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LA PERSONALIDAD EN LA

ADULTEZ Y SENECTUD
PSICOLOGÍA DE LA ADULTEZ Y SENECTUD

5 DE OCTUBRE DE 2019
LIZETH DEL ROCIO COLACCI RODRIGUEZ
MG. María Anseli Lozada Miranda
Dedicatoria

Para mis padres y mi


familia por ser el
motivo de mis sueños y
soporte de mis anhelos

pág. 1
INDICE
RESUMEN ................................................................................................................................ 3
PALABRAS CLAVE: personalidad, senectud, teorías. ............................................................ 3
INTRODUCCION ..................................................................................................................... 4
Capítulo I: Definiciones y clasificación ..................................................................................... 6
La personalidad del adulto en contexto con el duelo ............................................................. 7
Capítulo II: Teorías de la personalidad en la adultez y senectud .............................................. 8
k. Warner scrapie ................................................................................................................... 9
Teorías sobre el envejecimiento exitoso .............................................................................. 10
Teorías parciales o específicas ............................................................................................. 12
Capítulo III: Situación actual del adulto y anciano en el Perú. ................................................ 14
Capítulo IV: Actividades de intervención psicológica para mejorar la calidad de vida del
adulto y anciano. ...................................................................................................................... 15
CONCLUSIONES ................................................................................................................... 17
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS..................................................................................... 18

pág. 2
RESUMEN

Dentro de la geriatría y gerontología el concepto de personalidad es algo complejo de

definir por todos los componentes que la integran; todo parece indicar que está

determinada por el medio ambiente, sin poder descartar a la posible influencia genética.

De esta forma, podemos entender a la personalidad como una integración, personal y

subjetiva, de ciertos rasgos (emocionales, interpersonales, experienciales y

motivacionales) que nos permiten reaccionar y adaptarnos de cierta manera ante

situaciones específicas.

Es necesario conocer el desarrollo de la personalidad, debido a esto Erikson (1950)

incluye a la edad adulta y a la vejez, por lo que propone clasificar en siete estadios el

desarrollo del yo: (1) de la confianza, (2) de autonomía, (3) de iniciativa, (4) de

laboriosidad, (5) del sentido de identidad del yo, (6) de la creatividad del yo, (7) del

sentimiento de integridad del yo. Cada uno de estos estadios representa una crisis que debe

ser dominada.

Para poder comprender la evolución o adaptación de la personalidad del adulto mayor, se

pueden citar algunas teorías que nos facilitarán este proceso: la teoría de la desvinculación

(Cumming y Henry, 1961); la pérdida del rol (Burges, 1960); la estratificación por edades

(Riley, 1972); la continuidad de la personalidad; la integración de una subcultura; la

reactancia; del etiquetado; del intercambio social (Dowd, 1980), y la teoría crítica de la

economía política (Kalish, 1979).

PALABRAS CLAVE: personalidad, senectud, teorías.

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INTRODUCCION

La personalidad social (subjetiva) del anciano va muy de la mano con los mitos alrededor

de la vejez. Dentro de ellos podemos incluir al "ageism" o "viejismo" (también conocido

como edatismo), en el cual el adulto mayor es víctima de la productividad y de una

sociedad de jóvenes (juventud = valor vital máximo y predominante) que lo rechazan hasta

llegar al punto de considerarlo inútil (úsese y tírese). La gerontofobia (miedo irracional

hacia la vejez) es producto de una sociedad "antiviejos", en la que de igual manera

predominan los jóvenes, los cuales enseñan a los niños y a las generaciones futuras a

rechazar a los viejos y les inculcan miedo a la vejez, impidiendo el acercamiento pleno a

ellos, menguando o extinguiendo con ello todos los conocimientos experienciales que

puedan o debieran brindarles. La vejez no es sinónimo de enfermedad; es parte del ciclo

vital. Así, los "años dorados" no parecen serlo tanto. Que decir de la vida y sexualidad del

viejo, en la cual se le considera específicamente como "el viejo rabo verde" o "sucio",

concepto errado de una sociedad "sexista" en la que hemos crecido, en la que al parecer, el

único objetivo es la reproducción, acto en el que el anciano no es capaz de llenar los

requisitos y, si intenta llenarlos, es calificado y clasificado como un "desviado sexual".

