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La Ética de la Ciencia

Si nos atenemos a los valores éticos de la ciencia, personalmente ya comienzo a entristecerme. Y no se trata
de aquellos valores que afectan a la indagación científica contemporánea, sino que si uno se remonta muchos
siglos atrás, como es el caso de las relaciones e investigaciones armamentísticas que conciernen
a Maquiavelo y Leonardo Da Vinci)…………. Por mucho que se insista en mentar que la ciencia se concentra en
el progreso de las sociedades humanas nadie puede soslayar, por ejemplo, el imponente papel que
desempeña la investigación destinada a generar la maquinaria armamentística (como en el caso aludido de
Maquiavelo y Da Vinci). Como muchos de vosotros sabéis los principales consumidores de los fondos
destinados a I + D + i, al menos en el caso de los países más poderosos, son sus ejércitos, la cual debería ser
una materia de profunda reflexión. En estos casos, nos viene a la memoria el manido tema de la bomba
atómica con la que termino la segunda guerra mundial. Sin embargo, nada ha cambiado desde entonces. Ya
hablemos de biotecnología, nanotecnología, física experimental o inteligencia artificial, entre otras ramas del
conocimiento científico, aterra la influencia de los denominados eufemísticamente gastos de defensa

Ética científica. Fuente: Flickr

La también manida replica a este posicionamiento suele consistir en alegar que gracias a los gestos de I +`D +i
en materia de defensa, la humanidad puede ahora disponer de un bienestar y desarrollos tecnológicos que,
de otro modo estarían fuera de nuestro alcance. Pero mi respuesta es ¿Por qué? Todos y cada uno de tales
avances podría haberse realizado sin tener que recurrir a los dudosos objetivos iniciales que los ciudadanos
subvencionaron con parte de sus impuestos. Sinceramente no me vale, por cuanto se aceptaría tácitamente
que la investigación militar es un mal necesario. Puede ser pero, ¿no existen modelos de negocio
alternativos?. Por supuesto que sí. Al margen de la guerra biológica, la idea de la bomba de neutrones,
los escudos antimisiles etc., uno atiende horripilado como se intentan emular los soldados-robot basados en
la inteligencia artificial. Más aun, he llegado a leer que en esta disciplina tales iniciativas, junto a los
videojuegos, desempeñan un rol fundamental en la actualidad. Y mientras tanto, ya vimos en otro post
como parece interesar mucho menos la mortalidad y morbilidad de millones de personas por infecciones
derivadas del consumo de agua potabilizada en grandes extensiones del planeta. Hablamos del misterio de
la “Caja Negra”. Se trata de un mero ejemplo del abandono de los ciudadanos de mundo por la ciencia.

Pero salgámonos de tales objetivos y asistamos ahora a los deseos de nuestros políticos para apostar por la
inversión en I + D + i. Bajo los vocablos “desarrollo sostenible”, “sociedad de la información” y lo que es peor
“sociedad del conocimiento” se esconde, esta vez sí, alcanzar “nuevos modelos de negocio” que empujen a
posicionarnos en una “economía global”. Lógicamente, el ciudadano suele salir beneficiado, pero también
bobalizado. La economía es ese ente casi autómata que busca sin cesar como acumular ingentes cantidade
de dinero en unas pocas manos. Si el ciudadano sale beneficiado mejor, pero sino también. Nos venden
la macroeconomía, de la que la microeconomía deviene sierva. La actual crisis económica ha
despertado recelos en muchos, empero siempre ha sido así. Lo que ocurre es que la desregularización del
mercado ha propiciado que algunos amasadores de dinero perdieran el rumbo y los escasos escrúpulos que
les quedaban. Los resultados aquí están. Y mientras tanto, millones de personas más han sobrepasado el
umbral de la pobreza. Son mucho más los necesitados que los que disfrutan de tales beneficios. Se dice que
la “ciencia es universal” ¿Si?. Probablemente, pero para bien y especialmente para mal. Pongamos dos
ejemplos.

La Farmaindustria (casi toda) y la agroindustria (la conocida Montsanto y otras muchas multinacionales con el
mismo pelaje) jamás salen bien paradas de cualquier análisis que no proceda de sus procelosas
mentes. Corrupción, falsificación de resultados y todo tipo de malas prácticas parecen ser sus señas de
identidad. Recordemos que la primera debería preocuparse por nuestra salud, mientras la segunda del
abastecimiento de alimentos “sanos”. Sin embargo, las primeras deniegan medicamentos a donde más se
necesitan, a la par que soslayan investigar otros sumamente necesarios debido a que no son rentables. Y aquí
el fraude y la mala praxis de los científicos afloran a la luz una y otra vez. Lo mismo ocurre con la
agroindustria que secuestra la soberanía alimentaria de los países con menos recursos. Ya nos vendieron en
la década de los años 60 del siglo pasado la “Revolución verde” que terminaría con el hambre en el mundo.
Cincuenta años después ya vemos los resultados. Por un lado, cada día que pasa hay más hambre en el
planeta, por otro, la degradación ambiental generada (como la pavorosa contaminación de suelos y aguas,
deforestación, perdida de biodiversidad, etc.) por ella enferma y mata a millones y millones de personas.

