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INTRODUCCIÓN.
En este tema nos centraremos en el desarrollo de las teorías políticas y
económicas durante el siglo XIX, lo que nos permitirá descargar de los contenidos
ideológicos más complejos las UD dedicadas a las revoluciones liberales, los
movimientos nacionalistas y el movimiento obrero. Aunque algunos manuales
incluyen en esta UD el movimiento obrero, creemos más razonable incluirlo en la
UD del desarrollo económico-social del siglo XIX.
Resumen.
El siglo XIX estuvo dominado por los movimientos culturales del
romanticismo y el positivismo, y en él se consolidaron las doctrinas políticas y
económicas que se habían desarrollado en los siglos anteriores, y que son
fundamentalmente las mismas del siglo XX y de la actualidad. Fundamentalmente,
las doctrinas políticas son tres: liberalismo, nacionalismo y socialismo; y las doctrinas
económicas son consecuentes con aquellas: economía de propiedad privada con libre
mercado (liberal) o con intervencionismo del Estado (nacionalista), y economía de
propiedad estatal (socialismo). Pero no hay una separación tajante entre ellas. Por
ejemplo, el nacionalismo es compartido por muchos autores del liberalismo y del
socialismo; y las doctrinas económicas se gradúan en múltiples matices. En realidad
no hay una oposición absoluta entre liberalismo y socialismo. El socialismo es una
continuidad con el liberalismo: toma de este parte de sus doctrinas sobre los derechos
humanos, su aspiración al progreso, y lo que hace es criticar la injusticia del reparto
de la riqueza. No se puede entender a Marx sin sus antecedentes liberales (Smith,
Malthus...).
Pensamiento político.
La ideología liberal pretendía establecer monarquías parlamentarias, en las que
se ejercería la soberanía nacional mediante una Constitución y se limitaría el poder
real a través de la división de poderes. Se le oponen las ideologías conservadoras (sea
la tradicionalista o la católica), el socialismo y el anarquismo.
Pensamiento económico.
A mediados del siglo XVIII ya aparece el liberalismo, como una doctrina
dividida en varias corrientes, y que se convertirá en dominante en el siglo XIX. Los
precursores del liberalismo son Petty, Boisgilbert, Cantillon y Hume, que critican la
doctrina del mercantilismo dominante en Francia y Gran Bretaña en el siglo XVII.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII aparecen las corrientes liberales de
la fisiocracia y la escuela clásica, que se interesan respectivamente por los fenómenos
contemporáneos de la revolución agrícola y la revolución industrial.
La fisiocracia (Quesnay) cree en un sistema absolutamente liberal (laissez-
faire) y circular, en el que sólo la agricultura es capaz de producir un excedente
apropiado para los propietarios, que son los que han de tributar. El resto de la
economía es considerada “estéril”, porque no origina el “producto neto”.
La escuela clásica es iniciada por Adam Smith, que sigue el carácter liberal de
la fisiocracia, pero reconoce a la industria la capacidad de obtener un “producto neto”.
Examina los requisitos del crecimiento económico: acumulación previa de capital y
extensión del mercado. Ricardo es el autor “clásico” por excelencia, el profeta de la
burguesía industrial. Considera una renta neta, formada por las rentas de los
propietarios, los beneficios capitalistas y los salarios de los trabajadores, en la que las
rentas de la tierra presionan y reducen las otras dos. Completa la tesis de Smith con
un esquema del crecimiento y la estagnación del capitalismo. De Ricardo salen dos
líneas: la primera (John Stuart Mill) distingue entre las leyes de la producción —
intocables— y las de la distribución —reformables—; la segunda, más radical, pasa
por los socialistas ricardianos y acaba en Marx.
El socialismo utópico apareció en Francia fundamentalmente, y se caracteriza
por un rápido análisis de la realidad actual y pasada y una pormenorizada previsión
del futuro. Saint-Simon cree en el papel transformador de las obras públicas y de las
asociaciones de productores que permitirán la abolición del derecho de herencia, la
eliminación del Estado y el logro de que cada uno consiga ganar según sus
necesidades. Fourier, menos realista que Owen, prevé un mundo donde reinará la
armonía. Proudhon es más distributivo que socialista, preocupado por la libertad y la
igualdad individuales y por un crédito barato.
El socialismo científico es iniciado por Marx, que da un lugar central en su
pensamiento al concepto de plusvalía, en un doble sentido: por un lado, significa el
trabajo hecho por los proletarios y apropiado por los capitalistas, y, por el otro, el
excedente total del sistema. Respecto a la teoría del valor trabajo (primer sentido),
Marx intentaba salvar el problema de la existencia de sectores con capitales fijos
distintos, lo cual hace que no haya correspondencia entre las cantidades de trabajo y
los precios. De la plusvalía (segundo sentido) depende la acumulación de capital, y de
esta la demanda de fuerza de trabajo y la aplicación de técnicas que ahorran trabajo
para mantener la tasa de plusvalía. Explica los procesos de crecimiento y de crisis por
las contradicciones entre la creciente capacidad productiva y el más reducido
crecimiento del consumo proletario o entre los que poseen bienes de producción y los
que no los poseen.
