos un rocódromo. Para evitar que estorbe y
minimizar así un posible impacto urbanístico, ubicaremos ese conjunto dentro de
una rotonda ajardinada y, finalmente, subastaremos los trozos que le sobren al
escultor para, con el dinero recaudado, financiar toda la obra.

Como la inmensa mayoría de los que se oponían a otorgar alguna


funcionalidad a la roca estaban en contra por razones estrictamente económicas,

142
la aprobación de la propuesta resultó prácticamente unánime y la armonía
regresó a esa localidad».

Si en lugar de un cuento, el presente relato fuera una fábula, tal vez habría
que extraer alguna interesante y aleccionadora moraleja.

En cualquier caso, el sondeo reiterado, retroalimentado por los argumentos


disidentes, complementándolos entre sí en vez de confrontarlos, abre la
posibilidad, tal vez, de unir la esencia del consenso con la inmediatez que
proporcionan las nuevas tecnologías a la hora de preguntar a grandes conjuntos
humanos. Pero sea cuál sea, la fórmula concreta a emplear intentando conciliar
ambos intereses, las votaciones deben de constituir siempre mecanismos de
sondeo o consulta y nunca se han de establecer como una suerte de ruleta
vinculante.

A tenor de la enorme resistencia existente en general a la hora de asumir el


consenso como metodología habitual, cabe, no obstante, la posibilidad de irla
introduciendo progresivamente en la toma de decisiones con censos muy
amplios a través de una interesante táctica. La estrategia en cuestión consistiría
en añadir, dentro de las distintas posibilidades de voto, una opción que constituya
una propuesta de consenso en sí. Un equipo de mediación podría elaborar esa
alternativa previamente e incluirla luego en el formulario definitivo, siendo así
factible su elección por una inmensa mayoría, de existir tal necesidad.

Por ejemplo, si planteamos si deberíamos prohibir o no las corridas de toros,


lo habitual, dada nuestra vocación binaria, seria encontrarnos con una papeleta
con un «si» y otra con un «no». Sin embargo, si un grupo de personas con ciertas
habilidades a la hora de trabajar con el método del consenso, debatiesen con
anterioridad esta cuestión, bien podrían llegar al acuerdo de permitirlas siempre
que no se le cause al toro ningún daño o lesión física. Al incluir esta propuesta,
como una opción más, es más que probable que resultase elegida por la
mayoría. De ese modo habríamos evitado esa típica polarización y consecuente

143
fractura en el seno del grupo tan característica de las votaciones que suele
generar, a medio o largo plazo, tensión y descohesión.

HORIZONTALIDAD Y CONSENSO

Otra crítica que suele esgrimirse contra la metodología del consenso es la


relativa a que el exceso de horizontalidad genera caos organizativo.
Normalmente las organizaciones carecen, en general, de ámbitos de
deliberación conjunta porque las decisiones suelen ser tomadas de manera
individual por el directivo que asume la responsabilidad de adoptarlas. La
coordinación se logra entonces mediante cadenas de mando que transmiten las
órdenes hacia abajo según la estructura jerárquico-piramidal preestablecida. Sin
embargo, la tendencia actual va imponiendo la necesidad paulatina de flexibilizar
los liderazgos y, por consiguiente, de empezar a crear equipos de trabajo, en el
seno de las organizaciones, con cada vez más autonomía y capacidad decisoria.
En tales circunstancias, si se aspira a proceder en ellos de forma consensual, la
horizontalidad se convierte en un requisito absolutamente ineludible. El
consenso se produce siempre entre iguales. Otra cosa bien diferente es trasladar
esa necesaria nivelación, propia del quehacer asambleario, a la totalidad de la
organización.

Cualquier asociación que alcance cierta envergadura será incapaz de


mantener una orgánica sencilla y se verá enfrentada a la inexorable necesidad
de establecer diferentes funciones y niveles en lo que a actividad se refiere si se
pretende un mínimo de eficacia.

Se suele vincular, por lo tanto, la práctica consensual con la horizontalidad


completa de las estructuras colectivas al confundir áreas deliberativas, donde sí
resulta imprescindible, con sectores organizativos que demandan una
complejidad creciente.

144
Esta idea parte de una reacción visceral contra la sociedad jerarquizada y
elitista en la que estamos inmersos y contra el habitual control sobre nuestras
vidas que aquella suele conferir a otros,

Sin embargo, la idea de la horizontalidad a ultranza puede pasar de ser una


sana preocupación por evitar posibles perversiones a convertirse en un
estereotipo instalado por mero populismo y sin la menor autocrítica.

Si bien en una etapa inicial, donde la preocupación general del grupo se


centra, casi en exclusivo, en la toma de conciencia, esta cuestión carece de
importancia. En un momento posterior, sin embargo, cuando se advierte la
necesidad de actuar con mayor precisión, ello opera como freno ante la ciega
creencia de que cualquier otra forma organizativa no puede ser más que
opresiva.

Todo movimiento que aspire a expandirse más allá de etapas elementales,


coyunturales y locales de desarrollo deberá abandonar algunos de sus prejuicios
organizativos.

En realidad, la mejor prevención contra la manipulación no es la


horizontalidad sino la estructuración con cierta monitorización. Es decir, la
verticalidad llega, en algún momento, a ser imprescindible, pero no
necesariamente ha de funcionar de manera descendente.

La clave está en exigir a las personas, en quienes se ha delegado alguna


función, que respondan permanentemente ante aquellas que los han elegido. De
esta forma el grupo posee siempre el control y la última palabra sobre cómo se
ha de gestionar la confianza depositada.

Es decir, una verticalidad consensual y ascendente. No obstante, el individuo


designado a tal efecto ha de poseer cierto margen de maniobra o, por el
contrario, le convertiremos en un mero portavoz y, en caso de necesitar

145
coordinarnos a otra escala, daría ya igual acudir con un enlace que enviar una
grabación o un acta. En cualquier caso, si las imperiosas decisiones por él
adoptadas no fuesen del agrado del conjunto al que representa, siempre existiría
la posibilidad de revocación posterior dado que, en ningún momento, el acuerdo
del equipo con él debería suponer un “cheque en blanco”.

CAMBIO SOCIAL Y PERSONAL SIMULTANEO A TRAVÉS DEL


CONSENSO Y LA MEDIACIÓN

Finalmente, cabe mencionar que la práctica cotidiana del consenso desde la


acción mediadora constituye un decisivo avance en la dirección de superar el
conflicto y la violencia, en todas sus manifestaciones, dado que sutilmente nos
impele a contemplar las relaciones humanas de un modo diferente al habitual. A
primera vista todo lo explicado acerca del consenso y la mediación parece
circunscribir su práctica al ámbito exclusivo de la actividad social. No obstante,
su ejercicio implica cambios profundos en la manera que tenemos de
interaccionar con otros. Su sincera práctica, en cuanto a estilo, requiere de un
emplazamiento personal distinto, más comunicativo, abierto al diálogo y con una
mayor consideración hacia los demás. En definitiva, una actitud más cálida y
humana. Si le ponemos el suficiente interés y somos capaces de mantener la
atención necesaria conduciéndonos del modo señalado, compartiéndolo, a su
vez, con nuestros seres queridos, en los entornos más cercanos, advertiremos,
sin duda, una mayor armonía y menor crispación en nuestras relaciones
interpersonales, al minimizar así la tensión y el conflicto frecuente en cualquier
contraste diario de opiniones o intereses. Por otro lado, no resultaría en absoluto
coherente ubicarnos de la manera descrita exclusivamente en situaciones de
deliberación grupal. Esa nueva estrategia de cooperación con otros que propicia
y demanda la búsqueda activa de consenso, de ser auténtica, se ha de
manifestar consecuentemente en la totalidad de nuestro medio inmediato y no
solamente en una parte concreta de él. Si hemos entendido la ineludible
responsabilidad que posee el ser humano en general y nosotros, como tales, en

146
particular, de implicarnos personalmente en esa transformación social a la que
estamos apuntando, todo cambio que impulsemos, lógicamente, repercutirá
también en nosotros mismos. Paulatinamente iremos desarrollando una visión
más amplia y adaptada a la realidad circundante por una mayor comprensión de
los fenómenos al ir diluyendo nuestro «ego» en lugar de intentar, de manera
enfermiza, ir perfilando nuestra identidad afirmándonos a cada paso. La
recompensa de trabajar con uno mismo sobre estas cuestiones es precisamente
evolucionar como seres humanos.

Necesitamos, por consiguiente, formarnos y reeducarnos, desechar algunas


ideas y asimilar muchas otras. Si aspiramos a practicar el consenso como un
modelo general de comportamiento, todos deberíamos pasar por este proceso
de mejora personal aumentando nuestra capacidad de escucha, trabajando el
temor o la vergüenza a expresar las propias opiniones y disentir, si fuera el caso,
pero con consideración y respeto hacia el otro. Hemos de aprender a aceptar
posiciones y opiniones muy diversas. Asumir e integrar planteamientos
diferentes aparentemente contradictorios y aceptar, en definitiva, vivir desde la
fecunda perspectiva de lo diverso.

Recapitulando, implantar el consenso como metodología de coordinación


conjunta en toda dinámica colectiva indudablemente supondrá impulsar
significativos beneficios en lo que a gestión organizativa se refiere. Minimizar el
riesgo de conflicto, despertar la inspirada inteligencia colectiva o una mayor
eficiencia en la acción, constituyen algunos aspectos fundamentales a
considerar.

Sin embargo, en el marco del actual modelo de sociedad de carácter


netamente competitivo, tal estrategia se halla con enormes dificultades a la hora
de abrirse paso como referente táctico, hasta el extremo de resultar
completamente incomprendida y malinterpretada.

147
No obstante, profundizar en dicha cuestión y comenzar a desarrollar una
cultura basada en el diálogo y la complementación de ideas como alternativa a
la tradicional tendencia a discutir y confrontar opiniones de modo dialéctico,
podría posibilitar, a futuro, un revolucionario cambio de paradigma social,
político, cultural y económico.

LA SUPUESTA NECESIDAD PERPETUA DE TERCEROS EN LA


RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

Por otro lado, hemos de reconocer, sin embargo, que se ha instalado en


nuestro comportamiento cotidiano un ignorante y cobarde individualismo que
raya ya en lo paranoico, convirtiendo, ya en sí, cualquier acercamiento ajeno en
motivo de sospecha. Eso propicia un aislamiento e incomunicación que
conducen a un acercamiento a la realidad social posibilitado casi exclusivamente
a través del monopolio de los grandes medios de comunicación. A modo de
ejemplo, podemos señalar las encuestas que periódicamente se realizan para
identificar cuáles son las mayores preocupaciones de los ciudadanos y constatar
como este hecho se manifiesta claramente. Por otro lado, el denominado "quinto
poder", contrariamente a lo que cabría esperar de él, no responde a nuestra
necesidad de estar informados de lo que sucede. Paulatinamente, todo se va
convirtiendo en negocio y de lo que se trata, en realidad, es de alimentar el morbo
colectivo con el fin de acumular audiencias y vender ejemplares. Por
consiguiente, la mirada colectiva hacia dificultades tales como la violencia, se ve
seriamente comprometida por esa influencia mediática de corte sensacionalista
y, en general, la problemática asociada a este hecho aflora solamente cuando
alcanza niveles capaces de generar cierta visceralidad colectiva. Es decir, el
incremento de la conflictividad comienza a ser percibido como un problema
únicamente cuando adquiere envergadura suficiente como para causar alarma
social. El nivel de tolerancia conjunta, por lo tanto, es muy elevado y las
situaciones a resolver, cuando nos decidimos finalmente a actuar, suelen ser ya
muy complicadas a consecuencia de un deterioro progresivo facilitado, en cierta

148
medida, por nuestra cómplice pasividad frente a situaciones previas que son
consideradas bajo el umbral de la "normalidad". Esa anecdótica manera de
presentar tales hechos frente a la opinión pública, consecuente con la necesidad
de escandalizar más que de dar cuenta de lo que acontece, nos hace perder
toda noción de proceso y la conclusión entonces es que la violencia es algo
terrible que le sucede a unos pocos que son incapaces de manejar según que
circunstancias. Nosotros, sin embargo, consideramos que la violencia, en sus
expresiones más folclóricas, constituye el fatal desenlace de una conflictividad
pésimamente gestionada. A su vez, el conflicto ha ser entendido como una
evidente manifestación más de las dificultades que se presentan a la hora de
articular esa diversidad inherente a la condición humana, con el fin coordinar
respuestas conjuntas, guardando una estrecha relación con esa costumbre tan
nuestra de confrontar, competir y discutir en vez de cooperar y dialogar. De igual
modo en que la mediación intenta impedir que el conflicto se judicialice y nos
veamos ya sometidos a soluciones de carácter específicamente punitivo,
nosotros aspiramos a desarrollar herramientas simples y prácticas que permitan
a las personas, en general, manejar de un modo eficaz sus disputas cotidianas
con el fin de que no se generen escaladas incontrolables que culminen con
fatales desenlaces. Consideramos que no hemos de conformarnos con resolver
conflictos ya consumados y con un deterioro significativo en la relación
interpersonal, mediante la intervención de personas ajenas. Resultaría más
interesante, promover pedagógicamente mecanismos simples que nos permitan
gestionar satisfactoriamente nuestras rutinarias polémicas para despejar
cualquier atisbo de tensión en su etapa más incipiente. De ese modo permitimos
además cierto desarrollo personal al corresponsabilizar proactivamente a los
individuos en este asunto, instándoles a intervenir en los estadios iniciales del
conflicto rebajando así el excesivo grado de aceptación que en general se posee
frente a este tipo de hechos.

