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Introducción al capitalismo

ECONOMÍA INFORMA
Patrick Dieuaide, Bernard Paulré y
Carlo Vercellone* cognoscitivo

Nos proponemos abordar la discusión de una nueva forma de capitalismo que


bautizamos como capitalismo cognoscitivo. Nuestro enfoque difiere de los trabajos
centrados en la economía del conocimiento. Estos trabajos se inscriben por lo general
en el contexto sub disciplinario de la economía de la innovación y de la tecnología
con un marco de análisis micro o mesoeconómico. Para nosotros es primordial in-
troducir las nuevas condiciones históricas en las cuales se realiza la acumulación
de capital, lo que implica captar las transformaciones en cuanto a relación salarial y
división del trabajo, es decir, en los fundamentos de un sistema de acumulación de
capital.

Definición y naturaleza del capitalismo cognoscitivo.


Orientaciones metodológicas

Al estudiar los cambios económicos y sociales actuales a partir de la acumulación


de capital, asumimos el enfoque clásico de la económica política. Esto nos permite
situarnos en una perspectiva que reconoce la pertinencia de un análisis en términos
de períodos, o de ciclos, y que admite la existencia de una historicidad, es decir, la
capacidad que tiene una sociedad de ponerse en movimiento y de transformarse a
partir de una lógica de acumulación cuya vigencia se manifiesta durante un período
largo. El carácter indeterminado de este proceso indica la importancia de las formas
institucionales que constituyen el marco, evolutivo en sí mismo. Estas formas des-
empeñan un papel de mediación entre las distintas fuerzas y los distintos niveles de
la realidad social. Retomando un postulado de la teoría de la regulación, pero esta
propuesta deja varios vacíos en la definición de los tipos de acumulación. Esta es la
razón por la que, antes de definir el concepto de capitalismo cognoscitivo, revisare-
mos el marco de análisis general de la teoría de la regulación.

La teoría de la regulación, un marco de análisis que debe completarse

El concepto de régimen de acumulación, que expresa la naturaleza de un “conjunto


de regularidades que garantizan una progresión general y relativamente coherente de
la acumulación del capital”, está en el centro de la teoría de la regulación. Pero un
régimen de acumulación se articula con un determinado “modo de regulación”, el
cual está constituido por un:
conjunto de procedimientos y comportamientos individuales y colectivos, que
tiene la triple propiedad de: i) reproducir la formación social fundamental, ii) apoyar
y controlar el régimen de acumulación en vigor, iii) garantizar la compatibilidad
dinámica de un conjunto de decisiones descentralizadas, sin que sea necesaria su
interiorización por los protagonistas económicos de los principios del ajuste del sis-
tema (ver Boyer, 1986, p. 54).
* Matisse-Isys, Universidad de Paris 1.

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Billaudot (1996) define “modo de desarrollo “ como el producto de la interacción


entre el régimen de acumulación y el modo de regulación en el cual se inscribe”.
El Fordismo constituye una ilustración bien conocida del concepto de modo de de-
sarrollo. En la terminología de la Teoría de la regulación, el concepto de modo de
producción es la categoría de nivel inmediatamente superior a la de modo de desa-
rrollo (Boyer y Saillard, 1995). Ella designa “toda forma específica concerniente a la
producción e intercambios, es decir, relaciones sociales reguladas para la producción
y la reproducción de las condiciones materiales requeridas para la vida de los hom-
bres en sociedad” (Boyer, op. cit.). Puede, sobre esta base, caracterizarse el modo de
producción capitalista.
Es sorprendente que ninguna categoría pase a ocupar el espacio intermedio en-
tre los modos de desarrollo y el modo de producción. Desde hace tiempo economis-
tas y sociólogos han estado concientes de la necesidad de distinguir configuraciones
diferentes del capitalismo, caracterizados cada uno por un “tipo” de desarrollo o
acumulación: capitalismo comercial, capitalismo industrial, capitalismo financiero.
La ausencia de una categoría intermedia en la teoría de la regulación no debe, sin
embargo, parecer demasiado asombrosa, si se reconoce que esta escuela ha favo-
recido el estudio de las transformaciones de los modos de desarrollo, inscribiendo
la parte fundamental de sus análisis en el marco de una configuración particular:
el capitalismo industrial. Ahora bien nuestro análisis de las transformaciones en
curso nos condujo a pensar que el agotamiento del fordismo señala no solamente
el final de este modo de desarrollo, sino también el final del capitalismo industrial.
Los fenómenos originales que surgen durante esta fase son suficientemente fuertes
y significativos para que tiendan, a nuestro modo de ver, a deslindar al capitalismo
contemporáneo del modo de acumulación que lo caracterizó durante más de un
siglo.
Proponemos llamar sistema de acumulación a la asociación de un modo de pro-
ducción y a un régimen de acumulación. Así el capitalismo industrial puede ser ca-
racterizado por el hecho de que la formación del beneficio se basa en la organización
del trabajo en las fábricas. La acumulación se refiere esencialmente a las máquinas
y la organización del trabajo se define a partir de la organización de la producción y
la asignación de los trabajadores a puestos laborales específicos. Se trata de poner
el trabajo a disposición del capital. El capitalismo cognoscitivo es otro sistema de
acumulación en el cual la acumulación se refiere al conocimiento y a la creatividad,
es decir, privilegia las formas de inversión inmaterial.
En consecuencia, el capitalismo cognoscitivo implica una transformación fun-
damental de la forma salarial y de las formas de la competencia. La hipótesis del
capitalismo cognoscitivo se base en que el conocimiento se presenta cada vez más
como la base de la creación de valor y de la acumulación de capital. Los compor-
tamientos y los procedimientos centrales del modo de regulación del capitalismo
cognoscitivo gira en torno a la flexibilidad, los ritmos y contenido de la innovación,