La escuela marginalista-neoclásica (a partir de 1870), cree que se está en un
estado de equilibrio donde los precios del trabajo y del capital son establecidos por la
cantidad de nuevo producto que aportan las últimas unidades aplicadas de trabajo y
capital. Así, la productividad marginal del trabajo será el salario, y la del capital será
el beneficio. Este equilibrio automático ocupará totalmente los recursos existentes y
supondrá que se puede establecer una curva de producción para la cual son posibles
cualesquiera combinaciones de trabajo y capital. Sus principales autores serán
Marshall y Walras. Esta será la doctrina económica predominante, “académica”, entre
finales del siglo XIX y los años 1930.
La escuela histórica alemana (también a partir de 1870), se aleja mucho de la
abstracción anterior y cree en la relatividad histórica de las leyes económicas. Influyó
en una rama de la escuela histórica, el institucionalismo (Veblen en EE UU).
Los hegelianos.
Sus seguidores se dividieron pronto en dos tendencias:
-Hegelianos de izquierda, que son radicales y ateos, favorables a los
movimientos democráticos. Esta tendencia enlaza con Marx, que toma casi
íntegramente la dialéctica de Hegel. Otros pensadores de izquierda son Stirner, Bauer,
Feuerbach.
-Hegelianos conservadores, que defienden el Estado absolutista y teocrático,
con el pueblo/nación como principal sujeto histórico.
EL LIBERALISMO.
Los orígenes del liberalismo están en las ideas de la Ilustración (el
iusnaturalismo y utilitarismo) y la Enciclopedia (Locke, Montesquieu, Voltaire,
Diderot, Rousseau), y el ejemplo del parlamentarismo inglés y de la Revolución
Francesa.
El liberalismo cree en los ideales del progreso, de la razón y de la libertad. Es
un movimiento político y económico. Sus tesis políticas son:
-La libertad individual: se respetan los derechos del hombre en cuanto a
religión, pensamiento, imprenta, igualdad jurídica (no económica ni cultural).
-El Estado constitucional: monarquías parlamentarias, en las que se ejercería
la soberanía nacional mediante una Constitución y se limitaría el poder real a través
de la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).
-La participación del ciudadano en la vida política, con el derecho de voto y de
ser elegido.
Bentham.
El utilitarista Jeremy Bentham (1748-1832) afirma en Introducción a los
principios de la moral y la legislación, que el fin de las leyes es “asegurar la máxima
felicidad al mayor número de personas”.
Mill.
John Stuart Mill (1806-1873), también economista e hijo de James Mill (1773-
1836, otro destacado teórico político liberal), defiende en Sobre la libertad el libre
albedrío del ciudadano y el principio de libre concurrencia a las elecciones (para votar
y ser elegido).
Spencer.
Herbert Spencer (1820-1903) escribe Primeros principios y El hombre contra
el Estado, donde desarrolla una concepción sociológica liberal basada en el
evolucionismo de Darwin. El bienestar social es la supervivencia de los más aptos.
El liberalismo francés.
Como reacción ante el absolutismo de los legitimistas y de la Restauración,
aparecen los liberales franceses, que defienden los logros políticos y económicos de la
Revolución francesa. Benjamin Constant (1787-1830) se inspira en el modelo
constitucional británico. Alexis de Tocqueville (1805-1859) aboga también por este
modelo democrático, aunque también admira el modelo norteamericano.
EL NACIONALISMO.
Al mismo tiempo que el liberalismo —y relacionándose con él en muchas
ocasiones-, se extiende por Europa el nacionalismo. Esta ideología había sido
formulada en Alemania en la época napoleónica, bajo la doble presión de las ideas
revolucionarias y del Romanticismo cultural, que exaltaba la libertad.
De las obras de los autores alemanes (Fichte, Schegel) de principios del siglo
XIX puede deducirse que el nacionalismo (en su versión de entonces) es un
sentimiento cultural y político que considera que cada nación, o entidad histórica,
debe constituir un Estado independiente. Según estos escritores la nación está
compuesta por grupos humanos con unos vínculos comunes: la lengua, la cultura, la
raza, los lazos históricos. Fichte proclama (Discursos a la nación alemana, 1807):
“Todos los que hablan un mismo idioma hállanse unidos entre sí desde el principio
por un cúmulo de lazos invisibles, porque pueden comprenderse unos a otros y se
comprenderán cada vez con mayor claridad formando, naturalmente, un todo
homogéneo”.
Al principio el nacionalismo estaba inscrito en el liberalismo y el progresismo,
pero hacia mediados del siglo XIX se convirtió en legitimador del conservadurismo.
EL PENSAMIENTO CATÓLICO.
La Iglesia católica se consideró garante de las tradiciones religiosas, históricas
y culturales de los pueblos. Muchos pensadores (como los tradicionalistas católicos
De Bonald y De Maistre) y políticos creyeron que la defensa de la Iglesia era lo mismo
que la defensa de la esencia de sus naciones. Esto explica que en Inglaterra
menudearan las conversiones en los medios anglicanos y aristocráticos.