Por consiguiente, alejados, como estamos, de promover un paternalismo


paradigmático perpetuo con el cual no comulgamos en absoluto, admitimos y
potenciamos la necesidad transitoria de la intervención de terceros, en la

149
resolución de conflictos, a través de la figura del mediador, pero con la mirada y
la esperanza puesta en que el desarrollo de esta noble labor de asistencia irá
introduciendo paulatinamente, en nuestras sociedades, una nueva cultura del
diálogo y el respeto mutuo… Un resurgir del humanismo, capaz de superar
definitivamente toda forma de violencia asociada actualmente a cualquier
actividad humana.

Es decir, estamos sugiriendo una metodología o protocolo de mediación, y, a


la vez, una sencilla estrategia factible de resolución personal, basada en el
concepto de "empatía", de tal modo que, cuando, en una situación determinada,
advirtamos cierta tensión, molestia o incomodidad relacionada con un
comportamiento ajeno, en lugar de anclarnos en lo que nos está ocurriendo a
nosotros con respecto a él, enrocándonos en la cuestión de quién posee o no
razón, intentemos averiguar lo que le está pasando al otro conmigo, empatizando
mediante el procedimiento descrito. Es decir, tratamos de rememorar una
situación personal en la que nos comportamos de un modo lo más similar posible
al otro y, desde ahí, manteniendo ese recuerdo en copresencia nos dirigimos a
él.

Al actuar así, lograremos articular una mínima conexión emocional con el otro
que nos permitirá, por un lado, expresar nuestros sentimientos de una manera
agradable en vez de refugiarnos en ellos para después soltarlos con una carga
emocional desmedida y, por otro, no caer en la simpleza de reducir al otro a un
mero personaje deshumanizándolo.

Para comprenderlo mejor, analicemos la siguiente situación:

“Miguel Ángel prestó dinero a su buen amigo Alejandro quien se comprometió


a devolvérselo hace ya algunos días. Sin embargo, Alejandro no pudo cumplir
con su promesa de saldar esa deuda con su amigo Miguel Ángel el día señalado
al no poder contar con ese dinero, tal y como él había supuesto y, avergonzado,

150
intenta evitarle al carecer del valor suficiente como para enfrentarse a la situación
de haberle fallado.”

Cuando, al final, se encuentran, Miguel Ángel, enfadado ante las continuas


evasivas de Alejandro, tal y como suele suceder normalmente, le increpa y le
reprocha duramente su falta de palabra, mientras Alejandro aguanta ese
“chaparrón” prodigando todo tipo de excusas por las cuales no ha podido
reintegrarle aún el dinero, originándose así un conflicto que comienza a escalar.

Por consiguiente, en nuestro caso particular, Miguel Ángel adopta una actitud
agresivamente reprobatoria mientras que Alejandro reacciona de una manera
defensivamente justificativa. Cuanto más reproche Miguel Ángel a Alejandro su
demora, más explicaciones dará este último presentándolas como causas
evidentes de su retraso en el pago.

De igual manera, esa actitud de Alejandro de no asumir plenamente su


responsabilidad en el asunto, unido al hecho de no concretar cómo va a resolver
la situación, no ayuda, para nada, a que Miguel Ángel se calme, entre otras
cosas, porque él queda así frente a Alejandro como alguien demasiado estricto
y muy poco comprensivo, aparentemente más interesado en el dinero que en su
amistad.

Ahondando en la disputa entre Miguel Ángel y Alejandro podríamos


preguntarnos:

¿Qué hace el otro que a mí me molesta y qué me ocurre a mí cuando el


otro actúa de ese modo?

Desde el punto de vista de Miguel Ángel, Alejandro incumplió su promesa de


devolverle el préstamo que le hizo y encima le evita, sintiéndose Miguel Ángel
profundamente decepcionado por ello al considerar seriamente la posibilidad de
que, en realidad Alejandro, no quiera saldar su deuda, dándole largas con tanta

151
excusa. Sin embargo, desde el punto de vista de Alejandro, Miguel Ángel, algo
obsesionado y con muy poca paciencia, le ha echado en cara el que no le haya
devuelto aún el dinero que le prestó, abochornándole y dándole la impresión de
que le importa más ese dinero que la amistad que existe entre ambos.

En tal situación, suele ocurrir que sólo mis necesidades y sentimientos


adquieren importancia mientras que todo lo que le ocurre al otro conmigo es
soslayado como consecuencia de la ya mencionada anestesia empática. Este
bloqueo resulta ser lógicamente recíproco y se presenta como la verdadera
antesala del conflicto. De ese modo, aferrados ambos en sus respectivas
necesidades, aguardando que el otro las satisfaga como "en justicia" cabría
esperar, resulta imposible salir de esa lamentable situación al ubicar como
interés principal el "callejón sin salida" de averiguar quién tiene más razón, por
encima de cualquier otra consideración. Si el objetivo fundamental es superar tal
situación, es obvio que la clave del asunto no consistirá en enrocarse
mutuamente en torno a lo que particularmente nos ocurre.

"Cierto día, un gran sabio religioso le pidió a Dios que le permitiera ver como
era el Cielo y el Infierno para poder así compartir su experiencia con los demás
hombres.

El sabio de inmediato se sumergió en sueños y mediante el poder de Dios su


alma viajó a los diferentes destinos.

Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única
habitación era un largo e infinito comedor. El comedor era tan amplio como una
autopista y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más
variados manjares. El sabio observó detenidamente sus caras y notó que
estaban enfermos, y famélicos ya que sus cubiertos eran tan largos como remos,
y por más que intentaban estirar sus brazos no alcanzaban a alimentarse.

152
Dios decidió entonces mostrarle al sabio el Cielo. El sabio comenzó a
ascender en ese lento trance. Cual no sería su asombro al ver allí la misma
mansión, y al entrar en ella, contemplar la misma habitación con las mismas
dimensiones y características del infierno y servida con los mismos platos
ostentosos…

Observó que los comensales, a pesar de tener los mismos cubiertos que en
el Infierno, se veían saludables, llenos de vigor y felices.

Él sabio preguntó a Dios: Pero: ¿Cómo están aquí tan felices y bien
alimentados y en el Infierno tan tristes y hambrientos?

A lo que Dios respondió: "En el Cielo se dan de comer unos a otros".93

Es decir, si cualquiera de los dos opta por modificar ese emplazamiento


inercialmente centrípeto que sostienen ambos y se pregunta así por la necesidad
del otro en un sincero intento por complacerle, se abrirá la necesidad de conectar
emocionalmente y para ello deberá operar, tal y como venimos señalando,
recordando una situación biográfica personal, similar a la actual, en la que
manifestó una actitud parecida a la que el otro está manteniendo ahora con
respecto a él. Así, si Miguel Ángel alcanza a rememorar alguna ocasión en que
faltó a su palabra se dará cuenta de que fue porque se le presentó un imprevisto
y tal vez recuerde, además, que el que le reprochasen no haber cumplido con lo
que prometió le generó entonces mucho agobio y vergüenza: Al actuar de ese
modo, Miguel Ángel logra empatizar y el otro pasa de ser un “caradura” a
convertirse de nuevo en su buen amigo Alejandro. Igualmente, si Alejandro logra
acordarse de aquella situación, en la que un buen amigo suyo quebró su
confianza al incumplir con la promesa que le hizo, y como, en ese momento, se
sintió muy decepcionado, llegando a pensar incluso que le estaba engañando y
abusando de su buena fe, empatizará seguramente con el otro que pasará de
ser un “pesetero” a convertirse de nuevo en su buen amigo Miguel Ángel.

93
Cuento de origen taoísta

153
Finalmente, analizar el siguiente supuesto ayudará a comprender mejor esta
estrategia de resolución personal de conflictos que estamos planteando:

“Sonia está celosa de una amiga de su marido porque nota que a ella le gusta
él. Hoy una vecina le ha comentado que vio a su marido con ella ayer en una
cafetería y su esposo no le comentó nada al respecto. Efectivamente ayer
Alejandro, marido de Sonia, se encontró casualmente con una amiga suya y se
tomó un café con ella. Decidió no decirle nada a su mujer sobre ese encuentro
porque cada vez que la nombra terminan discutiendo. Al encontrarse ambos en
casa, salta la chispa…”

¿Quién originó el conflicto?

Desde el punto de vista de Sonia, Alejandro lo inició al ocultarle su encuentro


con su amiga, pero, desde el punto de vista de Alejandro, empezó Sonia al
dirigirse a él con una actitud algo hostil

¿Qué comportamientos se han manifestado?

Por parte de Sonia, desde un sentimiento de profunda indignación, se


expresó una actitud muy reprobatoria y sarcástica.

Frente a ello, Alejandro reacciona con una falsa resignación condescendiente


que disfraza una sensación de injusticia

¿Cómo se relacionan entre sí?

El comportamiento algo paternalista de Alejandro altera aún más a la, ya de


por sí, hostil Sonia haciéndola quedar como una alterada sin motivo alguno. Por
otro lado, tanta agresividad por su parte no facilita el que Alejandro deje de
justificarse y asuma finalmente que no todo lo que hizo fue correcto.

154
¿Qué le ocurre a Sonia con Alejandro?

Sonia esta dolida porque Alejandro no toma en consideración sus fundadas


sospechas sobre las dudosas intenciones de la amiga de su marido hacia él.

El que además Alejandro le haya ocultado su reciente encuentro con ella la


ha enfurecido hasta el punto de dudar incluso de su propia fidelidad.

¿Y a Alejandro con Sonia?

Le fastidia que Sonia se esté metiendo en cuestiones tan personales como


con quien debe o no relacionarse.

¿En qué personaje se ha convertido Sonia para Alejandro?

La histérica celosa

¿Y Alejandro para Sonia?

El infiel mentiroso

¿Cómo se podría resolver el conflicto?

En el preciso instante en que alguno de los dos aparque sus necesidades en


favor de atender a las del otro la disputa se diluirá. Para eso uno de ellos, al
menos, ha de empatizar con el otro e intentar ayudarle a resolver aquello que le
está ocurriendo con aquel que toma la iniciativa

¿Cómo podría empatizar Sonia con Alejandro?

155
Recordando alguna vez en la que ella no fue sincera completamente con
alguien al ocultarle parte de la verdad y rememorando los motivos que la llevaron
a actuar así. Extraer de su memoria alguna situación en la que alguien
(posiblemente sus padres) se entrometieron en su vida opinando sobre la
conveniencia o no de mantener según que relaciones reforzaría tal objetivo.

¿Y Alejandro con Sonia?

Rememorando alguna situación en la que sintió celos por alguien cercano a


su pareja que manifestaba cierta atracción por ella o, en su defecto, algún
episodio de celos sin más, atendiendo a qué le estaba ocurriendo entonces.
También añadir qué le ocurrió cuando, en alguna ocasión, se percató de que
alguien no fue del todo sincero con él.

¿Qué le podría decir Sonia a Alejandro manteniendo esa actitud


empática y consecuentemente asertiva?

Alejandro... Me he enterado de que el otro día estuviste con tu amiga y no me


comentaste nada al respecto. Me imagino que no me lo mencionaste por temor
a que terminásemos discutiendo por ello como suele suceder. Sin embargo, no
creo que ocultármelo haya sido una buena alternativa porque, en tales
situaciones, uno tiende a sentirse como si el otro estuviera actuando a espaldas
de uno... Como si a uno le estuvieran engañando. Cuando surge el tema,
Alejandro, en realidad me enfado porque me da la impresión de que no
consideras en serio lo que te digo.... Como si interpretaras que mis reticencias
hacia ella son completamente infundadas y tu aparente indiferencia me hace
sentir como si yo fuese una celosa compulsiva.

¿Y Alejandro a Sonia?

Estoy de acuerdo en que omitir a propósito el comentarte tal encuentro no ha


sido una buena ocurrencia por mi parte. Pero es que cuando te hablo de ella, te

156
alteras o, cuanto menos, me sueles poner mala cara y, entonces, me siento algo
agobiado... Como si intentases controlar mis relaciones... Dices que se siente
atraída hacia mí y tal vez tengas razón. Sin embargo, esa cuestión no es
importante para mí porque, en definitiva, nada debes temer porque yo estoy
contigo porque te quiero y no deseo estar con ninguna otra.

CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DEL MODELO EMPÁTICO DE


MEDIACIÓN

En los últimos años estamos asistiendo a una revalorización generalizada del


concepto de empatía y, como cabía suponer, no somos los únicos que nos
hemos percatado de su enorme capacidad funcional en la gestión de conflictos
y en otras cuestiones afines. Psicólogos tales como C. Rogers la conciben como
el eje central de cualquier intervención. A su vez, Armenta, más recientemente,
entiende incluso la terapia misma como un ir facilitando una reestructuración o
reacomodación de las experiencias personales con el fin de que puedan
expandirse hacia otras para terminar acogiendo también todas aquellas
vivencias, ajenas o no, que inicialmente se han rechazado, desplazado o han
tenido una integración inadecuada. Por otro lado, Plutchik destaca también que
el hecho de no atribuir una dimensión cognitiva a las emociones constituye el
origen de todos los conflictos personales.

