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El Vikingo Hechizado

Sandra Hill

Serie Vikingos 04
Sinopsis

Hechizado, molesto y desconcertado…

Incluso los guerreros nórdicos más fuertes tienen días malos. ¡Santo Thor! Las cosas que
Tykir Thorksson tiene que hacer son suficientes para volver loco a un vikingo… capturar a
una arpía pelirroja, acomodar el rebaño de ovejas que la sigue a todas partes, ahuyentar a
sus torpes hermanos.
Pero, ¿qué se puede esperar de la hechicera que ha torcido la parte del cuerpo más
preciada para el rey de Noruega?
Como si eso no fuera suficiente, su escaldo estaba haciendo sagas con sus
vergonzosas aventuras para la posteridad. Y estaba empezando a darse cuenta de que no
era inmune a los encantos de las pecas y del pelo rojo fuera de control.
Pero él no era conocido como Tykir “el Grande” por nada. Tal vez podría revertir el
hechizo y mantenerla cautiva, no con su espada, sino con la magia más poderosa de un
vikingo: un guiño y una sonrisa.
Y ahora en Noruega una rama de la raza de los dioses había crecido…

Ynglinga Saga
Capítulo I

Birka, 952 d.C

- El pájaro del rey se ha torcido.


- ¿Qué? ¿Qué pájaro? -Parpadeando por la confusion, Tykir Thorksson levantó la
cabeza de la mesa de la taberna y como borracho que estaba se quedó mirando a Bjold, el
mensajero real.
- Y requiere de tus servicios para corregir el… eh, problema.
- ¿Yo? ¿Acaso mis oídos me engañan? -Sintiendo como si una estampida de caballos
le hubiera pasado por la cabeza, Tykir se rascó los vellos del antebrazo y se preguntó cómo
el mensajero de su primo, el rey Anlaf, le había seguido la pista hasta Birka. Y por el amor
de Freya, ¿por qué iba a tomarse la molestia de hacer el largo viaje desde el extremo norte
de Trondelag hasta la ciudad comercial en la isla de Bjorko, en el lago Malar, para hablarle
sobre… pájaros? ¡Maldita sea! Debería estar ofendido-. Estás delante de un guerrero
destacado y un comerciante de valioso ámbar. ¿Cuándo me convertí en alguien con
conocimiento sobre pájaros?
Bjold dejó caer la mandíbula ante la reacción exagerada de Tykir. Inmediatamente
la cerró y con un gruñido de impaciencia, lo intentó de nuevo.
- La polla del rey se ha torcido.
- ¿Su pollo? -Tykir estaba cada vez más confundido. Primero pájaros, ahora pollos.
¿Qué iría después, pavos?
- No ese pollo. -Bjold resopló malhumorado, claramente asqueado por el estado de
Tykir.
En realidad, Tykir casi nunca bebía en exceso. Aunque parecía tener un carácter
desenfadado, odiaba la falta de autocontrol. Por supuesto, tenía una razón para celebrar,
acababa de regresar de un exitoso viaje a las tierras bálticas, donde sus trabajadores
habían recogido una gran cantidad de ámbar para sus emprendimientos comerciales.
Aun así, una gran nube de depresión había estado sobré él desde hacía varios días.
No había duda de que era el aburrimiento. “Un vikingo, una pelea y una moza” había sido
su lema durante mucho tiempo -o al menos, en la superficie-, pero por alguna razón esos
placeres se estaban desvaneciendo. Después de haber visto treinta y cinco inviernos, Tykir
había acumulado más riquezas de las que podría llegar a usar. Hacía años que había
perdido la cuenta de cuántas mujeres se había llevado a la cama, pero ya no sentía el
entusiasmo que solía sentir ante la vista de una moza que se le acercaba. Luego, estaba
ese asunto de las peleas -un pasatiempo bien conocido de los vikingos-. Había peleado en
las batallas de varios reinos como un Berserker1 salvaje desde que tenía catorce años,
justo como su padre -¡que su alma descansara en Valhalla!-. Pero últimamente se
cuestionaba los motivos de los líderes que pedían tal derramamiento de sangre por parte
de sus subordinados.
Bueno, estaba la parte de un vikingo. Tykir había tenido aventuras en todos sus
viajes. Había visitado y revisitado, explorado y descubierto, incluso conquistado, desde las
tierras

1 Berserker: eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles.


Entraban en combate bajo cierto trance de perfil psicótico, casi insensibles al dolor. Se
lanzaban al combate con furia ciega, incluso sin armadura ni protección alguna.

de Rus hasta Islandia, desde el mar Báltico hasta el Canal de la Mancha. Deliberadamente
nunca permanecía en el mismo lugar por mucho tiempo. No era bueno que un hombre en
su posición echara raíces.
¿Qué otra cosa podría ganar el interés de un hombre hastiado? ¿Qué desafíos le
faltaban por dominar?
Tykir suspiró profundamente.
- Con su permiso, Jarl Thorsson, ésta es la polla a la que me refiero. -Bjold había
estado divagando mientras que los pensamientos de Tykir vagaban por ahí. De repente, las
palabras del mensajero tuvieron sentido y los ojos de Tykir se abrieron de par en par con
entendimiento. Pájaro. Polla. Echó un vistazo a la unión de sus muslos e hizo una mueca
con empatía masculina.
- ¿Que qué hizo la polla del rey?
- Se torció. A mitad del camino. -El mensajero se bebió una jarra de cerveza y luego
se limpió la boca con su manga, claramente aliviado de que por fin Tykir hubiera entendido
su mensaje-. Parece una bandera a media asta.
- ¿Y él quiere que yo lo arregle? -Tykir jadeó con horror.
- No exactamente.
Tykir le dirigió una mirada al muchacho insolente.
- Entonces, ¿quién?
El tono frío de su voz debió haber llamado la atención del muchacho tonto.
Mirando nervioso hacia todos lados, Bjold respondió:
- La bruja.
¡Por la sangre de Odin! Obtener una respuesta concreta del muy idiota era como
pellizcarle la cola a un lobo.
- ¿Cualquier bruja?
- No. Una en particular. - El mensajero se movió incómodo bajo el escrutinio de
Tykir. Éste elevó los ojos al cielo.
- Bueno, eso es tan claro como el agua. - Si no estuviera tan cansado sacudiría a
este idiota sin cerebro hasta que sus dientes podridos se le cayeran por tanta descortesía.
Bjold soltó un silbido de exasperación y reveló:
- La bruja con el Velo de la Virgen.
Tykir emitió un gruñido y Bjold, con sabiduría tardía, se apresuró a explicarle:
- El nombre de la bruja es Alinor… Lady Alinor de Northumbria. Ella es la que lanzó
la maldición sobre el miembro de Anlaf. Sólo porque Anlaf y sus soldados se detuvieron en
la Abadía de Santa Beatriz, en Inglaterra, en algún momento del año pasado. La abadía
alberga un convento de monjas en el que Lady Alinor buscó refugio de sus hermanos, Lord
Egbert y Lord Hebert.
Tykir se preguntó qué definiría como “incompetente” este idiota incompetente.
Pero no se atrevió a preguntar y menos a escuchar otro de sus discursos. En cambio, se
concentró en las otras palabras de Bjold.
- ¿Anlaf se detuvo en un convento? Apostaría que fue para violar y saquear.
- ¿Y qué si lo hicimos? -dijo Bjold irritado, revelando que había sido parte del
grupo-. No es de su incumbencia si estábamos saqueando o no. Me atrevería a decir que
usted lo ha hecho. Aquí la cuestión es que la bruja ondeó una reliquia en la cara del rey...
un velo azul, el cual, según ella, perteneció a la Virgen María -hizo una pausa y luego
explicó, como si Tykir fuera un estúpido-, la Virgen María es la madre del Dios cristiano.
- Yo sé quién es la Virgen María. -Tykir apretó los puños para abstenerse de
estrangular al idiota.
- Bueno, como le estaba diciendo… ahí fue cuando Lady Alinor le lanzó la maldición
a Anlaf, lo amenazó diciendo: “¡Maldito seas, pagano! ¡Que se te caiga el miembro si llegas
a cometer ese terrible acto.” Bueno, no se le cayó el miembro, al menos todavia. Sólo se
torció. -Bjold tomó aire después de la larga explicación.
- ¿Y? -preguntó Tykir-. ¿Eso qué tiene que ver conmigo?
- El rey quiere que usted le lleve a la bruja y a su velo mágico a Trondelag para
quitar la maldición.
- ¿Eso es todo? -comentó Tykir. Pero todo lo que pensaba era: el sajon Anlaf espera
que yo me detenga en medio de mi viaje comercial, vaya hasta Inglaterra a por la moza,
que obviamente no estará dispuesta, la lleve hasta Noruega en mi camino a Hedeby, en
donde debo dejar lo último de mi mercancía, y luego vuelva a mi casa en Dragonstead. Y
todo esto antes de que el frío invierno lo congele todo. ¡Ja! Anlaf ha sido un patán
arrogante desde que eramos niños. Pero esta vez ha ido muy lejos-. Nah.
-¿No? ¿Se atreve a decirle que no a su señor feudal? ¿Dónde está su lealtad
nórdica?
-¡Ja! -Tykir se tensó, ofendido-. Anlaf no es más señor feudal que el rey de Wessex,
Edred. Tú bien sabes que los nórdicos juran lealtad a un líder en particular, no a una
nación. Mi tío, Haakon, es el rey de toda Noruega, y sólo a él le rindo homenaje. Además,
fue Haakon -que en ese entonces fue acogido en la corte del rey Athelstan, en Inglaterra,
con tan solo quince inviernos- quien regresó a Noruega después de la muerte del rey
Harald “Cabellera Hermosa” y les devolvió a todos los esclavos los derechos de propiedad
de sus tierras. Mi título de Dragonstead fue reafirmado por Haakon y permanecerá en mi
familia para la posteridad.
Tykir sintió un tirón de dolor en su corazón ante la sola mención de Dragonstead.
Tenía que admitir para sí mismo que Dragonstead era lo que más le importaba en este
mundo. Y eso era peligroso.
La cara de Bjold ardió por la vergüenza, pero aun así continuó:
-El rey pensó que se mostraría reacio a hacerlo.
-¿Oh, sí? ¿Lo hizo?
-Me dijo que le dijera que puede tener a Feroz Uno si le hace este favor.
-¿Anlaf me daría su preciado caballo -Tykir se enderezó-, el que le fue regalado por
ese jefe sarraceno2?
-Sí. -Bjold asintió enfáticamente-. El demonio negro con marcas blancas en sus
cascos. Ese sería el caballo.
-Hmmm -dijo Tykir, a pesar de sus dudas. Aun así se negó-. Nah. Tengo muchas
cosas que hacer antes de volver a Dragonstead para el invierno.
-En ese caso, el rey Anlaf me indicó que le ofreciera también a la esclava Samirah.
La que tiene las campanillas de plata en los tobillos y las dos campanas colgadas de los
anillos en sus… -Puso las manos delante de su pecho para indicar los atributos más
notorios de Samirah.
-Hmmm -dijo Tykir de nuevo, pero no por la esclava, que sabía que era atractiva. A
decir verdad, el caballo le llamaba más la atención. Pero al final repitió su negación
anterior-. Nah, no tengo tiempo.
-No quería decirle esto -Bjold retorció las manos con nerviosismo-, pero antes de
que lo haga… bueno, eh, dígame una cosa: ¿Usted no es el tipo de hombre que mataría a
un mensajero por dar malas noticias, cierto?
Tykir se irguió en alerta.
-Habla, infeliz, o te cortaré la lengua y se la enviaré a Anlaf sobre pan tajado.
La cara de Bjold se puso aun más brillante.
-Es Adam, el médico -chilló-. Anlaf lo tiene retenido como un rehén amistoso hasta
que le lleve a la bruja.
-¿Qué? -rugió-. ¿Cómo terminó Adam en Trondelag? Pensé que estaba en las
tierras árabes. ¿Y qué rayos es un “rehén amistoso”? -Adam era un joven de no más de
veinte años que había estado estudiando medicina por cinco años en las tierras árabes, en

2 Sarraceno: término antiguo para musulman.

donde los curanderos más destacados practicaban sus artes. Él era el hijo adoptivo de la
medio hermana de Tykir, Rain, y su esposo, Selik, quienes vivían en Jorvik. Adam era como
de la familia para él, su sobrino por adopción.
-Rehén amistoso significa que Adam no sufrirá ningún daño. Simplemente no
puede abandonar la corte de Anlaf.
La garganta de Tykir retumbó con un gruñido bajo de indignación.
Bjold se encogió ante su ira evidente y concluyó apuradamente:
-Todo se reduce a la bruja y a su misión de capturarla.
Abruptamente, Tykir se puso de pie y lo levantó de su banquillo medio inclinándolo
sobre la mesa hacia él, moviendo las jarras de cerveza de un lado a otro. El muchacho se
veía como si fuera a hacérselo en sus braies de lo asustado que estaba.
-Empieza por el comienzo -dijo Tykir con frialdad-, y no dejes nada afuera.
Se acomodó para escuchar lo que esperaba que no fuera una historia demasiado
larga. Sobretodo, porque sentía como si le estuvieran martillando la cabeza con el martillo
de Thor, Mjolnir. Sobretodo, porque necesitaba un baño urgentemente para deshacerse de
las pulgas que infestaban su ropa y su piel después de un largo viaje por el mar. Sobretodo,
porque su amigo Rurik alzó su cabeza igual de borracha de la mesa de al lado y sonrió,
preguntando en silencio: “¿una caza de brujas?”
Rurik tenía una buena razón para disfrutar de la posibilidad de una caza de brujas.
Era extraordinariamente guapo (sólo sobrepasado por Tykir, en la no tan humilde opinión
de Tykir), llevaba la barba y el cabello negro y largo en forma de trenzas entrelazadas.
Recortaba su bigote diariamente, como si fuera una obra de arte. Pero la exagerada
vanidad de Rurik había recibido un golpe dos años atrás… ni más ni menos que por una
bruja, una bruja escocesa que había teñido una línea dentada del color azul de los
guerreros escoceces en la mitad de la cara de Rurik, mientras éste dormía, desde la raíz del
pelo hasta la barbilla. Hasta ahora, Rurik había sido incapaz de eliminar el color azul de su
piel, o de encontrar a la bruja.
Sí, Rurik lo animaría a emprender la misión de la bruja de Anlaf.

Luego, las cosas se pusieron peor.


Antes de que Bjold pudiera empezar a hablar, Bolthor “el Gigante”, el escaldo3
personal de Tykir -¡por piedad de Odin! -se sentó a su lado. Tykir no pudo reprimir el
gemido que escapó de sus labios. Lo que menos necesitaba en este momento era un
escaldo, especialmente uno que era tan alto como un árbol pequeño.
Pero ¿qué podía hacer un hombre cuando otro guerrero le salvaba la vida en una
batalla? Tykir se sintió obligado a ofrecerle trabajo a dicho amigo cuando éste perdió un
ojo en la batalla de Ripon cinco años atrás. Hasta ahora, Bolthor había intentado ser -sin
éxito alguno- cocinero, herrero y armero en una de las propiedades de Tykir. Al final, los
ocupantes de la casa se habían revelado ante la comida desagradable, la herrería quemada
y las espadas rotas.
Tykir miró de reojo a Bolthor y luego lo volvió a mirar. ¡Oh-oh! Se dio cuenta
demasiado tarde de que Bolthor tenía la expresión soñadora en la cara que presagiaba que
estaba inspirado. Demasiado tarde para escaparse.
-Escuchen todos, esta es la saga de Tykir “el Grande” -comenzó a decir Bolthor. Esa
era la manera en que todas sus sagas comenzaban. Desafortunadamente, esa línea de
apertura era la mejor parte de ellas.
Los labios de Rurik se curvaron hacia arriba con alegría. Con una mano sobre su
boca le murmuró a Tykir en voz baja -Hverfugl synger med sitt nebb4.
-¡Humph! -dijo Tykir en respuesta-. Cada pájaro bien puede cantar con su propia
voz, pero el canto de Bolthor es el menos melodioso que he escuchado.
Inconsiente de sus opiniones, Bolthor ajustó el parche negro sobre su ojo faltante y
tomo un lápiz con su mano gigante. Escudriñando con su ojo bueno, empezó a escribir con
esmero símbolos rúnicos5 en la tablilla de cera frente a él. No era normal que los escaldos

3 Escaldo: poeta‐guerrero vikingo


4 Hverfugl synger med sitt nebb: Cada ave canta con su pico
5 Simbolos rúnicos: letras empleadas en la antigüedad para escribir en las lenguas
germánicas, principalmente en Escandinavia y las islas Británicas.

escribieran las sagas, pero Bolthor era un cabezota y a menudo olvidaba los cuentos que
había compuesto.
-Me parece que un buen título para esta saga sería Tykir y la polla torcida. Veamos,
¿cómo la debo empezar? Hmmm.
En la tierra de los sajones, volaba una bruja malvada.
Al patito orgulloso de Anlaf ella le puso el ojo.
Ahora, por desgracia,
su mascota peluda no puede hacer quack…
Tampoco su compañero puede volar derecho.

-¿Cómo suena hasta ahora? -preguntó esperanzado Bolthor haciendo una pausa.
-Magnífico -dijo Tykir, dándole palmaditas en el hombro. Horrible. Tykir apenas
reprimió una mueca de disgusto. Espero que mi hermano Eirik jamás llegue a escuchar
ésta. Se caería de la risa, así como con la saga de Tykir y la Doncella Reacia que Bolthor se
inventó el invierno pasado. Por alguna razón, los cuentos de Bolthor casi siempre me hacen
parecer un idiota. Y es mejor que Anlaf no escuche cómo Bolthor aumenta su fama
refiriéndose a su miembro como un patito, o habrá un derramamiento de sangre.
Tykir se rascó su cara sin afeitar y se preguntó si olía tan mal como sus
acompañantes. Los vikingos eran famosos por su naturaleza meticulosa, a diferencia de
esos cerdos sajones y los francos, que se bañaban una vez por estación. Levantó un brazo,
olió su axila… y se estremeció.
-Cómo se deletrea patito? -susurró Bolthor.
-P O L L A -respondió Tykir secamente. Dejaré que Bolthor descubra cómo se
traduce eso al alfabeto futhark6. Eso le tomará un buen tiempo. Se volvió hacia Bjold.
-Procede -se dirigió a él con un movimiento de mano-. Dudo mucho que me guste
tu informe del rey Anlaf, pero no dejes fuera ni el más mínimo detalle.
Cuando Bjold por fin terminó, más de una hora después, a Tykir le llegó una
comprensión repentina… una que lo hizo sonreir, enterrando la furia por el tratamiento
hacia Adam. Ya no estoy aburrido.
Miró a Rurik y luego a Bolthor, antes de anunciar:
-Parece ser que nos vamos de cacería de brujas.

*****

North Yorkshire, seis semanas después

-¡Se acercan los vikingos! ¡Se acercan los vikingos!


-¡Beee. Beee. Beee. Beee! -¡Bahh. Bahh. Bahh. Bahh!
-¡Wauf, wauf, wauf, wauf!
-¡Vienen los vikingos! ¡Vienen los vikingos!
Ya fuera por el llanto de sus ovejas, los ladridos de su perro ovejero o su criada
Elswyth, que chillaba como una oveja y se estaba acercando a ella con la advertencia de
otro avistamiento de hombres del norte, Lady Alinor tenía más que suficientes problemas
por un día. Una frase más que impropia para una dama escapó de sus labios -una que
6 Futhark: Un alfabeto rúnico.

tenía algo que ver con un ejercicio innombrable que los vikingos, las ovejas y los perros
podían hacer por sí mismos, o a los demás, como si le importara. Era una expresión que
había oído de algunos soldados cuando estaban a punto de explotar de mal genio. Y Alinor
estaba de muy mal genio en ese momento.
Agarrada de la raíz de un árbol con una mano, Alinor estaba colgando de un
barranco poco profundo infestado de zarzas, intentando liberar con la curva de su bastón a
una de sus ovejas, Sheba, de las espinas afiladas. Su perro sarnoso, inadecuadamente
llamado Bella, estaba ladrando en la distancia mientras intentaba conducir a un pequeño
rebaño de ovejas descarriadas de vuelta a los pastos con cercas de piedra de los valles más
bajos.
Los balidos imparables provenían de David, un carnero lujurioso de una raza casi
inexistente fuera de Córdoba -un regalo de novia de su último matrimonio. Irónicamente,
Sheba estaba en celo y ella ansiaba el apareamiento que produciría nuevos corderos para
su próspero rebaño cuando llegara la primavera, pero la tonta hembra sentía la necesidad
de jugar a atrápame-si-puedes con el carnero David. Así fue como la evasiva Sheba resultó
enganchada en el zarzal.
Alinor supuso que no se diferenciaba mucho de los hombres y las mujeres en sus
rituales de apareamiento.
-¡Se acercan los vikingos! ¡Se acercan los vikingos! -¡Beee. Beee. Beee. Beee!
-¡Bahh. Bahh. Bahh. Bahh!
-¡Wauf, wauf, wauf, wauf!
Alinor dejó de cortar las ramas en las que estaba atrapado el pelo enmarañado de
Sheba, miró sobre su hombro y se quejó al ver a su cocinera corriendo hacia ella a través
de las llanuras con su velo ondeándose con el viento y con su túnica de color café casi en
sus rodillas huesudas. Elswyth siempre pensaba que los vikingos se aproximaban, sin
importar si eran unos simples caminantes acercándose a Graycote Manor desde el viejo
camino romano o vacas extraviadas de los pastos del castillo de Bellard a casi cinco
kilómetros al este.
A decir verdad, los guerreros provenientes del norte habían ido en grandes masas a
Inglaterra el año pasado ante las noticias de la campaña de Eric “Hacha Sangrienta” para
expulsar al rey Olaf Sigtryggsson y recuperar el control de la corona de Northumbria. Hacía
poco lo había conseguido, gracias a los esfuerzos del arzobispo Wulfstan y a los miembros
de la nobleza nórdica residiendo en la parte más al norte de Gran Bretaña.
Los miedos de Elswyth habían comenzado el año pasado, cuando acompañó a
Alinor al convento en la Abadía de Santa Beatriz. Mientras estaban allí, habían tenido la
mala fortuna de presenciar un ataque vikingo frustrado contra las pobres monjas. Alinor se
estaba escondiendo allí de sus hermanos gemelos, Egbert y Hebert, a quienes se les había
ocurrido otro proyecto más de matrimonio para ella: Ecgfrith de Upper Mercia, un viejo
decrépito con un pie en la tumba. En realidad, Ecgfrith había fallecido antes de que Egbert
y Hebert encontraran a Alinor en el convento. ¡Qué paliza que había recibido por su
testarudez! A pesar de que sólo había visto veinticinco inviernos, Alinor se había casado y
enviudado tres veces desde que tenía quince años, todo para satisfacer las codiciosas
necesidades de sus hermanos.
Y parecía que sus problemas eran interminables, pues tan sólo en la mañana del día
anterior, había recibido una misiva de su agente de lanas en Jorvik informándole de que
Egbert y Hebert habían estado en la ciudad negociando un nuevo contrato de matrimonio
que llevaba el sello de su primo tercero, el rey Edred -un contrato de matrimonio entre su
hermana, Lady Alinor de Graycote Manor y Lord Cedric de Wessex. El enfermizo rey había
estado plagado de problemas desde que comenzara su reinado seis años atrás. Si no eran
los vikingos causando disturbios en el norte, era su propia nobleza -sobretodo sus
hermanos- que estaba pidiéndole favores constantemente.
A sus hermanos no les importaba que el bajo y corpulento Cedric fuera tan ancho
como alto. Pesaba casi tanto como un caballo y era tan viejo como para ser su bisabuelo.
Lo único que les importaba a Egbert y Hebert eran las propiedades que Cedric poseía, las
cuales serían cedidas a su esposa y por lo tanto a ellos como sus tutores, después de su
muerte.
Bueno, Alinor no se podía negar a una orden del rey, pero si nunca recibía la orden
real de su débil soberano, ¿cómo podría ser acusada de de deslealtad? Por esa razón, tenía
la intención de buscar otro lugar en donde esconderse antes de la llegada de Egbert y
Hebert, la cual, según sus cálculos, sería dentro de dos días, y así darse un respiro de sus
malvadas maquinaciones.
-Ven, Elswyth -le suplicó a la criada que se había acercado a ella-. Ayúdame a
liberar a Sheba.
-Pero… pero… -protestó Elswyth sin aliento- los vikingos se acercan.
-¿Y qué si lo hacen? ¿En qué nos afecta? No tenemos riquezas que puedan saquear,
o al menos riquezas aparentes. -Alinor había renunciado voluntariamente a todas las
propiedades que le habían dejado sus esposos fallecidos, excepto por esta miserable casa
señorial al norte de Inglaterra, precisamente para no llamar la atención de su familia
restante. El hecho de que tenía un próspero comercio de lana pasaba desapercibido a sus
hermanos, dado que escondía todas las ganancias en los corrales de las ovejas y en cofres
ocultos. Su mayor sueño era que algún día la dejaran en paz.
-¡Pero podrían violarnos! -exclamó Elswyth en un susurro horrorizado.
Alinor se rió con eso. Tendrían que ser vikingos lamentables para querer subirle sus
ropas viejas a Elswyth. Y Alinor bien sabía, desde muy temprana edad, que ella no era
atractiva para los hombres. Con un cabello de color rojo fuerte y pecas que cubrían todo
su cuerpo, que era demasiado alto y delgado, Alinor no tenía ningún atractivo para el
hombre promedio… y los vikingos, famosos por su belleza, tenían la reputación de poseer
gustos más peculiares.
-Elswyth -dijo en un tono amable-, habrá más posibilidades de que seamos violadas
por David, que de que lo haga cualquier vikingo, si no liberamos a su amada de las zarzas
pronto.
Gruñendo, Elswyth se inclinó para ayudar a Alinor, pero murmuró entre dientes un
famoso refrán anglo-sajon “Oh, Señor, por favor protégenos de la furia de los hombres del
norte.”
******

Le había tomado dos semanas completar sus asuntos comerciales en Birka y


algunas reparaciones en su barco antes de partir a suelo británico. En las últimas cuatro
semanas - veintiocho malditos días desperdiciados- Rurik, Bolthor y él habían estado
recorriendo de un extremo al otro la isla de Inglaterra buscando a la bruja escurridiza. Los
vikingos estaban hechos para navegar por los mares, no para viajar largas distancias por
tierras llenas de baches, en caballos, hasta que sus traseros estuvieran magullados y su
estado de ánimo irritado.
Y todo era culpa de Lady Alinor. Más bien, de “Lady Bruja”, se corrigió a si mismo.
Ella resultó ser una señora interesante. La tres veces viuda hechicera -¿y es que a nadie se
le hacía sospechoso que sus tres esposos estuvieran convenientemente muertos?- era
dueña de una docena de prósperas propiedades por toda la maldita isla, todas manejadas
por sus hermanos, los gemelos torpes de los que Bjold le había hablado. Pero ella escogió
vivir en una propiedad pobre en lo más desolado del norte de Northumbria, casi en la
frontera con Escocia… sin duda para tener privacidad al practicar sus ritos paganos.
Bueno, la búsqueda había casi terminado. Cuando se detuvieron en Graycote
Manor, el castellano les informó que Lady Alinor estaba en las colinas cuidando sus ovejas.
¿Cuidando? ¿Estaba participando en algún ritual de magia negra que implicaba el sacrificio
de animales o algo así?
Lo más extraño era que el señorío de madera y piedra, con sus murallas y
empalizadas desmoronándose, estaba bien mantenido, pero era muy anticuado. Al mismo
tiempo, extensos campos de heno yacían ahí secándose para cuando llegara el invierno.
Una docena de vacas mugían en un establo cercano a la espera de ser ordeñadas.
Montones de nabos, zanahorias, coles y otros alimentos eran transportados en pesadas
carretas. Era una propiedad mal cuidada, rebosante de comida. ¡Qué peculiar!
Bueno, lo que fuera. No le importaba si la bruja era rica o pobre. Su viaje terminaría
muy pronto y Lady Alinor pagaría por todos los problemas que le había causado.
-Hay que tener cuidado, Tykir -le advirtió Rurik.
Los tres montaban a caballo uno al lado del otro siguiendo las indicaciones del
castellano. El estúpido castellano de Lady Alinor -líder de una banda desalineada de
soldados- ni siquiera había pensado en la seguridad de su ama cuando mandó a tres
vikingos tras ella.
-Me resisto a preguntar… pero ¿por qué?
-No sabemos si esta bruja actúa en solitario o en una secta.
Tykir asintió, a pesar de que no tenía un gran conocimiento sobre la brujería, ya
fuera en solitario o no. Tendría que acudir a la sabiduría de Rurik, que sabía más sobre ese
tema.
-Sin duda la bruja asumirá su mejor forma para tenernos bajo su hechizo. -¿Eso
crees?
-Sí, eso es lo que a mí me pasó, te lo garantizo. ¿Por qué otra razón habría bajado
mi guardia en presencia de una bruja en un país extraño?
-Porque la moza escocesa abrió sus piernas para tí, esa es la razón -Tykir se rió -.
Porque eres un lujurioso. Porque piensas con el cerebro de entre tus piernas y no con el de
la cabeza.
Rurik levantó la barbilla ofendido, llamando la atención sobre la línea azul teñida en
la mitad de su cara, prueba de su estúpido enredo con una bruja.
-Ya que estamos tan cerca de Escocia, ¿por qué no vas en busca de la bruja? Tal vez
así puedas librarte de esa marca de una vez por todas.
-Estuve buscándola todo el año pasado sin resultados. Me niego a pasar el invierno
con el culo congelado en las tierras altas sólo por buscarla. El próximo verano la
encontraré o moriré en el intento.
-A mi me gustaría saber si son ciertas las historias que dicen que las brujas
esconden una cola bajo su ropa -intervino Bolthor-. Se dice que la única forma en la que
pueden deshacerse del largo apéndice es casándose con un humano.
-Ves -Rurik le alegó a Tykir-, yo tenía razón sobre que las brujas toman una forma
tentadora. Tiene sentido que deban ser hermosas para poder atrapar a un hombre y
deshacerse de su cola.
-Ustedes creen cualquier tontería -abucheó Tykir-. Lo único que sé es que yo quiero
ser el que le prenda fuego a esta bruja… una vez que el rey Anlaf haya terminado con ella.
Así, si nunca más veo tierra Inglesa o una moza inglesa de nuevo, será suficiente para mí.
-Allá está -dijo un emocionado Rurik.
Se hizo un largo silencio que lo dijo todo. Al final, Tykir resopló con disgusto y dijo
en voz alta lo que todos estaban pensando:
-¡Hasta aquí llega la teoría de las brujas hermosas!
-Yo creo que esto amerita una saga. -Bolthor ya estaba sacando su tableta de cera
de su cartera, murmurando algo así como Tykir y la bruja del pelo de fuego. Luego empezó
a decir su introducción habitual-. Escuchen todos, esta es la saga de Tykir “el Grande”...
-¿Te gustaría que te metiera el lápiz por el culo? -respondió Tykir.
Bolthor lo ignoró y comenzó con sus versos:

Había llamas pero no de fuego.


Espuma salvaje del aliento de Satán,
derramada desde la cabeza de la bruja para atrapar
al guerrero cauteloso, aunque fuera el nieto
del gran rey Harald “Cabellera Hermosa”.

-Una vez vi una fruta que tenía ese color en uno de los climas del sur. Creo que se
llamaba naranja -dijo Rurik con admiración al ver el extraño color del pelo de la bruja.
Tykir ya había visto antes pelo rojo -por supuesto, todos lo habían hecho. Incluso el
gran Odín era pelirrojo-. Pero Tykir nunca había visto un pelo como este. Aunque Rurik
estaba equivocado sobre su color naranja; era más como óxido brillante sobre un escudo
de metal.
-¡Oh, por el amor de Freya! ¿Eso que la adorna es la saliva del diablo? -Bolthor se
estremeció en la distancia-. Cabello como el fuego del infierno y la marca de Lucifer sobre
su piel… Es un hecho que es una bruja.
El tenía razón. Cada parte de la piel expuesta de la mujer estaba cubierta de pecas y
sin duda alguna también lo estaba bajo su túnica gris. Su velo y su griñón, que
normalmente cubrirían el cabello de una dama de cuna noble, estaban vergonzosamente
colgados de una zarza no muy lejos de donde Lady Alinor estaba persiguiendo un carnero
que a su vez estaba persiguiendo una oveja.
-¿Ven a sus familiares en alguna parte? -preguntó Bolthor en voz baja.
-Algunas veces los familiares de las brujas son gatos.
Todos recorrieron el horizonte con la mirada. No había ni un gato a la vista.
-Será posible -vaciló Rurik- ¿que sus familiares sean ovejas?
Todos se quedaron boquiabiertos con este increíble giro en los acontecimientos.
Pero luego Tykir recapacitó.
-Nunca en mi vida había oído algo tan ridículo.
-Yo tampoco -estuvieron de acuerdo Rurik y Bolthor.
Pero se miraron unos a otros, inseguros. Si en efecto tenía ovejas como familiares,
debía ser una bruja poderosa. Había docenas de ovejas en ese área.
-Y miren -añadió Bolthor-, tiene un bastón. Todo el mundo sabe que las brujas
cargan con un bastón mágico. Y por supuesto, con una campana y un cristal.
Se escuchó un tintineo proveniente del cuello de una de las ovejas perseguidas por
el carnero lujurioso. A Tykir se le pusieron los pelos de punta ante esa confirmación de, al
menos, una de las herramientas de la bruja.
Todos abrieron mucho los ojos para ver si llevaba un cristal. Pero no vieron nada
aparte del sencillo vestido. Sin duda lo tenía escondido.
-¿Creen que ella baile desnuda por el bosque? -preguntó Rurik-. Es una práctica
común de las brujas.
-¿Tu bruja lo hacia? -preguntó Tykir con una sonrisa.
-Sí, lo hacía -le dijo Rurik, devolviéndole la sonrisa-. Casi valió la pena recibir su
marca maldita por ver esa exibicion.
-No creo que ver a esta bruja desnuda sea muy placentero -dijo Tykir. Todos
estuvieron de acuerdo.
El perro de Rurik estaba ladrando salvajemente, las ovejas balando y los caballos
relinchando nerviosos, todo mientras ellos hacían esas observaciones. En medio del caos,
un sarnoso perro ovejero fue hacia ellos, mientras que un rebaño de ovejas balando lo
seguía. Al parecer, el perro ovejero había visto al sabueso de Rurik, Bestia, que estaba
parado cerca de una de las patas frontales de su caballo, intentando parecer distante pero
meando por la emoción.
Tykir y sus compañeros se quedaron boquiabiertos ante este espectáculo.
Justo en ese momento, el carnero dejó de estar en celo y su compañera oveja
escapó. Pero al parecer el cachondo carnero tenía otras ideas. Primero la persiguió, pero
luego se detuvo en seco, dio media vuelta y comenzó a perseguir a Lady Alinor, quien le
había estado gritando para que desistiera de sus intenciones. Cuando el carnero golpeó el
trasero de Lady Alinor con sus cuernos encorvados, ella cayó al suelo con el trasero al aire.
Los tres hombres se quedaron mirando, paralizados, esa parte en particular.
¿Tenía cola o no tenía?
Capítulo II

Los vikingos realmente se acercaban.


De hecho, ya habían llegado.
Y estaban mirando su trasero.

¡Paganos libidinosos! ¡Malditos libertinos! ¡Vikingos canallas! ¡Si se atreven a


intentar violarme, sacaré mis tijeras y al menos uno de ellos dejará de tener esas
inclinaciones lascivas!
Elswyth gimoteaba un continuo “Ooh, ooh, ooh ooh” del miedo tan mortal que
tenía. El perro y media docena de ovejas rodeaban a los hombres, y Bella ladraba
eufóricamente dándole la bienvenida al sabueso que había venido con ellos. Mientras
tanto, David tenía una expresión de puro éxtasis en su cara después de haber montado a la
dócil Sheba.
Alinor se habría mortificado si estos hombres no fueran vikingos, quienes
probablemente eran testigos de ese comportamiento tan tosco allá en sus tierras
primitivas.
-Buenos hombres, ¿que hacen aquí en mis tierras? ¿En qué puedo ayudarles? -
preguntó Alinor en el idioma nórdico, que era muy parecido al inglés. Había aprendido el
idioma en los últimos años cuando hacía negocios con la lana en los mercados de
Northumbria, que estaban repletos de gente descendiente de los vikingos.
Mientras hablaba con ellos, se puso de pie torpemente y puso una mano en la
cadera, intentando crear una pose casual de valentía y al mismo tiempo ajustándose el
velo con la otra mano. Excepto que su velo y su griñón habían desaparecido. Alinor pasó
los dedos por el caos sobre su cabeza y sospechó que parecía una oveja de pelo largo en
llamas antes de ser esquilada. Para ser sinceros, Egbert le había dicho eso una vez en un
pobre intento de animarla a mejorar su apariencia para ayudar en sus búsquedas
matrimoniales. Sus uñas se enredaron en su pelo, así que se rindió.
-Mi casa señorial está cerca de aquí -informó a los vikingos, señalando hacia el
oeste-. Si lo que buscan es comida y bebida, mi administrador será hospitalario con
ustedes y sus corceles. Esta es una propiedad pobre, pero no se asusten…
Su voz se apagó cuando se echó el pelo hacia atrás y pudo ver bien a los tres
vikingos que estaban sentados sobre magníficos corceles negros, con cuero finamente
labrado y adornos de plata. Ella tembló, pero no por la brisa otoñal, la cual se estaba
volviendo más fuerte. Largas espadas de tradición vikinga colgaban envainadas a su lado.
Tenían escudos de alto relieve sobre sus caballos. Todos eran altos y musculosos. ¡Jesús,
María y José! Tuvo que morderse el labio para evitar gimotear como Elswyth.
Todos llevaban braies de lana negra y botines de cuero con ligas entrecruzadas
hasta las piernas. El de la izquierda era un verdadero gigante -les llevaba al menos una
cabeza a los otros dos, que ya eran de por sí altos. Tenía el pelo rubio casi blanco que
llegaba casi a la altura de los hombros. Llevaba una túnica de lana color café ajustada en la
cintura, con los hombros cubiertos por varias capas de diferentes tamaños que dejaban un
brazo expuesto que descansaba sobre un hacha de batalla apoyada sobre el suelo.
Probablemente no había visto ni treinta inviernos, pero tenía rasgos duros que lo hacían
parecer más viejo. Un parche negro sobre un ojo completaba la imagen de soldado
maltrecho.
El vikingo de la derecha tenía el cabello oscuro y Alinor supuso que era tan
vanidoso como un pavo real. Era al menos cinco años menor que el gigante y se acariciaba
su sedoso bigote. Su barba y cabello estaban tejidos en trenzas entrelazadas -un hábito
que muchos guerreros tenían para evitar que el pelo se les viniera por la cara durante una
batalla- pero las trenzas de este vikingo estaban entrelazadas con cuentas de colores. Lo
más interesante era una línea azul en la mitad de su cara, la cual no perjudicaba su aspecto
en absoluto; de hecho, algunos dirían que lo hacía más interesante. Llevaba una túnica de
lana azul, que hacía juego con sus ojos y con la forma de su cara, pero en vez de llevar una
manta en el hombro, llevaba una piel de zorro de color gris que iba desde un hombro
hasta el otro lado de la cintura, por delante y por detrás, metida en un cinturón de cuero
curtido. El animal que había muerto para su comodidad debió de haber sido gigante.
Estaba levemente inclinado sobre el suelo, dándole palmaditas al perro para calmarlo y
advirtiéndole -Shhh, Bestia. Sólo es una perra despreciable. Mi buen perro, reduce tu
interés por un coqueteo rápido. Le sonrió a Alinor mientras hablaba, haciendo difícil saber
si se estaba refiriendo a Bella o a ella.
Pero fue el vikingo del medio -que al parecer era el líder- quien llamó la atención de
Alinor. La cabeza de Alinor, que nunca antes se había vuelto para observar la contextura
tan agradable de un hombre, ahora lo hacía.
Tenía el cabello largo y de color café claro, con mechones de color amarillo claro,
dándole la apariencia de oro resplandeciente. Apostaría a que era el efecto causado por la
exposición al sol durante varios años en mar abierto. Era mayor que el resto,
probablemente tenía treinta y cinco y era extremadamente guapo. ¡Bendito San Bonifies!
Los años le sentaban muy bien.
Su cabello también estaba trenzado, pero sólo a un lado, en donde un pendiente de
plata con la forma de un rayo colgaba de su oreja. Iba vestido completamente de negro -
braies, túnica y cinturón- y estaba cubierto por un manto de lana de la mejor calidad, que
iba desde los hombros hasta los tobillos. El manto estaba ajustado en el hombro con un
broche de oro en forma de serpientes entrelazadas con ojos de crisólitos. De su cuello
colgaba una cadena con un pendiente de ámbar en forma de estrella con una gota de
sangre en el centro.
-¿Y bien? -dijo éste último, sus ojos color miel estudiándola con frío desdén.
-¿Q..qué? -Él debió haber estado hablando mientras su mente vagaba.
-Dije, milady -repitió con paciencia exagerada-, que mi nombre es Jarl Tykir
Thorksson, y no he recorrido esta gran distancia por comida o bebida.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado.
-¿Entonces, por qué ha venido?
-He venido por usted, Lady Alinor.

*****

-Muéstrame tu cola.
-¿Co..cola…? -Alinor se tambaleó por la sorpresa. ¡Oooh! ¡Cómo le gustaría coger
una tajadora de la mesa y darle un porrazo en su dura cabeza al gran patán de Tykir
Thorksson! Su referencia a una bruja era la última de las declaraciones indignantes que le
había dicho desde que habían llegado, siendo la primera y más indignante que había
venido desde Noruega por ella.
Estaba sentada a su lado en la mesa principal, en su salón, con una fuerte mano
sujetándole el antebrazo, fijándola al brazo de la silla. De lo contrario, hacía rato que se
habría ido. Él y sus dos compañeros se habían negado a perderla de vista desde que
habían llegado a la casa señorial, ni siquiera cuando iba al baño.
-Escuche, eh… -El bruto le había dicho cual era su título: un jarl7, que estaba un
escalón por debajo del rey, similar a un lord inglés. Él estaba ligado a la nobleza nórdica
por la línea de sangre que lo unía a su abuelo, el famoso, muerto hacía mucho, rey Harald
“Cabellera Hermosa”. Como si a ella le importara si él era un esclavo humilde o un alto jarl.
O para el caso, si era vikingo, franco o sajón. El hombre seguía siendo un patán. ¿Pero
cómo debía referirse a un vikingo de alta escala? ¿Mi señor? ¿Mi jarl? ¿Mi bárbaro?-.
Escuche, mi jarl…
Él soltó una carcajada.
-Llámame Tykir.
Nah, una tajadora de madera sería muy poco castigo para éste. Mejor una piedra.
Una muy grande.
-Bueno, ¿vas a mostrarme tu trasero y poner fin a esta molestia? Si no tienes cola…
aunque estoy inclinado a pensar que una verdadera bruja sería capaz de hacer
desaparecer su cola a su antojo.
A pesar de sus esfuerzos para contenerse, enseñó los dientes e hizo un silbido en
ofensa.

7 Jarl: equivalente al título de conde o duque.

Él sonrió.
-Si yo fuera una verdadera bruja, en este momento te lanzaría un hechizo para
convertirte en sapo.
-Que así sea -se rió él-. He perdido demasiado tiempo buscándote y espero estar a
bordo de mi barco en Jorvik dentro de tres días. Así que deja de fingir.
¡Aaarrrgh! Había estado tratando de convencer al terco canalla de su inocencia
desde que le había contado que había venido a Graycote por la bruja que había lanzado un
hechizo sobre un rey vikingo. ¡Qué historia más absurda! Sin duda estaba buscando
alguien a quien saquear. Bueno, no encontraría nada de valor en su pobre propiedad. O tal
vez esperaba secuestrarla para usarla como rehén. No sabía que sus hermanos no
pagarían ni un penique por ella. Su único valor para ellos era el precio de novia que
recibían cada vez que arreglaban un matrimonio para ella… junto con las propiedades que
les eran cedidas cada vez que enviudaba, por supuesto.
Y su viejo castellano, Gerald, no sería de ninguna ayuda. Hizo una mueca de
disgusto cuando su mirada se posó sobre su supuesto protector, el líder de sus soldados. Él
estaba ahí, en la mesa principal, casi cayéndose de sueño y apenas era mediodía. Estos
vikingos debían pensar que les había sido entregado un regalo de sus dioses paganos al ver
la débil protección del lugar. ¡Ja! Aquella era una táctica deliberada por su parte. Sus
prósperas granjas y ovejas contrastaban con su espantosa propiedad, la cual estaba bien
mantenida y bien abastecida, pero sin adornos lujosos como tapices o vajillas de plata. Si
Alinor se atreviera a convertir la casa señorial hecha de piedra y madera en un castillo,
Egbert y Hebert se lo quitarían en un santiamén. Lo mismo se aplicaba para los soldados
bajo el mando de Gerald.
Fuertes soldados llamarían la atención de sus hermanos.
-Míralo de esta manera: no tienes hijos que exijan tu presencia aquí -dijo el vikingo.
¿Eh? Había estado medio divagando mientras el zoquete insensible parloteaba.
-Eres libre de dejar tu propiedad a cargo de alguien más. De hecho, podrías
considerar este viaje como unas vacaciones por las islas nórdicas. -Se cruzó de brazos e
hinchó el pecho, satisfecho consigo mismo por haber pensado en esa ridícula explicación
para sus actos.
-¿Unas vacaciones? -Apenas podía contenerse para no gritar-. ¿No sería como
comparar arrancarle las uñas a alguien con una buena manicura?
-Posiblemente -dijo él descaradamente.
Ella lo pensó por un momento.
-¿Cómo sabes que no tengo hijos?
-Tu castellano me lo dijo.
Tendría una seria conversación con Gerald sobre su lengua suelta. Mientras tanto,
si él podía sacar a relucir hijos, ella también.
-¿Qué pensarán tus hijos de tí si te llevas a una mujer alrededor del mundo en
contra de su voluntad?
Su rostro se puso rojo bajo su piel bronceada.
-No tengo hijos… que yo sepa.
Ella arqueó una ceja ante la forma en que lo dijo.
-¿Que tú sepas?
-Mi familia o falta de ella no es asunto tuyo -le dijo fríamente y levantó una mano
para evitar decir algo mas-. Hasta ahora he sido amable contigo, Lady Alinor. Podemos
hacer esto de buena manera o no. A mi no me importa.
-Pero…
-Recoge tus cosas, te lo ordeno. O lo haré yo. De una forma u otra debemos partir
pronto si queremos armar un campamento en Aynsley antes de que anochezca.
-Pero…
Él se negó dejarle completar sus argumentos.
-Debes saber esto, milady: Yo prometí que llevaría una bruja a Anlaf, y una bruja es
lo que le llevaré.
-No… soy… una… bruja -dijo ella haciendo una pausa entre palabra y palabra para
que el imbécil lo entendiera.
-Entonces… pruébalo -dijo él, remedando sus pausas.
Ella se enfadó. No digas nada Alinor. Mantén tu buen juicio. Tener una cabeza fría
te ha sacado de situaciones peores que esta.
-Todo el mundo sabe que las brujas tienen cola -continúo el patán. -¿Todo el
mundo? -se burló ella.
-Eso me dijeron -dijo él en defensa. Sus maravillosas pestañas color castaño
revolotearon con incertidumbre.
-¿Quién, si se puede saber?
El rostro sin afeitar de Tykir se sonrojó mientras señalaba con pesar hacia donde el
gigante de un sólo ojo, Bolthor -el peor escaldo del mundo-, estaba bebiendo grandes
tragos de hidromiel y murmurando algo como:
-Escuchen todos, esta es la saga de Tykir “el Grande” que conoció a una bruja
pastora con cabellos de fuego…
-¿Tykir “el Grande”? -preguntó Alinor, incapaz de contener la risa.

Para enderezar la cola del rey vino el guerrero valiente.


A deshacerse de su cola aspiraba la bruja atrevida. ¿Qué cola ganará
esta batalla de colas?

Tykir se encogió de hombros avergonzado y se rió de sí mismo. Eso le gustaba en


un hombre -o una mujer-, la capacidad de reírse de sí mismo.
-Tienes que reconocer que toda esta situación es absurda, yo no soy más bruja de
lo que tu eres un… un troll. -Sus labios se torcieron con diversión ante ese comentario-.
Por otro lado…
-¡Moza insolente! ¿Estás insinuando que yo soy un troll? -Le dio un apretón en el
brazo como castigo, pero no muy fuerte-. Seré honesto contigo, no puedo dejar de admirar
tu valentía, aunque traspasa todos los límites de la prudencia. ¿Nunca te han advertido
sobre pellizcarle la cola al lobo?
-¿No querrás decir “la cola al troll”? -preguntó ella con picardía.
El se rió .
-Lástima que no seas un bocado más apetitoso. Habría disfrutado probando tus
encantos en el largo viaje a Trondelag.
Sus ojos evaluaron su figura envuelta en su túnica verde con un velo que hacia
juego. Su cabello salvaje estaba oculto bajo un griñón blanco, pero ella sabía que para él
no era atractiva. Por supuesto, eran las pecas. Éstas eran repugnantes para la mayoría de
los hombres, tontos supersticiosos. Y si no era superstición, entonces eran los estándares
tradicionales de belleza, como tener la piel pálida.
-¿Crees que me importa algo si me encuentras hermosa como una diosa u odiosa
como un erizo? He enterrado tres maridos. El próximo hombre, sea mi esposo o no, que
intente degustar mi mercancía, lo hará por encima de mi cadáver.
La boca del vikingo se abrió por la sorpresa. Luego se dio una palmada en la rodilla.
-¡Por la sangre de Thor! Tu lengua no tiene ni un poco de sentido común. ¿No sabes
que podría sacar ese apéndice hablante de tu boca, cortarlo con un simple movimiento de
mi espada y cocinarlo para la cena?
Esa era una imagen que no necesitaba en su cabeza. Decidió utilizar una táctica
diferente.
-¿De verdad crees en brujería?
-Sí. No. -Se tocó la barbilla pensativo-. Tal vez.
Ella inclinó la cabeza, intentando comprender cómo un hombre que parecía ser
inteligente -bueno, por lo menos no un baboso sin cerebro-, podía creer en la magia negra.
-Debes entender que las tierras nórdicas son duras y salvajes, especialmente en el
norte de Noruega. Todo es muy diferente a Inglaterra, incluso a Northumbria -le explicó
él-. Hay veces que en verano hay luz del día continua, así como a veces hay inviernos de
sólo oscuridad. En una tierra donde reina la oscuridad por largos periodos de tiempo, es
fácil ver cómo la gente se vuelve supersticiosa. Ellos creen que las criaturas mágicas: las
huldras, los nisser, las fosas sombrías y los nokken8, vienen de lo más profundo del
bosque; que bajan de las montañas y emergen de los ríos y fiordos. Las brujas no son nada
comparadas con eso. Oh, se me olvidaba. Tambien están los elfos, los gnomos y los troles.
-Alzó las cejas en forma juguetona ante esta última palabra-. Aunque no todos ellos son
bestias malvadas. Algunos de ellos son juguetones, alentados por Loki, nuestro dios de las
travesuras.
-Además, debo contarte la historia del rey Harald "Cabellera Hermosa". A pesar de
que uno de sus hijos, Ragnvald Rettlibeine de Hadeland, practicaba las artes mágicas, mi
abuelo despreciaba a los hechiceros y la magia. Al final le ordenó a su otro hijo, Eric
"Hacha Sangrienta", que matara a su hermano. Eric no sólo hizo eso, sino que también
mató a otros ochenta hechiceros. Así que sí, creo en las artes oscuras.
-Humph! -Todo eso eran tonterías para Alinor. Pero justo ahí se le ocurrió algo. Ese
guerrero feroz podría vencer a sus hermanos de un manotazo, si así lo quería. ¿Qué
pasaría si ella se fuera a las tierras nórdicas con él por un tiempo, sólo hasta que sus
hermanos desistieran de sus esfuerzos de casamenteros? ¿No sería esa una forma de
resolver los problemas de ambos? -el vikingo cumpliría su promesa de llevar a una “bruja”
para remover una maldición, y ella escaparía de un cuarto matrimonio.

8 Las huldras, los nisser, las fosas sombrías y los nokken: son criaturas del folclore
escandinavo.

-Suéltame, vikingo -dijo ella, mirando el brazo que seguía atrapado contra la silla
por el agarre de sus largos dedos-. Me gustaria oír más sobre tu misión. Exactamente,
¿cuánto tiempo pasaría hasta que yo pudiera regresar a Nothumbria?
-Mi deber termina una vez que te presente ante el rey Anlaf
Ella inclinó la cabeza con desconcierto.
-Estoy casi seguro de que Anlaf te enviará a casa con un escolta armado después de
que la maldición sea removida, pero pienso que para entonces las aguas ya se habrán
congelado. Así que yo diría que podrás regresar a casa para la Pascua.
¿Casi seguro? Luego, las otras palabras llamaron su atención.
-¿Pascua? ¿Pascua? Pero si eso es en seis meses. No puedo irme por tanto tiempo.
¿Que pasaría con tejer en el invierno? ¿Los partos de primavera? ¿Y la primera esquila?
Tengo que cuidar más de cien ovejas aquí en Graycote. -Lo fulminó con la mirada y luego
concluyó-: es imposible.
-No tienes opción.
‐Eso ya lo veremos. No quiero tomar medidas drásticas, pero lo haré si me siento
obligada, vikingo. Entonces, dime. ¿Exactamente a qué personaje de la alta sociedad
vikinga se me acusa de haber maldecido?
-¿Han habido tantos?
¿Han habido tantos? -repitió sarcásticamente en su cabeza-. No, no puedo recordar
uno siquiera. -Hizo una pausa mientras un recuerdo se apresuró a su cabeza-. Excepto…
¡oh!, ¿no estarás hablando de ese asalto vikingo a la Abadía de Santa Beatriz que ocurrió el
año pasado?
El asintió.
-Ése era el rey Anlaf, de Noruega.
Su frente se arrugó por la confusion.
-Yo pensaba que Haakon "el Bueno" era el rey de Noruega.
-Bueno, sí, mi tío Haakon es el rey de toda Noruega, pero también existen reyes
menores. Mi primo Anlaf es el jefe, o rey menor, de una región de Trondelag.
-Tu tío… tu primo... ¿Reyes? -balbuceó.
-¡Al fin! ¿Ahora entiendes?
-¿Entender? Ese bruto, tu primo, estaba a punto de violar a la hermana Mary Esme.
El se encogió de hombros.
-Y lanzaste una maldición sobre él.
-¿Lo hice?
-Y sacudiste el velo mágico.
-¿Qué velo mágico?
-El velo de la Virgen. Por cierto, no te olvides de llevar contigo el velo azul. Anlaf
querrá verlo cuando quites la maldición.
Alinor cerró los ojos con frustración.
-Ese velo azul es el que yo uso, y no lo estaba sacudiendo. Se me cayó de la cabeza
durante la lucha para quitarle a ese bárbaro de encima a la hermana Mary Esme.
-¡No estarás hablando en serio!
-Y otra cosa, puede que yo haya maldecido al hombre, pero no puse una maldición
sobre él. Hay una gran diferencia.
-¿Estás intentando confundirme con tus palabras?
No sería muy difícil.
-¿Acaso no dijiste: "Por el velo de la Virgen, que se te caiga el miembro si cometes
este acto malvado"?
Hubo un largo silencio durante el cual Alinor trató de asimilar sus palabras. Se
ruborizó con vergüenza y luego preguntó con asombro:
-¿Y se le cayó el miembro?
-Nah, solamente se torció.
-¿Que hizo qué? Oh, no puedo creer lo que dices. ¿Su miembro se torció? -Alinor se
ahogó de risa.
-¡No es gracioso! -protestó él, golpeándola fuertemente en la espalda para detener
su ahogamiento.
-Oh, sí, sí lo es. Pero, por favor -dijo ella mientras se secaba las lágrimas con el
borde de su velo-, no me digas que tú y ese rey tan tonto como un asno esperan que yo
toque su… cosa.
Tykir hizo un gesto despreocupado con la mano.
-Yo no sé qué ritos usan las brujas para enderezar la lanza de un hombre. No me
importa si lo tienes que tocar o no. Sólo quítale el hechizo.
-¿Y si no puedo hacerlo?
-Hay leyes sagradas en los thing -nuestra forma de gobierno-, según las cuales las
brujas pueden ser apedreadas o ahogadas, eso si son brujas malas. -Entrecerró los ojos
para estudiarla por un momento-. Por cierto, ¿eres una bruja buena o una bruja mala?
-Aaarrrgh!
-En realidad, no importa. Dudo que Anlaf espere a que se celebre un thing en caso
de que no puedas remover la maldición.
-¿Ah?
-Anlaf no dudará ni un momento en cortarte la cabeza.
-No tienes que estar vigilándome todo el bendito tiempo.
-¿No?
-¿Qué tiene que temerle un gran y temible guerrero como tú a una pequeña e
indefensa mujer como yo?
Apuesto a que no eras inofensiva ni siquiera cuando estabas en el vientre materno.
Me parece que he oído que el mal genio y el cabello rojo van de la mano. ¿O sólo era algo
que Bolthor usó en una de sus sagas? ¡Suficiente! Estoy malgastando mis pensamientos
con puras tonterías.
-Me parece bien que hayas notado mi impresionante estatura.
¡Por los pies de Thor! ¿Qué tonterías estoy diciendo ahora?
-¿Cómo podría no hacerlo si bloqueas toda la entrada?
Tenía el hombro apoyado de forma casual sobre el marco de la puerta de la
recámara de Lady Alinor, y tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Le parecía que
bloquear la puerta era una buena elección de palabras porque sospechaba que ella saldría
corriendo en un instante si él no estuviera actuando como barrera hacia su libertad.
Golpeó un pie contra el suelo, impaciente, mientras la moza… más bien, la bruja… o
la dama… amontonaba sobre su cama la ropa que pretendía llevar a Trondelag. Lo peor de
todo era que había cuatro velos azules, y ninguno parecía mágico, o para el caso, lo
suficientemente viejo para haber pertenecido a la santísima Virgen.
Juro que si le hace otro doblez a esa túnica y alisa cada arruga en ella, voy a meter
todas sus pertenencias en mi alforja y listo. Tal vez debería meter su cuerpo escuálido allí
también, bien doblado en partes iguales.
Estaba claro que intentaba ganar tiempo, para qué, no lo sabía. Parecía ser una
mujer inteligente… o al menos lo inteligente que podía ser una mujer. Ella tenía que saber
que su suerte ya estaba echada; sería llevada ante el rey Anlaf, por las buenas o por las
malas.
Aun así, Tykir mantuvo su temperamento bajo control. Un buen soldado sabía
esperar el momento justo para atacar. No se dejaba engañar por Lady Alinor. La bruja
estaba tramando algo. La delataba el movimiento nerviosos de sus dedos, y ésta no
era una mujer dócil. Se había rendido muy fácilmente a su demanda de acompañarlo a las
tierras nórdicas. Siendo él una persona obstinada, sabía reconocer a una mula terca.
Sonrió para sí mismo ante esa imagen y cómo la remilgada Lady Alinor odiaría ser puesta
en esa categoría.
Ella lo miró de reojo a través de sus ojos entrecerrados. -¿No te gustaría aceptar un
Danegeld9?
-¡Aja! ¿Ahora quieres sobornarme? ¿Con qué? ¿Con ovejas?
Ella se molestó con la burla hacia sus preciosas ovejas. Él se había dado cuenta, con
diversión, cuando estaban de camino a la casa, de que ella tenía un nombre para cada uno
de los animales balantes.
-Tal vez podría reunir algunas monedas. -Le ofreció. La sombra furtiva de sus ojos le
dijo claramente que ella escondía algo. Hmmm. Pensándolo bien, el número de ovejas y
ganado que había visto en las colinas, sumados a los campos bien cultivados, hablaban de
una propiedad más prospera de lo que se apreciaba en la falta de guardia en Graycote, o
en los sencillos atuendos de Lady Alinor. Tal vez ella atesoraba su oro. ¿Pero con qué
propósito?
En realidad no le importaba si ella era tan rica como un sultan de Bagdad o tan
pobre como un campesino sin tierra.
-Le prometí una bruja a Anlaf - negó con la cabeza-, y una bruja es lo que tendrá. -
¿Sólo por un caballo? -se burló ella.
Hacía un rato le había comentado todos los problemas que había tenido desde que
el emisario del rey lo había hallado en Birka, incluyendo los incentivos que le había
ofrecido Anlaf para contar con su ayuda. Su tono de burla lo irritaba. Si había estado loco o
no para

9 Danegeld: fue un impuesto aplicado para el pago de tributo a los expedicionarios


vikingos para evitar el saqueo y piratería en tierras de influencia.

asumir esta misión no era asunto suyo, ni si lo hacía porque estaba aburrido o por un
semental fino. No iba a permitir sus críticas.
-No te olvides de la esclava -apuntó en un intento deliberado para hacerla perder la
compostura-. La que tiene las campanas. -Por alguna razón, le había mencionado el caballo
y la tintineante Samirah, pero no le había mencionado nada sobre Adam. Cuantas menos
personas lo supieran, mejor; sobretodo su hermana Rain y su esposo Selik. Ellos se
pondrían furiosos si descubrieran lo que había hecho Anlaf con su hijo adoptivo. De hecho,
su ira podría llegar a causar una guerra sangrienta por un incidente que podía ser
solucionado si Tykir entregaba a una bruja.
Su labio superior se curvó con desprecio.
-¡Todos los hombres son iguales! No importa si son nórdicos o ingleses, todos
actúan guiados por la cola entre sus piernas.
Tykir se sorprendió ante la franqueza de sus palabras y comprendió que se refería a
su comentario sobre la esclava. Él no estaba acostumbrado a esa crudeza viniendo de una
dama, pero se forzó a sí mismo a mantenerse inexpresivo.
-Te superas a tí misma. Harías bien en no ganarte mi desprecio. Hablando de colas,
¿qué problemas te causa la tuya?
-No… soy… una… bruja -repitió ella, un refrán que estaba empezando a cansarlo.
-Yo pensaría que te da problemas al atender tus necesidades en el baño -dijo, como
si ella no hubiera dicho nada. Ya se había dado cuenta de que ella odiaba cuando la
ignoraban-. O cuando montas a caballo. Oh, oh, se me acaba de ocurrir algo…
-Eso sí que es una novedad.
Él frunció el ceño ante su interrupción impertinente.
-No soy quién para preguntar, pero… ¿tienes una cola de humor? Se dio cuenta de
que ella no quería preguntar, pero no pudo evitarlo.
-¿Una cola de humor?
-Ya sabes… ¿se menea cuando estás de buen humor, como la de un cachorro? ¿Y se
cae cuando estás deprimida, así como cuando la sangre se coagula en tu caldero mágico?
-No encuentro ni una pizca de gracia en tus tonterías. -Se mordió el labio con
frustración. Había algo atrayente en la mujer cuando agitaba las plumas, pero no podía ver
más allá de esas horribles pecas. Y a pesar de que un griñón cubría su pelo rojo brillante, él
sabía que estaba ahí, esperando para brotar. Además, casi no tenía pechos de que hablar.
Sus preferencias no se inclinaban necesariamente hacia un frente voluptuoso, pero un
frente que parecía más plano que dos huevos sobre una roca caliente tampoco le llamaba
mucho la atención.
-Mantén tus ojos en tu cara, vikingo -le advirtió ella.
¡Ajá! Otra pluma agitada. Le gustaba molestarla, así que añadió:
-¡Oh, santo Thor! ¿Cómo me pude haber olvidado de lo más importante? ¿Qué
haces con tu cola cuando abres tus piernas para un hombre?
Ella jadeó, pero ocultó su sorpresa rápidamente con un gesto neutral.
-Dado que soy viuda desde hace más de un año, rara vez me voy a la cama con un
hombre. ¿Será que ustedes los vikingos sabelotodo han encontrado alguna forma de
hacerlo sin una pareja? -Batió sus pestañas hacia él como si lo dijera en serio, cuando en
realidad se estaba burlando de él-. En realidad, no es que hubiera mucho acoplamiento
incluso cuando tenía un compañero… aunque no es que me importara mucho.
-Oh, señora, ése es exactamente el tipo de comentario provocativo que no debes
hacerle a un vikingo. -Él le sonrió lascivamente.
Ella lo fulminó con la mirada.
-Así que no intentes distraerme con tus tentadoras proposiciones, debemos
marcharnos.
-Ten...tentadoras -balbuceó ella.
-Por cierto, Rurik, Bolthor y yo nos preguntábamos si alguna vez has bailado
desnuda en el bosque.
-Bailar… bailar… oh, eres la persona más maleducada, insoportable, detestable y el
patán más lujurioso que he conocido en mi vida. Y créeme, he conocido a muchos.
-Bueno, pero basta ya de cumplidos. No tenemos tiempo para las bromas de
hombre-mujer.
Ella se irguió, insultada.
-Voltéate mientras recojo mi ropa interior, no quiero que te la comas con la mirada.
-¿Comérmela con la mirada? ¿Yo? -Tykir se puso rígido-. Señora, a pesar de que
mencioné la tentación, no te engañes. Tu ropa íntima no tiene ningún atractivo para mí.
Tampoco tus partes íntimas. Tu virtud no correrá peligro en mi compañía, te lo aseguro.
Justo en ese momento, Bolthor se acercó desde el corredor.
-Ya he reunido provisiones de la cocina y Rurik dice que los caballos están listos.
Tykir miró en dirección a Lady Alinor, sus cejas arqueadas cuestionando qué tan
lista estaba.
Una oleada de pánico recorrió su rostro, haciendo que las pecas se destacaran aún
más. Sin embargo, antes de que él pudiera garantizarle que iba a estar segura -al menos
hasta que llegaran a la corte de Anlaf- un fuerte ruido salió de las entrañas de Tykir,
seguido por un retortijón más que doloroso, al tiempo que la bilis se le subía a la garganta.
Sorprendido, Tykir miró primero a Bolthor, que lo miraba con preocupación
mientras se doblaba agarrándose el abdomen, luego miró a Lady Alinor, que tuvo el
descaro de sonreir. Le pareció escucharla murmurar -parece que al final si tenía elección-.
Sin más palabras, salió corriendo al baño.
Hubo dos cosas que Tykir le escuchó decir a Bolthor mientras ponía una mano
sobre su boca y la otra sobre su estómago, rezando para llegar al retrete antes de
avergonzarse a sí mismo:
-Lady Alinor, si le has lanzado un hechizo al maestro Tykir, yo mismo encenderé la
antorcha bajo tu hoguera. Y será un fuego que arderá muy lentamente. -Y luego- Yo creo
que un buen título sería Tykir “el Grande” y el Intestino Violento.

Dos días después, Tykir estaba sentado sobre su caballo en el patio exterior, a
punto de abandonar Graycote, por fin. Había estado tan débil como un chiquillo inexperto
después de su primera vez y había perdido tanto peso que parecía un flacucho demacrado,
pero estaba vivo, alabados sean los Dioses, y había habido varias veces en las últimas dos
noches en las que se había preguntado si sobreviviría a las violentas arcadas y a las purgas.
-Todavía digo que debiste haberme dejado matar a la bruja despreciable cuando
nos dimos cuenta de que le había lanzado una maldición a tus entrañas -se quejó Bolthor-.
Tal vez así el hechizo se habría desvanecido antes.
Toda la gente del castillo -tres docenas de ellos, desde el castellano hasta las
cocineras- había sido encerrada en el establo bajo la vigilancia de un severo Bolthor.
Cuando Tykir y sus acompañantes llegaran a un pueblo, fuera hoy o mañana, mandarían a
alguien para liberarlos. Había suficiente agua para compartir con los caballos y pasar un
día sin comida no les haría ningún daño.
Bolthor dejó su puesto y montó su caballo cuando vio salir a Rurik del gran salón. Él
llevaba a Lady Alinor sometida por una cuerda atada alrededor de su cuello, a pesar de
que sus ojos brillaban como fuego verde de la indignación por el maltrato de parte de sus
captores, incluyéndose a si mismo. ¡Ja! Él podría hablarle sobre verdadero maltrato.
En su mejilla derecha destacaban las marcas de la cachetada que le había dado
Rurik la mañana anterior, cuando ella finalmente había confesado su traición, aunque
había afirmado que solamente le había dado una hierba, no una maldición de muerte.
Además, había confesado que la poción pretendía retrasar su partida de Graycote, no
causar su partida de este mundo. Ella alegó que si en verdad hubiera querido matarlo, le
habría dado parte de la bebida contaminada a Rurik y a Bolthor. Tykir habría aceptado su
explicación si ella no se hubiera negado a explicar por qué quería retrasar la partida.
Ahí fue cuando Rurik la golpeó. Tykir y Bolthor lo habían tenido que sostener para
prevenirlo de herirla aún más. Sin duda, a Rurik le habría gustado marcarle la cara
permanentemente a la bruja, así como se la habían marcado a él.
Ese lado de su cara estaba hinchado y tenía un color entre amarillo y azul por la
curacion -una lámina rígida contra su piel llena de pecas. Había sido afortunada de que
Rurik no le hubiera tirado todos los dientes con la fuerza del golpe. El odio de Rurik hacia
las brujas se había intensificado desde su llegada a Graycote.
Tykir la miró con frialdad. La violencia era algo común en la vida de un vikingo,
especialmente en las batallas, pero rara vez iba dirigida contra las mujeres. Aun así, no
podía sentir simpatía por esta mujer después de todo lo que él había tenido que sufrir por
su culpa.
Supuso que debían temerle después de lo que le hizo a Anlaf. Pero ahora los tres
llevaban cruces de madera colgando de correas de cuero en el pecho. Fue idea de Bolthor.
Un método eficaz para alejar malos espíritus, incluyendo los poderes de una bruja, o eso
decía. Además, se habían puesto sus braies al revés para confundir a la bruja -otra de las
grandes ideas de Bolthor-, algo que era realmente inconveniente cuando iban al baño a
orinar. Por último, Rurik tenía un pequeño frasco de agua bendita que le había dado un
monje en Dublín. En los últimos dos días, Rurik roció periódicamente a cada uno con el
líquido sagrado. Él tenía la intención de reponerle el líquido al ministro de Jorvik.
Cuando Rurik roció a la bruja con una cantidad generosa de agua bendita, todos
retrocedieron esperando que la piel le ardiera y se quemara. Pero no había pasado nada,
excepto que parecía un pollo mojado.
Tykir no estaba seguro de que estas maniobras fueran a funcionar, sobretodo
cuando Lady Alinor se había reido la primera vez que le había explicado su propósito,
incluyendo los braies al revés.
-¿Eres idiota? -le había preguntado.
-¡No! -había chasqueado él. Tal vez, pensó.
Habían pasado dos días sin ningún hechizo mágico; quizá estuvieran a salvo por
ahora. Y ya era hora de abandonar esta maldita tierra sajona y regresar a Trondelag, en
donde las brujas, los troles y los actos mágicos eran toda una leyenda. No podía esperar a
terminar con todo este asunto. Habría abandonado esta nefasta misión hacía muchas
semanas de no haber sido por Adam.
Como las manos de Lady Alinor estaban atadas fente a ella, Rurik puso las manos
en cada lado de su cintura y la levantó hasta su silla sin ninguna delicadeza. Ella llevaba
puestos unos braies bajo su vestido para poder sentarse a horcajadas, algo por lo que
había protestado con vehemencia, pero él le había insistido por el bien de la velocidad. Un
gruñido de la dama fue su única reacción al ser tocada por un hombre que claramente la
repudiaba. Y con razón.
En un momento de consciencia en estos últimos dos días, Tykir había descubierto
que Rurik estaba haciendo un montón con ramas de árbol y leña en el patio… suficiente
madera para alimentar una hoguera. En el medio de ésta había una estaca de madera, en
la cual Rurik pretendía poner a la bruja en el momento en que Tykir muriera y se fuera al
Valhalla.
Por suerte para ellos y para la bruja, Tykir no había muerto.
Pero la hoguera de la bruja seguía en pie en el patio como recordatorio. Y la ceñuda
Alinor era muy consciente de su existencia.
Cuando la estaba acomodando en la yegua, Rurik tiró de sus manos amarradas
hacia adelante para que pudiera agarrarse de la montura. Bolthor ya había tomado las
riendas del caballo y la guiaría.
-¡Serás bruto! -le dijo la tonta mujer a Rurik.
-¡Y tú la hija de Satán! -contraatacó Rurik.
-Si de verdad fuera una bruja, hace rato que te habría mandado al otro mundo.
-¡Ya basta! -rugió Tykir-. Nos tomará al menos dos o tres semanas llegar a la corte
de Anlaf. Déjenme decirles que me niego a tener que escucharlos pelear todo el camino.
-Pero él... -comenzó a decir ella.
-Pero ella... -comenzó a decir él.
-¡Pero nada! -gruñó Tykir frotándose la frente. Era un mal presagio tener dolor de
cabeza desde antes de empezar el viaje. Fijó su vista en Lady Alinor-. ¿Sí sabes montar,
verdad?
-¡Ja! ¿Y ahora lo preguntas?
La expresión en su rostro debió advertirle que estaba pisando terreno peligroso.
-Sí, sí puedo, aunque nunca lo he hecho con las manos atadas.
Él se encogió de hombros.
-Es eso o montas en mi regazo.
Ella lo miró como si le acabara de sugerir que lo montara a él en vez de a su caballo.
-Puedo montar mi propio caballo -dijo con voz estrangulada.
-Bien. Entonces vámonos.
-Ven, Bestia -Rurik llamó alegremente a su sabueso, que estaba de pie junto a Tykir.
El perro levantó la cabeza con altivez y se negó a obedecer a su maestro -algo que
nunca antes había hecho. El perro había cambiado su lealtad de Rurik a Alinor desde que
ésta llevara a sus ovejas y a su perra sarnosa, Bella, a un pastizal lejano. A partir de
entonces, Bestia había estado abatido y enojado con frustración, ladrando hasta altas
horas de la madrugada. Parecería que Bestia estaba enamorado de Bella. Su mutua y
constante persecución durante los últimos dos días, con una docena de ovejas tontas
siguiéndolos, había vuelto locos a todos los criados.
-Entonces que así sea, traidor. -Rurik empujó las rodillas contra los costados de su
caballo para ponerlo en marcha, al mismo tiempo que se inclinaba para darle una palmada
en el trasero a la yegua de Alinor.
La yegua se sobresaltó.
Y Lady Alinor cayó sobre su trasero. Puesto que apenas pareció disgustada o herida,
Tykir asumió que su cola había amortiguado la caída.
Los tres hombres se echaron a reír.
-Pensé que habías dicho que sabías montar -murmuró Tykir.
-Habrías podido avisarme, tú… tú…
Bolthor se rió tan fuerte que se le saltaron las lágrimas y Rurik sonrió con deleite.
-Malditos sean todos ustedes, paganos patanes -gritó ella, luchando por ponerse de
pie-. Espero que… espero que…
Justo en ese momento una bandada de gansos pasó volando sobre ellos, chillando
ruidosamente… y salpicaron a los tres hombres. Lady Alinor tuvo la sensatez o el buen
reflejo de esconderse bajo su yegua. Así que fue la única que no fue afectada por la
“lluvia” asquerosa. Tenía lagrimas de la risa cuando salió de su escondite.
Tykir intercambió una mirada significativa con sus dos compañeros mientras
intentaban limpiarse el excremento de ganso con retazos de tela. Y luego exclamaron al
mismo tiempo:
-En verdad es una bruja.

Capítulo III

Cinco días después

-¡Tykir! ¡Ty-kir Thork-sson! En el nombre de Dios, ¿qué estás haciendo ahora?


