Segunda etapa • Año 12 Martes 1 de octubre de 2019

Nº

750

EL DERECHO HECHO VIDA

Carlos Fernández Sessarego, ESPECIAL
in memoriam
Pág. 2 Pág. 6
• El humanismo y el • Pasión por el derecho
derecho. Enrique Varsi y la decencia. Carlos
Rospigliosi Calderón Puertas

Pág. 3 Pág. 7
• El jurista frente a los • Un verdadero
procesos codificadores. humanista. Yuri Vega
Augusto Ferrero Mere
• Innovador de las • Más allá del jurista.
instituciones. Carlos Domingo García
Cárdenas Quirós Belaunde

Págs. 4-5 Pág. 8

• La justicia como medio • Un iusfilósofo
para obtener la libertad. humanista. José Ávila
Guillermo Borda. Herrera
• Fuente para una
motivación razonable.
Aída Kemelmajer.
2 suplemento de
análisis legal
HOMENAJE AL MAESTRO
CARLOS FERNÁNDEZ SESSAREGO
Humanismo
y el derecho
ENRIQUE VARSI
ROSPIGLIOSI
Doctor en Derecho. Docente
investigador de la Universidad de
Lima. Investigador del Concytec.
E
l maestro peruano del derecho civil
nos ha dejado a sus 93 años.
Carlos Fernández Sessarego, re-
ferente peruano en el derecho civil
comparado y una de las mentes más
preclaras del pensamiento ius filosófico latinoa-
mericano, fue discípulo de Porras Barrenechea,
Basadre y León Barandiarán. Sanmarquino de
formación, se dedicó a la docencia en diversas
jurídica Director (e): Félix Alberto Paz Quiroz | Subdirector: Omar Swayne Recuenco | Editora: María Avalos Cisneros (mavalos@editoraperu.com.pe)
Coordinador: Paul Herrera Guerra | Jefe de Diagramación: Julio Rivadeneyra Usurín | Teléfono: 315-0400 (2016)
Martes 1 de octubre de 2019
universidades desde muy joven, compartiendo la
cátedra con un exitoso ejercicio de la profesión.
A sus cincuenta, dejó todas sus actividades en
el Perú y se mudó a Italia con su familia a fin de
cumplir un encargo institucional, aprovechan-
do su estancia para empaparse con las últimas
tendencias doctrinarias. A su regreso, se entregó
de lleno a la cátedra y la investigación. Fueron
más de 60 años dedicados a la enseñanza del
Derecho, con ese hondo toque filosófico que
nunca abandonó.
Fundador del Partido Demócrata Cristiano,
llegó a ser ministro de Justicia en el primer go-
bierno de Belaunde, lo que le permitió conformar
la comisión que dictaría, dos décadas más tarde,
el Código Civil de 1984, que tanta doctrina viene
generando.
Hombre virtuoso, en acción y redacción,
iba y venía de cuanto Congreso lo invitaban y
escribía, en simultáneo, varios libros, artículos
y prólogos. Siempre le preguntaba: “… Maestro,
¿y ahora en qué está?”. Y él me contaba de sus
infinitos trabajos y proyectos. Era contagiante
su dedicación. No paró nunca de trabajar, fue su
pasión y parte de su estilo de vida. Comprome-
tido siempre con el desarrollo de la ciencia del
Derecho y la protección del ser humano, se (pre)
ocupó por transmitir valores y fundamentos
más que el frío contenido de la ley.
Sessarego, como muchos lo llamaban, se
caracterizó por su creatividad. Sus innovadoras
teorías a nivel de la doctrina contemporánea lo
llevaron a ser reconocido internacionalmente.
Su Teoría tridimensional del Derecho (1953),
La empresa como sujeto de derecho (1985), El
daño al proyecto de vida (1985), El derecho a
la identidad (1991) y La finalidad del Derecho
(2000) han servido de sustento en la fundamen-
tación de fallos nacionales e internacionales,
constituyendo verdaderos aportes a la literatura
jurídica universal. Pero su mayor contribución,
como siempre dijo, fueron los discípulos que
formó por tres generaciones, más allá de sus
cerca de veinte libros que escribió.
Brillante comunicador, con una impecable
imagen, cautivó con su palabra, con sus gestos.
Maravillaba a los alumnos cada vez que expo-
nía. Todos querían escucharlo, tomarse fotos,
pedirle un autógrafo. Tantas veces bromeé con
mis alumnos diciéndoles que “con solo ver
a Fernández Sessarego aprendían Derecho”
Las opiniones vertidas son de exclusiva
responsabilidad de los autores.
Sugerencias y comentarios:
mavalos@editoraperu.com.pe
ESPECIAL
y, créanmelo, estoy convencido de ello. Por
respeto a sus alumnos, en los últimos años,
optó por dejar las aulas universitarias debido a
problemas auditivos. Y, como era de esperarse,
nos sorprendió, una vez más, impredecible e
ingenioso como él mismo, apareciendo en redes
convertido en todo un influencer nonagena-
rio del Derecho con su página en Facebook y
su canal en YouTube. Intrépido y arriesgado,
entendió rápidamente la manera de seguir
transmitiendo sus conocimientos a las nue-
vas generaciones de estudiantes utilizando la
tecnología, permitiendo así que disfruten de
su saber desde sus smartophones y tablets en
cualquier momento del día.
