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La Mujer y lo femenino en Egipto antiguo

Ignacio López

“Porque soy la primera y la última

Soy la honrada y la desdeñada.


Soy la ramera y la sagrada.
Soy la esposa y la virgen.
Soy la madre y la hija.
Soy las extremidades de mi madre.
Soy la estéril y muchos son mis hijos.
Soy aquella cuya boda es grandiosa, pero no ha tomado marido.
Soy la comadrona y la que no da a luz.
Soy el solaz de los dolores de parto.
Soy la novia y el novio, y mi marido me engendró.
Soy la madre de mi padre y la hermana de mi marido, que es mi vástago…
Hacedme caso.
Soy la deshonrada y la grandiosa”
(Material de clases citado:Documentos de Nag Hammadi (siglos II-III)

El presente trabajo intentará reflexionar sobre la noción “mujer” en la cultura Egipcia, decimos
“noción” desde cierta perspectiva teórica que aclararemos en su momento. Para darle contenido a
tal noción intentaré abordar distintos ejes temáticos estudiados durante el curso, como lo son las
cosmogonías, sumando también elementos estéticos y culturales que nos ayuden a entender que
significaba “mujer” en Egipto.
I. Consideraciones teóricas

Cuando enunciamos la voz “mujer” encontramos cierta dificultad inicial respecto a aquello que
queremos referir, podría entenderse cierta unidad biológica, podría tratarse de un conjunto de
características denominadas “femeninas”, podría considerarse un contenido trascendente una
cierta substancia propia o quizás una mezcla entre unidades biológicas y otra serie de
características psicológicas o incluso místicas. Queremos destacar lo equivoco que la voz “mujer”
puede ser como punto de partida teórico y sin pretensión alguna de resolver definitivamente tal
dificultad propondremos una aproximación que al menos no ignore tal dificultad.

Junto con Simone de Beauvoir diremos que “No se nace mujer: llega una a serlo” (Beauvoir), con
esto queremos señalar que ni siquiera en forma presente contamos con una claridad respecto a lo
que se designa (o constituye) con la voz “mujer” y tanto más difícil será esto respecto a una
cultura que nos es en tantos modos ajena. Tomando esta dificultad en cuenta intentaremos evitar
las suposiciones y no diremos o leeremos mujer ahí donde no dice “mujer” no asumiremos ni
diremos “femenino” ahí donde el mito no lo dice. Es nuestra hipótesis que desde aquella
perspectiva podríamos encontrarnos con que las voces “mujer” y lo “femenino” podrían no estar
tan diferenciadas o diferenciadas de distinta manera de las voces “hombre” o “masculino”
respecto a como en nuestro contexto y lenguaje aparecen.

Con todo requeriremos ciertos campos temáticos para realizar este esfuerzo interpretativo.
Conscientes de que atraviesa una inmensa distancia temporal, conceptual, espiritual, geopolítica,
social y cultural no cabe en este trabajo destacar todas aquellas diferencias, sin embargo
tomaremos un concepto como ejes: (II)Las cosmogonías egipcias;(III)Los usos sociales; y por último
hecharemos mano de una (IV)aproximación antropológica bajo un concepto clásico de la
antropología denominado “Relación de Parentesco” acuñado por Levi-Strauss. Esperamos que
cada uno de estos ejes nos permitirá destacar ciertas peculiaridades de la cultura egipcia y lo que
ser mujer en ella significa respecto a un sin número de otras culturas y sobre todo respecto a
nuestra tradición occidental judeo-cristiana.
II. Las cosmogonías

Como se señaló durante el curso, las cosmogonías constituyen relatos fundacionales del Universo,
ahora bien el carácter de dichos relatos y su respectiva interpretación acarrea sus propias
dificultades al momento de considerarlos en tanto alegóricos, pedagógicos, literales, etc.

La cuestión es abordada por Ernst Cassirer en el apartado “Mito y Religión” perteneciente al texto
Antropología filosófica, en tal trabajo Cassirer sostiene la tesis de que el rasgo distintivo del
hombre es su carácter simbolizador (pág 45 y ss), en tal sentido es un ser que significa, incluso pre
-lingüísticamente, pre-lógicamente, y es precisamente es este estadio pre lógico el que Cassirer
asigna a las cosmogonías, con ello debemos entender que los relatos no están obligados ni
modelados por los mismos marcos que otras formas discursivas, por ejemplo, científicas, no están
obligados a la total coherencia, claridad, ni unidad sistemática que otro tipo de discursos. Desde
esta perspectiva leeremos algunas cosmogonías egipcias para rastrear allí no un conjunto
sistemático, sino más bien nociones, pistas, sobre aquello que se dice “mujer”.

