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[106-43 a.c.]
Ja mes E. H o lt o n
1 Reproducido con autorización de los editores de "The Loeb Classical Library", Marco Tulio
Cicerón,, Laws, trad. C. W. Keyes (Cambridge, Mass.: Harvard Universtity Press, 1928), 1.58;
Tusculans Disputations, trad. J. E. King ("Loeb Classical Library" [Cambridge, Mass.: Harvard
University Press, 1927]) 1.1.8.
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retiro y, aunque les concede cierto grado de verdad, sugiere que se les pue
de atribuir poco peso si se les ve a la luz de la responsabilidad del indivi
duo, tanto para con su ciudad como para con su propia naturaleza, y a la
luz de las glorias que se pueden conquistar dentro de la esfera pública. Ade
más, arguye, es absurdo suponer que la virtud pueda existir en un vacío:
¿Puede encontrarse hombre más rico que aquel a quien nada falta de lo que la na
turaleza exige; m ás poderoso que el que consigue lo que desea; m ás feliz que
aquel cuyo ánimo se encuentra libre de toda perturbación; más sólidamente rico
que el que, com o suele decirse, puede salvar en el naufragio todos sus tesoros?
¿Qué mando, qué magistratura, qué reino es superior al de aquel que consideran
7 Reproducido con autorizarán de los editores de "The Loeb Classical Library", Cicerón, Re-
public, trad. C. W. Keyes (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1928), I. 2.
6 Ibid., 1.15.
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do desde lo alto todas las cosas hum anas y viéndolas inferiores a la sabiduría,
solamente se detiene en los objetos eternos y divinos?9
9 Ibid., 1.28.
10 Ibid., III. 4-6.
11 Ibid., I. 8.
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esta doble responsabilidad sino para ofrecer un modelo a los muchos cuyos
talentos o inclinaciones no van en dirección de la vida filosófica pero que, sin
embargo, desempeñarán importantes funciones sociales. Tales hombres
harán bien en buscar aquella vida que se aproxime a la mejor aunque nece
sariamente no la alcancen, la vida de acción iluminada por la filosofía.
Sólo después de arrojar cierta luz sobre la cuestión de la vida recta para el
hombre se permite a Lelio (participante que cree que el conocimiento teórico
es imposible o al menos inaplicable a la situación humana) introducir la
cuestión del régimen mejor. La discusión ulterior corre a lo largo de dos
lineamientos: 2) un intento por zanjar la cuestión en el discurso, es decir,
investigar la naturaleza de las cosas políticas y, por ello, la naturaleza del
régimen mejor en un nivel teórico, y 2) un intento por ilustrar en acción, uti
lizando como ejemplo empírico la república romana tal como existió algu
nos años antes de su propia época, lo que el discurso, es decir, la razón, ha
estado tratando de aclarar.
El hincapié que se hace en este doble enfoque ha inspirado a veces la acu
sación de que la obra de Cicerón es poco más que una simple racionaliza
ción de un anterior régimen romano. Semejante interpretación pasa por
alto, desde el comienzo mismo, su afirmación explícita de que la investiga
ción va dirigida al descubrimiento de principios políticos universalmente
válidos, principios destinados a "promover el firme fundamento de Esta
dos, el fortalecimiento de las ciudades y la cura de los males de los pue
blos".12 "Estamos haciendo leyes no para el pueblo romano en particular",
afirma en De legibus, "sino para todas las naciones virtuosas y duraderas".13 La
presencia o ausencia de un ejemplo empírico no afecta la posibilidad de se
mejante investigación.
Si he citado nuestra república como ejemplo, no ha sido para definir la mejor forma
de gobierno, porque no son necesarios los ejemplos para establecer los principios;
mas he querido m ostrar con ilustraciones de la historia verdadera de un gran Esta
do, aquello que la razón y el discurso estaban tratando de describir.14
12 De legibus, 11.37.
13 De legibus, II. 35.
14 De re publica, II. 66.
15 De legibus, III. 37.
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son las dictadas por la razón, norma última de la ley y la justicia. La mezcla
de lo antiguo y de lo nuevo que de allí resulta representa el intento de Cice
rón por colmar la brecha entre la tendencia popular o prefilosófica a iden
tificar lo nuevo con lo antiguo, es decir, lo atávico o tradicional, y la identifi
cación filosófica de lo bueno con lo natural, es decir, lo que es dictado por la
razón. Al hacer que la razón pese sobre el código existente, en lugar de vol
ver a empezar, Cicerón trata de conservar un esencial sentido de continui
dad con el pasado y, así, el sentido de respeto a lo tradicional que existe nor
malmente en la comunidad política.