El tránsito existencial de Fernández deja
una huella imperecedera por medio de sus
enseñanzas, su pasión por el Derecho, su voca-
ción por la decencia y la docencia. Un pensador
nato, un maestro a carta cabal, un paradigma
(esos de los que hoy tanto necesitamos) con
ejemplo de vida, sabiduría y entrega social.
Y es que profesores que enseñan los hay, pero
pocos te marcan en la vida. Eso hizo, a su mejor
estilo, Fernández Sessarego, un maestro que
nos ha marcado y, generoso, vía sucesión, nos
transmite un rico legado jurídico que debemos
continuar y difundir.
El Maestro del Derecho Civil se ha ido de-
jando una sencilla, pero a la vez profunda e
intensa frase, que retumba cada día en mi ser:
“El Derecho es la vida misma”.
¡Gracias por todo y por tanto, querido
maestro!
Jurídica es una publicación de
El Peruano
2008 © Todos los derechos reservados
ESPECIAL
CARLOS FERNÁNDEZ SESSAREGO: IN MEMORIAM
El jurista frente a los
procesos codificadores
AUGUSTO
FERRERO
Academia Peruana
de Derecho.
L
os procesos codificadores están siempre
identificados con grandes juristas. Son
los casos emblemáticos de Teixeira
de Freitas en el Brasil, Vélez Sarsfield
en Argentina, Andrés Bello en Chile y Carlos
Fernández Sessarego en el Perú. Al último de
los nombrados le debemos nuestro actual orde-
namiento, pues como ministro de Justicia creó la
Comisión Reformadora del Código Civil. Cerca
de 20 años después, nació este instrumento
inspirado en las nuevas corrientes doctrinarias
que soplaban en Europa; sobre todo en Italia,
donde el ilustre profesor que nos ha dejado en
estos días atrajo con su pensamiento la atención
del mundo jurídico contemporáneo.
Brilló con luz propia desde muy joven en la
universidad. Se graduó summa cum laude. De
mente ágil y gran elocuencia, con una extraordi-
naria lucidez mental que iba acompañada de un
aspecto físico impecable, acaparó en la cátedra
la atención entusiasta de muchas generaciones.
Su emoción social y su natural predisposición lo
Innovador de las instituciones
CARLOS
CÁRDENAS
QUIRÓS
Academia Peruana
de Derecho
C
onocí a Carlos Fernández Sessarego du-
rante el proceso de revisión del proyecto
de Código Civil que había formulado la
comisión reformadora creada en 1965, preci-
samente durante su gestión como ministro de
Justicia. Era 1993 cuando fui convocado a la
Comisión Revisora para sustentar la ponencia
Martes 1 de octubre de 2019
volcó a la política, retirándose silenciosamente
de ella como las almas nobles a quienes no les
interesa el oropel del poder. Mentor de un presti-
gioso bufete profesional, se apartó de la actividad
intensa para dedicarse íntegramente al estudio,
la enseñanza y la publicación de sus obras. De
entusiasmo infatigable, era una persona que
se renovaba permanentemente. Por esto no le
eran ajenas otras áreas distintas al derecho,
que le otorgaban una personalidad suntuosa,
a diferencia de la aridez que se nota en el alma
del mero especialista.
Derecho de las personas
A Fernández Sessarego le interesó el hombre
en sí, en todas las actividades en que este se
desarrolla. Por ello, su amor al derecho de las
personas. En esta área, fue ponente en la Co-
misión Reformadora del Código Civil y es suyo
el mérito de la incorporación a nuestro medio
de novedosas e importantes instituciones. Pu-
blicó desde la exposición de motivos del libro
correspondiente hasta un comentario orgánico
del texto de la ley.
Pero donde más destacó su tersa pluma fue,
como en el caso de sus últimos libros, en los
ensayos. Era un ensayista por antonomasia. Le
placía explayarse libremente con mente de aba-
nico, abierto a todas las corrientes intelectuales
sin prejuicio alguno.
Más que un exégeta del derecho era un crea-
que había preparado sobre el contrato de man-
dato. En la misma sesión participó Fernández
Sessarego, quien debía intervenir a propósito del
proyecto sobre el derecho de personas que había
elaborado. También estaba presente Max Arias
Schreiber Pezet, ponente de la mayor parte del
articulado en materia contractual. Concluida
mi intervención, en la que expliqué el sentido
de la ponencia, que diferenciaba claramente el
mandato de la representación volviendo al origen
de la figura en el derecho romano, las opiniones
fueron desfavorables casi en su totalidad respecto
a abandonar la cuestionable confusión entre
mandato y representación que legislativamente
había consagrado inicialmente el código francés
suplemento de
análisis legal
y también el peruano de 1936.
Solo hubo una notabilísima excepción: Car-
los Fernández Sessarego solicitó intervenir y
se manifestó abiertamente a favor de regular
la materia del modo como yo lo proponía. Su
apoyo fue determinante, al punto que Max Arias
Schreiber, finalmente, quedó convencido de
ella. Esto explica que posteriormente, siendo
ya ministro de Justicia, cuando se le presentó
una versión no definitiva del proyecto, a poco de
promulgarse el código, uno de los temas en que
requirió que la comisión revisora enmendara el
texto fue precisamente el referido a la regulación
del contrato de mandato.