El desarrollo industrial y nuestro modo de ver la “prosperidad” nos ha sumergido en un problema tan terrible
como el cambio climático, aumentando y diversificando otros tipos de degradación de la biosfera. La ONU.
UNESCO, FAO, etc., nos alertan que los efectos del calentamiento de la atmósfera afectarán más a los países
pobres que a los ricos. ¡Lógico!. No entraremos aquí a describir lo obvio. Resumiendo, hoy en día, el desarrollo
tecnológico ha generado un mayor porcentaje de pobres, desnutridos y enfermos que cualquier periodo
precedente de la historia humana. Debe ser por eso que hablamos de la “sociedad del conocimiento”.
Obviamente, poco se conoce de los trasfondos, logros, despilfarros y fraudes de las instituciones militares,
por cuanto son materia reservada para el reto de los mortales. Sin embargo cuando algo surge a la luz es para
echarse a temblar.

Fraude Científico. Fuente: Scientific Misconduct Blog

Resumiendo, uno debe salir del seno maternal de los “Estados del Bienestar” para entender que la magnitud
de los problemas que padecemos y que desafortunadamente afectan, negativamente a una buena parte de
la población mundial, mientras que solo salen beneficiados una minoría, e inmensamente ricos unos pocos
(insignificantes desde un punto de vista estadístico). ¿Ciencia Universal? ¿Progreso Social? Duele por tanto
que políticos y prensa confundan al ciudadano haciéndole creer que el mayor reto de la ética científica es lo
que se denomina “bioética”. No veo a ningún movimiento social bramando contra tal visión depredadora de
la “sociedad de la información y del conocimiento”. ¿Pero y nosotros, los Científicos?

La Ética de los Científicos


En este ambiente, los investigadores se enfrentan al menos a tres tipos de cuestiones éticas,
aunque posiblemente sean muchos más.

Por un lado, nos encontramos con la ética del trabajo, entendiéndose como tal sus relaciones con otros
colegas, y excluyendo los temas relacionados con el fraude y mala praxis científica. Mobbing (acosos laborales
de todo tipo), difamaciones, etc., vienen siendo denunciadas y afectan a muchos de los considerados
“científicos de excelencia, incluidos Premios Nobeles”. Os recomiendo una vez más la lectura del interesante
libro “La Anatomía del Fraude Científico”, escrito por H. Freeland (Editorial Crítica), por cuanto sobre este
tema y el ya comentado del fraude y la mala praxis ofrece numerosísimos y recientes ejemplos que suelen
ocultarse, tanto por la prensa general, como por la especializada. Por otro lado, están los consabidos temas
que mentamos en el último lugar y que son conocidos como “conductas inapropiadas”. De ellos hablaremos
en último lugar. Por último, habría que mencionar otra cuestión cuya preocupación parece no afectar a
nadie. Como profesionales y como ciudadanos, deberíamos sopesar los posibles usos de nuestros estudios y
como estos afectan a los ciudadanos. Cuando uno trabaja para la empresa privada los salarios se los
proporcionan las compañías (que a menudo también son financiadas con fondos públicos). Los Estados
fomentan su ingreso apelando al “desarrollo y sociedad del conocimiento”. No cuestionaré este tema ya que
en parte lo he hecho en el apartado anterior. Allí podrán comportarse honestamente o delinquir, falsificando
resultados e informes, alabando las bondades de productos que, de hecho dañan la salud humana, o son una
mera estafa, etc. Eso sí, a quien antepone su ética ciudadana todos mis respetos. Ahora bien, los que se
“alían” con sus jefes, son tan responsables como los ejeutivos, por cuanto, no son autómatas, sino
que generan saberes que serán empleados contra inocentes congéneres. No es lo mismo, en mi modesta
opinión, un soldado que fusila a un inocente por mandato de un superior, que otro que investiga le ofrece
ideas. ¿O no? Sin embargo, más cuestionable e irritante resulta el caso de los investigadores que trabajan para
el Estado, ya que viven, desde todos los puntos de vista, de los ciudadanos.
Son muchos los colegas que colaboran acríticamente con las instituciones a las que se encuentran sujetos. En
condiciones normales, nada que objetar, faltaría más. Sin embargo, cuando nuestras autoridades se
descarrían o tomas decisiones afortunadas que afectan a los ciudadanos el tema
cambia diametralmente. Quien paga realmente a los que trabajamos para las “Instituciones
Gubernamentales”, son la personas de a pié mediante sus impuestos. Por tanto, es a ellos a los que
deberíamos servir en primer lugar. Un colega no puede escudarse en que ha hecho esto o aquello porque lo
manda quien manda. Y si este argumento debería ser valido para todos los humanos, más lo es aún para
quienes cobramos del pueblo. No se trata de fomentar la insumisión ni la subversión, sino de denunciar lo
éticamente incorrecto, cuando no deplorable. De nuevo os muestro mi opinión sobre un tema que no requiere
mucha erudición, aunque hay casos más sangrantes, si bien es cierto que afectan a un menor número de
individuos. Dicho de otro modo se trata de un ejemplo ilustrativo que suele pasarse por alto.

