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FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA

EXPERIENCIA ESPIRITUAL

1. Antecedentes y consecuencias

Entre los antecedentes del concepto espiritualidad se encuentran las experiencias que el
individuo haya tenido en la vida, estas pueden ser positivas o negativas que promuevan
el desarrollo de destrezas de fortaleza existencial. Un ejemplo de esto son las
enfermedades terminales que hacen que el individuo busque el significado de la vida
para ellos. Un segundo antecedente son las características del individuo y es
determinante el conocimiento que esté tenga. La interrelación de otros sentimientos
tales como el amor, autoestima, sentido de pertenencia es otro de los antecedentes que
fomenta la espiritualidad. Como último antecedente están las cualidades inherentes del
concepto espiritualidad.

Cada uno de estos antecedentes trae como consecuencia que los individuos tengan
propósito y significado en sus vidas. Esto desarrollará un sistema de valores que guíen
los patrones de conducta de los individuos. Esto permite que el individuo desarrolle su
auto-trascendencia (Haase, 1992).

El ser humano a lo largo de su devenir histórico desarrolla dentro de sí la necesidad de


comunicarse con la trascendencia y de vivir según una cantidad de valores, normas o
principios, que se fundamenten en la misma y que propongan a ese ser un estilo de vida
determinado.

Desde las culturas más antiguas y referentes para el mundo occidental el ser humano ha
expresado su religiosidad de distintas formas, la trascendencia o Dios ha tenido diversas
explicaciones a aspectos fenomenológicos, tales como Zeus, Afrodita y toda la
mitología griega. Este tipo de religiosidad siempre se ha encontrado ligada a aspectos
antropológicamente profundos dada la misma necesidad del ser humano por
comunicarse con un ser superior o por buscar explicaciones a cosas que no entendía.

En la iglesia Católica se ha estudiado mucho la Espiritualidad Cristiana y las diversas


escuelas de espiritualidad existentes en ella: Benedictina, Franciscana, Salesiana.

2. Fundamentos antropológicos de la espiritualidad

El termino espiritualidad ha sido adoptado y adaptado a las diferentes ciencias que se


acercan al ser humano, también ha comenzado a usarse nivel más popular. Al ser una
palabra usada fuera del ámbito religioso, se le ha dado una gran variedad acepciones su
concepto esta muy relacionado con términos como religión, sagrado, secular…

Los estudios seculares han enfocado a la espiritualidad desde un ángulo estrictamente


académico desconectándolo del compromiso de fe, a tales estudios se acercan muchos
autores como Marx… Freud… Durkheim…, el Catorceavo Dalaylama… que hablan de
una espiritualidad laica. Este tipo de estudios científicos van de la mano con varias
investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo, y a pesar de la diversidad
geográfica presentan algunos rasgos comunes sobre todo en la juventud.
En ellos se muestra que hay un florecer de experiencias espirituales, sagradas y
religiosas de los jóvenes. La nueva religiosidad se desliga de dogmas rígidos y de
instituciones religiosas y prefiere la psicología y la religiosidad oriental. Espiritualidad
es una de las palabras preferidas de la nueva religiosidad y las diferencias en edad
marcan también notablemente las diferencias en espiritualidad.

La espiritualidad es una realidad intrínseca a la naturaleza humana y es el recurso más


profundo y potente que tiene la persona. Cada ser humano es capaz de desarrollar en
forma gradual su espiritualidad.

Las necesidades espirituales y el mantenimiento del bienestar espiritual son


componentes importantes del ser humano, pero con frecuencia es un aspecto
desatendido en el estudio holístico, el aspecto espiritual es parte integral del ser humano
caracterizado por el significado de la vida y la esperanza. La espiritualidad amplía la
dimensión de la visión holística de la humanidad.

El concepto espiritualidad es multidimensional que penetra la totalidad del ser humano.


Muchas veces se piensa que esta parte del cuidado lo proveen sacerdotes, pastores o
personal clerical, esto de acuerdo a las prácticas religiosas de cada persona.

