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Si bien el Imperio de Nicea fue capaz de recuperar Constantinopla en 1261 y restablecer el Imperio, los Paleólogos no pudieron
hacer frente a los diversos desafíos que encontraron. Arruinado económicamente por las repúblicas italianas, debilitado
interiormente por una aristocracia todopoderosa e incapaz de oponerse a la presión otomana, el Imperio finalmente terminó por
caer en 1453, tras siglo y medio de lenta agonía. Esta debacle estuvo marcada por una profunda renovación cultural que permitió
la propagación de su influencia por toda Europa, incluso cuando su territorio se había reducido irremediablemente.
Índice
El nacimiento de un imperio
El Imperio romano de Oriente (fines del siglo III-518)
Origen
La era de las invasiones
La caída del Imperio romano de Occidente
La supervivencia del Imperio romano de Oriente
El nacimiento de un imperio
Véanse también: Grecia romana y Acaya (provincia romana).
Roma fue gobernada en un primer momento por reyes etruscos
que dominaron Italia central antes de la instauración de la
República romana en 509 a. C. A este período de dominación
etrusca siguieron varios años en que una docena de comunidades
urbanas del Lacio vivió en pie de igualdad. Tras una guerra entre
Roma y la Liga Latina (una coalición de comunidades urbanas),
esta igualdad fue reconocida por el tratado firmado entre Roma y
sus vecinos en torno a 493 a. C.; sin embargo, tal acuerdo
confirió una posición privilegiada a Roma, cuyo puerto, Ostia,
comenzó a desempeñar el rol de base naval y comercial en el
siglo III y II a. C. La expansión de la influencia romana en Italia El Imperio romano en su apogeo bajo Trajano.
central y meridional desencadenó conflictos con las colonias
griegas, establecidas en el sur de Italia, y con Cartago, ya
instalada en Sicilia.1 La anexión de Sicilia a inicios del siglo II a. C. y la obligación impuesta de abastecer de cereales a Roma
marcaron el surgimiento de una política colonizadora que permitiría al Imperio romano disfrutar la riqueza de sus conquistas.
También fue el comienzo de las guerras con Cartago que culminaron con el establecimiento de Roma en África del Norte
(victoria de Zama en 202 a. C.)2 y con la destrucción de Cartago en 146 a. C.
Una vez terminada la segunda guerra púnica, Roma declaró la guerra a Macedonia, aliada de Cartago. De esta manera, Tito
Quincio Flaminino se convirtió en el primer general en llevar ejércitos romanos a Grecia y crear una suerte de protectorado (196
a. C.).3 Al norte de Italia, la pax romana se extendió al sur de la Galia, constituida como provincia romana en 121 a. C.; luego, a
la región del Ponto en Asia Menor, donde el general Pompeyo derrotó al rey Mitrídates VI (123-63 a. C.), quien había intentado
invadir Grecia y Macedonia. Posteriormente, Pompeyo anexionó lo que quedaba del Imperio seléucida en Siria,4 así como la
costa este del Mediterráneo. Si Julio César se interesó en el Mediterráneo después de haber derrotado a los pueblos galos fue,
esencialmente, debido a su enfrentamiento con Pompeyo y a la necesidad de asegurar el abastecimiento de trigo de Roma. Su
sucesor, Octavio, mejor conocido como César Augusto, completó la obra de su padre adoptivo y transformó al Mediterráneo en
un verdadero «lago romano». Sus ejércitos realizaron varias conquistas: al oeste, la península ibérica; al norte, el territorio
ocupado por las actuales Suiza, Baviera, Austria y Eslovenia; al este, Albania, Croacia, Hungría y Serbia; y al sur, extendieron las
fronteras de la provincia de África. En 25 a. C., Anatolia fue transformada en provincia romana; mientras que, a la muerte del rey
Herodes I el Grande en el año 4 a. C., Judea fue anexionada a la provincia de Siria. Más tarde, Trajano, el primer emperador
romano no nacido en Italia, amplió estas fronteras más allá del Mediterráneo hacia Europa oriental y Mesopotamia, con lo cual
abrió el acceso a los puertos del mar Negro.5
Paulatinamente, se sintieron las consecuencias de esta expansión. Bajo Marco Aurelio, los marcomanos que habitaban cerca del
Danubio cruzaron la frontera (en torno a 166-167), debido a la presión ejercida sobre ellos por otros pueblos que venían de
Oriente.6 Con los años, esta presión aumentó. Además, la mayor parte de los emperadores que se sucedieron en el siglo II y III
nació lejos de Roma, como Decio (249-251) en Iliria; mientras que Valeriano (253-260) se instaló en Antioquía.7 Dado que
Roma había perdido progresivamente su carácter de metrópoli política, militar y económica, se hizo evidente la necesidad de una
nueva capital.
El edicto de Caracalla de 212 convirtió a todos los hombres libres del imperio en ciudadanos romanos, independientemente de su
ubicación o pertenencia geográfica.8 Hasta entonces, solo los habitantes del Lacio y, más tarde, de Italia podían pretender
adquirir la ciudadanía sin condiciones; sin embargo, en esta época, ciertas provincias romanas, como Grecia o África, estaban
más desarrolladas que otras (como Egipto, Britania o Palestina, más pobres y alejadas de Roma) en el proceso, hacía tiempo ya
comenzado, de difusión de la ciudadanía romana al conjunto del imperio.
Origen
La división del Imperio romano comenzó con el establecimiento de la tetrarquía (en latín: quadrumvirate), desde fines del siglo
III, por el emperador Diocleciano con miras a controlar de forma más eficaz el vasto imperio. Este último dividió el imperio en
dos, con dos emperadores (los augusti) para reinar desde Italia y Grecia; cada uno de ellos tenía como coemperador a un colega
más joven (un caesar), destinado a sucederlo.9 Tras la renuncia voluntaria de Diocleciano al trono, el sistema tetrárquico
comenzó a mostrar problemas: las rivalidades se instalaron entre augustos y césares, aunque la repartición teórica de las
dignidades continuó existiendo hasta 324, fecha en que Constantino el Grande mató a su último rival y quedó como único
emperador.10 Al igual que en el Imperio romano, la falta de reglas de sucesión claras y respetadas fue una constante en el
Imperio bizantino; por ello, la muerte de un emperador conllevaba a una competencia entre las facciones existentes dentro de la
élite para obtener el favor del ejército y del pueblo.11
Entonces, Constantino tomó la decisión esencial —una de las decisiones
importantes de su reino; la otra sería la aceptación del cristianismo— de fundar
una nueva capital: Bizancio.12 Roma había dejado de ser desde hacía tiempo la
capital política de facto del imperio: muy alejada de sus fronteras septentrionales
en peligro y de las ricas provincias orientales, no había tenido un emperador in
situ desde mediados del siglo III. Bizancio estaba mejor ubicada con respecto a
ella: en la encrucijada de dos continentes y dos mares, en uno de los extremos
occidentales de la Ruta de la Seda, abierta también sobre la ruta de las especias
que llevaba al África y a la India, además de que era una base muy buena para
resguardar la crucial frontera del Danubio y estaba razonablemente próxima a las
fronteras orientales. Constantino probó su valor como fortaleza cuando se
convirtió en el último reducto de resistencia en la guerra librada por su rival
Licinio y resistió. Así, en 330, la Nova Roma fue oficialmente fundada sobre el
emplazamiento de Bizancio; sin embargo, comúnmente, la población llamó a la
ciudad Constantinopla (en griego antiguo: Κωνσταντινούπολις;
Constantinoúpolis, que significa «la ciudad de Constantino»). La construcción
de la ciudad requirió muchos años y recursos, fuera de que nadie había fundado
Al instaurar la tetrarquía, Diocleciano
una a tal escala desde Alejandría y Antioquía, más de seiscientos años antes.13 dio origen a la división del Imperio
romano.
Constantino emprendió la construcción de grandes murallas que fueron, sin
duda, la obra más notable de la ciudad. Estos muros, que fueron extendidos y
reconstruidos, combinados con un puerto fortificado y una flota, convirtieron a
Constantinopla en una fortaleza prácticamente inexpugnable y ciertamente la
más grande de la Alta Edad Media.14 Asimismo, la nueva capital se convirtió en
el centro de la nueva administración reformada por Constantino, quien retiró las
funciones civiles del prefecto del pretorio para ponerlas en manos de los
prefectos regionales.15 Así, en el siglo IV, fueron creadas cuatro grandes
prefecturas regionales.
Otro acontecimiento clave en la historia del Imperio romano y bizantino fue la Constantino da su nombre a la
ciudad capital. Mosaico en el
batalla de Adrianópolis en 378, en la cual murió el emperador Valente y las
vestíbulo sur de Santa Sofía.
mejores legiones romanas fueron vencidas por los visigodos.18 El Imperio
romano fue nuevamente dividido por el sucesor de Valente, Teodosio I (apodado
«el Grande»), quien reinó sobre las dos partes desde 392: siguiendo los principios dinásticos establecidos por Constantino, en
395, Teodosio donó las dos mitades del imperio a sus dos hijos, Arcadio y Honorio. Arcadio se convirtió en el dirigente de la
parte oriental, con su capital en Constantinopla; mientras que Honorio gobernó la parte occidental, con su capital en Rávena.
Teodosio fue el último emperador romano cuya autoridad abarcaba por completo la extensión tradicional del Imperio romano.19
Para liberarse de la tutela de los alanos, León I se alió con el comandante del regimiento de los isauros de Constantinopla,
Tarasicodissa Rousoumbladeotes, quien tomó más tarde el nombre de Zenón.32 En 466, para fortalecer la alianza con los isauros,
León I le ofreció a su hija en matrimonio. Cuando falleció León en 474, Zenón (ca. 425-491) accedió al trono junto con el hijo de
León, León II, quien falleció ese mismo año; por ello, Zenón quedó como único emperador reinante, tanto en Oriente como en
Occidente, dado que Odoacro le había enviado las insignias imperiales después de la destitución de Rómulo Augústulo. Zenón se
alió con algunos jefes bárbaros como Teodorico para intentar reconquistar Italia y combatió a otros, como Genserico, con quien
negoció la paz en África del Norte. Depuesto en 475, regresó al trono veinte años después y murió en 491. Su viuda, Ariadna (o
Adriadna), escogió entonces a un modesto decurión Anastasio (430-518)33 como sucesor.