Comencemos entonces por la cosmogonía Menfita, que como vimos en el curso consta en la
piedra de shabako fechada alrededor del 710 antes de la era común, sin embargo, sería al menos
2000 años más antigua que eso, fecha que hace sentido en tanto fue aproximadamente entre el
2686 y 3l 2494 antes de la era común en que se alzó el denominado reino antiguo que tuvo por
capital precisamente a Menfis.(Los primeros faraones, National Geographic, pág.150).

En tal texto Ptah aparece informe, constituido tan sólo dotado de corazón y lengua (boca quizás),
aquello que concebía por el corazón era materializado al tiempo que era pronunciado por su
lengua, así en un acto que crea por el verbo originó a Atum quien de sus manos y su semen
engendraría la Enneada, conjunto de deidades principales que regían los asuntos del cosmos.
Ahora bien, si revisamos que menciones hay en torno a la mujer o bien lo femenino en el texto
nos encontramos con que no se explicita nada, con la sola salvedad de la enumeración de las
formas de Ptah en que se menciona que es a la vez Ptah-nun, padre de Atum y Ptah-naunet
“madre que dio a luz” a Atum, de aquí obtenemos una diferenciación si se quiere de “género”, con
todo, la ambigüedad es manifiesta dado que está contenida en la única y gran entidad de Ptah que
es a la vez muchas cosas más(de hecho, todo).
Si continuamos ahora con la cosmogonía Heliopolita, radicada en el bajo Egipto y cuyo registro se
remonta al tiempo de la dinastía V, encontramos que Atum surge directamente del caos líquido e
informe(Nun), en este caso es Atum el primer increado que viene a generar las dualidades, en
primera instancia Shu( el viento) y Tefnut (la humedad), par que a su vez genera a Geb(la tierra) y
Nut(el cielo), esta segunda cosmogonía es aún más ambigua en cuanto la noción mujer o femenino
ya que más allá de indicar dualidades no se profundiza en el contenido de las mismas o si
corresponden o no a una cuestión de género.

Veamos entonces la cosmogonía atribuida a Hermópolis, a medio camino entre el alto y el bajo
Egipto, originalmente llama Jnum o Khemu que significa “ciudad de los ocho”, la peculiaridad de
esta cosmogonía es que refiere precisamente a un grupo de ocho deidades originarias u ogdoada,
en este caso hay una confusa referencia a la presencia de Thot que sería simultánea a la de los
Hehu al momento en que se alzó el montículo desde el caótico nun, los hehu eran cuatro pares de
genios dotados de género que constituían el agua, la infinidad, la oscuridad y la ocultación. Esta
ogdoada habría generado un huevo del que nació Re (el sol), en esta cosmogonía Re es la figura
principal y creadora de las sucesiones. En este caso existe una manifiesta diferenciación de género
en que los hehu femeninos estaban dotados de cabeza de serpiente y los masculinos de cabeza de
rana, insistiré en todo caso en que dadas las dualidades representadas y que estas son aun previas
a la creación, no tienen mucho que ofrecernos a la hora de conceptualizar mujer o femenino.

Finalmente tenemos la cosmogonía de Tebas, ubicada en el alto Egipto y cuya cosmogonía habría
surgido entre las dinastías XVI y XVII, esta cosmogonía no añade elementos nuevos, sino más bien
representa una reformulación de las menfita y hermopolitana, puesto que ubica a su dios local
Amón en la ogdoada relatada por los hermopolitas, pero le asigna una relevancia mayor, dado que
sostiene que Amón era simultáneamente creatura y creador de sí mismo y de los otros dioses, algo
así como el Ptah menfita. De esta última cosmogonía nada obtenemos tampoco respecto al
contenido del concepto mujer o femenino, sino una reiteración en la relevancia de las dualidades.

