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Desarrollo Humano Integral - DHI

Programa: Sistemas de Terapias Familiares


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Contenido general: la justicia relacional y el perdón en la terapia familiar.


Pedir perdón y perdonar se perfilan como procesos terapéuticos importantes en la
psicoterapia actual.

El perdón no ha sido considerado un objeto de estudio interesante para la psicología


hasta hace pocos años. En la última década han proliferado las investigaciones
internacionales centradas en la psicología del perdón, probablemente impulsadas por
el auge de la Psicología Positiva, que lo considera una de las fortalezas humanas
debido a sus efectos positivos sobre el bienestar y la felicidad humana. Las razones
de la desatención histórica de la psicología hacia el perdón son varias. En primer
lugar, se ha identificado el perdón como un tema religioso, que debe ser estudiado
sólo desde la teología, la moral o la filosofía, o por aquellos que tienen unas
determinadas creencias religiosas.

El perdón en la clínica

En el ámbito clínico se han propuesto distintas intervenciones diseñadas para


estimular el perdón, que tienden a centrarse en el daño de la ofensa y a dar tiempo
para que la víctima exprese sus reacciones, pensamientos y sentimientos. Todas
tienen en común el trabajo sobre los siguientes puntos:

1. Reconocer la existencia de la ofensa y su importancia. Evitar la negación de


la violación de la relación, a la vez que se evita la reacción exagerada en el sentido
contrario, magnificar el daño; este primer paso tiene como objetivo ver la ofensa con
más perspectiva (objetivarla y reducir los sentimientos de victimización innecesarios).

2. Intentar considerar el punto de vista del ofensor. Varios autores señalan que
uno no puede perdonar sin entender al agresor (Andrews, 2000). En el proceso de
perdón deben estar presentes, según Hargrave (1994) entre otros momentos el
“darse cuenta”, que permite a la víctima reconocer y modificar los patrones
destructivos que perpetúan los actos injustos, y el “entendimiento” que permite el
reconocimiento de las limitaciones del agresor sin quitarle responsabilidad. El acto del
perdón incluye la discusión de conductas lesivas anteriores y muestra patrones
relacionales alternativos. Si no hay contacto con el agresor, entonces las perspectivas
de un entendimiento genuino se reducen. El perdón no sigue siempre al
entendimiento, pero un perdón que no está basado en el entendimiento, según
Andrews (2000), está incompleto. Perdonar una acción es un acto influenciado por
nuestra capacidad de entenderlo (incluso si la ofensa no es algo que nos
imaginaríamos capaces de hacer). Para entender por qué he sido dañado, debo
entender primero el mundo del agresor. Esto es más que una estrategia para llegar al
perdón, es algo central en él.

3. Sentir empatía con el agresor. Aquellos sujetos que perdonan al agresor


tienden a mostrar altos niveles de empatía. Wade y Worthington (2003) consideran la
comprensión o el entendimiento del ofensor por parte de la víctima importante, pero

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sólo porque permite que tenga lugar el componente fundamental del
perdón: la empatía. La empatía sería, pues, un predictor crucial del grado de perdón
o no-perdón que la víctima siente hacia el ofensor. De hecho, las intervenciones que
han tenido éxito promoviendo la empatía de la víctima hacia el ofensor han ayudado
también a estas víctimas a perdonar, encontrándose correlación entre empatía y
disminución del no-perdón. Parece que el efecto facilitador que tienen las disculpas y
la expresión de arrepentimiento es el de incrementar el sentimiento de empatía en la
víctima, lo que facilita el perdón. Ver el malestar o el sufrimiento del agresor por su
acción nos ayuda a ponernos en su lugar y hacer reatribuciones más positivas (dicen
algunos autores que esto se debe a que ya le vemos pagar parte de su “condena” con
ese sufrimiento, se equilibra el daño).

4. Recordar ocasiones en las que nosotros mismos hemos sido ofensores y


nos hemos sentido agradecidos por recibir el perdón de otros.

Efectos del perdón

En general, los resultados de distintos estudios, como vamos a revisar a continuación,


sugieren que las intervenciones que promueven el perdón pueden llevar a reducir los
efectos negativos (para la salud mental) del “no-perdón” y producir incrementos en la
auto-estima y la esperanza. Los niveles de perdón correlacionan positivamente con
indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o disfunción.
Como ejemplos de investigaciones sobre el efecto del perdón en la salud mental,
Mauger et al., (1992) estudiaron los efectos del perdón a uno mismo y del perdón a
otros. Bajos niveles de perdón (de cualquiera de los dos tipos) correlacionaban con
indicadores de psicopatología del MMPI; el perdón a uno mismo se relacionaba más
fuertemente con depresión, ansiedad y baja auto-estima que el perdón a otros. Hebl
y Enright (1993) publicaron el primer estudio empírico sobre la eficacia del perdón en
la mejora de la salud mental. En su muestra de 24 mujeres mayores, altos niveles de
perdón se asociaron con altos niveles de auto-estima y bajos niveles de ansiedad o
depresión. Freedman y Enright (1996) aplicaron una intervención para estimular el
perdón en supervivientes de incesto. Las mujeres en tratamiento mostraron
disminución en las medidas de ansiedad y depresión en comparación con las mujeres
de la lista de espera.

