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Hacia la autonomía: Gran Logia Provincial de Puerto Rico,

1884-85
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Muchos de los liberales-reformistas en el Puerto Rico del último tercio del siglo XIX eran
masones, la mayoría afiliados a la masonería autóctona o criolla. Su ideología fue
esencialmente reformista y, en la mayoría de los casos, autonomista. Esto se reflejó en la
conducta política de la Gran Logia Soberana que se identificó con el autonomismo y se
distanció, por lo menos, de los planteamientos y las estrategias revolucionarias. Ésta
estuvo vinculada desde sus orígenes en 1885 con la Gran Logia Unida de Colón e Isla de
Cuba, el sector de la masonería cubana identificado con el autonomismo (énfasis provisto
en el original).
–José Manuel García Leduc[1]

El 11 de octubre de 2019 se conmemora el 135to. Aniversario de la asamblea


constituyente que dio nacimiento a la Gran Logia Provincial de Puerto Rico (GLPPR). Este
organismo masónico fue creado por la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba, como
paso intermedio para la cesión del territorio masónico borincano que viabilizó la
fundación de la Gran Logia Soberana de Libres y Aceptados Masones de Puerto Rico
(GLSPR) en 1885.
Tomando como válido el planteamiento del citado historiador García Leduc, al examinar
la concatenación de eventos y contextos que desembocaron en la creación de la GLPPR,
nuestro objetivo en este escrito es el de resaltar los paralelismos entre las estrategias
empleadas por los autonomistas y los masones para adelantar sus proyectos; partiendo
de la premisa de que ambos utilizaban la promoción de la identidad puertorriqueña (en
contraposición a la idea de una identidad “española”) como pieza fundamental para el
reconocimiento de sus respectivos reclamos: autonomía política los primeros e
independencia masónica los segundos.

Tanto el discurso autonomista como el masónico hacen suyo el discurso liberal


formulado por los filósofos de la Ilustración. Ambos defendían las libertades
individuales, la separación de la Iglesia y el Estado y el progreso de la Humanidad.
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Las actividades políticas y masónicas organizadas comienzan para la década del 1870. El
primer proyecto político de los liberales, entre los que se contaban a los hacendados
(Partido Liberal Reformista) y el primer esfuerzo a gran escala de fundación de logias ven
la luz a un mismo tiempo gracias a la apertura liberal que se dio en España durante ese
período. En la década del 1880, ambas instituciones asumen posturas soberanistas. Los
liberales se convierten en autonomistas; los masones logran su autonomía. En ambos
casos, las relaciones con los sectores liberales cubanos fueron sumamente importantes.
En ambas Antillas, muchos de los líderes autonomistas eran masones.

La prensa masónica y la autonomista fueron víctimas de la persecución del gobierno


colonial, y del hostigamiento constante de la prensa conservadora. Una vez más, los
protagonistas de esas luchas (Mario Braschi, Antonio Ruiz Quiñones, Martín Fernández,
entre otros) eran autonomistas y masones.

Coincidían también el Partido Autonomista y la masonería puertorriqueña en desarrollar


el grueso de sus actividades proselitistas y periodísticas fuera de San Juan. En las áreas
sur y oeste del país se concentrarán las operaciones de ambas instituciones liberales,
lejos del ambiente conservador de la Capital.[2]

El cambio de soberanía tuvo efectos inmediatos similares para ambos sectores. La


reconcentración del poder en San Juan obligó a la Gran Logia Soberana de Puerto Rico a
seguir los pasos de Muñoz Rivera y otros líderes autonomistas que se reubicaron en la
ciudad capital.

El discurso soberanista del autonomismo se verá reflejado en las luchas por el territorio
masónico puertorriqueño. La Gran Logia Soberana de Puerto Rico se enfrascará en las
últimas dos décadas del Siglo XIX en una agria pugna con los grandes organismos
masónicos españoles, por el control de la jurisdicción masónica de la Isla.

En 1875 se celebró en Lausana (Suiza) el llamado “Convento Universal de los Supremos


Consejos del Rito Escocés”.[3] En dicha reunión se brindó reconocimiento al Supremo
Consejo de Colón y se redefinió su jurisdicción sobre las Indias Occidentales, limitándola
a las islas “españolas”, lo cual dejó a Puerto Rico bajo su jurisdicción.[4]

Esta declaración fue refrendada por los Supremos Consejos de Inglaterra, Bélgica,
Francia, Hungría, Italia, Perú, Portugal y Suiza.

La expresión de las referidas potencias masónicas definió claramente (según los


defensores de los derechos masónicos de Cuba en el Caribe) bajo cuál jurisdicción se
encontraba Puerto Rico.