Tykir puso la cara sobre sus manos ante la voz femenina y familiar que lo llamaba
desde las escaleras del palacio real, en Jorvik.
-Eadyth -murmuró en voz baja-, ¡lo que me faltaba!
Parada cerca de la entrada del palacio del rey donde vivía su tío, Eric "Hacha
Sangrienta", el rey nórdico, estaba su hermana por matrimonio, Eadyth. Toda Gran Bretaña
estaba bajo el dominio de los sajones, excepto Northumbria, que estaba de nuevo en
manos de los vikingos. Y si Eadyth, una dama sajona, estaba en Jorvik, el centro vikingo de
Northumbria, sólo podía significar que su esposo, su hermano Eirik, que era mitad vikingo
y Lord de Ravenshire, estaba cerca.
Con Eirik y Eadyth como testigos, nunca podría dejar este contratiempo en el
olvido. Nunca.
-¿Qué estás haciendo aquí con todas esas ovejas? -Eadyth se quedó mirándolo-. Tú
odias las ovejas. Siempre te quejaste de que las ovejas de tu abuela olían a muerto.
¿Ahora haces negocios con ovejas en vez de ámbar?
El gruñó.
-¿Quién es ella? -preguntó Alinor. La bruja estaba sentada a horcajadas sobre su
yegua.
-Mi hermana por matrimonio, Lady Eadyth -le informó-. Es la esposa de mi
hermano Eirik, el Lord de Ravenshire.
-Estás emparentado con un lord sajón? -Las cejas de Alinor se levantaron con
sorpresa-. Tienes lazos de sangre con reyes nórdicos y nobles sajones. ¿Qué sigue? ¿Un
emperador bizantino?
Le habría dicho algo ingenioso y mordaz si hubiera tenido oportunidad de hacerlo.
Eadyth, con los brazos en jarra, lo bombardeó con preguntas.
-¿Por qué la mujer que está sobre el caballo tiene las manos atadas? ¿Por qué hay
una cuerda colgando de su cuello? ¿Y por qué te está mirando así? ¿Eso que hay en su
mejilla es la marca de una mano? ¿Golpeaste a una mujer, Tykir? ¿Lo hiciste? ¡Qué
vergüenza!
Lady Alinor tenía mal aspecto. Hacía rato que se le habían caído el velo y el griñón.
Por suerte no eran azules, o habría tenido que ir a buscarlos por si acaso alguno era el Velo
de la Virgen. Su pelo parecía un arbusto de hojas rizadas en llamas. A pesar de que el
otoño estaba en todo su esplendor, su piel estaba quemada por el sol… no era una imagen
agradable con esas pecas destacando aún más. Su ropa estaba sucia y desaliñada, dado
que se había negado a que Rurik, Bolthor o él, la miraran -eh... vigilaran- mientras se
cambiaba.
Oyó a Rurik y a Bolthor detrás suyo.
-¿Por qué ustedes tres, idiotas, están usando sus braies al revés? ¿Es algún tipo de
broma? Y esas cruces… ¿desde cuándo te volviste un fanático religioso, Tykir?
-Rurik se rió , pero no por mucho tiempo.
-Rurik, ¿qué te pasó en la cara? ¿Te caíste en una tina llena de tinte? ¿Estás
intentando sobresalir entre la multitud? Ah, la vanidad siempre ha sido tu punto débil y
supongo que piensas que esa marca tonta es atractiva. Pues bien, no lo es.
Ahora fue el turno de que Rurik gruñera.
-Y Bolthor, qué bueno verte de nuevo. ¿Se te han ocurrido nuevas sagas?
-Sin duda, milady. -Bolthor sonrió como la luna llena-. Mi maestro, Tykir “el
Grande”, ha estado tan ocupado que a duras penas puedo seguir todas sus hazañas.
-Me lo imagino -dijo Eadyth, mirando a Tykir con humor seco mientras articulaba
en silencio-: ¿Tykir “el Grande”?
Después de cinco días montando en compañía de la bruja más gruñona del
infierno, seguidos por un perro pastor enamorado y media docena de ovejas que se
negaban a quedarse en sus corrales a pesar de haber sido devueltas a Graycote tres veces,
Tykir pensó que esos serían los peores días de su vida. Pronto se dio cuenta de que lo peor
estaba por venir.
Justo en ese momento, una flecha pasó zumbando junto a su cabeza, casi dándole
en la oreja derecha, y se enterró en una carreta que pasaba por ahí. Se dio la vuelta
sorprendido y vio un grupo de jinetes armados acercándose. Acabando de entrar por las
puertas que separaban el palacio nórdico del sector comercial de Jorvik, los atacantes se
encontraban lo suficientemente lejos -al menos a cinco metros- para que incluso un
arquero experto apuntara con su arco.
Los transeúntes que paseaban por los puestos de los comerciantes, al igual que la
gente que estaba a punto de entrar en los jardines del palacio, se quedaron boquiabiertos
con alarma ante el peligro que se avecinaba. Varios corrieron a esconderse o se
escondieron bajo los toldos de sus puestos comerciales.
-Helvtis - maldijo al ver que dos nobles en el frente tenían cabello rojo que parecía
un arbusto y ojos verdes-. ¡Maldición!
Rurik, Bolthor y él, intercambiaron miradas de incredulidad mientras se preparaban
para la batalla. Cogiendo armas y escudos, se prepararon para luchar contra cualquier
cosa. Pero ¿qué hombre en su sano juicio se arriesgaría a comenzar una pelea en la mitad
de la zona comercial de la ciudad, o tan cerca del palacio y su ejército?
Uno de los malandrines pelirrojos gritó:
-¡Deténganse, ustedes, hijos de puta del Norte! -Estaba agitando una espada en el
aire de forma tan salvaje que Tykir temía que se cortara su propia cabeza.
El otro malandrín pelirrojo parecía tener problemas para sentarse correctamente
sobre su caballo y sostenía las riendas con las dos manos. A juzgar por el arco y el carcaj
colgados de su hombro, Tykir asumió que ése había sido el arquero mal entrenado que
había intentado dispararle. El idiota logró hablarle a Alinor con un grito estridente:
-No temas, querida hermana, hemos venido a rescatarte de este engendro del
demonio.
¿Engendro del demonio? ¿Se refiere a mí?
-Eadyth -ordenó Tykir-, vete al palacio, allá estarás a salvo. -Ella estaba
boquiabierta, mirando la acción inminente, como si fuera una obra de teatro-. Date prisa,
¡ahora! -rugió, y ella casi saltó fuera de su piel.
Bolthor ya había sacado su alabarda, cariñosamente llamada “Separador de
Cabezas”, de la correa de cuero especialmente diseñada para ella. Sonriendo con
anticipación, Bolthor levantó el hacha de batalla de mango largo con una mano. En más
ocasiones de las que podía contar, Tykir había visto cómo Bolthor salvaba el día durante
una batalla feroz, cortando al enemigo desde la cabeza hasta la polla con un rápido
movimiento de “Separador de Cabezas.”
Rurik se puso un casco de cuero con un protector de narices hecho de metal sobre
su cabeza, acomodó su espada preferida, “Acechador de Muerte”, sobre su regazo y
sonrió. Dado que no habían practicado sus habilidades de batalla en un largo tiempo, era
muy probable que disfrutara la perspectiva de un derramamiento de sangre.
Mientras los atacantes se acercaban, Tykir fijó su atención en el otro noble que iba
detrás de ellos -un hombre que se estaba quedando calvo, bajo y de al menos sesenta
años, que era tan ancho como alto. Su pobre caballo parecía hundirse con el exceso de
peso.
-Ningún bárbaro pagano roba lo que es mío -aseveró. Él, al igual que uno de los
pelirrojos, estaba agitando una espada en forma peligrosa.
-Deténganse si aprecian su vida -Tykir le advirtió al grupo, poniéndose de pie sobre
sus estribos y con la espada y el escudo en alto. Todo el tiempo había estado estudiando al
grupo: doce soldados, además de los tres nobles. Rurik, Bolthor y él podrían encargarse de
todos con facilidad.
De pronto, en el medio de su evaluación, Tykir entendió por qué Lady Alinor había
intentado retrasar su partida de Graycote. Ella había estado esperando a que llegaran sus
hermanos. Y ¿sería posible que ese barril de manteca humana cerrando la retaguardia
fuera su prometido? ¿Acaso lo había envenenado para que tuvieran tiempo de venir a
rescatarla?
Buscó sus ojos acusándola.
Ella se encogió de hombros.
-Y supongo que éstos son Lord Egbert y Lord Hebert, ¿correcto?
-Así es -dijo con menos entusiasmo del que habría esperado de una mujer
esperando a ser salvada de un destino peor que la muerte: vikingos.
-¿Y el "Lord de la Manteca"?
Sus ojos brillaron con alegría ante ese apodo, el primer signo de verdadero placer
por parte de ella que había presenciado desde su primer encuentro. Era casi linda cuando
sonreía… si pudiera pasar por alto esas pecas… que, por supuesto, no podía.
-Cedric -respondió ella.
-En verdad espero que estés sobre él en tu noche de bodas, si no morirías
aplastada.
Ella gruñó indecorosamente.
Otra flecha disparada por uno de sus hermanos pasó volando lejos de su cabeza.
Colocó su escudo de batalla al frente de su cara despreocupadamente, paseando
una mirada de pregunta entre el arquero distante y Lady Alinor.
-Egbert -respondió ella a su pregunta silenciosa.
-¿Están tratando de hacerme una advertencia?
-Nah. Simplemente es inepto.
Rurik, Bolthor y él, desmontaron rápidamente y sacaron sus espadas, preparados
para defenderse de los atacantes que ahora galopaban hacia el patio del castillo. Hebert
casi se cayó de su montura cuando su caballo se paró en seco.
Lady Alinor estaba sentada sobre su caballo como una maldita reina, ajena al
peligro inminente. En realidad, estos caballeros descarriados no le harían daño
deliberadamente, pero podrían matarla accidentalmente. Con un juramento por lo bajo,
Tykir la bajó de la silla y la empujó detrás suyo, en donde cayó de rodillas. Mientras tanto,
las ovejas estaban balando, los dos perros ladrando, Eadyth gritando hacia las puertas del
palacio -¡Eirik, Eirik, ven a salvar a tu hermano!- y los caballos sin jinetes chocaban entre
ellos asustados mientras trataban de escapar del combate.
Peor aún, soldados vikingos salieron de la caseta de vigilancia y se dirigieron a sus
aliados pasando por el frente de los soldados sajones.
-¡Aaarrrgh! -gritó Alinor mientras la soga alrededor de su cuello se apretaba y
empujaba su cabeza hacia atrás.
-¿Ibas a alguna parte, brujita? - susurró una voz masculina contra su oído, con un
brazo alrededor de su cintura atrayendo su cuerpo ruborizado contra su cuerpo duro.
-Parece que me voy al infierno -respondió en un susurro sofocado.
-Ciertamente que sí -estuvo de acuerdo él acariciándole el cabello… sólo para
molestarla-. Ahora te esperan dos castigos. Uno por el hechizo de envenenamiento y otro
por mandar a tus hermanos contra nosotros. ¡Ah, espera… me equivoque! Serán tres
castigos. El tercero será por tu intento de fuga. -Le lamió la oreja como insulto final y
Alinor sintió que la indignación le llegaba hasta los pies. Y, extrañamente, también en otros
lugares.
Ella luchó contra los brazos que la aprisionaban.
-¡Oye tú, bruto sanguinario! ¿Disfrutaste de esa pelea, no es así?
-Es mejor ser el cuervo que ser la carroña. -Se rió y tiró de la cuerda alrededor de
su cuello.
Alinor se había olvidado de la cuerda que todavía colgaba de su cuello. Se volvió
lentamente hacia las garras de Tykir. Él le hizo cosquillas en la nariz con un extremo
deshilachado de la cuerda que debió haber agarrado cuando ella intentaba escapar. Si
hubiera estado pensando claramente, habría podido aflojarla con sus manos atadas y
pasarla sobre su cabeza mientras la pelea continuaba.
Pero no, Alinor se dio cuenta de que habría sido imposible escapar. Miró detrás de
Tykir y vio las seis ovejas, el carnero y los dos perros que la habían estado siguiendo,
balando y ladrando una canción traidora que no podría haber sido más clara para el
vikingo: -Ahí va ella, ahí va ella, ahí va ella.
Alinor suspiró con pesar. Tendría que pensar en otro plan ahora que no podía
depender de Egnert o Hebert para rescatarla. Era obvio que no eran rival para las
habilidades de estos hombres nórdicos. Antes de que pudiera pensar en otro plan, Tykir
"el Trol" dobló ligeramente las rodillas, la agarró y se la echó al hombro. Luego regresó al
palacio, con los perros y las ovejas protestando y las risas y gritos masculinos alentándolo
mientras pasaban.
-Me opongo a tu retirada apresurada, Lady Alinor. ¿Acaso no te agrada mi
compañia? -bromeó Tykir.
-Me agrada tanto como me agradaría la compañía de serpientes cascabel. -Intentó
liberarse, golpeándole la espalda con sus puños enlazados, fallando la mitad del tiempo
gracias a que su cabello no le dejaba ver nada. Él se rió de sus travesuras y la sujetó del
trasero.
Eso la calmó… por un momento.
-Eres un bruto… un animal… un… un… ¡vikingo!
-Tykir, dínos la verdad -oyó que Rurik decía con una risa siniestra-. ¿Tiene cola o no?
El frotó todo su trasero, de lado a lado, incluso la raya, antes de anunciar:
-Nah, no tiene, pero yo creo que hay que examinar la situación más a fondo… en
privado… sin estas prendas incómodas.
Se escucharon más risas masculinas, seguidas por comentarios obscenos sobre
cómo proceder en ese sentido.
Si la sangre no se le estuviera viniendo a la cabeza, le habría dicho lo que pensaba
sobre su sugerencia indignante y sobre la crudeza de sus compañeros. En cambio, le
mordió fuertemente el hombro y no se lo soltó.
Su aullido de dolor resonó por todo el patio antes de que sus rodillas se doblaran
por ese ataque sorpresa. Se tropezó hacia adelante, llevándose a Alinor con él. Ella cayó de
espaldas, con las manos atadas sobre la cabeza y las piernas bien abiertas, con su túnica
hasta las rodillas y el trol vikingo sobre ella, con su cara plantada sobre su vientre…
riéndose.
-¿Cómo… te… atreves? -farfulló, no sabía qué le indignaba más, si su posición sobre
ella o su risa. Bajó las manos atadas y lo agarró del pelo, forzándolo a quitar la cabeza de
su estómago para poder dirigirse al patán directamente.
Todavía le sangraba la nariz. Una herida justo arriba de su ojo derecho empezaba a
hincharse y a ponerse morada. La barba ensombrecía su cara, aunque ella sabía que se
había afeitado esa mañana antes de que acamparan fuera de Jorvik. Su cabello rubio
sobresalía en donde ella lo estaba agarrando.
A pesar de todo aquello, el hombre era extremadamente guapo.
Soltó su cabello como si quemara. Oyó una risa, levantó la vista y vio que todos los
estaban mirando… algunos maravillados, como Lady Eadyth y su esposo Eirik; algunos con
diversión, como Rurik y los soldados vikingos; y algunos con contemplación, como Bolthor,
quien estaba murmurando algo sobre sagas, poemas y cuentos de brujas… ¿o eran colas?
Alinor gruñó y volvió a gruñir cuando Tykir se levantó sobre sus codos, todavía
riéndose, y acomodó su cuerpo contra el suyo.
Dejó de reírse de inmediato.
Los ojos de Alinor se abrieron con asombro ante el duro objeto que empujaba
entre sus piernas. No se parecía a ninguno de los hilos sueltos que había experimentado
con sus tres esposos. Era más como un maldito huso.
Tykir gruñó también, pero éste era decididamente un sonido masculino.
-¿Le duele algo, mi señor? -preguntó Bolthor.
Tykir sacudió la cabeza, aparentemente incapaz de hablar.
-¿Estás herido? -preguntó Lord Eirik, solícitamente-. ¿Debemos llamar al curandero
del hospicio? ¿O a nuestra hermana Rain?
Tykir sacudió la cabeza con más fuerza.
-¿Es por la bruja?
Tykir asintió.
-¿Una bruja? ¿Una bruja? -chilló con horror Lady Eadyth.
-Sí, la bruja con el Velo de la Virgen -le dijo Bolthor a Lady Eadyth-. Lady Alinor es
una bruja.
Eirik dejó escapar un bufido de incredulidad. -Esas cosas no existen.
-¡Ja! No dirias eso si fueras el rey Anlaf -intervino Rurik.
-¿El rey Anlaf? ¿Nuestro primo Anlaf? -Lord Eirik parecía realmente confundido-.
¿Qué tiene que ver él con brujería?
-Esta bruja -dijo Rurik, señalando a Alinor-, lanzó un hechizo sobre el rey Anlaf.
-¿Un hechizo? -preguntó un aturdido Lord Eirik.
-Sí, un hechizo que hizo que su miembro se torciera -explicó Rurik.
Lord Eirik y Lady Eadyth se miraron y luego se echaron a reír, al igual que todos los
que presenciaban la escena. Los únicos que no participaron fueron Rurik y Bolthor, que
estaban disgustados por la incredulidad ante su historia.
Alinor y Tykir tampoco se rieron.
Tykir le sostuvo la mirada todo el tiempo, hasta que finalmente susurró en una voz
baja y seductora, como si se estuviera insinuando con más intimidad contra la cuna de sus
caderas -estoy hechizado.
Rurik debió haberlo oído porque comentó:
-¡Oh-oh! Entonces sí debe ser una bruja, si no nunca te habrías sentido atraído por
una moza tan fea como un cerdo.
-¡Rurik! ¡Qué vergüenza! -lo reprendió Eadyth.
Alinor estaba apenas consciente de las conversaciones que giraban a su alrededor.
Lo único que podía hacer era devolverle la mirada a Tykir, incapaz de romper el contacto
visual. Sensaciones nuevas e increíbles se desplazaron por su cuerpo. Éstas eran horribles,
horribles, horribles. Y a la vez tan maravillosas que le costaba respirar.
Yo soy la que esta hechizada, admitió para si misma. Y esta vez cuando rezó
silenciosamente, la famosa oración anglo-sajona tomó una nueva forma: ¡Oh Dios, por
favor, protégeme de la pasión de un hombre del norte.

*****

-Aún pienso que deberíamos ir hasta la propiedad de Selik y Rain y hablarles sobre
la situación de Adam -dijo nuevamente Eirik. Había estado diciendo lo mismo en la última
hora, una y otra vez.
-Nah -insistió Tykir-. Ya sabes que reaccionarían exageradamente y demandarían ir
conmigo. Ya tienen suficiente por qué preocuparse con el orfanato, el hospicio de Rain y
sus cuatro hijos, sin mencionar el niño que viene en camino. Además, Adam estará seguro
en la corte del rey Anlaf hasta que yo llegue… sólo que un poco restringido.
Ambos sonrieron ante la imagen de un Adam restringido. Incluso desde que había
sido un niño salvaje, rescatado de las calles de Jorvik con su hermana Adela, nunca nadie
había sido capaz de controlar a Adam. Tykir quería ver cómo el rey Anlaf había encerrado
al hombre que había viajado a varios países en el extranjero, a pesar de su edad, en su
afán por convertirse en médico, como Rain.
Tykir y su hermano estaban sentados en las escaleras de piedra de la casa de vapor
del rey, en los jardines del palacio, ahora de color café y durmientes por el invierno que se
acercaba. Un joven sirviente alzó un balde de madera lleno de agua y la lanzó contra las
piedras al rojo vivo, lo que formó más vapor. Pronto se lavarían el sudor en las heladas
aguas del baño contiguo, en donde las esclavas los ayudarían a afeitarse y a ponerse ropa
limpia.
Los vikingos disfrutaban de las comodidades, estar limpio era una de ellas. En la
opinión de Tykir, esa era la razón por la cual las mujeres de diferentes tierras terminaban a
sus pies y en sus camas de pieles. Oh, a él y a sus colegas nórdicos les gustaba presumir de
su buena apariencia y de sus grandes talentos en la cama, pero sospechaba que a veces
todo se reducía a que olían mejor que otros hombres.
-¿Pero por qué involucrar a la bruja?
-El quería a una bruja a cambio de Adam. -Tykir se encogió de hombros-. En ese
momento me pareció que era lo más conveniente, ya que de todos modos iba a
Northumbria. Sabes que podría haber ganado la libertad de Adam, pero habría
involucrado mucho dinero o peleas. Si hubiera sabido de todos los contratiempos con los
que me iba a encontrar, nunca hubiera aceptado.
-¿Pero secuestrar a una dama de alcurnia? Eso es irse hasta los límites de la
decencia, incluso para tí.
-Una bruja de alcurnia -lo corrigió y bebió un gran trago de hidromiel-. Y cuándo
dije que yo fuera decente.
-Sabes, Edyth querrá actuar de casamentera.
-¿Con una bruja? -aullo Tykir.
-Bueno, no puedes culparla. -Eirik se encogió de hombros-. Todos sus intentos de
hacerlo con otras mujeres han fracasado.
Justo en ese momento, una de las esclavas entró, cargando un montón de toallas
de lino. Era rubia y voluptuosa, y aunque no estaba seguro, a Tykir se le hizo conocida. En
realidad, era posible que se la hubiera llevado a la cama una o dos veces antes. La mujer
hizo una pequeña reverencia y lo miró con timidez.
El le guiñó el ojo.
Ella se sonrojó.
Eirik hizo un gruñido de disgusto.
-Creo que deberías pasar el invierno en Ravenshire con nosotros.
Tykir sacudió la cabeza, pero su atención estaba centrada en la mujer que estaba
inclinada recogiendo la ropa sucia que Eirik y él habían dejado en el suelo. Su trasero
estaba en el aire. Sí, ahora reconocía a la mujer.
-¿Por qué no?
-¿Por qué no, qué? -Se volvió hacia su hermano, quien estaba sonriendo con
entendimiento y sacudiendo la cabeza ante su obvia distracción-. ¡Ah…! ¿te refieres a por
qué no regreso a Northumbria? Lo habría hecho si hubiera recogido a la bruja hace
algunas semanas, como era mi plan. Pero ahora no tengo tiempo, así me dé prisa por
llegar a la Abadía, luego a la corte de Anlaf y por último a casa.
Eirik presionó una mano contra su muslo con preocupación.
-¡Ah, Tykir! ¿Te está molestando la pierna?
-Solamente en invierno. Por eso es que prefiero quedarme en mi propia casa.
Luego, cuando llegue la primavera, quiero ir a las tierras bálticas para la primera cosecha
de ámbar de la temporada.
-Me preocupas, Tykir. No siempre he estado contigo cuando me has necesitado. Me
gustaría reparar mis errores del pasado.
-No te preocupes por mí, hermano -dijo, poniéndose de pie desnudo ante la
sirvienta que aún estaba ahí. Sin decir palabra, levantó en brazos a la zorra, que chillaba
alegremente, y se la llevó al baño, en donde su intención no era estar limpio… al menos no
inmediatamente. Justo antes de que la puerta se cerrara tras él, Eirik comentó:
-Nuestra charla no ha terminado. ¿Qué vas a hacer con la bruja?
Tykir le dio una respuesta grosera y explícita de dos palabras. Pero no lo decía en
serio. De verdad.

******

-Tykir no es una mala persona -insistió Eadyth mientras echaba agua sobre el pelo
enjabonado de Alinor. Los mechones rebeldes le llegaban hasta la cintura.
Eadyth había insistido en que la llamara por su nombre de pila cuando se habían
separado de los hombres en el palacio, excepto por Bolthor, que la vigilaba desde las
escaleras. Tykir, su hermano y los otros hombres se habían ido al baño del palacio, en
donde el vapor se llevaría el polvo y la suciedad de la “batalla”. Y contarían historias
exageradas sobre la pequeña pelea que acababa de terminar.
-De hecho, Tykir es uno de los hombres más encantadores que jamás haya
conocido. Y eso incluye a mi marido, Eirik, que puede ser el más… ah, persuasivo, cuando
quiere. - Eadyth le dirigió una sonrisa cómplice a Alinor, como si Alinor pudiera entenderlo
perfectamente. ¡Ja! Ningún hombre había actuado de forma encantadora con Alinor.
Ciertamente ninguno de sus tres esposos viejos, que creían que le estaban haciendo un
favor al casarse con ella.
En cuanto a esa otra afirmación… Alinor soltó un bufido sobre la opinión de Eadyth
de que Tykir era el hombre más encantador. Eadyth debía vivir en un convento.
-Tykir es un trol -alegó Alinor mientras separaba los mechones de cabello para
poder mirar a la mujer con incredulidad.
A Alinor no le preocupaban Tykir, o los demás vikingos, o su cautiverio, en ese
momento. Estaba disfrutando demasiado de su primer baño en más de una semana.
Sentada en una tina de cobre, suspiró ante la mera alegría de tener agua y jabón. Estaban
en la recámara de Gyda, en el segundo piso, una vieja viuda vikinga que había sido amiga
de la familia Thorksson por mucho tiempo. Mientras Alinor se bañaba, Gyda estaba
sentada en una silla, tejiendo y escuchando los chismes sobre el palacio que contaba
Eadyth.
-No puedo creer que Eric "Hacha Sangrienta" sea rey otra vez -comentó Gyda, sus
dedos acomodando los hilos de varios colores en un intrincado patrón nórdico-. Es como
una mosca molesta que siempre regresa sin importar cuántas veces se la golpee. Por
supuesto que no me gustan los sajones -dijo, enviándole una mirada de disculpa a Alinor-,
pero ha sido una espina en el costado del rey Edred desde hace muchos años. Me gustaría
que se decidiera de una vez por todas, mantenerse en el poder aquí en Northumbria o
dejarlo.
-El rey Eric es el tío de Tykir y de mi esposo, pero es el hombre más cruel que jamás
haya conocido -le explicó Eadyth a Alinor, que estaba enjabonándose de nuevo el cabello.
-Desde que eran unos críos, su padre, Thork, tenía miedo de que Eric viniera por
ellos -añadió Gyda-. Esa es la razón por la cual ellos vivieron conmigo y con mi Olaf durante
muchos de los años de su juventud, lejos de su querido padre, que se fue de Jomsviking
para protegerlos. Para todos, eran huérfanos, incluso teniendo vivos a sus familiares.
Alinor dejó de bañarse.
-No lo entiendo. ¿Cómo podría el abandono de un padre proteger a sus hijos?
-¡Ah! Entonces no sabes cómo Eric "Hacha Sangrienta" se ganó su nombre -declaró
Eadyth y miró a Gyda. Ambas sacudieron la cabeza con disgusto-. El rey Harald "Cabellera
Hermosa", uno de los gobernantes más poderosos de Noruega, tuvo docenas de hijos e
hijas, así como numerosas esposas y amantes. Él practicaba la poligamia. Eric fue cruel
para conseguir la corona de su padre desde muy temprana edad. Es un hecho que muchos
de sus hermanos murieron bajo su espada para alimentar esa ambición. De ahí viene el
nombre de Eric "Hacha Sangrienta".
-Y el padre de Tykir y Eirik -Thork, me parece que así fue como lo llamaste- ¿cómo
encaja en esa historia?
-Thork nunca estuvo interesado en ser rey, además era ilegítimo. Pero aunque la
sangre de Eric era legítima, él era odiado por la gente nórdica por su crueldad -dijo
Eadyth-. Eric tenía el miedo infundado de que aunque Thork había rechazado la corona,
sus hijos podrían no hacerlo.
-Y así Thork le hizo creer que no tenía hijos, dejando a sus críos al cuidado de otros.
Ellos tenían prohibido llamarlo padre y él nunca les dio una muestra de afecto. Tiempo
después, cuando se supo que eran sus hijos, Thork se vio forzado a fingir indiferencia. -
Gyda chasqueó su lengua mientras que sus ojos se nublaron por los recuerdos
desagradables-. Y su sobreprotección estaba justificada. Hubo una vez que… lo recuerdo
muy bien… un vikingo malvado, Ivan “el Terrible”, le cortó el dedo meñique a Eirik y se lo
mandó a Ravenshire en un pergamino, sólo para atraer a Thork. Al final eso resultó ser su
muerte. La muerte de Thork y de mi esposo Olaf.
Eadyth se acercó a ella y le dio palmaditas en sus hombros temblorosos.
-¿Y qué pasó con sus madres? -Alinor estaba intentando alejar la crudeza que se
había apoderado de su conversación.
-Thea, una esclava sajona, fue la madre de Eirik. Ella murió al dar a luz -respondió
Gyda-. Y Tikir… bueno, su madre, Asbol, era una princesa vikinga que abandonó al chico
cuando todavía andaba en pañales. Thork se ofreció a casarse con ella, pero ella quería un
matrimonio con un noble y nunca quiso volver a ver a su hijo.
Todas las mujeres intercambiaron miradas horrorizadas ante el comportamiento
poco natural de una madre.
-Fueron unos niños muy solitarios -continuó diciendo Gyda-, fueron criados aquí,
en Jorvik, por Olaf y por mí, y luego en Ravenshire por sus abuelos, Dar y And, hasta su
muerte; pero yo creo que Tykir fue el que más sufrió al ser el menor. Recuerdo que el chico
le preguntaba a cada mujer que veía “¿eres mi madre?” Era desgarrador, te digo. Él se
quedó solo cuando tenía ocho años y Eirik, que tenía diez, se fue a la corte del rey sajón
Athelstan. Como recordarás, Eirik es sólo mitad vikingo, pero Tykir es vikingo hasta la
médula. Recuerdo como proclamaba, incluso antes de tener edad para alzar una espada,
que algún día sería un Jomsviking sólo para estar junto a su padre. Luego su padre murió y
Eirik fue enviado a criarse en la corte. Y finalmente, su madrastra, Ruby, desapareció
misteriosamente.
-¡Gyda! -exclamó Eadyth con inspiración repentina-. ¿Tú crees que ésa es la razón
por la que Tykir se ha negado a permanecer en un solo lugar todos estos años? ¿Y el por
qué no se ha casado?
-Estoy segura de ello -respondió Gyda con un gesto enfático-. El chico fue
rechazado o abandonado por todos los que amaba. Así que no se preocupa mucho por
nadie para protegerse de ser lastimado. Incluso de su propio hermano, al que sólo visita de
vez en cuando.
-Oh, esto es demasiado. Ustedes están intentando convertir mi rabia por ese troll
en simpatía. El niño ha visto treinta y cinco inviernos y si fracasa en preocuparse por
alguien que no sea él mismo, es porque es un troll.
Gyda y Eadyth sonrieron ante la vehemencia de su respuesta.
-¿Tú crees…? -Eadyth arqueó una ceja hacia Gyda.
-Puede ser. Puede ser -La anciana rió alegremente.
Y ambas miraron a Alinor de la manera más extraña.
-Aquí tienes. -Eadyth le pasó a Alinor un pequeño recipiente con una crema con
olor a rosas-. Tu cabello es justo como el mío.
Alinor estudió los mechones sedosos de Eadyth y se rió. Esa mujer debía de estar
ciega.
- Rizado e inmanejable. He creado una mezcla maravillosa para el cabello, que
doma hasta los mechones más salvajes.
Alinor era escéptica, aunque esa crema en verdad olía delicioso. Normalmente no
se consentía esas vanidades, pero tal vez sólo por esta vez. Eadyth le habló de nuevo
mientras ponía la deliciosa sustancia sobre su cabello.
-¿Es cierto que eres una bruja?
-¿Me veo como una bruja? -Alinor se burló, pero cuando los ojos de las dos
mujeres recorrieron su cuerpo lleno de pecas, se arrepintió de sus palabras. Ella era
consciente de la vieja historia de que las pecas eran la saliva del diablo, y al parecer ellas
eran tan conscientes como ella.
-Es bien sabido que una bruja no puede ser detectada por su aspecto. Mira el
ejemplo de Gunnhild, la esposa de Eric “Hacha Sangrienta” -dijo Eadyth mientras
enjuagaba la loción del cabello de Alinor y le hizo un gesto para que se levantara para
poder desenredarle el pelo-. Sí, Gunnhild, la hermana del rey Harlad Gormsson de
Dinamarca, estudió brujería cuando vivía en Finnmark, y no existía una mujer más
hermosa que ella. Al menos de dientes para afuera. Se dice que Eric la rescató en un viaje
de lo más extraño por el Mar Blanco y ha ganado su fuerza de sus poderes durante los
últimos años.
-Por supuesto, existen brujas buenas y brujas malas.
Gyda dejó de tejer por un momento y se quedó mirando a Alinor, tratando de
determinar a cuál de las dos categorías pertenecía.
-No soy una bruja -dijo Alinor, pero ninguna de las dos mujeres le puso cuidado.
-Tienes que hablar con Gunnhild esta noche cuando cenemos en el palacio -dijo
Eadyth-. Quizás puedan intercambiar pociones y esas cosas en medio del banquete.
-¿Yo? ¿Yo? -balbuceó Alinor-. ¿Por qué tendría que ir a algún banquete vikingo?
-Porque eres la prisionera de Tykir -declaró Eadyth, como si fuera algo normal-. Y
todo el tiempo debes permanecer bajo su vigilancia. Tykir insiste en eso. A Tykir no le
gustaría que Bolthor, Rurik o alguno de sus hombres se perdiera el banquete por tener que
cuidarte. -Eadyth miró a Alinor con reproche, considerándola una mujer egoísta por pensar
lo contrario.
-No soy una bruja -repitió nuevamente, luego resopló con exasperación. Intentar
convencer a la gente de su inocencia era como hablarle a una pared-. Al menos, ¿sabes a
qué viene todo esto? ¿Tienes alguna idea de lo que ellos piensan que hice?
Gyda negó con la cabeza lentamente y Eadyth habló con vacilación.
-Bueno, sé lo que Rurik dijo en el palacio, pero me cuesta creerlo… cuéntanos tu
versión.
Cuando Alinor les explicó, se quedaron boquiabiertas con asombro.
-¿Que el miembro del rey hizo qué? -preguntó Eadyth con voz ahogada.
-Al parecer se torció -respondió Alinor secamente.
-¿Y tú le lanzaste una maldición para que lo hiciera? -Gyda sonrió, impresionada por
la hazaña.
-Existen algunos hombres a los que no me importaría afligir con eso.
Eadyth sonrió maliciosamente.
-¿Puedes enseñarme ese hechizo?
-No soy una bruja. Es lo que he estado tratando de decirles, es de lo que me
acusan, pero no es cierto.
Las mujeres siguieron sin convencerse.
-Sabes -dijo Gyda, tocándose los labios pensativamente-, me parece que ya había
oído de este mal en las partes privadas de los hombres. A veces es causado por una herida
que cicatriza y hace que la cosa se tuerza. Los pocos casos de los que he oído se curaron
solos con el tiempo.
-Así que ¿todo lo que necesita para curarse el rey Anlaf es tiempo? -preguntó
Eadyth esperanzadamente.
-Puede ser. -Gyda se tocó la barbilla pensativamente-. A menos que la torcedura
sea causada por la maldición de una bruja -miró a Alinor fijamente.
-No soy una bruja. ¿Por qué nadie me cree? -Alinor sintió ganas de llorar por la
frustración.
-¿Qué hay del hechizo del intestino que lanzaste sobre Tykir? Eso sí no lo puedes
negar. -Eadyth cruzó las brazos sobre su pecho y asintió como si acabara de acertar un
punto.
-Bueno, no, pero…
-¡Ajá! -dijeron Eadyth y Gyda al mismo tiempo.
-…pero eso era una simple hierba que crece…
-¿Un veneno? -arremetió Eadyth-. ¿Le diste una bebida envenenada a Tykir? Eso es
igual de malo que una poción mágica. Yo misma te podría matar por eso.
-No era una poción mortífera… oh, para qué me explico. Nadie me cree de todos
modos.
-¡Eadyth! -gritó una voz masculina desde el primer piso.
Eadyth se estremeció y Gyda reunió sus artículos para tejer, preparándose para
dejar la habitación.
-¡Oh, ese bruto! Sabe que odio que me grite como si fuera una vaca en el campo.
-¡Eadyth! -volvió a gritar su marido-. ¿Dónde estás? Hay algo que quiero mostrarte.
El rostro de Eadyth se volvió de color rojo brillante.
-Créeme, lo he visto más que suficiente -le informó a Alinor con un guiño-. Aquí
estoy -dijo, pasándole una toalla-. Mejor sécate antes de que mi esposo venga dando
tumbos.
Eadyth y Gyda abandonaron la habitación, riéndose.
A pesar de que la puerta estaba cerrada, Alinor podría jurar que oyó a Eirik decir:
-¡Eadyth! Me cayó miel en el frente de mis braies cuando estaba en el castillo.
¿Sabes cómo puedo quitarla?
Eadyth dijo algo que Alinor no pudo oir, pero Eirik soltó un gruñido de puro placer
masculino ante lo que sea que le haya dicho.
Y Alinor decidió que Eadyth no necesitaba ninguna lección de una bruja.
Tykir se apoyó contra el marco de la puerta de la casa de Eadyth y observó con
diversión cómo su hermano saludaba a su esposa con una palmada en el trasero y un beso
profundo y ruidoso. Habían estado casados por siete años y aún actuaban como jóvenes
enamorados. Habían tenido tres hijos juntos -Thorkel, Ragnor y Freydis- y otros tres que
tenían desde antes de casarse… John, el hijo de Eadyth, y Larise y Emma por parte de Eirik.
Ravenshire resonaba con los sonidos alegres de los niños de diferentes edades y aun así,
estos dos se comportaban como niños.
Había una leyenda nórdica sobre una manzana de oro y cómo muchos aventureros
buscaban ese tesoro durante toda su vida, a través de muchas tierras, arriesgando su vida
y su familia. La moraleja de esa historia era que generalmente la valiosa fruta estaba
creciendo en su propio huerto.
Eirik encontró esa manzana de oro.
Tykir se alegraba por su hermano, de verdad que lo hacía. No muchos hombres
eran lo suficientemente afortunados para encontrar una compañera que fuera firme y
amorosa. Él no lo era.
-¿Quedó algo de hidromiel para mi en el castillo? -le preguntó Bolthor mientras
pasaba a través de la puerta.
-Sí. No tan bueno como el que hace Eadyth, pero suficiente. Tambien hay vino
frisón. Y Rurik descubrió un grupo de esclavas compradas a un comerciante de esclavos
nubio por el administrador del rey. Dijo que una de ellas tenía una sorpresa para tí por el
precio de una moneda de oro. -Tykir levantó las cejas significativamente.
-Qué bueno que tengo una moneda de oro. - Bolthor se rió . Dudó un momento y
luego añadió con una sonrisa-: te veré en el barco al amanecer.
Luego pasaron Eirik y Eadyth.
-Hemos decidido cenar con el rey y luego regresar para pasar la noche -le informó
Eirik-. Eadyth no tiene ganas de dormir bajo el techo de nuestro tío. Y yo tampoco.
Tykir asintió.
-¿Vienes con nosotros?
-Ustedes adelántense. Primero tengo que buscar a la bruja.
-¿Por qué no dejas que se quede aquí esta noche? -sugirió Eadyth.
El negó con la cabeza.
-Nah, no apartaré a la bruja de mi vista hasta que estemos en altamar. Incluso
estando ahí, no podré estar seguro de que lance una maldición contra mi barco si no la
vigilo de cerca.
Eadyth comenzó a protestar, pero Eirik le puso una mano sobre el brazo como
advertencia.
-Déjalo así, Eadyth. Ése es su problema, no el nuestro.
Entonces se fueron y Tykir ignoró la reprimenda que Gyda le dio cuando caminó
subiendo de a dos escalones a la vez, intentando localizar a Alinor. La noche estaba
avanzando rápidamente, y él tenía mucho hidromiel para beber antes del amanecer.
-Alinor, ¿dónde estás, bruja? -gritó, a la vez que abría la puerta de una habitación -
Es hora de…
Su voz se apagó ante la imagen frente a él. Una mujer estaba estaba hundida hasta
las rodillas en un baño de asiento. Tenía los brazos sobre la cabeza, quitando largos
mechones de cabello mojado y del color del óxido de su cara. Los mechones lisos y de
apariencia sedosa le llegaban casi hasta las nalgas, las cuales eran redondas, suaves y muy
atractivas. Sobresaltada, la mujer se dio la vuelta rápidamente, con los brazos aún
levantados, y observó su sorpresa con la suya propia.
No importaba que su piel cremosa estuviera cubierta de pecas desde la frente
hasta las rodillas, y probablemente hasta los pies bajo las turbias aguas. Su cuerpo era
espectacular. Pechos pequeños, sí, pero eran altos y firmes, con puntas de frambuesa. Una
cintura esbelta y caderas estrechas. Piernas largas y delgadas unidas por una mata de rizos
de color rubio-rojizo rociada por gotas de agua. Todo en un cuerpo perfectamente
proporcionado que pondría en vergüenza incluso a la diosa más bella. Mi propia diosa
bruja.
¡Maldita sea! ¿Desde cuándo empecé a pensar en ella como mía? La bruja
parpadeó ante él a través de esos ojos verdes que podrían ser de un gato, como si
estuviera bajo el mismo hechizo que lo tenía inmobilizado. Sólo habían pasado segundos
desde que abrió la puerta, pero a él le parecieron una eternidad. Sólo entonces admitió lo
que ya había sospechado. Estaba hechizado. Y no le importaba.

Capítulo IV

-Deja de hacer eso -le susurró Alinor a Tykir.


Estaban en el gran salón del palacio, sentados en largas bancas, junto a cientos de
personajes nobles y algunos no tan nobles. Todas las personas de alcurnia en
Northumbria, fueran vikingos o sajones de nacimiento, habían ido para rendir homenaje al
rey recientemente restablecido, Eric “Hacha Sangrienta” Haraldsson y su esposa, la bruja
reina Gunnhild.
La pareja real estaba sentada en la mesa principal, encima del estrado, con la gente
de mayor rango. Tykir, sus amigos, su familia, y Alinor como su prisionera, estaban
sentados no muy por debajo de ellos, sin duda una posición favorable.
-¿Que deje de hacer qué? -preguntó el vikingo insufrible con demasiada
preocupación, como si de verdad le importara lo que le molestaba… que por supuesto no
era verdad. El troll apoyó los hombros contra la pared que estaba tras ellos, bebió un
sorbo de hidromiel y la miró con diversión perezosa.
Alinor se sintió como si hubiera aterrizado en la versión vikinga del infierno. Sobre
todo porque estaba prácticamente unida por la cadera, y por otros lugares, al hombre que
en los últimos tiempos se había convertido en su enemigo.
-Para empezar, deja de mover tu mano de esa manera. -Miró fijamente hacia sus
manos entrelazadas-. Su muñeca derecha atada a la izquierda de él. Justo en ese
momento, el par de manos descansaban encima del muslo del vikingo. ¡Muy arriba!
-¡Oh! Le pido perdón, milady -dijo solícitamente. Luego, con total falta de gracia,
levantó la mano para rascarse la barriga. Lo que hizo que su mano quedara casi sobre…
-¡Zoquete! -Apartó la mano de su… bulto-. ¡Eres un imbécil! ¡Un cerdo cochino!
Un…un…
-¿Que tal patán detestable? -le ofreció Eadyth desde el otro lado de la mesa-. Yo
siempre lo uso.
Su esposo le pasó el brazo por los hombros y apretó. Presumiblemente como
castigo, pero más parecía como afecto. Aunque estaban casados, no podían mantener las
manos lejos uno del otro. Alinor nunca había sido testigo de tal comportamiento conyugal.
Con certeza, ella nunca había sentido la necesidad de tocar a los gusanos babosos con los
que se casó.
Bueno, tal vez se sentiría diferente si fuera tan bella como Eadyth, con su hermoso
cabello rubio plateado que yacía sobre sus hombros bajo un delgado velo, de color lavanda
claro, sujeto por una diadema de oro con flores trenzadas. Su velo hacía juego con sus ojos
violeta y con su túnica de un lavanda más oscuro, la cual había sido bordada con hilos de
oro.
También se habría podido sentir diferente si hubiera estado casada con un hombre
tan joven y guapo como Eirik, que era apenas unos años mayor que Tykir. ¡Por el amor de
Dios! Era un espectáculo para la vista, con su cabello negro y sus ojos azules, engalanado
con una túnica de lana, de color azul oscuro, ajustada en la cintura sobre sus braies negros.
Un pequeño manto estaba asegurado a uno de sus hombros con un extraño broche de oro
con la forma de un dragón con ojos de ámbar.
Tykir tosió para llamar su atención.
-Es de mala educación comerse con los ojos a un hombre casado.
-¡No me lo estaba comiendo con los ojos! Sólo me preguntaba cómo un hombre
tan apuesto como Lord Eirik puede tener un hermano troll tan feo como tú.
-A muchas mujeres les gusta mi apariencia. -La sonrisa en su rostro le dijo que a él
no le importaba si lo consideraba feo o no. Y tenía que admitir que incluso con un ojo
morado y la nariz magullada, el hombre estaba muy lejos de ser feo.
-Algunas mujeres no pueden ver más allá del dinero de un hombre. Y hablando de
hombres, te agradecería que dejaras de mirarme de esa manera -dijo en voz baja. Él la
había estado mirando de una manera extraña desde que había irrumpido en la recámara
de Gyda. Y además sonreía.
-¿De que manera? -preguntó con una sonrisa.
Debió haber hablado más alto de lo que pretendía porque Rurik, quien estaba
sentado al otro lado de Tykir, se inclinó hacia adelante, rodeando a la voluptuosa vikinga
que estaba sentada sobre su regazo y comentó:
-Sí, Tykir, has estado mirando a la bruja como si fuera un delicioso bocado
perteneciente al harem del sultán. ¿Estás borracho?
-No todavía -dijo Tykir, bebiendo un buen trago de hidromiel, mirando a Alinor todo
el tiempo. Nunca ningun hombre la había mirado de esa manera y eso la incomodaba.
Aún más molesta era la apariencia de Tykir. Ningún hombre debería ser tan guapo.
O tan granuja.
Llevaba puesta una túnica café, hecha con la lana más fina, sobre unos braies café
oscuro. El pendiente de ámbar con forma de estrella iba colgado en una cadena de oro
contra su pecho. Supuso que se había bañado en el palacio esa tarde, porque los
mechones rubios en su pelo castaño brillaban como hilos hechos de oro. A un lado, su
cabello estaba trenzado con el fin de dejar expuesto el pendiente con forma de rayo, como
la primera vez que lo había visto. Llevaba la espada enfundada contra su cadera y su capa
yacía sobre la banca. Tykir le guiñó el ojo.
Y Alinor deseó poder hundirse entre los juncos para esconder su mortificación. Una
cosa era ser sorprendida mirando a Eirik de Ravenshire, y otra muy distinta ser
sorprendida comiéndose con la mirada a Tykir “el Troll”.
-Tykir, no debes permitir que la bruja te hechice -le advirtió Rurik-. ¿Aún tienes tu
cruz?
En respuesta, Tykir sacó la correa de cuero con la cruz de madera del interior de su
túnica y la acomodó al lado del pendiente de ámbar que estaba en su pecho.
-Bueno, debes usar cada precaución posible si vas a arriesgarte a tener contacto
visual con la bruja. -Antes de que alguien se preguntara qué estaba planeando, Rurik se
puso de pie, dejando caer a la mujer que estaba sobre su regazo. Ella chilló ultrajada antes
de huir indignada.
Molesto pon la interrupción, Bestia se movió sobre los juncos que estaban a los
pies de su maestro, ladró y se volvió a dormir de inmediato.
Aún de pie, Rurik sacó un frasco de la solapa de su túnica y comenzó a rociar agua
bendita sobre Tykir. Sólo que estaba sintiendo los efectos de haber bebido mucho
hidromiel, y un chorro de agua, en lugar de unas gotas, cayó sobre el pelo arreglado
meticulosamente y la frente de Tykir.
-¡Maldita sea, Rurik! No estoy hechizado… bueno, puede que sí lo esté… pero no
gracias a un hechizo mágico. -Se puso de pie abruptamente, forzando a Alinor a levantarse
y luego sacudió la cabeza como un perro mojado, haciendo que ella y todos los que
estaban cerca se mojaran también.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Rurik-. ¿Hechizado pero no por el conjuro de una
bruja?
Sí, en verdad me encuentro en un infierno vikingo. O un manicomio vikingo.
-Yo vi a Lady Alinor… desnuda -confesó Tykir, como si eso lo explicara todo.
Todo el mundo quedó boquiabierto con la sorpresa, incluso Alinor. Ella recuperó
rápidamente la compostura y le dio un puñetazo con su brazo libre al muy idiota. Fue
como golpear una pared de piedra. El hombre ni se inmutó.
-¿Qué? -Levanto la mano en rendición.
-No tienes por qué contarle eso a la gente.
-¿No?
-Obvio que no.
-Si quieres, puedes ver mi cuerpo desnudo -le ofreció generosamente-. Así
estaríamos a mano.
-Estás borracho -lo acusó ella.
-Nah, no lo estoy.
-Bueno, ¿y eso qué significa? -quiso saber Rurik-. Ver a una bruja desnuda… como
bien sabes, yo ya he visto a una.
Como si fueran uno solo, todo el mundo miró su cara azul con simpatía, incluyendo
a Bolthor, que se acababa de sentar junto a Alinor. Según las cuentas de Alinor, Bolthor se
había ido con la esclava Nubia por cuarta vez en la noche.
-El diseño parece haber sido hecho con isatide, parecido a como los guerreros
escoceses se adornan para pelear -comentó Eadyth-, pero no sabía que era permanente.
-No es sólo isatide. Les garantizo que el tinte fue mezclado con esencia de añil -
observó Alinor, mientras jugaba con algunas migajas que había sobre la mesa.
-¿Tú… tú sabes cómo quitar esta marca? -escupió Rurik incrédulo-. Entonces eres
una bruja.
-No, no soy una bruja. Soy una pastora y tejedora que tiene talento para teñir telas.
En realidad, yo hago las mejores lanas de toda Northumbria.
Eirik soltó una carcajada.
-Compórtate, esposo. -Eadyth le dio un codazo.
-Mi esposa hizo una afirmación parecida en cierta ocasión.
Eadyth chasqueó con desaprovación y le explicó a Alinor -yo hago la mejor miel y el
mejor hidromiel de toda Northumbria.
A Rurik no le importaba ni la lana, ni el hidromiel, ni la miel.
-¿Puedes remover la marca, bruja? -demandó impacientemente.
-Tal vez pueda, o tal vez no.
-Tal vez pueda cortarte la cabeza, o tal vez no -fue la respuesta de Rurik mientras
hacía un sonido primitivo de indignación. Sin duda, habría pasado sobre Tykir para
decapitarla, si su compañero de ataduras no hubiera levantado una mano en advertencia.
Gruñendo con frustración, Rurik detuvo a un sirviente y tomó otra jarra de cerveza
de su bandeja
-¿Y te sientes atraído por esta bruta… digo, bruja? -Bebió un gran sorbo de la jarra y
después se pasó el dorso de la mano por la boca.
-Nunca dije que me sentía atraído -protestó Tykir.
Los duros sentimientos le dolieron y Alinor no pudo evitar hervir por dentro.
-¡Tykir! Estoy decepcionada de ti -le reprochó Eadyth-. Estoy segura de que eres
más experto que los demás en mirar debajo de la superficie. ¿Recuerdas el sermón que le
diste a tu hermano en nuestro banquete de bodas acerca de que un buen vikingo sabía
como juzgar a una mujer justamente?
Del er ikke gull alt som glimmer -añadió Eirik, asintiendo de acuerdo con las
palabras-. No todo lo que brilla es oro. Y si me lo preguntas, en los últimos tiempos gran
parte de tu brillo ha estado lleno del brillo mediocre del bronce.
-No recuerdo habértelo preguntado -dijo Tykir de mal humor-. Y es injusto que me
recuerden algo que dije hace siete años.
Alinor se encogió y sintió ganas de golpear la mesa con su cara. Aborrecía la idea de
que estas personas discutieran sobre ella como si ella no estuviera presente… como si ella
no importara.
-Lo único que dije fue que había visto a la bruja desnuda -se defendió Tykir-. Y me
llevé una sorpresa. ¡Una gran sorpresa! -Puso los ojos en blanco para darle énfasis.
-¡Ah! Creo que empiezo a entender. ¿Por fin viste su cola? -Rurik dijo esas últimas
palabras en un susurro… como si por decirlo en voz alta ella pudiera hacer algo que
hicieran las brujas, como levitar y abandonar el castillo en una escoba.
¡Todos ellos son más tontos que la mierda!
Justo en ese momento, un noble vikingo se acercó a su mesa. Iba acompañado por
una mujer finamente vestida -diría que era sajona por su modo de vestir- y una hija de no
más de quince años… una chica voluptuosa y bonita.
-Oh..oh, ahora si estás en problemas, Tykir -bromeó su hermano-. El conde Orm y
su esposa han intentado arreglar un matrimonio entre tú y su hija Eneda por los últimos
dos años.
-Podrías haberme advertido -murmuró Tykir, pero se levantó cortésmente cuando
el noble y su familia se acercaron.
Debió haber olvidado que su mano izquierda estaba atada a la derecha de Alinor
porque levantó el brazo en forma de saludo, lo cual hizo que el de Alinor también se
levantara, como si fuera una marioneta. Y mientras hablaba, movía el brazo para aquí y
para allá, y el brazo de Alinor fue forzado a seguir sus movimientos. Al final ella gruñó con
disgusto y tiró de su muñeca como recordatorio y se puso a su lado.
Tykir tuvo el descaro de guiñarle el ojo. Al parecer, sí recordaba que tenían las
manos atadas y quería avergonzarla. ¡El muy trol!
Vio como los labios de la esposa de Lord Orm se apretaron con desdén al ver sus
muñecas atadas.
Sin embargo, la joven se movió con nerviosismo y llevó una mano a su rostro con
timidez. Estaba claro que ella estaba a favor de esa unión, si se llevaba a cabo. La madre no
estaba tan dispuesta, si sus puños apretados decían algo.
Y Alinor notó algo más. La mujer era igual de condescendiente en su
comportamiento hacia Eadyth y hacia ella. Eadyth buscó la mirada de Alinor e hizo un
gesto para mostrarle su opinión sobre la altiva dama.
Alinor se sorprendió a sí misma sintiendo una extraña molestia ante el alboroto que
Tykir estaba haciendo sobre la joven. ¿Podrían ser celos?
Nah. Nunca.
Tal vez.
Me estoy volviendo loca.
Cuando por fin la pareja y su hija se alejaron con la promesa de Tykir de visitarlos
pronto, Tykir se sentó con un largo suspiro, arrastrando a Alinor con él.
-¡Al fin!
Su familia y amigos sonrieron ante su malestar.
-Así que, ¿quieres que te ayude a encontrar un regalo de novia para Eneda? -
preguntó alegremente Eadyth.
-Ni de riesgos -respondió Tykir, bebiendo un sorbo de su copa.
-Dime -Alinor hizo una pausa deliberadamente-, ¿te gustaría llevar a una nodriza
contigo a la cama matrimonial?
Todo el mundo se rió, menos Tykir.
-¿Estás diciendo que soy muy viejo para la doncella?
Alinor lo miró como diciendo “¿tú qué crees?”, pero luego tuvo que admitir:
-En realidad, yo tenía su edad la primera vez que me casé. Y mi esposo era un poco
más viejo que tú.
-¿Cómo de viejo?
-Tenía sesenta y cinco.
-¿Un poco? -Tykir se ahogó con el hidromiel-. ¿Un poco? ¡Yo sólo tengo treinta y
cinco!
-Ah, bueno -declaró Alinor con un encogimiento de hombros-, los hombres se
deterioran rápidamente. Por eso compran esposas jóvenes, para aparentar que todavía
son viriles.
El rostro de Tykir se encendió por la ofensa.
Eadyth se inclinó sobre la mesa y acarició la mano de Alinor.
-Te estoy tomando cariño, Alinor. Tal parece que tú y yo estamos cortadas por el
mismo patrón.
-Hay que admitir que la doncella tenía unas buenas tetas -comentó Rurik con su
crudeza habitual.
-¡Rurik! Cuida tu lengua en frente de las damas -le advirtió Eirik.
Rurik agachó la cabeza. La verdad era que el miserable pasaba tanto tiempo en
compañía de hombres, que probablemente no lo hizo a propósito. Y a ella no es que le
importara mucho. Había oído cosas mucho peores en compañía de las tropas de Hebert y
Egbert.
Pero rápidamente cambió de parecer cuando Rurik añadió:
-No seas tan presumido, Tykir. Tú fuiste el que dijo que Lady Alinor tenía el pecho
tan plano que sus tetas parecían dos huevos sobre una roca caliente.
Ahora fue Tykir el que regañó a Rurik.
-Ese tipo de conversaciones no son bienvenidas en frente de las damas. -Se
disculpó con Alinor y Eadyth de parte de Rurik, diciendo-: es el hidromiel el que habla.
-¿Eso dijiste? -espetó Alinor y de inmediato deseó poder retirar las palabras.
-Puede ser. - Tykir se encogió de hombros-. Pero, sí lo hice, retiro mis palabras.
-Nunca he podido entender la fascinación de los hombres por los pechos
femeninos -opinó Alinor antes de que tuviera la oportunidad de morderse la lengua-. De
verdad, si los hombres están tan fascinados por esa parte de la anatomía femenina, yo
tengo una buena vaca lechera con unas buenas ubres que sin duda los dejaría babeando.
Rurik se irguió, como si fuera a estrangularla.
Bolthor lo contuvo, riéndose.
Tykir hizo un gesto felicitándola por haber ganado este combate.
Mientras que Eirik y Eadyth se rieron a carcajadas.
Eadyth se limpió las lágrimas con el borde de su griñón.
-Sí, Alinor, creo que serías perfecta.
No dijo para qué sería perfecta. Pero aun así, sus palabras animaron a Alinor.
Pero entonces su atención se desvió hacia otro asunto.
-Miren eso -dijo Eirik, señalando hacia la mesa principal, en donde un grupo de
nobles sajones hablaba animadamente con el rey y su castellano-. ¡Tan atrevidos los
villanos!
Eran Egbert, Hebert, Cedric y algunos de sus socios de alcurnia.
Alinor gruñó.
-No hay nada de qué preocuparse. -Tykir hizo un gesto despreocupado con la mano
para expresar su opinión-. El rey me dijo que los hermanos de Alinor iban a protestar con
el rey sajón Edred por el secuestro de Alinor.
Alinor debió haber sabido que sus hermanos no se rendirían tan fácilmente.
-Ese que se está dirigiendo a Maccus, el hijo de Eric “Hacha Sangrienta”, es el
Conde Oswulf, el lameculos de Edred de Northumbria -les informó.
Todo el mundo la miró con sorpresa, preguntándose cómo sabía eso.
-Edred es mi primo.
-¿El rey de Inglaterra? -exclamó Eirik, y miró a su hermano con reprobación.
-¡Oh, Tykir! -Eadyth suspiró-. ¿Cuando aprenderás a ser precavido?
-No me dijiste que el rey de toda la maldita Gran Bretaña, excepto por
Northumbria, era tu primo -la acusó Tykir.
-Bueno, en realidad es mi primo tercero -enmendó Alinor.
-Eso me hace sentir mejor -dijo Tykir con humor seco.
-Primero, segundo, tercero… no importa. Seguro que el rey Edred enviará un
ejército para rescatar a uno de los suyos -insistió Eadyth con un gemido de consternacion-.
¿En que lío nos has metido, Tykir?
A Alinor le habría gustado echarle más sal a la herida de Tykir, pero tenía que ser
honesta.
-No me hago ilusiones sobre los motivos de Edred para ayudarme… si eso es lo que
está haciendo. Saben, Edred no es mucho más viejo que yo y eso que yo tengo veinticinco
años. Pero el rey tiene tantos problemas de digestión que hay veces en las que sólo puede
beberse los líquidos de la comida que ha masticado, para gran repulsión de sus invitados.
Es una enfermedad que afecta a muchos en la Casa de Wessex.
-Bueno, gracias por la hermosa saga -dijo Tykir sarcásticamente-. ¿Y el punto es?
Alinor le frunció el ceño al trol y continuó.
-A pesar de que yo podría compadecerme por la enfermedad de Edred, no soy tan
ingenua como para pensar que mi primo se preocupa por su familia. Como la mayoría de
los ingleses saben, Edred tiene dos lados. Por un lado es un hombre con devoción religiosa
que sufre sus dolores corporales con aceptación estoica. Su palacio es en muchos sentidos
una escuela de virtudes. Por otro lado puede llegar a ser tan brutal… bueno, como un
bárbaro vikingo.
Alinor se ganó un gran número de ceños fruncidos con ese comentario, incluyendo
el de Eadyth. Aunque ella era sajona, estaba claro que defendía a su esposo, mitad vikingo,
y a sus compatriotas.
-Hace poco Edred destruyó totalmente la ciudad de Thtford sólo para vengar la
muerte del monje local. Cada hombre, mujer y niño -dijo Alinor, explicando el lado brutal
del rey.
La pregunta era: ¿Qué lado del rey estaba actuando en ese momento?
El mensajero de Edred podría ayudarla, si quería hacerlo. De eso no había ninguna
duda. ¿Pero era ella lo suficientemente importante? ¿Qué estaban ofreciendo a cambio
Egbert, Hebert o incluso Cedric?
El corazón de Alinor dio un vuelco con esperanza, pero luego una extraña depresión
se apoderó de ella. Estaba entre la espada y la pared. Tenía dos opciones y ambas eran
malas. Ser rescatada por sus hermanos y terminar con -¿cómo fue que lo llamó Tykir?- Ah,
sí… el “Lord de la Manteca”. O ser llevada ante un rey en tierras paganas para remover un
hechizo inexistente.
Tykir le apretó la mano. -No temas, Lady Alinor. El rey no va a interferir en mis
asuntos. Él esta jugando con tus hermanos y el mensajero del rey sajón. Les va a sacar
tanto dinero como pueda por un rescate, pero al final serás mía.
Serás mía.
¡Que frase más desconcertante! Un temblor recorrió todo su cuerpo. Si su
intención era reconfortarla, falló completamente. Especialmente porque uno de los
sirvientes de Eric “Hacha Sangrienta” se acercó y les notificó que el rey deseaba hablar con
Tykir Thorksson y su prisionera. Pronto Tykir, Alinor, Eirik, Eadyth, Rurik y Bolthor se
encontraron caminando en grupo hacia el estrado.
-Parecemos un enjambre de abejas -dijo Eadyth en voz baja.
-Tú sí que sabes, cariño. Tú sí que sabes -le dijo Eirik a su esposa y le dio una
palmada en el trasero.
Su grito de consternación fue ahogado por el ruido de cientos de juerguistas
disfrutando del banquete.
Alinor había estado en este mismo salón junto a su marido hacía muchos años, y de
verdad que ahora lucía mucho mejor. Los vikingos eran muy buenos decorando los
alrededores de las puertas y las ventanas, sin mencionar las vigas de los techos, con
grabados complejos. Y los vikingos en sí eran ciertamente un grupo atractivo, con sus
ropas coloridas, magnífica joyería y sus barbas y cabellos cuidadosamente peinados. Eran
más altos que los sajones, y también más limpios. No era de extrañar que tantos hombres
y mujeres sajones se enamoraran de sus contrapartes vikingas.
Alinor hizo todas estas observaciones a medida que avanzaban por el pasillo que
separaba los grandes caballetes. Su paso por ahí pasó inadvertido, excepto por algunos
invitados que tenían las cabezas juntas y susurraban mientras señalaban el trasero de
Alinor.
Excepto por Egbert, Hebert y Cedric.
-¡Alinor! -gritó Egbert y la abrazó calurosamente, lo cual fue una experiencia
bastante extraña ya que ella estaba atada a un ceñudo Tykir que fue forzado a moverse
con ella. Él no parecía complacido de estar tan cerca del hombre que había intentado
dispararle una flecha esa tarde. También fue una experiencia extraña porque Egbert jamás
la había abrazado. La había azotado en más de una ocasión, ¿pero abrazarla? Nunca.
-¡Estás a salvo! -agregó Hebert, cuando fue su turno de abrazarla-. Estábamos tan
preocupados por ti, querida hermana.
¿Preocupados? ¡Ja! Su única preocupación era que perderían su dinero.
Egbert llevaba un gran vendaje envuelto alrededor de su corona, probablemente de
alguna herida producida en el combate de esa tarde, y Hebert tenía el labio partido.
Probablemente se habían hecho daño al huir de la pelea.
Cedric caminó hacia adelante y parecía estar a punto de tomar el lugar de sus
hermanos en ese asunto de abrazar, pero Tykir lo frenó poniendo una mano en alto. Por
un momento de locura, se preguntó si Tykir podría estar celoso. Pero luego echó otro
vistazo a su rostro enfurecido y cambió de opinión.
-Tykir, Eirik -los saludó el rey Eric “Hacha Sangrienta”-. Les damos la bienvenida. ¿Ya
han comido y bebido lo suficiente?
Ambos asintieron ante el rey, quien estaba vestido lujosamente con lana púrpura,
desde los braies hasta la túnica ceñida y la capa forrada con piel blanca. Debía tener más
de cincuenta años, si los rayos grises en el cabello oscuro bajo su corona eran alguna
indicación.
Estaba bien afeitado y aún era bien parecido, bajo una mirada fría.
-Gunnhild, ven a saludar a nuestros invitados.
Alinor se sorprendió al ver a la reina. Era una mujer hermosa, debía tener la misma
edad del rey, pero su piel no tenía ni una arruga y no tenía ninguna cana. Llevaba un
vestido bordado con la misma tela púrpura del traje del rey, y una verdadera fortuna en
joyería, que incluía anillos de oro y plata en cada dedo.
Sus ojos se posaron sobre el pendiente de ámbar de Tykir y el broche con forma de
dragón y brillaron con codicia.
-¿Me has traído algún accesorio de ámbar fino esta vez, Tykir? -preguntó la reina.
-Tengo muchas joyas para la venta -dijo Tykir.
Ella frunció el ceño.
-Todas a la altura para una reina de su renombrada belleza.
Ella se pavoneó.
-Esta noche las traeré para que las pueda inspeccionar.
La reina Gunnhild asintió, luego se volvió hacia Alinor y la evaluo rápidamente con
la mirada. Con un aire de aburrimiento, preguntó insolentemente:
-¿Y tú eres la bruja?
Alinor empezó a asentir pero se contuvo. ¡Por los dientes de Dios! Estaba
empezando a pensar en sí misma como una bruja.
-Sí, ella es la bruja que llevo a Noruega -respondió Tykir y alzó su mano para
demostrar que era su prisionera.
-Hay muchas cosas que me gustaría discutir contigo -le dijo Gunnhild
enigmáticamente. Egbert y Hebert la interrumpieron antes de que pudiera decir algo y se
pusieron al frente de Alinor.
-Nah, ella no es una bruja -aseguró Egbert-. Ella es nuestra hermana, la prometida
de Lord Cedric y la prima del rey de toda Gran Bretaña, una dama bien educada que no
debería ser entregada a estos… a estos paganos.
El rey Eric alzó una ceja al escuchar la palabra pagano y le preguntó sin palabras si
lo ponía en la misma categoría. Luego se enfocó en el resto de lo que había dicho Egbert.
-¿Estás diciendo que Edred es el rey de toda Gran Bretaña? -Egbert se dio cuenta
de su error y de inmediato se corrigió-. De toda Gran Bretaña excepto por Northumbria.
-¿En verdad eres prima del rey Edred? -le preguntó Gunnhild a Alinor.
-Prima tercera -señaló Tykir. Alinor lo fulminó con la mirada por hablar en su
nombre, pero él simplemente le sonrió.
-Exigimos que nos devuelvan a nuestra hermana y que nos compensen por cada
soldado que fue herido por esos bárbaros esta tarde -dijo Hebert-. ¿No es así, Conde
Oswulf?
El noble sajón y consejero del rey Edred estaba de pie silenciosamente en el fondo
del recinto. El dio su consentimiento con un breve asentimiento con la cabeza
-¡No! -dijo Tykir.
Después de eso, el rey oyó lo que las dos partes tenían que decir. Al final ofreció:
-Podríamos convocar un thing en una semana para resolver el asunto. -Alinor sabía,
por lo que Tykir le había dicho anteriormente, que un thing era la forma de gobierno de los
vikingos.
-No puedo esperar tanto tiempo -bramó Tykir-. Ya tengo un mes de retraso para
llevar mi mercancía hasta Hedeby. Me tomaría más o menos dos semanas para llegar a
Noruega, si hace buen tiempo. Con lo avanzado que está el otoño, otra semana más podría
significar que no podría llegar a casa para el invierno. Eso no lo puedo aceptar.
El rey se dirigió a Oswulf.
-¿Es la bruja tan valiosa como para pelear por ella? ¿Tal vez una batalla en toda
regla?
Oswulf palideció y sus ojos saltones escanearon el gran salón, notando los muchos
guerreros nórdicos que había.
-No en este momento -admitió-. Pero tendré que reportar su negativa a interceder
por Egbert y Hebert al rey Edred. Le garantizo que no estará complacido.
-Entonces que así sea -dijo el rey Eric, claramente sin miedo a una pelea.
Murmurando maldiciones y juramentos de venganza, Egbert, Hebert y Cedric
fueron sacados por un furioso Conde Oswulf. Una atónita Alinor se dio cuenta de que por
ahora su suerte estaba decidida. Aún era la prisionera del trol. Todo el mundo la seguía
viendo como una bruja, incluyendo al rey, que acababa de escuchar algo que le había
susurrado Rurik y estaba mirando en forma especulativa hacia su trasero.
Gunnhild se acercó para darle un beso de despedida a Eadyht y a Alinor, para su
sorpresa. Más sorprendente aún fue lo que Gunnhild le dijo:
-No le hagas caso a mi marido buscando tu cola. Él ha estado buscando la mía por
veinte años y aún no la encuentra. -Se dio la vuelta con una risa ahogada y caminó
majestuosamente a su asiento en la mesa principal.
Mientras regresaban a su mesa, Alinor notó, para su pesar, que un gran número de
gente estaba observando su trasero. Al parecer, el rumor se había extendido desde su paso
a la tarima. Estaba segura de que era obra de Rurik. Uno de estos días, le gustaría hacer un
nudo con la lengua de Rurik… un nudo azul para que salga con el color de su cara.
Cuando Alinor pensó que las cosas no podían ponerse peor, lo hicieron.
Bestia, que había estado durmiendo en su mesa mientras fueron a ver al rey, se
incorporó con alerta repentina, sus orejas negras paradas como dos centinelas. Con un
rugido siniestro, seguido por un ladrido, miró hacia la puerta al otro lado del gran salón. Se
escuchó un ladrido salvaje, seguido por un balido familiar. Bella llegó galopando a través
del gran salón, con su cadena rota arrastrándose tras ella, seguida de cerca por David y
Betsabe, y tras ellos media docena de ovejas haciendo beee. Un silencio asombroso se
apoderó del gran salón, mientras los intrusos pasaban. Pronto Bella y Bestia se reunieron,
lamiéndose las caras y oliéndose sus partes íntimas.
Fue una escena como sacada de la peor pesadilla de Alinor.
Alinor dejó su plato a un lado y puso la frente sobre la mesa. Se empezaron a
escuchar risas que fueron creciendo a medida que la asamblea vikinga rugía su alegría por
las travesuras de los acompañantes de Alinor.
Bolthor mencionó algo sobre una nueva saga, Tykir “el Grande” y la Bruja desnuda,
seguida por Tykir “el Grande” y los Perros lujuriosos.
-Oooh, Bolthor, se me olvidaba lo buen escaldo que eres -lo entusiasmó Eadyth-.
Por favor, ¿podrías honrarnos con una saga?
Todo el mundo en la mesa se puso verde, reprimiendo la necesidad de quejarse. En
cambio, Bolthor se veía como si hubiera recibido el Santo Grial10.
-Escuchen todos, esta es la saga de Tykir “el Grande” -comenzó a decir Bolthor-. En
el año 952 de nuestro señor, en la tierra del sol de media noche, había un rey con una
polla torcida. Anlaf era su nombre. Y él era el más poderoso… -Y así continuó Bolthor y, por
primera vez, Alinor deseó ser de verdad una bruja. Su primer acto sería volar muy lejos.
-No temas, cariño -le susurró Tykir en el oído. Ella se dio cuenta de que casi estaba
ahogando una carcajada-. Muy pronto te llevaré lejos de todo esto.
Eso era a lo que Alinor le temía

10 Santo Grial: Es el plato o la copa usada por Jesucristo en la última cena.

Capítulo V

Cinco días después...