Pese a todo ello, la cuestión de la comprensión del universo emocional ajeno


recién comienza a ser considerada como fundamental en conflictos donde la
componente afectiva resulta significativa como en el caso de las parejas
sentimentales o en problemas de cohesión social con una vertiente intercultural,
como si, en definitiva, en el resto de conflictos tales como los de carácter
mercantil, las relaciones personales no importasen en absoluto

157
El modelo empático o humanista de mediación que proponemos se halla
plenamente fundamentado a partir de una concepción intersubjetivamente
intencional del hecho humano, que nos induce, de entrada, a cuestionar la
viabilidad estricta del principio de neutralidad, instando a los responsables de
este tipo de procesos a asumir roles, en general, más activos, modificando ese
emplazamiento discreto requerido, en términos de distanciamiento imparcial, por
uno de carácter más ecuánime y sensible. No obstante, esta conducta
aparentemente tan abierta, se hallará, sin embargo, acotada, dado que,
coherentes con esa misma idea de ser humano que defendemos, ese otro
fundamento rector que es la voluntariedad adquiere, si cabe, una dimensión tal
que su invulnerabilidad debería ser entendida casi como un dogma, ya que ese
intento por apropiarse, consciente o inconscientemente, de la intencionalidad del
otro representa, para nosotros, el auténtico detonante de todo conflicto. En la
base misma de tal acto, se manifiesta siempre una significativa anestesia que
inhibe la capacidad mutua de integración emocional sin la cual sería impensable
establecer esa característica cosificación respectiva, completamente
imprescindible, a su vez, para intentar, a continuación, suplantar la voluntad
ajena. Por esa razón nuestra metodología mediadora incide precisamente ahí,
fijando como propósito principal el restablecimiento de ese canal emocional
bloqueado inicialmente, desarticulando con ello toda esa estructura competitiva
inicial y posibilitando así toda controversia.

Otra positiva característica de este modelo guarda relación con su marcado


carácter sistemático que es posible gracias a la simplificación que supone
concentrar toda la acción mediadora en intentar restablecer la conexión empática
entre las partes. Ello nos permite diseñar, con independencia del tipo de conflicto
al que nos enfrentemos, un protocolo unificado y sencillo, hasta el extremo de
poder ser aplicado incluso como conducta personal y que, casi a modo de receta,
facilita mucho el desarrollo de labores de mediación a cargo de individuos con
una formación específica al respecto que no alcanza necesariamente el nivel
profesional, pero cuya acción es crucial si aspiramos a que la filosofía
pacificadora que impregna la mediación se extienda como una nueva cultura que

158
salpique toda relación interpersonal. A su vez, esa mirada amplia y estructural
del asunto propicia un modo integral de asumir el reto de la resolución de
conflictos sin detenerse prioritariamente en aspectos aislados, descuidando
otros y multiplicando así las posibles estrategias concretas cara a afrontar su
superación. Finalmente, los sólidos cimientos lógico-filosóficos sobre los que se
sustenta nos permiten además articular concepciones más precisas referentes a
cómo se originan los conflictos y mediante qué procedimiento se produce la
posterior escalada, así como una mayor comprensión en el uso de las
herramientas con que cuenta cualquier mediador.

159
MÉTODO EMPÁTICO
DE
MEDIACIÓN

160
PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

ANÁLISIS DE UNA SITUACIÓN CONFLICTIVA MEDIANTE LA APLICACIÓN DEL


MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO

Plano inferior (Composición)

NECESIDAD: Se trata de una sensación interna de carencia, por parte del


sujeto, que impulsa y motiva su acción.

INTERÉS: Es el objeto que, en principio, considera el individuo que


compensa la necesidad equilibrándola. Se hace explícito articulándolo mediante
una determinada posición.

SENSACIÓN: Síntesis emocional extraída de lo sucedido. La diferencia entre


ella y la expectativa inicial, asociada al objetivo, genera en la persona en cuestión
la necesidad.

COMPORTAMIENTO: Estrategia desarrollada por el sujeto, para obtener el


interés, derivada de la actitud.

ACTITUD: Emplazamiento del individuo frente a la situación que implica una


cierta tendencia o disposición.

PERSPECTIVA: Interpretación por parte del sujeto de la situación en función


del objetivo planteado. Es posible sintetizarla en forma de estereotipo ajeno.

COHERENCIA: Congruencia o no existente entre la perspectiva, la


sensación y el comportamiento.

161
Plano medio (Relación)

¿Cómo se retroalimentan las diferentes actitudes y comportamientos?


Importantísimo para elaborar posteriormente una coherente historia conjunta de
los hechos.

Plano superior (Proceso)

¿Cómo se ha llegado a la actual situación conflictiva y qué posibilidades de


evolución futura se plantean?

162
RELACIÓN ENTRE LOS ELEMENTOS COMPOSITIVOS EN UN CONFLICTO

RELACIÓN
ENQUISTAMIENTO

POLARIZACIÓN
COMPORTAMIENTO INTERÉS
ESCALADA
INCOMUNICACIÓN

TENSIÓN

COMPENSACIÓN RESPUESTA

NECESIDAD ACTITUD ACTITUD

REGISTRO ENFOQUE

DESEQUILIBRIO IMPULSO

DISCORDIA ESCALA
SENSACIÓN PERSPECTIVA
RETROALIMENTACIÓN

163
Cuestionario 1:

- ¿Qué es lo que ha sucedido?

- ¿Qué ha hecho el/ella que tanto te ha molestado?

- ¿Qué pensaste cuando el/ella comenzó a actuar de esa manera?...


¿Por qué crees que está actuando de ese modo?... ¿Qué crees que
pretende obrando así?

- ¿Cómo te sientes?

- ¿Qué hiciste al respecto?

- ¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el


comportamiento?

- ¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

- ¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

- ¿Qué te gustaría que hiciese él/ella al respecto?

164
Cuestionario 1:

¿Qué es lo que ha sucedido entre vosotros? (Relato extenso)

¿Qué ha hecho él/ella que tanto te ha molestado?

Con ello pretendemos separar el problema en sí de la persona.

¿Qué pensaste cuando él/ella hizo eso?... ¿Por qué crees que ha
actuado de ese modo?... ¿Qué crees que pretendía obrando así?

De aquí extraemos la PERSPECTIVA

¿Cómo te sentiste entonces y cómo te sientes ahora?

Con ello precisamos la SENSACIÓN

¿Qué hiciste al respecto?

Con ello definimos su COMPORTAMIENTO

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el


comportamiento?

Intentamos establecer si es o no congruente entre sí lo que piensa, lo que


siente y lo que hace.

165
¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Comenzamos así a plantear la necesidad de cambiar la situación a partir de


uno mismo.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Concretamos, gracias a la respuesta, la NECESIDAD

¿Qué te gustaría que hiciese él/ella al respecto?

Identificamos así el INTERÉS

Con estas cuestiones, basadas, en el protocolo de comunicación no violenta


de Marshall Rosenberg, en la idea de coherencia de “Silo” y el denominado
“ejercicio de personajes” del libro “Aprende a resistir la violencia (que hay en ti y
fuera de ti)” de H. Roig, D. Tormen y M. Barberena diseccionamos el conflicto en
su plano inferior o compositivo.

166
ESQUEMA ANALÍTICO DE LA SITUACIÓN CONFLICTIVA

PERSPECTIVA PERSPECTIVA

ESTEREOTIPO ESTEREOTIPO

INTEREÉS
INTEREÉS

HISTORIA COMÚN

SENSACIÓN SENSACIÓN

NECESIDAD
NECESIDAD

ACTITUD ACTITUD

COMPORTAMIENTO
COMPORTAMIENTO
INTERRELACIÓN DE ACTITUDES

COHERENCIA
COHERENCIA

167
Cuestionario 2:

- Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... el/ella es un…

- ¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

- ¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?... ¿Qué
ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

- ¿Qué has hecho que a él/ella le ha molestado?

- ¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con


ello?

- ¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al


respecto?

- ¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

- ¿Qué es lo que supones que el/ella necesita en realidad para poder


sentirse mejor?

- ¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

- Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje crees que serías para el/ella según tú?... Tú eres un/una…

- ¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

168
SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Con esta cuestión evidenciamos ese proceso de objetivación del otro.

Si existiesen dificultades a la hora de precisar el estereotipo en cuestión, a


través de un rol o mediante un comportamiento determinado, se puede emplear
el “juego de la cosificación” como aproximación para lograr tal propósito y que
consiste en formular preguntas tales como:

Si fuese un animal… ¿Qué animal sería?


Si fuese una profesión… ¿Qué profesión sería?
Si fuese un mueble… ¿Qué mueble sería?
Si fuese una raza de perro… ¿De qué raza sería?

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

En realidad, no existen en sí defectos o virtudes sino comportamientos


adecuados o no adecuados en función del propósito. Una persona tozuda o
cabezota es, a la vez, tenaz y perseverante. Nuestro excesivo grado de
identificación con esa personalidad propia que registramos como aparentemente
estable y que confundirnos con nuestro propio yo, nos lleva a describir y a
describirnos en términos de “yo soy…” cuando en verdad nadie es de ninguna
manera y, en todo caso, sólo podríamos afirmar que habitualmente “actuamos
así”. Con esta pregunta empezamos a desarmar esa simplificadora objetivación

169
que hemos establecido del otro a partir de bloquearnos empáticamente con
respecto a él.

Si se ha reducido al otro a personaje afirmando que es un “intransigente”, por


ejemplo, es probable que se trate, también, de alguien con firmes convicciones
y principios, fuerte, honesto, sincero, con mucha confianza en sí mismo… Etc.

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Éste es el momento crucial del proceso y, como era de esperar, el más


complicado. No es interesante que admita sin más ese hecho y deberemos, por
consiguiente, insistir en que rememore algún momento biográfico concreto al
respecto, explicando bien qué fue lo que sucedió, dónde, con quién… Etc. Si se
presentan dificultades o resistencias por su parte a la hora de evocar ese
recuerdo podemos reformular la pregunta del siguiente modo:

¿Qué tendría que suceder para que yo me comportase de ese modo?

Si aun así no se logra tal propósito, es recomendable entonces emplear la


técnica de “experiencia guiada”94 que consiste en que el mediado, relajado y con
los ojos cerrados, imagine una narración, en primera persona, situándose él
mismo como protagonista de la historia, mientras el mediador lee el relato
estableciendo las pausas necesarias que susciten en él cierta reflexión. Con ello
pretendemos recrear mentalmente una atmósfera en la que el sujeto mediado
debe emplazarse para permitir el surgimiento de determinados contenidos que,
en un nivel vigílico, están siendo bloqueados intelectualmente. Para que tales
racionalizaciones no impidan que dichos recuerdos afloren, distorsionamos

94 Para profundizar en los fundamentos teóricos de esta técnica recomendamos la lectura del libro
“Experiencias Guiadas” de Mario Luís Rodríguez Cobos y “Autoliberación” de Luís Amman en lo relativo a
ejercicios transferenciales.

170
oníricamente toda la escenografía general. Frente a cualquier insistente objeción
por parte del mediado a reconocerse en tales circunstancias, hemos de tener
presente que jamás podría detectar dicha manera de obrar en otro si
previamente tal cosa no se hubiese experimentado personalmente.

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

El objetivo no es generar remordimientos en el mediado que le lleven a


sentirse culpable por lo que hizo. Se trata de promover una reconciliación
consigo mismo para abrir la posibilidad de que se reconcilie, a su vez, con la otra
parte.

171
EXPERIENCIA GUIADA

“Encerrado y encapuchado durante varios días, un grupo de personas que,


por su paso firme parecen soldados, abren mi celda y me conducen custodiado
por ellos a otro lugar. Al retirarme la capucha, la oscuridad de la estancia, apenas
me permite percibir lo que sucede a mi alrededor. Me encuentro de pie, en una
sala iluminada débilmente con antorchas, frente a lo que parece ser un tribunal,
de aspecto medieval, compuesto por cierto número de ancianos ataviados con
negras sotanas. Siento como todos allí clavan en mí sus miradas cargadas de
odio. El bullicio de la sala, repleta de gente, enfurece al supuesto juez que está
situado en el centro y nervioso golpea con su estruendoso mazo diciendo: ¡En el
nombre de Dios!… ¡Orden en la sala!... Luego, dirigiéndose a mí me increpa:
¡Sepa usted que se está exponiendo a una severa pena consistente en morir
quemado en la hoguera!... ¡Si fuese sincero, tal vez mostraríamos algo de
indulgencia!... ¡Sabemos que usted en esa ocasión se comportó como un…!(*)

¿Acaso no se acuerda ya de aquella situación?... Atemorizado ante la


posibilidad de ser incinerado, a lo peor, terminar linchado por la muchedumbre,
hago un esfuerzo por recordar a qué momento concreto de mi vida se están
refiriendo… Observo como acuden a mi mente, atropelladamente, una vivencia
tras otra… (*)

¡No intente engañarnos buscando otra situación!... ¡Nos estamos refiriendo


precisamente a esa! ¡Esa en la que está ahora mismo pensando! (*)

Entonces, detengo mi atención en un momento concreto acaecido hace


tiempo (*)

¡De nada le servirá negarlo!... ¡Tenemos testigos!... Entonces me giro a la


derecha, hacia el lugar donde señala ese supuesto juez y veo allí sentado a
aquella persona con la que tuve aquel incidente. Advierto que me mira cabizbajo
con tristeza y dolido (*)

172
En ese momento comienzo arrepentido a relatar al tribunal aquel suceso (*)

En pleno discurso me interrumpen diciendo: ¡De acuerdo!... ¡Ya hemos


escuchado bastante!... ¡Guarde silencio!...