Concluida esa sesión, me acerqué a Fernán-
3
dor de este. Innovó las instituciones perma-
nentemente. Muestra de ello es su concepción
de la Teoría Tridimensional del Derecho, del
concebido como sujeto de derecho y de la es-
tructuración de la identidad personal.
Por esta razón, León Barandiarán expresaba
que Fernández Sessarego siempre estaba en
eterna creación. Lo calificaba de hombre de
mucha facundia en cuanto a los intereses y a las
cuestiones que se refieren a la didáctica jurídica,
así como de un estudioso lleno de inquietudes
y de entusiasmo. Y es que en los diversos temas
en los que incidía estaba presente el especialis-
ta, el humanista cabal y uno de nuestros más
grandes pensadores y profesores de los claustros
académicos.
Su faceta de legislador fue ampliamente re-
conocida. Además, fue un eximio publicista y
un brillante catedrático universitario que gozó
de la admiración y cariño de sus innumerables
alumnos en varias universidades. Fue un jurista
insigne, un ensayista del derecho que trató los
problemas con una cultura filosófica que im-
presiona al lector.
Su trabajo sobre el daño a la persona tiene
particular importancia por la resonancia in-
ternacional obtenida. De esto fueron testigos
algunos grandes juristas argentinos que na-
rraron la gran ovación espontánea que originó
su exposición en un congreso internacional
en Buenos Aires, en el cual fue ungido como
profesor emérito de la universidad del lugar.
Nuestro recordado Francisco Miró Quesada
Cantuarias destacó, a la luz de la ciencia que le
fue tan cara: la filosofía, que este valor se en-
cuentra presente en todos los textos del autor;
su principal obra, el Código Civil de 1984, está
imbuida de un humanismo jurídico del cual es
ejemplo. Asimismo, resaltó el tema de la vivencia
dentro de un proyecto existencial como uno de
los favoritos de Fernández Sessarego. En relación
con ello, citó la hermosa frase de Ortega y Gasset
de que “todo hombre es la novela de sí mismo”,
la cual nos trajo a la memoria el verso del poema
de Amado Nervo: “Yo fui el arquitecto de mi
propio destino”.
dez Sessarego y le agradecí su intervención.
Inmediatamente me invitó a reunirnos en breve,
cosa que ocurrió con frecuencia durante mucho
tiempo –inclusive en Roma, mientras mantuvo
el cargo que desempeñaba en ASSLA (Associa-
zione di Studi Sociali Latinoamericani)– y que
fue el comienzo de una buena amistad que se
prolongó todos estos años.
Sin duda,era un joven profesor al que ge-
nerosamente Fernández Sessarego apoyó sin
reservas, permanentemente. Mi gratitud es por
ello imprescriptible. Lo que explica, por cierto,
que resultara especialmente significativo que
cuando leí el discurso de ingreso como académi-
co de número a la Academia Peruana de Derecho
fuera precisamente Fernández Sessarego quien
presidiera el acto –como sucesor de Max Arias
Schreiber en el cargo de presidente, quien había
fallecido días antes– y me impusiera la medalla
correspondiente.
4-5 suplemento de
análisis legal
UNA CONTRIBUCIÓN AL DERECHO INTERAMERICANO
La justicia como medio
para obtener la libertad
GUILLERMO
J. BORDA
Jurista argentino
D
ías atrás fui sorprendido, por el que-
rido profesor Varsi Rospigliosi, con
la terrible noticia del fallecimiento
del maestro y sentido amigo, Don
Carlos Fernández Sessarego. Y digo sorpren-
dido porque era tal la vitalidad y el entusiasmo
que irradiaba, que parecía inmortal.
Tuve la inmensa dicha de conocer a Fernán-
dez Sessarego en el Congreso Internacional de
Derecho Civil, celebrado en Lima, con motivo
de cumplirse los diez años de la sanción del
Código Civil peruano de 1984, que él inspiró.
A partir de ese momento tuve el privilegio de
frecuentarlo cada vez que viajé al Perú, lo que
ocurrió casi en forma anual, a partir del año 98.
El maestro Fernández Sessarego descolló
como profesor en diversas Universidades del
Perú, entre las que destacan la Universidad
Nacional de San Marcos y la Católica de Lima,
en las de San Agustín y Santa María de Are-
quipa, en la Universidad Particular San Martín
de Porres y en la San Luis Gonzaga de Ica,
todas estas de la república hermana del Perú,
como así también en la Facultad de Derecho
de la Universidad de Siena, de Nápoles, en la
Autónoma de Madrid y en nuestra Universidad
Nacional de Buenos Aires y en la Del Salvador,
LA LIBERTAD, QUE PARA ÉL ES EL BIEN
MÁS PRECIADO DEL HOMBRE, TAL
COMO LO REAFIRMARA RECIENTE-
MENTE EN UNA CONFERENCIA POR
INTERNET, EN QUE DESTACA QUE LA
FINALIDAD DEL DERECHO NO ES LA
JUSTICIA, TAL COMO SE LA HA ENTEN-
DIDO DURANTE EL SIGLO XX, SINO
QUE AHORA, LA JUSTICIA DEBE EN-
TENDERSE COMO UN MODO O MEDIO
PARA OBTENER LA LIBERTAD.
Martes 1 de octubre de 2019
Argentina; en la Externado de Colombia e In-
teramericana de Puerto Rico y en la de Costa
Rica, por citar solo algunas.