Atendamos ahora a las deidades que de alguna manera asumen el género femenino. En primer
lugar tenemos a Isis cuyo rol en las cosmogonías es fundamental dado que obró la maravilla de la
resurrección de Osiris luego de que este fuera asesinado, desmembrado y repartido por Egipto,
aun faltando su pene, Isis hizo uno de barro para él, logró volverlo a la vida y engendrar a Horus,
Dios que reinaría sobre Egipto iniciando el mito dinástico. Por su parte Neftis, hermana de Isis y
consorte de Seth, colaboró con ella en la recopilación de los miembros de Osiris y es también
considerada cuidadora de los muertos.
En el libro de los Muertos podemos encontrar a la figura de Maat como aquella que desbloquea
las puertas del inframundo, ella es la justicia y colabora con el sostén del orden cósmico.

En suma, podemos leer de estas distintas figuras los aspectos más diversos, madres excelentes ,
abnegadas amantes, pero también poder y severidad, recordemos que Isis intercede lanza en
mano en medio del desafío entre Seth y Horus, teniendo el primero que apelar al sentimiento de
hermandad para no ser muerto por ella. En otros momento Hathor que luego también es
identificada con Isis aparece una veces juguetona y seductora y otras con un fuerte ánimo
destructivo. Quiero destacar una vez más que las notas de aquello que compone lo femenino en
las teogonías no está muy claro, pero si su carácter complementario o dual, no se concibe dios o
diosa alguna que no aparezca al tiempo de su dualidad, con las excepciones del increado que
contiene ambos elementos, y de Horus que no es concebido con su respectiva dualidad y cuyo
caso habría que notar aparte.

III. Mujer en la sociedad.

En los documentos e imágenes revisados en el curso podemos asociar ya un cierto contenido a


cuanto significaba ser mujer en la cultura egipcia, al menos, cuanto se esperaba o exigía de ella. En
tal sentido tenemos las palabras atribuidas al escriba Ani que dataría de la dinastía XIX;

“Funda un hogar y ama a tu mujer, en tu casa como conviene. Toma mujer mientras eres joven para que
pueda Darte hijos, puesto que un hombre es considerado en relación al número de sus hijos”(…)Si tú eres
sabio, conserva tu casa, Ama a tu esposa sin reservas. Aliméntala de modo conveniente. Vístela bien,
acaríciala, cumple sus deseos. No la trates con dureza, pues obtendrás más de ella por la consideración que
por la fuerza. Si la rechazas, tu hogar se desbaratará. Ábrele los brazos, llámala, dale pruebas de tu amor”.
En estas palabras sí es patente la intención de subordinar a la mujer, este texto, en todo caso,
debe ser tomado con ciertas precauciones, en primer lugar y como toda fuente literaria no
debemos confiar en que su aplicación fuera efectiva. Por otro lado, forma parte de un código ético
que pretende traspasar las enseñanzas de un padre a un hijo, y nada dice de cuanto o cómo
aconsejaban las madres a sus hijas.

Atendamos a una fuente algo más concreta como lo son las instituciones jurídicas del antiguo
Egipto, en ellas podemos observar que existía el concepto de patrimonio diferenciado entre el
hombre y la mujer, que ella era libre de su administración y usufructo, además no existía la figura
del pater famili y era la mujer regenta del hogar, cuestión no menor considerando que las
tradiciones occidentales grecorromanas y sus legatarios estipulan hasta el día de hoy privilegios
administrativos del hombre respecto a los bienes que constituyen el acervo del matrimonio.

En cuanto a las representaciones visuales observamos en el curso que las estelas, aún dedicadas a
una mujer no podían dejar en segundo plano al hombre, pero si al revés. Pero más interesante
nos parece un elemento muchas veces ignorado por el sesgo occidental, y es la tendencia estética
de los egipcios, a primera vista, muy disímil a nuestra tradición, en su cultura el maquillaje, el
perfume y las alhajas eran de uso común tanto en hombres como mujeres, y en ningún caso
participaban de la frivolidad a la que estos objetos se asocian en nuestra cultura, sino que
ampliaban su uso estético a uno practico como lo era la sombra de ojos(para evitar el reflejo del
sol) a la vez que místicos ( como los nudos de Isis o las figuras fálicas en los collares), no olvidemos
tampoco que estos elementos eran indispensables en ajuares funerarios y algunos de ellos han
proporcionado importantísima información arqueológica (paleta de Narmer), sumado el uso de
pelucas y aceites, los usos estéticos egipcios sugieren una cierta estética andrógina que difumina
drásticamente los conceptos actuales de lo que corresponde a la imagen de lo femenino y lo
masculino.