En ese momento alguien, vestido con una túnica blanca, sale de entre la
muchedumbre gritando: ¿Cómo que han escuchado bastante?... ¡Han oído sólo
la parte que les interesa!... ¡Aún hay más!

Al mirar hacia esa persona, alcanzo a ver su rostro y descubro sorprendido


que soy yo mismo.

Continúo con mi alegato, acercándome al púlpito, mientras aparto a la gente


de mi camino y levanto mi túnica levemente para no tropezar con ella. Mirando
desafiante hacia el tribunal, señalo con el dedo hacia mí mismo diciendo: ¿Acaso
no es importante saber las particulares circunstancias por las que se sintió, de
alguna manera, empujado a actuar así?

A continuación, actuando como si fuera el abogado defensor de mí mismo,


busco eximentes o atenuantes que pudiera esgrimir respecto a aquellos
lamentables hechos y prosigo explicando las razones que “le llevaron a
comportarme” así, al tiempo que comprendo que, tal vez, mi inexperiencia, el
dejarme llevar por la tensión del momento o por la ansiedad de resolverla cuanto
antes u otras razones similares… Me jugaron una mala pasada y, por ello, cometí
ese error. Caigo en cuenta de que eso no me convierte en un monstruo sino en
un ser humano que está aprendiendo a hacerlo mejor cada día y agradezco
sinceramente esa experiencia que me permitió hoy crecer como persona. (*)

Poco a poco y en silencio, comienzan a aproximarse todas las personas de


la sala para estrechar sus manos con las mías. Finalmente, los ancianos
integrantes del tribunal, con una sonrisa en su rostro, me felicitan para terminar

173
acercándose, también, aquel de la túnica blanca, que soy yo mismo, Al alejarse
de mí, tras sentirme muy unido a él/ella, me doy cuenta de que se ha convertido
en aquel a quién perjudiqué.

Quedo en soledad mientras observo como se desploman las paredes del


recinto, que en realidad era un decorado. Un radiante sol ilumina cálidamente mi
cara y el resto de mi cuerpo mientras siento aliviado que algo muy importante he
aprendido hoy.

174
¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder


sentirse mejor?

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje


crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Terminamos la sesión sometiéndole de nuevo al cuestionario, pero, esta vez,


intentando que suponga que es lo que respondería el otro respecto de él.

De ese modo, cada uno de los mediados tendrá la oportunidad de visualizar


la estructura intersubjetiva completa del conflicto y no solamente la parte que
corresponde a su percepción exclusivamente personal, resultando ya bastante
asequible desarticularlo, desde ese nuevo emplazamiento, al constatar cuán
absurdo y estéril resulta enrocarse en la propia posición a la espera de que el
otro le reconozca una razón que ambos, en realidad, poseen en parte.

175
TERCERA SESIÓN OPTATIVA (CONJUNTA) - PSICODRAMA

Esta sesión estará indicada en los casos en los que la escalada del conflicto
haya producido un deterioro significativo en la relación entre las partes. Aunque
tras las primeras sesiones es de esperar que la relación se haya restablecido en
gran medida, existen, no obstante, hábitos adquiridos que impiden una
comunicación plenamente amable al haberse producido una excesiva carga
emocional negativa en sus interacciones en los momentos previos al inicio de la
mediación.

Los piscodramas consisten en una suerte de ejercicios de simulación e


interpretación y son empleados, desde hace mucho tiempo, como entrenamiento
en muchísimas disciplinas y profesiones. Inspirándose en la improvisación
teatral, uno de sus más destacados precursores fue el psiquiatra, teórico y
educador Jacob Levy Moreno quien trabajó el psicodrama como una forma de
psicoterapia de juego, orientando su enfoque hacia aspectos lúdicos-educativos,
especialmente dirigido al trabajo con niños, a lo largo de la década de los años
sesenta.

El psicodrama, más conocido tal vez por su término homólogo inglés “role
playing” (juego de roles) es una dinámica grupal donde se simula una situación
cotidiana en la que, cada participante representa el papel concreto habitual que
le corresponde. Es decir, el conjunto representa teatralmente dicha circunstancia
como si se tratara de la realidad, asumiendo individualmente cada uno su propio
papel.

A través de esta técnica, afloran las decisiones adoptadas por cada individuo
en dicha situación. Con ello aprenderán a reconocer sus emociones y
sentimientos, así como la conducta que le caracteriza en determinadas
circunstancias. De este modo, se desarrolla la empatía al mejorar la comprensión
que cada participante posee respecto a sí mismo y en relación con los demás.

176
Al mismo tiempo, nos permite mejorar la asertividad, al modificar los roles
empleados, ayudándonos así a resolver conflictos y asumir con responsabilidad
la toma de decisiones, según coinciden en afirmar la mayor parte de los
especialistas.

Emplearemos, por lo tanto, la técnica de psicodrama mediante cambio de


roles para previamente escenificar situaciones de conflicto actual y, después,
volver a plantearla intentando resolverla empleando, esta vez, una comunicación
de tipo asertivo a partir de lo aprendido al respecto. Eso facilitará la asimilación
plena de aquellos contenidos teóricos expuestos y obligará a reflexionar sobre
como superar este tipo de situaciones de una manera creativa.

Aprovechando el desarrollo tecnológico actual, cabe incluso la posibilidad de


grabar en video, con el móvil, cada representación y, posteriormente, actuando
todos (incluido el protagonista) como una suerte de equipo reflexivo, plantear
mejoras sucesivas en la calidad de la comunicación efectuada a partir de
recomendaciones que deberían ser asumidas, sin discusión, por todos y cada
uno de ellos, hasta lograr la aceptación del equipo al completo.

Aplicar la técnica de dramatización ayudará mucho a internalizar


correctamente las propuestas a asumir que incluyan cambios en el
comportamiento con el fin de reforzarlas y contrarrestar así la inercia que todos
poseemos a reaccionar mediante automatismos reiterados.

Esta dinámica va a permitir, además, rubricar emocionalmente el acuerdo


final al generarse un clima desenfadado y lúdico que termine de desplazar
cualquier atisbo de tensión existente entre ellos desde que llegaron al proceso
de mediación. Al terminar, lógicamente, se procedería a borrar todos esos
contenidos audiovisuales, si los hubiere, en aras de preservar el principio rector
de confidencialidad.

177
Introducción teórica

Existe una cuestión fundamental que guarda relación con nuestros


comportamientos habituales o cotidianos que, sin embargo, no sabemos
gestionar de un modo correcto o adecuado. Ello se debe principalmente a que
nadie suele adiestrarnos en ese sentido cuando somos más jóvenes y luego, de
mayores, seguimos arrastrando esa carencia. Se trata del modo en que
expresamos nuestros sentimientos a los demás. En general somos bastante
brutos y en tales situaciones es frecuente que, en vez de manifestarlos
tranquilamente con amabilidad y cortesía, se los arrojemos al otro a la cara
reprochándole agresivamente aquello que nos molesta o nos incomoda de él.
Basándonos en el trabajo de Marshall Rosenberg en el campo de la
comunicación no violenta, podemos establecer cierto protocolo que nos ayude a
la hora de comentarle al otro lo que nos está sucediendo con él. Lo primero es
analizar la situación conflictiva diferenciando algunos elementos entre sí. Por un
lado, determinamos los hechos tal cual, describiéndolos asépticamente y sin
valoración alguna. Después atendemos a la sensación que nos producen para,
a continuación, explicarle al otro lo que pensamos sobre ello y cómo nos gustaría
que funcionase todo en realidad. Por último, introducir adicionalmente algún
elemento de carácter empático que muestre al otro que comprendemos
perfectamente su perspectiva del asunto redondeará nuestra exposición.

Por ejemplo, imaginemos que alguien trata de ser atendido antes que
nosotros cuando, en realidad, hemos llegado antes que él. Normalmente le
diríamos algo parecido a lo siguiente:

“¡Oiga!... ¡No se cuele!... ¡Yo he llegado antes que usted!... ¡Menuda cara se
gasta!... ¡Haga el favor de aguardar a su turno y no sea tan listo!...”

En lugar de eso, obramos del modo descrito y reorganizamos los diferentes


elementos de un modo, esta vez, asertivo.

178
“Disculpe… Imagino que no se ha dado cuenta de que yo llegué antes…
Supongo que alguna vez le ha pasado y sabe lo mal que sienta cuando alguien
se intenta colar. Por eso mismo, para evitar malentendidos se lo comento para
que esté más atento y así no tenga problemas ni conmigo ni con nadie”

De ese modo, lograremos una mayor comprensión por parte del otro ya que,
al no ser agresivos con él, no se verá abocado a reaccionar de un modo
defensivo y se hallará en mejor disposición para satisfacer nuestras posibles
necesidades.

El objetivo de la presente dinámica precisamente es facilitar técnicas para ir


resolviendo focos personales de tensión de un modo satisfactorio, construyendo
un estilo de diálogo no violento que permita la expresión de los sentimientos
evitando esa agresividad característica con la que solemos manifestarlos.

1) Se elige una situación típica cotidiana, relacionada con el conflicto,


en la que, constantemente, se producen disputas.

Sin mayores explicaciones, la idea es que las partes seleccionen situaciones


conflictivas que les toca vivir a diario en relación con el conflicto que les ha
llevado a la mediación. Se trataría en concreto de una puesta en común
improvisada que desarrollará el grupo sin previa preparación mediante el uso del
diálogo.

Entendemos que para todos resulta difícil reconocer la violencia, aunque sea
de baja intensidad, como propia o próxima. Suele considerarse que los violentos
son los otros o que tales situaciones no tienen que ver con la propia vida. El
mediador ha de tener en cuenta que ésta es una aproximación al tema y que la
mayor comprensión se obtiene, no por explicación reiterada ni forzamiento, sino
sobre todo gracias a la confianza despertada en el mediado al sentir, en todo
momento, que no será juzgado o criticado.

179
2) Preparación de una representación teatral en la que participarán los
concurrentes como actores que tratarán de expresar sus respectivas
situaciones problemáticas

Cada individuo reflexiona sobre cómo debe actuar según su papel habitual
esforzándose por llevarlo a cabo de la mejor manera que le sea posible. A tal
efecto, deberá pensar los argumentos pertinentes y acordes a la situación que le
permita establecer un diálogo concreto que evidencie claramente el conflicto que
se representa.

Es posible que, en tales circunstancias, algunas personas conecten con


sentimientos guardados a lo largo de mucho tiempo y tengan, durante la
preparación de la representación, la oportunidad de expresarlos libremente de
una manera un tanto desenfadada. El mediador entenderá que se trata de meras
catarsis muy positivas para el sujeto.

3) Representación teatral

Precisamente, la idea es que la representación constituya también una forma


de catarsis, y no sólo de comunicación y expresión de los propios problemas.

Obviamente, este trabajo presenta dificultades para la mayoría de la gente


que se suelen encubrir tras una actitud, en ocasiones, excesivamente lúdica. En
tales situaciones el mediador debe insistir en que se trata de expresar la situación
tal y como se la vive en la realidad.

4) Recomendación sintética del resto a cada autor

En este paso el mediador planteará que se trata de recomendaciones


conjuntas, para lo cual pedirá que se vayan definiendo los consejos que, con el

180
acuerdo de todos, se estimen convenientes para cada protagonista. El mediador
puede intervenir también en esa discusión conjunta aportando opiniones al
respecto y censurando, con especial delicadeza, a quienes se alarguen en sus
comentarios o se salgan de tema, siempre sin que se sientan criticados.

El mediador explica que quien recibe las recomendaciones, toma nota de


ellas sin discutir ni entrar en justificaciones, sino tomándolas como una ayuda
por parte de los otros participantes.

El mediador tendrá en cuenta que sus comentarios son considerados muy


importantes por los mediados y pueden tomarse como juicios o valoraciones de
las situaciones personales expuestas. En este caso, observaciones justas y
precisas expresadas en términos de mejora o utilidad y sin valorar o prejuzgar
ningún comportamiento previo sería lo deseable. A las recomendaciones
expresadas, se añade una formulación asertiva de los sentimientos
manifestados en cada situación.

5) Representación teatral considerando las recomendaciones del


conjunto y la reformulación de las necesidades manifestadas modificando
la respuesta habitual

Tras el intercambio anterior se obtienen nuevas soluciones para intervenir en


el conflicto que se ha representado al considerar las nefastas consecuencias
obvias respecto de las decisiones tomadas en un principio.

En esta ocasión se tendrán en cuenta además las propias dificultades de


expresión de los problemas y los sentimientos desatados en la representación
teatral efectuada anteriormente, así como las recomendaciones del conjunto y
se procederá a actuar de un modo, esta vez, no agresivo.