Después de haber reprimido la influencia de los isauros tanto en Constantinopla como en Isauria, Anastasio debió hacer frente
simultáneamente a las tentativas de invasión de los búlgaros que contrarrestó con la construcción de la gran muralla de Tracia
(503-504) y a las pretensiones de Teodorico que Zenón había enviado a Italia, donde, tras haber conquistado territorios
correspondientes a casi un tercio del antiguo Imperio de Occidente, quería adjudicarse el título de augustus, prácticamente
equiparándose al emperador de Constantinopla.34 Anastasio reformó el sistema monetario de Constantino y definió el peso del
follis de cobre, la moneda utilizada para las transacciones cotidianas. Con la creación de la comitiva sacri patrimonii, transfirió
una parte de la propiedad estatal a su dominio privado. Su administración frugal permitió reconstituir el tesoro imperial, por lo
que a su muerte este contenía 320 000 libras de oro, a pesar de las costosas fortificaciones desplegadas para proteger las fronteras.
Su sucesor, Justino I (450-527),35 nació en Bederiana (provincia de Dardania) en una humilde familia campesina. Luego de
unirse al ejército, combatió a los isauros y a los persas y contribuyó a suprimir la revuelta de Vitaliano. Si su predecesor había
sido partidario del monofisismo, Justino regresó a la ortodoxia religiosa y firmó una alianza con el papa Juan I, quien visitó
Constantinopla; no obstante, sus tentativas de afirmar su autoridad política en Occidente condujeron a fricciones con Teodorico.
En Oriente, Justino trató de mantener relaciones cordiales con el Imperio sasánida, al rodearlo de aliados de Constantinopla como
los hunos, los árabes y los etíopes. Esta política no siempre tuvo éxito y la guerra que debió luchar contra los persas en 526 se
volvió en su contra.36
En el siglo V, el Imperio de Oriente había disminuido una cuarta parte respecto a la época de Diocleciano; sin embargo, su
ejército y burocracia tenían las mismas proporciones que en dicha época: uno de cada doce bizantinos servía en el ejército, la
armada o la burocracia.37 Los jefes de la burocracia y los principales generales eran los hombres más poderosos del imperio
después del emperador y, en muchas ocasiones, incluso antes que él. Por su parte, el Senado, aunque de escaso poder como
organismo, concedía considerables privilegios y prestigio a sus miembros.38
Hasta la llegada de Heraclio en 610, el Imperio bizantino constituyó la continuación directa del Imperio romano. La política del
Imperio bizantino estuvo guiada por el deseo de reconstruir la orbis romana; sin embargo, paulatinamente, la realidad forzó al
imperio a alejarse de sus orígenes romanos para conformar un Estado original que combinó la estructura romana de Estado, la
cultura helénica y la fe cristiana.40 Esta evolución se hizo evidente tras la pérdida de los territorios orientales (Siria, Egipto),
conquistados por los árabes a partir de mediados del siglo VII. Entonces, los emperadores tentaron refundar el imperio sobre
nuevas bases. Bizancio se convirtió en un Estado viable y su población compartió un sistema administrativo y fiscal propio, una
economía mayoritariamente autosuficiente y una cultura más definida.41 Así, los mayores unificadores culturales del imperio
fueron el gobierno, el cristianismo y la lengua griega.42
La población del Imperio bizantino era muy diversa y sus ciudades se volvieron cosmopolitas; entre los principales grupos
lingüísticos estaban el griego, el latín, el eslavo, el copto, el árabe y el bereber. Al igual que Roma, el Imperio de Oriente contaba
con una red de centros urbanos, compuesta por unas novecientas ciudades.43 La estrecha relación entre la Iglesia y el Imperio de
Oriente contribuyó a redefinirlo como una comunidad de fe, de una forma que Roma nunca había logrado. Este imperio cristiano
fue configurando un conjunto de pueblos, unidos por la historia y la cultura, sometidos al centro de acuerdo a diversos grados de
control político.44
El reinado de Justiniano
Al igual que su tío Justino I, Justiniano I (482-565) nació en una familia campesina de Bederiana. Justino lo adoptó y lo asoció al
poder desde su llegada, antes de convertirlo en coemperador el 1 de abril de 527,45 poco antes de su muerte. Quizás por ello,
Justiniano estuvo constantemente en lucha contra la aristocracia y se rodeó de personas que no pertenecían a las élites, como su
esposa Teodora, una ex actriz, los generales Belisario y Narsés o altos funcionarios como Juan de Capadocia y Triboniano.46 Su
sueño era recrear un imperio unificado en torno al Mediterráneo, dotado de un sistema jurídico moderno y de una fe única.47
Mientras estuvo en guerra contra los persas, Justiniano también debió proteger la frontera norte del imperio frente al avance de
los búlgaros. En 514, estos llegaron a los Balcanes, donde iniciaron un régimen de terror. Una horda se dirigió hacia el centro de
Grecia, donde llegó hasta el istmo de Corinto, mientras otra amenazaba la península de Galípoli y una tercera marchaba hacia
Constantinopla.55 Apenas esta se retiró, una nueva invasión eslava conducida por los búlgaros les permitió avanzar hasta unos
cuarenta kilómetros de Constantinopla; sin embargo, incapaces de franquear las murallas edificadas por Anastasio, volvieron
hacia las montañas Ródope al oeste, quemando y destruyendo
todo sobre su paso. Otra columna eslava intentó franquear el
Danubio en dirección a Niš, pero fue detenida por Germano,
quien estaba de camino a Italia. En 551, fue el turno de los
kutriguros, un pueblo turco-hablante, que traspasó las limes cerca
de Belgrado y avanzó hacia Philippopolis en Tracia. Incapaz de
hacer regresar a sus mejores tropas de Italia, Justiniano despachó
una embajada a los utiguros, otros turco-hablantes instalados
El Imperio bizantino en 527 (naranja oscuro) y las
entre el río Don y el Volga, y tras financiarlos los invitó a atacar a
conquistas de Justiniano (naranja claro).
los kutriguros, quienes debieron volver a cruzar las limes. Las
dos tribus continuaron su lucha hasta que firmaron la paz y, en
559, decidieron de común acuerdo atacar Tracia. Una columna llegó incluso al río Athyras a una veintena de kilómetros de
Constantinopla. Justiniano debió llamar nuevamente a Belisario, quien logró atraer al jefe de los kutriguros, Zabergán, a una
emboscada y le derrotó en la batalla de Melantias. Los kutriguros se vieron forzados a solicitar la paz y, bajo la promesa de recibir
subsidios, regresaron a sus tierras.
En muchos sentidos, se trató de una obra innovadora, que regularía la vida del Estado, la de sus ciudadanos, sus familias y las
relaciones entre los propios ciudadanos. El antiguo derecho romano fue adecuado a los principios de la moral cristiana y del
derecho consuetudinario del Oriente helenizado. Además, los cánones o leyes de los cinco primeros concilios de la Iglesia
católica adoptaron fuerza de ley.59
El monofisismo era un movimiento religioso, surgido a inicios del siglo V como reacción al nestorianismo. Según los defensores
de esta doctrina, Jesucristo poseía una naturaleza divina y otra humana. Esta doctrina se propagó rápidamente en el imperio; en
particular, Egipto, Siria y Palestina se adhirieron rápidamente a ella. Egipto ocupaba una posición económica importante, pero no
estratégica en el imperio: siempre que proveyera el trigo que necesitaba la capital, las creencias religiosas de sus habitantes
importaban poco. No era el mismo caso de Siria, que estaba a lo largo de la frontera con Persia y, por tanto, ocupaba una posición
estratégica importante. En Occidente, el mundo romano (donde el papado desempeñaba un rol cada vez más importante frente a
los conquistadores bárbaros, en su mayoría, arrianos) era partidario del Concilio de Calcedonia, que había promulgado la doctrina
de las dos naturalezas (divina y humana) de Cristo. Tratar de agradar a uno equivalía a alienar al otro.60
En los primeros años de su reinado, Justiniano adoptó una política estrictamente ortodoxa, mientras que su esposa Teodora no
escondía sus simpatías monofisistas.61 Ahora bien, el monofisismo ganaba importancia en Oriente, incluso cuando los ejércitos
imperiales estaban en una mala posición en Italia. El dilema que enfrentó Justiniano a inicios de los años 540 consistió en saber
cómo reconciliar a los monofisistas de Oriente sin alienar a los calcedonios de Occidente. Primero, intentó establecer una alianza
con el papa Vigilio en su lucha contra Totila; posteriormente, decidió arrestar al papa y mantenerlo cautivo en Sicilia y, luego, en
Constantinopla, con el objeto de obtener de él una condena de los Tres capítulos (los escritos de tres teólogos sospechosos de
tendencias nestorianas). Durante varios años, el Papa y el Emperador jugaron al gato y al ratón hasta que Justiniano publicó por sí
mismo un tratado teológico bajo la forma de edicto imperial, en el cual condenaba los Tres capítulos. Esta intervención favoreció
a Totila, pues la población italiana consideró que tendría mayores oportunidades de independencia bajo los godos que bajo la
tutela de Constantinopla. La disputa entre el Papa y el Emperador empeoró hasta que este último envió a Belisario a aprender al
Papa en la iglesia donde se había refugiado. Después de un período de calma, Justiniano decidió convocar otro concilio en 553, el
quinto de la Iglesia, para resolver el problema. Para ese momento, Narsés había asegurado la victoria en Italia y el reinado de los
godos estaba prácticamente aniquilado. Justiniano utilizó todo su poder para hacer ceder a los obispos reunidos y, finalmente, el
propio Papa capituló y, en febrero de 555, condenó formalmente los Tres capítulos; sin embargo, la partida no estaba ganada, ya
que, al este, los monofisistas de Egipto y de Siria se sintieron todavía más aislados, situación que debilitó considerablemente al
imperio.62
Justiniano el edificador
Las guerras en Occidente y los pagos anuales que sirvieron para asegurar la paz
en Oriente terminaron rápidamente con las reservas acumuladas por Anastasio;
en especial, debido al carácter ostentoso de Justiniano, quien quería mostrar a
sus súbditos que su reinado inauguraría una nueva era. Para poner fin a la
evasión fiscal y para obtener nuevas fuentes de ingresos, Justiniano nombró
prefecto del pretorio a Juan de Capadocia, quien trabajó con tal celo que en
pocos meses logró unir a la población en su contra, en particular, las dos
facciones que aseguraban las carreras de caballos en el hipódromo de
La basílica de Santa Sofía es la obra
Constantinopla: los azules y los verdes. En enero de 532, en pleno invierno, una
arquitectónica más notable del
manifestación en el hipódromo degeneró en disturbio y, luego, en una abierta
reinado de Justiniano.
