Sei sulla pagina 1di 13

EL FEUDALISMO Y LA ACTIVIDAD COMERCIAL

El Feudalismo y las Causas que lo Provocaron.- Durante los siglos IX y X


nuevos pueblos invasores se lanzaron al asalto de la Europa Carolingia. Eran
incursiones de bandas rapaces atraídas por la oportunidad del pillaje y la
esperanza de fructuosos saqueos. Todos los invasores eran de religión extraña a
la cristiandad y provenían de las 3 extremidades de Europa, norte, sur y este. En
consecuencia, atacaron por todas las fronteras a la vez.

Estas invasiones desorganizaron profundamente la Europa Carolingia y


agravaron la crisis producida por el desmembramiento del Imperio. El orden y la
inseguridad de vida que ellas provocaron contribuyeron decisivamente al
surgimiento del Feudalismo.

Los Normandos.- Procedían de las Comarcas de la Europa septentrional,


escandinavia y dinamarca, eran de origen germánico, pero continuaban todavía en
estado de barbaria y paganismo. Eran muy hábiles y audaces marinos. Desde
principios del siglo IX, los piratas normandos asolaron las costas de las Islas
Británicas y de Francia, saqueaban las aldeas y luego enriquecidos con los
despojos de los vencidos, volvían a su país de origen. Después se establecieron
de modo permanente en algunos parajes de la costa, desde donde remontaban el
curso de los ríos hasta el interior del país. De éste modo, mantuvieron en jaque
durante 200 años a las poblaciones de la Europa de occidente. Hamburgo, Paris,
Londres, Burdeos, Valencia, Pisa, sufrieron sus ataques. Llegaron por el
Mediterráneo a los puertos Vizantinos y desde el Báltico penetraron por los ríos
del norte en lo que habría de ser más tarde Rusia. Los dos países que más
sufrieron la invasión normanda y en los que, por lo tanto, éste ejerció influencia
más profunda, fueron Francia y las Islas Británicas.

Afines del siglo IX habían conquistado gran parte del territorio de Irlanda y
de los reynos anglosajones. Un siglo después el Rey Canuto o Knut, consiguió
adueñarse de toda Inglaterra. Inglaterra integró el gran Estado escadinavo que
Knut gobernaba desde Londres. A la muerte de Knut, Inglaterra se separó de
Dinamarca. Las invasiones escandinavas contribuyeron a unir los 7 pequeños
estados anglosajones en un solo Estado, colaborando así en la infraestructura
política de Inglaterra.

Francia fue atacada incesantemente durante casi 2 siglos por los


normandos quienes llegaron a sitiar a Paris en el años 887. Carlos el Simple, rey
de Francia convirtió al poderoso Rolón rey de los normandos de Francia en su
súbdito y aliado, otorgándole el título de Duque con autoridad sobre toda la región

1
del Sena inferior. Le dio además la mano de su hija, pero le exigió en cambio, que
Rolón con sus guerreros se convirtiesen al cristianismo y defendiesen al país de
los ataques de otras bandas normandas. Los normandos, al cabo de una
generación habían asimilado además de su religión, la lengua y las costumbres de
Francia.

HÚNGAROS, ESLAVOS Y SARRACENOS.- Los Eslavos vivían al este de


Germania, no habían tomado parte de las invasiones del siglo V, pero a partir del
siglo VI empezaron a desplazarse hacia el Sur, donde lucharon con los bizantinos
y más tarde hacia el oeste, donde tropezaron con el reyno de Germania.

Los principales pueblos Eslavos que avanzaron hacia el oeste fueron los
polacos, los checos y los eslovacos; los que avanzaron hacia el sur, fueron los
servios, croatas, eslovenos y los búlgaros eslavizados. En el este quedaron los
pueblos eslavos que formaron más tarde la nación Rusa.

Los húngaros o magiares provenían del Asia y eran del mismo origen de
hunos, los avaros y los húngaros.