De lo elementos mencionados en este apartado podemos interpretar nuevamente que se


manifiesta una diferenciación masculino-femenina que sostiene una dualidad, pero que sin
embargo no precisa los caracteres que a cada elemento corresponden.
IV. La perspectiva antropológica

Como se indicó en el principio, haremos uso de un concepto acuñado en el contexto de la


antropología estructuralista de Levi-Strauss denominado “relaciones de parentesco” con la
intención de destacar lo que para nosotros constituye la peculiaridad específica de la voz mujer en
la cultura egipcia. Tal peculiaridad es la práctica común del incesto, cuestión que parece ser
evitada quizás por pudor, o derechamente mal abordada por morbo, sin embargo, sostendremos
que permite hacer un claro contraluz a nuestra perspectiva presente, occidental, judeo-cristiana, y
demuestra además algunas insuficiencias en las perspectivas antropológicas clásicas, como lo es la
que pondremos en juego aquí.

En términos de Levi-Strauss la prohibición del incesto constituye el nudo en que se manifiesta la


articulación cultural y natural que origina lo propiamente humano y esto en cuanto considera que
el parentesco, en específico la regulación de las relaciones que lo constituyen, son un elemento
universal a toda cultura. (Lévi-Strauss, 1981). Ahora bien esta perspectiva nos indica desde ya dos
lecturas; Por una lado nos indica la insuficiencia de la antropología clásica para abordar una
cultura de más de dos mil años que no se sujeta a sus supuestos; y por otra parte, nos sugiere que
mujer constituye una noción radicalmente distinta en la cultura egipcia respecto al significado que
la misma voz puede tener en las culturas tributarias de la tradición greco-latina y judeo-cristiana.

Si en las culturas que consideró la antropología clásica para conceptualizar la noción de relación de
parentesco la mujer representaba un objeto de cambio entre clanes, y para ello hizo del tabú del
incesto una pre-condición necesaria para el desarrollo de las sociedades, podemos ver como la
cultura egipcia por su parte no sólo construyó una civilización milenaria prescindiendo de tal tabú
sino muy por el contrario, propició las relaciones endogámicas, teniendo a la mujer no por objeto
de cambio, sino en un sentido muy distinto más asimilable al continente de la creación (nun)
,continuum del poder terrenal ( Isis es el trono, la mujer es el hogar), y por último pero no menor,
el nexo mismo de la posibilidad de la trascendencia( Isis revive a Osiris para procrear, Maat guía la
barca en tránsito que permite la regeneración del sol y la subsistencia del mundo.
V. Observaciones finales

Nos parece que en esta sucinta reflexión en torno a los ejes cosmogónico, cultural y antropológico
la noción de mujer en Egipto es tremendamente difícil de precisar, cada vez que se quiere indicar
algún carácter de lo propiamente femenino encontramos las señales más disimiles entre sí.

Como se señaló en cada apartado encontramos dualidades en cada nivel y que no parecen correr
en una doble línea paralela que tenga por un lado al hombre con determinados atributos
masculinos y por el otro una mujer con sus respectivas características femeninas. En nuestra
opinión si se quiere graficar de alguna manera cómo estos conceptos se presentan en lo que
hemos examinado aquí de la cultura egipcia, quizás convendría ubicar a la figura andrógina
increada y creadora al centro, para desplegar luego a su alrededor distintos elementos cada uno
con su reflejo simétrico opuesto y complementario. Es nuestra impresión también que estas
diferenciaciones tan ambiguas entre un elemento y otro atraviesan todos los aspectos de la
cultura egipcia, explicitándose en la hibridez constante entre lo divino y humano, pero presente
también en la indiferenciación entre religión, arquitectura, estética y como hemos señalado aquí,
género. Indiferenciación que si bien representa ciertas dificultades a nuestra intelección fue capaz
de llevar a una cultura milenaria a un increíble desarrollo de cada uno de esos elementos, y es
quizá una pista a cuanto adolece nuestra cultura de los dominios específicos, de los signos precisos
y las categorías ordenadas en que las técnicas y los discursos han se han constituido en esferas
incomunicables entre sí, géneros en lucha, e individuos aislados entre millones.

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