revuelta. Bajo el grito «Nika» (que significa «¡Victoria!»), la multitud se alteró y
empezó a destruir iglesias y saquear edificios públicos. Justiniano estuvo a punto
de renunciar y huir; no obstante, tras la exhortación de su esposa Teodora, envió a Belisario y a Narsés a reprimir la revuelta, que
terminó en un baño de sangre en el que perecieron 30 000 personas.63
Una de las iglesias arrasadas fue la Santa Sabiduría o «Hagia Sophia». Erigida bajo el reinado de Constantino, era el símbolo del
lugar del imperio en el orden divino de la creación. Justiniano decidió que una nueva construcción debía ser edificada, de forma
que superara todo lo que se había visto hasta entonces y proclamara su gloria. En lugar de emplear arquitectos-constructores
como era la costumbre, convocó a un ingeniero y a un matemático: Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Esta nueva maravilla
costó más de 23 millones de sólidos y fue consagrada a fines del año 537. En su última inspección del edificio, Justiniano,
después de permanecer en silencio por varios minutos, habría exclamado: «Salomón, ¡te he superado!».64
Justiniano construyó no menos de treinta iglesias en Constantinopla, fuera de las iglesias y palacios que mandó construir por todo
el imperio. Para asegurar la seguridad del imperio, Justiniano mandó construir una poderosa red de fortificaciones sobre las
fronteras de Europa y de Asia. Para prevenir las invasiones en los Balcanes, un cinturón de fortificaciones sirvió para duplicar
aquel que se extendía a lo largo del Danubio.51
En un primer momento, Justiniano intentó resolver el problema sirviéndose de un desvío de la ruta pasando por Crimea y el
Cáucaso (de ahí la importancia de Lázica para Constantinopla), en el caso de China. Otra solución surgió en 552, cuando unos
monjes, posiblemente nestorianos, informaron al Emperador que podían procurarse en Sogdiana (Uzbekistán), entonces bajo
control chino, de huevos de gusanos de seda, con los cuales sería posible que el imperio emprendiera su propia industria. El
Emperador aceptó ayudarlos y estos volvieron uno o dos años más tarde con gusanos de seda y suficiente conocimiento de las
técnicas de transformación para iniciar la producción; sin embargo, esta nunca fue suficiente como para reemplazar las
importaciones de China, aunque al menos logró reducir el poder de regateo de los persas, al abrirse una nueva ruta por el norte del
mar Caspio hacia los puertos bizantinos del mar Negro.66
Iniciada en 592, esta guerra continuó hasta 602, cuando estalló una revuelta en el ejército y un oficial subalterno, Focas (547-
610), marchó sobre Constantinopla y derrocó a Mauricio, a quien mandó ejecutar junto con sus hijos.71 Aprovechando la
ocasión, Cosroes II se apoderó de la provincia de Mesopotamia, mientras que los ávaros y los eslavos se expandieron a los
Balcanes. Entre los siglos VII y IX, los eslavos no cesaron de multiplicar las «sclavinias» (en griego antiguo: Σκλαβινίαι; en
latín: Sclaviniae, es decir, las «comunidades rurales» eslavas) entre las «valaquias» de los Balcanes (en griego: βαλαχίαι; en latín:
Valachiae o «comunidades rurales» latinas), al punto de que devinieron finalmente mayoritarias, mientras que los griegos no
ocuparon más que las costas de la península balcánica.
Si Justiniano había sido el último gran emperador del que los Fresco de Piero della Francesca que retrata la
historiadores modernos todavía llaman «Imperio romano», con guerra entre los persas sasánidas y los
Heraclio (575-641) comenzó lo que la historiografía moderna ha bizantinos. Si bien Heraclio logró derrotarlos, la
guerra fue larga y costosa y debilitó
denominado «Imperio bizantino». En efecto, bajo su reino, el latín
considerablemente las provincias orientales del
fue definitivamente abandonado en favor del griego y el emperador imperio. Desde entonces, la conquista
reemplazó su título de augustus por el de basileos (βασιλεύς, en musulmana de estos territorios fue mucho más
griego antiguo). Al coronar como coemperadores a sus dos hijos, fácil.
Constantino III y Heraclonas, Heraclio instauró el sistema de la
corregencia que permitió constituir dinastías y normar, al menos en
teoría, el problema de la sucesión.74
El régimen de los themas u organización militar de las provincias fue formalmente la obra de sus sucesores; pero, fue él mismo
quien remodeló el ejército a profundidad, al reemplazar a los mercenarios extranjeros por soldados profesionales, provenientes
principalmente de Armenia y dirigidos por miembros de la nobleza local. Por primera vez desde el reinado de Mauricio, el
emperador se hizo cargo de la dirección de los ejércitos y supo transmitirles un
sentido de misión providencial, como anticipación a la noción de cruzada.75
Asimismo, bajo este emperador, se inició un período en el cual la Iglesia sostuvo
al imperio, tanto financiera como políticamente. Por una parte, aquella puso sus
riquezas a disposición del emperador en sus guerras contra los persas; por otra,
cuando este partió a la guerra, fue al patriarca Sergio a quien confió la regencia y
Sólido bizantino con la efigie de
la protección de sus hijos. El propio Heraclio fue proclive a mezclarse en
Heraclio y de sus hijos Constantino
cuestiones religiosas. En Armenia, el apego a la herejía monofisista constituyó
III y Heraclonas.
un obstáculo a la lealtad al imperio. Bajo la influencia del patriarca Sergio,
Heraclio proclamó, en 638, el Ekthesis, un edicto que proponía el monotelismo
como una solución de compromiso entra la ortodoxia cristiana y el monofisismo; sin embargo, no solo no normó la cuestión, sino
que provocó un nuevo conflicto con Roma.76
En el plano exterior, Heraclio debió enfrentar dos series de guerras: la primera contra los persas y la segunda contra los árabes;
mientras que, simultáneamente, debió hacer frente a las invasiones de los ávaros y de los eslavos. Iniciada en 613, la guerra
contra los persas prosiguió hasta 628, cuando el rey Cosroes II fue derrocado y su hijo Kavad II firmó un tratado de paz que
restituyó Armenia, la Mesopotamia romana, Siria, Palestina y Egipto a Constantinopla; no obstante, estas reconquistas fueron
perdidas nuevamente años más tarde, esta vez, en favor de los árabes. Debilitada, Persia cedió rápidamente a los primeros asaltos
de la Hégira. Con la derrota de Yarmuk en 636, entonces en manos de los árabes, Heraclio veía destruida la obra de su vida.77 En
diez años, Siria, Palestina, Egipto y Mesopotamia romana cayeron en manos de los árabes. Esta invasión tan rápida se explica por
diversas razones. Si el ejército bizantino era, a menudo, más numeroso y estaba mejor equipado, ante todo estaba compuesto de
mercenarios, cuya motivación era débil en comparación con la de los soldados árabes motivados por el principio de la «guerra
santa». Además, las provincias conquistadas habían sido profundamente debilitadas por las guerras entre los imperios persa y
bizantino. Finalmente, a menudo, estas provincias fueron el lugar de oposición al poder imperial, dado que las poblaciones eran
seguidoras del monofisismo y no de la doctrina cristiana clásica de Constantinopla. Esta lealtad dudosa explica el hecho de que
varias ciudades abrieran sus puertas a los árabes a cambio de un tratado relativamente indulgente.78
Profundamente creyente, Justiniano convocó al sexto concilio ecuménico o Quinisexto que confirmó el rechazo al monotelismo.
Las conclusiones del concilio aludieron a la creciente brecha entre las Iglesias de Oriente y de Occidente sobre cuestiones
diversas, como el matrimonio de los sacerdotes. Diez años más tarde, Justiniano intentó aprehender al Papa como lo había hecho
Constante II; no obstante, la posición del Papa se había fortalecido y las milicias de Roma y de Rávena impidieron al delegado
imperial llevar a cabo su misión.86 Este fracaso junto con las derrotas militares y los episodios de violencia contra los
recaudadores de impuestos avivaron la ira de la población contra Justiniano. Asimismo, una vez que liberó al general Leoncio, a
quien había encarcelado luego del desastre de Sebastópolis, este lideró una sedición, derrocó a Justiniano y se proclamó
emperador en 695. Venido a menos, con la nariz cortada y, desde entonces, incapaz en teoría de reinar, Justiniano encontró
refugio al lado del kan de los búlgaros, Tervel, gracias a cuya ayuda pudo reconquistar Constantinopla en 705. Al mismo tiempo,
los bizantinos fueron definitivamente expulsados del África, con la toma de Cartago por los árabes en 698. En 711, Justiniano II
lanzó una expedición contra Jersón en Crimea para detener el avance de los jázaros; sin embargo, la marina imperial se rebeló y
sitió Constantinopla, que le abrió sus puertas. Abandonado por todos, Justiniano cayó, por segunda vez, en desgracia y, esta vez,
fue asesinado por uno de sus oficiales.87 De esta manera, llegó a su fin la primera dinastía propiamente bizantina que dirigió el
imperio durante un siglo.
El gobierno de León III estuvo marcado por el inicio de la iconoclasia.91 De un carácter inicialmente instructivo, con el paso de
los siglos, los iconos recibieron atributos milagrosos, incluso mágicos. Algunos fueron clasificados como acheiropoietes, es decir,
no hechos por la mano del hombre.92 León, así como algunos obispos de la época, parecen haber visto en tales exageraciones la
causa de la ira divina que condujo a las derrotas del imperio en el curso de los años precedentes, lo que fue agravado con la
aparición de una nueva isla cerca de Santorini luego de una erupción volcánica. El primer gesto público de León en esta dirección
fue retirar el icono de oro del Cristo que coronaba las puertas de bronce a la entrada del Gran Palacio de Constantinopla. La
reacción de la multitud fue violenta y varios soldados que habían ido a cumplir la orden del emperador fueron masacrados en el
acto. Sin consultar a la Iglesia, León promulgó un edicto que convertía a la iconoclasia en la política oficial del imperio, lo que
provocó la dimisión del patriarca Germano y la ira del papa Gregorio II, fuera de que debilitó la autoridad del emperador en
Italia. Su sucesor, Gregorio III, convocó un sínodo que condenó la iconoclasia en 731.93
Su hijo y sucesor, Constantino V (718-775), no solo continuó la política de su padre, sino que persiguió a los iconódulos o
partidarios de los iconos. Sus ataques contra los monjes se transformaron en ataques contra la institución monástica en sí misma.
Rechazó no solamente los iconos, sino también el culto a los santos y la veneración de reliquias.94 Muy preocupado por las
guerras contra los árabes y los búlgaros, Constantino no prestó atención alguna a Italia, por lo que el Papa decidió buscar otro
aliado contra los lombardos. En enero de 754, el papa Esteban II cruzó los Alpes para encontrarse con el rey de los francos,
Pipino el Breve, en Ponthion, preparando así la fundación de un Estado eclesiástico romano.95 No obstante, las campañas
emprendidas por Constantino V contra los árabes fueron un éxito y permitieron al Imperio bizantino consolidar su frontera
oriental y alejar la amenaza árabe.96
El corto reinado de
León IV (750-780)
marcó la transición
entre el odio
virulento de
Constantino V por
los iconos y el
apego manifiesto de
Piezas de moneda que representan a León III
su esposa Irene, (a la izquierda) y a Constantino V (a la
quien restableció su derecha); ambos llevaron una política favorable
Al hacerse coronar emperador, culto.97 La muerte a la iconoclasia.