El maestro que hoy recordamos integró
además la Academia Peruana de Derecho, la
Academia de Nacional Derecho y Ciencias
Sociales de Buenos Aires y de Córdoba, Ar-
gentina, fue académico honorario de la real
Academia de Jurisprudencia y Legislación de
España, miembro correspondiente del Instituto
Internacional para la Unificación del Derecho
Privado y académico de número de la Acade-
mia Interamericana de Derecho Internacional
y Comparado, por citar solo algunas de las
instituciones que integró.
Su obra jurídica ha sido cuantiosa. Por
citar solo alguno de sus libros mencionaré:
Peruanidad y Cultura, La noción jurídica de
la persona, La persona en la doctrina jurídica
contemporánea, Derecho de las personas, El
derecho como libertad, Nuevas tendencias en
el derecho de las personas, Derecho y persona,
Derecho a la identidad personal, Abuso del
derecho, Protección jurídica de la persona,
Mis Maestros, mis amigos, libro este en el que
Fernández Sessarego nos muestra la otra cara
del jurista, se muestra tal como fue, un hom-
bre transparente, profundamente sensible,
extraordinariamente afectuoso, amigo de sus
amigos, un verdadero señor.
Fue autor de cientos de artículos sobre su
especialidad en reconocidas revistas jurídicas
del Perú, de Italia, España, Argentina y Chile;
como así también fue un conferencista notable,
brillando en las más prestigiosas universidades
de Latinoamérica y Europa, en las que puso de
manifiesto sus cualidades de disertante y su
visión humanista del derecho, su preocupación
por la persona y su libertad.
La libertad, que para él es el bien más pre-
ciado del hombre, tal como lo reafirmara re-
cientemente en una conferencia por internet, en
que destaca que la finalidad del derecho no es
la justicia, tal como se la ha entendido durante
el siglo XX, en que era dar a cada uno lo que le
corresponde, sino que en el presente siglo, la
justicia debe entenderse como un modo o un
medio para obtener la libertad.
Reforma del Código Civil
La labor de Fernández Sessarego no quedó
ceñida a la cátedra o a escribir; no era un teórico
del derecho, no era solo un jurista. Era mucho
más y la pasión por su país lo llevo a fundar,
en 1956, el Partido Demócrata Cristiano, en
el que ocupó su Secretaría General. En 1965
fue designado Ministro de Justicia y Culto del
Gobierno de Don Fernando Belaunde.
Desde allí promovió la reforma del Código
Civil Peruano de 1936, reforma que finalmente
ocurrió en 1984, y en la que tuvo una labor
destacada, especialmente en lo que hace al Libro
Primero, referido al derecho de las personas.
Fernández Sessarego era un hombre mo-
derno, que se supo adaptar a los tiempos, y
vivió su vida con una intensidad fuera de lo
común; en los últimos tiempos aprovechando
los modernos medios de comunicación expresó
sus pensamientos e ideales a través de internet,
abordando temas muy variados con la claridad,
pasión y vehemencia que lo caracterizaba.
Hasta aquí me referí al maestro Fernández
Sessarego, como hombre preocupado por la
educación, por la formación de juristas, por su
lucha por derecho y la libertad, por el académi-
co; pero estas facetas fueron complementadas
e integradas con su bonhomía, su calidez, su
sentido de familia y de la amistad. Porque Car-
los fue un hombre completo.
Como dije al inicio, tuve el honor inmenso
de ser considerado y tratado como su amigo.
Cada vez que visite al Perú fui recibido por él y la
querida Rosita, su esposa y compañera de toda
la vida, con una generosidad conmovedora;
pudimos en esas ocasiones platicar largamente
sobre el derecho, la situación de nuestros res-
pectivos países, nuestras familias, en fin de las
más variadas cosas de la vida. Dicha amistad
nacida, por supuesto, del enorme afecto que
se profesaban con mis padres se mantuvo in-
alterable con el correr de los años. Cada vez
que visitó la Argentina pudimos recibirlo en
nuestra casa, como él y Rosita se lo merecían.
Guardo como un tesoro sus cariñosas pa-
labras al enterarse del fallecimiento primero
de mi padre y años más tarde de mi madre, en
las que reflejó vivamente el profundo afecto y
sentida amistad que se profesaban.
Se ha ido un GRANDE con mayúsculas,
un batallador empecinado, un hombre probo,
sencillo, un hombre comprometido con la vida
y el ser humano, un hombre de familia que
supo transmitir valores.
Para terminar, parafraseando lo que es-
cribiera en la revista Jurídica del Perú en el
2002 y que más tarde reprodujo en su libro Mis
maestros, mis amigos, refiriéndose a mi padre,
¡Hasta pronto y hasta siempre querido amigo!!
 ESPECIAL

Fuente para
una motivación
razonable
AÍDA
KEMELMAJER
Jurista argentina

C
arlos Fernández Sessarego construyó puentes sólidos extendidos
a lo largo y a lo ancho de América Latina; también tendió vínculos
extraordinarios entre los juristas latinoamericanos y europeos.
Prueba indubitada son los numerosos libros, artículos monográficos,
comentarios y otros tipos de reflexiones de su autoría publicados en
Perú, Argentina, Colombia, Italia, España, y tantos países unidos por
una tradición cultural común.
