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PSICOSIS Y ESCRITURA

“Sentí una voz y grité en francés: `¡Palabra!´. Quería hablar, pero mi voz era tan
fuerte que no podía hablar y grité: `¡Amo a todo el mundo y quiero la felicidad!. Amo a
todo el mundo. Quiero a todo el mundo.´ No sé hablar francés, pero aprenderé si hago
paseos solo.”

Vaslav Nijinsky

La psicosis según Freud

En 1923, Freud decía que: “La neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en
tanto que la psicosis es el desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el
yo y el mundo exterior”, con lo cual no sabía si realmente estaba introduciendo algo nuevo o sólo
aumentaba su acervo de fórmulas. Explica allí que ese nuevo mundo se edifica en el sentido de las
mociones de deseo del ello, y que el motivo de esta ruptura con el mundo exterior fue una grave
frustración ({ denegación} ) de un deseo por parte de la realidad, una frustración que pareció
insoportable.

Por ello puede decir poco después que: “La etiología común para el estallido de una psiconeurosis
o de una psicosis sigue siendo la frustración, el no cumplimiento de uno de aquellos deseos de la
infancia, eternamente indómitos, que tan profundas raíces tienen en nuestra organización
comandada filogenéticamente. Esa frustración siempre es, en su último fundamento, una
frustración externa.”

¿Cómo está explicando Freud todo esto? Ajustándolo a su reciente conceptualización


metapsicológica. Me refiero a su idea del aparato psíquico compuesto de un ello, un yo y un
superyó.

Hacia fines del siglo XVI y comienzos del XVII, Johannes Kepler compartía la idea heliocéntrica de
Copérnico. Explicaba las órbitas planetarias en relación a su modelo de los “sólidos perfectos”,
según el cual, entre otras cosas, las órbitas eran esféricas. Pero los cálculos de Tycho Brahe sobre
la órbita de Marte indicaban que aquella no era esférica, de modo que había que pensar en otra
posibilidad: órbitas elípticas. A partir de este “error” y su posterior corrección, surgieron las leyes
que hicieron de Kepler un pilar de la astronomía moderna. Claro, él pudo equivocarse y enmendar
su error en vida. Freud no pudo hacer lo propio. Pensó y acercó las bases para resolver un gran
número de problemas, pero tal vez debido a la complejidad de los fenómenos que estudiaba, no
pudo resolverlo todo en vida. Algo así le sucedió con respecto a las psicosis.

En los años 20 Freud lo explicaba todo con su nuevo hallazgo, que ora se imponía, ora sucumbía
al ello o al mundo exterior: el yo. Concepto complejo en la teoría freudiana. O diría más aún,
extraño. Por momentos, casi intangible porque su naturaleza es efímera, cambiante, dura lo que
una percepción que rápidamente será ubicada en el universo de lo reprimido por intolerable, o
será pasible de juicio y crítica por lo superyoico, sufriendo otros destinos.

En “El yo y el ello”, Freud dirá que: “El yo es la parte del ello alterada por la influencia directa del
mundo exterior, con una mediación de P-Cc: por así decir, es una continuación de la
diferenciación de superficies.” Y poco más adelante: “El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no
es solo una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie.” Con una nota al
pie de 1927, aprobada por Freud según sus traductores ingleses, se intenta aclarar algo más. Dice
así: “O sea que el yo deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que
parten de la superficie del cuerpo. Cabe considerarlo, entonces, como la proyección psíquica de la
superficie del cuerpo, además de representar , como se ha visto antes, la superficie del aparato
psíquico.”

Es un concepto difícil, árido, incluso confuso. Un hervidero de contenidos conscientes e


inconscientes al que hay que entender como una “esencia-cuerpo”, una “esencia-superficie” y una
“proyección psíquica de la superficie del cuerpo”. Ni parecen términos de Freud, siempre tan
riguroso a la hora de conceptualizar.

