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La Iglesia “hogar” de salud

La comunidad cristiana no es sino prolongación histórica de Cristo. El


enfermo debe encontrar en ella el lugar privilegiado que encontraba en
Jesús: su misma preferencia, cercanía y acogida, el mismo trato curador , su
fuerza sanadora.
La familia ocupa el lugar primario en la humanización de la persona y de la
sociedad. Por ello es importante recuperar a la familia como parte esencial
en el cuidado de sus miembros enfermos.
La comunidad parroquial asume la promoción humana, el cuidado y
preservación de la salud, el acompañamiento pastoral a enfermos en
fidelidad a su misión de construir el Reino de Dios.
los que tienen el carisma del cuidado de la salud, están llamados a ser
testimonio de fe y esperanza en un mundo a enriquecer con su presencia
toda la comunidad eclesial, así como animar y acompañar a los grupos de
pastoral de la salud.
El ministro extraordinario de la Comunión ha de procurar, en la medida de lo
posible, que la distribución de la Comunión revista el carácter de una
verdadera celebración de fe.
Debe llegar a ser “ojos y oídos” de la comunidad, para detectar las
necesidades de los enfermos y sus familias;
Debe llegar a ser “estímulo para toda la comunidad, para que siempre tenga
en cuenta las exigencias de sus miembros más frágiles.
predisposición de carácter y sensibilidad hacia los enfermos
capacitación. Ésta puede lograrse en diferentes aspectos: formación
teológica, pastoral, psicológica, de liderazgo, de comunión corresponsable.

El ministro (como todo agente de pastoral de la salud) debe identificarse progresivamente


con Cristo, buen samaritano. Encontrar la fuente de su espiritualidad en la presencia de
Cristo en el enfermo y en sí mismo, mientras presta su servicio al enfermo en nombre de
Cristo. Hay cuatro momentos en esta experiencia mística:

1) La identidad con Cristo misericordioso, en cuyo nombre actúa.

2) La visión y el reconocimiento de la persona de Cristo en el enfermo.

3) La fuerza inspiradora: servir como lo haría Cristo, como nos lo haría Cristo.

4) El servicio prestado al enfermo se convierte en oración, en encuentro místico.


La vivencia de una espiritualidad tan encarnada y encarnatoria es un don que hay que pedir
a Dios. Está motivada por la acción del Espíritu Santo que transforma la fe en servicio de
caridad hacia los enfermos. Es una espiritualidad que debe ir cristologizando al ministro.

La búsqueda de la espiritualidad y la formación permanente y específica es una necesidad


que ayuda a crecer, madurar y perfeccionarse, para desempeñar eficazmente su misión.

El ministro dedicado al servicio del "cuerpo sufriente de Cristo", desarrolla su apostolado


en el campo tan difícil del dolor, sufrimiento, discapacidad, agonía, muerte y duelo; y en el
mayor templo de la cristiandad: el hombre enfermo. La diversidad de situaciones que se nos
presentan a veces nos crean dudas, que son motivo de consulta al sacerdote, pero además
nos sentimos mas acompañados que nunca, lo cual nos da tranquilidad, por cuanto el Padre
Roberto y el Padre Carlos, asisten en forma permanente a los enfermos y ancianos, ocasión
en la que pueden confesarse y si es del caso recibir la unción de los enfermos.

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