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La Revolución Industrial

1. Factores de la R.I.
1.1. La revolución demográfica del siglo XVIII

El régimen demográfico antiguo que había caracterizado a la humanidad empezó a cambiar en la


segunda mitad del siglo XVIII; la natalidad se mantuvo alta, pero el índice de mortalidad descendió mucho
debido a las mejoras higiénicas y sanitarias, así como al propio crecimiento de la producción agrícola. Las
grandes epidemias comenzaron a remitir, e incluso aparecieron las primeras vacunas, como la de la viruela.
La consecuencia fue un rápido ritmo de crecimiento de la población, que conocemos como revolución
demográfica.

Este aumento demográfico tuvo una gran incidencia en el desarrollo de Europa, pues por una parte
supuso un crecimiento de la demanda en el consumo y por otra ofrecía un mayor número de mano de obra.

1.2. La revolución agrícola.

El aumento de la demanda en el consumo supuso la necesidad de producir bienes a una escala mayor,
de ahí que el sector primario experimentase un importante desarrollo tanto a nivel cuantitativo como
cualitativo. Algunos de los más importantes fueron:

- Mejora de las técnicas agrícolas. En este aspecto, caben destacar tres circunstancias: la sustitución
del barbecho por el sistema de rotación de cultivos, las mejoras tecnológicas (arado de hierro,
sistemas de riego, maquinaria, abonos químicos), y la ampliación de la superficie cultivada con la
introducción de nuevos cultivos (maíz, patata, remolacha azucarera…)
- Reforma de la ganadería. Aumentó el número de cabezas de ganado gracias a que el sistema de
rotación permitió la producción de plantas forrajeras, lo que permitió, además, la estabulación, y
con ello el desarrollo de la ganadería intensiva.
- Cambios en la estructura de propiedad. La tierra se desvinculó de los linajes, se liberalizó el mercado
y se potenció la propiedad privada. Con ello, se incentivó el desarrollo de la innovación, pues ahora
los resultados de un aumento de la productividad revertían en el propietario.

A consecuencia de todo esto, la producción y, sobre todo, la productividad del sector primario se
incrementó exponencialmente a lo largo del siglo. Esto permitió la aparición de excedentes que provocaron
el desarrollo del comercio, y con ello un aumento del beneficio que posibilitó la reinversión en el propio
sector primario o en la industria y el comercio. Además, con la introducción de nuevas técnicas de cultivo
empezó a sobrar mano de obra, por lo que muchos campesinos emigraron a las ciudades en busca de
trabajo (éxodo rural), el cual encontraron preferentemente en la industria, contribuyendo a su desarrollo.

1.3. Una nueva mentalidad.

Se difundieron las ideas del liberalismo económico, que defendían la iniciativa privada y la búsqueda del
beneficio como motor del desarrollo económico. Se consolidó así una nueva mentalidad, más abierta a la
inversión, la innovación, el riesgo empresarial y la búsqueda del beneficio, pasando así a ser considerado el
trabajo una virtud personal.

2. La primera revolución industrial (1780-1860)


2.1. La industrialización: la fábrica y la mecanización.

Hasta el siglo XVIII, las manufacturas se elaboraban en pequeños talleres artesanos dispersos por el
territorio. El trabajo se realizaba de forma manual, realizando el propio artesano todas las fases del proceso
de producción de un producto (diseño, construcción, decoración…) Desde finales del XVIII, sin embargo, los
talleres comenzaron a ser sustituidos por fábricas, en las que los obreros estaban concentrados y se
utilizaban máquinas.

Las primeras máquinas utilizaron como fuente de energía el vapor, obtenido gracias a la combustión de
carbón mineral. Fue James Watt, en 1769, quien inventó la primera máquina de vapor.

La aparición de las fábricas determinaron que las diferentes actividades industriales de concentraran
geográficamente, por un lado, y que se produjera una división y especialización del trabajo, pues cada
obrero podía encargarse de una única tarea del proceso productivo. Esto conllevó un importante aumento
de la productividad, lo que abarató los costes de fabricación y permitió una disminución de lo precios de los
productos industriales, que pasaron a estar al alcance de cada vez más población.