181
6) Conclusiones

Una vez finalizada la representación, el mediador reúne a todos los


participantes y hace una puesta en común con todos ellos analizando
conjuntamente todo lo sucedido. En este punto, se trata de que cada parte defina
con claridad: lo que haya comprendido que es importante modificar; se explica
que comenzar a gestionar las situaciones conflictivas que uno vive de un modo
consciente y atento es un primer paso para superar esa mecanicidad con la que
solemos manejarnos habitualmente y comenzar a estrechar lazos con los que
nos rodean y desarrollar ámbitos cohesionados y armónicos. Finalmente se
puede invitar a cerrar la sesión con la exposición, por parte de cada uno. de las
conclusiones generales que extraen de su participación en ella.

182
CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

En cualquier juicio que presenciemos, podemos constatar el hecho de que,


frente a un mismo suceso, existirán probablemente tantas declaraciones
diferentes como testigos haya. En el caso de un conflicto, tal diversidad
descriptiva resulta aún más evidente dado que la intensidad del mismo guardará
relación directa con el grado de disparidad de los respectivos enfoques. Por
consiguiente, una manera interesante de avanzar en la resolución de cualquier
disputa consiste en ir acercando posiciones al objeto de intentar construir una
historia común de lo acontecido.

En sesiones anteriores los mediados ya nos han contado lo que ha ocurrido


tal y como cada uno de ellos lo ha vivido.

Ahora se trata de abrir la perspectiva de cada cual y narrar el incidente


complementando entre sí todas esas explicaciones personales a fin de
establecer como vería dicha situación cualquier espectador ajeno a los hechos.
A la hora de elaborar ese relato común, ampliaremos la escala de la descripción
hasta un nivel mínimo que les incluya a ambas partes. Cuanto más levantemos
la mirada, más sencillo resultará luego diluir las tensiones e integrar los hechos.

Una manera conveniente de abordar la cuestión sería formular la siguiente


propuesta:

PÓNGANSE DE ACUERDO SOBRE LO SUCEDIDO Y EXPLIQUENMÉ


CONJUNTAMENTE QUÉ FUE LO QUE OCURRIÓ, CONSIDERANDO TODO LO QUE HAN
IDO DESCUBRIENDO EN SESIONES ANTERIORES E INTENTANDO TRASCENDER LAS
IMPRESIONES PERSONALES QUE EXPRESARON AL PRINCIPIO DE LA MEDACIÓN.

183
QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

Esta sesión se desarrollará de manera conjunta y el objetivo, obviamente,


será ya perfilar a grandes rasgos lo que constituirá el acuerdo final. Para ello
emplearemos, en esta sesión, la ´técnica basada en la denominada ”luvia o
tormenta de ideas”. Se trata de una dinámica de grupo muy conocida ideada en
el año 1919 por Alex Faickney Osborn bajo la denominación “brainstorming”, que
consiste en exponer sugerencias, sin prejuicio alguno, sobre un determinado
asunto, aprovechando así la capacidad conjunta creativa de la totalidad de los
participantes. La clave del asunto reside en suspender toda valoración,
censurando la expresión de cualquier crítica durante la fase inicial en la que
brotan las ideas. Obrar de ese modo permite al grupo explorar muchas más
posibilidades, resultando crucial para impulsar el pensamiento lateral colectivo
que necesariamente se mueve fuera de los límites de lo habitual. Por
consiguiente, las ideas “imposibles” o inimaginables son muy bien recibidas,
generando, a veces, planteamientos tan disparatados que motivan la hilaridad
general de los presentes. Es preciso reunir cuantas más opiniones mejor porque
las que surgen primero suelen presentar escaso valor creativo al ser muy tópicas
y evidentes. Por otro lado, la acumulación de enfoques diversos genera, a su
vez, cierto efecto multiplicador al servir de base para disparar la imaginación del
resto y el haber suspendido previamente todo juicio posibilita además que
diferentes planteamientos se complementen entre sí enriqueciéndose
mutuamente.

La pregunta a formular para iniciar esta “lluvia de ideas” sería:

¿QUÉ SE PODRÍA HACER PARA SUPERAR DEFINITIVAMENTE ESTA SITUACIÓN?

Posteriormente se trataría de intercambiar impresiones al respecto para,


entre todos, hallar una solución satisfactoria.

184
ESQUEMA COMPLETO DEL PROCESO MEDIADOR

PREMEDIACIÓN

NECESIDAD
SENSACIÓN
INTERÉS ¿QUÉ SUCEDIÓ?
PERSPECTIVA
ACTITUD HISTORIA PERSONAL
COMPORTAMIENTO
COHERENCIA

EXPERIENCIA
RECONEXIÓN EMPATICA GUIADA
RESISTENCIA

RESTABLECER
COMUNICACIÓN

PSICODRAMA

¿? ASERTIVIDAD

HISTORIA COMÚN

¿QUÉ NOS SUCEDIÓ?


RECONCILIACIÓN
HISTORIA INTERSUBJETIVA

LLUVIA DE IDEAS

ACUERDO

185
EJEMPLO PRÁCTICO
DE
MEDIACIÓN

SITUACIÓN CONFLICTIVA

Bronca de un jefe a su empleado por no terminar a tiempo


una tarea que previamente le había encomendado

186
PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

Plano inferior (Composición)

EMPLEADO

NECESIDAD: Ser tratado siempre con amabilidad y consideración.

INTERÉS: Obtener una disculpa o al menos un reconocimiento por parte de


su jefe con respecto al incorrecto trato dispensado por éste para evitar que se
repita.

SENSACIÓN: Sensación de avasallamiento, menosprecio e impotencia.

COMPORTAMIENTO: Prodigar todo tipo de justificaciones intentando


hacerle entender que no fue por su culpa el que no pudiera cumplir con su
compromiso y callarse, con respecto al trato recibido, por temor a posibles
represalias, dada la situación de poder del jefe, desahogando luego la tensión,
quejándose ante otros compañeros, por el trato recibido.

ACTITUD: Evasiva y justificativa

PERSPECTIVA: Mi jefe se ha dirigido a mí de un modo muy agresivo


exigiéndome una tarea que, por determinadas circunstancias, no me había sido
posible concluir.

COHERENCIA: Si no consigo expresar abiertamente a mi jefe mi


descontento con la manera que tiene de dirigirse a mí, se repetirán, sin duda,
ese tipo de incidentes. La estrategia adoptada expresada en forma de
comportamiento y actitud no corresponde con la que se debería promover en un
intento por sentirme mejor.

187
JEFE

NECESIDAD: Confiar en que puede contar con la ayuda de su empleado a


la hora de sacar el trabajo adelante y cumplir con los objetivos previstos.

INTERÉS: Que el empleado asuma y realice las tareas encomendadas de


una manera diligente y responsable.

SENSACIÓN: Decepción y agobio

COMPORTAMIENTO: Presionar al empleado hablándole con un tono muy


vehemente.

ACTITUD: Expeditiva y autoritaria

PERSPECTIVA: Mi empleado no cumple con sus compromisos y, en vez de


darme soluciones, sólo me plantea excusas. Pienso que tendré que ocuparme
yo mismo de los asuntos importantes.

COHERENCIA: Si fuerzo siempre al empleado a aceptar compromisos,


nunca le daré margen para que él mismo asuma tal responsabilidad y jamás
podré confiar luego en su compromiso y continuaré obligándole. Presionarle no
es un comportamiento congruente con el deseo de que se comporte de un modo
más responsable.

188
Plano medio (Relación)

La actitud justificativa adoptada por el empleado, excusándose


permanentemente por no cumplir con su trabajo, intranquiliza a su jefe que
termina dirigiéndose a él de un modo expeditivo y reprobatorio, lo que da lugar,
a su vez, a que el empleado se defienda, de algún modo, aclarando las
dificultades que surgieron, en lugar de centrarse en hallar una solución al
problema, que es lo que verdaderamente necesita su jefe.

Plano superior (Proceso)

O bien se diluye ese tándem expeditivo/irresponsable, modificando


cualquiera de ellos su comportamiento o, de lo contrario, se producirá una
escalada en el conflicto con consecuencias cada vez más graves, que
repercutirán, por acumulación, en el clima de convivencia de la oficina. afectando
posteriormente al resto de la plantilla.

189
ESQUEMA ANALÍTICO DE LA SITUACIÓN CONFLICTIVA

PERSPECTIVA PERSPECTIVA
Mi empleado no cumple con su trabajo Mi jefe se ha dirigido a mí de un modo
muy agresivo
ESTEREOTIPO ESTEREOTIPO
Vago irresponsable Sargento “chusquero”

INTEREÉS
INTEREÉS
Que el empleado cumpla con su trabajo
Obtener una disculpa por parte de su jefe

HISTORIA COMÚN

Las exigencias de un entorno cada vez más


SENSACIÓN competitivo, nos conducen a ambos a un SENSACIÓN
estado de nerviosismo y de alteración
Decepción y agobio permanente tal que cualquier problema de Avasallamiento, menosprecio e impotencia
coordinación mutua hace estallar la chispa

NECESIDAD
Confiar en mis empleados y saber que NECESIDAD
cuento con su ayuda en todo momento ACTITUD ACTITUD
Ser tratado con amabilidad y consideración
Expeditiva y Evasiva y
reprobatoria justificativa

COMPORTAMIENTO
COMPORTAMIENTO
Justificarse y no expresar lo que siente por
Presionar al empleado increpándole
temor a posibles represalias laborales
INTERRELACIÓN DE ACTITUDES

La actitud justificativa adoptada por el


empleado, excusándose permanentemente
por no cumplir con su trabajo, intranquiliza
COHERENCIA a su jefe que termina dirigiéndose a él de un
Obligarle a afrontar sus compromisos no es modo expeditivo y reprobatorio, lo que da COHERENCIA
la manera adecuada para que sea más lugar, a su vez, a que el empleado se Callarse no es una estrategia adecuada para
responsable defiennda de algún modo evitar que esos incidentes se repitan

190
JEFE EMPLEADO
SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

JEFE

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Un vago irresponsable

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Bueno... Se podría decir que es un tipo tranquilo, sereno, alegre...

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Yo soy una persona muy seria y responsable... Pero, en fin... Nadie es


perfecto y alguna vez incumplí un compromiso... Pero siempre existió una
poderosa razón para ello...

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

Pues eso... Que a veces aparecen imprevistos con los que no contabas
inicialmente...

¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

Es posible que el tono que empleé no fuera el más adecuado...

191
¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Estaba nervioso porque estamos muy apurados con los plazos... Lo único
que pretendía es que hiciese su trabajo... Para eso le pago...

¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

Tal vez piense que soy inflexible... Que no me importan sus explicaciones...
Pero es que lo que me interesa es ver cómo vamos a sacar el trabajo adelante...

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Supongo que presionado... Pero es que algo tengo que hacer para que
reaccione... Tengo que estar siempre encima de él para que haga las cosas...

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder


sentirse mejor?

Puede ser que haya sido algo duro con él... Pero es que no se pone en mi
lugar... Yo soy el que finalmente tiene que “dar la cara”...

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Puedo intentar ser más amable... Pero siempre que asuma su trabajo sin
necesidad de estar pendiente yo de ello...

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje


crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

Imagino que me ve como una especie de “negrero”...

192
¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Soy firme, decidido, honesto, directo, sincero...

193
EMPLEADO

Cuestionario 2:

Si el/ella fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... él/ella es un/una…

Un sargento “chusquero”

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Es alguien muy comprometido con lo que hace... Muy responsable...

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

A veces me he puesto un poco “mandón” con mis hijos... Pero siempre fue
por su bien... Para que aprendiesen a ser más responsables...

¿Qué ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

Son momentos en los que te “sacan de quicio”... No obedecen... No


cumplen...

¿Qué has podido haber hecho que a él/ella le haya molestado?

Pues no cumplir con mi tarea a tiempo... Pero es que pude...

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

No contaba con algunas cosas que sucedieron...

194
¿Qué crees que podría pensar él/ella sobre tus intenciones al respecto?

Como ni siquiera me escuchó, supongo que pensará que eludo mis


responsabilidades... Que no quiero trabajar...

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Es posible que algo decepcionado y preocupado...

¿Qué es lo que supones que él/ella necesita en realidad para poder


sentirse mejor?

Naturalmente necesitará sentir que cuenta conmigo...

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Lo único que puedo hacer es planificar mejor las cosas y asumir que no todo
sale siempre como uno espera e intentar poner remedio a esas situaciones...
Más no me es posible...

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje


crees que serías para él/ella según tú?... Tú eres un/una…

Un “escaqueado”...

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

No me gusta agobiarme...

195
TERCERA SESIÓN (CONJUNTA) OPTATIVA - PSICODRAMA

La situación para escenificar se podría titular:

“¿Ha terminado ya el informe que le pedí?…”

Se escenifican los hechos tal cual sucedieron o suelen suceder con lo cuál
los diálogos expresados serían:

- ¿Está por fin listo ese informe que te encargué ayer?


- No he podido aún redactarlo porque he tenido otros asuntos que
atender…
- Lo necesitaba ya porque andamos atrasados con ese tema…
- ¿Qué quiere que haga?... No tengo cuatro manos…
- Así no podemos seguir…
- Me dejó tirado el coche y tuve que llamar a una grúa… ¿Tengo yo la culpa
de eso?...

Tras la dramatización inicial y, después de comprobar cómo interaccionan y


se retroalimentan entre sí las actitudes que conforman el binomio
expeditivo/irresponsable, se realizan recomendaciones sobre cómo afrontar tal
coyuntura.