El reino de germania fue atacado simultáneamente en el siglo IX por los


polacos, checos, eslavos y húngaros. Estos últimos sobre todo fueron los
enemigos más temibles, pues eran guerreros indómitos y feroces que se
complacían en el saqueo y el exterminio. Sus crueldades les hicieron tan temibles
que, por muchos años su recuerdo no se borró de la memoria de los habitantes de
Germania, que convirtieron a los húngaros (ogros) en los personajes malvados de
los cuentos infantiles. A mediados del siglo X, ocupó el trono de Germania un gran
guerrero, Otón I el Grande (936 a 973) que los contuvo, estableciéndose en la
zona del curso medio del Danubio que recibió de ellos el nombre de Hungría.

También surgieron expediciones de rapiña comprendidas por piratas que


salían de las costas berberiscas de Africa. Llegaron a conquistar las Isla de Sicilia,
pero el principal resultado de sus correrías fue la interrupción del comercio por el
Mar Mediterráneo.

La Monarquía Feudal.- Las invasiones de los siglos IX y X tuvieron importantes


consecuencias políticas y culturales. Desde el punto de vista cultural provocaron
un sensible retroceso, pues las luchas y la anarquía continuadas durante 2 siglos,
detuvieron la restauración cultural que gradualmente se había ido desarrollando en
el occidente desde que cesara el aluvión invasor del siglo V. las nuevas invasiones

2
reiniciaron una época de terror, de confusión y de miseria y así quedo destruida la
obra de 4 siglos (V a IX) de lentos progresos.

Sin embargo los pueblos invasores terminaron por adoptar la religión


cristiana, abandonaron sus costumbres barbaras y organizaron reynos estables. El
cristianismo pues, logró extenderse por las regiones del norte y del este de
Europa, donde hasta entonces había imperado el paganismo.

Desde el punto de vista político originaron el régimen feudal, debilitaron la


autoridad de los reyes y robustecieron la de los jefes locales.

Los reyes no podían defender eficazmente sus estados contra las


invasiones porque, faltaban buenas vías de comunicación y no existían ejércitos
permanentes y disciplinados, pues los reyes acostumbraban pagar los servicios
militares entregando tierras a los jefes a cambio del reclutamiento de tropas.
Cuando ya no tuvieron más tierras que repartir el ejercito se dividió en pequeños
grupos que solo obedecían a sus caudillos locales, duques, condes ó marqueses.
Estos que oficialmente eran funcionarios del rey dejaron de obedecerme. Cada
uno se condujo en su territorio como si fuera el soberano de un pequeño Estado
independiente y transmitieron a sus hijos sus títulos y sus funciones, sin que los
reyes intervinieran para nada.

La defensa del país quedo así librada a la acción de esos señores locales.
Ellos fortificaron sus moradas, fortaleciéndolas con empalizadas y de fosos, detrás
de los cuales hallaban también refugio, en caso de ataque, los paisanos de los
alrededores con sus familias y rebaños. A cambio de sus servicios de protección y
defensa exigieron atacamiento a su poder y por lo tanto, su autoridad reemplazo
paulatinamente en cada localidad a la de los reyes.

Para compensar la ayuda militar de sus auxiliares así como para asegurar
en el futuro la prestación de esos servicios, los nobles solían entregar a sus
compañeros de armas la propiedad de una porción de sus tierras, a cambio de la
obligación de seguirlos en la guerra. Todas las tierras que una persona recibía de
otra y cuya propiedad estaba condicionada, al cumplimiento de ciertos servicios,
especialmente de carácter militar recibieron el nombre de feudos. El que daba la
propiedad era llamado Señor y el que la recibía, vasallo.

El régimen feudal y señorial.- Pero aunque no habían recibido su tierra de otro,


se vieron obligados a pedir la protección de un Señor más poderoso que ellos
porque, o necesitaban de su auxilio para defenderse de ataques extraños, o les
era conveniente transformarlo para descartarlo así como enemigo.