A raíz de los acuerdos de Lausana, el Supremo Consejo de Colón formalizó un tratado de


amistad y reconocimiento mutuo con la Gran Logia Simbólica de Colón, en el que se le
reconoció a ésta última plena autoridad sobre la práctica de los tres primeros grados del
Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Aprendiz, Compañero y Maestro), tanto en Cuba como
en las Indias Occidentales Españolas (incluyendo a Puerto Rico).[5]

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Pero no todo fue miel sobre hojuelas para la masonería cubana. En 1876 ocurrió un
cisma en la Gran Logia Simbólica de Colón. Trece logias de ese organismo se separaron
del mismo y fundaron la Gran Logia de la Isla de Cuba, con sede en La Habana. Ello trajo
un agrio conflicto jurisdiccional, el cual se sumó a otros reclamos jurisdiccionales de
otras obediencias masónicas cubanas y españolas.[6] Finalmente la situación pudo
superarse en 1880, cuando se fusionaron ambas entidades como la Gran Logia Unida de
Colón e Isla de Cuba (GLUCIC). Esta fue reconocida por la mayoría del mundo masónico,
incluida la Gran Logia Unida de Inglaterra.[7]

La solución de los conflictos de la masonería cubana trajo como consecuencia una


intensificación de su gestión proselitista en Puerto Rico durante la década del 1880. Pero
la piedra angular de las actividades que ayudaron a la masonería cubana a solidificar su
presencia en suelo borincano había sido colocada a mediados de 1877, con la fundación
de la logia “Adelphia” de Mayaguez.

El 30 de mayo de 1878, Santiago R. Palmer Irizarry fue nombrado Diputado Gran Maestro
de la Gran Logia de Colón para el Distrito de Puerto Rico,[8] colocándose así sobre sus
hombros la responsabilidad de liderar una campaña proselitista a favor de la
mencionada obediencia, frente a los reclamos de los organismos masónicos españoles
sobre la Isla.

Aferrándose consistentemente a las decisiones tomadas en el Convento de Lausana de


1875, los masones cubanos y puertorriqueños trabajaron unidos para defender su
jurisdicción sobre la práctica de la masonería en sus respectivas islas. Esto ocurrió en
una época en que los autonomistas cubanos y puertorriqueños colaboraban para
adelantar sus proyectos políticos en el Caribe español.

Temprano en la década de 1880 los masones mayaguezanos buscaron destacar la


personalidad (o identidad nacional) de Puerto Rico en el contexto masónico, al proponer
que el nombre del nuevo organismo masónico cubano que resultó de la fusión de la
Gran Logia de la Isla de Cuba y la Gran Logia de Colón llevara el nombre de “Gran Logia
Simbólica para las Islas de Cuba y Puerto Rico”.[9]

Desde la tribuna del periodismo, los masones boricuas de obediencia cubana defendían
la legalidad de la creación de la mencionada logia mayagüezana, y lo oportuno que
resultó su nacimiento en 1877, luego de que el gobernador José Laureano Sanz pusiera
trabas a las actividades masónicas en 1874.

Comprendiéndolo así un corto número de masones, y deseando dar señales de vida,


fundaron en el año 1877 en esta Ciudad la Logia “Adelphia”, bajo los auspicios de la Muy
Respetable Gran Logia Simbólica de Colón, residente entonces en Santiago de Cuba.

Ninguna dificultad hubieran tenido los fundadores de la “ADELPHIA” para pedir su Carta
Constitutiva al Grande Oriente Nacional de España, toda vez que, siendo obligación
reconocida por los masones no permanecer inactivos, para conseguirlo deben
constituirse regularmente, y a dicho Grande Oriente hubieran acudido, si las disidencias
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a que han dado lugar varias agrupaciones masónicas de alto grado, que en la Metropoli
se han disputado el poder, conceptuándose irregulares recíprocamente, se hubiesen
terminado de un modo favorable al bien general de la Orden, reconociéndose todas las
facultades inherentes a los altos cuerpos, a uno solo que se hubiese hecho reconocer
como regular por todos los demás del Orden Masónico.

A dicha circunstancia se unió otra no menos poderosa, cual es, la de haberse celebrado
en el año 1875 un Congreso masónico que tuvo lugar en Lausanne, al que concurrieron
los representantes de veinte y dos potencias que se confederaron masónicamente, sin
que acudiera ningún enviado de España, y en el que fue declarado que la jurisdicción
masónica de Colón se extendía a todas las Indias Occidentales Españolas.[10]

La ofensiva iniciada por Palmer desde 1883 hasta el 1885 (y que culminó con la
fundación de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico) y la respuesta de los Grandes
Orientes españoles al avance de la masonería cubano-puertorriqueña, convirtieron el
citado trienio en uno de los de mayor actividad masónica en la historia del país. En dicho
periodo se fundaron, reorganizaron o regularizaron 26 organismos masónicos.[11]

Como parte de esa lucha por la dominación del territorio, se registraron diversos
incidentes, que fluctuaron en términos de gravedad desde la afiliación de masones
individuales de una jurisdicción a otra, división de logias, cambios de obediencia de logias
enteras, reclamos de logias españolas a sus organizaciones matrices por falta de apoyo
para enfrentar el empuje de la masonería cubana en Puerto Rico, y denuncias de logias
españolas a las autoridades contra las logias del GLUCIC, las cuales en ocasiones
culminaron en intervenciones de la Guardia Civil contra los masones de esta última
obediencia.[12]

No vamos a detenernos en los detalles ni de la fundación de logias ni de los incidentes


entre jurisdicciones durante el período, porque los mismos figuran prominentemente en
la historiografía masónica puertorriqueña.

