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Durante muchos años la vida y el pensamiento presbiteriano han sido influidos por un
sentido de la majestad de Dios y su gobierno soberano sobre la naturaleza y todas las cosas
humanas. Entendiendo que él es quien ‘creó los cielos y la tierra’. Génesis 1, 1. A esto se ha
sumado de igual manera, un sentido de la eternidad de Dios y la brevedad y transitoriedad
de la vida humana.
Ante la sensibilidad para esas dimensiones de la realidad, se ha debido en gran parte, al uso
que han hecho los Presbiterianos de los Salmos hebreos como un medio de alabanza en la
adoración pública y privada.
Aquellos sublimes sentimientos de David y sus visiones del Dios de Israel, que es también el
"Dios de toda la tierra", se fueron introduciendo en el alma de generaciones sucesivas de
Presbiterianos, conmoviendo profundamente sus pensamientos e imaginación: por
ejemplo: Bendice, alma mía a Jehová, y bendiga mi ser su Santo nombre’. Salmo 103, 1.
Escuchemos algunas de estas estancias: "¡Oh, Señor, cuán grande es tu nombre en toda la
tierra!", "Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos",
"De eternidad a eternidad Tú eres Dios", "Mis días están en tu mano", "Jehová es la fortaleza
de mi vida; ¿de quién temeré?", "Acabamos nuestros años como un pensamiento...",
"Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría",
"Confía en Jehová, y haz bien, y habitarás en la fierra y te apacentarás de la verdad",
"Bendito el Señor Dios de Israel que sólo ha hecho maravillas", "Bendito sea su glorioso
nombre para siempre, su gloria llena toda la tierra".
Desde los días de Calvino hasta nuestros días, nadie podría cantar estas melodías sin
sentirse protegido por un sentido irresistible de la presencia del Dios viviente. Es aquí en, el
salterio, donde son proclamados, de una manera conmovedora, la majestad y el dominio
soberano de Dios, así como la aceptación amorosa del hombre y el tránsito de éste de las
sombras efímeras de su existencia al amparo de su eternidad y la seguridad y significación
de la vida humana cuando ésta está vinculada al propósito de Dios.
El creyente clama a Dios, porque está ahí presente, viviente, su obra está una y otra vez
sobre su creación y pueblo.
2. Subtema: el propósito soberano de Dios (1 Crónicas 29, 11)
Casi cada página de la Biblia nos recuerda que Dios es soberano en el otorgamiento de su
gracia. El Creador de todas las cosas ha decretado el curso total de la historia humana y ha
elegido para sí un pueblo con el cual ha hecho un pacto. Aunque la doctrina del Decreto
Divino en la predestinación y elección, de ninguna manera es una doctrina exclusiva de los
Presbiterianos, no obstante, se ha asociado estrechamente con la historia y nombre de los
Presbiterianos. Esta particular doctrina, ha sido motivo de interminables controversias. Por
tanto, es importante que la consideremos ahora, y que su significado tal como es entendido
por los Presbiterianos de hoy, sea hecho claro.
De manera muy especial, estos años tan importantes nos ofrecen una singular oportunidad
para la relación de Dios con la vida e historia humanas. El resquebrajamiento de los
principios tan conocidos respecto al progreso, y la conciencia de que la ciencia nuclear
enfrenta a la humanidad con posibilidades trágicas, todo esto, ha vigorizado de nueva
cuenta el pensamiento contemporáneo respecto a la cuestión acerca de si existe o no un
plan en el universo o si el destino ciego es el señor del universo. Por otra parte, debemos
tener en mente otros dos hechos importantes.
Que aunque los poderes del comunismo niegan la existencia de Dios, no obstante,
tienen una fe optimista en el futuro de la humanidad representada por el mundo
del proletariado. Esta fe tiene como fundamento una afirmación filosófica
relacionada con la presencia dentro del devenir de la historia, de un movimiento
inexorable e incontenible que garantizará la victoria final del comunismo.
En el otro extremo, se percibe nerviosismo e inquietud en la democracia,
especialmente, en Norteamérica. A ésta le hace falta la paz estable que nace de la
confianza de que el Dios Omnipotente está cumpliendo sus propósitos para nuestro
tiempo y que el futuro es de aquéllos cuyo interés principal es la justicia más que la
seguridad propia, y la integridad moral más que la conveniencia política.
3. Subtema: Dios en tres personas
Dios se ha revelado en la Biblia como una Trinidad; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los
Presbiterianos, en concordancia con la Iglesia Universal han sido siempre, y continúan
siendo trinitarios en su fe con respecto a Dios. Su fe ha sido que hay sólo un Dios; es trinitaria
al afirmar que hay tres personas en la Divinidad, cada una de las cuales ha cumplido y
continúa cumpliendo una función específica en la ejecución de los propósitos eternos de
Dios para el género humano.
El Padre Todopoderoso
El Padre Todopoderoso de los grandes credos cristianos, es la fuente creadora y sustentador
providente de todas las cosas que existen, visibles e invisibles. El es el Dios del Pacto con
Abraham, Isaac y Jacob y el Señor Dios de Israel, su siervo. El es el Dios y Padre que dio a su
Hijo Jesucristo para ser el Salvador del Mundo y para reconciliar todas las cosas consigo
mismo.
Recordemos aquel dicho famoso de Rosseau: "El hombre nació libre, pero por doquier vive en
cadenas". Con su doctrina extrema de la libertad y bien innato de la naturaleza humana, este escritor
francés preparó el camino para una nueva tiranía. Por otra parte, la fe cristiana parte del
reconocimiento de que existe en la naturaleza humana una tendencia inherente hacia el mal, que
se denomina pecado original, proveyendo así, el elemento necesario para tener conciencia de la
libertad humana en su más alto grado.