Se dice que la personalidad del anciano es el resultado de la personalidad del adulto más

los cambios adaptativos al medio o circunstancia que lo han rodeado durante el tiempo.

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Con la serie de mitos creados por la sociedad nos preguntamos: ¿Será la personalidad del

anciano diferente o igual a la personalidad que tuvo en su vida como adulto joven?, ¿podrá

seguir adaptándose a su medio social? Claro está que puede hacerlo y de igual manera que

cuando tenía treinta años, como es el caso de Chichester que navegó alrededor del mundo

a los sesenta y pico; como Bernard MacFadden, que se lanzó en paracaídas al río Hudson

para celebrar sus 70 años, o como Octavio Paz, que a sus 81 años sigue en plena actividad

productiva literaria: ensayos, poesía y crítica socio-política.

Sin embargo pueden existir rasgos en la personalidad, los cuales son comprendidos de una

mejor manera si nos basamos en los estudios de Havighurst (1975), quien describió ocho

tipos de personalidades en el anciano: (1) Reorganizados, (2) Integrados y centrados, (3)

Desligados con éxito, (4) Persistentes, (5) Limitados, (6) Buscadores de soporte, (7)

Apáticos y (8) Desorganizados. Cabe mencionar que ésta es una forma práctica de valorar

la personalidad, pero es necesario aclarar que no se presentan en forma casi pura; por el

contrario, caminan juntas e inclusive se interaccionan o combinan unas con otras.

Retomando lo comentado en el párrafo inicial debemos considerar que el anciano no

puede vivir separado de su medio ambiente social, ya que lo relaciona constantemente

como parte de su vida; por esto se debe tomar en consideración que es un acoplamiento

psicosocial.

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Capítulo I: Definiciones y clasificación

En este apartado se hablará de cómo la personalidad del adulto va cambiando de acuerdo a

los diferentes factores ambientales y biológicos que va teniendo durante el desarrollo de la

misma, específicamente en el momento de vivir un duelo. Conforme a las experiencias que

va adquiriendo a lo largo de la vida, comienza a formarse su temperamento, carácter,

forma de ser, de actuar, expresar y sentir. Durante la infancia, adolescencia, juventud se

van observando estos cambios en la personalidad, hasta llegar a la edad adulta, cuando ya

es poco factible modificar lo que se adquirió en estas etapas.

Al respecto Kelly (1955) dice: “Este punto es un principio básico del estudio de la

personalidad: si conocemos algo sobre otra persona, su pasado, presente y futuro se nos

revelará en alguna medida; debido a que la personalidad es estable y la identidad personal

no cambia fácilmente” sin embargo, podemos agregar que cualquier variable propuesta

debe ser verificada.

Los teóricos en la personalidad no niegan la influencia significativa de los diversos

determinantes de la conducta; más bien, tratan con su efecto en la estructura y

funcionamiento de la personalidad. Por tanto, se considera que el medio ambiente influye

en la personalidad; los determinantes biológicos afectan el funcionamiento de la

personalidad, y la herencia fija los límites del desarrollo de la personalidad.

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La personalidad del adulto en contexto con el duelo
En realidad, el término personalidad se podría decir de muchas maneras, pero lo que en sí

se quiere saber, es la esencia que en cada individuo va teniendo. La estructura de la

personalidad, durante el paso de los años, es lo que nos va a permitir afrontar diferentes

cuestiones en la vida; en este caso, en el que se habla de las pérdidas, se busca entender el

cómo va cambiando la manera de ser del adulto al tener que afrontar diferentes y drásticos

cambios en su forma de vida, al ya no seguir siendo el mismo de siempre.

Resaltamos que el adulto, el niño, el adolescente sienten de manera diferente la pérdida de

un ser querido y sufren el duelo también muy diferente. Jiménez (2006) encontró lo

siguiente: “Cada pérdida recrea una experiencia peculiar de duelo en un cierto momento,

no sólo las características individuales de los deudos como personalidad o estrategias de

afrontamiento, pueden explicar una u otra respuesta. A primera vista, el ciclo natural de

vida, es decir, a nivel biológico, de un ser administra un poderoso sentido al instante en

que ocurre su muerte. De acuerdo con las etapas básicas de nacer, crecer, reproducirse,

envejecer y morir, un adulto mayor o un anciano, así como un individuo débil o enfermo,

en el conocimiento popular ha cumplido ya con gran parte del ciclo en la medida de sus

posibilidades”.