Encaminadas exitosamente sus gestiones proselitistas, Santiago R. Palmer Irizarry


comenzó a dar forma al próximo proyecto en su agenda: la creación de una obediencia
masónica puertorriqueña, con identidad propia y no subordinada a la jurisdicción
española. Esta movida era cónsona con su pensamiento político y el de muchos de sus
hermanos masones.

El que cada paso dado por Palmer entre 1883 y 1885 respondía a una estrategia bien
definida puede apreciarse al leer varios de los discursos que ofreció en los momentos
en que marcaba algunos de los hitos en su ruta hacia la exaltación de la identidad
nacional masónica boricua. Por ejemplo, a mediados de 1885, dejaba saber a sus
hermanos cual había sido la hoja de ruta que había seguido para lograr sus propósitos.

Queda, por tanto, bien establecido que todo país que desee tener en su seno una
autoridad masónica central, debe empezar por tener masones, luego Logias simbólicas,
y después una Gran Logia Provincial subordinada, que podrá tener un carácter provisional,
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pero que en todo caso debe preceder a la instalación definitiva de la Gran Logia
independiente (énfasis nuestro).[13]

Y al alcanzar la meta final de su proyecto (la fundación de la GLSPR), el notario, político y


masón sangermeño hacia un recuento de cómo había trabajado para lograr el objetivo
intermedio de crear una gran logia provincial en suelo puertorriqueño.

Alentado en mis propósitos por el Ilustre y esclarecido hermano Aurelio Almeida, Gran
Secretario…quien al noticiarle el entusiasmo masónico surgido repentinamente en esta
Isla, a la vez que yo animaba a varios hermanos de algunos pueblos para fundar Logias,
me decía en carta 9 de Mayo (sic) del mismo 84:

“Mucho celebraré que funden nuevas Logias en esa, hasta siete, para que puedan Uds.
Organizar su Gran Logia Provincial, y al año o al siguiente semestre pedirnos la cesión del
Territorio para Gran Logia Soberana; lo cual cederemos gustosísimos y recomendaremos
la nueva Gran Logia a las potencias masónicas extrajeras(sic)”….

Continué, pues, la obra empezada en 19 de Abril (sic) de 1883…. Siendo ya ocho las
Logias constituidas, las convoqué para que por medio de Diputados y de los tres
primeros funcionarios de las mismas, ya personalmente o por apoderados, concurrieran
a la Asamblea que debía tener efecto el 11 de Octubre (sic), para fundar la Gran Logia
Provincial, lo cual se realizó, elevándose el acta y petición al Muy Resp. Gran Maestro de
los masones de Colón, quien, con suma diligencia, en 25 del mismo mes, hizo extensivo a
esta Isla los preceptos de la Constitución de La Muy Honorable Gran Logia Provincial de
Santiago de Cuba, autorizando la organización de la de Puerto Rico.[14]

Las logias constituyentes de la Gran Logia Provincial de Puerto Rico (GLPPR) fueron:
“Adelphia” y “Conciliación” de Mayaguez, “Constancia” de Cabo Rojo, “Tanamá” de
Arecibo, “Estrella de Luquillo” de San Juan, “Prudencia” de San Germán, “Esperanza” de
Añasco y “Aurora” de Ponce.[15]

Al examinar el acta de la Asamblea Constituyente de la GLPPR, vemos como Palmer


defiende la adopción del modelo de gran logia provincial establecido en Santiago de
Cuba, [16] como mecanismo para fortalecer la jurisdicción de la GLUCIC ante el reto de
las obediencias españolas.

