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El Popol Vuh

(en lengua maya-quiché, “Libro del Consejo” o “Libro de la Comunidad”) es uno de


los textos más importantes de la literatura indígena del Nuevo Mundo. Se trata de
una recopilación que recoge narraciones míticas, legendarias e históricas, que se
supone habían perdurado -transmitidas por tradición oral hasta el momento de su
escritura- en los diversos grupos étnicos que habitaron la tierra Quiché, el territorio
de la civilización maya al sur de Guatemala y en gran parte de Mesoamérica. Escrito
en un estilo poético es también una obra magistral en términos literarios.
Parece ser que la primera versión del Popol Vuh de la que se tiene noticia fue escrita
poco después de la conquista, hacia 1550, por un indígena natural de Quiché que
aprendió a leer y escribir con los religiosos españoles. Esta versión, en lengua
quiché, pero con caracteres latinos, fue escrita para suplir la falta de un libro, muy
antiguo, que se había perdido y que contenía las tradiciones y hechos que relata
el Popol Vuh que conocemos.
Dicha versión, hoy desaparecida, permaneció oculta hasta 1701, cuando los mayas-
quichés de Santo Tomás Chichicastenango (un pueblo indígena situado a una
altitud de 1.965, en el Departamento Quiché de Guatemala) mostraron aquel libro -
celosamente guardado y que recopilaba las legendarias historias de su pueblo- a
un padre dominico español, llamado Francisco Ximénez, cura de su comunidad, al
que estimaban mucho y en el que habían depositado total confianza. Este religioso,
al darse cuenta de la extraordinaria importancia de aquel documento, realizó una
versión en dos columnas; en una trascribió el texto quiché con caracteres latinos y
en la otra su traducción al español, y quiso, de esta manera, que la gente de habla
hispana conociese la doctrina y tradiciones de aquel misterioso pueblo. Después
devolvió a sus dueños el manuscrito original que nuevamente lo ocultaron, sin que
nunca más se supiera de él. Así pues, la copia del padre Francisco Ximénez se
considera hoy en día el único manuscrito del Popol Vuh.
El mismo religioso afirmó que, cuando estaba en el curato de Santo Tomás
Chichicastenango, había tenido además noticia de otros libros distintos de varios
autores que contenían el saber del pueblo maya, las tradiciones que siempre habían
conocido y practicado, y termina diciendo, “hallé que era la doctrina que primero
mamaban con la leche y que todos ellos casi lo tienen de memoria”.

En palabras de Ramón Freire Gálvez, “el Popol Vuh es un compendio de los mitos
de la creación de todo lo existente, de los dioses del mundo visible y del inframundo,
de los héroes civilizadores que ordenan y confieren sentido al universo, del origen
remoto de las tribus que poblaron el mundo maya-quiché y, por esta razón, es el
libro mayor de su sabiduría”. Por todo ello, fue considerado por Miguel Angel
Asturias como la Biblia Americana.
Según un texto publicado por el Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco
Marroquín de Guatemala, “Los relatos mitológicos del Popol Vuh están
estrechamente relacionados con otros textos mitológicos recopilados a principios de
la época colonial, así como con muchas tradiciones orales que se conservan hasta
el presente en las comunidades indígenas de Guatemala y otras partes de
Mesoamérica. En décadas recientes se ha demostrado que también encuentran
paralelos cercanos en el arte maya clásico. En particular, las escenas pintadas
sobre la cerámica policroma del período clásico en las tierras bajas mayas
presentan figuras de dioses y escenas mitológicas relacionadas con los mitos
del Popol Vuh”.
En la primera parte del Popol Vuh –la que presento- se narra la creación del mundo
y del hombre. Como en otros muchos grandes mitos cosmogónicos un dios (o varios
dioses o seres superiores) crean primero los cielos, después la tierra, la naturaleza,
las plantas y los animales y, como feliz culminación, al hombre para que exista “una
boca que los invoque, una palabra que los alabe, un corazón que los sienta y
espere”. En el Popol Vuh, los llamados Progenitores -los Creadores y Formadores-
, al no conseguir que los animales hablasen y los alabasen, formaron al hombre,
primero del lodo y después de madera. Al salirles mal estos intentos, por fin lo
consiguieron, formando al hombre del maíz.

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