-No fue culpa mía -afirmó Alinor-. Les digo que no soy una bruja.
-Tú alimentaste a las gaviotas. Las gaviotas murieron. La evidencia habla por sí
misma. -Tykir respiró ruidosamente con exasperación-. Nunca antes había visto que
cayeran pájaros del cielo como copos de nieve. Eso fue… bueno, mágico. Eres una bruja y
punto.
Le dio la espalda y estaba a punto de irse. ¿Cómo podía ese hombre mantener el
equilibrio en el barco? Llevaban cinco días de viaje y sus piernas todavía no se adaptaban
al mar. Tampoco su estómago. No era de extrañar que hubiera sido incapaz de digerir ese
horrible gamalost… queso viejo… que los vikingos llevaban en sus viajes junto con el aún
más horrible bacalao salado conocido como luterfisk. Pan duro y de vez en cuando una
manzana, eran el plato principal de su dieta en esos últimos días.
-Espera un momento -gritó y se paró para seguir a Tykir-. Aún no he terminado de
explicarte…
Él se giró bruscamente y la empujó del pecho, obligándola a sentarse de nuevo
sobre la caja de madera que estaba bajo una carpa en el centro del barco. La expresión de
su rostro era tan malvada y viciosa que la hizo retroceder. Apenas podía recordar las
miradas suaves que le había lanzado en el castillo nórdico -no es que a ella le gustaran-
porque lo único que había estado haciendo el bruto en estos últimos días era fulminarla
con la mirada.
-¡Siéntate! -le ordenó-. ¿No acababa de decirte que te sentaras? ¿No te advertí que
no te movieras de este lugar? ¿No te dije que mis hombres estaban amenazando con
amotinarse si hacías alguna otra brujería? ¿No te dije que te cortaría la cabeza y se la daría
a los tiburones si volvías a abrir la boca?
-¿No te dije? ¿No te dije? ¿No te dije? -murmuró Alinor.
-¿Me estás imitando? -gruñó Tykir.
-No, estoy diciendo mis oraciones -le espetó.
-¿Oraciones? ¡Ja! Serán tus conjuros
-Oh, eso es injusto. No estaba realizando ritos oscuros cuando estábamos en medio
de esa tormenta. Estaba gimiendo por el miedo. Nunca antes había estado en un barco.
¿Cómo iba a saber que no íbamos a hundirnos en el fondo del mar? ¿Cómo iba a saber
que era normal bombear el agua? ¿Como iba a…
-Sentinar.
-¿Qué?
-Se dice sentinar el agua, no bombear el agua.
-¡Oh, por el amor de Dios! Sentinar, bombear, transportar… no importa. Lo
importante es que el agua me llegaba hasta los tobillos. Todavía tengo moho en mis
zapatos.
Tykir se agachó y le apuntó con el dedo -hiciste un canto y la tormenta se detuvo.
-¿Canto? -Ella le apuntó con el dedo también-. Estaba gimiendo “¡Oh, oh, oh, por
favor, Dios, oh, oh, oh, oh!”
Él carraspeó con incredulidad.
-Mis hombres están muy enojados contigo. Gracias a tí llevamos muchas semanas
de retraso para regresar a Noruega. Ellos tienen familias que atender antes de que el hielo
congele los fiordos. Un retraso más prodría significar quedarse atrapado en la corte de
Anlaf durante el invierno. Peor aún, en Hedeby, en donde debemos hacer una parada para
descargar lo último que queda de mi mercancía.
Era cierto. El otoño estaba llegando a su fin y se acercaba el invierno. Aunque el sol
brillara sobre ellos, el aire era fresco y congelaba hasta los huesos. Ella estaba envuelta en
una de las capas de lana gruesa y forrada con cuero de Tykir, pero aun así podía sentir el
frío. Algunos de sus hombres remaban desnudos hasta la cintura cuando el sol estaba en
alto, pero la mayoría iban vestidos para el frío.
Y también era cierto que los marineros vikingos -guerreros grandes y valientes que
eran- le temían sobremanera. Todos ellos llevaban cruces de madera sobre correas de
cuero alrededor de sus cuellos y todos se habían rociado con agua bendita en una que otra
ocasión. Rurik debió comprar un barril a los monjes en la Abadía de Jorvik.
Lo peor de todo era que cuando los hombres no estaban echándole vistazos a su
trasero -todavía tenían la tonta superstición sobre que las brujas tienen cola- le fruncían el
ceño, obligándola a guardar distancia. Parte de ello gracias a las coincidencias que
parecían surgir una y otra vez en su presencia.
-No fue mi culpa que la leche se cuajara la primera noche. O que Bestia haya estado
llorando desde que enviaste a Bella y a las ovejas de regreso a Graycote. Son coincidencias,
¡eso es todo!
Sabía que él estaba furioso ante su negativa de sacrificar una de sus ovejas sobre la
proa de su barco como rito pagano para obtener buena suerte en el viaje. Ella le informó
en términos bien claros que todas sus ovejas eran valiosas, pero el carnero no tenía precio,
pues provenía de Córdoba, una tierra que rara vez permitía que sus especies abandonaran
su tierra, a excepción de regalos reales. No tenía idea de cómo su tercer marido había
conseguido obtener el raro animal, pero casi había valido la pena aguantar ese matrimonio
sólo por su carnero.
Tykir ni siquiera sonrió cuando bromeó con él:
-Además, sacrificar una de mis ovejas no te traerá suerte. Verás, estas son ovejas
cristianas.
-Siempre tienes una respuesta para todo, mi señora. Pero lo que importa es que
mis hombres piensan que eres una bruja.
-Por supuesto que lo piensan. Cómo no hacerlo si son alentados por el rencor de
Rurik y la imaginación de las sagas de Bolthor, sin mencionar tus constantes quejas. Y
hablando de hombres, ¿quién habría pensado que iba a haber tantos de ellos? No es
correcto que una dama viaje sin chaperona, en compañía de tantos hombres.
-¿Es que pensaste que solamente Rurik, Bolthor y yo, íbamos a remar los barcos? -
respondió con sarcasmo.
-Tal vez debí haber sabido que se necesita un gran numero de marineros… para
pilotar una nave. Pero ¿cómo se supone que debía saber cuántos barcos tienes? -El
drakkar en el que viajaban, el Dragón Rápido, era uno de la flota de siete drakkares, cada
uno manejado por más de sesenta guerreros vikingos. Los nombres de los otros barcos
eran Dragón Feroz, Dragón Audaz, Dragón Valiente, Dragón Salvaje, Dragón Furioso y
Dragón Mortal, todos ellos propiedad de Tykir. Al parecer, era necesario viajar en
caravana para luchar contra los barcos piratas que merodeaban las costas de las ciudades
comerciales del norte.
-¿Pensabas que yo era un mendigo?
-No. Yo te conozco por lo que eres. Un trol. -El mostró los dientes en una sonrisa
mientras los rechinaba, y Alinor supo que lo había empujado peligrosamente.
Para su sorpresa, el número de barcos y la mercancía que llevaban hablaba de una
gran riqueza por parte de Tykir. Era bueno que sus hermanos no supieran nada sobre la
riqueza de Tykir o si no era probable que intentaran hacer un pacto de matrimonio con él.
Pero nah, él era demasido joven para tener lugar en sus planes. Ellos querrían a un
hombre viejo, a punto de morir. Además, Tykir nunca accedería a casarse con ella.
¿De dónde venían todos esos horribles pensamientos?
-Tykir -comenzó a decir en tono concilatorio-, yo estaba parada en la proa de tu
barco, evitando a los marineros, como tú me dijiste. Estaba intentando comer mi
merienda, como tú me dijiste. Pero simplemente no me pude comer ese repugnante
gammelost. Así que se lo di a las gaviotas. Y antes de darme cuenta, había docenas de
pájaros quitándome esa cosa olorosa de los dedos. -Se olió una mano y luego la otra-.
Todavía apesto.
-Sólo era queso viejo.
-¿Queso viejo? -se burló-. Ese queso podía caminar por sí mismo.
A pesar de sus esfuerzos, una sonrisa se asomó en sus labios.
-En realidad, existe una leyenda que dice que el gammelost contribuyó a la victoria
del rey Harald “Cabellera Hermosa” en la batalla de Hafrsfjord en 872 -le reveló con una
sonrisa avergonzada. Ella arqueó una ceja en forma de pregunta.
-La historia cuenta que el rey le dio gammelost para desayunar a sus guerreros,
justo antes de la batalla, transformándolos en berserkers.
-Ves, no fue mi culpa. Las gaviotas se volvieron locas.
-No… lo… creo -dijo con una carcajada-. De todos modos, quédate aquí y disfruta
de este hermoso día. Podría ser el último. El clima cambia abruptamente durante esta
temporada.
El movió sus hombros y movió los codos hacia atrás hasta que casi se tocaron
detras de la espalda, para luego cruzar los brazos delante. Lo había hecho varias veces, al
igual que sus hombres, que solían hacerlo de vez en cuando para eliminar los nudos que se
formaban por meter tantos cuerpos en un espacio tan reducido.
Tenía que admitir que el hombre era extremadamente guapo. Incluso ahora, que
llevaba una túnica de cuero manchada de sal sobre sus braies negros, con un cinturón
ancho de cuero en su cintura, su cuerpo era la personificación de la hombría. Su cabello
castaño tirando a rubio estaba recogido en una cola, pero su textura sedosa todavía era
evidente. Las mujeres debían hacer mucho alboroto cuando lo veían.
Inconsciente o indiferente a su escrutinio, Tykir dejó de mover los hombros y se
inclinó para frotarse la parte de arriba de su muslo. Eadyth le había contado de la herida
que Tykir se había hecho en la batalla de Brunanburth varios años atrás, en donde casi
pierde su pierna.
-¿Te duele la pierna? -le preguntó.
Su cabeza se alzó rápidamente.
-¿Quién fue el lengua floja? ¿Bolthor o Rurik?
-Eadyth.
El sacudió la cabeza con disgusto.
-Si, mi vieja herida se encabrita de vez en cuando.
-No siento nada de compasión por tí. Un hombre de tu edad no tiene por qué estar
viajando a varios países en busca de una bruja inexistente.
-¿Un hombre de mi edad? -espetó indignado.
-Sí, no te hagas el muy joven. Eres como todos los hombres que se acercan a la
edad madura, intentan ser más jóvenes de lo que realmente son. Retozando y fornicando
hasta que su corazón, u otras partes del cuerpo, no dan para más.
-¿Re...retozando? -estaba doblado de la risa por sus palabras-. Tengo treinta y cinco
años. Todavía no estoy senil, eso tenlo por seguro.
-Como sea, yo podría preparar una poción para aliviar el dolor.
-La última poción que me diste me llevó directo al baño. Gracias, pero creo que
rechazaré tu oferta. -Respiró profundamente y escaneó su barco y los que lo seguían
formando una flecha detrás de él. El orgullo en su rostro era inconfundible.
-Te encanta esta vida, ¿no es cierto?
Se volvió hacia ella con cautela.
-Si, me encanta. No hay mejor vista en este lado de Valhalla que un drakar con su
vela izada ondeándose al viento… nosotros llamamos a nuestras velas “capas del viento”.
Un buen barco, la brisa y ser cubiertos por vientos fuertes… sin duda es un regalo de los
dioses.
Después de que Tykir se fue, Alinor estuvo de acuerdo con él. Estos grandes barcos,
con sus proas talladas y velas cuadradas con rayas rojas y negras eran verdaderas obras de
arte, además de ser funcionales… crédito para algunos de los mejores artesanos del
mundo. Las embarcaciones de madera de roble eran bajas en el centro, e iban en aumento
con mucha gracia, como el cuello de un cisne en la proa y en la popa, elevándose por
encima de las olas. Eran bastante livianos -de hecho podían ser levantados por encima de
la cabeza al llegar a tramos de río secos- aun así los barcos navegaban igual de bien sobre
aguas poco profundas o mares agitados. Hermosas esculturas en forma de dragones
entrelazados decoraban los lados del barco de Tykir, en donde los escudos de combate
negros y amarillos estaban colgados majestuosamente. Esos colores, además del rojo, se
apreciaban sobre las cabezas de los dragones tallados que adornaban la proa, como si los
animales feroces lideraran el camino a través de las peligrosas aguas.
La tripulación, bronceada por el sol y quemada por el viento, sus ropas manchadas
con sal, era ejemplo de pura hombría. Los marineros debían tener destreza para poder
moverse en el barco en movimiento, en donde dos hombres se sentaban sobre cofres en
cada uno de los dieciséis orificios para remar a cada lado del barco -uno remaba y el otro
hablaba. Al mismo tiempo, una gran fuerza era necesaria para levantar el gran mástil y
remar en un extenuante ritmo continuo.
Uno de los vikingos más pequeños, un muchado con piernas hábiles, estaba
realizando una hazaña que había hecho en otra ocasión… bailar sobre el océano encima de
los mangos de las lanzas. Era una competencia en la que los marineros aburridos
participaban de vez en cuando, apostando para ver quién podía realizar el baile sin caerse
en las aguas saladas.
Alinor tuvo que sonreír. Era un hermoso día, justo como Tykir había dicho. No había
muchas ocasiones en las que Alinor tuviera tiempo libre para sentarse y admirar la
creación de Dios alrededor de ella.
Pero en cambio se puso a llorar. Primero una lágrima y después otra se escaparon
de sus ojos. Con un sollozo ahogado, Alinor usó el borde de la capa de Tykir para secarse la
mejilla. Pero tan pronto como limpió una lágrima, otra la reemplazó.
Era inconcebible. Alinor no lloraba. Hacía tiempo, cuando tenía no más de ocho
años, se había dado cuenta de que las lágrimas no movían ni un ápice a sus hermanos, y
llorar no le daba ninguna satisfacción. Había decidido ser más fuerte que ellos, más
inteligente, más astuta. Y su fuerza y determinación le habían servido mucho. Hasta ahora.
La situación en la que se encontraba era ridícula. El que alguien pudiera pensar que
ella era una bruja desafiaba a la lógica. Si tan solo Tykir hubiera hablado con sus criados y
los aldeanos de Graycote. Ella no era la primera mujer en ser secuestrada… para pedir
rescate o para violación, o como botín de alguna incursión, o incluso para ser vendida
como esclava. Pero capturarla por brujería era tan increíble que Alinor no había tomado en
serio su situación cuando aún estaba en territorio conocido, cuando aún había tiempo de
cambiar su destino.
¿Ahora cómo escaparé?
¿Qué me va a pasar en esa tierra pagana?
¿Volveré a ver a mis amadas ovejas y a Graycote de nuevo?
Más lágrimas se resbalaron por sus mejillas, ahora sin control.
¿Qué voy a hacer?
Aunque Alinor no estaba de acuerdo con las prácticas religiosas extremas, se puso
a rezar en silencio. Ella más bien le agradecía a Dios haciendo buenas obras cada día como
forma de oración. Pero situaciones desesperadas ameritaban medidas desesperadas. Dios,
por favor, ayúdame en esta situación desesperada, oró en silencio, ahogando un sollozo.
Justo en ese momento, al otro lado del barco, Tykir se rió por algo que le dijo uno
de sus hombres.
Los ojos de Alinor se ensancharon por la sorpresa.
¿Será posible… es una señal?
¿Será que Dios envió a Tykir para poner fin a las maquinaciones de mis hermanos?
¿Podría ser que este viaje a las tierras del norte sea un vehículo celestial en los
planes de Dios para rescatarme?
Luego, la pregunta más increíble de todas asaltó a Alinor y ella gruñó con
consternación
¿Es posible que Tykir sea mi ángel guardián?
-La bruja está llorando -dijo uno de sus hombres con cautela, como si Tykir no se
hubiera dado cuenta. Y las palabras del marinero se repitieron por todo el barco, como un
susurro del viento-. La bruja está llorando, la bruja está llorando, la bruja está llorando…
Al parecer las lágrimas de parte de una bruja no eran normales, o tenían algún
significado. Tendría que preguntarle a Bolthor o a Rurik. Ellos eran expertos en brujería,
mientras que todo este asunto sobre brujas era nuevo para Tykir.
Un nuevo murmullo comenzó.
-¿Qué significa? ¿Qué significa? ¿Qué significa? ¿Qué…
Sus hombres lo miraron como buscando respuestas.
-Llorar es un truco que usan las brujas -decidió.
Sus hombres asintieron con vacilación, haciendo reverencia ante su gran sabiduría.
Él estaba seguro -bueno, casi seguro- de que la bruja esperaba arruinarlos con su táctica
de buscar lástima.
¿Alinor lo tomaba por un tonto que se dejaba llevar por esas artimañas femeninas
tan descaradas? ¡Ja! Él había empezado a subir faldas cuando tenía doce años. No existía
movimiento de pestañas, movimiento de cadera o de trasero, muestra de un pecho,
suspiro exagerado o sollozo, del que no hubiera sido testigo en alguno de sus muchos
encuentros con el sexo débil. Las mujeres eran tan transparentes. No tenían la sutileza de
los hombres.
Tykir miró hacia el área en donde habían puesto la carpa para Alinor. Puso los
brazos en jarra y demandó
-¡Deja de hacer eso! -¿Fue eso lo suficientemente sutil para tí, Lady Alinor?
-¿Que deje de hacer qué?
-Llorar. -¿Qué crees que quería decir, bailar?
-No estoy llorando -respondió ella, mirándolo a través de piscinas de color verde
con destellos dorados que brillaban con la humedad. Interesante lo hermosos que podían
llegar a ser sus ojos en ese rostro lleno de esas horribles pecas.
-En me mjg falleg augu -murmuró Tykir-. Tienes unos ojos hermosos. Y ahora, ¿por
que sentí la necesidad de decirle eso?
-¿Qué dijiste?
-Que tus ojos están bizcos -mintió-. Tus ojos parecen bizcos cuando lloras. -Sus
hermosos ojos se posaron sobre él, pero no con tristeza. Sospechaba que ella había
recibido tan pocos elogios en su vida que sus duras críticas iban bien con ella. Sin duda el
Dios de Alinor había sido justo al darle al menos una marca de belleza para compensar
todos esos atributos no tan bellos.
Pero no, eso no era cierto. Ella tenía otros atributos. Como ese cuerpo desnudo que
había visto. ¡No, no, no! Me prometí no pensar en ello.
-¿Que no estabas llorando? ¡Pero si parecía que estuviera lloviendo! Si no te
detienes, tendremos que sentinar el agua de nuevo. -Pensó que ella sonreiría ante su
broma, aunque sus sonrisas eran poco frecuentes y sólo estaban reservadas para Bolthor o
para sus malditas ovejas. Tal vez eso fue lo que la puso triste. Ella extrañaba sus ovejas.
-¿Extrañas a tus familiares?
-¿Mis qué?
-Familiares. ¿No se supone que todas las brujas tiene familiares? -Se sintió estúpido
al preguntar y sintió como se le encendía el rostro.
-¿Y se supone que mis familiares son…?
Odiaba la actitud superior que a veces tenía. Como en ese momento.
-Ovejas.
-¿Ovejas? -Parpadeó sorprendida.
Sin duda su percepción la sorprendió. Puede que si hacia “beee” le levantara el
ánimo. Aún mejor, podría empalmarle el trasero como hacía ese carnero cachondo.
No pudo evitar sonreír ante ese pensamiento.
-Deja de sonreír. No estoy llorando. Yo nunca lloro. Fue solamente el viento.
Además, debes estar mal de la cabeza si piensas que las ovejas son mis familiares.
-Tus pecas están creciendo. -¿De dónde vino esa observación tan tonta? ¡Humph!
Supongo que estoy intentando evitar esos ojos magníficos. O imaginármela desnuda. ¡No,
no, no! Ya borré esa imagen de mi mente.
-¿Qué tonterías estás diciendo ahora? ¿Crees que me desconciertas con tus
comentarios ociosos? Bien, pues no es así. No me importa si te gustan o no mis pecas.
De verdad que tu lengua se mueve más que un cachorro bajo la mesa de un gran
festín, “Lady Habladora”… más bien “Lady Llorona”.
-Tu dura crítica me lastima, mi señora. Lo que quise decir fue que tus pecas crecen
cuando lloras… o al menos parecen hacerlo cuando tu nariz se pone roja y tu cara se
hincha. -Bueno, ahora me siento mejor.
-Eres un trol.
-Eso ya me lo habías dicho. -Al menos debía sentirse mejor, atacarlo hacía que
dejara de lloriquear. A Tykir se le hinchó el pecho con orgullo. En verdad tenía talento para
alegrar los espíritus de las damas hermosas. No es que ella fuera hermosa, pero…- Deja tus
lágrimas o lo que sea, eso molesta a mis hombres.
Ella le sugirió que se hiciera algo que él sabía era casi imposible. Y también le dijo
que sus hombres molestos podían acompañarlo en su maldito ejercicio. Él puso una mano
sobre su pecho exagerando su sorpresa.
-Nunca antes había oído a una dama de alta cuna usar esas palabras. Aunque tú
eres una bruja de alta cuna; tal vez las reglas de tu sociedad sean diferentes.
-¡Lárgate! -dijo ella mientras dejaba caer los hombros.
Odiaba cuando ella dejaba caer los hombros. Lo hacía sentir responsable de sus
males, y no lo era.
En vez de alejarse, se agachó frente a ella y dejó descansar los antebrazos sobre sus
rodillas. Ella se movió instintivamente para no tocarlo.
Eso lo molestó. Así que, por supuesto, se acercó más a ella. Ahora la parte interna
de sus muslos encerraró uno de los muslos de ella bajo el manto. Su manto, se dio cuenta
con un sentimiento de calidez al ver que ella estaba usando una prenda suya. Casi como si
estuviera bajo su escudo protector.
No, no, no. Ella es simplemente una prisionera. Llévala ante el rey y listo. No te
involucres, Tykir. Pero él nunca escuchaba los buenos consejos, especialmente los que él
mismo se daba.
-Dime por que lloras.
-No estaba llorando -dijo con voz quebrada-. Pero si estuviera… llorando… y no lo
estoy… bueno, tendría una buena razón, ¿no lo crees?
-Y dime, ¿por qué tendrías una buena razón?
Alinor no llevaba puesto un griñón o un velo, pero su pelo del color del óxido,
sujeto por un cordón de seda alrededor de su frente, no estaba disperso por todos lados,
todo gracias a la crema que le había dado Eadyth, sino que caía en forma de suaves ondas.
El olor a rosas de la crema flotó hacia él como una delicada seducción.
-¿Por qué me estás oliendo como si fueras un perro?
Eso lo trajo de vuelta a la realidad con una sacudida desagradable. Cortarle la
cabeza cada vez le parecía más atractivo. O al menos cortarle la lengua.
-¿Te importaría moverte? -le espetó ella, intentando infructuosamente alejarse del
abrazo de sus piernas-. Me estás bloqueando el sol.
El sonrió ante ese comentario. Es cierto que era un hombre grande, pero no tan
grande.
-Alinor, deja de evadir mi pregunta. ¿Por qué tendrías una buena razón para llorar?
-Yo no estaba…
Le puso un dedo sobre los labios para evitar que protestara.
Tocar su cuerpo fue un gran error. Sus labios se entreabrieron con sorpresa bajo su
dedo, el cual se mantuvo en su lugar. Y por primera vez notó que sus labios estaban llenos
e hinchados. Y para ser sinceros, sus labios eran besables. Además, eran de color
frambuesa, justo como sus pezones.
¡Aaarrrgh! Olvida que pensaste eso. Fue un error. Ya se me olvidó por completo
como se veía la bruja desnuda. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que vi una
frambuesa que ya no recuerdo cómo son, o cómo saben. ¿Cómo saben? ¡Maldición!
-¡Oh, Dios, no de nuevo! -dijo ella, empujando su dedo.
-¿Qué?
-Otra vez me estás imaginando desnuda.
-¡Claro que no! -mintió.
-Sí, lo estás haciendo y no lo voy a permitir.
Él se preguntó cómo podría detenerlo. A decir verdad, a el le gustaría saber cómo
hacerlo. Luego su lengua imprudente adquirió vida propia.
-Mi señora, ¿estás intentando recordarme tus pezones de frambuesa, que hacen
juego con tus labios de frambuesa, sólo para evitar hablar de tus lágrimas?
-¡Y pensar que te estaba empezando a ver como mi ángel guardián!
Esa afirmación lo sorprendió. La mujer tenía una habilidad especial para atraparlo
con la guardia baja.
-¿Qué? ¿Quién? ¿Yo? ¡Ja, ja, ja!
-Sí, muy gracioso.
-¿Gracioso? Es absurdo -lo pensó por un momento-. ¿Por qué es tan absurdo?
¿Crees que no hay vikingos en tu cielo? ¿Crees que no hay bondad en nosotros? ¿Crees
que sólo los cristianos pueden ser buenos? No olvides que muchos vikingos también son
cristianos.
Su boca se abrió con incredulidad ante sus palabras. Sus labios no parecían tan
besables cuando tomaba aire como un pescado. ¡Gracias a los dioses!
-¿Qué? ¿Quieres ser mi ángel guardián? -preguntó, una vez que pudo cerrar los
dientes.
-Nah, no quiero ser tu ángel guardián. No quiero ser tu… nada. -Estuvo cerca. Casi
había dicho que no quería ser su amante, lo que era mentira, admitió para sí mismo. Sí,
desde que la había visto desnuda la idea de mojar su vara… más bién, afilar su espada…
por lo menos una vez… había estado rondándole como un dolor de cabeza molesto. ¿Una
vez? Diablos, en su mente él estaba mojando y afilando sin cesar.
-Fue una idea tonta, lo admito.
¿De qué estaban hablando? Estoy tan ocupado pensando en sexo que ya perdí el
hilo de la conversación. Ah sí, sobre ángeles. De todas las cosas, ella piensa que soy su
ángel guardián.
-¡Ajá! Así que por eso llorabas. Debían ser lágrimas de alivio porque tu Dios te
envió al ángel guardián más guapo, valiente y perfecto que existe. -Juro que mi lengua ha
cobrado voluntad propia.
-¿En verdad eres tan idiota como aparentas?
Sí.
-No más idiota que tú… mira que insultar a un guerrero feroz constantemente.
-Es que tú me proporcionas muchos ejemplos de idiotez.
-¡Aaarrrgh! Tu cabeza debe ser como un estanque y tus pensamientos como ranas,
saltando de una hoja a otra.
-¡Qué poético!
Tykir gruñó con exasperación.
-¿Podrías al menos terminar con un tema antes de saltar a otro?
-Si insistes -dijo ella con recato. ¡Que farsa! Esa mujer no reconocería el recato
aunque la golpeara en medio de esa frente pecosa. -¿Qué quieres saber?
-¿Por qué pensabas que era tu ángel guardián?
-Bueno, no presisamente mi ángel guardián -se corrigió-. Más bien como un
protector enviado por Dios.
-Eso suena como un ángel guardián
Ella agitó una mano con desdén.
-Al menos esa fue mi lógica.
La lógica y la mujer son una contradicción imposible.
-¿Sabes que hay quienes creen que si le salvan la vida a alguien, estarán siempre en
deuda con ellos? Bueno, estaba pensando que tal vez Dios te envió por mí a Northumbria
para…
-Anlaf me envió por tí y que yo sepa él no está ni cerca de ser un dios.
-Deja de interrumpirme, patán.
-Tsk..tsk. Esa no es forma de hablarle a tu ángel guardián.
Ella le hizo una mueca que la hizo parecerse a un gallo enojado. No era una imagen
agradable.
-Como estaba diciendo… tal vez Dios te envió por mi a Northumbria, a través del
rey Anlaf, para que pudieras rescatarme de la última atrocidad por parte de mis hermanos.
En realidad, sospecho que Dios envió al rey Anlaf a ese convento en Northumbria para
poner su plan en acción. Y además, estaba pensando que tal vez ahora seas responsable
de mi protección. Así que ya no debo preocuparme por lo que me pueda pasar en
Trondelag, porque tú estarás allí como mi… bueno, como mi ángel vikingo personal. -Ella le
sonrió con satisfacción después de hacer su deducción.
¡Increíble! ¡Qué descaro por parte de la mujer!
-¿Y por eso llorabas?
-Sí, de alivio. -Movió los ojos, evitando el contacto directo y el sospechó que esa no
era la verdadera razón.
Tykirse puso una mano sobre la frente y se frotó las arugas.
-Primero que todo, creo que piensas demasiado. Segundo, debes estar de broma si
dices que tu Dios le torció la polla a Anlaf para poder llevarme a tu lado. Tercero, no soy
responsable de tu seguridad. Métete eso en la cabeza. Una vez que te lleve ante Anlaf,
habré terminado contigo. Y finalmente, no pienses en mi ni por un minuto como un ángel,
sea un ángel vikingo o no. Creeme cuando te digo que he llevado una vida de todo menos
de santidad y creeme cuando te digo que la imagen que tengo en mi cabeza, de ti
desnuda, no estimula visiones de mí batiendo mis alas para protegerte. Más bien bato otra
parte de mi cuerpo, dentro de ti.
Ella jadeó ante su crudeza.
Bien. Es mejor corregir a la bruja desde el principio.
-Eres… un… trol. -Esa era la frase favorita de ella.
-Entonces puedes llamarme “San Trol”.
-No me importa lo que digas. Se que no me abandonarás ante algún rey miserable
que podría… que podría…
-¿Cortarte la cabeza?
-Sí, eso.
-Tienes una opinión equívoca sobre mí. Y por mucho. Sé que bromeo demasiado,
pero no te equivoques al pensar que soy blando. No lo soy. Desde que tenía quince años
hasta hace muy poco, yo fui un guerrero que peleaba a favor de cualquier rey que me
llegara el precio, ya fuera Jomsviking o bizantino, no me importaba. Ya perdí la cuenta de
todos los hombres que he matado.
-¿Y?
-¿Qué quieres decir con ese “y”?
-Nunca puse en duda el tipo de soldado que fuiste. Pero dudo que alguna vez hayas
matado a una mujer, al menos no sin motivo.
-Oh, mi señora, es mejor que pienses en todos los motivos que me has dado hasta
ahora.
-Tú no me dejarás en las manos de un tirano si existe la más mínima posibilidad de
que pueda matarme -insistió Alinor.
-Bueno, eso ya no es un problema.
Ella inclinó la cabeza, desconcertada.
-Ahora que te he visto desnuda, y una vez que Anlaf te vea desnuda, sé que el rey
te tomará como su sexta esposa.
Pudo ver, por cómo cerraba los puños, que ella apenas podía contenerse para no
golpearlo.
-¿Aunque sea una bruja? -preguntó con voz extremadamente dulce.
-Aunque tengas cola.
-Bueno, aun así pienso que no me abandonarás. Ahora soy tu responsabilidad -
insistió.
Él dijo una palabra muy grosera respecto a la responsabilidad.
Ella alzó la barbilla y lo miró.
-Voy a rezar por tí esta noche. Entre otras cosas, pienso suplicarle al Santísimo Dios
que purifique tu lengua tonta.
-¡Ja! Cuando reces esta tarde, pide porque esa imagen de tí desnuda deje mi
cabeza. O si no tendrás que preocuparte por más que mi lengua tonta.
-¿Y eso seria?
Un guerrero como él sabía cuándo atacar y cuándo retirarse. Un comerciante como
él sabía cuándo negociar y cuándo aceptar la derrota. La moza, que al parecer tenía la
maestría de una roca, no parecía querer detenerse cuando iba ganando.
El se levantó sobre las rodillas con una mano en cada lado del baúl. Se acercó a ella
y presionó su hombría contra la unión de sus muslos. Estaban separados por capas y capas
de ropa, pero su mensaje fue claro. Sus labios casi se tocaban y el sintió su aliento contra
sus dientes apretados mientras ella respiraba con alguna fuerte emoción. Sus miradas se
sostuvieron todo el tiempo, la suya retándola, la de ella desafiante. Se quedó en esa
posición por tan solo un momento antes de levantarse. Eso era suficiente… para los dos.
Se dispuso a alejarse cuando la dama habló en un intento estúpido por tener la
última palabra.
-Bueno, habla. A ver, zoquete, ¿de qué tengo que preocuparme?
Sus últimas palabras -rudas y provocativas, y sí, un poco tentadoras- se quedaron
atrapadas en la brisa marina mucho tiempo después de que él se fue.
-No quieres saberlo. Realmente no quieres.
Varios días después se acercaron a la tierra de los daneses y su famosa ciudad
comercial, en la base de la península de Jutland. Hebedy, a la cual los vikingos llamaban
Hcedum en su idioma, se encontraba en la unión de varias rutas comerciales. A pesar de
que estaba a más de mil quilómetros de casa y en el corazón del territorio vikingo, Alinor
tenía más de una razón para sentirse aliviada… y no sólo porque por fin pisaría tierra firme
de nuevo.
Hasta ahora era mediodía, pero ya ese día habían tenido tres encuentros con
piratas de aspecto cruel. A menudo, los marinos ponían sus escudos con la punta hacia
abajo sobre el mástil para indicar que iban en son de paz. ¡No como estos lobos de mar!
Con sus rostros llenos de cicatrices y ardor en los ojos, esos carroñeros de Zelanda
asustaban a Alinor hasta los huesos, mucho más de lo que Tykir y sus compañeros la
habían asustado. Bolthor le había explicado que estos bandidos del mar, liderados por un
hombre llamado Hord “el Rata”, tenían su guarida en algún lugar entre Zelanda y Funen…
un lugar terrorífico. Ellos habían tenido éxito en los últimos tiempos aterrorizando la costa
sureste de Noruega, el pasaje Oesund y el Báltico.
El líder pirata había ordenado a sus marineros que atraparan y lucharan contra uno
de los barcos de Tykir. Afortunadamente, se habían rendido rápidamente. La sola
presencia de los guerreros feroces en los barcos de Tykir había convencido a los piratas de
guardar las distancias y dejarlos pasar sin ser molestados. Alinor se preguntó si sus
oraciones respecto a su suerte en la corte de Anlaf no la habrían ayudado también en este
asunto. O si había sido la presencia de Tykir y sus hombres imponentes que llevaban
espadas afiladas y hachas de batalla. Una cosa era segura: con cada barco pirata que
pasaban, el respeto de Alinor hacia Tykir como líder se incrementaba. No lo respetaba
mucho como hombre, ya que él la había capturado e irrumpió en su vida por un capricho,
y todavía se negaba a hacerse responsable de su suerte. Pero nunca había conocido un
mejor capitán de barco y líder de hombres listos para el combate. Había habido veces en
las que, cuando los barcos de Tykir se acercaban a la orilla, ella había visto cabezas con
barba sobre picas que indicaban que los vikingos no eran bien recibidos en esa tierra en
particular. Aunque ellos mismos eran vikingos. Afortunadamente, Tykir parecía saber cómo
escoger sus batallas y cuándo alejarse de una lucha infructuosa… aunque Alinor
sospechaba que él disfrutaba de una buena pelea como cualquier hombre lo haría. Esa era
la naturaleza de las bestias.
Ahora Alinor estaba apoyada contra la barandilla del barco cerca de la proa, con
Bolthor a su lado. Él era el único de los hombres de Tykir que hablaba con ella. Aunque
llevaba con él el crucifijo de madera que había rociado con agua bendita. Como precaución
adicional, Bolthor se hacía el signo de la cruz sobre el pecho cada vez que recordaba que
estaba hablando con una bruja.
El día anterior, Tykir había repartido sacos pequeños llenos de monedas como pago
para sus hombres, aunque les había advertido que un marinero sabio nunca contaba sus
riquezas sino hasta que regresaba a casa. Algunos de los marineros de Tykir
desembarcarían en Hedeby, quedándose con dos de los barcos durante el invierno. Los
otros cinco barcos viajarían a Trondelag en uno o dos días, primero a la corte de Anlaf y
luego a casa de Tykir. Tykir estaba ocupado con asuntos que habían surgido en el último
minuto y le había ordenado a Bolthor que la vigilara, lo cual era ridículo. ¿Cómo esperaba
que se escapara, saltando por la borda y nadando en esas heladas aguas? ¿Volando sobre
alguna de las brisas de otoño? ¿Y para dónde se iría, al estomago de un tiburón? ¿A la
guarida de unos piratas?
Ahora los siete barcos se dirigían a través de un lago en el nacimiento del río Schlei.
Era un hermoso día con el cielo despejado y tan solo una pequeña brisa. El lago parecía un
espejo pintado de azul, sólo roto por las olas que dejaban atrás los barcos cuando
pasaban.
-Es espectacular -dijo Alinor, observando el increíble espectáculo ante ellos.
Hedeby.
Una gran muralla de madera y una larga fosa en forma de semicírculo rodeaban el
centro de comercio. Al Este limitaba con las aguas del Haddeby Noor. Había tres grandes
puertas o túneles -pavimentados con piedras-, una al Sur y una al Norte para que los
hombres, caballos y carretas transitaran, y otra al Oeste, en donde corría una fina
corriente de agua hasta llegar al fiordo.
-¿No viajabas mucho con tus hermanos? -preguntó Bolthor, sin duda divertido cada
vez que ella parecía un niño sorprendido por cada nueva vista que había.
Ella miró de reojo al giante.
-Mis hermanos no me llevaban a ninguna parte… a menos que fuera a alguna
propiedad o a una reunión real en donde pudieran arreglarme un matrimonio. Nunca
fuera de Inglaterra.
Bolthor se encogió de hombros, como si ese fuera el lugar de las mujeres. No valía
la pena discutir. Alinor pensó en decirle una o dos cosas al zopenco sobre cómo era ser
una joven… una joven fea con pecas y con un cabello rojo e incontrolable. ¿Podía él
imaginarse la humillación de ser rechazada una y otra vez, desde que tenía catorce años,
como compañera por todos los hombres disponibles por debajo de cincuenta años y con el
linaje y la riqueza adecuados? No, ella creía que este hombre cabezadura -como todos los
hombres- sería incapaz de ver la injusticia de un sistema que ponía a las mujeres por
debajo de esclavos y animales de raza fina.
-He estado muchas veces en Jorvik -dijo, en cambio-. Allí tengo un agente que
vende todas mis lanas y telas finas por un buen precio en los puestos comerciales de
Coppergate. Yo voy a la ciudad comercial al menos dos veces al año. Es bueno que una
persona se mantenga al tanto de sus negocios.
Bolthor le sonrió.
-Suenas como Eadyth. Ella cuida mucho de su miel y de su hidromiel. En realidad,
Tykir lleva muchos de sus productos en este viaje para ver si puede obtener un mejor
precio en las tierras del Norte que lo que ella obtiene allá en su nativa Inglaterra. Tal vez el
jarl haga lo mismo por tí cuando…si…
Su voz se apagó y Alinor supo que Bolthor empezó a balbucear porque no estaba
seguro de que ella regresara a casa con sus ovejas. Era desconcertante saber que Bolthor
compartía sus reservas en cuanto a su destino.
No voy a pensar en cosas malas. Voy a regresar. Confío en que Dios tenía un motivo
para haberme puesto en manos de los vikingos. Aun así, era difícil no sentir dudas.
-Háblame sobre Hedeby -pidió Alinor.
Bolthor asintió con la cabeza.
-Hay más de veinticuatro hectáreas de tierra entre las murallas y el mar. ¿Ves ese
pedazo de tierra largo y estrecho que está cerca de las murallas y frente al agua? Ahí es
donde algunos barcos y botes pequeños encallan. También hay muelles para la
construcción naval y para hacer reparaciones.
-No es tan grande como Jorvik, pero aun así parece intrigante.
-Sí, lo es. En Hedeby puedes encontrar cualquier cosa de valor, sea carne humana o
adornos de oro fino. Aquí es donde Tykir vende la mayoría de su ámbar, después de Jorvik.
De hecho, él mantiene una casa y un puesto de mercado aquí durante todo el año, que es
cuidado por una artesana de confianza, Rachelle de Frankland.
-¿Una mujer? ¿Tykir le confía su negocio a una mujer?
-Sí, ¿y por qué no?
Alinor sacudió la cabeza. Tykir siempre ponía barreras cuando ella quería
condenarlo.
-¿Y viene por aquí muy seguido?
-Nah, hemos venido dos veces al año durante los últimos cinco años. Sabes, Tykir
no siempre fue un comerciante. Él tiene fama de ser un buen soldado y un buen líder de
guerreros. Los reyes de muchos países aún buscan sus servicios. Desgraciadamente, la
herida que se hizo en Brunanburh lo hirió más de lo que se puede apreciar. Y durante los
meses de invierno o en la temporada de fuertes lluvias, la herida en la pierna le duele
tanto que llega un punto en el que parece estar cojo. -Alzó la cabeza. Con una expresión de
sorpresa, comentó-: Tienes un don para hacer que un hombre hable más de la cuenta. ¿Es
eso una cosa de brujas?
-Nah - Alinor se rió-, es una cosa de mujeres. -Alzó las cejas hacia él y el gigante se
rió también. Luego, poniéndose más seria, dijo-: Fue en Brunanburth dónde perdiste el
ojo, no es cierto? - Él asintió.
-¡Santo Thor! Nunca antes me había visto envuelto en una batalla como ésa. Esa
batalla marcó el fin del dominio vikingo en Gran Bretaña y entre los que alimentaron el
fuego ese día estaban cinco reyes y siete condes de Irlanda, sin mencionar al hijo del rey
de los escoceses. A mí me dejaron allí tirado para que me muriera, pero Tykir regresó por
mí. Bajo su propio riesgo. Fue entonces cuando un maldito sajón clavó su espada en el
muslo de Tykir, pero por fortuna su hermana Rain, que es una gran médico, pudo salvar su
pierna.
-¿La hermana de Tykir es médico? -Alinor estaba impresionada. ¿Qué otra cosa no
sabía sobre el imbécil?- ¿Y cómo es que Tykir acabó en el negocio del ámbar?
-Bueno, el maestro quedó fascinado hace años cuando fue testigo de una cosecha
de ámbar mientras visitaba las tierras bálticas. Al principio, sólo se dedicaba a la
negociación, pero ahora tiene a sus propios trabajadores para que cosechen por él.
-¿Y también es una mujer la que se encarga de esto?
Bolthor se rió .
-Nah, es Arnor “Sin Dientes” el que dirige esta empresa.
Tykir se acercó a ellos.
-¿Estas deleitando a Alinor con otra de tus maravillosas sagas?
Alinor pudo ver que estaba de buen humor. Sin duda estaba tan aliviado como ella
por poder pisar tierra firme. Y por estar un paso más cerca de concluir con su misión.
-Sí -respondió alegremente-, y yo lo estaba ayudando a escoger el título adecuado.
Los labios de Bolthor se curvaron con diversión ante su mentira.
Tykir hizo una mueca de horror fingido.
-Se llama Tykir el Ángel Trol.

Capítulo VI

Más de dos horas más tarde, los siete barcos estaban anclados a una corta
distancia de la orilla, la mercancía había sido descargada y todos los hombres, excepto por
un guardia en cada barco, habían desembarcado y se habían ido a disfrutar de una noche
de bebida y mujeres antes de ir a sus lugares de residencia durante el invierno.
Tykir se acercó a Alinor con una cuerda en la mano. -No -protestó alejándose de él.
-Sí -insistió él con rostro severo e inflexible-. No me contradigas en este momento.
Tengo muchas cosas que hacer antes de que se haga de noche y no tengo paciencia para
aguantar tus estupideces.
-Pero no es necesario que ates mis manos… o mi cuello. Aquí no tengo a dónde
escapar.
-Eso no significa que no lo vayas a intentar. -Se acerco más y agitó un extremo de la
cuerda frente a su rostro-. Tienes dos opciones, mi señora. Puedo atarte al mástil hasta
que regrese al barco por la mañana o puedo atar tu mano a la mía.
-O podrías dejarme caminar libremente a tu lado.
Él sacudió un dedo fente a su cara. Te doy cinco segundos para que decidas. Einn,
tveir, rr, fjrir, fimm-
-Oh, dame la maldita cuerda. -Le quitó la cuerda de las manos e intentó atarse la
muñeca.
Con una sonrisa burlona, él tomó la cuerda y procedió a atar sus manos
fuertemente. No había forma de que ella fuera capaz de desatar los nudos sin llamar su
atención, a menos que estuviera borracho, dormido o muerto.
-Supongo que estarás tan sediento como para tomarte una jarra de cerveza -
comentó casualmente después de que el zoquete la arrastró por la orilla rocosa hacia el
borde de la ciudad.
-Al menos una jarra -le respndió-, excepto que me tengo que reunir con Rachelle y
hay muchos productos de los que me tengo que abastecer para sobrellevar el invierno.
Hmmm. Parece que emborracharse esta fuera de discusión.
-Bien, entonces en algún momento tendrás que dormir -le ofreció alegremente.
Él la miró de reojo, con sospecha, mientras ella trotaba para ponerse a su lado.
-Por cierto, ¿dónde dormiré esta noche? ¿En el barco?
Él negó con la cabeza. -
-En mi casa, detrás del puesto de mercado. Es un poco estrecha así que tendrás que
compartir mi cama de pieles.
La cabeza de Alinor se levantó con alerta.
-Estás de broma.
-No voy a perderte de vista, “Lady Bruja”… ni siquiera en la oscuridad. -Él sonrió,
consciente de su sorpresa-. Soy reacio a preguntarte, ¿pero roncas? No puedo soportar a
alguien roncando a mi lado.
Los labios de Alinor se tensaron y un gruñido poco femenino emergió de lo más
profundo de su garganta. Si él no la hubiera mantenido alejada con su mano libre, ella se
habría abalanzado sobre él.
-No pienses ni por un momento que vas a estar empujándome en la oscuridad
con… con esa cosa.
-¿Qué cosa? -pregunto Tykir, moviéndose mientras ella intentaba golpear su rostro
alegre.
-Esa mecha lánguida que tú y todos los hombres tienen entre las piernas.
-¿Mecha? ¿Lánguida? -gritó Tykir-. Oh, obviamente nunca has visto la… mecha de
un vikingo.
-Eres… un… trol -le espetó, luego pasó frente a él, arrastrándolo de la mano atada.
Justo entonces la idea más alarmante se le ocurrió. Ya había agotado las dos primeras
posibilidades de escape: que él estuviera borracho o dormido. Eso dejaba solamente la
muerte. Se preguntó brevemente si tendría las agallas para matarlo. Pero entonces ¿quién
sería su ángel guardián?
Echó un vistazo por encima del hombro hacia el bruto, que se había quedado
quieto deliberadamente para hacerla tirar de él. Volvió a mirarlo y, mortificada, deseó que
se la tragara la tierra.
El trol le estaba mirando el trasero. Y sonriendo.
Alinor tembló, aunque llevaba puesto el abrigo de piel de Tykir. El aire se había
vuelto tempestuoso y el invierno duro. De repente, el cielo gris presagió nieve, o al menos,
una helada temprana.
Tykir y ella iban caminando hacia la ciudad de Hedeby, los dedos de sus manos
atadas entrelazados como si fueran dos amantes. Aunque en realidad no era un contacto
corporal amoroso. Primero que todo, Tykir la había obligado a ello. Segundo, Tykir iba
mirando hacia adelante, con el rostro rígido y los labios apretados. Él estaba “atormentado
por el dolor”, o eso decía, ante el constante martilleo de Alinor de sus no-muy-admirables-
virtudes:
˝-Deja de imaginarme desnuda.
-¿Por que caminas tan rápido? ¿Acaso piensas que soy un gigante como tu?
-Deja de imaginarme desnuda.
-¿De dónde sacaste ese tonto arete? ¿Y por qué tienes trenzado el pelo en un solo
lado? ¿Para mostrar el adorno o tu rostro atractivo? Ugh. Eres tan vanidoso, eres un… un
petimetre orgulloso.
-Deja de imaginarme desnuda.
-Tengo hambre… pero no de gammelost. Daría cualquier cosa por una perdiz asada
y un trozo de pan recién horneado y un… ¿por qué sonríes? No te atrevas a sugerir lo que
yo creo que… ¡eres un trol lujurioso! No quería decir eso.
-Deja de imaginarme desnuda.
-Es mejor que busquemos un baño… ¡pronto!”
-¡Hver fjandinn! -maldijo Tykir finalmente-. ¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea!
-Paró en seco y se volvió hacia ella. Respiró profundamente y dijo de mala gana- ¿quieres
que haga una tregua con tu lengua afilada, mi señora?
En realidad era bastante molesto darle lata a alguien que no respondía a las pullas.
Alinor asintió con vacilación.
-Yo me comprometo a dejar de mirarte tu… eh, cola -sonrió ante esa última
palabra-, si tú te comprometes a dejar de picotearme como si fueras un pájaro carpintero.
¡Toc, toc, toc! Eso es suficiente para volver loco a un hombre.
-¡Una elección apropiada de pajaros! Sobre todo porque tu cerebro es un bloque
de madera.
Él se rió, obviamente disfrutando de sus bromas. -Está bien, tregua -estuvo de
acuerdo Alinor.
Lo cual fue un error.
Por un lado estaba lo que él le dijo a continuación… en tono bajo y arrastrando las
palabras con habilidad.
-¡Ah, cariño!, sabía que podíamos llevarnos bien si queríamos.
¿Cariño?
Por el otro lado estaba lo que él hizo. Mientras hablaba, Tykir se inclinó un poco
para sellar el acuerdo con un beso. Tan sólo fue un ligero roce de labios, pero ¡oh!, sus
labios eran tan cálidos, firmes y persuasivos. Con sólo ese toque fugaz, Alinor sintió un
anhelo feroz… por cosas que ni siquiera podía imaginar, o que había considerado.
Tykir retrocedió, como si sus labios quemaran. Pero ella lo supo. Él estaba sintiendo
la misma emoción aterradora que ella.
¿Quién lo habría imaginado? penso Alinor. ¿Quien?
Hizo lo mejor que pudo para esconder su reacción traicionera de Tykir, y él intentó
esconder su actitud de incredulidad. A pesar de eso, sus manos seguían juntas y ella sintió
una extraña conexión por el roce de piel a piel.
Puede que en realidad hubiera sido enviado a ella por Dios o por sus dioses. Por
supuesto era una idea ridícula. Pero permaneció en la cabeza de Alinor y se aferró a su
corazón, dándole un breve momento de esperanza.
Afortunadamente, esos pensamientos indeseados fueron interrumpidos por los
fuertes ladridos de un perro. Bestia corrió hacia ellos ladrando y aullando alegremente,
para consternación de Rurik, que fue arrastrado por su mascota. Rurik estaba quejándose
usando palabras en el lenguaje nórdico -sin duda groserías.
Bestia voló por el aire con un gran salto y se levantó sobre sus patas traseras,
poniendo sus garras sobre los hombros de Alinor. Bestia casi los derriba a ella y a Tykir, que
se reía a carcajadas. Luego la lamió con entusiasmo en bienvenida.
-¡Oh!, ¿quién es el perro más amigable en este mundo? -le susurró Alinor a Bestia-.
Debe ser que tienes sangre sajona. Con certeza no hay rastro de vikingo malhumorado en
tí. No, no lo hay. Y, alabado sea el Señor, es un consuelo saber que al menos alguien entre
ustedes los saqueadores tiene buen gusto.
-Ven aquí, Bestia -ordenó Rurik-. Wow. Lo digo en serio. Date prisa o te vas a
arrepentir.
Todavía apoyado contra el cuerpo de Alinor, con su cola moviéndose y su lengua
colgando en éxtasis ante sus caricias sobre la piel de su cabeza, Bestia miró a Rurik por
encima del hombro con una expresión que sólo podría ser traducida como “lárgate
vikingo. Yo iré cuando se me dé la regalada gana.”
-Mira… mira… -Rurik le escupió a Tykir-. La bruja ha lanzado un hechizo sobre mi
perro. Bestia ha estado a mi lado por cinco años. Mi compañía más cercana… después de
tí, por supuesto -añadió rápidamente-. Pero ahora la bruja lo ha alejado de mí con un
hechizo. Córtale la cabeza, Tykir. Es el único remedio.
Rurik se quedó mirándola con una indignación fuera de lugar. Una docena de
animales debió haber sido usada para crear todas las pieles que adornaban su cuerpo.
Además su cuello, su pecho, sus brazos y sus dedos estaban adornados por joyas de oro y
plata. En verdad que el hombre era guapísimo, incluso con la marca en su cara. Con un
bufido de desprecio ante su escrutinio, Rurik puso los brazos en jarras y golpeó una bota
contra el suelo con impaciencia, como si de verdad esperara que Tykir la decapitara.
Obviamente no lo haría.
¿O si?
-Rurik, yo creo que que eres la persona más tonta de este mundo. ¿Es que tu
madre te dejó caer de cabeza cuando eras bebé? -A veces Alinor se preguntaba si no sería
que a ella también la había dejado caer, sobretodo cuando su estúpida lengua hablaba sin
control.
Rurik puso las manos como garras y las extendió hacia su cuello. El feroz gruñido
que emergió de su garganta habría enorgullecido a Bestia.
Tykir agarró a Bestia por la piel del cuello y lo alejó. Luego empujó a Alinor detrás
suyo y le advirtió:
-Ten cuidado, moza. Presiona demasiado a un hombre y ni siquiera el mejor
guerrero podrá proteger tu cabeza. -Alzó su brazo libre para impedir que Rurik se acercara.
-Pero el hombre está desquiciado -protestó Alinor. Aún estando detrás de Tykir ella
se asomó sobre su hombro derecho mientras hablaba. Mientras que el perro pensó que
estaban jugando y comenzó a correr en círculos alrededor de ellos-. Bestia se acerca a mí
porque puede sentir el olor de Bella en mi ropa -le explicó a Rurik.
Con un silbido de exasperación, Tykir puso una mano sobre su rostro y la empujó
hacia atrás para que quedara totalmente cubierta con su cuerpo. Al parecer Bestia pensó
que era un truco maravilloso porque saltó e intentó poner sus garras sobre su rostro como
lo había hecho Tykir. Entre asomarse por encima del hombro de Tykir, e intentar calmar al
perro, Alinor tuvo problemas para mantenerse derecha.
-Eso tiene sentido, Rurik -dijo Tykir, su brazo aún en alto para detener sus avances.
Al mismo tiempo le apretó con fuerza la mano a Alinor dándole a entender que dejara de
interferir.
Alinor se asomó por debajo del brazo levantado de Tykir y vio como el rostro de
Rurik se suavizó un poco, pero siguió insistiendo tercamente.
-Todavía digo que es una bruja. Ella me robó a mi perro. Debe pagar por ese
crimen. El castigo por robar el caballo de un hombre es la vida del ladrón. Exijo que se
haga lo mismo por la pérdida de mi perro.
-Difícilmente puedes comparar a un perro con un caballo, Rurik -argumento Tykir-
Se razonable. -Una risita traviesa escapó de sus labios cuando se le ocurrió una idea-. Tal
vez Alinor pueda menear su cola ante tí como recompensa por la pérdida de la devoción
de tu perro.
-¡Ajá! -exclamó Rurik-. Así que, después de todo, ¡sí has visto su famosa cola!
-Bueno, no precisamente -admitió Tykir, claramente disfrutando de su ridícula
broma.
-¡Por los dientes de Dios! Yo no me robé a tu perro, Rurik -afirmó Alinor-. Bestia
simplemente cambió al receptor de su cariño.
-¿Cariño? -La alegría en la voz de Tykir fue notable.
-¿Cariño? -gritó Rurik, sin una pizca de alegría en su voz-. Yo te daré tu cariño. Te
juro mujer que, si pudiera, te rompería los dientes de un solo golpe y no sentiría ni una
pizca de remordimiento. Tendrás tu cariño con un solo movimiento de “Acechador de la
Muerte”, mi espada.
-Sí, cariño. Deberías aprender a ser más cariñoso. Tal vez así tu perro te querría de
nuevo. Además, si le hubieras mostrado un poco más de cariño a la bruja escocesa, puede
que no tuvieras que llevar su marca de por vida. Y, personalmente, creo que el diseño es
casi tan poco atractivo como tu ceño fruncido.
-Voy a matarla, Tykir. Lo siento si te ofendes, pero no puedo evitarlo. -Ya estaba
desenvainando su espada.
-No, Rurik, déjalo. La bruja sólo estará con nosotros durante un corto tiempo, luego
Bestia regresará a tí. Anda, ve y consíguete una moza, ya sabes que ésa es la mejor forma
de calmar el mal temperamento. Eso y una jarra de cerveza.
Despues de que Tykir calmó a Rurik con más palabrería, procedió a alejarse de
forma vacilante. Aunque en el último minuto miró a Alinor como si tuviera dagas en los
ojos. Bestia se quedó donde estaba, nada arrepentido por su falta de lealtad.
Pronto Alinor, Tykir y Bestia, estuvieron caminando hacia su casa y lugar de
comercio en Hedeby. Las calles estaban pavimentadas con madera puesta de una manera
ordenada en ángulos rectos, o paralela a los arroyos canalizados que corrían a través del
centro de Hedeby, de oeste a este. Algunas de las construcciones eran pequeñas, de
menos de metro y medio por metro y medio, mientras que otras llegaban a ser de hasta
tres por siete metros. Las viviendas estaban construidas con tablones verticales u
horizontales o con paneles de zarzo y caña. Todas ellas tenían techos hechos de juncos y
recubiertos con paja, y puertas uniformemente bajas. En general, las construcciones
estaban acomodadas de tal manera que el hastial daba a la calle y las dependencias
quedaban tras ellos. Las estructuras estaban cuidadosamente cercadas y tenían sus
propias puertas y caminos.
Un gran número de hombres y mujeres pasaron por ahí, pero Tykir le aseguró a
Alinor que normalmente había más gente. Como el invierno se acercaba, muchos
negociantes ya se habían vuelto a sus casas. Aun así, Alinor pudo ver que allí vivía una gran
cantidad de gente durante todo el año, como prueba de ello se podía ver a varios niños
correteando en algunas de las residencias. Pequeños huertos, ahora solos por las cosechas
de otoño, eran visibles en los patios traseros.
Hedeby era un centro hecho para artesanos que tenían su propio negocio, muy
parecido al sector de Coppergate en Jorvik. Frente a algunas estructuras, puestos
ordinarios habían sido erguidos -mesas de madera cubiertas con tela. Ahí se ofrecían para
la venta alimentos de diferentes países. Liebres, pichones, pollos, carne de venado,
cordero, cerdo, jabalí y todo tipo de peces. También había dulces procedentes del este,
panes hechos de diferentes granos, potes de miel, frutos secos procedentes de los climas
cálidos, jarras de el valioso hidromiel nórdico y el potente vino de Frisia. Incluso había
gammelost y lutefisk, los cuales Tykir señaló con una sonrisa.
-¿Y la gente paga por eso? -Alinor giró la cabeza con desdén.
Mucha gente se dirigía a Tykir por su nombre cuando se cruzaban y unos pocos se
acercaron y le dieron un golpecito en el hombro como bienvenida. Prácticamente no le
prestaron atención al hecho de que ella estaba unida a él con una cuerda, pero sí le
miraron el trasero. Rurik, Bolthor o alguno de los hombres de Tykir debió de haber
extendido los rumores sobre su cola. Sin duda, los transeúntes la veían como una esclava
personal o una esclava a punto de ser vendida en Hedeby.
De hecho, en una de las calles, Alinor vio a un grupo de hombres encadenados y
una mujer siendo dirigidos hacia una gran estructura con un patio grande. Los hombres
eran de complexión oscura, probablemente árabes, pero la mujer era blanca. Sus gritos de
angustia se alzaban sobre el ruido de la multitud mientras decía sus oraciones y cantaba
salmos en la lengua franca.
-¡Oh, Dios bendito! -gritó Alinor-. Esa mujer bien podría ser una monja. -Intentó
acercarse para ofecerle su ayuda pero fue detenida por su captor.
-No interfieras -dijo Tykir firmemente-. No es tu problema.
-Pero… pero esa mujer claramente tiene convicción religiosa… es cristiana.
Él arqueó una ceja ante eso.
-Ah, ¿así que estás diciendo que sólo es aceptable tener a personas no cristianas
como esclavos?
-Eso no es lo que quise decir. -¿O si?
-¿No? -preguntó él con tono de burla-. Entonces debes estar insinuando que los
cristianos no tienen esclavos.
-Bueno, sí los tienen, pero…
-La esclavitud es algo normal en todos lados. Acepta lo que no puede ser cambiado
-le aconsejó.
Alinor habría discutido con Tykir de no haber sido por el aún más indignante evento
que estaba teniendo lugar ante sus ojos. En el patio del puesto de esclavos, en donde
docenas de esclavos estaban sujetos con cadenas o atados a un poste, una joven estaba
siendo ofrecida en venta. Pero lo peor de todo era que su ropa había sido arrancada de su
cuerpo por un posible comprador, un marinero -tal vez uno de los hombres de Tykir- la
estaba examinando íntimamente. Y mientras esto pasaba, la multitud de hombres lo
alentaban.
Tykir la arrastró fuera de la escena, maldiciendo por lo bajo ante las patadas que le
daba en las espinillas y sus intentos por arañarlo con su mano libre. Cuando estuvieron lo
suficientemente lejos del puesto de esclavos, Tykir la estrelló contra el costado de una
construcción y usó sus manos atadas como llave contra su cuello.
-Voy a quitar mi mano de tu boca, pero si llegas a decir algo, así sea en un susurro,
antes de que haya terminado de hablar, serás la próxima en la fila del puesto de esclavos.
Te lo juro por la tumba de mi padre. Además, aunque mis hombres te hayan evitado a tí y
a tu aura de bruja como si tuvieras la peste, hay hombres que pagarían un alto precio por
tumbarse con una hechicera. Lo digo en serio. ¿Me estás escuchando, bruja terca?
Ella asintió con la cabeza, luchando por contener las lágrimas por el dolor que le
causaba la presion de su brazo contra su cuello.
-Esta no es tu tierra, mujer tonta. Tampoco es la mía. Lo que veas o escuches aquí
puede no ser de tu agrado, pero a nadie -sobretodo a mí- le importa. Puedo protegerte
mientras estés aquí… pero sólo hasta cierto límite. Si cruzas esa línea, tendrás que
arreglártelas por tí misma. -Respiró hondo, como para controlar su turbulento
temperamento. Sus ojos ardientes se encontraron con los de ella-. ¿Está claro?
Ella volvió a asentir y él soltó su cuello. A ella se le aflojaron las rodillas como si
fueran mantequilla derretida y casi se cae al suelo. Tykir la agarró con una mano a cada
lado de su cintura.
En la distancia se podía oír el sonido continuo de risas masculinas y el grito de una
mujer.
-Vamos -dijo él, esta vez más amable-. Por allá hay una taberna razonablemente
limpia. Allí podremos beber un poco de cerveza y comer algo de gammelost.
Ella se rehusó a reírse ante su intento de broma. Nunca olvidaría la escena que
presenció en el puesto de esclavos, pero tampoco podía culpar a Tykir por no intervenir. En
Inglaterra también se vendían esclavos, aunque ella nunca había sido testigo presencial. En
el fondo de su mente sólo había un pensamiento, ésa podría ser yo.
Alinor pensó que no sería capaz de comer o beber nada, pero se equivocó. A pesar
del horror del que había sido testigo, el hidromiel estaba fresco y con mucha miel. Y se
comió tres rebanadas gruesas de pan caliente, sus centros estaban llenos de conejo y
puerros en un caldo espeso.
Depués Tykir la condujo por entre los puestos de los artesanos.
Un carpintero estaba usando un torno de pedal para hacer copas de sólidas piezas
de madera. Mientras la madera giraba, el carpintero sostenía un cincel para darle la forma
a la copa.
-Este es Gone “el Carpintero” -le dijo Tykir. Luego se dirigió al artesano-. ¿Ya has
terminado las cosas que te encargué la primavera pasada?
-Sí -dijo Gone mientras asentía con entusiasmo. Luego los llevó a la parte trasera de
su tienda, en la que había dos sillones y una mesa auxiliar a juego, todo estaba tallado al
estilo vikingo, con dragones entrelazados con las aún más tradicionales hojas de acanto.
Tikir le pagó al carpintero con las monedas que llevaba en una bolsa en el cinturón,
y dio instrucciones para que los muebles fueran llevados a su barco.
En otro puesto, un curtidor estaba haciendo botas, zapatos, cinturones y cubiertas
para cuchillos. El hedor de las pieles curtidas siendo estiradas y procesadas detrás de su
propiedad le quitó a Alinor todas las ganas que hubiera tenido de mirar sus productos.
Tykir se rió de ella cuando arrugó la nariz con desagrado.
-Habría pensado que viviendo entre animales estarías acostumbrada a estos olores
desagradables.
-En Coppergate es común ver pieles curadas con excremento de pollo. Eso no
significa que me tenga que gustar el olor.
El se rió de Nuevo, y lo hizo con tanta presteza que se movieron hacia la fábrica de
peines, en donde un artesano experto tallaba su producto con la cornamenta de un ciervo.
Una vez que tuvo la forma del peine hecha, el uso una pequeña sierra para darle forma a
los dientes. Por último decoró su mercancía. También había artesanos trabajando en otros
tipos de hueso, haciendo patines de hielo, mangos para cuchillo, malacates, dados y piezas
de juego.
-Tengo un pastor allá en Dragonstead con aún más talento para la escultura -le dijo
Tykir en voz baja, y no compró nada.
Dragonstead, pensó Alinor. Tykir había mencionado el nombre de su propiedad en
Noruega anteriormente. Ahora que lo conocía mejor, consideraba que le quedaba bien el
título. Bestia torpe y grande que sopla aire caliente.
La siguiente parada fue para ver a un fabricante de joyas derritiendo oro, plata y
otros metales no tan preciosos en pequeños crisoles. Luego puso el metal derretido en
moldes de madera y fue mágico ver cómo el líquido se enfriaba en forma de broches o
monedas, con los modelos ya en ellos. Para Alinor lo más interesante fueron los
pendientes de filigrana en los que estaba haciendo delicados diseños, como telarañas de
oro o plata. Algunos de los fabricantes de joyas, cuyos puestos visitaron a continuación,
exhibían muestras de hermosos adornos hechos de ámbar, marfil, azabache y plata.
Muchos de los joyeros tenían las cuentas de colores que eran tan apreciadas por las
mujeres vikingas… no eran llevadas como adornos, sino como signos de riqueza, colgados
entre los broches que descansaban en cada hombro, sosteniendo aguja, hilo, unas tijeras
en miniatura y llaves. Cuantas más cuentas tuviera una mujer, más riqueza representaba.
-¡Oooh! -Alinor suspiró una y otra vez cuando se toparon con las finas sedas
provenientes del oriente, telas estampadas llamadas brocados de Bizancio, productos de
talco de las tierras vikingas, ricas pieles de martas, zorros y los poco comunes osos blancos
del Báltico, vidrios francos de varios colores y espadas con empuñaduras adornadas,
muelas de molino hechas de basalto de la región del Rin, molinillos de mano de Coblenza y
extravagantes sorportes de arnés y espuelas tintineantes de los artesanos sarracenos de
ojos oscuros.
Tykir sonrió ante su apreciacion de tales objetos frívolos.
-Tienes que ver la sala de los tesoros que tengo en Dragonstead -presumió.
-¿Veré tu sala de los tesoros en Dragonstead?
-Nah, pero deberías verla -se corrigió-. Estas chucherías que te impresionaron - dijo
mientras tocaba un pedazo de seda bordada con hilo-, no son nada comparadas con mi
colección.
¡Que hombre tan arrogante, prepotente y orgulloso! Veré su casa y luego él me
regresará a la mia -decidió mientras alzaba la barbilla-. Él no dejará que Anlaf me haga
daño. Él es mi ángel guardián vikingo, independientemente de lo que él diga.
Sin embargo, en el fondo de su mente, Alinor tenía grabada la imagen de la esclava
desnuda, y que Tykir no hizo nada para ayudarla. Él no dejará que Anlaf me haga daño.
Estoy segura de ello.
En muchos puestos se podían ver las cuerdas hechas de piel de morsa o de foca
que eran tan populares entre los marineros.
-Mira eso -le dijo Tykir, levantando un gran pedazo de una cuerda torcida. Le
explicó cómo se hacía, cortando la piel de la bestia en una sola tira continua, en espiral,
desde los hombros hasta la cola. Tykir compró tres de las cuerdas -que eran todas las que
el artesano tenía a mano- y ordenó tres para el próximo otoño.
Pero había cosas más maravillosas por ver, incluyendo pájaros enjaulados y
colecciones de plumas de diferentes aves, las cuales tenían fascinada a Alinor, hasta que
Tykir la alejó con una risa.
-Algún día conocerás a Abdul, el loro hablador que le di a Eadyth como regalo de
bodas. -La sonrisa en su rostro hablaba de alguna travesura secreta, pero lo único que
Alinor podía pensar era en su implicación de vida más allá de la corte de Anlaf.
-Mejor aun, tienes que ver la colección de plumas que le compré a un sultán de
Bagdad cuando estaba desmantelando su harem. La colección tiene al menos cincuenta
plumas diferentes de todos los tamaños y texturas, en su propio cofre de oro bordado con
satén. -La sonrisa traviesa en su rostro se volvió aun más traviesa.
-Nunca le he visto el sentido a coleccionar objetos inútiles. Mi hermano Egbert
coleccionaba piedras cuando era adolescente. Y también coleccionaba huevos de aves.
Uno de ellos estaba podrido y se necesitaron tres semanas para quitar el olor de su
recámara.
Tykir sonrió ante su repentina plática acerca de pequeñas cosas de su vida
personal.
La curiosidad pudo más que ella.
-¿Para qué usarían plumas en un harem?
Tykir se echó a reír y la empujó juguetonamente con el codo.
-Alinor, Alinor. Para ser una mujer mundana que ha enviudado tres veces eres muy
inocente.
-Nunca dije que fuera mundana -bramó ella y le devolvió el codazo.
Luego siguieron caminando, agusto con el silencio que se hizo entre ellos.
Se podían escuchar muchos acentos e idiomas mientras los clientes y comerciantes
discutían sobre precios y calidad. En lugar de usar monedas o trueques, la mayoría de los
compradores usaban tajos de plata para sus compras -piezas de plata que podían ser
cortadas y medidas en balanzas de bronce. A menudo los comerciantes arañaban las
piezas para asegurarse de que eran de plata pura antes de ponerlas en la balanza.
Alinor pudo ver que Tykir se divertía por su asombro ante la escena. Él sonrió y dijo:
-La mayoría de la riqueza de los vikingos proviene del comercio, como bien puedes
ver. No de saqueos y guerras.
A decir verdad, los comerciantes vikingos estaban bien vestidos, educados y
prósperos. Igual que sus contrapartes sajonas en Jorvik. Oh, en algunas ocasiones algunos
de los marineros se veían como si fueran a participar en un saqueo, justo como el violador
en el puesto de esclavos, pero en este entorno pacífico no podía encontrar ninguna falta.
Tykir se detuvo abruptamente y ella se dio cuenta de que habían llegado a su
residencia y lugar de negocios. Él se llevó un dedo a los labios, advirtiéndole que guardara
silencio, mientras examinaba el funcionamiento de su empresa. Su casa era una de las más
grandes que había en Hedeby, enmarcada con bahareque y techada con paja. El techo se
extendía hacia adelante para formar una cubierta para la mercancía.
Al darse cuenta de que no se estaban moviendo, Bestia se tiró al suelo bajo una
mesa cerca de los pies de Alinor, con el hocico apoyado sobre sus patas delanteras, y se
durmió. Tykir y ella se quedaron mirando los ires y venires en su puesto, que tenía una
tentadora variedad de ámbar en todas sus formas… desde la piedra en bruto hasta fina
joyería hecha a mano.
Un enorme vikingo de cabello oscuro vestido con una capa de piel de lobo, ajustada
en el hombro con un broche con una fíbula celta de plata, estaba estudiando algunas joyas
que había en la mesa frente a él. Al otro lado de la mesa, había un joven de no más de
quince años. A un lado de la construcción, de espaldas a ellos, una mujer estaba usando
herramientas de cortado y abrasión y puliendo paños para convertir el ámbar en pedazos
con tamaños y formas fáciles de manejar. Un guardia con los brazos cruzados sobre el
pecho, estaba de pie al lado de la entrada de la casa, vigilando al joven, a la mujer y las
costosas mercancías.
-Esto le quedaría bien a Drifa, mi primera esposa -dijo el cliente mientras tomaba
unas cuentas de ámbar entre sus manos gigantes.
-¡Una buena elección! -exclamó el muchacho-. Mire que las cuentas tienen un
tamaño y color uniforme. Y están ensartadas en el hilo más fino, con nudos entre cada
cuenta para evitar que se salgan.
-Me la llevaré. - El vikingo asintió-. Y a Grima, mi segunda esposa, le quedaría bien
el pendiente que está allá… sí, ese… ella ya tiene suficientes cuentas de vidrio para probar
mi riqueza. -Como un pensamiento secundario, añadió- Pero las cuentas y el pendiente
deben ser del mismo valor, así no tengo que escuchar sus quejas durante el invierno. -El
pendiente que escogio consistía en un marco de filigrana ovalado que tenía una piedra de
color amarillo claro, que colgaba de una delicada cadena de plata.
-Sus dos esposas estarán muy complacidas, se lo aseguro -dijo el muchacho, sus
ojos brillaban por la emoción de las dos ventas.
-¡Ja! ¿Crees que sólo tengo dos esposas? No sabes nada de la virilidad de un
vikingo si crees que una mujer es suficiente. Tengo otras tres esposas además de Drifa y
Grima, sin mencionar a las cinco que he enterrado. -Le guiñó el ojo al chico-. El sexo duro
desgasta a las mujeres más débiles.
El muchacho se contuvo de sonreír abiertamente ante el prospecto de más ventas.
-Mis ayudantes se ganan una comisión con cada venta -le susurró Tykir en el oído.
Para consternación de Alinor, ella sintió el efecto ondulante de su aliento hasta los pies… y
en algún lugar inquietante a mitad de camino-. Es un incentivo para que trabajen más
duro.
El patán siguió hablándole sin darse cuenta del efecto que estaba comenzando a
tener sobre ella. Pero luego el patán sopló suavemente sobre su oreja. Cada vello en su
cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, se levantó prestando atención. A decir verdad, sus
pecas también estaban poniendo cuidado. El patán sí sabía que tenía algún efecto sobre
ella.
Rápidamente, el muchacho extendió otros tres objetos frente al vikingo,
presumiblemente de igual valor: un exquisito broche de tres picos de oro macizo con una
piedra de ámbar del tamaño de un huevo de un cuervo en el centro; un brazalete de
margaritas entrelazadas cuyos pétalos eran de oro con centro de ámbar, y un juego de
adornos para las orejas hechos de plata y con gemas de ámbar colgando de ellos.
El vikingo hizo un gesto con la mano mostrando su acuerdo con las compras
adicionales y los ojos del muchacho por poco se salen ante la despreocupación con la que
el vikingo gastaba su dinero.
-¡Cinco esposas! -le susurró a Tykir.
Él simplemente le sonrió.
-Ah, y otra cosa. Necesitaré un regalo especial para Lita, mi última concubina. Sólo
tiene dieciséis años, pero ¡ah… las cosas que su cuerpo núbil puede hacer! -El vikingo se
relamió los labios con apreciación.
A Alinor le habría gustado golpearlo.
El muchacho le mostró un anillo delicado que tenía una pequeña piedra de ámbar.
-Perfecto -dijo el vikingo.
-Ésta vale más que las otras -le avisó el chico.
-Lita vale más que las otras.
Alinor gruñó roncamente.
Tykir se rió entre dientes y le agarró fuertemente la mano.
-No digas nada, mi bruja -la previno, advirtiendo su deseo de golpear al bruto.
-Troles… ¡son una nación de troles! -Alinor se quejó indignada.
-Ven aquí -le dijo con una risa-. Te voy a dar una pequeña explicación sobre el
ámbar.
El chico miró hacia donde ellos estaban. Sus ojos se ensancharon al reconocer a
Tykir.
-Maestro Thorksson, no sabía que estuviera aquí -se disculpó. Luego hizo ademán
de acercarse a ellos.
Tykir le devolvió el saludo.
-Termina tu transacción, Karl.
Alinor miró hacia la mesa a la que Tykir la había llevado, la cual mostraba piezas de
ámbar que todavía no habían sido montadas.
-Nosotros llamamos al ámbar “El Rey del Norte”, pero puede ser de muchos
colores. La mayoría de la gente piensa que el ámbar es amarillo, como éste -le explicó,
señalando hacia una piedra del tamaño de un huevo de gallina- pero, como bien puedes
ver, el ámbar viene en varios colores… amarillo, naranja, rojo, blanco, café, verde, azul e
incluso negro, que en realidad es un tono más oscuro de los otros colores. Esas piedras
nubladas son ámbar en bruto, sin tratar y sin pulir. Después de ser calentados en aceite, las
burbujas y grietas desaparecen y el ámbar se vuelve transparente. -Movió la mano sobre
la mesa con un gesto para ilustrarlo.
-Nunca me había dado cuenta -murmuró Alinor, cogiendo una pieza de ámbar con
forma de huevo y cerrando la mano sobre ella. Inmediatamente alzó la mirada sorprendida
hacia él-. Está tibia, es como si tuviera vida propia. De hecho, pareciera que tiene pulso.
Tykir sonrió y ella supo que él estaba complacido por su muestra de interés.
-Esa es la razón por la que muchas culturas piensan que el ámbar tiene cualidades
místicas o incluso medicinales. Eso no lo puedo afirmar, pero sí creo que esa piedra tiene
algo fuera de este mundo.
Ella inclinó la cabeza en señal de pregunta ante sus creencias. Este era un lado de
Tykir que no conocía.
-¿Siempre has estado interesado en el comercio de ámbar?
-Nah - el se rió-, sólo estaba interesado en las batallas entre un rey y otro. En esos
días el vino y las pieles me llamaban más la atención. Pero un día, hace más o menos siete
años, vi a unos hombres a caballo cosechando ámbar de las olas del mar en el Báltico.
Desde ese día he estado fascinado por esta gema -dijo, encogiéndose de hombros con un
poco de vergüenza.
Increíble -pensó Alinor-. Tanto Tykir como la piedra.
-¿Sabías que el ámbar no es más que savia de árbol de hace millones de años?
-Eso he oído.
-Considera esto: Hace muchos millones de años, cuando los bosques llegaban casi
hasta el cielo, enormes globos de resina se filtraban por la corteza, atrapando varias
semillas, hojas, plumas, insectos e incluso animales enteros. Con el pasar de los años la
resina se endureció, preservando así el objeto. Así como esta mariposa. -Le pasó un
pedazo de piedra, la cual brillaba con un arcoíris de amarillos translúcidos. Dentro había
una pequeña mariposa… perfecta en cada detalle.
-¡Oh! -suspiró, llevándose una mano a la boca con admiracion-. Nunca había visto
un objeto tan maravilloso.
-Sí -acordó Tykir con voz suave mientras miraba el objeto con igual admiración-.
Una vez tuve una pieza con una abeja adentro, pero se la di a Hrolf Ganger, primer duque
de Normandía. -Tomó el pendiente que colgaba alrededor de su cuello en una cadena de
oro y se lo mostró a Alinor. El ámbar de color oro rojizo había sido cortado y pulido en
forma de estrella, y dentro tenía lo que parecía ser una gota de sangre-. Míralo bien, lo
que parece ser una gota de rocío es en realidad el pétalo de una rosa… puede que de una
rosa antigua.
Alinor miró más de cerca y vio que así era.
-¿Qué edad crees que tenga esta piedra? -preguntó, señalando de nuevo la
extraordinaria mariposa encerrada en ámbar.
Él se encogió de hombros.
-Nadie lo puede decir con seguridad. Tal vez de la época en que el mundo fue
creado.
-¿Antes de Adán y Eva?
Él sonrió ante el asombro infantil en su voz.
-O cuando los dioses y las diosas vikingos formaron el comienzo de nuestra
civilización.
-¡Oh, Dios! -dijo Alinor de repente, su atención se desvió hacia una pieza de joyería
que yacía sobre un trozo de terciopelo azul. Ella nunca había sido de las que codiciaban
costosos adornos, pero ese collar era el más hermoso que jamás hubiera visto. Sin duda le
quedaría bien a una reina. El anillo de oro encajaría bien en el cuello de una mujer. De éste
se suspendían una docena de piedras de ámbar con forma de lágrima, empezando con una
grande en el centro, y se iban haciendo más pequeñas hasta llegar al tamaño de lágrimas
humanas a los lados.
-¿Ese te gusta, cierto? -dijo él con una risa-. Esa es la pieza de joyería más valiosa
que tengo y no está a la venta. Esa me la dio un orfebre árabe como pago por un favor que
le hice. Ahab me aconsejó que se lo diera a mi esposa, en nuestra noche de bodas, como
un amuleto para asegurar un buen matrimonio. Pero como no planeo casarme, se la daré
a una de las hijas de Eirik en el día de su boda.
Alinor no pudo evitarlo. Alargó su mano libre y tocó el collar con mucha delicadeza.
- Sabes a qué me recuerda? A un poema que escuché una vez. Fue escrito por uno de los
antiguos romanos… creo que su nombre era Ovidio. El poema se llama Metamorfosis y él
describía como las hijas del Dios del Sol se sentían abrumadas por el dolor de la muerte de
su hermano, y de alguna manera resultaron convertidas en árboles. Sus lágrimas se
cristalizaron en ámbar y desde ahí la gente se refiere al ámbar como “Las lágrimas de los
Dioses”.
Tykir la estaba observando con una expresión extraña en su rostro.
-Así exactamente es como yo llamo ese collar -dijo en voz baja-, y nunca había oído
esa historia. -Luego se rió, como si estuviera avergonzado-. Te juro que Bolthor y tú están
cortados con la misma tijera. A los dos les gusta contar historias.
Ella había estado pensando lo mismo sobre Tykir y su afecto por una piedra
encantada.
-Te equivocas, no soy fantasiosa en absoluto. Nunca he tenido la inclinación o el
talento para crear historias. En cambio creo telas. Y sobre Bolthor, debo decirte que es un
terrible escaldo.
-Ya sé -dijo él sin tapujos, luego confesó algo avergonzado-: A veces, cuando veo
que está inspirado, me hago el dormido. -En ningún momento sus ojos de águila dejaron
de ver como ella dejaba “Las lágrimas de los Dioses” con vacilación, no sin antes darle una
última caricia.
Él sacudió la cabeza como para alejar pensamientos indeseados.
-Ya que conoces la leyenda romana sobre el ámbar, ¿eso significa que tienes cofres
llenos de joyas hechas con ámbar? Puede que hasta hayas comprado una de mis piezas en
Jorvik.
-¿Qué? -su pregunta la sacudió. ¿De dónde habría sacado semejante idea? Él había
estado en Graycote y había visto que era una propiedad que no se daba a los excesos. Sólo
tenía que mirar su vestido sencillo para darse cuenta de que ella no era el tipo de mujer
que se deslumbraba por los adornos, fueran costosos o no. Pero todo lo que dijo fue- nah.
-¿Nah? -insistio él-. Ese ‘nah’ ¿significa que no te gusta particularmente el ámbar?
¿Que no tienes cofres? ¿Que prefieres otro tipo de joyas? ¿Que coleccionas…?
-No tengo joyas. ¿Por qué me haces esas preguntas?
-Todas las mujeres de la alta sociedad tienen joyas, ya sean regalos de un padre,
hermano o esposo, en tu caso, esposos.
-Tykir, este tema se está volviendo aburrido. Mis padres murieron de disentería
cuando yo tenía ocho años. Lo único que me han dado mis hermanos ha sido problemas, y
eso empezó antes de que mis padres murieran. Y respecto a mis tres esposos… nah, no
hubieron regalos. Ellos se consideraban regalo suficiente. -Finalmente, cuando pudo
controlar sus emociones, concluyó- A decir verdad, preferiría tener una oveja que un
adorno.
Tykir echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada… lo cual le pareció bien. Él la
había estado estudiando de cerca, muy de cerca, en especial la forma en la que sus ojos
siempre terminaban posados sobre el collar.
Alinor se salvó de seguir hablando sobre el tema cuando una voz femenina gritó:
-¡Tykir!
-¡Rachelle! -Tykir corrió detrás de las mesas, arrastrando a Alinor con él hacia la
fabricante de joyas que había estado trabajando a un lado de la construcción. Con un grito
de alegría, abrazó fuertemente a la mujer con su brazo libre y la levantó del suelo. Eso era
una indicación de la gran fuerza de Tykir, poder hacer eso con un brazo mientras detenía a
Alinor al otro lado. El cabello negro de la mujer se fue hacia adelante, cubriendo su rostro
y el de Tykir como una niebla.
Al principio Alinor pensó que la mujer era hermosa, menuda y de huesos finos, con
unos rasgos faciales perfectamente formados… hasta que echó la cabeza hacia atrás y
pudo ver su perfil. Ahí fue cuando Alinor se dio cuenta de que la punta de su nariz había
sido cortada… no lo suficiente para parecer grotesco… sino lo suficiente como para dar a
entender algo. Ese era el signo de una ramera, impuesto por las comunidades barbáricas
en el nombre de una moral hipócrita, la mayor parte del tiempo ordenada por clérigos.
Oh, Alinor tenía muy poco por las mujeres que no tenían ninguna virtud, pero
aborrecía la práctica que castigaba a las mujeres que se ofrecían como rameras, pero no a
los hombres.
-Alinor, quiero que conozcas a mi socia, Rachelle “la Fabricante de Joyas”. -Tykir
había bajado a la mujer pero aun tenía el brazo alrededor de sus hombros, manteniéndola
a su lado.
Rachelle miró a Alinor con interés, especialmente a la cuerda en su muñeca, luego
miró a Tykir con una pregunta.
-Esta es Alinor “la Bruja”… mi prisionera.
Alinor le hizo una mueca de disgusto al bruto y le dijo a Rachelle
-Mi nombre es Lady Alinor de Graycote.
Al principio Rachelle se sorprendió por las palabras desafiantes de Alinor, pero
luego se rió y le tendió una mano en señal de bienvenida.
-Ven conmigo, debes querer echarte un baño después de ese viaje. Voy a calentar
las piedras del baño. Mientras tanto, muero por oír cómo es que llegaste a ser… la
prisionera de Tykir. Y una bruja, por supuesto.
Tykir la desató, pero le pareció que se tomaba demasiado tiempo tocando su
muñeca, su palma y sus dedos mientras deshacía los nudos. Todos los lugares que él
tocaba parecían calentarse y hormiguearle. Luego, al parecer inconsciente de su efecto
sobre ella, se volvió para ayudar al muchacho a atender algunos clientes que se habían
presentado después de la partida del gran vikingo. Rachelle la tomó del brazo y la llevó a la
entrada de la casa, cuando Alinor paró en seco.
No debería estar sorprendida. En verdad que no.
De pie en la puerta, frotándose los ojos adormilados, estaba un niño de unos
cuatro años que, al parecer, se acababa de despertar de su siesta.
-Mamá -se quejó el niño, extendiendo los brazos hacia Rachelle.
-Oooh, mi pequeño y dulce Thibaud. ¿Te acabas de despertar, cariño? -Levantó al
pequeño con facilidad, de manera que su carita quedó enterrada en su cuello y sus
piernecitas rodearon su cintura.
El niño tenía el cabello rubio y largo y ojos color miel.
Era la viva imagen de Tykir.
Alinor se volteó para mirar a Tykir, que estba pesando la plata de un cliente en una
balanza de bronce a cambio de una compra. Debió haber sentido su mirada sobre él
porque se volvió. Al principio inclinó la cabeza como pregunta, pero luego sus ojos vieron a
Thibaud aferrándose a su madre y el rostro encendido de Alinor. Cuando comprendió qué
pasaba, una lenta sonrisa se asomó en la comisura de sus labios y se extendió hasta
convertirse en una amplia sonrisa. Sin ninguna vergüenza o actitud de disculpa. El hombre
era un trol.

Capítulo VII

-Thibaud no es hijo de Tykir -le informó Rachelle de repente.


