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Alumno: Ramirez, Mauro David

Profesor: Lafit, Facundo.


Legajo: 106317/8

Primer parcial de prácticos Historia Americana II. 2019

Obligatoria:
1- ¿Porque es América fundamental para el desarrollo de un nuevo patrón de poder
mundial?
¿Qué rol ocupo el esclavismo en este nuevo patrón y de qué forma constituye la
revolución haitiana, con sus condicionantes locales a la propia modernidad?

Elija 2 (dos) y responda:

3- ¿Cuáles son los dos registros o dimensiones analíticas fundamentales sobre las que se
basan las definiciones de populismo latinoamericano? Vincule ambas dimensiones en
relación a la situación populista y la estrategia populista.

4- ¿En qué consistieron y en que se diferencian las reformas llevadas adelante en


Ecuador y Bolivia desde inicios de la década del 80? ¿Qué componentes entraron en
crisis en este último caso a fines del siglo XX?
1) América jugo un papel clave en la constitución del nuevo patrón de poder mundial
que se localizó en Europa. Su aparición en el mapa geopolítico contribuyo a
moldear los cimientos ideológicos donde iba a asentarse los principios de la
modernidad capitalista.
En principio significo un cambio paradigmático en las relaciones sociales llevadas
a cabo entre los conquistadores y conquistados, estableciéndose como rasgo
diferencial el concepto de raza “que en su sentido moderno, no tiene historia
conocida antes de América”1. De este concepto surgirán ahora nuevas categorías
sociales para catalogar a los individuos no-blancos, como negros, indios o
mestizos, llevando a una negación y reconstrucción de su identidad, privándolos
de toda historia previa a la llegada de los europeos y por consiguiente a la
justificación ideológica de la dominación por su parte.
Bajo esta mirada Europa se va construyendo como el centro de la humanidad,
donde la historia termina en ella, siendo así la cúspide del desarrollo civilizado. Se
configura una perspectiva eurocentrista de la historia de las civilizaciones, y una
noción de la otredad marcada en la distinción de “civilizado-no civilizado”. Aunque
es interesante retomar el caso de la construcción del oriente, donde Quijano afirma
que al persistir vestigios de su historia no se pudo crear en ella un reflejo del
mismo occidente sino que se creó un “otro” muy distinto. Y a partir de este otro
oriental se devienen prácticas y comparaciones racistas que persistirán hasta la
actualidad como la idea de un oriente místico y maravilloso, lo cual es en esencia
esta incapacidad de crear un reflejo occidental por parte de las potencias en época
de expansión colonial.
La presencia de este nuevo concepto de raza se entrelaza con la nueva modalidad
económica que está emergiendo, el capitalismo. De este modo, las formas de
control, explotación y control del trabajo quedaron configuradas bajo la idea de
dominación que el concepto de raza había permitido, dotando a la esclavitud, la
servidumbre o a las pequeñas producciones mercantiles no europeas a estar bajo
el mandato del nuevo sistema económico. Este nuevo sistema funcionaba bajo
dos lógicas, la primera era favorecer la acumulación de capital para las potencias
europeas mientras que la segunda permitía mantener a los conquistados bajo el
dominio colonial. “Así, ambos elementos, raza y división de trabajo, quedaron
estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno

1 Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. pp. 202.
de los dos eran necesariamente dependiente el uno del otro para existir o
cambiar”2.
Por otra parte, el sistema esclavista sirvió de apoyo para el desarrollo del
capitalismo emergente y por lo tanto a sostener este nuevo modelo de dominación
marcadamente europeo. A lo largo del siglo XVII Europa se encontraba en una
etapa de depresión económica, donde países como Inglaterra o Las provincias
unidas (Países Bajos) que poseían un gran desarrollo del mercado interno, a
diferencia del resto, podían resistir. Por lo tanto la presencia del comercio
triangular, apoyado en el desarrollo y producción de las colonias, sirvieron a los
países europeos como una suerte de amortiguación a esta crisis, sirviendo a la
acumulación de las metrópolis como su principal finalidad, “la demanda de las
plantaciones coloniales actuó como “abanico de las llamas de la acumulación
metropolitana”3. Por lo cual a Grüner no le resulta extraño que durante el siglo
XVIII haya crecido el comercio esclavista en el atlántico.
Por lo tanto el comercio de esclavos trajo consigo la creación de nuevas prácticas
comerciales como formas de permuta y de control de créditos, por otra parte se
creó un sistema elaborado de aprovisionamiento, supervisión, transporte,
procesamiento y distribución de esclavos a la vez que genero nuevos puestos de
trabajo para mano de obra asalariada mientras también dotaba de poder
económico a diferentes agentes privados como banqueros, comerciantes y
también a terratenientes y Estados naciones.
Es así que uno de los rasgos más importantes que permitió desarrollar el sistema
esclavista es un sistema competitivo donde participaban todas las grandes
potencias, favoreciendo que se consolidara una mentalidad de desarrollo
capitalista basado en la creación de plantaciones y explotación de mano de obra
esclava, donde el autor asegura que tenían que imitarse en esta dinámica para no
quedar por fuera del sistema y no perder ventaja frente al resto.
Dentro de estas lógicas de dominación y expansión económicas basadas en la
explotación esclava nos encontramos con una de las revoluciones más
importantes del siglo XVIII, la revolución Haitiana ubicada temporalmente entre
1791-1804.
Esta sirve a la modernidad, ya que se encuentra atravesada por ella, ha sido
creada y ejecutada bajo los parámetros establecidos por esta. Se podría decir que

2 Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. pp.204


3 Grüner, E. (2010). La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución. Buenos Aires:
Edhasa. pp.260
los esclavos haitianos quieren luchar por los principios que la revolución francesa
lleva como bandera pero que al mismo tiempo los oprime y mantiene esclavizados.
Por otro lado esta revolución también tiene un trasfondo ideológico que permite
romper con el discurso de la modernidad puramente europea, ya que existe una
modernidad compleja que se configura a la sombra de la hegemónica, bajo las
realidades sociales que genera la desigualdad del nuevo sistema mundo. Un
ejemplo de esto sería la reinterpretación de prácticas de cimarronaje que bajo esta
perspectiva moderna subalterna llevo a su adopción como medida de defensa o
también valorizar los efectos que tuvo, primordialmente, la religión en esta
revolución, donde las prácticas voduizadas, propias de los esclavos haitianos,
poseían un alto nivel de discurso político, como señala Grüner no es de sorprender
que los principales líderes revolucionarios sean practicantes y sacerdotes de esta
religión.

2) Los dos registros fundamentales donde se adscriben las definiciones de populismo