Se insta al empleado a modificar su comportamiento "protestón" y justificativo


para evitarle así a su jefe estados crecientes de nerviosismo, ansiedad y
preocupación.

En lugar de eso, se le aconseja que trate de aportar alguna solución en vez


de simplemente quejarse, considerando que, con eso, no resuelve, en modo
alguno, el problema y lo único que consigue así es acrecentar esa tendencia, por
parte de su jefe, a presionarle.

196
- ¿Está por fin listo ese informe que te encargué ayer?
- No he podido aún redactarlo porque me ha surgido un imprevisto… Pero
no se preocupe porque ya mismo me pongo con ello y en cuanto esté,
que será lo antes posible, yo mismo se lo acerco a su mesa…

De ese modo queda desarmada esa actitud de reproche continuado que tanta
tensión estaba produciendo en el empleado…

Se le sugiere, además a ambos, que traten de expresar sus respectivos


sentimientos de una manera más asertiva, omitiendo todo rasgo de agresividad.
Las peticiones mutuas alternativas se podrían articular del siguiente modo:

JEFE A EMPLEADO

Cuando compruebo que no ha realizado el trabajo que le pedí en el plazo


acordado me siento muy nervioso ante la posibilidad de no poder cumplir con los
compromisos adquiridos y me da la impresión de que he de ocuparme yo de todo
y eso me agobia bastante. En tal situación sólo recibo, por su parte,
explicaciones de por qué no está listo dicho encargo cuando, en realidad, lo que
necesitaría y, por consiguiente, me gustaría en tales circunstancias es que me
ayude a encontrar alguna solución.

EMPLEADO A JEFE

Cuando me increpa nervioso y algo alterado porque no he podido culminar la


tarea encomendada por algún desfavorable imprevisto acaecido, siento como si
pensase que es porque irresponsablemente no he querido cumplir con mis
obligaciones. Por ese motivo intento explicarle las razones por las cuales no me
ha sido posible concluir el trabajo encomendado, pero me da la impresión de que

197
su nerviosismo le impide escucharme. Comprendo su decepción y preocupación
al respecto y, créame que nada me gustaría más que complacerle en todo
momento, pero cuando, en ocasiones, no me es posible tal cosa, agradecería
muchísimo que, pese a ello, mantuviese intacta su confianza en mí e intentase
calmarse.

Finalmente se vuelve a representar la situación conflictiva incorporando todas


las recomendaciones efectuadas.

198
CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

A partir de las vivencias personales sobre el incidente expresadas en las


primeras sesiones, se trataría ahora de complementarlas entre sí estableciendo
una historia común de los hechos acaecidos, coincidiendo con cómo la vería
alguien ajeno a los mismos.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL EMPLEADO

Mi jefe, con su elevado tono de voz hizo que se sintiese avasallado e


intimidado, siendo además muy injusto conmigo al no considerar las
desafortunadas circunstancias que me impidieron cumplir con el compromiso
adquirido de terminar a tiempo la tarea encomendada, tal y como intentaba
explicarle.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL JEFE

Las continuas justificaciones vertidas por mi empleado, como eludiendo toda


responsabilidad, en referencia a no haber cumplido con su trabajo, lejos de
tranquilizarme, proporcionándome alguna solución al problema, generaron en mí
tal desesperación que, nervioso, me vi, de alguna manera, forzado a elevar el
volumen de mi voz para que reaccionase al respecto.

Un relato conjunto elaborado a una escala lo suficientemente amplia de la


situación, daría como resultado una descripción aproximadamente como ésta:

PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

Las exigencias de un entorno cada vez más competitivo, nos conducen a


ambos a un estado de nerviosismo y de alteración permanente tal que cualquier

199
problema de coordinación mutua hace estallar la chispa. Por otro lado, las
estructuras organizativas de carácter muy piramidal distribuyen
consecuentemente las responsabilidades a afrontar y el margen individual de
maniobra de una manera marcadamente diferencial. Todo ello nos obliga a
aceptar, a veces, una carga laboral excesiva que no siempre es posible asumir
y que, cuando no todo sale según lo calculado, aparecen circunstancias
imprevistas que incrementan el nivel de estrés. En tales situaciones se pierde
toda capacidad asertiva y el reproche se convierte en la manera habitual de
expresar las necesidades desde el nivel jerárquico superior hacia abajo. Ello
genera sentimientos de injusticia que tienden a ser compensados con
justificaciones por parte del personal subalterno que son interpretadas, a su vez,
como meras excusas por el superior, orientándose todo ya hacia una estéril
estrategia de depuración de responsabilidades en lugar de aplicarse ambos en
la búsqueda de soluciones, lo que acelera la tensión hasta el umbral conflictivo.

200
QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

La pregunta que deberíamos formular sería:

¿QUÉ SE PODRÍA HACER PARA SUPERAR DEFINITIVAMENTE ESTA SITUACIÓN?

• Planificar mejor las tareas contemplando posibles imprevistos


• Trabajar más en equipo evitando que importantes responsabilidades
recaigan sobre una sola persona
• Promover talleres de Asertividad
• Procurar establecer un clima laborar exento de crispaciones

EMPLEADO

Yo creo que podría asumir el reto de planificar las tareas con mayor precisión
incorporando protocolos alternativos de actuación en caso de imprevistos.

JEFE

Tal vez sería posible, por mi parte, ampliar los plazos de ejecución de
determinados trabajos no comprometiéndome con los clientes a resolver sus
cuestiones de un modo tan inmediato.

JEFE

También considero que debería serenarme un poco y no andar siempre


metiendo presión a todos mis empleados, confiando más en ellos, tratándolos
mejor y colaborando implicándome más en el trabajo.

201
EMPLEADO

Me pareció muy interesante aquella sesión en la que escenificamos la


situación conflictiva... Por esa razón propuse lo de los talleres... ¿No se podrían
realizar talleres al respecto para todo el personal?... Creo que a todos nos
vendrían muy bien...

JEFE

Se me ocurre que, tal vez, reunirnos de vez en cuando todos para tratar de
estos temas y mejorar el ambiente general de trabajo sería una muy buena idea...

Recapitulando, podríamos sintetizar todo lo expuesto del siguiente modo:

- Planificar las tareas considerando posibles imprevistos, pero ampliando,


a su vez, los plazos de ejecución.

- Desarrollar relaciones más asertivas en el trabajo con la realización de


talleres sobre gestión de conflictos y comunicación no violenta.

- Implementar y evaluar todo lo acordado estableciendo reuniones


periódicas generales para intercambiar impresiones al respecto.

Bueno... Sólo queda trasladar formalmente todos estos puntos a un acuerdo


y firmarlo... Gracias por participar....

202
EJEMPLO PRÁCTICO
DE
MEDIACIÓN

SITUACIÓN CONFLICTIVA

Un banco intenta ejecutar una hipoteca por impago de cuotas y el inmueble esta arrendado por
un hermano del propietario que se ha quedado en paro y que por ese motivo no puede abonar
el alquiler, con el cual el dueño, a su vez, hacía frente al crédito.

203
PREAMBULO

Considerando que la metodología que planteamos se articula en torno al


concepto de empatía, tal vez pudiéramos suponer erróneamente que tal
estrategia es de aplicación exclusiva en conflictos con una vertiente emocional
muy marcada. Por ello hemos decidido aplicarla también a un caso más propio
del ámbito mercantil y en dónde las relaciones entre los protagonistas son muy
superficiales, entendiendo, no obstante, que no por eso se han de cuidad menos.

Aunque la componente personal en esta situación no sea significativa,


podemos constatar, no obstante, que existe un nítido bloqueo empático inferido
claramente por el establecimiento de estereotipos que, aunque explicitados a
través del cuestionario, hubiesen operado, de todas formas, de un modo tácito o
soterrado dado que, dicho fenómeno, tal y como venimos comprobando es
inherente a cualquier conflicto sea de la naturaleza que sea. Ello demuestra que
esta estrategia, basada en la reconexión emocional profunda, es aplicable
también a cualquier disputa, aun cuando no existan vínculos previos entre las
partes. La existencia o no de empatía no guarda relación alguna con la confianza
mutua existente anterior a la polémica, sin embargo, sí que hemos de admitir
que, aunque deseable, la normalización en las relaciones no actúa como un
incentivo importante en conflictos de estas características, tal y como sí sucede
en otro tipo de circunstancias donde, al aplicar el método en el plano superior o
evolutivo, constatamos las nefastas consecuencias que, en ese sentido, posee
la escalada posterior, mostrando en toda su crudeza esa vertiente negativa que
todo conflicto posee. Aunque en el presente caso los costes del probable
distanciamiento progresivo no sean excesivamente relevantes en el plano
afectivo, sí que lo son en otros aspectos que actúan, en esta ocasión como
alicientes frente a su posible resolución.

204
PRIMERA SESIÓN (INDIVIDUAL) – ANÁLISIS DE SITUACIÓN

Plano inferior (Composición)

Cuestionario 1:

PROPIETARIO

¿Qué es lo que ha sucedido?

El banco intenta iniciar la ejecución de mi casa por no pagar la hipoteca pero


no puedo asumir ese gasto porque se la tengo arrendada a mi hermano que
lleva, a su vez, tiempo sin abonarme el alquiler porque se ha quedado en paro.

¿Qué ha hecho el banco que tanto te ha molestado?

El banco quiere quitarme la casa y dejar a mi hermano en la calle.

¿Qué pensaste cuando comenzó a actuar de esa manera?... ¿Por qué


crees que está actuando de ese modo?... ¿Qué crees que pretende obrando
así?

El banco “va a lo suyo” y sólo le importa el dinero y no las personas. Lo único


que le preocupa es cobrar.

¿Cómo te sientes?

Sentí injusticia e impotencia en un principio y ahora, además, cierta ansiedad


por preocuparme por cómo se resolverá esta situación.

205
¿Qué hiciste al respecto?

Para evitar la ejecución, puse en manos de mi abogado el asunto el cual me


informó de ciertos derechos que poseo al respecto en relación a que dicha
vivienda se halla ocupada en estos momentos por un tercero.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el


comportamiento?

Si la estrategia a seguir fuese completamente acertada no generaría


sentimientos de ansiedad y preocupación al ser capaz de zanjar del todo la
cuestión.

Por otro lado, percibir al banco como un ente completamente inflexible, no


ayuda a encontrar una salida. En el fondo soy yo el que ha incumplido mi parte
del acuerdo.

¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Buscar cuanto antes una solución alternativa y definitiva que me permita


despreocuparme de ese asunto y, para ello, he confiar un poco en que será
posible hallarla de algún modo.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Mantener la propiedad de mi casa libre de toda amenaza.

¿Qué te gustaría que hiciese el banco al respecto?

Necesitaría cierto margen de confianza, por parte del banco, para poder
saldar la deuda, pero cuando las condiciones económicas lo permitan.

206
ARRENDATARIO

¿Qué es lo que ha sucedido?

No puedo asumir el alquiler de la casa donde vivo pero de eso he de


responder ante mi hermano que es quién me la arrendó y no frente a un banco
con el no poseo relación alguna y que pretende desahuciarme.

¿Qué ha hecho el banco que tanto te ha molestado?

El banco pretende echarme de la casa donde vivo cuando yo no tengo nada


que ver con ese banco. Mi problema es entre mi hermano y yo.

¿Qué piensas al respecto?... ¿Por qué crees que el banco ha actuado


de ese modo?... ¿Qué crees que pretendía obrando así?

Son unos usureros los del banco y sólo les preocupa cobrar su maldito dinero.

¿Cómo te sientes ahora?

Siento rabia y desesperación por no saber donde voy a vivir.

¿Qué has hecho al respecto?

No puedo hacer nada… Llevo tiempo ya buscando un trabajo pero no lo


encuentro.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el


comportamiento?

No actuar con decisión frente a un problema tan grave no parece ser una
táctica muy acertada. Es normal sentirse desesperado.

207
¿Consideras necesario modificar alguno de esos elementos?

Creo que debo pensar en hallar alguna solución práctica y concreta.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Tener un sitio donde poder vivir tranquilo hasta conseguir un trabajo.

¿Qué te gustaría que hiciese el banco al respecto?

Que me “eche una mano” en vez de “ponerme una pierna encima” para así
poder salir adelante en esta complicada situación.

208
BANCO

¿Qué es lo que ha sucedido entre vosotros?

Un cliente no abona las cuotas de la hipoteca y nos hemos visto en la


obligación de ejecutarla.

¿Qué ha hecho el cliente?

No responder al compromiso adquirido de pagar puntualmente las


mensualidades de la hipoteca que suscribió con nosotros.

¿Qué piensa el banco sobre eso?... ¿Por qué cree que el cliente ha
actuado de ese modo?... ¿Qué cree que pretendía obrando así?

Todos somos personas adultas y responsables. Nadie le obligó al contratar


con nosotros un crédito y ha de atenerse a las consecuencias pactadas entonces
ante al hecho de no poder hacer frente a los pagos. Si le perdonásemos a todo
el mundo sus deudas, el banco quebraría. Al fin y al cabo, no somos una ONG
sino un negocio tan respetable como otro cualquiera.

¿Cómo se sienten los empleados y el director de la sucursal?

Nos incomoda vernos obligados a recurrir a este tipo de medidas tan


drásticas pero nuestra responsabilidad es que esta entidad bancaria sea viable
económicamente.

