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(ARTICULO 10)
En las últimas décadas se ha experimentado en el ámbito internacional un aumento de
la delincuencia en general y de la delincuencia juvenil en particular. Además, señalan
que los delitos cometidos por los jóvenes han cambiado de naturaleza, haciéndose un
poco más violentos, con algo más de probabilidad de ser cometidos por mujeres jóvenes
y culminando en los últimos años de la adolescencia en vez de en los intermedios.
(ARTICULO 11)
Para entender cómo es que se produce efectivamente la constitución identitaria de los
jóvenes delincuentes y comprender además la participación de lo corporal y sensorial
en este proceso constitutivo es imprescindible volver por un momento a la noción de
flow. Esto porque, justamente, la identidad de los jóvenes delincuentes no puede
disociarse de la incorporación y naturalización de ciertas técnicas corporales que
definen sus maneras de ser en el mundo. La adquisición de estas técnicas forma una
parte fundamental del proceso de construcción de su identidad, y el uso de esas técnicas
es la expresión (acting out) más común de esa identidad.
(ARTICULO 12)
El punto de partida puede ser el preguntarse sobre hasta qué punto puede hablarse de
alguna especificidad del delito juvenil. Aunque vemos con desconfianza esa búsqueda
de particularidades a toda costa, casi una condición a priori de la mayoría de las
investigaciones académicas más como autojustificación que, como requisito del método
científico, hay que resaltar que está involucrado en un contexto singular. Nos referimos
a que es un tema puesto en el tapete constantemente por los medios de difusión pública
y encuentra resonancia en casi todas las instituciones, especialmente en el estado y las
instituciones políticas.
(ARTICULO 13)
La delincuencia, en definitiva, no es un fenómeno plenamente objetivable. Se puede
contabilizar con cierta exactitud el número de personas que se hallan desempleadas,
indocumentadas, marginadas, etc., pero la delincuencia no posee una naturaleza tan
meridianamente objetiva. Los delitos que se producen en una ciudad, en un país, en un
continente, no se pueden cuantificar sin margen de error, sino que su magnitud va a
depender de los dos factores que acabamos de mencionar: de cuántos
comportamientos delictivos se realicen y de cuánto control social se produzca sobre
ellos.
(ARTICULO 14)
La delincuencia es uno de los problemas sociales en que suele reconocerse una mayor
necesidad y posible utilidad de la psicología. Las conductas antisociales de los jóvenes,
el maltrato de mujeres, las agresiones sexuales, el consumo de alcohol y otras drogas
vinculados a muchos delitos, la exclusión social y la frustración como base para la
agresión, o el terrorismo, crean extrema desazón en las sociedades y urgen una
comprensión más completa que se oriente hacia su prevención. Aunque todos estos
fenómenos tienen un origen multifactorial, algunas de sus dimensiones psicológicas son
claves al ser el sujeto humano el que realiza la conducta antisocial. En los
comportamientos delictivos se implican interacciones, pensamientos y elecciones,
emociones, recompensas, rasgos y perfiles de personalidad, aprendizajes y
socializaciones, creencias y actitudes, atribuciones, expectativas, etc.
(ARTICULO 15)
La preocupación por el delito o la delincuencia va referida a la estimación general que
tienen los ciudadanos de la seriedad del problema de la delincuencia. Tal juicio, que se
supone cognitivo, no se sustenta en la sociedad española sobre la necesaria y adecuada
información, debido a la política de falta de transparencia y hermetismo de las
instituciones públicas con respecto a los datos oficiales sobre la delincuencia, como no
dejan de denunciar los criminólogos.