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Afines del siglo IX habían conquistado gran parte del territorio de Irlanda y
de los reynos anglosajones. Un siglo después el Rey Canuto o Knut, consiguió
adueñarse de toda Inglaterra. Inglaterra integró el gran Estado escadinavo que
Knut gobernaba desde Londres. A la muerte de Knut, Inglaterra se separó de
Dinamarca. Las invasiones escandinavas contribuyeron a unir los 7 pequeños
estados anglosajones en un solo Estado, colaborando así en la infraestructura
política de Inglaterra.
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del Sena inferior. Le dio además la mano de su hija, pero le exigió en cambio, que
Rolón con sus guerreros se convirtiesen al cristianismo y defendiesen al país de
los ataques de otras bandas normandas. Los normandos, al cabo de una
generación habían asimilado además de su religión, la lengua y las costumbres de
Francia.
Los principales pueblos Eslavos que avanzaron hacia el oeste fueron los
polacos, los checos y los eslovacos; los que avanzaron hacia el sur, fueron los
servios, croatas, eslovenos y los búlgaros eslavizados. En el este quedaron los
pueblos eslavos que formaron más tarde la nación Rusa.
Los húngaros o magiares provenían del Asia y eran del mismo origen de
hunos, los avaros y los húngaros.
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reiniciaron una época de terror, de confusión y de miseria y así quedo destruida la
obra de 4 siglos (V a IX) de lentos progresos.
La defensa del país quedo así librada a la acción de esos señores locales.
Ellos fortificaron sus moradas, fortaleciéndolas con empalizadas y de fosos, detrás
de los cuales hallaban también refugio, en caso de ataque, los paisanos de los
alrededores con sus familias y rebaños. A cambio de sus servicios de protección y
defensa exigieron atacamiento a su poder y por lo tanto, su autoridad reemplazo
paulatinamente en cada localidad a la de los reyes.
Para compensar la ayuda militar de sus auxiliares así como para asegurar
en el futuro la prestación de esos servicios, los nobles solían entregar a sus
compañeros de armas la propiedad de una porción de sus tierras, a cambio de la
obligación de seguirlos en la guerra. Todas las tierras que una persona recibía de
otra y cuya propiedad estaba condicionada, al cumplimiento de ciertos servicios,
especialmente de carácter militar recibieron el nombre de feudos. El que daba la
propiedad era llamado Señor y el que la recibía, vasallo.
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La generalización del vasallaje un creó un tipo de organización en la cual
los hombres aparecieron subordinados uno a otros en una bata escala, cuyo
primer peldaño era el Rey. A esta nueva organización política y social se llamo
feudalismo. Desde el punto de vista político, el feudalismo se caracterizó por el
debilitamiento del poder real y el predominio de los señores feudales. Desde el
punto de vista social, se caracterizó por el predominio de una aristocracia
guerrera, basada en la propiedad de la tierra. Los señores feudales, dueño de
grandes dominios territoriales, en los que trabajaban para ellos una masa
campesina de villanos formaron una clase privilegiado dedicada a la vida militar;
sus integrantes se hallaban vinculados entre si por una serie de obligaciones que
constituían el vasallaje.
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El feudalismo disgrego al Estado en una serie de pequeñas soberanías
locales. Puede definírsele como una forma de gobierno basada en la propiedad de
la tierra. Cada dueño de tierras era soberano en ellas.
Las guerras entre señores feudales eran muy frecuentes, pues éstos no
reconocían más ley que la de la fuerza para resolver sus querellas. Las guerras
señoriales, multiplicadas al infinito causaron tremendo daño y fueron uno de los
más graves males del régimen feudal. La Iglesia modero y corrigió la rudeza de las
costumbres señoriales, especialmente con dos instituciones: La tregua de Dios y
la caballería. La tregua de Dios prohibía bajo pena de ex comunión guerrear en los
días jueves, viernes, sábados y domingo, así como también en la fecha de
grandes festividades religiosas. Además se prohibían matar o mutilar a los siervos
e incendiar sus casos y tierras de labranza, se declaraban especialmente
protegidos por la Iglesia a las mujeres y a los niños, pues éste fue un serio intento
de reacción contra los excesos de la guerra y si bien los preceptos de la tregua
sagrada no siempre contuvieron la violencia feudal, contribuyeron poderosamente
a humanizar las costumbres. Los jóvenes nobles recibían una educación
esencialmente militar. A partir del siglo XI, la Iglesia agregó a ese aprendizaje
militar una preparación de orden espiritual. Está intervención de la Iglesia
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engendró la institución de la caballería, que fue una hermandad militar
rigurosamente seleccionada. Para ser reconocido caballero el noble debía
comprometerse solemnemente a respetar la fe empeñada, combatir las injusticias,
proteger a los débiles. La Iglesia trazo así un plan ideal de conducta a la nobleza
guerrera que exaltaba particularmente con virtudes cardinales el valor, la piedad y
la lealtad. Estas normas caballerescas mejoraron las costumbres feudales.
Los villanos (habitantes de la villa) eran todos los campesinos que estaban
divididos en libres y siervos. Los campesinos libres podían abandonar las tierras
que trabajaban y buscar hogar y protección en otro señorío cuando así lo
desearan. Además, los servicios y tributos que debían al Señor no podían ser
aumentados arbitrariamente por éste. En cambio, los siervos carecían en absoluto
de libertad y no podían abandonar la gleba (tierra o heredad) en que trabajaban.