2.2. La Revolución Industrial en Gran Bretaña.

La Revolución Industrial se inició en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII gracias a las condiciones
específicas de este lugar:

- Tenían una gran mano de obra por el crecimiento demográfico experimentado en las décadas
anteriores, así como un amplio mercado para sus productos, ya que al dicho crecimiento le aunaba
la posesión de un imperio de ultramar.
- Tenía abundantes materias primas (hierro) y carbón mineral.
- La mentalidad liberal estaba ya muy extendida tanto entre la población como en la legislación
(Enclosure Acts, leyes de cercamiento, que aprobadas por el Parlamento entre los siglos XVII a XIX,
facilitaron la propiedad e iniciativa privada).

Entre 1820 y 1840, las innovaciones industriales se extendieron por Europa, siendo los países del centro
y Norte de Europa (Francia, Alemania, Países Bajos, Bélgica) los primeros en seguir sus pasos. En el resto de
países europeos la industrialización sólo afectó a determinadas regiones (Cataluña en España, el norte de
Italia…)

2.3. Los sectores pioneros: textil y siderurgia.

La industria textil algodonera fue la primera en integrar las innovaciones técnicas relacionadas con el uso
de maquinaria. Para ello fue muy importante la utilización del algodón como materia prima, más resistente a
la manipulación mecánica que la tradicional lana. Este algodón llegaba a Gran Bretaña desde sus colonias a
bajo precio, lo que convirtió al sector en muy rentable y le permitió romper sus fronteras y extenderse a los
mercados internacionales. Las primeras máquinas que se utilizaron fueron las de hilar (lanzadera volante de
Kay, Spinning Jenny de Arkwright, Mule de Crompton) y el telar mecánico (Cartwright).

La industria siderúrgica se desarrolló especialmente desde mediados del XIX. La sustitución del carbón
vegetal por el mineral, con una mayor capacidad de combustión, impulsó la construcción de altos hornos,
que aumentaban exponencialmente la producción. A esto se le unió el enorme incremento de la demanda
por la construcción del ferrocarril.

3. La revolución de los transportes.


3.1. El desarrollo de la navegación

De vital importancia para el desarrollo de la industrialización resultó el desarrollo de los transportes y


comunicaciones, que facilitaron los intercambios comerciales. De entre todos ellos, destacó la navegación,
que ya desde hacía siglos venía jugando un papel primordial en el comercio a grandes distancias.

De entre las innovaciones introducidas en la navegación destacaron:


- La aparición y uso del Barco impulsado por un motor a vapor; ya en 1807 el norteamericano Fulton
creó una línea comercial que usaba estas naves. Sin embargo, su uso se generalizó sobre todo en el
navegación fluvial, pues en mar abierto siguieron utilizándose los grandes veleros (clippers) hasta
mediados del siglo XIX
- La incorporación de cascos de hierro en los barcos de vapor, y el uso de las hélices como sistema de
propulsión, permitieron finalmente, ya en la segunda mitad del siglo, que los barcos a vapor se
impusieran a los veleros también en la navegación marítima.
- Otras novedades que presentó la navegación fue la incorporación de cámaras frigoríficas, que
permitieron el transporte a grandes distancias de productos perecederos.
- Igualmente, la apertura de nuevas rutas de navegación y la construcción de infraestructuras (nuevos
puertos, etc) desarrollaron el comercio por mar. De entre todas ellas, destacó la construcción del
Canal de Suez en 1869, que redujo las distancias entre Londres y Bombay en un 40%.

3.2. La era del ferrocarril

Si un ingenio mecánico simboliza el progreso y el avance que supuso la revolución industrial, éste es, sin
duda, el Ferrocarril. El desarrollo de la navegación desde el siglo XVI había facilitado e incrementado el
comercio intercontinental, pero, paradójicamente, era el transporte terrestre en que prácticamente no
había variado desde hacía siglos, de ahí la falta de desarrollo de los mercados interiores de las distintas
naciones. La aparición y extensión del ferrocarril acabó con esta carencia, convirtiéndose en un símbolo del
progreso de la época. A cada lugar que llegaba la línea férrea, éste entraba en la modernidad.

En 1814 el inglés Stephenson fue el responsable de la primera locomotora de vapor, utilizada para
transportar cargas en las minas. En 1825 se inauguró la primera línea férrea de carga, entre las localidad de
Stockton y Darlington. La primera línea de pasajeros llegó en 1830, comunicando Liverpool y Manchester.