¿Qué están haciendo al respecto?

Intentar forzar a nuestro cliente a que responda con el compromiso adquirido


o, en caso contrario, poder saldar la deuda generada subastando la vivienda que

209
forma parte de lo acordado voluntariamente aceptado por él cuando nos solicitó
la concesión del crédito y legalmente contemplado en este tipo de situaciones.

¿Existe coherencia entre la perspectiva, la sensación y el


comportamiento?

Esa insatisfacción manifestada en forma de incomodidad denota que no


estamos en presencia de la mejor de las soluciones. Por otro lado, quedarnos
con el piso en propiedad no nos garantiza, salvo que sea adquirido por subasta,
que la deuda sea saldada y además nos genera ciertos gastos legales.

¿Considera el banco necesario modificar alguno de esos elementos?

Tal vez se podría articular alguna solución al respecto más satisfactoria para
todos los implicados.

¿Qué es lo que necesitas en realidad para poder sentirte mejor?

Necesitamos que la gestión este negocio resulte ser lo más rentable posible.

¿Qué te gustaría que hiciese el cliente al respecto?

Que abone las cuotas pendientes y continúe cumpliendo con el resto de


mensualidades hasta saldar definitivamente la deuda contraída.

210
De esta primera sesión de análisis de la situación conflictiva extraemos la
siguiente información que presentamos de manera esquemática mediante la
siguiente tabla:

BANCO PROPIETARIO ARRENDATARIO

Mantener la casa en Tener un lugar donde


NECESIDAD Ganar dinero
propiedad poder vivir

No perder dinero con


Evitar que el banco
INTERノS esa operación de Detener el desahucio
ejecute la hipoteca
crédito

Impotencia, injusticia,
SENSACIモN Incomodidad Rabia y desesperación
ansiedad y preocupación

Defensa de sus
Aguardar a ver si su
COMPORTAMIENTO intereses por la vía Buscar trabajo
hermano lo resuelve
judicial

Algo evasiva
ACTITUD Rígida, fría y hostil Expectante obsesionado en una
única posible solución

Es un irresponsable Al banco no le interesan


Los del banco son unos
PERSPECTIVA que no quiere saldar las personas. Sólo desea
usureros sin corazón
su deuda cobrar la cuota como sea

Aunque legalmente
El percibir al banco como
tengamos derecho, no Jugársela a una sola
COHERENCIA inflexible cierra toda
nos resulta nada carta no es sensato
posibilidad
agradable

Plano medio (Relación)

Al esperar a ver si su inquilino resolvía su falta de liquidez y no ponerse el


propietario en contacto con el banco advirtiéndole sobre sus dificultades a la hora

211
de abonar las cuotas para estudiar alguna posible solución, el banco se ve
empujado a adoptar medidas legales que, a su vez, cierran toda posibilidad de
diálogo por ambas partes.

Plano superior (Proceso)

De no restablecerse cierta comunicación entre todas las partes para plantear


así alguna alternativa, se verán abocados a zanjar todo mediante la vía judicial.
El resultado de todo eso será seguramente que el propietario pierda su casa, el
arrendatario, su hermano, se vea en la calle y el banco no recupere totalmente
su inversión porque, tras subastar el inmueble por un precio lógicamente inferior,
habrá acumulado un importante gasto en abogados, después de un largo,
tedioso e incómodo proceso.

212
SEGUNDA SESIÓN (INDIVIDUAL) – CONEXIÓN EMPÁTICA

Cuestionario 2:

PROPIETARIO

Si el banco fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... él es un…

El banco es un buitre en busca de carroña

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Del banco su firmeza y seguridad

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?... ¿Qué
ocurrió entonces para que te comportases de ese modo?

En cierta ocasión presté un libro y, al cabo de un tiempo, apuré a mi amigo


para que me lo devolviese. Me puse algo nervioso porque lo necesitaba para
hacer un trabajo y lo único que me decía era que no sabía donde podría estar,
sin plantear solución alguna. Entonces le amenacé con vender un disco suyo
que me había dejado anteriormente para así comprarme otra vez el libro.

No recuerdo ninguna situación concreta en la que apremiase a alguien para


que me devolviese un préstamo pero puedo imaginar que, podría ser capaz de
actuar como el banco si existiese alguna urgente necesidad al respecto y no
existiese ninguna otra posibilidad.

213
¿Qué has hecho que al banco le ha molestado?

Dejar de pagar las cuotas de la hipoteca tal y como habíamos acordado.

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Yo no tengo dinero para hacer frente a esos pagos y dependía del alquiler de
mi hermano para ello… Al quedarse él en paro, no he podido responder a ese
compromiso…

¿Qué crees que podría pensar el banco sobre tus intenciones al


respecto?

Supongo que el banco piensa poco sobre las posibles razones que existan…
De hecho, no creo que conozcan las circunstancias especiales que motivan mi
impago… Imagino que piensan que no pago porque no quiero…

¿Cómo consideras que se sintió él/ella entonces?

Naturalmente se sentirán preocupados por el hecho de que esa operación


hipotecaria les pueda acarrear pérdidas…

¿Qué es lo que supones que el banco necesita en realidad para poder


sentirse mejor?

Lógicamente volver a contar con el pago regular de las cuotas…

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Hasta que no perciba ingresos por alquiler de esa propiedad poco puedo
hacer al respecto…

214
Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje
crees que serías para el banco según tú?... Tú eres un/una…

Me imagino que me perciben como un completo irresponsable Incapaz de


cumplir con los compromisos adquiridos…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Tengo claro que mi familia es lo primero… Sé establecer claramente mis


prioridades…

215
ARRENDATARIO

Si el banco fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... El banco es un…

Es un prestamista usurero, mafioso y extorsionador…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

No sé… La responsabilidad y el celo profesional tal vez…

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Nunca me he comportado así con nadie…

¿Qué tendría que suceder para que te comportases de ese modo?

No creo que fuese capaz jamás de presionar a nadie por dinero… No soy tan
miserable…

Imaginemos que trabajas de comercial en una empresa y que este


último mes no te han ingresado la nómina porque, según tu jefe, existen
serias dificultades económicas. Por otro lado, tú posees algo de mercancía
acumulada…

¿No se te pasaría por la cabeza amenazar a tu jefe con venderla para


resarcir la deuda?

Pero ahí estamos hablando del pan de mis hijos…

216
¿Crees que los empleados de la sucursal del banco no comprometerían
su futuro laboral si no actuasen como lo están haciendo?... ¿Qué pensarían
sus superiores si se negasen a ejecutar sin más la hipoteca?

No me había parado a pensar sobre eso…

¿Qué has podido haber hecho que al banco le haya molestado?

Yo con el banco no tengo nada que ver… Yo le he arrendado el piso a mi


hermano y el asunto de quedarme en paro y no poder pagarle el alquiler es entre
él y yo…

¿Y eso no afecta de algún modo al banco?

Naturalmente… Al yo no poder abonarle la mensualidad a mi hermano, él, a


su vez, no puede hacer frente a la hipoteca…

¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

No pretendo nada… Es sólo que al no trabajar carezco de ingresos y no


puedo pagarle a mi hermano… Quedarme en paro no es algo que yo haya
elegido…

¿Qué crees que podría pensar el banco sobre tus intenciones al


respecto?

Al banco le da igual… Sólo entiende que no se están ingresando las cuotas


de la hipoteca…

¿Cómo consideras que se sintió el banco entonces?

Hombre… Supongo que mucha gracia no les hace…

217
¿Qué es lo que supones que el banco necesita en realidad para poder
sentirse mejor?

Es muy simple… Volver a percibir las cuotas de la hipoteca que tienen


suscrita con mi hermano…

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Hasta que no consiga un trabajo… Nada…

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje


crees que serías para el banco según tú?... Tú eres un…

Un ocupa…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Me responsabilizo de mi familia…

218
BANCO

Si el cliente fuera un personaje de una novela o de una película: ¿Qué


personaje sería según tú?... él cliente es un…

Es como la cigarra de la fábula…

¿Qué virtudes podrías extraer a partir de sus supuestos defectos?

Lo único positivo que le veo a esa manera de actuar es la de ser capaz de


tomarse las dificultades con mucha tranquilidad…

¿Alguna vez te has comportado así?... ¿Recuerdas algún momento


concreto de tu vida en el que actuaste de un modo parecido?

Que deje de ingresar la cuota de la hipoteca, trabajando en un banco… ¿Te


imaginas?... Pero ahora que lo mencionas… Recuerdo que cuando era un chaval
le cogí dinero a mi madre para comprar una cosa, pensando que no se daría
cuenta y cuando empezó a preguntar por ese dinero, le pedí a un amigo que me
lo prestase para que no me descubriese mi madre y pasó demasiado tiempo
hasta que pude devolvérselo…

¿Tardaste en devolvérselo porque te resultaba más cómodo?...

Todo lo contrario… Me fastidiaba mucho tener esa deuda pendiente con él…
Era sólo que tardé mucho en poder reunir ese dinero…

¿Qué has podido haber hecho que al cliente le haya molestado?

Iniciar la ejecución de la hipoteca por impago amenazando con quitarle su


casa…

219
¿Por qué actuaste de ese modo?... ¿Qué pretendías conseguir con ello?

Presionarle para que abone sus cuotas…

¿Qué crees que podría pensar el cliente sobre tus intenciones al


respecto?

Pensará seguramente que somos unos insensibles…

¿Cómo consideras que se sintió el cliente entonces?

Supongo que entiende como algo injusto el adoptar por nuestra parte una
medida tan drástica

¿Qué es lo que supones que el necesita en realidad para poder sentirse


mejor?

No sentirse amenazado de perder la propiedad de su casa.

¿Qué crees que podrías hacer al respecto?

Algún margen de maniobra le podríamos brindar si nos plantea un proyecto


claro y veraz de cómo va a saldar su deuda…

Si fueras un personaje de una novela o de una película: ¿Qué personaje


crees que serías para él según tú?... El banco eres un…

Me imagino que nos verá como una especie de Goliat que intenta
injustamente aplastarle…

220
¿Qué virtudes podrías extraer a partir de tus supuestos defectos?

Bueno… En todo momento estamos actuando de un modo justo y honesto.

221
CUARTA SESIÓN (CONJUNTA) – PERSPECTIVA INTERSUBJETIVA

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL BANCO

Se ha producido un impago sucesivo de cuotas en un crédito solicitado por


uno de nuestros clientes y por ello nos vemos obligados a ejecutar la hipoteca
correspondiente a ese préstamo para subastar el inmueble y recuperar así, al
menos, parte del dinero, tal y como se estableció en las condiciones relativas a
su concesión y que nuestro cliente libremente aceptó y suscribió

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PROPIETARIO

No me ha sido posible hacer frente a las últimas cuotas del préstamo que
solicité porque mi hermano ha quedado en situación de desempleo y no puede
abonarme el alquiler con el que habitualmente cubro ese gasto y por eso el banco
quiere quitarme mi casa.

DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL ARRENDATARIO

Viviendo de alquiler en una casa que es propiedad de mi hermano, un banco


me quiere desahuciar.

HISTORIA COMÚN

Ante el hecho de que un cliente, sin explicación alguna, dejase de abonar las
cuotas correspondientes a un préstamo hipotecario, el banco, siguiendo el
protocolo habitual en estos casos, opta por iniciar la ejecución del inmueble, dado
que constituye el único aval posee sobre el mencionado crédito. Durante ese

222
impago reiterado de mensualidades, dicho cliente no intervino en modo alguno
en la situación suponiendo que las circunstancias que dieron origen a esa
morosidad se resolverían favorablemente en un plazo breve de tiempo, al tener
que ver con que su inquilino, y a la vez hermano, fue despedido súbitamente y
entendiendo que pronto volvería a conseguir un trabajo. El haber planteado esa
salida como única posibilidad y no obtener resultados positivos en ese sentido
ha ocasionado que el problema inicial siga su curso y se agrave complicándolo
todo.

223
QUINTA SESIÓN (CONJUNTA) – LLUVIA DE IDEAS

Se plantean las siguientes posibilidades

• Aplazar la deuda hasta que se pueda abonar


• Vender algo de cierto valor
• Alquilar alguna habitación y compartir el piso
• Pedir un adelanto de nómina
• Encontrar a alguien que necesite contratar gente
• Vender el piso y cancelar la hipoteca

El intercambio posterior podría resultar, más o menos, así:

BANCO

En calidad de director de la sucursal y actuando en representación del banco,


estaríamos dispuestos a aplazar la ejecución de la hipoteca unos meses siempre
y cuando se nos presente un plan solvente de cómo se va a afrontar la deuda.

ARRENDATARIO

A mí lo único que se me ocurre es subarrendar una habitación y compartir


piso mientras encuentro trabajo, pero con eso no va a bastar para pagar la cuota.

PROPIETARIO

Yo podría alojarte provisionalmente en mi casa... No hay mucho sitio pero


unos meses creo que podríamos aguantar. Así podríamos alquilar el piso
completo y seguir pagando el préstamo.

224
BANCO

Pero aún quedaría pendiente por resolver la deuda que ya existe...

ARRENDATARIO

Además.... Tras esos meses, habría perdido la posibilidad de regresar a mi


casa...

PROPIETARIO

No necesariamente... Podríamos establecer un alquiler vacacional.

