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INTRODUCCIÓN
Este trabajo hace parte del proceso de investigación denominado “El cuerpo y las
subjetividades en la convivencia escolar a partir de la Constitución Política Colombiana
de 1991”, en el que se ponen en juego tres categorías: los cuerpos de los estudiantes, como
escenario de luchas por su dominio entre los propios estudiantes y la institucionalidad;
las subjetividades que se construyen en el encuentro intercultural y en tercer lugar, la
convivencia escolar o conjunto de tensiones y acomodamientos de los diferentes actores
del proceso escolar; los tres enmarcados en los cambios establecidos en la Constitución
de 1991 en tanto esquema legal que marca un nuevo histórico para la sociedad
colombiana, pues profundiza en el concepto de los derechos económicos, sociales y
políticos del ciudadano.
En este trabajo nos enfocaremos en los cambios que provocan las nuevas concepciones
de la Constitución de 1991 en la convivencia escolar. Este último tema ha adquirido
importancia en la investigación escolar de las últimas décadas, aunque desde diversas
perspectivas, en tanto se busca responder a problemáticas escolares particulares en cada
país y región, pero también a expectativas diversas de construcción societal.
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Desde la perspectiva de la dirección escolar ejercida por las autoridades educativas
nacionales, locales y escolares, la convivencia escolar es un asunto de especial atención,
al punto que la normatividad colombiana, sobre todo la producida desde la aprobación de
la Constitución de 1991, la ha tratado de manera exclusiva; tales son los casos de la ley
115 de 1994, el decreto 1860 de 1994, ley 1620 de 2013 y decreto reglamentario 1965 de
2013.
El sistema educativo es afectado por esos cambios, pues pasa de ser un sistema al servicio
de una sociedad conservadora, y por ende, de estar regido por los principios católicos, a
constituirse, con la constitución de 1991, en un instrumento de la sociedad para la
construcción de una sociedad próspera, en paz, democrática y garantista de los derechos
fundamentales de los ciudadanos.
Así, el artículo 41 de la constitución política de 1886 reza que “La educación pública será
organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica.”, en contraste, la
constitución de 1991 considera la educación como un derecho fundamental cuya
prestación será regulada por El Estado. Esto se menciona en varios artículos, pero el más
pertinente es el Artículo 67:
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La educación será gratuita en las instituciones del Estado, sin perjuicio del cobro
de derechos académicos a quienes puedan sufragarlos.
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Sin embargo, las perspectivas en las que se centran dichos estudios difieren; mientras los
estudios en Estados Unidos se enfocaron más hacia una un enfoque criminológico, en las
investigaciones de los países nórdicos se inicia en el estudio del bulling, que inicialmente
aparece como mobbing, palabra tomada de la etología que hace referencia al ataque de
un grupo de animales sobre un individuo. Por su parte, en Francia se avanza en la
perspectiva socioeducativa, recibiendo influencias de la sociología y la antropología en
al tratamiento de la violencia escolar. (di Napoli, 2016, pág. 4). Como se puede observar,
mientras el interés en Estados Unidos es abordar la problemática de violencia escolar
desde lo penal, en Europa se priorizan problemáticas escolares relacionadas con la
violencia escolar, que en algunos casos culminan en el suicidio de jóvenes y niños.
El conflicto armado que vive Colombia desde hace varias décadas, entre diferentes
actores políticos, sociales y económicos, ha dejado una gran carga de herencia violenta.
Esta ha sido un aprendizaje con dimensiones sociales, políticas y culturales de cómo
resolver diferencias mediante el uso de la fuerza privada y por fuera de la institucionalidad
del Estado. (Vizcaíno G., 2015, pág. 10) Por esto es que ese Estado, desde 1991 dotado
de un instrumento constitucional que promueve el estado social de derecho, asume, a
través de su sistema educativo, la construcción de una convivencia escolar pacífica.
La convivencia analizada desde la perspectiva del clima escolar tiene origen en las
investigaciones de los países del norte de Europa en los años 70 del siglo pasado, sin
embargo, ha trascendido a los estudios e investigaciones sobre convivencia en
Latinoamérica, sobre todo cuando se han enfocado en análisis sobre conflicto y violencia
escolar, apuntando a prevenirla y disminuirla, ya que en la actualidad ha adquirido
importancia para toda la sociedad por los altos niveles de violencia atribuidos por las
autoridades a ese segmento poblacional caracterizado por la rebeldía: la juventud. Estos
estudios se han centrado en el análisis de “ ‘problemas de convivencia’ y de violencia
escolar, a través del registro de conductas disruptivas y de acoso entre estudiantes,
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factores de riesgo, tipologías relativas a formas de maltrato entre estudiantes, perfiles,
presencia por género, por antecedentes de diverso tipo, entre otros.” (Fierro-Evans &
Carbajal-Padilla, 2019, pág. 3)
Este enfoque ha sido criticado por varios investigadores que consideran agotado, pues
reduce el tema de la convivencia al conflicto escolar, especialmente es de los estudiantes,
razón por la cual consideran que las medidas paliativas contra la violencia escolar resultad
ineficaces y manifiestan la necesidad de realizar un cambio de paradigma. (di Napoli,
2016)
Según el mismo autor, esta perspectiva corre el riesgo de identificar a los jóvenes como
agresores, delincuentes o criminales. Por eso no es casualidad que la mayoría de los
estudios hayan sido coordinados o realizados en colaboración con los respectivos
ministerios de justicia. (di Napoli, 2016)
Para el caso colombiano, esta perspectiva abarca dimensiones adicionales como: justicia
social, educación para la paz, educación en derechos humanos y particularmente en
derechos de los niños, niñas y adolescentes, entre otras. Esto tiene su explicación en la
caracterización del Estado colombiano como una Estado Social de Derecho por la
Constituyente de 1991 que incluye derechos fundamentales no contemplados en
mandatos constitucionales anteriores, tales como el derecho a la vida, a la paz, al trabajo,
a una vida digna, etc., y al darle gran importancia a los derechos de los niños, niñas y
adolescentes.