Hay que establecer definiciones que aclaren y amplíen el significado del concepto para
tener en una visión amplia. A través de la revisión de la literatura se encontró amplias
definiciones del concepto espiritualidad. Se encontró que la palabra espiritualidad se
deriva del latín “espíritu”, que se refiere a aliento, aire, viento. O’Neill (1998), en su
artículo Spirituality and chronic illness, hace referencia a la definición de Domberck
(1995), que plantea que el espíritu es lo que anima o da vida a una persona. El
diccionario de la Lengua Española lo define como el alma racional, vigor natural y
virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. Según Burkhardt (1993), establece
que la espiritualidad es una creencia religiosa o una relación con una fuerza superior,
fuerza creativa o un ser divino o fuente de energía infinita. Espeland (1999), en su
artículo Achieving spiritual wellness, menciona que de acuerdo a Wright (1998), la
espiritualidad es la dimensión de una persona que envuelva su relación con él mismo,
con otros, con un orden natural y con un ser o fuerza superior que se manifiesta a través
de expresiones creativas y envuelve prácticas religiosas.

La espiritualidad es una cualidad o esencia que integra o transciende la naturaleza


biopsicosocial del individuo. Es todo aquello que le da significado a la vida. Implica
una cualidad de trascendencia, una fuerza que guía, algo fuera del ser, más allá del
individuo. Son creencias o sistemas de valores que proveen fuerzas, esperanza y
significado a la vida, la espiritualidad es una energía creativa e integradora que se basa
en las creencias y el sentido de estar interconectado con una fuerza mayor que la
persona misma. Es una fuente de fortaleza interior y paz que ayuda a expresar los
puntos de vista del individuo y el comportamiento mientras el individuo busca
esperanza y significado de su vida. La Enciclopedia Británica define espiritualidad
como una filosofía, una característica de cualquier sistema de pensamiento que afirma la
existencia de una realidad inmaterial imperceptible a los sentidos.

Todas las personas son espirituales, pero existe descuido por la afiliación a una religión
o devoción. Las creencias religiosas y espirituales son importantes en la vida de los
individuos y pueden influir en los estilos de vida, actitudes, sentimientos acerca de la
enfermedad y la muerte.

Las creencias religiosas o espirituales asumen gran importancia en el momento de la


enfermedad y en momentos transcendentales en la vida del individuo. Estas ayudan al
individuo a aceptar su enfermedad y poder compartir con otras personas sobre su
condición de salud. Otros individuos ven la enfermedad como una prueba de fe y
piensan que si ésta es suficientemente grande van a sentirse mejor. Viéndolo desde otra
perspectiva, la enfermedad es aceptada usualmente por todos, pero no mezclan sus
creencias religiosas. Usualmente las creencias religiosas o espirituales ayudan los
individuos a aceptar sus enfermedades y a planificar su futuro. La religión puede servir
de ayuda al individuo en el proceso de la muerte, y lo ayuda a fortalecerse durante la
vida (Kozier, 1995).

El concepto espiritualidad junto con los conceptos esperanza, aceptación y auto


trascendencia están asociados entre sí y a la misma vez tienen significados distintos sin
embargo se ve envuelta en una serie de atributos que brindan ciertas características.

 Un atributo distintivo de espiritualidad es que implica una relación o conexión


con otras personas, con la naturaleza, con Dios o con una fuerza superior. Es una
fuerza unificadora e integra la parte física, emocional y espiritual del ser
humano.

 Un segundo atributo es la creencia de que existe una fuerza superior al ser


humano, que es intangible, pero afirma la existencia de la vida. Esta creencia
permite se tenga esperanza y se mire más allá las oportunidades disponibles que
le ayudarán.

 Como tercer atributo está que la espiritualidad es una energía constante pero
dinámica. Esta energía dinámica hace que la persona vaya en busca de bienestar,
propósito y significado de la vida. Esto a su vez hace que se supere la realidad
material.