Por otra parte, los estudios que relacionan el perdón y la salud física se han centrado
fundamentalmente en los efectos adversos de la hostilidad (como componente del no-
perdón) sobre la respuesta cardiovascular. Perdón y hostilidad suelen tener una
relación inversa. Lawler et al., (2003) controlaron los efectos del género sobre las
respuestas fisiológicas y encontraron que el perdón se podía describir como “un
cambio en el corazón”. El perdón como rasgo se asociaba con bajos niveles de presión
sanguínea, especialmente presión diastólica. El perdón como estado también se
asociaba a menores niveles de tensión arterial y de tasa cardiaca. Ser incapaz de
perdonar una ofensa específica se relacionaba con incrementos en el tono
cardiovascular y simpático. Witvliet et al. (2001) estudiaron los correlatos físicos del
perdón. Las imágenes de perdón se relacionaban con menores medidas de EMG del
músculo corrugador, conductancia de la piel, tasa cardiaca y aumento de presión en
comparación con la reacción a imágenes de no perdón. Los resultados sugieren, en
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general, que las respuestas de perdón o de no-perdón podrían tener
efectos a largo plazo sobre la salud sólo si son suficientemente frecuentes, intensas o
duraderas. Kaplan, Monroe-Blum y Blazer (1994) sugieren que el perdón puede ser
integrado en la literatura científica dentro del campo de estudio sobre estrés,
afrontamiento y salud. Varios autores proponen que el perdón puede ser considerado
una forma de afrontamiento del estrés con efectos beneficiosos sobre la salud.

Para introducir el tema del perdón en te rapia familiar y lidiar con las justicias
relacionales, me permito transcribir el interesante artículo del Dr. José Antonio García
Higuera, tomado de la página web:
http://www.psicoterapeutas.com/Tratamientos/perdon.html

Cuando nos hacen daño la reacción inmediata y lógica es ir contra quien nos lo hizo;
pero esta reacción lógica y natural tiene sus problemas. A corto plazo, tratas de
impedir que el daño continúes; pero si la acción sigue por mucho tiempo, te puedes
ver reflejado en la siguiente metáfora:

Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente. Las hay que
tienen la boca grande y hacen heridas inmensas. Una vez que te ha dejado de
morder, curar una mordedura así puede ser largo y difícil; pero cualquier herida se
cierra finalmente. Pero el problema es mucho peor si la serpiente es venenosa y, que
aunque se ha ido, te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los
venenos más comunes son el de la venganza, el del ojo por ojo y el de buscar justicia
y reparación por encima de todo. El veneno puede estar actuando durante muchos
años y, por eso, la herida no se cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu
vida pierde alegría, fuerza y energía.

Cada vez que piensas en la venganza, o la injusticia que te han hecho, la herida se
abre y duele, porque recuerdas el daño que te han hecho y el recuerdo del
sufrimiento te lleva a sentirlo de nuevo.

Sacar el veneno de tu cuerpo implica dejar de querer vengarse, en resumen, dejar de


hacer conductas destructivas hacia quien te mordió. Como te decía, solamente
pensando en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso, si quieres que la
herida se cure, has de dejar los pensamientos voluntarios de venganza hacia quien te
hizo daño.

Indudablemente tendrás que procurar que la serpiente no te vuelva a morder; pero


para eso no tendrás que matarla, basta con evitarla o aprender a defenderte de ella o
asegurarte de que lo que ha ocurrido ha sido una acción excepcional que no se
volverá a repetir.

El proceso de perdón no implica el abandono de la búsqueda de la justicia ni de dejar


de defender tus derechos, solamente se trata de no buscar en ello un desahogo
emocional, que implique que la búsqueda de la justicia se convierta en el centro de
tus acciones y que dificulte tu avance en otros de tus intereses, objetivos y valores.
Es una forma de presentar que el perdón es terapéutico, resaltando los procesos
psicológicos que subyacen y los beneficios personales que tiene ejercerlo. De esta
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forma, se ven los efectos que tiene perdonar, dejando a un lado las
connotaciones religiosas sociales, etc. que tiene la palabra perdón y que pueden
hacer difícil entender que puede ser un proceso terapéutico.

Perdonar es un elemento relativamente nuevo en la terapia, comienza a introducirse


tímidamente en los años 70; pero no es hasta los 90 cuando se empieza a considerar
una herramienta terapéutica a tener en cuenta (Wade y otros, 2008), aunque sus
efectos positivos en la persona son importantes.

Qué es el perdón

Hay consenso en considerar que perdonar consiste en un cambio de conductas


destructivas voluntarias dirigidas contra el que ha hecho el daño, por otras
constructivas. (McCullough, Worthington, y Rachal, 1997).

Algunos consideran que perdonar no solamente incluye que cesen las conductas
dirigidas contra el ofensor, sino que incluye la realización de conductas positivas
(Wade y otros, 2008). Como indica la metáfora anterior, es preciso dejar de pensar
en las conductas destructivas; pero dejar de pensar en algo voluntaria y
conscientemente lo único que consigue es incrementar su frecuencia (Wegner, 1994).
En consecuencia, para perdonar, es preciso comprometerse, por el propio interés, con
el pensamiento de querer lo mejor para esa persona, aunque sea solamente que
recapacite y no vuelva a hacer daño a nadie o deseando que le vaya bien en la vida,
etc.

