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Cuentos para reflexionar

El Cojo y el Ciego
En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era ciego
y otro cojo; durante el día entero en la ciudad competían el uno con el
otro.

Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió.
El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía
ver hacia donde todavía no se había extendido el fuego. El cojo podía
ver que aún existía la posibilidad de escapar, pero no podía salir
corriendo – el fuego era demasiado rápido, salvaje- , así pues, lo único
que podía ver con seguridad era que se acercaba el momento de la
muerte.

Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo
una repentina claridad: “el otro hombre, el ciego, puede correr, y yo
puedo ver”. Olvidaron toda su competitividad.

En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a la


muerte, necesariamente se olvidaron de toda estúpida enemistad,
crearon una gran síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre
ciego cargaría al cojo sobre sus hombros y así funcionarían como un
solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego puede correr. Así salvaron
sus vidas. Y por salvarse naturalmente la vida, se hicieron amigos;
dejaron su antagonismo.
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El elefante encadenado
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me
gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros,
después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la
función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza
descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de
volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una
cadena que aprisionaba una de sus patas clavadas a una pequeña
estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un
minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la
tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que
ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza,
podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes.
Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el
misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se
escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia:
-Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber
recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del
misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me
encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido
lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo
no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy,
muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido
sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito
empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo,
no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se
durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro
y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el
animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa
porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su
impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y
lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
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La Rosa y el Sapo
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber
que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de
que la gente la veía de lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella
siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se
acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al
sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Está bien,
si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se
sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le
dijo entonces:
Vaya que te ves mal. ¿Qué te pasó?
La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han
comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo solo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a
esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.
Moraleja: Muchas veces despreciamos a los demás por creer que
somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos “sirven”
para nada. Todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que
enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa
persona nos haga un bien del cual ni siquiera seamos conscientes.
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Todos Tenemos Grietas
Cuento tradicional de la India
Un hombre cargador de agua de India tenía dos grandes vasijas que
colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los
hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra
era perfecta y conservaba todo el agua al final del largo camino a pie
desde el arroyo hasta la casa de su patrón; en cambio cuando llegaba,
la vasija rota solo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la
vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía
perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija
agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección, y se
sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se
suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le hablo al aguatero:
-“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis
grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la
mitad del valor que deberías recibir.”
El aguatero le dijo compasivamente:
-“Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores
que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio
muchísimas flores a lo largo del trayecto. Sin embargo se sintió apenada
porque solo quedaba dentro de él la mitad del agua que debía llevar.
El aguatero le dijo entonces:
-“¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello.
Sembré semillas de flores a lo largo camino por donde vas y todos los
días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores.
Si no fueras exactamente cómo eres, con todo y tus defectos, no
hubiera sido posible crear esta belleza.”
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas y en
nuestra educación y experiencia las pulimos. Todos somos vasijas
agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad
de aprovechar las grietas para obtener hermosos resultados.
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Maten al Amor
Hubo una vez en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio,
que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y los vicios,
convocó a una reunión urgente de todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos
del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber
cuál era el propósito… Cuando estuvieron todos habló el odio y dijo:
“Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar
a alguien”… Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el odio el
que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien… Sin
embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar
como para que el odio los necesitara a todos.
“Quiero que maten al Amor”, dijo. Muchos sonrieron malévolamente,
pues más de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el Mal Carácter,
quien dijo:” Yo iré y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto…
Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará”. Al cabo de un año
se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter,
quedaron muy decepcionados. “Lo siento”, dijo “lo intenté todo, pero
cada vez que yo sembraba una Discordia el Amor la superaba y salía
adelante”...
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición, quien
haciendo alarde de su poder, dijo: “En vista de que el Mal Carácter
fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la
riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará.” Y empezó la Ambición el
ataque hacia su víctima quien, efectivamente, cayó herida. Pero
después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado
de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el odio por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes
burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones
para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.
Pero el Amor, confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con
valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció. Año tras año el
odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros.
Envió a la Frialdad, al Egoísmo, al Reproche, la Indiferencia, la Pobreza,
la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque
cuando el Amor se sentía desfallecer, tomaba nueva fuerza y todo lo
superaba. El odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a
los demás: “Nada que hacer: El Amor ha soportado todo, llevamos
muchos años insistiendo y no lo logramos”.
De pronto, desde un rincón del salón se levantó un sentimiento poco
conocido y que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que
caía sobre su rostro y no lo dejaba ver. Su aspecto era fúnebre como el
de la muerte. “Yo matare al Amor”, dijo con seguridad. Todos se
preguntaron quién era ese que pretendía hacer por si solo lo que juntos
ninguno había podido. El odio dijo, “ve y hazlo”
Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el odio volvió a llamar a
todos los malos sentimientos para comunicarles que, después de tanto
luchar, por fin el AMOR HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero
sorprendidos. Entonces, el sentimiento del sombrero negro hablo: “Ahí
les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado”. Y sin decir más,
se marchó. “Espera”, dijo el odio, “en tan poco tiempo lo eliminaste por
completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo por vivir…
¿¡quién eres?! El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro
y dijo: “SOY LA RUTINA”………

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