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El testimonio de la víctima de violencia de género y su valor probatorio en

el proceso penal.
Lucía Mercedes Catuogno*

I-Introducción
El presente trabajo tendrá como objeto analizar la problemática asociada a la recolección de
prueba y su posterior valoración en los casos en que se investigan delitos vinculados a la
violencia de género. En particular, la apreciación que en el marco del proceso penal se hace
del testimonio de la víctima.
La circunstancia de que usualmente las conductas llevadas a cabo por los agresores se
ejecutan en un ámbito de intimidad y por lo tanto carente de testigos, generalmente es
interpretada como una dificultad insuperable a la hora de avanzar en la investigación de los
delitos vinculados a la violencia contra la mujer.
Se considera que el relato de la víctima es insuficiente para formular una imputación y mucho
menos para arribar a una condena. La disminución de la importancia del relato de la víctima
–central en este tipo de casos-, usualmente es justificado por su carácter de parcial, falaz o
como consecuencia de algún interés en las resultas del proceso.
Así, “la descalificación del relato de las mujeres constituye una forma en la que el discurso
judicial ejerce violencia institucional sobre ellas. De ahí que el desconocimiento del valor
probatorio que posee el testimonio de la víctima y la exigencia de elementos de prueba de
corroboración independientes constituyan mecanismos de revictimizacion”1.
Sin desconocer las particularidades que conlleva la investigación de este tipo de delitos,
opinamos que son las prácticas discriminatorias ancladas en los operadores judiciales, y
basadas en estereotipos negativos acerca de las mujeres, las que impiden formular una
correcta apreciación del testimonio.
Para comenzar, haremos ciertas consideraciones acerca de la interrelación entre derecho y
feminismo. Gracias al movimiento de mujeres, la discriminación de la cual hemos sido objeto
en el campo del derecho, tanto en el plano simbólico como en el material, ha sido puesta en
evidencia.
Por otro lado, analizar y entender dicha vinculación no solo es útil para poner de relieve como
el derecho opera, sino fundamentalmente para diseñar estrategias tendientes a alcanzar la
igualdad en el goce de derechos2.

* Abogada – Universidad de Buenos Aires-, Especialista en Derecho Penal. Posgrado UBA Derecho. Participante del Programa de
Actualización Género y Derecho UBA. Auxiliar de 2nda, Catedra Slokar UBA Derecho.
1AAVV, “Discriminación de Género en las Decisiones Judiciales: Justicia Penal y Violencia de Género”, 2010, Buenos Aires, Ministerio
Público de la Defensa, pag. 123.
2 Di Corleto, Julieta “La valoración de la prueba en casos de violencia de género”, pag. 9.
Luego estableceremos el marco legal en el cual trabajaremos. Se verá que se cuenta con vasto
material, tanto en el plano nacional como internacional, para formular resoluciones y
sentencias respetuosas de los derechos de las mujeres, acordes a las obligaciones a las cuales
el Estado Argentino se ha comprometido.
En este sentido, repasaremos los liniamientos establecidos por los órganos e instrumentos
internacionales que tratan la problemática de la investigación de los delitos vinculados al
género.
Haremos algunas consideraciones acerca de la forma de recolectar prueba y el sistema que
actualmente rige en nuestro país para su valoración.
Seguidamente, nos detendremos en algunos pronunciamientos judiciales a fin de estudiar
cómo se resuelve en los casos donde se ventila la temática e identificaremos las buenas y
malas prácticas que dan sustento a sus decisiones.
Veremos que se cuenta con argumentos jurídicos y de política criminal suficientes para
superar la idea de que los delitos de violencia contra la mujer son extremadamente difíciles
de probar y que lo que en realidad sucede es que la persistencia de prácticas discriminatorias
influyen en la investigación y juzgamiento de este tipo de casos.
II. Relación género y derecho.
Ha sido enorme el avance que los movimientos feministas han logrado en el campo del
derecho. Sus aportes han colaborado a que se reconozca al ordenamiento jurídico y las
prácticas que conllevan su aplicación, como productora y reproductora de conductas
profundamente patriarcales.
Quienes se encargaron de vincular feminismo y el derecho advirtieron que el ordenamiento
jurídico es androcéntrico, parte de la perspectiva masculina como parámetro de lo humano,
como representante de la especie toda y aquella universalización de lo masculino, por años
ha invisibilizado las experiencias y los puntos de vista de las mujeres, forjando prácticas
profundamente segregatorias.
Así, la pretensa neutralidad del derecho, genera que aquellas reglas y prácticas sean aplicadas
automáticamente a los delitos que afectan casi exclusivamente a las mujeres, sin advertir que
pueden resultar altamente perjudiciales por haber sido pensadas por y para varones.
En efecto, “El derecho, lejos de ser un marco neutral, consolida y reproduce concepciones
sociales, de naturaleza patriarcal. Junto con otras formas de control social, la falsa neutralidad
de la ley, sirve para enmascarar desigualdades de género y reproducir prácticas sexistas que
sustentan la violencia”3.
Es que en la construcción de teorías, en la afirmación de derechos y en la elaboración de
normas se hace referencia genéricamente a un sujeto neutro, sin raza, ni sexo, ni clase social.

