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La revolución de
maquiavelo
El Príncipe 500 años después
Diego Sazo Muñoz
(editor)
La Revolución
de Maquiavelo
El Príncipe 500 años después
320.01 Sazo Muñoz, Diego
S La revolución de Maquiavelo. El Príncipe 500
años después / Editor: Diego Sazo Muñoz. – – Santia-
go : CAIP - UAI - RIL editores, 2013.
328 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0038-2
La revolución de Maquiavelo.
El Príncipe 500 años después
Primera edición: noviembre de 2013
ISBN 978-956-01-0038-2
Derechos reservados
Índice
Agradecimientos................................................................................... 19
Introducción
La ética política de Maquiavelo: Gloria, poder y los usos del mal...... 165
Tomás A. Chuaqui
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Ernesto Rodríguez Serra
1
Estos amores prohibidos y al mismo tiempo públicos, que se sitúan en medio
de la alta vida social, van a permanecer como figura no solo en la comedia
italiana. También la encontraremos en Miguel de Cervantes, eminentemente
en Shakespeare, en los libretos de Beaumarchais para las óperas de Mozart,
hasta terminar en las obras de Johann Strauss y en el Caballero de la rosa, de
Richard Strauss.
288
La mandrágora: cómo el engaño triunfa sobre los engaños
2
Me refiero a la capacidad que tiene la Italia católica de hacer suyo el ethos y
las divinidades de la antigüedad pagana.
289
Ernesto Rodríguez Serra
3
En la filosofía contemporánea, Giorgio Agamben ha vuelto a poner de mani-
fiesto la necesidad de lo que él llama ayudantes.
290
La mandrágora: cómo el engaño triunfa sobre los engaños
4
La mandrágora se publica solo cuatro años antes de que Lutero condene la co-
rrupción simoníaca de la Iglesia, dando inicio al proceso de Reforma religiosa.
291
Ernesto Rodríguez Serra
292
La mandrágora: cómo el engaño triunfa sobre los engaños
La buena vida
293
Ernesto Rodríguez Serra
Vivir es conocer los engaños del mundo. Este texto inicial de Maquia-
velo, que parece superficial, está en el comienzo de la tradición filosófica.
En un poema de Parménides se afirma que el hombre sabio debe conocer
la diferencia entre la verdad y las apariencias. Y si no ha probado esa per-
manente confusión y convivencia entre la aparición y la mera apariencia,
no es verdaderamente un hombre sabio. Es el lado amable y jovial del
pensar que se oculta tantas veces detrás de la gravedad filosófica.
Entre la aparición y la apariencia hay un permanente juego porque
lo verdadero está siempre apareciendo y ocultándose. En nuestros días,
la verdad como aparición y ocultamiento es central en el pensamiento
de Heidegger. Y en un sentido muy amplio, Wittgenstein entiende que
el lenguaje es un permanente juego que necesita reglas muy precisas y
sin embargo siempre cambiantes. Esa es la maestría del gran intérprete
del teatro y la música. Un texto teatral mal leído, sin el juego preciso y
cambiante del lenguaje, no solo nos aburre, sino que es casi imposible
de entender. Toda la tradición del teatro inglés es inseparable del juego
del lenguaje, como lo saben los que conocen los modos de Cervantes.
Así un violinista está permanentemente «jugando» con la partitura que
sólo así puede interpretarse fielmente. Es una lástima que en el idioma
español no se pueda decir que un actor «juega» a Shakespeare o a Mo-
zart, lo que es evidente en el inglés o el francés. Si es así, no solo la obra
filosófica o literaria tiene un juego que sólo comprendiéndolo podemos
comprender, sino que la vida humana misma es un juego. Y ese es el
sentido que ha tenido siempre el lenguaje cuando habla de una vida
bien vivida. La belleza del vivir, aunque esconda traiciones y mentiras,
tiene una dulzura que solo puede conocer el que la prueba.
Observemos la figura vital de Calímaco, artista, jugador de su pro-
pia vida. Vive como un ejemplo del hombre del Renacimiento. Irónica-
mente, en medio del esplendor y el lujo vital que lo rodea. Eso lo hace
ser amable, cariñoso con todos. Esa figura magnífica de la vida nos pa-
rece que se pierde en la modernidad, porque muy pocas veces el nuevo
millonario conoce los engaños y matices de la vida. Y confunde conocer
las cosas con tenerlas. Es un hombre que no tiene conciencia de los lí-
mites, y en consecuencia no puede gustar de su vida porque va ansioso
de la persecución de un bien a otro. Calímaco, en cambio, representa
la suprema elegancia del que sabe distinguir. Pero no se agota en esa
elegancia, no le basta con disfrutar lo que tiene, porque hay algo que lo
pone en movimiento y es la aparición de una forma inaudita, única de
belleza. Por esa promesa de felicidad, Calímaco abandona París y juega
su gozosa transgresión en las calles de Florencia.
294
La mandrágora: cómo el engaño triunfa sobre los engaños
El amor
295
Ernesto Rodríguez Serra
La comedia de enredos
Bibliografía
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L a lucha por la interpretación de Maquiavelo sigue vi-
maquiavelo
El Príncipe 500 años después
La revolución de
Escriben
ISBN 978-956-01-0038-2