Un católico liberal, Lamennais (1872-1854), desde el diario “L'Avenir” (junto
a Lacordaire y Montalembert) intentó conciliar el catolicismo con el liberalismo,
mediante la defensa del principio de la “libertad de la Iglesia frente al Estado”. Pero
el papa Gregorio XVI condenó este intento como “indiferentismo” (laicismo), por lo
que Lamennais rompió con la Iglesia.
La Iglesia se opuso al liberalismo en cuanto este defendía un Estado laico: el
papa Pío IX lo condenó en la encíclica Quanta cura (1864), que se publicó
acompañada del Syllabus Errorum, sumario de los “principales errores de nuestro
tiempo”: liberalismo, democracia, sindicalismo, socialismo, anarquismo,
modernismo, escepticismo científico.
Pero su sucesor León XIII, en su Rerum Novarum (1891) llegó a aceptar un
catolicismo liberal, para poder pactar con los gobiernos burgueses.
EL IMPERIALISMO.
A finales del siglo XIX, entre 1890 y 1900 aproximadamente, el imperialismo,
como ideología, fue aceptado masivamente, incluso por los liberales que antes se le
habían opuesto y muchos socialistas, pero sobre todo por la derecha nacionalista. Las
doctrinas de legitimación son muchas, pero se pueden reunir en tres: liberal, socialista
y nacionalista-racial.
El imperialismo liberal.
El imperialismo liberal es humanitario y filantrópico. Afirma el derecho de
conquista como último medio de lucha contra el esclavismo, contra los abusos y para
establecer el “buen gobierno”.
En Gran Bretaña es defendido por los radicales, los masones y muchos
pensadores y políticos: Rhodes, Cromer, Livingstone, Milner, Curzon, Salisbury,
Chamberlain, Kipling. Carlyle sostiene que Gran Bretaña es la “nación predestinada”,
con una misión universal. Dilke (1868) sostiene la idea de la Greater Britain, en “un
mundo cada día más inglés”. Seeley (1883) sistematica la Expansión of England.
Kipling argumentará que el imperio es un obligatorio “deber del hombre blanco” y
que hay una misión británica. Joseph Chamberlain explica que la raza británica es la
más apta para la gobernación.
Algunos liberales sostendrán que el imperialismo aporta beneficios no sólo a
las colonias sino que también regeneran a los países colonizadores. Partidarios de esta
tesis son los británicos Carlyle y Froude y los franceses Lyautey y Onésime Reclus
(el hermano del gran geógrafo).
En Francia se defendía o justificaba el imperialismo por la supremacía de la
civilización occidental, entre cuyos derechos y deberes figuraba civilizar a los pueblos
atrasados. Esta “misión hacia las razas inferiores” (Jules Ferry) se combinó en la
tradición francesa surgida de la Ilustración, con la noción de Derecho natural y de
solidaridad de la especie humana.
El imperialismo socialista.
Muchos socialistas defendieron que el imperialismo era útil para los obreros
de Occidente e incluso para los pueblos sometidos, así liberados del despotismo e
introducidos en la senda del progreso. Tuvo partidarios socialistas en Gran Bretaña
(Manifiesto Fabiano, 1900), Francia y, sobre todo, Alemania, donde Renner escribe:
“la expansión del sistema económico europeo a través del mundo es históricamente
necesaria, inevitable y culturalmente prometedora”.
El imperialismo nacionalista-racial.
El imperialismo nacionalista tenía una argumentación racial, étnica, religiosa,
cultural... Es el “pueblo superior” quien debe dominar. Se inspira en un darvinismo
social, extendido a las relaciones entre los grupos humanos, que considera que el
imperialismo, fuerza de la naturaleza, manifestación esencial de vida, es el triunfo
benéfico del más fuerte y del mejor. Este etnocentrismo conduce a menospreciar las
otras razas y civilizaciones, especialmente la del Islam. Se defienden los mitos de la
“nación imperial”, la “grandeza romana”, la “misión sagrada”. Houston S.
Chamberlain, británico pro-alemán, llegará a preconizar la superioridad germánica y
su derecho a dominar el mundo.
Estas ideas se complementan a continuación con la necesidad de conseguir un
espacio vital (Lebensraum) para los pueblos jóvenes de creciente expansión
demográfica. Es la tesis legitimadora para los imperialismos alemán, italiano y
japonés en el periodo de entreguerras, dentro del ascenso del fascismo.
EL SOCIALISMO UTÓPICO.
La mayoría de los socialistas utópicos son franceses. Pero hay la excepción del
inglés Owen, tal vez el más exitoso de todos. El comunismo tuvo un antecedente en
el revolucionario francés Babeuf (1750-1797), autor del Manifiesto de los iguales,
propugna una reforma fiscal y una ley agraria comunista.
Son socialistas utópicos, porque lo que intentaban parecía imposible de
realizar. Los socialismos utópicos partían del principio de que el hombre es bueno por
naturaleza y que si se le ofrece una auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias
ni egoísmos, dejará de haber pobres y ricos, todos los hombres serán realmente
iguales. Para ello consideraban que era preciso suprimir la propiedad privada de los
medios de producción (campos, fábricas, máquinas), los cuales debían pasar a ser de
propiedad colectiva.