Esos puentes, construcciones de avanzada sobre temas que por enton-
ces pocos abordaban, se sostuvieron en bases filosóficas sólidas que, a la
vez, permitieron dar solución jurídica a graves conflictos que la realidad
presentaba y sigue presentando, como son, la identidad, comprensiva
de la identidad sexual, el daño al proyecto de vida, el abuso del derecho,
etcétera. En ese sentido, probó que el pensamiento creativo del verdadero
maestro consiste en empuñar los
ejemplos, las comparaciones y las
metáforas haciendo sencillo lo que CARLOS MIRÓ
resultaba difícil de entender. Por SIEMPRE EL
eso, son incontables las sentencias FUTURO; NOS
argentinas que citan sus obras a la
hora de dar motivación razonable a ENSEÑÓ QUE
la solución encontrada. HAY “UN DE-
Todas sus construcciones tuvie-
ron a la persona y su libertad como
RECHO A IMA-
centro del sistema, de allí que pueda GINAR EL DE-
incluírselo entre aquellos que propi- RECHO”. FUE,
ciaron la constitucionalización del
derecho privado. Leyendo su obra, ENTONCES, UN
más de un argentino pudo entender VERDADERO
a Manuel Belgrano, cuando decía LÍDER.
que “La vida es nada si la libertad
se pierde”. No asombra, entonces,
que en 1999 hablara de la “violencia económica”, alertando sobre esta
pérdida de la libertad real para la cual, parece, todavía hoy no encontra-
mos respuestas eficaces.
Carlos miró siempre el futuro; nos enseñó que hay “un derecho a
imaginar el derecho”, que podemos descifrar a través de “nuevos modos
de hacer el derecho”. Fue, entonces, un verdadero líder; o sea, caminó
delante de muchos, pero a un ritmo al que pudimos seguirlo; de allí
que la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Código Civil y
Comercial argentino mencionen el famoso “daño al proyecto de vida”,
que él nos enseñó a entender como un daño a la libertad.
Martin Heidegger dice que “La gran tragedia del mundo es que no
cultiva la memoria y, por lo tanto, olvida los maestros”. Afortunada-
mente, la frase no se aplica esta vez; durante la larga y prolífica vida de
Carlos Fernández, los juristas de toda América escribimos en diversas
obras que se publicaron en su homenaje. Por eso, de algún modo, Carlos
contradice la frase bíblica “Nadie es profeta en su tierra”; él lo fue, y lo
seguirá siendo. Su fuego seguirá encendido en América Latina en cada
jurista de esta tierra que piense a la libertad humana como valor central
del ordenamiento jurídico.
6 suplemento de
análisis legal
EL TRÁNSITO EXISTENCIAL DEL MAESTRO
Pasión por
el derecho
y la decencia
CARLOS
CALDERÓN
PUERTAS
Juez supremo
M
uchos años después, frente a una
pequeña grabadora, Fernández
Sessarego había de recordar
aquellas remotas tardes que le
tocó vivir entre el 25 y el 27 de octubre de 1948,
cuando junto con Manuel Ulloa y Paco Moncloa,
vía radio Nacional, contestaban al golpismo
que utilizaba la señal de Radio Continental de
Arequipa. “Bustamante –decía con expresión
calma que luego iba modificando– se encontró,
por un lado, con la derecha y, por el otro, con
la izquierda. El Apra hizo su movimiento de
la marinería que fracasó. Entonces, los otros,
hicieron su bolsa y se la entregaron a Odría. De
eso no me cabe la menor duda”.
Había forjado su amistad con Bustamante y
Rivero desde su puesto de secretario. “Dentro
de la amistad que un presidente de la república
puede tener con la última rueda del coche. Me
apreció, conversaba conmigo y como me veía
con cierta frecuencia un día me invitó con otro
joven que trabajaba en secretaría de Palacio a
la Base Aérea del Callao, donde iba a veces los
domingos a pasar el día junto al mar”, agregaba
con humildad no exenta de orgullo cuando re-
cordaba que luego, un julio de 1948, el presidente
lo invitaría a pasar al patio sevillano, a sentarse
en una silla de mimbre y a proponerle ser el
segundo secretario de Roma o de Estocolmo.
“¿Adónde quiere ir usted?”, le preguntó con
caballerosidad.
Lo que Bustamante ignoraba eran las pa-
labras que iba a escuchar. “Señor presidente,
es un honor el que me hace, se lo agradezco,
Martes 1 de octubre de 2019 ESPECIAL
pero yo estudio Derecho y quiero culminar mi
carrera. En cualquier otro momento lo que usted
disponga; ahora permítame declinar”. Lo que
Fernández Sessarego desconocía era la respuesta
que 70 años después aún recordaba con alegría:
“Ah, el Derecho. Un joven con vocación definida.
Así me gusta”.