¿Hay mucho Lobo con piel de Cordero?: Fuente: Wunder Blog

Si la Docencia en la Universidad Española dista mucho de ofrecer los frutos de otros países de nuestro
entorno, se debe tanto a las decisiones políticas como a la pasividad de los profesionales que la imparten. Por
tanto, si los gobiernos toman decisiones que los docentes consideran perjudiciales para la formación de
nuestros jóvenes ciudadanos, es su responsabilidad con “quienes les pagan el sueldo” protestar, denunciar y
hacerse escuchar hasta que el poder reconozca su error. En caso contrario (muy acomodaticio) se convierte
en cómplice, por que “quien calla otorga”. Considero que esta misma argumentación es válida para cualquier
colectivo de científicos (universitarios o no) que reconociendo que ciertas decisiones no son apropiadas, no
exige su rechazo. Y es aquí en donde los practicantes de la ciencia actual fracasamos estrepitosamente. Se nos
socava la libertad de cátedra y expresión, sin que nos alcemos en armas. De este modo, la ciudadanía pierde
un pilar y los poderes un enemigo equilibrante. ¿Es eso la sociedad de la información y el conocimiento?
¿Quién sufre las consecuencias? ¿dónde está la búsqueda del talento? ¿A que talento nos
referimos? Necesitamos tanto talante como talento. No lo duden. Pero nadie se preocupa por este último. La
ética siempre pasa a la cola del tren.

Sobre el tema de la corrupción y mala praxis científica ya hemos hablado en varias ocasiones y ayer
justamente os alertamos sobre la magnitud del problema, que deviene ya en escandaloso. Me decía hace unas
horas un lector que pocos comentarán el post, por las mismas razones que he aludido en el párrafo anterior.
Soy de la misma opinión. Más aun en el artículo original, que dio pie a esa entrega, tras varias semanas de ser
publicado “nadie ha dejado ningún comentario ya fuera de desaprobación a los colegas o a las propias
conclusiones de los autores. Frente a un tema tan preocupante, la postura del avestruz resulta más que
decepcionante. De nuevo quien calla otorga, Una vez más quien calla es cómplice. Somos los propios
científicos los que deberíamos reclamar urgentemente comisiones de ética científica, códigos deontológicos,
etc. Pero, al parecer, en lugar de ser parte de la solución nos conformamos con ser parte del problema.
¡Lamentable!. Luego lloramos como plañideras al observar el creciente desinterés de la ciudadanía y muchos
otros estamentos por la actividad científica. Comenzamos pues a comportarnos como algunos a los que
intentamos suplantar en su rol social. Hablo de las religiones. No se puede proclamar el perdón, la compasión,
la justicia, etc., y luego ocultarse o hacerse el sordo ante los propios abusos. Los sacerdotes de la ciencia no
desmerecen en nada a aquellos a los que denostan, con independencia de su histeria anticreacionista (razones
hay pero también…..). Como decía el afamado filósofo de la ciencia, Paul Feyerabend, este edificio es una casa
de putas.

Cuando buscaba por ofreceros material adicional sobre ciencia, ética y ética científica, he topado con un
artículo de uno de los investigadores españoles que más respeto me merecen. Se trata de Jordi Wagensberg.
Este lleva el título de ética científica y podéis bajárnoslo de Internet pinchando aquí. En este post he mezclado
intencionalmente tres temas, aunque creo que el contexto disipa cualquier confusión. Una cuestión es la ética
científica y otra bien distinta las relaciones entre la ética y la actividad investigadora. Él tampoco lo hace. Sin
embargo, para mi pesar, vuelve a caer en la trampa de pensar en el asunto teniendo in mente la bioética y el
problema del uso de los embriones con fines terapéuticos. Los temas aquí tratados transcienden a un conflicto
concreto entre ciertos científicos y las autoridades religiosas. Pero parece que todo se contagia menos la
belleza. Eso si os dejo algunas de sus frases como materia de reflexión, ya que siempre ofrece algo de in

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