EL SOCIALISMO CIENTÍFICO.
Marx y Engels: el materialismo dialéctico.
Marx.
EL ANARQUISMO.
Ya un pensador inglés, Godwin, defendió en 1793 la desaparición del Estado,
la propiedad privada y el matrimonio. Hacia 1848, algunos socialistas utópicos como
Proudhon derivaron hacia el anarquismo, teoría social y política que pretende la
supresión del Estado, otorgando una ilimitada libertad al individuo. Proudhon escribió
que “La propiedad es un robo” y fue el socialista utópico que más influyó en el
anarquismo.
Bakunin.
Su principal pensador es Bakunin (1814-
1876), un aristócrata ruso que había huido de
Siberia, donde estaba desterrado, y vivió en
Francia, Italia e Inglaterra. Sus ideas básicas
eran: ateísmo, exaltación de la libertad del
individuo, eliminación del Estado (y del
ejército), rechazo de toda autoridad, necesidad
de la revolución campesina, hecha por las masas
de una manera espontánea, y de la huelga
general revolucionaria por los proletarios. La
sociedad se organizaría a base comunas(grupos de hombres y mujeres) autónomas, en
régimen de autogestión, mediante sufragio universal (tanto masculino como
femenino), con propiedad colectiva del capital y de la tierra, pero no de la producción.
Las distintas comunas podían federarse o separarse libremente. Como los anarquistas
querían suprimir el Estado, su enfrentamiento se haría mediante la abstención absoluta
de la vida política, la huelga y la revuelta individual.
La I Internacional se dividió en dos corrientes: la socialista y la anarquista, que
fue expulsada (1872). El anarquismo se extendió sobre todo por tres países europeos:
Rusia, Italia y España, con una fuerte base agraria.
Kropotkin.
Kropotkin (1842-1921), otro aristócrata ruso, residió en Gran Bretaña, Suiza y
Francia. Es el teórico del anarco-comunismo. Su anarquismo es más moderado en la
acción política, más atento a la protección de la naturaleza.
Los continuadores.
Otros influyentes pensadores anarquistas de finales del siglo XIX fueron
Tolstoi, Réclus y Grave.
Algunos grupos anarquistas propugnaron la “propaganda por el hecho”: el
terrorismo, el atentado contra personalidades políticas (Cánovas y Canalejas fueron
asesinados por anarquistas) o clases determinadas (la bomba del Liceo de Barcelona
en 1893).
Ya en el siglo XX se calmó la oleada terrorista y los anarquistas apoyaron a los
sindicatos obreros de tendencia revolucionaria (anarcosindicalismo). Desapareció
como fuerza importante en la I Guerra Mundial, salvo en España donde la
CNT subsistió hasta 1939. Después de 1968 hubo un renacer de conceptos anarquistas
como autogestión, antimilitarismo, denuncia de la arrogancia del poder, rechazo del
consumismo, que fueron recogidos por distintos movimientos contraculturales y de
acción ciudadana para cuestionar el orden imperante.
2.1. EL LIBERALISMO.
A mediados del siglo XVIII ya aparece el liberalismo, que cree en los ideales
del progreso, de la razón y de la libertad. Es un movimiento político y económico. En
lo económico es una doctrina dividida en varias corrientes, y que se convertirá en
dominante en el siglo XIX. Los precursores del liberalismo son Petty, Boisgilbert,
Cantillon y Hume, que critican la doctrina del mercantilismo dominante en Francia y
Gran Bretaña en el siglo XVII. Durante la segunda mitad del siglo XVIII aparecen las
corrientes liberales de la fisiocracia y la escuela clásica, que se interesan
respectivamente por los fenómenos contemporáneos de la revolución agrícola y la
revolución industrial.
LA FISIOCRACIA.
El pensamiento fisiocrático apareció en Francia a mediados del siglo XVIII y
perduró hasta 1820, aunque más tarde siguió influyendo en muchos terratenientes,
políticos y economistas. Su máximo téorico es Quesnay, autor de Le Tableau
Economique (1758), mientras que su discípulo Turgot, ministro de Luis XVI introdujo
el liberalismo en Francia, con su lema “Laisser faire, laisser passer, le monde va de
lui même”.
La fisiocracia cree en un sistema absolutamente liberal (laissez-faire) y
circular, en el que sólo la agricultura es capaz de producir un excedente apropiado
para los propietarios, que son los que han de tributar. El resto de la economía es
considerada “estéril”, porque no origina el “producto neto”.
La fisiocracia es una reacción al mercantilismo que fundaba la riqueza en la
concentración de metales preciosos, el superávit de la balanza de pagos, el
proteccionismo comercial e industrial. Los fisiócratas franceses analizaron la gran
revolución agraria que se estaba produciendo en Gran Bretaña. Los rasgos principales
de su pensamiento son:
-La sociedad se divide en tres clases: productora, estéril y disponible. La
productora estaría integrada por la agricultura, la ganadería y la industria extractiva;
la estéril por los industriales, artesanos y comerciantes; la disponible por la nobleza y
los funcionarios. Es la clase productora la que mantiene a las otras dos, la estéril
porque le compra la mayor parte de sus productos y la disponible porque paga los
impuestos de los que vive.