Otros conceptos asociados a espiritualidad son: esperanza, aceptación y la auto-


trascendencia. La esperanza enfoca el factor tiempo, se proyecta hacia el futuro
proveyendo al individuo energía para la búsqueda y persigue una meta o resultado
esperado. Una vez el individuo establece sus metas, esto le sirve como fuerza
motivadora. Aunque la esperanza es positiva, el no conocer lo que el futuro determinará
crea incertidumbre y sentido de incomodidad; pero el individuo basado en sus
conocimientos y acciones mira el futuro de forma positiva.

En el concepto aceptación el individuo esta satisfecho y/o acepta situaciones pasadas y


presentes. Está satisfecho con el mismo y con otras personas. La aceptación lleva al
individuo a tener paz y sentido. Por otro lado la auto-trascendencia se define como la
experiencia de una extensión introspectiva y sentir interés por otras personas. Esta
tendencia de buscar más allá del individuo mismo y sentir interés en mirar hacia otras
personas, provee para la búsqueda de significado y propósito de la vida.

Existen varios factores que están presentes tanto en el concepto espiritualidad como en
el concepto esperanza, aceptación y auto-trascendencia. Estos son la energía,
sentimiento, la relación con otras personas y la relación con la misma persona. En
resumen, el proceso de aceptación y los aspectos de trascendencia del individuo pueden
resultar en un sentimiento de conexión o de relación con la espiritualidad.

El concepto espiritualidad puede ser utilizado para describir otros conceptos del ser
humano. Estos pueden ser una interrelación armoniosa, una fuerza interior, tener
conocimiento, el hacer, ser, bienestar espiritual, trascendencia, salud espiritual. Estos
pueden ser una forma de definir como se sienten los individuos. Estas son diferentes
formas de identificar experiencias y sentimientos de las personas.

Este concepto tiene diversos usos que en conjunto a las creencias religiosas ayudan a los
individuos a movilizarse hacia altos niveles de bienestar. Entre los usos esta el que las
creencias espirituales sirven de guía a los aspectos del diario vivir. Estas creencias son
fuente de soporte y fortaleza interior que promueven al individuo hacia un óptimo nivel
de bienestar. Otro de sus usos es que las creencias espirituales ayudan a resolver
conflictos internos del individuo y aun cuando puede estar influenciado o no por el
aspecto religioso, ayuda a la solución de conflictos en la vida de los seres humanos.

3. Una aproximación desde Pedro Casaldáliga

3.1. El problema de ciertas palabras

«Espiritualidad», decididamente, es una palabra desafortunada. Tenemos que


comenzar por decirlo, para abordar el problema de frente. Porque la primera dificultad
de este libro muchos la tendrán ya en el título mismo. Para ellos espiritualidad podrá
significar algo alejado de la vida real, inútil, y hasta quizá odioso. Se trata de personas
que, legítimamente, huyen de viejos y nuevos espiritualismos, de abstracciones irreales,
y no tienen por qué perder el tiempo.

La palabra espiritualidad deriva de «espíritu». Y en la mentalidad más común,


espíritu se opone a materia. Los «espíritus» son seres inmateriales, sin cuerpo, muy
distintos de nosotros. En ese sentido, será espiritual lo que no es material, lo que no
tiene cuerpo. Y se dirá de una persona que es «espiritual» o «muy espiritual» si vive
como sin preocuparse de lo material, ni siquiera de su propio cuerpo, tratando de vivir
únicamente de realidades espirituales.

Estos conceptos de espíritu y espiritualidad como realidades opuestas a lo material


y a lo corporal provienen de la cultura griega. De ella pasaron al castellano, al
portugués, al francés, al italiano, e incluso al inglés y al alemán… Es decir, casi todo lo
que puede llamarse «cultura occidental» está como infectado de este concepto griego de
lo espiritual. No pasa lo mismo, por ejemplo en la lengua quechua o guaraní o aymara.