Y continuaba relatando que, aunque no es-
tuvo en la conversación del 27 de octubre, supo
que en la sesión de Consejo de Ministros de ese
día el general Zenón Noriega, jefe de la Blindada
de Lima, le aseguró al general Torres lealtad al
gobierno constitucional. Tal fidelidad no duró
mucho. Don Carlos lo narraba así: “Sin embargo,
al día siguiente llegó un enviado de Noriega: el
coronel Cuadra Ravines, con anteojitos redon-
dos. El coronel se cuadró frente al general Torres,
quien estaba junto a mí y le dijo: “General, hay
un avión disponible para llevar al presidente de
la República a Buenos Aires porque la guarni-
ción de Lima y todas las demás guarniciones
se han plegado a la revolución”. El ministro se
abalanzó para golpearlo y entre todos tuvimos
que detenerlo. Cantamos el himno nacional y se
acabó. Bustamante bajó con sus maletas (…), me
acuerdo de una mesa de mármol, del presidente
apoyándose en la mesa y de un discurso sereno”.
Entonces, don Carlos daba un giro a la con-
versación y recordaba la casa de Inca Rípac de
Belaúnde, el encuentro con el Haya de la clandes-
tinidad, su paso por la democracia cristiana, su
interpelación congresal en 1965, su firma ante el
escándalo de la página 11, su intervención ante
la posible guerra con Chile en el 75. Era historia
tras historia contada con elegancia y finura por
mi viejo amigo, mi querido maestro cuya gran
vocación fue la enseñanza, ya sea en el salón,
en el auditorio o, suerte la mía, en su último
departamento en Miraflores, en su estudio de
San Isidro o en su antigua casa en la colina,
acompañado de café servido en tazas pequeñas,
algún dulce que picar y una conversación tan
amena como sabia. ◗
ESPECIAL
EN EL RESCATE DE LA FIGURA HUMANA
Un verdadero humanista
YURI
VEGA MERE
Jurista.
E
ra 1987 cuando conocí a Carlos Fer-
nández Sessarego. Fue por curiosi-
dad y casualidad. Lo había leído y
disfrutaba de lo que escribía, pero no
lo conocía. Lo vi dictando clases de Derecho
de las personas y me colé a un salón ajeno.
Fueron pocos minutos, pero bastaron. Hice
lo mismo varias veces hasta que me acerqué
a él para pedirle me dedicara su libro sobre el
curso. A las pocas semanas habíamos logrado
una cercanía producto de mi afán de aprender
del Maestro. Al cabo de unos meses conocí a
los estudiantes que convocaba en su casa para
tener tertulias de las que aprendíamos más los
visitantes. Con los años me volví parte de su
entorno y él del mío.
La imagen del jurista
Su obra es harto conocida. Y algunas facetas
o etapas de su vida las he relatado en las sem-
blanzas que he escrito en distintas ocasiones.
Por eso ahora estas líneas quieren ir más allá
de la imagen del jurista.
Muchos me darán la razón (quizá casi to-
dos) cuando señale que Fernández Sessarego
transmitía muchas cosas. Tenía una mirada
transparente. En él se lograba percibir un alma
límpida. No solo se advertía un aura de sabi-
L
a noticia de su muerte no me extrañó.
Excedía con largueza los noventa y en cier-
to sentido es válido eso de que, en cierta
etapa de la vida, lo que nos queda tiene algo de
prestado. Las últimas veces nos habíamos visto
en su acogedor departamento miraflorino para
hablar de todo. Tuve con él una amistad curiosa,
pues ni él era constitucionalista ni yo civilista, pero
teníamos muchos puntos en común, quizá sobre
todo cierta inquietud compartida en aspectos
filosófico-jurídicos que a ambos nos interesaba.
Pero… ¿Cuándo conocí a Fernández Sessarego?
Creo que la primera vez que supe de él fue en
1961 o 1962, siendo yo estudiante universitario.
Mi padre, Domingo García Rada, llegó a casa y
traía una tesis muy gruesa de un doctorado bri-
llante que acababa de sustentarla en la facultad
de derecho de la UNMSM y precisamente sobre
la noción jurídica de persona. Esa tesis luego se
Martes 1 de octubre de 2019
duría, sino, y especialmente, de bonhomía, de
generosidad y de entrega.
Tenía hábitos frugales en su vida personal;
era muy moderado y en cierto modo un asceta.
El éxito profesional que tuvo antes de migrar a
Italia nunca se le subió a la cabeza.
Cuando lo visitaba semanalmente allá por
1989 (y por muchos años más hacia adelante),
hacía un viaje casi interprovincial: me iba desde
el Callao hasta La Planicie; a veces en bus, a
veces en auto. Pero disfrutaba mucho nuestras
conversaciones de tantos temas y, sobre todo,
su jornada familiar sabatina. Rosita, su esposa,
mujer muy culta y de gran entereza moral, sabía
que en algún momento del día nos iríamos a la
piscina de su casa y se me acercaba para decirme:
“No hagas nadar mucho a Carlos”. Era evidente
que velaba por su salud; pero lo que nunca supo
Más allá
del jurista
DOMINGO
GARCÍA
BELAUNDE
Academia Peruana
de Derecho
suplemento de
análisis legal
es que jamás supe nadar y lo mío era pasar un
día con mi Maestro para aprender de él. Sin
embargo, agotada la charla académica, o cuando
era impertinente porque estaba Rosita o alguien
más de la familia, disfrutaba de sus historias y
me quedaba atónito de ver asomar ese hombre
de gran corazón que amaba a su compañera, a
sus hijos y a sus nietos a quienes recibía, cuando
llegaban, con una calidez gigantesca. Adoraba
a los niños. Y tenía debilidad por sus nietos.
