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El mensaje a Pérgamo

Pérgamo, quedó en la historia por fabricarse allí los pergaminos, donde la literatura antigua era escrita.
Al cabo de un tiempo, llegó a albergar unos doscientos mil rollos. Se convirtió en un centro de saber en
el que amontonaba conocimiento para aplicarlo y difundirlo.
Pérgamo era conocida como centro religioso, con templos dedicados a Zeus Sōtēr, Atena Niceforus,
Dionisio Categemon y Asclepio Sōtēr. Fue la primera ciudad en levantar un templo en honor al
emperador Augusto, inaugurando así el culto hacia este personaje, el cual fue la base para la persecución
cristiana.
¿EL PUNTO DE CONFLICTO? Nótese que la palabra griega sōtēr aplicada tanto a Zeus como a Asclepio
significa «salvador». En vista de su salvador Jesucristo, era imposible para los cristianos reconocer a
estos dioses como salvadores. Además, nunca podían pronunciar el lema el César es señor, porque
para ellos el título Señor estaba reservado sólo para Jesús. En lugar de los doscientos mil y pico
volúmenes en la biblioteca de Pérgamo, recurrían sólo a las Escrituras. En lugar de los numerosos
templos, no tenían ningún templo y decían que su comunión cristiana e incluso sus cuerpos físicos
servían de templo del Espíritu Santo (1 Co. 3:16; 6:19). Y en lugar de la sanidad de Asclepio, los
cristianos enseñaban que Jesús era su gran médico. En resumen, para los cristianos la vida en
Pérgamo se había vuelto casi insostenible.
Debido a que se negaban a ceder, los romanos y otros se burlaban de los cristianos a los que llamaban
«christiani», y los judíos los llamaban «nazarenos». Se los acusaba de infidelidad a Roma, de sedición,
eran humillados, perseguidos y condenados a muerte. A pesar de la persecución e incluso debido a
ella, la iglesia cristiana siguió floreciendo y aumentando en cantidad de seguidores.
En Pérgamo, los cristianos se enfrentaban a diario con las presiones de una sociedad pagana. Si se
negaban a aceptar cualquier invitación para asistir a alguna fiesta en honor de una deidad pagana, no
sólo eran marginados, sino que con toda probabilidad perdían sus puestos de trabajo y sus negocios.
La gente los llamaba parias, indignos de vivir en esta tierra. Pero para los fieles creyentes nadie está
más alto que su Señor, ninguna ley humana tiene precedencia por sobre la ley de Dios, y ninguna
enseñanza puede suplantar el evangelio.

EL PROBLEMA DE TODO CRISTIANO: 12 Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la