Tampoco el idioma ancestral de la Biblia, la lengua hebrea, el mundo cultural


semítico, entienden así lo espiritual. Para la Biblia, espíritu no se opone a materia, ni a
cuerpo, sino a maldad (destrucción); se opone a carne, a muerte (la fragilidad de lo que
está destinado a la muerte); y se opone a la ley (la imposición, el miedo, el castigo)1. En
este contexto semántico, espíritu significa vida, construcción, fuerza, acción, libertad. El
espíritu no es algo que está fuera de la materia, fuera del cuerpo o fuera de la realidad
real, sino algo que está dentro, que inhabita la materia, el cuerpo, la realidad, y les da
vida, los hace ser lo que son; los llena de fuerza, los mueve, los impulsa; los lanza al
crecimiento y a la creatividad en un ímpetu de libertad.

En hebreo, la palabra espíritu, ruah, significa viento, aliento, hálito. El espíritu es,
como el viento, ligero, potente, arrollador, impredecible. Es, como el aliento, el viento
corporal que hace que la persona respire y se oxigene, que pueda seguir viva. Es como
el hálito de la respiración: quien respira está vivo; quien no respira está muerto.

El espíritu no es otra vida sino lo mejor de la vida, lo que la hace ser lo que es,
dándole caridad y vigor, sosteniéndola e impulsándola.

Diremos de algo que es espiritual por la presencia que en sí tenga de espíritu.

Nosotros, desde ahora ya, abandonamos el sentido griego del término espíritu y
miraremos de acercarnos al sentido bíblico, indígena, afro, menos dicotómicamente
«occidental».

3.2. Primeras definiciones de espíritu y de espiritualidad

A partir de lo dicho, y para ponernos en marcha, podemos establecer ya unas


definiciones provisionales.

El espíritu de una persona2 es lo más hondo de su propio ser: sus «motivaciones»3


últimas, su ideal, su utopía, su pasión, la mística por la que vive y lucha y con la cual
contagia a los demás.

Diremos, por ejemplo, que una persona «tiene buen espíritu» cuando es de buen
corazón, de buenas intenciones, con objetivos nobles, con veracidad. Diremos que
«tiene mal espíritu» cuando la habitan malas intenciones, o la dominan pasiones bajas o
cuando algo en ella nos hace sentir la desconfianza de la falsedad. Diremos que una
persona «tiene mucho espíritu» cuando se nota en ella la presencia y la fuerza de unas
motivaciones profundas, de una pasión que la arrastra, de un fuego que la pone en
ebullición, o de una riqueza interior que la hace rebosar. Y diremos, por el contrario,
que «no tiene espíritu» cuando se la ve sin ánimo, sin pasión, sin ideales; cuando se
encierra en una vida ramplona y sin perspectivas. Más de una vez utilizaremos en vez de
espíritu o espiritualidad ciertos sinónimos relativos (sentido, conciencia, inspiración,
voluntad profunda, dominio de sí, valores que guían, utopía o causa por las que se
lucha, talante vital) para mantener alejado el restringido concepto griego que
lamentablemente viene a nuestra mente una y otra vez.

Espíritu es el sustantivo concreto y espiritualidad es el sustantivo abstracto. Al


igual que amigo es el sustantivo concreto del sustantivo abstracto amistad. Amigo es
aquel que tiene la cualidad de la amistad; y el carácter o la forma con que la viva le hará
tener un tipo u otro de amistad, más intenso o menos, más o menos sincero. Lo mismo
ocurre con el espíritu y la espiritualidad. Podemos entender la espiritualidad de una
persona o de una determinada realidad como su carácter o forma de ser espiritual, como
el hecho de estar adornada de ese carácter, como el hecho de vivir o de acontecer con
espíritu, sea ese espíritu el que fuere.
La espiritualidad es dimensión susceptible de una cierta «medida» o evaluación.
Es decir, se dará una mayor o menor, mejor o peor espiritualidad en una persona o en
una realidad, en la medida en que sea mayor o menor la presencia en ellas de un
espíritu, mejor o peor. Una persona será verdaderamente espiritual cuando haya en ella
presencia clara y actuación marcante del espíritu, cuando viva realmente con espíritu. Y
según cuál sea ese espíritu, así será su espiritualidad.