Mc Clelland (1967) menciona: “Si miramos hacia atrás en épocas muy remotas, el hombre

ha dirigido su atención hacía sí mismo en la búsqueda de una explicación de lo que sucede

en el mundo exterior. Esto ha acontecido principalmente en tiempos de incertidumbre, de

dolor y sufrimiento, de derrumbamiento material”. Así, en el pensamiento griego, por lo

menos en el tiempo de Sócrates y Platón, mediante el razonamiento se pretendía llegar al

entendimiento y control de uno mismo, y esto, a su vez, indicaba el camino a la salvación

de un estado moral a punto del colapso.

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Hemos llegado a creer que como adultos somos ya capaces de entender muchas cosas, que

nada nos puede flaquear; pero, al contrario, no siempre se está preparado para las

diferentes cosas que se presentan, nunca se está lo suficientemente maduro para aceptar la

pérdida de un ser querido; no resulta fácil para nadie, no obstante, la personalidad de cada

individuo es la que va a establecer el cómo superar la perdida y vivir el duelo de la

persona fallecida.

Al no sentir el control de nuestros sentimientos y emociones podemos entrar en un estado

de pánico, de shock, donde no sabríamos que hacer y mucho menos como actuar. Y

aunque, tal vez la personalidad que un individuo tiene en particular se caracteriza porque

se sabe expresar muy bien, afronta retos que se le presentan de la mejor manera, el día que

tiene una pérdida familiar o de un ser muy querido no sabe ni qué decir; y, en cambio, el

individuo que es reservado y poco expresivo, al tener este tipo de experiencia podría

reaccionar de diferente manera, dejando ver sus emociones y sentimientos mucho más que

cuando se está en un estado en calma.

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Capítulo II: Teorías de la personalidad en la adultez y senectud

k. Warner scrapie

K. Warner Schaie propuso un modelo de desarrollo cognoscitivo durante todo el ciclo

vital, en etapas que marcan las formas de adquisición del conocimiento. Corresponde a la

edad adulta temprana desde la segunda etapa, siendo importante conocer la primera.

Etapa reorganizadora:

Para muchas personas esta etapa coincide con la jubilación, por lo que tendrán que

reorganizan sus vidas alrededor de actividades muchas veces no relacionadas con el

trabajo; donde existe la posibilidad de realizar actividades en las que apliquen su

experiencia y conocimientos adquiridos durante la época laboral (de 65 años en adelante).

Etapa reintegradora:

Corresponde a la edad adulta tardía, es decir, 70 años o más. Los adultos mayores deciden

concentrar su limitada energía en tareas que tienen significado para ellos, siendo éstas más

de tipo familiar y espiritual.

Etapa de creación del legado:

Se considera esta etapa en la vejez avanzada, es decir, de 80 u 85 años en adelante. La

gente mayor se prepara para morir, documentando las historias de su vida, desapegándose

de las cosas materiales y distribuyendo sus posesiones a personas que sabrán valorar y

cuidar de ellas.

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Teorías sobre el envejecimiento exitoso
En contraposición a las teorías puramente descriptivas que acentúan, ante todo, los déficits

del desarrollo, pueden estudiarse las teorías sobre el envejecimiento exitoso (p. ej.:

Havighurst y Taba, 1963). Estas teorías intentan describir los caminos que deben seguir las

personas mayores para cumplir con las exigencias de su edad y llegar a un alto grado de

satisfacción en su vida. La satisfacción vital se convierte así en el constructo psicológico

central (Baltes, 1990). Pero no existe unanimidad entre los autores sobre los procesos que

deben seguirse para lograrla. Havighurst, Neugarten y Tobin (1964) afirman que el

envejecimiento óptimo va unido a un estilo de vida activo continuado.

Las personas mayores deben prolongar todo lo posible sus actividades acostumbradas y

buscar nuevas alternativas para aquellas otras que deban interrumpir por mandato de la

edad. El postulado básico sería: la madurez y la vejez llevan psicosocialmente a una lenta

retirada (Disengagement) de la persona mayor. El motor de esa retirada puede ser la propia

persona, pero también su entorno. La retirada no necesita ser uniforme y paralela en todos

los entornos.