3 Ob, cit Di Corleto pag. 9.


Este sujeto, por el contrario, tiene características precisas que responde a las del grupo
dominante, y tomarlo como modelo significa la exclusión o la discriminación de otros
sujetos: de individuos de culturas y de religiones diversas de las dominantes, de clases
subordinadas y de las mujeres4.
Ello, aunado a los estereotipos y mitos que permean las instituciones encargadas de investigar
y juzgar los delitos de violencia de género, crean un ámbito propicio para la impunidad.
En relación con el derecho penal en particular, debemos recordar que se constituyó en un
ámbito histórico en el cual se reprimían aquellas manifestaciones de la feminidad
consideradas como no adecuadas, tales como la conducta sexual manifiesta y se consolidaban
aquellas esperadas, como las actividades de cuidado o los roles doméstico5.
El derecho penal del siglo XIX y buena parte del siglo XX, lejos de proteger los intereses de
las mujeres, asignó y reprodujo una determinada significación del ser social mujer. Por una
parte, aparece considerada como una persona necesitada de tutela, sin plena responsabilidad,
y por otra, establece un conjunto de controles sociales sobre su sexualidad y su cuerpo
(criminalización del aborto o de la prostitución)6.
Recordemos que la incriminación de la violencia sexual, no respondió a una preocupación
por responder a las demandas de las mujeres, sino más bien a proteger el honor del hombre
y por extensión a construir un modelo de sexualidad en línea con ese objetivo, que a
garantizar su libertad.
En los casos de violencia sexual, el derecho y en especial el penal, redefine la agresión sufrida
por parte de la mujer, y espera de ella determinadas conductas o características,
contribuyendo a consolidar la estructura de género y a reproducir los elementos que provocan
la discriminación sexual7.
El sistema penal duplica la victimización femenina porque, además de la victimización
sexual, las mujeres padecen la violencia institucional, que reproduce la violencia estructural
de las relaciones sociales patriarcales y de opresión sexista: así las mujeres son enjuiciadas y
clasificadas como honestas y deshonestas8.
Por otro lado, la violencia sufrida por la mujer en el ámbito doméstico históricamente ha sido
considerada como un problema que debía estar exento de intervención estatal, por su carácter
intrafamiliar y privado. Ello, provocó un silenciamiento del fenómeno, que varios sectores
del feminismo ha a lo largo de los años, han intentado revertir con cierto éxito.

4Facchi Alessandra, “El pensamiento feminista sobre el derecho”, en


http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/rev_academia/revistas/06/el-pensamiento-feminista-sobre- el- derecho.pdf.

5 Bodelon, Encarna. Sistema Penal y Problemas Sociales. 20/11/2015, de Universidad de Barcelona.


6 Encarna, ob. cit
7
Encarna, ob. cit
8 Encarna, ob. Cit.
A partir de los años 70, los diferentes movimientos de mujeres realizaron esfuerzos por ubicar
la violencia de género en el contexto de relaciones desiguales de poder y excluirlo así del
ámbito privado, para tratarlo como un problema político y estructural.
Como se ha visto, a partir de la década del ´90 los esfuerzos dieron sus frutos y en el ámbito
internacional, se reconoció que la violencia contra las mujeres, constituía una violación a los
derechos humanos que los Estados debían combatir.
III Marco Normativo.
a) Nacional
En el año 2009, la ley 26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones
interpersonales”.
En el artículo 4, define a la violencia contra la mujer “como toda conducta, acción u omisión,
que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en
una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal.
Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera
violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción omisión,
disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con
respecto al varón”.

b) Internacional
El 23 de febrero de 1994, la Organización Mundial de las Naciones Unidas, sancionó la
“Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”, donde reconoció que la
violencia contra la mujer resulta una violación de los derechos humanos y las libertades
fundamentales. Sostiene que la violencia de género se constituye mediante una manifestación
de relaciones de poder en donde el hombre domina y discrimina a la mujer.
Además, afirmó que la violencia puede ser tanto física como moral, dentro del ámbito
familiar o de la comunidad donde la mujer se desarrolla.
Finalmente, en su artículo 4, compromete a los Estados firmantes a “prevenir, investigar y,
conforme a la legislación nacional, castigar todo acto de violencia contra la mujer”, sea
perpetrado el acto tanto por el Estado como por particulares.
Hemos ratificado en el año 1985, la “Convención Internacional sobre todo tipo de
Discriminación hacia la Mujer” (CEDAW), con rango constitucional desde 1994, que
caracteriza a la discriminación como “toda distinción, exclusión a restricción basada en el
sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o
ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del
hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
Sin embargo, el instrumento por excelencia en el ámbito americano, es la “Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer”, más
conocida como “Belem do Pará”, por su lugar de sanción.
Allí, los Estados firmantes aseveraron "que la violencia contra la mujer constituye una
violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales y limita total o
parcialmente a la mujer el reconocimiento, goce y ejercicio de tales derechos y libertades".
Asimismo, afirman estar preocupados "porque la violencia contra la mujer es una ofensa a la
dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales
entre mujeres y hombres".
Dicha herramienta, describe en su primer artículo a la violencia contra la mujer como
“...cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento
físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado...” y el
art. 2 de dicha normativa prevé que “se entenderá que violencia contra la mujer incluye la
violencia física, sexual y psicológica y en su inciso a) establece que la violencia a la que se
hace referencia es la “...que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier
otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo
domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual...”.
Los instrumentos internacionales nombrados, fueron incorporados al cuerpo normativo
nacional, mediante las leyes 23.179 y 24.632, lo que implica que nuestro Estado debe ajustar
su normativa interna, y sus políticas públicas a los presupuestos de ambas convenciones.
Uno de los más importantes avances en relación con la violencia de género que incorporó la
Convención, fue interpelar al Estado a tomar medidas de prevención. El artículo 7 del
referido instrumento internacional sostiene el deber de debida diligencia en las
investigaciones al afirmar que “Los Estados partes condenan todas las formas de violencia
contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones,
políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo
siguiente…actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia
contra la mujer”.
La Comisión Interamericana en el caso María Da Penha, consideró que la situación sufrida
por la nombrada no era aislada sino que formaba parte de un “patrón general de negligencia
y falta de actividad del estado”. Sostuvo además que “esa inefectividad judicial general y
discriminatoria crea el ambiente que facilita la violencia doméstica, al no existir evidencias
socialmente percibidas de la voluntad y efectividad del Estado como representante de la
sociedad, para sancionar esto actos”9.
El artículo 7 cobra particular relevancia en cuanto a la actividad investigativa del Estado. En
efecto, para dilucidar los hechos que involucren violencia de género se debe investigar
exhaustivamente, sin imponerle a la víctima la carga de aportar prueba al proceso.