Al explicar el objeto de la convocatoria a la asamblea, Palmer sostuvo que:

…esperaba que la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba accediera muy gustosa a
concedernos la autorización para una Gran Logia Provincial para la isla de Puerto Rico,
bajo su obediencia…; que para dar ese paso que consideraba de trascendental
importancia para la Masonería de Puerto Rico, que cada día toma mayor incremento, y a
fin de evitar que por ningún poder masónico fuese invadido este territorio que de
derecho corresponde a la referida Gran Logia Unida de Colón, ni menos se pretendiese
por nadie fundar un cuerpo soberano e independiente que solo podría ser aceptado
siempre que fuese concedido y autorizado por dicha Gran Cámara, único medio como
sería legalmente constituido y obtendría el reconocimiento de las grandes potencias que
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lo tienen acordado a la Gran Logia Unida, con el objeto de llevar a buen término este
pensamiento que entraña una importancia capital, y efectuando con la mayor legalidad,
había invitado no sólo a las siete Logias que bajo la obediencia de la Gran Logia Unida
existen en la Provincia para que por medio de apoderados se hiciesen representar en
esta Asamblea, si que también de los Maestros y Vigilantes de éstas y a los ex Maestros,
todo de conformidad con el Artículo 2º. de la…Constitución.[17]

Palmer fue electo gran maestro provincial de la entidad recién creada, cargo del que
tomó posesión oficialmente en la primera sesión trimestral del organismo, celebrada el
28 de diciembre de 1884, poco más de dos meses después de que la GLUCIC refrendara
mediante decreto de su gran maestro los acuerdos de la asamblea constituyente arriba
mencionada. La GLPPR tuvo una vida de menos de un año, pero sirvió como
herramienta para darle mayor organización y formalidad a los trabajos de las logias de
obediencia cubana que operaban en Puerto Rico, a la vez que le dio a su gran maestro el
quantum de autoridad necesario para moverse rápidamente en la creación de nuevos
talleres, en la reorganización de logias que habían abatido columnas, o en
“regularización” de logias españolas que se afiliaban al nuevo organismo local.

Los trabajos de la GLPPR desde el 11 de octubre de 1884 hasta su última sesión ordinaria
el 21 de junio de 1885 están resumidos en un informe que presentara el gran secretario
provincial (y primer gran secretario de la GLSPR a partir del 20 de septiembre de 1885)
Antonio Ruiz Quiñones en la Asamblea Constituyente de la GLSPR. El referido funcionario
indicó que la entidad celebró seis sesiones, en las cuales se celebraron elecciones de
funcionarios, se aprobaron reglamentos de la GLPPR y de varias logias, se concedieron
cartas de dispensa para la fundación de nuevas logias y (el 29 de marzo de 1885) para
autorizar al gran maestro provincial Palmer a solicitar a la GLUCIC la cesión del territorio
masónico de Puerto Rico para la creación de una obediencia autóctona. También nos
deja saber Ruiz Quiñones en dicho informe que se distribuyeron 14 circulares del gran
maestro sobre diferentes asuntos relacionados con aspectos litúrgicos y prácticas
administrativas, y para establecer las reglas de conducta que debían seguir los masones
de la Obediencia frente a los masones de “logias invasoras”. Finalmente, informó que el
total de masones que componían la membresía de las logias bajo la jurisdicción de la
GLPPR ascendía a 600.[18]

Entre las circulares que mencionó Ruiz Quiñones, se destaca una que sin dudas buscaba
apuntalar los esfuerzos por destacar la personalidad propia de la masonería
puertorriqueña:

Constituido el Cuerpo provincial, hallándose, pues, al frente de la Masonería borincana


un poder regulador, que ejercía su acción en nombre de la Unida, era ya tiempo de
pensar en allegar datos y noticias con el fin de dar comienzo a un archivo, que pudiese
en su día servir de punto de partida para la historia de la Orden en nuestro país. A tal
idea obedeció principalmente la circular No. 6, expedida el mencionado 24 de Abril (sic),
por la que se invitaba a los Talleres de la Jurisdicción a enviar relaciones detalladas de los
actos benéficos llevados a cabo desde la época de su instalación a aquella fecha.[19]

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En los documentos oficiales de las logias se comenzó a hacer constar la autoridad del
organismo masónico provincial. Por ejemplo, a partir de enero de 1885, el secretario de
la logia “Adelphia” incluyó en la introducción de las actas de las sesiones de su cámara de
tercer grado la siguiente frase: “En la Ciudad de Mayaguez, a treinta de enero de mil
ochocientos ochenta y cinco, se ha reunido la Logia Adelphia, constituida en la
jurisdicción de la Muy Respetable Logia Unida de Colón e Isla de Cuba, e inmediata
obediencia de la Muy Honorable Gran Logia Provincial de Puerto Rico…”.[20]

Aunque la GLPPR era una entidad de carácter transitorio en el camino hacia la soberanía
masónica de Puerto Rico, Palmer comenzó a tomar medidas propias de las jurisdicciones
independientes. Aun ante la GLUCIC quiso reafirmar su autonomía, nombrando un
representante de su organización ante su gran logia madre, tal y como lo hacen las
jurisdicciones independientes cuando entran en relaciones fraternales. En los archivos
de la GLSPR encontramos una breve carta que documenta este hecho:

Al V.H. Santiago R. Palmer, G.M. de la M.H. Gran Logia Provincial de Puerto Rico,

V.H. Por conducto de la Gran Secretaria de nuestra G.L. he recibido el nombramiento de


Gran Representante de esa Provincial, ante la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba
con que me habéis honrado.