Si el proceso de perdón se hace adecuadamente, se modificarán en consecuencia, los


sentimientos hacia el ofensor. Aunque algunos autores consideran que son los
sentimientos los que originan las conductas, desde la terapia de aceptación y
compromiso se parte de que los pensamientos, sentimientos, sensaciones y
emociones no condicionan obligatoriamente la conducta y que lo importante es la
modificación de la conducta, que finalmente llevará a un cambio en los pensamientos,
sentimientos, sensaciones y emociones. Por eso, perdonar no es contingente con la
reducción o cese total de los pensamientos o sentimientos “negativos”; no es un
estado afectivo o una condición emocional ni una colección de pensamientos y
sentimientos; perdonar es una conducta libremente elegida de compromiso y
determinación (Zettle y Gird, 2008).

El perdón no es un acto único que se hace en un momento dado, es un proceso


continuo que se puede ir profundizando y completando a lo largo del tiempo. Por eso
se dan varios niveles de perdón (Case, 2005) que se pueden considerar como una
serie de tareas que van completando e incrementando el proceso hasta llegar al
grado más completo de perdón. El primer paso consiste en dejar de hacer conductas
destructivas abiertas y explícitas (como cesar de buscar venganza o justicia, quejarse
a todo el mundo, etc.) o encubiertas e implícitas (como desear conscientemente mal
al agresor, rezar para que le pase algo malo, rumiar el daño que se ha recibido, etc.).
El segundo nivel es hacer conductas positivas hacia él. Completando el perdón, si hay
respuestas positivas por el perdonado, se puede llegar a restaurar la confianza en el
agresor.
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El considerar que hay distintos niveles de perdón, implica que para
entender realmente en qué consiste el perdón terapéutico y hasta donde está
dispuesto a llegar el paciente, sea necesario explicar con detalle el proceso que se va
a seguir para perdonar.

Qué no es el perdón

Debido a que perdón es una palabra muy cargada ideológicamente, proponer los
pacientes que realicen un proceso de perdón puede llevar a malos entendidos y por
ello es necesario discutir con ellos qué es y qué no es el perdón que se propone.
Algunos de los puntos que puede ser necesario aclarar son los siguientes:

El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación. Perdonar o pedir perdón son


opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. Sin
embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo, el perdón no supondrá
nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad pueda volver a
hacer daño.

El perdón no implica olvidar lo que ha pasado. El olvido es un proceso involuntario


que se irá dando, o no, en el tiempo. Solamente implica el cambio de conductas
destructivas a positivas hacia el ofensor, tal y como se ha indicado. Hay ideas
erróneas asociadas con el perdón como que si se perdona no se debe acordar o
sentirse enfadado por lo ocurrido. Recordar algo es un proceso automático que
responde a estímulos que se pueden encontrar en cualquier parte y los sentimientos
que se tienen no se pueden modificar voluntariamente, las respuestas que damos
cuando tenemos esos sentimientos si pueden llegar a ser voluntarias. El perdón no
supone justificar la ofensa que se ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho
será siempre negativa e injustificable, aunque no se busque justicia o se desee
venganza.

El perdón del que se trata tampoco supone obligatoriamente levantar la pena al


ofensor y que no sufra las consecuencias de sus actos. Para que se dé la
reconciliación es preciso que el ofensor realice una restitución del daño que ha
causado, si es posible, o cumpla la pena que la sociedad le imponga. El perdón
consiste en que el que perdona deja de buscar activamente que se haga justicia y es
parco en las consecuencias que busca y, sobre todo, no intenta obtener una descarga
emocional junto con la justicia.

Perdonar no es síntoma de debilidad, porque no se trata de dar permiso al otro para


que vuelva a hacer daño, sino que se puede perdonar cuidando de que no nos hagan
daño de nuevo.

El proceso de perdonar. Cuándo perdonar

Si el daño que se ha recibido trasciende el hecho emocional de sentirse injustamente


tratado y lo único que se va a conseguir del otro es una compensación emocional, el
perdón está plenamente indicado. También, cuando la búsqueda de la reparación se
ha convertido en el centro de la vida del ofendido o interfiere con el seguimiento de
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otros valores, el perdón le permitirá poner distancia emocional para tener
en cuenta todos los valores que está dejando de atender.

Hay que tener en cuenta que no se trata de ponerse en riesgo de que el daño se
pueda volver a repetir.

Primera etapa: análisis y reconocimiento del daño sufrido

El proceso comienza en la fase de análisis de lo ocurrido, incluyendo en ella el


reconocimiento del daño que se ha recibido. Es preciso reconocer que se ha recibido
un daño que duele, y aceptar ese dolor. Se hace de forma lo más objetiva posible, lo
que va a permitir un distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender
las motivaciones del ofensor; lo que constituye un comienzo para construir una cierta
empatía hacia el otro que está en la base del perdón. También han de analizarse con
detalle las circunstancias que han influido para llevarle a hacernos daño, porque una
atribución externa, inestable y específica del daño contribuye al perdón (Hall y
Fincham, 2006) frente a la atribución interna, estable y global que lo dificulta.

Segunda etapa: elegir la opción de perdonar

El perdón para la víctima es una buena opción en cualquier caso. La metáfora del
anzuelo que sugiere Steven Hayes, indica de forma clara cómo el no perdonar a
alguien nos coloca en una situación permanente de sufrimiento y puede ayudar en
este proceso:

Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las
entrañas haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece,
tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un
acto de justicia, que sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él
en el anzuelo, lo haremos teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y cómo
duele estar en el anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo metemos, o lo
intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el
anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros
tendremos que sacarle a él antes.

Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos
puede volver a meter en el anzuelo y si alguna vez nos juntamos, tiene que ser con la
confianza de que no nos va a volver a hacer daño.

Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una opción basada
en los valores de la persona (Hayes y otros, 1999). Hay que tener en cuenta que se
trata de valores como los define la terapia de aceptación y compromiso, es decir,
como consecuencias deseadas a muy largo plazo, y no solamente como valores
morales o éticos. Cuando hemos dejado a un lado esos valores para centrarnos en la
venganza y se le hemos dedicado tiempo y recursos, pueden estar afectadas otras
áreas de nuestra vida. Es en los valores afectados por la concentración en vengarnos
en los que tenemos que encontrar los motivos para elegir perdonar.

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Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia

El perdón no supone que se rechacen y esté mal tener sentimientos de rabia, de ira o
deseos de venganza, aunque a algunos pueda parecerles que el perdón lo implica
(Wade y otros, 2008). El problema no está en tener esos sentimientos o
pensamientos, sino en actuar dejándose llevar por ellos en contra de los valores e
intereses más importantes en ese momento (Hayes y otros, 1999). La propuesta de
la terapia de aceptación y compromiso consiste en abrirse a sentir el sufrimiento, la
rabia, la depresión y cualquier pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que
surja asociado al daño recibido, sin ninguna defensa; mientras nuestra acción sigue el
compromiso con los valores que en ese momento sean más relevantes (Hayes y
otros, 2004).

Si se ha elegido la opción del perdón, para llevarlo a cabo es preciso aceptar, en el


sentido expuesto, los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. La
aceptación es un proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que tener en
cuenta que su objetivo no es la extinción del sufrimiento, sino el compromiso con los
valores y el fortalecimiento de la acción comprometida con ellos (véase por ejemplo,
García Higuera, 2007).

Cuarta etapa: establecer estrategias para auto-protegerse

El perdón no implica la aceptación incondicional del peligro de que ocurra de nuevo el


ataque. En el análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo
los comportamientos de la víctima que han podido permitir o favorecer la ofensa
(Case, 2005). Analizando lo que ha ocurrido, la víctima se puede dar cuenta de cuáles
eran los indicios que indicaban el peligro, lo que le dará más posibilidades de evitarlo
en el futuro.

Quinta etapa: una expresión explícita de perdón

La expresión explícita del perdón es un paso importante aunque algunos pacientes


puedan pensar que es solamente simbólico y vacío de contenido. Se pueden articular
muchos ritos o maneras hacerlo. Esta acción explícita no es el final del proceso de
perdón, sino la oficialización del inicio. Hay que tener en cuenta que es preciso volver
a repetir el proceso siempre que sea necesario, ya que el ofendido no está libre de
que le aparezcan de nuevo los, pensamientos, emociones, sensaciones y sentimientos
asociados a la ofensa. Cada vez que surjan de nuevo los pensamientos, sentimientos,
sensaciones y emociones asociados a la ofensa, se tienen que repetir los pasos que
sean necesarios.

El proceso de pedir perdón

Pedir perdón es uno de los elementos fundamentales de muchas religiones


movimientos espirituales (Zettle y Gird, 2008); por ejemplo, en el cristianismo. Para
los cristianos, Cristo vino al mundo a perdonar los pecados de todos los hombres, ya
estamos perdonados por Dios y solamente hace falta pedir perdón. La petición de
perdón la ha articulado la religión católica en una serie de pasos dentro de la
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administración clásica del sacramento de la penitencia: examen de
conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor
y cumplir la penitencia. Siguiendo esta pauta, el proceso de pedir perdón comenzaría
en una primera etapa de análisis de lo que ha pasado, de las circunstancias, motivos
y emociones que han concurrido en lo el daño que hemos hecho y de los efectos que
ha causado; para pedir realmente perdón tiene que haber un arrepentimiento que
incluye un dolor por el sufrimiento causado que no puede quedar solamente en
palabras, sino que ha de articularse en acciones comprendidas en un plan concreto
que permitan que aquello no vuelva a ocurrir y que restituyan el mal realizado.

Profundizando en esta línea y dejando a un lado las connotaciones ideológicas y


religiosas del perdón, desde un punto de vista terapéutico la petición de perdón se
puede hacer siguiendo los siguientes pasos:

Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió al otro

No es obvio que el que nos ha ofendido sea plenamente consciente del daño que ha
hecho y del sufrimiento que está teniendo su víctima (Case, 2005). El proceso de
reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía, y
un establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar las
consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Esto permite al otro expresar su
sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace mientras se va
informando al otro de lo ocurrido.

Sentir de verdad el dolor del otro

Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante
al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer
sentir de verdad el dolor del otro.

Analizar su propia conducta

Para el ofensor, saber cómo y por qué hizo lo que hizo es interesante en sí mismo.
Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en
el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay montones de razones por
las que alguien decide hacer algo que causa daño, ninguna será aceptable para la
víctima. En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus actos, sino de
establecer una base para poder realizar la siguiente fase: elaborar un plan que impida
que vuelva a ocurrir (Case, 2005).