Carlomagno desafió la universalidad prematura del
ostentada por el Imperio bizantino, emperador llevó al
que se consideraba el único trono a su hijo de solo diez años de edad, Constantino VI (771-797). Su madre,
heredero del Imperio romano.
Irene (752-803), se apresuró a tomar el poder y a nombrar obispos iconódulos,
como el patriarca Tarasio que presidió el segundo concilio de Nicea, el cual
condenó la iconoclasia como una herejía y restableció la veneración de imágenes.98 No obstante, cuando tuvo edad de reinar,
Constantino soportó cada vez menos la tutela de su madre. Además, cuando Irene exigió que los ejércitos le prestaran juramento,
la nombraran en primer lugar y a Constantino en segundo, como coemperador, estos se rebelaron y aclamaron a Constantino
como único soberano, en octubre de 790.99 De carácter débil, Constantino terminó alienando a la misma gente que le había
restaurado el poder, quienes finalmente se quedaron del lado de Irene. Esta retomó el poder, tras deponer a su hijo, quien fue
cegado por los conspiradores y murió poco después. Para señalar bien que ella era la única cabeza del imperio, Irene llevó durante
este período el título de basileus y no basilissa.100
Durante este tiempo, el Papa había coronado emperador a Carlomagno en 800, al alegar que una mujer no podía cumplir esta
función. En cuanto a Carlomagno, reconoció a Irene como soberana del Imperio romano y, en gesto de apaciguamiento, se habría
ofrecido a desposarla, lo que habría vuelto a reunir los imperios romanos de Oriente y de Occidente. Al parecer, Irene habría
estado dispuesta a aceptar la oferta, pero los altos funcionarios que podían pretender sucederla, dado que no tenía hijos, no lo
entendían así. Mientras los embajadores de Carlomagno aún estaban en Constantinopla, un complot urdido por uno de ellos tuvo
éxito: Irene fue desposada y el general Nicéforo fue proclamado emperador.101
En un enfrentamiento con Krum, Nicéforo pereció y su hijo, Estauracio, quedó gravamente herido. El yerno de Nicéforo, Miguel
I Rangabé, subió al trono105 y mantuvo la política de su predecesor con respecto a Carlomagno, a quien le reconoció
oficialmente el título de basileus, a la vez que le pidió la mano de una de sus hijas para su propio hijo. Partidario de la ortodoxia,
hizo regresar a los estuditas, adversarios del partido iconoclasta. Bajo su consejo, retomó la guerra contra Krum, quien sitió
Constantinopla y lo derrotó en la batalla de Adrianópolis (813). El ejército se rebeló y Miguel fue forzado a abdicar en favor del
strategos del thema de los Armeniacos, León V.106 La muerte súbita de Krum de camino a asediar nuevamente Constantinopla
permitió a León V tornar su atención hacia las cuestiones religiosas, atribuir las derrotas de Nicéforo a su retorno a las imágenes y
convocar un concilio en 815, el cual retomaría las tesis iconoclastas, pero de
forma más moderada que bajo Constantino V.107 Fue asesinado en 820 durante
un oficio litúrgico en la catedral de Santa Sofía por los partidarios de otro
general, Miguel II.108
Con Miguel II, comenzó la dinastía amoriana, que puso fin a esta sucesión de
generales venidos de los themas de Asia. La revuelta de Tomás el Eslavo que se
había declarado partidario de las imágenes mezcló nuevamente cuestiones
políticas, sociales y religiosas.nota 2 Aunque él mismo era iconoclasta, Miguel
buscó un terreno común con los iconódulos y probablemente lo hubiera logrado,
de no haber sido por la oposición del papa Pascual I. En 827, los árabes
comenzaron a invadir sistemáticamente Sicilia, reduciendo aún más la influencia
bizantina en el Adriático.
Teófilo falleció poco después de cumplir 29 años. Su hijo Miguel III (840-867)
tenía tan solo dos años en ese momento, por lo que la regencia recayó en su
madre Teodora y en su consejero, el logothetes tou dromou (jefe de la
diplomacia y servicio postal) Teoctisto.112 El reinado de Miguel III marcó el fin Icono de Cirilo y Metodio. Por medio
del declive del imperio y el inicio de la consolidación que continuó bajo la de la evangelización de los pueblos
dinastía macedónica.113 En 843, Teodora y Teoctisto restablecieron la ortodoxia eslavos, los dos hermanos
incrementaron considerablemente la
tras una reunión de dignatarios civiles y religiosos, donde fueron reconocidas las
esfera de influencia cultural de
conclusiones del segundo concilio de Nicea (787).114 La regencia duró catorce Bizancio.
años, al término de los cuales, Miguel, en edad de reinar, forzó a su madre a
retirarse a un convento.
Durante su reinado, Miguel III debió enfrentar el ataque ruso a Constantinopla en 860, que se saldó con su saqueo y el retiro de
las tropas rusas poco después. Por el oeste, el príncipe de Moravia, bajo ataque de los francos, solicitó misioneros a
Constantinopla en 862 para combatir la influencia de los misioneros francos. Miguel respondió amablemente enviando a los
hermanos Constantino (más tarde conocido bajo el nombre de Cirilo) y Metodio. Moravia y, poco después, Bulgaria se
convirtieron en un terreno de competencia tanto política como religiosa entre Oriente y Occidente.115 Centrada por años en el
Asia, desde entonces, la política bizantina prestó más atención a lo que sucedía al norte de sus fronteras e inició relaciones
fructíferas con la Rus'.
Para deshacerse de su madre, Miguel se apoyó en su tío Bardas, hermano de Teodora.116 Este logró imponerse y ser coronado
como césar en 862. Buen administrador, contribuyó a la fundación de la universidad de la Magnaura, desde donde irradió la
civilización bizantina bajo la dirección de León el Matemático. Excelente soldado, obtuvo la victoria de Petronas en 863, que
marcó un punto de inflexión en la guerra con los árabes: hasta ese momento defensiva, la guerra se volvió ofensiva y los
bizantinos presionaron su ventaja en Asia; sin embargo, un conflicto abierto estalló entre él y el favorito de Miguel III, Basilio el
Macedonio. En el curso de una expedición a Creta, Basilio, con la complicidad del emperador, asesinó a Bardas y fue, en
recompensa, coronado coemperador. Ya sin necesidad de Miguel, Basilio lo mandó asesinar a la salida de un banquete en
septiembre de 867.117
Durante su lucha contra los árabes, Basilio retomó el control de la costa dálmata y de buena parte de Italia meridional; la propia
Roma, privada de sus aliados francos al final de la dinastía carolingia, debió apelar a él. En los Balcanes, el proselitismo religioso
de la Iglesia ortodoxa, junto con un proselitismo diplomático, contribuyó más que el ejército a aumentar el prestigio de Bizancio,
sobre todo porque, a diferencia de la Iglesia de Occidente, su actividad se realizaba siempre en el idioma del pueblo respectivo,
dejándole cierta autonomía en la organización de su Iglesia.121 Al tener que escoger entre Roma y Constantinopla, el zar búlgaro
Boris optó en favor de esta última. En 867, el patriarca Focio anunció que el Rus, tras haber atacado Constantinopla, aceptaba que
se le enviara un obispo cristiano. Algunos años más tarde, el «bautismo de Rusia» significó su entrada en el imperio.122
León VI (866-912) prosiguió la revisión jurídica emprendida por su padre. Los Basiliques son un conjunto de 60 libros, divididos
en seis tomos. Recopilación de leyes canónicas, tanto civiles como criminales, fue sin duda la obra más importante del Imperio
bizantino medieval.123 A esta se añadió una colección de 113 edictos del propio León, publicada bajo el título de Novelles, la
cual tradujo a la vez la continuidad con el sistema romano, el absolutismo imperial y el auge de la nobleza civil bizantina que, a
partir de Romano Lecapeno, amenazó este absolutismo.124 Además de tener que lidiar con los árabes en Oriente, León debió
afrontar al nuevo kan búlgaro, Simeón, hijo de Boris, que ambicionaba convertirse en basileus. Para luchar contra él, León se alió
con un nuevo pueblo surgido en torno a 880 sobre el Danubio y que pronto habría de causar muchos problemas: los magiares,
dirigidos por Árpád.125
Durante su reinado, Romano mantuvo una lucha constante contra la nobleza civil que compraba las tierras de campesinos pobres
o de comunidades rurales (las parroquias) sobre las cuales recaía el pago de impuestos y la prestación del servicio militar. La
disminución del número de pequeños propietarios tuvo como consecuencia una menor riqueza para el Estado, ya que la nobleza
estaba exenta del pago de impuestos.131 Ya mayor, Romano fue víctima de la sed de poder de sus hijos, quienes, temiendo no
poder suceder a su padre, lo hicieron arrestar el 16 de diciembre de 944 y lo exiliaron a la isla de Proti (actual Kınalıada), donde
terminó sus días cuatro años más tarde. No obstante, sus planes fracasaron porque, en enero de 945, fueron también arrestados y
enviados al exilio, dejando así solo a Constantino VII (905-959) en el trono. Mantenido alejado de las decisiones del imperio por
25 años, Constantino continuó su vida estudiosa de pensador e historiador. Su legado intelectual fue tan importante como la
herencia militar y política de sus predecesores. No solamente reformó la Universidad imperial (elevando la condición de sus
profesores en la sociedad), sino también compuso muchas obras, como De Ceremoniis, que describía metódicamente el ritual de
la corte bizantina, o De Administrando Imperio, en el cual deja a su hijo sus reflexiones y las de sus predecesores sobre la forma
de administrar un imperio.132 Fue durante este periodo que se desarrolló el viaje a Constantinopla de la princesa Olga de Kiev,
viuda del príncipe Ígor y regente de su hijo Sviatoslav I. Su conversión al cristianismo y su recepción por Constantino VII
crearon lazos que se consolidaron durante los reinados de Sviatoslav I y de Basilio II.
Los themas bizantinos en Asia Menor en torno a Como militar, fue adorado por los soldados durante todo su
950, poco antes de las conquistas de Nicéforo II reinado. Combatió en primer lugar a los árabes, de quienes tomó
Focas y Juan I Tzimisces.
