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EL MINISTERIO DE CURACIÓN
GUÍA DE LECTURA Nº 3
1. EL TOQUE DE LA FE Cap 4.
A continuación se analiza la experiencia de tres personas que, mediante la fe, recibieron el toque
sanador de Cristo.
La mujer víctima de un mal incurable
¿Por qué Jesús avanzó en dirección de la mujer? porque Jesús sabía la situación de esta
mujer y conocía lo que estaba padeciendo y quería darle una gran enseñanza a la multitud
indiferente
¿Por qué preguntó luego quién lo había tocado? Quería dar una lección al pueblo, a sus
discípulos y a la mujer, infundir esperanza al afligido y mostrar que la fe había hecho
intervenir el poder curativo. La confianza de la mujer no debía ser pasada por alto sin
comentario. Dios tenía que ser glorificado por la confesión agradecida de ella. Cristo
deseaba que ella comprendiera que él aprobaba su acto de fe.
¿En qué aspecto era diferente el toque de la mujer del contacto con la multitud? Jesús
podía distinguir entre el toque de la fe y el contacto con la muchedumbre indiferente.
Alguien le había tocado con un propósito bien definido, y había recibido respuesta
En tanto que los dirigentes judíos consideraban muy meritorio el hecho de que el centurión
les hubiese edificado una sinagoga, ¿qué opinión tenía él de sí mismo? ¿Cuál fue su único
argumento?
Pero estando en camino de la casa del centurión, Jesús recibió de éste el mensaje: "Señor, no te
incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado."
El leproso
“Los judíos la consideraban (la lepra) como _la más terrible __ del ___mundo.”
¿Qué lecciones nos ofrece el ejemplo del leproso? ¿Cómo podemos aplicarla en nuestra
vida? Jesús miraba a los acongojados y de corazón quebrantado, a aquellos cuyas
esperanzas habían sido defraudadas, y que procuraban satisfacer los anhelos del alma con
goces terrenales, y los invitaba a todos a buscar y encontrar descanso en él.
¿Qué palabras de Cristo resonaron como música en los oídos del enfermo?
Anhelaba ver a Jesús, y recibir de él la seguridad del perdón y la paz con el cielo. Después
estaría contento de vivir o morir, según la voluntad de Dios.
“Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y
limpiar el alma de pecado.”
Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder
sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de
pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de
enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: "Tus pecados te son
perdonados." La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos nunca satisfechos, es la
causa fundamental de sus enfermedades. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al
Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a la mente y la salud al
cuerpo.
Indique diversas situaciones en las cuales podemos dirigir confiadamente nuestra vista a
Jesús.
El pecado nos ha separado de la vida de Dios. Nuestras almas están paralizadas. Somos tan
incapaces de llevar una vida santa como lo era el paralítico para andar. Muchos se dan
cuenta de su desamparo; desean con ansia aquella vida espiritual que los pondrá en
armonía con Dios, y se esfuerzan por conseguirla; pero en vano. Desesperados, exclaman:
"¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?" (Rom.
7:24.) Alcen la mirada estas almas que luchan presa del abatimiento. El Salvador se inclina
hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura y compasión:
"¿Quieres ser salvo?" Él os invita a levantaros llenos de salud y paz. No esperéis hasta
sentir que sois sanos. Creed en la palabra del Salvador. Poned vuestra voluntad de parte de
Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza. Cualquiera
que sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar vuestra alma y
vuestro cuerpo, por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela libraros. Él
infundirá vida al alma de los que "estabais muertos en vuestros delitos." (Efesios
2:1.) Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenas del
pecado.
La regla de la vida cristiana conforme a la cual seremos juzgados un día es ésta: “Todas las
cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con
ellos.” Mateo 7:12.
El que era rico en tesoros celestiales inapreciables, se hizo pobre, para que por su pobreza
fuéramos nosotros ricos. Debemos seguir sus huellas. El que se convierte en hijo de Dios ha
de considerarse como eslabón de la cadena tendida para salvar al mundo. Debe considerarse
uno con Cristo en su plan de misericordia, y salir con él a buscar y salvar a los perdidos.
“Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros,
así también haced vosotros con ellos.” Mateo 7: 12
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