Es preciso reconocer también el papel que han jugado las circunstancias, pero no
para quitarse culpas y echárselas a otros.

Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir

Definir un plan de acción concreto para que nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con
el otro es el siguiente paso para pedir perdón. El plan puede incluir acciones dirigidas
a mejorar las debilidades propias que han propiciado el daño realizado. Todo el plan

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ha de hacerse indicando los objetivos operativos, el tiempo y los
medios que se van a dedicar a conseguirlos. No se trata de establecer solamente
buenas intenciones, las acciones han de ser concretas y se han de establecer los
tiempos y los recursos necesarios para hacerlas. En resumen, es preciso
comprometerse con llevar a cabo el plan.

Pedir perdón explícitamente al otro

Los pasos anteriores han de ser compartidos con el otro y han de comunicársele para
que la petición de perdón sea explícita y llegue al otro, mostrando que no son
palabras vanas, sino que están articuladas en un plan y en un compromiso de lucha
por la relación.

Realizar un acto simbólico en el que se pida perdón al ofendido es importante para


que el perdón quede muy claro.

Restituir el daño causado

Siempre que sea posible, es preciso restituir el daño causado. No sería de recibo pedir
perdón y quedarse con las ventajas que se han obtenido de la ofensa.

El perdón en la terapia familiar

Desde la perspectiva de la psicoterapia, el perdón es un ejercicio terapéutico hacia


uno mismo. El principal beneficiado del acto de perdonar soy yo mismo. El perdón
ayuda más a uno mismo que a la persona que nos ofendió.

También implica un cambio de conducta: dejar las conductas destructivas hacia el


ofensor por conductas constructivas. Desde el punto de vista emocional, conlleva la
modificación de los sentimientos hacia el ofensor.

El perdón es la única salida constructiva, terapéutica y efectiva a la ofensa o agravio


recibido. Optar por el perdón es la decisión más sabia ante una ofensa o agravio
recibido, pues el perdón crea el espacio para ocuparse de las heridas emocionales. El
perdón favorece la cicatrización de la herida emocional.

El perdón es una decisión personal, en la que se suelta la ofensa y el agravio,


renunciando a los sentimientos de resentimiento y a los deseos de venganza. Esta
acción se convierte en un proceso liberador, que genera un efecto sanador, que tiene
el potencial de traer restauración a las personas involucradas, y dar lugar a la
reconciliación.

En línea con esta última definición vale la pena analizar el siguiente cuadro resumen.

El perdón ¿Qué no es el perdón? ¿Qué es el perdón?


Decisión personal  Asentimiento emocional  Acto de la voluntad. Resolución
Soltar la ofensa /  Olvidar / borrar de la memoria  Dejar atrás la ofensa / agravio
agravio lo ocurrido.  Aceptar el dolor

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 Negar / minimizar la ofensa
Renunciar a  Negar / reprimir el sentimiento  Lidiar con el enojo
sentimientos de  No rumiar la ofensa
resentimiento
Renunciar a la  Renunciar a la justica legal  Dejar atrás los deseos de
justicia propia (marco jurídico) instituida. venganza.
 Excusar de responsabilidad al  Combatir el odio
ofensor
Proceso liberador  Borrar el pasado o lo sucedido  Liberar de la situación y del
poder del ofensor
 Liberar del resentimiento /
sufrimiento
Efecto sanador  Borrar los recuerdos  Sanar los recuerdos
 Sanar las heridas emocionales
 Romper el ciclo de dolor y
enojo
Restauración /  Recuperar la confianza en  Crear las bases para sanar la
Reconciliación forma automática relación
 Volver la relación a la situación  Facilitar la reconciliación
original (no es una norma)

El perdón es una decisión que se construye

El perdón no se decreta, ni aparece por generación espontánea, ni ocurre por azar, ni


es algo con lo que uno se tropieza por casualidad. Ocurre porque lo procuramos
intencionalmente, como consecuencia de concluir que es una mejor opción que el
sufrimiento y el resentimiento.

Es un ejercicio que requiere mucho enfoque, coraje y disciplina, porque perdonar no


es una decisión fácil. La decisión de perdonar nos confronta con nuestro dolor, con
nuestra necesidad de justicia y con nuestro orgullo. Uno aprende a perdonar
partiendo de la disposición e intención de perdonar. Ahora si bien la voluntad de
perdonar es necesaria, no es suficiente. El perdón es una habilidad que requiere
aprendizaje; se requiere crecer y madurar en el cómo perdonar. Se precisa del
dominio de los pasos para perdonar. Se puede tener la intención y la convicción de la
necesidad de perdonar, pero a su vez no encontrar el camino para materializar esa
resolución.

Aprender a perdonar transcurre a través de un proceso, que requiere desarrollar la


disciplina de perdonar, hasta que el perdón se convierta, como lo expresa el Dr. Dick
Tibbits, en un rasgo del carácter. Esto comporta el desarrollo de nuevos paradigmas,
hábitos, actitudes, competencias y habilidades que derivan en un estilo de vida.

Aprender a perdonar es como desarrollar un músculo, que se desarrolla a través del


ejercicio y la práctica. Como cualquier otra cualidad o virtud el perdón requiere
desarrollarse personalmente y fomentarse en el contexto de las relaciones humanas.
Esa es la mejor manera de cuidarnos unos otros.