Alinor no se había dado cuenta de que lo que ella pensaba era tan obvio. Cerró los
ojos y gimió para sus adentros. Rachelle había sido tan amable con ella durante las últimas
tres horas, ¿y cómo le pagaba? Juzgándola.
Desde su llegada, Alinor se había bañado, lavado su ropa sucia y ahora estaba
ayudando a Rachelle a preparar la cena, asistidas por Maida, una criada procedente de
Dublin.
Aunque todavía era por la tarde, el cielo ya había oscurecido. De no haber sido por
el fuego de la cocina, la casa habría estado oscura y sombría. El calor de las llamas hacía la
casa acogedora y los protegía de los vientos fuertes. Sin duda, el invierno estaba cerca. En
este ambiente cálido, Thibaud estaba sentado a la mesa, jugando felizmente con un set de
animales tallados que Tykir le había regalado.
Tykir se había bañado hacía varias horas y se había ido para organizar las
provisiones para él y sus hombres durante el invierno. Karl, el muchacho que había estado
atendiendo clientes a su llegada, estaba cerrando el puesto en compañía del guardia, Ottar
“el Fuerte”. Ottar había recibido orden de no dejar salir a Alinor de la casa. Si ella lo
desobedecía, Tykir le había dado permiso para atarla a una viga de soporte.
Tykir había dicho que estaría de regreso para la cena, pero no sabía si Rurik y
Bolthor regresarían con el. Pero, por si acaso, Rachelle dijo que prepararía más comida.
Maida estaba cortando los puerros, zanahorias y nabos, para añadirlos al caldero
burbujeante que estaba sobre el fuego. El olor de los trozos de carne de venado llenaba el
aire y el estómago de Alinor rugía por el hambre.
-¿Escuchaste lo que te dije, Alinor? Thibaud no es hijo de Tykir -Rachelle estaba en
el proceso de tomar algunas tajadoras y cucharas de madera para ponerlas sobre la mesa.
-Sí, sí, sí -Alinor miró involuntariamente hacia el niño, que se parecía tanto a su
padre. Por alguna razón que no quería analizar, las palabras de Rachelle negando la
paternidad de Tykir la alegraron-. Nunca pensé… quiero decir, no es de mi incumbencia.
-Sí, sí lo pensaste -dijo Rachelle con una risa-. Todo el mundo lo hace. Y además
sospecho que sí es de tu incumbencia.
-No sé qué quieres decir.
Rachelle se rió suavemente.
-Simplemente no dejes que Tykir te encante y te lleve al éxtasis sin el beneficio de
los votos matrimoniales… asumiendo que no estén casados todavía… ah, por la
indignación en tu cara puedo ver que no es así.
-¿Encantar? Por lo que a mí respecta, Tykir tiene el encanto de una rana. Y debes
estar bromeando acerca de ganar algún éxtasis por las atenciones de un hombre.
-No, no estoy bromeando. -Rachelle inclinó la cabeza con desconcierto-. ¿No te
parece que Tykir es extremadamente guapo?
Alinor estuvo a punto de decir que no, pero decidió ser honesta.
-Bueno, no extremadamente guapo. Eso sí, él no es encantador. Al menos no
conmigo. Siempre intenta hacerme perder los estribos.
-Sí, sí es encantador. -Rachelle asintió con la cabeza como si Alinor hubiera estado
de acuerdo con ella-. Ten cuidado cuando deje las bromas y de pronto empiece a
halagarte, acariciarte dulcemente o hablarte con suavidad. -Rachelle se detuvo a mitad de
camino entre el estante y la mesa y sus ojos se volvieron soñadores recordando. ¿Estaría
pensando en Tykir o en el padre de Thibaud?
-No soy tan cabeza hueca como para sentirme atraída por las palabras de un
hombre como Tykir Thorksson.
Rachelle sonrió poco convencida.
-No te ofendas por mis palabras sobre rendirse a la lujuria femenina. Yo soy un
buen ejemplo de cómo no saberme manejar ante las palabras de un hombre en celo.
-Oh, oh… has dicho tantas cosas que no sé por dónde empezar. ¿Lujuria femenina?
¡Ja! No existe tal cosa. Lo sabría yo, que he estado casada tres veces en los últimos diez
años. Cuando de lujuria se trata, los hombres son los únicos que tienen derecho. Con sus
egos exagerados, la mayoría consideran que la mujer debería sentirse honrada de ser
picada por sus tristes colgantes.
-¿Colgantes?
-Sí, esas cosas que cuelgan frente a los hombres de la manera más ridícula -explicó
Alinor y continuó con su alegato-. Todavía no he conocido a la mujer que se jacte de tener
cinco esposos para satisfacer sus necesidades, como lo hizo hace rato el vikingo.
Rachelle se rió.
-¡Ah, Alinor, tienes mucho que aprender! Creo que estarás muy sorprendida
cuando llegue el hombre correcto. Reza a Dios porque no sea Tykir, porque me temo que
allí no hay futuro.
-No necesito de Tykir o de ningún otro hombre -aseguró Alinor-. ¿Por qué las
mujeres son tan débiles que sienten la necesidad de tener un hombre en sus vidas para
que les dé fuerzas?
Los ojos de Rachelle se ensancharon.
-Puede que estés en lo cierto -admitió temblorosamente, llevándose un dedo hacia
su nariz desfigurada y luego mirando a su hijo que seguía jugando con los animales de
madera. Todo tono de broma había desaparecido-. Yo soy un claro ejemplo de cómo la
lujuria femenina pude volver débil a una mujer.
La expresión de tristeza en el rostro de Rachelle hizo que Alinor se avergonzara.
Dejando la cuchara a un lado, Alinor se acercó a Rachelle y puso una mano sobre su brazo.
-Disculpa si te ofendí. Yo no soy quién para juzgar a nadie. En realidad, he hablado
sin pensar desde muy corta edad al tener que vivir con las dos personas más tontas de
toda Gran Bretaña. No importaba cuantas veces me azotaran, yo siempre pensaba que
sabía qué era lo mejor. -Se encogió de hombros con una sonrisa irónica-. Todavía lo hago.
Rachelle sonrió débilmente.
-Yo sí me merezco ser juzgada. Verás, yo era una mujer casada. Thibaud es el
resultado de una relación adúltera.
Alinor intentó contener su sorpresa, pues no entendía cómo una mujer podía abrir
sus piernas de buena gana, pero sabía que había mujeres sin ninguna virtud que lo hacían
para alcanzar un objetivo, ya fuera dinero, estatus o matrimonio. Rachelle no parecía
pertenecer a ninguna de esas tres categorías.
-Mi esposo, Arnaud, era un hombre cruel, sujeto a ataques irracionales de ira a la
menor provocación. Aunque era un hombre con muchas propiedades, me hacía trabajar
fabricando joyas, incluso después de que nos casaramos. Él era tan tacaño con su dinero
que sus sirvientes estuvieron a punto de morir de hambre por falta de comida.
Eso no sonaba muy diferente de sus hermanos. O de los otros hombres de alta
sociedad que trataban a las mujeres como si fueran un mueble.
-Me sentía tan sola. Oh, sé que no es excusa para quebrantar uno de los
mandamientos del Señor, pero Toste “el Alto” era un vikingo con un temperamento tan
alegre que podía derretir mi tonto y joven corazón con una sonrisa.
Eso sonaba muy parecido a la descripción de otro vikingo con temperamento
pícaro.
-¿Y cómo conociste a este vikingo? ¿Fue a tu casa en Frankland o al puesto de tu
marido?
Rachelle negó con la cabeza.
-Arnaud me había llevado a Rouen para el bautizo del primer hijo del duque de
Normandía, asumiendo que habría muchas oportunidades de hacer negocios. Como ya
sabes, los vikingos han controlado Normandía desde hace muchos años. Toste era un
mercenario a la orden del rey visitante, Haakon de Noruega.
-¿Haakon “el Bueno”, el tío de Tykir? -Rachelle asintió-. ¿Fue un… eh… lapso
momentáneo con este vikingo? ¿O fue algo más?
-Algo más… al menos de mi parte. No podría haber cometido adulterio a menos
que amara al hombre… o pensara que lo hacía.
-¿Y Toste?
Rachelle movió los hombros con reserva.
-No lo sé. Él decía tener fuertes sentimientos hacia mí, pero podría haber sido la
lujuria hablando. Lo único que sé es que esos días con él fueron los más felices de mi vida.
-¿Tu esposo os encontró juntos?
-No, pero sospechaba que algo andaba mal. Tal vez fue una mirada que nos dimos
en el gran salón. O tal vez algún chisme entre los sirvientes. El caso es que un día anunció
que nos íbamos a casa, a pesar de haber podido ganar más dinero haciendo negocios con
todos los dignatarios.
-¿Y nunca más volviste a hablar con Toste? Rachelle sacudió la cabeza con tristeza.
-¿Sabe que tiene un hijo?
-No estoy segura. No, no lo creo. -suspiró con cansancio-. Puede que me este
engañando a mí misma. Es posible que lo sepa pero no le importe. Nunca me buscó. Sí,
muy en el fondo sospecho que sus declaraciones de amor eran sólo palabras.
Alinor puso una mano suavemente sobre la nariz mutilada de Rachelle.
-¿Y esto?
-Ah, esto -dijo Rachelle con un suspiro triste, tocando el mismo lugar que Alinor
había tocado-. Al principio, Arnaud estaba feliz por mi embarazo. Me trataba casi con amor
y yo me sentí muy mal por haberlo traicionado. Tal vez el maltrato de Arnaud durante
todos esos años era mi culpa. Si yo le hubiera dado un hijo. Si hubiera sido una mejor
esposa…
-Rachelle, detente… detente en este mismo instante. No intentes justificar la
brutalidad de tu esposo asumiendo tú la culpa.
-Para hacer una historia larga, corta -continuó diciendo-, la prueba de paternidad
fue evidente en el momento que nació Thibaud. Su cabello rubio y sus ojos azules fueron
lo que lo delató, considerando que Arnaud y yo tenemos el pelo negro y los ojos oscuros.
-No te perdonó tu… indiscreción?
-¿Perdonar? Fue Arnaud quien me arrastró del pelo cuando acababa de dar a luz,
por las escaleras hasta la capilla, en donde contó mi crimen ante el sacerdote y todos
nuestros enemigos. Los habitantes del pueblo fueron invitados a tirar las primeras piedras
y al final fue Arnaud quien me hizo la marca de ramera en la nariz.
-¡Oh, Rachelle! -se lamentó Alinor, tomando a la mujer que lloraba entre sus
brazos.
Pronto Rachelle se calmó y concluyó su historia.
-Después de varias semanas en una choza en el bosque al cuidado de una partera
que se compadeció de mí, me dirigí hacia Rouen con Thibaud. Pero por supuesto todas las
celebraciones habían terminado y los visitantes se habían ido. Ahí fue cuando conoci a
Tykir, que se apiadó de mí y me trajo a Hedeby. Él afirmó que necesitaba un fabricante de
joyas para poder vender sus productos aquí, pero sospecho que yo tenía un aspecto tan
lamentable que no pudo evitar ayudarme.
Alinor le dirigió una mirada de incredulidad. Ella no quería considerar lo que se
había dicho sobre Tykir. Él era un trol. Tenía que recordarlo. ¿Dónde estaba su
preocupacion por su difícil situación?
-¿Así que ahora estas aquí, sin pasar dificultades y varada en una ciudad comercial
vikinga?
Rachelle se rió alegremente.
-Nah, soy una mujer que sobrevivió a un horrible matrimonio y a un cruel castigo.
Ahora soy autosuficiente. Tykir me permite quedarme con una parte de las ganancias, que
son muchas. Soy una mujer rica que no depende de ningún hombre. Y lo mejor de todo es
que tengo a mi querido hijo.
Alinor se quedó pensativa por un momento.
-Debo confesar que te envidio.
-¿A mí? -Rachelle se alejó un poco, como si Alinor estuviera loca.
-Sí. En verdad lo hago, Rachelle. Toda mi vida he añorado que me dejen en paz. Yo
tengo las mejores ovejas de toda Northumbria. De verdad. Los tejedores bajo mi cargo
producen la lana más fina… tan suave como la seda. Yo podría mantenerme por mí
misma… en realidad ya lo hago, sin que mis hermanos lo sepan. Pero las mujeres no tienen
poder. Lo que gano pertenece a mis hermanos o a mi esposo cuando estoy casada.
Cualquier mejora que hago en mis propiedades los beneficia a ellos, no a mí. Ellos pueden
venderlo todo frente a mis narices. De hecho, también pueden venderme a mí. Y lo hacen
una y otra vez.
Esta vez fue Rachelle la que abrazó a Alinor.
-Pensarás que estoy loca si te cuento la fantasía que he albergado últimamente -
dijo Alinor-. Me he estado preguntando si Dios envió a Tykir para rescatarme de mis
hermanos.
En vez de reírse, Rachelle pensó seriamente sobre la idea de Alinor. Tocó sus labios
apretados mientras meditaba sus palabras.
-Pero Tykir dice que va a llevarte ante el rey Anlaf y listo.
-¿Eso encaja en el carácter de un hombre que rescató a una extraña y a su hijo?
-No creas mucho en su generosidad. Yo soy una artesana entrenada y él necesitaba
un trabajador por ese tiempo. También conocía vagamente a Toste y se sintió responsable
por la orfandad de un niño vikingo… aunque no fuera de su sangre.
-Bueno, puede que él no tenga tan buen corazón como me gustaría -reconoció
Alinor y le contó la historia de la negativa de Tykir para intervenir a favor de la niña esclava
ese día.
Rachelle chasqueó con consternación, pero todo lo que dijo fue:
-Las mujeres tienen una vida difícil.
Con el ánimo por el suelo, Alinor reflexionó sobre su suerte.
-¿En verdad crees que Tykir me abandonará a una posible muerte en la corte de
Anlaf? ¿Sólo para conseguir una esclava y un caballo?
-¿Un caballo y una esclava? -Rachelle frunció el ceño confundida.
Alinor le explicó las razones por las que Tykir aceptó capturar una bruja para el rey
Anlaf.
-Ah, así que no sabes la verdadera razón por la que Tykir te capturó. -¿La verdadera
razón? -Alinor sacudió la cabeza aturdida.
-Anlaf tiene como prisionero amistoso al curandero, Adam de Arabia. Adam es el
hijo adoptado de su medio hermana Rain y su hermano-por-matrimonio Selik… un hombre
que luchó junto a Thork Haraldsson en la batalla contra Iván “el Terrible” y que
eventualmente condujo hasta la muerte al padre de Tykir. Los lazos familiares son
complicados, pero los lazos del corazón no lo son.
Alinor puso una mano sobre su frente confundida.
-¿Entonces Tykir no tuvo otra opción?
-Sí tenía opción. Adam no corre verdadero peligro. Anlaf no se arriesgaría a
enfurecer a varios vikingos al hacerle daño a Adam, pero tampoco lo dejará libre hasta que
su mal sea curado.
-¿Entonces por qué el trol no me dijo eso?
Rachelle hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.
-Tykir es un hombre y los hombres no comparten sus planes con las mujeres.
-Pero a tí si te lo contó -alegó Alinor.
-Sólo porque lo acosé para que justificara su conducta. Y en realidad fue Bolthor el
que me contó casi todo.
-¿Así que sí crees que exista alguna posibilidad de que Tykir sea mi vikingo
guardián…
-¿Vikingo guardián? -Rachelle ahogó una carcajada.
-…enviado por Dios para defenderme contra mis hermanos? -Alinor tuvo que
sonreír ante lo tontas que sonaron sus palabras.
-Quién sabe. No creo que Tykir te deje en libertad y arriesgue a Adam. Pero tal vez
Dios tenga algún plan. Sí, pensándolo bien, estoy empezando a sospechar que tú tendrás
un papel importante en el desenredo de este lío.
-Pero sí existe la posibilidad de que Tykir me sacrifique a mí por Adam… que él
abandone Trondelag junto con Adam y me deje para que me las arregle por mis propios
medios.
-Sí, sí existe esa posibilidad. -Rachelle la estudió por un momento-. Si tienes…
¿medios?
Alinor se echó a reír. Así que incluso Rachelle no estaba del todo segura de que ella
no era una bruja.
-Existen medios y existen medios -respondió misteriosamente. De repente se le
ocurrió un maravilloso plan. Alejándose de su nueva amiga, se puso a pasear de un lado a
otro-. ¿Sería posible que Tykir pueda hacer negocios conmigo?
-¡Ja! ¿Y qué negocio sería ése? -preguntó Rurik, que entraba por la puerta en ese
momento. Era tan alto que las vigas del techo le rozaban la cabeza, al igual que a Bolthor y
a Tykir- ¿El negocio de la bruja?
Alinor fulminó a Rurik con la mirada. Luego, lentamente, dejó escapar una sonrisa
de sus labios. Sus ojos bajaron al lugar en el que se encontraban sus partes preciadas y,
disimuladamente, para que nadie más se diera cuenta, movió los dedos.
-¿Vieron eso? ¿Vieron eso? -rugió Rurik-. La bruja acaba de lanzarme un hechizo.
Tykir, que venía detrás de él, miró a Rurik, que estaba mirando dentro de sus braies,
luego a Alinor y de nuevo a Rurik, luego se encogió de hombros al no observar nada fuera
de lo común.
-Con negocios, espero que no te refieras a nada que tenga que ver con ovejas, mi
Lady “de las Pecas” -comentó Tykir mientras se dirigía hacia la chimenea, en donde se
frotó las manos sobre las llamas… y le guiñó un ojo a Maida -¡el muy lujurioso!-. Ya tuve
más que suficiente de esas criaturas apestosas durante el viaje de Graycote a Jorvik.
-Mis ovejas no apestan -dijo Alinor con indignación y se sacudió el vestido con
repugnancia cuando Tykir se acercó a ella y le dirigió una de esas miradas lascivas que
decían "te.puedo.ver.desnuda"
Bolthor fue el último en entrar, junto con Ottar y Karl, que se lavaron las manos en
un balde que había cerca a la puerta.
-Se me ocurrió una nueva saga -comenzó a decir Bolthor. Todo el mundo puso los
ojos en blanco, pero a escondidas para que el gigante no los pudiera ver-. Cómo Tykir “el
Grande” se volvió un pastor de ovejas.
Horas más tarde, Tykir se preparó para meterse entre las pieles de su cama, donde
Lady Alinor lo esperaba.
-Bueno, “esperaba” no era precisamente la palabra adecuada.
Prácticamente podía oír el rechinar de sus dientes desde el otro lado de la
habitación.
A pesar de que se había ablandado con Alinor en algunos aspectos, considerando
que ella había intentado envenenarlo con una de sus pócimas, no confiaba mucho en ella.
Como resultado, le había informado hacía unas horas de que tendría que compartir su
cama o ser atada a una de las vigas del techo en donde se convertiría en un témpano de
hielo una vez que el fuego se apagara -un témpano de hielo pecoso.
Ella rabió, lo fastidió, lo engatusó, volvió a rabiar… todo en vano.
Al final Rurik y Bolthor habían salido, quejándose fuertemente, a buscar
compañeros de sueño menos ruidosos -bueno, puede que fueran igual de ruidosos… a la
mayoría de los hombres les gustaba tener a una mujer que fuera vocal en la cama. Y los
hombres vikingos eran conocidos por su habilidad para dar placer a las mujeres. En
cualquier caso, Rurik y Bolthor afirmaron que no serían capaces de dormir a causa de los
chirridos de Alinor.
Por supuesto que a Rurik no le quedó otra opción más que partir, puesto que
Rachelle lo cacheteó -no una, sino dos veces- por sugerir que se envolviera en alguna
perversa actividad con él.
Luego también, cuando pensó que nadie estaba mirando, Alinor comenzó a mover
los dedos de una forma extraña ante las partes nobles de Rurik, lo que hizo que Rurik se
pusiera verde.
Tykir pensó que se volvería loco antes de llegar a Trondelag.
Ahora, Ottar y Karl roncaban vigorosamente al otro extremo de la casa, cerca de la
puerta. Rachelle se había ido a su cama al otro lado de la chimenea, junto con Thibaud,
que había quedado exhausto después de una lucha sobre el suelo con Tykir, Rurik y
Bolthor. ¡Santo Thor, como había volado la paja!
Rachelle simplemente había sonreído ante sus payasadas. Pero Alinor les hizo un
sonido de tsk-tsk y los llamó niños pequeños… ante lo que Rurik, Bolthor y él sonrieron de
acuerdo y bizquearon los ojos ante ella… lo que hizo que Alinor hiciera más tsk-tsk.
Tykir miró hacia el fuego y bostezó mientras se acercaba a su cama de pieles al otro
lado de la chimenea, en donde Alinor yacía sobre su espalda y las pieles la tapaban hasta
la barbilla. De pronto se dio cuenta de lo cansado que estaba. Había sido un día muy largo.
Qué bueno que no había cedido a la tentación de acompañar a Rurik y a Bolthor a un
burdel. Dudaba que pudiera tener sexo esa noche.
Comenzó a quitarse la ropa después de otro gran bostezo. Primero saltó sobre un
pie y después sobre el otro, mientras se desataba los botines. Pensó haber escuchado a
Alinor hacer un sonido de disgusto por todo el alboroto que estaba haciendo. Aunque
nadie más pareció notarlo, al parecer todos los demás estaban dormidos.
La desaprobación de Alinor le molestaba, al igual que todas sus quejas durante la
tarde… es más, de las últimas dos semanas. ¿Qué tipo de prisionera era ella que se sentía
con el derecho de regañar a sus captores? ¿Qué decía eso de él como captor?
Ya le devolvería la pelota, decidió. Se desvestiría lentamente frente a ella y le
dejaría grabada la imagen de su cuerpo en el cerebro, como ella había hecho con el suyo.
Eso le enseñaría.
Eso esperaba.
Pero la bruja lo derrotó en su juego al mantener los ojos cerrados. Estaba seguro de
que no había visto su cuerpo desnudo -que si le preguntaban, era magnífico- porque la
había estado mirando de cerca y ni siquiera parpadeó.
Eso también le molestó.
Maldiciendo por lo bajo, se deslizó al lado de Alinor bajo las pieles. Ella chilló
indignada, incapaz de mantener su compostura. Tal vez sí lo había visto después de todo y
se había desmayado al ver el tamaño de su… forma. Algunas mujeres eran remilgadas en
ese aspecto, sin saber que el cuerpo estaba hecho para acomodar cualquier… forma.
-Tus pies están fríos, bruto. No me toques. Mueve los pies.
-Bueno, tal vez no se había desmayado… o era remilgada.
Ella movió sus pies contra los de Tykir y él sintió que una corriente recorría todo su
cuerpo, incluyendo la punta de su miembro. La última vez que había sentido una sacudida
tan repentina fue cuando Bolthor, que pesaba casi tanto como un caballo, le pisó los dedos
del pie. ¡Bendita Freya! ¡Hasta había visto estrellas! Pero eso fue diferente. Esta corriente
también fue dolorosa, pero en una manera deliciosa. ¿Quien habría pensado que los pies
podrían ser una parte tan erótica?
-Deja de retorcerte -gruñó, intentando acomodarse bien-, a menos que me quieras
excitar. -Ese último comentario fue impulsivo, pero se felicitó a sí mismo.
Ella se quedó quieta de inmediato.
-¡Eres un patán lujurioso! ¿Estás desnudo?
-Por supuesto que estoy desnudo. Así es como los hombres mortales, y las mujeres,
duermen. ¿Tú no lo estás? -Estiró una mano para verificarlo y se encontró con su camisón.
Helvtis, pensó, pero no sabía por qué le importaba. Maldición, maldición, maldición.
-No, no estoy desnuda -le espetó, golpeándole la mano. Se dio la vuelta hacia la
pared, llevándose la mayoría de las pieles con ella.
Él sonrió y tiró de la mitad de las pieles hacia su lado. Luego, arriesgándose a ser
golpeado, se acurrucó contra ella, en forma de cuchara. Ella no podía ir a ningún lado.
¡Gracias a los dioses!
-Deja de presionar tu rodilla contra mi trasero -le ordenó con voz fría, la cual sin
duda asustaría a sus ovejas. Pero no a él.
Él se rió ente dientes.
-Mi rodilla no está cerca de tu trasero -le dijo.
Cuando llegó la comprensión, ella se enderezó de repente e intentó alejarse de la
cama.
-¡Eres repugnante!
-Shhhh -le advirtió él, empujándola hacia abajo para acostarla de nuevo-. Vas a
despertar a todo el mundo. -Con eso, se dio la vuelta y le paso una pierna sobre los muslos
y un brazo sobre el pecho para aprisionarla.
Pero lo único que consiguió fue un golpe ardiente para sus sentidos. Percibió la
forma de sus muslos a través del camisón, haciendo que se le pusieran los pelos de punta.
Bajo su brazo, el pezón de uno de sus pechos se endureció, rogando ser tocado. La bruja se
sentía tan bien entre sus brazos, que el aire parecía quedarse atrapado en sus pulmones y
su corazón dio un vuelco.
Ella jadeó como si estuviera igual de afectada y dejo de luchar contra él.
Con un gruñido, le acarició el cabello con olor a rosas y susurró:
-Debes dejar de usar el ungüento para el cabello de Eadyth.
-¿Por qué? -le susurró de vuelta.
Sintió su aliento contra su mejilla cuando se volteó para responderle. Era cálido y
fresco y peligrosamente tentador.
-Porque me gusta demasiado - respondió.
Eso la hizo quedarse quieta. A la dama no le gustaba que a él le gustara algo sobre
ella… ni su cuerpo desnudo, ni el olor de su cabello, tampoco su dulce aliento y mucho
menos la impresión de su pezón contra su carne.
Estoy perdido -pensó-. La bruja me ha lanzado uno de sus hechizos. Y no me
importa. Lo único que me importa es…
-Lo único que te importa son tus impulsos lujuriosos -dijo ella mientras intentaba
liberarse de su abrazo-. Eres como todos los hombres, siempre pensando en ellos mismos.
-Yo no soy como otros hombres -le aseguró, apretando su pierna y brazo sobre ella.
-¿Me dejarás en paz si me quedo quieta?
-¡Mujer astuta! Sabe cuándo pelear y cuando negociar. Puede ser.
-Me gustaría ofrecerte un trato… uno que podría ser muy beneficioso para tí.
Su mente se puso en alerta. ¿Qué estaba planeando ahora?
-¿Beneficioso en que forma? Tengo riquezas más que suficientes.
-Nadie tiene suficiente riqueza.
-Yo sí.
-Nah, no la tienes, sostuvo ella.
-Haz tu maldita oferta y termina con esta tontería, pero si se trata de dinero a
cambio de tu libertad, de una vez te digo que no me interesa.
-Primero afloja tu agarre sobre mi, me estás asfixiando.
-No estoy encima tuyo. No estás aguantando mi peso. Y mi pierna y mi brazo sólo
están descansando sobre tí. ¿Cómo te puedes estar asfixiando?
-Tu cercanía me asfixia.
¡Ah!, así que era consciente de la extraña conexión que existía entre ellos. No podía
explicarlo, era más que una chispa pero menos que una llama. ¿Se estaría preparando su
cuerpo para irse a la cama con él a pesar de que su mente obstinada se oponía? A veces
tenía ese efecto sobre las mujeres. Sonrió ampliamente con satisfacción.
-Deja de sonreír.
-¿Cómo puedes saber que estoy sonriendo? -La habitación estaba oscura, pero no
totalmente gracias a la luz proyectada por el fuego.
-La sentí.
-¿Sentiste una sonrisa?
-¡Aaarrgh! Volvamos a lo que estábamos hablando. No voy a pedirte que me dejes
ir ahora…
-Me parece bien -la interrumpió-, porque no pensaba hacerlo.
-…o en este instante, quiero decir. Sé que te sientes moralmente obligado a
llevarme a la corte de Anlaf. La seguridad de tu sobrino Adam es importante para tí y…
-¿Adam? ¿Quién te habló sobre Adam? El Dios Loki debe estar buscando problemas
de nuevo en la forma de cierta persona cercana a mí que tiene la lengua muy floja.
-No importa cómo lo supe. Lo importante es que me lleves a la corte del rey Anlaf y
me ofrezcas tu protección mientras esté ahí. Lo más importante es que me prometas que
me regresarás a mi casa en Graycote… digamos que hacia Navidad.
-Digamos que… no en mi maldita vida.
-No te precipites. ¿No quieres saber mis condiciones?
-Nah.
Le pareció que ella dijo alguna grosería por lo bajo antes de responder:
-Puedo darte trescientos marcos de plata si estás de acuerdo en regresarme a salvo
a Northumbria.
Él se preguntó cómo iba a conseguir esa considerable suma, pero había sido sincero
al decir que tenía dinero más que suficiente.
-¿Tu misma pagarías tu rescate? -Nadie más lo haría.
Cualquier otra mujer se hubiera puesto a llorar y a lamentarse por su desgracia al
hacer esa afirmación, pero no Alinor. Ella simplemente le restó importancia como un
hecho de su vida. No quería admirar a la arpía, pero a veces no podía detenerse.
-¿Y bien?
Él se rió de su persistencia.
-No sería digno de la agravación.
-¿Agra....Agravacion? -farfullo.
Él disfrutaba hacerla farfullar.
-Entonces quinientos marcos.
Eso sí que lo sorprendió.
-Alinor, en el nombre de todos tus santos, ¿cómo piensas obtener quinientos
marcos?
-No necesitas saber cómo. Pero si debes hacerlo, la respuesta es ovejas.
-Ovejas -repitió burlonamente-. ¿Tus familiares te traerían el dinero o qué?
-¿Familiares? ¡Dios bendito! No puedes ser tan tonto. Las ovejas son sólo animales.
No hay nada mágico sobre ellas, excepto la lana que se puede obtener de su pelo.
-¿Todo eso se puede ganar de esas bestias apestosas?
-Mis ovejas no son apestosas, te lo aseguro. -Si hubiera estado de pie, le hubiera
clavado el pie, Tykir estaba seguro de ello.
-No quiero tu dinero.
-Bueno, entonces ¿qué quieres de mi?
Oh, no debería haber preguntado eso. En verdad no debería.
-Hagamos el amor -espetó con una voz que sonó ronca incluso para sus oídos.
Ella jadeó por la sorpresa y luego se burlo.
-Estás dejando que la lujuria hable por tí.
-Sí.
-¿Qué es lo que tienen los hombres con el sexo? Tres minutos saltando sobre una
mujer -un minuto en el cual intentan levantar su mecha- y luego se desmayan.
-Tres… tres minutos? -farfulló-. ¡Oh, Alinor, te han engañado!
-¡Humph! Eso es otro defecto de los hombres. Siempre se creen mejor que los
demás en la cama. Bien, déjame decirte una cosa, si creen que impresionan a las mujeres
con esas presunciones, están equivocados. A las mujeres les importa un comino el tamaño
de la mecha o cuánto dure prendida.
-No me pongas en el mismo molde que a todos los hombres, Lady Alinor. En cuanto
a mechas, yo soy más como una vela. Y te aseguro que puedo durar prendido por
muuucho tiempo.
-Bla...bla...bla.
-¿Sí sabes lo que dicen? Lo que importa no es el tamaño de la estaca, sino la magia
de la vara. Y afortunadamente los vikingos poseemos tanto el tamaño como la magia.
-Oh, ¿en serio? Mechas, estacas, varas, no me importa. No me impresiona ni me
produce éxtasis.
-Bueno, si sigues hablando así conseguirás más de lo que esperabas. -¿Me tomarías
en contra de mi voluntad?
-Nah, te excitaría hasta que suplicaras por mi… mecha.
-Si estás tan desesperado por una mujer, ¿por qué no fuiste con Bolthor y Rurik?
-Desesperado es una palabra muy fuerte. Ha pasado más de una semana desde
que yací entre las piernas de una mujer y…
Su cuerpo se puso rígido en estado de alerta.
-¿Una semana? ¿Cómo es posible? Has estado pegado a mí cada bendito día de las
últimas dos semanas. El único momento en el que estuviste fuera de mi vista fue la tarde
en la que fui a bañarme a casa de Gyda… -su voz se apagó cuando la golpeó el
entendimiento. Luego le dio un puñetazo en el brazo-. ¿La tarde? ¿Estuviste con una mujer
en plena luz del día? Eres un cerdo.
Él se tuvo que reír ante su ignorancia sobre los hábitos de apareamiento entre
hombres y mujeres.
-Entonces, ¿quieres hacer el amor sí o no?
La única respuesta que obtuvo fue un chirrido, como el rechinar de los dientes, el
cual tomo por un no.
-Es sólo que mi cuerpo está tenso e inquieto. Dudo que pueda dormir. Así que
pensé…
-…pensaste usarme para aliviar tu aburrimiento. -Su tono despectivo no presagiaba
nada bueno para sus planes-. ¿Qué soy yo? ¿Un recipiente para tu semilla? No… lo… creo.
-Te aseguro que lo disfrutarías.
-Oh, lo juro, eres tan arrogante como una docena de hombres.
-No es arrogancia. Es un hecho. Yo conozco… secretos. -Habría levantado las cejas
sugestivamente pero dudaba que fuera capaz de verlas.
-¿Secretos? -se echó a reír-. ¿Sólo tú tienes los secretos, o todos los vikingos los
tienen?
-Bueno, no puedo hablar por todos los vikingos, pero sí, se dice que todos tienen el
don. Yo simplemente lo perfeccioné.
Esta vez ella ni siquiera intentó contener la risa.
-Ten cuidado, vikingo. Mantén tus habilidades a tu lado de las pieles, o podrías
encontrarlas torcidas… pero no gracias a un hechizo mágico. Más bien sería por un
puñetazo.
-Me encanta cuando me hablas con ferocidad. A mis habilidades también les gusta.
-Ooooh, esta es la conversación más ridícula que he tenido en mi vida.
-Tú la empezaste.
-Claro que no -declaró indignada-, ¿o sí?
-Sí, lo hiciste. -En realidad no recordaba quién de los dos la había empezado pero
no importaba. Era bueno hacer sentir culpable a una mujer, siempre hacían cosas
deliciosas para hacer las paces.
-¿De verdad aceptarías mis términos si acepto follar contigo?
¿Follar? Se estremeció ante su vulgaridad.
-Nah, no estoy aceptando nada. Simplemente respondí tu pregunta.
-¿Qué pregunta?
-Tú me preguntaste que quería de tí y yo te dije la primera cosa que se me vino a la
cabeza.
-Bien, métete esto en la cabeza, Lord de “la Lujuria”. Nunca haré el amor contigo. Ni
por dinero, ni por lujuria, ni por alguna otra razón.
Tykir sonrió.
-¿Es tu última palabra?
-Nah, estas son mis últimas palabras.
El esperó con expectativa.
-…eres un trol.
Sí lo soy. ¿Por qué otra razón estaría considerando lo que estoy considerando? Es
una imprudencia. Un error. Es como saltar de un acantilado a un mar tormentoso.
Es malditamente tentador.
Sus labios estaban a un pelo de distancia de los de él, lo suficientemente cerca para
un beso. Su mecha habilidosa tomó nota de ese hecho y tuvo que apretar los puños para
no tomarla ahí mismo. Lo mejor era cambiar de tema lo más pronto posible. Se obligó a sí
mismo a bostezar abiertamente.
-Bueno, será mejor que durmamos. Espero que para el mediodía ya hayamos
partido.
-¿No podemos quedarnos al menos por otro día?
Él sacudió la cabeza.
-No. La remada será difícil para mis hombres, especialmente si hay hielo en el agua.
El invierno está muy cerca. Lo sé por el dolor en mi pierna. El dolor en mi cicatriz por lo
general presagia clima frío. Incluso creo que puede haber una helada en la mañana.
-¿La pierna que te duele será aquella que se ha adentrado en territorio prohibido? -
preguntó irritada.
Él gruñó internamente. No se había dado cuenta de que su rodilla se había movido
instintivamente hacia arriba. Pero qué estupidez por parte de la dama llamar su atención
sobre ese hecho. Ahora, si la movía, parecería culpable, pero si no la movía, no podría
dejar de pensar en el calor que parecía emanar de ella. Eligió la segunda opción.
-Sí, esa es -admitió-.Y es mejor que vigiles tu lengua, Lady Alinor, o podrías provocar
que otras partes de mi cuerpo se muevan a otros de tus territorios prohibidos.
-Tu crudeza no tiene límites. -Intentó zafarse de su agarre pero fue imposible-. Sólo
tú encontrarías la manera de volver a la discusión sobre… sobre…
-¿Sexo? -Oh, que inteligente de mi parte. Traer a colacion el tema indeseado.
-¡Sí, sexo, idiota! Sexo, sexo, sexo, eso es en lo único que piensan los hombres.
Menciona tejer y piensan en sexo. Menciona montar a caballo y piensan en sexo.
Menciona ovejas y piensan en sexo…
Él se rió tan fuerte que casi se ahoga.
-¿Ovejas? ¿Ovejas? -espetó-. Oh, Alinor, eres increíble.
-¡No creas que no sé en que estás pensando!
-Estoy pensando en muchas cosas -bromeó-. Mejor me quedo un rato pensando
sobre ello.
Ella le golpeó el pecho en señal de protesta.
-Estás pensando en que puede que yo sea muy fea con la luz del día con mi cabello
insolente, mis pecas y demás, pero en la oscuridad una mujer es igual a cualquier otra.
-Me has descubierto, ¿cierto?
-Sí. Eso era lo que solían decir Egbert y Hebert cuando volvían a casa después de
una noche de fulanas. La belleza del cielo no es importante cuando se esta arando un
campo.
-Nosotros los vikingos tenemos un dicho similar. Mo er katterd -hizo una pausa
antes de traducir la frase con una risa-, todos los gatos son grises en la oscuridad.
Ella lo golpeó.
Lo cual fue un error porque el se rió aún más fuerte.
Luego ella cometió el peor error de todos. Se volteó abruptamente para
confrontarlo, lo que hizo que sus pechos y sus muslos se rozaran con su brazo y muslos,
pero lo más alarmante fue que dejó sus labios muy cerca de los suyos. Y si había algo de lo
cual presumía él era de ser un buen besador. Besos largos y profundos, cortos y suaves,
demandantes y persuasivos, mojados y secos. Un buen beso era casi igual que un buen
sexo. No exactamente lo mismo, pero parecido.
Así que sin pensar en las consecuencias, puso una mano sobre la nuca de Alinor y la
atrajo hacia él. Sus labios se entreabrieron por la sorpresa y él aprovechó para encajar
perfectamente su boca sobre la de ella, forzándola a mantener abiertos los labios.
Luego procedió a mostrarle que no todos los hombres eran iguales.

Capítulo VIII

Un beso.
Así que esto es un beso.
Hmmm.
Ummmmm.
Tykir la pilló desprevenida, con los labios entreabiertos a punto de protestar
cuando la atrajo hacia él. Ahora la suave presión sobre sus labios la obligaba a
mantenerlos abiertos para su saqueo. Moviéndose y dándole forma al beso, Tykir aplicó
sus conocimientos hasta volverla dócil.
Y luego comenzó de nuevo.
Debería haber sido vergonzoso, pero no lo fue.
Debería haber sido un ultraje, pero no lo fue…
Debería haber sido repulsivo, pero -¡Oh, Santa María!- no lo fue.
Cuando ella se dio cuenta de que se había quedado quieta, rindiéndose ante la
seducción de su beso, fue demasiado tarde. Su curiosidad había sido despertada y sus
sentidos inflamados.
Un beso es como una exploración, se maravilló. De hombre a mujer. De mujer a
hombre. Y de uno mismo.
Y es una danza. Sonrió internamente ante ese capricho tan poco característico por
parte de ella. Pero en verdad era una danza -un movimiento lírico del cuerpo establecido
con la música de los sentidos. Un juego erótico de ritmos lentos y matices sutiles.
Quería saber más.
El olor a limpio y a almizcle de su piel contrastaba con el persistente aroma de las
pieles y del fuego. Su aliento sabía a hidromiel dulcificado.
Pero no, era una locura continuar por ese camino. Debía alejarlo en ese mismo
instante. Detener esa locura antes de que el patán pensara que estaba enamorada de él…
y no lo estaba. Fue el beso el que la mantuvo sometida, no el hombre. En vez de resistirse,
enterró los dedos en sus hombros y se echó hacia atrás para facilitarle la entrada.
Tykir se quedó inmóvil. Luego murmuró una palabra contra sus labios:
-Alinor. -Había asombro en su voz, y sorpresa, y una promesa aterradora.
Bendito San Judas, patrón de las causas perdidas, ven a mi rescate. Me temo que
me estoy convirtiendo en la causa más perdida de todas.
Inclinándose sobre ella, Tykir puso una mano sobre su garganta para mantenerla en
su lugar, con su pulgar descansando sobre el pulso de su cuello. ¿Podría sentir los latidos
salvajes de su corazón? ¿El rugido de su sangre?
Entonces su beso cambió, reclamándola con un hambre sorprendente. Antes de
que Alinor tuviera oportunidad de registrar el significado de ese cambio y darse cuenta de
que era hora de poner fin a ese juego arriesgado, Tykir la obligó a abrir más los labios y su
lengua empujó lenta y profundamente dentro de su boca. Aturdida, Alinor le permitió esa
invasión. Él retiró la lengua y la volvió a sumergir de nuevo.
Besos de lengua. Alinor había oído sobre ellos pero nunca los había creído posibles.
Eran deliciosamente repulsivos, decidió. La pegajosidad en su boca -ya fuera la suya o la de
él, para su horror no lo sabía- debería ser de mal gusto. El empuje rítmico de su lengua
debería haberla indignado. La orden de sus labios que ella respondía debería haberla
consternado. Pero ¡oh, qué traidor que resultó ser su cuerpo! Sus pechos se pusieron de
punta y le dolían con la necesidad de… algo. El calor se le curvó en un extraño nudo en la
boca del estómago. El lugar secreto entre sus piernas comenzó a latir, haciéndose más y
más fuerte a medida que su lengua entraba y salía.
Justo cuando estaba empezando a descubrir los pasos del complejo juego de
lengua, el rompió el beso y le susurró contra el oído:
-¿Te gusta este tipo de beso, brujilla?
Ella no podría haber respondido ni aunque su vida dependiera de ello de lo
mortificada que estaba porque él había adivinado su apreciación; así que hizo algo mucho
peor. Gimió.
Para su gran sorpresa, él no se rió o hizo algún comentario mordaz acerca de viudas
lujuriosas. Lo que hizo fue gemir de vuelta -un gruñido bajo y masculino de pura
excitación.
Ella agachó la cabeza contra su hombro para ocultar su vergüenza.
Con un dedo sobre la barbilla, Tykir le alzó la cabeza. -No te escondas de mí.Tus
ansias me excitan.
Antes de que ella pudiera negar tan absurda afirmación, vio como su cabeza
descendía. Esta vez el beso fue un acto gentil de agresión controlada. Él le mordió el labio
con los dientes y tiró ligeramente de él. Le mostró con palabras suaves y sexuales de
aliento cómo deslizar su lengua dentro de su boca y cómo luchar contra su lengua cuando
se encontraba con la de ella. Le inclinó la cabeza y volvió a invadir su boca con la de él
murmurando:
-Llegó la hora de besar en serio.
¡Por los dientes de Dios! ¿Qué habían estado haciendo hasta ahora si no era besar
en serio?
Esta vez fue salvaje. Su boca se cerró sobre la de ella una y otra vez, suplicando,
reclamando, jugando, persuadiendo. Su beso cambió de ritmos un montón de veces, como
la lluvia durante una tormenta de verano, al mismo tiempo áspero y tierno, duro y
maravilloso.
Su aliento quedó atrapado en su garganta y luego salió en forma de hilo.
Su aliento era un recordatorio caliente y confuso de que él era hombre y peligroso.
Alinor nunca se había imaginado que un beso podía ser tantas cosas.
Él apartó la boca de la suya y presionó la frente contra la suya, jadeando.
-Quiero hacer el amor contigo -dijo con voz ronca.
Quién sabe que le habría respondido si San Judas no hubiera llegado en su auxilio
en la forma del ángel más increible: Rurik.
Había agua escurriendo del rostro de Alinor.
Al principio pensó que había una gotera en el techo y había empezado a llover
mientras su atención estaba distraída en otro asunto. Pero no, las gotas provenían del
cabello de Tykir porque el agua bendita de Rurik estaba escurriendo desde arriba.
-¿Estas loco o qué? -gritó Tykir mientras se ponía de pie y se alejaba de ella y de las
pieles.
Sus gritos despertaron a Rachelle, Ottar y Karl. Rachelle encendió una lámpara y
Ottar se acercó corriendo con su espada en alto, no sabiendo si había un intruso o no.
Rurik levantó el puño, al igual que la voz, mientras reprendía a su amigo.
-Te vi besando a la bruja y supe que debías estar bajo su hechizo. ¿Te dio otra
pócima?
-No idiota, no me dio nada… todo gracias a tí.
Rachelle levantó la lámpara y le echó un vistazo a los labios hinchados de Alinor y
su rostro arañado por los bigotes de Tykir y se echó a reír tan fuerte y por tanto tiempo
que todo el mundo se volteó a mirarla con curiosidad.
Nadie además de Alinor parecía darse cuenta, o no les importaba, que Ottar, Karl y
Tykir estaban desnudos. De hecho Alinor no podía evitar lanzarle miradas a la dura
evidencia entre las piernas de Tykir que decía lo mucho que Tykir había querido hacer el
amor con ella. Eso sí que sería una verdadera vara mágica…
Se alegraba de que los hubieran interrumpido, pero echando un último vistazo
hacia abajo, sintió una punzada de pesar y curiosidad.
¿Cómo sería hacer el amor con este hombre?

¿Cómo seria hacer el amor con esta mujer?


Ese pensamiento, junto con muchos otros de ese tipo, mantenía despierto a Tykir. Al
menos una hora había pasado desde que había gritado -Ga ntt! -a todo el mundo y le
habían respondido -¡buenas noches!- y se habían ido a descansar de nuevo. Por los
ronquidos que se escuchaban, asumía que todos se habían dormido.
Excepto él.
Y Alinor.
¿En qué estaba pensando que la mantenía despierta? Probablemente en cosas
como cortar cierta parte de su cuerpo en agradecimiento por la vergüenza que la había
hecho pasar. ¿Quién habría pensado que sería tan remilgada ante un poco de carne
masculina expuesta? O ante las bromas sobre labios hinchados. Juzgando por la distancia
que había puesto entre los dos, estaba seguro de que no estaba teniendo los mismos
pensamientos eróticos que él. No, Alinor estaba prácticamente abrazada a la pared para
que ni siquiera un pelo de su cuerpo se rozara con el suyo.
¡Santo Thor! Tan sólo esa imagen de “pelo” hizo que su vara se alargara un poco
más… ¡si es que era posible! Estaba duro como una roca y más que dispuesto. Un poco
más de esto y tendría que meter su vara en agua fría después de que la primera capa de
hielo se formara. Un buen pensamiento para acabar con el duro “entusiasmo” de un
hombre.
-Alinor... -dijo tentativamente.
-No
-¿No? Pero si ni siquiera he formulado la pregunta.
-Igual la respuesta es no. No, no, no.
El se rió ente dientes.
-Ríete todo lo que quieras, Lord de “la Lujuria”.
-¿Lord de “la Lujuria”? -jadeó.
-No vamos a continuar con esos juegos de besar. No vas a tocarme y yo no voy a
tocarte. Puede que haya perdido el sentido por un momento, pero ya lo recuperé. Y esta
bruja no va a hacer el amor con este trol.
-¿Por este trol estás refiriendote a mí? -dijo, ahogándose de la risa.
-Al que le quede el guante…
-La bruja y el trol. Suena bien, ¿no lo crees?
-¡Aaarrgh!
-Me deseabas -le recordó-. No intentes negarlo.
-Sólo era curiosidad.
Él lo pensó por un momento.
-Hay algún chance de que cierta curiosidad de cómo se sentiría mi vara en…
-¡Ni siquiera lo pienses! Sentía curiosidad, pero mi curiosidad ha sido satisfecha.
Punto.
-¿Estás satisfecha? -preguntó con incredulidad.
-No voy a hablar más contigo, así que no te molestes en agitar tu lengua hacia mi. -
Hizo mucho ruido durante el proceso de darle la espalda.
Ella también me desea, decidió con una sonrisa. Era un hombre con un gran
conocimiento sobre mujeres y podía sentir cuando se sentían atraídas por él. Y cuando una
mujer protestaba tanto, era un buen signo de que se estaba debilitando. Sí. Sólo era
cuestión de tiempo hasta que Allinor se acercara de nuevo a él. Y él estaría listo.
Colocó un brazo bajo la cabeza, aparentando una pose casual. Con la otra mano
bajó las pieles hasta su cintura, dejando sus hombros y pecho expuestos. Algunas mujeres
le habían dicho, en más de una ocasión, que tenía un cuerpo impresionante de la cintura
para arriba. Bueno, en realidad la mayoría de los comentarios eran dirigidos hacia la parte
baja de su cuerpo, pero no quería escandalizar a Alinor con tanta virilidad, por ahora. No
es que no lo hubiera visto antes, pero no desde esa posición ventajosa.
Debería estar pensando en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer,
pero no podía. Todos sus pensamientos estaban siendo dirigidos por el órgano entre sus
piernas y no por el órgano entre sus orejas. En su opinión no era algo malo. Pero aún así,
se aseguró a sí mismo, hacerle el amor a Alinor no significaba que estuviera comprometido
con ella, o que se hiciera responsable de ella después de llevarla donde Anlaf. Ella
entendería eso antes de que él metiera su espada en su vaina, seguro que lo haría.
¡Por el aliento de Odin! Sí que estaba haciendo frío. Con la mitad de su cuerpo
descubierto, Tykir estaba empezando a temblar… y no a causa de la lujuria. Y hablando de
alientos, puedo ver el mío. Seguramente los remos estarán congelados en la mañana.
Luego sucedió la cosa más asombrosa. Bueno, asombrosa para Tykir, que se
enorgullecía de su encanto con las mujeres. Escuchó un sonido. Un sonido suave.
Alinor estaba roncando.
¡Maldita sea! Se había quedado dormida.
-Alinor -susurró.
Nada.
Tocó ligeramente su cabello, que era lo único que se veía por encima de las pieles.
Nada.
La fulminó con la mirada.
Nada.
Con un gruñido de disgusto, se tapó con las pieles hasta la barbilla y se puso de
espaldas a Alinor.
Tal vez no me deseaba tanto como pensaba.
Al otro lado de la cama de pieles, Alinor detuvo sus falsos ronquidos por un
momento. Y todo lo que pensó fue ¡Whew!
Ocho días después, finalmente entraron en el gran fiordo que conducía al palacio
real del rey Anlaf en Trondelag. El sonido de un cuerno anunciaba la llegada de nuevos
barcos.
La tripulación estaba casi congelada hasta los huesos. Todos se habían envuelto en
enormes pieles o en pesadas capas de lana, incluso mientras remaban. Sus manos estaban
agrietadas y de vez en cuando sangraban gracias a las inclemencias del tiempo y la dura
tarea de maniobrar el barco en los mares invernales con remos y cuerdas llenas de hielo.
Alinor había permanecido casi todo el tiempo de viaje acurrucada bajo una de las
capas de Tykir, temblando. Se habría vuelto loca del aburrimiento de no haber tenido
tanto frio… y miedo por lo que le esperaba.
Habían sido golpeados por un clima gélido en esta última etapa del viaje -lluvia,
nieve, granizo y ráfagas de viento- del cual culparon a las maldiciones de Alinor. En
realidad, ella sí había estado diciendo una gran cantidad de “maldiciones”, tanto interior
como exteriormente, pero la mayoría eran quejas, no algún tipo de magia negra. Para
empeorar las cosas, a medida que se adentraban en la Tierra del Sol de Medianoche, los
días se volvían más cortos. Tykir le había dicho que en sólo unas semanas estaría oscuro
durante todo el día, y así sería durante la mayoría de los meses de invierno. ¡Qué
perspectiva tan deprimente!
Suponiendo que ella estuviera allí todo ese tiempo, Rurik había cogido el hábito de
checar sus partes masculinas una docena de veces al día porque afirmaba que Alinor las
había estado mirando con malas intenciones. Ella sonreía ante su idiotez y movía los dedos
de una forma enigmática que sólo lo ponía más furioso.
Uno de los marineros se había quejado de que había empezado a tener el
estómago suelto desde que la bruja le había deseado “buenas tardes” cuando pasó por
ahí. Alinor le dijo que probablemente había sido a causa del gammelost.
Otro había desarrollado una gran comezón en el pelo de sus axilas, pecho, cejas y
barba, pero sobretodo entre sus piernas, en donde descubrió que tenía ladillas. Alinor
debió haber causado que las pequeñas criaturas de repente habitaran su piel, se había
quejado el hombre supersticioso. Nunca se le ocurrió que la moza con la que se acostó en
Jorvik pudiera ser la culpable. Pronto las ladillas se propagaron como un incendio -sin duda
atraídos por todo ese pelo vikingo- pero eso también fue atribuido a Alinor.
Apenas llevaban dos días fuera de Hedeby y ya algunos de los hombres habían
adoptado la práctica que Rurik, Bolthor y Tykir habían comenzado en Graycote: llevar sus
braies al revés como amuleto contra sus posibles hechizos. En opinión de Alinor, esta
práctica era particularmente tonta, sin mencionar que rayaba en lo ridículo, y ella se lo
hacía saber cada vez que se le presentaba la oportunidad. Esta nueva moda era más que
demencial para los marineros con el estómago suelto.
Naturalmente, todos continuaban revisando su trasero en caso de que le saliera
cola. Y también llevaban cruces de madera y se rociaban en repetidas ocaciones con agua
bendita, que inmediatamente se congelaba sobre su nariz y su barba. Alinor sospechaba
que la reserva de agua bendita de Rurik se había acabado hacía mucho tiempo y llenaba
sus frascos con agua de mar, la cual le vendia a sus compañeros de barco.
A Bolthor se le habían ocurrido tantas sagas que trataban sobre una bruja y sus
actos malvados que constantemente se quejaba del hecho de que su memoria se estaba
volviendo borrosa y las historias se mezclaban. Aunque él no era mucho más amable con
ella que el resto de los hombres, Alinor estaba empezando a tomarle cariño al gigante
gruñón.
Lo peor de todo durante el viaje fue el trol besador.
A pesar de las advertencias de Tykir para que dejara el tema, Rurik disfrutaba al
contar como había encontrado a Tykir besándola sobre la cama de pieles. Cada vez que
contaba el cuento los detalles se hacían más y más exagerados, hasta el punto de que
ahora afirmaba haberlos visto desnudos, desde las pecas en su trasero hasta la poderosa
“proa” de Tykir que había estado a punto de sumergirse en sus “olas”. De acuerdo a la
lógica estúpida de Rurik, el solo hecho de que Tykir besara a una bruja era prueba de que
ella había lanzado un hechizo de enamoramiento sobre su maestro.
Alinor no necesitaba ningún recordatorio de los besos de Tykir.
Sus besos estaban firmemente grabados en su memoria. El solo pensar en ellos -y
pensaba sobre ellos muy seguido- la ponía caliente y extrañamente inquieta. Nunca se le
habi pasado por la mente, incluso cuando todavía era una joven con sus sueños intactos,
que los besos de un hombre pudieran ser tan… emocionantes. Y emoción era la última
cosa que necesitaba en su vida, se decía una y otra vez.
Para empeorar las cosas, a Tykir le estaba molestando mucho la pierna. Con la fría
humedad que llenaba el aire, apenas podía sostenerse sobre la pierna sin hacer una
mueca de dolor. Había empezado a cojear levemente y de vez en cuando se frotaba el
muslo a través de sus gruesos braies. Ella habría podido ayudarlo prescribiéndole algún
emplasto a base de hierbas, o algún régimen de ejercicios o -¡oh, santo cielo!-
masajearselo ella misma. Pensándolo bien, dudaba poder soportar exponerse ante su
desnudez… nuevamente… sin alguna consecuencia desastrosa. Se estremeció
involuntariamente al imaginar en qué forma llegaría esa consecuencia desastrosa… y si la
afectaría a ella, a él o a ambos.
Ella había estado evitando a Tykir tanto como él la evitaba a ella desde el
desafortunado incidente del beso. Pero había veces en las que encontraba a Tykir
mirándola y sabía que él también lo recordaba. Una vez incluso se relamió los labios
mientras la estudiaba.
Ella había sentido ganas de ir hasta el otro lado del barco para golpear al
desgraciado. O besarlo.
-Bueno, ¿has decidido ya cómo vas a manejar la situacion? -pregunto Tykir,
cojeando hasta su lado.
Ella estaba de pie frente a la barandilla, viendo cómo los hombres guiaban los
grandes barcos a través de los bancos del río al frente de los campos del palacio.
-¿Qué situación?
-La maldición. ¿Cómo vas a remover la maldición del miembro de Anlaf? -Estiró la
mano y le quitó un gran copo de nieve de sus pestañas distraídamente. Luego, para
sorpresa de ambos, se llevó el dedo a la boca y lo lamió.
Alinor sintió esa lamida como una flecha erótica en la boca de su estómago. Por
suerte, fue capaz de reprimir un gemido.
Él parpadeó ante ella, apostaría a decir que estaba igual de afectado. O estaba
jugando con ella… un juego para el cual ella no estaba preparada y en clara desventaja.
Olvidándose de que ella era una bruja. Este hombre la había seducido a ella, que era
buena y correcta, con unos miserables besos.
Bueno, no fueron miserables.
Concéntrate Alinor. Olvídate de los besos. Olvídate de su cuerpo desnudo. Recuerda
que él es tu enemigo.
-Me estás imaginando desnudo -bromeó Tykir, tocándole la barbilla
juguetonamente.
-¿Yo? ¿Yo? -balbuceó ella.
-Pero no te preocupes. Eso me agrada.
-Tú eres el experto en imaginar a la gente desnuda, no yo -aseguró.
Él simplemente sonrió, y le dirigió una mirada de evaluación que claramente no
involucraba nada de ropa.
-Para responder a tu pregunta…
-¿Qué pregunta? -Él estaba tocándole las puntas de su cabello y oliéndolo. Al
hombre sí que le gustaba la crema para el cabello con olor a rosa que Eadyth le había
dado.
Ella le alejó la mano de un golpe.
-La pregunta sobre cómo manejar “la situación”. -Ah, esa pregunta.
-He decidido que no voy a hacer nada.
-¿Qué? -Tykir lucía magnífico en su túnica de color rojizo forrada con piel de zorro,
a pesar de que tenía un bigote de una semana. Ninguno de ellos había podido bañarse o
cambiarse sus ropas llenas de sal durante los últimos ocho días, pero Tykir había
conseguido trenzar un lado de su cabello y ponerse el arete con forma de trueno y el
pendiente de ámbar para cuando fuera recibido en la corte del rey.
Por otra parte, Alinor sospechaba que ella parecía una gallina moteada y con la cara
sucia, incluso estando envuelta en la lujosa capa de Tykir.
-No voy a hacer nada -repitió-. No soy una bruja. No es culpa mía que Anlaf sufra…
una aflicción. No es culpa mía que haya sido secuestrada y torturada y obligada a soportar
las humillaciones propias de un esclavo. No es…
-¿Torturas? -Tykir alzó la ceja derecha-. Nómbrame una.
-Besos. Tener a más de doscientos hombres mirando mi trasero todo el tiempo.
Comer gammelost.
Él le sonrió y bendito Dios, era casi irresistible cuando sonreía.
-¿Torturada por besos? -se burló.
-Sí -insistió ella, levantando la barbilla desafiadoramente-. Por lo tanto es tu culpa
el que yo esté aquí. Así que te dejo encargado para resolver el problema.
-¿Yo? ¿Yo? -lo pensó por un momento y luego la miró con los ojos entrecerrados-.
¿Volvemos a la teoría del ángel guardián?
Ella se encogió de hombros.
-No tiene menos sentido pensar que tengas alas escondidas a pensar que yo tenga
una cola escondida.
-Me niego a ser tu ángel guardián -dijo, y luego se dio cuenta de lo ridículo que
sonó-. Quiero decir, me niego a hacerme responsable de tu bienestar después de hoy. Te
presentaré ante el rey Anlaf, le haré prometer que te tratará con respeto debido a tu
posición, le pediré que te regrese a tu casa después de que hayas enderezado su vara,
pero no seré tu protector.
-¡Aaarrgh! Has oído algo de lo que te he dicho en las últimas semanas? No…
puedo… enderezar… un… un… una… polla. ¡Listo! Ya dije la palabra. ¿Estás feliz ahora?
Él sonrió.
Sí, estaba feliz.
¡El muy trol!
-No temas bruja. Ya pensarás en algo.
Ese hombre tenía la cabeza hueca.
-Si todo lo demás falla, podrías intentar besar a Anlaf. Créeme, tienes talento en
ese área. Sí, esa podría ser la solución perfecta. Besos para curar una maldición. Yo sé que
tus besos me enderezaron.
Ella le dirigió una mirada de total incredulidad ante su insensibilidad y formó un
círculo con el brazo antes de golpearle su boca sonriente.
Él apenas se inmutó ante su golpe. Pero reconoció:
-Bueno, puede que no.
El castillo de Anlaf yacía sobre un montículo de tierra entre la unión de dos ríos. El
foso lleno de agua se encontraba en la base del cerro con cima plana. Había casas del
estilo de chozas y casas comunales que iban hasta los muelles, pero la mayoría de la gente
vivía cerca de las murallas del castillo y de la estacada que lo rodeaba. Era tan grande que
parecía como si se pudiera acomodar a cientos, incluso miles de habitantes.
-¿Siempre hay tanta gente aquí? -Alinor le preguntó a Tykir.
-Nah, debe de haber un banquete o algo así.
-Sin duda, es la celebración del matrimonio de la hija mayor de Anlaf -dijo Bolthor
mientras pasaba con un gran baúl de madera sobre el hombro-. Sí, me parece que escuché
que Signe se iba a casar en esta temporada -le sonrió a Tykir-. Por renuncio a ti.
Tykir refunfuñó algo en el idioma vikingo… probablemente alguna grosería.
Pero luego ella consideró las noticias que les había traído Bolthor. Me cortaran la
cabeza durante un banquete de bodas. Simplemente genial.
No pienses en ello, Alinor. Nada va a pasarte. Estás bajo la proteccion de un feroz
guerrero… un importante príncipe mercante.
Un trol.
¡Oh Dios!
Después de haber pasado por la entrada principal, Tykir la condujo con una mano
bajo su codo. Con la llegada del frío, la herida de la pierna había empezado a molestarlo y
Alinor podía ver que él luchaba contra la cojera, o al menos que nadie la viera. ¡Hombre
orgulloso! La mayoría de sus hombres habían ido primero, o se habían dispersado en
diferentes direcciones. Para muchos de ellos, éste sería su hogar para el invierno. Otros
viajarían a casa de Tykir, o a sus propias casas en el norte de estas tierras salvajes. Las
enormes puertas dobles fueron abiertas por un guardia quien, a su vez, señaló a otro
guardia que tocaba un cuerno anunciando su llegada.
El castillo hecho de tierra y madera era enorme, como una fortaleza palaciega. No
tenía ningún estilo arquitectónico claro que hubiera sido agregado indiscriminadamente
en los últimos años. Pero las puertas, dinteles y varias almenas de las murallas, incluidas
las de piedra, habían sido esculpidas en el estilo nórdico. En todas partes, había centinelas
de gran tamaño y con aspecto feroz que llevaban espadas, escudos y hachas de batalla.
Entraron en el gran salón, que en ese momento albergaba a más de quinientos
hombres y mujeres, aunque había muchos más hombres que mujeres. Una docena de
enormes hogueras se extendían a lo largo del centro de la habitación rectangular. Estas
pretendían ser usadas para dar calor durante los interminables meses de invierno, ya que
la comida se realizaba en una cocina separada, pero con todo el calor corporal que se
generaba por la multitud que comía y bebía durante esta ocasión festiva, las llamas
ardientes eran prácticamente innecesarias. A ambos lados de las hogueras, estaban
organizadas tres largas filas de mesas, comenzando en la tarima, en donde estaba la mesa
principal, y terminando en un extremo de la sala, en donde estaban sentados los invitados
menos importantes.
-Vamos -dijo Tykir tomando su mano, y la llevó hacia la tarima. Rurik y Bolthor los
siguieron después de haber atado a Bestia a un poste fuera. Muchos amigos y conocidos
saludaron a los tres hombres mientras pasaban, solamente dirigiéndole a Alinor una
mirada de curiosidad. Ella se había puesto la capucha de la capa de Tykir sobre su cabeza
para que nada en su apariencia llamara la atención.
-¡Tykir! ¿Cuándo volviste? ¿Trajiste la caja de vino frisón que ordené?
-¡Ven y cuéntanos las noticias sobre esa comadreja de Edred! Todavía sigue
pisándole los talones a Eric “Hacha Sangrienta”?
-¿Cómo estuvo la cosecha de ámbar de este año? Mi tercera esposa muere por
tener una de tus piedras."
-Ven a tomarte una copa con nosotros cuando hayas terminado tu asunto con el
rey, Tykir. Queremos escuchar de nuevo sobre la vez que el harem del sultan se abrió a la
Guardia Varangiana.
-¿Bolthor, eres tú? ¿Tienes alguna nueva saga que para contarnos? Todavía me río
con esa de Tykir “el Grande” y el Concurso de Escupitajos que contaste el año pasado
durante el festín del funeral de Gudrik “el Glotón”.
-Quédate aquí -Tykir le dijo cuando por fin llegaron a la cabecera de la primera
mesa. Él ni siquiera frunció el ceño ante el recuerdo de una de las sagas de Bolthor que,
como siempre, se burlaban de él. La solemnidad de su rostro asustaba a Alinor. ¿Por qué
no bromeaba y se burlaba de ella como siempre lo hacía? ¿Por qué no le sonreía a todos
sus compatriotas que reían y que lo saludaban? ¿Por qué actuaba como si su cabeza ya
estuviera en la guillotina?
Rurik se hizo a un lado para hablar con un grupo de vikingos medio borrachos
vestidos con la rica tela de la nobleza nórdica.
-Mantén tu boca cerrada como por cambiar un poco - le advirtió Tykir a Rurik, que
sin lugar a dudas estaba a punto de difundir sus historias acerca de Alinor la bruja.
Rurik parecía a punto de discutir la orden de Tykir, pero luego se volvió a poner al
lado de Alinor. Frunciendo el ceño hacia ella, sacó su cruz de madera del interior de su
túnica y la agitó frente a su rostro.
Ella bizqueó los ojos hacia él.
Su rostro se puso de color rojo brillante bajo el diseño hierba pastel y parecia como
si se estuviera ahogando con su propia lengua.
Bien.
-Ustedes dos, ¿podrían parar ya? -Tykir siseó entre dientes, luego procedió a subir
las escaleras hasta la tarima.
-¡Tykir! -El saludo entusiasta provenía de un vikingo bien vestido y que llevaba una
diadema adornada con oro sobre su frente. Su lujosa barba estaba trenzada con piedras
preciosas y su bigote le llegaba casi hasta la mandíbula. Ese era el rey Anlaf, asumió ella
basándose en su apariencia y su posición en la mesa principal-. ¡Bienvenido! ¡Bienvenido
primo! ¿Así que han venido a ayudar en la celebración de la boda de Signe, eh? -El rey
gritó alegremente, dando una palmada como para romper huesos a Tykir.
Los dos hombres eran del mismo tamaño y edad, aunque Tykir era de lejos el más
guapo. ¡Aaarrgh! Esas cosas no me importan. Al menos, nunca lo hicieron antes de
conocer al hermoso trol. Por alguna razón, Alinor había pensado Anlaf sería mucho mayor,
sobre todo si tenía una hija en edad de casarse, pero luego se recordó a sí misma que un
hombre de treinta y cinco años era ciertamente capaz de engendrar una hija de diecisiete
inviernos.
Pero Alinor estaba ensimismada mientras tomaban lugar los acontecimientos que
podrían afectar a su destino. Tykir estaba besando a la nueva novia... una chica menuda,
de pelo rubio, con rasgos uniformes y una sonrisa con hoyuelos. No era hermosa, pero sí
linda de alguna manera. Tykir también le dio sus buenos deseos al novio, un joven
atractivo de unos dieciocho inviernos. No un marido anciano para esta preciosa hija.
-Ese es Torgunn... uno de los hijos menores del rey Sven “Barba Partida” de
Dinamarca -le dijo Bolthor, que tuvo que agacharse para poder colocar la boca cerca de su
oído.
-¡Tykir! -Un hombre de cabello oscuro gritó desde el otro lado de la habitación. Se
puso de pie bruscamente, tumbando las piezas de marfil del juego vikingo knefatafl que
había estado jugando con otros hombres. El hombre, pecaminosamente atractivo, de no
más de veinte años, con la piel de un color marrón oscuro, como la de los hombres que
viven en un clima desértico, corrió a través de la habitación y subió las escaleras. Llevaba la
ropa más extraña, una especie de túnica blanca, con bordes demasiado decorados con un
diseño extranjero que no pudo identificar. Estaba ajustado en la cintura, con un albornoz
colgando en la parte posterior de su cuello. El atuendo era muy parecido al que Alinor
había visto usar a los comerciantes árabes en Jorvik. No se parecía en nada a los vikingos
en esta gran salón, a pesar de que, al parecer, lo aceptaban como uno de los suyos.
-¡Adam! -dijo Tykir con una gran sonrisa mientras abrazaba al hombre. Así que este
era el famoso Adam, el médico… el sobrino por el cual Tykir se tomó tantas molestias.
Después de muchas palmaditas de afecto, Tykir le dijo al joven:
-No pareces tener mal aspecto, a pesar de haber sido rehén durante todos estos
meses. -Alinor tuvo suerte de haber podido escuchar su conversación, estando de pie en la
parte inferior de la tarima.
-¿Rehén? -preguntó Adam, claramente confundido.
Tykir rápidamente escaneó la sala, sus ojos fijándose en el mensajero, Bjold, que se
estaba deslizando hacia una de las puertas exteriores. Con expresión de creciente
sospecha, Tykir se volvió hacia el rey.
-¿No habías enviado a un mensajero urgiéndome a traerte una bruja?
-Bueno, sí, pero… -bramó el rey.
-¿Y no me ofreciste tu caballo más fino?
-Bueno, sí, pero… -Anlaf se cambió de un pie a otro, obviamente avergonzado sobre
algo.
-¿Y no me prometiste a la esclava de las campanas?
-¿Lo hice?
-Sí, lo hiciste. -Tykir entrecerró los ojos ante el astuto rey-. Y lo más importante, ¿no
dijiste que mantendrías a Adam como rehén hasta que te trajera a la bruja?
-¡Anlaf! -Adam acusó al rey-. ¿Dijiste tal cosa? Por supuesto fue una mentira, Tykir.
¿Qué tipo de hombre crees que soy que no puedo escapar a tal “cautiverio”?
Un gruñido comenzó a salir de la garganta de Tykir, como un oso enojado.
-La enfermedad se curó sola. ¿No es un milagro? -Un radiante Anlaf le informó a
Tykir-. Pero no pasa nada. Ven a compartir el banquete con nosotros. -Hizo un gesto con la
mano magnánimamente-. Tal vez pueda incluso encontrar a la joven de la campana para tí.
Ja, ja, ja.
-¿Que no pasa nada? -Farfullo Tykir.
-Sí, no pasa nada. -La frente de Anlaf se arrugó con desconcierto ante la ira de
Tykir-. ¿No me crees? ¿Te gustaría ver a mi equipo recién enderezado? -Se puso de
espaldas al gran salón y dejó caer la parte delantera de sus braies para que Tykir lo
estudiara.
-Muy bien -observó Tykir con humor tan divertido como su rostro encendido por la
furia. Mientras tanto, Adam estaba riéndose tan fuerte que lágrimas corrían por su rostro.
Estos vikingos son los hombres más crueles del mundo.
-Anlaf, tienes que ser el más tonto de toda la tierra -rugio Tykir, para nada
divertido-. Hiciste muchas tonterías cuando éramos jóvenes, pero esta vez has
sobrepasado los límites de parentesco. ¿Tienes idea de lo que has hecho?
-¿Yo? -preguntó Anlaf, poniendo una mano sobre su pecho en afrenta-. Por cierto,
¿por qué algunos de tus hombres llevan sus braies al revés? ¿Es la nueva moda en las
tierras sajonas? Siempre pensé que eran unos volteados. Ahora lo sé con certeza. Ja, ja, ja.
Tykir cerró los ojos con frustración.
-Me pediste que te trajera a la bruja sajona -señaló como si le estuviera hablando a
un niño sin cerebro.
-¿Y?
-Aquí la tienes. -Tykir señaló en dirección a ella.
Todos los ojos se volvieron hacia Alinor.
¡Oh...oh!
Rurik, el muy mezquino, volcó la capucha de Alinor atrás de modo que el pelo de
color rojo brillante salió disparado hacia adelante. A la luz de un centenar de velas y un
igual número de antorchas en la pared, sus numerosas pecas eran sin duda también
evidentes.
-Ahí esta tu bruja -anunció Tykir, con la voz llena de exasperación-. Lady Alinor de
Graycote.
A lo largo de la sala, como una onda en un arroyo, la palabra se extendió.
-Una bruja. Una bruja. Una bruja. Una bruja ...
Alinor le suplicó con la mirada a Tykir, su única esperanza en este mar de vikingos.
Él permaneció con el rostro severo e impasible.
Por favor, Dios, rezó.
En ese momento, las llamas de una gran fogata detrás de la tarima rugieron
mientras algunos maderos chisporroteaban. La luz radiante formó un aura detrás de la
cabeza de Tykir... casi como un... Bueno, un halo.
Era una señal.

Capítulo IX

“Ahí está tu bruja.”


Las crueles palabras de Tykir hicieron eco en su propio cerebro, como un martillazo
de culpa. Él no había planeado dejar escapar la identidad de Alinor para que todos la
oyeran… al menos no de una forma tan prematura. Él sabía mejor que nadie que la cabeza
fría era fundamental en todos los aspectos, ya fuera en un combate, engatusando a una
mujer hasta el lecho de pieles o discutiendo ante un rey torpe. Pero había sido tomado por
sorpresa al ser informado por Adam de que todos sus problemas de los últimos dos meses
habían sido en vano. ¡Curado! Anlaf había curado, y ni siquiera se había molestado en
informarle.
Y Alinor... mírala. De pie cerca del pie de las escaleras que conducen a la tarima, le
recordaba a un niño, envuelta como estaba en su capa, la cual se amontonaba entre los
juncos a sus pies. Incluso desde aquí, en lo alto de la tarima, podía ver cómo le temblaban
las manos, pero mantenía la barbilla en alto. ¡Por la sangre de Dios! La muy tonta todavía
albergaba la idea de que él era una especie de ángel guardián enviado personalmente por
su Dios para protegerla. ¿Por qué si no iba a estar de pie, afligida, mirándolo con los ojos
llenos de lágrimas ante su aparente traición?
¿Traición? ¡Ja! Ella ya no es responsabilidad mía. Ya la he traído ante el rey Anlaf.
He cumplido con mi deber.
¿Entonces por qué me siento tan como un animal rastrero?
No, no me siento culpable. ¡No, no, no! No voy a ser arrastrado hasta el fango de la
responsabilidad. Mantén tu distancia... ese ha sido mi lema desde que era un simple niño
de ocho años, y sí que ha sido un lema sabio. Nunca te quedes en un solo lugar durante
mucho tiempo, y nunca, jamás, dejes que los lazos con la gente se vuelvan demasiado
importantes... ya sea con la familia, los amigos, los soldados y marineros o mujeres.
No me importa. Esa es la clave. Preocuparse demasiado por alguien o algo es una
cuerda floja peligrosa para cualquier hombre que intenta caminar. Preocúpate demasiado
y tus partes más vulnerables quedan expuestas. Preocúpate muy poco y tu alma se
congela y muere por falta de calor.
Él se preocupaba por Eirik, por supuesto. Y Eadyth. Y sus hijos. Bueno, también
estaban Selik y Rain y sus hijos, incluyendo a Adam. Y sentía un poco de afecto por Gyda y
su tío, el rey Haakon, y la hermana menor de Adam, Adele. Pero eso era todo. No, en cierta
medida, también debía incluir a Bolthor y a Rurik.
¡Dios santo! ¿Desde cuándo empecé a preocuparme por tanta gente? Esto tiene
que parar. Es el momento de trazar la línea con esta mujer. No me voy a preocupar por
ella. Ni un poco.
Está decidido. Se sentía mejor ahora.
Eso no quería decir que tuviera el corazón hecho de piedra. Por el contrario, se
aseguraría de la seguridad de la bruja antes de partir... o por lo menos de que tuviera la
oportunidad de un juicio justo. No es que él estuviera obligado a hacer tal cosa, pero era lo
más noble que podía hacer.
¿Noble? ¿Desde cuándo me volví noble?
No, estoy gastando demasiado tiempo preocupándome por la moza. Es un signo de
debilidad. Tal vez lo mejor es que simplemente me vaya. Anlaf la tratará imparcialmente.
¿Imparcialmente? ¿Cómo puede un hombre ser imparcial cuando su parte más
preciosa ha sido torcida por una maldición? Sí, Anlaf debe de culpar a la bruja por sus
problemas de virilidad durante estos últimos meses... aunque ahora esté curado. ¿No
sentirá la necesidad de castigarla? ¿Y qué forma tendrá ese castigo? ¿Azotes? ¿Esclavitud?
¿Tortura? ¿Violación? ¿Quemarla en la hoguera? ¿Decapitación?
¡Aarrgh! No voy a pensar más en esto.
No me importa.
De verdad, no me importa.
Diablos, dónde está el hidromiel?
Todo esto pensó en los segundos siguientes a su anuncio contundente.
-¿Has traído una bruja aquí? -preguntó Adam con incredulidad. Aún de pie a su
lado sobre la tarima, Adam le pasó un brazo por el hombro de manera fraternal y se echó
a reír-. ¡Dios mío, Rurik! ¿Qué es esa marca azul en tu cara? ¿Es de belleza? Siempre fuiste
demasiado vanidoso. Deberia darte lecciones de humildad.
Rurik dijo alguna grosería acerca de las partes del cuerpo masculino.
Adam sonrió y volvió su atención hacia Tykir y el tema en cuestión.
-¿Rurik y tú tienen algún gusto en particular por las brujas como compañeras de
cama?
-Ella no es mi compañera de cama -gruñó Tykir.
Bueno, es una lástima -dijo Adam.
Tykir entrecerró los ojos hacia Adam, que aún sostenía su hombro en un abrazo
fraternal, dándole palmaditas con exagerada simpatia.
-¿Es una lástima? ¿Por qué? ¿El sol del desierto te quemó la vista o qué? Es obvio
que no has mirado de cerca a la moza.
-¿Eso que veo son pecas? -Adam entrecerró los ojos, como si quisiera ver mejor-.
Conocía a un sultán que afirmaba que cada peca en el cuerpo de una mujer era un lugar
erótico.
-¿Qué? -Tykir fijó su mirada en Alinor, cuya cabeza estaba inclinada con perplejidad
ante su escrutinio. Haciendo una estimación aproximada, calculó que la mujer debía tener
alrededor de un millar de esas marcas en su cuerpo, si podía recordar su cuerpo desnudo
correctamente. ¡Ja! Esa imagen había quedado grabada en su cerebro lujurioso para toda
la eternidad.
Pero, en cuanto a la relación de Adam entre las pecas y el sexo, ¿sería posible? Se
volvió hacia Adam para preguntarle más sobre el tema y se encontró con una amplia
sonrisa de dientes blancos. Al darse cuenta de que había sido engañado por el muy pícaro,
empujó el brazo de Adam de su hombro. El tonto se dobló por la cintura, riendo a
carcajadas.
-De todos modos, ¿qué llevas puesto? -gruñó Tykir, moviendo los dedos sobre la
bata blanca y con capucha que Adam llevaba con todo el estilo de un cortesano real.
-¿Qué? ¿No te gusta mi caftán?
-No tiene nada que ver con eso. Parece como si te hubieras envuelto entre sábanas
de cama.
-Yo creo que estás celoso, Tykir. Dime la verdad, ¿no crees que parezco un príncipe
del desierto? Al mirarme, ¿no me visualizas montado sobre mi camello en las dunas de
arena? -agitó las cejas hacia Tykir.
Tykir le dio un codazo para que se comportara.
-De verdad espero que estés usando braies debajo de eso. De lo contrario sería
indecoroso.
-¡Ja! ¿Desde cuándo he intentado ser decente? -Los dos hombres se sonrieron el
uno al otro-. En realidad, se siente cierta libertad al dejar respirar tus partes inferiores.
Tykir se echó a reír en voz alta ante el muy sinvergüenza.
-Si respiras demasiado en esta parte del país, terminarás con el trasero congelado.
Entonces un grito femenino desgarró el aire. Al principio, Tykir pensó que había
sido Alinor, pero ella se mantenía en silencio, mirándolo como si fuera San Miguel
Arcángel, a punto de matar a sus dragones.
-¿Por qué la bruja te mira como si fueras las pasas en su postre? -preguntó Adam.
-Ella piensa que soy su ángel guardian -respondió Tykir secamente.
-¿Tú? -Adam silbó y se dobló de la risa nuevamente.
Otro grito rasgó el aire a través del ruido del gran salón.
Esta vez, Tykir se volteó para ver a Signe, sus dedos agarrando su propio cabello.
-¡Una bruja! ¡Una bruja! Y ella está cubierta por la saliva del diablo... y su cabello es
como el fuego de Satán -se quejó-. Es un mal augurio que una bruja asista a la boda de
uno. No dejen que su mirada se pose sobre mí, padre, no sea que tenga un bebé con los
pies puntiagudos dentro de nueve meses. -Con un último grito, se desmayó en los brazos
de su nuevo esposo.
¡Oh, por el amor de María! -Alinor murmuró con disgusto ante el espectáculo de
Signe.
Sin embargo, el rey Anlaf no estaba preocupado por su hija.
-Guardias, llévense a la bruja. Dénse prisa, antes de que renueve la maldición sobre
mi miembro.
Tykir sacó su espada instintivamente, no estaba dispuesto a dejar que los guardias
de Anlaf maltrataran a la moza... más bien, a la bruja... hasta que ella tuviera la
oportunidad de defenderse. No es que él hubiera oído una sola palabra de su boca
durante todas estas semanas que pesaran a su favor.
Por fortuna, la guardia personal de Anlaf no estaba a la vista, habiendo tenido el
sentido común, o la falta de sentido, de salir del rango de poderes mágicos de Alinor.
Ninguno de ellos quería una polla torcida. Con un grito de angustia, Anlaf quitó su escudo
de batalla de la pared y lo sostuvo frente a su cintura. Muchos hombres a lo largo de la
sala hicieron lo mismo.
-¡Oh, por el amor de María! -reiteró Alinor.
-¿María? ¿Quién es esa María de la que habla la bruja? -pregunto Anlaf-. ¿No será
acaso una bruja de alto rango?
-¡Rey Anlaf! ¡Qué vergüenza! -exclamó el sacerdote que había estado sentado con
Adam. Tykir ya lo conocia. Su nombre era Padre Caedmon-. ¿Acaso no tomó sus votos
bautismales en serio cuando lo bauticé el año pasado? María es la madre de Dios.
-Oh, esa María. -El rostro de Anlaf enrojeció bajo su barba rubia. Por lo menos, lo
que se podía ver de su rostro detrás de su escudo, el cual aún sostenía delante de su
cuerpo.
-¡Basta de esta cháchara! -rugió Tykir agitando su espada en el aire-. Asegúrenme
que Lady Alinor llegará a salvo a su casa y me iré a Dragonstead.
-Guarda la espada, Tykir -ordenó Anlaf mirando por encima de su escudo-. ¿Vale la
pena perder la vida por esta bruja?
-¿Qué te hace pensar que yo voy a ser el que salga herido? -dijo fríamente.
-Es por eso que no pudimos hacer mantequilla esta mañana -gritó una desaliñada
criada desde la puerta que conducia a la despensa-. Sabía que había un mal aura en el
aire. Era una señal de que una bruja se acercaba. -Se rascaba la cabeza mientras hablaba,
sin duda eran piojos. En opinión de Tykir, probablemente no habían podido hacer
mantequilla porque la moza perezosa no había batido lo suficiente.
-Tengan cuidado con su familiar -advirtió un hombre-. ¿En dónde está? -Él y otros
hombres en su mesa movian la cabeza de un lado a otro tratando de descubrir al familiar.
-Sus familiares están Inglaterra -les informó Bolthor-. Todos son ovejas.
-¿Dicen que tiene más de un familiar, y que son ovejas? -preguntó una mujer de
complexión fuerte que estaba sentada en la mesa principal. Era la hermana mayor de
Anlaf, Gudny-. Debe de ser una bruja muy poderosa.
-Ella puso un hechizo sobre mi perro, Bestia -señaló Rurik, a pesar de la advertencia
de Tykir de morderse la lengua-. Me parece que ha convertido a Bestia en uno de sus
familiares.
Gudny parecía impresionada y estaba estudiando a Alinor a través de ojos
entrecerrados y especulativos. Todo el mundo sabía que Gudny, que era tan alta como un
hombre y tan fuerte como un caballo, había estado buscando una poción de amor todos
estos años con la esperanza de atraer a su marido Alfrigg de nuevo a las pieles de su cama.
Se decía que ella tenía un apetito insaciable por el sexo -aunque Tykir apenas podía dar
crédito a eso, más bien sería un apetito insaciable hacia la comida- y Alfrigg había
preferido vivir entre los monjes en una isla de leprosos.
A lo largo del gran salon, un murmullo de miedo e indignación crecía en forma de
oleadas, que emergían del lugar en donde Alinor estaba parada junto a Bolthor y Rurik. Las
personas que habían estado sentadas cerca de ella se levantaron y se fueron, poniendo las
manos o los brazos sobre su rostro para que la bruja no pudiera darles mal de ojo... y de
otras partes íntimas, también.
-¿Ella es la bruja que te puso la marca en la cara? -una doncella vikinga le preguntó
a Rurik con voz atemorizada. Tykir no podía decir si el temor se debía al atractivo rostro de
Rurik, o al poder de la bruja.
-No -contestó Rurik, su interés capturado por el bello rostro de la doncella y sus
pechos aún más bellos-. Eso lo hizo otra bruja.
-¡Otra bruja! -rugio Anlaf-. ¿Te atreviste a traer a dos brujas al banquete de
matrimonio de mi hija? ¡Oh, santo Thor! ¿Acaso tenemos a una secta entre nosotros?
Un gran número de los invitados de la boda se escondieron bajo las mesas ante ese
alarmante prospecto.
Alinor tuvo la osadia de reírse.
-No, no he traído dos brujas -dijo Tykir cansadamente. En realidad ni siquiera
estaba seguro de haber llevado una. Pero ese no era el problema. Ni él era quien para
decidir-. Anlaf, tu tenías un… problema -comenzó a explicar Tykir con una voz
deliberadamente paciente, a pesar de que por momentos perdía la paciencia-. Tú enviaste
a un mensajero pidiendo mi ayuda, y yo estuve de acuerdo... para obtener la liberación de
Adam.
-Pero yo nunca estuve como rehén -interrumpió Adam-. Vine a Trondelag hace
varios meses, pensando en volver a Gran Bretaña para una breve visita. Al llegar la
primavera, me regresaré a las tierras árabes, en donde el estudio de la medicina está más
avanzado que en cualquier otra parte del mundo. Mientras tanto, he decidido permanecer
en la corte de Anlaf durante unos meses con el fin de estudiar con su curandero, el buen
sacerdote, Caedmon. -Los ojos de Adam se movieron involuntariamente mientras hablaba
hacia el otro lado de la sala, en donde Tykir vio al Padre Caedmon asentir con la cabeza en
acuerdo. Pero espera. Tykir creyó oír el ligero tintineo de campanas en esa mesa. Al
instante relacionó el sonido con el de la sirvienta de cabellos oscuros sentada al lado del
sacerdote.
Tykir ahogó una risa. Así, Adam se había retrasado por la esclava de las famosas
campanas, no a causa del rey Anlaf, y tampoco por sus esfuerzos académicos.
No era algo sorprendente ver a un sacerdote romano en una asamblea de vikingos.
Muchos noruegos practicaban el cristianismo y religiones nórdicas, y los obispos enviaban
voluntariamente a sacerdotes curanderos en medio de esas naciones con la esperanza de
ganar almas, al mismo tiempo que curaban heridas y entablillaban huesos rotos.
Por su parte, Adam muchas veces se aferraba a cualquier persona que pudiera
enseñarle algo nuevo en las artes curativas. Y las mujeres, muchas veces se aferraban a
Adam, quien afirmó haber aprendido cosas, aparte de medicina, de los árabes.
Tykir chasqueó los dientes con disgusto.
-Tienes suerte de que tu padre y Eirik no vinieron con sus tropas para asaltar el
castillo de Anlaf para asegurar tu regreso.
El rostro de Adam se puso pálido.
-Yo estaba pensando -murmuró.
Eso era un eufemismo.
Tykir se volvió hacia Anlaf.
-Si Adam estaba alojado aquí por su propia voluntad o no, no es importante. Tú me
hiciste creer que era un "prisionero amistoso" y que lo liberarías si te traía a la bruja.
Bueno, ya he cumplido mi parte del trato.
Anlaf lo pensó un momento y luego sonrió ampliamente.
-Eres libre de irte, Adam -dijo el rey magnánimamente-. Ves, Tykir. Ahora estamos a
mano.
-Ni en sueños.
-Ndr enden er er dios allting godt -dijo el rey, pidiendo una tregua-. Bien está lo que
bien termina.
Tykir se resistió.
-No veo ningún final satisfactorio. -¿Cómo es así?
-No es seguro que la mujer sea una bruja, Anlaf. Si no lo es, es injusto que la haya
traído aquí.
-Bueno, entonces llévatela de regreso.
Tykir apretó la mandíbula. En realidad no quería pelear con Anlaf. Estaba cansado.
Estaba enfadado. Se moría de ganas de tirarle un diente o dos.
-No voy a volver a Gran Bretaña hasta el próximo otoño -dijo, midiendo sus
palabras lentamente-. Tú ordenaste. Yo obedecí. Fin de la historia.
-¿Historia? ¿Historia? -Bolthor saltó en la conversación. Tykir no se había dado
cuenta de que él y Rurik habían sacado las espadas, así solamente esperaban a que diera
la orden para defenderlo, en caso de que fuera atacado-. ¿Quieren una saga sobre esto?
¿Qué tal Tykir “el Grande” y el Destorcimiento del Rey?