Chipre, Tarso y Mopsuestia en 965; cuatro años después, caía
Antioquía, seguida por Alepo. Nicéforo se alió con el príncipe de
Kiev, Sviatoslav, contra los búlgaros; sin embargo, se dio cuenta de su error cuando Sviatoslav, después de haber aumentado su
territorio cerca de la desembocadura del Danubio y de haber capturado al zar búlgaro Boris II, se convirtió en amo de Bulgaria,
volviéndose así en un peligro mortal para el imperio. Entonces, Nicéforo debió cambiar sus alianzas y ayudar a los búlgaros
contra Sviatoslav. Completamente concentrado en sus conquistas en Asia y los problemas de los Balcanes, no había prestado
atención a Occidente, donde Otón I, tras hacerse coronar en Roma y haber sometido a casi toda Italia, resucitó la idea de un
imperio de Occidente igual que el imperio de Oriente. Con este propósito, Otón envió a su embajador Liutprando, obispo de
Cremona, para proponer al basileus una alianza matrimonial entre el hijo de Otón y la hermana de los dos jóvenes
coemperadores. Esta propuesta fue considerada a Constantinopla como una ofensa viniendo de un rey bárbaro que ni siquiera era
emperador.135
Mientras Nicéforo estaba en guerra, su esposa Teófano se había enamorado del joven y brillante general Juan Tzimisces (o
Ioannis Tsimiskis, 925-976) y esperaba desposarlo. Juntos, conspiraron la eliminación de Nicéforo, quien fue asesinado en su
cama el 10 de diciembre de 969. No obstante, Tzimisces no tenía ninguna intención de casarse con Teófano. Por el contrario,
cediendo a las presiones del patriarca Poliectus, exilió a Teófano y se casó con Teodora, hija de Constantino VII y prima de los
legítimos emperadores Basilio II y Constantino VIII.136 Tzimisces se volvió muy devoto por la forma poco ortodoxa en que
había accedido al trono; debido a ello, revocó los decretos antimonásticos de su predecesor, fue el primer emperador en hacer
figurar el busto de Cristo en sus monedas y se convirtió en el protector del monasterio de la Gran Laura del Monte Athos. Se
considera que su decreto de 970 conforma el acta constitutiva de la federación atónita.137
Saif-ad-Daouleh, el emir hamdanida que había sido el principal enemigo de Bizancio durante décadas, murió en 967. No
obstante, si el califato de Bagdad no representaba mayor peligro, se anunciaba un nuevo enemigo: los fatimíes habían
reconquistado Egipto en 969 y 970 y querían extender su poder en Asia Menor. Tzimiskes debió retomar la guerra en Oriente. Por
el norte, firmó una alianza con el rey Ashot III Olormadz de Armenia; al sur, el
emir hamdanida de Mosul aceptó ser su vasallo. En 975, tras proponerse
Palestina como objetivo, Tzimiskes capturó las principales ciudades de la
epopeya de Cristo, luego las ciudades de la costa como Sidón y Beirut. En los
Balcanes, Sviatoslav que había conquistado Bulgaria amenazaba en 969 marchar
sobre Constantinopla. Luego de la primera victoria del general Bardas Skleros
que lo forzó a refugiarse en Philippopolis (970), Tzimiskes emprendió una vasta
ofensiva que terminó en 971 con la derrota completa de los rusos. Sviatoslav
debió volver a cruzar el Danubio y el Dniéster mientras que Bizancio ocupaba
Bulgaria occidental: el Danubio se convirtió así en la frontera del imperio. El
año siguiente, Tzimiskes firmó una alianza con Otón II, en virtud de la cual este
abandonó las posesiones bizantinas, pero obtuvo a cambio la mano de Teófano,
hija de Romano II y hermana de los dos jóvenes emperadores.138
Reunión de Sviatoslav I con Juan I.
Constantino VIII tuvo tres hijas, la mayor de las cuales se hizo religiosa, la segunda, Teodora Porfirogeneta se retiró tras la
muerte de su padre, dejando a Zoe a cargo de asegurar la perpetuidad del imperio. Sobre su lecho de muerte, Constantino la forzó
a casarse con el patricio Romano Argyros y luego fue encerrada en un convento. Romano III (968-1034) se apresuró a abolir el
Allelengyon de Basilio II, diseñado para impedir los abusos de los poderosos, con lo cual les otorgó el poder para acaparar tierras.
Al mismo tiempo, comprometió la existencia de bienes militares que, desde la creación de los themas, era la fuente principal del
reclutamiento del ejército.148 No obstante, el Imperio bizantino se las arregló para capturar algunos territorios (Edessa, la costa
oriental de Sicilia), pero estos éxitos se debieron más bien a las divisiones de sus adversarios árabes que al talento personal de los
emperadores, como el fracaso de la campaña de Romano III contra el emirato de Alepo en 1030.149
En 1054, se produjo la separación entre las Iglesias cristianas de Oriente y de Occidente. Fuera de una simple separación
religiosa, el acontecimiento se tradujo en el alejamiento político, económico y cultural de las dos partes del imperio en el curso de
los últimos años.155 A la muerte de Constantino IX en enero de 1055, la última sobreviviente de la dinastía macedónica, Teodora
Porfirogeneta (980-1056), subió al trono. Su reinado confirmó una vez más la autoridad de la nobleza civil y Teodora se
conformó con cumplir los deseos de esta al nombrar como su sucesor a Miguel VI Stratiocius (?-1057). Después de algunos
meses, la nobleza civil, repleta de honores, debió hacer frente a la nobleza militar. Al ver negadas sus reivindicaciones, el 10 de
junio de 1057, los generales proclamaron a uno de ellos como emperador, Isaac I Comneno.156 Y, cuando tres meses más tarde,
la Iglesia se puso de su lado, Miguel VI no tuvo más remedio que abdicar y retirarse a un monasterio.
Hijo mayor de Constantino X, gran intelectual, pero sin envergadura, Miguel VII Ducas163 abandonó la dirección del imperio al
césar Juan y, luego, al eunuco Niceforitzes, cuya codicia hizo subir el precio del trigo y provocó una hambruna.nota 4 Los
ejércitos de Europa y de Asia se rebelaron y proclamaron emperadores a sus respectivos comandantes, Nikephoros Bryennios y
Nicéforo Botoniato. Con la ayuda de los turcos, fue el comandante del ejército de Asia quien forzó a Miguel VII a abdicar.
Perteneciente a la familia de los Focas, Nicéforo III (1001/1012-1081)164 tenía detrás de él una brillante carrera militar. No
obstante, pudo reorganizar el ejército, entonces, compuesto de
soldados de todas las nacionalidades. A ello siguió una serie de
revueltas militares y guerras civiles hasta que Alejo I Comneno
capturó Constantinopla y forzó a Nicéforo a retirarse a un
monasterio.165
Alejo se dedicó en primer lugar a restringir el poder de los senadores y de los eunucos del Palacio, apoyándose sobre los
miembros de su propia familia y sobre algunas otras familias de la nobleza militar. Para este fin, creó una nueva jerarquía con
títulos tan pomposos como vacíos de contenido y se rodeó de consejeros provenientes de medios modestos, incluso,
extranjeros.170 Fue sobre todo en la política extranjera donde se demostró su genio diplomático. Como el tesoro estaba exhausto
y el ejército corto de efectivos, intentó encauzar los peligros externos por medio de un hábil juego de alianzas. En contra de
Roberto Guiscardo y de los normandos, se alió con Venecia, que quería mantener su libertad de movimiento en el Adriático e
impedir que cualquier potencia controlara ambas orillas; sin embargo, pagó muy caro su ayuda, ya que Venecia obtuvo poderes
extraordinarios para sus comerciantes que incluyeron exenciones de impuestos que les dieron ventaja sobre los mercaderes
bizantinos.171 172
En los Balcanes, Juan terminó la obra emprendida por su padre y puso fin al
avance de los pechenegos quienes, tras su derrota de 1091, se habían reagrupado,
habían atravesado el Danubio en 1122 y saquearon Tracia y Macedonia.
Aprovechó la oportunidad para controlar las tierras serbias plagadas de agitación
continua y para intervenir en las querellas de sucesión en Hungría que se Juan II Comneno representado sobre
un panel de mosaico en Santa Sofía.
convirtió en una potencia balcánica y adriática de importancia.180 181 No fue
hasta 1130 cuando pudo regresar al Oriente, donde intentó alejar a los turcos de
la Anatolia, restablecer la autoridad de Bizancio sobre Armenia y Cilicia e imponer su autoridad a los príncipes francos instalados
en Oriente.182 Después de haber vencido al emirato de los Danisméndidas de Melitene en 1135, se lanzó en la conquista de
Cilicia (acabada en 1137), lo que permitió capturar Antioquía, cuyo príncipe, Raimundo de Poitiers, debió jurar fidelidad al
emperador e izar su bandera sobre los muros de la ciudad.183
Las relaciones con los Estados francos se deterioraron y la cuestión de Antioquía y Siria puso en evidencia la interrelación de los
intereses de Bizancio en Oriente y en Occidente. Juan Comneno temía una intervención de Rogelio II de Sicilia, quien venía de
conquistar Apulia y Campania, en Antioquía. Entonces, se unió a la coalición formada por Lotario II, el papa Inocencio II, los
vasallos rebeldes de Apulia y Venecia contra el rey de Sicilia y el antipapa Anacleto.182 Las tentativas de Juan II para liberarse
de los lazos contraídos con Venecia y que paralizaban el comercio bizantino fueron inútiles. Así, después de que la flota
veneciana atacó las islas bizantinas en el mar Egeo, Constantinopla fue obligada a firmar un nuevo tratado en 1026 que
confirmaba todos los privilegios de Venecia.184 Preparaba una nueva expedición contra Antioquía, preludio de una expedición
más grande contra Palestina, cuando murió en 1143 como resultado de un accidente de caza.
