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De pequeña también me gustaba. Con este lema el colectivo La Radical Gai encarteló
Madrid para darse a conocer y presentar los actos para el 28J hace casi 20 años. El lema
iba acompañado de una imagen, sacada de un vaso griego en el que se veía a un hombre
con barba sentado que acaricia, a la vez que mira con cierta delectación, el pene de un
joven imberbe. Con esta imagen y frase se intentaba abrir el debate sobre las criaturas
que desde su más tierna infancia eran denostados por sus disidencias sexuales. Se
intentaba visibilizar al niño mariquita y a la niña marimacho, realidades que sólo son
socialmente representadas a través del insulto y la agresión, y que esconden los deseos
de un sector de la población. Se intentaba abrir un debate sobre un tema tabú: la
sexualidad infantil, de hablar de los niños y niñas como protagonistas de sus deseos y
prácticas sexuales. Hoy, asistimos al desarrollo de una cada vez más amplia legislación
sobre la infancia, (una etapa de la vida, de vital importancia, que es difícil delimitar, ya
que varía según los diferentes periodos históricos o las distintas partes del mundo) que
con el pretexto de protegerla, no hace más que incrementar las formas de control que se
ejercen sobre las vidas, cuerpos y deseos de los y las menores.
No es hora, pues, ya de hablar de que existe una situación de explotación entre las
criaturas, niños y niñas, y las personas adultas, de la misma forma que existe entre
hombres y mujeres. No es necesario decir que si las relaciones intergeneracionales se
dan en una situación de desigualdad, también las relaciones heterosexuales se dan en esa
misma situación y su trato, legal y social... no es el mismo. Hablar del derecho de los
niños y las niñas a expresar su propia sexualidad es hablar de sexualidades no
normativizadas, de lo que entendemos por infancia o por adolescencia. Y más en estos
tiempos en los que el concepto de adolescente, en nuestras sociedades, parece ser de una
elasticidad acorde a intereses sociales revestidos con las ideas de 'primer empleo',
'abandono del hogar materno', 'buena hipoteca'... Es hablar de edades de consentimiento,
y si hay que establecerlas que sean reales no sólo con la sexualidad sino con la dignidad
de esas personas que no son ‘protegidas’ de jornadas escolares interminables, de
sesiones deportivas competitivas con el fin de llegar a ser un deportista de élite, un
cantante de moda, una figura que sepa sacar el máximo partido posible de sus facultades
explotadas por sus procreadores hasta la saciedad. Asistimos en la televisión a
programas en los que criaturas de seis años reproducen canciones, bailes y ademanes
adultos. Niños y niñas que cuentan chistes de mariquitas, o de contenido sexista, sin
saber siquiera que esas mismas representaciones abonan el terreno del machismo y la
homofobia, y que les podrá suponer un escollo en su propio desarrollo sexual.
eutsi.org