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Necesitamos, pues, construir el músculo del perdón en nuestra vida.
Como lo expresa Jorge Bucay: “…se perdona construyendo nuestra propia capacidad
de perdonar…”. Se requiere aprender a perdonar más allá de la intención y la
voluntad expresa de perdonar. Al respecto comenta Fred Luskin: “Nuestras
principales barreras para perdonar no son las ofensas, sino nuestra falta de
herramientas para lograrlo”.

Ahora perdonar no se trata sólo de habilidad o competencia. Detrás de la decisión de


perdonar, subyace una filosofía de vida; un valor y principio rector.

El perdón es un proceso

El perdón no es un acto o evento único que se hace en un momento específico, es un


proceso continuo que se profundiza y completa a lo largo del tiempo. Hablamos,
entonces, de niveles de perdón que experimentamos. Este viaje o proceso presenta
varias estaciones, en donde podemos estar parados en un momento determinado:

Estación Características Resultados


Negación - Retraimiento, victimización. - Sufrimiento, resentimiento.
- Represión emocional. - Deterioro de la salud en forma integral.
Odio / - Hostilidad, indignación, - Amargura, resentimiento.
venganza agresividad. - Enemistad, relaciones rotas, violencia.
- Frustración e impotencia. - Deterioro de la salud en forma integral.
Perdón - Benignidad, empatía, - Sanidad emocional.
humildad. - Abre las puertas para la restauración.
Reconciliación - Ofensor manifiesta - Relaciones restauradas.
arrepentimiento.
- Recuperación de la
confianza.
- Restitución.

El perdón en términos económicos – contables

Como contador público que soy me gusta comparar el perdón con la materia contable
y económica. Perdonar es un asunto de economía emocional. El perdón es una
decisión más barata y rentable que el resentimiento, la venganza y el sufrimiento. El
rencor, el odio y el sufrimiento implican costos muy elevados. La falta de perdón
genera mucho estrés y desgaste emocional en términos energéticos. En términos
contables el rencor, el resentimiento, el odio y el sufrimiento representan pasivos,
una deuda que merma nuestro patrimonio personal. Para mejorar la solvencia
emocional ese pasivo requiere ser cancelado.

En términos de economía y eficiencia emocional, estas emociones tóxicas son una


inversión innecesaria y riesgosa de energía. Pero el perdón es una transacción
económica sabia: liquidas una inversión que no está generando dividendos ni tiene la
expectativa de producir ganancias, para ahorrar ese dinero emocional con miras a
invertirlo en inversiones más provechosas y rentables.

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“Perdonar es retirar ese capital de la persona que te ofendió, dejar de usar
tus emociones y tus pensamientos en alguna situación que no tiene sentido. Perdonar
es dejar ir, más no olvidar. Cuando perdonas no le estás diciendo a tu ofensor que te
parece bien lo que está haciendo, o que no te importa su ofensa o que simplemente
olvidas lo que te hizo; cuando perdonas lo que estás haciendo es decidir no ocuparte
más de ese asunto, retirando tiempo y energía de aquello para usarla mejor. Es por
eso que muchas personas, al momento de elaborar (reflexionar, procesar) una
ofensa, vuelven a mejorar su rendimiento académico, su estado de ánimo mejora y
su vida simplemente empieza a verse mejor” (drphyloel.com).

Por otra parte, cada vez que invertimos confianza, afecto y tiempo en una persona,
hay la posibilidad de generar una ganancia o una pérdida, pero así es la naturaleza de
todo negocio, incluyendo el negocio de la vida. Ninguna acción está exenta de
riesgos, ni en la vida ni en los negocios. Con frecuencia no son fáciles ni justas las
circunstancias de la vida. Puedes salir lastimado o perder tu inversión. Allí es donde el
perdón es una estrategia muy útil para sobreponernos a los reveses.

Perdonar no implica olvidad

Creo que hay un cliché en muchos institucionales: “Olvida la afrenta recibida y pasa la
página”. En muchos contextos perdonar puede ser equivalente a olvidar o borrar el
dolor y las experiencias traumáticas. Pero esto no es posible. No podemos olvidar lo
sucedido, como darle delete a nuestra mente, o resetearla como si fuera una
computadora, y borrar un archivo con una sola tecla.

“Yo perdoné sinceramente, pero no olvido ese agravio”, “yo perdoné y renuncié a la
venganza, pero no he podido olvidar la experiencia que viví, por lo tanto no he
perdonado”. Estas son algunas de las expresiones que he escuchado en mi rol de
pastor – consejero y psicoterapeuta. Mucha gente se frustra con respecto al perdón,
porque equivalen perdonar a olvidar; pero perdonar no hace que se borre el pasado
ni lo modifica, aunque si cambia el presente aquí y ahora. Ni el olvidar se requiere
para perdonar.

Hay una expresión del psiquiatra Boris Cyrulnik que ilustra esta realidad: “La herida
sana, pero la cicatriz no es perfecta”. La herida puede sanar y ya no doler, pero
queda la cicatriz que recuerda la experiencia dolorosa vivida. Sería más apropiado,
entonces, equivaler perdonar con sanar los recuerdos: recordar sin dolor. Y no hay
duda que el perdón es la base para sanar los recuerdos, y liberarse del dolor de la
experiencia de la ofensa y agravio.