-Valoran sobre todo la agricultura, como principal fuente de riqueza, ya que es
la actividad económica que mejor puede “aumentar” la cantidad de productos netos.
De ella parte un “movimiento circulatorio”, a través del que se difunde la riqueza por
el resto de la sociedad. El gran factor productivo es la tierra.
-Limitan el papel de la industria a una mera función transformadora,
improductiva desde el punto de vista de la multiplicación de las riquezas.
-El comercio sólo es apto para transportar e intercambiar los productos, no para
crearlos.
-La economía debe regirse por las leyes naturales, por lo que rechazan la
intervención del Estado en la economía y defienden la iniciativa privada.
La agricultura que defienden sigue el modelo desarrollado en la Gran
Bretaña capitalista:
-Grandes propiedades en manos de un único propietario, dueño absoluto de
toda la tierra.
-Cultivo intensivo, con reinversión en la mejora de la tierra de parte de los
excedentes de capital.
-El propietario debe pagar al Estado una parte proporcional de su riqueza
(contribución única).
-El Estado no debe intervenir en la comercialización de la producción agraria.
Es la doctrina del laissez faire: libertad de circulación y precio de los productos, cuya
cantidad y precio se irán acomodando a las necesidades del mercado.
-Un mercado nacional e internacional cada vez más amplio, sin barreras
arancelarias.
LA ESCUELA CLÁSICA.
La escuela de economía clásica (también llamada “escuela liberal” porque fue
más seguida que la fisiocracia) defiende el liberalismo económico, con una teoría
paralela a la del liberalismo político. Es una economía política, que considera que no
hay un determinismo absoluto de lo económico: el hombre puede modificar con su
acción la economía, para asegurar el bienestar. Pero la lectura neoliberal ha olvidado
este cariz humanista de la escuela clásica y se la presenta como radicalmente
antiestatalista, aunque Mill, p.e., defendía el papel subsidiario del Estado para
defender el bien común.
Aparece en Gran Bretaña h. 1770 con Adam Smith y continúa con Malthus,
Ricardo, Mill y Say hasta mediados del siglo XIX, divulgándose rápidamente por
Occidente.
Hacen una revisión crítica de las ideas fisiócratas, de acuerdo a la experiencia
de la naciente Revolución Industrial británica.
Su doctrina se centra en la trilogía ganancia, ahorro, capital. Sus tesis básicas
son:
-El trabajo productivo es todo trabajo que origina un excedente.
-No se limita la economía productiva a la agricultura y al excedente obtenido
de la tierra (la tesis fisiocrática).
-Las leyes del mercado son la mano invisible que rige el mundo económico,
regulando la producción y el consumo.
-La principal ley del mercado es la de la oferta y la demanda.
-El mercado se regula por la libre competencia.
-El trabajador elige libremente su trabajo.
-La mano de obra se desplaza libremente.
-El contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros.
-El Estado sólo defiende la libertad económica, sin intervenir en la actividad
económica, aunque asegurando la defensa, la justicia y otros aspectos necesarios para
el bien común.
-Hay que aumentar el comercio internacional, suprimiendo las barreras
proteccionistas.
Adam Smith.
Adam Smith (1723-1790), profesor de la universidad de Glasgow, es el padre
del liberalismo económico por su obra La riqueza de las naciones (1776), en la que
estudia cómo enriquecer al Estado y concluye que para ello primero se han de
enriquecer los individuos. Es un pensador optimista, muy influido por la fisiocracia,
pero que la supera al reconocer que los industriales y comerciantes son igualmente
productores, ya que la riqueza es consecuencia del trabajo humano. Considera que “la
opulencia tiene su origen en la división del trabajo” y relaciona el aumento de la
producción con la división del trabajo. Los productos deben circular con libertad, con
la mínima intervención del Estado. Diferencia “valor de uso” de un producto (utilidad
de un bien en general) y “valor de cambio” (capacidad de un bien para adquirir otros).
El valor de las mercancías depende de la cantidad de trabajo que contengan, pero
distingue entre precio natural (el del trabajo necesario para producir el producto) y
precio de mercado (determinado por la oferta y la demanda).
En la Teoría de los sentimientos morales (1790) teoriza la nueva moral
individualista del capitalismo moderno: la suma de las satisfacciones individuales
asegura la felicidad general. De ello colige que el Estado debe intervenir lo mínimo
posible en la sociedad y sólo garantizar la defensa exterior, la seguridad y la justicia
interior, en suma, lo que la iniciativa privada no realice.
Smith continúa el liberalismo de la fisiocracia, pero reconoce a la industria la
capacidad de obtener un “producto neto”. Examina los requisitos del crecimiento
económico: acumulación previa de capital y extensión del mercado. Sus ideas
económicas son:
-El interés individual y el social coinciden siempre. El mejor medio de obtener
una riqueza general es que los individuos obtengan su riqueza particular: “Cuando
uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el
interés social.”