El ferrocarril extendió la industrialización por todo el mundo. Además, supuso un sector primordial en el
desarrollo industrial, pues era generador de demanda de materia prima y recipiente de inversión de los
capitales financieros. El desarrollo llegó a tal grado, que incluso se desarrollaron líneas transcontinentales
antes de finalizar el siglo, como el Transiberiano.

3.3. Consecuencias de la revolución de los transportes.

El desarrollo de los transportes tuvo un importante impacto económico y social:

- Permitió el crecimiento del comercio, al reducir los tiempos y el coste del transporte,
- Facilitó la especialización de la economía mundial, al poder exportar cualquier producto a otra parte
del mundo,
- Transformaron la vida cotidiana en múltiples aspectos, como la mejora de la dieta (transporte de
alimentos perecederos allá donde antes no llegaban) y facilitaron las migraciones entre países y
continentes.

4. La Segunda Revolución Industrial.


4.1. Nuevas industrias y nuevas potencias industriales

A partir de 1870 dos nuevas fuentes de energía se convirtieron en el motor de la II Revolución Industrial:
la electricidad y el petróleo.

De igual forma, surgieron otros sectores que tomaron el testigo del textil como puntas de lanza de la
innovación:

- El sector siderúrgico, cuya producción aumentó exponencialmente gracias a la invención del horno
Bessemer, a la bajada de los costes de producción y, por tanto, de su precio, y al incremento de la
demanda debido a su uso masivo en la arquitectura, en la ingeniería, y en las industrias naval y
armamentística.
- La industria eléctrica, que aplicada como fuente de energía a la industria posibilitó el desarrollo de
nuevos medios de transporte (ferrocarril eléctrico, tranvía, metro) y de comunicación (teléfono,
radio), así como cambió el paisaje urbano y el propio ritmo de vida del ser humano (alumbrado
público y privado)
- La industria química, que se sirvió de nuevas materias primas, como el petróleo o el caucho, para
fabricar nuevos productos, tales como medicamentos, dinamita, celuloide…

La revolución de los transportes continuó, en gran medida gracias al uso del petróleo como combustible.
Así, surgieron el automóvil (1885) y el avión (1903)

Debido a la extensión de la industrialización, surgieron nuevas potencias industriales que pusieron fin a
la hegemonía británica, como fue el caso de Alemania en Europa o los EEUU fuera de ella.

4.2. El nacimiento de la gran empresa y la banca moderna.

La nueva mentalidad capitalista y el crecimiento de la economía hicieron necesario un aumento del


tamaño de las explotaciones, lo que conllevaba unos gastos que no podían asumir las pequeñas y medianas
empresas, generalmente familiares. La necesidad de financiación conllevó, por un lado, un proceso de
concentración empresarial a través de la aparición de las sociedades anónimas (empresa que se fracciona en
acciones que se venden y compran en las bolsas de valores) y, por otro, la aparición de instituciones
financieras como los bancos, que pronto se convirtieron en entidades de crédito.

La gran concentración empresarial que caracterizó esta época, conocida como la del “gran capitalismo”,
se realizó por medio de tres tipos de unión empresarial: el Cártel (asociación de empresas dedicadas a la
misma actividad, que controlan la producción, la distribución y los precios), el Trust (agrupación de
diferentes empresas que cubren diversas fases del proceso productivo de un bien) y el Holding (Empresa
matriz propietaria de otras más pequeñas que sólo tienen en común el capital al que pertenecen).

4.3. Nuevos sistemas de producción.

A finales del XIX, con el objetivo de incrementar la producción y, sobre todo, la productividad, se
adoptaron nuevos sistemas de trabajo:

- El taylorismo, consiste en la división del trabajo en pequeñas tareas para que el obrero se
especializara en ellas y tardara menos en reaizarlas (además, se le pagaba según la tarea que
realizaba, no a todos por igual)
- El fordismo o producción en serie, que establecía una cadena de montaje que ahorraba el tránsito
de los obreros y el transporte de los productos.

Gracias a estos nuevos sistemas de trabajo, los costes se abarataron y los productos industriales bajaron
de precio, llegando a estar al alcance de cada vez un mayor porcentaje de la población.

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