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de la atribución de los derechos de propiedad (cuestión de las “nuevos enclosures” o


derechos de propiedad).

Los orígenes del capitalismo cognoscitivo

Ya destacamos que la crisis de transformación de la que se origina el capitalismo


cognoscitivo distara mucho de poder ser explicado por un determinismo tecnoló-
gico que haría de la nueva tecnología de la información y la comunicación (NTIC) el
factor principal del pasaje a una nueva organización de la división del trabajo y de
la formación social. El origen del capitalismo cognoscitivo es más profundo, más
estructural y más complejo. Tendencias dominantes se mezclan con factores contin-
gentes o de tipo temporal. La parte fundamental a explicar es por qué, a través de la
crisis del fordismo, quedan en entredicho algunos parámetros o factores institucio-
nales centrales del capitalismo industrial. El argumento determinante de la tesis del
capitalismo cognoscitivo es el del final del capitalismo industrial.
Nuestra concepción se distinguen por tanto de la tesis de Aglietta (1998) que
asigna un papel central a la exigencia de rentabilidad de los accionistas, la cual ha-
bría conducido a las empresas “a cambiar la orientación del progreso técnico”. Lo
que está en juego en el agotamiento del fordismo va, a nuestro juicio, más allá de la
cuestión de la crisis de un modo de desarrollo. Es el aspecto de nuestra tesis que nos
distingue seguramente más de las tesis alternativas sobre el capitalismo financiarisé o
sobre el capitalismo patrimonial, o también de las tesis de la OCDE sobre la economía
del conocimiento.

La crisis social de la forma salarial fordista como origen


del capitalismo cognoscitivo

Podemos destacar dos fenómenos clave que están en el centro de la crisis social de la
forma salarial fordista: i) el conflicto de la organización científica del trabajo y la nor-
ma del empleo asalariado con dedicación exclusiva y de por vida; ii) el proceso de
difusión del conocimiento generado por el desarrollo de la escolarización de masa
y el elevamiento del nivel medio de formación: se trata de lo que llamamos la apa-
rición de una intelectualidad difusa. Es esta nueva calidad (intelectual) de la fuerza
de trabajo que condujo al trabajo inmaterial e intelectual y al cuestionamiento de la
modalidad de la división del trabajo y del progreso técnico derivadas de la primera
revolución industrial. La génesis del capitalismo cognoscitivo es una respuesta en
gran parte a los conflictos que, durante los años setenta, determinaron la crisis social
del modelo fordista.
En resumen, el capitalismo cognoscitivo no ha sido el simple resultado de una
tendencia de largo plazo en la acumulación de conocimiento que habría conduci-
do a partir de un determinado límite máximo a un cambio cualitativo. Más bien

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ha sido fundamentalmente el resultado de una dialéctica compleja de conflicto/


reestructuración producto en gran parte de una ofensiva del capital contra los mo-
vimientos sociales que, durante los años setenta, determinaron el desarrollo de una
intelectualidad difusa y la crisis del capitalismo industrial, estableciendo las bases
de un sistema de acumulación alternativo.