-El progreso económico es la acumulación de riqueza, cuantificada en bienes.
Es una idea muy criticada en el siglo XX. Defiende el trabajo especializado (división
social del trabajo).
-El valor de cambio de un producto en el mercado depende de la cantidad de
trabajo necesario para producirlo.
-Distingue entre “valor de uso” y “valor de cambio”:
“Las cosas que tienen valor de uso tienen, a menudo, muy poco o ningún valor
de cambio; por el contrario, las cosas que tienen mayor valor de cambio tienen con
frecuencia poco valor de uso. Nada es más útil que el agua; pero no se puede comprar
casi nada con ella. Por el contrario, un diamante no tiene valor de uso, pero sirve para
cambiarlo por una gran cantidad de bienes.”
-El capital invertido es el factor básico en el desarrollo del proceso productivo
porque permite aumentar la productividad del trabajo humano. “La industriosidad de
la sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”.
-El consumo es improductivo.
-El capital procede del ahorro de las rentas acumuladas sin consumir por los
ricos e invertidas en mejorar el proceso productivo.
-En el precio de un producto se incluyen: el salario del trabajador (que debe ser
lo menor posible) y el beneficio del empresario (que debe maximizarse para
compensar su riesgo).
-La vida económica se rige por un orden natural, que regula la cantidad y el
precio de los productos, según la ley de la oferta y la demanda.
-Para que funcione el orden natural, el Estado no debe intervenir en la actividad
económica y debe crearse un mercado extenso, tanto nacional como internacional (el
librecambio).
Malthus.
Thomas R. Malthus (1766-1834) es un economista pesimista. Autor de Ensayo
sobre el Principio de la Población (1798), considera que la población aumenta en
proporción geométrica y la producción agrícola sólo en proporción aritmética, por lo
que el nivel de vida bajará a largo plazo, al escasear los alimentos y competir los
hombres por la supervivencia. Los únicos frenos al aumento de la población son:
“positivos” (hambre, plagas y enfermedades) y “preventivos” (disminución de la
natalidad).
La felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera
la benevolencia”, por lo que condena la asistencia a los desvalidos, que sería
perjudicial para la sociedad, ya que los pobres, al estar mejor alimentados concebirían
más hijos, agravando el problema de la oferta de empleo y de los recursos
alimenticios.
Considera las crisis como consecuencia del desajuste entre ahorro y consumo.
Cuando el ahorro es excesivo hay una depresión económica.
Ricardo.
David Ricardo (1772-1823) escribe Principios de economía política (1817). Es
el autor “clásico” por excelencia, el profeta de la burguesía industrial. De Ricardo
salen dos líneas, una radical y socialista, de los socialistas ricardianos, que acaba en
Marx; la otra, en Mill.
Sintetiza las ideas de Smith y Malthus. Defiende el liberalismo, pero critica la
idea pesimista de Malthus y la identificación valor-coste de producción que hace
Smith. Según Ricardo, el valor de los bienes está determinado por su coste de
producción y el capital ha de considerarse como trabajo acumulado.
Completa la tesis de Smith con un esquema del crecimiento y la estagnación
(estancamiento) del capitalismo, pero se separa en bastantes puntos de Smith.
Considera una renta neta, formada por las rentas de los propietarios, los beneficios
capitalistas y los salarios de los trabajadores, en la que las rentas de la tierra presionan
y reducen las otras dos. Hay una ley de rendimientos decrecientes en la agricultura y
la industria, hasta que se abandonan las tierras marginales, bajan los salarios y se
despide a los obreros. Sólo la innovación tecnológica es capaz de renovar el
crecimiento.
Estudia la renta de la tierra y concluye que es necesaria la libre circulación de
los productos agrícolas entre los países, por lo que abogó por la abolición de las Corn
Laws.
Su ley de bronce del salario (que influyó en Marx) es:
Hay dos tipos de salario: el natural (necesario para el mantenimiento de una
familia obrera) y el de mercado (condicionado por la ley de la oferta y la demanda).
El salario se mantendrá siempre en un nivel mínimo de subsistencia, lo más cercano
posible al natural, porque si por la ley de la oferta y la demanda se aumentase, la clase
obrera tendría un mayor crecimiento y los salarios bajarían al ofertarse más mano de
obra. Es, pues, pesimista ya que piensa que el mundo obrero está condenado a niveles
de vida bajos: “El trabajo, como todas las demás cosas que se compran y se venden,
y cuya cantidad puede ser aumentada o disminuida, tiene su precio natural y su precio
de mercado.”
Las mercancías aumentan su cantidad por el trabajo: “Hay mercancías cuyo
valor sólo depende de la escasez. Ningún trabajo puede aumentar su cantidad... De
todas maneras, estas mercancías forman una pequeña porción de la masa de
mercancías que cada día se intercambian en el mercado... Así pues, al hablar de
mercancías, de su valor en cambio y de las leyes que regulan sus precios relativos,
nos referimos sólo a aquellas que puedan ser aumentadas en cantidad por el trabajo
humano y en cuya producción opera la competencia sin restricción”.