9 CIDH, María Da Penha Fernandes VS Brasil, Informe Nro.54/01 del 16 de abril del 2001, párrafo 56.
En relación a la Corte Interamericana, en el caso Penal Castro Castro v. Perú, el Tribunal
valoró los testimonios de las víctimas, como necesarios y suficientes para la determinación
de los hechos.
En Rosendo Cantú e Inés Fernández Ortega, reiteró a importancia de las declaraciones de las
víctimas, puesto que los delitos vinculados a la violencia sexual dada su naturaleza, se dan
en ausencia de testigos y no se pueden contar con pruebas documentales o gráfica, por lo que
la declaración de la víctima resulta fundamental10. A nivel internacional el estándar
probatorio para supuestos de violencia sexual se construye a partir de la declaración de la
víctima. Esto no vulnera el principio de inocencia, pues la carga de la prueba sigue en cabeza
de quien acusa11.
Asimismo, la Corte IDH ha dicho “(…) resulta evidente que la violación sexual es un tipo
particular de agresión que, en general, se caracteriza por producirse en ausencia de otras
personas más allá de la víctima y el agresor o los agresores. Dada la naturaleza de esta forma
de violencia, no se puede esperar la existencia de pruebas gráficas o documentales y, por ello,
la declaración de la víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho (“Campo
Algodonero” y “Rosendo Cantú”).
Por otro lado, en lo referente a la investigación de los hechos de violencia de género, en el
caso conocido como “Campo Algodonero”, la Corte Interamericana se refirió a una situación
estructural de violencia contra las mujeres basada en su género.
Asimismo, en relación al deber de investigar con debida diligencia apuntó que esos deberes
cuando se trata de un caso de violencia, deben expandirse y traducirse en una actividad
vigorosa e imparcial, que contribuya a mantener la confianza del colectivo en la capacidad
del Estado de protegerlas frente a tales violaciones.
Agregaron que dicho criterio debe seguirse en la totalidad de la acción investigativa,
incluyendo la recolección y manejo de evidencias, práctica de autopsias, identificación de
restos y entrega de estos12.
A la Corte le resulta evidente que la violación sexual es un tipo particular de agresión que,
en general, se caracteriza por producirse en ausencia de otras personas más allá de la víctima
y el agresor o los agresores. Dada la naturaleza de esta forma de violencia, no se puede
esperar la existencia de pruebas gráficas o documentales y, por ello, la declaración de la
víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho13.
El Comité de Expertas/os (MESCEVI) del Mecanismo de Seguimiento de la Implementación
de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la
Mujer, “Convención de Belém do Pará” (MESECVI), el 19 de septiembre del 2014, emitió
un documento donde afirmó “Que los procedimientos de investigación pueden obstaculizar
el acceso a la justicia de las víctimas cuando se dirigen a evaluar la conducta de la víctima

10 Ob. Cit Di Corleto, pag. 1


11 Ob. Cit Di Corletto, pag. 11
12
Corte IDH, “Gonzales y otras”, sentencia 16 de noviembre del 2009, párrafo 311
13 CorteIDH, Caso Inés Fernández Ortega vs. México, sentencia del 30 de agosto del 2010, Serie C-215, párrafo 100
en lugar de considerar el contexto de coercibilidad en que ocurrieron los hechos así como las
evidencias indirectas y que no puede inferirse el consentimiento de la víctima de su palabra
o conducta en un entorno coercitivo, ni de su silencio o falta de resistencia, así como tampoco
reducir la credibilidad de su testimonio o la de un testigo por su comportamiento sexual
previo o posterior al hecho”14.
El Informe Acceso a la Justicia para las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas,
afirma que “existen grandes deficiencias entre el Ministerio Público y los juzgados en la
implementación de la ley; lo que obedece, en gran parte, a patrones socioculturales
discriminatorios. Como parte de este problema, también es difícil que se dicten resoluciones
de oficio en los casos de violencia contra la mujer; aún cuando se trate de delitos de acción
pública. Por el contrario, es común que prevalezca el criterio de que es obligación de la
denunciante agilizar o solicitar los trámites judiciales, como por ejemplo, se considera
erradamente que toda la responsabilidad de aportar pruebas del delito recae en la mujer”.
Prevalece entonces una fuerte resistencia de los operadores/as de justicia para incorporar la
perspectiva de género en el abordaje de los casos de violencia sexual. No tratan de entender
las razones que han motivado la creación de leyes para la protección de la mujer. Ni siquiera
vislumbran la posibilidad de incorporar criterios de equidad en la aplicación de las mismas15.
Como se puede apreciar, la lucha contra la violencia sobre la mujer se ha vuelto un tema de
vital importancia en la agenda internacional. Sin embargo, ciertas prácticas judiciales y de
investigación continúan sin ser modificadas.
A la luz de los tratados internacionales, resulta necesario plantearse un nuevo enfoque en el
tratamiento de los casos de violencia de género que recepte sus lineamientos.
IV- Jurisprudencia.
En el fallo donde se analizó las repetidas violaciones a una niña se dijo que “la máxima
”testigo único, testigo nulo”, que sugiere la descalificación de dicha medida probatoria, ha
quedado superada por la evolución del derecho procesal, pues la exclusión del valor
probatorio no tiene ningún fundamento, dado que si bien no existe la garantía que supone la
concordancia entre las declaraciones de varios testigos, ella puede compensarse con la
calidad del testigo único y la experiencia y la severidad con que el juez aprecie el
testimonio”16.
Se afirma que la máxima nombrada tiene sentido en un sistema probatorio legal, pero no bajo
la “sana critica”, en el cual es juez puede otorgarle el valor que considera que el testimonio
merece.
En lo que respecta a la Cámara Nacional de Casación Penal, encontramos el fallo de la Sala
I González, Julio G., de fecha 25/11/1997, que en la misma línea sostiene “Conforme el

14 http://www.oas.org/es/mesecvi/docs/CEVI11-Declaration-ES.pdf

15 http://www.oas.org/es/cidh/mujeres/docs/pdf/MESOAMERICA%202011%20ESP%20FINAL.pdf.