Pero volviendo al tema, esa “proyección psíquica de la superficie del cuerpo” es la que resulta
seriamente comprometida en las psicosis por los embates que sufre desde el ello. Si se me
permite, daré un salto gigantesco para plantearme una pregunta que sólo es posible formularse
después de la lectura de Lacan. Es ésta: ¿es posible que esa afirmación de Freud sea un
rudimento de lo que Lacan conceptualizó como la fundación del imaginario en el estadio del
espejo? En cualquiera de ambos momentos, la pregunta es por la psicosis. Sin duda, Lacan pudo
hacer una construcción teórica tan fundamental pues contaba con el excelente basamento, entre
otros, de la creatividad de Freud, quien llegó incluso a hacerse una pregunta clave: “¿Cuál será el
mecanismo, análogo a una represión, por cuyo intermedio el yo se desase del mundo exterior?” E
incluso por aquel entonces sugirió una respuesta, la VERLEUGNUNG (desmentida o
desconocimiento).

Si en 1923 Freud atribuía a la frustración de un deseo por parte de la realidad , la ocasión para la
psicosis, su posición en 1938 no había variado mucho. Dice en “Esquema del psicoanálisis” que:
“...la ocasión para el estallido de una psicosis es que la realidad objetiva se haya vuelto
insoportablemente dolorosa, o bien que las pulsiones hayan cobrado un refuerzo extraordinario, lo
cual, a raíz de las demandas rivales del ello y el mundo exterior, no puede menos que producir el
mismo efecto en el yo.”

Está diciendo que esto se produce por una escisión psíquica (que es en realidad una escisión del
yo), con co-existencia de dos posturas: una que toma en cuenta a la realidad y otra que se
desase de ella por influencia de lo pulsional. Pero toda esta “contradictoria”

explicación no le impide decir inmediatamente después que “...de numerosas observaciones no se


puede menos que inferir que el delirio estaba formado y listo desde largo tiempo atrás, antes de
advenir a la irrupción manifiesta.”

¿Es posible que, sin decirlo propiamente todavía, Freud estuviese intuyendo a la psicosis como
una estructura, determinante de la personalidad y explicativa del hecho de un “desasimiento”
definitivo del vínculo con el mundo exterior real (para usar su terminología)?

En un trabajo escrito unos seis meses antes, Freud no establece diferencias claras entre psicosis y
neurosis. En realidad, la interpretación que hace de distintos fenómenos lo lleva casi siempre a
una explicación que es propia de las neurosis. Dice allí que: “Este acto de nuestro paciente (se
refiere a la masturbación y a la creación de un fetiche) se nos impone como un extrañamiento
respecto de la realidad, como un proceso que tenderíamos a dejar reservado para la psicosis. Y de
hecho no es muy diverso, no obstante lo cual suspenderemos nuestro juicio, pues, tras un
abordaje más ceñido, descubrimos un distingo que no carece de importancia.” ¿Y qué descubre
allí?: ¡la regresión!. Es decir que aunque tuviese en este momento algunas “intuiciones geniales”,
Freud estaba todavía lejos de tener una conceptualización bien diferenciada para la psicosis, y
esto en sus últimos años de vida.

Vaslav Nijinsky: algunos datos biográficos

En 1888, en Kiev, Rusia (aunque hijo de padres polacos), nació el que fue uno de los más grandes
bailarines de nuestro tiempo. Nijinsky vivió una gran pobreza en su infancia aunque más tarde sus
dotes naturales para el baile le permitieron acceder a los grupos más sofisticados de la sociedad
de su época.

En 1900 ingresó a la celebérrima Escuela Imperial de Ballet del Teatro Mariinsky, ingresando
tiempo después a la compañía del mismo Teatro, que comenzó a llamarse Kirov en 1935.