espada aguda de dos filos dice esto: 13 Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de
Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo
fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
Plenamente consciente de la situación en Pérgamo, Jesús dijo a los cristianos locales: «Conozco donde
vives». No se dirigía a extraños, transeúntes o viajeros, sino a residentes permanentes que habían nacido
y crecido en Pérgamo y tenían sus raíces en esa ciudad. Dios los había sacado de su ambiente pagano
para que fueran su pueblo. A pesar de las dificultades que soportaban los cristianos en Pérgamo,
permanecieron fieles a su Señor y salvador Jesucristo. Reciben alabanza por seguir fieles al nombre de
Jesús. Esta acción conlleva más que confesar su nombre; incluye vivir en armonía con las Escrituras y
caminar en las pisadas de Jesús (1 P. 2:21).
PREGUNTA: ¿Vivimos en armonía con las Escrituras y caminamos en las pisadas de Jesús, aun estando
en un mundo de tinieblas? ¿Somos luz en medio de la oscuridad? ¿Hemos permanecido fieles?
Al llevar a las autoridades romanas a imponer el culto al emperador y su subsiguiente opresión, Satanás
trató de explotar las debilidades de los miembros de la iglesia que se pudieran sentir tentados a
renunciar a su fe en Jesucristo. Los creyentes, sin embargo, se mantuvieron firmes y continuaron con su
lealtad a su maestro.
Hermanos debemos tener algo muy claro, Al vivir cerca de donde reside Satanás, los seguidores de
Jesucristo pueden esperar sufrir tanto persecución como muerte. Donde ellos viven y donde vive
Satanás resultan ser el mismo lugar, de modo que el maligno siempre está presente. Pero Jesús dijo a
sus discípulos que están en el mundo pero que no son del mundo (Jn. 17:14–18). Incluso insta a su pueblo
a llevar el mensaje redentor de salvación a todos los rincones de esta tierra perturbada. Como vencedor
ha dicho: «¡Anímense! Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33).
EL REPROCHE: 14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina
de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas
a los ídolos, y a cometer fornicación. 15 Y también tienes a los que retienen la doctrina de los
nicolaítas, la que yo aborrezco.
Jesús da a conocer su reproche: la falta de resistencia a la enseñanza y conducta falsas dentro de la
congregación. Los creyentes han tolerado a maestros que han difundido su doctrina y estilo de vida
insidiosos, y no los han expulsado de la iglesia. Su influencia se está difundiendo como células
cancerígenas en un cuerpo sano; y deben tomarse medidas radicales antes de que sea demasiado tarde.
Mientras que la iglesia de Éfeso aplicó disciplina (2:2), la de Pérgamo no lo hizo.
Jesús trae a colación la historia de Balaam y Balac que se refiere en Números 22–25.
Nos enteramos por inferencia que, después del triple fracaso de Balaam en maldecir a los israelitas, los
atrajo a cometer adulterio con mujeres madianitas, a comer carne ofrecida a ídolos, y a adorar a dioses
paganos [p 151] (véase en especial Nm. 31:16 en el contexto de Nm. 25). Las enseñanzas de Balaam no
eran tanto doctrina como práctica: caer en inmoralidad sexual con mujeres moabitas, comer alimentos
sacrificados a ídolos y el culto a dichos ídolos (Nm. 25:1–3; Sal. 106:28). Este fue el tropiezo que Balac,
siguiendo el consejo de Balaam, puso ante el pueblo de Israel para hacerlo caer en pecado.
En Pérgamo, quienes seguían las enseñanzas de Balaam constituían una trampa para los seguidores de
Cristo para que buscaran su seguridad personal mediante la participación en las prácticas de quienes se
reunían para rendir culto al emperador. Primero, sugerían que era perfectamente aceptable que los
cristianos comieran carne que se sabía que había sido sacrificada a ídolos. Los creyentes sabían que no
debían preguntar por el origen de la carne que se vendía en el mercado (1 Co. 10:25), pero que su
conciencia no debía permitirles participar en fiestas dedicadas a un ídolo si la carne se consumía en una
de las salas del templo (1 Co. 10:19–22). Luego los nicolaítas sugerían que los cristianos realizaran actos
sexuales inmorales. Sin embargo, los cristianos sabían que la ley de Dios les prohibía establecer
relaciones sexuales extramatrimoniales. Estaban muy al tanto de las numerosas prostitutas en los
recintos del templo, que los seducían con pretextos religiosos. Y por último, los seguidores de Balaam
los instaban a sacrificar animales en el culto al César. Este sacrificio, decían, sólo implicaba quemar una
parte insignificante del animal y dejar el resto para fiestas que podían disfrutar los cristianos con sus
familias y amigos. De nuevo, los seguidores de Cristo sabían que no podían adorar tanto a Cristo como
al César.
Pero estaban violando los mandamientos de Dios:
- «No tengas otros dioses además de mí» (Éx. 20:3).
- «No te inclines delante de ellos ni los adores» (Éx. 20:5).
- «No cometas adulterio» (Éx. 20:14).
De igual modo Pablo advirtió a los corintios que el cuerpo no fue creado para inmoralidad sexual sino
para el Señor, e instruyó al pueblo de Dios que no participara en sacrificios ofrecidos a ídolos (1 Co.
6:13; 10:20). Así como Dios es santo, así su pueblo debe procurar tener una conducta santa (Lv. 11:44–
45; 1 P. 1:15).
Debemos ver a Satanás actuando como el gran embustero, porque las intenciones de Balaam y de sus
seguidores y las de los nicolaítas eran idénticas: Balaam quería derrotar a los israelitas con un estilo
engañoso de vida, y los nicolaítas ingresaron a la iglesia con enseñanzas y prácticas engañosas. «Además,
los que sustentan la enseñanza de Balaam (2:14) son probablemente los mismos que los que siguen la
enseñanza de los nicolaítas».
La lección que hemos de sacar de aquí es obvia: ¡Atención a la mundanalidad entre los creyentes! No
basta con la ortodoxia. ¡También los demonios son ortodoxos! (Stgo. 2:19). Como dice Grau: “No basta
tener la verdad, si no andamos en la verdad”. Es cierto que, en aquellas circunstancias, era difícil ser
testigo de Cristo, cuando hasta el rehusar tomar parte en los festivales, los banquetes y los negocios
de los paganos –con los dioses tutelares de cada gremio de comerciantes-, significaba la marginación
social y la pérdida de empleo. Para algunos, esto era un tropiezo, y seguramente inventarían excusas
similares a las que se inventan en nuestros días: “Hay que entrar en el ambiente de ellos para
atraerlos… ya sé que los ídolos son nada… yo asisto de forma pasiva… ¿qué mejor para poder vencer
a Satanás más eficazmente, etc.?