Agradezco infinito (sic) la distinción y os doy las más expresivas (sic) gracias.

Podéis estar seguro de que trataré de cumplir con los deberes de mi cargo con arreglo a
la Constitución y Reglamento de nuestra Orden.

Os saludo fraternalmente,

Eugenio Armadiz

M.M.[21]

Adelantándose a la sugerencia que le había hecho Aurelio Almeida en mayo de 1884,


Palmer no dejó que pasaran seis meses para convocar a los miembros de la GLPPR a una
asamblea en la que les solicitó la autorización para pedir a la GLUCIC la sesión del
territorio de Puerto Rico. El 29 de marzo de 1885, se verificó este significativo evento.

A propuesta del Muy Honorable Gran Maestro, y en virtud de varias razones en su apoyo,
se tomó en consideración la suplicatoria a la Muy Respetable Gran Logia Unida de Colón
e Isla de Cuba, para la cesión de este territorio y declaración de nuestra Soberanía.
Adhirióse (sic) a esta proposición el Venerable hermano Ruiz Quiñones, exponiendo
algunos hechos históricos que justifican esta petición, y se acordó, por unanimidad,
autorizar al Muy Honorable Gran Maestro Provincial, para formular, en su día, dicha
súplica, y dar los pasos conducentes al mejor éxito del expresado objeto.[22]

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Haciendo uso de la autoridad que le otorgara la matrícula de la GLPPR, el gran maestro
provincial elevó su petición a la GLUCIC el 4 de junio de 1885. En esa instancia, expresó
abiertamente su interés en obtener, no sólo la cesión del territorio, sino además el
endoso de la masonería cubana para lograr el reconocimiento de otras grandes
jurisdicciones alrededor del mundo, a los fines de contar con un arma poderosa en la
defensa de su reclamo de soberanía.

Si tenemos la suerte de que las razones y los móviles que nos impulsan a formular esta
petición, sean debidamente apreciados por los miembros que componen esa alta
Cámara y, por tanto, mereciere favorable acogida, no dudamos de que a tan señalada
prueba de generosidad, se unirá la recomendación eficaz de nuestra naciente
Obediencia, a todas las Grandes Logias y Poderes masónicos que reconocen a la Unida, y
con ellas llevan relaciones amistosas. Será éste, no dudarlo un poderoso medio para
oponernos a la invasión que anteriormente hemos señalado, porque afianzará nuestra
existencia con el reconocimiento de la mayoría de las Potencias del Orbe, y mostrará la
debilidad y sin razón de los que, desconociendo la historia de la Masonería de Colón,
pretenden hacerle frente con especiosos argumentos que se derivan de divisiones
geográficas y políticas de todo punto ajenas a nuestra Orden.

Esa recomendación que impetramos, tiene a nuestros ojos tanto valor como la
declaratoria de cesión q. motiva esta demanda; sin ella, no podríamos dar seguro paso
en la senda que intentamos recorrer; sin ella, las dificultades, no diremos insuperables,
porque la constancia todo lo vence, pero si retardatrices de nuestras aspiraciones, nos
obligarían a distraer nuestras fuerzas, que empleadas en los trabajos de propaganda en
este país, nos permitirían en breve tiempo presentar al mundo masónico un Poder,
pequeño en extensión, pero grande por sus condiciones de vitalidad y su celo en la
prosecución de los altos fines que la Masonería universal se propone.[23]

Sometida la petición y manifiesta la estrategia de relaciones exteriores que posicionaría


la identidad propia de la masonería puertorriqueña a nivel internacional, la GLPPR
recurrió, al igual que en el pasado lo hizo la logia “Adelphia”, al uso de la prensa como
mecanismo para el intercambio de información con el exterior.

A finales de 1884, Antonio Ruiz Quiñones había fundado la revista La Logia, la cual
eventualmente se convertiría en órgano oficial de la GLPPR primero, y luego de la
GLSPR.[24] En su edición del 1 de julio de 1885, se publicaba no sólo la información sobre
obras de caridad de las logias masónicas de Puerto Rico a la que hizo referencia Ruiz
Quiñones en su ya citado discurso de septiembre ese mismo año, sino que además
publicó un artículo en el que se incluyeron varias páginas de reseña de las actividades
filantrópicas de la masonería en varios países; y también la noticia de que en una de las
sesiones de la GLPPR se leyó “una comunicación de la Muy Respetable Gran Logia de los
E.E. Unidos de Venezuela, sobre socorro a la viuda de un hermano, y la Cámara acordó la
concesión de $15 del fondo de Beneficencia”.[25]

El 12 de julio de 1885, en la Tercera Reunión de la Sesión Trimestral de la GLUCIC:

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Se leyó el informe de la Comisión de Relaciones Exteriores, sobre la solicitud de cesión
del territorio, leída en la reunión anterior, que dirigió a esta Alta Cámara la Gran Logia
Provincial de Puerto-Rico (sic) a nombre de las Logias de aquella Isla. La Comisión, que
en principio acepta la idea de la cesión, propone que para discutirla se convocara a una
sesión extraordinaria.