Aunque, en rigor, como decimos, entre los significados de «espíritu» y de


«espiritualidad» se dé esa diferencia que media entre lo concreto y lo abstracto, la
verdad es que en el uso ordinario del lenguaje intercambiamos con frecuencia estas
palabras sin diferenciarlas debidamente, igual que cuando, en vez de decir «nuestros
amigos», decimos «nuestras amistades». Caprichos del lenguaje. Así, muchas de las
veces que decimos «espiritualidad», podríamos o deberíamos decir más concretamente
«espíritu». Cuando preguntamos qué espiritualidad tenemos, podríamos preguntar qué
espíritu nos mueve; o cuando afirmamos que una persona es de mucha espiritualidad,
podríamos significar lo mismo diciendo que muestra tener mucho espíritu4.

Este último ejemplo nos lleva a recordar una confusión habitual. Ese calificativo
de «persona de mucha espiritualidad» o «de mucho espíritu» no se lo aplicaríamos
espontáneamente a una persona sumamente ambiciosa que hiciera de su vida una pasión
por conseguir poder y dinero a cualquier precio. No le aplicaríamos ese calificativo
porque, equivocadamente, tendemos a pensar el espíritu y la espiritualidad sólo en
términos positivos. Como si sólo merecieran esos nombres el espíritu y la espiritualidad
buenos, los que se ajustan a nuestros valores éticos5.

Pero no: espíritus y espiritualidades los hay muy diversos y hasta contradictorios.
Hay espíritus buenos y espíritus no tan buenos. Hay personas de mucha y hay personas
de poca espiritualidad. Hay personas de una espiritualidad mejor y personas de una
espiritualidad peor. Una persona ambiciosa y explotadora que trata de dominar a los
demás tiene mucha espiritualidad, pero de egoísmo, de ambición, idolátrica: la mueve
un mal espíritu.

En muchos ambientes cristianos se dice con frecuencia que «espiritualidad es vivir


con espíritu», pero se hace esta afirmación entendiéndola «a nuestra imagen y
semejanza», es decir: tomamos por espiritualidad sólo la nuestra, la que nosotros
valoramos, la cristiana; y por espíritu entendemos sólo el que a nosotros nos sirve de
referencia: el espíritu de fe, de esperanza y caridad cristianas.

Damos inconscientemente como por supuesto que los que no viven con ese
espíritu no tienen espíritu en absoluto, no poseen espiritualidad…

La realidad es mucho más amplia. El espíritu (la espiritualidad) de una persona,


comunidad o pueblo, es -en esta acepción «macroecuménica»6 en que estamos situando
el término- su motivación de vida, su talante, la inspiración de su actividad, su utopía,
sus causas, independientemente de que éstas sean mejores o peores, buenas o malas,
coincidan con las nuestras o no. También tienen espíritu los que no tienen nuestro
espíritu. También tienen espiritualidad los que no tienen una espiritualidad cristiana o
incluso los que dicen rechazar las espiritualidades7…
3.3. Espiritualidad, patrimonio de todos los seres humanos

Toda persona humana está animada por uno u otro espíritu, está marcada por una
u otra espiritualidad, porque la persona humana es un ser también fundamentalmente
espiritual. Esta afirmación puede ser entendida y explicada de mil formas diversas,
según las distintas corrientes antropológicas, filosóficas y religiosas. En este libro no
vamos a entrar en ese debate. Nos basta con partir de esa afirmación global. Hemos de
dar por supuesto que el lector de un libro de espiritualidad comparte la convicción de
que el ser humano no es un ser «exclusivamente material».