A ver... Si no he entendido mal... Una posible solución sería que tu hermano


se fuese a vivir provisionalmente a tu casa mientras encuentra un trabajo. Eso te
permitiría alquilar la vivienda por cortos periodos de tiempo para que tu hermano
no perdiese la posibilidad de regresar y con ese dinero saldar la actual deuda.
Se me ocurre además que, dado que el arrendar el inmueble como piso
vacacional exige cierto mantenimiento del mismo, tu hermano se podría ocupar
de ello compensándote así por alojarle en tu casa... ¿Os parecería bien?... ¿Y al
banco?...

BANCO

Se podría estudiar esa posibilidad... Estableciendo un plazo razonable de


tiempo para saldar la deuda actual y continuar abonando las cuotas... ¿Un año
entero para normalizar la situación les parece adecuado?...

PROPIETARIO Y ARRENDATARIO

A nosotros nos parece bien...

225
BANCO

Es más... Voy a indagar por ahí... Tal vez exista alguna vacante en alguna
otra sucursal y podamos contratar a tu hermano... No puedo prometer nada al
respecto, pero preguntaré por ahí...

De acuerdo... Tomo nota de todo y, si os parece, redacto una especie de


contrato para que todos lo firmen... Gracias por participar de esta mediación...
Me alegro mucho de que hayan alcanzado un acuerdo satisfactorio.

226
ANEXOS

227
TESIS DEL NUEVO HUMANISMO O HUMANISMO UNIVERSALISTA

Tesis 1. La existencia humana se da en el mundo. En el comienza, se


desarrolla y concluye.

Por tanto, no se puede suponer una dirección, una razón o un sentido previo
(a la existencia), sin contradecir lo anterior.

Tesis 1.1. La existencia humana comienza con el nacimiento, con la apertura


de la intencionalidad al mundo, como primer paso de libertad del
condicionamiento natural. En este sentido, antes del nacimiento, no se puede
hablar con rigor de “existencia humana”.

Tesis 2. Entendemos por “mundo”, a todo aquello distinto al propio cuerpo.


Sin embargo, el existente, considera a su cuerpo como parte del mundo. Cuerpo
y mundo, son lo dado, lo fáctico, lo natural.

Tesis 2.1. La naturaleza no tiene intenciones propias. Ni el cuerpo, ni el


mundo, poseen conciencia separada. Atribuir una finalidad a la naturaleza puede
ser un artificio de comprensión, pero no se deriva legítimamente de este planteo.

Tesis 2.2. No obstante, el mundo en que se nace, es también un mundo


social, constituido por intenciones humanas.

Tesis 2.3. Solo tiene intención la sociabilidad del mundo. Lo natural es


susceptible de ser intencionado, ‘humanizado’. Por cierto que lo social es agente
y paciente de humanización, de sentido.

Tesis 2.4. La existencia humana está abierta al mundo y opera en el


intencionalmente.

228
Inclusive puede negarlo radicalmente mediante el suicidio y la destrucción.
La existencia puede nihilizar al mundo (y, por tanto al cuerpo, a la naturaleza y/o
a la sociedad), o humanizar al mundo.

Tesis 2.5. Por consiguiente, la existencia humana es libertad en tanto


afirmación o negación del mundo. La intencionalidad humana permite afirmar o
negar condiciones y, por tanto, no ser simple “reflejo” de ellas.

Tesis 3. Lo social es historicidad. De este modo, el ser humano es historia


personal y social y no “naturaleza” humana. La naturaleza afecta al cuerpo
humano y no a la intencionalidad, que es lo que define a lo humano.

Tesis 3.1. Es desde la libertad, donde el ser humano elige aceptar o negar
las condiciones sociales en que nace, se desarrolla y muere.

Nadie puede existir sin confrontarse a las condiciones sociales en que vive,
y nadie puede dejar de elegir entre ellas. La no elección entre condiciones, es
también elección. Los resultados de la elección, no confirman ni invalidan tal
hecho.

Tesis 3.2. En la confrontación con las condiciones sociales surge la noción


de historicidad que se comprende como precediendo y sucediendo a la propia
existencia. Así, la actividad social es continuo enjuiciamiento de la historia y es
compromiso hacia el futuro más allá de la muerte personal.

Tesis 3.3. La existencia humana se desarrolla entre contradicciones que


ponen en lo social y lo personal, las condiciones históricas.

Tesis 3.4. La contradicción tiene su correlato personal, en el registro de


sufrimiento. Por ello, frente a condiciones sociales de contradicción, el ser
humano individual identifica su sufrimiento con el de los conjuntos sometidos a
las mismas condiciones.

229
Tesis 4. La contradicción social es producto de la violencia. La apropiación
del todo social por una parte del mismo, es violencia y esa violencia est en la
base de la contradicción y el sufrimiento.

La violencia se manifiesta como despojo de la intencionalidad del otro (y, por


cierto, de su libertad); como acción de sumergir al ser humano, o a los conjuntos
humanos en el mundo de la naturaleza.

Tesis 4.1. Las distintas formas de violencia (física, económica, racial,


religiosa), son expresiones de la negación de lo humano en el otro.

Tesis 5. En el campo de las relaciones interpersonales, la objetivación del


otro; la negación (o apropiación} de todos o algunos aspectos de su
intencionalidad, es factor de sufrimiento.

En todos los casos, hay opresores y oprimidos, discriminadores y


discriminados.

Tesis 6. El sufrimiento personal y social, debe ser superado por la


modificación de los factores de apropiación ilegal y violenta que han instalado la
contradicción en el mundo. Esta lucha por la superación del sufrimiento, da
continuidad al proceso histórico y sentido al ser humano, ya que afirma su
intencionalidad negada por otros.

Tesis 6.1. La lucha por la humanización del mundo (natural y social), se


acumula y desarrolla en sus resultados como progreso. Pero el hecho de que las
sociedades no se encuentren en un mismo esquema y proceso de desarrollo,
sino en vías diferentes de progreso, hace que las condiciones de liberación estén
siempre a la mano y no en un lejano futuro en el que se den supuestas
“condiciones objetivas”.

230
Tesis 7. Finalmente, la muerte parece imponer su naturalidad a la
intencionalidad del ser humano y con su facticidad, por ahora ineludible, aparenta
destruir todo futuro y toda libertad. Es la rebelión frente a ese hecho definitivo y
frente a la enfermedad, la desigualdad y la injusticia, lo que da coherencia a la
vida humana. No hay necesidad lógica alguna, dentro de estos planteamientos,
que obligue al ser humano a aceptar el triunfo de lo absurdo de lo natural, sobre
la intencionalidad y la libertad.

Es por ello que las ideologías dominantes, han considerado a los nativos
oprimidos como “naturales”; a los obreros explotados como “fuerza de trabajo”;
a las mujeres relegadas como “procreadoras”; a las razas dominadas como
zoológicamente “inferiores”; a los jóvenes desposeídos de los medios de
producción como sólo proyecto, caricatura, inmadurez de hombres plenos; a los
pueblos latinoamericanos y africanos como evolutivamente incompletos, como
“subdesarrollados”…y así siguiendo.

231
MÉTODO ESTRUCTURAL DINÁMICO95

Normalmente, cada corriente de pensamiento desarrolla un método


específico, a modo de estrategia, para lograr así comprender mejor el medio,
que se corresponde coherentemente con su particular manera de ver el mundo.

A tal efecto, el Nuevo Humanismo requiere, a su vez, de un método operativo


que permita la aplicación de sus postulados.

Pero este Método no parte de los principios de la Lógica clásica, sino de los
Principios que se fundamentan en la observación de los mecanismos del pensar.

Entonces el fundamento de este método no es una idea del “ser”, sino los
mecanismos del pensar, la estructura dinámica del pensar.

De esta visión surgen un conjunto de procedimientos que nos permiten, de


modo ordenado, obtener un conocimiento sobre el mundo y sobre nosotros
mismos que integren esta visión que es en esencia Estructural y Dinámica.

Son estas esenciales características las que nos ha llevado a denominarlo


Método Estructural Dinámico.

Si bien con este Método Estructural Dinámico podemos estudiar cualquier


fenómeno, es su aplicación al terreno de las llamadas ciencias humanas, donde
produce sus mejores resultados.

Veamos ahora de modo resumido como procede.

Para facilitar su aplicación vamos a dividir los procedimientos en tres etapas:

95
Extraído de “Teoría y Práctica del Método Estructural Dinámico” de Jorge Pompei y colaboradores

232
o La Pregunta. Donde enunciamos el problema, formulamos la
pregunta y definimos el Objeto de Estudio e Interés.

o El Análisis. Donde definimos el encuadre del Objeto de Estudio y


desarrollamos el triple análisis del Proceso, la Relación y la
Composición.

o La Respuesta. Donde elaboramos la síntesis y con ésta la


respuesta a la pregunta de la que partimos llegando a una
conclusión que aclare nuestro problema y permita generar pautas
para la acción.

Entonces, como primera medida es necesario tener un problema. Si no


tenemos un problema no necesitamos de ningún método, porque no hay nada
que aclarar o resolver. Por consiguiente, se necesita previamente una dificultad
que requiera de nuestra intervención y de nuestra comprensión.

Pero este problema, para poder ser trabajado, debe ser descrito con claridad,
de modo completo y con la mayor sencillez posible.

De su definición surge la formulación de la Pregunta que será expresada de


modo preciso, evitando los términos vagos o ambiguos. Ella nos indica que
queremos saber y esto es muy importante porque si no sabemos que buscamos,
no sabremos que hacer con lo que encontremos.

En función de la Pregunta pasaremos a definir el Objeto de Estudio. Para


esto no será suficiente nombrar al objeto que vamos a estudiar, sino que será
imprescindible explicar desde que interés lo vamos a ver. Entendemos al Objeto
de Estudio como una estructura objeto – interés y entonces, si cambia el interés
cambia el objeto.

233
Este Interés deberá mantenerse presente e inmutable a lo largo de todo el
estudio. Será nuestro Hilo de Ariadna que, como en el mito, nos ayudará a no
perdemos en nuestra incursión.

Una vez resuelto esto, podemos pasar al siguiente momento, que consiste
en el encuadre y análisis y que es el corazón del quehacer metódico.

El Encuadre nos lleva a ubicar de modo conceptual y espacial a nuestro


Objeto. Para esto tendremos que responder a tres preguntas claves. ¿Cuál es
su ámbito mayor? ¿Cuál su ámbito medio? ¿Cuál su ámbito menor?

Ahora estaremos en condiciones de desarrollar el triple análisis que nos


propone el método. Dicho análisis es un ejercicio del Punto de Vista, similar al
que realiza un observador que cuando quiere conocer un objeto, lo mira desde
distintas perspectivas.

Lo podrá mirar desde el frente, desde arriba, abajo o desde atrás y desde
cada perspectiva obtendrá una visión diferente.

En nuestro caso las perspectivas son el Proceso, la Relación y la


Composición y si bien no es determinante el orden empleado, si es fundamental
el ejercicio de los tres Puntos de Vista.

El Interés es fijo, el Punto de Vista cambia en cada paso de análisis que para
mayor claridad vamos a desarrollar siguiendo un orden que comienza por el
Proceso, continúa con la Relación y culmina con la Composición.

El primer análisis, entonces, nos lleva a estudiar a nuestro objeto en Proceso.


Es decir que no lo vamos a ver como algo atemporal, sino que vamos a visualizar
como se desarrolla en el tiempo y es en ese devenir que vamos a fijar nuestra
atención en un momento, el momento que nos interesa según la pregunta que
debamos responder.

234
Para el segundo análisis y ubicados en un momento de proceso definido,
vamos estudiar la relación dinámica que nuestro objeto entabla con otros
elementos presentes de modo concomitante en el ámbito medio.

Por último, el tercer análisis nos lleva a su compositiva. En él discriminaremos


los elementos que componen nuestro objeto y que ordenaremos tratando de
visualizar el proceso de transformación que según diferenciación,
complementación y síntesis se produce en su interior.

Estaremos ahora en condiciones de encarar la última etapa del estudio que


nos lleve a obtener una Respuesta a la Pregunta original.

Para esto, lo primero que haremos será realizar una descripción prolija de
todo el desarrollo realizado. Luego resumiremos los aspectos más relevantes y
por último luego de relacionar los elementos trabajados, intentaremos elaborar
una síntesis que integre todo lo estudiado.

Esta síntesis implica haber accedido a una nueva visión, una nueva
experiencia del Objeto de Estudio que ahora se nos presenta con una nueva
claridad.

Y si bien dijimos al comienzo que para el estudio requeríamos de información,


nos será evidente que esta nueva claridad, no estará dada por la simple
acumulación de datos, sino fundamentalmente por el trabajo de análisis y
síntesis que hemos realizado guiados por los procedimientos que nos propone
el Método.

Es de la síntesis del estudio del objeto y con una nueva comprensión, que
podremos encarar la respuesta a la pregunta formulada y que será la conclusión
a la que arribemos. Pero ésta ya no será una simple opinión vertida sin mayor

235
reflexión, sino que será el resultado de pensar, con rigor y de modo integral sobre
el problema que nos habíamos formulado.

Restará por último realizar un Informe Final, que de modo claro y sintético
exprese lo realizado y pueda ser comprendido por un interlocutor que no haya
participado del trabajo realizado.

236
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