Algunas veces lo encontraba los días sábados
en la universidad y de allí partíamos a su casa. ¡Y
vaya Dios! Cuando se trepaba en su auto corría
a no poca velocidad. Siempre me causó gracia
y, por supuesto, jamás me atreví a decirle nada.
Solo sabía (cuando aún no era obligatorio) que
debía ponerme el cinturón del asiento del co-
piloto. Sin embargo, el tema no quedaba allí. Si
convirtió en libro de mucho éxito, con prólogo de
su maestro José León Barandiarán y que fue el
inicio de una larga dedicación docente –en varias
universidades– y académica –con una hilera
impresionante de artículos, ensayos y libros–.
Poco después, en 1965, siendo ministro de Justicia
y Culto, lo conocí personalmente, en una ceremo-
nia protocolar en el local del ministerio, en esa
época en Palacio de Gobierno, lado izquierdo, con
entrada en la calle de Pescadería. Me impresionó
su porte, su jovialidad y su facilidad expresiva.
Años después lo volví a ver en julio de 1969,
cuando hizo una visita a la Escuela de Derecho
de la Universidad de Wisconsin en la ciudad de
Madison y en el estado del mismo nombre. Lo
acompañaban en esta visita académica Jorge Aven-
daño y Fernando de Trazegnies. Fueron largos días
de intenso calor, de cruce de experiencias dentro
de un Programa de intercambios firmado entre
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conversábamos de algo importante y la charla
paría una idea entonces frenaba a mitad de la
pista y se quedaba pensando sin advertir lo que
pasaba en el entorno. Se abstraía del mundo para
luego regresar con nuevos bríos.
Los almuerzos de los últimos años no fueron
frecuentes. Mis obligaciones laborales se han
devorado buena parte de mi tiempo y los fines
de semana eran de mi familia, amén de no in-
vadir los espacios de mi Maestro con sus hijos
y sus nietos. Pero el cariño y esa afectividad,
que siempre fue en aumento, le dio a nuestra
cercanía una coloración de relación paterno-
filial de cuño social.
En esos últimos encuentros veía al hombre,
retirado de la cátedra, despreocupado por la edad
y ávido de seguir investigando y de continuar
escribiendo. Su nieto Pablo lo animó a crear su
página en Facebook y a subir videos a YouTube.
Allí están esos registros para la historia.
En las charlas de los recientes años descubrí
una mayor disciplina que la que le conocí en
el trabajo académico y su inagotable deseo de
culminar algunos de los tantos proyectos que
aún tenía a sus 93 años.
No pocos se quedaron en el tintero, pero aun
así todo lo que dejó escrito, y que fue producto
de su entrega hacia los demás, constituye uno
de los más grandes los legados de la historia del
derecho en Latinoamérica.
A lado de ese gran regalo, Fernández Ses-
sarego siempre será recordado por una vida
signada por el desprendimiento, por la renuncia
al éxito fácil y al protagonismo, por esa humildad
personal y científica que enaltece la imagen de
un verdadero humanista y de una de las más
señeras figuras de las ciencias sociales en el país.
la Universidad Católica y la Fundación Ford, y en
donde estuvimos en nuestras oficinas, en los lagos
que rodeaban la ciudad, en restaurantes turísticos
y en casas de amigos. Fue esa una propicia opor-
tunidad de intercambiar experiencias y el inicio
de una larga amistad. Se ha hablado de Carlos
desde muy distintos puntos de vista: el profesor,
el conferencista, el maestro, el escritor… aquí
solo he querido destacar en forma esquemática
mi relación con él de muchos años y rescatar la
figura humana, su gran calidad y sobre todo su
formación humanista, que ya prácticamente no
existe en las últimas promociones de abogados.
Nos ha dejado un colega y un amigo que pertenece
a una especie en extinción. Finalmente quiero
destacar dos aspectos: el afán que tuve para res-
catar su pionera labor filosófica-jurídica –que él
siempre reconoció– y el que es quizá el más cálido
de sus libros, dedicado a sus maestros y amigos.
8 suplemento de
análisis legal
UNIDAD INDISOLUBLE ENTRE LA VIDA Y OBRA DEL MAESTRO
Un iusfilósofo humanista
JOSE
ÁVILA HERRERA
D . PhD. Profesor de Teoría
y Filosofía del Derecho
ULIMA, USMP y UNMSM.
E
l profesor Fernández Sessarego es, sin
lugar a duda, uno de los grandes filó-
sofos del Derecho contemporáneos. En
América Latina se conocen sus libros y
artículos publicados en revistas especializadas
(1). Ningún otro intelectual influyó tanto en el
pensamiento jurídico de los últimos treinta años
en el Perú. Su notable aporte es, sin lugar a duda,
el concepto del daño al proyecto de vida, que ha
sido recogido por la jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y el Centro
de Investigaciones de la Universidad de Berkeley.
La grandeza del profesor Fernández Sessarego
está en que su vida y obra formaban una unidad
indisoluble. Su obra representaba siempre a la
persona, y la persona se encontraba también en su
extensa y profusa obra. Cuando uno lee sus libros
y artículos se nota un “humanismo”, al rescatar
los valores de la filosofía griega, exaltando los
ideales de verdad, libertad, bien y belleza.