La tensión central del capitalismo cognoscitivo

Una de las características esenciales del capitalismo cognoscitivo y en la cual ve-


mos una de las piedras de toque de la superación del capitalismo industrial, es
que la producción de los recursos desborda el marco de la empresa: la formación
de las competencias, las subjetividades móviles y, más generalmente, lo que otros
definen como capital humano, no tienen su origen exclusivamente en la empresa.
Mientras que para Schumpeter o Perroux, por ejemplo, “el sistema capitalista está
centrado institucionalmente en la empresa privada” (Schumpeter, 1941, 110), en el
capitalismo cognoscitivo el trabajo y la empresa tienden a adquirir una importancia
particular. Ello no solamente porque el consumo y lo que se encuentra detrás, la sub-
jetividad, constituyen procesos centrales. Pero también a causa de la unidad técnica
y cognoscitiva del ser social, que engloba la esfera de la producción en la empresa, al
consumo y las relaciones privadas. La cultura técnica (en un sentido amplio) consti-
tuye un todo indivisible.
Una de las tensiones o una de las fuentes de complejidad del capitalismo cog-
noscitivo viene de la diferenciación entre, por una parte, un sistema institucional
y organizado de investigación, formación y valorización del conocimiento y los
conocimientos mismos y, del otro, el carácter difuso, vivo, adaptante y transver-
sal de las disposiciones cognoscitivas individuales. Por otra parte, la continuidad
tecnológica y cultural que mencionábamos arriba revuelve las fronteras anteriores.
Se asiste a un desmoronamiento de las fronteras entre trabajo y no trabajo, vincu-
lado al incremento del contenido intelectual del trabajo a la socialización creciente
de los mecanismos de la innovación y a la producción de conocimientos. Este tipo de
transformación pone en entredicho la validez de las fronteras tradicionales por las
cuales la teoría económica convencional separa el universo productivo de la esfera
comercial del universo improductivo de la esfera no comercial. Lo mismo sucede
para las categorías habitualmente utilizadas para caracterizar el estatuto (activo o in-
activo, productivo o improductivo) de la fuerza de trabajo. Un aspecto de la tensión
que mencionamos puede analizarse en el marco de la economía de la innovación. La
economía neoclásica y liberal centraliza el principio de que sin incentivos, es decir,
sin capacidad de recoger los ingresos asociados (patentes), no habrá inversión en
investigación. Sin embargo, el mismo Arrow, en su artículo de 1962 (op. cit.), señaló
que una gestión gubernamental de la investigación es, desde el punto de vista del
bienestar colectivo, preferible a una gestión privada (se trate de un monopolio o de

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competencia). El rendimiento social es en efecto superior al rendimiento privado.


Pero por poco que se admita la existencia de otros incentivos no pecuniarios, el ra-
zonamiento neoclásico no se sostiene. Así por ejemplo, varios análisis del programa
informático libre (Lerner y Tirole, 2000) explican su desarrollo por lógicas esencial-
mente no comerciales.
Podemos plantear el problema desde el lado opuesto, es decir, yendo del prin-
cipio de que las instituciones de enseñanza, investigación y formación profesional
son, de manera esencial, emisoras de economías externas. Los conocimientos que es-
tas entidades producen o hacen surgir tienen un carácter indivisible, y los servicios
que prestan constituyen bienes de carácter colectivo. C. Jessua puso de manifiesto
perfectamente que la internalización de economías externas implica la instauración
de formas cooperaciones entre los miembros del grupo que explican su constitución
como tales. Más generalmente, destaca “el carácter inadecuado de los procedimien-
tos de tipo individualista cuando están en juego economías sociales a escala (ver
Jessua, 1968, p. 233).
En el caso de los conocimientos producidos por un sistema de enseñanza e in-
vestigación, el nivel en el cual debe efectuarse la internalización es nacional.
Lo que está en juego de manera primordial en el capitalismo cognoscitivo es el
de los métodos de regulación de la innovación y la creatividad, es decir: el monto y
la naturaleza de los recursos movilizados, de las orientaciones de las inversiones en
innovación, y de la distribución de los derechos de propiedad. En un sistema donde
el beneficio es especialmente dudoso, donde es “virtual” y futuro (en un horizonte
no siempre cercano) y en el cual, por tanto, las cuestiones de información y los argu-
mentos de valorización son estratégicos, la distribución de los beneficios actuales no
es más estratégica que la distribución de los derechos de propiedad. Las dificultades
de origen institucional o político pesan sobre la valorización de estos derechos y
sobre la orientación de la inversión. En el capitalismo cognoscitivo, mucho más que
en el capitalismo industrial, y por razones diferentes, la inversión y la innovación
tienen una fuerte dimensión social.