Say.
Juan Bautista Say (1767-1832) publica Tratado de economía política (1803),
la mejor obra de la economía clásica francesa. Defiende la “ley de los mercados”: la
economía tiende al equilibrio con pleno empleo, mediante una autorregulación de los
precios que evita la sobreproducción (desajuste entre oferta y demanda).
Mill.
John Stuart Mill (1806-1873) es considerado como el último clásico. Say y
Mill constituyen lo que Marx llamó despectivamente “economistas vulgares” (porque
eran los más leídos). En realidad, Mill fue quien mejor formuló la teoría liberal, al
sintetizar las corrientes optimista de Smith y la pesimista de Malthus y Ricardo. En
su obra Principios de Economía Política (1848) acepta la ley del trabajo de Smith, la
tesis de la renta de la tierra de Ricardo, la tesis de la población de Malthus y las ideas
del librecambismo. Pero considera que hay que superar el pesimismo respecto al
bienestar de las clases populares y propone soluciones: limitar el derecho de herencia,
gravar con impuestos la tierra y fomentar cooperativas de producción. El Estado debe
mejorar la sociedad, pero no lo debe hacer en la economía ya que es un mal empresario
frente a los particulares.
Mill no considera justo dejar que el sistema se autorregule, por lo
que distingue entre las leyes de la producción, que son inmutables, porque dependen
de la naturaleza; y las de la distribución, que son reformables, porque son humanas.
Es una distinción muy importante en la política económica contemporánea, porque
así el Estado puede intervenir en la distribución del producto social (la redistribución
de la renta, uno de los rasgos del Estado del bienestar moderno). En este sentido sería
un reformista social de enorme influencia posterior.
Mill inicia la ruptura con la teoría del valor trabajo, pues considera que el valor
de un bien depende de varios factores y no sólo del trabajo.
2.2. EL SOCIALISMO.
EL SOCIALISMO UTÓPICO.
El socialismo utópico apareció en Francia fundamentalmente, y se caracteriza
por un rápido análisis de la realidad actual y pasada y una pormenorizada previsión
del futuro. No analizan la realidad, sino que proponen modelos perfectos, utópicos,
de cómo debería ser la realidad.
Saint-Simon cree en el papel transformador de las obras públicas y de las
asociaciones de productores que permitirán la abolición del derecho de herencia, la
eliminación del Estado y el logro de que cada uno consiga ganar según sus
necesidades. Fourier, menos realista que Owen, prevé un mundo donde reinará la
armonía. Proudhon es más distributivo que socialista, preocupado por la libertad y la
igualdad individuales y por un crédito barato.
El mejor economista de la corriente es Sismondi (1773-1842), que inicia la
crítica de la escuela clásica, en Nuevos principios de economía política (1819).
Reprocha sobre todo:
-A Ricardo que puede ocurrir que no coincidan la riqueza individual y
colectiva, que la riqueza esté mal distribuida.
-A Smith que su régimen de libertad de derecho no implica la libertad de hecho,
puesto que al concertarse un trabajo las dos partes no están en la misma situación.
LA ESCUELA MARGINALISTA-NEOCLÁSICA.
La escuela marginalista-neoclásica (a partir de 1870), cuyos principales
autores son Marshall y Walras.
Considera un modelo de estado de equilibrio perfecto, donde los precios del
trabajo y del capital son establecidos por la cantidad de nuevo producto que aportan
las últimas unidades aplicadas de trabajo y capital. Así, la productividad marginal del
trabajo será el salario, y la del capital será el beneficio. Este equilibrio automático
ocupará totalmente los recursos existentes y supondrá que se puede establecer una
curva de producción para la cual son posibles cualesquiera combinaciones de trabajo
y capital.
Los marginalistas aceptan la mayoría de los principios de la escuela clásica
(sobre todo en la versión de Mill), pero entienden que la competencia no es perfecta,
aunque como hipótesis sea válida para establecer modelos. La política económica
debe intervenir para corregir los errores del mercado. Esta será la doctrina económica
predominante, “académica”, entre finales del siglo XIX y los años 1930, apoyada en
avances estadísticos y metodológicos, hasta que la crisis de 1929 ponga en duda sus
principios y Keynes demuestre en su General Theory que puede haber una situación
de equilibrio estable con inutilización de recursos (p.e. de trabajo).
El marginalismo.
Las cuatro escuelas del marginalismo son: inglesa (Edgeworth, Sidgwick,
Wicksteed) con la Escuela de Cambridge neoclásica (Marshall), austríaca (Wieser,
Böhm-Bawerk), de Lausanne (Walras, Pareto, Pantaleoni).
Gossen, Cournot y Dupuit, que sentaron las bases para el desarrollo posterior
del pensamiento marginalista, fueron los primeros en considerar la utilidad como la
fuente del valor y en formular el concepto de utilidad marginal de los bienes.
Walras (1834-1910) se centra en la teoría de la determinación de los precios en
un régimen hipotético de libre y perfecta competencia. Expresa su modelo en fórmulas
matemáticas.