3
La generalización del vasallaje un creó un tipo de organización en la cual
los hombres aparecieron subordinados uno a otros en una bata escala, cuyo
primer peldaño era el Rey. A esta nueva organización política y social se llamo
feudalismo. Desde el punto de vista político, el feudalismo se caracterizó por el
debilitamiento del poder real y el predominio de los señores feudales. Desde el
punto de vista social, se caracterizó por el predominio de una aristocracia
guerrera, basada en la propiedad de la tierra. Los señores feudales, dueño de
grandes dominios territoriales, en los que trabajaban para ellos una masa
campesina de villanos formaron una clase privilegiado dedicada a la vida militar;
sus integrantes se hallaban vinculados entre si por una serie de obligaciones que
constituían el vasallaje.

El contrato feudal engendraba una serie de deberes entre señores y


vasallos. El Señor debía al vasallo protección y justicia. Si el vasallo moría, el
Señor tomaba bajo tutela a sus hijos menores de edad, se preocupaba de casar a
sus hijas y velaba por la tranquilidad de la viuda. Los vasallos, en cambio, estaban
obligados a prestar el servicio militar o de hueste, ayudarlo pecuniariamente en
ciertos casos y auxiliarlo siempre con sus consejos.

Todo Señor de un feudo ejercía en los límites de sus dominios, las


funciones que en nuestros tiempos incumben al Estado: Administraba justicia,
hacía acuñar monedas, dictaba reglamento, mantenía un pequeño ejercito con el
que se lanzaba a la guerra contra otros señores cuando así le placía y exigía
impuestos.

En el Estado feudal, el rey sólo era el primero de los señores o como se


decía entonces “el primero entre los pares”. Como tal, era el jefe de todos los
propietarios de feudos, pero su autoridad sobre ellos se ejercía al modo feudal,
condicionada y limitada por el contrato de vasallaje.

La autoridad real no se extendía a todo el reino porque su gobierno directo


sólo abarcaba las tierras llamadas de realengo, las de señorío estaban
gobernadas por los señores feudales y las de las órdenes religiosas, por el
superior de éstas. No había una administración común, ni impuestos generales
para todo el país, ni justicia aplicada por funcionarios reales. Los reyes no poseían
siquiera un ejercito nacional y permanente, pues sus vasallos solo les debían el
servicio militar durante 40 días al año. Sus huestes acompañaban al rey a la
guerra bajo el mando de su propio Señor y ejercito era pues, una amalgama
heterogénea de bandas guerreras.

4
El feudalismo disgrego al Estado en una serie de pequeñas soberanías
locales. Puede definírsele como una forma de gobierno basada en la propiedad de
la tierra. Cada dueño de tierras era soberano en ellas.

La Sociedad Feudal.- Estaba constituida por tres clases absolutamente distintas


en sus obligaciones y en sus costumbres: los nobles, los clérigos y los campesinos
ó villanos. Los nobles tenían a su cargo las tareas guerreras, los clérigos lo
concerniente a la vida religiosa y los villanos dedicados a la labranza y faenas
manuales. La nobleza y el clero disfrutaban de grandes privilegios y
monopolizaban la propiedad de la tierra. La nobleza basaba además su poderío en
la fuerza militar, el clero en su prestigio religioso y cultural. Los villanos en cambio,
ocupaban un rango social inferior y sus obligaciones eran mucho más numerosas
que sus derechos; trabajaban los grandes dominios señoriales y en retribución de
esa tierra que se les cedía para su trabajo y de la protección que se les
dispensaba, debían múltiple servicios y prestaciones a sus señores.

La Nobleza Feudal que era el poseedor de un feudo contribuyó a establecer


diversos grados en la nobleza. Los más encumbrados eran duques, condes y
marqueses, poderosos señores que solo rendían homenaje a los reyes y de
quienes dependían numerosos vasallos. De menor jerarquía eran los llamados en
Francia varones y en España ricos-hombres, quienes a su vez recibían homenaje
de señores de inferior categoría, poseedores de feudos más pequeños. Éstos
últimos constituían la pequeña nobleza y eran llamados castellanos, hidalgos o
caballeros.