Perdonar no es lo mismo que borrar u olvidar

El perdonar no borra el mal recibido, ni quita la responsabilidad al ofensor por el daño


hecho. El perdón no borra el pasado, ni la experiencia traumática vivida, simplemente
toma la decisión de no tomarlo en cuenta; de renunciar a permanecer en el pasado.
Perdonar tampoco es negar o ignorar la experiencia dolorosa vivida. “El perdón no
requiere que la persona minimice la validez de su dolor, la cantidad de dolor que
sufrió o la importancia de la experiencia dolorosa. Perdonar no es olvidar de la

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memoria el incidente. Perdonar es aprender, comprender, amar y
seguir adelante” (Don Colbert).

Hay una diferencia entre recordar una experiencia de la que se toma un aprendizaje,
o se saca una lección aprendida, como una experiencia procesada y sanada en sus
efectos; y recordar con dolor o rencor. La diferencia en ambos casos está en la forma
como se actualiza la experiencia: cómo nos afecta en el presente, cómo la
recordamos. Al respecto dice el maestro Hugo García: “En muchos contextos se
entiende muchas veces el perdonar como olvidar totalmente el agravio - borrar de la
memoria el incidente -, y eso trae a colación otro problema: si olvidamos de manera
total, toda la experiencia implícita y el aprendizaje se desvanecen y tendemos a
recaer en lo mismo con otras personas y otras situaciones. Por tanto, el perdón es
una intención cuya energía es liberadora, porque logra limpiar el dolor del daño
ocasionado, para que luego del proceso, nada fácil, ni agradable, se nos muestre la
experiencia tal cual y podamos ver luz de la propia oscuridad que el daño nos dejó”.
Olvidar priva del aprendizaje de la experiencia vivida.

El olvido puede ser un recurso de nuestra mente para protegernos del dolor
emocional, pero olvidar reprimiendo, como mecanismo de defensa del yo (Sigmund
Freud), sin haber procesado (metabolizado) la experiencia, no contribuye al proceso
de sanidad de la herida generada por el agravio, ofensa o daño recibido. Olvidar una
situación o experiencia dolorosa, sin una profunda comprensión de lo sucedido, es un
intento estéril por evadir y no confrontar el dolor de la herida. Olvidar no es reprimir,
ni ingenuamente bloquear el dolor de la memoria. El olvido sin procesamiento de la
herida no proporciona paz, ni libertad, ni sanidad.

La auténtica reparación emocional, según la psicoanalista Melanie Klein se basa en el


reconocimiento de la realidad psicológica, en la vivencia del dolor que esta realidad
causa y en la adopción de una acción adecuada para remediarla. Desde la negación,
sin vivir la frustración, la culpa y el dolor, del daño recibido o inflingido, no se puede
curar la herida emocional y experimentar sanidad.

Perdonar no es un simple dejar a un lado la ofensa, o adoptar indiferencia hacia la


persona o acción dañina de éste, u olvidar el agravio sufrido, tal vez porque resulte
amenazante o incomodo lidiar con esa situación. Este olvido selectivo está muy lejos
del perdón auténtico, y contribuye a mantener vivo (en estado latente) el dolor y la
rabia derivados de la ofensa o daño recibido. Este olvido, que yo llamaría
irresponsable, no deja solucionado el conflicto entre las partes involucradas, y sólo
provee una aparente paz.

El perdón no es un simple olvidar. El perdón no va con el olvido, pues perdonamos la


ofensa que nos han hecho, no lo que no nos han hecho, o hemos olvidado. El perdón
es un proceso profundo e íntimo que incluye la afectividad, la cognición y la conducta.
No es en lo absoluto “borrar la ofensa”, condonar, o excusar.

El perdón implica una renuncia a los deseos de venganza, al rencor y al odio; pero no
implica olvidar. Perdonar implica dejar atrás – no traer a memoria -, pero luego de
haber procesado la experiencia que produjo el dolor y haber cerrado las situaciones
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abiertas asociadas a la ofensa o agravio recibido. En este sentido, bien
aplica la frase: “Comprender es perdonar” (Madame Stael).

Perdonar no es lo mismo que confiar en la persona

La confianza se basa en el comportamiento de una persona con base a unas


expectativas, por un periodo prudencial de tiempo, para que la persona se haga
confiable y predecible nuevamente. La confianza se forja con las acciones y
comportamientos manifestados; se instala a través del comportamiento congruente a
lo largo del tiempo. Podemos decidir perdonar unilateralmente, y así nos los exige el
Señor Jesús; pero restablecer la confianza requiere del fruto de la persona que es
perdonada. El perdón se otorga, pero la confianza se recupera. Perdonar no significa
exponerse nuevamente ante el agraviador u ofensor, lo cual finalmente puede
acarrear más daño y dolor al agraviado. El perdón es la respuesta moral de una
persona a la injusticia que otra ha cometido contra ella; no es un voto de confianza.

Perdonar puede iniciarse con una acción específica (aunque conlleva un proceso),
pero generar confianza no está restringido a una acción puntual. Perdonar y confiar,
como ya hemos dicho, son dos procesos diferentes. Para perdonar necesitamos
desligar el perdón de la confianza, y no condicionar el primero al último. Confiar un
proceso que conlleva tiempo y ocurre posterior al perdón. La confianza tarda mucho
en generarse en las relaciones. Hay un dicho que dice que la confianza sube por las
escaleras, pero baja por un ascensor.