16 “A. M., O. A. s/ inf. Art. 120 C.P”, Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 7 de la Capital Federal, 20/11/2013
régimen probatorio de la libre convicción o sana crítica racional previsto en el art. 398, párr.
2°, del Cód. Procesal Penal, el carácter único del testimonio no impide la plenitud probatoria
siempre que el juez adquiera certeza sobre la existencia de determinada circunstancia de
hecho”.
Agrega, que “En el mismo sentido, la exigencia de más de un testigo (unus testis, nullus
testis) es propia del método de la prueba legal, en el cual la ley establece múltiples normas
restrictivas, ya sea para exigir que algunos hechos se prueben de un modo determinado y no
de otro modo (normas sobre el cuerpo del delito), o para prever el valor de los medios de
prueba mediante presupuestos o condiciones que actúan positiva o negativamente”.
Por otro lado, se ha sostenido que “no resulta violado el principio de razón suficiente, por el
hecho que una sentencia se fundamente con las manifestaciones de un único testigo, si se han
aplicado correctamente las reglas de la lógica y de la experiencia común que con toda
rigurosidad impone el sistema de valoración de la prueba acorde a la sana critica racional.
Sobre todo, como sucede en el caso, si el tribunal ha atendido a indicios y circunstancias
generales que le han permitido privilegiar los dichos de T. y descartar los elementos de juicio
aportados por la defensa para sostener el descargo del imputado”17.
En lo que respecta a la ciudad de Buenos Aires, el máximo Tribunal Penal, en el expediente
“N.G.,G.E. s/ inf. art. 149 bis CP” 18, de fecha 11/09/2013, confirmó la condena impuesta al
imputado, dado que se sostuvo que el antiguo adagio “testis unus, tesis nullus”, que significa
que “testigo único, testigo nulo”, no tiene importancia hoy en día en la normativa procesal
en la Ciudad de Buenos Aires, ya que en los arts.106 y 247 del CPPCABA19, se establece: a)
la amplitud probatoria para demostrar los hechos y circunstancias de relevancia; y b) la
prueba producida es valorada mediante el sistema de la “sana crítica”.
Por su parte, la Dra. Alicia Ruiz, afirmó que el valor probatorio del testimonio de la víctima,
en especial en los casos donde sus dichos no pueden ser corroborados por acontecer en un
ámbito de privacidad, no puede ser descalificado o dejado de lado, ya que se ocasionaría una
violencia institucional revictimizante a la damnificada, en contra a los estándares
internacionales en esta materia.
En igual dirección, resolvió el referido tribunal en el fallo "Taranco"20, del día 22 de abril de
2014. Allí, decidió hacer lugar al recurso de queja y al de inconstitucionalidad interpuesto
por el Ministerio Público Fiscal, y revocó la sentencia del día 13 de noviembre de 2012 –en
la cual se había absuelto al encartado-; teniendo en cuenta lo resuelto en el caso “N.G.,G.E”,
antes mencionado, haciendo hincapié en la valoración de los medios de probanza en base a
la amplitud probatoria y a la luz del criterio de la sana crítica.

17 “García Anton Ricardo Daniel s/rec casación”, Cámara Nacional de Casación, Causa 8.404, 14/08/2008.
18 Expte. 8796/12; del 11/09/2013
19
Código Procesal Penal de la Ciudad de Buenos Aires, art. 106: “Los hechos y las circunstancias de interés para la solución correcta del
caso podrán acreditarse por cualquier medio de prueba que no resulte contrario a los principios contemplados en este Código. No
regirán las limitaciones establecidas por las leyes civiles respecto de la prueba, con excepción de las relativas al estado civil de las
personas”.