Las guerras entre señores feudales eran muy frecuentes, pues éstos no
reconocían más ley que la de la fuerza para resolver sus querellas. Las guerras
señoriales, multiplicadas al infinito causaron tremendo daño y fueron uno de los
más graves males del régimen feudal. La Iglesia modero y corrigió la rudeza de las
costumbres señoriales, especialmente con dos instituciones: La tregua de Dios y
la caballería. La tregua de Dios prohibía bajo pena de ex comunión guerrear en los
días jueves, viernes, sábados y domingo, así como también en la fecha de
grandes festividades religiosas. Además se prohibían matar o mutilar a los siervos
e incendiar sus casos y tierras de labranza, se declaraban especialmente
protegidos por la Iglesia a las mujeres y a los niños, pues éste fue un serio intento
de reacción contra los excesos de la guerra y si bien los preceptos de la tregua
sagrada no siempre contuvieron la violencia feudal, contribuyeron poderosamente
a humanizar las costumbres. Los jóvenes nobles recibían una educación
esencialmente militar. A partir del siglo XI, la Iglesia agregó a ese aprendizaje
militar una preparación de orden espiritual. Está intervención de la Iglesia

5
engendró la institución de la caballería, que fue una hermandad militar
rigurosamente seleccionada. Para ser reconocido caballero el noble debía
comprometerse solemnemente a respetar la fe empeñada, combatir las injusticias,
proteger a los débiles. La Iglesia trazo así un plan ideal de conducta a la nobleza
guerrera que exaltaba particularmente con virtudes cardinales el valor, la piedad y
la lealtad. Estas normas caballerescas mejoraron las costumbres feudales.

La casa constituía el placer favorito de aquellos hombres rudos e ignorantes


acostumbrados al manejo de las armas y a la vida activa al aire libre. La otra
diversión eran los torneos, justas de armas que suscitaban en los protagonistas y
en los espectadores todas las emociones de la guerra. Los caballeros que
intervenían en ellos combatían en duelos singular ó en grupos a caballo y
utilizando la lanza y la espada. En un principio fueron espectáculos sangrientos
pero luego los campeones emplearon en sus desafíos armas corteses de manejo
menos peligroso y consecuencia, no se expuso tanto la vida en el combate.

Los villanos (habitantes de la villa) eran todos los campesinos que estaban
divididos en libres y siervos. Los campesinos libres podían abandonar las tierras
que trabajaban y buscar hogar y protección en otro señorío cuando así lo
desearan. Además, los servicios y tributos que debían al Señor no podían ser
aumentados arbitrariamente por éste. En cambio, los siervos carecían en absoluto
de libertad y no podían abandonar la gleba (tierra o heredad) en que trabajaban.
Estaban vinculados a ella, que eran vendidos con la tierra como si se tratara de las
casas y de los árboles. Las cargas que el Señor les exigían no estaban limitadas
más que por su buena voluntad. Con todo, libres o siervos, los villanos no podían
privados de sus tierras mientras cumplieran fielmente las prestaciones debidas a
sus señores. Los villanos debían pagar al Señor ciertos tributos, más ó menos
variables en cantidad según sus costumbres locales y según la calidad de libres o
siervos, pero idénticos en naturaleza. Éstos tributos eran de dos clases, en
especie y en trabajo. Los villanos a la vez debían utilizar obligadamente el molino,
el horno y el lagar del señor por cuyo uso se les constreñia a dejar parte de la
harina, del pan y del vino obtenido. En su aspecto económico el feudo era un
centro de explotación agrícola, donde el trabajo rural era realizado por familias
campesinas cuyas chozas formaban una pequeña aldea, la villa. Cada familia de
campesinos ó villanos poseía un lote de tierras cuya propiedad le reconocía el
Señor siempre que le entregara periódicamente una parte del producto del suelo y
además, que le trabajara gratuitamente las tierras que se reservaba
exclusivamente para su uso.