Una vez torcida estaba la mecha del rey después de que una bruja lo descubriera
jugando con fuego en un convento.
Ahora la vela puede quemarse de nuevo. ¿Pero por cuánto tiempo?
Si la bruja se queda,
Se convertirá Trondelag
en la Tierra de las velas torcidas?

Tykir y Anlaf gruñeron al mismo tiempo.


-Me tomaste por tonto, Anlaf. Nadie hace eso sin atenerse a las consecuencias, ni
siquiera un rey.
-No lo hice -protestó Anlaf-. Yo tenía el pene torcido. Tengo testigos de ello, y el
gran dolor que sufrí, sin mencionar la falta de sexo durante tres meses enteros. Pero ahora
está sano y salvo. ¿Quieres verlo otra vez?
-No. No quiero ver tu miembro peludo.
-¿Peludo? ¿Viste pelos ahí? ¡Oh, esto es demasiado! -Se volvió para mirar a Alinor-.
¿Ahora me pusiste una maldición de pelo ahí, bruja?
Tykir tuvo que sonreír ante esa idiotez.
Alinor estaba sacudiendo la cabeza de un lado a otro, murmurando:
-¡Vikingos! ¡Todos imbéciles!
-Por lo menos el mío no es peludo -Tykir le informó con una sonrisa.
-¿Cómo lo sabes? ¿Has revisado últimamente? Tal vez también te puse una
maldición de pelo.
-El sarcasmo no te queda bien, mi señora. -La bilis le subió a la garganta, a pesar de
que sabía que estaba bromeando. Al menos, esperaba que lo estuviera. A duras penas
contuvo el impulso de correr al baño y estar seguro.
Adam se estaba riendo tan fuerte que las lágrimas rodaron por su rostro.
-Hoy me siento generoso, Tykir. Puede que haya desempeñado un pequeño papel
en este malentendido, lo reconozco. Te voy a obsequiar a Fiera Uno y a Samirah, por todas
las molestias -le concedio Anlaf-. Un caballo y una moza. ¿Qué más se puede pedir?
-Te diré que más quiero. Quiero una disculpa. Quiero recompensa por todas mis
molestias. Quiero abandonar este castillo hoy mismo. Quiero que Lady Alinor regrese a
salvo a su casa en Northumbria.
-Quieres todo eso por un simple malentendido -farfulló Anlaf-. Ninguna de mis
naves parte a Gran Bretaña en unos tres o cuatro meses. No puedo albergar una bruja en
mi castillo por todo ese tiempo. Mis tropas se rebelarían. Mis esposas y concubinas
evitarían mi cama de pieles. Quién sabe qué calamidades caerían sobre mi hogar. Tú la
llevas.
-¿Yo? Oh, no intentes ese truco conmigo. Ella se queda contigo hasta que la
regreses a su patria.
El horror absoluto en el rostro de Anlaf era casi cómico si se consideraba que el rey
había enfrentado a legiones de feroces soldados en batalla, con menos miedo del que
mostraba ahora. Al parecer, la pérdida del miembro de uno inspiraba más temor que la
pérdida de la vida propia. Las protestas de Anlaf hicieron eco a lo largo del gran salón, en
donde otros insistieron en que la bruja no podía quedarse.
-Apedreen a la bruja -sugirió un hombre.
-Quémenla en la hoguera -insistió otro.
-Vamos a torturarla para sacarle sus secretos primero -exhortó Gudny.
-¿Ella baila desnuda en el bosque? Tal vez primero podríamos verla bailar desnuda -
propuso un joven soldado-. Sería un buen entretenimiento para una fiesta de bodas. -
Otros asintieron con entusiasmo.
-O un juicio por agua. Eso sería digno de ver -otra persona ofreció. Más
asentimientos vigorosos.
-¿Juicio por agua? ¿Qué es eso? -Oyó que Alinor le preguntaba a Bolthor.
-Ellos te mantienen bajo el agua durante diez minutos más o menos. Si sobrevives,
debes ser una bruja. Si te ahogas, tu nombre queda limpio.
Alinor lo pensó por un segundo.
-¿Y ésa es la justicia vikinga?
-Lo aprendimos de los sajones -le dijo Bolthor. Mientras tanto, los juerguistas
nórdicos seguían ofreciéndo sugerencias al rey sobre el destino de la bruja.
-¿Alguien ya comprobó si tiene cola? -advirtió un hombre
Los murmullos en toda la sala eran inquietantes, tanto para él como para Alinor,
cuyo rostro se había vuelto blanco debajo de sus horribles pecas. Vio que los dedos de
Rurik estaban envueltos alrededor de su muñeca como en el apretón de un tornillo.
Bajó los escalones de la tarima con pisadas fuertes e irrumpió hacia el lado de
Alinor, golpeó la mano de Rurik a un lado con un silbido de rabia ante las azules marcas de
dedos que estropeaban su delicada piel y la arrastró hacia adelante con él, con un brazo
protector envuelto alrededor de su hombro. A pesar de que estaban en la parte inferior de
las cortas escaleras, todo el mundo en la mesa principal se levantó de su asiento y dio dos
pasos hacia atrás. La novia, que había recuperado la conciencia, estaba lloriqueando. El
novio la estaba consolando frotándole la espalda con una mano que bajaba
continuamente hasta su trasero. Tykir no creyó ni por un segundo que estuviera buscando
una cola.
-¡Suficiente! -Anlaf dejó caer su escudo en el suelo y gritó con voz rugiente, la cual
se expandió a través del gran salón como un trueno, causando oleadas de silencio. Cuando
todo estaba en silencio, Anlaf anunció-, he encontrado una solución. Mañana tendremos
un thing para decidir el destino de la bruja.
El thing comenzaría al mediodía del día siguiente.
Si Alinor esperaba un órgano de gobierno desorganizado dirigido por un grupo
rebelde de vikingos primitivos, con el rostro verde por beber en exceso la noche anterior,
estaba muy equivocada. Al parecer, los escandinavos tenían un gran respeto por sus leyes,
pues estaban arreglados y vestidos de acuerdo a la ocasión. Muchos de ellos se habían
bañado, puesto ropa limpia, afeitado o recortado el bigote y barba, y peinado o trenzado
su cabello largo. Debían de haberse despertado al amanecer para prepararse para este
evento. Eso, o que se hubieran quedado despiertos toda la noche, aunque ninguno parecía
cansado, a excepción de algunos con los ojos inyectados en sangre, con un mal aliento que
podría acabar con una tropa de soldados con solo soltar una exhalación.
Había espacios para que veintiún hombres se sentaran en semicírculo al frente de
la sala, mirando hacia el estrado vacío... tres hombres de cada una de las siete “tribus” o
regiones geográficas, incluyendo los jefes, asistían a la reunión. Tykir, Rurik y Bolthor se
sentaron tambien ahí, una vez que el thing comenzó. El resto de los hombres libres
estaban sentados en los bancos, detrás de sus representantes elegidos. El rey Anlaf,
vestido con todas sus insignias reales y coronado con una diadema de oro sobre su frente,
actuaría como el líder del thing. Él estaba sentado en una silla montada en el centro del
semicírculo.
Había pocas mujeres presentes en la asamblea en sí, pero podían ser vistas en el
fondo, haciendo sus tareas, o tratando de escuchar lo que debía ser un evento
mayormente masculino.
Tykir y ella estaban sentados en una banca a un lado, junto con otras personas que
tenían conflictos que debían ser resueltos en el thing. Bolthor, Rurik y Adam estaban
sentados a cada lado de ellos en la banca.
Primitivas cruces de madera abundaban colgando del pecho de muchos. Alinor
sospechaba que Rurik tenía un negocio próspero de crucifijos y agua bendita. Ella deseaba
que tuviera un caso grave de astillas.
Un anciano de barba gris se levantó de la asamblea y se dirigía lentamente hacia el
frente, su progreso se vio obstaculizado por aquellos que lo detuvieron en el camino para
darle un cálido saludo. El anciano llevaba un abrigo de pieles de marta. Su pelo blanco
estaba bien peinado y colgaba sobre sus hombros como un manto de seda. En la mano
derecha llevaba un bastón largo de madera tallada con símbolos rúnicos. Parecía más un
obispo loco.
-¿Quién es ese? -Alinor le susurró a Tykir.
Él simplemente se quedó mirando hacia adelante, con rostro de piedra. Esta era la
primera vez que lo había visto desde la noche anterior, después de haber sido llevados por
la fuerza a una bodega, en donde había sido encerrada hasta esta mañana. Estaba claro
que Tykir la culpaba por todo ese predicamento.
¿Era culpa de ella que se encontrara en mitad de tierras vikingas? ¿Era culpa de ella
que no hubieran permitido que Tykir la dejara allí mientras que él seguía su camino feliz?
¿Era culpa de ella que una tormenta se estuviera gestando afuera, volviendo el
cielo negro aunque no fuera ni mediodía? ¿Era culpa de ella que la amenaza de quedarse
atrapados en la corte de Anlaf durante el invierno se alzara sobre ellos?
Adam se inclinó sobre su asiento al otro lado de Tykir y le informó:
-Ése es Styrr “el Sabio”, el lagman. Los vikingos tienen muchos códigos de ley, pero
rara vez son puestos por escrito. Es responsabilidad del lagman aprenderse esas leyes de
memoria y recitarlas antes de que el thing comience.
Tykir le dirigió una mirada penetrante a Adam, etiquetándolo de traidor por hablar
con Alinor cuando él no lo hacía.
Adam ignoró a Tykir y honró a Alinor con una sonrisa pícara que, probablemente,
había derretido más de un corazón.
-Por cierto, yo soy Adam de Godwinshire. No hemos sido presentados
correctamente.
Tykir resopló con disgusto.
Ella le devolvió la sonrisa a Adam más para molestar a Tykir que para responder a la
sonrisa seductora del joven.
-Yo soy Lady Alinor de Graycote... víctima de la ridícula misión de este patán -dijo
ella, volviendo los ojos hacia Tykir-. Él quiere culparme por este giro de los
acontecimientos, pero en el fondo sabe todo es su culpa.
-Debe ser muy en el fondo -masculló Tykir.
-¿Qué dijiste?
-Nada. No estoy hablando contigo.
-¿No crees que estás siendo inmaduro?
-¿Adam, vendrás conmigo a Dragonstead por el invierno… asumiendo que
podamos salir de aquí antes de que los fiordos se congelen? -pregunto Tykir, ignorándola-.
O te quedarás con el Padre Caedmon en la corte de Anlaf?
-No lo sé con certeza. Depende de si el thing termina en un combate. Si tenemos
que luchar para salir de este lío... -se encogió de hombros- …entonces no habrá opción.
-¿Combate? -protestó ella-. Pensé que se trataba de un tribunal de justicia.
Antes de que alguien pudiera responder -no es que alguien se apresurara a atender
a sus preocupaciones- Rurik se inclinó hacia delante desde el otro lado de Adam y se
dirigió a Tykir.
-Me parece que deberías dejar que me lleve a la moza afuera y le corte la cabeza.
Eso resolvería los problemas de todos. ¿Qué dices? ¿Debo desenvainar mi fiel espada?
Alinor le dijo a Rurik lo que podía hacer con su fiel espada; era la misma expresión
vulgar que había usado en raras ocasiones anteriormente. Los cuatro hombres, incluyendo
a Bolthor, a su lado, la miraron boquiabiertos, como si le hubieran salido tres cabezas.
¡Por los dientes del infierno! ¿Como si nunca antes hubieran oído una mala palabra
de la boca de una dama?
Al parecer no.
-Ésta no es la primera vez que utiliza esa expresión con nosotros. ¿No es así, Tykir?
-Rurik frunció el labio superior con disgusto-. Debe ser una característica de las mujeres
sajonas hablar con la crudeza de los hombres. Tal vez sólo sea de las mujeres sajonas que
viven con ovejas. Las que están poco inclinadas hacia la docilidad.
Alinor no dijo nada, pero movió sus dedos en dirección a las partes masculinas de
Rurik y murmuró algunas palabras sin sentido.
-Mimje hwan zibaziba.
Rurik se puso de pie de un salto y balbuceó:
-¿Ven... si vieron que puso una maldición sobre mí? -Con un grito ahogado, salió
precipitadamente de la sala.
-¿A dónde va? -preguntó un asombrado Adam.
-Al retrete para buscar torceduras -respondió Bolthor con un humor seco que ella
no sabía que tenía-. Lo hace por lo menos tres veces al día. -Entonces pareció contenerse-.
Perdone, señora, por mi crudeza.
Entonces Bolthor empezó con una de sus sagas.
-Escuchen todos, ésta es la saga de Rurik “el Hermoso”:

Rurik era un vikingo que tenía una gran pasión.


Pero escogió una bruja para mojar su mecha.
Y ahora lamenta la desdichada lección.

Adam y Tykir cerraron la mandíbula de golpe. En verdad que Bolthor no era el


mejor escaldo del mundo.
-¿Cuáles fueron las palabras de la maldición que puso sobre las partes masculinas
de Rurik? -quiso saber Adam, volviendo su atención hacia ella.
-Dios me libre de idiotas con cara azul -respondió Alinor.
A Adam le tomó sólo un momento darse cuenta de que Alinor no hablaba en serio.
Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, sin preocuparse por los vikingos que se
volvieron para mirarlo.
-Usted me gusta, Lady Alinor. Tal vez podríamos... ah, hablar más tarde, si las cosas
salen bien en el thing.
-¿Hablar? ¡Ja! -comentó Tykir-. Ella es demasiado vieja para tí, Adam. ¿Por qué no
vas a tintinear algunas campanas o algo así?
-¿Demasiado vieja? Tsk tsk, Tykir. ¿En dónde están tus modales? Un caballero no
hace comentarios sobre la edad de una mujer. Por favor, perdone la irascibilidad de Tykir,
milady. Hoy no está actuando como él mismo.
-¿En serio? Por lo que yo sé, siempre está irritable.
-Uh, sólo para satisfacer mi curiosidad, ¿cuántos años tiene, Lady Alinor? -Adam
formuló la pregunta con estudiada despreocupación.
‐¿Y ahora, de dónde vino eso? Oh, ya veo. El sinvergüenza probablemente piensa
que soy una vieja bruja de cientos de años. Veinticinco.
-¡Ah! Sólo son cinco años de diferencia. Además, siempre me han gustado las
mujeres mayores. -Adam movió las cejas sugestivamente.
Ella no pudo evitar sonreír ante el indignante bribón.
-Ella se queja sin cesar -dijo Tykir de repente, sorprendiéndolos a todos-. ¡Y su voz!
¡Bendita Freya! A veces es tan estridente que hace que te duelan los oídos. A decir verdad,
yo apostaría que ella se queja, incluso, en la cama.
Alinor le dio un fuerte codazo, que ni siquiera inmutó al patán.
-¿Qué te hace pensar que me gustaría irme a la cama con él, o con cualquier otro
hombre?
-¿Qué? ¿Pensaste que Adam estaba interesado en hablar contigo? Sobre qué,
ovejas? ¿Artes oscuras? -reflexionó un momento-. ¿O curas para las pecas?
¿Curas para las pecas? Ooooh, eso fue un golpe bajo. Hay artes oscuras que me
gustaría emplear con este desgraciado.
-A mí me gusta hablar con las mujeres -respondió Adam a la defensiva-. A veces.
Tykir y Bolthor exhalaron un colectivo:
-¡Ja!
-Y los desastres la siguen a todas partes -divulgó Tykir-. Si son sus dotes de bruja o
simplemente coincidencias, no lo puedo decir con certeza, pero doy fe de que se vuelve
aburrido después de un tiempo.
Bolthor asintió con la cabeza en acuerdo.
-¿Desastres? ¿Cómo qué? -se burló Adam.
-Torceduras de partes masculinas, gaviotas que mueren, agriamiento del vino,
intestinos sueltos, gestación de tormentas, incluso gansos que cagan sobre viajeros
desafortunados…
-¿Viajeros desafortunados? -preguntó Adam, claramente confundido por la
recitación de Tykir sobre sus supuestas malas acciones.
Tykir y Bolthor se miraron, se pusieron rojos y se negaron a responder.
Adam soltó una carcajada.
-¡Por la sangre de Dios! Parece que tengo mucho sobre lo que ponerme al día. Tal
vez vaya a Dragonstead contigo, después de todo, Tykir. ¿Has hecho sagas sobre todas
estas casualidades, Bolthor?
Bolthor le sonrió a Adam.
-Sí. Al menos la mayoría de ellas. Tengo la intención de recitarlas durante el
invierno en Dragonstead.
-No puedo esperar. -Adam sonrió inocentemente mientras hablaba.
Todo el mundo gruñó por lo bajo.
-Vamos a ver, Tykir. -Una sonrisa maliciosa se extendió sobre los labios de Adam-.
Me has dicho que la moza -quiero decir, la bruja- no es para mí porque es demasiado vieja,
habla demasiado y tiene demasiada magia. ¿Hay algo más que deba saber antes de
tomarla de tus manos?
-¿Quién dijo que yo quería que tomaras a Lady Alinor de mis manos? -espetó Tykir.
-Lo hiciste -declaró Alinor desconcertada por su cambio de actitud.
-No lo hice. Dije que Anlaf debe hacerse responsable de tí ahora. Nunca dije que
Adam debía asumir esa fastidiosa obligación.
-¿Cuál es la diferencia?
-No lo entenderías -respondió enigmáticamente-. Siendo una mujer, sería difícil
para tí comprender los pensamientos más profundos de la mente de un hombre.
-¿Te tomó mucho tiempo pensar todas esas estupideces?
Él le dirigió una tímida mirada de soslayo.
-Nah. Se me acaba de ocurrir. Fue una inspiración.
Ella puso los ojos en blanco.
-Bueno, si tú no la quieres... -comenzó a decir Adam, estudiándolos a ambos con
los labios temblándole de la risa. El idiota de Tykir obviamente no pudo ver la burla bajo
las palabras de Adam-. Supongo que yo podría ser su protector... por un tiempo.
-¡Por favor, Adam! Ahórranos tus caprichos. Tu solamente serías su protector hasta
que otra mujer atractiva se aparezca... no es que Lady Alinor sea atractiva. Quiero decir...
No era mi intención... -Tykir le dirigió una mirada de disculpa a Alinor, como si ella
no supiera ya el poco atractivo que sentía por ella. Tykir dejó escapar un silbido de
exasperación-. Afróntalo, Adam. No te gustarían las pecas que la cubren de pies a cabeza
-dijo Tykir abruptamente, y pareció sorprendido ante sus propias palabras.
Ella jadeó. ¡El muy imbécil!
¿Pero no era extraño cómo Tykir estaba intentando desviar el interés de Adam?
Aquí tenía la oportunidad perfecta para deshacerse de ella, ¿y qué hizo? Sabotear su
propio plan para renunciar a la responsabilidad sobre ella.
Llevó su mano hacia la de Tykir y tuvo que esforzarse por separarle los dedos antes
de entrelazarlos con los de ella. Y, oh, ¡qué bien se sentía al presionar su carne contra la
suya! Él era su ancla en este mar de peligro. Él la salvaría. Sabía que lo haría.
-No le hagas caso al patán -le dijo a Adam-. Él es mi ángel guardián, pero no sabe
afrontar su destino.
-¿Tykir... un ángel? -Adam sacudió la cabeza con incredulidad. Pero luego pensó en
las palabras de Tykir-. ¿Cómo es que sabes que ella está cubierta de pecas de pies a
cabeza? -pregunto, riéndose entre dientes.
-Porque la vio desnuda en Jorvik -explicó Rurik, que acababa de regresar del baño,
al parecer satisfecho con la forma que tenía su adorado miembro, si su arrogancia servía
de alguna indicación. Se dejó caer en su asiento al lado de Adam-. Y no ha sido el mismo
desde entonces. Está fascinado con lo que sea que haya visto.
-No estoy fascinado -dijo Tykir con consternación, como si fuera la cosa más terrible
del mundo. Bueno, sí sería, por supuesto. Ella no quería que estuviera fascinado. Pero aún
así era un bruto por decirlo con tanta vehemencia.
-Si mal no recuerdo, fue el ombligo de frambuesa el que llamó su atención la
primera vez que la vio desnuda. Y ahora no puede sacarse esa imagen de la cabeza
-interrumpió Bolthor, golpeándose la barbilla con el dedo pensativamente-. No, fue una
marca de nacimiento con forma de frambuesa en su vientre.
-Pezones de frambuesa -lo corrigió Tykir.
¡Oh, lo humillante de esa conversación! Alinor quitó su mano de entre la del patán
y enterró su rostro entre sus manos.
-Esta es la historia de Tykir “el Grande” y el festín de frambuesa -comenzó Bolthor.
-¿Tykir “el Grande”? -preguntó Adam.
-Cállate -contestó Tykir.
Y Bolthor compartió su última creación:

Los hombres vikingos tienen muchos deseos, algunos deseos son como el fuego.
Un vikingo, un saqueo, una copulación. Son muy pocos los que son tormentosos.
Pero que el señor perdone a la doncella cuando el vikingo toma un gusto
Por frambuesas en su cama.

Se hizo un largo silencio. Finalmente la curiosidad pudo más y Alinor alzó la vista
entre sus dedos. Los cuatro hombres estaban sonriendo. Y mirando su pechos.

Capítulo X

Tykir se sentía como si sus pies estuvieran plantados dentro de arenas movedizas y
su torso estuviera siendo atacado por vientos fuertes. Estaba siendo jalado en una docena
de direcciones a la vez, pero en algún lugar a lo largo del camino había perdido su brújula
interior.
¿Cómo pudo haber pensado que esta misión para Anlaf sería pan comido? Debía
de ser un idiota como Alinor decía.
Quería deshacerse de ella.
Y no lo hizo.
Quería confiar su suerte a la imparcialidad del thing vikingos.
Temía lo que esa suerte pudiera ser.
Juraba y perjuraba que toda esa desventura era su culpa por haber lanzado una
maldición en primer lugar.
Aun así la culpa lo fastidiaba como un dolor de muela.
La revelación más alarmante había ocurrido hace unos momentos, cuando Adam se
había ofrecido a hacerse responsable de la bruja. Oh, sabía que el bribón había estado
medio bromeando, pero él era el que había reaccionado como un jovenzuelo. Por primera
vez en su vida, se había sentido celoso y eso lo asustó enormemente.
¿En qué momento había dejado de fijarse en el color impío de su pelo o en el
exceso de manchas sobre su piel? En realidad, la bruja estaba empezando a lucir bien ante
sus ojos. Sí, para su horror, estaba empezando a desarrollar un gusto por el pelo cobrizo y
las pecas. Otras mujeres, incluso algunas de las bellas mujeres en la corte de Anlaf,
parecían pálidas en comparación. Tykir se estaba volviendo loco. Su vida se estaba
desmoronando, hilo por hilo. En medio de esta asamblea real, luchaba contra el impulso
de tirar de su pelo y rugir como un toro salvaje. Eso es, concluyó, me he vuelto loco.
Necesitaba alejarse y pensar. Solo. Una vez que estuviera en su casa, en
Dragonstead, su mente estaría clara nuevamente. Recordaría por qué era esencial que
protegiera sus emociones, ya que ahora no podía hacer que el hielo alrededor de su
corazón dejara de derretirse. Mucho más de ello y sería tan vulnerable como un pájaro sin
alas.
Además de eso, la herida de su muslo pulsaba con el dolor más grande que había
experimentado desde la batalla de Brunanburh, cuando se la había infligido. Temía que
estuviera haciéndole un daño irreparable a su pierna, cojeando sobre ella cuando la pierna
tendría que estar elevada, y su piel llena de cicatrices, con emplastos calientes. Su
hermana Rain lo desgranaría vivo con palabras de enojo si viera como había abusado del
buen trabajo que había hecho para salvarle la pierna quince años atrás.
-Tykir -dijo Alinor suavemente con un pequeño suspiro de simpatía.
¿Simpatía? ¡Aaarrgh! Levantó la vista para ver que ella tenía la mirada fija en su
muslo, que él estaba sobando inconscientemente. Antes de que tuviera la oportunidad de
desairarla, ella le alejó la mano de un manotazo, puso su capa sobre su regazo y comenzó
a masajearle los músculos doloridos por debajo de ella. Al principio estaba muy
sorprendido por el atrevimiento de la moza. Pero entonces sintió como si se estuviera
derritiendo ante sus cuidados expertos, que le impartieron un alivio bendito. Era como si
sus dedos flexionados le impartieran calor a su cuerpo torturado.
-En verdad que debes ser una bruja -murmuró, pero había admiración en su voz, no
condena.
Ella se encogió de hombros y le sonrió tímidamente.
¿Timidez? ¿De parte de la moza más directa de toda Inglaterra? Su corazón dio un
vuelco y se expandió con una plenitud más que desarmante.
Afortunadamente, su atención fue desviada por el golpeteo del bastón del lagman
contra el suelo, al frente de la sala.
-Escuchen todos -Styrr “el Sabio” gritó en una voz sorprendentemente fuerte para
alguien de su edad-. La paz sea con vosotros, hombres libres de Trondelag. Venid a juzgar a
sus compañeros según las antiguas leyes establecidas por los buenos hombres nórdicos a
través del tiempo.
-¡Escuchen! ¡Escuchen! -rugió la multitud.
-Acordáos también de nuestros Dioses y su gran aprecio por la sabiduría. Recordad
como Odín sacrificó uno de sus ojos para beber del pozo de conocimiento.
Muchos asintieron ante ese recordatorio de la reverencia por la ley y el orden de su
gran Dios.
-Pero sí que soy descuidado. Muchos de ustedes siguen la religión cristiana. ¿No
dice su Dios, “La lengua de los justos es plata recogida”?
-¡Amén! -respondieron algunos de los hombres en voz alta.
-Es comun que todos los hombres tengan diferentes opiniones. Pero el objetivo de
todos es la justicia, y en este thing, la justicia prevalecerá.
Un fuerte clamor de asentimiento resonó en la asamblea.
-Todos los hombres libres tendrán un voto. Ningún ejército podrá influir sobre las
decisiones del thing... no el de Anlaf ni el de ningún otro. El orden depende enteramente
de la aceptación voluntaria de aquellos en el juicio, que será mostrada por el vapnatak o
por el estruendo de las armas.
Cientos de hombres sacudieron sus espadas contra sus escudos para demostrar el
método por el cual se emitirían los votos.
-Esto, también, pronuncio yo. Las decisiones del thing serán definitivas y aceptadas
por cada uno de vosotros, en paz...
Una vez más, la asamblea expresó su acuerdo con gritos de “¡Sí!” o ladridos.
-... A menos que surja la necesidad de que el veredicto sea decidido por medio de
un combate.
La aprobación en esta ocasión fue como una aclamación salvaje.
Alinor dejó de masajear el muslo y se rió entre dientes.
-Como si una nariz ensangrentada demostrara algo.
-O un cuerpo sin vida, añadió él con una sonrisa.
-Sólo espero que no esperen que luche contra Anlaf para demostrar mi inocencia. -
Ese fue su débil intento de hacer una broma, supuso él.
Maldita sea, estaba tomándole cariño a su lengua afilada... y a su valentía frente a
lo que debía ser la prueba más aterradora de su vida.
-No, ellos esperan que pongas a un campeón de lucha en tu lugar.
Inmediatamente deseó poder retirar sus palabras. ¡Demasiado tarde! Se preparó a
sí mismo para los problemas.
Sus labios temblorosos se detuvieron, luego se extendieron en una amplia sonrisa,
justo antes de deslizar su mano entre la suya.
Problemas... Estoy en graves problemas.
Alinor escuchó con atención mientras el lagman enumeraba los varios crímenes y
sus respectivos castigos, según lo dictado por el ritual del thing. Adam estaba sentado a su
lado. Tykir, Rurik y Bolthor habían tomado asiento en el semicírculo de los jefes. Los
hombres de Tykir que permanecían en la corte de Anlaf -alrededor de setenta hombres-
estaban sentados detrás de ellos, en espera del thing.
Al parecer, los things se hacían cargo de una gran variedad de disputas: asesinato,
robo, propiedad de tierras, divorcio, violación, los derechos del pastoreo y la caza, incluso
conflictos tan mundanos como el cortejo de abejas o la recolección de leña.
El lagman explicaría el castigo para cualquiera que fuera el delito. En algunos casos,
el castigo era la muerte o el destierro. A veces, el castigo implicaba la mentalidad del "ojo
por ojo". Por ejemplo, la violación de la esposa de un hombre podría resultar en la
violación de la esposa o la hija del violador, o ambas. Sin embargo, generalmente,
elaborados wergelds se recaudaban, involucrando el pago de plata, lana, vacas u otros
artículos de equivalente valor.
-El wergeld, en el caso del robo de una mujer, exige el pago del dinero que se paga
por una esposa -estaba explicando el lagman-. Para la hija de un granjero de primera y que
sea virgen, fresca y fuerte, y sin mancha, el wergeld consiste en treinta pieles de marta... y
deben ser pieles de invierno sin agujeros de flecha. Sin embargo, si es la hija de un jefe, el
dinero de novia será el triple, equivalente hasta un máximo de diez marcos de plata.
-¿Y cuál sería el wergeld para una dama sajona? -Alinor le preguntó a Adam en voz
baja-. Una que ha enviudado tres veces, que ya ha pasado su mejor momento y con
mancha, pero que aún está fresca y fuerte.
-¿Tres veces? -exclamó Adam, luego bajó la cabeza inmediatamente cuando vio que
Tykir fruncía el ceño hacia ellos por conversar mientras el lagman hablaba. En una voz aún
más baja, le informó-, una viuda, así sea de alta cuna, aportaría menos que la hija virgen
de un granjero. A menos que ella sea dueña de grandes propiedades."
Alinor hizo un bufido de disgusto. En realidad, no había esperado menos. Incluso
sus hermanos no ponían mucho valor sobre ella cuando la vendían en matrimonio.
-Shhh-le advirtió Adam entonces.
El lagman estaba detallando los distintos castigos que podían recibirse por brujería,
que por cierto eran horribles. Desollarle la piel de la espalda. La muerte por beber espada.
(Ella supuso que significaba que le clavaban una espada en el corazón o los pulmones, lo
que causaba que la sangre gorgoteara a través de la garganta.) Ensartar la cabeza en un
poste. ¡Que imagen tan agradable! Quemarla en la hoguera. Abrir las nalgas de la bruja
para buscar la cola escondida. Y algo que se llamaba “Muerte Lanza”, en la cual veinte
lanzas eran plantadas en el suelo y la bruja era lanzada sobre las puntas de las lanzas, en
donde yacería hasta que la muerte se apoderara de ella, o ella sucumbiera al picoteo de
los buitres.
-Estos vikingos sí que son sanguinarios -Alinor murmuró las palabras de una
manera burlona, pero en su interior temblaba de miedo.
Adam le dio palmaditas en la mano y ella podría haberlo besado de
agradecimiento.
Finalmente, llegó el momento de que el thing escuchara el caso de Alinor.
-¿Qué crimen se ha cometido aquí? -preguntó el lagman.
-Brujería -respondió Anlaf-, por Lady Alinor de Graycote.
-Engaño. Incumplimiento de una comisión. Traición. Robo -respondió Tykir al
mismo tiempo-, por el rey Anlaf. Anlaf lo fulminó con la mirada y Tykir le devolvió la
mirada.
Alinor no estaba dispuesta a quedarse sentada y dejar que ellos hicieran todas las
acusaciones. Se puso de pie, para sorpresa de todos los que la rodeaban, especialmente
Adam, que tiraba de su túnica, en un intento por obligarla a volver a su asiento. Esquivó su
agarre y anunció sus quejas.
-Secuestro. Tortura. Inanición. Mareos a causa del mar. Asalto por miradas sexuales
constantes. Toques inapropiados.
Sus quejas fueron recibidas con risotadas y gritos de felicitación dirigidos hacia
Tykir. Por otro lado, Tykir lucía como si se hubiera tragado un barril lleno de gammelost.
-¿Toques inapropiados? Ese es el mejor tipo -pronunció un hombre, aplaudiendo
contra su rodilla con alegría.
-¿Puedes mostrarnos cómo dar una mirada sexual? -otro hombre se burló de Tykir,
todo el tiempo retorciéndose el rostro en una expresión ridícula.
Adam logró sentarla de nuevo en la banca y le dijo con una risita:
-Se supone que las mujeres no deben hablar en el thing, a menos que se les dé
permiso para hacerlo.
-¡Oh, y ahora me lo dices! Supongo que mi arrebato estará en mi contra en el
momento de la votación.
-No estés tan segura. La risa siempre es una buena señal.
-Procedan -dijo el lagman, señalando a Anlaf con su bastón para que fuera primero.
Acomodándose en una silla cercana, el lagman sacudió la cabeza lentamente de un lado a
otro, como si supiera que éste iba a ser un caso imposible.
Anlaf tomó una actitud arrogante, con sus hombros anchos echados hacia atrás y
los pulgares dentro de su cinturón. A continuación, comenzó a dar su versión distorsionada
de los hechos ocurridos en la Abadía de Santa Beatriz el año pasado. Afirmó que él y sus
hombres sólo se habían detenido para comer y beber y dejar descansar a sus caballos,
cuando la bruja había lanzado la infame maldición sobre sus partes.
Alinor comenzó a levantarse de nuevo para dar la versión correcta del encuentro,
pero Adam le puso una mano sobre el brazo como advertencia.
-Pero quiero decir verdad. El rey está mintiendo.
-Más adelante recibirás tu oportunidad.
-¿Por qué la mujer lo maldeciría si no estaba haciendo nada malo? -preguntó un
fornido vikingo de cabello oscuro veteado de gris y penetrantes ojos azules.
Anlaf se encogió de hombros.
-Tal vez odia a los hombres. O es enemiga de todos los vikingos, así como muchos
de los sajones. ¿Por qué si no iban a recitar esa tonta oración a su único Dios? “Oh, Señor,
de la furia de los vikingos, por favor, protégenos.”
Varios hombres se pavonearon como si fuera algo bueno.
-¡Rey Anlaf! -gritó el Padre Caedmon-. Usted mismo ha tomado los votos
bautismales.
-Sí lo hice -dijo Anlaf, agitando una mano despectivamente. Era obvio que su
conversión al cristianismo era solamente de nombre.
A continuación, Anlaf detalló la aflicción que había soportado como consecuencia
de su supuesta maldición -el notorio miembro torcido. En el momento en que se realizó la
descripción de la curvatura, el dolor terrible, la imposibilidad de enterrar su espada
doblada en las vainas rectas de sus esposas y amantes, y el golpe a su orgullo, la mayoría
de los hombres en la sala se encogieron e hicieron un gesto de desaprobación. Alinor, por
otra parte, sentía ganas de vomitar los contenidos de su escaso desayuno, papilla con más
papilla.
Entonces, todos los hombres suspiraron y exclamaron al ver su nuevo -y mejor que
nunca, según Anlaf- miembro. Alinor trató de no mirar, a excepción de un vistazo rápido a
través de sus dedos, que tenía sobre los ojos. Su estómago se revolvió de nuevo.
-Por lo que puedo ver, es sólo una cosa vieja y fea. Y como de color violeta, ¡por el
amor del cielo! Ciertamente nada por lo que se deba hacer tanto alboroto.
Adam se inclinó, temblando con una risa silenciosa.
-Discúlpenme un momento -dijo Tykir, y se puso de pie bruscamente,
interrumpiendo el discurso de Anlaf sobre su notable órgano, lo cual no fue del agrado de
Anlaf porque expuso algo llamado "poder de permanencia", ¿o era "poder mantenerse de
pie”?
Los hombres se tomaban sus partes masculinas demasiado en serio, en opinión de
Alinor, y se lo hizo saber a Adam en términos muy claros, lo que lo llevó a chisporrotear
con risa continua.
-Oh, oh, oh... No puedo creer esto.
Eso fue justo antes de que Tykir llegara pisando fuerte -o lo más cercano a pisotear
fuerte que podía hacer con su cojera- a su banca, en donde le gruñó al oído.
-Cierra la boca, moza tonta, o puede que no sea capaz de salvar tu cabeza. -Cuando
se dirigió a Adam, simplemente se limitó a sacudir la cabeza y murmuró:
-Tonto! -Antes de que pudiera preguntarle si en realidad tenía la intención de salvar
su cabeza, él ya estaba pisando fuerte/cojeando de vuelta a su asiento. Después Anlaf
llevó a sus testigos. Su curador, el Padre Caedmon; una experta en brujas (aunque nunca
explicó cómo es que la vieja arpía ganó esos conocimientos) y, por último, a tres esposas y
dos amantes, que atestiguaron la gravedad de su aflicción y el dolor y las privaciones que
había sufrido, sin mencionar su propio estado de insatisfacción durante varios meses. Esto
último casi hace reír a Alinor, pero no se atrevió a mostrar su diversión ante el ceño
fruncido que Tykir envió en su direccion.
A continuación, Anlaf llamó a algunos de los hombres de Tykir, quienes informaron,
a regañadientes, sobre las gaviotas muertas, la ducha en estiércol de ganso, los flujos
intestinales, las ladillas, el vino agrio, sus familiares ovejas y, lo peor de todo, la poción que
casi mató a Tykir .
Las bocas de algunos de los vikingos endurecidos se abrieron con asombro. Más de
uno parecía como si apenas pudiera contener la risa, a expensas de Tykir.
Fue la experiencia más extraña de su vida... una prueba tremendamente absurda
en una tierra salvaje de hombres salvajes. Bolthor estaba hablando para sí mismo, sin
duda, componiendo una nueva saga, Tykir “el Grande” y el Thing Salvaje.
Para su sorpresa, cuando el rey Anlaf le pidió a Rurik que declarara en su contra, él
se negó a hablar. En cambio se sentó con los codos apoyados sobre las rodillas y mirando
hacia abajo con tristeza. La única explicación que se le ocurría era que Tykir lo había
amenazado con alguna consecuencia grave.
Ahora era el turno de Tykir para presentar su queja. Él contó cómo el mensajero del
rey Anlaf, Bjold, lo abordó en la ciudad comercial de Birka. El joven estaba sentado detrás
de rey Anlaf, listo para ser llamado a declarar, de ser necesario.
-En primer lugar, Bjold me ofreció el semental sarraceno, Feroz Uno, si completaba
una misión para el rey Anlaf.
Hubieron muchos ooohs por parte de los hombres vikingos, que estaban
claramente impresionados pon la generosidad de Anlaf. Si Anlaf tenía pensado retirar esa
oferta, ahora ya no podría hacerlo gracias a la aprobación de sus compatriotas. Eligió el
camino más fácil y asintió amablemente ante los elogios que se lanzaban sobre él.
¡El muy sapo!
-Mi misión era buscar a la bruja, Lady Alinor, en Northumbria -continuó Tykir- y
traerla a la corte del rey Anlaf para poder quitar la maldición sobre su miembro.
-Pero yo no soy… -Alinor empezó a decir.
El lagman la ignoró y le hizo un gesto a Tykir para que continuara.
-Cuando me negué a aceptar la misión de Anlaf, incluso a cambio de un caballo tan
fino, Bjold añadió otro bocado a la olla. -Una leve sonrisa se asomó en sus labios -¡ese
patan lujurioso!- mientras señalaba hacia un rincón en donde Samirah, la esclava de las
campanas de plata, estaba envuelta en una conversación con otras mujeres. La chica, de
no más de dieciocho años y con un cuerpo y rostro hermosos, le sonrió tímidamente a
Tykir. Y Alinor sintió que las lágrimas se asomaban a sus ojos.
Adam se dio cuenta.
-Estás muy enamorada, ¿cierto?
-¡No... lo... estoy! -aseveró, dirigiéndole una mirada que habría asustado a uno de
sus sirvientes en Graycote, pero que simplemente dibujó una sonrisa en los labios de
Adam. Pero, oh, a pesar de sus protestas, temía que el bribón estuviera comenzando a
importarle. Inaceptable como era, ella estaba celosa de una simple chica con campanas en
sus pechos.
Tykir se quedó en silencio por un momento antes de continuar.
-Rechacé las dos ofertas que Bjold me presentó en nombre de Anlaf, porque tenía
trabajo importante que hacer antes del invierno. Pero luego me hizo una oferta que no
pude rechazar. Me dijo que Adam estaba detenido en su corte y no lo liberaría hasta que
trajera a la bruja. Él lo llamó un “prisionero amistoso”, pero un prisionero es un prisionero.
-¿Es eso cierto? -el lagman le exigió al rey Anlaf-. ¿Engañásteis a Tykir de esa
forma?
-Me malinterpretaste -se quejó Anlaf con voz herida. Cuando vio que Tykir no se
inmutó, se dirigió al lagman-. No, él me entendió mal. Simplemente le pedí a Bjold que le
informara a Tykir, como último recurso, de que Adam estaba de visita en mi corte, y si Tykir
quería podía unirse a él aquí antes de retirarse a Dragonstead para el invierno.
-¡Estas mintiendo! -gritó Tykir.
-¡Te estás pasando! -gritó Anlaf-. Recuerda a quién le estás hablando.
-Anlaf, puede que seas un rey, pero eso no te da permiso para mentir o engañar.
-Fue un malentendido, te digo. No somos enemigos, Tykir. Somos parientes de
sangre y camaradas. No pongas a prueba estos lazos con palabras mal escogidas.
-No es poca cosa engañar a parientes de sangre o camaradas, ya seas rey o
campesino.
El lagman puso las manos en alto para detener su argumento.
Bjold fue llamado al frente, y apoyó al rey con una mirada furtiva y tartamudeando.
Tykir y Anlaf comenzaron lanzarse acusaciones el uno al otro, mientras tanto, Bjold
se escabulló. Los vikingos dentro del semicírculo de los veintiuno, así como hombres libres
en la sala, murmuraban entre ellos.
Finalmente, el lagman se levantó y golpeó su bastón contra un escudo cercano para
llamar la atención de todos. Rápidamente, con un efecto dominó, el silencio descendió
sobre la multitud.
-Que la bruja pase al frente -dijo el lagman.
Tykir se estremeció.
No es una buena señal, pensó Alinor. Un gemido escapó de sus labios.
Adam la ayudó a levantarse y le susurró en el oído:
-No se asuste ahora, milady. Manténgase firme, con la entereza que ha demostrado
hasta ahora.
Las piernas de Alinor se tambalearon mientras caminaba hacia el centro de la sala,
en donde se le ordenó permanecer de pie frente a la asamblea. Miró hacia Tykir para
animarse, pero él simplemente se la quedó mirando, con el rostro enojado y serio. Si
estaba enojado con ella, con el rey Anlaf, o por todo el procedimiento, no podía decirlo.
-Se la ha acusado de brujería, Lady Alinor -dijo el lagman-. ¿Qué dice usted de eso?
Ella negó con la cabeza.
-No soy una bruja.
-¿Cómo explica el cabello de llamas y la saliva del diablo?
Ella se encogió de hombros.
-Fue la elección de Dios, no la de satán.
El Padre Caedmon se puso rígido, sin saber si ella estaba blasfemando o no.
-¿Puso usted una maldición sobre la hombría del Rey Anlaf?
-Sí -respondió ella con sinceridad, y se hizo un fuerte murmullo de -¡Ajá!- que
resonó a través de la asamblea-. Pero no era la maldición de una bruja. Simplemente la de
una mujer indignada al ver a un hombre a punto de violar a una monja.
-Yo... yo .. yo... nunca... -balbuceó Anlaf.
-Sí, sí lo hizo, rey Anlaf. Usted y sus compañeros vikingos entraron en la Abadía de
Santa Beatriz en Northumbria, donde violaron y saquearon a las buenas monjitas. Me sentí
indignada cuando lo vi separar los muslos de la hermana Mary Esme. Cuando mis
esfuerzos por quitárselo de encima resultaron infructuosos, grité: “Por el Velo de la Virgen,
que se te caiga el miembro si cometes esta maldad.” Eso no quiere decir que sea una
bruja.
-Ella me maldijo, y mi polla se torció en la mitad -argumentó Anlaf-. Soy un caso
confirmado de que ella es una bruja.
-Si yo fuera una bruja, ¿por qué no pongo una maldición sobre la maldita asamblea
y listo? -se burló-. Entonces no necesitaría el thing para ganar mi libertad. Simplemente
volaría con la ayuda de las artes mágicas.
Algunos de los hombres se movieron incómodos ante el recordatorio de que ella
posiblemente podría maldecir a sus partes colgantes. Algunos cruzaron las piernas para
protejerse y algunos agarraron escudos cercanos.
-¿Y el velo que lleva ahora es el Velo de la Virgen? -preguntó el lagman.
-¡Aaarrgh! ¿Es que no me escuchan o qué? No soy una bruja. Por lo que yo sé, no
existe alguna maldición que pueda torcerle el miembro a un hombre. Se dice que cierto
mal puede causar tales síntomas, y que con el tiempo se curan solos. Pero el Padre
Caedmon, o Adam “el Sanador”, deben saber más sobre eso de lo que yo sé.
-Eso no tiene ninguna importancia -sostuvo Anlaf, examinando sus uñas con
despreocupación.
-Sí, sí la tiene. Yo creo que usted tenía una dolencia física, no mágica.
-Eso lo decidirá el thing -dijo el lagman con severidad-. Ahora continue, Lady Alinor.
-No tengo conocimiento de alguna reliquia con el nombre del Velo de la Virgen.
Este simplemente es uno de los cinco velos azules que poseo, todos cortados de la misma
tela inglesa. “Por el Velo de la Virgen” es una expresión, eso es todo.
-¿Que explicación le das a los eventos espantosos que ocurrieron en compañía
tuya? -preguntó Anlaf con agresividad.
-Coincidencias.
-¡Ja! -respondio Anlaf. Y por lo bajo, murmuró-: ¡maldita bruja! -Ella pudo ver la
misma expresión de duda en el rostro de muchos de los hombres.
El lagman la miró durante un momento, luego suspiró ruidosamente. -Esto es un
dilema. Tenemos tres versiones de una disputa, todas diferentes. Pensemos sobre el
problema para llegar a una solución justa.
Unos cinco minutos de contemplación siguieron, mientras los hombres
aparentemente pensaban sobre todos los aspectos del caso. Algunos de ellos hablaron con
sus vecinos. Hubieron muchos asentimientos y sacudidas de cabeza.
Esos cinco minutos fueron como cinco horas para Alinor, cuyo destino estaba
siendo pesado en la balanza. Seguramente, al final, Tykir vendría a rescatarla... si
terminaba siendo necesario. Sus instintos acerca de él como su enviado de Dios -su ángel
guardián vikingo, así sonara absurdo- no podían estar tan lejos de la realidad.
Finalmente, la cara arrugada del lagman se iluminó, como si estuviera inspirado.
Golpeó su bastón contra el suelo buscando atención.
-Todos los hombres buenos saben cuándo comprometerse -comenzó a decir Styrr
“el Sabio”-. Se me ocurre, que se nos ha dicho que una bruja intenta seducir a un hombre
mortal para poder perder su cola. Y les recuerdo que Tykir nos dijo que no cree que Lady
Alinor sea una bruja. Por lo tanto, sugiero que Tykir pruebe su declaración al casarse con la
bruja. -Sonrió ampliamente a través de su boca sin dientes ante lo que, obviamente,
consideraba una brillante solución.
El rostro de Tykir palideció sobresaltado, y luego se puso rojo de ira. Despues
farfulló con incredulidad.
-Esas son palabras sabias que Styrr ha deliberado... y bien valió la pena la reflexión -
ofreció el rey Anlaf rápidamente. Después de sólo un momento de contemplación, gritó-:
¡Sí! ¡Una solución perfecta!
Y todo el cuerpo de los hombres libres y jefes mostraron su acuerdo con gritos de
alegría y el ruido estridente de sus armas contra los escudos.
-Demuestra que no es una bruja, Tykir. Cásate con la moza -gritaron muchos de
ellos.
-¡No! Me niego -bramó Tykir.
-¿Se niega a acatar una decisión del thing? -preguntó fríamente el lagman-.
¿Entonces eliges la decisión de tener un combate en su lugar?
-Espere un minuto. Espere un minuto -dijo Alinor-. Déjeme hablar con Tykir en
privado por un momento.
-No tengo nada que decirte -dijo él con una voz cargada de hielo cuando ella lo empujó
hacia un lado-. Todo esto es tu culpa.
-¿Mi culpa? -le espetó ella, pero luego suavizó su voz. Necesitaba tenerlo de su
lado, no alejarlo aún más-. Escucha, Tykir, casarte conmigo es la solución perfecta.
Él soltó un bufido más que ofensivo. Lo habría golpeado en la cabeza si no
necesitara de su ayuda en este asunto.
-En serio. Cásate conmigo para poner fin a este absurdo problema con Anlaf. Me
llevas a Dragonstead para el invierno, y yo volveré a Graycote cuando llegue la primavera.
Es una solución perfecta para mí. Estaremos casados, pero no realmente casados. Mis
hermanos se verán obligados a poner fin a sus maquinaciones matrimoniales. Y no tendré
que preocuparme por tener un marido molestándome sobre.... -su voz se apagó al darse
cuenta de lo insultante que sonaba su plan.
Tykir estaba sacudiendo la cabeza como si creyera que ella se había vuelto loca. -¿Y
qué ganaría yo de este supuesto matrimonio?
-Bueno… bueno… -Alinor titubeó-. Sería lo más noble que podrías hacer.
-¡Ja! más bien lo más ángel que podría hacer.
-Eso también -dijo ella alegremente.
-No soy un santo.
-Ya lo sé.
-No, Alinor. No lo sabes.
-Yo podría… ya sabes… -se sonrojó.
-No, no lo sé. Dime. -No iba a ponerle las cosas fáciles.
-Bueno, yo podría ser tu… um, compañera de cama durante el invierno.
Al principio su boca se abrió por la sopresa. Luego se rió. El patán se rió.
-¿Qué puedes ofrecerme que Samirah, u otra moza, no pueda… sin tanta molestia?
-Antes sí me deseabas… en Hedeby.
-Fue un momento de locura.
-Puede que yo tenga talentos ocultos. -¡Por la cruz! ¿Yo dije eso? El único talento
que tengo en la cama es rechinar mis dientes.
El se rió sin alegría y se alejó de ella, sacudiendo la cabeza y murmurando algo
acerca de "haberse vuelto loco". A continuación, se dirigió al lagman, a Anlaf y a los
hombres libres.
-Esto lo aceptaré. El rey Anlaf me dará el semental, quinientos marcos de plata…
-¡Quinientos marcos de plata! -exclamó el rey Anlaf.
-…Y a cambio, me llevaré a Lady Alinor conmigo a Dragonstead durante el invierno,
para demostrar que no le temo a sus poderes de bruja. Sin embargo, no me casaré con
ella. Eso es pedir demasiado. Incluso Anlaf debe admitir eso. -Vaciló un momento, y luego
añadió-, puedes quedarte con la chica de las campanas.
Alinor se encogió interiormente ante su rechazo de casarse con ella. Ella entendía.
De veras lo hacía. Aún así, le dolía.
-Me parece que es un compromiso razonable -opinó el lagman.
El rey Anlaf golpeó su mentón embarbado pensativamente. Finalmente, asintió con
la cabeza, y el ruido de armas de la asamblea dio el sello final de aprobación a la solución
de Tykir.
-Al menos me voy con mi cabeza puesta, así deje mi dignidad -le dijo a Tykir cuando
el la tomó por el brazo y la arrastró fuera del gran salón. Ella quería aliviar su mal humor.
Bolthor los siguió, junto con los setenta o más de sus hombres que aún quedaban.
Los hombres, armados con espada, formaban una falange apretada, mientras se retiraban
de la corte de Anlaf, atentos a cualquier traición. Mucho más atrás, iba Adam, que había
levantado su túnica hasta las rodillas para facilitar la huida. Rurik fue el último,
sobrecargado por sacos de tela con las monedas que había acumulado de su venta de
cruces y agua bendita.
Cuando llegaron a la entrada del gran salón, Tykir se volvió hacia ella y presionó su
nariz contra la suya.
-Atiéndeme bien, dama. Vas a pagar por este truco que has ideado contra mí de
formas que ni siquiera te puedes imaginar.
-Es casi imposible que hubiera podido pensar un truco como éste.
-Cierra… la… boca.
A ella le hubiera gustado expresar su opinión sobre sus modales desagradables,
pero estaba libre gracias a él, y decidió mostrar su agradecimiento con su silencio.
Tampoco es que tuviera elección.
Mientras caminaban hacia su drakkar en medio de la nieve que caía, Alinor meditó
las palabras de Tykir. Vas a pagar un alto precio por este truco que me has jugado, de
formas que no te puedes imaginar. En ese momento descubrió que tenía una muy buena
imaginación.
Y pensó: Hmmm.
Una hora después, dos de los barcos de Tykir se preparaban para zarpar hacia
Dragonstead.
El clima se había vuelto frío y el aguanieve estaba cayendo constantemente. Podía
decirse por la eficiencia nerviosa con la que los marineros realizaban sus tareas, que
estaban preocupados por la tormenta que se avecinaba y acerca de si serían capaces de
hacer el viaje de dos días antes de que los mares se congelaran.
Alinor estaba acurrucada bajo varias capas de alfombras de piel. El caballo -un
hermoso animal tan liso como el satén negro- estaba firmemente acomodado en otro
barco, a pesar de la oferta de Anlaf para comprarle el animal de regreso a Tykir.
Tykir no hablaba con nadie, en especial con ella. Hizo sus deberes con estoicismo,
supervisando la salida de su barco. Sus labios generalmente llenos, se habían adelgazado y
azulado, y no sólo por el frío. Ella se dio cuenta de que estaba sintiendo un tremendo
dolor en su vieja herida en la pierna, pero no paraba a descansar, o podría no ser capaz de
seguir adelante. Ahora estaban listos para zarpar. Tykir se acercó a ella y puso una pila de
cinco cajas planas sobre sus manos. Las cajas habían sido finamente talladas con algún
estilo extranjero y cubiertas de oro a lo largo de los bordes elevados.
-¿Para mí? -Estaba perpleja por la contradicción entre darle regalos y su
comportamiento frío.
-Para tí.
-Pero... ¿pero por qué?
-Éstos, mi señora bruja, marcarán la primera etapa de tu pago por la enorme deuda
que tienes conmigo.
-No... no lo entiendo. ¿Me das regalos para que pueda pagarte?
-Sí -dijo. La sonrisa que se extendía a través de sus labios nunca alcanzó sus ojos,
que la miraban con frialdad-. Y tu deuda es enorme.
Los finos vellos de la parte posterior de su cuello se pararon. -Estás hablando sobre
castigo, no sobre pago, ¿cierto?
-Sí, pero tienes unos días para reflexionar sobre tu futuro, milady. No voy a
empezar a cobrarte sino hasta que estemos acomodados en Dragonstead... todo el
maldito invierno.
-No tengo miedo -dijo, a pesar de que estaba empezando a sentir sólo eso.
-Entonces eres más tonta de lo que pensaba. -Con estas palabras, se marchó y le
hizo una señal a sus hombres para comenzaran a remar.
Un poco más tarde, Adam se acercó y se sentó junto Alinor.
-¿Por qué frunce el ceño de esa manera? -preguntó Adam-. Debería estar feliz. Ha
ganado.
-No. Esto no era un concurso. Y no importa lo que diga Tykir, tampoco fue culpa
mía.
Adam se rió.
-Está un poco perturbado con usted.
-Eso es un eufemismo. Por eso fruncía el ceño. No entiendo estos regalos que me
dio. Oh, espetó algunas tonterías acerca de ser mi primera etapa para pagarle una deuda
enorme. Pero los he examinado y... -Se los pasó a Adam y él abrió el más grande primero.
Era una caja poco profunda, forrada de seda, que contenía docenas de plumas de todos
los tamaños, colores y texturas-. ¿No son magníficas? -comentó.
Él asintió con la cabeza, absorto en sus pensamientos, y abrió la siguiente caja. Ésta
contenía diez jarras de diversos aceites perfumados.
-Él ha hecho comentarios sobre la crema para el cabello con olor a rosa que su
hermana por matrimonio, Lady Eadyth, me dio, pero estoy profundamente conmovida de
que me honre con estos.
Adam estaba empezando a sonreír enigmáticamente.
-¿Por qué sonríes?
-Estoy comenzando a entender el método de pago que Tykir planea obtener de tí. -
Abrió la siguiente caja, la cual contenía los objetos más extraños: cortas cuerdas de
terciopelo... cuatro de ellas-. Sí, estoy empezando a entender.
Una pequeña caja contenía un magnífico cabujón de ámbar, del tamaño de un
huevo de un pájaro.
-Es hermoso, pero no tiene respaldo para ser utilizado como un broche, y ningún
lazo de metal a través del cual se le pueda poner una cadena para el cuello.
-Es una piedra para el ombligo -dijo Adam con una sonrisa.
-¿Una qué?
-Es una gema especial, favorecida por muchas de las mujeres en los harenes de los
sultanes. La mujer lleva puesta nada más que esta piedra en el ombligo.
Le tomó un momento para comprender. Cuando lo hizo, jadeó.
-Está loco si cree que yo... bueno, basta con decir que está loco. -Giró la gema de un
lado a otro, tratando de imaginarla en su lugar. Por último, la alejó de su vista, haciendo un
sonido de tsk-tsk de desaprobación.
-Es Tykir un pervertido?
-Probablemente. -Adam le guiñó un ojo y tomó la última caja.
-Oh, esa debe de ser un error -dijo ella, tratando de quitársela de las manos-. Tykir
debe haberla pensado para Samirah.
Adam la abrió y de ahí salió la prenda más escandalosa, hecha de pañuelos de seda
de un color rojo casi transparente, bordeada con pequeños cascabeles.
-No, se equivoca, Lady Alinor. Él la pensó para usted. Estoy seguro de ello.
Ella lo miró horrorizada.
-Lady Alinor, yo creo que éste va a ser el invierno más interesante de su vida.
Capítulo XI

Llegaron a Dragonstead dos días más tarde, cuando la nieve comenzaba a caer más
fuerte.
Alinor y el resto de los marineros estaban exhaustos, congelados hasta los huesos y
apenas capaces de poner sus piernas en tierra mientras desembarcaban de los barcos
llenos de hielo. El viaje había sido desgarrador, por no decir algo peor. Remar duro fiordo
tras fiordo... algunos tan estrechos que los barcos corrían el riesgo de quedarse atrapados,
y otros tan anchos como un río.
El clima había variado desde lluvia hasta vientos fuertes, pero siempre hacía un frío
intenso. Ni siquiera acamparon para pasar la noche; de todos modos, estaba oscuro la
mayor parte del día. En su lugar, se detuvieron para descansar en intérvalos de seis horas,
por lo que la comida se servía fría -incluyendo el horrible gammelost- y las funciones
corporales podían ser aliviadas en arbustos cercanos. Todo el tiempo intentaron huir de la
peor parte del invierno, que aparentemente era un desastre que había que evitar cuando
se estaba en vías marítimas de la región conocida como la Tierra del Sol de Medianoche.
¡Que tierra tan dura, esta sección al norte de Noruega! Por supuesto, ella la estaba
viendo por primera vez bajo las peores circunstancias, pero era un terreno montañoso y
primitivo, más adecuado para las bestias salvajes que para los hombres.
Alinor no había hablado con Tykir desde que él le había dado los "regalos". Él se
había mantenido en el otro barco la mayor parte del tiempo, pero ella podía ver, incluso
desde la distancia, que estaba casi paralizado por el dolor. Y Tykir no era el único que
sufría. Muchos de los marineros estaban afligidos con los síntomas habituales del invierno,
estornudar, mocos constantes y ojos llorosos. Por supuesto, ellos le echaron la culpa de
todo a su presencia brujesca. Pocos eran los que se habían convencido por la defensa que
Tykir hizo de ella en la corte de Anlaf.
Ella tenía la intención de hacerles a todos un buen y rico caldo de pollo una vez que
llegaran Dragonstead... una cura garantizada para los resfriados del invierno. Y ella los
obligaría a tragárselo si sus gargantas obstinadas se resistían a aceptar lo que verían como
el brebaje de la bruja... sí, lo haría. Estaba harta de hombres obstinados y supersticiosos.
Pero ahora habían venido a casa para el invierno. Tuvieron la suerte de haber
llegado durante una de las pocas horas del día en las que había luz. Muchos de los
marineros fueron recibidos por miembros de su familia, que los esperaban en los muelles
de Dragonstead. Uno por uno, y en pequeños grupos, los hombres que no residían en la
casa grande partieron hacia sus hogares en el pueblo cercano.
Finalmente, el caos de descargar la mercancía fue completado, y Alinor se subió a
las tablas de madera del muelle, consiguiendo su primera vista buena de Dragonstead.
Entonces se quedó sin aliento.
Dragonstead estaba situada en un valle en forma de cuenco, conocido como el
Valle de los Dragones. Adam le había dicho anteriormente que el nombre provenía de una
antigua leyenda que decía que, hace millones de años, este valle había sido el nido de un
dragón. Ahora, había un pequeño lago que se formaba en la base del cuenco y las densas
montañas arboladas que lo rodeaban. El lago estaba formado por la nieve que se derretía
y la lluvia que bajaba de las montañas, las cuales desembocaban en el fiordo por el que
habían entrado. Un pequeño "castillo" hecho de piedra y madera, en un estilo más franco
que nórdico, yacía en el borde de uno de los lados con vista al lago. Casas comunales
vikingas, que conformaban el pueblo de Dragonstead, estaban dispersas en grupos
alrededor del cuenco.
Era una tierra inadecuada para la agricultura, pero las cabras y ovejas estarían bien
aquí. Sonrió para sí misma ante eso último. ¿Tykir “el Grande”’, como pastor? No lo creía.
Con los grandes copos de nieve cayendo hacia abajo en la escena, Dragonstead,
con su valle y el lago como fondo, presentaba un panorama exquisito. Incluso mágico. Una
tierra donde las hadas, los elfos y otras criaturas del bosque, bien podrían residir, si uno
creyera en esas nociones fantasiosas.
Por supuesto, ella lo estaba viendo a través del ojo del invierno. ¿Cuánto más hermoso
sería cuando la primavera irrumpiera en el valle con su verdor, flores silvestres y animales
nativos, como renos, castores y grandes osos? ¿O en verano, cuando los patos y otras aves
llegaban a hacer sus nidos aquí?
Tykir se acercó a ella y luego la tomó por el brazo.
-Vamos -dijo secamente-. No te quedes ahí perdiendo el tiempo.
Ella habría reaccionado a su rudeza, pero estaba demasiado absorta en la escena
que tenía en frente.
-Tu casa es maravillosa.
-¿Eh? -Él alzó la cabeza con alerta y sus ojos se abrieron con sorpresa.
-Si esta fuera mi casa, creo que nunca la abandonaría.
Se dio cuenta de que sus palabras le agradaban a Tykir, aunque él trató de ocultar
sus emociones.
-¿Es este otro truco de los tuyos?
-¿Para qué? -se burló-. Te doy un cumplido para poder ganar... ¿qué?
Él se encogió de hombros. -Para evitar tu castigo.
-¡Oh, eso! Pensé que hablabas en serio.
-Lo digo en serio. Vas a ser castigada por todos tus crímenes, de formas que no
puedes imaginarte.
-¡Ja, ja, ja!
-¿Abriste mis regalos? -le preguntó.
-Sí, lo hice. Fue una muy buena broma la que me jugaste.
-No fue ninguna broma.
-Adam se estaba riendo.
Una expresion de disgusto pasó por su rostro.
-¿Le mostraste a Adam?
-Sí. Él dice que eres un pervertido.
Tykir echó atrás la cabeza y soltó una carcajada.
-Eso es realmente un caso del burro hablando de orejas. Tendré que tener una
charla con el granuja si me está inventando nombres. ¡Pervertido! ¡Por supuesto!
-Bueno, en realidad, yo fui la que te llamó pervertido, él simplemente estuvo de
acuerdo.
Tykir estaba pasando de un pie a otro, mirando su casa con una expresión que sólo
podía ser descrita como amor desenfrenado. Un pensamiento se le ocurrió
espontáneamente. ¿Cómo sería ser favorecido por tal devoción de parte de un hombre?
No, no cualquier hombre. ¿Cómo sería ser amado por Tykir? Alarmada, Alinor reprimió
esos pensamientos inconcebibles y volvió su atención de nuevo a Tykir.
Él, sin pensarlo, le sacó la lengua y dejó que los copos de nieve se derritieran en su
lengua.
-Pareces un chiquillo -dijo ella, pero su corazón dio un vuelco ante ese gesto
inocente-. Te puedo imaginar como un niño travieso, lanzando bolas de nieve con tus
amigos. Persiguiendo a las chicas con carámbanos en un juego de atrápame-si-puedes.
Él inclinó la cabeza, sorprendido.
-No tenía amigos cuando era niño. Nos trasladábamos demasiado y no tenía un
hogar, como tal. Excepto, tal vez, por un corto tiempo, cuando vivía con mis abuelos en
Ravenshire. No, sólo eramos yo y mi hermano Eirik, y él era más viejo, y demasiado
sombrío para actividades tan triviales como jugar con la nieve. -Él pareció hacer un
esfuerzo para alejarse de aquellas reflexiones melancólicas y añadió con un guiño
deliberado en el ojo-: pero sí, ahora recuerdo que hice más de una persecución con
muchos carámbanos. Hasta que un día la hija del criador de cabras, Elfrida, se molestó con
mis persecuciones inofensivas y metió un puñado de nieve en la parte delantera de mis
braies. ¡Por los huesos de Dios! Es una experiencia que no me gustaría repetir.
Ella sonrió ante esa imagen.
-¿Y sí aprendiste la lección?
Él se encogió de hombros.
-Por un corto tiempo. Pero volví a buscar a Elfrida para estar seguro. Levanté el
borde de su vestido durante una fiesta de San Miguel. Resulta que ella no llevaba ropa
interior. Y todo el mundo tuvo la oportunidad de ver su trasero desnudo... tan ancho como
un obispo gordo, debo añadir. -Él sonrió abierta y desvergonzadamente.
-¡Qué vergüenza! -lo reprendió, pero sin mucho entusiasmo.
-Bueno, Wallace, el constructor de baños, le propuso matrimonio la semana
siguiente -le informó con una sonrisa continua-. Debe de ser que tenía un gusto por
posaderas extragrandes. Tal vez tenía algo que ver con su oficio.
¡Dios! El hombre es adorable.
¡Aaarrgh! ¿De dónde vino ese pensamiento? No es adorable. ¡No, no, no!
-Entonces, ¿te gustó la primera vista de Dragonstead? -preguntó Tykir, cambiando
de tema.
-Sí -dijo ella con demasiado entusiasmo-. Debe ser hermoso en verano.
Él se encogió de hombros.
-No lo sé. Nunca estoy aquí para esa época.
Su corazón se fue hacia el patán -demasiadas veces en este día. Podía ver lo mucho
que Dragonstead significaba para él, y sin embargo, cada primavera se alejaba para vagar
en sus diversos viajes. Aquí había algo importante.
Pero Alinor no tenía tiempo para eso. Había notado algo más importante. El rostro
de Tykir estaba enrojecido y no era de frío.
-¿Estás enfermo? -preguntó ella, empinándose para ponerle una mano sobre la
frente.
Estaba ardiendo de fiebre.
Él intentó alejarse de ella, pero se balanceó de un lado a otro. Los rigores del viaje,
aparte de su condición lamentable, finalmente le pasaron factura.
-¡Bolthor! -gritó Alinor, y el gigante inmediatamente estuvo a su lado, entendiendo
la situación con un vistazo. Atrapó a Tykir justo a tiempo y recogió su cuerpo inerte entre
sus brazos.
Tykir “el Grande” estaba gravemente enfermo.
Un comienzo muy auspicioso para la estadía de Alinor en Dragonstead.
Tres días después, Alinor estaba sentada en la mesa de la cocina cortando un pollo
crudo, junto con puerros y diferentes hierbas secas, para hacer otra olla de caldo de pollo.
Despues pondría pequeñas bolas de masa en la olla de la sopa, una vez que el plato
hubiera hervido por tres o cuatro horas, cuando la carne comenzara a caerse a pedazos de
los huesos. Las bolas de masa eran un toque secreto que había aprendido de Leah, la
esposa de un comerciante judío que había pasado por Graycote el pasado año. Leah
también le había sugerido mantener las patas de pollo, la molleja y el corazón en el
brebaje para darle más sabor, a pesar de que algunos cocineros los tiraran a la basura.
-¿Pollo de nuevo? -preguntó Bolthor, poniendo los ojos en blanco-. Es tiempo de
poner una pierna de jabalí en el asador. O algunos conejos. Los hombres necesitan sangre
roja, no sea que su virilidad sea la que sufra.
¿Los hombres necesitan sangre roja? ¿Para la virilidad? ¿De dónde salió esa
creencia masculina?
-El caldo de pollo es bueno para las enfermedades del invierno -dijo Alinor a la
defensiva-. Sé que algunos de los hombres... bueno, la mayoría de los hombres... están
cansados de la sopa de pollo, pero…
-Has estado sirviéndola tres veces al día desde nuestra llegada a Dragonstead -
señaló él secamente.
Alinor sabía que muchos de los hombres en Dragonstead todavía estaban recelosos
de ella como una posible bruja, pero, por fortuna, le habían permitido atender a la
enfermedad de su amo. Sin embargo, la vigilaban de cerca.
-Me importan un comino sus apetitos quisquillosos si el líquido fortalece sus
sistemas inmunológicos, especialmente el de Tykir, ya que por fin le bajó la fiebre,
¡alabado sea Dios!
-¡Apetitos quisquillosos! Tú estas matando nuestros apetitos -se quejó Bolthor-.
Pero sí, es una buena noticia que Tykir finalmente se esté recuperando.
Bolthor se había detenido a hablar con ella, al pasar a través de la despensa con
una gran brazada de leña. Se necesitaba una gran cantidad de leña para calentar las tres
chimeneas en el gran salón, el fuego para cocinar y las chimeneas en dos de los
dormitorios superiores, desde finales de otoño hasta la primavera. Por suerte, los
leñadores habían trabajado sin parar desde el invierno pasado para establecer un buen
suministro.
Mientras Bolthor salía de la cocina, le oyó murmurar algo acerca de una nueva
saga,
Alinor “la Bruja” y la Poción de Pollo Mortal.
-No le pongas cuidado a Bolthor -dijo Girta “la Redonda”. Alinor había olvidado que
Girta estaba detrás de ella en la cocina, desplegando círculos de masa sin levadura hechos
de centeno, cebada y guisantes, para ser cocidos en las ruedas planas con un agujero
central. Más tarde, el pan se almacenaría enroscándolo en un poste cerca de la chimenea
-Los hombres no saben lo que es bueno para ellos. Tome el ejemplo de Jostein, el herrero,
quien lleva años enamorado de Bodil “la Fuerte”, nuestra lechera de cabecera.
¿Eh? Alinor ni siquiera conocía a la mitad de las personas de las que Girta hablaba.
La mirada de Alinor siguió el dedo cubierto de harina de Girta hasta la puerta abierta de la
despensa, en donde la voluptuosa Bodil estaba haciendo un queso suave vikingo conocido
como skyr.
-Jostein se la llevó a la cama, en más de una ocasión, debo añadir, y nunca le
ofreció los votos matrimoniales -Girta se alejó del tema-. Ahora, Bodil está a punto de
casarse con Rapp “del Gran Viento” y Jostein está dolorido. Llora como una vaca herida, y
por mi vida, no lo puedo entender...
Mientras Girta seguía contándole chismes, Alinor le sonrió a la mujer alegre y
habladora, con su distintiva corona rubia trenzada. Girta supervisaba los asuntos de
Dragonstead con mano de hierro, junto con su marido, Red Gunn, el mayordomo, que era
tan delgado como Girta era redonda. Dragonstead era una propiedad pequeña, pero era
llevada con notable eficiencia gracias a los esfuerzos combinados de la pareja, tanto en el
interior como en el exterior, tanto cuando el maestro estaba en la propiedad, como
cuando no.
Alinor estaba impresionada.
Cuando Tykir se iba en uno de sus viajes comerciales, había por lo menos dos
docenas de sirvientes -hombres libres y mujeres, por no hablar de un puñado de niños-
que vivían en Dragonstead, sin contar a la gente del pueblo. Cuando Tykir volvía, ese
número aumentaba por cien, sino más. No era una población excesivamente grande,
incluso para una pequeña propiedad.
Pero Girta seguía hablando de los habitantes de Dragonstead mientras la mente de
Alinor había estado divagando. Alinor la interrumpió.
-¿Por qué lo llaman Rapp “del Gran Viento”?
-¡Oh! Que bueno que lo pregunta -Girta chasqueó la lengua-. Debido a que puede
romper el viento a su antojo, y lo hace demasiado. Los hombres piensan que es un gran
talento, tontos que son. A decir verdad, Rapp puede limpiar una habitación en un
segundo, si entiende lo que quiero decir.
Alinor se echó a reír, a pesar de su repulsión.
-¡Pobre Bodil! Para mí que ella debería golpear a Jostein en la cabeza con una pala
de mantequilla. Tal vez eso metería algo de sentido en su cerebro embotado. Todavía no es
demasiado tarde... no hasta que los votos se intercambian. ¿Qué dice?
-No tengo idea -dijo Alinor con honestidad. Pero entonces se planteó un tema que
le preocupaba más.
-¿Cuánto tiempo cree usted que pase antes de que Tykir se levante?
Girta, con su vientre de barril, se encogió de hombros y dividió un nuevo lote de
masa en una serie de bolas, que dejó caer sobre una superficie enharinada. Antes de
responder la pregunta de Alinor, comenzó a extender la masa en una serie de círculos
amplios, las cortezas superior e inferior de la primera de una serie de pastelillos de anguila
que serían servidos para la cena, junto con el caldo de pollo de Alinor. Los hombres iban a
estar gratamente sorprendidos por la sabrosa adición en el menú.
-Por lo pronto, yo no esperaría demasiado -dijo Girta-. Las infusiones calientes que
ha estado aplicando sobre su muslo han ayudado... sin mencionar el caldo de pollo que lo
ha obligado a beber. -Se rió ante esto último. Incluso en su delirio, Tykir había hecho
sonidos de “¡Yeech!” con los dientes apretados cuando ella lo alimentó con caldo de pollo.
Ella había recurrido a pellizcarle la nariz hasta que su boca se abriera para darle una
cucharada.
-He estado tan asustada -confesó Alinor-. Nunca antes había visto una fiebre tan
feroz, ni que durara tanto tiempo.
-Bueno, el Maestro Tykir ha tenido muchos años para dominar sus heridas de
guerra. Él sabe lo suficientemente bien que no debe abusar de su pierna cuando le
empieza a doler. Y, con certeza, en el pasado ha sido siempre aquí, en Dragonstead, antes
de que empiece a hacer frio. No sé lo que ese hombre insensato había estado pensando.
-Sus hombres me culpan de todos los retrasos.
-¿Y es su culpa? ¿Es la culpa lo que promueve su vigilia junto a su cama?
-¡No! El idiota me secuestró. No es mi culpa que le haya tomado tanto tiempo para
encontrarme, o que nos hayamos retrasado por el camino. Pero sí se quedó en la corte de
Anlaf para defenderme, y me trajo aquí contra su voluntad. Por eso le debo mucho.
-No se dé golpes de pecho por esto, querida. Ya ha pasado muchas horas cuidando
del hombre. ¿Cuándo fue la última vez que durmió? Si no tiene cuidado, Lady Alinor, será
usted la que esté enferma. Y no crea que el maestro le vaya a dar las gracias por sus
atenciones, o su falta de descanso en su nombre. Por lo que he escuchado, el maestro está
planeando un gran castigo para usted.
Alinor sintió que se sonrojaba.
-Adam ha estado hablando.
-Se podría decir que sí. -Girta se llevó una mano harinosa a la boca y rió-. Pero
Adam no nos dio ningún detalle. Todo lo que hace es menear las cejas y hacer comentarios
sugestivos para molestarnos a todos. ¡El bribón!
Alinor puso todos los ingredientes para el caldo en un gran caldero sobre el fuego y
añadió una buena cantidad de agua. La revolvió con una gran cuchara de cobre, luego
cubrió la olla y la trasladó al gancho de araña en el fondo de la chimenea para cocerlo a
fuego lento.
Después de haber terminado de rodar la primera de sus cortezas, Girta aplaudió
para quitarse la harina, luego se limpió las manos en el delantal de estilo vikingo que la
cubría desde los hombros hasta los tobillos. Después, Girta apartó la tapa del barril con
anguila a un lado de la chimenea, y metió la mano en el agua turbia para sacar la criatura
larga y viscosa, del tamaño de una pica batalla. Sin hacer ni una mueca, Girta presionó la
anguila retorciéndose en un bloque para cortar y golpeó su cabeza con un cuchillo de
carnicero. Alinor se estremeció ante la visión de la anguila sin cabeza, todavía
retorciéndose y chorreando sangre.
Para ahorrar esfuerzos, Girta hizo un corte longitudinal del animal parecido a una
serpiente y le sacó la piel, toda en un solo pedazo. Mientras ella cortaba la carne de
anguila en pedazos, y la vertía en un tazón de crema espesa y cebollas silvestres con
guisantes,
Alinor se quedó mirando la piel de anguila que estaba en el suelo. Un pensamiento atroz
se le había ocurrido.
No seas ridícula, Alinor. Detente ahora mismo. Te estás volviendo tan salvaje como
estos vikingos paganos.
Sin embargo, la idea traviesa siguió ahí.
-¿Sabes dónde esta Rurik? -preguntó Alinor tentativamente.
-Me parece que en la sala de guardia, afilando las armas -respondió Girta
distraídamente mientras intentaba juntar las cortezas de la primera tarta de anguila.
El vikingo de cara azul la había estado molestando desde que habían llegado a
Dragonstead.
Puede que Tykir la haya defendido en la corte de Anlaf, pero Rurik todavía
proclamaba que ella era una bruja. Al mismo tiempo que se beneficiaba grandemente con
su fama de bruja con la venta de cruces de madera y agua bendita. Verdaderamente, Rurik
era la espina más molesta en su costado.
Tal vez fuera hora de sacarse esa espina.
Oh, no podría.
Sí, sí podría.
Sería infantil.
Sí.
Alinor se inclinó con cautela para recoger la piel de anguila, entre los dedos pulgar
e índice. Se asemeja a una... bueno, una cola, pensó y sonrió con malvada anticipación.
Antes de que tuviera la oportunidad de rendirse a sus dudas más racionales, Alinor
se levantó el borde posterior de su vestido y escondió el final de la piel de anguila en la
cinturilla de sus calzones. Luego dejó caer la parte trasera del vestido en su lugar. Mirando
por encima de su hombro, vio la piel de anguila extendida por el suelo, como una cola.
-¡Por el amor de Freya! -Alinor levantó la mirada para ver a Girta mirándola
sorprendida, con la boca abierta. Entonces la cocinera sonrió ampliamente cuando
comprendió.
Alinor se acercó a la sala de guardia, sus caderas balanceándose y la cola crujiendo.
-Oh, Rurik -dijo en voz alta.
-¿Qué demonios quieres ahora? -le contestó hoscamente.
Bueno, ahora no me siento culpable.
Al principio no le prestó importancia, sólo murmuró algo acerca de que las mozas
no tenían nada que hacer en el taller de un hombre. Así que ella se paseó por la sala,
examinando las armas y los escudos que yacían por ahí.
El roce de una espada contra la piedra de afilar se hizo más lento y después se
detuvo.
Un instante después, Rurik emitió un chillido masculino y luego un grito de
“¡Aaaaack! ¡Corran todos! ¡Corran!” que retumbó en todo el castillo. Alinor se escurrió
hasta la cocina, tirando de la piel de anguila debajo de la mesa sin hacer caso a una
sonriente Girta, y luego oyó que uno de los muchachos armados entró en la sala de
guardia y dijo “parece que el maestro Rurik esta teniendo un ataque. Su boca se abre y se
cierra como si fuera un pez fuera del agua”.
Alinor se escondió en la despensa durante más de una hora, riendo hasta que las
lágrimas rodaron por sus mejillas. ¿Qué la había poseído? Había sido la cosa más tonta,
impetuosa, y poco característica de ella que había hecho en toda su vida. Y la más
satisfactoria.
El olor a rosas saco a Tykir de su sueño profundo.
Intentó sostenerse a sí mismo sobre los codos, pero estaba débil como la orina de
dragón. Su cuerpo lo mantenía contra el colchón, pesado y dolorido. La mayor parte del
dolor estaba centrado en el muslo, que palpitaba dolorosamente. Pero, en realidad, se
sentía mejor de lo que se había sentido en días.
Las rosas tiraron de los sentidos de Tykir... un recuerdo que no podía comprender
tiraba de él. ¿Estaba en un jardín de flores Inglesas? ¿O un harén oriental, en donde los
aceites florales eran de uso frecuente por las huríes? Abrió los párpados lentamente y se
dio cuenta de que estaba en la enorme cama de su recámara en Dragonstead. El aire era
frío en la habitación, a pesar de que estaba caliente como un bebé en el vientre gracias a
las capas de pieles que cubrían su cuerpo. Y había algo de calor generado por el fuego que
rugía en la chimenea, aunque el calor de la chimenea no llenaba toda la recámara. A
veces, las paredes se cubrían de hielo en invierno, mientras el fuego ardía.
Tykir volvió la cabeza lentamente hacia la chimenea. ¡Ahhhh! Ahora reconocía el
origen del aroma a rosas.
Lady Alinor, la del cabello con olor a rosas.
Se pasó la lengua por los labios resecos y trató de concentrarse. No estaba
realmente sorprendido de ver a la bruja ahí de pie. Cada vez que se había despertado en
los últimos tres días de fiebre, ella había estado en su recámara, inclinándose sobre él,
presionando paños fríos contra su frente, forzando cucharadas de caldo de pollo en su
boca. No es que el caldo tuviera un sabor repugnante; simplemente era demasiado. En sus
sueños, había llegado a cacarear como un gallo. Al menos no estaba poniendo huevos.
Todavía.
¿En verdad le había pellizcado la nariz para obligarlo a abrir la boca? Tendría que
pagar por ello.
Había estado casi inconsciente... viéndolo todo a través de una niebla vaporosa... a
veces agitándose y murmurando cosas sin sentido... pero la había reconocido como una
presencia continua durante su enfermedad. Y se había sentido extrañamente
reconfortado.
Probablemente era un hechizo.
Alinor estaba peinando su cabello mojado frente a la chimenea... por eso las rosas.
Maldita su hermana por matrimonio por darle a Alinor la crema para el cabello. ¿Cuánta le
había dado? Esperaba que pronto se le acabara. Por otra parte, puede que realmente no
quisiera que ella dejara de tentarlo. ¡Aaarrgh! Me estoy volviendo loco por una crema para
el cabello de rosas. ¿Podría ser que Eadyth fuera también una bruja?
Alinor debía haber acabado de tomar un baño porque llevaba un camisón suelto,
del tipo que por lo general las mujeres se ponían después de bañarse. Una y otra vez,
levantó el peine de marfil -su peine, se dio cuenta, con un tirón extraño en el pecho- luego
tiró de él a través de los mechones que le llegaban hasta la cintura. Cada vez que levantaba
el brazo, el contorno de sus pechos bajo la ropa blanca se levantaba. Cada vez que bajaba
el peine, sus pechos se relajaban en su deliciosa forma natural.
Algún día le gustaría verla hacer ese ejercicio sensual mientas estaba desnuda. Y no
tenía problemas para imaginar cómo se vería. Sabía exactamente cómo imaginarse a la
bruja desnuda. Era un ejercicio en el que se había vuelto experto.
Se quedó mirando, hipnotizado, ante el movimiento rítmico de su mano, y su
cuerpo de perfil.
Y otra parte de su cuerpo reaccionó al ritmo con un ritmo de endurecimiento de su
cuenta. Al menos la fiebre no había causado ningún daño permanente en sus órganos
vitales.
Trató de sonreír, pero sus labios resecos se agrietaron. Sin embargo, apenas si se
dio cuenta porque sus ojos se estaban cerrando. Debía haber alguna hierba para dormir en
ese maldito brebaje de pollo.
Cuando se durmió de nuevo, empezó a soñar. Y eran sueños muy interesantes. No
sólo eróticos, que eran su tipo favorito, sino acompañado por un olor propio.
El de rosas, por supuesto.
Fue un olor el que sacó a Tykir de su sueño una vez más. Pero no eran rosas.
Caldo de pollo, se dio cuenta lentamente e hizo un sonido de “Yeech.”Lo cual dio a
la bruja la oportunidad de meter una cucharada de caldo de pollo en su boca,
prácticamente hasta la garganta. Sabía que era la bruja, porque sus ojos se abrieron de
golpe.
Debió haber pasado un buen tiempo desde la última vez que se despertó porque el
pelo de Alinor estaba seco y ahora colgaba en una trenza en su espalda. Su camisón estaba
cubierto por una túnica de lana gruesa, de color verde oscuro, y encima llevaba un
delantal de estilo vikingo abierto por los lados.
¡Qué lástima! Él prefería su atuendo de antes. O que no tuviera atuendo.
Oh, bueno, siempre puedo imaginarla desnuda.
-Estás despierto -dijo alegremente. No estoy de humor para estar alegre. Ella le
metió otra cucharada del caldo en la boca. No estoy de humor para más caldo de pollo.
Este tenía un pegote de masa flotando encima. No estoy de humor para pegotes de masa.
-Glpugglup -balbuceó mientras intentaba ahogarse, hablar y masticar al mismo
tiempo.
Entonces agarró la muñeca de la mano que estaba dejando la cuchara vacía en un
recipiente sobre la mesa de noche y gruñó.
-Sí, estoy despierto. ¿Cómo no voy a estar despierto con toda esa bazofia que me
estás forzando a comer? -Ella hizo una mueca de dolor, pero no por el agarre alrededor de
su muñeca, la cual soltó de inmediato. No, la mueca de dolor fue porque había herido sus
sentimientos.
¡Maldita sea! ¿Por qué debería sentirme culpable por expresar un hecho que
debería ser evidente? Ella ha estado exagerando con el caldo de pollo. Pero tal vez no
debería haberme referido a sus buenos esfuerzos como bazofia. Sin embargo no estaba de
humor para disculparse.
-Quiero comida de verdad -dijo, sentándose de repente e inmediatamente cayendo
sobre su almohada cuando un hacha invisible se clavó en su cráneo. Apretó sus sienes para
evitar que su cerebro se derramara-. ¿Me envenenaste de nuevo? ¿Me diste una poción
para hacer explotar mi cabeza, esta vez, en lugar de mis entrañas?
Ella ignoró sus acusaciones e inmediatamente se inclinó hacia delante con
preocupación, colocándole una mano fría sobre la frente. No estoy de humor para ser
aplacado, pero su mano se siente bien. Tal vez deba dejar que descanse ahí por un
momento.
-¿Qué te duele? ¿Es tu cabeza?
-No, es mi culo -¡Infierno y Valhalla! Estoy de un humor asqueroso.
Ella hizo un sonido de tsk-tsk mientras ajustaba las pieles alrededor de él,
metiéndolas con fuerza a los lados, hasta que se sintió como un cadáver siendo vestido
para el ataúd.
Le alejó las manos de un manotazo.
-Deja de molestarme.
-Sólo estoy tratando de ayudar.
-Ayúdame yendo a buscar algo de maldita comida.
-No me gusta tu tono.
-Me importa un comino lo que te gusta.
-Vaya, vaya, estás irritable hoy. Debes sentirte mejor si empiezas a sonar como
Rurik. Quejas, quejas y más quejas todo el tiempo.
Él entrecerró los ojos hacia ella.
-¿Fue Rurik al que oí gritar hace rato?
Ella se miró las uñas con la culpa flagrante.
-No lo sé. No me mantengo al tanto de lo que hace Rurik.
-¿Y ahora qué le hiciste? -exigió saber.
-¿Yo? -preguntó ella, agitando sus pestañas-. No tengo idea de lo que estás
hablando. -El se frotó la barbilla-. Dios, mi boca sabe como un basurero en un caluroso día
de verano.
-Tu aliento huele igual.
-Gracias por señalarlo. Aliento a pollo, eso es lo que debo de tener. Ahora traeme
algo de comida. Cualquier cosa, siempre y cuando no tenga plumas. Un carnero estaría
bien. O chuletas de cordero.
Toda esa conversación lo agotó y bostezó ampliamente, sintiendo que su cuerpo
caía en un estado de sueño nuevamente.
Le pareció oír la risa de la moza cuando se acomodó frente a su cama y preguntó
-¿Qué tal un poco de pastel de anguila?
-¿Qué tiene de gracioso el pastel de anguila? -refunfuñó.
-Si tienes suerte, vikingo, podría mostrarte.
Un olor despertó a Tykir de su sueño una vez más.
Esta vez era un fuerte olor acre... no era desagradable, pero diferente. Jabón. Eso
era. El jabón casero de Girta, usado en el baño.
Abrió un poco los ojos y vio que Alinor lo estaba bañando. ¡La osadía de la moza!
Bañarlo como si fuera un bebe recién nacido. Pero, no, había otras posibilidades.
Inmediatamente cerró los ojos, con la esperanza de esas "otras posibilidades". Estaba
demasiado débil para participar en cualquier actividad vigorosa, pero no estaba tan mal
como para no poder disfrutar de algunas lujuriosas... posibilidades.
Trató de regular su respiración para emular sueño, una tarea difícil cuando ella le
estaba enjabonando el cuello y los hombros y -¡oh, Dios mío!- el pecho. A él le gustaban
los toqueteos... tanto tocar como ser tocado. Había un arte en los buenos toques. Alinor
era una artista, si lo decía él... o podría llegar a serlo una vez que le enseñara un maestro
como él.
Ella usaba un paño húmedo con jabón para lavarle el cuello y los hombros,
limpiando la zona con el mismo trapo, que había sido aclarado y escurrido. Pero se
ocupaba del jabón en el pelo de su pecho con los dedos, por encima de sus pezones
planos, rozando su abdomen y cintura, y dentro de su ombligo.
Se mordió el labio inferior para contener un gemido. Que bueno que sus partes íntimas
estaban cubiertas con un taparrabos. De lo contrario la habría asustado con el tamaño de
su aprecio.
Terminó con delicia, de la piel del cuello hasta la ingle, demasiado pronto para su
gusto. Pero entonces entró en un territorio diferente. Levantándole los brazos sobre la
cabeza con cuidado, empezó a enjabonarle el pelo de las axilas sorprendentemente
sensibles. Estuvo a punto de saltar de la cama por el intenso placer que sus dedos le
estaban dando. Sin duda, iba a hacerla jugar con ese punto erótico recién descubierto, una
vez que hicieran el amor.
Y en su mente no había duda de que ellos estarían haciendo el amor muy pronto.
Ella se lo debía.
Sí, podía imaginarse la escena. Estaría yaciendo desnudo en la cama, con los brazos
cruzados detrás de la cabeza. Ella estaría sentada a horcajadas sobre su cintura desnuda.
¿O debería estar acostada a su lado? En cualquier caso, él tendría sus brazos en alto, y ella
bajaría la cabeza para besar y succionar primero una tetilla y después la otra. El tendría los
ojos cerrados todo el tiempo para prolongar la expectativa. Esa era otra cosa que las
mujeres amaban de él... como prolongaba la expectativa. En cualquier caso, después de
que ella casi derritiera sus huesos al succionar sus tetillas, ella, todavía desnuda, dejaría un
rastro de besos suaves hasta las axilas en donde ella...
No, no, no, no, tenía una mejor idea. Ella podría estar usando ese pequeño traje de
harén que le había regalado, y cada vez que se moviera, habría un pequeño tintineo de
campanas.
-¿Estás despierto? -susurró ella. -Oh-oh. ¿Su corazón había estado sacudiéndose
contra las paredes de su pecho con todas esas fantasías? ¿O acaso sonrió
inadvertidamente? No creía que ella hubiera notado la tienda de campaña en su
taparrabos. De lo contrario, estaba seguro de que ella lo habría golpeado con su paño
húmedo. Pero espera hasta que la tuviera desnuda. Entonces, su gallina se cocinaría... por
así decirlo. ¿O era su pollo el que se cocinaría? Con toda humildad, ella no sería capaz de
resistirlo desnuda... ella, no él... bueno, en realidad los dos-. ¿Estás despierto? -repitió en
voz baja. Él no dijo nada, simplemente gimió en voz baja, como si estuviera dormido
profundamente. Planeaba hacer mucho más que gemir más adelante, y ella también
gemiría. Ese era uno de sus grandes talentos, hacer que una mujer gimiera. Y la
prolongación de la expectativa. Y... bueno, en ese momento no recordaba todos sus
talentos en la cama, pero tenía un montón de ellos. Apenas podía esperar a escuchar
cómo gemía una bruja. ¿O una bruja aullaría? Se encogió de hombros mentalmente.
Gemir, aullar... cualquiera de los dos sería suficiente. Él planeaba rugir. Y gemir, y aullar. Y
esas otras cosas que no podía recordar.
Pero espera, había eventos interesantes teniendo lugar al mismo tiempo que su
mente divagaba. Alinor había volteado el lecho de pieles para cubrir su pecho y el
estómago, dejando al descubierto sus piernas. Estaba usando el paño para lavar su piel
peluda desde la cintura hasta los pies. Hizo un llamamiento a todo el auto control que aún
le quedaba en su maltrecho cuerpo mientras rozaba los músculos tensos de la parte
interior de sus muslos. Un buen guerrero, obligado a montar caballos de guerra rebeldes
en la batalla, perfeccionó los músculos internos del muslo, y con el perfeccionamiento vino
la sensibilidad. El increíblemente intenso placer de sus caricias jabonosas lo hizo cerrar los
puños y apretar los dientes, pero no pudo evitar que cierta parte de su cuerpo se levantara
ante las circunstancias. Nunca había sentido su miembro tan largo y duro. Nunca había
palpitado con un dolor tan maravilloso.
Pero entonces sus dedos trabajaron con la espuma, en lugar de la tela, y eso fue su
perdición. Un poco más y terminaría humillándose.
Con un rugido de protesta, ajeno al dolor en la cabeza, se incorporó y le alejó las
manos.
-¿Estás tratando de matarme, mujer? Ella parpadeó con sorpresa.
-Estás despierto.
-Sí, estoy despierto. Tendría que ser un cadáver para no revivir después de todos
esos pinchazos y empujones.
-¿Pinchazos y empujones? -exclamó indignada.
-Bendito Dios, Alinor, ¿estabas usando un baño como excusa para encontrar cada
bendito punto erótico en mi cuerpo?
-¿Punto erótico? ¿Qué es un punto erótico?
No pudo evitarlo. Se echó a reír. Cuando por fin se calmó, le informó:
-Todo el mundo -tanto hombres como mujereres- tienen puntos eróticos en sus
cuerpos. Lugares que son especialmente susceptibles a la excitación. Algunos tienen más
que otros. Algunos los tienen en muy... eh, diferentes sitios. La parte interna de los muslos
es uno de mis favoritos, como bien descubriste. Te agradecería que no me tortures así... al
menos hasta que esté lo suficientemente bien como para seguir adelante con tu invitación.
-Le sonrió para suavizar el golpe de su crítica.
Ella frunció el ceño, y él supo que no entendía sus palabras. Tres veces viuda y era
tan ingenua como una chica de campo virgen.
-Canalla ingrato, ¿dónde está tu aprecio por todos mis cuidados en estos
últimos tres días?, ¿dónde está tu agradecimiento por haber asumido la odiosa tarea de
bañar tu cuerpo? ¿dónde está...?
Sus palabras se apagaron cuando sus ojos se posaron en la mitad de su cuerpo. Él
intentó cubrirse con las manos, pero ya era demasiado tarde. Había visto lo suficiente. Ella
entrecerró los ojos y luego comenzó a golpearlo por todas partes con su paño mojado...
sus hombros, sus brazos, sus piernas, su “tienda de campaña”. Ella lo regañó durante todo
el tiempo.
-¡Como si fuera a tentarte a ti... o cualquier otro hombre a propósito! Patán
lujurioso! ¡Zoquete odioso! ¡Estúpido pervertido! Tú…
Ella se irguió de repente, como si se hubiera dado cuenta de lo malo de golpear a
un hombre enfermo.
Tentó su suerte sólo un poco demasiado lejos cuando le preguntó con una sonrisa
-¿Eso significa que no vas a terminar de bañarme? -Él miró fijamente hacia una
parte de su cuerpo que de verdad, de verdad, disfrutaría siendo bañada por sus suaves
manos de mujer.
Ella le respondió saliendo de la habitación a pasos agigantados, cerrando la puerta
tras ella. Al instante, la puerta se abrió de nuevo y ella era la que ahora sonreía, excepto
que la sonrisa no llegó a sus ojos verdes, destellando con maldad.
-Hoy le mostré mi cola a Rurik.
-¿En serio? -Él sonrió, nunca había creído esas tonterías sobre la cola.
-Si no tienes cuidado, vikingo, voy a mostrarte mi cola y mucho más. -Luego cerró la
puerta de nuevo.
Cuento con ello, brujilla. Cuento con ello con todo mi ser.