El posible desequilibrio puede salvarse por un nuevo cambio en las relaciones y en el

entorno. Con frecuencia, la sociedad valora positivamente este proceso, considerándolo

como un hecho biológico natural, por ejemplo, cuando las personas mayores deben ceder

su puesto de trabajo a los jóvenes.

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Baltes y Baltes (1989), siguiendo la línea conceptual del envejecimiento exitoso, han

conseguido un modelo propio del desarrollo de la edad adulta que ha dado pie hasta el

momento presente a numerosas investigaciones empíricas. El transfondo de este modelo

de la optimización con compensación lo constituye el concepto del ciclo vital con sus

ganancias, estabilidad y pérdidas en la edad madura. Vejez y éxito no son contradictorios.

La persona mayor obtiene también la posibilidad de construir activamente su vida y

regularla, según las nuevas exigencias de la edad. Rige para ello el principio de que las

capacidades descienden, por lo regular, pero según el postulado de ganancias, estabilidad y

pérdidas, la persona mayor dispone de unas reservas y recursos que pueden ser

movilizados. Existen para ello estrategias, ejercicios y aprendizajes muy valiosos, eso sí,

siempre sometidos a las limitaciones de la edad. Según estos autores, se puede conseguir

un nivel funcional estable, una autoimagen positiva y un estado satisfactorio, por medio de

tres procesos de adaptación fundamentales: la selección, la optimización y la

compensación. En concreto, Baltes y sus colaboradores (Marsiske, Lang, Baltes y Baltes,

1995) definen la selección como la reformulación de las metas de desarrollo y el

establecimiento de preferencias. Tiene dos subformas. La primera, en dirección positiva,

se dirige a la prospección, elección y formulación de metas y campos de acción. La

segunda intenta evitar lo negativo, reaccionando a las pérdidas y reformulando las metas

con niveles estandar elegidos por el propio individuo. La optimización se entiende como la

adquisición, llegado el caso, o el perfeccionamiento de medios, recursos y conductas que

ayudan a conseguir las metas previstas. La compensación se dirige a la recuperación y

mantenimiento del nivel funcional o del estatus bio-psico-social vigente hasta el momento.

Con ello se procura movilizar, sobre todo, recursos, capacidades y habilidades que han

permanecido latentes en el repertorio conductual de la persona.

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El resultado final de la interacción de estos tres procesos es un sistema de vida

satisfactorio, exitoso y activado, aún a pesar de las limitaciones obvias que impone por sí

misma la edad.

Teorías parciales o específicas

Las teorías limitadas a un campo específico suelen aparecer mejor formuladas e

investigadas. No intentan explicar el envejecimiento psicosocial en toda su extensión, sino

que se circunscriben a un campo parcial del desarrollo de la edad adulta. En la teoría de la

Common-Cause (Baltes y Lindenberger, 1997), se investigan las relaciones entre las

distintas edades y diversas funciones, porque se basan en una causa común. Lindenberger

& Baltes (1994) pudieron demostrar que, tras la introducción de funciones sensoriales

como variable mediadora entre la edad y el rendimiento cognitivo, la edad no ejercía

efecto directo alguno sobre el rendimiento cognitivo. Las diferencias individuales en las

funciones sensoriales ofrecían una covarianza del 93% con las diferencias de edad, en

relación al rendimiento cognitivo. Esto significa que, teniendo en cuenta las diferencias

individuales, en las funciones sensoriales prácticamente no existen diferencias de edad

substanciales en la capacidad del rendimiento cognitivo, lo que avalaría la hipótesis de la

“Common-Cause”.

Baltes y Lindenberger (1997) proponen la teoría de la Diferenciación, con la que no todos

los autores están de acuerdo. Según esta hipótesis, los rendimientos y resultados en las

tareas cognitivas y en los tests sensomotóricos tienden a converger con el paso de la edad.

El fundamento de todo ello se busca en la interdependencia de la psicología y la fisiología.

Esta interdependencia postula que la diferenciación neuronal de las estructuras cognitivas

corre pareja con las funciones psicológicas. Esta interdependencia psicofísica se va

debilitando en la edad adulta y los influjos de la experiencia y el entorno adquieren un

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mayor protagonismo; por tanto, ya no sería tan influyente y, en consecuencia, el desarrollo

sensomotor aparecería cada vez más independiente del cognitivo (Diferenciación).