El trabajo era poco remunerado a causa de los malos instrumentos de


labranza. Así, los arados generalmente de madera a penas penetraban en la
tierra, cuya feracidad mal aprovechada fácilmente se agotaba. Las malas

6
condiciones en que trabajaban la tierra y las exigencias señoriales, que pesaban
sobre la actividad rural, dejaba a los villanos pocas oportunidades de
mejoramiento material. Su vida fue así una lucha constante contra la miseria y el
hambre. Su alimentación era escasa, consistía por lo general en pan negro, sopa y
legumbres, comían carne en raras ocasiones, vestían pobremente con un traje de
tela burda que cubría directamente el cuerpo y andaban descalzos. Sus chozas de
madera o barro y techo de paja, solo tenia una habitación en la que no había casi
muebles. Por temor a los incendios no tenían estufas, ni cocinas en sus chozas y
usaban un horno y una cocina común en toda la aldea. La falta de higiene y la
mala alimentación favorecieron la difusión de enfermedades que, como la viruela,
el tifus y el cólera provocaron temibles epidemias.

Los señores despreciaban a ésta clase miserable. Todavía nuestro lenguaje


refleja esas viejas ideas, pues se emplea la palabra noble para expresar un elogió,
entorno a la expresión, villanía significa algo incorrecto repudiable “servil” tiene
significado peyorativo. En algunas regiones de Europa los siervos llevaban como
marca de su dependencia como si fueran perros un collar de hierro al cuello, que
indicaba su nombre y el del Señor al que pertenecía. Siervos y villanos estaban
pues totalmente sometidos al albedrío de su señor que, para ellos era amo,
protector, jefe y juez simultáneamente.

La situación social y económica del Europa feudal recién comenzó a


transformarse a partir del siglo XII como consecuencia del resurgimiento del
comercio y de la industria. Su progreso beneficio sobre todo a las ciudades, cuyos
habitantes, los burgueses, aumentaron su bienestar y sus riquezas. La
prosperidad de las ciudades redundo en beneficio de los campesinos, quienes
hallaron en éstas un mercado generoso para la venta de los productos de sus
tierras. Así, no sólo aumentaron sus ganancias, sino que, como se les pagaba con
moneda, pudieron comprar su libertad a los señores. Éstas circunstancias
contribuyeron a debilitar la servidumbre, que en Europa declino mucho a partir del
siglo XIII.

Renacimiento de la Vida Urbana en Occidente.- El descalabro demográfico y el


agotamiento del sistema feudal precedente repercutió en el mundo urbano, por
tanto en la marcha del comercio y las finanzas, provocando un replanteamiento de
los métodos anteriores y la adopción de ciertas transformaciones en la vida
mercantil de Europa, aunque no necesariamente, su pérdida de incidencia en la
configuración de la sociedad occidental, ni, muchísimo menos el cese
generalizado de su actividad. ( )

7
Numerosas ciudades comenzaron entonces a enriquecerse por el comercio
y la industria. Tal fue el caso de las del litoral mediterráneo, especialmente las del
norte de Italia, Genóva, Pisa, Venecia, favorecidas por el intenso tráfico marítimo
con Bizancio y el mundo musulmán. Tal fue también la situación de las ciudades
de Lombardia y de Flandes, cuya actividad textil las convirtió en grandes centros
manufactureros.

Nuevas rutas comerciales unieron, a través del rin y sus afluentes a la


Europa Mediterránea con las regiones del mar del Norte y del Báltico, donde los
puertos alemanes Hamburgo, Lubeck, Bremen, enviaban sus barcos hacia Rusia y
Escandinavia en busca de madera, pescados y pieles.

El surgimiento del comercio y de la industria modificó a partir del siglo XII, la


situación social y económica de la Europa feudal. Estas actividades mortalmente
afectadas por las invasiones, revivieron, al vincularse Occidente y Oriente, gracias
a las cruzadas: en que se reanudo la navegación mediterránea y el tráfico con los
puertos de las regiones orientales.

El progreso del comercio y de la industria benefició sobre todo a las


ciudades, cuyos habitantes, los burgueses, aumentaron su bienestar y riquezas.
Así surgió en el Occidente una nueva clase social, la burguesía, integrada por
comerciantes y artesanos, cuya riqueza no consistía en tierras, sino en dinero y
cuya actividad y costumbres diferían completamente de la clase rural de los
paisanos y de las de la clase guerrera de los nobles. Burgues significó
originariamente habitante del burgo o ciudad.

