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Observaciones: Me encuentro de acuerdo con esta declaración de principios. No obstante, me tomo la libertad de hacer algunas observaciones
de forma y de fondo.
En cuanto a la forma, sería óptimo que cada principio tenga al menos una cita bíblica como referencia (como máximo podrían ser dos). Así, por
ejemplo: “Dios perdona el pecado (Sal 130:3, 4)”. Asimismo, he resaltado en celeste los errores ortográficos, los cuales deberían modificarse o
desaparecer. Del mismo modo, he hecho algunas correcciones ortográficas que no he creído conveniente resaltar por no ser significativas. Estas
correcciones han consistido en agregar un punto al final de cada frase. Esto es así puesto que las frases que aparecen en el cuadro son todas
oraciones, por lo que deben todas llevar un punto al final. Siguiendo ese mismo criterio, las frases que no son oraciones (es decir, las frases que
no tengan sujeto + predicado) no deben llevar un punto al final; este es el caso de las frases que encabezan las columnas. Sugiero que este mismo
criterio de puntuación se aplique al documento grande (el material “Reeducar”). Finalmente, he resltado en rojo los errores ortográficos que yo
mismo he corregido.
En lo que respecta al fondo, he resaltado en verde algunas cuestiones exegéticas, esto es, relacionadas con la coherencia entre los principios
escritos y la Escritura. Al respecto solo tengo dos observaciones. Por una parte, me parece dudoso decir que la Biblia afirma que la humanidad
debe GOBERNAR o DOMINAR (“ejercer dominio”) sobre la creación. Esto es así porque en el original hebreo . Ello es así al menos en pasajes
como Gn1:28 en el que si bien la traducción en la reina valera habla de dominar o gobernar en el original hebreo. La forma en que se interpreta
el pasaje tiene, como es de esperarse, connotaciones ideológicas: si la naturaleza debe gobernarse eso significa que el ser humano puede hacer
con ella lo que quiera. Por ello recomendaría que en lugar de utilizar la palabra gobernar se use el término ADMINISTRAR. Por otra parte, se
dice que la Nueva Jerusalén (aquella que se describe en el capítulo 21 de Apocalipsis) es una “santa ciudad terrenal”, pero en en Ap 21:1,2 es
claro que se trata de una ciudad celestial.