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Ambientación
El ejercicio de la misericordia debe ser un rasgo distintivo e
indiscutible de un discípulo de Jesús. Para profundizar en esto
leeremos uno de los relatos más impresionantes y conocidos
de todo el Evangelio: la Parábola del Buen Samaritano; un
relato que pone en crisis la mediocridad de nuestra capacidad
de amar.
1. Oración inicial
Señor Jesús
nos dejas esta parábola del Buen Samaritano
para ayudarnos a ver la actitud
y la disposición que debemos tener
con todos los que nos rodean,
haciéndonos ver que creer en ti,
no es sólo levantar el corazón al cielo
y olvidarnos de los demás,
sino que el amor que te profesamos
pasa por una cercanía y un compromiso
con los que nos rodean,
para actuar y amar como Tú lo hiciste.
Por eso, Señor,
derrama tu gracia en mi corazón,
y ayúdame a vivir la fe en ti
con actitudes y gestos que manifiesten
mi disposición y voluntad
de identificarme contigo.
Que así sea.
Preguntas:
Oración final
Gracias, Padre, porque en Cristo, el buen samaritano,
sales siempre al encuentro del hombre maltrecho y caído.
Tú no nos dejas nunca solos en las lágrimas y en la noche,
sino que nos recoges en el hogar de tus
manos de padre. Con su ejemplo nos enseñó
Jesús a no pasar de largo, ignorando al
hermano necesitado que encontramos en la
ruta.
Concédenos, Señor, imitar tu compasión y tu
misericordia, para que, portándonos como
prójimos de todo hombre y mujer que nos
acompaña en la común travesía del desierto de la vida, nos
entreguemos a la apasionante tarea de amar a los
hermanos. Así el amor será nuestra vida y nuestra
identificación.
Amén.
CORO:
Señor la tierra gime de miseria y de desgracia,
Y el egoísmo infecta el corazón de los hombres,
Cada vez hay mas pobres, Señor, cada vez mas
Y hace mas falta el corazón de San Vicente de Paul