A partir de su trayectoria y de los distintos
libros que nos ha legado, dibuja los perfiles más
notables que exhibe el profesor. Nos muestra, en
primer lugar, un “Fernández Sessarego filósofo”;
un “Fernández Sessarego filósofo del Derecho”;
luego, tal vez el más oculto, pero a la vez con el que
más le hubiera gustado reconocerse: el “Fernández
Sessarego pensador”. Se podrían añadir “otros
Fernández Sessarego” a los anteriores: el “teórico
del derecho civil”, el “jurista del derecho privado”
el “intelectual de la jurisprudencia”.
La huella que la historia imprime en el profesor
Fernández Sessarego no solo la encontramos en
la sucesión de sus datos biográficos, sino tam-
bién en su acción, pensamiento jurídico y su vida
como intelectual. Su vocación y sus quehaceres
han pasado de un punto, el Derecho Civil, a otro
punto, la Filosofía del Derecho, para regresar al
Derecho Civil y para retornar a la Filosofía del
Derecho (León B.). Formuló tempranamente
un planteamiento “tridimensional del Derecho”
en su tesis: “Bosquejo para una determinación
ontológica del Derecho” (2), según la cual, el
Derecho es conducta humana sujeta a normas
y que realizan valores. En un trabajo posterior,
Derecho y persona, criticaba desde esta perspectiva
el formalismo jurídico kelseniano.
La combinación perfecta entre la humildad,
honestidad y sabiduría del profesor Fernández
Sessarego pinta de cuerpo entero su personali-
Martes 1 de octubre de 2019
dad. Este perfil fue valorado por Carlos Cossío.
El profesor José León B. cuenta en una anécdota
que “en 1951 estuvo Carlos Cossío en Lima y lo
presenté personalmente a él diciéndole: ‘Aquí
tiene usted a un cossiano’”. Después de algunos
días, Cossío, luego de haber conversado con él y
leído su tesis de bachiller en Derecho, dijo: “No
pierdan a este hombre, tómenlo en la docencia,
es muy inteligente”.
El iter filosófico del tridimensionalismo
jurídico. Destacaré, en breves líneas, las perspec-
tivas filosóficas que sirvieron de inspiración en
el desarrollo de su pensamiento. En una primera
etapa (1943-1949) fue atraído por la filosofía exis-
tencialista durante sus estudios en la Facultad de
Letras (UNMSM). Emprendió lecturas de Xavier
Zubiri, Jean Paul Sartre, Martin Heidegger, Karl
Jaspers, Soren Kierkegaard, Edmundo Husserl y
José Ortega y Gasset. Estas ideas fueron la base
para desarrollar su tesis filosófica de la “persona”
y el “Derecho”. Luego, se inspira en las ideas de
la “Filosofía de los valores” y del “personalismo”
del Enmanuel Mounier (D. Sobrevilla).
Desde la Filosofía del Derecho se inspiró en
los enfoques teóricos de la Teoría Egológica del
Derecho, de Carlos Cossío, que propone com-
prender la conducta humana como el elemento
ontológico del Derecho (“conducta en su inter-
ferencia intersubjetiva”). Por otro lado, siguió la
línea de Eduardo García Máynez, quién definió
al Derecho como un “orden concreto de normas
jurídicas vigentes, válidas y eficaces, instituido
por el hombre para la realización de valores co-
lectivos cuyas reglas deben ser cumplidas por los
ESPECIAL
LA HUELLA QUE
LA HISTORIA
IMPRIME EN
EL PROFESOR
FERNÁNDEZ
SESSAREGO NO SOLO
LA ENCONTRAMOS
EN LA SUCESIÓN
DE SUS DATOS
BIOGRÁFICOS,
SINO TAMBIÉN
EN SU ACCIÓN,
PENSAMIENTO
JURÍDICO Y SU VIDA
COMO INTELECTUAL.
ciudadanos, con el respaldo, para su observancia,
del poder del Estado”.
De esta manera, el profesor Fernández Ses-
sarego desarrollo una respuesta por el “ser del
Derecho” desde la filosofía existencial y el tri-
dimensionalismo. Y una muestra de la utilidad
de sus reflexiones la vemos concretada en varias
disposiciones del C. C. de 1984. Como él mismo lo
explicó(3), se trata de los artículos 80, 99, 111 y 134,
referidos a la asociación, fundación, el comité y la
comunidad campesina y nativa. En todos ellos se
hace referencia a que cada una de dichas “personas
jurídicas” es una organización de personas que
se propone fines valiosos de carácter no lucrativo
(C. Fernández S.).
Con Carlos Fernández Sessarego (Callao, 1926)
se nos va uno de los grandes filósofos y teóricos
del Derecho del siglo XXI. Si bien esta descrip-
ción general se ajusta con exactitud a su perfil
académico, no hace justicia plena a su extensa
obra, a sus grandes intereses intelectuales y a los
discípulos que dejó.
[1] Para conocer los apuntes o notas escritas por el profesor
Fernández Sessarego, así como los artículos que se han
escrito sobre él, puede verse en el magnífico trabajo de
Armando Romero Muños, en su libro La relación entre la
persona y el Derecho en la Iusfilosofía de Carlos Fernández
Sessarego, 2013, Universidad Católica San Pablo.
[2] Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tesis.
Lima. 1950.
[3] “Visión tridimensional de la persona jurídica”. Por
Carlos Fernández Sessarego. En: Boletín Mexicano de
Derecho Comparado. Consulta en web: https://revistas.
juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/
view/3485/4126