En un principio las ciudades integraban los dominios feudales. Ubicadas en


las tierras de un Señor rey, duque, conde u obispo, sus habitantes debían
atacamiento a los señores que gobernaban la ciudad, administraban justicia e
imponían a los burgueses el pago de tributos. Los señores quisieron aprovechar la
riqueza urbana para aumentar los tributos; los burgueses, en cambio, desearon
conquistar garantías y libertades que los protegieran contra los excesos
señoriales. Unas veces por revolución, otras por compra o concesión, los
burgueses obtuvieron de los señores el otorgamiento de Cartas (o Fueros), que
les reconocían inmunidades y derechos. Así se les llamaba en los reynos
cristianos de España.

Algunas ciudades sólo se aseguraron contra los abusos feudales, sin


romper la dependencia que los unía al Señor. Otras lograron la independencia y
constituyeron verdaderas repúblicas, como sucedió en Venecia, Genóva, Florencia
y otras poblaciones de Italia y Alemania.

8
Las ciudades llegaron a ser verdaderos señoríos colectivos que prestaban y
recibían vasallaje, tenían derecho de paz y de guerra, poseían ejércitos y
ostentaban sus propios blasones, sus sellos y sus estandartes. Esta clase de
ciudades libres fueron llamadas comunas, enflandes y Fancia; consejos, en
castilla; repúblicas, en Italia y ciudades libres imperiales en Alemania. El Gobierno
de éstas ciudades era ejercido generalmente por magistrados elegidos
anualmente por los ciudadanos. Para resolver asuntos de importancia, se
convocaban la asamblea de todos los ciudadanos llamada, según los lugares,
Concejos, Ayuntamientos ó Cabildos.

Las luchas de facciones y la oposición de l burguesía rica con los


ciudadanos pobres ensangrentaron a menudo, a las ciudades de la Edad Media.
Estas disputas provocaron la pérdida de libertades, porque facilitaron el acceso al
poder de un tipo tirano que impuso a su capricho, o porque sucedió, o porqué
como sucedió en Francia los reyes aprovecharon esas discordias para imponer en
el gobierno de la ciudad un delegado real.

Las ciudades medievales estaban rodeadas de macizas murallas y


bastiones que les daban la apariencia de un inmenso castillo. Las casas que
constaban por lo general, de dos o tres pisos, se apeñuzcaban en las calles
estrechas y tourtosas. Los pisos superiores sobresalían de la línea de
construcción de la planta baja, lo que aumentaba la lobreguez de las vías de
transito. Éstas eran por otra parte sucias y malolientes, pues como no existían
cloacas, ni depósitos para basuras se arrojaban en ellas las aguas hervidas y los
desperdicios.

El aspectos de la ciudades mejoró mucho, sin embargo, con el desarrollo


creciente de la riqueza. La edificación privada ganó en suntuosidad, pues los
burgueses se hicieron construir lujosas residencias, tan factuosas en su arreglo
interior como las mansiones señoriales. Pero el progreso edilicio se manifestó con
pujanza en la construcción de los grandes edificios públicos: La Iglesia, centro de
la vida religiosa y el Ayuntamiento, centro de la vida política, donde se reunían
para sus deliberaciones los magistrados de la ciudad.

La Liga Hanseática.- Entre las ciudades libres las rivalidades y las guerras fueron
frecuentes. Pero en ciertos casos algunas ciudades, en vez de guerrear entre si,
se unieron, organizando ligas o hermandades. La liga más poderosa fue la que se
organizó entre las ciudades del imperio germánico, a la que se conoce con el
nombre de Hansa teutónica o Liga hanseática, fundada en 1241, para proteger el
comercio marítimo contra los piratas del Báltico y defender las franquicias urbanas

9
contra los príncipes vecinos. Las principales ciudades de la Hansa fueron
Hamburgo, Bremen y Lubeck. La confederación que llego a comprender más de
60 ciudades, poseía una poderosa flota y grandes recursos materiales que le
permitieron asegurar el monopolio comercial del Baltico y desempeñar un
importante papel político en el Sacro Imperio romanogermánico. Los asuntos
comunes a la Hansa eran resueltos por un concejo, cuya cede estaba en Lubeck y
en el cual se hallaban representadas todas las ciudades de la confederación.