El marginalismo llevó a cabo su análisis desde un punto de vista subjetivo e
individual y sustituyó la teoría del valor-trabajo por la del valor-utilidad, negó la
formación de un excedente al término del proceso productivo y centró su interés en el
modo como el sistema se sitúa en un equilibrio, gracias al cual todos los participantes
en el mercado alcanzan su máxima satisfacción y quedan absorbidas todas las
mercancías. La utilidad es la justificación formal del laissez-faire, ya que cada
individuo debía ser libre para gastar sus ingresos y obtener de este modo el mayor
beneficio de acuerdo con su utilidad marginal. El bienestar de la sociedad vendría
dado por la consecución de los óptimos individuales.
Institucionalismo norteamericano.
La escuela anterior influyó en una rama de la escuela histórica,
el institucionalismo (Veblen en EE UU), que reacciona frente al neoclasicismo
marginalista y el inicio del estudio de la evolución y cambio de la técnica y las
instituciones en la nueva fase del desarrollo capitalista.
BIBLIOGRAFÍA.
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Touchard, Jean. Historia de las ideas políticas. Tecnos. Madrid. 1975. 658 pp.
PROGRAMACIÓN.
PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN EL SIGLO XIX.
UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN.
Bachillerato, 1º curso. Historia del mundo contemporáneo. Apartado
2. Balance del siglo XIX hasta 1914.
La revolución industrial. Transformaciones económicas, sociales y culturales
en el siglo XIX. Las aportaciones del periodo 1870-1914.
El origen de los Estados contemporáneos. Revoluciones burguesas, liberalismo
y nacionalismo. La evolución de EE UU y Japón.
Se relaciona en ESO, 2º ciclo. Eje 2. Sociedades históricas y Cambio en el
Tiempo. Bloque 5. Cambio en el tiempo. Núcleo 3. Cambio social y revolución en la
época contemporánea.
-Revolución industrial, desarrollo capitalista e imperialismo.
Está directamente relacionado con la UD de nacionalismo y liberalismo en la
Europa del siglo XIX.
RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES.
Relación con el tema de la Educación para la Paz y de Educación Moral y
Cívica.
TEMPORALIZACIÓN.
Cuatro sesiones de una hora.
1ª Exposición del profesor sobre doctrinas políticas. Diálogo en minutos
finales.
2ª Exposición del profesor sobre doctrinas económicas. Diálogo en minutos
finales.
3ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, análisis y
comentarios de textos.
4ª Comentarios de textos; debate de grupo y síntesis.
OBJETIVOS.
Conocer las principales doctrinas políticas y económicas del siglo XIX.
Analizar las relaciones entre ambos grupos de doctrinas.
Comprender las relaciones entre las doctrinas y los cambios históricos.
Interesarse por las doctrinas de gran abstracción.
Desarrollar la capacidad de indagación e investigación.
CONTENIDOS.
A) CONCEPTUALES.
Las principales doctrinas políticas del siglo XIX: liberalismo, tradicionalismo,
nacionalismo, imperialismo, socialismo.
Las principales doctrinas económicas del siglo XIX: liberalismo (fisiocracia,
escuela clásica), socialismo utópico y científico (Marx), marginalismo-neoclásico,
escuela histórica alemana.
B) PROCEDIMENTALES.
Tratamiento de la información: uso de manuales y selecciones de textos,
realización de esquemas del tema.
Explicación multicausal de los hechos históricos: en comentario de textos.
Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias,
manuales, monografías, artículos...
C) ACTITUDINALES.
Rigor crítico y curiosidad científica.
Tolerancia y solidaridad.
METODOLOGÍA.
Metodología expositiva y participativa activa. Se basará sobre todo en el
fomento de la capacidad de indagación e investigación del alumno, individual y en
equipos de trabajo.
MOTIVACIÓN.
Presentación de cómo se debe proceder a una investigación de grupo.
ACTIVIDADES.
A) CON EL GRAN GRUPO.
Exposición por el profesor del tema.
B) EN EQUIPOS DE TRABAJO.
Realización de una línea de tiempo sobre el proceso de cambio de las doctrinas
y los principales cambios políticos y económicos, comparando y analizando su
relación.
Realización de un esquema de las principales doctrinas.
Analizar las diferencias entre las principales doctrinas.
Comentarios de textos sobre las principales doctrinas políticas y económicas y
realización de un breve trabajo de investigación sobre el liberalismo político y
económico (que es escogido por ser el de más éxito histórico en el presente).
C) INDIVIDUALES.
Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD.
Participación en las actividades grupales.
Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase.
Contestar cuestiones en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo.
RECURSOS.
Presentación digital y mapas.
Libros de texto, manuales.
Fotocopias de textos para comentarios.
Cuadernos de apuntes, esquemas...
EVALUACIÓN.
Evaluación continua. Se hará especial hincapié en que se comprenda la relación
entre el pensamiento político y el económico, sobre los conceptos, sobre las
similitudes y diferencias entre las doctrinas.
Examen incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de
texto sobre el liberalismo.
RECUPERACIÓN.
Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso.
Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos...
Examen de recuperación (junto a las otras UD).