Después de detenida discusión, en que terciaron los hermanos García Montes, Soler,
Bonachea y Soloni, por mayoría se desestimó el informe de la Comisión.

Propuso el Venerable Hermano García Montes, que desde luego se acordara ceder el
territorio de Puerto-Rico a la Gran Logia Independiente que allí intentan fundar; y
después de amplia discusión en que tomaron parte García Montes, Soloni, Casariego,
Gassamans, el Muy Respetable Gran Maestro y Fernández Pellón; por unanimidad se
acordó ceder el territorio de Puerto-Rico (sic) a la Gran Logia que han de fundar todas las
Logias de aquella Isla, dependientes hoy de esta Alta Cámara.[26]

Cabe destacar que la razón por la que se desestimó el informe de la Comisión de


Relaciones Exteriores de la GLUCIC durante la consideración de la petición fue que sus
miembros entendían que la cesión de territorio no podía efectuarse sin enmendar la
Constitución del organismo;[27] posición con la que no concurrió la asamblea,
procediendo a aprobar por unanimidad la petición hecha por Palmer a nombre de la
GLPPR.

Tres días después de la mencionada asamblea, el gran secretario de la GLUCIC, José F.


Pellón, le notificaba a sus hermanos en Puerto Rico la decisión tomada por la
organización, y les dejaba saber que, hasta que se constituyera la nueva gran logia, la
obediencia cubana mantendría su jurisdicción sobre la masonería borincana, para
garantizar que el territorio estuviese siempre ocupado “por una Potencia regular de
Masonería Simbólica”.[28]

Y utilizando un lenguaje que debió resonar como música agradable en los oídos de
Palmer, Pellón le comunicó que: “Constituida la Gran Logia de Puerto-Rico (sic),
tendremos gran placer en darle eficaz apoyo cerca de los Altos Cuerpos Masónicos de
nuestra relación; y a ese objeto podéis enviarnos la circular que les dirigiréis, para
remitírsela nosotros con fraternal recomendación.”[29]

El órgano oficial de la GLPPR publicó en su edición del 1 de agosto de 1885 la ya citada


notificación que sobre el particular emitiera el gran secretario de la GLUCIC el 15 de julio
del mismo año,[30] con una nota de la Redacción que rezaba:

Ultima Hora

Por Vapor de Cuba llegado aquí el 29 del pasado, ha recibido el Muy Honorable Gran
Maestro Provincial, la siguiente comunicación del Gran Secretario de la Gran Logia Unida
de Colón e Isla de Cuna, sobre Cesión de este Territorio Masónico.

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Compaginado ya el presente número, nos vemos obligados a conformarnos con la
inserción del despacho, aplazando todo comentario sobre este hecho importante, para
el 15 de los corrientes. Nuestra enhorabuena a los masones de Puerto Rico.[31]

Tal y como lo prometiera a sus lectores, Ruiz Quiñones dedicó las dos primeras páginas
de la siguiente edición a analizar el impacto de la decisión tomada por la GLUCIC. En una
parte de su editorial, sostuvo lo siguiente:

Tal concesión, que venía preparándose hace algún tiempo, cambia por completo la faz
de la Masonería borincana, puesto que de ahora en adelante entra de lleno en el
armonioso conjunto de los Cuerpos Simbólicos autonómicos o mejor, independientes de
los llamados Grandes Orientes y Supremos Consejos, siguiendo el ejemplo de los
Talleres establecidos en la Unión Americana, Sevilla, México, Perú, etc., que representan
en nuestra Orden la idea descentralizadora, nacida al calor del Convento de Lausanne,
que ha impreso nueva marcha a la Institución masónica….

Bajo tan bellos auspicios nacemos a la vida, y protegidos por la fuerte égida de nuestra
cariñosa madre la respetable Gran Logia Unida, podemos contar, desde luego, con el
reconocimiento de las 76 Potencias masónicas, en relación con la mencionada Gran
Logia. Ahora bien; si tenemos en cuenta que en el Globo existen 125 poderes masónicos,
de ahí se desprende que nuestra Gran Logia Madre y por tanto esta de Puerto-Rico (sic),
protegidas están por cerca de las dos terceras partes de la totalidad de aquellos
poderes.[32]

Finalmente, en su edición del 1 de septiembre de 1885, La Logia incluyó en sus páginas el


acta de la GLUCIC en la que se aprobó la cesión de territorio,[33] a la vez que informaba
que se había nombrado una comisión a la que se le habían encargado “ … los
preparativos de organización, constitución e instalación de la Gran Logia Soberana de
Libres y Aceptados Masones de Puerto Rico…”.[34]

