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El empleo de las formas son reglas que fijan las condiciones sintácticas en las que las formas deben
aparecer normalmente, por pertenecer a un paradigma que abarca todas las elecciones posibles. Establecen
cierta correlación entre las variaciones morfológicas y las latitudes combinatorias (concordancia, lugar,
orden). Limitadas las elecciones, se obtiene una imagen de la lengua en uso.
Las condiciones de empleo de las formas no son idénticas a las condiciones de empleo de la lengua; la
diferencia implica otra manera de ver las cosas, describirlas e interpretarlas. Dicho esto, se puede obtener la
distinción entre ambas:
Empleo de las formas: fue objeto de un gran número de modelos, muy distintos entre sí, ya que la
diversidad de estructuras lingüísticas no se puede reducir a un número pequeño de modelos que
comprendan solamente los elementos fundamentales.
Empleo de la lengua: por su parte, cuenta con un mecanismo total y constante que afecta a la lengua
entera, de modo que incluso parece confundirse con la lengua misma.
La enunciación significa poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización. Es el acto mismo
de producir el enunciado y no el texto del enunciado. El locutor se asume como tal e implanta a otro frente a
él.
La enunciación puede definirse respecto de la lengua, como proceso de apropiación. El locutor se apropia del
aparato formal de la lengua y enuncia su posición de locutor tanto por índices específicos como por medio
de procedimientos accesorios. Toda locución es explícita o implícitamente una alocución, postula siempre
un alocutario.
Es el acto de realización de la lengua que se ejecuta en una instancia de DISCURSO.
.
El enunciador se sirve de la lengua para influir en el comportamiento del alocutario, dispone para ello de un
aparato de 3 funciones:
1. Interrogación: una enunciación construida para causar una respuesta, que es al mismo tiempo un
comportamiento de doble entrada.
2. Intimación: ordenes o apelaciones concebidas en categorías como el imperativo y el vocativo.
3. Aserción: tiene a comunicar una certeza, expresada mediante palabras como “si y no”.
Existe una concepción errónea que sostiene que el lenguaje es un “instrumento de comunicación”. Quienes
sostiene esta teoría la respaldan alegando que el lenguaje aparece empleado como un instrumento y que
presenta otras características que lo vuelven clasificable como tal.
Sin embargo, la utilización del término instrumento implicaría la referencia a algo ajeno a la naturaleza, a una
fabricación del hombre. Y puesto que el lenguaje forma parte de la naturaleza del hombre, no es posible
separar uno del otro, ni mucho menos decir que el lenguaje es una creación del hombre. Al sostener la teoría
del lenguaje como instrumento, se habla, en realidad, del lenguaje puesto en acción: el discurso. Éste sí es
un instrumento de comunicación, como también lo es lo que lo conforma, la palabra.
La condición del hombre en el lenguaje es única. En éste se funda y se desarrolla el concepto de “ego”, su
realidad de ser. Es en y por el lenguaje que se constituye como sujeto. Recíprocamente el lenguaje sólo es
posible gracias a que cada locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo como “yo” en su discurso. Esta
relación se debe a que la condición de diálogo es en sí misma constitutiva de la persona e implica cierta
reciprocidad.