Existen, desde luego, ciertas razones prácticas para el uso de un modelo
empírico. La investigación de Cicerón, que es griega por su método y por
sus conclusiones, debe recibir un carácter romano si se quiere que la acep
ten los romanos. Por ello, su tarea será más sencilla y su demostración más
convincente si, en lugar de la "fantasmal república de la imaginación" de la
que se dice que trataba Platón,16 puede ilustrar su interpretación de la natu
raleza de las cosas políticas con un ejemplo concreto, y no sólo con cual
quier ejemplo, sino el ejemplo romano.
La investigación propiamente dicha empieza cuando Escipión habla de
las características esenciales de una república:
Esta asociación deja de ser una república cuando deja de ser guiada por
los fines —la justicia y el bien común— para los cuales existe. Escipión afir
ma que la república es natural en la medida en que es esencial para el logro
de una vida feliz y virtuosa. No surge, como lo han sugerido algunos filóso
fos, por causa de alguna flaqueza de la naturaleza humana, sino por causa
de "un cierto espíritu social que la naturaleza ha implantado en el hombre".18
El hombre no es una "criatura solitaria o antisocial"; su naturaleza misma lo
impele a buscar la compañía de sus semejantes. El gobierno de la república
no es menos natural, pues sin algún acuerdo semejante "la existencia es im
posible para una familia, una ciudad, una nación, toda la especie humana,
la naturaleza y el universo mismos".19 Cuando esté debidamente constitui
do, este gobierno reflejará el principio jerárquico que es coextensivo con
toda la naturaleza, estando subordinado en cada caso lo inferior a lo superior.
El carácter de la república queda determinado, a la postre, por "las dispo
siciones con respecto a los magistrados", es decir, por la forma de gobierno.20
Las tres formas sencillas de gobierno son monarquía, aristocracia y de
mocracia. La primera de ellas, el gobierno de uno solo, se caracteriza por el
Pero en la monarquía, todos, exceptuando el m onarca, carecen casi por com ple
to de derechos y participación en los negocios públicos; en el gobierno aristocráti
co apenas tiene libertad el pueblo, puesto que no interviene en los consejos ni
ejerce poder alguno; y en el Estado popular, aunque se le suponga todo lo justo y
m oderado posible, la igualdad absoluta es una inequitativa puesto que no recono
ce distinción de mérito.22
Así, el poder de gobierno del Estado, como una pelota, es arrancado a los reyes por
los tiranos, a los tiranos por los aristócratas o p or el pueblo, y a éste, una vez más,
por una facción oligárquica o un tirano, de m odo que ninguna forma de gobierno
se mantiene durante mucho tiempo.23
21 De re publica,. I. 54.
22 Ibid., 1.43.
22 Ibid., 1.68.
24 Ibid., I. 69; II. 57,69.
25 The Histories, trad. W. R. Patón ("Loeb Classical Library" [Cambridge, Mass.: Harvard Uni-
verstiy Press, 1927]), VI. 11.11.
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Pues no es tan nocivo que hombres en altos puestos hagan e l mal — aunque esto
es, de por sí, bastante lamentable— sin que estos hombres tengan tantos imitado
res. Puedes ver, si quieres recordar el pasado, que como fueron los m agnates fue
la ciudad misma; y que a toda alteración ocurrida en las costumbres de los ciuda
danos eminentes, ha seguido alteración igual en las del pueblo.31
32 De re publica, II. 2.
33 The Works of Edmund Burke (Londres: "Bohn's Standard Library"), II, 554; V, 253-254.
34 Ibid., 11.307-308.
35 De re publica, II. 21.
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de la poesía porque se remite a la verdad y no a la fantasía. A lo rargcrae De
re publica hay toda una serie de sugestiones de que la versión queXÉ^ps*##!^
genes romanos hace Escipión no logra satisfacer esta norma. En cfesfe§no4;
mentó, se nos ofrece el cuento de la deificación de Rómulo, y se nos asegüflT
que este cuento debe ser verdad, pues fue aceptado como tal por los hom
bres de la época de Romulo, época que, se nos dice, era de cultura y sabi
duría, época en que los hombres eran "rápidos para burlarse y rechazar con
befa aquello que no habría podido suceder".36 En apoyo de esta última afir
mación, Cicerón presenta algunos ejemplos de las alturas intelectuales a las
que se habían elevado los hombres de esta época de cultura y sapiencia.