Capítulo XII
Fue una escena familiar y acogedora la que encontraron los ojos de Tykir mientras
se abría camino a traves del gran salón la tarde siguiente, los saludos cálidos de sus
hombres.
Los guerreros y marineros fornidos, vestidos con túnicas y braies de cuero,
acurrucados cerca de las tres chimeneas en busca de calor, mientras el viento silbaba a
través de las persianas cerradas. Otros, almas más caritativas, cubiertas con capas de lobo,
piel de foca, oso y zorro, estaban sentados alrededor de la sala en grupos pequeños.
Algunos de ellos estaban bebiendo hidromiel y jugando a los dados, mientras que otros
pulían sus espadas y armaduras. Dos hombres que estaban en la esquina maldijeron
mientras cosían cuidadosamente un desgarro en una de las velas del drakkar extendida
sobre una de las mesas.
Desde la cocina llegaron las voces de las sirvientas y criadas chismoseando, y el
delicioso aroma de la carne asada. Tykir olfateó varias veces. No olía a pollo, ¡gracias a los
dioses! Probablemente eran renos.
Caminó hacia Rurik, que estaba quitando pedazos de madera de un trozo de roble y
formando cruces sobre correas de cuero del cuello. Tykir sacudió la cabeza con diversión,
su amigo parecía estar acumulando una fortuna gracias a Lady Alinor... o más bien gracias
a su cola.
Tykir todavía se estaba riendo del cuento que Rurik le había contado la noche
anterior en su recámara, algo acerca de una gran broma que la bruja le había jugado y que
envolvía una piel de anguila. Tuvo que darle puntos a la dama. No había pensado que
tuviera al menos un poco de humor en sus huesos.
Bolthor, que había acompañado a Rurik a la habitación de Tykir, había irrumpido
con una nueva saga:

Resbaladizo y viscoso era el canalla…


La anguila,
no el guerrero de cara azul. Pero la bruja fue
más inteligente que ellos, pues ella se rió la última.

-Te lo juro, Bolthor, alguien va a arrancarte la lengua uno de estos días -había
rabiado Rurik-. Tus sagas van de mal en peor. Y es mejor que no oiga una que has estado
recitando abajo. No voy a ser la burla de otra más de tus historias.
-¿Por qué deberías ser diferente que el resto de nosotros? -había dicho Tykir con
una sonrisa.
Pero ahora Tykir estaba haciendo su primer viaje a la planta baja desde el comienzo
de su enfermedad. La fiebre había desaparecido y su pierna se sentía mejor de lo que
había estado en años... flexible y libre de dolor. Supuso que tenía que agradecérselo a la
bruja.
-¿Dónde está ella? -le preguntó a Rurik, mientras se dejaba caer en el banco junto a
él.
-¡Bien que debes preguntar! -Rurik gruñó y continuó con lo que estaba haciendo.
Una doncella le entregó a Tykir una taza de hidromiel caliente, junto con una
tajadora que tenía amontonadas varias rebanadas de pan y algunos skyr. Por lo menos no
era gammelost, pensó, aunque no le diría a la moza sajona que él también estaba enfermo
de esa cosa maloliente. Luego se reprendió a sí mismo por estar siempre pensando en la
moza. En estos días siempre estaba en su mente y no sabía por qué, ni tampoco le
importaba aquella obsesión.
-¿Dónde está? -le repitió a Rurik.
-Caminando.
-¿Caminando? ¿Dónde? ¿En los parapetos?
-No, no en los parapetos. Esa sería la elección de una mujer normal.
Siguió un largo silencio.
-Bueno, habla, hombre. ¿En dónde está caminando?
-Alrededor del lago.
-¡El lago! Pero si es más frío que la teta de una bruja. -De inmediato se dio cuenta
de la naturaleza apropiada de su elección de palabras cuando Rurik le dirigió una mirada
de aprobación y dijo:
-¡Por supuesto!
-¡En serio, Rurik! Lady Alinor podría perderse o morirse congelada en este entorno
extraño.
-¡Oh, seríamos muy afortunados! -continuó con su menoscabo infernal y añadió-
Bestia está con ella. Por supuesto, Bestia siempre esta con ella. El animal ya no es mi
mascota. En realidad, me echa las mismas miradas condescendientes, de yo-soy-mejor-
que-tú, que la bruja, cuando pasa cerca de mí. Además, ayer Bestia dejó una pila de
estiércol en mi dormitorio después de que le grité a la bruja por su broma de la anguila.
Pienso que fue aposta.
Tykir puso una mano sobre su boca para ocultar una sonrisa. Pero, la crítica
continua de Rurik hacia Alinor empezaba a molestarle. No es que Alinor no lo molestara,
también. Pero no era el lugar de Rurik ... bueno, no importa. Cortó esos pensamientos
rebeldes y bebió un largo trago de hidromiel. Una vez que se limpió la boca con el dorso
de su mano, comentó:
-He estado pensando... no estoy tan seguro de que Lady Alinor realmente sea una
bruja.
-¡Es fácil para ti decirlo! Has estado yaciendo en cama durante varios días mientras
ella conjuraba problemas aquí y allá.
-¿Cómo cuales? -se burló.
-La sopa de pollo, por ejemplo.
Él se echó a reír.
-Tal vez ella fue demasiado entusiasta cocinando, pero sus intenciones eran
buenas. Y Girta me dice que curó los resfriados entre mis hombres y ayudó a bajar mi
fiebre.
-Girta tambien está bajo el hechizo de la bruja. -La expresión testaruda de Rurik le
recordó a Tykir los lloriqueos persistentes de un niño pequeño. Lo siguiente sería que
sacara el labio inferior e hiciera pucheros.
Rurik sacó el labio inferior e hizo un puchero.
-Es verdad.
Tykir sonrió. Entonces, más serio, él dio un discurso -¡Rurik! No es normal que tú
acuses a alguien sin razón.
-Bueno, tal vez Girta no esté realmente hechizada, pero ha habido sucesos
extraños. Inga, allá en el pueblo, dio a luz a trillizas. ¡Tres niñas! Explica eso.
Tykir asintió con la cabeza, considerando seriamente la acusacion de Rurik.
-Dar a luz a tres niñas a la vez es un raro acontecimiento, pero no imposible. Y es
cierto que muchos hombres estarían decepcionados de tener no una niña, sino tres.
Supongo que podría estar dentro del poder de una bruja influir en el parto, pero no puedo
estar seguro de que sea obra de Alinor.
-Ella siempre está interfiriendo con el trabajo y el juego de los hombres.
-¿Como qué?
-Como esta mañana, nosotros, los hombres, estábamos haciendo un simple
concurso. La bruja impartió órdenes entre las mujeres, tuvimos que dejarlo por tantos
gritos.
-¿Un simple concurso? -En verdad, obtener una respuesta clara de Rurik era como
tirar de un caballo de arado en un pantano.
-Oh, si insistes en saber… Era un concurso de meadas... quién podía escribir la peor
grosería en el menor tiempo sobre la nieve recién caída. Ahora bien, ¿es eso algo tan malo
como para que Lady Alinor se pusiera furiosa? ¿Es ésa razón para que Girta me llame
crudo patán? Podría haber sido llamada una situación de aprendizaje... los que saben leer
y escribir, les enseñan a los que no.
Tykir se atragantó con el hidromiel y escupió un chorro sobre la mesa mientras
intentaba tragar y reír al mismo tiempo. Cuando finalmente se limpió la boca y la mesa con
una sábana, le dirigió una mirada a Rurik.
-Me parece que necesitas encontrar un propósito de vida. Me parece que te metes
demasiado con una bruja que no es una bruja porque tienes demasiada inactividad. Me
parece que Girta está en lo cierto... eres un crudo patán. Me parece que no hay ninguna
prueba de brujería, Rurik. Afronta ese hecho y supéralo.
-No, mi amigo. Tú eres el que no te enfrentas a los hechos. Esos son sólo algunos de
los crímenes de la bruja.
Tykir exhaló con fuerza, luego le hizo un gesto a Rurik.
-Continúa.
-Tres de las criadas se han negado a atender a los hombres, a pesar de que siempre
lo habían hecho en el pasado. Esas que son feas de rostro y rígidas como palos de la paja
de la cama. Es como tener sexo con una hogaza de pan.
-Vamos, Rurik. Es decisión de la criada si quiere saciar la lujuria de un hombre o no.
Al menos, esa siempre ha sido la regla en Dragonstead. No puedes culpar a una bruja por
eso.
-Sí puedo.
-Si Alinor interfirió en ese sentido, no cabe duda de que lo hizo como una dama de
alta cuna, no como bruja. Nos hemos acostumbrado a vivir la vida dura durante demasiado
tiempo. Mi hermana por matrimonio, Lady Eadyth, habría hecho lo mismo y lo sabes.
-¿Por qué defiendes a la bruja, Tykir?
-No la estoy defendiendo. Estoy tratando de ser justo.
-Bueno, no puedes decir que la bruja no es responsable de interferir en la boda
prevista entre Bodil “la Fuerte” y Rapp.
Tykir puso el rostro entre las manos con los codos apoyados en la mesa. Si no había
estado confundido cuando bajó a la sala, ahora sí lo estaba.
-Bodil está rescindiendo su contrato para casarse con Rapp, porque la bruja le dijo
que es un derecho de toda mujer cambiar de idea. ¡Te imaginas! ¡Como si las mujeres
tuvieran cerebro! Y ahora Rapp sufre constantemente de problemas estomacales. Y eso no
es todo. Jostein “el Herrero” ha estado chillando por ahí como una vaca enferma de amor
y Bodil no siente pena por él.
-Jostein. ¿Qué tiene Jostein que ver con esto? -Tykir se asomó entre sus dedos,
completamente confundido.
-Jostein es a quien Bodil realmente favorece, pero Jostein extendió sus muslos y
disfrutó de sus encantos en abundancia sin la oferta de matrimonio. Entonces Bodil
decidió darle una lección y aceptó casarse con Rapp en represalia. Ahora, Jostein chilla y el
estómago de Rapp retumba.
-¿Rapp? ¿Estás hablando de Rapp “del Gran Viento”? Su estómago siempre ruge.
¿No es él quien tiró pedos y eructos con la melodía de “Tres sirvientas y un vikingo” en la
fiesta de Navidad el año pasado?
Rurik agachó la cabeza, avergonzado, pero sólo por un segundo.
-Ella no actúa como debería hacerlo una prisionera, Tykir. -Lo pensó un momento y
luego preguntó- ¿ella es una prisionera, cierto?
Tykir ladeó la cabeza.
-Bueno, sí. Quiero decir, no. Difícilmente se clasificaría como una prisionera, pero
tampoco es una invitada.
Los hombres preguntan cuándo vas a impartir su castigo. Todavía tienes que
disciplinarla por envenenarte en Northumbria, por no hablar de sus muchos crímenes
desde entonces.
Tykir se irguió con la afrenta.
-La moza será castigada, pero yo voy a ser el que tome la decisión de cómo y
cuándo.
Después de haber perdido ese argumento, Rurik intentó nuevamente
-La dama se pasa de los límites de la imprudencia. Ella le pegó a Bolthor en la
cabeza con un salmón esta mañana, cuando pasaba por la despensa. Todo lo que hizo fue
decir algo acerca de una saga que implicaba troles, brujas y partes del cuerpo de
frambuesa.
Tykir echó la cabeza hacia atras y rió de buena gana.
-Veo que sigues sin convencerte -dijo Rurik disgustado. Suspiró profundamente y
luego le informó- si todo lo que te he contado no pesa fuertemente en contra de la bruja,
entonces escucha esto: Las manadas de lobos han bajado de las montañas Debes admitir
que es demasiado pronto para eso. Algunos de los aldeanos afirman que las bestias aúllan
durante toda la noche. Yo digo que son familiares de la bruja que vienen a llamar a su
querida hechicera.
Pasaron varios minutos para que las palabras de Rurik se hundieran en su gruesa
cabeza. Cuando lo hicieron, Tykir se levantó bruscamente.
-¡Idiota! ¿Me estás diciendo que dejaste que Alinor paseara sola por el lago cuando
hay lobos por ahí? Es mejor que digas una oración, o doce, sobre esas malditas cruces que
tallas. Juro que te hare responsable si algo le pasa.
Con eso, agarró un manto forrado de piel y su espada, pandeola mientras se dirigía
a zancadas hacia las puertas dobles que conducen al patio y al lago. Apenas podía respirar
bajo el intenso temor que se apoderó de él.
Fue él quien oró entonces. No Rurik. Por favor, Dios. Que esté a salvo.
Apenas había pasado Tykir a través de la muralla exterior cuando vio a Alinor acercándose
por la curva de la orilla cerca del lago. Gracias a los dioses, que no estaba muy lejos. A
pesar de que se sentía mucho mejor y su pierna apenas le dolía, probablemente habría
sido incapaz de dar un largo paseo por el lago.
Una rápida mirada sobre su hombro le mostró que Bolthor, Rurik y una docena de
soldados se habían puesto una armadura ligera y armas, a punto de ir detrás de él. Sin
duda, Rurik les había dicho de su preocupación por los lobos. ¡Por la sabiduría de Odín!
Debería haber sabido que había patrullas vigilando la zona de todos modos, si no por
Alinor, entonces por los aldeanos que podían correr riesgo.
Él les hizo un gesto para que regresaran.
Alinor no lo había visto todavía, tampoco Bestia, que corría arriba y abajo detrás de
un conejo en un camino resbaladizo. Alinor se detuvo, su atención se había centrado en la
hermosa escena ante ella. Ese día había nevado mucho. Ahora el lago y los árboles
cubiertos de nieve presentaban una visión de blanco puro bajo un cielo azul brillante. El
aire era frío y ventoso, pero soportable. En realidad, no podía culpar a Alinor por querer
este poco de aire fresco mientras que todavía hubiera luz. Aunque todavía era temprano,
pronto oscurecería.
Todo lo que Tykir podía ver de Alinor era su rostro, de perfil, cubierto como estaba
por su pesada capa forrada de piel, que arrastraba por el suelo detrás de ella. Por alguna
razón, su corazón se encogió al verla admirar aquello que el tenía en tan alta estima,
oculto en su corazón.
Tenía treinta y cinco años -un hombre de mediana edad- y aun así las viejas heridas
seguían con él. Era una tontería, de verdad, como podía no dejarlas ir. Durante los
primeros ocho años de su vida había luchado como un cachorro, buscando el afecto de
cualquier persona que estuviera cerca. Ladrando, ladrando -quiéreme, quiéreme-.
¿Cuántas veces habían sido maltratadas sus esperanzas y su corazón?
Oh, su padre nunca había tenido la intención de herirlo así. Probablemente había
salvado su vida manteniéndose alejado de él y Eirik, como pretendía. Y su madre, que lo
había abandonado cuando era un bebé... habría sido una mala madre si se hubiera
quedado. Y su madrastra Ruby no había tenido opción de quedarse. Y Eirik había tenido
todo el derecho de irse a vivir a la corte sajona, dejándolo en Ravenshire con sus dos
abuelos, Dar y And, que habían muerto poco después.
¡Pobre vikingo, con todas estas necesidades débiles! Llorando y anhelando
emociones que le iban mejor a las mujeres y los niños... y perros pequeños. En realidad,
había aprendido buenas lecciones de todo este dolor. Nunca llegar a preocuparse lo
suficiente como para ser herido. Nunca dejar que otros sepan que eres vulnerable.
Pero había una pequeña debilidad que sí se permitió: Dragonstead. Si no podía
confiarle sus sentimientos a otra persona, al menos podía sentir un afecto secreto por un
lugar. Y, Dios, sí que amaba Dragonstead... cada piedra y pedazo de madera que lo
conformaban, cada gota de agua en el lago, todos los árboles y animales que enmarcaban
los bosques, y desde una distancia deliberadamente mantenida, incluso su gente.
-Bueno, pero si el trol ha salido a caminar.
Tykir se sacudió. Al parecer, la dama finalmente había reparado en su presencia.
Anduvo los varios pasos necesarios para llegar a su lado.
-Buen día para tí tambien, bruja.
-¿Qué te trae por aquí, lejos de tu cueva?
-Tú.
-¿Yo? ¡Oh, por las lágrimas de Dios! No vas a comenzar con esa tontería de que soy
prisionera de nuevo, ¿cierto? No hay lugar al que pueda escapar si lo intentara, a no ser
que sugieras que intente nadar.
Tykir intentó esconder una sonrisa.
-¿Puedes nadar?
-Por supuesto que puedo nadar. De lo contrario mis hermanos me habrían ahogado
en más de una ocasión cuando era niña. Ellos me ponían en el mismo saco con los gatitos y
otros animales pequeños para ser sujetos a sus crueldades.
¡Maldita sea! Voy a tener que retorcer el cuello de esos dos sajones uno de estos
días. Tal vez cuando la devuelva a Graycote, les enseñaré a Egbert y a Hebert algunas
lecciones al estilo vikingo.
-No me mires con lástima, patán. Cualquier hombre que posea el paraíso y se
castigue a sí mismo por alguna razón estúpida, manteniéndose alejado por una buena
parte del año, es el que debe ser compadecido. Todo por el bien de un vikingo o viajes o
un negocio o…
- ¿…una violación y un saqueo? -sugirió, sin siquiera molestarse en negar su
afirmación de que era un tonto por mantenerse alejado de un hogar que amaba. Ella veía
demasiado. O puede que le hubiera permitido ver demasiado. Eso sí que era una
posibilidad peligrosa.
-Por lo menos no ha descuidado a su casa. Te acepto eso -declaró con arrogancia-.
La propiedad es dirigida con eficicacia, dentro y fuera, incluso en tu ausencia."
¿Cuándo le había pedido su aprobación? ¡La moza atrevida!
-¿Y cómo sabes sobre el funcionamiento de Dragonstead? Sus campos están
cubiertos de nieve. Sus almacenes están encerrados en las dependencias. Sus animales
están cómodos en sus puestos de invierno.
Habían empezado a caminar uno al lado del otro hacia la casa. De alguna manera
su mano se había unido a la de ella mientras caminaban. ¿O ella había entrelazado sus
dedos con los suyos? De cualquier forma, ella actuaba como si fuera la cosa más natural
del mundo. Y, bendito Dios, lo era. No podía recordar un momento en su vida en que
hubiera sentido alegría por una cosa tan sencilla como sostener la mano de una doncella...
y hacía mucho que había dejado de ser una doncella.
Tal vez ella tenía poderes mágicos.
Tal vez él estuviera atontado.
Tal vez a él no le importaba un maldito comino, de todas formas.
-Hablé con algunos de los habitantes del pueblo, mientras que estaba caminando -
dijo en respuesta a su pregunta de cómo sabía sobre el buen cuidado de Dragonstead-.
Ellos te tienen en alta estima. Y Girta piensa que podrías caminar sobre el agua.
Él se encogió de hombros.
-Y eso nos lleva a la razón de pasearme por la nieve tras de ti. Una mujer no debería
caminar sola, sin protección. Hay lobos alrededor."
-¿Lobos? -Ella se estremeció, y luego hizo un gesto de despreocupación con la
mano ante su preocupacion.
Él sostenía su otra mano como un salvavidas. Aun comprendiendo la triste realidad,
no la soltó. Se sentía demasiado bien, y se había sentido tan mal últimamente. Diablos, no
últimamente, se corrigió. Por toda la vida.
-Pero no hay nada que temer -balbuceó-, he traído protección conmigo. Bestia.
Los dos se volvieron al unísono para ver al perro rodando alegremente, de lado a
lado, en la nieve esponjosa.
-¡Un buen caballero en su armadura que ha probado ser Lord Bestia! -se burló.
Como si sintiera que era el tema de su discusión, Bestia se levantó y sacudió su piel,
luego se acercó a ellos, meneando la cola y con la lengua colgando. Sin preámbulos, Bestia
se levantó sobre sus patas traseras, apoyando las delanteras sobre el hombro de ella, y le
dio varios besos babosos de perro a Alinor. Antes de saber lo que planeaba Bestia, el
animal hizo lo mismo con él, excepto que Tykir podría jurar que añadió más baba.
Alinor rió alegremente.
Él dijo "Yeech", pero estaba extrañamente conmovido por la demostración del
perro. Bestia cayó sobre sus cuatro patas y les dirigió a cada uno una larga mirada de
consideración, esperando como un buen perro a que se le dijera qué hacer a continuación.
-¿No sería agradable si la gente pudiera amarnos incondicionalmente como lo hace
un perro?
Él levantó una ceja hacia ella.
-Un perro no dice “te amo” si eres hermosa. O si haces lo que yo quiero. O si me
tienes a mí. O si produces bebés. O…
- …si tienes buenos modales. O si eres tranquilo. O menos problemático. O un
peleador fuerte. O generoso con los regalos. O especialmente lujurioso al hacer el amor. -
Él movió las cejas sugestivamente con ese último comentario.
Ella chasqueó la lengua con un sonido familiar que estaba empezando a amar. No,
él no estaba empezando a amar nada de ella. Era solamente un sonido que empezaba a
asociar con ella. Ya está. Se sintió mejor después de haber hecho esa corrección en su
mente.
-¿Tykir? -dijo suavemente.
Él se preparó para lo que venía. La moza tenía la costumbre de meterse en su vida
personal con sus preguntas impertinentes, y casi siempre iniciaba con un “¿Tykir?” dicho
con voz suave
-¿Por qué nunca te estableciste aquí con esposa e hijos?
Impertinente no podía ni empezar a describir la profundidad de su invasión en ese
momento. Eso le atravesó el corazón. Estaba a punto de decir que no era de su
incumbencia. En cambio, un demonio en su cabeza dijo:
-¿Por qué no me lo dices tú... ya que pareces tener una opinión sobre cada bendita
cosa en el mundo?
-Tal vez nunca encontraste a la mujer con la que querías compartir Dragonstead -
dijo ella con voz débil. La expresión que pasó por su rostro sólo podia ser descrita como
gloriosa.
¿Por qué debería verse gloriosa? No quería saber.
Sí, Ida. Por qué?
Las mujeres siempre piensan que es una mujer la que va a completar la vida de un
hombre. Una batalla feroz, una cerveza fuerte y una cama caliente... eso es todo lo que un
hombre realmente necesitaba... y tal vez una moza ocasionalmente, pero solamente para
tener sexo.
¿Sería posible que ella pensara que era esa mujer?
-¿De dónde sacas esas ideas? -espetó, soltándole la mano, como si de repente se
tratara de una leprosa.
-Estas irritable hoy, ¿verdad? Debiste haberte quedado en cama por un día más. Ya
sé -declaró alegremente-, necesitas otro plato de caldo de pollo.
Él se llevó un brazo a la frente con horror fingido. Bueno, en realidad no fue de
burla. Estaría realmente horrorizado si tenía que tomar otra gota de esa sopa.
-Por cierto, ¿por qué hay un candado en el gallinero? ¿Puedes abrirlo para mi?
Él se echó a reír y luego empezó a caminar hacia el patio exterior.
-Respóndeme -le exigió ella a su espalda.
No dejó de caminar, simplemente siguió riendo.
-Yo le enseñaré -le pareció oírla murmurar, justo antes de que algo lo golpeara en la
parte de atrás de la cabeza con un splash mojado.
Él se volvió con incredulidad. La moza estaba bailando de pie a pie, burlándose de
él con un gran trozo de nieve en cada mano. ¿Ella se había atrevido a golpearlo con una
bola de nieve?
Dio dos pasos hacia ella, saliendo de los terrenos del castillo de nuevo.
Ella retrocedió dos pasos.
-Espera Tykir, sólo te estaba haciendo un favor.
-¿Un favor? -gritó -. ¿Qué tipo de falta de lógica femenina es esa?
-Hace días dijiste que no tuviste amigos de niño... nadie con quien tener peleas de
bolas de nieve.
Sus ojos se abrieron como platos ante eso. Luego se echó a reír.
-¿Quieres jugar conmigo? -Se acercó dos pasos más.
Ella dejó caer las bolas de nieve y se escondió detrás de un gran árbol. Mirando a su
alrededor, respondió
-No, sólo era una broma... porque tú me estabas ignorando. -¿Así que ahora
quieres mi atención? -Rodeó el árbol y sonrió.
-No ése tipo de atenciones, patán. -Ella saltó hacia el otro lado.
Él la acechaba, amagando a un lado y luego al otro.
Ella dio media vuelta y corrió hacia las puertas abiertas de las murallas del castillo.
Tykir tenía la intención de agarrarla por la cintura desde atrás, pero su pie resbaló
en la nieve y terminó tirándola al suelo y cayendo encima de ella.
-No puedo respirar, zoquete -dijo ella en un susurro ahogado.
Él se levantó un poco, lo que le permitió girar sobre su espalda, y presionar su
cuerpo sobre el de ella, sosteniéndolo contra el suelo. Le cogió las muñecas con una mano
y la sostuvo con sus brazos sobre su cabeza.
-Ahora tienes mi atención -dijo, también en un susurro ahogado.
Y ella tenía su atención.
La capucha se le había bajado en la lucha y su pelo rojo brillante caía a cascadas
sobre la nieve blanca, como llamas de seda. Tenía la cara enrojecida por el viento bajo su
piel cremosa y llena de pecas. Sus labios se entreabrieronn y ella respiró pesadamente por
el esfuerzo excesivo. Ella lo miró a través de sus ojos verdes, enmarcados con pestañas y
cejas de color rubio rojizo.
Era la misma mujer casi fea que había visto por primera vez en los páramos de
Northumbria, cuidando de sus ovejas. Y era diferente. Ahora ella era hermosa para él.
¿Cómo podia ser eso?
-Así que la moza sajóna quiere jugar con un vikingo, ¿eh? -bromeó, tomando un
puñado de nieve en la mano libre y frotándoselo por la cara.
Ella luchó y farfulló, sin éxito.
-Me tienes en desventaja, vikingo... eres tan grande como un caballo de guerra.
Suéltame.
-Nah, no hasta que pagues por tu mala acción.
-Ah! ¿Y cómo sería eso? -dijo, pasándose la lengua por los labios superior e inferior
para quitar los copos de nieve.
Él sintió su lengua en una terminación nerviosa de su cuerpo, una en particular.
-Ya te has negado a aceptar mi dinero. Y no voy a darte mi preciado carnero, a
pesar de que tu tierra es adecuada para la cría de ovejas.
Él se echó a reír.
-Ni una sola vez se me ocurrió pedir un maldito carnero como pago.
-Entonces ¿que? -preguntó ella, todavía luchando contra su agarre.
Él no tenía la intención de decirlo -un beso-. Las palabras simplemente se le
escaparon.
-¿Un beso? -repitió ella-. ¿Eso es todo?
¿Ah? Eso fue todo, como pronto descubrió.
Ella gimió antes de que él la tocara. Oh, si las mujeres supieran el poder de un
gemido lanzado en el momento justo, los hombres se volverían esclavos de cada uno de
sus caprichos. Era un hombre aficionado al gemido de una mujer.
Primero puso sus labios cálidos sobre los congelados de ella, todavía fríos del baño
de nieve. Suavemente, presionó, probando por un ajuste perfecto. Lo fue.
-¿Te gusta ese tipo de beso? -murmuró contra su boca.
-No lo sé -ella murmuró de vuelta, su aliento era dulce y sus labios ya no estaban
fríos-. No tengo nada con qué compararlo.
-¡Moza atrevida! -la reprendió, mordiendo su labio inferior con los dientes. Ahora
que tenía los labios entreabiertos, la besó con más fuerza, de lado a lado, dando y
exigiendo, presionando y chupando. Cuando se retiró esta vez, sus labios estaban
húmedos y sus ojos verdes vidriosos-. ¿Y ese beso?
-Fue satisfactorio, supongo.
-¿Satisfactorio? Eso es lo que se dice acerca de la cocción de un pan. O una
transacción comercial.
-Bueno, yo esperaba otro beso, uno como ése otro.
-¿Qué otro? -El de Hedeby.
Ah, ahora lo entendía. Según recordaba, habían habido lenguas implicadas. Sonrió.
-Así que recuerdas mis besos de esa noche en el lecho de pieles, ¿verdad? -
preguntó él, enrollando un mechón de su pelo con olor a rosa alrededor de su dedo,
estudiando los diferentes colores que tenía a la luz del sol, desde un rubio pálido hasta un
naranja brillante.
-¿Tú no te acuerdas de esos besos? -preguntó, inclinando un poco la cabeza hacia
un lado.
-Som man roper I skogen far en svar -dijo él con una sonrisa.
-¿Qué significa eso?
-Cuando gritas en el bosque, también el eco sonará.
-Bueno, eso es tan claro como un foso de lodo.
-Significa, haz una pregunta estúpida y obtén una respuesta estúpida.
-Oh.
-¿Ya hemos terminado de parlotear?
-Eso espero.
Señor, la mujer no tenía sentido común en absoluto, tentando a un hombre con
esas insinuaciones lascivas. Esta vez él enterró los dedos en su cabello, sosteniendo su cara
en su lugar. Entonces la besó vorazmente, dejando salir todos los deseos reprimidos de las
últimas semanas... o tal vez de los últimos años... o, Dios del cielo, tal vez de toda la vida.
Él lamió la boca abierta.
Ella le dio su lengua a cambio.
Le susurró palabras maliciosas cuando paró a tomar aire. Y ella le susurró cosas
igualmente malas -cosas que no podía comprender basándose en su propia experiencia.
-¿Crees que soy escandalosa? -preguntó ella, agachando la cabeza tímidamente.
Él le puso un dedo debajo de la barbilla y la obligó a mirarlo. Cuando lo hizo, le
sonrió y le respondió, con voz esperanzada
-No todavía.
Ninguno de los dos habló después de eso mientras llegaban el uno al otro con
apetitos iguales. ¿Quién hubiera sabido que ella podría ser tan ansiosa? ¿Quién hubiera
sabido que él la deseaba tanto? Y el beso siguió y siguió, hasta que oyó las palabras de mal
agüero:
-Escuchen, esta es la saga de Tykir “el Grande”.
Tykir levantó la cabeza para ver a por lo menos dos docenas de hombres
acomodados en un amplio círculo mirándolos con diversión, mientras que Alinor escondía
el rostro entre las manos y Bolthor recitaba las palabras del verso:
Beso, beso, beso.
Comenzó con una pelea de bolas de nieve. Y terminó en un beso.
¿La bruja sedujo al vikingo? ¿O el vikingo sedujo a la bruja?
El hombre seguía observándola.
Fue de lo más desconcertante. Cada vez que Alinor entraba en el gran salón esa
noche, ayudando a Girta y a las otras mujeres a servir la cena, no podía dejar de notar a
Tykir reclinándose perezosamente en su asiento en la mesa principal, picoteando su
comida (y ni siquiera era pollo), bebiendo hidromiel de su copa y observándola.
Sus ojos dorados seguían cada uno de sus movimientos. Y, ¡Santa María, estaban
ardiendo! Él era igual que un gato montés peligroso, esperando el momento oportuno
para abalanzarse sobre su presa. No había duda de a qué cuerpo en esta habitacion le
había echado el ojo.
¿Qué significa?
Probablemente fue el beso. El hecho de que ella había sucumbido a una ola de
sentimentalismo... sólo porque se había derretido ante la belleza de Dragonstead y se
imaginó cómo sería su vida en Graycote sin la interferencia de sus hermanos... sólo porque
le había permitido al patán darle un beso... o dos... o cinco... que derritieron sus huesos e
hicieron que sus ojos subieran como los de una mujer loca... bueno, ahora él debía pensar
que estaba ansiosa por saltar en las pieles de la cama con él.
¡Ja!
Bueno, él puede pensar de sí mismo como si fuera un poderoso cazador y yo fuera
una presa menor en la mira de su arco, pero no pienso ser víctima de ningún hombre. Ya
no.
Golpeó su bandeja de pichones rellenos contra una mesa, haciendo que un soldado
saltara y derramara su cerveza. Luego, caminando hacia un lado de la sala, hizo contacto
visual directo con el vigilante Tykir, movió la cabeza hacia la derecha repetidamente,
indicándole que quería que la siguiera por el pasillo que conducía a los almacenes.
Tykir puso su jarra sobre la mesa y frunció el ceño, como si no entendiera. Bueno,
puede que pareciera como si ella hubiera desarrollado un tic en el cuello. Así que intentó
doblando el dedo índice hacia él.
Él sonrió.
Señor, líbrame de un hombre con vanidad exagerada. Debe pensar que le estoy
invitando a algunos juegos lascivos. Si pensaba que iba a dejar que la besara de nuevo, iba
a aclarar su mente en ese sentido, de forma rápida.
Ella continuó moviendo el dedo.
Tykir se puso de pie tan bruscamente que derribó su silla. Lo cual hizo que Adam y
Rurik, sentados a ambos lados de él, vieran el blanco de la atención de Tykir. Entendiendo
-o más bien desentendiendo- de inmediato, Adam sonrió y le dio un pequeño saludo,
mientras que Rurik se veía como si se hubiera tragado un pichón entero.
Sonrojada, Alinor se deslizó por el pasillo hacia los almacenes de alimentos, Tykir la
seguía. Cuando miró por encima del hombro, Alinor vio que el patán estaba mirando su
trasero.
¡Oh, Dios! Esto no va a ser fácil.
Ella chasqueó la lengua con disgusto, un sonido que por lo general lo molestaba.
Ahora simplemente sonrió.
¡Oh, Dios! Esto no va a ser fácil.
Ella estaba a punto de aclararle algunos hechos importantes cuando él se acerco a
ella, llevándola contra la pared. Los olores de carnes ahumadas, miel, harina recién molida
y especias los rodearon. Sin previo aviso, el le preguntó
-¿Te gustaría ir al cuarto de baño conmigo?
-¿Eh?
Él se acercó aún más, por lo que su pecho, debajo de la túnica de lana pesada,
tocaba sus pechos, bajo el vestido también de lana pesada. Pero por la forma en la que sus
pechos se hincharon y sus pezones se pusieron en punta, era como si no llevaran nada
puesto.
Nunca se había sentido así antes, excepto tal vez en los días previos a su flujo
mensual. Nunca en presencia de un hombre.
-¿Que si te gustaría visitar el cuarto de baño conmigo? -repitió. -¿Por qué?
-Para bañarnos. -Sus ojos bailaban con picardía ante algún secreto que no estaba
compartiendo con ella.
-¿Juntos?
Entonces él rió en voz alta.
Ella no era tan ingenua como para no entender la intención del patán lujurioso.
Deslizándose bajo un brazo extendido que se dirigía, increíblemente, hacia uno de sus
pechos, ella cruzó los brazos sobre su pecho, golpeó el pie con impaciencia y dijo, con la
voz más severa que pudo usar, lo que era algo realmente difícil cuando sus pechos
palpitaban bajo su antebrazos:
-No te llamé para que vinieras para satisfacer tus inclinaciones depravadas.
-¿No lo hiciste? -Él cruzó los brazos sobre el pecho también, y se apoyó contra la
pared. Perezosamente. Como una fiera acechando a su presa, esperando el momento
oportuno para emboscar a su víctima desprevenida. Bueno, ella no estaba desprevenida.
-No, te llamé porque pude ver que eres víctima de un malentendido.
-¿Yo? -dijo el con horror exagerado, alzando las cejas de forma dramática.
-Dejé que me besaras esta tarde porque…
-Perdona la interrupción, milady. Una pequeña aclaración. A mi parecer tú me
estabas besando de vuelta.
-Bueno, sea como fuese, lo que estoy tratando de decir es que no le debes poner
demasiado cuidado a un simple beso."
-¿Simple? No había nada simple en el entusiasmo de tus labios presionándose
sobre los míos. No había nada simple acerca de la sensación de tu lengua en mi boca. No
había nada simple sobre…
-¡Basta! -Ella golpeó el suelo de piedra con un pie-. Estás deliberadamente
haciéndome bromas cuando estoy intentando hablar en serio.
-Es difícil hablar en serio cuando te estoy imaginando desnuda -dijo con tristeza.
Ella siguió la dirección de su mirada y vio que aún bajo la pesada tela de su
camisola el contorno de sus pezones hinchados era evidente. Ella gimió suavemente, pero
luego se contuvo.
-Dios, me encanta cuando gimes. ¿Puedes hacerlo de nuevo?
-Eres imposible.
-Por favor.
-Escúchame, y escúchame bien, idiota. El beso -ella vio que él iba a corregirla-, los
besos, estuvieron bien, pero eso es todo.
-¿Bien? ¿Estás diciendo que mis besos estuvieron bien? -Levantó la barbilla con
consternación, haciendo que la luz del fuego de la cocina en la habitación contigua brillara
sobre su largo cabello dorado, que estaba trenzado a un lado-. Me siento profundamente
ofendido. Ven aquí, milady, permíteme intentarlo de nuevo. Te prometo que esta vez voy a
hacerlo mejor que bien.
Ella extendió las manos, deteniendo sus avances.
-Deja de insistir en detalles irrelevantes, vikingo.
-No considero los besos buenos como algo irrelevante. Un afeminado da buenos
besos. Una madre da buenos besos. Un amante no da buenos besos, eso lo sé con certeza.
-Tú no eres mi amante -declaró ella con vehemencia.
-No, no lo soy -dijo él-. Todavía.
Capítulo XIII

-Despierta, brujilla -dijo una voz alegremente a la mañana siguiente.


Alinor se hundió más en su lecho de pieles. Girta probablemente quería que la
ayudara con la fabricación de jabón que había planeado para hoy. Al parecer, se necesitaba
una gran cantidad de jabón para mantener limpios a estos enormes vikingos.
-Es hora de que todos estén levantados y listos -la voz continuó con un tono
enloquecedor. Una voz masculina.
Es Tykir “el Trol”.
Debe estar planeando alguna travesura para dirigirse a mí en ese tono meloso. Eso,
o quiere que le haga algún favor. Bueno, no voy a hacerlo... no importa lo que sea.
Luego otro alarmante hecho se hundió en su cabeza soñolienta. ¡Buen Dios! ¿Es
posible que el trol realmente me esté soplando al oído?
Los ojos de Alinor se abrieron de golpe para ver un bien afeitado y recién bañado
Tykir inclinado sobre ella. Su cabello brillante, casi seco, destacaba en un halo de oro
bruñido sobre su cabeza, hasta sus hombros anchos que estaban cubiertos por una túnica
recién lavada. ¡Dios, qué espectáculo para despertarse! ¡San Miguel Arcángel no podría
verse mejor! O Lucifer en una misión de maldad.
-¡Vete! -dijo, y se subió las pieles hasta la barbilla, preguntándose por cuánto
tiempo el hombre la había estado observando. La habitación estaba fría, el fuego en la
pequeña chimenea se había apagado hasta las cenizas. Gracias a Dios que había decidido
usar un camisón de lino para dormir, o el patán habría conseguido una buena vista de sus
dotaciones -o la falta de dotación- de lo que había pedido.
¿O era eso lo que pretendía?
Alinor se acomodó hasta quedar sentada, manteniéndose cubierta por el lecho de
pieles. Había estado durmiendo a pierna suelta en un pequeño dormitorio en el segundo
piso de la casa. Por lo general, se despertaba al amanecer, por costumbre, especialmente
con el gallo cacareando a esa hora -pero todos los gallos parecían haber desaparecido o
haber sido escondidos en Dragonstead. Además, no había podido dormir mucho anoche,
después de todas las burlas sexuales de Tykir. Mientras bostezaba, se dio cuenta de que
era mucho más tarde de lo habitual... Tal vez, incluso casi mediodía. Era difícil saberlo con
la forma en que Noruega perdía la luz solar durante la mayor parte de las horas de
invierno.
-¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? ¿Y en mi recámara? -se quejó. -Tenemos
un gran día por delante.
-¿Tenemos? -De repente, una adormilada Alinor dejó de estarlo.
-Sí, tenemos. -Él se rió entre dientes-. Ahora, levántate, Alinor. Deja de perder el
tiempo.
-¿Qué, vas a ayudarnos a mí y a Girta a hacer jabón?
Él se echó a reír, con un sonido siniestro y gutural de alegría.
Si fuera una mujer fácil, inclinada hacia los hombres con risas profundas y
sensuales, podría estar sintiendo un pequeño cosquilleo en la boca del estómago en ese
momento. Menos mal que estaba lejos de ser fácil. De hecho, de repente sintió que estaba
más enroscada que una cuerda de marinero.
-No, vamos a hacer algo, pero no sera jabón.
-Deja de hablar con acertijos. Estoy cansada hasta la muerte de tus burlas
constantes. Y, francamente, ya que estamos en el tema de las burlas, yo no aprecio mucho
tus besos pegajosos tampoco.
-Yo creo que pegajoso es bueno cuando se trata de besar. Y ayer parecías apreciar
mis besos en el pasillo, y en la nieve, además de los de Hedeby. -Se tocó la barbilla
pensativamente-. ¿O era otra moza la que estaba lamiendo mis dientes de atrás?
-Eres muy poco caballeroso al recordarme mis deslices de cordura, pero te diré…
-¿Deslices de cordura? -gritó-. Esta es la primera vez que he oído a alguien llamar
así a la excitación.
-¿Excitación? Ooooh, ahora sí has ido demasiado lejos. Yo simplemente sentía...
um, curiosidad. Sí, yo tenía curiosidad de todo el alboroto que se arma acerca de los
besos. Las criadas y los jóvenes no hacen mucho ruido sobre nada, en mi opinión. Pero
ahora que lo sé, he decidido que no quiero más.
-¡Oh...ho! ¿Has decidido? Debes estar prevenida, milady, habrá más besos en tu
vida. Y también te gustarán.
Alinor inhaló y exhaló profundamente buscando paciencia.
-Escucha, no soy tan idiota como para no entender de qué se trata todo esto. Has
estado insinuando desde hace tiempo que vas a castigarme. Es evidente para mí que tu
forma de castigo implica el acoplamiento. Bueno, entonces, hagamos un trato. Voy a
acostarme y abriré mis piernas para tí, y para cuando haya terminado de decir mi Padre
Nuestro, ya habrás terminado de hacer lo tuyo y yo podré irme a hacer jabón.
El se quedó con la boca abierta ante su oferta. La mayoría de los hombres no
estaban acostumbrados a que las mujeres fueran directas con ellos.
-¿Qué dices? ¿Es un trato? -preguntó ella-. Entonces, ¿puedo esperar que las
insinuaciones veladas y amenazas maliciosas se detengan?
Él cerró la boca de un golpe.
-Alinor, Alinor. ¡Que inocente eres para ser una mujer que ha estado en el mercado
por mucho tiempo! Cuando hagamos el amor, estarás demasiado involucrada como para
decir tus oraciones. Y te garantizo que va a durar más de unos minutos. -Hizo a un lado las
pieles de la cama y se preparó para sacarla de la cama.
-¡Espera! Dime qué es lo que quieres de mí. ¿De qué se trata toda esta algarabía?
-Tu castigo -dijo, y la levantó por la cintura del colchón, poniéndola de pie.
Ella arrugó sus pies desnudos contra el frío del piso cubierto de juncos.
-Otra vez con esas tonterías acerca del castigo.
-Es necesario, Alinor. Tu disciplina ha sido aplazada durante demasiado tiempo...
primero, debido a nuestro viaje a Noruega, después por mi enfermedad.
-¿Por qué es necesario?
-Un hombre debe ser un hombre en su propia casa y delante de sus seguidores. Tú
me envenenaste, mujer. Mis soldados, incluso mis criados, no me respetarán si te dejo ir
sin castigo.
-Eso es absurdo. ¿No es importante que me hayas secuestrado sin buena causa... y
que ayudé a cuidarte durante tu enfermedad?
-Sí, lo es. Es por eso que no conocerás el látigo. Y tampoco morirás. Pero... -sus
palabras se desvanecieron, y él la estudió, como midiendo cuánto revelar.
-¿Pero? -Ella lo pinchó.
-Pero tienes que ser mi esclava hasta cuando te dé libertad de irte a tu casa en
Northumbria.
-¿Esclava? -Estaba sorprendida-. ¿Me harías fregar los pisos, lavar tu ropa, llevar
leña y tales cosas? Ya cumplí con eso.
-No esa clase de esclava. -Él sonrió y apoyó un codo perezosamente contra la repisa
de la chimenea. Luego se la quedó mirando, sonriendo.
-Bueno, ¿vas a compartir la broma? -le espetó-. ¿Qué tipo de esclava tienes en
mente?
-Una esclava del amor.
Tykir había estado sosteniendo las manos sobre sus oídos durante un largo tiempo -
por lo menos un minuto- pero aún así fue incapaz de bloquear el sonido de los gritos de
Alinor. Y todas las groserías que le dijo… bueno, un marinero viejo y malhumorado podría
apreciar su repertorio de improperios, pero no estaba impresionado.
-¡Suficiente! -gritó por fin. Cogió a la arpía de un moviemto y la tiró sobre su
hombro como si fuera un saco de harina de cebada.
-¡Oomph! -dijo ella cuando él le sacó el aire de la garganta. Bueno. Tal vez así se
calme un poco.
-¿Dónde está esa crema de rosas para el pelo? -preguntó Tykir, girando en un
círculo examinando el pequeño dormitorio, mientras ella pataleaba y agitaba su cuerpo
colgado boca abajo.
-¿Por qué? -ella le habló a su trasero.
-Porque te llevaré al cuarto de baño, quiero asegurarme de que te untes un
montón de esa crema mientras te bañas. Me gustan las mujeres que huelen bien.
Ella emitió un gruñido, que probablemente indicaba que no le importaba lo que a
él le gustaba, pero lo que dijo fue-: ayer por la noche tomé un baño. No necesito tomar
otro esta mañana.
-Sí, sí necesitas -le aseguró. Después de haber encontrado la crema en un estante
de la esquina, caminó a través de la puerta abierta. Mientras tanto, Alinor volvió a gritar y
luchar-. ¿Cuándo vas a entender que no tienes otra opción en este asunto?
Ella siguió luchando.
-Si insistes en medidas extremas... -dijo con un suspiro exagerado, y metió la mano
bajo el dobladillo del largo camison, posando una mano sobre sus nalgas desnudas.
Se quedó quieta de inmediato.
Y él también.
¡Santo Thor! Era redondo, suave y cálido al tacto. Iba a disfrutar de este "castigo",
más de lo que había pensado.
-¿Buscando colas de nuevo, vikingo? -comentó ella con sarcasmo.
Su propia "cola", que estaba demasiado ansiosa, se marchitó. Alinor era buena para
acabar con la lujuria de un hombre rapidamente.
-No, estoy buscando un lugar para plantar una -dijo con una risa.
-Bájame. En este mismo instante. Voy a poner una maldición sobre tí. ¿Me oyes?
-Todo Trondelag puede oirte.
-Lo digo en serio. Si no me dejas ir, voy a hacer que tu parte de hombre se arrugue.
Haré que tus dientes sean azules. Haré que te crezca pelo en el trasero. Voy a convertir
toda tu comida en caldo de pollo. Voy a…
-Pensé que habías dicho que no eras una bruja.
-Tal vez sea una, o tal vez no. ¿Quieres correr ese riesgo?
No tuvo que pensarlo por más de un instante.
-Sí.
Ella jadeó; el miró por encima del hombro para encontrarla echando un vistazo a
través de la puerta abierta de su recámara.
-¿Por qué esas criadas están limpiando los juncos de tu habitación hoy? ¿Y
poniendo encima juncos frescos? Esa es una tarea primaveral. Y están poniendo linos
limpios en tu cama. Hoy no es el día de lavado de Girta. Y, bendito Dios, el fuego en tu
chimenea es lo suficientemente grande como para asar un jabalí. ¿Qué planeas hacer en
tu dormitorio, vikingo?
El supo por la rigidez de su cuerpo que se arrepintió de su pregunta
inmediatamente.
-Usa tu imaginación, milady. -Ya estaba en la escalera, pisando fuerte a través del
gran salón hacia el cuarto de baño.
-¿Dónde están los hombres? -preguntó ella. Había sólo un puñado de sus soldados
por ahí y sirvientes haciendo sus tareas.
-Han ido a cazar, para añadir más carne fresca para el invierno.
-¿Por qué no fuiste?
-Tengo cosas más importantes que hacer aquí, en Dragonstead.
-Hubo un bendito silencio mientras ella reflexionaba sobre las noticias, y él
continuó a través de la cocina hasta el pasillo exterior, techado, que conducía a los baños.
Girta, Bodhil y las otras ayudantes de cocina, que habían estado parloteando mientras
trabajaban para preparar las comidas del día, levantaron la vista y sus conversaciones
quedaron suspendidas. Luego soltaron varias risillas.
-Voy a matarte por esta humillación -juró Alinor.
-Mira como tiemblo -dijo, dejándola sobre sus pies en la cámara de vapor, donde ya
tenía un fuerte fuego encendido y las piedras calentadas al rojo vivo.
Miró a su alrededor, y luego lo apuñaló con una mirada.
-¿Por cuánto tiempo dijiste que tus hombres estarían fuera?
-Dos días -dijo. Y ni siquiera intentó ocultar su sonrisa.
-Me encanta peinar tu cabello -dijo Tykir, mientras se sentaba en un taburete frente
al fuego, en su recámara. Se sentó en una silla detrás de ella, pasando un peine de marfil a
través de los filamentos gruesos de su cabello mojado y largo hasta la cintura.
Alinor puso los ojos en blanco al oír sus palabras, que tenían la intención de sonar
seductoras. ¡Ja! Ella era inseducible.
-Es una experiencia sensual, ¿no te parece? -continuó con una voz ronca, sin darse
cuenta de sus ojos en blanco.
‐¿Sensual? ¿Eh? Oh, por cierto -dijo-. Entonces, ¿a menudo cepillas el cabello de las
mujeres?
Él se echó a reír... un bajo estruendo masculino, que no era del todo no atractivo.
-No, esto es una novedad para mí.
-Que afortunada soy -comentó jocosamente. Lo siguiente será que querrá recortar
mis uñas de los pies, y lo consideraré un éxtasis.
-Se podría decir que soy una especie de virgen -él se rió.
-Una especie serían las palabras clave, supongo.
Él le dio unos golpecitos en el hombro con el peine.
-El sarcasmo no te hace bien, milady. Luego le puso una mano en la parte superior
de la cabeza y con la otra mano continuó deslizando el peine muy lentamente a lo largo de
su cabello-. El cepillado del cabello te excita tanto como a mí, ¿brujilla?
Esta vez Alinor no puso los ojos en blanco. Sus ojos casi se salen de su cabeza.
El vikingo se había vuelto loco. Y encontraría una manera de echarle la culpa por
esta última calamidad una vez que recobrara el sentido. Estaba empezando a insistir en las
tonterías sobre brujería de nuevo. Pero ella se negó a asumir la responsabilidad de sus
acciones extrañas.
Tal vez había sido una larga vida de dolor lo que se había estado comiendo su
cerebro. Tal vez se trataba de un exceso de lujuria en su torrente sanguíneo. Tal vez fue la
fiebre que lo había empujado a través de la línea que dividía la cordura de la locura. Tal vez
simplemente comió demasiado de ese maldito gammelost.
¡Cepillarle el cabello! El hombre le había pedido que se cepillara el cabello frente al
fuego en su recámara... desnuda. Ahora, si eso no era estar loco, no sabía qué lo era.
Ella se negó, por supuesto.
A lo que él le había ofrecido un trato. El le cepillaría el cabello y ella podría usar el
camisón de lino, el cual parecía transparente por la humedad de su reciente baño.
¿Bañarse y peinarse como la primera fase de un plan de castigo? Sí, el hombre
estaba demente.
No siendo tonta, había aceptado. Después de una vida de tratar de discutir con sus
hermanos idiotas, ella sabía cómo escoger sus batallas y cuándo era mejor ceder.
No es que tuviera la intención de rendirse a las demandas lascivas del bruto,
indiscutiblemente el siguiente paso en su plan de castigo. ¿No había mencionado su
indignante plan de convertirla en su esclava sexual? ¡Bendita Santa Beatriz! Ni siquiera
estaba segura de saber lo que implicaba ser una esclava del amor.
Bueno, esa no era su preocupación más inmediata. No, ella estaba esperando por
el momento justo. Luego correría hasta la puerta y se iría a un escondite que había
descubierto en los últimos días en Dragonstead. Pensó que esta locura que se había
apoderado de Tykir pasaría, así como lo había hecho la fiebre. Entonces ella sería capaz de
negociar un "castigo" más justo y más en la línea de las reparaciones. Algunos argumentos
lógicos... un poco de arrastre... unas monedas... Tal vez un codo o dos de sus preciados
tejidos de lana... y todo el mundo estaría feliz.
Ella inhaló profundamente buscando paciencia, ignorando el sonido monótono de
la charla de Tykir -alguna tontería sobre que el castigo a veces es dulce- y el ritmo
sorprendentemente agradable del peine pasando por su cabello casi seco. Concéntrate,
Alinor. Debes pensar en un plan para escapar... cómo salir de esta recámara sin que el
zoquete te persiga.
Sus ojos se posaron sobre una silla de respaldo alto al otro lado de la chimenea -la
que Tykir había comprado en Hedeby- que hacía juego con la que él estaba usando. Era
una hermosa obra de artesanía, con diseños nórdicos tallados y una serie de agujeros
ovalados entrelazados en la parte superior.
Alinor sonrió con repentina inspiración.
-¿Tykir? -preguntó ella con voz risueña que había oído a las criadas utilizar con
Rurik y Adam.
-¿Hmmm?
-Te importaría -risilla, risilla, risilla… Dios, siento que voy a vomitar todo el
contenido de mi estómago- eh, ¿te importaría si ahora yo peino tu cabello?
Él se puso rígido.
-Ya me peiné.
Ella se obligó a reír otra vez detrás de la palma de la mano presionada tímidamente
sobre su boca.
-Bueno, yo estaba pensando que tal vez podría trenzar tu cabello porque...
Sus palabras se desvanecieron en lo que esperaba que pareciera ser timidez.
Alinor no sabía cómo las mujeres podían hacer esta tontería con los hombres todo
el tiempo. Pero entendía por qué.
-¿Por qué? -la pinchó Tykir.
-Sólo en caso de que te entusiasmes demasiado durante el apareamiento... bueno,
ya sabes, sería útil que el cabello no se interponga en el camino.
-¡Jesús, María y José! -exhaló Tykir.
Alinor esperaba que su uso de una expresión cristiana fuera un signo de
desorientación que indicaba que le gustaba lo que ella había sugerido.
Poco tiempo después, Alinor arrojó el peine al suelo y corrió hacia la puerta.
-No te molestes por haber sido superado, Tykir. Esto es lo mejor. De verdad.
-¡Aaarrgh! -rugió Tykir como un oso atrapado mientras permanecía de pie, con la
intención de ir tras ella, pero se encontró con que su pelo había sido trenzado de alguna
manera a la parte de atras de su nueva silla.
Alinor corrió por el pasillo del segundo piso hacia la pequeña habitación del tesoro,
para la cual Alinor había encontrado una segunda llave varios días atrás mientras
exploraba la casa. Lo último que oyó antes de abrir la puerta y ocultarse fue el ominoso
mensaje de Tykir, mientras caminaba en su dormitorio, con la silla, obviamente,
arrastrándose detrás de él.
-Alinor, no tendrás motivos para preocuparte de tus pecas nunca más -le gritó-,
porque tengo la intención de despellejarte viva.
Cinco horas habían pasado, y Tykir aun no había encontrado a Alinor.
-Tal vez la mujer realmente es una bruja. ¿Cómo más podría haber desaparecido
del castillo sin ser vista? -comentó Girta con su habitual locuacidad, mientras colocaba una
tajadora de salchicha de cerdo frío, pastel de alce y pan delante de él en la mesa, junto con
un gran vaso de hidromiel.
-Ella no es una bruja -dijo, sorprendido por su propia firme convicción-. Sólo una
mujer temeraria con una disposición de bruja.
Girta frunció el ceño ante esa aparente falta de lógica.
-Hay una diferencia -sostuvo Tykir, pero se negó a explicar.
-Bodhil dice que vio una nube de humo sobre el basurero esta mañana y que se
parecía a un gato negro. Algunos podrían decir que el familiar de la bruja vino a rescatarla.
Mejor considera la posibilidad de que una maldición haya sido puesta sobre Dragonstead.
¿Has revisado tu parte masculina últimamente?
Él se atragantó con el aguamiel.
-¿Para qué?
-Para buscar torceduras.
-Alinor no es una bruja -repitió.
-Pero, ¿a dónde podría haber ido? Has tenido a una docena o más de nosotros
buscando en cada rincón del castillo, pero sin éxito. Incluso Rapp. Y sabes que no me gusta
que esté vagando en los lugares que limpio. Él deja un rastro de mal olor tras de él, sí que
lo hace. Yo creo que lo hace a propósito, para evitar el trabajo. Es por eso que lo envié a
buscar en la orilla del lago en caso de que la señora estuviera dando su paseo habitual. Ni
siquiera Bestia querría ir junto a Rapp debido al olor que despide.
-Y así siguió hablando Girta hasta que Tykir pensó que sus chismes entumecerían
sus oídos. Finalmente concluyó su charla con una pregunta-. ¿Vas a matar a la bruja
cuando la atrapes?
-¿Qué te hace pensar que voy a atraparla?
-Oh, no hay duda sobre eso. ¿No eres Tykir “el Grande”, como Bolthor siempre
dice?
-Sí, me siento extremadamente bien en este momento -dijo Tykir secamente-. Pero
en cuanto a tu pregunta, sí, voy a matarla una vez que la atrape, pero habrá una gran
cantidad de tortura antes de eso.
-Como debe ser. Como debe ser -comentó Girta-. No es que no me guste Lady
Alinor. Una dama fina que es. Pero no podemos tener al maestro de Dragonstead superado
por una simple mujer, ¿verdad? ¿Qué dirían los escaldos de eso? ¿Qué diría Bolthor en su
próxima saga?
-No te atrevas a contarle a Bolthor sobre esto - farfulló.
Después de que Girta se fuera, Tykir cogió su comida y dejó que su mirada vagara
por el gran salón. Estaba solo. Sin duda, los pocos soldados que no se fueron de caza se
estaban escondiendo de su ser desagradable. Con certeza, las sirvientas no se acercarían a
él, a excepción de la buena Girta. No los culpaba, con todos esos rugidos y gritos que había
dado en este mediodía perdido en busca de la moza esquiva.
Era tan exasperante. Como un rompecabezas que había que resolver -pero faltaba
una pieza. ¿Qué objeto había pasado por alto en su búsqueda de Lady Alinor?
La bruja tenía que estar en alguna parte dentro de la propiedad. No había habido
tiempo para que ella escapara de los muros del castillo. E incluso si hubiera tenido tiempo,
alguien la habría visto. Además, vestida como estaba con un fino camisón, no se habría
aventurado a congelarse afuera.
Entonces, ¿dónde podía estar escondida?
Levantó la vista hacia la escalera que conducía al segundo piso, donde se podía ver
el pasillo abierto que rodeaba la gran sala. Todas las recámaras y almacenes en el segundo
piso daban al gran salón de dos pisos. Pero habían comprobado y vuelto a comprobar
todos los rincones de la casa que no estuvieran cerrados bajo llave.
Tykir se movió en su asiento, a punto de inclinar la silla hacia atrás contra la pared
cuando su atención fue atraída por el tintineo de las llaves en el anillo de su cintura. Miró
las grandes llaves de metal y luego de nuevo hacia el segundo piso.
Y luego sonrió.
Algo despertó Alinor de su pequeña siesta.
Echando un vistazo por debajo de las preciosas pieles en la sala del tesoro, en
donde se había escondido, no podía ver nada en la oscuridad de la cámara sin ventanas. Lo
único que podía ver era la silueta de colmillos de morsa, rollos de tela, tarros de vino de
cerámica, cajas de madera tallada que sabía por su exploración anterior que contenía
joyería, gemas, monedas de oro y plata y espadas ricamente estampadas y conjuntos de
cadenas de correo. Y, por supuesto, muchas bolsas y cofres en miniatura del producto
elegido por Tykir para el comercio -ámbar.
Entrecerró los ojos en la oscuridad. ¿Cuántas horas habían pasado? ¿Era por la
tarde o por la noche? Lo único que sabía era que por fin se había quedado dormida
después de aburrirse de estar tumbada en su escondite. Ahora su estómago se revolvía
con hambre, no había comido desde la noche anterior. Uno pensaría que con todo ese
vino, el trol comerciante hubiera saqueado alguna tierra extranjera en busca de alimentos
raros, como las almendras o cosas azucaradas. Incluso una pezuña de camello hervida
tendría cierto atractivo en este momento.
Tal vez eso era lo que la había despertado... el sonido de su estómago hambriento.
No, era otro sonido. Una llave estaba siendo giraba en la cerradura de la puerta.
¡Oh...oh!
Había tenido horas y horas para pensar mejor su apresurada decisión de huir del
vikingo. Ahora, parecía que iba a averiguar si había sido prudente o imprudente. También
había tenido mucho tiempo para mejorar sus argumentos en contra del plan de castigo de
Tykir. Por alguna razón, cada uno de ellos se le había olvidado en ese momento.
Esto era absurdo. Debería dar un paso adelante antes de que la detectara... tomar
la ofensiva... llevar a cabo sus acciones.
En cambio, se metio de nuevo bajo las pieles y contuvo la respiración. Sería valiente
después.
Sintió una tenue luz.
-Alinor, sé que estás aquí -dijo Tykir-. Ahora ¡sal!
Alinor no necesitaba ver a Tykir para saber que estaba rígido con indignación. No
cabía duda de que estaba apretando los puños y los dientes. Jugando juegos mentales de
"Elige la Tortura”.
Ja, ja, ja, pensó entonces. ¡Que fantasioso de mi parte! A pesar de ser un vikingo
vicioso cuando se trata de guerra o de defenderse, Tykir no le haría gran daño físico a una
mujer. Al menos, no lo creo. Sólo ese asunto de la esclava del amor, que casi da más miedo
que unos buenos azotes. Esto último lo conozco y lo puedo soportar. Pero lo primero...
bueno, ¿qué se supone que hace una esclava del amor?
-Me estás haciendo enojar, Alinor. Muy, muy enojado. Esa no es una sabia decisión.
-Podía oír como pateaba baúles de un lado a otro y rebuscaba entre los rollos de tela. Un
ruido de metal que probablemente se debía a espadas cayendo una contra otra-. Oblígame
a perder más tiempo buscando tu pellejo escuálido. Adelante. Me entusiasma la
perspectiva de añadir pecados adicionales a tu lista ya llena de transgresiones. -Su voz
goteaba hielo.
¡Basta de estar acobardada! Alinor hizo a un lado dos pieles de zorro y se puso de
pie torpemente.
-¿Me buscabas? -preguntó con alegría forzada.
La única respuesta de Tykir fue un gruñido. Tenía los dientes apretados, como ella
había sospechado. Podía verlos, y también sus puños apretados, a la luz de la antorcha
que sostenía sobre su cabeza. Se agachó para recoger una espada en su camino, y luego
hizo un gesto con ellla para que Alinor saliera de la habitación.
Ella alzó la cabeza con orgullo y enderezó la barbilla antes de obedecer. ¿Podría
Tykir ver que estaba temblando por dentro como un tazón de gelatina? ¿Que sus rodillas
se sentían como mantequilla?
Tan pronto como ella pasó a su lado, sintió un golpe duro en el trasero.
Sorprendida, miró por encima del hombro, y se dio cuenta de que la bestia la había
golpeado con la parte ancha de la hoja de la espada. Y parecía muy satisfecho de sí mismo,
aunque la sonrisa que se asomaba por su rostro era fría y sin alegría, sin llegar nunca a sus
ojos.
-Bruto -dijo ella, frotándose las nalgas mientras salía cojeando de la habitación-.
¿Así que ese es tu plan? ¿Golpearme? -Bueno, ella podría vivir con eso. Había sido
golpeada por sus hermanos un innumerable número de veces en el pasado. Era humillante
y doloroso, pero acabaría pronto.
-No, no habrá golpes. A menos que me irrites aún más... lo cual es una buena
posibilidad. -Dejó la espada con la que la había golpeado a un lado. Esta aterrizó con un
golpe seco sobre una pila de alfombras persas.
-¿Entonces qué? -Alinor insistió en saber su destino, incluso mientras él extendía un
brazo para sacarla de la habitación.
-Primero de todo, tengo la intención de tener sexo contigo hasta que se te curve la
lengua y tus ojos se hinchen. Entonces, puede que succione tus frambuesas hasta que me
salga una erupción. Entonces, lamerás mi erupción para aliviar la comezón. Para entonces,
habrá varios puntos con comezón, si entiendes lo que quiero decir.
Alinor no entendía.
-Entonces podríamos tener sexo otra decena de veces.
-¡Oh! -dijo en una exhalación silbante, rebosando de decepción-. Entonces será
violación.
-No, no será una violación.
Un silencio tenso siguió, durante el cual a Alinor se le permitió registrar el
significado de sus palabras.
¿Violacion? -pensó Tykir-. Esa mujer idiota piensa que mi intención es violarla como
castigo. -Incluso en su mayor momento de furia en el pasado -y estaba casi acercándose a
ese momento- Tykir nunca habría violado a una mujer. ¿Qué placer habría en ello? La
vergüenza que experimentaría después excedería por mucho los méritos de cualquier
liberación física momentánea. No, no iba a violarla, pero estaba tan enojado que temía
volverse loco de repente y matarla en un ataque de ira. Tenía que calmarse. Piensa.
Cálmate.
Puso la antorcha en un soporte de pared. La tomó por el codo, la guió hacia delante
y cerró la puerta detrás de ellos, luego la empujó por el pasillo hacia su recámara. ¿Ella
caminaba con pasos cortos deliberadamente? ¿O era su paso muy diferente al de ella?
Desde el lado abierto del pasillo, con su barandilla de piedra, pudo ver al menos
dos docenas de soldados y sirvientes mirando hacia ellos desde el gran salón, con los ojos
muy abiertos y en silencio. Ya las malas lenguas habían estado produciendo historias
jugosas sobre haber sido derrotado por una simple moza. Con certeza, no importa lo
mucho que lo amenazara, Bolthor se aseguraría de escribir sagas sobre un vikingo loco
superado por una bruja con habilidades para trenzar cabellos con sillas. Muchas personas
terminarían oyendo sobre este incidente, incluso hasta Northumbria. Su hermano Eirik
nunca lo dejaría olvidar. Selik y Rain estarían contando la versión de niños de aquel evento
a los huérfanos a su cargo. Adam llevaría la saga a las tierras árabes. Tenía que redimirse
ante los ojos de su pueblo o de lo contrario sería objeto de tantas burlas que sería incapaz
de mantener la cabeza en alto.
La moza lo había obligado a estar en esta situación insostenible. Todo era culpa de
ella.
Ahora, en lugar de guiarla, se adelantó con impaciencia, arrastrándola hasta que
llegaron a su dormitorio. Abrió la puerta de una patada, la empujó hacia adentro, y luego
cerró la puerta detrás de él, metiéndose la llave en el bolsillo.
Ella estaba de pie en medio de la habitación, mirándolo a través de grandes ojos
verdes que brillaban con resistencia. ¡Santo Thor! Incluso cuando los cuervos estuvieran
volando en círculos sobre ella, la bruja no admitiría que había perdido la batalla. Su
cabello, alborotado por su estancia entre las pieles en el almacén, destacaba como un
arbusto rojo salvaje. Si un arbusto como ese existe, me gustaría plantar uno en el jardín de
hierbas para poder recordar cómo se ve ella en este momento. Su piel, que estaba más
pálida que de costumbre, proporcionaba un telón blanco para sus pecas. Han aumentado
sus pecas,¿ o simplemente son más evidentes con la sangre drenada de su carne?
En verdad, ella era un desastre.
En verdad, para él ella era demasiado atractiva.
Ella tenía miedo. Pero aún así, la terquedad que rara vez intentaba frenar era
evidente en su barbilla prominente y su cuerpo rígido... un cuerpo que era una sombra de
tentación para él a través del camisón de lino fino, a pesar de su enojo.
-Tienes que entender, Tykir… -empezó a decir ella .
-No... me... hables -dijo con los dientes apretados, y la levantó por la cintura,
tirándola hacia su cama de madera. Ella aterrizó sobre su espalda, con las piernas y los
brazos extendidos cómicamente, mientras el colchón de paja crujía debajo de ella. Bueno,
no del todo cómica, se corrigió. Era difícil sonreír cuando aún más lugares de su cuerpo se
revelaban por el camisón subido hasta los muslos, dejando al descubierto las piernas
excepcionalmente largas y bien formadas y con una manga de su camisón cayendo sobre
su brazo, prácticamente hasta uno de sus pechos.
-No es necesario que seas tan duro -se quejó ella. Poniéndose de rodillas, se ajustó
su vestido y se frotó la parte superior del brazo, en donde las huellas de sus manos ya
comenzaban a marcarse en su piel cremosa.
-No te muevas -le ordenó el, apuntando un dedo hacia ella para dar énfasis
mientras le daba la espalda y comenzaba a construir el fuego una vez más. Mientras
trabajaba, se dio cuenta de que sus manos temblaban con furia interior. ¿O era algo más?
-¿A dónde iria? -dijo sarcásticamente.
El cruzó los ojos ante su tonta negativa a obedecer sus órdenes. Debería cortarle la
cabeza y terminar con ese asunto.
-Pensé que te dije que no hablaras -respondió con frialdad-. Y en cuanto a dónde
irías, sin duda volarías a través de la ventana, como bruja que eres.
-Tú no piensas ni por un minuto que yo sea una bruja - lo acusó.
Se volvió para mirarla. Ella aún estaba arrodillada en el medio de su enorme cama,
viéndose más pequeña y frágil de lo que sabía que era.
-No, no lo hago -admitió-. Pero eso no importa. Eres capaz de la brujería de una
mujer.
-¿Y eso qué significa?
Él se encogió de hombros y se fue a la esquina, en donde antes había colocado
unas cajas -los "regalos" que le había dado a Alinor el día que salieron de la corte del rey
Anlaf. Tomó cuatro cuerdas de terciopelo de la caja más pequeña, cada una de la longitud
de un brazo de mujer. Con una lentitud deliberada deliberada, ato uno a uno de los cuatro
postes de la cama. Mirando de reojo, vio a Alinor observando todos sus movimientos, sin
decir nada, pero humedeciendo sus labios de repente secos -un gesto que le resultaba
extrañamente excitante y que al mismo tiempo le provocaba culpa.
-Eso no es necesario, sabes. He sido golpeada docenas de veces por mis hermanos
y nunca tuvieron que atarme. -La voz le temblaba, a pesar de su esfuerzo por evitarlo.
¡Docenas de veces! No, no te sientas mal por la moza. No te sientas mal por la
moza. No te... Te dije que no iba a golpearte -le espetó.
-Oh -dijo ella-. Bueno, tampoco tenía que ser atada para el acoplamiento con mis
esposos. Simplemente cerraba los ojos y abría las piernas.
Tykir no pudo evitar sonreír.
-Y decías el Padre Nuestro -le recordó.
-Eso, también -estuvo de acuerdo ella, echando un rápido vistazo hacia él, sin duda
pensando que su estado de ánimo hacia ella había cambiado a causa de su pequeña
broma. No lo había hecho.
-Dame tu mano, Alinor -le ordenó mientras tomaba una cuerda entre sus dedos.
-No quiero -se resistió.
-Dame tu mano, Alinor -repitió con más firmeza.
Vio el miedo y la terquedad en sus ojos luchando contra la certeza de que algunas
batallas era mejor dejarlas desde el principio. Ella le dio una mano y luego la otra, seguida
por los dos tobillos. Pronto, ella estaba atada a la cama, con las piernas abiertas y
vulnerables.
Pero no lo suficientemente vulnerable para su gusto. Especialmente cuando la oyó
murmurar en voz baja:
-Trol.
Tomó el pequeño cuchillo de la funda en su cintura y se acercó a la cama. Ella se
estremeció involuntariamente, obviamente pensando que tenía la intención de cortarla.
En cambio, le apretó la hoja contra la clavícula, sosteniendo todo el tiempo su mirada...
tenía unos ojos verdes como el mar profundo en un día de verano y tan hermosos que casi
le quitan el aliento. Luego le cortó el camisón, desde cuello hasta el dobladillo, cortando
también los hombros. Ahora estaba totalmente expuesta a él.