En los Balcanes, Manuel logró restablecer la autoridad imperial y conservar Dalmacia y una parte de Croacia. En 1161, había
conseguido someter a los serbios: depuso al gran ispán Pervoslav Uroš y lo reemplazó por quien se convertiría, tras varios
episodios, en el libertador de Serbia Esteban Nemanja. En Hungría, intervino de 1161 a 1173 en los asuntos de sucesión, al
apoyar a un candidato sobre el otro hasta que instaló a Bela III en el trono. En ese momento, Manuel estaba en la cúspide de su
poder. El declive comenzó cuando decidió llevar a cabo la unidad de la Iglesia y la del Imperio, incitando al papa a coronarlo
emperador de Occidente. Si todavía era posible bajo Justiniano, no lo era más en una Europa donde un sistema complejo de
Estados no permitió la creación de un imperio universal. La coalición que se formó inmediatamente contra él y el tratado de paz
que debió firmar con los normandos terminó con este ilusión y llevaron a la salida definitiva de las tropas bizantinas de Italia en
1158.190
Manuel tuvo cierto éxito en sus relaciones con los Estados latinos de Oriente. Amenazados por los turcos, fueron reducidos uno
después de otro a reconocer al emperador como su protector. Las cosas salieron mal cuando, por sugerencia del rey de Jerusalén
Amalarico I, planeó el proyecto de una expedición contra Egipto, una suerte de cruzada que habría sido dirigida por Bizancio y
tendría como aliados a los reinos latinos. No obstante, Amalarico no esperó al emperador para atacar y fue derrotado por Nur al-
Din y su soberano Saladino, quien se convirtió en el enemigo más implacable de los Estados cristianos. Una segunda tentativa no
tuvo mayor éxito y el llamado lanzado por Amalarico en Occidente a favor de una nueva cruzada quedó en letra muerta. Un
último intento por parte de Manuel, esta vez con el sucesor de Amalarico, no obtuvo mayores resultados y la alianza entre
Bizancio y los Estados latinos fue abandonada.191 A su muerte en 1180, Manuel dejó un imperio reforzado, aunque sin éxito en
eliminar las amenazas interiores y exteriores que debilitaban al imperio. Así, su derrota en Miriocéfalo contra los selyúcidas
permitió a estos últimos mantenerse como una potencia amenazante sobre un territorio que, un siglo antes, todavía era bizantino.
La debacle
Con Isaac II Ángelo (1185-1195) comenzó un proceso de disolución interior y exterior que llevó en menos de veinte años a la
desaparición del imperio. Los Ángeles, familia relativamente oscura, originaria de Filadelfia (actual Alaşehir), habían ingresado a
la aristocracia imperial gracias al matrimonio de la hija menor de Alejo I con Constantino Ángel. Cuando se convirtió en
emperador en favor del levantamiento popular que derrocó a Andrónico, Isaac debió hacer frente a los celos de las familias más
antiguas y con más títulos que podían igualmente aspirar al trono.197 Entonces, escogió apoyarse en la burocracia, lo que
significó tomar una política opuesta a la de Andrónico. Las magistraturas fueron vendidas «como verduras en el mercado»,198 la
moneda fue devaluada para pagar a los funcionarios, los impuestos fueron incrementados y los grandes terratenientes se hicieron
cargo de la administración civil de los themas que se habían vuelto inoperantes. El síntoma principal de la decadencia del Estado
bizantino, es decir, el peso cada vez mayor de la aristocracia terrateniente a expensas de la autoridad imperial, continuó
agravándose bajo la dinastía de los Ángeles.
Fue uno de estos nuevos impuestos el que daría inicio al proceso que puso fin al dominio de Bizancio sobre los Balcanes. Con el
pretexto de la usurpación del trono por Andrónico, el rey de Hungría había invadido los Balcanes y había llegado hasta Sofía.
Incapaz de hacer frente a este peligro a la vez que al de los normandos que habían invadido Tesalónica y avanzaban hacia
Constantinopla, Isaac decidió negociar con Bela III, con quien selló una alianza por medio del matrimonio de Isaac con la hija de
Bela. Para pagar los gastos de la boda, estableció un impuesto especial sobre los rebaños. Los valacos que habitaban las regiones
montañosas entre el Danubio y Tesalia199 se negaron a pagar y dos hermanos, Pedro e Iván Asen, tomaron la dirección de una
insurrección que pronto se extendió al conjunto de Macedonia y Bulgaria (en 1186). Se aliaron con los búlgaros que vivían en las
llanuras, con los valacos y los cumanos (vasallos de Hungría que vivían al norte del Danubio) y con Esteban Nemanja de Serbia.
Pedro tomó el título de zar, mientras que Esteban Nemanja aumentó sus territorios en detrimento del imperio. De esta manera, los
Balcanes se dividieron en dos Estados, sobre los cuales Bizancio no ejercía control alguno. Debilitado por las dos tentativas de
golpe de estado del general Alexis Branas, miembro de una familia pretendiente al trono, Isaac debió negociar con Pedro e Iván.
Constantinopla abandonó la región comprendida entre la cadena de los Balcanes y el Danubio: había nacido el Segundo Imperio
búlgaro, el cual se extendió pronto a Macedonia, los Ródope y Valaquia.200
La situación no era mucho mejor en Asia menor. Habiendo partido desde Egipto,
Saladino conquistó Siria y había entrado en Jerusalén el 2 de octubre de 1187.
Luego, se inició la tercera cruzada (1189-1192) comandada por Federico
Barbarroja, Felipe II de Francia y Ricardo Corazón de León. Si Ricardo había
decidido llegar a Palestina por vía marítima (conquistando Chipre en 1191, la
cual estuvo en manos occidentales por siglos), Federico Barbarroja eligió tomar
la vía terrestre, cruzando Hungría y los Balcanes. Para este propósito, selló una
alianza con los búlgaros, los serbios y los valacos, felices de tener a un poderoso
aliado contra Bizancio. Después de haber acordado en un primer momento el
libre paso de los ejércitos de Federico, Isaac se puso en comunicación con
Saladino, con quien concluyó un tratado con miras a destruir el imperio alemán.
Tras haber empleado la fuerza para atravesar los Balcanes, Federico devastó
Tracia y se dirigió hacia Constantinopla, a donde llegó en 1190. Derrotado, Isaac
debió aceptar un acuerdo con Federico, por el cual se comprometía a dejar pasar
a su ejército sobre su territorio. Durante su larga marcha, el ejército fue
continuamente acosado por los turcos que habían sido informados por Isaac del Las tensiones relaciones con el paso
progreso de la expedición, hasta que Federico se ahogó el 10 de junio y su de la tercera cruzada comandada
por Federico Barbarroja sobre el
ejército se dispersó.201
territorio del Imperio bizantino
constituyeron el preludio de la
La política de colaboración tomada por Manuel con los Estados latinos dio lugar
catástrofe de 1204.
a una desconfianza creciente de Occidente sobre Constantinopla, sospechosa y
con razón de connivencia con el enemigo; por su parte, el papado se
impacientaba por las dilaciones de Constantinopla sobre el tema de la reunificación de las Iglesias de Oriente y de Occidente.202
Los años que siguieron estuvieron marcados por la reanudación de los combates en los Balcanes hasta que un complot urdido por
el propio hermano del emperador, Alejo, derrocó a Issac, quien terminó con los ojos arrancados y exiliado en un monasterio.
Alejo III Ángelo (1195-1203) era el hermano mayor de Isaac. Había pasado la totalidad del reinado de Andrónico exiliado en
Siria y había sido encarcelado en Trípoli. La conspiración había sido planeada por un grupo de aristócratas representantes de las
familias Branas, Paleólogo, Petraliphas y Cantacuceno que esperaban que Alejo pondría nuevamente a la gran aristocracia en el
poder.203 Durante los nueve años que duró su reinado, la burocracia que recibía generosos salarios se multiplicó, lo que obligó al
aumento de impuestos en detrimento generalmente de las provincias. En el plano exterior, el desmembramiento del imperio
prosiguió. Los turcos continuaron su avance en Asia menor, mientras que los cumanos devastaban Tracia. En los Balcanes, una
querella entre los dos hijos de Esteban Nemanja, quien había abdicado y se había retirado a un monasterio, llevó al poder al
mayor de ellos, Vukan, que reconoció la soberanía política de Hungría y la supremacía religiosa del papado. En Bulgaria, el
nuevo zar, Kaloyan (en búlgaro: Калоян, en valaco: Ioniţă Caloian), el más joven de los hermanos Pedro e Iván, que había sido
enviado como rehén a Constantinopla y demandaba el reconocimiento oficial del papa Inocencio III.204 Así, se pasó de una
Iglesia ortodoxa autocéfala que mantenía relaciones con Constantinopla a una uniata aliada a Roma.
En Occidente, privada del poderío marítimo que había constituido su fortaleza, Bizancio fue incapaz de mantener el orden en el
Mediterráneo donde los piratas de las repúblicas marítimas de Génova y de Pisa imponían su ley. El emperador llegó incluso a
entenderse con ciertos piratas genoveses, quienes vendían el fruto de sus robos en Constantinopla, lo que tuvo por efecto
enemistar a Constantinopla y Venecia, donde el nuevo dogo Enrico Dandolo había intentado renovar los tratados tradicionales
existentes con Bizancio.205 Por su parte, como resultado de su matrimonio con la heredera normanda Constanza, el emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique VI se había convertido en rey de Sicilia y aspiraba abiertamente a conquistar el
Imperio bizantino.206 Haciéndose pasar como vengador del emperador destronado, obligó a Alejo a negociar el pago de un
enorme tributo que Bizancio era incapaz de pagar. Si Enrique llegó a reducir sus exigencias, no fue tanto por magnanimidad, sino
para responder al llamado del papa que insistía a que Enrique volviera su atención hacia Jerusalén. Demasiado poder para el
Sacro Imperio romano habría constituido una amenaza para el papado, cuyo poder se afirmaba en Europa occidental y central.207
Alejo III solo soportó el asedio por un mes y el 17 de julio se fugó para refugiarse en Tracia, llevando consigo el tesoro y las
joyas de la corona, mientras que las provincias se separaron del imperio.213 El emperador Isaac II salió de su monasterio y
retomó su lugar al lado de su hijo coronado bajo el nombre de Alejo IV Ángelo (1203-1204). Si bien los dos emperador se
sometieron al papa, fueron incapaces de cumplir con sus compromisos con los cruzados. Sin ejército, Alejo se unió al de los
cruzados en su expedición a Tracia, pero a su regreso no pudo cumplir con sus compromisos financieros.214 A fines de enero,
Alejo V Ducas, yerno de Alejo III, comandó una revuelta antilatina, en el curso de la cual Alejo IV fue asesinado, mientras que su
padre fue llevado a prisión donde murió poco después. Convertido en emperador, Alejo V Ducas (1204) se apresuró a reconstruir
las fortificaciones de Constantinopla. Venecianos y cruzados se pusieron de acuerdo para una nueva ofensiva con miras, a la vez,
a retomar por sí mismos el control del imperio y a dividirse el botín. El 13 de abril de 1204, Constantinopla cayó en sus manos.