Pero esto solo sucede hasta que llega una edad más elevada o la vejez. En estas edades

superiores, los procesos psicológicos, sobre todo, los cognitivos, vuelven a estar muy

relacionados con los procesos fisiológicos (degenerativos). En consecuencia, tiene lugar

una inflexión del desarrollo anterior (Dediferenciación). Esta hipótesis se ha visto

corroborada hasta ahora en el campo cognitivo. Las investigaciones muestran un aumento,

en consonancia con las distintas edades, de las correlaciones entre las variables cognitivas

y sensoriales (Salthouse, Hancock, Meinz & Hambrick, 1996). Mientras que la mayoría de

estos resultados se apoyaban en datos transversales, últimamente aparecen datos basados

en exámenes longitudinales con la ayuda del Seattle Longitudinal Study (Maitland,

Intrieri, Schaie y Willis, 2000) y del Victoria Longitudinal Study (Hultsch, Hertzog, Dixon

y Small, 1998). En el ámbito del desarrollo socio-emocional aparece la teoría socio-

emocional de la Selectividad (Carstensen, 1992; Baltes y Carstensen, 1999) sobre el

supuesto de que las interacciones sociales están íntimamente relacionadas con la

satisfacción subjetiva. Según esta teoría, se deben poner en marcha medidas reguladoras

para seguir aplicando con eficacia los recursos vitales de que dispone la persona. La tesis

fundamental de la teoría de la selectividad afirma que la persona debe seguir activando su

entorno social, modificándolo y adaptándolo con el paso de la edad.

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Capítulo III: Situación actual del adulto y anciano en el Perú.
En el Perú, como en otras partes del mundo, se viene registrando un incremento en la

longevidad de las personas. De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas

del Perú (UNFPA), se espera que la cantidad de adultos peruanos que tienen más de 60

años aumente de 3 millones en 2015 a 8,7 millones en 2050 (UNFPA 2015: 2).

Actualmente 3 345 552 de los habitantes del país son personas adultas mayores, lo que

equivale al 10,4% de la población total (Instituto Nacional de Estadística e Informática

(INEI) 2018: 1). Según las proyecciones demográficas estimadas, para el año 2020 se

espera que la cantidad de adultos peruanos de más de 60 años aumente a 3 593 054

personas (INEI 2018: 21).

En la última década, el Plan Nacional para las Personas Adultas Mayores ha sido el

principal instrumento de política para la población adulta mayor; su objetivo es “mejorar

su calidad de vida mediante la satisfacción integral de sus necesidades, su participación

activa, la promoción de sus derechos, e intervenciones articuladas” (Ministerio de la Mujer

y Poblaciones Vulnerables (MIMP) 2013: 5). Este documento tiene su origen en el año

2002, cuando se aprobó el primer Plan Nacional para las Personas Adultas Mayores 2002-

2006. Luego, en el año 2006, el Estado aprobó la reformulación del Plan Nacional para las

Personas Adultas Mayores 2002-2006 y, posteriormente, amplió el plazo de su vigencia

para el periodo 2006-2010 (MIMP 2013: 34). Las dificultades presentadas en el Plan

Nacional para las Personas Adultas Mayores 2006-2010 dieron lugar al desarrollo y puesta

en práctica de otras estrategias de intervención en el desarrollo del Plan Nacional para las

Personas Adultas Mayores 2013-2017 (PLANPAM 2013-2017).

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Capítulo IV: Actividades de intervención psicológica para mejorar la
calidad de vida del adulto y anciano.
Durante los últimos años, a causa del crecimiento de la población adulta, disciplinas como

psicología, medicina, gerontología, sociología, entre otras, se han preocupado por estudiar

diversas variables en esta etapa del ciclo vital y por contribuir al desarrollo de teorías e

instrumentos que permitan un acercamiento integral al adulto mayor.

Específicamente, en el caso de la psicología, se pretende que los psicólogos contribuyan

con el diseño de medidas fiables que permitan una evaluación y seguimiento de los

programas de intervención y que se preocupen por emplear estrategias que contribuyan al

cambio conductual y a la promoción y prevención de la enfermedad, optimizando el

proceso de adaptación con intervenciones que apunten a necesidades propias de la

población y del contexto familiar y social que lo rodea (Colegio Oficial de Psicólogos,

2002).