En 1908 conoció a Sergei Diaghilev, personaje fundamental en su vida artística y afectiva, a la


sazón director de los famosos Ballets Rusos. Integrando esa compañía Nijinsky representó El
espectro de la rosa y Petrushka, obras que le valieron el reconocimiento mundial. Hizo también
colosales aportes como coreógrafo. Entre 1912 y 1917 compuso cuatro obras que fueron
reconstruidas por distintas compañías: La siesta de un fauno (creada sobre la partitura homónima
de Debussy en 1912), Juegos (estrenada en 1913), La consagración de la primavera (estrenada el
mismo año con una muy polémica coreografía, sobre partitura de Igor Stravinsky) y Till
Eulenspiegel (estrenada en 1917 en los Estados Unidos).

Laura Falcoff, en un artículo de EL PAIS CULTURAL, recoge distintas impresiones de quienes


conocieron al polémico bailarín:

 Jean Cocteau (entrevista del París Review, 1963)- “Ah, Nijinsky! Era un simplón, sabe,
en lo más mínimo inteligente y bastante estúpido. Era su cuerpo el que sabía, eran sus
miembros los que tenían toda la inteligencia.”

 Igor Stravinsky (aparecido en sus memorias)- “Su ignorancia de las más elementales
nociones de la música era flagrante. El pobre muchacho no sabía leer música ni tocar
ningún instrumento. Sus reacciones musicales se revelaban por frases banales o por la
repetición de lo que oía a su alrededor. Al no poder descubrir en él impresiones
personales uno se veía llevado a sospechar que de verdad no existían.” (la negrita es mía)

 Maree Rambert (discípula de Jacques-Dalcroze y asistente de Nijinsky en el montaje de la


compleja obra de Stravinsky)- “En cuanto a sus coreografías yo no vacilaría en afirmar que
fue él quien revolucionó el ballet clásico y que se adelantó en cincuenta años a su época.
Fokin fue una lógica continuación de Petipa pero Nijinsky introdujo principios
completamente nuevos.”

 Lidia Sokolova (bailarina)- “Por su apariencia física, Nijinsky era él mismo un fauno; una
criatura salvaje que había sido atrapada en la sociedad y que no se encontraba cómodo en
ella. Cuando una persona cualquiera se dirigía a él, volvía furtivamente la cabeza y
parecía que de pronto podía llega a pegarle un golpe en le estómago. Casi nunca
hablaba con nadie y parecía vivir en un plano diferente.” (la negrita es mía)

 Lady Ottoline (aristócrata y protectora de artistas)- “Realmente me había encariñado con


esta pequeña figura, con su largo, musculoso cuello, su pálida cara de calmuco y sus
manos tan expresivas y nerviosas. Siempre parecía perdido en el mundo exterior,
como si viniera de otro mundo, aunque sus poderes de observación eran
intensamente rápidos. Al entrar en una habitación veía todas las pinturas que
colgaban de las paredes antes de que hubieran pasado unos pocos minutos. Era
difícil hablar con él porque no conocía el inglés y su francés era muy vago, pero se las
arreglaba para entender a cada uno y estaba encantado, creo, de que la gente apreciara y
entendiera su serio trabajo.” (la negrita es mía)

Aproximadamente entre el 19 de enero y el 4 de marzo de 1919, durante su estadía en Saint-


Moritz, Suiza, Nijinsky escribe los cuatro cuadernos que motivan hoy esta lectura y algunas
preguntas. Aparecieron publicados por primera vez en 1934 por su esposa Rómola de Pulszky,
pero recién sesenta años después aparece esta versión completa cuya edición fue autorizada por
sus hijas Kyra y Tamara, quienes volvieron a incluir pasajes que su madre había excluido por
considerarlos obscenos.

Se refleja allí, en una forma de escritura compulsiva, todo el sufrimiento mental que le acompañó
hasta su muerte. Preguntas que le atormentaron desde muy joven –la sexualidad, la vida, la
muerte, la paternidad, el lenguaje– adquieren en sus escritos la forma de respuestas acabadas,
de certezas. La escritura de estos cuadernos, cuyo compendio en libro alcanza las doscientas
páginas, tuvo lugar en un período de producción febril, muy breve. Como para no dejar escapar la
súbita comprensión de lo que durante mucho tiempo le fue enigmático, en un apresamiento de
sentido que solo muestra la fatal caída en el delirio. Escritos de este tipo han llamado mi atención
desde hace tiempo, y hacen recordar otros casos conocidos como el de Aimée estudiado por
Lacan, y el Schreber de Freud.