Durante los tres días que siguieron, la ciudad fue saqueada e incendiada. El cronista de los cruzados Geoffroy de Villehardouin
escribió «Desde la creación del mundo, nunca se había realizado tal botín de una ciudad», mientras que el cronista bizantino
Nicetas Choniates escribió «los sarracenos son buenos y compasivos en comparación con estas personas que llevan la cruz de
Cristo sobre la espalda».215
El saqueo de Constantinopla selló el cisma entre católicos y ortodoxos. Así, a partir del siglo XI, la división religiosa entre el
Imperio bizantino y Occidente fue tan profunda que la reconciliación pareció inconcebible.216 Hasta entonces, los bizantinos
habían mantenido una relación ambigua con las Cruzadas. El saqueo de su capital a manos de los cruzados y el establecimiento
de «reinos latinos» en Anatolia durante varias décadas crearon un resentimiento duradero.217
No obstante, la creación de reinos latinos no significó el fin de una tradición milenaria. Los bizantinos se replegaron en torno a
tres centros que la perpetuaron: el despotado de Epiro, el Imperio de Trebisonda y el Imperio de Nicea. Fue gracias a este último
Estado que Bizancio renació en 1261. Cerca de la mitad de la población había podido escapar de Constantinopla antes de su
caída. Esta se reagrupó en el noroeste de Grecia sobre la meseta del Epiro, donde estableció un pequeño principado gobernado
por Miguel I Comneno Ducas, generalmente conocido bajo el nombre de «despotado de Epiro», aunque Miguel nunca utilizó este
título. Además de convertirse en un centro de difusión de la cultura bizantina, se volvió un centro estratégico para impedir la
extensión de la colonización latina. Los sucesores de Miguel se mantuvieron en el poder hasta la conquista otomana en 1461. El
Imperio de Trebisonda, al suroeste del mar Negro fue fundado no como respuesta a la invasión de los cruzados, sino más bien por
la caída de la dinastía de los Comnenos. Sirvió de refugio para los nietos de Andrónico I Comneno, Alejo I de Trebisonda y
David I de Trebisonda, y fue creado algunos meses antes de la toma de Constantinopla. Reducido progresivamente a una estrecha
banda de tierra a lo largo de la costa, se mantuvo a pesar de amenazas constantes durante 250 años hasta su conquista por los
otomanos en 1461. Nicea, ubicada al sureste de Constantinopla en Anatolia, fue conquistada en 1206 por Teodoro I Láscaris,
yerno de Alejo III Ángelo, quien creó el Imperio de Nicea en 1208. Hasta 1261, el Imperio de Nicea y el despotado de Epiro
pretendieron detener la legitimidad de un gobierno en el exilio;221 sin embargo, los Estados griegos tuvieron la competencia de
los búlgaros y los serbios que buscaron igualmente recrear un imperio ortodoxo del cual asumirían la dirección. El Imperio de
Nicea salió victorioso de esta confrontación, por lo que es considerado como el sucesor del Imperio bizantino.
Poco después, debió enfrentar una invasión de los selyúcidas del sultanato de Rüm, ubicado entre el Imperio de Nicea y el de
Trebisonda. La victoria de la batalla de Antioquía del Meandro que consiguió contra los turcos asustó tanto al nuevo emperador
latino Enrique I de Constantinopla que quiso invadir el Imperio de Nicea para evitar un ataque contra Constantinopla. Pero, con
fuerzas modestas, ambos bandos se agotaron rápidamente y debieron firmar un acuerdo en 1214, bajo cuyos términos los latinos
conservaron el ángulo noroeste de Asia menor, mientras que el resto que se extendía hasta el Imperio selyúcida quedaba como
posesión del Imperio de Nicea:223 ambos imperios reconocían recíprocamente su existencia. Teodoro completó este acuerdo con
otro suscrito con el podestá veneciano de Constantinopla, el cual reconocía a Venecia las mismas libertades de comercio que
había disfrutado con el Imperio bizantino. Una primera victoria diplomática fue conseguida cuando Esteban I Nemanjić, el hijo
de Esteban Nemanja, que había recibido su corona de Roma le dio la espalda al arzobispo católico de Ohrid al solicitar la
investidura del patriarca de Nicea y convertirse en 1219 en el primer arzobispo de la Iglesia autocéfala de Serbia. Durante este
tiempo, en el despotado de Epiro, Teodoro Ángel había sucedido a su medio hermano Miguel con el nombre simbólico de
Teodoro Ángel Ducas Comneno, haciendo valer de esta manera sus derechos dinásticos. En 1224, logró conquistar el reino de
Tesalónica, considerablemente debilitado por la partida de muchos de sus caballeros hacia Occidente. El despotado de Epiro se
extendió así del Adriático al mar Egeo.224 Tras lo cual, reivindicó la corona
imperial que recibió del arzobispo católico de Ohrid, féliz de vengarse así de la
unción conseguida por su rival de Nicea al nuevo patriarca serbio.
Por su parte, el papa Clemente IV (al igual que su sucesor Gregorio X) no quería un concilio donde fueran debatidas las disputas
teológicas; exigió simplemente un acto de rendición completa y una profesión de fe detallada, en la cual Miguel VIII hiciera acto
de sumisión al papa. Miguel debió ceder y se celebró un concilio en Lyon de mayo a julio de 1274, donde fue sellada la reunión
de las iglesias de Roma y de Constantinopla. Pero si la reunificación resultó una victoria diplomática para Miguel, en tanto alejó
los peligros de una nueva cruzada, resultó ser un fracaso serio en el plano interior al alejar al emperador de su Iglesia y de su
pueblo que veían en la restauración de Constantinopla el signo de la protección divina por la fe ortodoxa.238
Tampoco fue suficiente para neutralizar a Carlos de Anjou, decidido a apoderarse de Constantinopla. En un primer intento, firmó
una alianza con Juan de Tesalia y con el déspota de Epiro, Nicéforo I, quien se había convertido en el defensor de la fe ortodoxa y
el refugio de los enemigos de Bizancio. Esta tentativa terminó con una derrota humillante en el Sitio de Berat (1280–1281) para
Carlos de Anjou. Un segundo intento, esta vez por vía marítima, le brindó la ocasión de aliarse con Venecia, el papa Martín IV
(un francés con simpatía por la casa de Anjou) y Felipe de Courtenay, el nuevo emperador latino, a quienes se unieron los
soberanos de Bulgaria y de Serbia. La situación era dramática cuando las vísperas sicilianas, acaecidas el 30 de marzo de 1282 y
que estuvieron estrechamente asociadas con Miguel VIII y el rey Pedro III de Aragón, hicieron estallar el imperio de Carlos de
Anjou.239
Si Constantinopla fue librada de un peligro mortal, los bizantinos estaban divididos sobre la cuestión de la fe; la economía estaba
tan debilitada que el hyperpyron había debido ser nuevamente devaluado. Estas dificultades financieras tenían como causa la
despiadada competencia económica que libraban Génova y Venecia en detrimento del Imperio bizantino, que ya no controlaba las
rutas comerciales de la región las cuales habían generado su riqueza en los siglos precedentes. Además, el despotado de Epiro, los
Estados latinos de Grecia y el Imperio de Trebisonda mantenían celosamente su independencia, mientras que los turcos
aumentaban su presión en Anatolia.240
Ascendido al trono todavía joven y casado dos veces, debió hacer frente a
las tentativas de su segunda esposa de reclamar la sucesión para sus
propios hijos. Para poner fin a estas pretensiones, asoció al trono a su hijo
mayor nacido del primer matrimonio. Fue coronado bajo el nombre de
Miguel IX Paleólogo (1277-1320), pero falleció antes de poder reinar por
sí solo.242 Frente a la oposición que habían provocado varias políticas de
su padre, intentó modificarlas al inicio de su reinado. Uno de sus primeros
gestos fue repudiar la unión de las dos iglesias y de pasar a la cabeza de la Lejos de ser un emperador incapaz como
iglesia a los clérigos que se habían opuesto. Esta medida debía alienar a veces se lo ha descrito, Andrónico II
todavía más al papado, pero no resolvió el cisma interno de la iglesia Paleólogo debió hacer frente a numerosos
ortodoxa, donde el partido de los arsenitas continuaba reclamando, a pesar desafíos con los recursos disminuidos del
imperio.
de la muerte del patriarca Arsenio, la condena del ex patriarca José. Este
desorden al interior de la Iglesia no hizo más que aumentar el desorden
social causado por las dificultades económicas243
Igualmente, intentó restaurar las finanzas públicas, pero las medidas que tomó, dirigidas a reducir el déficit, como los impuestos
especiales destinados a financiar las campañas militares, la disminución de los salarios de altos funcionarios del Estado, nuevas
devaluaciones del hyperpyron y el alza de precios que siguieron, agravaron el estado de la economía. El desmantelamiento de la
fuerza naval en 1285 debía tener repercusiones aún más graves cuando el emperador la hizo reducir y confió la defensa a la flota
genovesa e involucró a corsarios que preferían perseguir sus propios intereses antes que asegurar la defensa del imperio.244 El
ejército enfrentó la misma reducción de efectivos en un momento en que la presión turca se hizo más intensa sobre los últimos
territorios asiáticos todavía en manos de Bizancio. Después del fracaso de varias campañas, Andrónico debió acudir a los
mercenarios de la Compañía catalana en 1304. Tras varios éxitos, dicha compañía se enemistó con Andrónico y se instaló en
Galipoli, desde donde saquearon Tracia antes de tomar el control del ducado de Atenas. Este episodio desastroso arruinó
profundamente los limitados recursos del imperio sin obstaculizar el avance turco.245
El reinado de Andrónico II revivió la influencia de Bizancio en los campos de las letras y de las ciencias. Gracias a brillantes
intelectuales como Teodoro Metoquites y Nicéforo Choumnos, se estableció una nueva academia que prefiguró aquellas del
Renacimiento italiano.246 Una de las características de la política exterior de Bizancio, particularmente evidente durante este
periodo, fue que siempre estuvo obligada a defenderse en dos frentes a la vez: uno de los cuales tomaba inevitablemente prioridad
sobre el otro. En el caso de Andrónico II, el primer frente se ubicó en los Balcanes, donde el rey serbio Esteban Uroš II Milutin
(1282-1321) no dejaba de avanzar en el territorio bizantino. Incapaz de resistir a estos ataques, Andrónico negoció una alianza
por la que dio a su hija Simonida, entonces de cinco años, en matrimonio a Milutin, a quien además concedió una parte de las
conquistas que este última ya había hecho. No obstante, este fracaso político contribuyó a difundir las costumbres y la cultura
bizantina en el reino serbio que debió esperar su apogeo bajo el reinado de Esteban Uroš IV Dušan (?-1355), quien, imitando los
títulos bizantinos, se proclamó «basileus y autocrator de los serbios y de los romanos» en 1345.247
El Imperio bizantino al final del reinado de los otomanos destinados a remplazar a los turcos selyúcidas y,
Andrónico II. finalmente, a apoderarse de Constantinopla.248
Las guerras civiles: los reinados de Andrónico III, Juan VI y Juan V (1321-1354)
En el plano interno, Andrónico III emprendió una reforma importante del sistema judicial y la creación de una corte suprema
compuesta de cuatro jueces, dos funcionarios y dos laicos, llamados «jueces generales de los romanos» y encargados de poner fin
a la venalidad que desacreditaba la administración de justicia en todo el imperio.251 En cuanto a la política externa, desplegó una
actividad considerable a pesar de una situación deplorable. Si logró que Tesalia y Épiro regresaran brevemente al seno del
imperio, estos éxitos fueron borrados por la expansión serbia en Macedonia bajo Esteban Uroš IV Dušan y el avance de los
otomanos que comenzaban a instalarse en Bitinia (parte de Anatolia haciendo frente a Constantinopla). Ya en 1302, Osmán I se
había instalado en Yenişehir (o Melangeia) situada entre Bursa y Nicea y, por tanto, controlaba la ruta entre Constantinopla y
Bitinia. En 1326, el hijo de Osmán, Orhan I, se apoderó de Bursa que se
convirtió en la nueva capital del emirato otomano; y cuando cayó Nicomedia en
1337, toda Bitinia fue ocupada.252 253
La creación de una nueva marina imperial por Juan Cantacuceno hizo temer a los genoveses instalados en Gálata la pérdida del
monopolio que les permitía impedir el acceso del mar Negro a los venecianos. En agosto de 1348, los genoveses hundieron todos
los navíos griegos a la vista, incendiaron los suburbios de Constantinopla e impidieron el aprovisionamiento de la ciudad.