¡Dios de los cielos! Es hermosa, con pecas y todo. A decir verdad, estoy empezando
a
amar las pecas. Sí, lo estoy. Cada una de ellas… especialmente las de...

Con un gran esfuerzo, levantó los ojos por encima de su cuello.


Los ojos verdes se volvieron vidriosos por las lágrimas contenidas, y se mordió el
labio inferior para no gritar. Él supo instintivamente que este golpe a su orgullo era más
doloroso que cualquier corte en su carne.
-Bueno, ¿por qué no lo dices, vikingo? -escupió ella. -¿Qué diga qué? -dijo con voz
ahogada.
-Que soy la mujer más fea que ha venido a este lugar. Que tengo tantas pecas que
el diablo debió haber estado escupiendo por una semana. Que mis pechos son demasiado
pequeños para amamantar un bebé y mis piernas demasiado largas para acunar la cadera
de un hombre. Que mi pelo rojo podría asustar a un vikingo pagano. -Se volvió hacia el
lado opuesto de la cama para no tener que enfrentarse a su escrutinio.
Él sonrió ante la última de sus declaraciones, la cual ella ni siquiera se dio cuenta
que podría ser ofensiva para él. Sentándose en el borde de la cama, la tomó de la barbilla y
la obligó a mirarlo a los ojos.
-¿Quién te ha dicho esas cosas?
Ella parpadeó confundida ante la suavidad de su tacto. Fue un lapsus momentáneo.
-Mis esposos. Mis hermanos. -Se encogió de hombros-. Todo el mundo.
Él pasó un dedo a lo largo de su brazo, trazando un camino de pecas.
-¿Es el leopardo menos espléndido por sus manchas?
Ella no dijo nada, pero un escalofrío pasó visiblemente por su cuerpo. Estaba casi
seguro de que no era por el frío.
Él tiró de un mechón de su pelo, tirándolo hacia abajo para que yaciera sobre uno
de sus pechos, que en efecto era pequeño, pero no obstante, le provocaba lujuria.
Luchando contra el nudo que tenía en el pecho, y sus braies, continuó
-¿Es el león menos magnífico por su melena?
La boca de Alinor se abrió por la sorpresa ante sus palabras dulces.
-En cuanto a tu forma -dijo, y tuvo que toser para disminuir la aspereza en su voz-,
nadie le echaría la culpa al puma por su elegancia. Los que lo hacen así contigo es que
nunca te han visto realmente.
Ella lo miró fijamente -deslumbrada por su propio tipo de brujería, apostaría el.
Pero luego negó con la cabeza, como para alejar los pensamientos desagradables.
-¿Qué estás tratando de decir, vikingo? Escúpelo. -Él se levantó y caminó hasta la
esquina de nuevo, escogiendo no hacer frente a sus palabras por el momento. Volvió a la
cama y colocó otra de las cajas encima de las pieles.
-Eres hermosa, Alinor. Insoportable, regañona, tonta, pero hermosa. Nunca lo
dudes. Eso es lo que quise decir -le dijo mientras abría la caja larga y plana, con sus
adornos elegantes -una compra que le había hecho a un sultán que había desmantelado su
harén.
Ella entrecerró los ojos hacia él con desconfianza. Como debía ser.
Abrió la tapa de la caja, revelando la gran variedad de plumas de pavo real de todos
los tamaños y texturas. Y sonrió.
-Ahora es tiempo de ver si se puede hacer ronronear a la gata.

Capítulo XIV

Y ahora, ¿qué estaba planeando el trol?


Después de dejar la caja de plumas sobre la cama al lado de su cuerpo desnudo y
hacer el comentario sobre el gato ronroneando, Tykir la había dejado sola. Y llevaba más
de media hora fuera.
¿Era una forma de tortura?
Por supuesto que lo era.
¿Quería que reflexionara sobre sus crímenes y se preguntara cómo iba a castigarla
exactamente?
Por supuesto que sí. No es que ella hubiera cometido algún gran crimen y
ciertamente no ninguno que no estuviera justificado. Ella era la parte agraviada aquí, no él.
¿Quería humillarla por su continua desnudez?
Claro que sí. ¡El trol!
Pero lo que seguía siendo un misterio para ella, como obviamente él pretendía,
eran las plumas. Obviamente, tenía la intención de torturarla con ellas. ¿Pero cómo? ¿Iba a
pegar las plumas en su cuerpo, como un pájaro? ¿O hacer que se las comiera?
Adam había inferido, cuando ella le había mostrado los regalos, que las plumas
tenían un propósito sexual pervertido, pero a Alinor no se le ocurría cuál podría ser.
-¡Oh, por el amor de Freya! -Girta había empezado a abrir la puerta con una carga
de ropa recién lavada en sus brazos. Su boca se abrió con incredulidad. Pero luego se
escabulló, riendo, sin duda para decirle al mundo acerca de la posición vergonzosa de
Alinor. Y ésa fue probablemente la intención de Tykir.
-¿Me extrañaste, brujilla?
Tykir abrió la puerta un poco más con la cadera y entró con una jarra de cerámica y
una enorme bandeja de madera cargada de comida -pan, carnes frías, queso, manzanas y
peras, además de un panal que goteaba por su dulce néctar-. Dejó la jarra y comida en un
cofre y cerró la puerta tras de sí.
-No, no te extrañé -dijo con amargura. Entonces ella cometió el error de añadir -
¿Tú me extrañaste?
Él sonrió, a pesar de que todavía podía ver la ira brillando en sus ojos dorados y las
líneas apretadas de su boca.
-Sí -respondió-. Con pasión.
¡Más insinuaciones! Alinor estaba cansada, cansada, cansada de todas las palabras
disimuladas. Y tenía hambre. Y una gran vergüenza por la forma en que el bruto la estaba
mirando, como con... bueno, hambre.
-¿Vamos a comer?
-Todavía no.
Tykir caminó lentamente hacia la cama, se quitó los botines, luego se levantó la
túnica por encima de la cabeza. Su cabello estaba atado hacia atrás con una cuerda de
cuero. Pateó las botas a un lado. Luego arrojó la túnica por encima de su hombro
despreocupadamente, la cual aterrizó sobre los juncos.
¡Bendito Dios! El hombre tenía el cuerpo de un dios. Todos sus contornos eran
musculosos y la piel oscurecida por el sol, exudaba masculinidad en un marco de hombros
anchos y caderas delgadas -un marco que atraía al ojo renuente.
-¿Has tenido tiempo para pensar en tu suerte, milady? -Se subió a la cama y se
arrodilló entre sus piernas, vestido sólo con un par de braies de baja altura.
¡Oh, la mortificación por su desnudez! ¡Y él estaba disfrutándolo todo! -Termina de
una vez con eso, vikingo. O me quedaré dormida.
-Cuando llegue la hora, cuando llegue la hora -dijo arrastrando las palabras-. No
seas tan ansiosa. -Se inclinó hacia delante y le dio un golpecito juguetón en la boca con el
dedo índice, y le advirtió- eres una tonta, una dama tonta por desafiarme con ese
comentario.
Ella fingió bostezar. Una burla tonta que fortaleció su orgullo herido y nada más.
Él sonrió exasperantemente.
-¿Estás familiarizada con los pavos reales, Alinor? -preguntó, acercando el cofre.
-Lo estoy -dijo vacilante.
-Apostaría a que no sabes las cosas que yo sé.
¿Qué? ¿Me va a dar un sermon ahora? De verdad me quedaré dormida. Oh, y
deseaba que él se cubriera. No voy a notar su estómago plano o los profundos surcos de
su abdomen. No voy a notar el calor de sus ojos color miel bajo las gruesas pestañas
doradas. No voy a notar...
-El pavo real macho, es el más resplandeciente de la especie. Como la mayoría de
los hombres.
-Y ambos graznan de la manera más impía durante la temporada de apareamiento -
señaló ella, luego hizo una imitación del “Honnk, honnk, honnk” que hacían los pájaros
durante noches interminables. Una vez, un vecino suyo había intentado criar pavos pero
pronto lo abandonó.
Él asintió con la cabeza de acuerdo.
-Sí, y todo para atraer a la hembra. El graznido y el plumaje. Mira lo que ustedes
mujeres nos obligan a hacer a los hombres, todo para obtener sus favores sexuales.
¿Así que ahí es a donde se dirige esta conversacion?
-La cosa más interesante acerca de los pavos reales son sus plumas, por supuesto.
Tantas texturas diferentes, todo, desde las espectaculares plumas de los ojos hasta las de
la cola, todas en una sola ave. Es por eso que son tan populares en los harenes orientales.
Siguió un largo silencio en el que ella suponía que el quería que reflexionara como
se pueden utilizar en los harenes. Fingió comprender lo que no comprendía, insistiendo
-¿Y?
-Así que creo que debemos experimentar con ellas.
-¿Experimentar? -Esta vez su voz traicionó su fachada de calma al salir como un
chillido.
El sonrió.
-Sí. Mira ésta. -La pluma en sí no era tan larga, pero de ella se extendía un camino
se zarcillos- hilos de seda azul mezclados con blanco puro.
Cuando él se inclinó hacia arriba, Alinor sintió toda su fuerza e hizo todo lo que
pudo para no temblar. Él pasó la pluma sobre su frente, sus orejas expuestas, luego por sus
mejillas y la boca. Sus labios se abrieron por la sorpresa de esa sensación de cosquilleo.
Sentado en cuclillas, Tykir empleó su "instrumento de tortura" desde su cuello, a lo
largo de la fina piel -primero de uno, luego del otro-, de la parte interna de los brazos, aún
atados sobre ella a los postes de la cama. Nunca hubiera sospechado que las axilas
pudieran ser tan sensibles al tacto. O las muñecas. O los codos. Estas sensaciones eran tan
deliciosas e inquietantes, que le hacían poner la piel de gallina y hacían que un dolor se
alojara en la parte baja de su estómago.
-¿Cómo se siente, Alinor?
-Terrible.
Él se rió entre dientes.
-Bueno, entonces, tal vez lo esté haciendo mal.
-Me gustaría que dejaras de hacerlo.
-Lo sé -dijo, pero no se detuvo. En su lugar, se trasladó hacia abajo, girando los hilos
de plumas alrededor de un pecho, y después el otro.
Se sentía extraña. Quería que se detuviera. Y quería algo más. Pronto descubrió
que ese "algo más" era como él utilizaba la pluma como un ventilador, de atrás hacia
adelante, de atrás hacia adelante a través de sus pezones. Ella arqueó la espalda hacia
arriba en señal de protesta y un lamento salió de su garganta. Sus pezones se convirtieron
en puntos duros, y sus pechos parecieron hincharse y palpitar.
-Dime cómo se siente -exhortó con voz ronca.
No podía.
-Dime -repitió-, o lo seguiré haciendo.
Y así lo hizo.
Alinor apretó los puños. Apoyó los pies sobre el colchón. Inclinó la espalda y trató
de alejarse, de un lado al otro. En vano. Él y su instrumento de seda fueron despiadados
en su fina tortura. Hasta la curva de un seno, arrastrándose sobre un pezón, abajo hacia el
valle, hasta la curva del siguiente pecho, arrastrándose sobre el pezón y hacia abajo de
nuevo. Repitió el procedimiento tantas veces que perdió la cuenta. Alinor podría haber
gritado de la dulce agonía de todo eso.
Cuando pensó que no podía aguantar más, el se echó hacia atrás de modo que
quedó arrodillado entre sus pantorrillas. Luego procedió a emplear el mismo tormento
suave en su abdomen, su vientre plano, sus piernas, desde el hueso de la cadera hasta el
arco del pie. Luego hizo lo más escandaloso de todo. Pasó la pluma, ligeramente, sobre su
pelo de mujer, y el dolor en la parte baja de su estómago bajó aún más y se alojó en forma
de una piscina caliente entre sus piernas.
-Dime que te gusta -suplicó Tykir.
-No me gusta -respondió, y era verdad.
Despues Tykir tomó una pluma corta con hilos más anchos y le informó
-La cosa más interesante sobre éstas es que son llamadas “plumas calientes”.
¿Puedes adivinar por qué?
Pronto lo descubrió. Increíblemente, estas plumas parecían mantener el calor o
crear calor a su paso.
Él usó la pluma caliente del mismo modo en que lo había hecho con la primera. Su
piel estaba ardiendo. La piscina caliente dentro de ella creció aún más y empezó a filtrarse
fuera de su cuerpo, para su vergüenza.
Esperaba que él no se diera cuenta.
Sí lo hizo.
Colocó la punta de una pluma de ojo morada, salpicada con matices de verde y
dorado, sobre ese lugar, y volvió brillante. Oyó su suave ingesta de aire ante la vista.
Probablemente le causaba repulsión.
-Alinor -susurró con voz apreciativa.
No le causaba repulsión.
-Ahora, Alinor. Ahora llegamos a las verdaderas plumas de la cola del pavo real. Son
rígidas y más cortas que las otras más bellas, pero, oh, creo que te van a gustar mucho.
-Tykir, detente. ¡Suficiente! Has probado tu punto.
-¿Y qué punto sería ese?
-Que puedes humillarme. Que el castigo más grande para mí es la pérdida de mi
orgullo. Que yo no puedo soportar perder el control.
-Ah, pero Alinor, todavía no has perdido el control. Ni siquiera un poco.
Ella gimió.
-Por el contrario, yo estoy en gran peligro de perder mi auto control -confesó,
pasando una mano descaradamente sobre la erección que sobresalía de sus braies-. He
sufrido un largo período de auto negación en estas últimas semanas.
-¡Oh, Dios! -ella gimió de nuevo, aceptando que todavía no terminaba con ella.
Ahora estaba utilizando los trazos erizados de la pluma más corta para trazar el
contorno de su boca.
-Pronto voy a besar tus labios, y tú vas besar los míos. Interminablemente. Tengo la
intención de recrear el viaje de la pluma, con mi lengua. ¿Qué dices a eso? Cuando ella no
dijo nada, añadió-: Me encanta besar, ¿a tí no?
¿Qué podía decir a eso? En verdad, ¿qué podía decir cuando sus labios se estaban
entreabriendo ante el camino tentador de la pluma? ¿Cuando ya se estaba imaginando los
labios de Tykir presionándose sobre los suyos? Sí, a ella también le encantaba besar.
-Me encantan tus pechos, Alinor. ¿Te lo he dicho antes?
Mientras ella había estado poniendo cuidado a medias, él había mudado a su
pluma hacia nuevo territorio, uno más peligroso. Estaba dando vueltas y vueltas y vueltas
alrededor de las aureolas con la pluma, evitando los picos de color de rosa.
-No puedo esperar a probar tus pezones de frambuesa -declaró-. Pero eso tendrá
que esperar hasta la segunda etapa de tu “castigo”.
Alinor quería responder a muchas de las barbaridades que había dicho, pero era
incapaz de emitir algo que no fuera un graznido. Tykir había traído sus pezones a la vida
con el simple giro de una pluma. Y ahora estaba haciendo vibrar las plumas de un lado a
otro rápidamente, como las alas de un colibrí, sobre los picos pulsantes.
-Me pregunto cómo se verán tus pezones cuando estés excitada -le confió en una
voz áspera por su propia excitación-. ¿Serán pequeños y rosados, como las frambuesas
inmaduras, o gruesos y suculentos como la fruta madura? Creo que van a ser una mezcla
de ambas cosas. ¿Qué piensas tú?
¿Pensar? Era una masa temblorosa, incapaz de pensar o razonar. Se mordió el labio
inferior para no gritar ante el tormento tentador que agredía sus pezones y el lugar
privado del cual las mujeres castas nunca hablaban.
-Soy una lasciva. -No había querido decirlo en voz alta. Sus palabras se escaparon
ante el horror de su descubrimiento.
-Eso espero -dijo Tykir-. Que todos los dioses intercedan en mi favor. Eso espero.
Pero, espera, el vikingo tenía una nueva travesura en mente. Antes de que pudiera
parpadear, o decir “¡Maldita sea!” El trol había separado sus piernas, y comenzó a asaltar
una nueva región de su cuerpo. Una zona totalmente virgen, para ella. Cuando trató de
protestar, rodando de un lado a otro, el presionó la palma de su mano libre contra la parte
inferior del estómago, justo arriba de su pelo de mujer. Con esa palma, estableció un ritmo
que coincidía con el revoloteo de plumas en ese otro lugar.
Mientras usaba su magia en su cuerpo, la respiración entrecortada y los gemidos
aullantes de Tykir eran los únicos sonidos en la habitación, a excepción del crepitar del
fuego. Una extraña excitación interior se estaba apoderando de Alinor. Estaba asustada y
excitada al mismo tiempo.
Tykir se detuvo de repente y la miró.
-Relájate, Alinor. Tus piernas están tan tiesas como picas. Relájate y déjate venir.
¿Dejar venir qué? Quería preguntar, pero las palabras no pasaban de sus labios
apretados.
Él esperó hasta que sintió la tensión filtrarse de sus piernas, y luego continuó su
asalto en ese lugar.
-Llegar a la cima, Alinor. Está ahí, brujilla, justo a tu alcance.
-¿Cima? ¿Qué cima? -gritó.
-No te tenses de nuevo. Déjame darte esta alegría de mujer.
¡Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios! Con cada toque de la pluma y cada presión de su
mano, ella se estaba preparando y preparando para un gran evento. Odiaba no saber. La
vulnerabilidad. Ser manipulada más allá de su control. Esta ruptura de los sentidos.
Pero espera. Intentó concentrarse a través de la bruma de pasión que fue nublando
su cerebro. ¿Pasión? ¿Yo? Algo diferente estaba ocurriendo ahora. Algo... irresistible.
Al principio fue un leve aleteo entre sus piernas, adentro. Pero entonces el aleteo
aumentó en espasmos, seguido inmediatamente por el fuerte abrir y cerrar de sus
músculos internos. Su corazón se detuvo, y luego se desbocó salvajemente mientras la
sangre corría por todas sus extremidades.
Él hizo un sonido áspero. ¿También había perdido el control de sus facultades?
¡Demasiado tarde! No podía pensar más. Ella gritó “¡Tykir!”, mientras se
precipitaba por un lugar consumido por remolinos de luz roja, calor intenso y el placer
físico más impresionante que jamás había experimentado.
Alinor debió haberse desmayado durante un momento -algo que nunca había
hecho en toda su vida, pero entonces, nunca había experimentado este pico o alegría de
mujer tampoco. No era una experiencia que quisiera repetir. ¿Qué mujer en su sano juicio
querría dar tanto a un hombre? ¿Para qué? ¿Un placer momentáneo? Aunque fue un
placer momentáneo increíble, reconoció para sí misma.
-Estás sonriendo -observó Tykir desde el lado de la cama.
¿Cuándo se había ido? ¿Qué había estado haciendo mientras ella estaba
divagando? Sus ojos se ensancharon y se dio cuenta de que mientras ella todavía yacía con
las piernas abiertas sobre la cama, con algún tipo de saciedad, sus cuerdas habían sido
desatadas. Rápidamente se apresuró a sentarse y tomó una piel para cubrirse.
Tykir arrojó las pieles al suelo.
Ella frunció el ceño y levantó las rodillas hasta el pecho.
Él se rió y se inclinó para ponerle más leña al fuego. Por qué, no tenía idea. Estaba
haciendo mucho calor en la habitación. ¿O era sólo su piel la que estaba recalentada?
-Creo voy a volver a mi habitación ahora -decidió.
La única respuesta de Tykir fue una breve carcajada.
-Buen intento. -Entonces empezó a bajar lentamente sus braies. No llevaba ropa
interior.
Ella intento apartar la mirada, pero no pudo. ¡Oh... Dios... Mío!
Ya sabía que tenía un cuerpo magnífico. Lo que no esperaba era el gran miembro
sobresaliendo descontroladamente de un nido de rizos dorados en la unión de sus muslos.
Ella había visto miembros colgantes antes, pero... pero... No había palabras para describir
su asombro. Al parecer, había miembros y miembros. Éste siendo del último grupo.
Los labios de Tykir se curvaron con diversión mientras ella seguía mirándolo ahí. Y,
para su sorpresa, creció aún más bajo su escrutinio.
-¿No tienes vergüenza? -preguntó ella, una vez que fue capaz de hablar-. ¿Acaso
piensas que quiero mirar tu parte colgante?
-¿Colgante? Si te das cuenta, definitivamente no está colgando. Y, francamente,
muchas mujeres se impresionan con mi miembro, ya sea en su estado colgante o de otra
manera.
-¡Ja! Es típico de un hombre pensar que cuanto más grande mejor.
El se rió con ganas.
-Oh, Alinor, eres realmente una joya. No sabes que a veces grande es mejor. -
¡Hmpfh! Bueno, pues no vas a poner eso dentro de mí -le aseguró.
-Hazte a un lado, moza -ordenó Tykir, haciendo caso omiso de su declaración-. Es
hora de comenzar tu “castigo”.
-¿Comenzar? ¿Comenzar? -balbuceó-. ¿Entonces qué fue todo ese otro... asunto de
la cima?
-¿Asunto de la cima? -Frunció el ceño con desconcierto. Luego sonrió. Odiaba
cuando sonreía de esa manera. La hacía sentir cálida y derritiéndose por dentro.
Ella llevó su cuerpo al otro lado de la cama, pero aún así la enorme cama se sentía
demasiado pequeña. Su cuerpo viril la atrapaba, la hacía sentir inquieta... asustada.
¡No, no, no! No voy a encogerme frente a un bruto.
-Ese pequeño asunto de la cima, como tú lo llamas, acaba de abrirme el apetito. Es
tiempo de comenzar con el plato principal.
-No soy una comida para satisfacer algún apetito -se quejó ella.
-Entonces una comida y satisfacción mutuas. -Él la empujó juguetonamente en la
pierna con un dedo del pie.
Ella casi saltó de la cama.
-No tengo idea de lo que estás hablando. -Luego se apresuró a añadir -ni quiero
saberlo.
-Ven aquí, Alinor y déjame besarte. -Extendió la mano y tomó un mechón de su
cabello entre sus dedos, frotándolo sensualmente, luego llevándoselo a su nariz para
olerlo. Él tenía una gran afición por su cabello... bueno, no realmente su cabello... la crema
para el cabello con olor a rosa. ¿Pero qué había dicho acerca de besar?
-¿Quieres besarme? ¿Eso es todo? -Hmmm. Eso no estaría tan mal. En realidad, a
ella le gustaban sus besos. Mientras no resultaran en esas tonterías de la cima-. Deja que
primero me ponga un camisón.
-Sí, quiero besarte, Alinor. Y, no, eso no es todo. Y, con certeza, no necesitarás
ninguna prenda de vestir por los próximos dos días.
-¿Q...qué? -se ahogó.
Él se aprovechó de su conmoción momentánea y la arrastró a través del colchón,
entre sus brazos. Acostada sobre su espalda, vio como la cabeza de Tykir descendía muy
lentamente. No podía creer que estuviera sucumbiendo tan fácilmente a su dominación
forzosa. La única cosa que la detenía en su lugar era el ligero toque de sus dedos en el
pulso de su garganta.
Estoy perdida, pensó. Y no me importa.
Él colocó sus labios sobre los de ella, suavemente al principio, y contuvo su grito en
la boca. A continuación, cambió el beso de lado a lado hasta que ella encajó
perfectamente. No encontró ningún problema al obrar su magia en ella, rogándole a sus
labios que se abrieran para su lengua, agarrándole la cabeza con los dedos entrelazados en
su cabello. Fue un beso interminable y de muchos matices... una tierna invitación antes de
cambiar a un hambre voraz. Al final, no era un simple beso. Fue con la boca abierta,
húmeda y devorante con fervor. En resumen, un éxtasis. Una especie de éxtasis que Alinor
nunca había imaginado y no quería.
Si hubiera sido sólo el beso, ella podría ser capaz de resistir, pero también estaba la
sensación de sus rizos contra sus pechos y el siempre presente recordatorio de su furioso
deseo presionando contra su cadera. Y lo peor de todo, él se estaba moviendo hacia abajo,
hacia nuevo e inexplorado territorio.
-¡Nooooooo! -chilló ella mientras él tomaba prácticamente la mitad de uno de sus
pechos en la boca y tiraba hacia arriba succionando hasta que sólo tuvo pezón distendido
entre los labios. Entonces empezó a chuparla, lamiendo alternativamente la punta con la
lengua y la base del pezón con un ritmo rápido.
Era el placer más horriblehorriblehorrible que jamás hubiera conocido. Era una
tortura. Y una bendición.
-¡Detente! -gritó ella y empujó sus hombros.
Él no se movió. En cambio la miró a través de los ojos cristalizados por la pasión,
que la excitó todavía más, y se trasladó al otro pecho. Durante todo el tiempo utilizó una
palma para dar masajes al otro pezón sensibilizado.
-Sabía que serías así. Oh, Dios, simplemente lo sabía.
Gritó. Se sacudió. Alejó sus caderas y lo pateó. Lo atacó con todas las fuerzas que
llegaban a su mente confusa.
-¡Patán repugnante! ¡Maldito cerdo! ¡Vikingo deprabado! ¡Fornicador asqueroso!
¡Cerdo pervertido! ¡Hijo de un bárbaro pecador! ¡Pagano infernal!
Él no se detuvo.
La piscina caliente en su lugar femenino empezó a quemar por el calor, y ese
lugar secreto que había descubierto recientemente por la fuerza de la pluma parecía
hincharse y palpitar.
Él le abrió las piernas con una rodilla y se hizo a un lado, sosteniéndola en su lugar y
jadeó pesadamente. Por qué estaba exhibiendo sobreesfuerzo, no lo podía decir. Ella era la
única que estaba siendo atormentada físicamente.
-Yo no quiero esto, Tykir. ¿De verdad vas a tomar a una mujer contra su voluntad?
El rostro de Tykir se desfiguró con enojo ante su insulto.
-Tú me dices no, Alinor, pero voy a demostrar que eres una dulce mentirosa.
Ella levantó la barbilla con altivez, un gesto ridículo teniendo en cuenta su posición.
Y, maldición, ella también estaba jadeando.
Antes de que ella pudiera adivinar su intención, Tykir le tomó la mano y la colocó
sobre su lugar femenino.
-Siente la humedad, Alinor. Ese es tu cuerpo diciendo que mi cuerpo es bienvenido.
Siente lo caliente y resbaladiza que estás por la necesidad de lo que sólo yo puedo darte.
Así que no me digas no cuando realmente quieres decir sí. Algún día voy a mostrarte tu
propio cuerpo con un espejo de mano -prometió con voz ronca.
Ella jadeó con horror.
-Pero, por ahora, tócate aquí. -Él sostuvo el dedo de Alinor sobre sí misma.
Sus caderas se sacudieron involuntariamente con el fuego encendido por ese
simple toque.
-Ese es el centro de tu alegría de mujer, el punto de lanzamiento que te catapultará
hacia la cima.
Ella no podía escuchar más porque él le acariciaba allí con sus propias manos,
susurrando palabras maliciosas de admiración y de promesa. Ella estaba sin sentido por la
necesidad, suplicando por liberación.
Cuando Tykir finalmente se puso encima de ella y acomodó su enorme erección en
su portal de mujer, le preguntó con voz salvaje, con pura angustia:
-¿Me das tu consentimiento?
Ella asintió con la cabeza, más allá del control de sus sentidos maltratados.
-¿Va a ser una violación?
Ella negó con la cabeza.
-Dímelo -insistió, viéndose como si hubiera sido empujado más allá de su control.
-Por favor -rogó ella. Y eso fue todo lo que pudo decir.
Fue suficiente.
Con un gruñido a través de los dientes apretados y la cabeza echada hacia atrás
sobre el cuello lleno de venas, empujó poco a poco dentro de su estrecho pasaje.
-¡Al..i..nor! -gritó. El vikingo se había enterrado a sí mismo dentro de su cuerpo,
hasta la empuñadura. Él la extendió y la llenó.
Y ella compartió su incredulidad.
Él continuaba apoyado con los brazos extendidos sobre ella. Una vez que su
mandíbula dejó de apretarse, susurró:
-Te sientes tan bien, Alinor. ¿Te estoy haciendo daño?
-No -susurró, y sus pliegues internos se movieron, al parecer satisfechos por el
cumplido. Para su sorpresa, él se hizo aún más grande dentro de su cuerpo, que se ajustó
para adaptarse a él.
-Es tan bueno, tan bueno -susurró él.
-Tu también te sientes bien -admitió ella.
Él le sonrió, una maravillosa muestra de dientes blancos y pura satisfacción
masculina.
-Gracias -susurró contra su boca en un beso fugaz antes de comenzar el asunto
serio del apareamiento.
-¿Es hora de empezar a decir el Padre Nuestro? -bromeó, intentando restarle
importancia a una situación abrumadora.
-Ni se te ocurra. -Se atragantó con su propia risa cuando comenzó con su primer
empuje, afuera y después adentro con una lentitud exasperante.
Ella dobló las rodillas intuitivamente, sabiendo que iba a aumentar el placer y le
daría mayor acceso. Con cada uno de sus movimientos largos, ella gimió, tirando los brazos
sobre su cabeza con desenfreno. Él jugaba con ella como la criatura sexual en la que se
había convertido, diciéndole lo que le gustaba, preguntándole lo que le gustaba, tomando
sus caderas con la mano para enseñarle el ritmo, y todo el tiempo adentrándose en ella
con estocadas prolongadas de lo que se sentía como mármol caliente.
Esto tenía que ser el secreto mejor guardado entre todas las mujeres.
¿Todos los hombres tenían este talento para llevar a una mujer hasta la cima? ¿O
sólo los vikingos? ¿O sólo este vikingo en particular? Cualquiera que fuera el caso, Alinor
no era tan tonta como para no reconocer la buena fortuna cuando la golpeaba en la cara...
más bien, la golpeaba en la... bueno, ahí.
Tykir no podía creer su buena fortuna.
La mujer era desenfrenada y sin inhibiciones. Con los brazos sobre su cabeza con
abandono. Las piernas envueltas alrededor de sus caderas. ¿Cuándo había ocurrido todo
eso? Las caderas ondulantes con el ritmo que le había enseñado hace unos momentos. ¡Sí
que aprendía rápido! Y sus pliegues internos abriéndose y cerrándose alrededor de su
dureza. Eso es algo que yo no le enseñé. ¡Bruja astuta! ¿Quién habría pensado que la
dama se tomaría esto con tanto entusiasmo?
Por supuesto, él tenía una historia de suerte con las mujeres, en gran parte debido
a sus talentos en las artes seductoras y algunas dotaciones naturales dadas por Dios. Sin
embargo, no podía dejar de pensar que Alinor había estado ardiendo sobre las brasas
eróticas durante mucho tiempo, a la espera del hombre adecuado.
Sus penetraciones eran tan profundas que apenas podía contenerse, especialmente
porque ella se ondulaba continuamente alrededor suyo. Los empujones cortos se
acercaban rápidamente. Demasiado pronto, pero no lo suficientemente pronto.
-¿Por qué tienes la mandíbula apretada? -preguntó ella con una voz extrañamente
herida-. ¿Estoy haciendo algo mal?
-No, Alinor. Mi mandíbula está apretada porque estás haciendo las cosas
demasiado bien -se ahogó en una carcajada.
-Bien -dijo ella.
-Bruja -respondió el.
Ella puso las manos sobre sus hombros, atrayéndolo hacia su cuerpo. Entonces ella
hizo la cosa más increíble. Frotó los pechos de un lado al otro sobre los pelos de su pecho,
y podría haber jurado que ronroneó.
Sonrió. Dos podían jugar a este juego de burlas. Desenrolló sus piernas de sus
caderas y le agarró los tobillos. Los empujó hacia arriba y hacia afuera para que quedara
aún más expuesta a él. Y su profunda penetración, se adentro más en su cuerpo.
Ella intentó moverse debajo de él, pero él se mantuvo inmóvil hasta que sintió que
ella se acercaba a su cima -primero unos apretones suaves, luego espasmos feroces que se
volvían más feroces.
Un largo, largo lamento quejumbroso salió de sus labios entreabiertos. Sus ojos
miraban hacia él, fuera de foco. Sólo cuando ella pasó su primera cima, él empezó a dar
empujones cortos. Duro, duro, duro, él la golpeó, sabiendo que ella podría soportar la
paliza erótica.
Sus gemidos se mezclaron con los de ella. El deseo rugía como una cascada en sus
oídos. Él había sido el agresor, pero la bruja que le clavó las uñas en los hombros lo estaba
consumiendo con su éxtasis. Su erección se hizo tan enorme -cosa de sueños de infancia-
que temía que los ojos estuvieran rodando en su cabeza. Los suaves sonidos de ella lo
catapultaron aún más lejos. Echó la cabeza hacia atrás y aulló con la gran alegría de los
sentimientos que lo inundaban. Cuando finalmente llegó con un rugido de júbilo y
derramó su semilla dentro de ella, estaba tan atontado e incoherente como ella.
Tykir había comenzado este día con la intención de "torturar" a la bruja, pero ahora
se preguntaba si no habría resultado atrapado en su propio instrumento de tortura.
Minutos más tarde, Alinor todavía estaba aturdida. El vikingo, pesado como un
caballo, estaba reclinado sobre ella, respirando pesadamente contra su oído. En realidad,
no podía quejarse. El trol le había dado más placer físico de lo que había experimentado,
en conjunto, en toda su vida.
Aún así, se había rendido y revelado más de sí misma a este hombre de lo que
debería. No es que hubiera tenido elección. ¿Quién sabe lo que haría con esa información
peligrosa?
-Muévete, zoquete -exigió ella, empujándolo por los hombros-. Y deja de roncar en
mi oído.
Tykir levantó la cabeza y la miró fijamente. Dios mío, ¿eso era un mordisco en su
hombro?
-No estaba durmiendo -dijo, riéndose bajo su barbilla-. Sólo me estaba
recuperando. -Se dio la vuelta sobre su costado y levantó una de sus piernas por encima
de la suya, como si quisiera mantener el contacto íntimo.
¡Por el pecado de Santa Magdalena! Ella no necesitaba ningún recordatorio de que
su miembro masculino seguía enterrado dentro de ella, aunque ahora en reposo. ¿Estaba
esperando para reagruparse, o había olvidado quitarlo? ¡Pregunta tonta! El patán casi
estaba regodeándose de satisfaccion. No se había olvidado de nada.
Todo esto era nuevo para Alinor. Sus tres maridos habían sido rápidos para soltarla
después del acoplamiento. Pero no había comparación entre los rápidos empujones que
sus tres maridos habían realizado en ella con sus mechas flácidas y el evento espectacular
que acababa de presenciar. No, tenía que ser sincera... el evento espectacular en el que
acababa de participar.
-Estás sonriendo, Alinor -señaló Tykir.
-Te estás regodeando -respondió ella.
-Estoy feliz. -Esperó a que ella le preguntara por qué. Cuando no lo hizo, él se rió
entre dientes y continuó de todos modos-. Porque he sido encamado por la mujer más
sensual de toda Inglaterra... infiernos, de toda Noruega y el resto del mundo civilizado.
-Yo no te encamé -afirmó indignada-. Tú me encamaste.
Esa respuesta pareció agradarle.
-Bueno, muévete... Ahora que has tenido tu placer, bien podría irme a hacer jabón.
-Soñar no cuesta nada, brujilla. No vas a dejar esta recámara a menos que te dé
permiso. Y te aseguro que falta mucho tiempo para eso.
Ella cerró los ojos por un breve instante, rezando para pedir fuerza. ¿Sería capaz de
resistir el encanto de este pícaro si la "agredía" de nuevo?
-Gracias -susurró él con voz ronca, pasando la yema del pulgar por el labio inferior
de Alinor.
-¿Por qué? -El perro astuto está tramando algo.
-Por darme más placer del que jamás haya recibido durante el acoplamiento-. Rozó
sus labios con los de ella. Ella sintió el beso por todo el camino hasta sus pies, y ese lugar
mortificantemente húmedo en el medio.
-Probablemente se lo dices a todas las mujeres.
Él le paso un dedo juguetonamente desde el lado de la cadera al lado de uno de sus
pechos.
-No, nunca lo había dicho antes. -Su atención se centró en el pecho que estaba
estudiando mientras lo empujaba hacia arriba desde la parte inferior, luego, lo ahuecó
perfectamente en la palma de su gran mano-. ¿Te he dicho lo mucho que me gustan tus
pezones?
-Alrededor de dos docenas de veces. Deja de tocarlos. -Le alejó la mano de un
manotazo.
-Puedes tocar los míos -le ofreció generosamente.
Ella tuvo que reírse de su falsa generosidad. Pero entonces se preguntó en voz alta
-¿Se siente... eh, lo mismo, cuando se tocan los pezones de un hombre como los de
una mujer? -Su rostro ardía al formular una pregunta tan íntima.
-¿Te refieres a bien? -Olvídalo.
-Prueba y verás -la urgió, tomando una de sus manos y colocándola sobre su pecho.
Cuando le rozó los planos pezones masculinos con sus dedos, sintió saltar a esa
parte de él todavía dentro de ella.
-Más -pidió él.
Ella experimentó con diferentes toques sobre él. Parecía que a él le gustaban todos,
especialmente cuando le pasó la uña. La evidencia de su éxito volvió a la vida dentro de
ella. La prueba final fue cuando ella se inclinó y lamió un pezón antes succionarlo
húmedamente. Él soltó un gemido y rodó sobre su espalda, llevándola con él. Para su
sorpresa, se encontró empalmada a horcajadas sobre el hombre.
-¡Oh, Dios! -jadeó ella.
-¡Oh, Dios! -repitió él.
Estoy sentada completamente desnuda, ensartada en el miembro de un vikingo ‐
pensó. Luego sonrió-. ¿Tú te inventaste este truco? ¿O todos los hombres saben sobre
esto?
-Yo soy el único. -Luego le guiñó el ojo.
-No pienses que porque te dejo hacer estas cosas me agradas -declaró, esperando
poder establecer un poco de orgullo en esta situación falta de orgullo en la que se
encontraba.
-¿Dejarme? -pero luego le dijo -Tú tampoco me agradas demasiado, Alinor.
-Pero me gusta como haces el amor -admitió.
-Eso es suficiente para mí -dijo con una sonrisa-. Por cierto, ¿sabes montar, milady?
-¿Caballos? -No. Vikingos.
Resultó que sí podía.
Capítulo XV

Dos días después, Alinor todavía estaba en la cama de Tykir.


Oh, él la había llevado al cuarto de baño por la noche cuando todo el mundo
dormía, y al retrete cuando la naturaleza llamaba. Pero sobre todo, la había mantenido
bajo llave, con Girta dejando ropa de cama y comida, afuera de la puerta cerrada varias
veces al día. Alinor nunca podría mirar a la cara a la mujer vikinga de nuevo. O a cualquier
otra persona en la casa.
Lo peor de todo era que los hombres de Tykir habían regresado de la cacería esa
mañana, pero él se negó a salir de su habitación, ni siquiera cuando Adam llamó a la
puerta.
-Ven acá, Tykir. Tienes que ver el juego que trajimos de la caza antes de que se
dañe.
-Más tarde -había murmurado Tykir. Su cara ardía en ese momento al pensar en lo
que había estado haciendo con ella en ese momento. Envolvía aceites con aroma floral y
una piedra para el ombligo.
Tampoco Tykir se movió cuando Rurik había venido preguntando.
-¿Estás vivo, Tykir? ¿O azul? ¿La bruja te ha atrapado de forma tan segura que no te
puedes escapar? ¿Debo romper la puerta?
La única respuesta de Tykir a Rurik había sido un insulto y el comentario:
-¡Lárgate! -En ese momento, había estado intentando persuadirla (él era un experto
en eso) para intentar una nueva posición... algo relacionado con un mejor acceso a un
lugar secreto erótico vikingo en su cuerpo. En efecto era un lugar muy interesante.
Incluso Bolthor, que ahora recitaba una nueva saga en el pasillo, no convenció al
vikingo:

Vino una bruja con un talento para el trenzado.


Vino un vikingo con mucha disposición.
Ella lo superó con un trenzado de silla.
Pero algunos dicen que obtuvo su pago.
Al trenzar su cabello virginal.
Esta es la historia del trenzado.

-¡Dios mío! Sí que es malo -observó Alinor.


-Sí -estuvo de acuerdo Tykir, seguido rápidamente por- Hmmm. -Al parecer, se
había inspirado-¡el hombre se inspiraba demasiado!- a partir de la saga de Bolthor y
estaba ocupado tratando de trenzar el pelo virginal. Lo cual era una tarea imposible. Y le
tomó mucho tiempo. Al final no tuvo éxito, sus dedos eran demasiado grandes y torpes y...
bueno, era una tarea imposible... pero ambos se divirtieron con el intento, acompañado de
una gran cantidad de risas. Y gemidos.
-¿Son gemidos lo que oigo ahí adentro? -preguntó Adam, otra vez de regreso,
obviamente presionando su oreja contra la puerta. ¿Cuánto tiempo había estado allí? Tal
vez nunca se hubiera ido.
-Mejor que vengas pronto, Tykir -aconsejó, riendo a carcajadas-, Bolthor acaba de
brincar escaleras abajo -bueno, tal vez no brincó-más como obstruyó. Y no recuerdo sus
palabras exactas, pero creo que está haciendo una saga acerca de cómo hacer gruñir a un
vikingo. Su título es Cuando los vikingos gruñen y las brujas gimen. ¿Sabes lo que quiere
decir?
Ambos gimieron y gruñeron juntos.
-Ten cuidado de que la bruja no te vuelva añicos la polla -intervino Rurik ¡Santo
cielo! Los dos debían estar de pie con las orejas pegadas a la puerta-. Yo supe de una bruja
que podía hacer eso. No la bruja que me pinto de azul. Otra bruja.
-Conoces un montón de brujas -comentó Tykir secamente.
Entonces Rurik se dirigió a Adam.
-Todavía digo que deberíamos traer un tronco y tirar la puerta.
-Nah -dijo Adam-. Déjalos seguir rechinando. Tykir no ha rechinado lo suficiente
últimamente.
-Ya le enseñaré a ese mocoso -se quejó Tykir, levantándose de la cama y corriendo a
abrir la puerta. Sin pudor alguno, quedó de pie en la puerta entreabierta, completamente
desnudo, y le gritó al marido de Girta -Red Gunn, trae una tina de baño y agua caliente
aquí. Mi señora ha trabajado mucho y apesta. Sólo bromeo -le dijo a Alinor, cuya
desnudez, afortunadamente, quedaba oculta a la vista por su gran cuerpo. Luego añadió
más a su humillación al gritarle a Red Gunn otra vez- Asegúrate de que sea la bañera... la
que es suficientemente grande para dos personas.
La risas provenientes del gran salón debían venir de docenas de hombres, por su
volumen.
-¡Tykir! ¿Eso son arañazos y marcas de mordeduras en todo tu cuerpo? -preguntó
Adam-. ¡Oh, qué vergüenza! Mira eso, Rurik. Mis ojos me engañan, ¿o esas son marcas de
dedos, en el miembro de Tykir? -para Tykir, añadió-¿Te duele?
-Te dije que era una bruja, ¿pero alguien me creyó? ¡No! -Rurik resopló con
disgusto-. Sin duda esas marcas de dedos se volverán azules. Azules, te digo, Tykir. ¡Azules!
-¿Por qué no vas a curar a alguien, curador? -sugirió Tykir con un bostezo-. Y Rurik,
mejor que vayas a revisar tu propio miembro, pues ahora estoy convencido de que la bruja
tiene impresionantes... eh, poderes.
Un gorgoteo fue la única respuesta de Rurik. Ella apostaría a que estaba revisando
el interior de su taparrabos.
-Es cierto que soy un sanador maestro -se jactó Adam-. ¿Es posible que Alinor esté
cubierta con tantos moretones como tú? Tal vez deberías dejarme entrar a revisar. No es
bueno dejar que estas cosas se infecten.
Tykir se rió y cerró la puerta en sus caras.
Alinor iba a matar al zoquete. El problema era que no podía moverse. Estaba boca
abajo contra el colchón -saciada y adolorida en algunos lugares importantes. Y, sí, estaba
cubierta de moretones, todos gracias al entusiasmo de su ejercicio, no de algún dolor
intencional por parte de Tykir. Incluso el aire que tocaba su piel sobrestimulada se sentía
como una caricia.
-Es hora de levantarse, brujilla -dijo Tykir, poniéndose un par de braies-. Ven.
Desayunemos rápido y hagamos las labores del día.
-Falsas promesas que haces, vikingo. Me parece que dijiste eso mismo hace dos
días. -Entonces imitó su voz profunda- Es hora de levantarse, brujilla.
-¿Te estás burlando de mí? -preguntó con una carcajada.
Antes de que su cerebro difuso pudiera pensar en una respuesta, una pluma le
cosquilleó la parte posterior de sus rodillas. Ella se sentó de golpe. No había forma de que
pudiera soportar otra de sus torturas de plumas, aunque tenía que admitir que había
invertido la tortura en él una o dos veces anoche. ¿O fue la noche anterior?
Él estaba apoyado contra el poste inferior de la cama, los brazos cruzados sobre su
pecho desnudo. Sus ojos recorrieron su cuerpo desnudo muy lentamente -un hábito
irritante al que se había acostumbrado. Ella no se ocultaba a sí misma en la modestia,
habiendo aprendido que él no se lo permitiría. Además ahora no se avergonzaba de su
cuerpo. Tykir había tenido éxito en una cosa, por lo menos, hacer que se sintiera hermosa.
Bueno, él había tenido éxito en muchas cosas, pero no todas ellas recomendables.
-Tienes moretones -observó con preocupación, dando un paso hacia delante para
recorrer con los nudillos la parte superior de uno de sus pechos-. No era mi intención
hacerte daño así.
“Así”, siendo la palabra clave, pensó Alinor. Ella aceptaba que él hablaba de dolor
físico, pero desde luego, no le importaba si estaba herida de otras maneras. Estaba
empezando a sospechar que ese día la había mantenido en la recámara por demasiado
tiempo, aun a sabiendas de que él era necesario abajo, para demostrarle algo a ella, a sus
soldados y a todo su pueblo. Su estatus era ser una esclava de ahora en adelante. Oh, no
una esclava del castillo o fregona. No, él tenía algo más repugnante en mente. ¿Cómo lo
había llamado? Una esclava de amor. Sí, él estaba estableciendo su condición firmemente
para que todos la vieran. Su puta personal.
Y eso le dolía a Alinor más que cualquier golpe.
La sospecha se reforzó un poco más tarde, cuando ambos habían terminado de
bañarse y Tykir le dio la última de las cajas de regalo.
-No -dijo ella, sacudiendo la cabeza con vehemencia, a sabiendas de su contenido
incluso antes de presionar el pestillo y que la seda roja de la ropa de harén se exparciera.
-Sí, Alinor. Vas a ponértelo.
-Hay muchas cosas que puedes hacerme hacer, vikingo. Ésta no es una de ellas. Me
mataré antes de desfilar en ese escaso vestuario para que todos vean. Creeme cuando
digo eso. Prefiero la muerte antes que la humillación pública.
-Usarás la vestimenta, pero sólo para mí.
-¿Q...qué quieres decir?
-Vas a llevar el traje sólo para mí en nuestra recámara…
¿Nuestra recámara? Los vellos se le pusieron de punta. Así que este encierro íntimo
con el vikingo iba a continuar? ¿Durante todo el invierno? ¡Oh, Dios mío! ‐pensó-. ¡Oh,
Dios mío!
-…Y lo llevarás puesto cuando bajes, pero debajo de tu vestido.
Ella arqueó una ceja con pregunta.
-Yo sabré que está ahí. -Su voz se volvió ronca.
Poco tiempo después estaba vestida con esa ropa escandalosa que empujaba sus
pechos hacia arriba y les daba la apariencia de mayor tamaño. Grandes cantidades de piel
quedaron al descubierto, sus hombros y abdomen e incluso más piel era visible a través de
la tela casi transparente. Lo peor de todo era que la única manera de que pudiera evitar el
tintineo de las campanillas era dando pasos pequeños, como un esclavo humilde. Ella
parpadeó varias veces para contener las lágrimas que amenazaban con escapar.
-Te voy a odiar por esto, Tykir -declaró en voz baja-. Creo que estaba empezando a
amarte un poco... tonta que soy, pero ahora…
-¿Amor? -se burló con horror-. Nunca te pedí tu amor. Y tampoco lo quiero.
Ella vio un destello de arrepentimiento en sus ojos y supo que había mentido. Pero
ya era demasiado tarde. La suerte estaba echada.
Pasaron los días, y no estuvieron tan mal para Alinor.
Aun así, el orgullo de Alinor no podía reconciliarse con su posición menos que
honorable en Dragonstead. Peleaba por todo con Tykir, incluso en las solicitudes
razonables que él le hacía, como la reparación de una túnica favorita o recortarle el pelo
demasiado largo. Y ella se sentía ofendida por el menor insulto.
En este momento ella se negaba a hablar con el trol porque no la había presentado,
al principio, a un jarl vikingo visitante que había pasado por la tarde en un trineo guiado
por caballos en su camino a una granja de renos que poseía. Tykir había estado confundido
por sus sentimientos de ser despreciada.
-Jarl Jorund es un patán grosero -le había explicado, tratando de defenderse-. Yo
estaba tratando de proteger tus sensibilidades.
-Una buena excusa. -Olfateó indignada y le dio un manotazo en la mano
apaciguadora que le había puesto en el brazo.
-¿Por qué querrías conocer a otro patán? ¿No soy lo suficientemente patán para tí?
-había bromeado él.
-Te olvidaste de que estaba ahí.
Entonces él había sonreído avergonzado.
-¿Es eso un pecado tan grande?
No, no lo era. Pero era parte de un patrón que molestaba enormemente a Alinor.
Un patrón que le decía que ella era una pequeña parte de su vida, y una menos que
honorable.
-¿Por qué luchas así contra tu destino? -le preguntó Adam ahora.
-Porque me niego a que sea mi destino.
Ella y Adam estaban sentados frente a una chimenea en el gran salón después de la
cena. Decenas de personas estaban sentadas en grupos frente a otras chimeneas,
bebiendo, conversando, jugando dados. Una escena que le recordaba a las que tenían
lugar en las casas nobles sajonas con las que estaba familiarizada.
-Él te trata casi como la dueña de su castillo -sostuvo Adam mientras la miraba
examinar la pobre lana que había encontrado en los almacenes de Tykir. No estaba ni cerca
de la calidad de su propia piel de las ovejas, pero aun así la estaba cardando, girándola y
agitándola... una tarea familiar que le daba consuelo. Ella usaría la lana acabada para la
ropa de los sirvientes.
Alinor le dirigió una mirada escéptica a Adam al considerar sus palabras. ¿Dueña
del castillo de Tykir?
-En todos los sentidos, excepto por uno -señaló.
Adam arqueó una ceja.
-Esa excepción es cuando me toma de la mano y me lleva perentoriamente a su
dormitorio con clara intención sexual. -Era extraño que se sintiera cómoda hablando de
estos temas con este joven que se había convertido en su amigo, pero ella estaba tan
frustrada que tenía que dar rienda suelta a su furia de alguna forma.
Adam sonrió ante su franca confesión, claramente pensando Tykir no era un mal
tipo.
-Sucede a menudo.
Si lo que pretendía hacer era que se sientiera mejor, estaba muy equivocado.
-A Tykir no le importa si es mediodía y si estoy ayudando a Girta con los menús del
día, o por la tarde y estoy ayudando a Bodhil a batir la mantequilla, o por la noche antes
del fuego de la chimenea en el gran salón. El hombre es... insaciable.
-Alinor, Alinor, Alinor -dijo Adam, riendo a carcajadas-. Hay mujeres que
considerarían tales demandas por su compañía como un cumplido. Tal vez haces muy
buen trabajo dándole placer en la cama.
-Oh, es que no lo entiendes. Él no me da otra opción.
-Una esposa tampoco la tendría -señaló.
-Esposa, ¿quién ha hablado de una esposa?
Adam frunció el ceño.
-Pense que estábamos discutiendo la diferencia del respeto dado a una amante, en
comparación con una esposa. -Él la miró con atención-. ¿Cuál es la verdadera razón de tus
quejas?
Ella respiró hondo.
-Tykir hace que su alegría por nuestro acoplamiento sea demasiado evidente -
reveló. Era una cosa muy personal para confesarle a un simple amigo, pero no tenía a
nadie más que fuera capaz de aconsejarle-. Él me desea con un hambre insaciable y no le
importa que todo el mundo lo sepa.
Es por eso que se sentía como una simple compañera de cama, en lugar de una
respetada compañera de vida. No es que ella quisiera ese tipo de relación permanente con
el vikingo. Al menos, no pensaba que quería eso. Pero sin duda, un hombre no miraría a su
esposa tan lascivamente todo el tiempo, sobre todo cuando ella caminaba rápido,
haciendo que una de sus campanas tintineara. Tampoco un marido normal, sentiría la
necesidad de tocar a su esposa sin cesar, ya sea de paso, con una suave caricia en su
cabello, o agredirla con un abrazo repentino.
La boca de Adam se abrió. Aunque esta vez no se rió. En cambio, sacudió la cabeza
con incredulidad y le tomó ambas manos entre las suyas.
-Alinor, querida, lo que describes es una bendición para una mujer. Un hombre que
ama a una mujer más allá de toda razón.
-¡Oh, no, no, no! Yo no he dicho nada acerca de amor.
Él se encogió de hombros.
-Sé que soy joven, pero estoy bien viajado, y puedo decirte que Dios te ha dejado
un regalo en las manos. Puedes hacerlo a un lado o tratarlo con cuidado. Tal vez no sea
precisamente amor, ¿pero quién sabe lo que podría ser? Tykir es un buen hombre, Alinor.
Mira más allá de sus acciones.
-El hombre es un trol -argumentó.
-Algunos dicen que tú eres una bruja -respondió él-. Trol, bruja, vikingo, sajón,
hombre, mujer... son sólo palabras.
Adam se marchó entonces, dejándola con su hilado. Ella usó el tiempo para
reflexionar sobre las palabras de Adam y sus propias sospechas insignificantes. Al final,
llegó a una conclusión alarmante. Que Dios me ayude, pero lo amo. Cómo había ocurrido
esa situación desastrosa, no podía decirlo. La respuesta más simple podría ser que el patán
le había dado increíble placer sexual. O que era extremadamente guapo, sobre todo
cuando sonreía o le guiñaba el ojo. O que sus bromas pícaras en realidad le traían alegría.
Pero la verdad era que él la conmovía de la forma más elemental. Había un lazo invisible
que los conectaba que parecía tener una forma casi mística.
¿Era posible que fuera destino, o algún un ser celestial los había destinado a estar
juntos? ¿Quería Dios que domara al vikingo salvaje? Ahora, esa era una perspectiva
desalentadora, pensó con una risa silenciosa. Y divertida, de verdad, pensar que el Dios
bendito usaría el miembro torcido de un rey vikingo para llevar a cabo sus deseos para
ella.
No tuvo más tiempo para reflexionar sobre su destino, porque la pesadilla de su
vida llegó... bueno, la otra pesadilla de su vida. Rurik. Se dejó caer en un banco cerca de
ella, con los codos apoyados en las rodillas extendidas, y mirando con tristeza hacia el
fuego.
-¿Y ahora qué? -preguntó finalmente-. La pomada con estiércol de pollo que sugerí
para quitar tu marca azul no funcionó? Olvídalo. Puedo ver que no lo hizo.
Él le lanzó una mirada de soslayo.
-No soy tan tonto como crees.
-Nadie lo es. -Ella lo pensó un momento-. No me digas, déjame adivinar. Has
agotado la existencia de todas las mujeres de todo Trondelag para atraerlas a tu cama de
pieles.
Sus labios se curvaron de mala gana, y ella tuvo que admitir que tenía virilidad, si
ella fuera el tipo de mujer atraída por su particular forma de arrogancia.
-Quedan unas pocas, pero esas son viejas brujas... no vale la pena hacer el
esfuerzo. -Podrías empezar de nuevo.
-Sí, podría.
-¿Así que esa no es la fuente de tu mal humor? ¿Podría ser que tu parte favorita se
ha marchitado y muerto por el uso excesivo?
-¡Suficiente! -dijo él. Después de varios momentos le reveló su dilema-. Necesito tu
ayuda.
Oh...oh.
-La gente está comenzando a creer que no eres una bruja. -¿Y eso es un problema?
-Sí, lo es. Ya nadie quiere comprar mis cruces y mi agua bendita. Tienes que hacer
más cosas de brujas, Alinor.
Al principio, ella sólo lo miró boquiabierta por la sorpresa.
-¿Ya no crees que soy una bruja?
-Nah. Bueno, al menos, no todos los días. Vamos, Alinor. No sería nada actuar como
bruja a veces.
Ella soltó una carcajada.
-No es divertido. ¿No podrías menear los dedos hacia las partes íntimas de otros
hombres de vez en cuando? ¿No puedes pretender hervir un caldero de alas de
murciélago y ojos de serpiente? ¿O -le sonrió- bailar desnuda en el bosque?
-Eres imposible -afirmó ella y luego lo despachó, gruñendo con la insatisfacción.
Se estaba haciendo tarde. Decidiendo poner fin a sus tareas de la noche, puso sus
materiales de hilado dentro de una amplia canasta y levantó la mirada sólo para ver a Tykir
mirándola desde el otro lado del pasillo. El brillo ardiente habitual en sus ojos miel
encendió una chispa en ella, la cual ella intentó resistir, a pesar de que un fuego sexual se
encendió de inmediato en su vientre.
Él movió un dedo hacia ella.
Ella se sentó rígidamente. La arrogancia del hombre, ordenándome que vaya a él.
Yo le enseñaré. Alinor movió el dedo hacia él, pensando en despertar algún tipo de
reacción adversa.
En cambio, Tykir sonrió y fue hacia ella de inmediato. ¿Cómo podía odiar a un
hombre que podía ser tan exigente en un instante y estar dispuesto a ceder al siguiente?
Al parecer, no le importaba quien hiciera el acercamiento, si él o ella.
Cuando se acercó a ella, la tomó por los brazos y la ayudó a levantarse. Ella sintió el
calor de su cuerpo y más aún el calor de su necesidad por ella. Era un afrodisíaco
embriagante, ser deseada con tanta intensidad por un hombre tan viril. Tal vez por ahora
eso era suficiente.
-Te extrañé, cariño -murmuró.
‐¿Cariño? Yo también te extrañé, trol -admitió ella.
Él sonrió ampliamente, una demostracion abierta de gratitud por su sencilla
concesión... una sonrisa que hacía que sus dedos se doblaran y su corazón se expandiera
con alegría.
Sí, es suficiente por ahora.
Entonces él le pellizcó el trasero juguetonamente mientras se dirigían a la escalera
y le susurró al oído:
-Te he dicho sobre un juego de cama que acabo de recordar? Se llama “La lanza
llameante”.
Ella se tropezó y luego se enderezó, haciendo tintinear sus campanillas. Fulminó
con la mirada al zoquete sonriente.
Por otro lado ...

Fue la mejor temporada de Yule que Dragonstead jamás había presenciado, y todo
gracias a Alinor.
Con gran satisfacción, Tykir miró su gran salón adornado con acebo y ramas de
hojas perenne, decoraciones más parecidas a las casas sajonas que a las vikingas. Pero a su
gente parecía gustarle. En verdad, su propiedad había sido llevada bien por años, incluso
en su ausencia, pero Alinor había ido un paso más allá y convirtió su castillo en un hogar.
Un peligroso, peligroso giro de los acontecimientos. Uno en el que no podía pensar.
Mejor desviar su mente hacia la alegría a su alrededor.
Los vikingos le daban la bienvenida a cualquier excusa para festejar. Y era una
buena fiesta rara la que Alinor había puesto para celebrar la llegada del hijo del Dios
cristiano. Había alimentos sajones y vikingos por igual, y algunos a los que no podría poner
ninguna nacionalidad. Pudin de ciruela y pudin de Yorkshire, el cual no era en realidad un
pudin, sino un pan cocido en jugo de carne asada. Él había insistido con horror exagerado
en que no se sirviera pollo, aunque sí tenían muchos huevos hervidos salpicados con raras
especias orientales. Sin duda, Alinor haría que todo el mundo se hastiara de huevos de
gallina como lo había hecho con el caldo de pollo. También había abundancia de las
salchichas de cerdo y quesos suaves preferidos de los vikingos... algo necesario en
cualquier fiesta. Pero ni un poco de gammelost estaba a la vista, notó con una sonrisa. Su
Alinor no permitiría eso.
Tykir detuvo sus divagaciones mentales en ese pensamiento inquietante. ¿Cuándo
empecé a pensar en Alinor como mía?
Por mucha alegría que hubiera en su corazón en estos días, también habían disturbios. Se
sentía como si estuviera atrapado en un torbellino y no podía escapar de sus emociones
arremolinadas. La única solución era esperar que pasara la tormenta y ver lo que había
sucedido una vez que las aguas se calmaran.
No es que él tuviera la intención de echar el ancla con cualquier mujer. Ni siquiera
con Alinor. Además, ella probablemente tomaría el ancla en su hombro y la echaría en su
propio destino en Northumbria.
Lo que estaban compartiendo era solamente un interludio. Uno agradable. Pero
eso era todo lo que era, o podría llegar a ser.
Sabía que Eirik y Eadyth no podían entender su resistencia al amor y el matrimonio,
ni siquiera a una amante a largo plazo. Pero las profundas heridas que tenía en el alma
desde que era un niño y las defensas que había levantado como resultado ahora formaban
parte de su propia naturaleza.
Incrustadas en su cerebro estaban imágenes desagradables de sí mismo: como un
niño necesitado y patético buscando en cada transeúnte el rostro de su madre; como un
joven de pie en una carretera, o un muelle, despidiéndose de nuevo de su padre, y
después de pie a su lado cuando murió demasiado joven por heridas de guerra; como un
niño de ocho años destrozado cuando su hermano Eirik se fue a la corte del rey Athelstan;
sin mencionar la desaparición de su madrastra, Rubí; y luego, finalmente, la pérdida de sus
abuelos, Dar y And, en Ravenshire.
Oh, sabía que había muchos que habían sufrido tanto o más que él. Su propio
hermano, Eirik, por ejemplo, al que Ivar el Terrible le había cortado un dedo cuando era
niño, el mismo villano que había matado a su padre. Pero Eirik era mitad sajón, un pájaro
totalmente diferente. Además, él había sido un par de años mayor que Tykir y ciertamente
más maduro cuando todos estos eventos habían tenido lugar.
Siendo un joven vikingo hasta la médula, Tykir había aprendido a sobrellevar sus
heridas mediante la construcción de un muro invisible a su alrededor. Un hombre -o un
niño- no podía ser herido si no le importaba nada.
Excepto...
Tykir miró a su lado y vio a Alinor, cuya atención había sido capturada por la saga
que Bolthor estaba diciendo. Ya le había aconsejado al escaldo gigante, con la amenaza de
cortarle la lengua, que no habría sagas o poemas sobre Tykir “el Grande” en esta fiesta. Así
que Bolthor estaba contándole a los presentes la historia del abuelo paterno de Tykir,
Harald “Cabellera Hermosa”.
Alinor lo miró y sonrió.
-Tu abuelo era un gran hombre. Todas esas esposas y amantes. Y, bendito cielo,
veintidós hijos y un número comparable de hijas.
-El sarcasmo no te queda, moza -gruñó.
Ella se echó a reír alegremente, algo que rara vez hacía.
-Tú compartes su sangre vikinga. ¿También compartes su naturaleza?
-Nah. Como bien sabes, yo no tengo ni siquiera una esposa y solamente una
amante por el momento. -De inmediato se arrepintió de sus palabras precipitadas cuando
vio el rápido destello de dolor en su rostro. Sabía que no le gustaba ser designada como
una simple amante. ¿Estaría más complacida de ser llamada la esposa de un vikingo
pagano?
¡Aaarrgh! ¿De dónde salió ese pensamiento traicionero?
-Algunos dicen que el rey Harald fue inspirado a la grandeza por las burlas de Gyda,
hija del rey de Hordaland -Bolthor estaba relatando-. Gyda era una moza ambiciosa, y ella
se negó a casarse con Harald hasta que gobernara toda Noruega. Así que Harald hizo un
solemne juramento: No se peinaría o cortaría el pelo hasta que se hubiera ganado toda
Noruega y la parte de Gyda. Diez años le tomó a Harald para lograr sus metas. Después de
eso, el hombre conocido como Harald “pelo de Trapero”, fue conocido como Harald
“Cabellera Hermosa”. Y un conjunto más fino de trenzas jamás fue observado en todas las
tierras nórdicas. Además, algunos dicen que una gran cantidad de sexo tuvo lugar ese día
en la recámara de Gyda, una vez que se rindió a las grandes hazañas de Harald. Esta es la
saga de Harald “Cabellera Hermosa”.
-¿Alguna vez conociste a tu abuelo? -preguntó Alinor, acercándose a la mesa para
beber vino de la copa de Tykir. El vino era de su colección privada, que había
intercambiado en Renania el año pasado y estaba reservado para ocasiones especiales.
Esta noche se sentía especial.
A él le gustaba la forma en que ella ponía sus labios en la copa en el mismo lugar
donde había estado bebiendo. Probablemente era una coincidencia, pero prefirió pensar
lo contrario.
-¿Lo hiciste?
-¿Qué?
-¿Conociste a tu abuelo?
-Sí, lo hice. Él vino al castillo del rey Sigtrygg en Jorvik cuando mi padre se estaba
muriendo.
Ella inclinó la cabeza, esperando a que revelara más.
-Era un majestuoso hombre viejo, enorme en tamaño, no marchito e inclinado
como otros viejos. Su largo pelo se había vuelto completamente blanco para entonces,
pero era lujoso de la misma manera, y era mantenido en su lugar por un anillo de oro en
su frente. Llevaba un manto de terciopelo negro bordado con hilos de oro y adornado con
piedras preciosas. Es extraño que recuerde esos detalles. -Suspirando profundamente,
agregó- Lo vi un par de veces antes de que muriera hace diez años. Era un maestro duro,
tanto con sus subordinados, como con su familia. No puedo decir que alguna vez nos amó
a cualquiera de nosotros. Aunque, debo admitir que para mi sorpresa, el viejo me traspasó
Dragonstead en su lecho de muerte. Era una de sus propiedades menores, pero aún así...
-Tal vez era como muchos hombres, incapaces de mostrar su afecto.
-Tal vez. -Se dio la vuelta para dirigirse a Alinor directamente-. No son recuerdos
agradables, Alinor. ¿Por qué tanta curiosidad?
-Sólo quiero saber más de tí.
Sintió una opresión en la garganta al escuchar sus palabras. Ella estaba empezando
a interesarse por él, al igual que él por ella. Mejor ponerle fin a esas tonterías.
-La única cosa que necesitas saber de mí está entre mis piernas -dijo con crudeza.
Ella echó la cabeza hacia atrás como si la hubiera abofeteado.
La culpa tiró de su conciencia, pero la empujó a un lado.
Al menos no lo estaba mirando con procupacion.
Sin embargo, no pudo mantenerse alejado de ella por mucho tiempo. Cuando ella
intentó levantarse del banco junto a él, él le pasó un brazo por los hombros y la atrajo
hacia sí.
-¿Qué piensas de los planes de matrimonio que abundan en Dragonstead? Bodhil
“la Fuerte” y Jostein “el Herrero”? -La pareja había anunciado esa tarde que se casarían
antes de la primavera.
Su rígida actitud se relajó.
-Bueno, ya era hora de que Jostein declarara sus intenciones. Ya sabes que casi
pierde a Bodhil.
-Si, y Rapp “del Gran Viento” no está muy feliz por eso, según entiendo. Está
abrumado por la melancolía. Míralo allí, en la esquina, sólo, bebiendo hidromiel.
-Está solo porque apesta -señaló Alinor con ironía.
Tykir se echó a reír.
-Eso también. Dime, Alinor, ¿tuviste algo que ver con los planes de boda?
Sus mejillas florecieron con un rubor atractivo.
-Yo simplemente le dije Bodhil que no tenía por qué asentarse. Ella debe ser fuerte
y… ¿por qué sonries satisfecho?
-No satisfecho. Simplemnte sonriendo -la corrigió, sujetándola por debajo de la
barbilla-. Tú eres tan vehemente en tus sentimientos. Y puede que sea la hora de que seas
fuerte con tus hermanos, también.
-No hay nada malo con una mujer que busca lo que quiere.
-¿Y qué es lo que quieres, Alinor?
-Ciertamente no a tí, trol.
Él le jaló el pelo como castigo.
-¿Ni siquiera si tengo un regalo especial para tí? -Ese regalo me lo has dado cientos
de veces.
-No ése regalo -la reprendió, poniendo un dedo contra sus labios fruncidos.
-Y no quiero nada más en la onda de plumas, aceites, cuerdas o trajes de baile. De
por sí mi reputación ya está arruinada por esos regalos escandalosos. No me sorprendería
que las noticias sobre ellos ya hayan llegado a la corte del rey Edred de Wessex.
Él le sonrió.
-Tampoco ese tipo de regalos.
Más tarde esa noche, Alinor yacía bajo él, saciada, después de hacer el amor de la
manera más tierna que jamás hubiera hecho. La ternura que había tenido con ella no
había sido porque ella le importara, se dijo. Era sólo que había tenido ganas de un cortejo
más suave.
Le pareció oír la risa en su cabeza. Probablemente el travieso Loki burlándose de
sus delirios.
Fue entonces cuando le entregó su regalo cristiano.
-Una vez me dijiste que nunca te habían dado un regalo. Entonces toma. -Puso la
mano bajo la almohada, en donde había escondido el plano estuche de terciopelo azul,
luego lo puso entre sus manos.
-Tykir, no necesito regalos. Y ciertamente no un regalo por compasión. Además, no
tengo ningún regalo para ti -Ella trató de devolverle la caja sin abrir.
Él insistió en que lo tomara.
-No hay nada de compasión en este regalo. A los vikingos les encanta dar regalos.
Acéptalo como lo que es, y nada más. El placer de un hombre.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a deshacer el cierre. Estaba sentada en la
cama, apoyada contra el cabezal, con las pieles subidas hasta la cintura, dejando al
descubierto sus pechos, para placer de él. Él amaba a sus pechos -pequeños, con punta de
frambuesa, hinchados por sus últimas atenciones.
-¡Oh, Tykir! -susurró cuando vio el contenido de la caja. Era el collar de ámbar que
le había mostrado en Hedeby-. No puedo aceptar esto. -Sus ojos verdes se llenaron de
lágrimas y su voz sonaba ahogada por la emoción.
-Sí, puedes y lo harás. -su voz igual de ahogada. Alejando una lágrima con el dorso
de la mano, le recordó
-Tú me dijiste que el comerciante árabe que te lo dio dijo que estaba destinado
para una esposa en su noche de bodas, como un amuleto para garantizar la suerte del
matrimonio. Ya que tú no tienes la intención de casarte, dijiste que se lo darías a una de
las hijas de Eirik en su boda.
Él se encogió de hombros. -He cambiado de idea.
-¿Sobre el matrimonio? -preguntó, con los ojos abiertos por la sorpresa.
-¡No! -replicó él demasiado rápido y gritando.
Pero ella simplemente sonrió ante su respuesta apasionada.
-No busques significados ocultos en este regalo, Alinor. Quería darte algo especial,
pero no…
Ella presionó sus dedos contra su boca, deteniendo sus palabras. -Es especial.
Entonces ella dejó que le pusiera el collar. La gruesa banda de oro encajaba cómodamente
alrededor de su delgado cuello, justo por encima de la clavícula. De ahí estaban
suspendidas varias piedras de ámbar en forma de lágrima, comenzando con una grande en
el centro y que se hacían cada vez más pequeñas hacia los lados, hasta que llegaban a ser
del tamaño de pequeñas lágrimas humanas. Ella le recordaba a una magnífica princesa
vikinga, vestida así. Una diosa. Las piedras amarillentas resaltaban sus pechos y la
cremosidad de su piel. Hacían que sus ojos brillaran con fuego verde.
-Gracias, Tykir -susurró-. Es un regalo que siempre recordaré. Siempre.
Entonces le agradeció siendo esta vez la agresora. E invirtió las tablas también de
otras maneras, amándolo de la manera más tierna en su vida. En el proceso, algo precioso
pasó entre ellos.
Tal vez el collar de ámbar realmente tenía poderes mágicos.
O tal vez la magia estaba en ellos.