Fue un psiquiatra conocido de Freud, que adhirió a sus concepciones durante un tiempo, quien
atendió a Nijinsky en Zurich. Se trataba del célebre profesor Eugen Bleuler, director del Burghölzli,
cuyo diagnóstico fue “confusión mental de naturaleza esquizofrénica, acompañada de una ligera
excitación maníaca.” Bleuler descartó la posibilidad de una internación, pero recomendó que el
matrimonio se separara para que Nijinsky se viera libre de las obligaciones familiares que lo
agobiaban. Consideró que el bailarín podía continuar con su carrera al menos por un tiempo, o
bien vivir en un sanatorio para tuberculosos donde podría seguir trabajando en sus coreografías,
al tiempo que recibiría atención psiquiátrica. Nijinsky había concurrido a la consulta acompañado
por su esposa y sus suegros y volvió con ellos ese día al hotel donde se hospedaban. Tuvo allí un
acceso de cólera que alteró a todo el mundo y luego de encerrarse durante veinticuatro horas en
su habitación, su familia llamó a la policía para obligarlo a abandonar su encierro. Un colega de
Bleuler que también había concurrido, convenció finalmente a Nijinsky de que volviera al hospital.
Estuvo dos días en el Burghölzli mientras, entre otras cosas, se examinaron los diarios de los que
no quería separarse pues deseaba publicarlos en Zurich. Finalmente el 10 de marzo, acompañado
por el doctor Fränkel (figura importantísima en sus diarios, que recuerda el lugar que ocupó
Flechsig en el delirio de Schreber) partió rumbo al sanatorio Bellevue, en Kreuzlingen. No
dispongo de otros datos biográficos que permitan aclarar si Nijinsky pasó el resto de su vida
internado en Bellevue, pero existe una biografía hecha por su esposa, que podría aportar
información interesante. Nijinsky murió en Londres, en 1950. Poco después de su partida hacia
Zurich había escrito:

“Quiero escribir sobre la partida a Zurich. Todo el mundo estaba inquieto. Yo no estaba
inquieto, pues me daba igual. Encontraba ese viaje estúpido. Iré, pues Dios así lo quiere, pero si
Dios no lo hubiera querido, me habría quedado...”

Las psicosis según Lacan

En su tesis doctoral, publicada en 1932, Lacan hace un detallado estudio histórico y conceptual de
las psicosis. Informa allí del material clínico obtenido de una paciente a quien observó durante un
año y medio y a la que en definitiva diagnostica una psicosis paranoica de autocastigo. El conocido
caso “Aimée” tiene para mí un interés particular por el hecho de que la paciente escribió. Para
decirlo más claramente, es una paciente psicótica que tiene una producción escrita, de cierto valor
literario, hecho que da lugar a algunas preguntas: ¿existe alguna relación entre la escritura y la
psicosis?; ¿en qué condiciones tiene lugar esta producción?; ¿condiciona este fenómeno la
valoración diagnóstica del paciente, o su aparición sólo puede juzgarse a partir del caso
individual? Intentaré acercar algunas respuestas a estas cuestiones, básicamente a partir de la
lectura de Lacan, haciendo la salvedad que muchas veces nos planteamos preguntas para las que
aún no tenemos respuestas.
A propósito de su tesis, rescataré sólo dos pequeños fragmentos (no analizados por Lacan en esa
obra) que podrían generalizarse para los casos de psicosis en que aparecen escritos del paciente.
Dichos pasajes son los siguientes:

a) “Las dos novelas fueron escritas por la enferma en los ocho meses que precedieron al
atentado, y ya hemos dicho en qué relación con el sentimiento de su misión y con el de la
amenaza eminente contra su hijo.