Estaban vinculados a ella, que eran vendidos con la tierra como si se tratara de las
casas y de los árboles. Las cargas que el Señor les exigían no estaban limitadas
más que por su buena voluntad. Con todo, libres o siervos, los villanos no podían
privados de sus tierras mientras cumplieran fielmente las prestaciones debidas a
sus señores. Los villanos debían pagar al Señor ciertos tributos, más ó menos
variables en cantidad según sus costumbres locales y según la calidad de libres o
siervos, pero idénticos en naturaleza. Éstos tributos eran de dos clases, en
especie y en trabajo. Los villanos a la vez debían utilizar obligadamente el molino,
el horno y el lagar del señor por cuyo uso se les constreñia a dejar parte de la
harina, del pan y del vino obtenido. En su aspecto económico el feudo era un
centro de explotación agrícola, donde el trabajo rural era realizado por familias
campesinas cuyas chozas formaban una pequeña aldea, la villa. Cada familia de
campesinos ó villanos poseía un lote de tierras cuya propiedad le reconocía el
Señor siempre que le entregara periódicamente una parte del producto del suelo y
además, que le trabajara gratuitamente las tierras que se reservaba
exclusivamente para su uso.
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condiciones en que trabajaban la tierra y las exigencias señoriales, que pesaban
sobre la actividad rural, dejaba a los villanos pocas oportunidades de
mejoramiento material. Su vida fue así una lucha constante contra la miseria y el
hambre. Su alimentación era escasa, consistía por lo general en pan negro, sopa y
legumbres, comían carne en raras ocasiones, vestían pobremente con un traje de
tela burda que cubría directamente el cuerpo y andaban descalzos. Sus chozas de
madera o barro y techo de paja, solo tenia una habitación en la que no había casi
muebles. Por temor a los incendios no tenían estufas, ni cocinas en sus chozas y
usaban un horno y una cocina común en toda la aldea. La falta de higiene y la
mala alimentación favorecieron la difusión de enfermedades que, como la viruela,
el tifus y el cólera provocaron temibles epidemias.
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Numerosas ciudades comenzaron entonces a enriquecerse por el comercio
y la industria. Tal fue el caso de las del litoral mediterráneo, especialmente las del
norte de Italia, Genóva, Pisa, Venecia, favorecidas por el intenso tráfico marítimo
con Bizancio y el mundo musulmán. Tal fue también la situación de las ciudades
de Lombardia y de Flandes, cuya actividad textil las convirtió en grandes centros
manufactureros.
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Las ciudades llegaron a ser verdaderos señoríos colectivos que prestaban y
recibían vasallaje, tenían derecho de paz y de guerra, poseían ejércitos y
ostentaban sus propios blasones, sus sellos y sus estandartes. Esta clase de
ciudades libres fueron llamadas comunas, enflandes y Fancia; consejos, en
castilla; repúblicas, en Italia y ciudades libres imperiales en Alemania. El Gobierno
de éstas ciudades era ejercido generalmente por magistrados elegidos
anualmente por los ciudadanos. Para resolver asuntos de importancia, se
convocaban la asamblea de todos los ciudadanos llamada, según los lugares,
Concejos, Ayuntamientos ó Cabildos.
La Liga Hanseática.- Entre las ciudades libres las rivalidades y las guerras fueron
frecuentes. Pero en ciertos casos algunas ciudades, en vez de guerrear entre si,
se unieron, organizando ligas o hermandades. La liga más poderosa fue la que se
organizó entre las ciudades del imperio germánico, a la que se conoce con el
nombre de Hansa teutónica o Liga hanseática, fundada en 1241, para proteger el
comercio marítimo contra los piratas del Báltico y defender las franquicias urbanas
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contra los príncipes vecinos. Las principales ciudades de la Hansa fueron
Hamburgo, Bremen y Lubeck. La confederación que llego a comprender más de
60 ciudades, poseía una poderosa flota y grandes recursos materiales que le
permitieron asegurar el monopolio comercial del Baltico y desempeñar un
importante papel político en el Sacro Imperio romanogermánico. Los asuntos
comunes a la Hansa eran resueltos por un concejo, cuya cede estaba en Lubeck y
en el cual se hallaban representadas todas las ciudades de la confederación.
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Como alternativa al transporte terrestre, en muchos trayectos interiores se
podía optar por el fluvial, sistema conocido y utilizado desde tiempo inmemorial
debido a que los ríos proporcionan rutas naturales que conducen al mar, en las
que las propias corriente sirve de energía impulsora con el consiguiente ahorro de
esfuerzos humanos y animales.
Flandes era una encrucijada entre Francia, Inglaterra y Alemania. Por eso
surgió allí una gran ciudad comercial, brujas, cuya importancia se acrecentó
extraordinariamente cuando se desarrolló por las costas del Atlántico el tráfico
marítimo que unió la zona del Báltico con la del Mediterráneo. Pero, más que en el
Mediterráneo las ciudades flamencas encontraron la fuente de su riqueza en su
industria textil, cotizándose sus lienzos como los mejores de toda Europa.
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equivalencia existente entre las distintas monedas. Éstos expertos realizaban sus
operaciones de cambio sobre un banco. De allí derivó el nombre de banqueros
con que luego se designó genéricamente a aquellos cuyos negocios existían en
operaciones de préstamos, depósito y canje de monedas.
Los judíos eran despreciados por los cristianos, que veían a ellos a los
perseguidores de Jesús. Vivían aislados del resto de la población en varios
especiales llamados juderías o ghettos y en algunos países debían usar vestidos o
distintivos particulares; pero su habilidad en los negocios bancarios los convirtió en
los grandes financistas. El negocio de préstamo, practicado principalmente por
ellos, se desarrollo considerablemente y contribuyó a la movilización de capitales y
al crecimiento de la economía de crédito.
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El otro tipo de documento de crédito es la letra de cambio, muchísimo más
usado en la edad media, porque encerraba siempre fines especulativos.
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