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herramientas dialógicas para enfrentar los conflictos interpersonales, entre otros. (Fierro-
Evans & Carbajal-Padilla, 2019, pág. 4)
Como ya se mencionó, es en Colombia donde más peso adquiere esta perspectiva porque
en el mandato constitucional de 1991 se amalgaman varias alternativas a varios
problemas, pero de los que interesan en este estudio sobresalen: el de la democracia para
garantizar los derechos políticos y el de la construcción de paces como alternativa al
conflicto armado que lleva varias décadas. En relación al segundo, el nuevo mandato
constitucional asigna a las instituciones educativas el papel principal en esas
construcciones, que implican pasar la página del conflicto a la convivencia dialogada y
pacífica.
Pedagogía de la convivencia
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Convivencia y contextos sociales
Varias ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología han entrado a analizar
problemas como la violencia juvenil, que emergen en el contexto escolar. Estas ciencias
contribuyen con un conjunto de perspectivas que se caracterizan por relacionar el
acontecer de los contextos socioculturales con la violencia escolar, asignándole peso
determinante a esos contextos.
Integralidad en la convivencia
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A partir de la expedición de la ley 1098 de 2006 o código de la infancia y la adolescencia,
una ley garantista de los derechos de los menores, para cuyo cumplimiento compromete
a familias, sociedad, Estado e Instituciones escolares, de salud, etc.; luego la ley1620 y
decreto reglamentario 1965 de 2013, Colombia asume como pionera en la normatización
de la convivencia escolar con altos niveles de integralidad, sobre todo cuando establece
la ruta de atención integral para la convivencia, en la que entidades, instituciones,
organizaciones y estamentos se articulan para formular y aplicar acciones de promoción,
prevención, atención y seguimiento a la convivencia.
Como se puede observar, la orientación del aprendizaje es hacia la vida en sociedad, para
que los sujetos desarrollen su actividad vital como individuos pero inmersos en espacios
y contextos que incluyen a otras personas. El aprendizaje sobre convivencia tiene sentido
si se hace en función de compartir la vida personal, familiar, cultural, política, económica.
(Vizcaíno G., 2015)
Puesto que el funcionamiento de la sociedad actual, en su gran mayoría, se rige por los
principios de la democracia, la convivencia se convierte en una dimensión de la formación
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ciudadana. Los aprendizajes sobre convivencia se orientan hacia la asimilación y
adquisición de habilidades para la vida en democracia, respeto por los otros, participación
en las formas de poder y en las decisiones que afectan su vida en comunidad. (Vizcaíno
G., 2015)
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CURRICULO PARA LA CONVIVENCIA
El concepto d currículo
Por tanto, el currículo debe abordarse no como un elemento estático, sino como elemento
dinámico, en constante cambio, pues depende de muchos factores culturales, sociales,
políticos, administrativos, económicos, etc., que lo perfilan y que se equilibran en un
proceso de encuentro de muchos compromisos.
"... las teorías curriculares son teorías sociales, no sólo porque reflejan la historia
de las sociedades en las que surgen, sino también en el sentido de que están
vinculadas con posiciones sobre el cambio social y, en particular, con el papel de
la educación en la reproducción o transformación de la sociedad" (KEMMIS, 1986.
Pág. 35 Citado por Sacristan, 2007 [1988], pág. 59)
Vista así la educación y el papel de quienes la desarrollan, los nuevos problemas que
expone el mundo globalizado exigen nuevas perspectivas educativas para enfrentarlos.
La sociedad contemporánea avanza hacia mayores niveles de socialización, por la cada
vez mayor globalización económica, cultural, social, política, etc., lo cual genera nuevos
problemas y cada vez más comunes, los que requieren el esfuerzo mancomunado de la
sociedad completa. Por tanto la sociedad en su conjunto requiere de personas con una
fuerte formación individual crítica que cuestione absolutamente todas las decisiones
políticas, culturales, económicas, etc. Este es el panorama que lleva a pensar en un
currículo para la democracia y la convivencia.