La primera está fechada en agosto-setiembre de 193... y, según la enferma, fue escrita de un


solo tirón. El conjunto del trabajo hubiera podido llevarse a cabo en un lapso no mayor de ocho
días, pero hubo una interrupción de tres semanas, de cuya causa nos ocuparemos más adelante;
la segunda fue compuesta en diciembre del mismo año, en un mes más o menos, y “en una
atmósfera de fiebre.” (la negrita es mía)

b) “En cuanto al plan, por el contrario, no hay nada preestablecido: en el momento de comenzar a
escribir, la enferma ignora adónde va a ser llevada...”

Si los escritos de un psicótico pueden informarnos acerca de su estado mental en el momento de


escribirlos, resulta muy interesante ver el punto de partida de Lacan para estudiar las psicosis: es
el sueño. Tal la propuesta en su “Introducción a la cuestión de las psicosis”. La idea de Lacan en
ese momento (1955) es algo así: Freud nos dice que el sueño dice algo del mismo modo en que
se habla.

Si el sueño es la vía regia de acceso a lo inconsciente, y nos revela su contenido del mismo modo
en el que hablamos, tenemos los elementos para concluir con la famosa fórmula de Lacan: el
inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Ahora bien, el inconsciente dice, habla, pero además, ¿escribe? Si ese fuera el caso, ¿son la
misma cosa el lenguaje y la escritura de lo inconsciente?

Lacan dice: “Ya que se trata del discurso, del discurso impreso del alienado, es manifiesto
entonces que estamos en el orden de lo simbólico.”

“Escribo todo lo que pienso. Pienso todo lo que siento. Mis sentimientos son buenos. Camino
cuando siento la caminata, hablo cuando siento lo que digo. No pienso de antemano en lo que voy
a decir. No quiero pensar en mis palabras. Mis palabras son sinceras pues no pensé en mis
palabras. No reflexioné sobre ninguna de mis palabras, por eso cometo faltas.”

Hablamos de lo simbólico, esto es, del material significante que en la psicosis adquiere una
característica particular, que es que “algunos de sus elementos se aíslan, se hacen más pesados,
adquieren un valor, una fuerza de inercia particular, se cargan de significación, de una
significación a secas”, como dice Lacan en el libro sobre las psicosis.

¿Qué parece tomar peso aquí? Un sentir, por lo demás totalmente indefinido o hasta podría
decirse plurivalente, pero que deja entrever una certeza: él siente, él es sensible, y allí radica su
fundamental diferencia con los demás. Aún así, admite que comete “faltas”.

Retomando la lectura de la “Introducción...”, vemos que Lacan remarca que lo inconsciente en


Freud no es sólo lo no-consciente, no es sólo lo reprimido, o sea aquello desconocido por el sujeto
luego de haber sido verbalizado. Dice que detrás del proceso de verbalización hay una admisión
en el sentido de lo simbólico que puede a su vez faltar. Es lo que implica el proceso de la
Verwerfung: lo rehusado en lo simbólico, reaparece en lo real. Y agrega algo muy importante:
dice que lo reprimido neurótico no está en el mismo nivel de historia en lo simbólico que lo
reprimido en la psicosis. Algo primordial en relación al ser del sujeto no entró en la simbolización,
pero no por haber sido reprimido, sino por haber sido rechazado. Lacan plantea que: “Todo parece
indicar que la psicosis no tiene prehistoria. Lo único que se encuentra es que cuando, en
condiciones especiales que deben precisarse, algo aparece en el mundo exterior que no fue
primitivamente simbolizado, el sujeto se encuentra absolutamente inerme, incapaz de hacer
funcionar la Verneinung con respecto al acontecimiento. Se produce entonces algo cuya
característica es estar absolutamente excluido del compromiso simbolizante de la neurosis.”