Capítulo XVI

Tres meses después


La primavera llegó demasiado pronto, y ya se iban de Dragonstead.
Oh, no era una verdadera primavera. Todavía había nieve en el suelo de las
montañas, y el aire era frío. Pero ya no había hielo en los fiordos, lo que permitía a los
barcos vikingos salir de ahí para llevar a cabo sus transacciones comerciales y sus
desventuras vikingas.
El júbilo llenaba el aire mientras los vikingos, parecidos a los osos, muchos con
grandes barbas y capas de piel, salían de su hivernación, ávidos de nuevas aventuras. La
sangre espesa por la temporada de frío y la falta de ejercicio de repente se adelgazaba y
volvía a la vida. Estos hombres viriles no estaban hechos para la inactividad o el trabajo
bucólico, y emocionantes hazañas les esperaban en las Tierras del Oeste, más allá de
Noruega.
Sin embargo, no todo el mundo se mostró feliz.
Finalmente, Alinor se iba a casa. ¿Pero dónde estaba su casa ahora? Se había
encariñado tanto con Dragonstead y su gente... y un exasperante vikingo, en particular.
Estaba tan confundida. Esta no era su casa, y aun así, se sentía como en casa.
Siempre había pensado que su único sueño era vivir de forma independiente en su
propia propiedad en Northumbria. Sin matrimonios. Sin hermanos codiciosos.
Simplemente una vida solitaria pacífica.
¡Lo tonta que había sido!
-¿Por qué las lágrimas, milady? -preguntó Tykir con voz suave. Todos los bienes
comerciales y comida habían sido cargados. Había venido hasta su lado en el muelle en
donde estaba esperando para abordar el barco. Se dio cuenta de que él apenas cojeaba,
después de haber cuidado su pierna en exceso durante todo el invierno con compresas
calientes, masajes y descanso.
-No estoy llorando -contestó, limpiándose las mejillas con la manga de su túnica.
Él alzó las cejas en contradicción.
-Pensaría que estarías feliz de salir de esta “prisión” y regresar a tu patria. -Había
una extraña vulnerabilidad en su rostro mientras hablaba.
-Estoy feliz -mintió-. Estas son lágrimas de felicidad.
Era lo peor que podía decir. Se dio cuenta de inmediato cuando su expresión se
pinchó. ¿Qué esperaba de ella? No le había pedido que se quedara. Y, francamente, no
sabía que hubiera hecho si se lo hubiera pedido.
-Bueno, entonces, tiene que haber un montón de gente feliz aquí en Dragonstead.
No había visto tanto llanto entre las mujeres desde que las viudas vinieron a reclamar los
cuerpos después de la Batalla de Brunanburh. Parecería que has tocado algunos corazones
aquí, Alinor.
Ella asintió con la cabeza ante sus palabras amables, incapaz de hablar por el nudo
que tenía en la garganta.
-Debes ser más fuerte con tus hermanos cuando vuelvas a Graycote -le aconsejó
entonces-. No dejes que determinen tu vida como lo han hecho en el pasado.
-Sí. Me he jurado a mí misma resistirme a sus asaltos a mi vida privada en el futuro.
¿Qué piensas tú -preguntó, dirigiéndole una sonrisa pícara- de mi amenaza de torcer sus
partes masculinas si tratan de forzarme a otro marido en matrimonio?
-Eso debería servir -dijo con una carcajada. Entonces, repentinamente serio,
declaró- te voy a echar de menos, Alinor. -Alzó la mano cuando ella abrió la boca para
hablar-. Yo no pronuncio esas palabras a la ligera, cariño. Debes saber esto: Nunca se las
había dicho a otra mujer en toda mi vida.
-Oh, Tykir -murmuró ella.
Luego, en un tono más ligero, el bromeó
-Pero no voy a extrañar tu sopa de pollo.
-Ni yo tu gammelost.
Sonrió suavemente hacia ella.
-Tal vez nos volvamos a ver algún día. -Tal vez.
Él no se creía esas palabras más de lo que lo hacía ella. Una vez que los barcos de
Tykir llegaran a la corte de Anlaf dentro de dos días, todos tomarían caminos separados:
Tykir y Bolthor hacia las tierras del Báltico para la cosecha de ámbar; Adam a la tierra de
los árabes, en donde continuaría sus estudios de medicina; Rurik a Escocia en busca de
una bruja que tiñe de azul, y Alinor volvería a Graycote con sus ovejas.
-Una cosa es segura -dijo Tykir, subiendo a Alinor sobre la tabla de aterrizaje que se
extendía en la distancia desde el muelle hasta el barco-, nunca te olvidaré, Alinor “la
Bruja”.
-Y yo nunca te olvidaré, Tykir “el Trol”.
En el fondo, a bordo del barco, oyó a Bestia ladrando furiosamente, a Rurik
maldiciendo por una cosa u otra, a Adam coqueteando con la esposa de un soldado que
iba con él a Birka y a Bolthor recitando un nuevo poema:

Tonto, tonto, tonto. Algunos vikingos son inteligentes.


Algunos vikingos son tontos. Algunos vikingos ven con sus ojos. Algunos vikingos
ven con sus corazones.
Algunos vikingos están tan hechizados, que no pueden ver nada.
Esta es la historia de el vikingo tonto.

En la mañana del segundo día llegaron a Trondelag y al castillo de Anlaf.


Al menos un centenar de barcos vikingos de todos los tamaños, incluidos grandes
knarrs o barcos de comercio, estaban alineados a lo largo de los muelles o anclados a poca
distancia hacia el mar. Alinor caminaba por el muelle, esperando a que Tykir volviera de
presentar sus respetos al rey. Luego él la pondría en un barco hacia Inglaterra antes de
zarpar hacia las tierras bálticas. Él no quería perder más tiempo, ya que hoy los vientos
eran buenos.
Incluso el buen ojo de Bolthor había parecido humedecerse por la emoción.
-Nos veremos de nuevo, Lady Alinor -había dicho Bolthor bruscamente antes de ir a
realizar algunas tareas de barcos-. Estoy seguro de ello.
Alinor no compartía esa certeza, pero las últimas palabras de Bolthor la habían
hecho sonreir.
Había una vez una dama de Graycote que vivía de sus muchas ovejas.
Entonces vino un vikingo en su barco y con amor ella fue golpeada.
Pero a él no se lo dijo. Así que no tenía voto.
Ahora en un barco ella flotaría de regreso a su propia fosa solitaria.
Sobre esta triste historia, nadie va a regodearse. Así escribió el escaldo.

-Rima -había sido la única palabra que había sido capaz de pronunciar. Pero Bolthor
lo había tomado como un cumplido, diciendo
-Sí, estos son los mejores.
Mientras que Tykir había entrado en el castillo, ella optó por quedarse fuera,
deseando no obtener repetición de las acusaciones de brujería en su contra. Además, Tykir
no la había invitado a acompañarlo. ¿Estaba avergonzado de su relación con ella, que sin
duda se había extendido a través de la cadena de chismes vikingos? ¿O estaba protegiendo
a su sensibilidad frente a cualquier intento de mancillar su reputación?
-¡Pssst! Pssst!
Alinor volvió la cabeza de un lado a otro antes de reconocer que era la hermana
mayor del rey Anlaf, Gudny, que estaba de pie detrás de unos barriles, tratando de llamar
su atención. Sacudiendo bruscamente la cabeza, le indicó a Alinor que se uniera a ella en
su escondite.
-¿Qué? -preguntó Alinor mirando a la mujer, que era tan alta como un hombre, de
hombros anchos, huesos gruesos y exuberante como la proa de un barco.
-Necesito una pócima de amor -dijo Gudny furtivamente, empujando unas
monedas en la mano de Alinor.
Alinor trató de devolver el dinero.
-No tengo conocimiento de pócimas de amor.
-Debes tenerlo. Las brujas saben cosas que los mortales no.
-Pero yo no soy…
-Estoy desesperada -gimió Gudny-. ¿Sabes lo que es soportar a mi hermano? Él me
hace la vida miserable. Y todos se ríen de mí... al pensar que no pude mantener la
atención de un marido, especialmente uno tan inútil como Alfrigg. Pero yo lo quiero de
vuelta. Hay un barco que va hacia las tierras irlandesas, que yo podría abordar, si tan solo
llevara una poción de amor conmigo para asegurarme de que regrese conmigo. -Gudny
exhaló con fuerza después de esa exhortación, y luego añadió- ¿por favor?
Alinor se devanó los sesos buscando un consejo que darle a la pobre mujer. Con
certeza, sabía cómo se sentía Gudny al vivir bajo el pulgar de su hermano. De pronto, ella
preguntó
-¿Has probado con campanas?
Gudny se limpió las lágrimas y se iluminó.
-¿Campanas?
Y Alinor le explicó un traje de los más raros que Gudny podría hacer por sí misma
para atraer a su marido rebelde de vuelta a casa. Alfrigg estaría lleno de lujuria o sorpresa
cuando viera a la gran mujer adornada como un harén hurí.
Alinor seguía sonriendo ante esa imagen después de que una Gudny
tremendamente agradecida se había ido. Fue entonces cuando Signe, la hija del rey Anlaf,
se acercó a ella.
-Eh, Lady Alinor, um... -Signe empezó torpemente-. Yo... eh... estaba hablando con
Gudny, y...
-¡Oh...oh! Signe, usted es joven y hermosa y sólo ha estado casado unos meses.
Seguramente no necesita una pócima de amor.
-Pero -gimió Signe-. Vi a Torgunn con un traficante de esclavos esta mañana. Y
estaba comiéndose con los ojos a una joven esclava, lo era. Sospecho que la va a tomar
como esclava de cama.
‐¡El cerdo! -pensó Alinor. Al final sugirió, vacilante- ¿Has probado las plumas?
Cuando terminó de dar su breve explicación, Signe la miraba con tal admiración
que uno habría pensado que Alinor había inventado el oro... o el sexo.
-No sé si tenemos plumas de pavo real. ¿Cree que las plumas de ganso serán
suficiente?
-Me atrevería a decir que cualquiera serviría -dijo Alinor en una carcajada-. Es la
textura, no el aspecto de la pluma lo que importa.
-¡Ooooh! -exclamo Signe y metió una moneda de oro en la mano de Alinor.
Un número de otras mujeres aparecieron después, pero Alinor levantó una mano
para detenerlas. Ya era suficiente.
-¡No soy una bruja! -había afirmado con firmeza, y ellas se habían ido quejándose.
-¿Has ganado seguidoras, Alinor? Tal vez una secta -preguntó Adam, acercándose a
abrazarla en despedida.
-Ni siquiera insinues tal cosa.
-Entonces ¿cuál es la causa de tu repentina popularidad? -No quieres saberlo -dijo
ella con una sonrisa. -Bueno, entonces me voy. -Él le dio otro fuerte abrazo.
-Buena suerte -contestó ella-. Espero escuchar noticias de tu gran fama algún día. El
caballero “de la Curación”. Suena bien, ¿no te parece?
Él le sonrió cálidamente.
-Alinor, odio ver que te regresas sola a Gran Bretaña. ¿Es eso lo que realmente
quieres?
-Ya habíamos tenido esta conversación. No tengo otra opción .
-Pero tu amas al zoquete... quiero decir, Tykir... aunque eso no puedo entender por
qué, es una bestia tan fea, a diferencia de mí, que…
Se agachó cuando ella intentó golpearlo en la cabeza por su diablura. -¿Tú amas a
Tykir, no?
Ella exhaló con fuerza.
-Sí, probablemente lo haga, pero… -¿Se lo has dicho?
-¡Por supuesto que no! Nunca lo avergonzaría a él o a mí misma de esa manera.
-¿Avergonzar? -Adam frunció el ceño confundido-. Él te ama. Tú lo amas. Vas a Gran
Bretaña sola. Él va al Báltico solo. ¿Qué es lo que está mal en esta imagen?
-Tykir no me ama. Oh, reconozco que me ha tomado cariño. Tal vez eso es lo
máximo que cualquier mujer pueda esperar de él... pero él no me ama. Yo lo sabría si lo
hiciera.
-¿Así como él sabría que lo amas sin que se lo digas?
-No quiero hablar más de esto, Adam. Se acabó. Es doloroso, pero me he resignado
a la suerte que Dios me ha dado.
Él se encogió de hombros sin esperanza, y luego intentó una táctica diferente
-Entonces ven conmigo.
Su boca se abrió por la sorpresa.
-¿Contigo? ¿Para las tierras árabes? ¿por qué?
-¡Milady, cómo me insulta!
-¡Ja! Tu vanidad es demasiado grande para que te ofendas ante mi negativa a tus
encantos exagerados.
-¿Eran mis encantos lo que pensaste que estaba ofreciendo?
Ella se sonrojó.
-No, yo sólo pensé que le gustaría venir como una compañera de aventuras. Una
amiga. Piensa en todos los nuevos lugares interesantes y la gente que conocerías. Piénsa
sobre…
-¿Qué? ¿Mis oídos me engañan? -preguntó Tykir con la voz llena de consternación-.
¿Qué estás planeando, Adam, que invitas a Lady Alinor a que te acompañe? -Luego se
volvió hacia Alinor-. Y tú, sí que te has convertido en una mujer voluble, que vas de mi
cama a la de Adam sin siquiera pensarlo.
Ella y Adam jadearon ante el concepto erróneo de Tykir sobre la situación... y ante
la vehemencia de su orgullo herido.
-Si vas a irte a alguna parte con un hombre antes de regresar a tu tierra natal, bien
puedes venir conmigo hasta el Báltico -dijo Tykir y se marchó.
Adam y ella intercambiaron una mirada aturdida ante la reacción fuera de lugar de
Tykir, seguida por la oferta menor a la cortesía. No es que ella la fuera a rechazar. No
importa qué tan descortés fuera la invitación, Alinor no era tan idiota como para no darse
cuenta de que le habían dado un indulto. Un alivio temporal, pero aun así un alivio.
Adam sonrió ampliamente y se jactó
-¡Soy tan bueno!
Ella le devolvió la sonrisa y dio las gracias que tenía que dar. Desde luego, no a
Adam.
Gracias, Dios.
Alinor se quedó sola una vez mas, momentáneamente.
Bolthor estaba en uno de los barcos de Tykir, ayudándole a reorganizar las
mercancías en los seis barcos que se llevaría al Báltico. Estos cambios de última hora eran
necesarios para acomodar el caballo sarraceno especial, Feroz Uno, que Anlaf le había
regalado a Tykir, anteriormente, junto con algunas yeguas que el rey quería que vendiera
en Hedeby en su camino de regreso.
El aire era frío, pero el sol le daba en la cara mientras se apoyaba contra un árbol
estrecho cerca de los muelles. Tykir le dio una señal silenciosa que decía que se iban a
quedar un poco más y pronto desapareció de su vista hacia uno de los barcos más lejanos.
De repente, ella fue agarrada por detrás. Alinor se retorció y trató de ver quién era,
pero estaba siendo retenida firmemente con una mano sobre su boca y otra alrededor de
su cintura desde atrás. Levantándola del suelo, la persona retrocedió hacia el bosque y una
serie de dependencias. Sus ojos se movían de un lado a otro, pero nadie parecía estar
mirando hacia donde ella estaba. Se retorció y se sacudió, sin ningún resultado.
¿Era una broma que alguien le estaba jugando?
No. La única persona que pensaba que podría hacer eso era Adam, que ya se había
ido, o Rurik, que estaba trabajando junto a Tykir y Bolthor.
¿Era cosa del rey Anlaf? No, Alinor sabía que Anlaf promulgaría su venganza en
público, no en forma clandestina.
Sus preguntas fueron rápidamente respondidas cuando fue arrastrada a una leñera
vacía en donde estaban Egbert y Hebert, además de media docena de hombres de aspecto
despiadado de diversas nacionalidades. Apostaría a que eran mercenarios. Algunos
parecían ser vikingos, y era un lote que daba pena, de mirada dura y trajes desaliñados,
probablemente, bandidos vikingos.
-¿Están locos ustedes dos? -Ella se liberó de las garras de su captor y se acercó a
Egbert y Hebert, deteniéndose frente a algún objeto grande situado en el lado opuesto de
la leñera-. Para venir a un país nórdico... ¡seguro que han perdido el juicio!
-¡Perra ingrata! -El rostro de Egbert se puso rojo de rabia, y levantó la mano para
golpearla en la cara... una táctica familiar.
-No, Egbert -le advirtió Hebert, poniendo una mano para detener el brazo de su
hermano-. No podemos dejar marcas visibles en Alinor si queremos que nuestro plan
funcione.
Egbert se detuvo, vio la sabiduría de las palabras de Hebert y la pateó en la
espinilla. Fue un golpe agudo y brutal que la hizo tropezar hacia atrás y casi se cae. Fue
salvada por el pecho fornido de su captor, que todavía estaba detrás de ella.
-¿De qué se trata todo esto? -preguntó ella, tratando de ocultar el dolor en su voz
temblorosa-. Sin duda una simple mujer como yo no merece que se tomen tantas
molestias.
-En realidad, sí -le informó Egbert fríamente-. Parece que las noticias de tu brujería
se han extendido por toda Gran Bretaña. Y, sorprendentemente, hay algunos hombres que
ven valor en eso. ¿Realmente tienes una cola, Alinor?
-Tal vez estos hombres piensan que puedes realizar un poco de magia en la cama -
añadió Hebert con una risita lasciva.
-En esencia, tu dote se ha incrementado sustancialmente, con cola o sin cola -
anunció Egbert-. Yo creo que ser la amante de un jarl vikingo -sí, las noticias de esa
desgracia tambien viajaron- sumará aún más monedas al dinero del matrimonio. - Sacudió
la cabeza con asombro, estudiándola-. Yo mismo no puedo ver la atracción, pero debes
tener algún talento que pueda mantener el interés de un feroz vikingo. Hay algunos nobles
sajones que consideran eso como un desafío... para probar lo que ha sido descongelado
por un bárbaro pagano. -Se estremeció con repugnancia ante la idea.
¡Dementes! Mis hermanos han pasado de ser idiotas torpes a idiotas torpes
dementes.
-Tykir nunca permitirá que me hagan esto -afirmó, aunque no estaba tan segura de
que él mismo no lo consideraría para deshacerse de ella. No, eso no era cierto. Tykir era un
hombre que tenía altos estándares establecidos para el tratamiento de las mujeres...
incluso una que era una simple amante... o ex-amante.
-Sí, lo hara -declaró Egbert, hinchando el pecho y sonriendo con satisfacción
secreta-. Lo hará cuando lo convenzas de que vendrás con nosotros por tu propia
voluntad.
Ella resopló con incredulidad.
-¿Y por qué iba a hacer eso?
-Debido a esto -ambos hermanos dijeron a la vez y dieron un paso a un lado para
revelar el montón de ropa que estaba en el suelo detrás de ellos. No, no era un montón de
ropa, se dio cuenta. Era...
-¡Oh, Dios mío! ¿Qué han hecho? -Alinor se adelantó y se puso de rodillas ante el
cuerpo mutilado y torturado de un joven. Al principio no lo reconoció, por lo hinchada que
estaba su cara, con moretones y medio ojo afuera. Una pierna estaba torcida, después de
haber sido rota por la mitad de la pantorrilla y dejada sin enderezar. El área del pecho de
su túnica estaba cortada y sangrienta. Entonces, Alinor se llenó de horror cuando se dio
cuenta de que era Karl, el chico que había estado al servicio de los clientes en el puesto de
Tykir, en Hedeby.
Miró a sus hermanos a través de los ojos llorosos
-¿Por qué?
-El idiota no quería decirnos, en un principio, como encontrar a tu amante vikingo -
Egbert se quejó de mala gana.
-¡Tontos! Él probablemente no lo sabía. No es un vikingo.
-Y sí que era insolente el mocoso. Nos llamó hijos del diablo, sí que lo hizo -agregó
Hebert a la defensiva-. ¿Cómo íbamos a saber la cantidad de información que retenía sin
torturarlo?
Las lágrimas corrían por el rostro de Alinor mientras estudiaba al chico, sin saber
por dónde empezar, y si le haría más daño al tocarlo.
-Dénse prisa. Traigan a un curandero. Díganle al Padre Caedmon, en el interior del
castillo, que su presencia es requerida.
-No hay necesidad de un curandero. El chico murió esta mañana. -Había disgusto
en la voz de Egbert, sin remordimientos.
Hebert se dirigió hacia los seis mercenarios en la puerta y les susurró algunas
órdenes. Se fueron con prisa, y Hebert volvió por ella.
-Siempre pensé que ustedes dos eran tontos, y a veces pensaba que eran crueles,
pero nunca pensé que fueran malvados. Este es un acto totalmente malvado. -Señaló
hacia el cuerpo sin vida ante ella.
-Nosotros no lo hicimos -exclamaron a la vez.
-¿Creen que los mercenarios que contrataron tienen la culpa? No, ustedes son los
que sufrirán la condenación eterna por este acto cruel.
-Que sea como sea -dijo Egbert-. No tenemos mucho tiempo. ¿Quieres venir con
nosotros voluntariamente, o tendremos que ordenar el mismo tratamiento para
Thorksson?
-¿Tykir? Están amenazando con hacerle lo mismo a Tykir? -Ella se rió sin alegría-.
Ustedes dos, imbéciles, están en el medio de las tierras nórdicas, a un pelo de un castillo
albergando a cientos de soldados, y amenazan a un vikingo importante, realmente están
locos.
Hebert agarró a Alinor por el brazo y le dio un gran pellizco.
-Cuida tu lengua, hermana, o eventualmente tendrás el mismo destino.
-No, nosotros no atacaríamos a tu amante en sus propias tierras. Hemos dado
órdenes a los seis mercenarios que Hebert despachó -le informó Egbert con entusiasmo-
que si uno de nosotros desaparece o es capturado, o le hacen cualquier daño, habrá
quinientos marcos de plata pendientes de la entrega del cuerpo torturado de Tykir, o su
cabeza, a mi chambelán en Wessex.
-¿Y qué te hace pensar que Tykir no podría defenderse?
-Oh, me atrevería a decir que podría defenderse en una pelea justa, incluso si las
probabilidades estaban en contra de él... como cuando nos atacó fuera del palacio nórdico
en Jorvik el otoño pasado -dijo Hebert.
Al parecer, Hebert había olvidado quien atacó a quién, pero eso no era lo
importante.
Él tenía razón: Tykir no era inmune a un ataque a traición. Aun así...
-Yo podría gritar ahora, y ustedes dos estarían muertos en cuestión de minutos.
-Ah, eso es cierto, eso es cierto -aceptó Egbert, sonriendo maliciosamente. Le
faltaba un diente de adelante, ya fuera por la podredumbre o alguna aventura mal
concebida, no lo sabía... probablemente esta última-. Pero, ¿dónde están los seis
mercenarios, querida? Ellos ya se han mezclado con los cientos de hombres por aquí.
podrían haberse ido en uno de los barcos que salían. ¿Estás segura de que podrías
identificarlos?
Los hombros de Alinor se desplomaron. No le había prestado atención a sus
hermanos una vez y mira lo que le pasó al pobre muchacho.
¿Podría correr el riesgo de que Tykir fuera dañado?
¿Debía confiar en su mayor fuerza e inteligencia para manejar la situación?
¿Servirían la fuerza y la inteligencia cuando se trataba con canallas?
Al final, Alinor no tenía elección.
-¿Qué quieren que haga?
-¡Ahí está! -Tykir dejó escapar un suspiro de alivio. Finalmente había encontrado a
Alinor.
Ella caminaba hacia él, tan fácil como podía, como si él no hubiera estado muy
preocupado por su paradero una vez que había descubierto su desaparición. Mucha gente
todavía la consideraba una bruja y nada les gustaría más que una quema de brujas.
Pero espera. ¿Quiénes eran esos dos hombres al lado de ella? Dos hombres
pelirrojos. ¡Oh, santo Thor! Eran los gemelos idiotas.
Él levantó una mano para señalar a sus hombres para mantener sus armas hasta
que pudiera discernir qué diablura estaban planeando Egbert y Hebert ahora. Podía
manejar a los dos hombres sin cerebro por sí mismo, si fuera necesario. Y si le habían
hecho el daño más mínimo a Alinor, él exprimiría sus cuellos flacos como los pollos que
eran.
-Alinor -dijo con paciencia apenas controlada-, te he estado buscando. -Hizo caso
omiso de sus hermanos mientras hablaba.
Alinor se humedeció los labios nerviosamente.
-Ya conoces a mis hermanos, Egbert y Hebert.
-Los conozco. -Su saludo fue grosero, pero no le importaba. Algo andaba mal, y no
tenía paciencia para andarse con sutilezas cuando necesitaba ser directo.
-Necesito hablar contigo, Tykir, a solas. -La barbilla de Alinor se levantó con gran
determinación. ¿O estaba tratando de no llorar? Dios, iba a matar a los hermanos de ella si
habían hecho algo para herirla.
Le hizo una seña a sus hombres para que se quedaran y vigilaran a los hermanos.
Luego tomó a Alinor firmemente por el brazo y tiró de ella hacia los árboles.
-¿Y bien? -preguntó-. Ahora que están planeando Caín y Abel?
Ella sonrió ante lo que debió haber considerado una broma. Dios Bendito, ¿es que
no veía el mal humor que tenía? Pero entonces se dio cuenta de que la sonrisa no llegó a
sus ojos tristes.
-¿Qué pasa? ¿Te han hecho daño?
Ella negó con la cabeza. -¿Amenazas?
Ella sacudió la cabeza con más vehemencia.
-He decidido volver con Egbert y Hebert a Inglaterra -dijo bruscamente.
Con su sorpresa, no tuvo tiempo de ocultar su jadeo.
-Pero si hace poco acordaste ir al Báltico conmigo.
-No, Tykir, yo no estaba de acuerdo. Dijiste que bien podía ir contigo si estaba
pensando en ir a otro lugar con Adam. Nunca me pediste mi opinión. Además, fue una
invitación forzada.
-Lo dije en serio.
-Sé que lo hiciste.
-No creo que alguna vez haya tenido la intención de dejarte ir a Gran Bretaña -
admitió a regañadientes.
Los ojos de ella se abrieron de par en par con la noticia.
-Es demasiado tarde -le dijo, con claro arrepentimiento en la voz.
Él inclinó la cabeza con perplejidad.
-¿Por qué es demasiado tarde?
La mandíbula de Alinor se apretó. Reconocía la terquedad cuando lo miraba a la
cara, y, oh, de pronto tuvo mucho, mucho miedo de que ella estuviera decidida a dejarlo
ahora.
-Solo quería decir que he decidido que lo mejor para mí es volver a mi patria. Es a
donde pertenezco. Egbert y Hebert me han prometido que no voy a tener que casarme de
nuevo. Y tengo mis ovejas y Graycote y... -su voz se quebró-. No hagas esto más difícil para
mí, Tykir.
-¿Por qué? ¿Por qué tienes que irte? -la estridencia de su voz le sorprendió. Le
recordaba... ¡oh, Dios mío!... le recordaba exactamente las mismas palabras que él había
exclamado en numerosas ocasiones como un niño cuando otros también lo habían dejado.
Su padre, su madre, Ruby, Eirik, Dar y And. Oh, Dios, estaba ocurriendo de nuevo. De algún
modo se había abierto a sí mismo hasta aquel dolor insoportable de nuevo.
-Oh, Tykir. -La pena en su voz lo meció en el alma.
¿Lástima? ¿Esto es en lo que he terminado? Levantó la barbilla, pero no porque
quisiera evitar que las lágrimas brotaran otra vez de sus ojos. Se negaba a creer que en
realidad hubiera humedad que brotaba de ahí. No, él quería demostrarle que también
podía ser obstinado. Quería demostrarle que podía ser tan cruel e insensible como ella lo
era ahora. Quería... tantas cosas.
Dejando su orgullo a un lado, le preguntó
-¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Alinor?
Ella asintió con la cabeza, sus ojos enormes, con lágrimas contenidas. Lágrimas de
lastima, sin duda.
-Tienes otras opciones, cariño. Dios, soy patético.
Ella intento sonreír ante su apelativo de cariño, pero no pudo.
-No, no las tengo. Es mi decisión final... mía, no tuya.
Él se tragó el nudo en lsu garganta.
-¿Y estarás a salvo de las maquinaciones de tus hermanos?
Ella asintió de nuevo.
-Trata de entender. Esto es lo mejor.
¿Mejor? ¿Lo mejor para quien? rugió interiormente. Me estoy muriendo, y ella dice
que es lo mejor.
Ella extendió una mano suplicante, como si fuera a tocar su brazo. No podía
soportar eso. Sería su perdición. Por lo tanto, le alejó la mano de un golpe.
Ella se llevó la mano a la boca para contener un sollozo. Pero podía ver que ella no
iba a cambiar de opinión.
-Entonces que así sea -dijo finalmente. Antes de girar sobre sus talones para
caminar rígidamente lejos de ella, tomó a Egbert y Hebert por el cuello y estrelló sus
cabezas, sólo por el placer de hacerlo, por todas las maldades que le habían hecho a Alinor
y para aliviar esta necesidad natural de volverse loco .
-Lastímenla y me lastimarán a mi -murmuró en voz baja a los dos hermanos
llorones.
Entonces, sin decir nada más, ni siquiera dirigirle una mirada final, le dio la espalda
y se fue pisando fuerte.
Al salir le pareció oirla murmurar
-Te amo.
Pero debió haber escuchado mal.

Alinor llegó a suelo británico apenas dos semanas más tarde, y no estaba de buen
humor. Sus hermanos probablemente deseaban nunca haber venido tras ella.
Ella no había hecho nada más que vomitar, a pesar de las aguas calmadas. Cuando
no estaba vaciando el contenido de su estómago, había estado comiéndose todo lo que
veía.
O había estado corriendo por el orinal en un lugar escondido para hacer sus
necesidades. Había algo que decir acerca de la anatomía masculina, que les permitia a los
hombres simplemente sacar sus miembros y ocuparse de la cuestión por la barandilla del
barco, había pensado en más de una ocasión. Y llorando... Santa María, había llorado más
de lo que había hecho en toda su vida. Si ella no estaba sacando agua por un extremo, era
por el otro. Menos mal que tenía disposición a dormir mucho.
Por otra parte, había usado todos los momentos libres para regañar a sus
hermanos idiotas por cada infracción que habían impuesto en contra de ella en los últimos
veinticinco años. Y era una larga lista.
Ahora estaban caminando por el barrio Coppergate de Jorvik, en dirección a los
establos, donde Egbert y Hebert tenían la intención de comprar algunos caballos para que
los llevaran a su -de ella- propiedad en Wessex y un eventual desfile de novios potenciales.
Eso fue suficiente para hacerla vomitar de nuevo.
De pronto, Alinor se detuvo abruptamente, haciendo que Egbert y Hebert se
golpearan contra su trasero, que se había vuelto decididamente más amplio en los últimos
días, se había dado cuenta. Era un olor el que había atraído su atención. Miró a un lado y
sonrió. Gammelost. Era el puesto de un vikingo en el distrito de los artesanos de
Coppergate. Entre los platos y muebles de madera tallada, había un lienzo lleno con el
queso maloliente vikingo destinado convertirse en almuerzo del hombre. Alinor sacó una
moneda de la solapa de tela en su cintura y sonrió.
Poco tiempo después, mientras se engullía el queso como si fuera ambrosía de los
dioses, Egbert y Hebert se le acercaron con los caballos. La miraron, luego se miraron entre
sí y luego soltaron al mismo tiempo:
-¿Estás embarazada?
-¿Eh? -dijo Alinor, dejando el queso a un lado, que le pareció repentinamente
repugnante-. No sean ridículos. -Mientras luchaba contra el impulso de vomitar o tomar
agua, o llorar, o todo al mismo tiempo, se quedó mirando a Egbert y a Hebert como si
estuvieran aún más dementes de lo habitual.
Entonces pensó, ¿podría ser?
Nah. Yo soy estéril. Tres maridos he tenido y nunca me embaracé.
Pero, ¿y si la semilla de Tykir eran más potente? ¿O mi vientre más receptivo? ¿Y
si...oh, alabado sea Dios!... ¿y si llevo el hijo de Tykir?
Pero ella lo habría sabido, ¿cierto? Bueno, en realidad, no. Sus flujos mensuales
siempre habían sido irregulares... esa fue la razón que la había llevado a pensar que no
podía concebir. Además, una vez le había dicho a Tykir, cuando el comentó sobre sus flujos
mensuales débiles o inexistentes, que su cuerpo estaba probablemente afectado por el
frío, o el cambio de lugar, o por tanto hacer el amor.
Ahora se sentía tonta por no haberlo sospechado.
Luego se puso una mano sobre el estómago y recordó una noche -la víspera de
Cristo, hace menos de cuatro meses- que Tykir le había hecho el amor tiernamente
después de regalarle el collar de ámbar mágico. ¿No había sentido después que algo
especial había ocurrido? Lo había hecho.
Ella se echó a reír con alegría.
-Sí, estoy embarazada. He concebido el hijo del trol. ¿No es la noticia más
maravillosa en este mundo?
Egbert y Hebert la miraron boquiabiertos con horror y asco.
-¿Embarazada? ¿Cómo podremos venderte... eh, comprometerte... a un noble
Inglés con un cachorro pagano en tu vientre? -irrumpió Egbert, tirando enojado de su
mata de rizos rojos.
-¿Y dices que el niño será un trol? -chilló un Hebert aterrorizado.
-Ahora has arruinado todo -se lamentó Egbert.
-No, esto es lo mejor que me ha pasado a mí. Yo no soy estéril, después de todo.
-Nadie la va a querer ahora -Hebert le dijo a Egbert.
-Es cierto. Es cierto. Y el vikingo seguramente vendría detrás de nosotros buscando
venganza si se entera sobre esto -Egbert le dijo a Hebert-. Si tuviéramos que librarla del
bebé, o abandonarlo por ahí para después casarla con otro, ese monstruo vengativo nos
seguiría hasta los confines de la tierra. Sé que lo haría.
-Olvídate del vikingo. Yo les sacaría los ojos con mis propias uñas si se atrevieran a
apartarme de mi bebe -dijo Alinor con vehemencia, sólo un poco sorprendida ante lo
protectora que se sentía ya hacia la semilla creciendo dentro de ella.
-Entonces nos lavamos las manos de tí, moza ingrata -escupió Hebert-. Nunca has
apreciado todos nuestros esfuerzos en tu nombre. Ahora encuentra tu propio destino. Nos
tiene sin cuidado si es en un basurero vikingo o en el infierno.
Con eso, los dos se fueron pisando fuerte, ya pensando en nuevos esquemas sin
cerebro, dejando a Alinor de pie en medio de la ajetreada ciudad. Sola.
Ella soltó una carcajada, ganándose algunas miradas curiosas de los transeúntes,
pero no le importaba. Por primera vez en su vida, era libre. Podía ir a Graycote y ser una
mujer independiente. O podría encontrar un marido de su propia cosecha. O -y el corazón
le dio un vuelco- podría hacer su camino de regreso a Dragonstead y esperar a que Tykir
volviera.
Ni siquiera lo dudó.
Dragonstead sería.
Rurik estaba deambulando a lo largo de Coppergate, disfrutando de las vistas,
incluyendo una dama sajona con un par de caderas silbantes que harían sonrojar a un
vikingo. Bueno, algunos vikingos. No a él, por supuesto. Él era demasiado hombre de
mundo.
Bestia estaba refugiado temporalmente en la casa de Gyda. Se dirigía hacia la
propiedad del rey, donde tenía la intención de presentar sus respetos a Eric “Hacha
Sangrienta”, y luego hacer su camino hacia el norte de Escocia y hacia cierta bruja traviesa.
Pero entonces se detuvo en seco cuando otra maldita bruja llamó su atención.
¡Lady Alinor! ¿Qué hacía ella aquí? Se suponía que estaba en el Báltico saltando por las
playas, recogiendo ámbar con Tykir. ¿Podría estar en dos lugares al mismo tiempo, al ser
una bruja y todo eso?
No, decidió Rurik, hacía mucho que había aceptado que Alinor no era una bruja de
verdad. Sólo parecía una.
Ella estaba hablando con un vikingo alto con el pelo largo y rubio y una enorme
barba finamente cepillada. Por su aspecto, parecía un mercenario. De hecho, a Rurik le
parecía recordar haberlo visto una vez en la corte del rey Haakon en Oslo-fiordo. Y ¡oh,
santo Thor! ¿La mujer estaba tonta o qué? Ahora estaba golpeando al gran vikingo en el
pecho con un dedo para enfatizar algo mientras hablaba sin parar.
Sorprendentemente, el hombre no le cortó la cabeza, como cualquier hombre
cuerdo. En cambio, la escuchó atentamente y su cara palideció más y más ante cualquier
noticia que le estuviera impartiendo.
Apuesto a que reunirme con ella podría suponer problemas para mí. ¿Debería fingir
que no la he visto y escapar? Nadie nunca lo sabría. Mientras reflexionaba sobre su
decisión, Rurik se acercó más, su curiosidad sacando lo mejor de él.
-¿Tengo un hijo? -estaba preguntando el hombre-. ¡Por el amor de Freya!
Cuénteme más, Lady Alinor.
-Sí, Toste, tiene un hijo. Su nombre es Thibaud, y sólo ha visto cuatro inviernos.
Menos mal que oí al artesano de ahí dirigirse a usted por su nombre, o usted podría nunca
haber conocido buenas nuevas.
-¿Un hijo? -Toste dijo con asombro-. ¿Un hijo?
Alinor sonrió con indulgencia, al parecer ya no estaba enojada con el hombre
-Sí, y es un muchacho hermoso.
-He pensado en Rachelle muchas veces en estos últimos años desde que estuvimos
juntos en Rouen. Pero ella estaba casada, o eso pensé. -Él se encogió de hombros-. ¿Y
dices que el niño vive en Hedeby con su madre? Porque yo estuve por allá el año pasado.
¿Cómo pude no haberla visto?
Sin duda había pasado su tiempo en una taberna, o visitando las mujeres fáciles
que vendían sus favores allí. Esa fue la opinión de Rurik. Al menos, esa era la forma en que
él pasaba sus días allí.
-No creo que Rachelle salga mucho, Toste. Verás, antes que su marido se divorciara
de ella, él la mutiló brutalmente -explicó Alinor, y el rostro de Toste se puso rojo de ira.
-Eso no me importa -aseveró el hombre-. Voy a ir con ella y mi hijo
inmediatamente, y enmendar todo lo que ha sufrido por estar conmigo. Y también voy a
tomar venganza sobre su ex marido, Arnaud. Lo juro.
Bueno, no tengo nada que hacer aquí, pensó Rurik, y estaba a punto de deslizarse,
pasando desapercibido.
-¡Rurik! ¿Eres tú? -escuchó que lo llamaba una voz masculina detrás de él.
¡Demasiado tarde! ¡Atrapado!
-Erik -gimió en voz alta, al ver que el hermano de Tykir se acercaba. Entonces gimió
mentalmente al notar el resto de los acompañantes de Lord Eirik-. Lady Eadyth, Selik,
Rain... qué bueno verlos de nuevo. Y a todos tus hijos. -Por los dioses, estas dos parejas se
reproducen como conejos. Deben copular lo suficiente como para llenar todo el campo.
Qué bueno que Tykir no se haya casado si sus hermanos y sus cónyuges sirven de ejemplo.
Eso era lo que pensaba, pero lo que dijo con una dulce sonrisa de admiración fue- ¡qué
bonita familia que tienen!
-¿A quién estás viendo por allá? -Eirik señaló para que Eadyth también pudiera ver-.
Oh, ya veo, es Lady Alinor. ¿Dónde está Tykir? Me atrevo a decir que él no permitiría que la
bruja se escapara, por lo que debe estar por aquí cerca.
-Por lo que yo se, no está aquí -reveló Rurik-. Lo último que supe es que estaba en
su camino hacia el Báltico.
Alinor alzó la mirada y Rurik gimió en voz alta otra vez. Ahora sí que estaba
atrapado.
Todo el mundo fue introducido, incluyendo a Toste.
Eadyth abrazó Alinor como solían hacer las mujeres, como si fueran viejas amigas.
Eran sus cerebros menores los que hacían que actuaran así, en opinión de Rurik. Rain
también la abrazó, diciendo:
-Así que tú eres la mujer sobre la que me ha hablado Eadyth... la que ella predijo
que podría capturar el corazón duro de Tykir.
Alinor se echó a llorar y se puso a balbucear ruidosamente sobre una serie de cosas
sin sentido, como trenzas y plumas y troles lujuriosos y gammelost y los antojos y orina y
vómito. Pero sólo una de ellas llamó su atención. Embarazada.
Rurik levantó las manos al aire. ¡Bueno, ahora si! Ahora nunca podré escapar. La
bruja será puesta a mi cargo. Todo el mundo pensará que soy indiferente si simplemente
me voy caminando penosamente fuera sin preocuparme por el bebé de mi mejor amigo...
y la madre del bebé de mi mejor amigo... y la hermana y el hermano de mi mejor amigo...
oh, diablos, todo el maldito mundo. Suspiró profundamente, aunque nadie le estaba
prestando atención. Todo el mundo estaba sobre Lady Alinor.
-Sé que Tykir probablemente no me quiere, incluso con un bebé -explicó Alinor en
un sollozo-, pero mi único deseo ahora es encontrar a alguien con un barco para que me
lleve de vuelta a Dragonstead.
Todo el mundo se volvió hacia él. ¿Yo? ¿Por qué yo? Oh, este es simplemente un
maravilloso giro de los acontecimientos. Debería haber seguido a las caderas silbantes
cuando tuve la oportunidad.
-¿Te duele la cara, Rurik? -preguntó Rain, girándola de lado a lado desde su barbilla.
-No, ¿por qué?
-Porque está azul
-Oh, ¿no habías visto a Rurik desde que se volvio azul? -Eadyth le habló a Rain, pero
todo el maldito mundo estaba escuchando, incluso más de un transeúnte-. Se lo hizo
mientras se tiraba a una bruja.
-¡Eadyth! -protestó Eirik-. ¿En dónde aprendiste ese lenguaje?
-De tí. -Ella acercó su nariz hacia su esposo.
-¡Hombres! -exclamaron Eadyth y Rain, compartiendo una mirada comunal de
disgusto. Alinor todavía estaba demasiado ocupada lloriqueando.
-Rurik, ¿tienes un drakkar aquí? -preguntó Eirik
¡Oh...oh! Cegado mientras estaba ensimismado.
-Sí, pero me iba a Escocia por un tiempo.
Todo el mundo lo miró como si él fuera el patán más egoísta del mundo.
-Supongo que podría aplazarlo.
Eirik ya había asumido que él les ayudaría y ya había cambiado el tema.
-Los barcos que tenemos Selik y yo están siendo reparados. No los hemos
necesitado últimamente, estando atrapados en tierra como hemos estado. Ouch -dijo,
mientras Eadyth le daba un codazo-. No me quejo, cariño -le dijo dándole una palmadita
tranquilizadora en el brazo, y luego se dirigió de nuevo a Rurik-. ¿Supongo que aquel barco
podía llevarnos a Dragonstead?
-¿A todos? -chilló Rurik, y su palabra fue repetida por todos los demás en el grupo.
Toste asintió hacia todo el mundo e hizo su escape. ¡Suertudo!
-Sí, todos. No creiste que te dejaríamos ir solo, ¿verdad? Y, por supuesto, Eadyth va
a querer traer a nuestros cinco hijos. Algunos de ellos nunca han visto Dragonstead.
-Y Rain y yo llevaremos al menos cuatro de nuestros hijos y algunos de los
huérfanos, aunque nuestra hija mayor, María, y la hermana de Adam, Adela, podrían
quedarse con la mayoría de los huérfanos. Por otro lado, ella quiere venir también. Tal vez
podríamos ponerlos a todos a remar. Ja, ja, ja. ¿Qué te parece, mi amor? -Selik le preguntó
a Rain.
Rurik pensó que podría volverse loco y se preguntó si tal vez después de todo había
sido maldecido por Alinor “la Bruja”.
No había tal después de todo, decidió Rurik un poco después, cuando Alinor lo
miró y lo engatusó
-¿Rurik?
Siempre era lo mejor correr como el viento cuando una mujer le preguntaba algo
con esa voz, sobre todo cuando era acompañado de un batimiento de pestañas. Alinor
debería saber que él era inmune a sus encantos, o a su falta de encanto. Tykir era el único
que pensaba que era atractiva.
-¿Qué? - espetó.
-¿Puedo llevar mis ovejas con nosotros en el barco?
-¡No!
-¿Por favor?
-¡No! ¡No! ¡No! -¿Poooor favoooor?
-Bueno, tal vez una. O dos. Pero eso es todo.
La enorme sonrisa que ella le dirigió le dijo que había sido derrotado. Habrían más
de dos ovejas.
Alinor se volvió hacia los demás, entonces.
-Ya que Rurik está dispuesto a llevarme de vuelta a Dragonstead…
¡Ja! ¿Quién dijo algo acerca de "dispuesto"?
-…No es necesario que todos ustedes me acompañen.
Bueno, por fin, alguien tiene un pensamiento inteligente aquí.
Sin embargo, todo el mundo puso reparos. ¡Idiotas, todos!
-Pero ¿por qué todos tendrían que venir? -preguntó Alinor.
-Buena pregunta -secundó Rurik rápidamente.
-¿Crees que nos perderíamos la boda de Tykir? -todos dijeron, a excepción de un
Rurik con la boca abierta, que pensaba que Tykir podría tener algo que decir acerca de
este importante evento, y a excepción de una boca abierta, Alinor, que comenzó a llorar de
nuevo.

Capítulo XVII
Tykir había estado en la península de Samland, de la costa Báltica, durante sólo tres
semanas y ya estaba volviendo locos a todos así como él se sentía.
La carne se derretía de su cuerpo por la falta de apetito, e incluso cuando intentaba
ahogarse en hidromiel, la cerveza apenas pasaba por encima del nudo en su garganta. Los
pensamientos dolorosos se taladravan a través de su cerebro con un estribillo incesante.
Alinor. ¡Dios, cómo la extraño!
Ella debe haberme hechizado.
Pero en realidad no es una bruja.
¿Cómo pudo haberme dejado?
¿Cómo pude dejar que se fuera?
Debí haberle dicho como me sentía.
¿Cómo me siento?
¡Aaarrgh!
Estaba tan atormentado por la confusión sobre sus turbulentas emociones que no
podía pensar o trabajar o dormir.
¡Dios, la extraño tanto!
Entonces Adam llegó para añadir a la locura. Había cambiado sus planes, alegando
estar preocupado por el bienestar de Tykir.
Por los dioses, ¿quién había nombrado a Adam y a Bolthor como sus protectores? A
pesar de que se había esforzado por mantener a la gente alejada todos estos años, algunos
parecían haber ignorado sus señales. Él no los necesitaba. No necesitaba a nadie, ni
siquiera a la voluble Alinor. Eso fue lo que se dijo a sí mismo. Lo que en realidad pensaba
era: me estoy muriendo por dentro.
-Me bajé de mi barco en la primera parada para orinar en el camino hacia las
tierras árabes -le dijo Adam. El necio, que había estado durmiendo en una plataforma
improvisada en el dormitorio individual en la posada, lo había oído levantarse al amanecer.
Ahora insistía en viajar junto a él y los cosechadores de ámbar en la costa del Báltico. Eso,
después de haber pasado la mitad de la noche detrás de la mitad de las sirvientas en todo
el Báltico, sin duda. Seguramente ya había perseguido a la otra mitad la noche anterior.
-Eres como una espina clavada en mis partes íntimas, Adam. Vuelve a roncar y deja
de husmear en mis asuntos.
Haciendo caso omiso de su consejo, Adam siguió vistiéndose... en esas ridículas
túnicas árabes, por cierto. A Tykir le gustaría verlo sobre el lomo de un caballo en un buen
viento. Apostaba que a algunas de las mujeres recolectoras de ámbar también les gustaría.
-Algo me decía que iba a armar un lío con Alinor -Adam continuó con sus tonterías
mientras se ajustaba la túnica alrededor de la cintura y agarraba un trozo de pan y un trozo
de salchicha fría para romper el ayuno.
-Bueno, algo debe decirte que te vayas. Tal vez me gusta estar en un lío.
-Sabía que necesitarías mi consejo experto en asuntos del amor. -Adam tenía la
mala costumbre de descartar cualquier palabra que no quería oír y hablar por encima de
una persona. Al parecer, él estaba siendo descartado esta mañana porque Adam continuó
parloteando alegremente-. Y mira, tenía razón. Aquí estás. Solo. Enamorado. Y muriendo
por un corazón roto. Me parece que llegué justo a tiempo.
-Me parece que piensas demasiado -contrarrestó Tykir, empujando al sabelotodo
en el brazo. Luego procedió a sugerirle a Adam que hiciera algo que creía era físicamente
imposible. Pero con Adam nunca se sabía.
El idiota simplemente le sonrió y se alejó para evitar el segundo golpe.
-Yo podría darte consejos sobre cómo mantener las atenciones de una mujer... una
especie de hechizo invertido -dijo Adam, comiéndose su comida fría.
Tykir le dirigió una mirada de disgusto, y luego sumergió la cabeza en un recipiente
con agua, secándose con un lino áspero.
-¡Brrr! -fue su única respuesta a Adam -o la limpieza rápida.
-De verdad, Tykir. Yo sé cosas -continuó Adam, meneando las cejas-. Las cosas que
aprendí en las tierras árabes. Esos príncipes del desierto no tienen nada que hacer en las
dunas, excepto contar granos de arena y perseguir camellos; así que se han convertido en
expertos en… ¡Oye, ten cuidado! -Tykir había lanzado el paño mojado hacia él,
desordenando su cabello, que fue golpeado de nuevo hacia su cara demasiado atractiva.
-No fue mi capacidad para hacer el amor, o la falta de la misma, lo que provocó que
Alinor se fuera.
Adam parecío reflexionar sobre esa afirmación.
-Habría jurado que ella te amaba... y ya sabes cómo son las mujeres, una vez que
son mordidas por ese bicho en particular. No hay forma de deshacerse de ellas. ¿Qué te
dijo cuando le dijiste que la amabas?
-¡Adam! Tu intrusión sobrepasa todos los límites. No tienes derecho a hacerme
tales preguntas personales.
Adam lo miró por un momento, frunciendo el ceño.
-No me digas que nunca le dijiste cómo te sientes. Seguramente no eres tan inepto
en las artes del amor.
-¿Cómo me siento? ¡Cómo me siento! -exclamó, tirando de su cabello-. ¿Cómo
diablos puedo saber cómo me siento?
El rostro de Adam se iluminó, como si una vela hubiera sido encendida detrás de
sus ojos.
-Ah, entonces ahí está el problema. Por fin hemos llegado al meollo del problema.
Ahora voy a ser capaz de prescribir una solución.
-¿Qué problema? -preguntó Bolthor, entrando, sin previo aviso, a la rústica casa
comunal de Tykir cerca del Báltico-. Oh, ¿estamos hablando del problema de Tykir? ¿Le
dijiste la solución que conjuramos anoche sobre nuestras jarras de cerveza?
Tykir puso el rostro entre las manos.
-Incluso estaba inspirado para escribir un poema sobre ello.
Tykir gruñó, aún con el rostro entre las manos.

El orgullo es la perdición de más de un hombre.


Y de un vikingo en particular. Por más señor de la espada que sea.
Y por más que cante su arma. Cuando se trata de la música que llena su corazón,
el orgullo se interpone en su camino. En lugar de cantar su verdadero amor,
el orgulloso pájaro vikingo se queda mudo, y cae sobre su culo menos que
emplumado.
Con una tos, Bolthor concluyó:
-Esta es la Saga de Tykir “el Grande”, también conocida como La saga del vikingo
orgulloso.
-Más bien, La saga del vikingo que cayó sobre su culo -murmuró Adam en voz baja.
Tykir estaba a punto de decirle Bolthor lo horrible que era su poema y de gruñirle,
como lo había hecho con Adam, para que se mantuviera al margen de su vida. Pero
Bolthor miró con tal necesidad de ánimo que Tykir se encontró diciendo
-Eso estuvo excelente, Bolthor. Realmente creo que estás mejorando.
-Gracias. -El ojo bueno de Bolthor pareció llenarse de lágrimas de agradecimiento-
Temía que no te gustara. O que te rieras. -Luego confesó- no pude pensar en una rima para
culo al final. A decir verdad, soy terrible con las rimas, que es sin duda un defecto en un
buen escaldo.
-Creo que eres un buen escaldo -comentó Adam, y Tykir podría haber besado al
joven patán.
Al mismo tiempo, si es que no lo había pensado antes, lo hacía ahora. Me estoy
volviendo loco.
Tykir montó su caballo una buena parte de la mañana hasta que él y su caballo
estaban agotados, barriendo con una escoba diseñada para rastrillar la arena de ámbar
suelta. Luego atormentó a sus trabajadores de ámbar en sus almacenes a lo largo de las
costas, mientras ordenaban y pulían el ámbar en bruto.
Algunos días ellos llevaban trozos de ámbar del tamaño de la cabeza de un hombre,
sobre todo después de que una tormenta hubiera revuelto el fondo del océano, pero más
a menudo, lo que llevaban eran trozos pequeños. Era la suerte la que determinaba su
botín del día, no las fechorías de los trabajadores, y el no tenía derecho a desquitarse con
ellos.
Adam y Bolthor se habían mantenido con él durante la recolección de ámbar, de
hecho, disfrutando del ejercicio al aire libre mientras galopaban a lo largo de la espuma de
la marea baja. Pero finalmente, los dos se enfrentaron a él al final del día.
-Tykir, esto tiene que parar -declaró Adam. Estaban sentados en una mesa en la
posada, bebiendo grandes tragos de cerveza-. Te estás manejando demasiado duro, por no
hablar de tus trabajadores. ¿Te has mirado en un espejo últimamente? Tienes sombras
oscuras bajo los ojos. Tu rostro y cuerpo están demacrados.
-¿Desde cuándo te preocupas por mi aspecto?
-Me preocupo por tí -dijo Adam seriamente.
-Y yo también -añadió Bolthor con brusquedad.
-No quiero que se preocupen -rugió Tykir, golpeando el puño sobre la mesa, y luego
suavizó su voz-. No quiero importarle a nadie.
-Sea como sea, Bolthor y yo hemos estado hablando, y creemos que hay que ir a
Northumbria y traer a Alinor de regreso.
Tykir jadeo ante ellos.
-¿Traer de vuelta? ¿A dónde?
Adam y Bolthor se encogieron de hombros. -Aquí -ofreció a Adam.
-O a Dragonstead -recomendó Bolthor.
-A cualquier lugar donde tú estés -dijeron Adam y Bolthor al unísono.
-¿Y si ella no quiere venir? ¿Estás sugiriendo que la secuestre de nuevo?
-La idea tiene su mérito -fue la opinión de Adam-. Te he contado sobre el jeque que
capturó…
-Cien veces, por lo menos -dijo Tykir secamente.
-No, no creo que un secuestro sea necesario en esta ocasión -opinó Bolthor.
-No voy a ir tras Alinor -aseguró Tykir con firmeza -ella tomó su decisión, y fue
definitiva. -Además, el dolor en el corazón que estaba soportando en ese momento no
sería nada comparado a cómo se sentiría si ella lo volviera a rechazar. Era dificil reforzar
sus viejas defensas. Un hombre no podía ser herido si no se preocupaba. Todo el mundo se
va... eventualmente. Era un hecho de su vida.
-Pero ella no sabía todos los hechos -sostuvo Adam-. Si tú… Tykir levantó una mano,
evitando más argumentos.
-No voy a ir detrás de Alinor, pero estás en lo correcto. No puedo seguir así. He
tomado una decisión.
Los dos hombres se miraron con expectativa.
-Voy a volver a Dragonstead.
Dos semanas después, a mediados de mayo, Tykir estaba llegando de nuevo a
Dragonstead.
Haber vuelto había sido la decisión correcta, Tykir se dio cuenta, mientras miraba a
su alrededor el paraíso verde que era su hogar. Hogar, repitió para sus adentros. Sí, eso es
lo que era. Él había estado negándolo durante años, negándose a sí mismo el placer de
verlo en sus mejores temporadas. Alinor había estado en lo cierto, al menos en esa parte.
Había sido un tonto por mantenerse alejado de Dragonstead.
A medida que su drakkar daba una curva en el fiordo, el valle y el lago en todo su
esplendor primaveral aparecieron ante ellos. Y también algo más.
Tykir se puso alerta inmediatamente. Había un barco atado a los bolardos de su
muelle. Sacó la espada de su vaina. Adam y Bolthor, a su lado, hicieron lo mismo.
-¿No es ese el barco de Rurik? -preguntó Bolthor, entrecerrando el ojo mientras se
acercaban.
-Pero pensé que se dirigía a Escocia -dijo Adam.
-¿Y quiénes son todas esas personas? -murmuró Tykir. Había hombres y mujeres
hasta cerca del lago. Y las ovejas, un carnero con cuernos rizados... nah, debía estar
confundido acerca de los cuernos rizados. Probablemente era una ilusión por la luz del sol.
Pero era Bestia el que estaba persiguiendo a un perro sarnoso que parecía... pero, no, eso
era imposible. Y mira allí. Niños. Un montón de niños.
-¡Oh, Dios mío! ¿Esos son Eirik y Eadyth?
-Y Selik y Rain. Ella ya debe haber tenido al bebé -añadió Adam, señalando su
vientre plano-. Debí haberme ido a las tierras árabes cuando tuve la oportunidad. Ahora
me querrán engatusar para que vuelva a Northumbria, a donde pertenezco.
Pronto, su drakkar estaba anclado y atado al muelle, y Tykir estaba rodeado por su
familia.
-¿Qué estás haciendo aquí? -Tykir le preguntó a Eirik.
-¡Bueno, eso sí que es una bienvenida, hermano! ¿No podemos venir a visitar
Dragonstead cuando queremos hacerlo?
-¿Cuando no estoy aquí? -preguntó Tykir, entrecerrando los ojos con recelo.
-¿Has estado enfermo, Tykir? -Los instintos de curación de Rain salieron a flote-.
Estás demasiado delgado, y hay bolsas bajo tus ojos, estás pálido y…
-Estoy bien. -Se echó a reír mientras ella lo empujaba con un dedo aquí y allá.
Incluso levantó sus párpados -presumiblemente para revisar sus ojos.
-¡Qué vergüenza, Adam! -dijo Rain entonces, abrazándolo con fuerza mientras
hablaba, y luego se lo pasaba a Selik, su padre adoptivo. Rain y Selik eran tan altos como
un árbol. Sin duda Adam tendría contusiones en las costillas cuando terminaran con él-.
¿Qué clase de curandero eres si dejas que Tykir esté asi? -Rain continuó recriminándole a
su "hijo".
-Yo creo que Adam sería un mejor sanador si volviera a Northumbria... -empezó a
decir Selik.
Y todo terminó por el -... a donde perteneces.
Adam gruñó.
Todos ellos se movieron hacia la casa, después de que Tykir le diera instrucciones a
sus marineros acerca de las tareas que debían terminar antes de ir a tomar una jarra fresca
de aguamiel en sus propias casas o en el gran salón del castillo.
-¿A quién pertenecen todos esos niños? -se quejó Tykir, con un brazo alrededor de
los hombros de Eadyth y Rain, a cada lado de él. Había niños por todas partes, y de todas
las edades, desde bebés recién salidos de los pañales frente a las sirvientas, hasta jóvenes
con sus primeras barbas y niñas floreciendo.
-A mí -Eadyth, Rain, Eirik y Selik respondieron al unísono... luego sonrieron con
orgullo, como si engendrar niños fuera una gran hazaña.
-Yo pensaba lo mismo que tú estás pensando sobre el número de cachorros cuando
me encontré con tu familia en la calle en Jorvik -le confió Rurik, acercándose a ellos con
dos niños gemelos que colgaban de cada uno de sus tobillos, como cachorros, y otra niña
que estaba sentada sobre sus hombros, tirando de su cabello.
-¡Rurik! -exclamó Tykir-. Pensé que te habías ido a Escocia, pero no, veo que todavía
tienes tu marca azul; así que supongo que nunca llegaste tan lejos. -Lo miró con
perplejidad-. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Atrapado -fue la única respuesta de Rurik mientras giraba sobre sus talones y se
alejaba cojeando con su carga humana.
Tykir sacudió la cabeza lentamente, totalmente confundido.
-Lo que necesitas es una copa de hidromiel -dijo Eirik, y todo el mundo estuvo de
acuerdo. Todos ellos intercambiaron miradas extrañas entre sí mientras asentían con la
cabeza. Bolthor, Adam y Rurik estaban sonriendo como idiotas mientras que Selik les
susurraba algo al oído.
Algo muy extraño estaba pasando en Dragonstead.
Pero primero bebería una jarra de hidromiel para despejar la cabeza.
Tykir hizo caso omiso de Eadyth y Rain, que se aferraban a él como si estuvieran
perdidamente enamoradas de él, y empezó a caminar por el patio hacia la puerta
principal. Miró por encima del hombro, y luego miró de nuevo.
-Dios mío, todos ustedes me están siguiendo como una manada de patos detras de
un ganso.
-¡Cuac, cuac! -opinó Eirik.
-No vayas a poner ningun huevo -le aconsejó Selik-. O nada más.
-Algunas personas son tan inmaduras -comentó Tykir, entonces- ¡Uf! ¿Qué es ese
hedor que hay aquí? -Estaba a punto de entrar en el gran salón cuando el hedor asaltó sus
fosas nasales-. ¿Rapp “del Gran Viento” ha estado por aquí?
-No, es el gammelost -anunció Eadyth alegremente detrás de él. Podía oír risitas y
carcajadas masculinas, pero no tenía tiempo para preguntarse sobre su comportamiento.
Estaba demasiado ocupado mirando hacia la vista más maravillosa del mundo.
-¡Alinor!
Ella levantó la vista y la alegría que vio hizo que su corazón saltara. Todo el dolor de
las últimas semanas se desvaneció. Tal vez se había equivocado. Tal vez no todo el mundo
lo abandonaba después de todo.
-¿Qué estás haciendo aquí?
El rostro de ella se ensombreció.
¿Su voz había sonado fría o menos que acogedora? Oh, Dios, quería decir lo
correcto, pero no se le ocurría. Sólo podía sentir, y lo que sentía era la más intensa
felicidad y alivio.
-Comer gammelost.
-¿Eh?
-Tú me preguntaste qué estaba haciendo aquí, y te dije. Estoy comiendo
gammelost.
-¿De buena gana? ¿Nadie te está torturando?
-Ten en cuenta que no me divierte la broma. -Se puso otro pedazo de queso en la
boca. Queso con miel encima, que ella lamió de sus dedos.
-¿Estás comiendo gammelost con miel? -Se atragantó ante la perspectiva.
-Sí, y rábano picante también. -Ella lo miró, como si esperara que él se riera de ella.
Se obligó a no reírse-. ¿Quieres un poco? -le preguntó en voz baja.
-No, acabo de comer en el drakar. -Alguien le dio un codazo en la espalda y susurró-
¡Idiota!
-En realidad, podría probar un bocado -dijo, pero antes de sentarse se volvió y dijo
entre dientes- ¡fuera de aquí! ¡Todos ustedes! -oyó un murmuró de juramentos y pasos
corriendo detrás de él, seguido por el portazo de una puerta. Luego el silencio, excepto por
los sonidos del masticar de Alinor.
Ella se detuvo por un momento y le puso un pedazo de gammelost en la mano, que
chorreaba miel y encima tenía una cucharada de rábano picante.
-Te extrañé, Alinor -le espetó. Ella lo miró. ¿Estaba satisfecha o simplemente
sorprendida por sus palabras contundentes? Tal vez sorprendida, porque parecía incapaz
de hablar.
-¿Tú me extrañaste? -preguntó. Dios, soy patético en mi necesidad de ella. ¿Por qué
no habla y me saca de mi miseria? ¿Está su garganta obstruida por ese maldito queso?
-Bueno -respondió ella tímidamente-, extrañaba a Dragonstead. -Entonces, ¿por
qué te fuiste?
-Porque tu no me pediste que me quedara, imbécil. -Ahora, esto era interesante. Él
inclinó la cabeza hacia un lado para estudiarla. Y por primera vez se dio cuenta de los
cambios en ella. Su rostro parecía más lleno -sin duda por todo ese queso- pero la piel bajo
sus pecas parecía haber florecido. En realidad un tono precioso. Tal vez ella había estado
fuera en el sol. Sí, probablemente era eso. Y sus pechos, ¿estaban más llenos? Pero era
difícil decirlo con la túnica de lana verde que llevaba.
-Deja de mirarme. El sonrió.
-Me gusta mirarte. Pero, Alinor, me gustaría saber esto: si te hubiera pedido que te
quedaras en Dragonstead, ¿te habrías quedado?
-No lo sé -se lamentó, y grandes lágrimas llenaron sus ojos y se extendieron por sus
mejillas.
-¡Estás llorando! ¿Por qué lloras? -empezó a tomar su mano entre las suyas, pero
todavía tenía el queso en su palma.
-Porque eso es todo lo que hago -se quejó-. Eso, y dormir.
¿Dormir? ¿Qué tenía que ver dormir con todo esto? Esta era la conversación más
absurda que jamás había tenido.
Ella se puso en pie repentinamente, tirando alejando su mano.
-¿A dónde vas?
-Al baño.
Él se puso de pie también.
-¿A dónde crees que vas? -le espetó ella groseramente.
-¿Contigo?
-No seas ridículo -lo reprendió y se fue. Por encima del hombro, añadió -Yo hago
esta visita unas cincuenta veces al día. Aun así me acompañarías a cada momento, mi
señor de la letrina?
-¿La moza tenía que cortarme con su lengua afilada? Todo lo que tenía que decir
era que quería ir sola. Los hombres van al baño juntos. ¿Por qué no los hombres y las
mujeres? -murmuró para sí mientras se quedaba allí sentado mirando el brebaje
repugnante en la palma de su mano. Rápidamente, se dejó caer sobre los juncos a sus pies
y raspó los restos pegajosos contra el borde de la mesa. Bestia y la perra pastor de Alinor,
Bella, se acercaron, olieron el queso, luego volvieron sus narices y se alejaron en la
distancia. ¡Perros inteligentes!
Pronto Alinor regresó y se sentó frente a él con un largo suspiro.
El no tenía ni idea de lo que ese suspiro significaba... probablemente alguna ofensa
que le había hecho sin querer.
-¿Quieres comer más, querida? -preguntó, intentando usar un tono más tierno y
empujando la tajajadora más cerca de ella.
Ella sacudió la cabeza, empujando la tajadora lejos con repugnancia.
-Vomitaría si tomo un bocado de eso ahora.
¿Quién no lo haría? Pero, oh, se veía tan hermosa sentada con las manos cruzadas
en su regazo. Quería tomarla entre sus brazos y abrazarla y besarla y decirle que la a-a-a
que le imporaba, pero primero quería saber qué demonios estaba pasando.
-¿En dónde están tus hermanos?
Ella se encogió de hombros.
-Me imagino que en Wessex.
-¿Por qué no estás con ellos?
Ella se puso rígida ante la pregunta escueta y se habría alejado de su presencia
torpe si el no hubiera saltado sobre la mesa y se hubiera sentado a su lado en el banco, lo
que la obligó a quedarse.
-Siempre puedo volver con ellos -dijo sollozando. Estaba llorando de nuevo.
-Alinor, nunca vas a alejarte de nuevo... no de Dragonstead ... o... de mí. -Listo, lo
había dicho... casi.
-¿No?
-No. Ahora dime, ¿por qué te fuiste con tus hermanos si no querías hacerlo?
-Porque... oh, Tykir, mataron a Karl. Bueno, al menos, sus mercenarios lo hicieron.
-¿Mercenarios? ¿Karl? ¿Quieres decir el muchacho que trabaja para mí en Hedeby?
Ella asintió con la cabeza, y las lágrimas siguieron fluyendo. Eran como una cascada.
-Voy a matar a esos dos, te juro que lo haré.
Entonces ella le contó toda la historia, y se ponía más y más furioso cada minuto
que pasaba. Y pensar que sus hermanos amenazarían a Alinor así, prácticamente en su
presencia. Y pensar que habían matado a Karl. Y pensar que Alinor confiaba tan poco en su
experiencia en la protección de sí mismo y de aquellos bajo su escudo. Pero eso era un
hueso que iba a picar con ella más tarde.
-Y luego me soltaron cuando se dieron cuenta -terminó.
Tykir sacudió la cabeza como un perro mojado. Tanta información que había
lanzado contra él, y todavía estaba desconcertado.
-¿Se dieron cuenta de qué?
Ella lo miró a través de enormes ojos verdes, como esmeraldas de color verde
pálido, y esperó a que él entiendiera. Reconoció la vulnerabilidad en sus labios
temblorosos y sus manos retorciéndose; lo compartía. Pero...
De pronto, todo se juntó en su gruesa cabeza. El gammelost. Las frecuentes visitas
al baño. El vómito. La necesidad de dormir. Y el llanto.
-¿Estás embarazada, Alinor? -preguntó, y no podía creer que las palabras habían
salido espontáneamente de sus labios.
Ella asintió. Oh, Dios, ella asintió.
-¿Con mi hijo? -preguntó incrédulo.
Ella le dio una palmada en el brazo.
-¿De quién más, trol?
-Dios, cómo me encanta cuando me llamas trol -dijo con una carcajada y la atrajo a
sus brazos en posición vertical, girando a su alrededor y en torno a la alegría del
momento-. ¡Estás llevando a mi bebé! -decía una y otra vez mientras la abrazaba y la
besaba en las mejillas húmedas y la abrazaba de nuevo.
-Suéltame, idiota -ella exclamó finalmente -o acabaré arrojando gammelost sobre
tus hombros.
Él la dejó en el suelo y se arrodilló ante ella, presionando la mano sobre su
estómago, que en ese punto era apenas una pequeña loma. Pero su bebé crecía allí, y las
lágrimas llenaron sus ojos ante la maravilla de ello.
-¡Oh, Tykir! -dijo ella suavemente, y él la abrazó por las caderas, poniendo su
mejilla contra su vientre. Se imaginó que sentía un latido del corazón allí. ¡Una idea
extravagante!
-¿Debo entender que estás feliz con la idea de la paternidad? -preguntó mientras se
levantaba de nuevo y la miró con asombro.
-Extasiado Qué mujer tan talentosa que eres, para tomar mi semilla en tu cuerpo y
hacerla crecer.
-¿Es que tenía otra opción? -observó ella jocosamente.
Eso le dio una pausa.
-¿Cómo te sientes acerca de tu embarazo, Alinor?
-Extasiada - hizo eco de sus palabras.
Una carga pesada se levantó de su corazón.
-¿Estarás contenta de vivir aquí en Dragonstead? -Su respiración se detuvo
mientras esperaba su respuesta.
-Extasiada. -repitió, sin vacilar en su respuesta.
Dejó escapar un suspiro.
-Y por supuesto te casarás conmigo.
-¿Es esa una propuesta? -ella levantó una ceja.
Él se echó a reír.
-Sí, lo es. ¿Estaba poniendo el barco antes que el océano?
-Algo por el estilo. -Ella estaba sonriendo, pero la sonrisa no llegó a sus ojos, y Tykir
sabía que había otras palabras que tenían que ser dichas.
Se sentó de nuevo en el banquillo y la atrajo a su regazo.
-Alinor, toda mi vida, todo el mundo me deja. No, no discutas conmigo en esto. He
sabido desde muy corta edad que todo el mundo se va. Pero pronto aprendí cómo
sobrevivir: No preocuparse por nadie. No dejar que nadie se acerque demasiado, ni
siquiera a mi familia o amigos, a pesar de que han sido casi una peste en este sentido en
los últimos tiempos. Y funcionó durante todos estos temores. Hasta que...
Ella estaba llorando otra vez.
-¿Yo también he sido como una peste?
-La mayor de todas -le informó-, porque por más que lo intenté, no podía evitar
amarte. Ahí esta. Finalmente lo he dicho. Te amo. ¿Estás feliz ahora?
-Sí, estoy feliz. -Y ella estaba feliz. Podía verlo por la forma en que se estaba riendo
y llorando al mismo tiempo.
Así que repitió las palabras, sólo para ver cómo se sentian.
-Te amo. -Fue más fácil esta vez.
-Yo también te amo, Tykir -ella dijo las gloriosas palabras con fervor, sosteniendo su
mirada todo el tiempo, y tocándole el rostro tiernamente con una mano.
-¿En serio? -se ahogó. ¿Quién hubiera sabido que esas palabras se sentirían tan
bien, en la narración y la recepción? Todos estos años desperdiciados. Nah, en el fondo
sospechaba que era a la mujer adecuada para decirlas. Alinor.
-Sí, te amo, aunque seas un trol. Y te diré esto una vez y sólo una, así que escucha
bien, vikingo. Nunca te dejaré. Nunca.
Él no podía hablar, por lo abrumado que estaba por la emoción.
Luego la alegría lo llenó y cogió a Alinor entre sus brazos. La vida era buena. Estaba
en casa, en Dragonstead. Su bebé llegaría en unos pocos meses. Y...
Sonrió y se dirigió hacia la escalera.
-Tykir ¿Qué estás haciendo? -dijo Alinor, aferrándose a su cuello mientras el corría
por las escaleras, de a tres escalones a la vez.
-Nunca le he hecho el amor a la madre de mi primer hijo, Alinor -le dijo con un
gruñido ronco, cerrando la puerta de la habitación detrás de él de una patada-. Y eso es
algo que tengo la intención de remediar en este momento, amor mío.
Y lo hizo.
Dos veces.
Al final, se oyó murmurar a una Alinor bien saciada:
-Tienes que amar a un vikingo.
Palabras más ciertas nunca fueron dichas.
Más tarde esa noche, Bolthor terminó el encuentro con uno de sus poemas de la
Saga de Tykir “el Grande”.

Había una vez un vikingo herido. Por una bruja, el trol fue mordido.
Algunos dicen que el amor llega a aquellos quienes más lo necesitan.
Algunos dicen que el amor llega cuando menos se espera.
Algunos dicen que el amor es un regalo de los dioses.
Pero tal vez sólo sea una forma de embrujo.

Epílogo

La boda en Dragonstead del Jarl Tykir Thorksson y Lady Alinor de Graycote fue un
gran evento vikingo.
Fue realizada un viernes, o Friggsday, en conmemoración de la Diosa del
Matrimonio. Los cielos los correspondieron sonriéndoles con un clima cálido y un sol
brillante.
La gente venía de todas partes, llenando las colinas y el valle que rodea el lago,
donde las tiendas de vivos colores se habían levantado. Entre los invitados estaban el tío
de Tykir, Haakon, el rey de toda Noruega, un hombre guapo de pelo rubio unos años más
joven que Tykir. Haakon trajo consigo a su mejor amigo, Sigurd, el jarl de Lade. Sólo más
ligero en tamaño que el séquito real de Haakon fue el del rey Anlaf y sus muchas esposas y
concubinas, por no hablar de su exuberante hija, Signe, que fue seguida por un marido
siempre sonriente, Torgunn, y su hermana Gudny, a la que no le importaba si alguien
notaba los ruidos tintineantes debajo de su túnica, mientras sostenía fuertemente a su
desconcertado esposo, Alfrigg, que caminaba a su lado.
Alinor era un espectáculo para la vista en su vestido de lana suave bordado con hilo
de oro bizantino, a la medida para ocultar su estómago leve. En su cuello había un
magnífico collar de lágrimas de ámbar. En lo alto de su pelo en llamas de color rojizo,
dejado suelto de acuerdo a la moda nupcial nórdica, descansaba una guirnalda de lirios del
valle del Dragonstead, mezclada con pequeños capullos de rosa.
Tan hermosa estaba ella que algunos dijeron que el pelo oxidado y las pecas se
convirtieron en un atributo favorecido por las mujeres del norte ese día.
Las personas generalmente aceptaban ahora que Alinor no era una bruja, pero
preferían no correr riesgos. Muchos de los hombres que fueron vistos en su presencia,
tenían sus escudos colocados casualmente delante de sus partes masculinas... siendo el
más obvio el rey Anlaf. Y más que unos pocos espectadores fueron vistos revisando la
parte trasera debajo del vestido de Alinor, sólo por si acaso una cola cayera ahora que se
había casado con un hombre mortal.
Atontado era la única manera de describir a Tykir mientras miraba a su amada
acercarse al pabellón nupcial del brazo de Bolthor. Eirik, de pie a su lado, le apretó el
brazo, y los dos hermanos intercambiaron una mirada de entendimiento. Ambos sabían
del efecto profundo que las mujeres en sus vidas habían tenido sobre ellos y lo difícil que
había sido reconocerlo.
Tykir estaba vestido todo de negro, desde las botas de cuero del tobillo hasta los
braies y la túnica. La crudeza de su rico atuendo sólo era rota por un grueso cinturón de
oro y su habitual pendiente de ámbar en forma de estrella. Como siempre, llevaba en su
única oreja expuesta por el pelo rubio dejado suelto, pero trenzado sólo en ese lado, el
pendiente de plata con forma de rayo de su padre.
Después de que los votos del matrimonio cristiano fueron realizados por el Padre
Caedmon, se procedió a seguir los rituales vikingos de las boda.
-¿Quién acepta el mundr o precio de la novia, en nombre de Alinor de Graycote? -
pregunto Ketel, el lagman del rey Haakon.
-Yo lo hago -dijo Bolthor, dando un paso adelante para tomar en sus manos un
cofre con algunas de las magníficas joyas de Tykir. Era una tarea que debía realizar el padre
de Alinor, u otros miembros de la familia, si estuvieran vivos, pero, gracias a Dios, no lo
estaban.
El rumor era que el Morgen‐gifu de Tykir para Alinor -el "regalo de la mañana" que
sería presentado al día siguiente, después de la noche de consumación- sería una pieza de
ámbar con una extraña forma que parecía cálido al tacto y palpitaba. ¡Qué extraño
Morgen‐gifu sería ese! Todos proclamaron en susurros, y estaban maravillados ante su
propósito erótico.
-¿Y tú tienes una heiman ftygia para tu marido? -Ketel le preguntó a la novia.
-Sí, lo tengo. Le doy a mi marido la mitad de un rebaño de dos docenas de
preciadas ovejas y un carnero de cuernos rizados.
Entonces se escucho reír a Tykir, y su esposa fue vista dándole un codazo y
murmuró algo que sonó como:
-¡Compórtate, trol!
-¿Quién actúa como testigo del handsal que sella el contrato de boda? -preguntó
Ketel, y seis hombres se adelantaron: Eirik, Selik, Bolthor, Rurik, Anlaf y Haakon.
El rey Haakon le entregó a Tykir la espada ancestral, “Piedra de Molino
Mordedora”, que había pertenecido al famoso rey Harald “Cabellera Hermosa”. La leyenda
dice que una vez Harald partió una piedra de molino con ella. Colocando un anillo de oro
en la punta de la espada, Tykir se lo ofreció a Alinor, diciendo:
-Te doy este anillo para marcar el círculo continuo de nuestros votos
inquebrantables, y esta espada para custodiar a nuestros hijos.
Ella asintió con la cabeza, con lágrimas en los ojos como era su costumbre en los
últimos tiempos, y repitió las palabras del ritual con un anillo de hombre para el novio.
Con una mano cada uno en la empuñadura de la espada y sus otras manos unidas,
Tykir le indicó a sus testigos que dieran un paso adelante. Entonces el lagman dijo:
-Nosotros nos declaramos testigos de que tú, Alinor de Graycote, y tú, Tykir de
Dragonstead, se enlazan entre sí en legítimo compromiso, y al tomar sus manos, han
prometido el uno al otro, el amor, honor y fidelidad, siempre y mientras la sangre fluya por
sus venas. -Luego el lagman hizo un pequeño corte en cada una de sus muñecas, las
apretó juntas y proclamó- con la mezcla de su sangre, Tykir y Alinor son uno.
No era exactamente el ritual vikingo tradicional, transmitido a lo largo de los siglos,
pero lo suficientemente cerca, si las sonrisas en cientos de caras eran un indicio, seguido
por gritos alborotados vikingos de felicitación a la pareja de recién casados. Además, pedir
a la Diosa Freya para que bendijera a la pareja con la fertilidad sería un recordatorio poco
delicado de la ya fértil condición de la novia.
-¿Estás lista, esposa? -dijo Tykir con un guiño.
-Sí, ya estoy lista, esposo -respondió Alinor con un grito salvaje que haría que una
doncella vikinga estuviera orgullosa. Luego ella corrió por la casa, levantando su vestido
mientras recorría su camino a través del montículo de hierba que daba al castillo. Ese era
el brudh gumareid, o "el correr de la novia" -aunque se veía más como "el rodar de la
novia" debido a su condición.
Tykir la persiguió -aunque lentamente, a pesar de que su pierna se sentía mejor en
estos días- seguido por todos los invitados que reían y aplaudían. Al final, fue Tykir quien la
esperaba en la puerta de la casa con una sonrisa, con la espada colocada a través de la
entrada. Si ella pasaba por encima de la espada, esa sería la prueba final de que ella
aceptaba su cambio de estatus, de soltera a esposa.
Ella lo hizo, ante los ruidosos aplausos de todos.
Algunos dicen que luego Tykir le golpeó el trasero con el costado de la espada. A
veces los hombres vikingos eran así de troles.
Una vez dentro del gran salón, Tykir hundió su espada en la cumbrera, dejando una
profunda cicatriz en el pilar de apoyo de la casa. La profundidad de su corte era una
indicación de la virilidad y buena suerte para la familia.
Con la bebida ceremonial de la cerveza nupcial, Alinor presentó hidromiel a su
nuevo esposo en un cuenco con dos asas y recitó las palabras tradicionales:

Ale te traigo, roble de batalla,


con fuerza combinada y el honor más grande;
mezclados con canciones mágicas y poderosas,
con hechizos buenos, de deseos de carreras veloces.

Después de beber, Tykir hizo la señal del martillo de Thor, Mjolnir, sobre la copa y
se presentó a Alinor, diciendo:

Trae el martillo para bendecir a la novia:


En el regazo de la novia tu yaces Mjolnir;
En el nombre de Frigg entonces santifica nuestro matrimonio.

Después de eso hubieron muchos festejos y bebida de hidromiel, que sería bebido
por un mes durante el período de "luna de miel". Algunos dicen que algo de miel también
fue llevada a la cámara nupcial esa noche. Pero, ¿quién puede decir si eso es cierto?
Aunque Bolthor escribió un poema sobre ello, para sorpresa de nadie.

El trol puso miel en sus plumas,


así que la bruja proclamó. ¿Me estoy quejando?
El vikingo rió . Hay miel
en mi pluma, también.

Tres meses más tarde, Thork Tykirsson llegó aullando al mundo, un bebé rubio y de
ojos verdes con disposición a la sabiduría. Algunos dicen que está destinado a ganar el
mundo, no con la espada, sino con un guiño y una sonrisa.

FIN

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