El trabajo y comercio en las ciudades.- El atractivo del comercio internacional


no debe hacernos olvidar la importancia del comercio regional y local, basado en
infinitas transacciones diarias, modestas en su monto individual, pero de enorme
importancia por su número y continuidad. Como tampoco debemos perder de vista
que precisamente el crecimiento masivo de la demanda y la oferta en los
mercados regionales y locales del interior impulsará y transformará la expansión
del gran comercio exterior.

La auténtica transformación del comercio en la Baja Edad Media radica en


la ampliación base social capaz de consumir y producir mercancías que circulan
por alguno de los circuitos comerciales. La pugna entre un comercio minoritario,
de productos de lujo y alto precio, destinado a un mercado muy restringido y otro
donde se busca atender un gran número de demandas modestas con artículo de
calidad y valoración medias, se decanta, definitivamente, por éste último tras el
periodo de crecimiento demográfico y la crisis del siglo catorce, se produjo el
incremento per cápita de la renta y el establecimiento de una red urbana desde
que se canalizaba la penetración de los agentes económicos en los espacios
rurales. El resultado sirvió para orientar la producción y el consumo de unos
mercados vírgenes hasta entonces y provocar el nacimiento de unos mecanismos
tendentes a relacionar el comercio exterior con el interior.

El Mediterráneo era la gran vía de comunicación con Oriente, donde los


Europeos traían sobretodo especias (pimienta, nuez moscada, clavo de olor,
canela), piedras preciosas, perfumes, incienso, azúcar, seda, algodón; alfombras,
marfil, porcelanas. Los grandes puertos del comercio oriental eran Constantinopla
en la zona Bizantina y Alejandría y Antioquía en las tierras musulmanas. Llegaban
allí los navíos de Génova y de Venecia, ciudades italianas que con sus poderosas
flotas monopolizaron para si el tráfico del Mediterráneo. El norte de Italia fue la
puerta abierta de Europa hacia el Oriente. Las ciudades italianas adquirieron
considerables riquezas, unas, como Génova y Venecia a consecuencia del
comercio; otras, como Florencia y Milán por sus industrias.

10
Como alternativa al transporte terrestre, en muchos trayectos interiores se
podía optar por el fluvial, sistema conocido y utilizado desde tiempo inmemorial
debido a que los ríos proporcionan rutas naturales que conducen al mar, en las
que las propias corriente sirve de energía impulsora con el consiguiente ahorro de
esfuerzos humanos y animales.

Desde Italia a través de los Alpes, caravanas de comerciantes que seguían


preferentemente los caminos de las riveras del ring y sus afluentes, transportaban
los productos del oriente hasta las costas del Atlántico del mar del Norte y del
Báltico, éste comercio terrestre presentaba muchos obstáculos, pues en esa
época el feudalismo era todavía muy fuerte y los señores exigían el pago de peaje
a los comerciantes que pasaban por sus tierras. Además, los caminos y los
puentes apenas existía y el transito se hacia con enormes dificultades. En las
ferias o mercados se hacían toda clase de transacciones que duraban varias
semanas y eran amenizadas por juegos y festejos de toda clase.

Al Norte de Europa, el Báltico fue el gran puente comercial. Sus aguas


bañaban regiones como Rusia y Escandinavia, abundantes en sereales, maderas,
pesca, pieles, etc. El comercio del Báltico fue monopolizado por las ciudades de la
Hansa teutónica. Los comerciantes hansiáticos llegaban hasta Novgorod, ciudad
Rusa donde celebraban concurridísimas ferias; hasta Bergen en Noruega; Londrés
en Inglaterra y Brujas en Flandes. Sus flotas dominan así el comercio de una
vastísima zona.