“Yo no tengo miedo. Sentí temor a la muerte en el precipicio. Nadie quería matarme. Caminaba
y caí en un precipicio y un árbol me retuvo. No sabía que había un árbol en el camino. Era niño y
mi padre quiso enseñarme a nadar. Me tiró al agua, donde la gente se bañaba. Caí y me deslicé
hasta el fondo. No sabía nadar, pero sentí que el aire me faltaba, entonces cerré la boca. Tenía
poco aire, pero lo guardaba pensando que si Dios así lo quería, me salvaría. Caminé derecho, no
sabía hacia dónde. Caminé y caminé y, súbitamente, sentí una claridad, bajo el agua. Comprendí
que haría pie y caminé más rápido. Llegué a una pared. La pared era derecha. No veía el cielo.
Veía el agua debajo de mí. Súbitamente sentí fuerza física y salté. Cuando salté, advertí una
cuerda. Me aferré a la cuerda y me salvé. Digo todo lo que me ocurrió. Pueden preguntarle a mi
madre, si no se olvidó de esta historia que ocurrió en un baño de hombres en Neva, en
Petersburgo. Veía a mi padre hacer volteretas y caer en el agua, pero tenía miedo. No me
gustaban las volteretas. Tenía miedo. No era más que un niño de seis o siete años y no olvidé
esa historia, por eso busco hacerle una muy buena impresión a mi pequeña, pues sé que un niño
no olvida lo que le ocurrió.”

Desde la negación inicial a la afirmación final del hecho del miedo, no vemos otra cosa sino la
confirmación de uno de los asertos de Freud: en el inconsciente no existe la negación, y es más:
cuanto más enfáticamente se niega algo, es porque su realidad es mucho más potente. Si la
psicosis no tiene prehistoria, si el delirio del sujeto alcanza aunque más no sea una pobre
sistematización en un momento de la adultez del sujeto, cuando su manifestación
deliberadamente molesta a los demás, no significa que la plenitud de un sentido no se hubiera
alcanzado hacía ya mucho tiempo. A los seis o siete años (si no se trata de una ilusión de la
memoria), Nijinsky ya tiene la certeza de que su padre quiere matarlo. Y coagula ese
descubrimiento atroz con la adjudicación a Dios-padre de la voluntad de su destino, sea cual
fuere. Es Dios quien tiene en sus manos su vida y su muerte, tal vez porque ya antes de la
posibilidad de la represión, se había instalado una forclusión. El rechazo de un significante
primordial, un nombre-del-padre, ya se había producido.

Nijinsky dice todo lo que le ocurrió, pero por escrito. No sabemos si después, en la clínica, habló
sobre su vida. Tampoco sabemos si lo comunicó verbalmente a su familia, a sus amigos. Todo lo
que sabemos es que esto lo escribió, y de manera febril, rápida, hasta que se le entumecían las
manos, hasta que le dolía la espalda. Y ocultó sus escritos todo el tiempo que pudo, sobre todo de
su esposa, porque temía que no le permitieran publicarlos.

“Lo escrito se distingue en efecto por una preeminencia del texto, en el sentido que se verá tomar
aquí a ese factor del discurso, lo cual permite ese apretamiento que a mi juicio no debe dejar al
lector otra salida que la de su entrada, la cual yo prefiero difícil”, dice Lacan en 1957. ¿Estamos
hablando del mismo tipo de escritos? En principio, la respuesta es negativa. Lacan dice preferir,
para los efectos de enseñanza que desea lograr, la palabra antes que el texto. Nijinsky no pudo
hacer lo mismo:

“Quiero escribir este libro pues quiero explicar qué es el sentimiento. Sé que mucha gente dirá
que en él sólo está mi opinión sobre el sentimiento, pero sé que no es verdad, pues esa opinión
proviene de los mandatos de Dios.”