¿Qué un bien inmaterial?

Mientras que un bien material vale esencialmente por su consistencia y su función


material o física (energía), calificamos como bien inmaterial o “cultural” aquel cuyo
valor y valor de uso no están en función de la forma material. Se pueden definir los
conceptos de actividad o trabajo material de manera similar. Un trabajo “cultural” o
mental (o intelectual) es un trabajo cuyo valor no puede ponerse en relación con el
cansancio o la energía física gastada para realizarlo. En tanto, sin embargo, si un bien
inmaterial tiene una forma física (un disco CD por ejemplo), debe hacerse hincapié en
la distinción entre el soporte (forma física, materialidad del bien) y el contenido, es
decir, la utilidad o el efecto esperado del bien. Así como un bien inmaterial implica

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generalmente una forma física, no impugnamos la idea que todo objeto material es,
hasta cierto punto, cultural puesto que, para utilizarlo, es necesario disponer de su
método de empleo, es decir, de un determinado conocimiento o de una experiencia.
La forma física no es nunca neutra. Todo objeto es cultural también en la medida
en que traduce o expresa un determinado nivel de desarrollo y organización de
la sociedad donde existe. Se puede ir un poco más lejos al distinguir el contenido
informativo o cognoscitivo de un bien de su contenido simbólico. El contenido in-
formativo o cognoscitivo procede del conjunto de los conocimientos que determinan
la concepción, la fabricación o el uso de un bien. El contenido simbólico procede de
las actividades inmateriales que tienden a fijar las normas culturales y artísticas, las
formas, los métodos, los gustos o las satisfacciones. Concretamente este contenido
viene determinado en parte en la empresa no por los departamentos de concepción
o ingeniería, sino por los departamentos de comercialización.

Capitalismo cognoscitivo y nueva división del trabajo

Un sistema de acumulación se caracteriza por dos rasgos: por el objeto de acumula-


ción, esto es, el conocimiento y la creatividad; de otra parte, por la naturaleza de la
división del trabajo. Nuestra tesis es que el carácter central del conocimiento como
objeto de acumulación y la innovación tiende a hacer surgir una nueva división del
trabajo. Se manifiesta aquí la superación del capitalismo industrial. El capitalismo
industrial se caracteriza por cuatro elementos principales: 1) La generalización len-
ta pero progresiva del asalariado industrial y su concentración en manufacturas
o industrias. El modelo del putting-out system es sustituido por el sistema de gran
empresa maquinizado que se vuelve dominante a partir de la segunda mitad del
siglo XX; 2) La división del trabajo se caracteriza por un proceso de polarización
del conocimiento. Ello se expresa por la parcelización y descalificación del trabajo de
ejecución por una parte, y la sobreacalificación de un componente minoritario de la
fuerza de trabajo destinada a las tareas de concepción, 3) Sobre la base de la lógica
de la división del trabajo, el criterio principal de la eficacia económica se convierte
en la búsqueda de economías homogéneas de tiempo. Este criterio, que será también
el fundamento del valor-tiempo de trabajo, va a tener dos consecuencias esenciales.
Por una parte, se concreta en una organización del trabajo en términos de trabajo
prescrito y de tiempo asignado. Por otra parte, es la causa de la construcción social
de una verdadera separación del tiempo, una separación que se opone el tiempo de
trabajo directo asalariado, considerado como el único tiempo productivo, y el otro
tiempo social consagrado a la reproducción de la fuerza de trabajo. 4) El papel motriz
de la acumulación del capital material y la gran fábrica especializada en la produc-
ción de masa de bienes estandarizados. Durante la fase del capitalismo industrial de
tipo fordista y taylorista, la división del trabajo smithiana, basado en un principio
de especialización, el intercambio de bienes estandarizados y sobre el alcance del
mercado, juega pues al máximo. La gestión de la esfera del conocimiento, se trate
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del conocimiento desarrollado por los departamentos de consultoría y métodos o