Flandes era una encrucijada entre Francia, Inglaterra y Alemania. Por eso
surgió allí una gran ciudad comercial, brujas, cuya importancia se acrecentó
extraordinariamente cuando se desarrolló por las costas del Atlántico el tráfico
marítimo que unió la zona del Báltico con la del Mediterráneo. Pero, más que en el
Mediterráneo las ciudades flamencas encontraron la fuente de su riqueza en su
industria textil, cotizándose sus lienzos como los mejores de toda Europa.

La reaparición de la moneda.- La moneda había desaparecido casi en Europa


durante la alta edad media, pero el renacimiento comercial e industrial necesitó de
ella como un indispensable auxiliar. El empleo de la moneda planteó sin embargo,
sus grandes dificultades por su variedad, pues a la par de las ciudades, los reyes y
los señores feudales acuñaban sus monedas particulares. Además, era muy
corriente la sustracción de pequeñas cantidades del metal amonedado limando los
bordes de las piezas. Era difícil pues conocer el verdadero valor de las monedas
empleadas. Por eso en los mercados los comerciantes recurrían a los servicios de
gente experta que verificaba el peso y la calidad del metal noble e indicaba la

11
equivalencia existente entre las distintas monedas. Éstos expertos realizaban sus
operaciones de cambio sobre un banco. De allí derivó el nombre de banqueros
con que luego se designó genéricamente a aquellos cuyos negocios existían en
operaciones de préstamos, depósito y canje de monedas.

El Préstamo a interés y la usura.- En la época feudal se pensaba que una cosa


inerte como es el dinero no debía producir riqueza por si sola, sin que mediara
trabajo por parte de su dueño y la Iglesia condenó como usura el cobro de
cualquier cantidad por concepto de intereses, aunque pronto limitó la condena a
los intereses exagerados. Esto fue respetado por los cristianos, pero no por los
judíos muy numerosos en aquel entonces en las ciudades de Europa.

Los judíos eran despreciados por los cristianos, que veían a ellos a los
perseguidores de Jesús. Vivían aislados del resto de la población en varios
especiales llamados juderías o ghettos y en algunos países debían usar vestidos o
distintivos particulares; pero su habilidad en los negocios bancarios los convirtió en
los grandes financistas. El negocio de préstamo, practicado principalmente por
ellos, se desarrollo considerablemente y contribuyó a la movilización de capitales y
al crecimiento de la economía de crédito.

Los banqueros-mercaderes realizaban sus operaciones con los


comerciantes y los industriales, también con los príncipes y los rentistas, a los que
concedían créditos para financiar sus negocios. A partir del primer cuarto del siglo
XIV para ello se pusieron en marcha unas formulas mucho más fluidas que antes,
al introducir una especie de papel moneda en la forma de cheques y letras de
cambio, que constituye instrumentos sencillos y flexibles que permite el
movimiento de sumas importantes de dinero de una parte a otra de Europa en el
tiempo que tarda el portador de realizar viaje, sin poner en movimiento monedas.

En ambos casos el sistema es simple y cubre a la vez 2 operaciones, por


un lado la transferencia de fondos para abonar operaciones mercantiles y, por
otro, es un medio de especulación de monedas extranjeras. En esencia, el
mecanismo consistía en que un comerciante tomaba prestada una cantidad para
emprender una operación comercial y se comprometía devolver el préstamo al
cierre de su negocio; el documento que amparaba el préstamo podía ser un
cheque es decir un simple talón o compromiso de pago, por el cual el tomador
reconocía su obligación de abonar la cantidad adeudada, podía exigirse en otra
moneda una vez efectuado el cambio, en la fecha prevista; éste documento se
reconocía como negociable por lo que llegará a poderse endosar a un tercero
como si se tratase de un autentico papel moneda.

12
El otro tipo de documento de crédito es la letra de cambio, muchísimo más
usado en la edad media, porque encerraba siempre fines especulativos.

13

Potrebbero piacerti anche