La afirmación clásica de que el ser humano es un ser espiritual significa que el


hombre y la mujer son algo más que la vida biológica, que en ellos hay algo que les da
una calidad de vida superior a la vida de un simple animal. Ese plus, ese algo más que
los distingue, que los hace ser lo que son dándoles su especificidad humana, es esa
realidad misteriosa, pero bien real, que tantas religiones y filosofías, a lo largo de la
historia, han designado como «espíritu». Llamado así o con otra palabra, el espíritu es la
dimensión de más profunda calidad que el ser humano tiene, sin la cual no sería persona
humana. Esa profundidad8 personal -el hondón, en el lenguaje de los místicos clásicos-
va siendo forjada por las motivaciones que hacen vibrar a la persona, por la utopía que
la mueve y anima, por la comprensión de la vida que esa persona se ha ido haciendo
laboriosamente a través de la experiencia personal, en la convivencia con sus
semejantes y con los otros seres, la mística que esa persona pone como base de su
definición individual y de su orientación histórica.

Cuanto más conscientemente vive y actúa una persona, cuanto más cultiva sus
valores, su ideal, su mística, sus opciones profundas, su utopía… más espiritualidad
tiene, más profundo y más rico es su hondón. Su espiritualidad será la talla de su propia
humanidad9.

La espiritualidad no es patrimonio exclusivo de personas especiales, profesionalmente


religiosas, o santas, ni siquiera es privativa de los creyentes10. La espiritualidad es
patrimonio de todos los seres humanos. Más aún. La espiritualidad es también una
realidad comunitaria; es como la conciencia y la motivación de un grupo, de un pueblo.
Cada comunidad tiene su cultura y cada cultura tiene su espiritualidad.

3.4. ¿Es algo religioso la espiritualidad?

Ahora bien, ¿qué tiene que ver la espiritualidad con la religión? ¿No se ha
pensado siempre que la espiritualidad es una realidad religiosa? Para responder a estas
preguntas debemos dar previamente un rodeo11.

Ser persona es algo más profundo que el ser simplemente miembro de esta raza
animal concreta que es la raza humana. Es asumir la propia libertad frente al misterio, al
destino, al futuro; optar por un sentido ante la Historia, dar una respuesta personal a las
cuestiones últimas de la existencia. En un momento u otro de su vida, todo ser humano
rompe la capa superficial en la que solemos movernos, como hojas llevadas por la
corriente, y se formula las preguntas fundamentales: «¿qué es el ser humano?, ¿cuál es
el sentido y el fin de nuestra vida?, ¿por qué el dolor?, ¿cómo conseguir la felicidad?,
¿qué es la muerte?, ¿qué podemos esperar?»12 No se trata de preguntas «formalmente
religiosas» sino de preguntas «profundamente humanas» o, para ser más exactos, de las
cuestiones humanas más profundas. Aunque, a nuestro entender, plantearse estas
cuestiones es ya de por sí formular la pregunta religiosa.

Toda persona tiene que enfrentarse con el misterio de su propia existencia. Tiene
que optar ineludiblemente por unos valores que den vertebración y consistencia a su
vida. De una manera u otra ha de elegir un punto sobre el que construir y articular la
composición de su conciencia, su toma de postura frente a la realidad, dentro de la
historia13. Es la opción fundamental. Y lo genuinamente religioso es esa profunda
opción fundamental, esa humana profundidad, antes de todo dogma y de todo rito, de
toda adscripción a una confesión determinada. Porque en esa opción fundamental la
persona define qué valor coloca en el centro de su vida, cuál es su punto absoluto, cuál
es su Dios, o su dios. El gran maestro Orígenes decía que «Dios es aquello que uno
coloca por encima de todo lo demás».

No se puede dejar de ser «religioso» -en este sentido fundamental- sin abdicar de
lo más profundo de la propia humanidad. Ni siquiera abjurando de una religión
determinada la persona dejará de ser religiosa en su profundidad humana14. Dios, decía
el inquieto Agustín de Hipona, me es «más íntimo que mi propia intimidad»15.

Esta religiosidad profunda coincide con lo que hemos llamado espíritu o


espiritualidad16. La espiritualidad -esta religiosidad profunda- es la que en definitiva nos
configura como personas, la que nos define -nos salva o nos condena- ante Dios mismo,
y no las prácticas religiosas que, derivadamente, hagamos, quizá a veces sin esa
profundidad.