el conocimiento producido y administrado en los laboratorios se inscribe en esta
lógica. Ahora bien las transformaciones inducidas por un régimen de innovación
permanente basado en la acumulación del conocimiento ponen en entredicho la ló-
gica smithiana de una doble manera. Por una parte la inversión con conocimientos
se realiza en el marco de redes y alianzas cuya organización no es de carácter exclu-
sivamente comercial. Estas organizaciones híbridas son también lugares de división
de conocimientos. Según varios estudios recientes, si el mercado puede considerarse
como la forma cardinal de coordinación de las actividades de producción de las
empresas, se requieren formas explícitas de coordinación y organizaciones en red
para gestionar los procesos de aprendizaje y acumulación de conocimientos. Los
mismos estudios señalan también la diferencia entre lo que las empresas hacen y lo
que saben: las empresas invierten en la ampliación de sus bases de conocimientos
reduciendo al mismo tiempo sus bases de producción.

La nueva relación salarial

A partir de una concepción extensiva y enriquecida de la tarea o la función, se tiene


que concebir el trabajo como un complejo de actividades productoras, creativas o
formativas. Es necesario destacar que en la perspectiva de una reintroducción de
un trabajo inmaterial y creativo, no son solamente los conocimientos en estrecho
sentido del término los que están en juego. Son también las capacidades conductua-
les que son explotadas y valorizadas por la empresa. Es la subjetividad del trabaja-
dor que se moviliza. Es lo que Moulier-Boutang bautiza “explotación en el segundo
grado”. La consecuencia, es que “el trabajador no se presenta ya entonces como
dueño de su sola fuerza de trabajo producida, sino como si produjese y siguiera
produciéndose él mismo” (ver Moulier Boutang, op. cit.).
Se observará que esta autoproducción no debe concebirse como un proceso
individual y aislado. La subjetividad y el desarrollo de las capacidades tienen un
carácter social porque son influidas por el ambiente social inmediato y el sistema
educativo. Del otro, la naturaleza genérica de las tecnologías, la continuidad del
mundo de los medios de comunicación y la inducción del consumo privado, de
la producción y el trabajo, crean fenómenos de externalización o indivisibilidades.
Más allá del carácter genérico de las nuevas tecnologías y de la extensión de la es-
fera profesional que se extiende sobre la vida privada, se observa una determinada
normalización de los comportamientos que contribuye a la mezcla de las esferas
privadas y públicas. En este contexto, se merma la movilidad del trabajador. Las
formas de empleo se multiplican. La conjugación de una mayor precariedad y del
control que el trabajador puede de nuevo efectuar sobre su propia actividad acentúa
el carácter económico de la dependencia del trabajador. La dependencia económica
da paso a la subordinación jerárquica en la empresa. Se vuelve a fortiori dominante
cuando se trata de trabajadores independientes. La relación salarial evoluciona, se
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complica y se transforma. Puede llegar hasta englobar las relaciones monetarias que
se establecen entre los prestadores de servicios individuales, cuya dependencia sólo
es menor a la de los trabajadores regulares de la empresa. La antigua seguridad del
empleo podría sustituirse por garantías para la continuidad de la remuneración y
los derechos sociales.

Conclusión

Ciertamente no hemos demostrado la existencia del capitalismo cognoscitivo. Pero


no teníamos aquí la pretensión de formular la teoría de una nueva forma de capi-
talismo cuyas características se identificaran exhaustivamente en su momento en
infinidad de trabajos estadísticos. Nuestro enfoque corresponde a fase exploratoria
que se integra en un movimiento de teorización resumido. Estaríamos en lo que
epistemológicamente se llama el “polo morfológico” de la teorización, es decir, en
esta fase en la que se crea la coherencia y la unidad de una teoría. Aún no abordamos
la última fase de la reflexión teórica, es decir, la formulación de hipótesis (declara-
ciones conjeturales susceptibles de contradecirse por los hechos). En su estado actual
nuestra construcción tiene un carácter heurístico. Contribuye a señalar algunos fe-
nómenos y a sugerir algunas conexiones. Más allá de la convicción o la creencia, será
cuando se de este paso, que estaremos en condiciones de argumentar y discutir con
mayor fuerza la tesis del capitalismo cognoscitivo ▪

Bibliografía

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