latinoamericano son la perspectiva liberal, tendiendo a explicarlo mediante el
discurso ideológico o las prácticas políticas implementadas y otra perspectiva
donde se privilegian los determinantes estructurales y a las condiciones materiales
para su explicación.
Dentro de la primera categoría podemos encontrar distintas posturas sobre cómo
se lleva adelante el populismo, por ejemplo Ernesto LaClau le da suma
importancia al rol del discurso sobre el pueblo para lograr una contra hegemonía y
disputarle el lugar preponderante al poder, a su vez que distingue que no es una
práctica destinada a una sola clase sino que es multi clasista, tiende a adaptarse a
las diferentes necesidades sociales. Es una visión muy superficial de los procesos
populistas donde se pierde lo propio de los mismos llegando a catalogar como
populistas a Mao, Hitler y Perón obviando las realidades históricas propias de cada
caso. Por otro lado hay quienes consideran que los populismos latinoamericanos
son producto de un momento histórico determinado, como Carlos Zubillaga, que
pos primera guerra mundial, caída de la bolsa en 1929 y fracaso de los estados
liberales llevaron a países como Argentina o Brasil a tomar una impronta de
carácter nacionalista, de industrialización, protección al mercado interno y el
surgimiento de un líder carismático que guie al pueblo reemplazando a los viejos
partidos políticos por movimientos. Esta visión restringe las experiencias
populistas a rasgos muy específicos como la industrialización capitalista,
intervención estatal, unidad social y la participación de las masas en la política,
dejando por fuera ,por ejemplo, al radicalismo argentino de esta caracterización al
igual que a la revolución mexicana, que si sería considerada populista por Arnaldo
Córdova, ya que para este es condición necesaria la participación de la masas en
la lucha por la revolución social, la manipulación de las clases populares con el
cumplimiento de demandas y un estado que garantice un sistema paternalista.
Por otra parte nos encontramos con posturas que se alejan de la visión liberal,
proponiendo que el periodo populista es una etapa de transición de una sociedad
tradicional a una de masas, donde la participación de las masas en política se da,
en un contexto de ascenso del fascismo, según Gino Germani, a través de
elementos autoritarios, como el líder carismático y la demagogia, que manipulan la
voluntad popular. Mientras que para Torcuato Di Tella esta participación se lleva a
cabo mediante acciones involuntarias influidas por una elite que prepondera una
ideología anti Status Quo.
De estas teorías se desprenden varias nuevas posiciones, donde se vincula a
estos procesos con la aparición del modelo de sustitución de importaciones e
industrialización como nuevo motor de acumulación de capital y política de
masas, como Francisco Weffort y Octavio Ianni quienes consideran a Brasil como
populista en el recorte temporal que va desde 1930 hasta el agotamiento del
proceso en los ’60, comprendiendo el gobierno de Vargas como su máximo
exponente, encontrando en el la figura del líder carismático.
Podríamos encontrar en el análisis de Vilas la mirada más economicista del
proceso, el populismo forma parte del proceso de acumulación capitalista que
tendría que haber sido llevada a cabo por la burguesía local, pero ante su
debilidad fue el estado quien, mediante compromisos con la burguesía
exportadora, industrial, la clase obrera y el capital extranjero, la llevo a adelante
dando así “un sistema de equilibrios inestables de compromisos impuestos “desde
afuera” de las clases por el Estado”4
En relación a la situación y estrategia populista, adscribimos a un contexto de
desarrollo latinoamericano muy particular, ya que su inserción en el mundo había
comenzado como productora y exportadora de materias primas y tras la crisis del
1929-30 tuvo que reorientar su producción interna. En este panorama se generaba
la condición para generar el proceso de acumulación llevado a cabo por la agenda
populista, no obstante para ello era necesario un proyecto político que pudiera

4 Vilas, C. M. (1988). El populismo latinoamericano: un enfoque estructural. Desarrollo Económico,


pp. 339
asegurar esa transición y que guiara a la sociedad bajo sus premisas. Ante la
carencia de conciencia populista de la burguesía industrial el Estado actuó como
ese guía, siendo el soporte ideológico de esta, siendo el regulador y mediador
entre las clases obreras, burguesas y capitales extranjeros, favoreciendo así los
mecanismos que generaron un soporte estructural para esta nueva modalidad de
acumulación de capital.
A modo de conclusión y retomando las diferentes definiciones o concepciones de
lo que es un populismo latinoamericano podremos señalar que no se deben hacer
tipos ideales o universales de este fenómeno, ya que caemos en errores
anteriormente criticados como, por ejemplo, comparar a un movimiento como el
Peronismo argentino con el régimen Nazi, a la vez que se dejan por fuera otros
procesos históricos que tuvieron rasgos populares, como fue el primer gobierno
radical en argentina.