El máximo valor que esas prácticas religiosas pueden asumir es ser expresión
personal y vehículo comunitario de aquella espiritualidad, de aquella religiosidad
profunda. Si por cualquier causa, con honradez sincera, una persona rechazara en
conciencia las prácticas religiosas o la adscripción a una religión convencional pero
viviera en verdad los planteamientos profundos de la veracidad existencial, no por eso
ella se perdería, ni Dios se incomodaría.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS
1
COMBLIN, J., Antropología cristiana, Paulinas, Madrid 1985, pág. 264-270.
2
Dejamos a un lado el tema de la «psique», a la que, como X. Zubiri, nosotros
tampoco llamaremos “alma”, «porque el vocablo está sobrecargado de un sentido
especial archidiscutible, a saber, una entidad sustancial que habita “dentro” del
cuerpo». Cfr X. ZUBIRI, El hombre y Dios, Alianza Editorial, Madrid 31985, pág.
40. 13.
3
«La espiritualidad es la motivación que impregna los proyectos y compromisos de
vida (26)…, la motivación y mística que empapa e inspira el compromiso (26)…, la
motivación del Espíritu. Por eso, hablar de motivaciones es hablar de mística, de
espiritualidad (19). S. GALILEA, El camino de la espiritualidad, Paulinas, Bogotá
21985.
4
O un espíritu muy poderoso, ya que el espíritu no es susceptible de medición
cuantitativa.
5
Como cuando hablamos de «cristianos comprometidos» y pensamos en cristianos
comprometidos con la justicia, como si no existieran cristianos comprometidos
también con la injusticia. Cfr. Clodovis BOFF, Teología de lo político, Sígueme,
Salamanca 1980, 295ss.
6
En el capítulo tercero tenemos un apartado dedicado al «macroecumenismo».
7
Hay muchos espíritus diferentes. Recordemos dos obras que lo manifiestan ya en su
título: Michael NOVAK, El espíritu del capitalismo democrático, edición original en
American Enterprise Simon & Schuster, 1982; M. WEBER, La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, Taurus, Madrid 1984.
8
Paul TILLICH, La dimensión perdida, Desclée, Bilbao 1970, sobre la dimensión
antropológica de la «profundidad» y su significado religioso.
9
Dicho en un lenguaje cristiano, la espiritualidad, por ser lo más profundamente
humano, sería lo que la persona tiene más de «ser a semejanza de Dios», «a su
imagen», aquello en lo que más se refleja su participación de la naturaleza de Dios.
10
«No hay motivo alguno para que los cristianos reduzcan el concepto de espiritualidad
al ámbito cristiano». Urs von BALTHASAR, EL evangelio como criterio y norma de
toda espiritualidad, «Concilium» 9(1965)7. A. M. BESNARD, más completo,
afirma: «No dudamos en afirmar que pueden existir y que existirán no sólo
espiritualidades no cristianas, sino incluso no creyentes»; en Tendencias dominantes
en la espiritualidad contemporánea, «Concilium» 9(1965)32.
11
J. M. VIGIL, ¿Qué es la religiosidad?, en Plan de pastoral prematrimonial, Sal
Terrae, Santander 1988, pág. 179-185.
12
Estas son las preguntas fundamentales que el Concilio Vaticano II dice que los
hombres hacen a las diversas religiones, cfr NAe 1.
13
Cfr J. L. SEGUNDO, Revelación, fe, signos de los tiempos, en Mysterium
Liberationis, I, 448-451. Cfr también F. SEBASTIAN, Antropología y teología de la
fe cristiana, Sígueme, Salamanca 1972, pág 39ss.
14
J. M. VIGIL, ibídem., pág. 187.
15
Confesiones, libro III, 6, 4.
16
K. RAHNER, Oyente de la Palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión,
Herder, Barcelona 1967.

BIBLIOGRAFÍA

Rubio, R. & Silva, M. (2013). Espiritualidad Juvenil Salesiana. Quito: Universidad


Politécnica Salesiana-Area de Razón y Fe.

Casaldáliga, P. & Vigil, J. (1993). Espiritualidad de la Liberación. México: CRT.

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