20 "Taranco Juan José s/ inf. art(s) 149 bis, amenazas, CP (p/ L 2303)", Tribunal Superior de Justicia (CABA), Expte Nro. 9510/13.
Se sostuvo “Agotar la reunión y el examen de los elementos corroborativos, aunque no
acredite el hecho testimoniado, si puede acreditar su verosimilitud. Muchos delitos no pueden
ser estrictamente probados por medios directos; per, lo cierto es que en este caso concurre
una voluntad legislativa de que se tenga en cuenta la dificultad de encontrar esos medios
directos”.
Por su parte, la Dra. Ruiz afirma que el tribunal que previamente había analizado la cuestión
a la hora de valorar la prueba había dejado de lado no solo las disposiciones internacionales
en la materia, sino los de la ley 24. 685.
Entendió que hay un “patrón de impunidad sistemática” que coexiste con patrones
socioculturales que restan entidad a lo que sucede con las mujeres, muy especialmente en los
ámbitos de la vida privada y en las relaciones familiares”.
Aseveró que “Así pues el testimonio de la víctima en casos donde los hechos delictivos por
su especial modo de comisión no puedan ser corroborados por otros medios, no puede ser
soslayado o descalificado dado que ello constituiría una forma de violencia institucional
revictimizante contraria a los parámetros internacionales en la materia”.
En lo que respecta a la problemática del testigo único y del interés que pudiera tener en el
proceso, el juez Lozano afirma que “no hay razones para suponer que quién resulte víctima
de un delito no pueda ser testigo en el proceso penal en el que éste se investigue, puesto que
las normas procesales no exigen del testigo que éste no tenga interés alguno en el resultado
del pleito, aunque, ciertamente, de ese interés podría depender el distinto valor que se le
asigne, en el contexto de la “sana crítica” que debe guiar la apreciación del juez”.
El magistrado nombrado afirmó que la verosimilitud del hecho y la veracidad del testimonio
de la víctima, pueden ser evaluados a partir de medios indirectos de prueba, y refiere que
pueden servir para brindar credibilidad o no a la hipótesis acusatoria.
Finalmente, en el fallo Nro. 41.115/13, de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal
y Correccional, Sala V, del 6 de marzo del 2014, en el cual la defensa del imputado esgrimió
que no se hallaban elementos de cargo ajenos a los dichos de la propia víctima en el cual
sustentar el procesamiento.
Así, el tribunal mencionado refirió “En este sentido, debemos resaltar que en causas de
violencia de género es correcta la valoración conjunta de los elementos probatorios tal como
lo efectuó aquí el a quo, quien para ello, tomó eficazmente los lineamientos brindados por el
plexo normativo de la Convención de Belem do Pará y la ley 26.458 de Protección Integral
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.”
Concluyeron que “De esta manera, al no advertirse en los dichos de la víctima elementos que
hagan presumir que su relato sea falaz, aunado a los múltiples informes de la O.V.D. que
reconocen la situación como de altísimo riesgo y a los elementos probatorios reunidos que
denotan el incumplimiento a la prohibición de acercamiento, nos encontramos en condiciones
de confirmar el auto en cuestión”.
Como contrapunto y a modo ilustrativo, encontramos el expediente Nro.15150/14, caratulado
“C.A.R s/amenazas”, del registro del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nro.
32. La denunciante relató que el imputado, su ex marido, le manifestó que se quedaría sin
trabajo y luego tomó un arma de fuego, se la colocó en su boca y le dijo que se pegaría un
tiro. En otro episodio, el imputado comenzó a agredirla verbalmente y a perseguirla por la
vivienda que compartían. Luego, le apoyó un revolver en el estómago y tomó su mano e hizo
que ella apoyara el arma en el suyo, mientras le decía “mátame…mátame” (sic). El episodio
concluyó cuando ella revoleó el arma al suelo “en estado de nerviosismo”.
Ahora bien, el fiscal interviniente postuló el sobreseimiento del imputado y el juez compartió
el criterio. Ello, puesto que en primer lugar, resultaban incompetentes respecto de uno de los
hechos relatados dado que había acontecido en Brandsen, Provincia de Buenos Aires,
mientras que por el siguiente evento sostuvo “si bien la damnificada refirió que el imputado
la habría amenazado atentando contra su vida con un arma de fuego, lo cierto es que estas
manifestaciones normalmente ocurren en una relación conflictiva y que no constituyen el
anunciamiento de un mal futuro, grave e injusto y posible que produzca el amedrentamiento
de la damnificada…”.
V. La valoración probatoria. Algunas consideraciones.
En nuestro país, vinculado a la forma de recolectar prueba se encuentra consagrado el
principio de libertad probatoria, mientras que para valorarla el legislador ha escogido el
método llamado “sana crítica racional”.
El principio de libertad probatoria se define expresando que “en materia penal todo hecho,
circunstancia o elemento contenido en el objeto del procedimiento, y, por tanto, importante
para la decisión final, puede ser probado y lo puede ser por cualquier medio de prueba”21.
Desde ya que existen limitaciones a la averiguación de la verdad, relacionadas a la
producción de prueba, como por ejemplo, la que impide al imputado declarar en su contra, y
a los métodos empleados para indagar la verdad, por ejemplo están vedados aquellos
relacionados a la coerción o a la fuerza. Al igual que aquellos medios de prueba que afecten
la intimidad, la salud, la vida privada, etc22.
En nuestro país, dicho principio se encuentra contemplado en los códigos de procedimiento.
A nivel federal está receptado por el artículo 378 del Código Procesal Penal, y en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, en el artículo 106 de su código de forma.
Ahora bien, la ley 24. 685 consagra el principio de libertad probatoria, no ya como forma de
recabar información útil para las investigaciones en general, sino como derecho de las
mujeres que padecen violencia de género.
Se ha advertido la dificultad de contar con los medios de prueba tradicionales dado el carácter
de intimidad en donde generalmente se lleva a cabo la violencia, y a raíz de ello, se ha