Pero los ejemplos sólo son del estado de la cultura en Grecia; no se nos dan
ejemplos que permitiesen al lector formarse un juicio sobre la presencia o
ausencia de un cultivo similar en Roma. Se nos deja sacar nuestras propias
conclusiones. Poco después, como para guiar éstas, Escipión se refiere a esos
antepasados, supuestamente cultos y doctos, como simples rústicos que
lejos de mostrarse escépticos ante esas fábulas, estuvieron dispuestos a
aceptar la que se refiere a Rómulo sobre la simple autoridad de un
"campesino indocto". Más aún, cuando vuelve a plantearse la cuestión en
un contexto diferente en De legibus, Cicerón no vacila en decir que se trata
de una simple fábula.
La presentación que hace Escipión no pretende ser simple historia sino
que, antes bien, tiende a presentarnos un cuadro idealizado del pasado ro
mano, mezcla juiciosa de hecho y de fantasía. Intenta demostrar a los ciuda
danos la sabiduría y la justicia de los orígenes romanos, para enseñarles los
firmes fundamentos en que se basa este ejemplo romano del régimen mejor.
La presentación es, en esencia, un ejemplo deliberado de la "mentira noble"
platónica. Aunque por necesidad se queda sin alcanzar la verdad filosófica,
ese saludable relato de los fundamentos de la república puede ser esencial
para la cohesión y la existencia misma de la sociedad política. La tarea del
estadista, quiere decirnos Cicerón, no se basa en la destrucción total de estos
mitos tradicionales, aunque no filosóficos, sino en poner la verdad parcial
que puedan contener al servicio de aquellas políticas que la razón le dice que
conducen al bien de la república.
La presentación histórica que hace Escipión también sirve para sugerir el
sentido provisional en que el régimen mixto es en realidad el régimen mejor.
Su relato indica que la decadencia romana comenzó, en realidad, con la trans
formación de la monarquía en tiranía. El régimen mixto no comienza hasta
algún tiempo después de haber empezado esta decadencia. Según Cicerón,
como según el pensamiento clásico en general, el régimen mejor, indiscuti
blemente, es aquel en que la sabiduría tiene absoluto derecho de gobernar: el
régimen absoluto de los sabios (la auténtica aristocracia) y, en última instan
cia, el régimen absoluto del hombre eminente en sabiduría y virtud (la auténti
ca monarquía) es la forma de gobierno más deseable. El gobierno de y por la
sabiduría fue posible en tiempos de los primeros reyes romanos, pero esto
36 Ibid., n. 19.
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37 Ibid., 1. 65.
38 Ibid., II. 52.
39 De legibus, III. 26.
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Por esta razón deseo tener cuidado de no plantear primeros principios que no ha
yan sido sabiamente considerados y minuciosamente investigados. Desde luego,
42 De legibus., 1 .17.
43 Para detalles con respecto a las enseñanzas estoicas, véase E. Vemon Arnold, Román Sto-
icism (Cambridge: Cambridge University Press, 1911).
44 De legibus, 1.30.
45 Ibid., 1 .19.
45 Ibid.
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no puedo esperar que esto sea universalm ente aceptado, pues eso es imposible;
pero sí espero la aprobación de todos los que creen que todo lo que es recto y ho
norable debe ser deseado por sí mismo, y que nada pueda ser considerado como
bueno a menos que sea loable en sí mismo, o que al menos nada será considerado
como un gran bien a menos que pueda ser justamente elogiado por sí mismo.48
LECTURAS
B. Cicerón, De re publica.
---------, De legibus.
---------, Officiis, Libros I, III.