Los Presbiterianos siempre han dado énfasis y continúan dándolo hoy a las dos fases del pecado
humano; la una negativa, la otra positiva. El aspecto negativo ha sido formulado clásicamente en el
Catecismo Menor. La pregunta ¿qué es el pecado?, se responde así: "El pecado es la falta de
conformidad con la ley de Dios o la transgresión de ella". Por tanto, pecar, es fallar a los
requerimientos de la norma divina con respecto a la conducta humana.
El más grande pecado del hombre a través de las edades y hasta nuestros días, ha sido tener la
pretensión de ser el rival de Dios. Ha interpretado la "semejanza con Dios" no como la manifestación
del amor perfecto que se entrega a sí mismo sino más bien, como un egocentrismo por el cual el
hombre hace de sus intereses personales el exclusivo y supremo objeto de su existencia.
Cuando estos objetivos son perseguidos como absolutos, tal como sucede en muchos casos, se
convierten en divinidades sagradas en el Panteón de un nuevo y ominoso espíritu nacionalista. Los
adoradores de estas divinidades aunque no se den cuenta de ello, son "hombres en cadenas" sujetos
con las "cadenas de sus propias voluntades férreas". Y al envanecerse de su propia libertad, estos
hombres son los esclavos abyectos de su determinación inflexible que siguen los caprichos de sus
propios deseos o los dictados de su propio orgullo, los cuales se convierten en los amos de aquéllos.
6. Subtema : Hombres libres
Una de las paradojas de la vida humana, es que el hombre experimenta la libertad, como una
fuerza positiva y creadora cuando abandona todo lo que él es y tiene y se entrega a algo superior a
él mismo y que es digno de su suprema devoción. Ese algo puede ser una idea, una causa o una
persona. Por supuesto, la calidad de vida "libre" dependerá del objeto de su devoción, pero en
cada caso la persona que es obediente y leal a alguna realidad objetiva, cualquiera que esta sea, es
un ser más poderoso que la persona cuyas acciones son determinadas por los impulsos puramente
subjetivos o por propio interés. Esta es, la razón por qué los comunistas hoy en día han llegado a
ser una fuerza formidable, mientras que, por otra parte, tantos ciudadanos de países democráticos
quienes han desarrollado un punto de vista puramente negativo de la libertad, son una fuerza
débil.
verdaderamente libre en el pleno sentido de la palabra. Solo entonces puede alcanzar la solución a
la totalidad de sus complejos problemas que son inherentes a su propia naturaleza como un ser
pecador, puesto que la verdadera libertad consiste en una completa conformidad al absoluto.
Ustedes son llamados a ser santos, escribió el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto. Si esto es
cierto, debemos tomar nuestro llamamiento con toda seriedad. Esto escuché decir a aquel
distinguido teólogo presbiteriano, James Denny, cuando solía escucharle predicar en los días de mi
niñez. Debemos sentirnos agradecidos a aquel gran anglicano, J. B. Phillips, por su paráfrasis al
traducir la palabra santidad. Los santos, dice, son "hombres y mujeres de Dios" o lo que es lo mismo,
"hombres y mujeres de Cristo". La importancia que ha conducido inevitablemente a dar énfasis a
las cualidades de vida, propia de los "electos". Personas que han tenido razones para creer que Dios
las ha hecho suyas para un propósito y a quienes a la vez, les ha dado un hondo sentido de vocación,
es natural que se esfuercen en vivir una vida digna de aquel que les ha llamado. De esa manera,
ellas llegan a ser en el mas profundo sentido de la palabra, personas entregadas; mujeres y hombres
entregados a Dios y obedientes a su voluntad.
Entrega a Dios por medio de Jesucristo ha sido un énfasis básico presbiteriano. Ser un hombre
maduro en cualquier sentido del término implica el sometimiento a algo más grande que uno
mismo. La vida sin una entrega a algo, digámoslo con toda franqueza, es indigna de un ser humano.
Es una cosa tan completamente grave vivir una vida sin entrega a algo como vivir también una vida
que no se examina a sí misma. Esto es, la vida que un gran griego afirmó que era indigna de mujeres
y hombres verdaderos. Aparte de una entrega incondicional a Dios no puede haber vida cristiana
verdadera. Esta afirmación pertenece a la esencia misma del presbiterianismo clásico.
Ellos le pertenecen a Cristo a quien le deben todo y a quien- están dispuestos a entregarle todo.
Para ellos la vida no es mera búsqueda de la felicidad ni un esfuerzo desesperado por alcanzar éxito,
ni una vehemente búsqueda de paz interior. Además, estos cristianos, no usan su religión como un
medio que les brinde una respetable condición social ni confunden su religión con aquella actitud
de contribuir para causas honorables o de beneficencia. Tampoco ellos confunden su fe con el
patriotismo. Al pertenecerle a Cristo, ellos anhelan ser semejantes a Cristo, en su propia profesión
y en cada esfera en la cual ellos se muevan. Están dispuestos a servir a la causa de Cristo en el
mundo, como miembros de la comunidad de Cristo, que es la iglesia. Por otra parte, ellos estarán
dispuestos a buscar la luz que ilumine el camino de sus responsabilidades, para ello, buscarán el
auxilio del estudio de la Biblia y la oración, así como el consejo de sus hermanos cristianos y la
sabiduría contenida en la herencia de la fe de la Iglesia.
Todo esto estarán dispuestos a hacerlo en humilde dependencia del Espíritu Santo, así como con
influjo interior de entusiasmo y con una conducta exterior firme y digna, y una dedicación
disciplinada a Cristo y a su causa. Por el hecho de que han sido "llamados a ser santos", su modo de
pensar y actuar será el de "mujeres y hombres de Cristo".