21 Maier Julio “Derecho Procesal Penal”, Editorial del Puerto, Buenos Aires, pag. 868 y subs.

22 Ob. Cit Maier pag. 864.


receptado este ya consagrado principio a fin de garantizar un correcto juzgamiento de los
delitos de violencia contra la mujer.
En efecto, en su art. 16 inc. I, que: “… Los organismos del Estado deberán garantizar a las
mujeres, en cualquier procedimiento judicial o administrativo, además de todos los derechos
reconocidos en la Constitución Nacional, los Tratados Internacionales de Derechos Humanos
ratificados por la Nación Argentina, la presente ley y las leyes que en consecuencia se dicten,
los siguientes derechos y garantías: A la amplitud probatoria para acreditar los hechos
denunciados, teniendo en cuenta las circunstancias especiales en las que se desarrollan los
actos de violencia y quiénes son sus naturales testigos”.
En el art. 31 respecto de las resoluciones judiciales expresa que: “Regirá el principio de
amplia libertad probatoria para acreditar los hechos denunciados, evaluándose las pruebas
ofrecidas de acuerdo con el principio de la sana crítica. Se considerarán las presunciones que
contribuyan a la demostración de los hechos, siempre que sean indicios graves, precisos y
concordantes”.
Por otro lado, y en relación a los antecedentes jurisprudenciales reseñados, surge que la forma
de valoración probatoria denominada sana crítica racional permite que el juez asigne el peso
probatorio al testimonio de la víctima que estime adecuado según el caso.
Así, la sana critica racional es el método de valoración que debe respetar las leyes del
pensamiento y de la experiencia, a diferencia del método de prueba legal, propio de la
inquisición, que consiste en otorgarle un valor prefijado a cada elemento probatorio y luego
reducir la cuestión a una operación aritmética
La CSJN se ha detenido en el análisis del criterio de fundamentación de la sentencia guiado
por la “sana crítica” al pronunciarse in re “Casal”23; señaló que la sana crítica importa “…la
aplicación de un método racional en la reconstrucción de un hecho pasado”.
El principal argumento de los fallos narrados consiste en afirmar que no existe un sistema de
prueba legal en nuestro código procesal que le otorgue un valor predeterminado a ciertas
pruebas y deseche otras.
La máxima “testis ullum testis nullum”, es privativa del sistema de prueba tasada,
abandonado por nuestro sistema legal.
Además fue diseñado para aquellos delitos que no son llevados a cabo en el ámbito familiar,
por lo tanto su aplicación tiene un impacto diferenciado a la hora de juzgar los delitos contra
las mujeres.
En fin, es posible desechar el argumento según el cual un solo testigo no puede sostener una
imputación, dado que nuestro código no escogió el método de valoración legal para la prueba,
sino el de sana crítica, en el cual el juez puede darle el valor que considere oportuno al
testimonio de la víctima.

23
Fallos 328:3399.
Como hemos visto en los antecedentes jurisprudenciales y doctrinarios reseñados, descartar
los dichos de la víctima por carecerse de algún otro medio de prueba que fortalezca su
testimonio, de alguna forma implicaría retornar al sistema de prueba tasada.
Si bien acordamos que el principio guía debe ser la presunción de inocencia, lo cierto es que
la afirmación acerca de que un solo elemento de prueba no basta para confirmar una hipótesis
reduce a la cuestión probatoria a una operación aritmética. Es que si la hipótesis que prevalece
es aquella con más confirmaciones, nada obsta a que ellos sean falsos o interesados.
Así, de lo que se trata es de la capacidad de aquellos elementos para desvirtuar la hipótesis,
más que su cantidad. El mero contradicho a la versión de la víctima, que debe recordarse,
declara bajo juramento de decir verdad, no puede por sí solo invalidar toda una acusación.
Aquel elemento en el cual se apoye la acusación debe ser sólido, mientras que aquel que
desvirtúe la hipótesis acusatoria, no puede ser una simple negación, o una versión de los
hechos carente de verosimilitud.
La mera refutación por parte del imputado, un relato incoherente o contrapuesto con otros
indicios, no debería conmover el estado de convicción al que el juez arribó gracias al
testimonio de la víctima.
Tampoco el hecho que solo se cuenta con los dichos de la víctima impide la tan requerida
motivación o justificación de la sentencia. Se deben desmenuzar los elementos que el decisor
considera destacables para sostener una versión por sobre la otra y formular así un fallo
correctamente fundamentado.
En esta dirección, es posible descartar el argumento de que la víctima persigue un interés en
el proceso y por eso sus dichos no pueden sostener por si solos la hipótesis de cargo. En
muchos casos es traída al proceso penal gracias al principio de persecución penal de oficio y
no le queda más remedio que brindar su versión de los hechos, aún pese a haber perdido
interés en el resultado del caso.
Es que la finalidad del proceso penal es la búsqueda de la verdad objetiva. Por lo tanto, se
autoriza suponer que si quien tiene a su cargo la valoración de la prueba, estima que el
enunciado fáctico constituyente en la acusación es verdadera, solo le queda dictar un
pronunciamiento condenatorio, aún si cuenta solo con la declaración de la víctima.
Si el testimonio fue coherente, verosímil, y resistió las diversas etapas del proceso y el propio
descargo del imputado, no existe razón por la cual deba desechárselo como racional
explicación de lo acontecido.
V. La investigación de los casos de violencia de género.
Usualmente quienes deben valorar los testimonios de las víctimas y las demás constancias
probatorias allegadas a la causa, realizan su trabajo cargados de preconcepciones acerca de
las mujeres que ulteriormente culminan con la impunidad de este tipo de delitos y coadyuvan
a su repetición.
En este sentido, la Corte Interamericana ha dicho “…el Tribunal considera que el estereotipo
de género se refiere a una pre-concepción de atributos o características poseídas o papeles
que son o deberían ser ejecutados por hombres y mujeres respectivamente. Teniendo en
cuenta las manifestaciones efectuadas por el Estado, es posible asociar la subordinación de
la mujer a prácticas basadas en estereotipos de género socialmente dominantes y socialmente
persistentes, en políticas y prácticas, particularmente el razonamiento y el lenguaje de las
autoridades de policía judicial, como ocurrió en el presente caso. La creación y uso de
estereotipos se convierte en una de las causas y consecuencias de la violencia de género en
contra de la mujer.”24.
La concepción de la mujer instrumental, que hace la denuncia para conseguir algo del proceso
penal; la mujer mendaz, que miente o inventa; la mujer co- responsable la cual coopera a la
situación de violencia; son preconcepciones negativas que impiden una investigación
exhaustiva y repercuten en la construcción de la sentencias25.
Otra creencia que rodea este tipo de delitos y que impide una resolución de casos ajustada a
derecho, es que como los eventos se llevan a cabo en el seno familiar, ello constituye una
barrera la cual el Estado no debe avanzar, ya que son propios de la intimidad y se contribuiría
a la conflictividad existente, en caso de intervenir.
En principio, cabe decir que el Estado no se encuentra totalmente ausente de los ámbitos
familiares o privados, sino que por el contrario regula una serie de cuestiones inherentes a la
salud y el cuerpo, que permite descartar este argumento como válido.
Asimismo, el argumento de la privacidad, oculta que el fenómeno de la violencia contra la
mujer en el ámbito doméstico es consecuencia directa de un sistema político y estructural en
el cual la mujer es dominada por el varón y que se denomina patriarcado. Por ello, lo que
genera el Estado al renunciar a su intervención, es mantener una relación de poder desigual,
que implica en el ámbito de la familia, dejar a la mujer sometida al marido.
El no inmiscuirse en la esfera privada legitima la naturalidad de la división público- privado,
haciendo aparecer como natural lo que fue socialmente construido26.
Por otro lado, la afirmación de que en los casos de la violencia de género solo se cuenta con
el testimonio de la damnificada, la mayoría de las veces resulta errónea. Lo que sucede es
que dado el carácter androcéntrico del derecho y sus operadores, la forma de recabar y
analizar prueba, está orientada a los delitos contra el patrimonio o aquellos que se llevan a
cabo en el ámbito público.