Constantinopla fue rápidamente reducida a la hambruna. Solo la intervención en marzo de 1349 del senado de Génova que se
aprestaba a declarar la guerra a Venecia y no quería perder al emperador permitió restablecer la situación.259 Por esa misma
época, Juan V había llegado a la adultez y ambicionaba poner fin a la tutela de su protector, para lo cual contó con el apoyo de los
serbios y los búlgaros para poner en marcha una guerra civil contra Juan VI y sus aliados otomanos. La ruptura definitiva se
produjo cuando Juan Cantacuceno consintió el nombramiento como coemperador de su hijo Mateo Cantacuceno, con lo cual
justificó los temores de aquellos que lo acusaban de querer fundar su propia dinastía.260
La fortuna cambió cuando el terremoto de 1354 hizo que las murallas de Galípoli se desplomaran y la ciudad fue capturada por
Solimán, el hijo mayor de Orhan. Su negativa a entregar la ciudad puso fin a la alianza entre Juan VI y los otomanos. Aquel no
pudo impedir el retorno de Juan V a Constantinopla. Tras un efímero reparto del poder, Juan VI terminó por abdicar para retirarse
primero a un monasterio y, luego, a Mistrá donde murió en 1383 al lado de su hijo Manuel Cantacuceno, déspota de Morea.261
Se inició entonces una serie de enredos dinásticos entre Juan V, su hijo y su nieto, de los cuales se beneficiaron los otomanos que
ayudaron tanto a uno como al otro. En 1370, Andrónico, hijo de Juan V, a quien su padre había dejado responsable de
Constantinopla durante su viaje a Roma, se negó a ir en su ayuda cuando fue retenido en Venecia. A su retorno, Juan V separó a
Andrónico de la sucesión en favor de su segundo hijo Manuel. Andrónico pretendió vengarse y se alió con el hijo del sultán,
Savci, quien también soñaba tomar el lugar de su padre. El complot fue descubierto y Murad mandó cegar a su hijo y exigió que
la misma suerte fuera reservada por Juan V para su propio hijo Andrónico y su nieto Juan; sin embargo, Andrónico y su hijo solo
perdieron un ojo. Los dos príncipes fueron en seguida enviados a una prisión en Lemnos, donde permanecieron hasta 1376, año
en que los genoveses y los otomanos los ayudaron a evadirse. Andrónico regresó a Constantinopla, donde capturó y encarceló a
su padre, hizo arrestar a todos los venecianos y entregó Gallipoli
a los otomanos. El reinado de Andrónico IV (1358-1385) duró
cerca de tres años, al término de los cuales los venecianos
ayudaron esta vez a Juan V y a Manuel a salir de prisión y
retomar Constantinopla. Andrónico escapó de prisión gracias a
los genoveses y se trasladó a Gálata hasta 1381, cuando él y su
hijo se reconciliaron con Juan V, quien los repuso como sus
sucesores.264 265
La amistad que unía a Manuel II con Beyazid llegó a su fin cuando este último se enteró que Manuel negociaba con Juan VII una
modificación al orden sucesorio. Furioso, ordenó la ejecución de Manuel durante una asamblea de sus vasallos en 1393, pero
cambió de opinión. Manuel rompió entonces los lazos con los otomanos a inicios de 1394, lo que llevó a que estos últimos
sitiaron Constantinopla. Si bien fue levantado en diferentes ocasiones, el asedio duró ocho años. Tras una cruzada sin éxito
emprendida por Segismundo de Hungría que terminó con la derrota de Nicópolis, Carlos VI de Francia envió un pequeño cuerpo
expedicionario bajo el mando del mariscal Boucicaut, quien logró convencer a Manuel de ir a pedir ayuda a Europa. Reconciliado
entretanto con Juan VII, Manuel partió a Occidente en diciembre de 1399. Su viaje duró tres años y lo condujo a Francia,
Inglaterra, Génova y Venecia. En cada lugar, fue colmado de honores y promesas, pero regresó con las manos vacías a
Constantinopla en junio de 1403. Felizmente para él, un enemigo de talla en la persona de Tamerlán, kan de los mongoles, se
había presentado ante Beyazid. La batalla de Ankara, el 20 de julio de 1402, debía poner en desbandada al ejército otomano.
Constantinopla dispuso de un respiro de medio siglo.269
La misma utilización del término «renacimiento», que se rodeó un nuevo prestigio, era sintomático, dado que en los primeros
siglos «helenístico» significaba esencialmente ser pagano280 y revestía de hecho una connotación peyorativa. Además, la
creciente oposición entre las Iglesias de Oriente y de Occidente desde el siglo IX (inicio de la controversia Filioque), seguida por
los alborotos provocados por las tentativas de unión de los últimos emperadores, intentos violentamente rechazados por su
pueblo, no hacían más que afianzar en la población la impresión de que era Roma quien había abandonado la verdadera fe
ortodoxa y que los intentos del papado para controlar la Iglesia universidad estaban en contradicción flagrante con los Padres de
la Iglesia para quienes la evolución del dogma debía provenir de un consenso entre las diferentes comunidades cristianas. La
propia Iglesia debía ser regida no por un solo hombre, sino por los cinco patriarcas, cuyas sedes habían sido fundadas por un
apóstol y donde Occidente no disponía finalmente más que una sola voz: la de Roma (siendo las otras, Constantinopla, Jerusalén,
Antioquía y Alejandría). Ortodoxia y nacionalismo cultural se convirtieron en una unidad. Así, según las palabras de Domald M.
Nicolas, «el Imperio ganó en fervor religioso lo que había perdido en poder político».281
Estos intelectuales disfrutaron no solo del mecenazgo de la corte imperial, en especial bajo el reinado de Andrónico II Paleólogo,
sino también de otras cortes del Imperio, como la de Tesalónica, donde los poderosos, preocupados por afirmar su gusto por la
cultura, se jactaban de incentivar las artes y las letras.283 También fue el caso de la Iglesia, donde los patriarcas y arzobispos
metropolitanos tomaron a muchos jóvenes talentos bajo su protección. Tal fue el caso de Nicéforo Grégoras (1290-ca 1360)
quien, nacido en provincia, recibió en primer lugar el apoyo de su tío, el metropolitano de Heraclea Póntica. Gracias a él, pudo ir
a estudiar a Constantinopla, donde recibió el apoyo y estímulo tanto del emperador Andrónico II como del patriarca Juan XIII de
Constantinopla, antes de ser adoptado por el primer ministro Teodoro Metoquites quien le concedió una sinecura en el monasterio
de Chora.284
Por una parte, la hostilidad con respecto a Occidente, los numerosos contactos que ocasionaron las guerras con los turcos en un
primer momento, más específicamente contra los otomanos en un segundo momento, contribuyeron a generar intercambios
fructíferos entre Constantinopla y el mundo musulmán, en particular, en los campos de la matemática y la astronomía. Estos
contactos permitieron incluso el descubrimiento de otros avances de civilizaciones como el tratado sobre la utilización del
astrolabio publicado en torno a 1309 en Constantinopla, a partir de la versión latina de un original árabe, o el tratado de
astronomía, Las seis alas, traducido al griego a partir de un original hebreo.286 Los incesantes viajes de los emperadores y de sus
cortes a Occidente para obtener apoyo militar contra los turcos constituyeron otro vehículo para la difusión de la cultura bizantina
por el oeste, al mismo tiempo que era una fuente de debate teológico entre clérigos orientales y occidentales. Los intercambios,
tanto amicales como acerbos, entre Constantinopla y las repúblicas marítimas de Venecia, Génova y Pisa conformaron otro
vehículo de intercambios culturales. Finalmente, la emigración de Constantinopla hacia Italia tras la primera caída de
Constantinopla y que continuó cuando la ciudad estaba cada vez más amenazada por los otomanos fue otra fuente de difusión
cultural; mientras que, en Italia, intelectuales como Vittorino da Feltre (1378-1446) o Lorenzo Valla (1407-1457), que debían
exponer el fraude que era la donación de Constantino, comenzaron a interesarse en los antiguos griegos.287
Al mismo tiempo que defendió a Europa del Oriente en el curso de numerosas invasiones, en especial, creando con el mundo
eslavo lo que Dimitri Obolensky llama la «Commonwealth byzantin», Bizancio también permitió a Europa descubrir la riqueza
intelectual del mundo árabe y musulmán. De esta manera, desempeñó un rol de puente entre Oriente y Occidente, rol que nunca
fue tan importante que cuando el Imperio bizantino llegaba a su fin.285
Véase también
Emperador bizantino
Títulos y cargos del Imperio bizantino
Imperio latino
Notas y referencias
Notas
1. Al denominar «Imperio bizantino» al Imperio romano de Oriente, Hieronymus Wolf se inspiró en Bizancio, antiguo
nombre de la capital imperial Constantinopla.
2. También se convirtió en el defensor de las masas populares agobiadas por los impuestos.109
3. La distinción entre las dos aristocracias puesta en evidencia por George Ostrogorsky es relativa.159
4. Los trabajos recientes de Cheynet descalifican las críticas hechas hacia Niceforitzes y lo presentan como un
administrador que intentó combatir las crisis del imperio por medio de diferentes políticas, a veces, atrevidas.
5. No obstante, terminó por prestar juramento «de no atentar contra la persona del emperador».176
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Enlaces externos
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