No sabemos hasta qué punto se extendió la influencia de los nicolaítas en la iglesia, pero sí sabemos que
la iglesia era laxa en disciplina y permitía que estos antagonistas de la fe cristiana estuvieran en medio
de ellos en detrimento espiritual de los creyentes. Debido a esta laxitud, la iglesia recibió reproche y se
le dijo que se arrepintiera. Los nicolaítas y quienes habían adoptado su enseñanza y prácticas engañosas
tenían que encontrarse cara a cara con Jesús, quien vendría con la espada del Espíritu, es decir, la palabra
de Dios.
16 Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi
boca.
Los cristianos de Pérgamo tenían que arrepentirse por no haber expulsado a los nicolaítas y a sus
seguidores de en medio de ellos. Tenían que reconocer que se habían comportado mal, porque si Jesús
odiaba las obras de los nicolaítas (2:6) también su pueblo debería odiarlas. Por esto invitó a los
cristianos a que convirtieran su laxitud en vigilancia, a que impusieran disciplina espiritual y a que
expulsaran de entre ellos a los nicolaítas y a sus adherentes.
Si los destinatarios se niegan a obedecer, Jesús vendrá pronto (el griego tiene el verbo venir en tiempo
presente; ver v. 5). La venida de Cristo se refiere no a la segunda venida sino a su juicio inminente que es
rápido y seguro. Los nicolaítas no tendrían que esperar hasta la segunda venida para que Jesús hiciera
realidad su amenaza. Así como los madianitas y Balaam experimentaron el juicio de Dios durante su vida,
también los nicolaítas se encontrarían pronto con Jesús como guerrero durante su propia vida. Durante
la batalla que Israel libró contra los madianitas por orden de Dios, los israelitas mataron a Balaam (Nm.
31:1–8; Jos. 13:22)
Las buenas nuevas son que Dios hace que todas las cosas sean para el bien de quienes lo aman y sirven
(Ro. 8:28). Todos los que se vuelven al Señor y se arrepienten experimentan su amor, gracia y
misericordia. Por el contrario, repudia a todos los que lo han rechazado (2 Cr. 15:2; Is. 1:28; 65:11–12).
El Señor honra sus promesas y anula sus amenazas al pecador arrepentido. Pero cuando no hay
arrepentimiento, cumple esas amenazas.
PROMESA: 17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer
del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el
cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Después de la repetitiva exhortación a escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, el triunfador escucha
la promesa de recibir maná oculto y una piedra blanca. ¿Qué significan estos dos dones?
Por cuarenta años, el maná fue el alimento de Israel en el desierto hasta que el pueblo cruzó el Jordán y
entró a Canaán. Dios dio instrucciones a Moisés para que colocara una vasija de maná en «el arca del
pacto», y así quedó oculto a la vista (Éx. 16:32–34; Heb. 9:4). Los judíos esperaban la venida de la era
mesiánica cuando comerían el maná oculto. Los cristianos, sin embargo, reconocieron a Jesús como al
Mesías que introdujo la era mesiánica. Desde la venida de Jesús, sus seguidores siempre han comido el
maná oculto y disfrutado de sus bendiciones. Jesús se llamó a sí mismo el pan de vida y lo contrapuso
al maná que los israelitas comieron en el desierto (Jn. 6:48–49). Este pan que da vida es en realidad el
alimento espiritual y el maná oculto. Está oculto a los ojos del incrédulo pero está disponible para todos
los que ponen su fe en Cristo (Mt. 11:25; Col. 2:3; 3:3). El significado de la piedra blanca sigue siendo un
misterio que los comentaristas han intentado resolver de muchas maneras, pero las dos principales son:
 El pectoral del sumo sacerdote tenía doce piedras, cada una de las cuales tenía escrito el nombre
de una tribu (Éx. 28:21). De igual modo, siempre está en presencia de Dios una piedra blanca con
el nombre del creyente individual escrito en ella.
 - La piedra puede ser una piedra preciosa, traslúcida como el diamante, en la cual está escrito el
nombre de Cristo. El nombre de Cristo está escrito en la frente de los santos (3:12; 14:1; 22:4).53
Las dos últimas interpretaciones son las más útiles. En el contexto de Apocalipsis, la última parece ser la
más sólida y tiene apoyo en otros pasajes. El nombre de Cristo significa que los santos le pertenecen. Ya
en esta tierra, los creyentes son conocidos como cristianos, es decir, seguidores de Jesucristo, en cuyas
pisadas caminan.

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