3) Ecuador y Bolivia representan dos casos de estudio donde se visibilizan cambios


de época, es decir la finalización de los Estados interventores y desarrollistas para
comenzar un periodo ligado a la perspectiva liberal de la economía.
Ecuador asume la década de los 80 teniendo un perfil de país petrolero ya que
esto le permitía tener una economía estable. Así el país contraía deuda para
solventar el modelo que parecía exitoso, por lo cual no se vio en la necesidad de
promover el mercado interno, llegando a que la deuda tome un total de 3.554
millones de dólares, lo que sería el 30% del PBI. No obstante esta dependencia
del petróleo significo el declive monetario que arraigo consigo durante más de una
década, padeciendo la enfermedad holandesa y teniendo un escenario a nivel
latinoamericano desfavorable para las exportaciones. A nivel institucional esto
significo el traspaso de las decisiones económicas al Banco Central Ecuatoriano
(BCE) y a la intervención del FMI en las políticas monetarias con el objetivo de
controlar el déficit fiscal que generaba inflación para así asegurar los pagos de
deuda. La práctica más significativa fue el cambio de la política cambiaria, que
llevaría a la devaluación gradual del sucre en relación con el dólar, dando así un
total de 3857% de devaluación entre los años 1980 y 1991. Esta devaluación
permitió aumentar las ganancias de los exportadores mientras que el pueblo
trabajador se vio completamente afectado. Durante toda esta década se
sucedieron 3 gobiernos de diferentes ideologías políticas, aun así todas llevaron a
cabo el plan del FMI adelante.
Por otro lado, Bolivia, padeció el liberalismo de igual forma que el pueblo
ecuatoriano pero con una diferencia, mientras que en el primero en cierta medida
sobrevivió el aspecto republicano del gobierno, aquí nos encontramos con
múltiples fisuras en varios niveles.
Una de las promesas que traía consigo el discurso liberal era el crecimiento anual
del 10% que el pueblo compro. Desde que inicio el periodo liberal en Bolivia, de
1985 hasta comienzos del 2000, los números son totalmente desastrosos y las
consecuencias aún peores, creció la pobreza, el desempleo, la brecha de
ganancia entre pobres y ricos se agrando de manera significativa y se destruyeron
las economías regionales.
Como consecuencia de esto el Estado boliviano encontró una crisis muy fuerte,
según afirma el autor, en los elementos de corta duración y otras en los elementos
de larga duración.
Dentro de la corta duración se encuentran las características que dotan a un
estado de apoyo y legitimidad. Los sectores de poder relacionados a los agentes
económicos externos perdieron peso y representatividad frente a nuevos actores
sociales como los movimientos indígenas. Las instituciones también entran dentro
de esta crisis, la gobernabilidad pactada que mantenía a este sector en el poder se
ve dinamizada al punto de encontrar a un “presidente sin partido”(cita Bolivia) a lo
que se le suma un campo político dualizado, donde la agenda política no solo
deviene del ejecutivo sino que también de la lucha y resistencia popular. Por último
el sistema de creencias, es decir las ideas que mantenían a la gente esperanzada
en el proyecto y que hacían que lo apoyaran se ve debilitado y ahora están más
permeables a escuchar nuevas propuestas e ideas.
Por otro lado nos encontramos con fisuras de larga duración, la primera forma
parte de una ruptura a niveles celular de la identidad republicana del Estado
boliviano, el cual se erigió bajo la dominación y exclusión del “otro”, el no blanco, el
nativo. Es así que dentro de esta crisis estos nativos indígenas están tomando
visibilidad y poder dentro del escenario político y social para llevar adelante sus
reclamos y disputar un lugar dentro del poder estatal. Siguiendo esta línea también
se rompió la lógica dominacional del tiempo espacio que controla el Estado. Así
nos encontramos con la segunda fisura del mismo, donde hay un sector de la
sociedad que disputa la hegemonía del poder político, cuestionando el peso real
de la ubicación espacial-cultural que el estado ha impuesto en la sociedad.
Es así que se llega a un momento histórico donde hay una lucha por la hegemonía
política, de parte de dos sectores que están virtualmente empatados.
Como conclusión, ambos casos de estudio demuestran que a pesar de que las
realidades históricas y materiales sean diferentes entre diversos países, el modelo
económico (neo) liberal no lleva al desarrollo esperado en las regiones
latinoamericanas, otro caso similar en función del resultado es la Argentina
menemista que tomo medidas similares y que siendo sostenidas por el gobierno
de la alianza, desencadenarían en la crisis económica, política y social del 2001.

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