Y como parte de esos preparativos, la Gran Secretaría provincial se comunicaba por carta
el 9 de agosto de 1885 con “Pettibone Manufacturing Co.”, empresa localizada en
Cincinnatti, Ohio (Estados Unidos de América), para, luego de hacer constar al inicio de la
misiva que se establecería en Puerto Rico “…una Gran Logia Soberana e Independiente
de todo poder masónico…”, ordenar suministros “…relativos a cartas, certificados y
diplomas masónicos”.[35]

El líder de la masonería puertorriqueña quedó entonces en posición de implantar su


proyecto de crear una obediencia masónica soberana, y de obtener el reconocimiento
internacional de su Isla como país con identidad propia, y no como apéndice del imperio
español. Esto ocurrió el 23 de septiembre de 1885, cuando se fundó la Gran Logia
Soberana de Libres y Aceptados Masones de Puerto Rico. Y, trece años más tarde, de
seguro celebró junto a Luis Muñoz Rivera y a muchos otros autonomistas-masones la
concesión por parte de la Corona Española de la autonomía política para la Isla.

Referencias
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[1] José M. García Leduc, Intolerancia y heterodoxias en Puerto Rico (siglo XIX): protestantes,
masones y espiritistas-kardecianos reclaman su espacio social (cc. 1869-1898), San Juan, Isla
Negra Editores, 2009. Pág. 114.
[2] Angel G. Quintero Rivera, Conflictos de clase y política en Puerto Rico . Segunda Edición.
Río Piedras, Ediciones Huracán, 1978. Pág. 46.

[3] Para un estudio detallado de los antecedentes, incidencias e impacto del “Congreso
de Lausana”, ver: C. John Mandleberg, The Lausanne Congress of 1875”, Heredom, Vol. 6,
1997, Págs. 83-111.

[4] Juan Palacín Mejías, “Breve historia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado y de la
participación que Puerto Rico ha tenido en el mismo”, San Juan Consistory. Anuario. San
Juan Scottish Rite Bodies, 1970. Pág. 44. José González Ginorio, Las actuaciones del “Gran
Oriente Español” en el territorio de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico, San Juan, Gran
Logia Soberana de Puerto Rico, 1929. Págs. 7-8.

[5] Palacín Mejías, “Breve Historia del Rito Escocés”, Pág. 44.

[6] Dominique Soucy, Masonería y nación. Redes masónicas y políticas en la construcción


identitaria cubana (1811-1902). Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2006. Eduardo
Torres Cuevas, “Los cuerpos masónicos cubanos durante el siglo XIX”. Masonería
española y América (Actas del V symposium internacional de historia de la masonería
española, Cáceres, 16-20 junio 1991). Coordinador José A. Ferrer Benimeli. Zaragoza,
Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, 1993. Págs. 229-255.

[7] José Antonio Ayala, La masonería de obediencia española en Puerto Rico en el siglo XIX.
Murcia: Universidad de Murcia, 1991. Pág. 52. González Ginorio, Las actuaciones, Pág. 8.

[8] Héctor Soto Rivera, . Héctor Soto Rivera, “Fundación de la Gran Logia Soberana de
Puerto Rico”, Apuntes Sobre la Historia de la Masonería Puertorriqueña, Ed. Néstor
Rodríguez Escudero, Aguadilla, Resp. Logia “Sol Naciente” Num. 15, 1985, Pág. 38. Ayala,
Op. Cit., Págs. 53-54.

[9] “Tenida extraordinaria marzo 30 de 1879”, Acta, Libro de actas de la cámara del medio
de la R.L. Adelphia, Págs. 10-11.

[10] “Breve reseña histórica”, La Adelphia, Año 1, Núm. 1, 1 de julio de 1883, Pág. 4.

[11] Para la información sobre los nombres de las diferentes organismos masónicos que
componen dicho grupo de 26, ver: “Informe leído por el honorable gran maestro
provincial en la sesión inaugural de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico”, Anuario 1885
a 1888, Mayaguez, Benito A. Monge, Tip, 1888, Págs. 19-23. Ayala, Op. Cit., Págs. 44-
98.Modesto Cordero, Junto al Ara. Mayaguez, Tip Voz Escolar, circa 1920, Págs. 90-91.
Bolívar Pérez Ríos, La masonería en Puerto Rico. San Juan, Edición del autor, 2010. Págs.
175-208. Soto Rivera, Op. Cit., Págs. 38-40.