Para hacerse confiable la persona que ha generado el agravio y la ofensa, y que ha


sido perdonada, necesita generar actitudes y conductas correctas, que evidencien su
arrepentimiento, y que haga que la persona agraviada que ha perdonado, vuelva a
recuperar la confianza.

El restablecimiento de la confianza en un ejercicio de dos vías

Por un lado la persona que ha producido el agravio u ofensa se responsabiliza por sus
acciones, y genera comportamientos opuestos a sus acciones incorrectas, para
ganarse la confianza del agraviado. Y por el otro lado, la persona que ha sido objeto
del agravio u ofensa, y que ha decidido perdonar, comienza progresivamente a
realizar depósitos de confianza a favor del ofensor. Si la confianza se otorga
indiscriminadamente, carece del mérito para estimular el cambio en la persona
ofensora; de esta forma se priva a la persona de la oportunidad de crecer y madurar.

La confianza no se decreta, ni se exige, ni se impone. Por el contrario, se gana. Se


puede estimular y tomar el riesgo de concederla y tomarla, pero no se genera en
forma automática. La confianza es un producto de la confiabilidad. Las personas
necesitan hacerse confiables a través de sus actitudes y conductas. Por lo tanto, no
confiar automáticamente no significa que no se ha perdonado. Significa más bien, si
verdaderamente se ha perdonado, que se está procediendo con prudencia.

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Perdonar no es lo mismo que reconciliarse

El mandato de perdonar no implica reconciliación. Perdonar no implica restablecer la


relación. La reconciliación demanda que dos personas que se respetan y valoran
mutuamente, se reúnen de nuevo y acuerdan, por decisión mutua, restablecer la
relación. La reconciliación es un proceso de dos personas, a diferencia del perdón que
es un proceso personal.

La reconciliación es un proceso que tiene como objetivo facilitar la coexistencia y la


cooperación entre las partes involucradas. Esto no se puede hacer aparte del perdón,
la recuperación de la confianza, el cambio de conducta del ofensor, y la negociación
de los términos de la reconexión. Esta negociación puede demandar cambios en
ambas partes. Este puede ser un punto crítico para el restablecimiento de la relación,
pues en ocasiones el que perdona siente que no necesita cambiar nada. Al respecto
comentan Jacqui Bishop y Mary Grunte: “En la mayoría de los casos en que no hay
voluntad de perdonar se produce un lucha de poder en la que la víctima pide a la otra
persona que cambie, mientras que la víctima no lo hace. El argumento utilizado por
ella es que la otra persona cometió el acto injusto, y que por lo tanto no es culpable y
no tiene por qué cambiar”.

La reconciliación requiere un acuerdo y un compromiso de mantener una relación. En


este sentido, la reconciliación implica avanzar de la sanidad de quien perdona a la
sanidad de la relación.

La reconciliación entraña reciprocidad, e incluso consenso sobre algunas áreas


específicas. Así por ejemplo un cónyuge puede perdonar la infidelidad cometida por el
otro; pero se requiere del arrepentimiento del que ha actuado con infidelidad para
que medie una sana reconciliación, así como el acuerdo y la negociación con respecto
a ciertos términos y condiciones que hagan que la relación tenga viabilidad futura.

Perdonar no implica olvidar la justicia

Perdonar no implica el abandono de la búsqueda de la justicia ni la renuncia a la


defensa de los derechos. La persona puede exigir justicia, sobre todo si la falta viola
las leyes, y eso no anula el perdón. No hay que confundir misericordia con justicia.
Creo que muchos cristianos se meten en problemas por no tener diferenciado la
misericordia de la justicia, lo cual puede generar perjuicio tanto a ellos mismos como
a otras personas. Sin embargo, la justicia que Dios prescribe que debemos seguir no
es una mera justicia retributiva (aplicación de castigo, restitución, etc.), sino
fundamentalmente una justicia restaurativa (resolución del problema o conflicto,
sanidad de la relación, reconciliación, etc.). El perdón no es necesario en la justicia
retributiva, pero juega un papel medular en la justicia restaurativa.

El perdón es diferente al indulto, la condonación de la falta, la excusa y justificación


del agravio, o la liberación de responsabilidad del ofensor. El perdón no implica
prescindir ni obviar la justicia, ni eximir de responsabilidad al ofensor. Suspender la
justicia aumenta la maldad, las injusticias y la impunidad.
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Conclusiones

Esta pequeña revisión sobre cuestiones básicas de Psicología del Perdón nos permite
tomar conciencia de la relevancia del concepto de perdón y su aplicación en el trabajo
clínico, así como de lo incipiente de su estudio, sobre todo en nuestro país. Es
imprescindible empezar a dirigir nuestros esfuerzos a recuperar este tema de estudio
desde la psicología, desvinculándolo de enfoques morales o religiosos, para poder
aprovechar su potencial terapéutico y los beneficios que puede aportar a la salud y el
bienestar de individuos, parejas y familias. Entre los temas relacionados con el
estudio de las aplicaciones clínicas del perdón es prioritario profundizar en las
condiciones en las cuales puede estar indicado facilitar o promover el perdón y en
aquellas en las que dicho trabajo puede llegar a ser desaconsejado.

Bibliografía:

 El Perdón: El camino a la reconciliación, Arnoldo Arana

Derechos reservados de Desarrollo Humano Integral– Dr. Arnoldo Arana

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