Se puede observar que la mayoría de los estudios dirigen sus objetivos a medir la eficacia

de intervenciones psicológicas en relación con la salud del adulto mayor, seguidas de

investigaciones relacionadas con los cuidadores de estas personas y de variables

psicológicas como tal.

En relación con los programas de intervención que apuntan a la mejora de la salud, se

puede afirmar que la implementación de un programa cognitivo-conductual, dirigido a

adultos mayores, influía en los cambios de variables psicológicas, como la ansiedad, la ira

y la solución de problemas en pacientes hipertensos contribuyendo a la disminución en los

niveles de presión arterial (Miguel-Tobal, Cano-Vindel, Casado & Escalona, 1994).

Dichos resultados son similares a los de otro estudio (Moreno, Contreras, Martínez, Araya;

Livacic-Rojas, & Vera-Villaroel, 2006) en el que el objetivo era evaluar el efecto de una

intervención cognitiva-conductual sobre los niveles de presión arterial en adultos mayores

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bajo tratamiento médico, y se encontró que los niveles de presión sistólica y diastólica

disminuyeron después de aplicada la intervención, y resultó eficaz el empleo de técnicas

cognitivo-conductuales (relajación y respiración, reestructuración cognitiva,

psicoeducación, etc.) para el manejo de depresión, ansiedad, estrés y hábitos conductuales

y, por ende, en la regulación de la actividad del sistema nervioso simpático.

Así mismo, en relación con el abordaje de la salud, otro de los estudios pretendió evaluar

la aplicación de un programa de intervención psicológica en pacientes con problemas

cardiovasculares, mediante la aplicación de diversas escalas (Escala de ansiedad y

depresión de Leeds, Escala de sensibilización/negación), entrevistas de evaluación y el

diseño de un programa de intervención que se basó en el empleo de técnicas de relajación

y respiración, ejercicio físico, educación y transformación de procesos cognitivos; se

obtuvo como resultado un locus de control interno mayor, más sensibilidad hacia su

enfermedad, disminución de la sintomatología depresiva y ansiosa, así como también un

aumento en la interacción con familiares. La intervención contribuyó a que los pacientes

tuvieran una mayor adherencia a la dieta, disminución en el consumo de café y tabaco y

aumentó el ejercicio físico (Garcés, Velandrino, Conesa & Ortega, 2002).

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CONCLUSIONES

El envejecimiento es un proceso inherente a la vida humana, el cual constituye una

experiencia única, heterogénea y su significado varía dependiendo de la connotación que

cada cultura haga de él. Se entiende como un fenómeno multidimensional que involucra

todas las dimensiones de la vida humana.

El envejecimiento es un proceso complejo de la vida, donde se experimentan cambios de

orden físico, psicológico y social entre otros; por lo cual, se constituye en un espacio ideal

para brindar herramientas de intervención que permitan entender el fenómeno de envejecer

y asimismo dar alternativas que promuevan la calidad de vida del adulto mayor para de

esta manera poder crear taxonomías de cuidado que permitan un mayor conocimiento y,

por ende, una mejor atención.

El envejecimiento como un problema de salud pública que afecta a toda la población

mundial representa un reto para todos los profesionales de enfermería, quienes

desempeñan un rol fundamental en el cuidado de la salud en la vejez, al encontrar adultos

mayores en todos los contextos sanitarios donde ellas se desempeñan.

La definición y posterior implementación de intervenciones de enfermería en el

envejecimiento generadas desde la investigación constituyen un reto para la disciplina y la

profesión al generar cuidados a partir de teorías que a su vez faciliten el entendimiento y

abordaje del fenómeno.

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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 Bowlby, J. (1982) La pérdida afectiva: tristeza y depresión. Madrid: Paidós.

 Duane, P., Schultz, S. y Ellen S. (2002). Teorías de la personalidad. (7ma.

Ed.). Cengage Learning. Editores.

 Freud. S. (1996). Duelo y Melancolía. México. Biblioteca Nueve.

 Jiménez. D. (2006). Experiencias en Duelo: Construcción y Narración.

Universidad Nacional Autónoma de México.

 Rando. T. (1984). Grief, dying and death: Clinical interventions for

caregivers. Champaign. Research Press Company.

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