24
Corte IDH, “Gonzales y otras”, sentencia 16 de noviembre del 2009, párrafo 311.

25
Para un mayor desarrollo teórico y práctico acerca de los estereotipos en las sentencias judiciales Defensoría General de la Nación
“Discriminación de Género en las Decisiones Judiciales: Justicia Penal y Violencia de Género”, en
http://www.mpd.gov.ar/pdf/publicaciones/biblioteca/010%20Discriminacion%20de%20Genero%20en%
20las%20Decisiones%20Judiciales.pdf
26 Ob. Cit AAVV, Ministerio Público de la Defensa, pag. 54
Las características de la producción de los sucesos, esto es, en un ámbito privado, impide que
haya los testigos directos o si los hay, aquellos probablemente tienen un vínculo familiar con
las partes que impida tomar su testimonio como válido.
Sin embargo, ello no quiere decir que no se puedan recabar otros indicios indicadores de la
existencia de hechos de violencia de género. Es posible recolectar material probatorio que tal
vez no sirva para probar directamente el hecho denunciado, pero sí el contexto en el cual se
desarrollaba la relación.
Debemos recordar que en general en los casos en que una mujer se encuentra bajo una
situación de violencia, se cuenta con diversos indicadores que pueden ser incorporados al
proceso.
En efecto, la Oficina de Violencia Doméstica elabora informes médicos y/o psicológicos,
que pueden dar cuenta de los dichos de la damnificada, así como también se pueden obtener
testimonios de personas allegadas a la víctima que corroboren sus dichos.
Es verdad que resulta difícil la obtención de material probatorio directo, por el contexto en
donde se desarrollan, y por las características propias de las mujeres que están en una
situación de dominación, y control. Es posible que sientan miedo y ello impida obtener
información sobre los sucesos denunciados.
Por ello, hay muchas medidas alternativas pueden ser llevadas a cabo, por ejemplo, citar
testigos del contexto de violencia, solicitar historias clínicas o registros médicos de la
víctima, legajos OVD, expedientes civiles y penales, registros de llamadas al 911 y al SAME,
informes en los casos que haya actuado el Programa de Victimas contra la Violencia y
registros de llamadas telefónicas27.
De acuerdo con los instrumentos de derechos humanos reseñados, el órgano encargado de
investigar debe hacerlo con exhaustividad dado que es el principal encargado de evitar la
impunidad y la repetición de este tipo de sucesos.
Además, no se debe centrar la pesquisa en el testimonio de la mujer agredida, a quien las
múltiples convocatorias posiblemente distorsionen sus dichos y conllevan a su
revictimización.
Como hemos visto a modo de ejemplo en la resolución Nro. 15.150/14, no se realizó ninguna
medida de prueba llevada a cabo para fortalecer el testimonio de la denunciante. Simplemente
se la convocó para que repita sus dichos.
Ello, ilustra la hipótesis de que las investigaciones por violencia de género se centran
exclusivamente en el testimonio de la denunciante, sin que se produzca algún tipo de prueba
independiente de sus dichos. Lo paradójico es que a la hora de dictar una resolución, su
testimonio es tildado de insuficiente.

27
AAVV, “Guía de actuación en los casos de violencia domestica contra las mujeres” del Ministerio Público Fiscal en
https://www.mpf.gob.ar/direccion-general-de-politicas-de-genero/files/2016/11/Gu%C3%ADa-de- actuaci%C3%B3n-en-casos-de-
violencia-dom%C3%A9stica-contra-las-mujeres.pdf.
Por otro lado, el testimonio de la víctima debe ser valorado con perspectiva de género y
aquellos arrepentimientos o dudas acerca de continuar con el proceso o aún la manifestación
de querer retomar la relación con el agresor, deben ser tomados con suma cautela.
Es que el ciclo de violencia en que en la mayoría de los casos se encuentra inserta la mujer,
cuyas particularidades deben ser conocidas por los involucrados en el sistema judicial,
evidencia un sometimiento que debe ser atendido.
En este sentido, la “Guía de Actuación en casos de violencia domestica contra las mujeres”,
afirma que las fiscalías deben valorar el testimonio de la víctima con perspectiva de género
y analizarlo en conjunto con los elementos que demuestran el contexto de violencia
doméstica. Agregan que se debe tener en cuenta las características especiales de este tipo de
sucesos, es decir, que se llevan a cabo en la intimidad, con la consecuente dificultad para
obtener testigos, y la situación de vulnerabilidad en que se encuentran. Se afirma que si bien
con frecuencia el testimonio de la víctima es único, ello no obsta la realización de otras
medidas para probar el contexto de violencia. Además, hacen alusión a nuestro sistema
procesal vigente de sana crítica de la prueba que impide la aplicación de la regla “testigo
único, testigo nulo”.
Otro aspecto a tener en cuenta es que debe abandonarse la concepción de que los hechos
denunciados son el resultado de una relación conflictiva, tal como se sostuvo en el fallo
reseñado. Dicho argumento, remite a un vínculo disfuncional y a la co participación de la
víctima en dicha problemática.
La “conflictividad” alude a que ambas partes se encuentra en iguales condiciones en la
relación. Ello, en primer lugar desconoce la situación de desigualdad estructural de las
mujeres en la sociedad e impide visualizar el vínculo de dominación que probablemente
exista en la pareja, y que coloca a la mujer en un grado de mayor vulnerabilidad respecto del
hombre.
Nótese que el magistrado afirmó que el episodio denunciado por la víctima, no tuvo la
capacidad de amedrentarla, extremo que luce inverosímil, dadas las múltiples concurrencias
a las convocatorias de los organismos judiciales y la presencia de un arma de fuego en dos
situaciones diferentes.
Por otro lado, la valoración de la prueba a la hora de establecer si se cuenta con material
suficiente para realizar una imputación, debe hacerse en forma integral y no fragmentaria. La
crítica aislada de los indicios, llevan a construir hipótesis absurdas, desde el punto de vista
de la experiencia28.
En esta dirección, tal vez es posible afirmar que la frase “te voy a matar”, es comúnmente
utilizada en diversos ámbitos y no tiene la entidad para amedrentar a nadie dado que no
presentan la seriedad suficiente para hacerlo. Sin embargo, en un contexto donde por
ejemplo, el agresor tiene armas, prohibiciones de restricción o varias denuncias por episodios

