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1 Pedro 3:7
Introducción
Cuando Isaac, hijo de Abraham y Sara, envejeció, se le oscurecieron los ojos y quedó ciego. Al no
saber cuantos años le quedaban para vivir, Isaac decidió dar a su hijo Esaú la bendición del primogénito. Esaú
y Jacob eran gemelos pero se consideraba a Esaú como el primogénito porque nació primero.
Rebeca, la esposa de Isaac, escuchó que Isaac deseaba bendecir a Esaú, así que le explicó a Jacob la
manera en que podría hurtar la bendición del primogénito. Su plan era que él usara los vestidos de su hermano
Esaú y se pusiera pieles de cabras en sus manos y cuello para aparentar el vello, como el de su hermano Esaú.
Jacob entonces hizo lo que su mamá le mandó.
Así Jacob engañó a su papá mintiendo y usando los vestidos de su hermano Esaú y cubriéndose las manos y el
cuello con pieles de cabritos. Aunque Isaac reconoció que la voz era la de su hijo Jacob, fue engañado por el
olor de los vestidos de Esaú y por las pieles de los cabritos que aparentaron el vello de Esaú. Así, bajo estas
condiciones, Isaac bendijo a Jacob. Al saberlo, Esaú se enojó muchísimo y se prometió a sí mismo que mataría
a su hermano Jacob después del fallecimiento de su papá.
Jacob entonces huyó de la ira de su hermano Esaú y se fue a casa de su tío Labán, hermano de su madre. Allá,
se enamoró de Raquel, su prima, que era la segunda hija de Labán. Después de un mes de hospedarse allí,
Jacob se puso de acuerdo con Labán en que trabajaría para él por siete años, a fin de casarse con Raquel. Los
siete años pasaron volando, porque Jacob estaba enamorado de Raquel.
Cumplidos los siete años, Labán hizo banquete para celebrar el casamiento de su hija con Jacob e invitó a todos
los varones de aquel lugar. Durante los siete años Jacob había llegado a conocer a todos ellos, su cultura y sus
costumbres. Él estaba listo para casarse con Raquel, pero aquella noche Labán llevó a la recámara de Jacob a
Lea, su primera hija, y allí consumaron su matrimonio.
Leamos ahora lo que Jacob le dijo a Labán la mañana siguiente en Génesis 29:25-28.
Después de permanecer una semana en luna de miel con Lea, Jacob se casó con Raquel, prometiendo a Labán
que trabajaría otros sietes años para él. Jacob ahora tenía dos esposas; pero, amaba más a Raquel que a Lea.
Cuando Dios vio que Jacob menospreciaba a Lea, le dio a Lea la capacidad de concebir y dar a luz a cuatro
hijos varones, uno tras otro; pero Raquel era estéril.
Al ver a su hermana mayor dar a luz cuatro veces seguidas, Raquel se llenó de celos. Leemos esto en Génesis
30:1-3.
Transición
¿Por qué discutieron Jacob y Raquel? (Permitir que los hermanos respondan)
1. Raquel se desespera porque no puede concebir. Jacob está con ella más que con Lea
porque la ama más que a ella. Sin embargo, Lea concibe vez tras vez y Raquel no puede
concebir.
2. ¿Con qué tono de voz habrá dicho Raquel a Jacob: “Dame hijos, o si no, me
muero.”?
Con un tono acusador
Culpando a Jacob
Con tanta desesperación que parecía que lo despreciaba o se burlaba de él.
3. ¿Cómo respondió Jacob?
¿Con sabiduría?
¿Comprendiendo los sentimientos de Raquel?
¿Con ternura y cariño, tratando de ayudar a Raquel en su desesperación emocional?
4. Cuando Jacob se sintió acusado por la esterilidad de Raquel, se defendió con mucha
fuerza, diciendo “¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?”
Jacob no culpó a Raquel, sino a Dios.
Si Jacob hubiera culpado a Raquel, ella hubiera contestado peor.
Me imagino que ahora el tono de voz de ambos era muy alto.
5. Raquel hace una sugerencia inmadura, que no demostraba fe en el poder de Dios.
Génesis 30:3
Por lo que leemos en Génesis 31:19 sabemos que Raquel era idólatra.
6. Como Jacob aceptó el plan de Raquel demostró que tampoco era maduro en su fe
en Dios. Ambos siguieron la costumbre de su época en vez de orar a Dios. Ellos tenían un
ejemplo que seguir. Génesis 25:21 dice que Isaac oró a Dios por Rebeca porque ella era
estéril, y Dios aceptó su oración y Rebeca concibió.
¿Cómo debía haber respondido Jacob a Raquel cuando ella dijo, “Dame hijos, o si
no, me muero?”
Según 1 Pedro 3:7, Jacob debía haber respondido sabiamente a Raquel. Leámoslo.
Lección
I. Dios quiere que el marido viva sabiamente con su esposas, dándole honor, como a vaso más
frágil y como coheredera de la gracia de la vida.
A. Este versículo, uniendo la nueva idea con lo que mencionó anteriormente desde el
versículo 1, empieza con la palabra igualmente en vez de asimismo por dos razones:
1. Porque el matrimonio es una calle de doble sentido. Dios les da instrucciones a
los dos, porque los dos requieren ser instruidos.
b. Dios no le dice al marido que se sujete a su esposa porque Dios quiere que
el marido sea el líder en el hogar. Sin embargo, para asegurar que el liderazgo
del marido sea el correcto, en Efesios 5:25-33 Dios le manda al marido que
ame a su esposa como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo hasta la
muerte por ella, v. 25.
Debe amarla como a su mismo cuerpo, v. 28
Debe amarla como a sí mismo, v. 33
B. En 1 Pedro 3:7 Dios enseña al marido que viva sabiamente con su esposa.
Dándole honor (respeto), como a vaso más frágil.
En vez de despreciarla, el marido ha de darle honor.
En vez de faltarle al respeto, el marido ha de respetarla.
El esposo tiene que vivir sabiamente con su esposa porque no es superior a ella.
C. Si el esposo no vive sabiamente con su esposa, dándole honor, sus oraciones tendrán
estorbo
1. Porque no habrá paz en casa.
2. Porque no tendrá una relación buena con su esposa, es decir, una relación:
Que anima
Que atrae
Que muestra aprecio
Que es de amor
Conclusión
¿Cómo empiezan las discusiones en la pareja? Por la falta de comunicación y de entendimiento.
¿Quién ha de prevenir las discusiones entre la pareja? Ambos, conociéndose, comprendiéndose,
sabiendo las diferencias básicas y respondiendo sabiamente de acuerdo a ellas. Pero especialmente, Dios
espera del varón sabiduría para liderar con amor a su esposa. ¿Cómo? Respondiendo sabiamente en
momentos de tensión.
Aplicación para hacer en el hogar: les propongo estudiar otra crisis familiar y cómo se resolvió. Hagan
favor de revisar en casa la historia de Elcana, Penina y Ana en 1 Samuel 1:1-23.
Platiquen entre esposos los contrastes y los aciertos de esta historia comparándola con la de Jacob, Lea y
Raquel.