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[12] Para los detalles de dichos incidentes, ver: “Solicitud sobre sesión del territorio”,
Anuario 1885 a 1888, Págs. 4-6. Ayala, Op. Cit., Págs. 43-50, 54-59. Cordero, Op. Cit., Págs.
35-36. García Leduc, Op. Cit., Págs. 112-113. Informe presentado a la Res:. Log:.
“Conciliación” No. 335, al Or:. de Mayaguez, por el H:. Plinio aprobado por la misma, en
sesión ordinaria del 30 de enero de 1888, Mayaguez, Tip. Comercial, 1888, Págs. 14-18.

[13] “Solicitud sobre sesión del territorio”, Pág. 4.

[14] “Informe leído por el honorable gran maestro provincial”, Págs. 21-22.

[15] Ramírez Pabón, “Freemasonry in Puerto Rico”, en Ray Denslow, Freemasonry in the
Western Hemisphere, Edición del Autor, 1953, Pág. 331. Pág. 343.

[16] Hay que hacer notar que, de acuerdo a Dominique Soucy, la creación de la Gran
Logia Provincial de Santiago de Cuba fue una fórmula de consenso o premio de
consolación adoptada por los proponentes de la fusión que llevó a la creación de la
GLUCIC, ante el malestar que le producía a los masones de la referida ciudad del oriente
de Cuba el hecho de que el centro de poder de la masonería en la Antilla mayor se
trasladara a La Habana. Ver: Soucy, Op. Cit., Pág. 187. Lo cierto es que este precedente
de autonomía jurisdiccional dentro de la obediencia cubana le vino como anillo al dedo a
Palmer para su proyecto de identidad nacional masónica.

[17] Gran Logia Soberana de Puerto Rico, Documentos históricos. Facsímiles de las actas
manuscritas de los acuerdos aprobados en las asambleas constituyentes de la Gran Logia
Provincial de Puerto Rico en 1884 y de la Gran Logia Soberana de Libres y Aceptados Masones
de Puerto Rico en 1885. s/f, Págs. 2-3.

[18] “Informe leído por el gran secretario provincial en la sesión inaugural de la Gran
Logia Soberana de Puerto-Rico (sic), Anuario 1885 a 1888, Págs. 27-33.

[19] “Informe leído por el gran secretario provincial”, Pág. 29.

[20] “Acta No. 15, sesión ordinaria día 30 de enero 1885, Libro de actas de la cámara del
medio de la R.L. Adelphia, Pág. 53.

[21] Carta de Eugenio Armadiz a Santiago R. Palmer, s/f, s/p. Documentos históricos de la
Gran Logia Soberana de Puerto Rico, 1883-1903. Compilación encuadernada de minutas,
informes y correspondencia del periodo mencionado en el título. Forma parte de los
fondos documentales de la GLSPR.

[22] “Particular del acta de la sesión de la Gran Logia Provincial de Puerto-Rico (sic),
celebrada el día 29 de marzo de 1885”, Anuario 1885 a 1888, Págs. 1-2.

[23] “Solicitud sobre cesión del territorio”, Pág. 6.

[24] Para más detalles sobre esta publicación y su contenido ver: Miguel A. Pereira
Rivera, “La escuadra, el compás y la lira. Poemas publicados en la prensa masónica
puertorriqueña, 1883-1887”, Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana
12/13
y Caribeña, Vol. 5, Núm. 2, diciembre 2013-abril 2014, Págs. 107-113. Miguel A. Pereira
Rivera, “La modernidad en el periodismo masónico puertorriqueño del siglo XIX”. Acacia.
Ene-Mar 2009. Págs. 4-31.

[25] La Logia, Año I, Núm. 16, 1 de julio de 1885, Págs. 267-286, 288.

[26] “Particular del acta sobre cesión del territorio”, Anuario 1885 a 1888, Mayaguez,
Benito A. Monge, Tip, 1888, Págs. 8-9.

[27] Informe de la Comisión de Relaciones Exteriores que se cita en el extracto


precedente”, Anuario 1885 a 1888, Págs. 9-12.

[28] “Comunicación del gran secretario de la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba”,
Anuario 1885 a 1888, Págs. 13-14.

[29] “Comunicación del gran secretario de la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba”,
Anuario 1885 a 1888, Pág. 14.

[30] La Logia, Año I, Núm. 18, 1 de agosto de 1885, Págs. 343-344.

[31] La Logia, Año I, Núm. 18, 1 de agosto de 1885, Pág. 343.

[32] La Logia, Año I, Núm. 19, 15 de agosto de 1885, Págs. 345-347.

[33] La Logia, Año I, Núm. 20, 1 de septiembre de 1885, Págs. 365-369.

[34] La Logia, Año I, Núm. 20, 1 de septiembre de 1885, Pág. 375.

[35] “Carta a ‘Pettibone Manufacturing, Co’”., 9 de agosto de 1885. Documentos históricos


de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico, 1883-1903. Compilación encuadernada de
minutas, informes y correspondencia del periodo mencionado en el título. Forma parte
de los fondos documentales de la GLSPR.

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