28
Ob cit Di Corleto Pag. 9
violentos hechas en su contra, es razonable presumir que sus dichos revisten una mayor
seriedad que aquellos ventilados por ejemplo, en una discusión de tránsito.
En este sentido, en la resolución en la cual se resolvió el sobreseimiento C.A.R se pasó por
alto que un hecho de similares características había ocurrido un día antes. Tampoco se valoró
que el imputado tuviera armas de fuego registradas a su nombre. Ambas circunstancias
robustecen los dichos de la víctima y dan cuenta de la situación de peligrosidad en la que se
encontraba.
Sin embargo, su testimonio solo fue tomado en cuenta a la hora de fundamentar acerca de la
conflictividad de la relación y con ese argumento, desvincular al imputado.
V. Conclusiones.
La violencia contra la mujer se trata de “un fenómeno sistémico y estructural, un mecanismo
de control patriarcal sobre las mujeres que se construye sobre la superioridad masculina y la
inferioridad femenina, sobre papeles y expectativas estereotipadas según el sexo, y la
predominancia económica, social y política del hombre y la dependencia de la mujer”29.
Para erradicar dicho fenómeno, es necesario impedir el escenario que permite la repetición
de este tipo de hechos. Uno de los ámbitos que se ha puesto en mira es el poder judicial y
aquellos órganos encargados de investigar los delitos.
Se ha evidenciado que aún persisten prácticas abiertamente discriminatorias enquistadas en
las y los operadores del sistema judicial que dificulta una investigación rápida, eficaz y
exhaustiva.
Para una correcta pesquisa y valuación del testimonio de la víctima, se deben eliminar los
prejuicios de género, que afectan el juicio imparcial y el operador u operadora debe conocer
las implicancias del ciclo de la violencia y las relaciones de dominación que existen en
nuestra sociedad.
Es que la falta de perspectiva de género en la recolección y valoración de material probatorio
repercute directamente en una mala investigación. No se trata solo de reconocer los derechos
de las víctimas de violencia en el proceso penal, sino también de desarrollar las actividades
inherentes a los órganos estatales encargados de investigar de manera correcta.
Es posible y necesario evaluar la declaración victima a la luz de su coherencia interna, a
través de las diferentes etapas del proceso, y construir junto con indicios o pruebas indirectas
una imputación seria y respetuosa de las garantías plasmadas en nuestra Constitución
Nacional.
Es que como hemos visto, el estado debe brindar una respuesta a este tipo de acontecimientos
a la altura de los compromisos internacionales que ha asumido. Para ello, debe atender a las

29
Copelon Rhonda “Terror Intimo. La violencia domestica entendida como tortura” en http://ovsyg.ujed.mx/docs/biblioteca-
virtual/Terror_intimo.pdf.
circunstancias especiales en que se llevan a cabo este tipo de delitos, a fin de no reforzar la
desventajada situación en la cual las mujeres arriban al proceso penal.
Así, se ha dicho “La noción de igualdad material o estructural parte del reconocimiento de
que ciertos sectores de la población están en desventaja en el ejercicio de su derechos por
obstáculos legales o facticos y requieren, por consiguiente, la adopción de medidas especiales
de equiparación. Ello implica la necesidad de un trato diferenciado, cuando debido a las
circunstancias que afectan a un grupo desventajado, la igualdad de trato suponga coartar o
empeorar el acceso a un servicio o bien, el ejercicio de un derecho”30.
Es que si bien el derecho responde a intereses y valores patriarcales, no puede dejar de
utilizarse como herramienta de cambio. La necesidad de modificar las conductas
discriminatorias en los ámbitos judiciales ya ha sido receptada por los organismos
internacionales de derechos humanos que mediante sus instrumentos interpelan a los estados
a ajustar los mecanismos de prevención, investigación y juzgamiento a fin de evitar la
impunidad de la violencia contra la mujer.
Ello de ninguna forma implica violar las garantías constitucionales de la persona acusada ni
afirmar que el derecho penal es el instrumento adecuado para acabar con la violencia contra
la mujer, más bien significa diseñar una práctica investigativa que contemple las
particularidades que conforman a los delitos de violencia de género.
Un procedimiento carente de aquella perspectiva impide cumplimentar los objetivos del
derecho penal, a la vez que profundiza las desigualdades, refuerza la invisibilización y
perpetúa el fenómeno de la violencia contra la mujer.

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