Si uno de los textos expresa la dificultad que ello ofrece para una enseñanza, el otro muestra con
claridad palmaria cuál es su objetivo –la explicación– ¿de qué?: de un saber, pero que,
paradójicamente, no es un saber propio, –es una opinión que proviene de los mandatos de Dios.
En cierta forma, se transcribe, se copia, –febrilmente, sin parar, hasta el dolor–, el texto de otro.
Esa palabra que él no puede pronunciar, pero que escribe, ¿de qué habla? Dice Lacan: “De él, sin
duda, pero primero de un objeto diferente a los demás, de un objeto que está en la prolongación
de la dialéctica dual: les habla de algo que le habló.... A partir del momento en que el sujeto
habla hay un Otro con mayúscula. Si no, el problema de la psicosis no existiría...” No hay en este
psicótico la posibilidad de que la letra, como soporte material que el discurso toma del lenguaje,
se instituya en el nivel de la palabra. Si como dice Lacan el lenguaje preexiste a la entrada que
hace en él cada sujeto en un momento de su desarrollo, esto es, si es exigible una diacronía para
la ocurrencia de ciertos sucesos en el psiquismo, es visible la falta un elemento fundamental en la
constitución psíquica de Nijinsky. A algunos se les adivina el pensamiento, a otros se les ordena
matarse o matar, a otros el mandato es de escribir. ¿A qué obedecen exactamente estas
diferencias? No tengo la respuesta.

“Yo era una hoja de Dios. Amaba a dios pero no me gustaba rezar. No sabía qué debía hacer.
Vivía y la vida pasaba. No comprendía los negocios y no me gustaban, pero Dios me ayudaba.”

¿Era Vaslav una hoja a ser escrita? Es otra formulación de la falta, así como antes había escrito
“soy un hombre con faltas”. En esa hoja está también el papel, –papel en tanto rol a
representar–, no otro que el de amanuense de su Dios. A ese vacío en el hacer, en el vivir, que
tantas veces escribió como aburrimiento, –Nijinsky era un hombre que se aburría de todo–, viene
un Otro a colmar, con escritura.

“Reszke es un hombre que tiene relaciones, por eso le pediré que me envíe papeles polacos.
Llamo papeles a todos los papeles donde se dice el nacimiento y la ciudad de bautismo. Fui
bautizado en dos ciudades. Nací en una ciudad. Mi ciudad fue y es mi madre. Una madre no
puede decir nada. Le pido su amor. Quiero su amor. Escribo, escribo, escribo. Quiero, quiero,
quiero.”

Bautizar es poner nombre a una cosa. Es la primera escritura, la primera inscripción, el primer
significante, la primera joya del tesoro, pero una madre no puede decir nada. Otra vez, a falta de
ese significante primordial nombre-del-padre, Nijinsky no puede hacer otra cosa que escribir.

“La letra es algo que se lee. Hasta parece que se lee a raíz de la palabra misma. Se lee, y
literalmente. Pero justamente no es lo mismo leer una letra y leer. Es bien evidente que en el
discurso analítico no se trata de otra cosa, no se trata sino de lo que se lee, de lo que se lee más
allá de lo que se ha incitado al sujeto a decir, que no es tanto, como dije la última vez, decirlo
todo, sino decir cualquier cosa, sin vacilar ante las necedades que se puedan decir.” Tal vez
Vaslav quiso ser publicado para ser leído en ese más-allá de lo escrito, el inabordable Otro, que
bordó en su ser su escritura.

Bibliografia

Sigmund Freud

 Neurosis y psicosis(1924-1923), Amorrortu Editores, tomo XIX


 El yo y el ello (1923), Amorrortu Editores, tomo XIX
 Esquema del psicoanálisis(1940-1938), Amorrortu Editores, tomo XXIII
 La escisión del yo en el proceso defensivo (1940-1938), A. Eds., tomo XXIII
Jacques Lacan

 De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Editorial Siglo XXI


 Libro 3. Las psicosis, Editorial Paidós
 Libro 20. Aún, Editorial Paidós
 Escritos I, Editorial Siglo XXI

Vaslav Nijinsky

 Diarios completos, Editorial Taurus

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