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A comienzos del siglo pasado, John Dewey ya avizoraba esta situación, lo que es una
muestra de que el problema de la educación para la democracia siempre ha estado en
pugna con las tendencias conservadoras. Dewey, en su tiempo planteaba que:
“La democracia será una farsa al menos que el individuo sea preparado para
pensar por sí mismo; para juzgar independientemente, para ser crítico, para ser
capaz de discernir las propagandas sutiles y los motivos que las inspiran.”
(Dewey, 1962 [1902], pág. 94)
“…en los últimos 100 años. Todavía se asume que el objetivo de las escuelas es
preparar para el trabajo; pese a esto continúan sumidas en la amplia y vacía
retórica de vincular la educación con democracia y con una ciudadanía
políticamente comprometida. (2014, pág. 108)
Igualmente que con la democracia, John Dewey también realizo importantes avances en
la comprensión del conflicto social y, particularmente en la escuela, haciendo un llamado
a los participantes en el proceso educativo para que abordaran el conflicto escolar como
una “experiencia” educativa, la espina dorsal de su propuesta pedagógica. (1998[1916])
El consideraba que: “En vez de considerar el problema educativo invariable y como una
tonalidad vemos términos en conflicto. Surge la contienda entre el niño y el programa;
entre la naturaleza individual y la cultura social. Esta oposición corre por debajo de
todas las demás divisiones en la teoría pedagógica.” (Dewey, 1962 [1902], pág. 24)
Este breve análisis del estado del currículo frente al papel del sistema educativo con la
democracia, la diversidad y el conflicto vislumbra un panorama poco esperanzador para
la convivencia escolar. Esta opinión se puede percibir en la siguiente cita del curricularista
mexicano Ángel Díaz Barriga: “La cultura escolar anterior no nos sirve, pero no
atinamos a construir una nueva. Tenemos, por consiguiente, una deuda histórica con el
sistema educativo y con nuestro ámbito local.” (2014, pág. 52)
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El currículo en Colombia
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elaboración de marcos generales de algunas áreas, procesos de integración, adecuación y
flexibilización curricular y la promoción del cuestionamiento de los procesos evaluación
y el programa de nuclearización educativa y, teniendo como soporte los nuevos
planteamientos de la Constitución de 1991, se formula y aprueba 1992 la Ley 115 o ley
general de educación, con base en la cual, el Ministerio de Educación plantea la necesidad
de impulsar un “currículo como práctica social” (MEN, 1994, pág. 22), consistente en
un currículo que promueva una educación en donde
Nos parece obligado realizar una cita de Grundy realizada por Gimeno Sacristan, en la
cual se propone puntualmente algunos principios a tener en cuenta para construir un
currículo que contribuya al interés emancipatorio:
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“a) Tiene que ser una práctica sustentada por la reflexión en tanto que praxis, más
que entenderse como un plan que es preciso cumplementar, pues se construye a
través de una interacción entre el reflexionar y el actuar, dentro de un proceso
circular que comprende la planificación, la acción y la evaluación, todo ello
integrado en una espiral de investigación-acción.
El mismo investigador Grundy propone “un modelo democrático que puede resolver el
compromiso entre las necesidades mínimas de regulación y la autonomía de las partes”.
(Sacristan, 2007 [1988], pág. 145)
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los colombianos y, en esa línea, se han expedido la ley 1620 de 2013 y su decreto
reglamentario 1965 del mismo año, normas orientadas a la garantía del derecho a una
sana convivencia escolar, con amplia participación de todos los estamentos de la
comunidad educativa, pero siempre en función de los derechos de los estudiantes.
Existen en el modelo dos componentes adicionales que son implícitos; son las imágenes
y procedimientos. Las primeras especifican lo deseable sin especificar por qué o de qué
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manera es deseable. Por su parte, los procedimientos especifican cursos de acción o
decisión que son deseables sin especificar por qué o de qué manera son deseables
(Walker, 1971, pág. 56)
Este modelo ofrece una ventaja adicional sobre el clásico, es la posibilidad de cambiar
cualquiera de sus componentes en la medida en que aparezcan tendencias conflictivas;
esto es posible porque no es genera un diseño definitivo basado en objetivos prescritos
desde arriba, sino que se basa en tendencias establecidas por los participantes. (Walker,
1971, pág. 57)
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REFERENCIAS
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Del Rey, R., Casas, J., & Ortega Ruiz, R. (2017). Desarrollo y validación de la Escala de
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http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=64750138005
Diaz Barriga, A. (2014). Currículum: entre utopia y realidad. Buenos Aires, Argentina:
Amorrortu Editores.
Fierro-Evans, C., & Carbajal-Padilla, P. (2019). Convivencia escolar: Una revisión del
concepto. Psicoperspectivas, individuo y sociedad(18), 1-14. Obtenido de
http://dx.doi.org/10.5027/psicoperspectivas-vol18-issue1-fulltext-1486
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Lago de Vergara, D., Aristizabal, M., Navas Rios, M. E., & Agudelo Cely, N. C. (2014).
Evolución del campo del currículo en Colombia (1970-2010). En J. M. García
Garduño, & F. Diaz Barriga, Desarrollo del currículo en América Latina (págs.
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Vizcaíno G., M. (2015). La formación para la convivencia: un reto para la gestión escolar.
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http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12242627006
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